Lejos de Rueil, de Raymond Queneau (Ediciones del Subsuelo) Traducción de Pablo Moíño Sánchez por Juan Jiménez García

Lejos de Rueil, de Raymond Queneau (Ediciones del Subsuelo) Traducción de Pablo Moíño Sánchez | por Juan Jiménez García No estoy muy seguro de que en

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Lejos de Rueil, de Raymond Queneau (Ediciones del Subsuelo) Traducción de Pablo Moíño Sánchez | por Juan Jiménez García

No estoy muy seguro de que en la literatura de Raymond Queneau hayan periodos, que sus libros correspondan a distintas etapas, con propósitos definidos. Viendo el conjunto de su obra algo nos invita a pensarlo, pero no. Tal vez solo hay unas novelas autobiográficas (como Los últimos días, Odile, Un duro invierno,…) y otras que podrían ser la autobiografía de otro Queneau (o muchos) que nunca existieron, flores

raras

y

azules

que

crecen

a

partir

de

semillas

traídas

por

extraños

fenómenos atmosféricos. Pero después de todo, la obra íntegra del escritor francés (incluidos sus ejercicios de estilo) responde a una misma necesidad, a una misma búsqueda, de ir al encuentro de un lenguaje, de unas modos, que reflejen el mundo moderno

y

su

velocidad.

Queneau

fue

futurista

tras

los

futuristas,

sin

pretenderlo. Amaba lo que ellos sin compartir nada más. Fue mucho más divertido y mucho más libre, porque su literatura se construía sobre impedimentos y reglas, manera invencible de lanzarse al descubrimiento de otros caminos.

Lejos de Rueil fue escrita tras Mi amigo Pierrot y antes de hacerse pasar por esa jovencita abierta al mundo llamada Sally Mara. Esto podría no querer decir nada en especial, pero viene a confirmar que en Queneau no hay un orden, sino un revoltijo de ideas sobre las que gira, en un torbellino que nos atrapa una y otra vez. Sus novelas

al

fin

y

al

cabo

responden

a

una

formulación

exacta,

como

cualquier

fármaco: Zazie es una niña que quiere ver el metro de París pero es imposible. En Las flores azules dos tipos alejados por siglos se sueñan mutuamente. Así hasta el infinito. El argumento no es aquel agujero por el que se pierde el conejo (¿o es la liebre?) de Alicia para encontrar su País de las Maravillas. Aquí, Jacques L’Obole

persigue

su

vida,

a

través

de

un

puñado

de

escenas.

Empieza

por

su

infancia y acaba en un entierro, y en todo ello es un espectador. Su vida, en realidad, gira a través de los piojos. Y eso ya invitaría hacia una existencia insignificante, pero no, los piojos son realmente algo fascinante de los que todos tenemos algo que contar. Las novelas de Queneau no tienen ningún argumento concreto, solo un puñado de excusas brillantes para dejar la vida pasar. Para que sus personajes tengan un lugar donde habitar y dejar pasar sus días hablando de esto y de lo otro. Y es esto y lo otro la materia con la que están construidas sus novelas. Pero es que esto y lo otro es también sobre lo que están construidas nuestras vidas, de modo que todo está bien. Vertiginosas, como el paso de un tren que no se detiene en ninguna estación, las palabras forman parte de un mecanismo infernal que hace que se lancen en una carrera que solo puede acabar cuando él quiere (ahora, haciendo memoria, con la llegada del invierno, realmente o metafóricamente). Su escritura es una invitación a la felicidad como motor de lectura y a la reflexión como punto final. Me

gustaría

pensar

que

Raymond

Queneau

tiene

en

nuestro

país

el

lugar

que

se

merece. Seguramente no. Tampoco sé si es importante que alguien tenga un lugar en un país, más allá de un espacio en algún lugar íntimo que solo a nosotros nos pertenece. Leerle es una experiencia difícilmente explicable, porque entraña un puñado

de

emociones

y

responde

a

su

propia

manera

de

entender

el

mundo,

tan

especial, a la que se entrega el lenguaje (estupendo trabajo de traducción de Pablo Moíño Sánchez, que ya se las había visto con el Oulipo) y la vida. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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Entre el mundo y yo, de Ta-neishi Coates (Seix Barral) Traducción de Javier Calvo | por Óscar Brox

Es

posible

violencia

que

hayamos

ejercida

desde

olvidado las

alguno

de

instituciones

los para

capítulos controlar

más y

oscuros

de

disciplinar.

la O

someter, aplacar y, en algunos casos, incluso quitar la vida. No son pocas las veces que muchas de esas historias dependen de la fuerza del foco mediático que se

coloque

para

concertinas África,

compartirlas en

hoy

el

vallado

son

internamiento

con

las,

de

una

amplia

que

separa

cuando

menos,

emigrantes.

mayoría

un

país,

el

dudosas

Mañana

quizá

de

personas.

nuestro,

condiciones

sea

el

Ayer

de

su

de

los

precario

fueron

las

frontera

con

centros

estatus

de

de

los

refugiados y el circo de pompa y desigualdades que los grandes pactos aplican para mitigar las grandes, medianas o pequeñas tragedias. O, dicho de otra manera, la facilidad con la que se rompen los cuerpos, ya sea con porrazos o (y esto también es preocupante) con una preocupante ausencia de garantías jurídicas y sociales. Con

ese

racismo

neutral,

que

blando,

trabaja

en

tolerado

porque

silencio

para

ha

adquirido

ampliar

los

una

expresión

límites,

la

falsamente

distancia

y

la

separación entre cuerpos, entre realidades, entre mundos. Entre tú y yo. Si

no

fuera

por

su

carácter

netamente

epistolar,

Entre

el

mundo

y

yo

podría

considerarse un panfleto, una exposición detallada de la situación descrita en el anterior párrafo. Un análisis al que no le faltan nombres, apellidos, lugares y, por supuesto, vergüenzas que el tiempo ha diluido. Qué remedio, dirán algunos, si estamos hablando de una nación como Estados Unidos, tan autosuficiente a la hora de gestionar sus enfermedades sociales. Quizá el racismo, o esa separación entre cuerpo y mundo, entre identidad y realidad, sea una de las más preocupantes. Más aún que la brecha salarial o la administración de un miedo que ha creado un caldo de cultivo paranoide tras el 11-S. Más todavía, cuando suceden casos como el de Prince Jones, tiroteado por un policía negro, que abren si cabe un poco más la herida

que

ahorrar

nunca

dolor,

termina

lágrima,

de

cicatrizar.

vergüenza

u

Que

nadie

obligación

de

sabe

cómo

perdonar.

cauterizar Que

para

alimenta

esa

perpetua ofensa que un día se centró en los campos de algodón, al siguiente en las caricaturas

de

los

estereotipos

raciales

y

más

tarde

en

la

violencia

policial

capaz de paralizar una comunidad entera (véase Ferguson). Es por eso que la escritura de Ta-Neishi Coates, la larga carta escrita a su hijo adolescente,

posee

un

ardor

especial.

