LA MEDICINA EN NAVARRA DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA

LA MEDICINA EN NAVARRA DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA Índice de capítulos de Lilium medicinae en un manuscrito del siglo xv. Salamanca, Biblioteca Genera

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LA MEDICINA EN NAVARRA DURANTE LA BAJA EDAD MEDIA

Índice de capítulos de Lilium medicinae en un manuscrito del siglo xv. Salamanca, Biblioteca General Universitaria. Foto: Agustín Fernández Alvalá. Fuente: L. GARCÍA BALLESTER [†] (dir.), Historia de la Ciencia y la Técnica en la Corona de Castilla, vol. I, Salamanca, Junta de Castilla y LeónConsejería de Educación y Cultura, 2002, p. 753.

La medicina medieval en la historiografía Navarra Ha transcurrido más de un cuarto de siglo desde que L. García Ballester expusiera en el V Congreso Nacional de la Sociedad Española de la Historia de la Medicina, celebrado en Madrid entre el 29 de septiembre y 1 de octubre de 1977, la precaria situación en la que se encontraban los estudios sobre medicina medieval en España y las cuatro premisas principales que consideraba verificables en futuros trabajos, como el declive de la influencia musulmana a partir del siglo XIII, el importante papel realizado por la minoría judía, la debilidad de las universidades y de las facultades de medicina, o la madurez precoz de las lenguas peninsulares y su importancia en el desarrollo de la medicina1. En estos últimos 20 años los estudios sobre el tema médico en particular y sobre la ciencia en general, muchos de ellos dirigidos e inspirados por él mismo, han proliferado de manera importante. No obstante, en el momento de evaluar la producción historiográfica en y sobre Navarra, pueden resultar algo excesivas las negativas impresiones que el mismo L. García Ballester manifestó, no hace mucho tiempo, sobre el estado de las investigaciones en la Castilla bajomedieval2, al comparar el alcance que esta clase de estudios ha tenido en el antiguo reino pirenaico. Si a todo esto se añade el desarrollo de este tipo de investigacio1

GARCÍA BALLESTER, 1979: 145. GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 45-52. La reciente publicación de la obra colectiva, dirigida, entre otros, por GARCÍA BALLESTER [†], 2002a; cuyos dos primeros tomos tratan sobre la Edad Media, ofrece una síntesis excepcional de estudios y de bibliografía sobre la evolución y desarrollo de esta ciencia en el reino castellano. 2

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nes en los lugares que antaño pertenecieron a los territorios peninsulares de la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña y Valencia3, no es posible sino corroborar el decepcionante panorama que se vislumbra en Navarra. Para justificar de alguna forma esta situación debe tenerse en cuenta el reducido espacio geográfico navarro en comparación con las grandes potencias del momento, Castilla y Aragón, y que la existencia de un mayor o menor caudal de fuentes documentales va pareja habitualmente a las dimensiones territoriales propias de cada territorio. De hecho, puede afirmarse que la dificultad para abordar no ya el tema de los estudios médicos sino otros aspectos relacionados, como el desarrollo de la farmacia navarra bajomedieval, se debe a la limitación impuesta por la propia escasez de fuentes. Igualmente, resulta evidente que durante este tiempo –es decir, a partir de la década de los 70– no ha habido, salvo contadas excepciones, interés por meditar y profundizar sobre los diferentes aspectos que conlleva el desarrollo de la medicina medieval. Queda constatado que, exceptuado algunos ejemplos muy concretos, las noticias referidas a estos temas están incluidas en estudios que poco o nada tienen que ver con la cuestión médica. Del mismo modo, puede confirmarse que si apenas existen trabajos sobre medicina medieval, las referencias a asuntos médicos o asistenciales sobre época altomedieval son prácticamente inexistentes centrándose casi todos en los últimos dos siglos del medievo4. Unas de las primeras referencias sobre el tema, desde el punto de vista de la historiografía moderna, son las anotaciones que el historiador francés del siglo XIX G. Desdevises du Dezert, realizó en su ya clásica obra sobre el Príncipe de Viana, y en la que enumera alguno de los físicos que le atendían5. No será hasta el año 1948, cuando M. Núñez de Cepeda y Ortega, aunque dentro de un proyecto muy diferente, –el estudio de los antiguos gremios y cofradías de Pamplona–, publique las 3

Sin ánimo de ser exhaustivo se pueden citar los estudios de GARCÍA BALLESTER, 1982 II: 129-149; 1988; CIFUENTES I COMAMALA, 1997: 7-42; 2000: 429-479; 2001; MC VAUGH, 1993 y 1994, o la tesis doctoral de FERRAGUD DOMINGO, 2002 (en prensa). 4 Como un ejemplo excepcional puede mencionarse el estudio de LINAGE CONDE, 1971: 64-65. 5 DESDEVISES DU DEZERT, 1999: 208-209, 231, etc.

