Lausana, en colaboración con el Museo

Exposición organizada por la Foundation for the Exhibition of Photography, Minneapolis / Nueva York / París / Lausana, en colaboración con el Museo de

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Exposición organizada por la Foundation for the Exhibition of Photography, Minneapolis / Nueva York / París / Lausana, en colaboración con el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, MARCO.

Contenido

Presentación........................................................................................................ 3 Introducción........................................................................................................ 4 Texto de la curadora ........................................................................................... 5 Semblanza de la curadora................................................................................... 8 Marco teórico ..................................................................................................... 9 La fotografía de moda ..................................................................................... 9 Ejes temáticos ................................................................................................... 11 Sobre la moda ................................................................................................ 11 Sociología y moda, texto de Guillaume Erner ............................................. 12 La mujer y la moda ....................................................................................... 17 Anexos .............................................................................................................. 18 Información sobre fotógrafos seleccionados ................................................ 18

Presentación

Coming into fashion es una exposición que desde 2012 ha viajado por distintas sedes internacionales. Después de haber estado en ciudades como Berlín y Moscú, llega al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) con el objetivo de mostrar al público el valor histórico de la fotografía de moda y transmitir al espectador la importancia que han tenido los medios editoriales en los hábitos de consumo visual de la cultura popular. La muestra incluye una gran cantidad de fotografías de moda tomadas del archivo histórico de Condé Nast, casa editorial de publicaciones como The New Yorker, Architectural Digest, Vanity Fair y Vogue. Estas imágenes se despliegan en las salas del museo de modo que el público pueda apreciar lo más representativo de la evolución de la moda de los últimos cien años. De esta manera, en Coming into fashion harás un recorrido por una sinopsis centenaria del vestido en pleno auge del proyecto de la modernidad y conocerás la obra de más de 80 fotógrafos que se convirtieron en grandes iconos de la historia de la fotografía de moda.

Nombre de la exposición: Coming into Fashion. Un siglo de fotografía en el Condé Nast. Organizador: Foundation for the Exhibition of Photography (FEP), Minneapolis/Lausanne/París. Curaduría: Nathalie Herschdorfer Coordinador del proyecto: Todd Brandow Museografía: Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) Localización: Sala 5 | Planta baja Duración: Del 23 de octubre, 2015 al 31 de enero, 2016 Tipo de obras: 160 fotografías y 100 documentos y revistas Colecciones: Editorial Condé Nast

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Introducción A través de los años, las páginas de las publicaciones de Condé Nast han plasmado los estilos individuales de los fotógrafos, aunados a las innovadoras propuestas de los diseñadores, mancuerna que ha mantenido un elevado nivel de renovación en la industria de la moda y además han mantenido en vilo a las sociedades del mundo, ávidas de disfrutar sus imágenes. En las salas de Coming into Fashion verás la obra de los más reconocidos fotógrafos, desde Edward Steichen hasta Mario Testino. En la primera sala de la exhibición verás fotografías que fueron producidas entre 1910 y 1939. Se trata, en efecto, de las primeras reproducciones al servicio de la moda. Para la primera década del siglo XX, los avances en la impresión de tonos medios permitieron que las fotografías fueran incluidas en revistas. De esta forma, fotógrafos como Edward Steichen, Horst P. Horst y Cecil Beaton transformaron este género en una destacada forma de arte. En la segunda sala se despliegan fotografías de la etapa prodigiosa de la alta costura, la que volvió a colocar a París como capital mundial de la moda y generó, además, un enorme impacto económico en los años de posguerra. En esta sección podrás apreciar la obra que marcó el comienzo de un nuevo género dentro de la fotografía. Los años 60 tienen mucho que ver con la juventud, en esta época la edición británica de Vogue lanzó a jóvenes modelos a escenarios callejeros y los retrató divirtiéndose y bailando. Eran los tiempos del swinging London, un término general que se aplica a la escena de la moda y la cultura que floreció en Londres en esa década. Finalmente, en el último núcleo se revisa la producción surgida de 1980 y hasta el 2011. En los años 80 se impone una belleza más natural y la ropa se opone a las modas previas que caracterizaron la mayor parte de los 70. Ya para 1990, la moda se puede definir como un impulso de las personas por marcar su individualidad a través de la vestimenta. En esta década se populariza el concepto de las supermodelos, y saltan a la fama nombres como Claudia Schiffer, Gisele Bündchen o Kate Moss.

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Texto de la curadora1 La fotografía de moda –glamorosa, provocativa, hermosa, talentosa, mágica – siempre ha sido asociada con algunos de los nombres más famosos en la historia de la fotografía, tales como Edward Steichen, Horst P. Horst, Erwin Blumenfeld, Irving Penn, Guy Bourdin, William Klein, Helmut Newton and Herb Ritts. Este ha sido el caso desde el surgimiento de la fotografía de moda en revistas en los primeros años del siglo XX. Los fotógrafos de moda son parte de nuestra cultura visual. Cada imagen cuenta una historia y nos invita a engancharnos a ella de una manera agradable, pero también encapsula algo para los gustos, las aspiraciones y los sueños de su época. Glamur, elegancia y sex appeal son conceptos que son redefinidos interminablemente. Particularmente durante la década de los 90’s, anduvieron de la mano de sus opuestos – lo feo, lo escandaloso, lo antiestético y lo deforme – y fueron reflejados de igual forma por diseñadores y fotógrafos. ‘Los fotógrafos de moda inevitablemente se vuelven referentes sobre la idea de lo que está de moda’ escribió Susan Sontag. Y la ‘idea’ evoluciona de acuerdo a los tiempos, al medio y al espectador. Depende de esto sí lo más importante es la actitud o la ropa por sí misma o si la tendencia va hacia lo popular o hacia una subcultura, atractivo o sexualidad evidente. La fotografía de moda es a menudo paradójica: es igualmente creativa y comercial – producida para el consumo pero al mismo tiempo generando imágenes progresistas, experimentales y artísticas – y representa a la alta costura y a la cultural popular. La fotografía de moda puede ser considerara como una manifestación artística, pero sigue siendo una industria (una industria visual) que sirve a otro (ya sea moda, prêt-à-porter2, accesorios o cosméticos). Las generaciones tempranas de fotógrafos de moda tenían cierto control sobre la producción de sus imágenes, pero sus creaciones gradualmente cayeron en control de otros: los editores, por supuesto, pero también de los anunciantes de prestigiosas marcas. El control del fotógrafo es comúnmente limitado: la temática está dada, el modelo y la locación son elegidos con anticipación. Las consideraciones financieras son tales que frecuentemente sobrepasan las artísticas. Los temas más importantes de la revista son objeto de una atención escrupulosa y los contratos de los fotógrafos se elaboran con meses de anticipación. Los editores de las revistas con mayores ventas son cautelosos en tomar riesgos con nuevos fotógrafos, por lo que ya no es un asunto fácil para un principiante adentrarse en el mundo de la fotografía de moda. Notas de la traducción 1

