LA LÍRICA LATINA. CATULO (87-54 a.c.)

LA LÍRICA LATINA. La lírica latina comenzó en Roma mucho más tarde que la épica o el teatro (a finales del siglo II a.C., en plena influencia heleníst

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LA LÍRICA LATINA. La lírica latina comenzó en Roma mucho más tarde que la épica o el teatro (a finales del siglo II a.C., en plena influencia helenística), debido al carácter de los romanos que les llevaba a estar más preocupados en las conquistas militares que en exteriorizar sus sentimientos. Pero las circunstancias políticas y sociales habían hecho que los ciudadanos estuvieran cada vez menos identificados con la épica nacional, lo que hizo surgir unas composiciones breves en las que se renuncia a todo lo que sea grandeza, centrándose en la intimidad e importancia de las pequeñas cosas. El hilo conductor de sus contenidos es lo privado del ser humano, en contraste con la épica, en la cual la temática está marcada por el ámbito público o social del hombre. La poesía tocada al son de la lira, de donde recibe su nombre, nació en la época arcaica en Grecia. Sus temas tratan de lo íntimo y lo personal. Se pueden distinguir subgéneros como la lírica monódica ejecutada por un solista y la coral por un coro. En Roma se compuso para ser recitada, no cantada como en Grecia. Al igual que en Grecia, este género incluye composiciones poéticas de métrica y temas muy variados: erótico, patriótico, idílico, elegíaco, religioso, etc. La lírica latina comenzó a tener importancia durante la primera mitad del siglo I a.C., en que se configuró un grupo de poetas conocidos como “poetae novi” (poetas nuevos) o “neoteroi” (neotéricos), renovadores de la poesía latina. Sus composiciones eran breves, de gran perfección técnica y de gran belleza formal y estilística. La obra maestra que tenía que escribir un neotérico romano para graduarse de “doctus poeta” era un epilio. El epilio era una pequeña epopeya en forma de poema corto. CATULO (87-54 a.C.) El autor más importante y significativo de toda la lírica latina fue Catulo .Nació en Verona, perteneció a una familia influyente que le ayudó a introducirse en el ambiente literario aristocrático. Mantuvo una relación amorosa con una mujer casada a la que cantó en sus poemas bajo el nombre de “Lesbia”, hermana de P. Clodio Pulcher, enemigo político de Cicerón. La obra de Catulo se conserva en el “Liber Catulli” (116 composiciones). Emplea métrica variada y se inspira en los poetas arcaicos griegos (Safo, Anacreonte) y en los alejandrinos (Calímaco, Filodemo). Catulo escribió poemas mitológicos eruditos, poemas satíricos y epigramas (en los que critica la sociedad de su época), poemas líricos puros (que tratan con expresión sincera sus sentimientos) y, además, poemas elegíacos. En cuanto a la poesía elegíaca de Catulo podemos destacar que fue el primer poeta que expresó sentimientos eróticos en primera persona, trató temas fúnebres y satíricos pero también temas sentimentales y eróticos (hablaba de su atormentada y tormentosa relación con Lesbia) y que se revela como un verdadero maestro tanto para la expresión de lo más íntimo como para la sátira y la crítica.

HORACIO (65-8 a.C)

Nació en Venusa, al sur de Italia. Su padre, liberto y recaudador de las subastas públicas, se preocupó por su educación, enviándole a estudiar a Roma y después a Atenas. Fue seguidor del partido republicano. A través de Virgilio entró en el círculo de Mecenas, donde llegó a disfrutar del bienestar suficiente para poder dedicarse a la poesía sin problemas económicos. La obra poética de Horacio está contenida en las odas y epodos. Las odas (carmina) son composiciones líricas con las que intenta crear una poesía rival de la griega. Utiliza métrica y temas griegos. Los temas más utilizados fueron los temas político-nacionales, los temas religiosos y los temas de ética y moral. Por su perfección artística y su tendencia a generalizar sus propios sentimientos, a sugerir una lección moral (epicureísmo), la Odas reúnen dos caracteres generalmente opuestos: lirismo y clasicismo. Los epodos, contemporáneos de los Sermones e inmediatamente anteriores a las odas, están a media distancia entre la poesía satírica y la lírica. Reúne diecisiete poemas cortos, de tono violento y agresivo sobre temas muy diversos.