Una

mezcla

de

rabia,

de

búsqueda

de

consolación, de miedo al futuro y de eterno (y entero) agradecimiento a la vida. Porque, precisamente, en ella Coates profundiza en la vida que ha tenido, desde aquel

Baltimore

pre-The

Wire

a

su

definitiva

eclosión

como

autor

y

editor

literario. Años terribles, años de incomprensión, de pistolas escondidas debajo de la sudadera, del terror a la violencia ejercida sin motivo aparente, de la falta de

cohesión

que

te

arroja

al

otro

rincón

del

ring.

De

un

mundo

aparentemente

limitado, de cuerpo enclenque, que apenas ofrece una posibilidad de movimiento. De ahí que el repaso vital de Coates incluya un salto de longitud, el gran salto, tras su paso por la universidad. Ese otro mundo, aquellas voces negras; aquellas voces, simplemente. Aquellas personas que le enseñarán la vida, el cuidado de sí, el amor, el respeto y la vindicación y construcción de una identidad y de un mundo.

Coates

escribe

predicaba

sobre

Malcolm

X

los y

vivos

aquella

y

los

muertos,

infancia

dura

sobre

de

el

castigos

estilo y

de

vida

temores.

Sobre

que la

amistad con Prince Jones y cómo le cuesta creer que esté muerto (hasta llega a fantasear

con

un

último

encuentro

que

nunca

llegó

a

producirse);

con

Trayvon

Martin, con su futura mujer, con la profesora más influyente del campus, esa otra realidad

llamada

París,

con

su

papel

de

padre

y,

también,

con

aquel

otro

que

desempeñó como hijo. Con las enseñanzas acumuladas, que no se vinculan necesaria o exclusivamente al respeto y la tolerancia, sino a la apreciación de un mundo, al trabajo para recomponerlo, pese a todo, el esfuerzo por evitar que se rompa. Como se rompe un cuerpo cuando lo agreden. Y Entre el mundo y yo es, más que un tratado de ética aplicada o una honda reflexión moral, un hermoso gesto hacia la figura del hijo. O hacia esa preocupación que surge cuando uno se pregunta qué mundo está legando,

qué

prejuicios,

qué

puede

ser

la

virtud

en

una

nación

que

todavía

persigue al otro. Que fomenta el terror en pequeñas cápsulas. Que, en definitiva, necesita volver a entender qué significa estar vivo. Y qué vida, también, está tejiendo para las generaciones futuras. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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La mierda arde, de Petr Šabach (Huso) Traducción de Kepa Uharte | por Juan Jiménez García

Hay en la literatura checa (desde los tiempos del deshielo, tiempo de sueños que acabó bajo los tanques “populares”) una cierta necesidad de contar. De contarse uno mismo, de contar a los demás. De escribir sobre el tiempo pasado, pero siempre presente. De todo aquello que fue y que no podía ser escrito, entonces. Si los escritores

(y

directores

de

cine)

de

la

nueva

ola

de

los

años

sesenta

se

instalaron en buena medida alrededor de Bohumil Hrabal, los que vendrían después de la revolución de terciopelo ya estaban un poco más allá, no mucho más, pero algo más allá. La diferencia es que los primeros había vivido en la esperanza de otra cosa, mientras que aquellos otros, los escritores que aparecieron en los años noventa, lo habían hecho en la desilusión. Habían atravesado el frío invierno y el absurdo de la vida bajo ese nuevo comunismo tutelado por la Unión Soviética. En esa línea, por hablar de escritores que han llegado a nuestro país, podrían estar Jáchym Topol, Jiří Kratochvil y, ahora, Petr Šabach, pero también muchos de los cineastas que hace un par de décadas comenzaron tímidamente a hacer cine, a poner en imágenes la experiencia colectiva de los últimos veinte años. Ya no se

podía escribir igual que Bohumil Hrabal, ya no se podía escribir igual que Milan Kundera, y tampoco se podía hacer un cine similar a la Nova Vlna (aunque muchos seguían en activo, unos sin lograr publicar, otros en el exilio, otros intentando hacer lo que podían de la manera que se les permitía). La mierda arde, ahora publicado por Husa en traducción de Kepa Uharte, es un buena aproximación a todo esto desde el instante en el que todo está recogido en ella. La época, el tono, y también esa dualidad del cine y la literatura (sería llevada al cine como Pelísky y Pupendo, ambas dirigidas por Jan Hrebejk). Integrada por tres relatos, los dos primeros son estupendos apuntes para llegar al tercero. En La apuesta, dos viejos en una cervecería, discuten sobre todo, desde el tamaño de un oso enfurecido hasta cuanto tiempo se puede resistir sin respirar, para llegar a

la

conclusión

de

que

lo

importante

es

hablar

de

algo,

cualquier

cosa,

como

aquellos palabristas de Hrabal, con los que comparten su interés por examinar el mundo

entre

cerveza

y

cerveza.

En

el

segundo,

Bellevue,

una

niña

aspira

a

convertirse en hombre, lo cual le parece mucho más práctico que su condición de mujer. Solo hay que ver el mundo que le rodea, aunque el mundo que le rodea, bien visto, tal vez no llegue a justificar tan importante decisión. Pero La mierda arde es fundamentalmente Agua con zumo, el tercero de los relatos, una novela en sí mismo. Adoptando distintas voces (la del narrador-escritor, la del protagonista-escritor y la de la niña-mujer del escritor), Šabach traza un maravilloso retrato de aquellos años nada maravillosos, pero en los que uno podía estar tan preocupado por las mujeres (o los hombres) que la Historia con hache mayúscula

se

quedaba

en

la

cuneta,

como

un

objeto

abandonado

(con

el

que

se

tropezaba frecuentemente). Desde la infancia a la madurez (o inmadurez, no sabría decir), seguimos las dudas, vacilaciones y esa cotidianidad de unos seres abocados a

entenderse

solo

ratos,

que

se

tocan

de

cuando

en

cuando

y

que

sobreviven

alimentados por una ternura de pobres, llenos de incógnitas. Muchas dosis de ironía praguense son necesarias para alcanzar ese momento en el que lo terrible está en un rincón del armario y mientras vives mirando para otro lado,

intentando

despistar.