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ordenanzas de la Cofradía de San Cosme y San Damián de médicos, cirujanos y boticarios de Pamplona aprobadas por Juan III de Albret y Catalina I de Foix, el 7 de junio de 14966. Tras sus pasos, en la década de los 50, F. Aliaga Sáez vuelve a mencionar, aunque de manera muy sucinta, algunos datos sobre los boticarios de Navarra y las mencionadas ordenanzas7. M.ª P. Herrero Hinojo en una investigación más amplia sobre la historia de la farmacia en el reino cita otra vez, siempre de manera parcial, aquella reglamentación8. Desde su privilegiada posición de archivero J. R. Castro publica, también en esta década, unas pequeñas notas sobre algunos médicos reales que aparecen mencionados en la documentación del Archivo General de Navarra9. Algunos años más tarde, en 1967, este mismo autor presenta el estudio global del reinado de Carlos III, y hace referencia, siempre de una manera aislada pero ya con algunos atisbos de síntesis, al menos en lo referente a la Corte como marco de actuación regia, a la presencia de los diferentes “profesionales de la salud” que ofrecían sus servicios a la familia real y su entorno10. Posiblemente influenciados por esta extensa monografía y por las posibilidades que sugería salió a la luz, en 1970, un interesante estudio, quizás el más completo hasta el momento, a cargo de M. D. Pérez Boldo y J. Sáez Rico presentado un año antes en el III Congreso de Historia de la Medicina11. En él se acometen por primera vez, utilizando como base los volúmenes del Catálogo de la Cámara de Comptos del Archivo General de Navarra publicados por J. R Castro y F. Idoate12, una 6

NÚÑEZ DE CEPEDA Y ORTEGA, 1948: 159-181. Más recientemente han tratado sobre el mismo tema MARTINENA RUIZ, 1995: 11-12; y MARTÍNEZ ARCE, 2001: 167-172. 7 ALIAGA SÁENZ, 1950: 17-19; 1951: 17-18. 8 HERRERO HINOJO, 1952: 8-13. En las páginas 53 a 57 reproduce fotográficamente dichas ordenanzas. Al año siguiente vuelve a publicar dicho estudio, en 1953: 127-175. 9 CASTRO, 1953: 3-7. En 1958, el médico Luis del Campo realiza un ensayo titulado “Boceto sobre Medicina medieval en Navarra”, incluido en su libro Investigaciones histórico-críticas acerca de la dinastía pirenaica (ensayos), en el que diserta sobre el tema, pero que ni aporta nada ni se molesta en ver un solo documento de la época [DEL CAMPO, 1958: 215-256]. Del mismo autor es un folleto titulado De la crónica medieval: Interpretación médico-histórica, y que tan sólo merece la pena leerse como entretenimiento para disfrutar con las diversas teorías del autor sobre las causas de algunas de las enfermedades que afectaron a los monarcas navarros mencionados en las distintas crónicas medievales [DEL CAMPO, (s. d.)]. 10 CASTRO, 1967: 21, 77, 171, 199, 223, 225, etc. 11 PÉREZ BOLDO y SÁEZ RICO, 1970: 247-262. 12 CASTRO, 1952-1964; e IDOATE, 1965-1969.

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serie de cuestiones inéditas hasta ese momento, como la procedencia del elemento humano que atiende a los monarcas y su actividad en la Corte. En los años 70, J. L. Valverde, desde la Universidad de Granada, inicia la publicación de una serie de trabajos relacionados con la historia de la farmacia en Navarra13, pero a pesar de sus prometedores inicios no parece que tuvieran la continuidad deseada. Tras este repentino interés casi todas las referencias al ámbito médico-farmacéutico medieval han quedado reducidas a simples menciones, la mayoría recogidas en estudios dedicados al mundo judío14. Con el paso de siglo, a pesar del poco tiempo transcurrido, no parece que el desarrollo de estos planteamientos haya dado lugar, salvo alguna que otra excepción, a un renovado interés por esta materia15.

13 VALVERDE LÓPEZ, 1971; y en colaboración con GARCÍA SERRANO, 1979. Este último trabajo, en lo que a la época medieval se refiere, no hace más que recoger las regestas, aunque no todas, que aluden a cuestiones médicas o farmacéuticas que en su momento hicieron J. R. Castro y F. Idoate en sus respectivos volúmenes del Catálogo del Archivo General de Navarra. 14 Se mencionan a modo de ejemplo LEROY, 1985: 51 y 123-126; 1991: 117-118; 1992: 463471; 1994: 153-167. La edición en castellano del libro publicado, en 1989, por GAMPEL [1996: 58, 89, 202]; CARRASCO PÉREZ, 1996 I: 228; y MIRONES LOZANO, 1999: 79, 131-133. También puede mencionarse el trabajo de GRANJEL, 1981: 101-103, etc.; o el GÁMEZ CENZANO, 1998: 745-762. En este último se estudia al “enfermero” de la catedral de Pamplona desde la Edad Media hasta mediados del siglo XIX, pero la autora aparte de realizar un trabajo excesivamente descriptivo, no parece, a mi entender, que resuelva con demasiado acierto cuestiones en las que podría haber profundizado algo más. También hay que mencionar que no hace mucho J. RAPOPORT [2003: 333-351] ha publicado un trabajo sobre sanadores judíos, pero que, pese a lo sugestivo de su título, adolece de unos conceptos teóricos precisos. El desconocimiento de la bibliografía específica sobre el desarrollo de la medicina y la farmacia en la Edad Media que se ha ido editando en los últimos años ha condicionado en gran medida la calidad del estudio. Además, la no utilización de gran parte de las fuentes y la falta de una reflexión crítica le ha llevado a afirmaciones erróneas que con un manejo adecuado de éstas pueden ser rebatidas fácilmente. 15 El hallazgo, por ahora, del único manuscrito médico medieval navarro conocido ha dado lugar al estudio de SERRANO LARRÁYOZ, 2001: 653-663. Igualmente, el reciente trabajo de P. J. Monteano, sobre la peste en Navarra, desde mediados del siglo XIV al primer cuarto del siglo XVII, ofrece algunos datos sobre los efectos de la enfermedad, y sugiere la utilización de algunas medicinas dentro del ámbito cortesano [MONTEANO, 2002: 73, 296]. Por último, este mismo año M. Narbona, en su tesis doctoral, ha tratado, desde un punto de vista prosopográfico, sobre el personal médico cortesano navarro entre 1387 y 1415 [NARBONA CÁRCELES, 2004].