Traducción del texto incluido en el catálogo: Herschdorfer, N. (2012). Coming into fashion. A Century of Photography at Condé Nast. Londres: Thames and Hudson. 2 Expresión francesa que significa textualmente «Listo para llevar». Se refiere a las prendas de moda producidas en serie con patrones que se repiten en función de la demanda.

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La fotografía de moda está firmemente anclada al sistema de consumo, lo que el capitalismo y el cineasta y teórico marxista, Guy Debord, llaman ‘espectáculo’. Estéticamente hablando una revista construye una historia visual. Los estilos adoptados por lo fotógrafos ayudan a dar forma a las historias de las revistas. La fotografía de moda no cae ni en el lado del arte ni en el lado del comercio. Ésta refleja a la sociedad y a la cultura de su tiempo. Habla de elegancia, pero también acerca de personas. Utiliza una lenguaje cuyas palabras tienen múltiples significados y crea lo que ha sido descrito como un ‘escenario híbrido’. Las imágenes de moda no pretenden ser atemporales: reflejan las preocupaciones y aspiraciones propias de su época – el Zeitgeist3. Cuando vemos cómo la fotografía de moda se ha desarrollado en los últimos cien años, se vuelve claro que el impulso creativo ha sobrevivido al estricto sistema de control. Mientras la industria de la moda y su economía se han expandido, los fotógrafos han continuado demostrando su capacidad de invención e innovación, esto a pesar de la creciente influencia de estilistas, publicistas y retocadores. Ellos han demostrado que es posible desarrollarse como un fotógrafo de modas en un nivel creativo y artístico a pesar de las restricciones impuestas sobre su trabajo. Los fotógrafos de moda producen un considerable número de imágenes a lo largo de su carrera y – especialmente si dicha carrera abarca veinte, treinta o cuarenta años – están obligados a ser inventivos si desean evitar la repetición. Esta no es una filosofía que pueda ser aprendida con el tiempo: se aplica desde el principio. Y es gracias a tal genialidad, temprana y permanente, que imágenes eternas de moda son creadas – imágenes que son más que el producto de un momento único de la moda. Cecil Beaton dijo que hay dos tipos de fotógrafo de moda: los que persiguen la imagen fugaz y los que son conscientes de la posteridad. Sin lugar a dudas, los fotógrafos cuyas obras se ofrecen en esta exposición pertenecen a la segunda categoría. El legendario publicista Condé Nast reconoció rápidamente la dimensión sociológica y la tremenda fuerza efectiva de la fotografía de moda. Con su agudo sentido para descubrir nuevos talentos, él impulsó carreras y, de esta manera, tuvo una influencia a largo plazo sobre todo un género artístico. Al rodearse de grandes artistas, Condé Nast colocó a Vogue, además de sus otras revistas (sobre todo a Vanity Fair y Glamour, así como a las ediciones extranjeras de Vogue) al frente de la vanguardia fotográfica. Los estudios de Condé Nast en Nueva York, París y Londres, fueron laboratorios de creatividad, empleando artistas deseosos de capturar y presumir las joyas de la alta costura. Este es todavía el caso, sobre todo en Vogue Italia en Milán. La muestra examina 100 años de fotografía de moda. Cuidadosamente seleccionadas de los archivos de Condé Nast en Nueva York, París, Londres y Milán, más de 160 impresiones, en su mayoría antiguas, y revistas originales ofrecen una oportunidad única de ver el trabajo de más de 80 fotógrafos justo en el

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Expresión alemana que significa "el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)". Se refiere al clima intelectual y cultural propio de una era.

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comienzo de sus carreras que se convirtieron en los grandes nombres en la historia de la fotografía de moda.

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Semblanza de la curadora Nathalie Herschdorfer es una historiadora del arte especializada en la historia de la fotografía. Es curadora en la FEP (Foundation for the Exhibition of Photography), además es directora del festival de fotografía suizo Alt- +1000. Fue curadora del Museo del Elíseo (Musée de l'Élysée), en Lausana, Suiza, donde trabajó durante doce años en las principales exhibiciones internacionales y publicaciones. Herschdorfer colaboró en la curaduría de las dos ediciones de reGeneration: Tomorrow’s Photographers Today (2005 y 2010), exhibida en Europa, Norte América y China; y también en Face: The Death of the Portrait, la cual ha sido exhibida en seis países europeos. Fue co-curadora en las dos muestras de Edward Steichen producidas por el Museo del Elíseo y la FEP. Ha trabajado en las más grandes retrospectivas dedicadas a los fotógrafos americanos Leonard Freed y Ray K. Metzker. Regularmente trabaja con fotógrafos contemporáneos. Entre sus proyectos recientes está la retrospectiva del fotógrafo francés Valérie Belin y The Youth Code, organizada para la Bienal de Fotografía de Daegu en Corea. Nathalie Herschdorfer es autora de Afterwards: Contemporary Photography Confronting the Past (2011) y editora de Le Corbusier and the Power of Photography (2012), ambos publicados por Thames y Hudson. Actualmente se encuentra trabajando en un diccionario de fotografía.