Como

el

hermano

del

protagonista

que

se

intenta

suicidar en un horno eléctrico. O la confianza del padre en el progreso de las Repúblicas Populares, con cucharillas del café que se derriten o vasos irrompibles que se rompen. Como el título de aquella película, lo importante es el coraje cotidiano, algo muy checo. El sobreponerse desde ese humor a una existencia no exenta de nubes amenazadoras y el ruido parásito de las proclamas. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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Ida,

de

Gertrude

Stein

(Ediciones

Alfabia)

Traducción

de

Teresa

de

la

Vega

Monecal | por Francisca Pageo

Gertrude Stein (1874 – 1946) fue una escritora estadounidense considerada como la pionera de la escritura modernista. Ida, publicada por Alfabia, nos propone una autobiografía ficticia de sus años vividos en América. Así, esta es la historia de Ida, desde que nace hasta su edad adulta. La mente de Ida es incansable y no para, como

así

lo

hace

físicamente.

Ida

vivirá

en

diversas

casas,

diversos

estados,

hoteles y ciudades, siendo este uno de los principales ejes de la historia. Ida será una mujer en busca de un hogar continuo. A ella le parecerá natural vivir el momento, el carpe diem, sin importar donde vivirá ni que hará mañana. Así vemos a una mujer cuya máxima aspiración será estar, con todo lo que este verbo implica. Cada situación le suscita pensamientos que se van disipando conforme avanza en la vida.

Ida

no

deja

de

hablarse

a



misma,

de

contestar

a

sus

preguntas,

descubriendo los diversos aspectos que posee de ella misma y su entorno. La protagonista se casará y estará siempre haciendo cosas, como lo es su vida, ya hemos dicho, siempre cambiando y pasando de casa en casa. Está Ida, la que ama a tres hombres y a cada uno de ellos le dice adiós; y está Ida, la que sueña con tres hombres que cuando se despierta ya nunca más están ahí. Así, vemos a la protagonista de Stein como una mujer perdida por el curso y los eventos de la vida. Una vida llena de paradojas y de profunda psicología que Stein explora en las innumerables expresiones de la protagonista, creando una imagen que ella misma encuentra sofocante y también liberadora. Ida es un libro extraño, que se puede considerar cercano al cubismo, movimiento pictórico a partir del cual Stein quería hacer literatura. La intertextualidad se halla presente en todo el libro y se hace palpable cómo el uso de la palabra repetida

nos

tejemanejes concreta.

de

Cada

evoca la

cosas

vida

párrafo

de de

y

sensaciones

íntimas

la

mujer,

esta

vez

la

novela

muestra

y

sustanciales

estadounidense

un

conjunto

de

y

sobre

de

una

hechos

que

los época hace

adelantar siempre lo que puede o debería pasar. El ritmo de cada frase es lúdico e inseparable de los pensamientos. De hecho, una simple frase de esta novela de Gertrude Stein puede llegar a revelar profundas verdades de la conducta humana y de la posición de cada individuo. La prosa de Stein es bella, dinámica y dialéctica, así como calmada e hipnótica. Es una prosa, casi poética, que se repetirá continuamente y en la que hallaremos una

rima

hermosa,

en

la

que

Stein

nos

adentra

en

su

poética;

una

poética

particular que podríamos considerar, como bien dice en la solapa del libro, una reconstrucción feminista del lenguaje patriarcal. De este modo, estamos ante una novela digna de ser estudiada, por su relevancia ante el uso de la palabra que tiene Stein. Una obra que nos incita a querer saber más de su protagonista e incluso de la autora, ya que la expresión que se ve en el libro es totalmente liberadora y nueva, dentro del tiempo y el contexto en el que fue escrita. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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Botanicum, de Katie Scott y Kathy Willis (Impedimenta) | Traducción de Miguel Ros González | por Almudena Muñoz

El lector pasa a menudo por las páginas como los pies sobre la Tierra; damos tan por sentado un paisaje precioso que, como decía Iris Murdoch, mientras cualquier alienígena

se

maravillaría

ante

una

simple

flor,

nosotros

apenas

sabemos

nombrarlas. Mientras en los plenos y en las salas de los colegios se discute si resulta

equitativo

el

reparto

entre

horas

de

letras

y

ciencias,

y

(muy

legítimamente) cuál es el orden y peso adecuados para los números, los versos y

las

notas

musicales,

en

las

aulas

no

sólo

faltan

plantas,

sino

que

apenas

se

enseña al niño a distinguirlas. Aunque todos los conocimientos son enriquecedores e imprescindibles, la ignorancia sobre el paisaje acaba pesando sobre todo aquel que no escoja un sendero especializado. Puede que distinguir un álamo de un olmo (¿acaso le han aparecido en la mente imágenes claras al leer esos nombres?) no fuese nada útil, pero sí un acto de justicia hacia nuestro planeta. Tan

embebidos

por

la

vida

ordinaria,

relegamos

a

un

segundo

plano

lo

que

ciertamente es el fondo de nuestras funciones cotidianas. Según el horario común, sólo en sábados, domingos y festivos la vista se relaja y una óptica poco usada y, por tanto, con bastante desenfoque, comienza a fijarse en los árboles, las flores y las macetas mustias y desatendidas durante la semana. Un paseo por el campo, unas correrías con el perro por el parque, una visita al jardín botánico. Kathy Willis, conservadora jefe en los famosos Kew Gardens de Londres y coautora de Botanicum,

debe

experimentar

de

primera

mano

ese

salto

entre

la

vegetación

encapsulada en un edificio espectacular y la rutina urbana sólo salpicada por los carromatos

chic

que

venden

las

suculentas

de

moda.