LA ELEGÍA LATINA Dentro de la lírica latina encontramos el subgénero de la poesía elegíaca. Frente a la elegía griega, que abarcaba otros temas además de los sentimentales (mitológico, bélico, político, filosófico, etc.), la elegía latina se caracteriza por la expresión de sentimientos personales, entre los que figura en primer lugar el de la experiencia amorosa, que casi siempre es desgraciada. La forma métrica de la poesía elegíaca latina es el dístico elegíaco, que es una pequeña estrofa de dos versos, un hexámetro y un pentámetro dactílicos. La elegía es una secuencia de esta pequeña estrofa. Los poetas elegíacos utilizan un repertorio común de tópicos como por ejemplo: pseudónimo de la amada, el poeta se presenta como un experto en las penas amorosas y pretende ayudar a los demás (“peritus amoris”); el lamento ante la puerta cerrada de la amada, disfrutar del presente (“carpe diem”), etc. TIBULO (54-19 a.C) Si exceptuamos al que con toda seguridad fue el primer elegíaco romano, Cornelio Galo (69-26a.C.), del que no conservamos ningún verso si no es el testimonio de Virgilio en la Bucólica X, esta poesía empieza en Tibulo, poeta perteneciente al círculo de Mesala Corvino. De los tres libros que se nos han transmitido (Corpus Tibullianum), solo dos son indiscutiblemente suyos: el primero, dedicado a Delia, amor al final perdido, y el de Némesis. Algunos rasgos que caracterizan la poesía de Tibulo son la expresión sincera de su sentimiento amoroso, cierto bucolismo y la actitud antimilitarista, junto con el cultivo de la forma que en las últimas composiciones resulta algo retórica y erudita. PROPERCIO (47-15 a. C.) Es de origen umbro, procedente de una familia plebeya pero acomodada. Entró en el círculo literario de Mecenas y se integró en la gran sociedad romana de la época. Escribió cuatro libros de Elegías. Los tres primeros están consagrados predominantemente a Cintia, aunque hay también referencias a sucesos del mundo circundante. En el cuarto libro, por influjo de Mecenas, se interesa por los motivos religiosos y las ideas de restauración moral y nacional de Augusto y busca en el pasado de Roma y en las viejas leyendas una inspiración nueva y más amplia. Propercio tiene el gusto por la erudición y por las curiosidades mitológicas e históricas, pero es un poeta original, el más personal, quizá, de los poetas elegíacos del siglo de Augusto. Su violenta pasión por Cintia hizo que el poeta expresara los tormentos del amor y de los celos, la tristeza de las desilusiones con una fuerza dramática que hace de él un gran poeta lírico. OVIDIO (43 a. C. – 19 d. C.) Publio Ovidio Nasón nació en Sulmona, en el año 43 a.C., un año después del asesinato de César y el mismo año del de Cicerón. Después de los estudios de filosofía y retórica, que completó en Grecia, ocupó sin entusiasmo ciertos cargos administrativos. El gozo de la creación poética ejercía para él mayor atracción que las tareas administrativas y políticas. Inició relaciones con los poetas de la época: Horacio, Tibulo y Propercio.

