Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol LITERATURA DE EDAD MEDIA (V) ORIGEN DE LA PROSA

Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol LITERATURA DE EDAD MEDIA (V) 1. LA PROSA MEDIEVAL 1. 1. ORIGEN DE LA P
Author:  Rosa Rojas Moya

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Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol

LITERATURA DE EDAD MEDIA (V) 1. LA PROSA MEDIEVAL 1. 1. ORIGEN DE LA PROSA Durante buena parte de la Edad Media en España el latín era la lengua de cultura, por lo que todos los documentos se escribían en esta lengua, mientras que el castellano se utilizaba solamente para la conversación familiar y las necesidades básicas de comunicación. Hay que tener en cuenta que este castellano se encontraba en pleno proceso de formación y no había sido fijado por las normas de una gramática. Las primeras manifestaciones de lengua romance que vamos a encontrar por escrito son del siglo X. Las encontramos en las llamadas Glosas emilianenses y Glosas silenses (encontradas en los monasterios de Silos y de San Millán de la Cogolla). Se trata de unas anotaciones al margen en documentos redactados en latín, probablemente por un estudiante. No tienen, por tanto, intención literaria. Su única finalidad era la de facilitar la comprensión de los documentos. Poco a poco, a lo largo del siglo XIII, el romance sustituyó al latín en los tratados doctrinales (La disputa de un cristiano y un judío con clara intención aleccionadora) y en las obras históricas (La fazienda de Ultramar que contiene parte de la Biblia y unas descripciones geográficas a Tierra Santa-una especie de manual del peregrino-). En este cambio influyó bastante la creación de universidades (la primera no fue la de Salamanca sino la de Palencia, en 1221, lo que ocurre es que desapareció a finales del siglo XIII. La de Salamanca vendría en 1554). Por tanto, las primeras manifestaciones de la prosa literaria en castellano las encontraremos ya en el siglo XIII.

“Con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, Salvador nuestro, que está en la gloria y reina con el Padre y con el Espíritu Santo”.

1. 2. ALFONSO X EL SABIO En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio (Toledo, 1221-Sevilla, 1284), además de realizar campañas militares conquistando el reino de Murcia y la zona de Cádiz, se dedicó a desarrollar y a difundir la cultura, convencido de que ésta, y especialmente la lengua castellana, era un factor decisivo para mantener la unidad de su reino. Para ello, Alfonso X se apoyó en la Escuela de Traductores de Toledo. No es una “escuela” al estilo actual, sino un grupo de intelectuales que dominaban distintas lenguas (latín, árabe, hebreo, griego y por supuesto el castellano). Éstos se dedicaron a traducir diversas obras. Entre podríamos destacar las siguientes: Crónica General: narra la historia de España, de todos los reinos peninsulares, desde sus orígenes, basándose en ocasiones en cantares de gesta. Grande e General Estoria: la historia universal más antigua escrita en lengua romance, que parte de la Biblia. Libros del saber de astronomía: sobre astronomía, el calendario y la medida del tiempo. Basado en un texto árabe. 1

Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol Libro de axedrez, dados e tablas: conjunto de normas sobre ajedrez y otros juegos como imagen de la buena convivencia en la sociedad. Se apoyaba en textos orientales traducidos a la lengua árabe.

1. 3. DON JUAN MANUEL Don Juan Manuel (1282-1348) fue sobrino de Alfonso X el Sabio. Recibió una educación esmerada y compaginó la actividad militar con la literaria. Don Juan Manuel es muy importante en la literatura castellana porque fue el primero que escribió una obra de ficción literaria en prosa. Entre sus obras, el libro más importante es El Conde Lucanor. Está formado por cinco partes, de las cuales la primera, compuesta a su vez por 51 cuentos o apólogos, fábulas o cuentos de carácter didáctico, es la más extensa y conocida. Los cuentos tienen siempre dos personajes básicos: el conde Lucanor, que pide consejo a Patronio y éste le responde mediante un cuento, cuya enseñanza sintetiza Don Juan en dos versos en pareado que sintetizan esa enseñanza, a modo de moraleja final. La estructura de estos cuentos, por tanto, es la siguiente: 1. Diálogo entre el conde Lucanor y Patronio. Planteamiento del problema 2. Cuento de Patronio 3. Conclusión de Patronio: consejo concreto 4. Intervención de Don Juan Manuel con la moraleja final El origen de los cuentos es muy variado. Unos proceden de la tradición árabe, otros de pasajes de la Biblia o de la tradición hebrea, de fábulas clásicas y de la tradición oral y escrita medieval. Aunque lo interesante es que el dejó su sello personal, por lo que se incorpora la visión moderna del autor como creador. Los temas principales de la obra son dos: a) El reconocimiento de las normas sociales, culturales y religiosas de tendencia conservadora. b) La función didáctica, práctica, de aplicación directa a la vida cotidiana de sus cuentos. En cuanto a su estilo, Don Juan Manuel busca la sencillez y la claridad. Por ello evita las largas descripciones y la excesiva adjetivación. Su vocabulario es preciso pero prefiere las expresiones populares a las palabras excesivamente cultas.

