Las doctrinas de la gracia en la historia de la Iglesia por Esteban Toloza

Las doctrinas de la gracia en la historia de la Iglesia por Esteban Toloza ___________________________________________________________________________

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Las doctrinas de la gracia en la historia de la Iglesia por Esteban Toloza ____________________________________________________________________________ A menudo se lanza toda clase de acusaciones contra los que creemos en las doctrinas de la Reforma, o doctrinas de la Gracia Soberana, conocidas también como calvinismo. Quisiera decir aquí, a modo de aclaración, que quienes creemos en el sistema de fe de la Reforma Protestante conocido como Calvinismo, no lo hacemos porque tengamos una fiel devoción hacia Juan Calvino. Fue Cristo quien murió por nosotros, no Calvino. De hecho, personalmente considero que Calvino erró en algunos puntos; pero en la centralidad de la fe Cristiana, pocos hombres tuvieron tanta claridad como Él. Creo que todo calvinista puede identificarse con estas sabias palabras de Chales Spurgeon, “No hay ninguna alma viviente que sostenga más firmemente las doctrinas de la Gracia que yo y si alguien me preguntara si me da vergüenza que me llamen calvinista, yo respondo: no quiero que me llamen de ninguna otra manera que cristiano. Pero si me preguntan ¿sostienes tú las perspectivas doctrinales que sostuvo Calvino? Yo replico que en general las sostengo y me alegra confesarlo.” Entonces, ¿por qué hacer la distinción? ¿Por qué enfatizar tanto ‘somos reformados’ ‘creemos en las doctrinas de la Gracia libre y soberana de Dios? Porque hoy en día cuando uno dice “Yo soy cristiano”, para el 'mundo eclesiástico' eso puede significar casi cualquier cosa. Es como aquellos que desprecian las confesiones de fe y dicen “Yo solamente creo en la Biblia”. “Pues, bien - dice otro - ¡yo también!” Pero cuando comenzamos a hablar resulta que ese otro es… ¡un (¡falso!) Testigo de Jehová! ¿Qué quiero decir con esto? Que aunque felizmente nos llamamos cristianos, hoy no basta con decir “Yo sigo a Cristo” o “Yo creo en la Biblia"”... Hoy es necesario decir también “¿Cómo entiendo las enseñanzas de Cristo? ¿Qué creo de la Biblia? En medio de tanto, como lo llamó Schaeffer, “desastre evangélico”, con tanta exaltación al hombre y tan poca gloria a Dios, con tanta alabanza a la voluntad humana, con tanto rechazo a la soberanía divina, con tan poca conciencia de la profunda pecaminosidad del hombre... con tremendo desastre, es necesaria la diferenciación, el decir “Creo en la Biblia como fue entendida en la Reforma, creo en el cristianismo histórico, soy un cristiano que puede rastrear su fe hasta las raíces mismas del Cristianismo.” Y eso es lo que uno dice cuando refiere “soy calvinista”. Ahora, hecha la aclaración, el punto de esta nota es que cuando uno dice "Yo creo en las doctrinas de la gracia", aparecen toda una serie de acusaciones. Desde “herejía diabólica”, hasta donde de la imaginación, el calvinismo recibe acusaciones de todo tipo. Pero, ¿fue esto siempre así? ¿Qué pensarían los cristianos de hace 150 años? ¿Qué doctrinas fueron centrales en épocas de avivamiento? Si bien es cierto que no es la historia la que determina nuestras creencias, sino que es la Palabra de Dios quien se ocupa de esto, también es cierto que si hoy creemos cosas que por siglos han sido rechazadas por la iglesia, entonces deberíamos examinar nuestras creencias más seriamente. Como dice R. C. Sproul, “La historia no interpreta las escrituras, pero sí dirige nuestra interpretación”. ¿Qué creían los cristianos de antaño? Para responder a esta pregunta y a las arriba mencionado, he recopilado una serie de testimonios de hermanos en la fe a quienes Dios ha usado grandemente por su gracia. Muchos de estos son conocidos, y sus historias y hazañas nos han sido contadas; pero, ¿qué creían ellos? He aquí, su testimonio:

Agustín de Hipona, considerado uno de los Padres de la Iglesia de los primeros siglos; (354 – 430) “No tengo ninguna esperanza fuera de Tu gran misericordia. Da tu mandato y manda lo que es tu voluntad. Tú impones en nosotros continencia...verdaderamente por continencia somos unidos y traídos de vuelta a esa unidad de la que fuimos dispersados hacia una pluralidad. Te ama poco aquel que ama cualquier otra cosa junto a Ti, la cual no ama para ti. ¡Oh amor siempre ardiente y nunca se apaga! ¡Oh caridad, Dios mío, enciende en mí! Tú mandas continencia. Concede lo que mandas y manda tu voluntad.” “Como prefiero pensar en tu caso, si estas de acuerdo con nosotros en suponer que estamos haciendo nuestro deber en oración a Dios, como es nuestra costumbre, por aquellos que rehúsan creer, que sean capacitados para creer y aquellos que resistan o se opongan a su ley y doctrina, que lo crean y lo sigan. Si estas de acuerdo con nosotros en pensar que hacemos nuestro deber en agradecer a Dios, como acostumbramos, por aquellas personas cuando han sido convertidos...entonces estas dispuesto a admitir que la voluntad de Dios es previamente movida por la Gracia de Dios, y que es Dios quien hace que deseen el bien que rechazaban; que es a Dios a quien pedimos que lo haga, y sabemos que es justo darle gracias por tal hecho...” Los Valdenses, (año 1100) “[..] Dios salva de la corrupción y de la condenación a aquellos que Él ha elegido desde la fundación del mundo, no a causa de ninguna disposición, fe, o santidad que Él hubiera previsto de antemano en ellos, sino por su pura misericordia en Cristo Jesús Su Hijo, dejando a un lado a todos los demás, según la irreprensible razón de Su soberana voluntad y justicia.” (Confesión de fe Valdense, citada por C. H. Spurgeon el domingo 2 de septiembre de 1855) Martín Lutero, el padre de la Reforma Protestante; (10 de noviembre de 1483 – 18 de febrero de 1546) “Si cualquiera atribuye alguna parte de la salvación, aunque fuese la más insignificante, al libre albedrío del hombre, el tal no sabe nada de la gracia, y no ha asimilado a Jesucristo como es debido.” “Todas las cosas, sean lo que fueren, proceden y dependen de la determinación divina; mediante la cual fue preordenado quién habría de recibir la palabra de vida, y quién habría de rechazarla; quién habría de ser libertado de sus pecados, y quién habría de ser endurecido en ellos; quién habría de ser justificado y quién habría de ser condenado”. “El libre albedrío es un término hueco, cuya realidad se ha perdido. Y una libertad perdida, de acuerdo a mi gramática, no es libertad.” “Que Dios de su voluntad haya endurecido y condenado a algunos y les haya permitido continuar en sus caminos perversos es algo que ofende profundamente nuestra naturaleza racional; pero son abundantes las pruebas de que tal es verdaderamente el caso; es decir, la única