Ovidio, cantor del amor, fue ante todo un poeta mundano, un poeta que conoció el éxito en una sociedad cuyos gustos, cualidades y defectos reflejó en sus obras. Pero cuando el poeta estaba en el "culmen" de su gloria, en la plena posesión de su talento, fue desterrado por una orden del emperador Augusto, en 9 d.C., por razones que nos son mal conocidas. Su actividad poética continuó en el exilio, en Tomi, en la costa del Mar Negro (hoy Constanza), produciendo algunas de sus mejores obras, como los Fastos, las Tristes y las Pónticas. El rigor del clima, su vida aislada y monótona le produjeron la nostalgia de su Italia natal, pero el perdón no llegó de Augusto ni de su sucesor Tiberio, a pesar de las continuas peticiones de gracia del poeta. Murió en el año 17 d.C. Ovidio escribió varias obras empleando el dístico elegíaco, pero por el contenido no pueden clasificarse como elegías. Las composiciones propiamente elegíacas son las siguientes: - Los Amores: tres libros de elegías en los que canta los amores, de forma un tanto retórica y mucho menos apasionada que sus predecesores, de una tal Corina, de la que se duda si es un personaje real o más bien una personificación literaria formada con los rasgos de las distintas mujeres que conoció Ovidio. - Las Tristia y las Epistulae ex Ponto. Ambas escritas en el destierro. En las primeras el poeta nos narra su despedida de Roma camino del destierro y las condiciones duras de su exilio en Tomi, en los confines del Imperio. Tanto en una como en otra hay elogios al emperador, súplicas a su esposa y recomendaciones a sus amigos, destinadas a conseguir el regreso a Roma, pero el perdón nunca llegó. Ovidio marca un giro a la literatura latina. Pertenece todavía a la época clásica, pero anuncia ya la edad barroca que va a seguir. Cualquier motivo se convierte para él en tema de amplificación, en ejercicios en los que sobresale gracias a su facilidad natural de versificador y a las lecciones de los rétores. En la poesía amorosa, no expresa, como sus antecesores, los sentimientos que experimenta profundamente, no se inspira en su experiencia personal, recurre más a su imaginación que a sus recuerdos. Ovidio es el testimonio de su tiempo, representa fielmente la opinión que sus contemporáneos podían hacerse del amor. Ovidio pone todos los recursos de un arte ingenioso para evitar la monotonía y dar a su poesía un movimiento de relieve y color. Es un poeta de salón que sabe agradar y brillar pero no cae jamás en la vulgaridad. Ovidio fue muy seguido durante toda la Edad Media y Renacimiento en toda Europa, como atestiguan en Italia Ariosto o en Portugal Camoens.

LA SÁTIRA Surge en Grecia pero se consolidó en Roma. Luciano de Samosata dio un gran impulso al género a través de sus diálogos (Diálogos de los muertos, Diálogos de los Dioses, Diálogos de meretrices...) que admiten la sátira como elemento fundamental en su fuente, estructura e intención; sin embargo, el género se desarrolla fundamentalmente en Roma: Lucilio como el creador del género, Horacio que la lleva a su perfección formal, Juvenal y Persio son sus principales representantes. Satura quidem tota nostra est “la sátira es toda nuestra" proclamaba Quintiliano jactándose de que la sátira sería un género literario genuinamente romano frente a los demás que habrían sido creación de los griegos. Hoy en día se admite que la sátira romana tendría precedentes helenísticos, en particular de las enseñanzas callejeras de los cínicos y estoicos, que improvisaban epigramas, fábulas, parodias de poesías y las llamaban diatribas, es decir, "tiempo gastado en el ocio" pero fueron los romanos los que llevaron este género literario a la cima. Lucilio (180-103 a.C.) y Horacio llamaron sermones, charlas, a las diatribas de los filósofos griegos, pero fueron los romanos los que llevaron este género literario a la cima. En la sátira se critican los vicios de la sociedad de un modo cáustico y aunque ello puede mover a la risa, el objetivo es más bien moralizante: enderezar las malas costumbres de los ciudadanos burlándose de ellas. LUCILIO El fundador de la sátira fue Lucilio, aristócrata romano que participó en el sitio de Numancia en Hispania. Gran conocedor de la literatura griega, lanzó sus invectivas contra sus enemigos adoptando el papel del perro cínico que hurga en los vicios de los demás. Lucilio escribió 30 libros de Saturae (sátiras) En los primeros libros utilizó una gran variedad de metros pero posteriormente utilizó solamente el hexámetro dactílico, que desde entonces es propio de la poesía satírica. Mantuvo sin embargo siempre una gran variedad temática: ataques contra personajes corruptos y contra los vicios imperantes en la sociedad de su tiempo, testimonios autobiográficos, críticas literarias y filosóficas, etc. Lo más característico de Lucilio es que, por encima de la diversidad temática se impone siempre la crítica y los ataques mordaces de carácter personal, lo que confiere a la "satura" esa nota distintiva que ha llegado hasta nuestros días. La sátira florece en siglo I d.C., acentuando la mordacidad en la expresión y la tendencia moralizante, quizá bajo el estímulo de la proliferación de los nuevos ricos y la corrupción de costumbres. Son autores representativos de esta época: Persio (34-62 d.C.) y Juvenal (60- después del 127 d.C.). JUVENAL Juvenal escribió 16 sátiras en 5 libros. En sus sátiras conjuga los temas tradicionales como la alabanza de la vida sencilla en su sátira del ratón de campo y el de ciudad, con otros innovadores como el rechazo de los extranjeros, sobre todo griegos, que rivalizaban con los autores romanos. La solución a los males de su tiempo es, en