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Marco teórico

La fotografía de moda

La fotografía de moda es un género fotográfico, comúnmente al servicio de revistas de moda y marketing, que abarca un conjunto de elementos relacionados a la vestimenta, indumentaria y estilo. En este tipo de fotografía, el fotógrafo debe demostrar creatividad para preparar la escena y dominio para manejar las técnicas de retrato y de iluminación. El énfasis de la fotografía de moda radica en el estado de ánimo y el estilo de la imagen. Las prendas son un vehículo para transmitir y capturar cierto estilo de vida. Por lo tanto, la imagen es mucho más compleja. La fotografía de moda surge en forma hacia finales del siglo XIX, cuando la evolución en la técnica fotográfica permitió el desarrollo del fotograbado con semitonos, obtenido y basado en el uso de la retícula, que había iniciado y patentado Talbot, esto propició la posibilidad de que los fotógrafos trabajaran directamente en las planchas, eliminando el paso intermedio del dibujante-grabador. Es decir, fue posible reproducir mecánicamente toda clase de fotografías con una fidelidad nueva que permitía la continuidad de tonos, el proceso se aceleraba y se abarataba al eliminar al grabador, y, además, la imagen fotográfica se multiplicaba pudiendo alcanzar fabulosas tiradas que todavía hacían más asequible el proceso. Por último, y desde este momento, las fotografías pudieron pasar a las rotativas e imprimirse con estereoscopia simultáneamente al texto escrito. Antes se imprimían por separado para después ir introduciendo una a una las imágenes entre las páginas escritas, sistema que encarecía, dificultaba, retrasaba y limitaba considerablemente el número de la tirada. Así, la fotografía de modas apareció por primera vez en publicaciones francesas, como La Mode Practique. Para 1909, la casa editorial Condé Nast se hizo cargo de la revista Vogue, contribuyendo al auge de la fotografía de modas. Se puso especial énfasis en preparar las sesiones fotográficas, un proceso desarrollado primeramente por el barón Adolf de Meyer, quien retrataba a las modelos en ambientes y poses naturales. Vogue fue seguida por su rival, Harper's Bazaar, liderando ambas el campo de la fotografía de modas durante los años 1920 y 30. Fotógrafos como Edward Steichen, Horst P. Horst y Cecil Beaton transformaron este género en una destacada forma de arte. Europa, especialmente Alemania, fue por un corto período la líder en la fotografía de modas. Así, para el siglo XIX ya existe una fotografía de moda en el sentido de que se realizan imágenes cuya temática central es la moda indumentaria, cuya finalidad es dar a conocer al público los nuevos modelos que se diseñan para que los compren. Luego la función publicitaria y comercial ya está presente, así como la posibilidad de multiplicar y publicar

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directamente las fotos de moda. Es decir, las circunstancias que rodean a estas imágenes son más parecidas a las actuales.

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Ejes temáticos Sobre la moda

La moda es un fenómeno multifacético. La palabra significa esencialmente cambio, definido éste como una sucesión de tendencias o novedades a corto plazo. Con esto podemos entender que pueden existir modas en casi todas las actividades humanas: en la música, en la literatura o en la gastronomía. Sin embargo, el concepto de moda visto desde los parámetros de la exhibición está, obviamente, enfocado al vestuario. Lo que en un principio sirvió para que el hombre se protegiera del ambiente físico, pronto se convirtió en un elemento para diferenciarse. La historiadora Concha Casajús Quirós afirma que: “Desde el principio el vestido actúa como un elemento colectivizador: común a todo el género humano y al mismo tiempo individualizador: nos diferencia de los demás”. (Casajús Quirós, 1993, pág. 11) Así, la forma de vestir traduce la manera de vivir, tanto social como individual; sitúa al individuo en el tiempo y en el espacio. Además, el vestuario es un soporte de uso universal. El estado natural del ser humano es vestido, aunque sea con poca o mucha ropa. Este solo hecho demuestra la importancia de la prenda de vestir como símbolo de la moda. El siglo XX fue un hito para la moda, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirtió en un gran negocio a nivel internacional y quedó asentada como industria. Desde entonces la moda se ha servido de distintas ramas para afianzar su poderío: publicidad, mercadotecnia y medios de comunicación La característica dominante del fenómeno de la moda la constituye el rápido consumo de modelos programados, ya se trate de objetos o de productos manufacturados de uso cotidiano, de formas de participación ideológica e incluso de nuevos tipos de comportamiento que aparecen en un grupo y que marcan su evolución. A veces, la difusión de ciertas innovaciones técnicas presenta a menudo carácter de moda. Asimismo, la moda gira alrededor de la estacionalidad, es decir, la industria de la vestimenta se desarrolla en torno a que los consumidores renueven con frecuencia su vestuario, de aquí surge su carácter efímero. Por tanto, la rápida evolución de sus mercados, lo efímero de sus productos y la implicación de éstos en otras ramas, como el arte, la cultura, la sociología o la psicología del consumo, convierten el producto de moda en uno de los más difíciles y evolucionados del mercado de bienes de consumo.