razón por la que algunos son salvados y otros perecen procede de la determinación divina de salvar a unos y dejar a otros perecer, conforme a las palabras de San Pablo: 'De quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece'. Puede parecer absurdo a la sabiduría humana el que Dios endurezca, enceguezca y entregue a algunos a un estado de reprobación; que primeramente los entregue al mal, y que luego los condene por dicho mal; pero el creyente espiritual no ve nada absurdo en esto, sabiendo que Dios no seria de ninguna manera menos bueno aunque procediera a destruir a todos los hombres.” “En la última parte del prólogo nos previenes seriamente contra esta clase de doctrina, y crees estar a un paso de la victoria. Dices: "No hay cosa más inútil que llevar al conocimiento público esta paradoja: `Todo cuanto hacemos, lo hacemos no por libre albedrío, sino por mera necesidad', y aquella declaración de S. Agustín: 'Dios obra en nosotros tanto lo bueno como lo malo; sus buenas obras en nosotros las recompensa, y sus malas obras en nosotros las castiga". - Con abundancia de palabras das o mejor dicho exiges cuentas al respecto: "¡Qué perspectivas más amplias para volcarse a la impiedad -dices- se abrirían al vulgo si este hecho fuese puesto en circulación entre los mortales! ¿Qué hombre malo enmendaría su vida? ¿Quién creería que Dios le ama? ¿Quién lucharía contra su carne?" Me extraña que en tu gran excitación y apasionamiento no te hayas acordado también del tema en discusión para decir: ¿Dónde quedaría entonces el libre albedrío? Erasmo mío, también yo vuelvo a decirte: Si tú crees que estas paradojas son invención humana, ¿por qué te empeñas tanto?, ¿por qué te acaloras?, ¿contra quién diriges tus palabras? ¿ O acaso existe en el mundo de hoy día un hombre que haya atacado los dogmas humanos con mayor vehemencia que Lutero? Por lo tanto, no tenemos nada que ver con esa amonestación. En cambio, sí crees que estas paradojas son palabra de Dios, ¿dónde queda tu sentido de la vergüenza?, ¿dónde tu pudor?, ¿dónde queda - no digo ya la conocida moderación de Erasmo, sino el temor y la reverencia que se debe al Dios verdadero? ¡Decir que no hay cosa que podría llamarse más inútil que esta palabra de Dios! ¡Claro: tu Creador tiene que aprender de ti, su criatura, qué es útil y qué es inútil para ser predicado; y ese Dios tonto o imprudente hasta ahora no sabia qué debía enseñarse hasta que tú, su maestro, le prescribiste el modo cómo podía llegar a comprender las cosas, y cómo tenía que impartir sus órdenes; como si él mismo hubiese ignorado, de no enseñárselo tú, que lo que tú presentas, sigue de esta paradoja! Por lo tanto: si Dios quiso que tales cosas se dijeran en público y se divulgaran, y que no se reparase en lo que sigue de ellas, ¿quién eres tú para prohibirlo? El apóstol Pablo trata las mismas cosas en su carta a los Romanos, no a escondidas, sino en público y ante todo el mundo, sin imponerse ninguna restricción, y además, en términos aun más duros y con toda franqueza, diciendo: "A los que quiere endurecer, endurece" y "Dios, queriendo hacer notoria su ira", etc. ¿Qué palabra más dura hay -pero sólo para la carne- que aquella de Cristo: "Muchos son llamados, pero pocos escogidos" y "Yo sé a quiénes he elegido"? Por supuesto, a juicio tuyo todo esto es lo más inútil que puede decirse por la razón de que -así lo crees- induce a los hombres impíos a caer en desesperación, y a odiar a Dios y blasfemar de él.” [En 'De Servo Arbitrio', una respuesta a Erasmo de Roterdam sobre el tema del libre albedrío] Juan Calvino, el mayor teólogo de la Reforma Protestante; (10 de julio de 1509 – 27 de mayo de 1564) “Llamamos predestinación al eterno decreto de Dios, por el que ha determinado lo que quiere hacer de cada uno de los hombres.”