De

algún

modo

nos

hemos

acostumbrado a que las señas de identidad del planeta sean decoraciones costosas, un

frondoso

salvapantallas

que

sólo

podemos

apreciar

con

la

mediación

de

un

monitor, de un cristal o de una costosa entrada. O, como es el caso de Botanicum, de papel, que no deja de ser un acercamiento más poético (sostenibilidad aparte) a la esencia de los árboles. Los

lectores

reaccionan

como

esos

paseantes

de

fin

de

semana,

apartando

los

objetivos prácticos y escogiendo fijarse en la floritura, el detalle oculto, los trasfondos contagia

a

de

la

la

narrativa

lectura

y

del

los

día

ojos

a

día.

En

persiguen

ocasiones,

únicamente

el

la

ritmo

trama;

habitual pero

en

se los

momentos adecuados sabrá detenerse a valorar lo que el colegio nunca le enseñó y lo

que

la

vida

le

impide

apreciar.

El

tiempo

se

congela

y

la

imaginación

se

dispara ante las orquídeas de El sueño eterno, los rododendros de Manderley, las rosas amarillas de la condesa Olenska, el par de extrañas flores blancas que trae La máquina del tiempo, las espuelas de caballero, los guisantes de olor, las lilas y

los

claveles

ejemplares,

de

tanto

la en

señora las

Dalloway.

mesas

(porque

Tan

desacostumbrados

tener

flores

frescas

a

encontrar parece

esos

una

cara

frivolidad) como en los jardines (extraño lujo para la mayoría de las familias), lector y autor enseguida añaden un significado simbólico, recordando las rosas medievales, las violetas que bañan a Ofelia, el albaricoque de Ricardo II. Pero no todo tiene un doble sentido. El sentido más puro posible es revelar, de forma

directa

y

honesta,

la

belleza

de

los

alrededores.

La

inspiración

ante

cualquier curiosidad, sobre todo de la que se desvía de las ramas marcadas por los planes

educativos

visuales

ilustrados

y

las por

agendas Katie

mediáticas.

Scott

Ante

constituyen

el

ese

propósito,

perfecto

los

complemento

museos a

las

lecturas de trama, a los saberes de moda y a la animación que bascula entre el cómic naíf y el hiperrealismo. Recuperando el estilo y el espíritu de aquellos antiguos

infolios

diseñados

por

viajeros

que

todavía

tenían

el

privilegio

de

descubrir un mundo virgen, Scott diseña láminas festivas y sugerentes que invitan a plantearse preguntas sobre el parque, los jardines de pago y las macetas. Kathy Willis

sabe

escoger

aquellos

especímenes

que

capturan

la

atención

de

los

visitantes de Kew Gardens (las orquídeas y las plantas carnívoras) y de otros más vulgares que encierran maravillas nunca vistas en las baldas del supermercado (la calabaza o las gramíneas). El recorrido es ligero y riguroso, como esas galerías que permiten centrarse en el plano sensorial o tomar notas frenéticas para investigar, escribir y dibujar más tarde. En cualquier caso, un estímulo suficiente como para adquirir esa conciencia sobre los alrededores y la vida que nos sustenta que normalmente creemos vedada a los personajes de ficción y a los poetas: Stendhal viendo el amor en la hiedra, Keats en las ramas primaverales y Robert Frost en los abetos de Nochebuena; todos ellos como los niños de La materia oscura que suspiran en el jardín botánico de Oxford: separados por el tiempo o el espacio, la vegetación y los libros continúan respirando igual en todas partes. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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La

reina

de

Picas,

de

Alexander

Pushkin

(Ediciones

Nevsky)

|

Ilustraciones

Sandra Rilova. Traducción de Marta Sánchez-Nieves | por Francisca Pageo

de

Pushkin fue uno de los grandes escritores del siglo XIX, tanto en Rusia como en el resto del mundo. Por ello, no es de extrañar que se editen, bellamente como en este caso, sus libros a lo largo de los años. Con la traducción inmejorable de Marta Sánchez-Nieves, tenemos La reina de Picas, uno de los clásicos que todo el mundo conoce –o debería conocer– en lo que se refiere a la literatura gótica y fantástica. Un relato que ha sido trasladado a la ópera por el compositor Pyotr Ilyich

Tchaikovsky,

además

de

ser

adaptado

en

diferentes

versiones

cinematográficas, por lo que su validez cultural le ha asegurado un lugar como una de las grandes joyas literarias jamás creadas. Pushkin, que escribiría la historia en otoño de 1833, narra la avaricia de una manera totalmente fiel a como la podemos entender. Esa es la palabra clave y por la cual todo el relato se hace a sí mismo. En él se nos narra la historia de Hermann, un hombre cuya máxima pasión es jugar a las cartas que descubre cómo uno de sus compañeros de juego tiene una abuela cuyo secreto, gracias al Conde de Saint Germain, era ganar a los naipes. A raíz de ello surgirá toda una aventura diabólica que en el relato se nos muestra de manera muy directa y formal. Es inescrutable la posesión y dominio que tiene el autor de hacer de un relato de

fantasmas, realmente

este denso

relato en

su

de

fantasmas,

lectura.

La

el

cual

remembranza

es

corto

en

de

tiempos

su

extensión,

pasados

en

pero

donde

la

burguesía estaba en todo su esplendor se hace presente en esta historia. Las ilustraciones, obra de Sara Rilova, en blanco, negro y rojo, son enormemente elegantes y finas, muy cuidadas y bien hechas, y nos acercan al cuento de una manera muy sutil, inundada por esa sensación de estar ante esas costumbres rusas que tanto se dan en Pushkin, como también se daban y se pueden ver en Dostoievski, Tolstói o Gógol. Estamos ante un relato potencialmente embriagador, que nos hace adentrarnos en el misterio de una manera ensordecedora, bruta, hasta dejarnos con la piel de gallina. Un relato romántico, fantástico (en su doble sentido), en el que la prosa es altamente sugestiva. Todo es un juego, con todo lo que el jugar implica. Perder y ganar, ganar y perder, aventurarse en lo desconocido y dudar, pensar,

avanzar

aunque

a

veces

haya

que

retroceder.