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Las fuentes sobre médicina bajomedieval en Navarra La búsqueda de fuentes médicas directas, como recetarios, antidotarios... en los fondos del Archivo General de Navarra, en donde se conserva tanto la documentación generada por la administración real como la de los más importantes monasterios y conventos de la época, más la conservada en el Archivo de la Catedral de Pamplona16, no ha ofrecido datos de relevancia alguna. Puede considerarse, por tanto, que a diferencia del resto de reinos peninsulares estas fuentes son prácticamente inexistentes en los archivos navarros17. No obstante, el panorama no resulta tan deprimente como en un principio puede suponerse. A pesar de que se desconoce la existencia o el paradero de esas fuentes a las que se ha aludido anteriormente, la documentación administrativa generada por la Casa Real navarra ofrece una serie de posibilidades que, aunque escuetas y en muchos casos parciales, permiten profundizar sobre aspectos poco considerados. Pese a todo, debe tenerse en cuenta que el manejo de esta clase de fuente tiene un obligado inconveniente; se puede analizar básicamente lo que podría denominarse medicina de la alta sociedad del momento, es decir, el grupo social que ha generado la propia documentación. El conocimiento de la práctica médica en el resto de los grupos sociales, y en especial de los menos favorecidos, queda condicionado a las referencias que los primeros ofrecen sobre ellos, y que desgraciadamente no pasan de menciones muy concretas que sólo permiten formular posibles conjeturas. 16

Ver la relación que GÁMEZ CENZANO, 1998: 752-753, ofrece para la catedral de Pamplona. En el Catálogo de la Biblioteca de la Catedral de Pamplona, fols. 94-95, conservado en el Archivo General de Navarra (manuscrito posiblemente a principios del siglo XX), no hay referencias a incunables o libros anteriores al siglo XVI. De medicina y cirugía se registran 46 obras (88 volúmenes), de farmacia 2 (2 volúmenes) y de higiene 4 (11 volúmenes). Sobre los libros de la catedral de Pamplona ver también GOÑI GAZTAMBIDE, 1999: 78-86. 17 Tan sólo se ha hallado el mencionado recetario vinculado al reinado de la reina Blanca [SERRANO LARRÁYOZ, 2001: 653-663]; unos fragmentos, en pergamino, de la Chirugia Magna de Guy de Chauliac (1363), y otros de las denominadas tablas alfonsíes, que se encuentran sin catalogar, y que están siendo estudiadas por el profesor F. Miranda García. La búsqueda de fragmentos de obras que se utilizaron como portada en los procesos judiciales o en los protocolos notariales de épocas posteriores a la Edad Media bien pudiera aportar algún dato de interés, pero de momento, tal como se encuentra el estado de catalogación de estas fuentes, es como buscar una aguja en un pajar.

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La casi totalidad de la documentación medieval conocida (accesible) pertenece a la denominada Sección de Comptos del ya mencionado Archivo General de Navarra, y ésta, según su tipología documental, está dividida en dos grupos: la documentación suelta y los registros18. La documentación suelta es muy variada (nombramientos, ordenes de pagos, reconocimientos de cobros, listados de medicamentos...), y en muchos casos las lagunas informativas que surgen ante la falta de estos documentos o la parquedad informativa se pueden complementar con las referencias que ofrecen los citados registros. Cultura, ciencia y práctica médica en la Navarra bajomedieval Durante la Alta Edad Media la cultura y el ámbito de la enseñanza estuvieron vinculados directamente al mundo eclesiástico. Debe reconocerse la labor que los monasterios ejercieron en este periodo y posteriormente, ya en el siglo XII, la ejercida por los cabildos catedralicios. Las primitivas escuelas monacales, cuyo objeto era el estudio de todo lo relacionado con la divinidad, fueron relegadas, entre los siglos IX y XII, por las escuelas catedralicias, más activas y dinámicas en el conocimiento del mundo natural, y en su difusión. A principios del siglo XIII surge en el Occidente cristiano una nueva institución de enseñanza, el Studium generale o, como más tardíamente se le denominó, la Universidad. Una corporación que tendió a sustituir a las viejas escuelas dirigidas y mantenidas por el obispo. También en este siglo aparecen nuevos centros de estudio en el mundo urbano –los studia– impulsados y dirigidos por las nuevas órdenes mendicantes –franciscanos y dominicos– apoyados tanto por los obispos como por la sociedad civil. Unos centros a los que acudieron las elites hispanas y que compartían la actividad intelectual con las catedrales y cortes arzobispales, con los círculos cortesanos y, fuera del ámbito cristiano, con las aljamas judías19.

18 De gran interés son los denominados registros del tesorero, en los que se recogen las regestas y expensas, incluyendo las cuentas que le presentaban los diferentes “funcionarios” de las distintas administraciones territoriales, con balances e inclusión de los gastos realizados por la propia Tesorería. 19 GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 104-105, 109, 112.