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Sociología y moda, texto de Guillaume Erner4

Cambiaba de vestido varias veces al día, uno para cada ocasión, pero su debilidad eran los peinados. Consecuentemente, no confiaba su pelo a cualquiera, sino que dejaba este delicado asunto en manos de un inglés, un verdadero esnob, podríamos decir, que se permitía el lujo de seleccionar a sus clientas y rechazar en ocasiones a otras procedentes de la alta sociedad. Nuestra protagonista no pensaba en otra cosa durante todo el día, buscando la crema que mejor le fuera o seleccionando nuevas tendencias traídas del extranjero por sus amigas. Pero un día cayó esta cabecita tan cuidada. Ella no era Gwyneth Paltrow, sino María Antonieta. La moda está de moda desde hace mucho tiempo. Hoy, sin embargo, las tendencias no son patrimonio de la aristocracia, sino que se han democratizado. Son muy pocos los que tienen la fuerza, o la voluntad, para sustraerse a su dictado. Pero la gran novedad se encuentra en otro lado: en los modistos y en las marcas que han creado. María Antonieta, auténtica fashionista, era una apasionada de las formas y los colores. De hecho, se cuidaba de buscar los mejores artesanos, eligiendo el saber hacer de algunos: lo que más le importaba era el vestido. Nadie consideraba a los creadores de vestidos como artistas. Otras profesiones gozaban de mayor prestigio, era mucho mejor ser arquitecto o cocinero que modisto. De hecho, todavía ni existía la palabra, que apareció tardíamente en francés, alrededor de 1870, abriendo las puertas a una bella profesión. A partir de ese momento será el sastre el que dé al vestido su firma o su marca de fábrica. El fenómeno social que la moda representaba se encontró así considerablemente trastocado. El siglo XX ha sido el siglo de los modistos. Ya en los años treinta, Coco Chanel era toda una personalidad. Años más tarde, al final de la guerra, Estados Unidos acogió a Christian Dior como a un jefe de Estado. Hoy, Jean-Paul Gaultier o Karl Lagerfeld son estrellas indiscutibles: todo el mundo aplaude sus creaciones, sus vestidos y también los cosméticos del uno y el régimen del otro. ¡Cuánto camino recorrido! En el transcurso de algunas décadas el personaje del modisto ha conquistado el protagonismo de la escena. Un indicio para medir la revolución provocada: el 29 de junio de 1959, a las 11.30, Brigitte Bardot se casaba con Jacques Charrier, llevando uno de los vestidos más conocidos de la historia de la humanidad. Pregunta: ¿quién hizo ese vestido? Respuesta: en aquella época no importaba a nadie. El reportaje que la revista Elle dedicó al acontecimiento mencionaba el estampado de vichy del vestido, pero no a su creador. De hecho, el vestido benefició más al grupo Boussac, productor entonces del estampado vichy, que a su autor, Jacques Estérel. Desde entonces, un olvido parecido es inimaginable, puesto que, a menudo, el creador es más famoso que la novia, ya que cada uno de ellos ha engendrado una marca, extensión de su 4

Introducción a Erner, G. (2015). Víctimas de la moda. Cómo se crea, por qué la seguimos. Gustavo

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poder creativo. La firma ocupa un lugar central en el sistema de la moda, incluso parece ser lo mejor de todo. Hace poco las estrellas de cine fueron preguntadas sobre el vestido que desearían llevar en el festival de Cannes. ¿Cómo describieron el traje de sus sueños? ¿Evocando un tono particular, un modelo célebre? En absoluto: se limitaron a nombrar sus marcas favoritas. Los modistos han ganado una batalla: sus marcas están por todas partes. Aparentemente, su éxito es indiscutible. Nada parece resistirse ante esta inédita alianza entre el artista y el hombre de negocios. Sus creaciones se venden en las grandes tiendas y a la vez se exponen en los museos. Se disputa todo lo que firman y su firma saca partido a los objetos más diversos, desde perfumes hasta mesas de comedor. A fin de cuentas, un solo fenómeno los mantiene en pie: la moda, ese torbellino de tendencias susceptible de convertir cualquier objeto en indispensable y, después, en obsoleto. Públicamente, los diseñadores rechazan confesar sus límites. Y con su habitual seguridad continúan imponiendo colores y formas para la próxima temporada. Para ellos es imposible comportarse de otra manera. Si reconocieran su impotencia, les abandonarían aquellos para quienes sus deseos son órdenes. Tanto para los modistos como para nosotros, las tendencias continúan siendo un misterio. Pero, a diferencia de los neófitos, los modistos deben defender las imperativamente como su fuente de inspiración. Los más hábiles lo hacen de maravilla. Estos sabios saben que nunca se tiene razón yendo contra la sociedad: ella es el verdadero árbitro de la elegancia, la verdadera responsable de esa inseguridad tan temida por Dior y Chanel; 'la calle es peligrosamente creativa', ha dicho con humildad Christian Lacroix. Los verdaderos fashion victims no son aquellos en quienes pensamos normalmente: los modistos se encuentran, probablemente, entre las primeras víctimas de la moda. La moda martiriza menos a los sociólogos que a los modistos. Probablemente sea ésta la razón por la que ciertos especialistas de lo social continúen mostrándole tanto respeto. Para ellos, las tendencias son fruto de una caja negra que el sentido común recomienda no abrir. En contrapartida, se muestran mucho menos caritativos con los fashionistas, abandonados a su triste suerte: sin el menor miramiento, se les priva de racionalidad. Ya es hora de reparar esta injusticia y de explorar la fábrica de la moda, para restituir a los actores sus razones y a las tendencias sus orígenes. Cada año encontramos profetas que anuncian el gran retorno de la minifalda. Pero la minifalda debe estar ocupada porque, desde hace unas cuantas temporadas, envía a los tejanos en su lugar. La moda es así: caprichosa y con mucho carácter. Seguros de sí mismos y dominadores, los primeros modistos pensaron poder dominarla. Worth y Poiret, dos de los grandes pioneros de la moda contemporánea, ignoraron que su vida iba a ser trágica a la fuerza, puesto que estando de moda se condenaron a que un día, de pronto, dejaran de estarlo. Con ellos empezó la gran avalancha de talentos: Poiret eclipsó a Worth antes de 13