Así

es

la

narrativa

y

el

relato de Pushkin. La reina de Picas es una historia que hay que disfrutar por sí misma. Una historia que todo el mundo debería conocer para saber de primera mano lo que el misterio y la

fantasía

editorial

son

Nevsky

en

su se

manera ha

más

acercado

clásica de

y

manera

romántica. precisa

y

Un

relato

bella,

sin

al

que

la

florituras

estéticas pero aun así hermosamente adornado por unas ilustraciones precisas y adecuadas. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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Bohumil Hrabal | Mi gato Autíčko, de Bohumil Hrabal (Galaxia Gutenberg) Traducción de Monika Zgustova | por Juan Jiménez García

Cuando hace algunos años murió Emilio Toibero, amigo insustituible en la distancia argentina,

tras

haber

aparecido

desplomado

en

la

calle

y

sin

poder

ser

identificado durante unos días (me dijeron), lo primero en lo que pensé, entre todo el horror, fue en su perro. Aquel perro que le reclamaba ver, en su soledad, uno junto al otro, el Umberto D de Vittorio de Sica. Ahora, todo este tiempo después, leyendo

Mi gato Autíčko, de Bohumil Hrabal, he entendido que lo único

que hacía era abrazar póstumamente los temores, ciertos, de Emilio. ¿Qué será de todos

aquellos

confusiones: terriblemente

animales

Mi

gato

triste.

cuando Autíčko

Un

libro

uno

no

esté?

es

un

libro

sobre

la

Hay

que

decirlo

terrible.

vida

pero

ya,

para

Terriblemente

también

sobre

huir

de

bello

y

la

muerte

(seguramente más sobre la muerte). Y sobre la culpa, que es el precio común que nos toca pagar por la belleza de algunos instantes. El amor del escritor checo por los gatos es bien conocido. Curiosamente no es algo que se transmita a sus novelas, pero estaba bien presente en su vida. En su casa

de campo de Kersko, no muy lejos de Praga, Hrabal vivía sin ninguna comodidad, con un puñados de gatos y una mujer que le preguntaba cada día que iban hacer con todos aquellos animales. A esos instantes mágicos en los que despertaban rodeados de un afecto que pocas cosas podían reemplazar, le seguían los tormentos de la existencia. Pensar en ellos cuando se iba a la ciudad, imaginarlos en el frío, esperando poder entrar de nuevo en la calidez del hogar, pensar que sería de ellos cuando él ya no estuviera allí para cuidarles. Pero lo más terrible de todo, lo que

verdaderamente

le

volvía

loco

era

cuando

sus

gatas

traían

al

mundo

otros

gatitos, de cinco en cinco si era necesario y él ya no sabía qué hacer con ellos (o sí, y eso era lo peor). Y seguía oyendo la eterna pregunta de su mujer. En su vida, como en su obra, lo bello y lo triste siempre han ido juntos de la mano. Para alguien que vivió la realidad de aquella Checoslovaquia aplastada por su época, atravesada por los tanques populares-soviéticos y convertida en país de las

maravillas

escribir

subido

perdidas, al

no

tejado,

podía guardar

ser

de

todo

otro lo

modo.

escrito

Trabajar en

un

en

cajón,

una

fábrica,

esperando

un

futuro incierto y una eternidad aún más incierta. Hrabal construye su narrativa sobre la necesidad de vivir y Mi gato Autíčko (en realidad, Autíčko es una gata), aún desde su tono íntimo, personal (o precisamente por eso), no deja de ser un canto a la vida por encima de todo, empezando por lo terrible. Lo terrible, ese algo

que

está

siempre

por

ahí,

para

lo

que

no

es

necesaria

ninguna

tragedia

griega. A través de su relación con los gatos, Hrabal nos propone su relación con él mismo. Ya ni tan siquiera con el mundo que le rodea, que es algo que está ahí. Ya decía en uno de sus poemas que la distancia más lejana es la que va de uno mismo a uno mismo, e invitaba a construir un puente. Sin duda ese puente está habitado de gatos. De gatos vivos y de gatos muertos. De fantasmas. Y del frío invierno. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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El chico a quien criaron como perro, de Bruce Perry y Maia Szalavitz (Capitán Swing) Traducción de Lucía Barahona | por Juan Francisco Gordo López

«Este niño se porta mal en clase, no atiende, se distrae, arma jaleo y replica a voces sobre cualquier llamada de atención del profesor o incluso sus compañeros de clase. Este niño tiene un trastorno por déficit de atención, o TDA». Es sorprendente la cantidad de veces que se juzga este tipo de comportamientos erróneamente

y

se

le

diagnostica

al

chiquillo

este

tipo

de

trastornos,

cuyos

síntomas son muy similares a los del trastorno de estrés postraumático, o TEPT, el mismo que presentan los soldados que regresan de la guerra de contemplar horrores. Pero este error fundamenta sólo uno de los casos que Bruce Perry expone en su libro, El chico a quien criaron como perro, y es un desliz muy común dentro del ámbito

de

la

psiquiatría.

El

resto

de

niños,

créanme,

les

removerá

algo

muy

profundo que hará que tal vez reconsideren cómo tratar a un infante cuando les saquen de sus casillas. Con una prosa magistral, el Dr. Perry nos va conduciendo a través de los estrechos recovecos del cerebro, con expresiones y terminología que, para evitar el fárrago, su colega Maia Szalavitz se ha encargado de traducir al lenguaje cotidiano. No les voy a engañar, es un libro crudo y tremendo, pero la satisfacción que se siente al comprender cómo el medio ambiente social determina la salud mental (y en la mayoría de ocasiones física también) del niño abre de par en par las puertas de la compasión y la autoevaluación. ¿Estaré fomentando un comportamiento positivo en mi hijo? ¿Supondrá aquel episodio al que yo no di importancia y en el que corregí su actuación con un tortazo un trauma que lo marcará de por vida? ¿Estaré dejando a mis hijos en buenas manos cuando contrato a una niñera? Son dudas sensibles que puede plantearse cualquiera con la lectura del libro, aunque lo realmente importante calará más allá de la exposición de los traumas infantiles. Y es que es necesario, y el autor insiste constantemente en ello, que la infancia sea un tiempo de exposición social sana, de mimos y cariños, de interacciones con el

niño,

de

educar

con

la

atención

puesta

en

la

reciprocidad

de

elementos

positivos y agradables. En definitiva, de exponer a una edad temprana los afectos de

y

hacia

el

niño

y

la

importancia

que

tienen

para

un

desarrollo

normal

posterior. Es en los cuatro primeros años de vida de cualquier humano cuando se desarrolla la mayor

parte

de

su

capacidad

cerebral,

por

lo

que

cualquier

detalle

mínimo,

cualquier acción que a un adulto nos pueda parecer traumático, en la infancia puede suponer un cambio radical en la manera de asimilar la realidad del niño. La

editorial

que

ha

sacado

esta

joya

en

castellano,

Capitán

Swing,

nos

tiene

acostumbrados a libros tremendamente interesantes y, en ocasiones, como esta, tan brillantes que cuesta despegarse de ellos. Me gustaría serles sincero: he reescrito esta reseña varias veces y ninguna de mis palabras pueden ser lo bastante elocuentes como para destacar la importancia que considero que supone la lectura de este libro. Imprescindible, a mi entender, para cualquier

individuo

con

sensibilidad.