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No obstante, la presencia de estudiantes navarros en este contexto, especialmente en los siglos medievales, ha ido planteando serias dificultades en lo referente a su estudio. Y a pesar de que no puede discutirse la influencia que los estudios universitarios tuvieron desde un principio en la configuración y evolución de lo que habría de ser Navarra en todos los órdenes, tanto político como administrativo, jurídico, eclesiástico y cultural, principalmente, el reino como tal nunca tuvo dentro de sus fronteras una institución universitaria con funciones generales. Algo que no impidió que un buen número de estudiantes navarros acudiera a universidades fuera de su reino, hispanas o del resto de Europa, y se integraran de esta forma en el sistema europeo de educación superior, productor de una verdadera elite cultural común20. Tener o no universidad era mucho más que una cuestión de prestigio; el importante bagaje científico generado en ella podía ponerse al servicio de las clases dirigentes y ser aprovechado para sus fines más directos. Un tipo de enseñanza que formó hombres “que dieron lugar a una nueva elite intelectual, y que colaboraron en la creación de un nuevo mercado”21. Con todo, los estudios médicos universitarios fueron tardíamente impulsados en la península Ibérica y se localizaron en centros muy concretos, como Valladolid y Salamanca, en el reino de Castilla22; LisboaCoimbra, en Portugal23; o Huesca, Lérida, Barcelona y Valencia, en los territorios de la Corona de Aragón24. Una situación que no parece que influyera especialmente en Navarra puesto que tradicionalmente se ha venido considerando que gran parte de los estudiantes del reino que entre finales del siglo XIII y finales del XV se instruyeron en los saberes de la Medicina debieron de haber acudido mayoritariamente a universida-

20 Sobre el desarrollo evolutivo de la enseñanza navarra en la Edad Media ver TAMBURRI BARIAIN, 2000: 413-443. Sobre la educación en Navarra del clero regular, del secular y de los laicos puede acudirse al trabajo de GOÑI GAZTAMBIDE, 1975: 143-303. 21 GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 106. 22 Una institución, la Universidad, poco numerosa y vigorosa pese al caudal intelectual del movimiento traductor de Toledo y al interés particular de algunos obispos [GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 107]. 23 DIAS ARNAUT, [1998]: 285-302. 24 GONZÁLEZ DE FAUVE y DE FORTEZA, 1996: 60.

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des francesas25, aunque también es cierto que consta la estancia de algún médico ampliando estudios en facultades hispanas26. Los trabajos realizados por J. Goñi Gaztambide y L. J. Fortún, y cuyos resultados han sido matizados más recientemente por P. Tamburri Bariain, no dan mucho más de sí sobre este tema debido a la escasez documental. Así, la principal aportación de este último frente a sus predecesores ha sido diferenciar entre “físicos” con formación universitaria de los cirujanos y curadores depositarios de saberes médicos de otro tipo. Igualmente, establece una clara distinción entre los primeros y los médicos judíos, cuyos conocimientos no se adquirían a través de estudios universitarios27. Como ya se ha comentado anteriormente, en Navarra también existían otros centros menores de enseñanza y depositarios del saber de la época, como eran los cabildos catedralicios, los monasterios y los –studia– de las órdenes mendicantes, pero salvo estudios de latín, filosofía y teología que se impartían en sus centros, nada parece indicar que se ofreciera algún tipo de estudio médico28. En cualquier caso, la necesidad de contar con estos profesionales dentro de cada comunidad nos induce a pensar que debía de existir la obligación de instruir a alguno de los miembros de forma particular, y también que recurrieron a personal laico. Posiblemente la educación de algunos de los religiosos en-

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Para J. R. Castro pudo ser Montpellier la principal universidad receptora [CASTRO,

1953: 3], aunque la de Toulouse también pudo tener su importancia puesto que el cardenal Pe-

dro de Monteruc fundó el Colegio de Santa Catalina, también llamado de Pamplona, en torno al año 1378 [RASHDALL, 1987 II: 160-173]. No obstante, los estudios más recientes no pueden ni confirmar ni rechazar definitivamente esta última hipótesis porque la escasez de datos no permite aventurar conclusiones precisas. Sobre este asunto ver TAMBURRI BARIAIN, 2000: 435-436. Relativo al periodo en que el mencionado Pedro fue obispo de Pamplona (1355-1356) ver GOÑI GAZTAMBIDE, 1979: 202-209. 26 En noviembre de 1362, el rey Carlos II ordenaba entregar a Ángel de Costafort, físico del rey, 73 libras, 19 sueldos y 11 dineros carlines para que pudiera ir a Salamanca a perfeccionarse en Artes y Medicina [CASTRO, 1953: 4]. 27 GOÑI GAZTAMBIDE, 1975: 143-303; FORTÚN, 1986 II: 116-118; TAMBURRI BARIAIN, 2000: 413-443. Sobre la diferencia entre “físicos” y cirujanos ver también SIRAISI, 1994 I: 411-441. 28 Algo semejante ocurre en las Escuelas de Gramática de Tudela, Sangüesa, la de Artes en Olite, y el Estudio de Pamplona o el de Estella en donde se educaba el clero secular y los laicos que no tenían medios económicos para asistir a las universidades [GOÑI GAZTAMBIDE, 1975: 167-180].