ceder su hegemonía a Chanel. Desde estos gloriosos comienzos, los nombres han cambiado, pero el decorado permanece igual. Cada temporada, los diseñadores aguardan la misma suerte que los colores y las formas. Un año toca azul y después pasamos al rojo, de la misma manera que Gucci toma el relevo de Cerruti. El guardarropa no es, ni mucho menos, el único lugar que se rige por fenómenos cíclicos. Sin embargo, de entre todas las modas, la del vestir continúa siendo la más enigmática. La nouvelle cuisinne, así como la tradicional, obedece a ciertas reglas. Un ejemplo: el cuidado de la línea tiene que ver con el auge de la cocina japonesa y el declive de la olla. De la misma manera, parece fácil comprender por qué un nombre es muy popular en un momento y deja de serlo de repente. No es difícil adivinar que había gran cantidad de Elvis en Estados Unidos durante los años sesenta. En cambio, los motivos por los que miles de pies acaban llevando los mismos zapatos resultan mucho más incomprensibles. ¿Cómo se explicaría, por ejemplo, el sorprendente destino de las thongs5? Durante mucho tiempo, estos zapatos estuvieron absurdamente relegados a la playa: desde el verano del 2000 sabemos de sobra que este calzado soporta muy bien su uso en la ciudad. No obstante, no todos los zapatos han tenido la misma suerte. Las sandalias de pescador -esas divertidas sandalias de plástico translúcido- no han podido alejarse nunca del agua. Habría que alzarse contra tal injusticia. Pero el destino de las thongs parecía periclitado: el verano del 2004 se les presentó fatal. Demasiado vistas. Ya en el 2002 estorbaban en los pies de los verdaderos fashion victims. Las thongs están, por así decirlo, en proceso de pashminización, del nombre de ese precioso chal -la pashmina- que ha pasado del estatus de must have, a ser un símbolo de vulgaridad. Estas dos epopeyas -las thongs y la pashmina- reúnen los tres ingredientes necesarios para la transformación de un objeto banal en un producto estrella: la arbitrariedad, la distinción y la imitación.Arbitrario porque las thongs han llegado allí donde miles de otros zapatos han fracasado. La babucha masculina no ha conseguido salir de un pequeño entorno gay y a la última. Más de una razón puede aclararnos el éxito de las thongs: su precio o su nostalgia de la playa. Pero estas tímidas conjeturas no disipan el misterio. Evidentemente, podríamos elaborar algunas audaces hipótesis, pero más vale que nos ahorremos el ridículo de justificar esta moda, otorgando al individuo hipermoderno una propensión a levantar su dedo gordo. Sin embargo, seguramente, el primero en poner un pie desnudo en la rue Étienne-Marcel de París, lo hizo para distinguirse de todos los demás horteras que llevaban zapatos cerrados. Este individuo vanguardista fue imitado, como lo fue Gwyneth Paltrow cuando asistió a una ceremonia de los Oscar con una pashmina sobre los hombros. Según la leyenda -a la moda le apasionan las habladurías-, el chal fue traído de un improbable viaje al Tíbet. Las fotografías de la bella actriz dieron la vuelta al mundo y los

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Las thongs o flip-flops son un tipo de sandalia con puntera abierta normalmente usado en ambientes casuales.

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profesionales del sector buscaban como locos el Tíbet en el mapa, anticipando la próxima moda. A posteriori, la pashmina o las thongs pueden parecer casos bastante simples. Para predecir el éxito de estos dos artículos sólo existe una alternativa. Primera posibilidad: ir a consultar al mismo número de videntes que de consumidores potenciales, a fin de adivinar sus gustos y sus deseos. Segunda opción, más aceptable en sociología: utilizar modelos que permitan comprender las elecciones colectivas a partir de decisiones individuales. Optaremos por este último método, dejando la astrología en manos de supuestos sociólogos -Élisabeth Teissier se doctoró en sociología en condiciones bastante controvertidas- y de verdaderos couturiers. Paco Rabanne, como es sabido, se aventuró a hacer algunas predicciones. La moda no se aplica sólo en el vestir, sino que influye igualmente en las marcas. Para fabricarla, las marcas han tenido que someterse a sus reglas, dicho de otro modo, convertirse en tendencia para más adelante dejar de serlo. La crueldad de este destino no fue manifiesta de inmediato: las esperanzas depositadas en el sistema de la marca eran inmensas. La excitación de los pioneros recordaba a la de los alquimistas al transformar el plomo en oro. Su poder parecía enorme: era suficiente, por ejemplo, colocar un simple cocodrilo sobre un vulgar polo para transformarlo en un auténtico Lacoste. Chanel y Dior fueron probablemente los primeros en tomar conciencia de los poderes de la marca. Coco se dio cuenta de que mencionar su nombre bastaba para vender los productos más dispares. Por ejemplo: a pesar de que ella no sabía demasiado de perfumes, su Nº 5 tuvo un enorme éxito súbitamente. Este número es la única de sus creaciones que ha llegado intacta hasta nuestros días. Ante tal constatación, Dior se animó y decidió alquilar su nombre a un fabricante americano de corbatas, quien se encargó de producir y comercializar una colección completa bautizada con el nombre del creador. Y sin embargo, Dior no creaba ni uno solo de sus accesorios. Peor aún, sus corbatas estaban tan alejadas de su gusto, que prefería protegerse haciendo ver que no existían. El descubrimiento de Dior dio lugar al nacimiento del sistema de las licencias, que permiten bautizarlo todo sin importar de lo que se trate, en la mayoría de casos con ayuda de los nombres más prestigiosos. En términos económicos, a esta posibilidad se la denomina una renta, es decir, un capital susceptible de producir beneficios. La renta territorial es muy antigua, y va ligada a la propiedad que se hereda o se adquiere. Con la marca se entra en el terreno de lo inmaterial: un joven un poco desorientado y un poco bohemio, como Christian Dior, pudo contar de repente con una preciosa fortuna. Tal invención no podía escapar al interés de los financieros. Y, repentinamente, aquellos austeros gestores, que no soñaron jamás en cambiar el color de su traje gris, se interesaron por la moda. Grandes empresas como LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy) o PPR (Pinault-Printemps-Redoute) coleccionaron marcas con el objetivo de incrementar sus 15