Una

obra

que

deberíamos

tener

a

mano

en

cualquier momento tanto para reflexionar como para aprender, esa capacidad que tan obsoleta tenemos los adultos. […]

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Cerco, de Carl Frode Tiller (Sajalín) Traducción de Cristina Gómez-Baggethum | por Óscar Brox

Decía Rodolfo Fogwill en su presentación de los cuentos de Kjell Askildsen que aquel era un artista del narrar, capaz de crear con lo mínimo un mundo de enorme

resonancia moral. Tal vez al autor de Los pichiciegos también le inquietara la facilidad con la que la literatura noruega penetraba en la fachada de orden de su sociedad

hasta

precisando

resquebrajarla.

que

tras

esas

A

partir

pequeñas

de

derrotas

las

cosas

cotidianas

más se

insignificantes,

halla

el

foco

del

problema: la eterna aspiración a proporcionar un poco más de densidad sobre unas vidas demasiado monótonas, demasiado mediocres. Sin profundidad. La generación a la

que

pertenece

Knausgard

como

Carl

Frode

fenómeno

Tiller,

literario,

la

ha

misma

que

acentuado,

ha si

abanderado cabe,

esa

a

Karl

sensación

Ove de

incomodidad. De pensar, cuando no dudar abiertamente, si hay algo por exprimir en unas

memorias

vitales

que

discurren

con

tranquilidad.

A

qué

se

debe,

en

definitiva, que nos conozcamos tan poco. O que, simplemente, no queramos conocer, explorar, incluso expresar, nuestros rincones más íntimos. Cerco

es

un

proyecto

continuaciones.

Pero

literario lo

es,

ambicioso,

en

fundamentalmente,

tanto por

que su

ha

producido

empeño

a

la

varias

hora

de

construir, a partir de los recuerdos e impresiones de un grupo de personajes, la intimidad de su protagonista. Al mismo tiempo que esa memoria compartida dibuja un contexto y una época, una historia de deudas y dolores, de mentiras, secretos e identidades escondidas o silenciadas, heridas y cicatrices que la prosa de Tiller expone sin pudor. Así, la premisa inicial presenta a un personaje, David, víctima de la amnesia, que pide en un anuncio público que todo aquel que haya compartido alguna

experiencia

en

el

pasado

le

ayude

a

recordar

quién

fue,

quién

es.

Esa

demanda dispara el relato en varias direcciones concretas: hacia la adolescencia de los protagonistas, hacia una primera madurez y hasta la siempre conflictiva relación entre padres e hijos. O lo que es lo mismo: las historias conectadas de Jon, Arvid y Silje. Tiller se vale de sus personajes para conformar un paisaje, el de la Noruega de principios

de

los

80,

marcado

por

los

problemas

de

identidad

sexual,

la

convivencia monoparental, los hogares adoptivos y las crisis que en algún momento sacuden a la adolescencia. Y para ello deja que, en forma de carta o de correo electrónico, sus protagonistas aborden a tumba abierta aquellos sentimientos que en

el

pasado

se

cubrieron

de

titubeos,

tentativas

frustradas

y

callejones

sin

salida. Así, explora la tendencia a la autocompasión de Jon, el eslabón más frágil del grupo, marcado por su homosexualidad reprimida hasta el punto de obligarse a intentar formar una familia tradicional. O la ansiedad de Arvid de encajar, siendo un representante de la iglesia, en el entorno secular de la familia de David. O el temor de Silje a descubrir que su necesidad de dar rienda suelta a la creatividad artística no supone más que un blindaje frente al mundo mediocre al que tanto teme pertenecer. Cerco retrata de manera descarnada los sentimientos de sus personajes, puesto que cada una de sus páginas describe la larga confesión que unos y otros han callado

en el tiempo. Que expresa todo lo que han sido, pero también todo lo que ha sido David. La incertidumbre sexual que le llevaba a acostarse con Jon, la debilidad de la estructura familiar que soportaba junto a Arvid o la deriva que los sueños culturales, que el horizonte vital, marcaba con Silje. El engaño, el egoísmo o la necesidad de reprimir una y otra vez esa sensación de fracaso que atenazaba sus vidas. Que requería, tal vez, de una voz al otro lado. De menos distancia. De ese gesto de empatía que suavizase la percepción de vivir inmersos en una realidad insignificante. Sin la posibilidad de estrechar los vínculos afectivos, negándolos hasta pulverizarnos en una eterna huida hacia delante. La principal virtud de Tiller reside en su capacidad para fintar el regodeo en la miseria ajena y preservar el dolor, el rencor, la tristeza o la agonía de sus personajes. Eso que cada uno de ellos explora cuando todo parece perdido. Cuando se ha alcanzado la soledad (como Jon), cuando se acerca la muerte (Arvid) o cuando se vive la incomprensión (Silje). Eso que, en una ampliación del mapa, su autor asocia con los vicios de la misma Noruega. Con la actitud cómplice que bajo la marca

del

orden

y

la

eficiencia

esconde

el

signo

de

su

mediocridad,

de

sus

terrores íntimos y de sus anhelos inalcanzables. Por ello Cerco se antoja un libro tan cercano, lleno de cicatrices y de monólogos hirientes en su desnudez. En su manera de exponer sin ambages ese dolor que atenaza el alma. Esa identidad tan herida, tan a recomponer, que lleva a sus protagonistas a volcarla en el relato de un hombre que ha perdido su pasado. O que lo ha olvidado deliberadamente. Pero sin el

cual,

tal

vez,

nada

de

todo

eso

tiene

sentido.