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cargados de cuidar la salud de sus compañeros, y por qué no también de ciertos laicos, se realizaría a través de los manuscritos depositados en las bibliotecas de cada comunidad29. La dificultad que entraña acceder al conocimiento de la formación intelectual de los médicos navarros de origen cristiano, cuyas aportaciones, como se ha podido comprobar, no van más allá que de simples conjeturas, decepciona tanto o más cuando se intenta comprender el alcance y difusión de la intelectualidad judía y mudéjar de la época. Vislumbrar el legado cultural, y sobre todo médico, de estas comunidades en Navarra, como bien dice J. Carrasco Pérez, no es tarea fácil, y su principal importancia radica para la minoría judía en el auge y difusión que entre los siglos XII y XIII se dio en las corrientes del pensamiento místico, en especial en el conocido con el nombre de Cábala 30. De su desarrollo científico-médico poco se sabe, pero parece que debió de estar a cierta altura, no sólo desde un punto de vista práctico sino también teórico –a pesar de que apenas se hayan encontrado referencias sobre sus métodos de enseñanza y/o su producción intelectual31– 29

Desconocemos la existencia de obras de carácter científico que pudieron albergar estas bibliotecas, si es que albergaron alguna [GOÑI GAZTAMBIDE, 1999: 9 y ss]. Podría afirmarse que tanto los monasterios y conventos como la catedral de Pamplona de los siglos XIV y XV vivieron al margen de la Medicina escolástica europea, junto con la ausencia de las versiones latinas de Galeno y de los grandes autores árabes del Corpus Toletanum, tal y como GARCÍA BALLESTER comprueba que ocurre en la Castilla del siglo XIII [1984a: 37 y 55]. No obstante, resulta difícil de creer que existiera tal impermeabilidad a la aceptación de las novedades científicas y médicas, como parece testimoniar la documentación, más que todo por el interés de estas instituciones en que parte de sus profesos tuvieran educación universitaria, y por la importante presencia de tratados de época posterior. De todas formas, la situación de desconocimiento no difiere en gran medida de lo que sucede en Castilla para los siglos finales de la Edad Media. Así, apenas se sabe nada del cultivo de las materias de la filosofía natural, incluida la medicina, ni por qué no existe una producción intelectual acorde con el número de estudiantes que frecuentaron estos lugares –a los studia conventuales me refiero– [GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 119]. Confirmando lo dicho anteriormente, se sabe que el inglés Roberto fue arcediano de la diócesis de Pamplona entre los años 1143 y, por lo menos, 1157, autor entre otras obras de una traducción del comentario de Abd al-Karim ibn al-Mutanná al “Libro de las Tablas astronómicas” de Al-Jwarizmi; o una traducción del Liber de compositione alchemiae o “Libro de Morieno” [MARTÍN DUQUE, 2002: 569]. 30 CARRASCO PÉREZ, 1996 I: 230-231. Una interesante explicación de lo que consistía la Cábala, en CANTERA MONTENEGRO, 2002: nota nº 11. 31 Como excepción, puede comprobarse como entre los bienes de Dueña, judía de Estella, que se venden en Pamplona por el tesorero de Navarra hay un libro de medicina (9/marzo/1407) [GOÑI GAZTAMBIDE, 1999: 54].

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certificado por la elevada presencia de médicos de origen judío, algunos incluso procedentes de reinos vecinos, que ofrecieron sus servicios a los monarcas. Un aspecto que permite plantear que esta situación pudo estar originada, entre otras causas de las que se tratará más adelante, por la inexistencia de estudios médicos universitarios en el reino. Como es bien sabido, la comunidad hebrea al igual que la musulmana, debido a su religión, o las mujeres, por su sexo, no podían participar de la enseñanza universitaria, y el sistema de transmisión y elaboración de los conocimientos médicos en el seno de la propia comunidad se realizaba a través del denominado “sistema abierto” de enseñanza. Una manera según la cual los conocimientos se transmitían y se adquirían según un criterio personal y sin el apoyo de ningún tipo de institución, lo que implicaba un fuerte autodidactismo, pero que suministraban una medicina socialmente respetada. El reconocimiento y la validación de la práctica médica estaban directamente relacionados con el éxito o el fracaso de las prácticas curativas32. Respecto a la minoría musulmana (mudéjar), parece ser que, como en Castilla, fue perdiendo el conocimiento del árabe a lo largo de los siglos medievales. Solamente –y esto son hipótesis que por ahora resulta imposible verificar para Navarra– los miembros de la minoría judía conservaron el árabe culto e hicieron uso de él para acceder a la literatura médica redactada en árabe, pero sin abandonar, en muchos casos, el aprendizaje de los instrumentos intelectuales de la escolástica cristiana, incluido el latín33. Unas obras en árabe que bien pudieron ser traducidas al latín o romance, como es posible deducir del inventario de los libros de Lucas Lefevre, recibidor de la merindad de Estella en la se-

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GARCÍA BALLESTER, 1988: 42. Este autor considera también que en Valencia, en las escuelas de estudios islámicos o madrassa y en las escuelas talmúdicas, se seguirían estudios médicos, aunque no desde un punto tan reglamentado como podían ser los impartidos en las universidades [p. 43]. ¿Pudo ocurrir algo parecido en Navarra? Ha de tenerse en cuenta que los médicos medievales, fueran cristianos, judíos o musulmanes, basaron su actuación sobre el paradigma galénico. Un paradigma fundamentado en los escritos de Hipócrates y Galeno, y que se fue construyendo desde los siglos IV-VII d. C. y que continuó matizándose durante los siglos siguientes [GARCÍA BALLESTER, 1994: 335]. 33 GARCÍA BALLESTER y VÁZQUEZ DE BENITO, 1990: 121. Respecto al judaísmo hispánico y la transmisión científica, puede acudirse al trabajo de ROMANO, 1996: 17-57.