“Jamás nos convenceremos como debiéramos de que nuestra salvación procede y mana de la fuente de la misericordia gratuita de Dios, mientras no hayamos comprendido su elección eterna, pues ella, por comparación, nos ilustra la gracia de Dios, en cuanto que no adopta indiferentemente a todos a la esperanza de la salvación, sino que da a unos lo que dar a otros niega. El ignorar dicho principio detrae de la gloria divina, y sirve además como obstáculo a la humildad germina.” “Ningún hombre puede hacerse a sí mismo oveja, sino que es creado tal por la gracia divina únicamente.” “El Señor puede otorgar su gracia a quien quiera, porque él es misericordioso y, sin embargo, puede no darla a todos porque él es juez justo; puede manifestar su gracia dando a unos lo que nunca merecen o manifestar el demérito de todos no extendiendo su gracia a todos.” “Quisiera en primer lugar, exhortar a mis lectores a que tengan presente esta admonición, que este gran tema no es, como muchos se imaginan, una disputa intricada y contenciosa, ni una especulación sin provecho que sólo sirve para cansar la mente de los hombres; sino, más bien, un tema provechoso que redunda en beneficio de los creyentes. Ya que nos edifica sólidamente en la fe, nos enseña a ser humildes, y nos mueve a admirar la bondad infinita de Dios para con nosotros. Y no hay medio más eficaz para edificar nuestra fe que el abrir nuestros oídos a la elección divina, la cual el Espíritu de Dios sella en nuestros corazones mientras escuchamos, mostrándonos que la elección procede de la eterna e inmutable buena voluntad de Dios para con nosotros; y que, por tanto, no puede ser revocada ni alterada por ninguna tormenta del mundo, por ningún ataque de Satanás, por ningún cambio ni ninguna inconstancia o debilidad de la carne. Y cuan inmenso es el consuelo que experimentamos cuando entendemos que la causa de ella se halla exclusivamente en el seno de Dios.” John Bunyan, autor de “El Progreso del Peregrino”; (1628-1688) “Vi que Dios tenía su mano en todas las cosas que ocurrían a sus escogidos, y que tenía su mano también en todas las tentaciones para pecar que ellos sufrían. Los dejaba durante un tiempo, para dar paso a estas tentaciones; no demasiado, para que no fueran destruidos, sino para que pudieran ser humillados. No era para ponerlos más allá de su misericordia, sino para ponerlos en el lugar en que la recibieran. ¡Qué amor, qué cuidado, qué bondad y misericordia veía que Dios mezclaba con las formas más severas y estrictas con que trataba a su pueblo! Dejó caer a David, a Ezequías, a Salomón, a Pedro y a otros, pero no los dejó caer en el pecado imperdonable o en el infierno.” (Autobiografía, ‘Gracia abundante para el mayor de los pecadores’) “Bunyan era calvinista estricto en sus creencias, y predicaba la ley y la gracia, pero calurosamente como una persona que ha experimentado el poder de la gracia y sabe lo que la gracia de Dios puede hacer. Sus sermones publicados y todos sus escritos reflejan lo que llamamos calvinismo estricto.” (Biografía de Bunyan; “Un estudio breve, por Noble Vater.”) Jonathan Edwards, predicador del Gran Avivamiento (USA); (1703-1758)

“Se ha producido una maravillosa alteración en mi mente respecto a la doctrina de la soberanía de Dios desde aquel día hasta hoy; de manera que casi nunca he encontrado algo que me plantee alguna objeción contra ella en el sentido más absoluto...Desde entonces, no sólo he estado convencido, sino que mi convicción ha sido maravillosa. Esta doctrina me ha resultado a menudo sumamente agradable, brillante y dulce. La soberanía absoluta es algo que me encanta atribuir a Dios...La soberanía de Dios me ha parecido, una grandiosa parte de su gloria. Ha sido siempre mi deleite acercarme a Dios, y más aun adorarle como al Dios soberano.” George Whitefield, predicador de avivamientos; (1714 - 1770) “No puedo soportar los pensamientos de oponerme a ti: pero como puedo evadirlos, si te ocupas (como tu