opinión de Juvenal, la vuelta a las costumbres tradicionales, a las viejas virtudes. En el campo de la lengua y el estilo, Juvenal aporta a la sátira toda su formación y su experiencia de retórico. Destaca sobre todo en las descripciones rápidas y concisas, sacadas de la observación de la realidad. Su utilización de la lengua es admirable por su fuerza y por su poder evocador. Juvenal es, al mismo tiempo que uno de los máximos representantes de la sátira romana, el punto y final de este género. EL EPIGRAMA Etimológicamente el término epigrama se usa para referirse a las composiciones destinadas a ser grabadas en piedra. Así pues los primeros epigramas fueron composiciones breves pensadas para su inscripción con carácter votivo o funerario. Se creó en la Grecia clásica y es una composición poética breve que expresa un solo pensamiento principal festivo o satírico de forma ingeniosa. Se pueden rastrear las raíces del género hasta muy atrás, en la lírica arcaica, aunque es más propio hablar del epigrama como un género netamente helenístico. El epigrama literario, concebido para ser leído o recitado, extiende su temática y pasa a expresar la más variada gama de sentimientos; encontramos epigramas eróticos, satíricos, costumbristas, festivos y, por supuesto, fúnebres. Posee dos características definitivas: «brevĭtas et argutĭa» (brevedad e ingenio). Tras los griegos, destacaron en la composición de epigramas los romanos, singularmente Catulo y Marco Valerio Marcial. MARCIAL (40-104 d.C.) Nació Marcial en una pequeña ciudad de la Hispania Tarraconense, en Bílbilis, la actual Calatayud. La posición desahogada de sus padres les permite enviarlo a Roma (año 64), una vez realizados en Bílbilis los estudios de gramática y retórica. En Roma se ve obligado por la necesidad a someterse al sistema de la clientela para vivir, es decir, a formar parte del séquito de uno o varios amos, atado a ellos y viviendo a su merced. Su genio le abre la puerta de los círculos literarios, frecuenta el trato de todas las clases sociales. Pero, después de permanecer 34 años en Roma, cansado de la gran ciudad, regresa a su patria natal, aceptando el ofrecimiento de una admiradora, Marcela, que le regaló una finca, donde pasó los últimos años de su vida. En su obra cultivó sólo el epigrama. Tiene más de 15 libros de epigramas, los más importantes son: 1.- "Liber spectaculorum"en el que habla de los espectáculos celebrados con ocasión de la inauguración del Coliseo por el emperador Tito y la adulación al emperador. 2.- "Xenia – Apophoreta", pequeños poemas dedicados a acompañar los regalos que se intercambiaban con motivos de las Saturnales. 3.- 12 libros que forman un corpus, con tema variado, sobre la sociedad de su tiempo y ataques personales. El metro más utilizado es el dístico elegíaco. La intención de Marcial es simplemente representar la vida de la sociedad de su tiempo, sin falsos pudores y sin tapujos, quizá por ese motivo en ocasiones resulta

excesivamente obsceno y su valoración ha sido desigual según las épocas. Su actitud es más de cansancio y hastío que de indignación ante los vicios y defectos de la sociedad; busca provocar más la risa o la burla que la reprobación. La actitud de Marcial está lejos de la propugnada por los poetas satíricos porque no tiene intención moralizadora, no intenta provocar un cambio de actitud sino simplemente observar la realidad desde su aspecto más risible y jocoso. Además, y este es otro rasgo que lo separa de los poetas satíricos, nunca utiliza la invectiva o el ataque personal; las personas a las que se refieren sus epigramas son en la mayor parte de los casos imaginarias.