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gunda mitad del siglo XIV34. De todas maneras, pese al indudable desarrollo que debió de alcanzar el saber médico musulmán en siglos anteriores, las menciones son de lo más ocasionales y discretas para la época bajomedieval35, lo que permite plantearse si, salvo algunos individuos concretos, la práctica médica mudéjar estuvo a la altura, o por lo menos estuvo tan considerada, como la desarrollada por la comunidad judía en ese periodo36. Debe tenerse en cuenta que tras la conquista cristiana las clases dirigentes e intelectuales de la sociedad musulmana se retiraron a territorio andalusí. Esto provocó que la población que se quedó fue mayoritariamente la menos pudiente económicamente, un importante matiz diferenciador frente a la comunidad judía37, en la que no hubo una huida del sector intelectual. Ha podido comprobarse la dificultad que existe para conocer el desarrollo intelectual médico de las tres comunidades religiosas asentadas en Navarra durante los dos últimos siglos de la Edad Media, y ante el mismo problema nos encontramos si queremos averiguar la organización del ejercicio médico en este territorio. Por tanto, si se deja para más adelante el ámbito de las clases sociales más influyentes, y en especial el de la Corte navarra, cuya manera de funcionar, en correspondencia con su prestigio social y su poder económico, era diferente al resto de la población, sorprende la falta de legislación municipal –¿desaparecida quizás?– en un tema, como era el relacionado con la salud, 34 Entre los bienes de Lucas Lefevre, que se confiscan y se inventarían, se menciona un libro de medicina llamado Radix (26/agosto/1361) [GOÑI GAZTAMBIDE, 1999: 35]. Bien pudiera ser la obra, aparentemente completa, del Kit¯ab al-Mansur de Razes (c. 865-925). 35 En el ámbito cortesano de Carlos II puede mencionarse a maestre Alfonso, llamado Mahoma Sarracín, físico de Zaragoza [AGN, C.D., caj. 14, nº 87, 1 / CAGN, t. 4, nº 37]; y al cuidado de la reina Blanca y su familia estuvo Muza al-Cortobí [AGN, C.D., caj. 142, nº 17, 11 / t. 44, nº 492]. 36 Parece ser que en Navarra, al igual que en el resto de reinos hispánicos, la medicina musulmana sufrió con el paso del tiempo un proceso de degradación semejante, aunque posiblemente con algunos matices diferenciados que hoy por hoy, debido a la escasez documental, es imposible de valorar en su justa medida, como fueron la ausencia de estudios universitarios y del tardío intento –finales del siglo XV– de regularizar la profesión médica desde todos sus ámbitos (físicos, cirujanos, boticarios y barberos). No sabemos hasta que punto la importante madrassa de Zaragoza, en donde se impartían estudios médicos propios durante el siglo XV, influyó en la educación de sanadores que ejercieran entre la población musulmana de la Ribera de Navarra. Para estos temas puede acudirse a GARCÍA BALLESTER, 1976: 59-75. 37 GARCÍA-ARENAL y LEROY, 1984: 17.

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en el que los municipios, tal como parece que ocurrió en el norte de Italia (valle del Po), en Castilla y en la Corona de Aragón (Cataluña), tomaron la iniciativa de institucionalizar la asistencia sanitaria, intentando garantizar una continuidad y cierta calidad38. Sabemos que la ciudad de Tudela entregaba pensiones anuales a médicos y cirujanos que debían de trabajar para el concejo. Maestre Abraham, médico judío, y maestre Jacob, cirujano judío, recibieron anualidades de 40 y 5 florines respectivamente, entre 1480 y 148739. No obstante, hay ocasiones en que la propia autoridad regia es quien parece que solicita la actuación de los físicos en las distintas poblaciones; es el caso del Príncipe de Viana, quien, en agosto de 1440, ordena entregar 6 libras a su físico Jacob Aboacar, por yr de la villa de Ollit a la ciudat de Pomplona por ver de sallut en que estado estaban la gente de la dicha ciudat 40. De todas formas, sería erróneo creer que no hubo regulación en algunos aspectos. Así, en 1337, el lugarteniente del gobernador y cuatro hombres de a pie capturaron en Olite a Johanem vocatum Malasartes, cirurgicum, eo que fuerat acusatus que cum quadam potione sev purga per eum tradita fuit mortus Petrus Sancii de Samaynego, y, en 1370, don Bon, judío de Pamplona, físico, fue condenado de boca por la seynnora reyna a pagar 50 florines por razon que eill avia seydo acusado que eill avia dado malas medizinas a Martin d’Uart 41. Algunos años más tarde, en 1411, se documenta la condena impuesta por el concejo de Estella a Juan Avenido, boticario de dicho lugar, por utilizar pesos falsos en su tienda, lo que implica la existencia de cierto control municipal en algunos aspectos42. Desconocemos, sin embargo, las ingerencias del poder real en el ámbito municipal en lo que hace referencia a una supuesta, si es que existió, normativa legal que regulase el ejercicio de la medicina en Navarra. La mermada población del reino, debido a los continuos brotes de peste, no debió de contar con un número muy importante de físicos y cirujanos, lo que también, debido a 38 GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 501. En Barcelona, en octubre de 1387, se constituyó una sociedad para explotar el arte quirúrgico, entre cuyos componentes estaba Juan Pérez, barbero de Estella [CARRERAS VALLS, 1936: 35-38]. 39 GAMPEL, 1996: 89. 40 AGN, C.D., caj. 144, nº 26, 15 / CAGN, t. 44, nº 853. 41 AGN, C.R., 38.2, fol. 98v; AGN, C.R., nº 135, fol. 45v. 42 AGN, C.R., nº 313, fol. 119r.