Porque

es

a

través

de

esa

memoria compartida como se puede recuperar las páginas de su crónica familiar.

De

crear con lo mínimo un mundo de enorme resonancia moral. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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Siete

aproximaciones

a

María

Zambrano

(Sd·edicions) | por Francisca Pageo

y

un

acercamiento,

de

Antoni

Marí

No

es

fácil

hablar

de

María

Zambrano,

pero

Antoni

Marí,

catedrático,

poeta

y

ensayista catalán, lo hace de una manera cercana y libre en esta obra. Un libro que,

como

quietud.

él Así,

mismo Marí

dice

de

la

obra

nos

introduce

en

de

María

el

Zambrano,

pensamiento

requiere

de

María

de

reposo

Zambrano,

y un

pensamiento original y revelador que nos lleva por el camino de la poética y la filosofía. Marí es sincero y es desde esa sinceridad que podemos vislumbrar el camino de Zambrano. La

poesía

se

hace

presente

en

estos

acercamientos

a

las

ideas

de

la

autora,

haciendo así Marí también una poética en torno a la obra y las ideas de Zambrano, pues es una escritura que fluye en paralelo a la poesía; una lectura sentida, que nos cala en la mente y el corazón. Los textos, el primero una conferencia y el resto

ensayos

aparecidos

en

diversas

publicaciones,

son

trabajos

que

Marí

ha

llevado a cabo durante toda su trayectoria como filósofo. De este modo, nos habla del

hacer

filosófico,

del

conocimiento,

entendernos como seres humanos.

el

cual

nos

dará

las

claves

para

Los diversos ensayos expuestos son una extensión

del ensayo en sí mismo, que nos acercan a la filosofía y a sus habitantes a lo largo de los tiempos.

Marí nos habla de diversos filósofos que se acercan de un modo u otro al pensar de María Zambrano. En esta(s) filosofía(s) que nos muestra el autor, el pensamiento, los sentidos y el arte se encuentran de una manera reveladora y subyacente a las ideas. Hay cierto impulso a lo sagrado, a lo místico, algo que no sabemos muy bien cómo escribir o definir pero que María Zambrano ha hecho y ha sabido expresar muy bien a lo largo de su trayectoria como filósofa y poeta. El hombre nace incompleto -según Zambrano es el único animal que al nacer está inacabado, indefenso- por lo que debe crear su mundo, y la autora malagueña nos expone cómo debe ahondar en su ser, mejorarse, ser consciente de lo que le acontece para así devenir en su ser más completo. Tanto para Zambrano como para Marí, la introspección es esencial para hacernos a nosotros mismos. Zambrano es franca con la verdad y no la aleja, sino que la acerca a través de sus palabras a nosotros, los lectores, para hacernos pensar y sentir, para hacernos más completos y pensativos sobre nuestra vida, la de los demás y la del mundo. La razón poética de Zambrano nace de la introspección, de ese cuidado de uno mismo que

nos

acerca,

de

una

manera

ligera,

a

la

metáfora,

a

la

palabra,

a

los

sentimientos y las emociones. Zambrano usa la filosofía de una manera nueva, una manera libre nada atada a los conceptos que se han ido utilizando hasta entonces. Su descarrilamiento como discípula de Ortega y Gasset se hace evidente en este libro de Marí, llevándonos así a ideas nuevas, aunque Zambrano, en el fondo, sea una

romántica

y

su

pensamiento

se

pueda

vincular

al

idealismo

alemán

o

al

romanticismo. Digamos que el sentir de Zambrano es algo viejo, clásico, pero que en

su

método

nos

acerca

a

algo

realmente

novedoso,

al

mezclar

filosofía

con

poesía. De hecho, es ese el resultado que se obtiene cuando leemos su obra, esa mezcla entre el pensamiento y el sentir. Su escritura, de este modo, está más cerca del fragmento poético que del ensayo. En el último texto, el acercamiento, Marí se aproxima a María no sólo como poeta o filósofa, sino también como persona, ya que llegó a conocerla y tuvo diversos encuentros con ella. El autor nos relata, de una manera cercana, su amistad con ella, la cual fue fiel y leal. Cada domingo hablaban por teléfono, ella en Ginebra y él en Barcelona. Aunque la relación tuvo sus más y sus menos, se verá reflejado al final de la trayectoria, en su obra, la confianza que tenían entre ambos. De este modo, el libro de Marí

nos acerca el sentir y el pensar de Zambrano de una

manera perspicaz, que bulle en los sentimientos, las ideas y las emociones de la filosofía; una filosofía nueva, poética, de la que Zambrano podría ser precursora. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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Éxtasis, de Louis Couperus (Ardicia) Traducción de Julio Grande | por Juan Jiménez García

Me pregunto si Éxtasis es un libro sobre la fugacidad. También la palabra éxtasis quiere decir ya para nosotros otra cosa, alejada del significado que tenía que tener libro.

en

aquellos

Digamos

que

finales la

del

acepción

siglo

XIX

tercera

en ganó

el

que

frente

Louis a

la

Couperus segunda

escribió y,

a

su

ratos,

modestamente esperamos la primera acepción. En todo caso, la propia palabra nos remite

a

esa

indefinidamente)

fugacidad

de

y

al

también

la

que

vértigo,

hablaba no

(cómo

menos

mantener

presente.

Y

lo

ese

estado

complicado

es

llegar a todo ello mediante una vida contemplativa, no yendo a su encuentro, sino escapando a lo evidente, echando tierra sobre los sentimientos o mirando hacia otro lado. Cecile Van Even es una joven viuda con dos hijos pequeños. Su marido era Ministro de

Exteriores

y

le

dejó

una

cómoda

posición

que

le

permite

aspirar

a

una

silenciosa soledad de paso de días y pocos sueños. La sola idea de llevar un diario se antoja bien extraña, dado que nunca parece pasarle nada (algo que ella niega con vehemencia). Ha transcurrido un año y medio desde aquella muerte pero ella

sigue

sociales

de

y

luto,

en

entre

el

determinadas

amor

y

épocas,

el

respeto,

tiende

a

que

en

determinados

confundirse.