hermano Charles una vez dijo) de echar a Juan Calvino fuera de Bristol. ¡Ay!, Señor, nunca leí nada de lo que escribió Calvino; elaboré mis doctrinas (calvinistas) en base a Cristo y a sus apóstoles; Dios me las enseñó. Yo abrazo el sistema calvinista, no por Calvino, sino porque Cristo Jesús me lo ha enseñado.” “[Busque la verdad que] degrade al máximo al hombre y exalte el nombre del Señor Jesús. Nada, sino la doctrina de la Reforma puede hacer esto.. Todas las demás le conceden al hombre libre albedrío y lo convierten, en parte, por lo menos, en su propio salvador. Mi alma, no te acerques a aquellos que enseñan tales cosas.... Sé que Cristo es el todo en todo. El hombre no es nada; tiene la libertad de ir al infierno, pero no la de ir al cielo, hasta que Dios obra en él para desear y hacer su buena voluntad. ¡Oh, que excelencia tiene la doctrina de la elección y de la perseverancia final de los santos! Estoy persuadido de que hasta que un hombre no llega a creer y experimentar estas verdades importantes no puede salir de sí mismo. Sin embargo, cuando se convence de ellas y las reafirma en su corazón, entonces camina por fe de verdad.” [Las dos citas de arriba pertenecen a cartas dirigidas a su amigo John Wesley] “Las doctrinas de la elección, y la gratuita justificación en Cristo Jesús están diariamente más y más presionando mi corazón. Ellas llenan mi alma con un santo fuego y me proporcionan gran confianza en Dios mi Salvador.” David Brainerd, misionero a los pieles rojas; (1718 - 1747) “En primer lugar, es necesario enseñarles que Dios ha existido desde la eternidad y que por lo tanto, se distingue de los demás seres, a pesar de que es muy difícil hacerles comprender algo de esa naturaleza, debido a que en su idioma no hay términos que designen una eternidad a parte ante [es decir, una eternidad pasada] ... La absoluta autosuficiencia divina necesariamente debe ser mencionada también, para evitar que ellos piensen que Dios se sentía infeliz cuando estaba sólo, es decir, antes de la formación de sus criaturas.” John Newton, autor del himno "Sublime Gracia”; (1725 – 1807) “John Newton solía contar una fantástica historia y se reía de ella también, acerca de una buena mujer que, con el objeto de demostrar la doctrina de la elección, decía: "Ah, señor, Dios debe

haberme amado antes que yo naciera, pues de otra forma no podría haber visto nada en mí que se pudiera amar después.” (Citado por Spurgeon). William Carey, el fundador del movimiento misionero moderno; (17 de agosto de 1761 – 9 de junio de 1834) “Estamos seguros de que creerán solamente aquellos que estén ordenados para vida eterna (Hechos 13.48) y que sólo Dios puede añadir a la iglesia lasque han de ser salvos (Hechos 2.47). De todas maneras no podemos sino observar con admiración que Pablo, el gran campeón de la gloriosa doctrina de la gracia soberana y gratuita, fue el hombre que más llamó la atención por su celo personal en la obra de persuadir a los hombres a reconciliarse con Dios.” George Müller, predicador y misionero, fundador de orfanatos en Inglaterra; (1805 1898) “Antes de este período (cuando vine a adoptar la Biblia como mi única regla de juicio) estuve muy opuesto a las doctrinas de la elección, redención particular (expiación limitada), y la final perseverancia por Gracia. Pero ahora fui traído a examinar esas preciosas verdades por la palabra de Dios. Siendo hecho para no querer la gloria para mi mismo en la conversión de pecadores, sino considerándome meramente como un instrumento; y siendo hecho para querer recibir lo que las Escrituras decían, fui a la palabra, leyendo el Nuevo testamento desde el principio, con una referencia particular para estas verdades. Para mi sorpresa encontré pasajes que hablan directamente sobre la elección y la Gracia perseverante, son cuatro veces más que aquellos que hablan aparentemente contra esas verdades; y aun esos pocos, poco después, cuando los examiné y los entendí, sirvieron para