GÉNERO DIDÁCTICO El género didáctico es el género literario que tiene como finalidad la enseñanza o la divulgación de ideas expresadas de forma artística, con un lenguaje elaborado y recursos de la filosofía. En su origen, la didáctica se desarrolló en crónicas y códigos, que buscaban establecer las normas de convivencias entre los pueblos y de registrar los hechos históricos. Con el tiempo, el género fue adquiriendo nuevas formas para la transmisión de conocimientos especializados. Así fue como comenzó a incluir monólogos y diálogos, y se ramificó en distintos subgéneros. Por lo tanto, los especialistas consideran que la didáctica y la épica compartían la forma en sus inicios. Sin embargo, mientras que la épica se encargó de recoger mitos y narrar las aventuras de los héroes, la didáctica trascendió hacia la crónica de los acontecimientos y se nutrió de la filosofía, la política y las ciencias en general. Nos vamos a centrar específicamente en la poesía didáctica. La poesía didáctica es un subgénero de la épica cuya definición no se concibe por su forma, sino por su finalidad: su misión específica es instruir. Su objeto no es el mito o las hazañas heroicas, sino la "verdad". Por otra parte, al igual que la épica, también se escribía en hexámetros, verso de ritmo sencillo, que permitía memorizar fácilmente (aún más que la prosa) las diferentes enseñanzas. El lenguaje es en ocasiones abigarrado y complejo; en función de la materia que se trate, el léxico es enormemente específico, muy concreto y, a menudo, de uso poco frecuente en la lengua cotidiana. El primer representante de este género es Lucrecio (99-55 a.C.), personaje enigmático y culto, autor de un poema titulado De rerum natura. El autor se basa en los postulados de Epicuro, el filósofo griego del que Lucrecio se declara ferviente admirador, y consta de tres pares de libros. En los dos primeros, se expone toda una teoría física y se desarrollan los principios básicos del átomo; los libros III y IV son tratados de psicología, donde se afirma que el alma está compuesta de elementos materiales y que, en consecuencia, es, al igual que el cuerpo, mortal. Los libros V y VI

se dedican a estudiar aspectos de cosmología; se explica el nacimiento del mundo, del hombre y se reflexiona sobre el progreso humano. Otros de los representantes de este subgénero es Virgilio con su obra “Geórgicas”. Esta obra es todo un tratado sobre los saberes del campesino. Sin duda para su elaboración Virgilio se basó en la obra del autor griego Hesíodo titulada los Trabajos y los Días. Consta de cuatro libros con una extensión de 2. 000 versos. El libro I trata fundamentalmente de todo lo relativo a los cereales: siembra, cultivo y recolección. El libro II pasa revista al cultivo de la vid y de los árboles frutales. El libro III se dedica íntegramente a la ganadería, factor muy importante dentro de la economía agraria. El libro IV, por último, dedica todo su empeño a exponer con detalle todo lo relativo a las abejas. Cabe destacar también a Ovidio con sus poemas didácticos Ars Amatoria y Remedia Amoris, escritos ambos en dísticos elegíacos y que gozaron de una enorme popularidad aunque no agradaron a Augusto; en ellos da consejos a hombres y mujeres, en tono jocoso y frívolo pero inteligente, sobre cómo desenvolverse en el terreno amoroso. En esta línea escribió también un libro sobre cosmética para mujeres titulado De Medicamine Faciei Femineae. Mención aparte merece la FÁBULA, que es un subgénero en el que animales domésticos y salvajes van desfilando en relatos, en los que también aparecen personas que se encuentran con ellos en circunstancias determinadas. La moraleja final toca varias facetas de la conducta humana, pero incide de forma un tanto machacona en las ventajas del débil sobre el fuerte, del pobre sobre el rico, del súbdito sobre el poderoso. Existente en el Oriente y dotada de rango propio, de la mano de Esopo (S. VI a. C.), en Grecia, encuentra en Fedro su mejor representante en el mundo romano. Mientras Esopo compuso en Grecia su obra en prosa, Fedro tuvo el mérito de componer las fábulas en verso. FEDRO (15 a.C.-50 d.C) Fedro nació en Macedonia hacia el 15 a.C. Llegó a Roma como esclavo de Augusto, que le concedió la libertad, y murió en la época de Claudio, en el 50 d.C. Se conservan unas cien fábulas de este autor, contenidas en cinco libros que incluyen al comienzo y al final sus correspondientes prólogos y epílogos, que nos permiten conocer algún detalle sobre la vida y el pensamiento del autor. Las fábulas de Fedro son narraciones sencillas, amenas y divertidas, y terminan con una moraleja que resume la enseñanza moral que trata de transmitir el autor. Los personajes son animales que representan las costumbres, las virtudes y los vicios de los hombres, y, más en concreto, de la sociedad de su tiempo. Se acusa al poderoso que abusa del débil (la parte del león), al astuto y mentiroso (la zorra), al malvado (el lobo y el cordero), etc. Esta crítica social le acarreó numerosos problemas judiciales porque algunos personajes poderosos de la época se vieron reflejados en estas composiciones.