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la limitada extensión de éste, no debió de preocupar a la autoridad, ni real ni concejil, para imponer un control excesivo al ejercicio de estas profesiones. Parece ser que a falta de examen los concejos se guiaban por el testimonio de sus conciudadanos, los cuales daban fe de la competencia profesional del candidato43. Tampoco hemos hallado dato alguno que nos permita distinguir a sanadores realizando labores de peritaje con la Justicia Civil. Lógicamente, al no existir en Navarra una regulación sobre la practica de la medicina, esta función no conllevaría un cargo definido, sobre todo si se tiene en cuenta que tanto en el reino de Castilla como en la Corona de Aragón, más evolucionados en este aspecto, su nombramiento específico fue tardío (dessospitador en la Corona de Aragón y desospechador en Castilla)44. Aunque sí que parece evidente que los físicos y cirujanos de las distintas localidades fueran requeridos indistintamente cuando se necesitaban sus servicios. Tal y como se ha podido ir comprobando, la oferta asistencial en Navarra no difiere del resto de territorios vecinos, y la gama de sanadores resulta muy variada: físicos, cirujanos, barberos, boticarios o especieros, curanderos, y mujeres herboleras o faitilleras 45. Pero dentro de esta oferta es posible establecer diferencias, no sólo relacionadas por el modo de actuación, que en muchos casos podía ser semejante, sino también, como ya se ha dicho, por su religión y por su sexo46. Un ser43

Para estos temas en la Castilla bajomedieval se puede acudir al trabajo de AMASUNO SÁ-

RRAGA, 2002. 44 GALLENT

MARCO, 2000: 12 y 23. Los casos de delitos cometidos por estas mujeres curanderas están documentados sobre todo en los territorios transpirenaicos [SEGURA URRA, 2002: 152; y BEROIZ LAZCANO, 2003: 374-379]. En 1329, Juana, llamada la Cristiana (de Bidouse), qui empozonaua la gent et era erbolera, y Juana Arnalda del Bosc, Peyrona de Preyssac, Juana Fillola y Dominga de Darbero (de Labastida-Clairence), qui empozonauan la gent et eran erboleras et fazian muytos maleficios fueron quemadas en la hoguera [AGN, C.R., nº 25, fol. 244r]. Igualmente, en 1340, dos herboleras (de Cisa) e qui muyto de mal fizieron et mataron otras mugeres con yherbas malas et por males engenios también fueron condenadas a morir en la hoguera [AGN, C.R., nº 43, fol. 168v]. 46 Resulta clarificador como en el Fuero General de Navarra se alude a las chandras de creer, mujeres encargadas de verificar la virginidad de las doncellas en los acuerdos matrimoniales y de la consumación del acto sexual tras la celebración del matrimonio [DEL CAMPO, 1982: 461468]. Queda patente que la revisión física a las mujeres, como ocurre en Castilla, en los peritajes en casos de violaciones o embarazos posteriores a la muerte del marido a fin de demostrar la legitimidad del hijo quedaba en manos de las denominadas “buenas mujeres” [GALLENT MARCO, 2000: 13]. 45

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vicio que, aunque no se refleje directamente en la documentación, proponía una diferenciación de facto –por lo menos teóricamente– dependiendo del tipo de conocimientos y de la forma en que éstos fueron adquiridos. Así, los curadores cristianos que ejercían su oficio en las débiles redes asistenciales de las ciudades y villas del reino no debieron tener en su gran mayoría, debido a la situación docente en los siglos XIV y XV, una formación académica universitaria, contrariamente a lo que ocurre en la Corona de Aragón y se intuye en Castilla47. De todas formas, no deja de estar documentada la presencia de algunos médicos con supuestos conocimientos universitarios en las localidades con predominio de población cristiana. Esta situación conllevaba por tanto la coexistencia de una practica sanitaria que quedaba fuera del marco intelectual reglado, y de la que desconocemos su importancia real, probablemente mayor de la que podemos imaginar, con algunos médicos (físicos), presumiblemente pocos, con conocimientos universitarios, y generalmente vinculados a los estratos más privilegiados de la sociedad, tanto laica como eclesiástica48. Los nuevos factores y circunstancias junto con las necesidades de la población navarra de finales del siglo XV plantearon el hecho de controlar la práctica médica, a la que ni los físicos, fueran de cultura universitaria o no, cirujanos, boticarios y barberos cristianos fueron ajenos49. El panorama ofrecido, hasta el momento, sobre la práctica médica ha tratado de entrever algunos aspectos –pocos– de los sanadores cris47

GARCÍA BALLESTER, 1994: 341-342. La utilización de la magia y la adivinación no era infrecuente en una sociedad como la medieval. Así, en 1346, Pedro Ruiz de Castellón, adeuinador de coses perdudes con art diabolica, fue castigado con azotes [AGN, C.R, nº 56, fol. 207v]. 48 La presencia en la sociedad navarra bajomedieval de médicos con instrucción universitaria parece estar presente no solamente entre los grupos sociales más privilegiados, como maestre Nicolás, físico de Pamplona, y que al parecer sirvió al obispo de dicha ciudad Miguel Pérez de Legaria (1304), o maestre Pedro (1329), físico del obispo de Pamplona, Arnaldo de Barbazán, sino también en algunos de los centros urbanos del reino en donde desarrollarían su actividad, como maestre Miguel de Egüés (1330-1343), físico de Pamplona [GOÑI GAZTAMBIDE, 1975: 197, 200, 201]. 49 En el capítulo 13 de las ordenanzas de la Cofradía de San Cosme y San Damián de Pamplona se establece que ninguno en la cuidad, ni tres o quatro leguas en derredor, fuera de Nos los sobredichos, pueda practicar en medicina, appotecaria, ni cirugia, sino que sea graduado y examinado por los dichos físicos y diputados que de la arte son o por tiempo serán e con licencia e permiso de ellos haya de contribuir, aunque votiga no quisiere poner, a los cargos de la Confraria segunt por los dichos deputados le será adjudicado [NÚÑEZ DE CEPEDA Y ORTEGA, 1948: 170].