rentas. Pero, por desgracia, la renta de una marca es susceptible de variar rápidamente: en los años ochenta Cerruti no valía nada, mientras que hoy… Las marcas de moda están a merced la moda. Por más que inviertan en publicidad y apelen a la gran tradición del lujo, tienen que habérselas con la parte más cambiante de nuestra sociedad: las tendencias. El mundo les resulta hostil. Las casas de alta costura están rodeadas de la competencia, que las espía e intenta inspirarse en los modelos que funcionan. Y entre toda esta competencia, también se encuentran las empresas de baja costura, como Zara o HM, al acecho del menor éxito de las prestigiosas firmas para proponer adaptaciones baratas. Por si las tendencias y la competencia fueran poco, encima, las marcas de moda también han sido atacadas por la soberbia del capitalismo, convirtiéndose, para la ocasión, en símbolos de la sociedad de consumo. El libro No logo, de Naomi Klein, denuncia especialmente la invasión del espacio público por parte del swoosh, la famosa coma estilizada que representa a la marca Nike. En general, estas grandes marcas han sido acusadas de contribuir a la injusticia del mundo. Sus métodos de producción, así como el desarrollo de sus técnicas de comercialización, a menudo han estado bajo sospecha. El descubrimiento de las condiciones de trabajo de ciertas fábricas que producen ropa de marcas de prestigio en países del Tercer Mundo, ha conmocionado profundamente a la opinión pública. Las protestas parecen haber dado sus frutos, puesto que muchas empresas se declararon culpables, empezando por Nike. Los militantes anticapitalistas han atacado con más fuerza que ellas. De hecho, ninguna empresa se les puede resistir, puesto que las amenazas de boicot son suficientes para hacer ceder a las más tercas. Y, sin embargo, las tendencias y el sistema que ellas alimentan nunca han estado tan bien dirigidas. La moda no es una creación de los vendedores, y si éstos pueden aprovecharse del encaprichamiento que atrae sobre sí misma, es porque ella existiría de todas formas sin ellos. Aparecida bajo su forma actual al alba de los tiempos modernos, resulta indispensable para el individuo contemporáneo. Es posible que la moda sea una esclavitud, pero, en todo caso, voluntaria. Ninguna marca ni ningún diseñador nos obligan a vivir en el temor y en el respeto de las tendencias. Sólo hay una persona con la fuerza suficiente para obligarnos a seguir la moda: nosotros mismos. Finalmente, la moda sería una mentira banal, si no fuera porque, ante todo, es una mentira en la que queremos, y nos gusta, creer.'

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La mujer y la moda

Desde siempre la mujer ha sido un eje central en la industria de la moda. Su imagen ha sido explotada con fines de consumo, siendo un objetivo prioritario para la publicidad. Los mercadólogos están conscientes que constituyen el grupo consumidor más importante, numeroso, multiforme y dinámico. Esto es claro en la exposición Coming into Fashion donde la mujer es protagonista. La moda ha ido evolucionando junto con el comportamiento de la sociedad y así hemos visto cómo estos moldes han cambiando a lo largo del último siglo. De la misma manera, los modelos de belleza han evolucionado conforme a las demandas femeninas a la par con las propuestas de los diseñadores Podemos afirmar que los cánones estéticos se han transformado conforme la evolución del rol de la mujer, tal como lo vemos en la exposición. Por ejemplo, en la época de posguerra, durante la década de los 50, la silueta femenina era rellena y curvilínea y reflejaba el estatus de una mujer sana y con acceso a lujos en una realidad de crisis. Para los años 60, diseñadores como Yves Saint Laurent y Coco Chanel apostaban por abolir la rigidez del estilo ladylike y evolucionar con una silueta más relajada, algo importante es que esto coincidió con la lucha de la mujer por la igualdad de derechos. Más adelante, en la década de los 70, continuó la revolución del género y se explotó la sensualidad femenina. Luego, la exuberancia de los 70 se tornó en la opulencia de los 80, donde Jerry Hall, Iman y Janice Dickenson protagonizaban en las pasarelas y portadas de las principales ediciones de moda. La década culminaba con la entrada del minimalismo característico de los 90 donde Claudia Schiffer, Cindy Crawford, Christy Turlington y Naomi Campbell marcaron la época como la era de las topmodels. En esta era la belleza simple e impecable se admiraba a la par que la moda imponía cortes sencillos y conjuntos monocromáticos. Actualmente, la tendencia de las firmas y diseñadores se inclinan hacia una mujer multifacética, esto se refleja a través de un carácter andrógino donde supermodelos de facciones duras como Feja Beha y Arizona Muse pueden lucir un smoking con aire masculino o bien derrochar feminidad vestidas de Chanel.

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Anexos Información sobre fotógrafos seleccionados

Barón Adolf De Meyer Considerado el primer fotógrafo de moda, las producciones de Adolf De Mayer marcaron un hito en la historia de la fotografía. Después de vivir en Francia, Alemania e Inglaterra, llegó a los Estados Unidos de América huyendo de la Primera Guerra Mundial. Una vez ahí Condé Nast lo contrató de tiempo completo y le dio un contrato de exclusividad, lo cual lo convirtió en el primer fotógrafo oficial para Vogue y Vanity Fair. Con la llegada de Adolf De Meyer se elevó la calidad de las fotografías de las revistas hasta convertirlas en las más influyentes dentro del mundo de la moda. Su estilo único introdujo el uso de la iluminación dramática y el retoque directo en negativos. En esta sala podrás apreciar su trabajo y el de las modelos Gertrude Vanderbilt Whitney y Ann Andrews. Edward Steichen Edward Steichen fue precursor de la fotografía a color y de la manipulación de imágenes. Trabajó para Condé Nast de 1923 a 1939, tiempo durante el cual fue reconocido por ser el fotógrafo mejor pagado y más popular del mundo. Steichen siempre se manifestó a favor de que la fotografía fuera reconocida como una manifestación formal de arte. Además de ser fotógrafo, Steichen fue pintor, galerista y curador, hacia el final de su carrera fungió como director de la sección de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA. Su ojo preciso para la iluminación y el diseño ha hecho que sus fotografías sigan siendo fuente de inspiración en la actualidad. Man Ray Emmanuel Radnitzky, mejor conocido por su pseudónimo Man Ray, fue un famoso pintor y cineasta de vanguardia, cuyo interés por la fotografía nació a partir del deseo de reproducir sus obras plásticas. Man Ray trabajó junto a Marcel Duchamp en experimentos artísticos y en la publicación de la única edición de New York Dadá, de esto modo contribuyó al movimiento surrealista y sus fotografías fueron fuertemente influidas por esto. Así, Man Ray aplicó el dadaísmo y el surrealismo como vanguardias también en la disciplina fotográfica. En sus reproducciones resalta la importancia de la idea, del concepto, y de la creación artística, con lo cual buscaba generar una fusión entre el arte y la moda. 18