confirmarme en dichas doctrinas... Debido al efecto de mi creencia en estas doctrinas, me siento forzado a declarar para la gloria de Dios, que aunque soy excesivamente débil, y no he muerto a los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, como pudiera, y como debería ser, todavía, por la Gracia de Dios, he caminado más cerca con Él desde ese periodo. Mi vida no ha sido tan variable, y puedo decir que he vivido mucho más para Dios que antes.” Charles Spurgeon, predicador de millares; (1834 - 1892) “Tengo mi propia opinión y es que no existe tal cosa como predicar a Cristo y a este crucificado, a menos que prediquemos lo que en nuestros días llamamos calvinismo. Es un sobrenombre llamarlo calvinismo; calvinismo es el Evangelio, y nada menos. No creo que podamos predicar el Evangelio... a menos que prediquemos la soberanía de Dios en su dispensación de Gracia; ni a menos exaltemos la elección incondicional, eterna, inmutable, el amor victorioso de Jehová; tampoco creo que podamos predicar el Evangelio a menos que lo basemos en la especial y particular redención del pueblo escogido en los que Cristo obro sobre la cruz; tampoco puedo comprender un Evangelio que deja caer a los santos luego de estos ser llamados.” “El Arminianismo es, por lo tanto, culpable de confundir doctrinas y actuar como obstrucción al entendimiento claro y lúcido de las Escrituras; porque representa incorrectamente o ignora el propósito eterno de Dios, disloca totalmente el significado del plan complete de redención.

Ciertamente, la confusión es inevitable fuera de la verdad fundamental [de la elección]. Sin esta doctrina, hay falta de unidad de pensamiento, y en general no tienen idea alguna sobre un sistema de divinidad. Es casi imposible convertir a un hombre en teólogo a menos que se empiece con esta [doctrina de la elección]. Si deseas puedes colocar a un joven creyente en una Universidad por 4 años, pero a menos que le enseñes este plan fundamental del pacto eterno, experimentará poco progreso, porque sus estudios no concuerdan, no ve como una verdad encaja con la otra y como todas las verdades deben armonizar juntas… Tome cualquier condado de Inglaterra y encontrará hombres pobres con picos y palas que tienen mayor conocimiento sobre divinidad que la mitad de aquellos que salen de nuestras academias y universidades, sencilla y totalmente porque estos hombres han aprendido en su juventud un sistema en el cual la elección es céntrica y luego han visto como su propia experiencia encaja exactamente con este.” “No existe atributo más consolador para Sus hijos que la Soberanía de Dios. Bajo las circunstancias más adversas, en los desafíos más severos, ellos creen que la Soberanía ordenó su aflicción, que la Soberanía los domina y que la Soberanía les santificará a todos. No existe otra cosa por la que Sus hijos deban contender más que la doctrina de su Maestro de la creación —la Majestad de Dios sobre toda la obra de Sus manos— el Trono de Dios y Su derecho a sentarse en aquel Trono. Por otra parte, no existe doctrina más odiada por los mundanos, no existe otra verdad de la cual hayan hecho un juego, como la grande, estupenda; pero más verdadera que la doctrina de la Soberanía del infinito Jehová. Los hombres aceptarán que Dios esté en todas partes, excepto en Su trono. Le permitirán estar en los lugares en que se le adore con palabras de moda y exuberantes. Le permitirán estar en donde se dan las limosnas para que Él las conceda y entregue Su gracia. Le permitirán sostener la tierra y sus pilares, o las luces del cielo, o regir sobre las olas del océano; pero cuando Dios asciende a Su trono, entonces Sus criaturas hacen rechinar sus dientes y cuando proclamamos a un Dios entronado y Su derecho a hacer como Él quiere con lo que es Suyo, a disponer de Sus criaturas de la forma como Él quiere, sin consultarles, entonces es cuando somos silbados y detestados y entonces es cuando los hombres se vuelven sordos, pues