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tianos, pero quizás sea más relevante la importancia de los médicos de la minoría judía; basta con acudir al ejemplo de Tudela, en donde los médicos contratados por el concejo son de esta religión, y a las reglamentaciones que en la segunda mitad del siglo XV se dictan contra la comunidad judía, que excluyen a los que prestaban servicios médicos50. Alguna causa que influyera directamente en este prestigio pudo ser, por un lado, la inexistencia de unos estudios universitarios en el reino que avalaran la respetabilidad intelectual de los médicos cristianos y creara una necesidad de mercado para los nuevos profesionales frente a la larga tradición cultural médica que la comunidad hebrea cultivaba, y por el otro, la rápida divulgación de obras de carácter médico, tanto latinas como musulmanas, que se debieron de difundir entre ellos, además de la necesidad de contar con un número importante de profesionales capacitados que, como se ha comentado anteriormente, los estudios reglados no podían ofrecer. Esto nos lleva a considerar que el monopolio de la actividad sanadora de prestigio en Navarra por parte de este grupo, salvo con la excepción de algunos médicos cristianos, fue determinante para que no se creyera conveniente o simplemente no fuera necesario establecer una regulación específica sobre el ejercicio médico. Una situación que va a ir cambiando a finales del siglo XV debido al creciente antijudaísmo que se percibe en la sociedad cristiana y que pese a los intentos de protección por parte de los monarcas navarros culminará con la expulsión de esa minoría religiosa en 1498. En este contexto no resulta casual, y además tiene su lógica, que la primera cofradía del reino, que incluía a los médicos, cirujanos y boticarios de Pamplona, fuera aprobada poco antes de la expulsión51. 50

Así, debido al sentimiento antijudío de 1492, la Corona prohibió a los judíos nativos y foráneos andar por las calles o salir de sus casas o juderías los domingos y días de fiesta religiosa hasta el mediodía, cuando la misa hubiera terminado, salvo a los médicos y cirujanos, que podían visitar a los enfermos y desarrollar sus actividades [GAMPEL, 1996: 202]. Años antes, en 1482, las Cortes de Tafalla obligaban a los judíos a permanecer en las juderías los días de fiesta hasta que finalizaran los oficios religiosos, con la excepción de los médicos [MIRONES LOZANO, 1999: 133]. 51 ¿Hubo algún tipo de relación entre la inexistencia de una organización gremial sanitaria por parte del colectivo cristiano y el interés de la monarquía navarra por controlar el poder que el mundo corporativo ejercía en las ciudades, tal y como parece ocurrir al prohibirse distintas organizaciones gremiales durante el siglo XIV y mediados del XV? Es probable, aunque su importancia dista mucho de poder ser valorada en su justa medida. Sobre el tema de gremios o corporaciones de oficio ver CARRASCO PÉREZ, 1993: 225-251.

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Por último, debemos preguntarnos qué ocurrió con la práctica médica entre la minoría mudéjar. Parece, a pesar de lo complicado que resulta conocer el tipo de asistencia que recibían, o quién la atendía, que debieron de tener sus propios sanadores (alfaquíes). Unos curadores que salvo menciones muy concretas no aparecen documentados, pero que reflejan cierto grado de reconocimiento en el ámbito cortesano, que es en donde principalmente aparecen vinculados. Esto permite confirmar su existencia –una minoría a mi entender– en los núcleos de población musulmana y la consiguiente importancia social que alguno de ellos pudo alcanzar en su comunidad52. También parece que existe un cierto reconocimiento por parte de sus contemporáneos a sus conocimientos especializados en la cura de las cabalgaduras. No obstante, no se han encontrado sin embargo, tal como sucede en la Corona de Castilla y en la de Aragón53, datos que indiquen la presencia de médicos (físicos) o cirujanos de esta religión al servicio del concejo de una población para ejercer la medicina y/o la cirugía entre sus habitantes. Así pues, parece desprenderse de todo esto que salvo casos muy concretos el prestigio médico mudéjar no salió fuera de su aljama. Si a esto se añade que la importancia numérica de los profesionales cristianos –físicos y cirujanos–, tuvieran o no estudios superiores en Medicina, debió de ser menor que la de sus coetáneos judíos, puede sugerirse la idea de que la “arcaica” red asistencial navarra estuvo fundamentada sobre todo en estos últimos. Una red en la que, como ya se ha dicho anteriormente, el grupo cristiano –físicos, cirujanos y sobre todo los barberos– debió de tener su importancia pero que el estado actual de las investigaciones no permite conocer todavía con exactitud.

52 GARCÍA-ARENAL y LEROY, 1984: 32. No me parece sin embargo que, como se expone en el trabajo citado, los mudéjares tuvieran, aunque en menor medida, el monopolio de la práctica médica junto con los judíos. Del mismo modo, su presencia en la corte navarra durante los siglos XIV y XV es muy reducida en comparación con los profesionales judíos y cristianos. 53 GARCÍA BALLESTER [†], 2001: 421.

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