En

su

medios

melancólica

existencia, en la que echa de menos todo, aparece Taco Quaerts, que poco parece tener en común con ella. Pero no es cierto. O solo a medias. Quaerts vive una vida torturada por una doble personalidad: en él se encuentran una persona sensible, con alma, y un diablo que carece de tal cosa. Entonces empezará una relación llena de sutilezas, de matices, como una partida de ajedrez triste, en el que las piezas no buscarán ganar, sino solo moverse por el tablero, temerosas de hacer daño a alguien en cada uno de sus desplazamientos. Una historia de matices, de pequeños gestos llenos de enormes significados. Cecile, que ya no esperaba nada de los años por venir, más allá de dedicarse a sus hijos, entiende que todo eso es imposible, que no se puede ser inmune a los demás ni habitar en un artificioso vacío. Quaerts, por su parte, incapaz de superar su dualidad,

solo

teme

por

ella,

por

todo

lo

que

puede

perder

y

lo

poco

que

encontraría. El tiempo se ha detenido. Louis Couperus escribe su novela como sus personajes viven su vida. Una novela en cinco actos, en cinco fragmentos de esas existencias atormentadas (aunque sería mejor decir, ocupadas en sus pensamientos). Esperando ese instante decisivo en el que crearán algo entre todas esas vacilaciones, entre todos esos corsés. Como ese personaje al fondo, el del niño Jules, un niño incomprensible porque es demasiado evidente.

Un

niño

que

no

quiere

aprender

nada

para

que

ese

aprendizaje

no

condicione su manera de acercarse a la música. Él será la simpleza del pensamiento infantil

dentro

de

ese

mundo

que

parece

aspirar

siempre

a

lo

sublime

de

los

adultos. Mientras solo espera ese instante en el que algo temblará, los demás buscan un futuro, incapaces de moverse en el presente. Solo él puede aspirar a ese éxtasis.

Los

demás

se

tendrán

que

conformar

con

las

migajas,

con

el

sueño

de

alguna noche, el pensamiento melancólico y una vida entregada a pensar lo que podría haber sido y no fue.

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El

arte

Einstein

como

revuelta

(Ediciones



Escritos

Asimétricas)

sobre

las

Traducción

vanguardias de

María

(1912-1933),

Dolores

Ábalos

de y

Carl

Carmen

Alcalde Aramburu | por Francisca Pageo

De la mano del historiador y especialista en arte Uwe Fleckner, quien recopila en esta edición de Ediciones Asimétricas diversos textos, artículos y ensayos de Carl

Einstein publicados en varias revistas alemanas y francesas, nos encontramos con un libro lleno de arte y artistas a través de los cuales el autor

reflexiona

sobre los problemas de la estética en el arte de su época. Carl Einstein vivió de primera mano los circuitos literarios y culturales de su época, y se interesó por lo que se hacía y por cómo se hacía. El autor, pues, se convirtió en un gran teórico del arte, adentrándose en el arte africano, en el cubismo

y

el

convivieron

simbolismo

con

él.

francés,

Autores

así

como

como

Braque,

en

las

diferentes

Picasso,

Otto

vanguardias

Dix,

George

que

Grosz,

Kandinsky, Miró y Juan Gris entre otros muchos, y esas diferentes vanguardias que se

han

citado,

se

verán

anotados

y

reflexionados

aquí,

en

este

libro,

de

una

manera comprometida y sincera. Los trabajos del autor, aunque de origen académico, no

tendrían

esos

tintes

eruditos

que

podrían

echarnos

hacia

atrás,

pero

se

abordarían de una manera crítica y teóricamente objetiva. Einstein se preguntaba por el valor del arte, su interpretación y su existencia. En sus comentarios sobre la pintura francesa, por ejemplo, compara a diferentes artistas

entre

sí,

como

Cezanne

o

Matisse

y

nos

muestra

una

teoría

sobre

la

pintura bastante realista pero plagada de referencias culturales. El autor anota la importancia de la filosofía para comprender el arte y su teoría, y hace un especial énfasis en la manera en la que este se presenta en el mundo. También nos habla

de

su

manera

de

ver

las

exposiciones

de

arte

-«me

parecen

accidentes

públicos más propios de la sección de misceláneas de un periódico». Carl Einstein critica a la crítica y a la ideología imperante que el arte tiene tras de sí. El autor, rebelde y reaccionario del arte y la palabra, en ocasiones es como alguien que nos da una bofetada. Un cuenco de agua que nos limpia, nos despierta y nos obliga a pensar. Einstein habla de cómo el arte nos transforma y nos incita a valorar lo que vemos. Nos hace ver cómo las vanguardias afectaron al arte,

tanto

de

manera

personal

como

colectivamente

–«se

ve

uno

motivado

a

reflexionar acerca de la relación entre la persona y la historia, entre la obra individual y la tradición normativa.» El autor nos habla de artistas, de exposiciones, de coleccionistas y de museos. Para él hay que ser escéptico y muy prudente para saber ver la pintura de aquel entonces. Einstein, además, piensa que el museo modifica por completo el carácter de todo arte, ya que este viene dado de un entorno biológico, un entorno original en el cuál la obra procede a ser algo más en el mundo del que sale. Para Einstein, el

arte

no

se

puede

abordar

nunca

con

la

disposición

de

ánimo

ni

con

sentimentalismo, el arte ha de verse objetiva y llanamente. En la colección de ensayos que reúne sobre Picasso, quien sería íntimo amigo suyo, nos habla de cómo dio vida a la ley de aportar la máxima plasticidad a las cosas,

de impregnarlas de una conciencia espacial. Lo compara con artistas de su época, como Braque, por ejemplo, para darle así un carácter original y primordial en el arte de aquella época. Sin duda estamos ante un autor que tiene la capacidad de hacer que nos interesemos por cómo los artistas se expresan de una manera u otra. Capaz de hacernos ver la realidad de cada artista y cada obra en base a las observaciones y estudios que detalla con su mirada absoluta, ya que cuesta mucho no ponerse de acuerdo con él, pues hallamos,en sus palabras, conocimiento, sabiduría respecto al arte estudiado, un reconocimiento que para ser historiador se merece. […] Si no quieres perderte nada, puedes suscribirte a nuestra lista de correo. Es semanal y en ella recordaremos todo lo publicado durante los últimos días.

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