Dios en Su trono no es el Dios que aman. Pero a nosotros nos encanta predicar sobre el Dios que está en Su trono. Es en el Dios sentado en Su trono en quien confiamos.” “Esto podrá parecernos de poca importancia, pero en realidad es asunto de vida o muerte. Quisiera suplicar a todo cristiano: Piénsalo bien, amado hermano. Cuando algunos de nosotros predicamos el calvinismo, y algunos el arminianismo, no podemos ambos tener razón, es inútil tratar de pensar que podemos; «Sí», y «No», no pueden ser los dos verdad... La verdad no oscila como el péndulo que marcha atrás y adelante. No es como el cometa, que está aquí, allí, y en todas partes. Es preciso que uno tenga razón y el otro esté equivocado.” “Sí todos los hombres que viven o han de llegar a vivir abandonaran el antiguo calvinismo, queda uno que lo defenderá, por esta razón: que no podría defender otro. Es preciso que me aplasten hasta matarme antes que me arrebaten mis convicciones en cuanto a la verdad de las doctrinas de la gracia en su forma antigua.” “Los teólogos suelen hablar de la multiformidad de la Iglesia. En conjunto la consideran como cosa buena. Sin embargo, pocos son los que se han detenido a definir el término, y esto ha llevado a la confusión. Triste es decirlo, el término multiformidad ha sido aun usado para

encubrir multitud de pecados... Se ha hecho que incluya herejías. Podemos citar un ejemplo. Hay, sin duda, herejías mayores que el arminianismo. El pelagianismo es mucho peor. Pero el arminianismo es error también. Que nadie diga que la diferencia entre la fe reformada y el arminianismo es meramente de énfasis, una en la soberanía de Dios, el otro en la responsabilidad del hombre, y que por lo tanto es deseable que haya tanto iglesias reformadas como arminianas. Es evidente que la responsabilidad humana es corolario de la soberanía divina. Debido a que Dios es soberano, el hombre es responsable ante Él. Por consiguiente, precisamente a causa de su profundo énfasis en la soberanía divina, la fe reformada subraya también enérgicamente la responsabilidad humana. Pero el arminianismo hace violencia a ambas cosas. No solamente mengua el carácter absoluto de la soberanía de Dios, sino que además adapta las exigencias de la ley de Dios al debilitado poder del hombre. Ahora bien, todo error doctrinal, y por tanto también el arminianismo, es pecado. Y hacer que el pecado parezca respetable encubriéndolo bajo la capa de la multiformidad es en sí pecado.” ------------------------------------------------------------------He aquí, el testimonio de la historia. Y esta es sólo una breve recopilación, a la que muchos nombres podrían ser agregados: Robert Murray McCheyne, Andrew Bonar, Horatius Bonar, John Paton, John Newton, Isaac Watts, Richard Baxter, John Wycliffe, William Tyndal, John Knox, John Owen, Thomas Brooks, John Flavel, Thomas Watson, Charles Hodge, Abraham Kuyper, Luis Berkhof, Martyn Lloyd Jones, Iain Murray, John Gill, Andrew Fuller, Adoniram Judson, Abraham Booth, B.H Carroll, A.W. Pink, Thomas Goodwin, Albert Martin, Loraine Boettner; y algunos contemporáneos como Paul Washer, John Piper, John F. MacArthur… Y la lista podría seguir hasta el cansancio. ¿Será que todos ellos estaban y están equivocados? ¿Es que nos atrevemos a decir tal cosa? ¿No sería más sabio comenzar a revisar profundamente lo que hoy creemos y practicamos? Imitemos a aquellos hermanos del primer siglo, nativos de Berea, quienes "eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así." (Hechos 17:11). No sea que se diga de nosotros, lo que Spurgeon tuvo que decir de muchos hombres de su tiempo "... piden que la antigua doctrina sea de nuevo abandonada... ¡Oh, necios y tardos de corazón! ¿No les enseñará la historia? No, si la Biblia no les enseña." Hagámoslo, escudriñemos las escrituras, y quizás estas nos sorprendan cuando nos encontremos con la realidad de que los equivocados éramos nosotros.

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