Sus fotografías son un claro ejemplo de cómo la figura del fotógrafo estaba evolucionando hasta convertirse en creador de composiciones inventadas. George Hoyningen-Huené Aunque en un inicio Hoyningen-Huené entró a laboral a Condé Nast como ilustrador pronto se interesó por la fotografía y para 1925 ya era jefe de esa área en Vogue París. Hoyningen-Huenésiempre estuvo preocupado por la estética ideal, lo que lo llevó a establecer un nuevo tipo de belleza femenina que aludía a la escultura griega, históricamente reconocida por representar la nobleza y la perfección de la forma humana. Sus imágenes se caracterizan por el uso de líneas angulares y geométricas y el juego de luz y sombra, con un efecto general que evoca al surrealismo. Dichas características las podemos apreciar en sus reproducciones presentes en la exposición. Horst P. Horst La primera publicación de Horst para Condé Nast apareció en la edición francesa de Vogue en diciembre de 1931. Sus imágenes están influidas por el surrealismo y el ideal de belleza del clasicismo griego, algo claro también en la obra de Hoyningen-Huené, quien acercó a Horst al mundo de la fotografía de moda. En 1943, Horst se nacionalizó estadounidense y cambió su nombre Horst Paul Albert Bormann por Horst P. Horst, esto con el objetivo de no tener parecido con el nombre Martin Bormann, líder nazi y secretario personal de Adolf Hitler. En las fotografías que vemos en la muestra podemos apreciar cómo Horst pone especial atención en la posición de las manos, esto se debe a que se dio cuenta de que la mayoría de las veces los modelos no sabían dónde colocarlas al momento de posar. Diane Arbus Se puede decir que Diane Arbus se encargó de plasmar a todos aquellos personajes que no encajaban con el ideal del sueño americano. Sus fotografías más celebradas son aquellas que tomó en las calles más marginales de Nueva York donde retrató a prostitutas, travestis, enanos, pandilleros, enfermos mentales y demás personajes que son comúnmente discriminados. Sin embargo, las fotografías de Diane Arbus que vemos en la exposición fueron producidas en su etapa temprana como fotógrafa cuando, junto a su esposo Allan Arbus, se dedicaba a la fotografía de publicidad y moda. En este período, que abarca de 1946 a 1956, Diane estaba a cargo del concepto fotográfico de las reproducciones, mientras Allan tomaba las decisiones técnicas. 19

John Rawlings John Rawlings trabajó en Condé Nast por más de tres décadas. En un principio fue ayudante de estudio y aprendiz de varios reconocidos fotógrafos, como Horst P. Horst, y fue entonces cuando empezó a interesarse por la fotografía. En 1937, la casa editorial lo mandó a trabajar a Londres. Una vez ahí su trabajo rápidamente llamó la atención de la entonces editora en jefe de British Vogue, Edna Woolman Chase, quien estaba buscando un nuevo artista para cambiar la apariencia de la revista. Pronto sus fotografías empezaron a aparecer también en las ediciones americanas y francesas. Rawlings afianzó su carrera dentro de Condé Nast, cuando sugirió utilizar celebridades como modelos para los interiores de la revista y se convirtió en uno de los primeros fotógrafos en aprovechar la popularidad del modelo como estrategia de mercadotecnia. Erwin Blumenfeld Erwin Blumenfeld es uno de los más innovadores e influyentes fotógrafos del siglo XX. Sus fotografías tempranas de desnudos en blanco y negro son consideradas como lo mejor de su producción, sin embargo, es su fotografía de moda a color, en la cual combinó su experiencia técnica en el cuarto oscuro con un innato sentido estilístico, lo que lo hizo rico y famoso. Las fotografías presentes en la exposición muestran cómo Blumenfeld experimentó con múltiples exposiciones, imágenes combinadas, el uso de filtros y luces de color. También es importante mencionar que Blumenfeld fue el responsable de fotografiar a la primera modelo afroamericana que apareció en Vogue en 1958. Henry Clarke Fue a mediados de 1950 cuando Henry Clarke empezó a trabajar exclusivamente para la revista Vogue, sus fotografías se caracterizan por capturar la elegancia y la sofisticación de la mujer moderna. Clarke retrató a celebridades como Coco Chanel, Sophia Loren, Anna Magnani y María Callas, y a mujeres de la realeza, por ejemplo: la duquesa de Windsor, la emperatriz de Tailandia y Robin Duke. Clarke es ampliamente recordado por crear, junto con Diana Vreeland, entonces editora de Vogue, lo que es conocido como Travel fashion o moda de viaje. Esto surgió durante la década de 1960, cuando Clarke fue enviado a tomar fotografías a lugares exóticos como Siria, Irán, Jordania, India y México.