GÉNERO DRAMÁTICO El público romano exige del teatro un espectáculo visual y divertido en la medida de lo posible; si, además, tenemos en cuenta que los cónsules, aristócratas y, en el Imperio, los propios césares, conciben el teatro como una manifestación hacia fuera del creciente poder romano y de la salud de su gestión, podremos imaginar el despliegue y el lujo que en esta época alcanzan los espectáculos teatrales. En la denominación que la literatura latina utiliza para las obras dramáticas no se habla de tragedias y comedias; el término habitualmente utilizado para cualquier tipo de representación es "fabula". La distinción entre unas formas dramáticas y otras se basa más bien en el origen del asunto tratado y en la caracterización de los personajes en escena. Distinguían así los siguientes tipos de dramas: Dentro de la comedia, que utiliza un lenguaje desenfadado, que imita el habla de la calle y, a veces, resulta procaz, hay que distinguir la fabula palliata, de tema griego, (así llamada porque los actores salían vestidos con el pallium, vestidura griega), y la fabula togata, comedia de asunto romano (la toga era el vestido nacional romano de la vida civil). La tragedia presenta como protagonistas a héroes y a dioses, tiene un tono solemne y su lenguaje es elevado; a su vez, se subdivide en dos subgéneros: la fabula graeca (cothurnata), obras generalmente traducidas o adaptadas de la la tragedia griega, y la fabula praetexta, que hace alusión a la toga pretexta, bordada con una franja de púrpura, que llevaban los magistrados. Esta ponía en escena episodios sobresalientes de la historia nacional romana. De estas clases de teatro, solamente han llegado a nosotros las obras de Plauto y Terencio (fabula palliata) y las tragedias de Séneca. Los demás son fragmentos sacados de citas de otros autores. Tampoco existió en Roma en los primeros tiempos una especialización de los dramaturgos en trágicos y cómicos. Los iniciadores del género, Livio Andrónico y Nevio, escribieron indistintamente obras de argumento trágico y cómico; sólo a partir de Plauto se observa una tendencia a ceñirse a uno de los géneros. En la época del imperio el gusto del pueblo por los espectáculos circenses y por el mimo relegó la producción dramática, y más concretamente la de asunto trágico, a los círculos intelectuales donde era recitada. De este período conservamos las tragedias escritas por Séneca el Filósofo, únicas que nos han llegado completas. La fabula palliata está en cambio magníficamente documentada en las obras de los dos grandes cómicos de los primeros siglos de la República: Plauto y Terencio. La comedia dejó prácticamente de escribirse y representarse en el siglo I a. de C., ante la competencia del mimo que había ido evolucionando hacia un tipo de farsa licenciosa, con gran número de personajes y que llegó a ser extraordinariamente popular.

Aunque la mayor parte de las obras dramáticas que nos han llegado están basadas en originales griegos, sin embargo la libertad en el trabajo de adaptación es total. Los autores latinos no sólo introducen situaciones nuevas y referencias a su momento histórico, sino que también utilizan en una misma obra argumentos de distintos originales griegos e incluso escenas de autores distintos. Este procedimiento se conoce con el nombre de contaminatio y es particularmente visible en las comedias de Plauto y Terencio.