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Guy Bourdin Guy Bourdin publicó durante más de treinta años en Condé Nast, la primera vez que lo hizo fue en febrero de 1955 para la portada de la Vogue francesa. Consciente de que sus fotografías estaban destinadas a ser reproducidas en la revista, utilizaba el formato de la página para estructurar sus imágenes. Bourdin producía fotos complejas, con ambientes meticulosamente planeados, colores hipersaturados y modelos con posturas inesperadas. Su estilo y perfeccionismo sabía crear imágenes que capturaban la atención del público. Así, se convirtió en un transgresor de los editoriales de moda del siglo XX y en un fotógrafo clave dentro de la escena de la nueva ola de la moda. David Bailey En 1960, la versión inglesa de Vogue contrató, con tan sólo 22 años, a David Bailey quien se convirtió en una pieza clave para establecer la cultura de la juventud en Londres. Rápidamente, Bailey se volvió el fotógrafo estrella de la revista y un referente de la cultura pop de Inglaterra. Sus imágenes inspiradas en el jazz y el cine New Wave transmitían una vibra joven, libre y relajada. Bailey es uno de los fotógrafos que mejor ha sabido retratar e introducir los cambios sociales y visuales que tuvieron lugar durante los años sesenta en la fotografía, en la moda y en la capital británica. Deborah Turbeville De modelo a fotógrafa, Deborah Turbeville es una de las artistas de moda más importantes y reconocidas desde mediados del los años 70. Llegó a Nueva York a los 19 años con la intención de trabajar en el teatro, sin embargo terminó trabajando para Claire McCardell, prestigiado diseñador, y después como editora de moda. El trabajo que le dio renombre internacional fue Bathhouse, serie que realizó para Vogue en 1975. En dichas fotografías las modelos aparecían apenas vestidas, lánguidas, mojadas y desaliñadas, lo cual escandalizó a la sociedad de la época, para quienes las imágenes resultaron obscenas. En la exposición podemos ver una fotografía de esta serie. Albert Watson El estilo único de Albert Watson ha protagonizado más de cien portadas de la revista Vogue desde que llegó a trabajar a Condé Nast en 1976. Además de la fotografía de moda, Watson ha realizado cientos de exitosas campañas publicitarias para grandes marcas como Chanel, Gap, Revlon, entre otras. Asimismo, ha dirigido comerciales de televisión y cocreado variados carteles de películas hollywoodenses, por ejemplo el de Kill Bill. De este 21

modo, la producción de Watson está plasmada en el mundo de la fotografía comercial, de la editorial y de arte. Photo District News, importante publicación de la industria fotográfica profesional, clasifica a Albert Watson como uno de los veinte fotógrafos más influyentes de todos los tiempos, dicha lista también incluye a personajes como Richard Avedon e Irving Penn. Mario Testino Considerado por muchos como el mejor fotógrafo de moda vivo, el artista peruano, Mario Testino llegó al mundo de la moda después de probar suerte estudiando Economía, Derecho y Relaciones Internacionales. Sin embargo, no fue hasta que estuvo en una academia de fotografía cuando descubrió su verdadera vocación. Pronto se dio cuenta que el único género que le interesaba era la fotografía de moda y decidió dedicarse plenamente a esto. Así, fue consolidando su visión como fotógrafo poco a poco hasta que el mundo se rindió a sus pies con los retratos que hizo a Lady Di. Su trabajo oscila entre la teatralidad y el minimalismo, entre el arte y la moda, términos que parecen antagónicos pero que se unen irremisiblemente en la obra de Testino. Bruce Weber Bruce Weber es mayormente conocido por sus campañas publicitarias para marcas como Calvin Klein y Ralph Lauren. Ha capturado con su cámara a miles de celebridades, a los modelos más cotizados del mundo, creando un estilo propio, elevando el cuerpo masculino dentro de la fotografía. Fue él quien introdujo el cuerpo masculino en la publicidad contemporánea, en los mismos términos de objeto de deseo y consumo en que el público estaba acostumbrado a ver el cuerpo femenino. Sus fotografías raramente son en color, utiliza la fotografía en blanco y negro y sólo cámaras réflex analógicas. Tim Walker En 1995, tras hacer retrato y fotografía documental, Tim Walker realizó su primera sesión para la revista Vogue con tan sólo 25 años de edad. A partir de ahí sus trabajos han ilustrado las ediciones inglesas, italianas y estadounidenses de dicha publicación. Su fotografía innovadora es una de las más imaginativas y exuberantes que se producen actualmente, en ella recrea mundos imposibles de tonos románticos y surrealistas. De esta manera, sus imágenes se convierten en pequeñas historias que evocan universos conocidos y desconocidos.

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Corinne Day En 1990 un artículo de la revista The Face mostraba a quien se convertiría en una súper modelo: Kate Moss. La responsable de dichas fotografías fue Corinne Day, algo por lo que sería recordada toda su carrera. Sin embargo, hay mucho más qué decir del trabajo de Day además de este descubrimiento. Por ejemplo, que antes de dedicarse de lleno a la fotografía de moda la misma Corinne Day se dedicó un tiempo al modelaje para luego incursionar en la fotografía de manera autodidacta. Así, desarrolló un estilo denominado heroin chic, el cual fue muy popular en los noventas, y, aunque, sus fotografías eran más de tipo documental que de moda, logró convertirse en una de las fotógrafas de modas más importantes de finales del siglo XX. Sølve Sundsbø El fotógrafo de moda y cineasta noruego, Sølve Sundsbø, llegó a Londres en 1995 para perseguir un breve curso de fotografía en el London College of Printing y se convirtió en ayudante de fotografía para el aclamado Nick Knight. La orientación de Knight se volvió fundamental en su desarrollo y se extendió por cuatro años, algo que sin duda ayudó a Sundsbø a forjar su propio nombre hasta ganar el reconocimiento del que goza en la actualidad. Como podemos apreciar en sus fotografías presentes en la exposición, Sundsbø infunde sus imágenes con conceptos de otro mundo y técnicas experimentales, incluyendo: radiografías, impresión 3-D, efectos pirotécnicos y humo. Sus reproducciones combinan la luz, el cuerpo humano y la fantasía.

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