Comedia: Plauto (254?-184 a.C.) Se sabe de Plauto que escribió unas ciento treinta comedias. De éstas sólo se han conservado veintiuna. Plauto es un escritor dramático que conoce perfectamente a su público sabiendo cómo, dónde y cuándo podía despertar su risa y sus aplausos, con qué temas podía complacerle, aunque ésos fuesen desplazados o picantes. Pero, sobre todo, este teatro está hecho para el gesto y el mimo. Partes hay en él en las que uno no sabría decir si se trata de textos para el mimo o de mimos a los que se añadió un texto. Esta es la gran aportación de Plauto. En estas comedias se repiten con escasas variaciones tipos y situaciones, de forma que resulta difícil, por no decir imposible, establecer un criterio de clasificación; el único título que conviene a todas es el genérico de "comedia de enredo" con múltiples complicaciones y situaciones cómicas. Sin embargo, con algunas reservas y para facilitar su aprendizaje, se pueden agrupar las comedias plautinas bajo los siguientes epígrafes: Comedias basadas en el equívoco o cambio de personas: Bacchides, Amphitruo, Menaechmi. Comedias basadas en el "reconocimiento", es decir en el descubrimiento del verdadero origen y condición de determinadas personas y que da lugar a un súbito cambio de fortuna: Cistellaria (La cestita), Curculio, Epidicus, Poenulus. Farsas cómicas: Asinaria (La comedia de los asnos), Persa, Casina. Comedias de caracteres: Pseudolus, Truculentus. Comedias en las que confluyen motivos y situaciones: Aulularia (La olla), Captivi (Los cautivos), Trinummus (El hombre de los tres centavos), Miles Gloriosus (El soldado fanfarrón). Entre los textos más apreciados desde el punto de vista de su estructura dramática podríamos destacar Anfitrión y Los Menecmos. Desde Livio Andrónico el teatro romano concede mayor importancia a las partes cantadas que el teatro griego; Plauto acentúa esta tendencia, creando una comedia en la que la parte dialogada o recitada (diverbia) ocupa en la mayor parte de las obras sólo un tercio del total. Los cantica se enriquecen en su estructura y en su métrica; no

sólo incluyen parlamentos y recitados al son de flauta, también se encuentran fragmentos melodramáticos (arias, solos, duos) interpretados con acompañamiento instrumental. Este carácter melodramático de las comedias de Plauto, unido a su lenguaje cotidiano y popular de gran fuerza cómica, les confiere un carácter propio e inconfundible. TERENCIO (190?-145 a.C.) Nacido en Cartago hacia el 190 a.C., Terencio vino a Roma como esclavo, pero recobró su libertad de manos de un senador que había visto en él aptitudes intelectuales. Después de haber recibido una excelente educación, se convirtió en el protegido de las más ilustres familias nobles, los Escipiones y los Emilios. Para éstos escribe sus comedias. Con él la comedia popular de Plauto se hace más delicada y apta para interesar a las clases elevadas de la sociedad romana. Nos quedan de él seis obras: La Andriana, el Eunuco, Hécira, el Heautontimorumenos (título transcrito del griego, que significa: El que se atormenta a sí mismo), Formión y Adelfos.

Tragedia: Séneca (4 a.C.-65 d.C.) Hijo de Séneca el Retórico, nació en Córdoba. Su carrera pública de funcionario le llevó pronto a la corte imperial y le convirtió en maestro de Nerón, sobre el que tuvo inicialmente una gran influencia. Después, su supuesta participación en la conjuración de Pisón llevó a Nerón a darle la orden de suicidarse. Séneca encarna de pleno derecho la tragedia romana, por más que siga tomando sus fábulas de la mitología o de las mismas tragedias griegas. Se le atribuyen tradicionalmente nueve tragedias, cuyos títulos son: Hercules furens (La locura de Hércules), Troades (Las Troyanas), Phoenissae (Las fenicias), Medea, Phaedra (Fedra), Oedipus (Edipo), Agamemnon (Agamenón), Thyestes (Tiestes), Hercules Oeteus (Hércules en el monte Eta). Todas ellas tienen un cierto paralelismo temático con la tragedia ática (Sófocles y Eurípides) y su estilo está caracterizado por el pathos, ese sentimiento desbordado de lo trágico. Las tragedias de Séneca no tuvieron gran influencia en su época, pero en cambio ejercieron un profundo influjo a partir del siglo XV en el teatro italiano e inglés.

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