DON JUAN MANUEL EL CONDE LUCANOR CUENTO V (Versión adaptada) Lo que sucedió a una zorra con un cuervo que tenía un pedazo de queso en el pico Hablando otro día el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo: -Patronio, un hombre que se llama mi amigo comenzó a alabarme y me dio a entender que yo tenía mucho poder y muy buenas cualidades. Después de tantos halagos me propuso un negocio, que a primera vista me pareció muy provechoso.

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Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol Entonces el conde contó a Patronio el trato que su amigo le proponía y, aunque parecía efectivamente de mucho interés, Patronio descubrió que pretendían engañar al conde con hermosas palabras. Por eso le dijo: -Señor Conde Lucanor, debéis saber que ese hombre os quiere engañar y así os dice que vuestro poder y vuestro estado son mayores de lo que en realidad son. Por eso, para que evitéis ese engaño que os prepara, me gustaría que supierais lo que sucedió a un cuervo con una zorra. Y el conde le preguntó lo ocurrido. -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, el cuervo encontró una vez un gran pedazo de queso y se subió a un árbol para comérselo con tranquilidad, sin que nadie le molestara. Estando así el cuervo, acertó a pasar la zorra debajo del árbol y, cuando vio el queso, empezó a urdir la forma de quitárselo. Con ese fin le dijo: »-Don Cuervo, desde hace mucho tiempo he oído hablar de vos, de vuestra nobleza y de vuestra gallardía, pero aunque os he buscado por todas partes, ni Dios ni mi suerte me han permitido encontraros antes. Ahora que os veo, pienso que sois muy superior a lo que me decían. Y para que veáis que no trato de lisonjearos, no sólo os diré vuestras buenas prendas, sino también los defectos que os atribuyen. Todos dicen que, como el color de vuestras plumas, ojos, patas y garras es negro, y como el negro no es tan bonito como otros colores, el ser vos tan negro os hace muy feo, sin darse cuenta de su error pues, aunque vuestras plumas son negras, tienen un tono azulado, como las del pavo real, que es la más bella de las aves. Y pues vuestros ojos son para ver, como el negro hace ver mejor, los ojos negros son los mejores y por ello todos alaban los ojos de la gacela, que los tiene más oscuros que ningún animal. Además, vuestro pico y vuestras uñas son más fuertes que los de ninguna otra ave de vuestro tamaño. También quiero deciros que voláis con tal ligereza que podéis ir contra el viento, aunque sea muy fuerte, cosa que otras muchas aves no pueden hacer tan fácilmente como vos. Y así creo que, como Dios todo lo hace bien, no habrá consentido que vos, tan perfecto en todo, no pudieseis cantar mejor que el resto de las aves, y porque Dios me ha otorgado la dicha de veros y he podido comprobar que sois más bello de lo que dicen, me sentiría muy dichosa de oír vuestro canto. »Señor Conde Lucanor, pensad que, aunque la intención de la zorra era engañar al cuervo, siempre le dijo verdades a medias y, así, estad seguro de que una verdad engañosa producirá los peores males y perjuicios. »Cuando el cuervo se vio tan alabado por la zorra, como era verdad cuanto decía, creyó que no lo engañaba y, pensando que era su amiga, no sospechó que lo hacía por quitarle el queso. Convencido el cuervo por sus palabras y halagos, abrió el pico para cantar, por complacer a la zorra. Cuando abrió la boca, cayó el queso a tierra, lo cogió la zorra y escapó con él. Así fue engañado el cuervo por las alabanzas de su falsa amiga, que le hizo creerse más hermoso y más perfecto de lo que realmente era. »Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que, aunque Dios os otorgó muchos bienes, aquel hombre os quiere convencer de que vuestro poder y estado aventajan en mucho la realidad, creed que lo hace por engañaros. Y, por tanto, debéis estar prevenido y actuar como hombre de buen juicio. Al conde le agradó mucho lo que Patronio le dijo e hízolo así. Por su buen consejo evitó que lo engañaran. Y como don Juan creyó que este cuento era bueno, lo mandó poner en este libro e hizo estos versos, que resumen la moraleja. Estos son los versos: Quien te encuentra bellezas que no tienes, siempre busca quitarte algunos bienes.

FIN

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2. TEATRO EN LA EDAD MEDIA Durante la Edad Media se podía compaginar la piedad y el respeto durante los cultos religiosos en las iglesias con la parodia de ese culto en las plazas públicas. La risa era una forma de vencer el miedo, el temor a lo sagrado, a la muerte… Por eso, al principio se representaban parodias de lo civil y de lo religioso tanto en la iglesia como en ceremonias civiles. Sin embargo, la Iglesia se fue oponiendo poco a poco a las manifestaciones de tipo teatral. Por tanto, podríamos hablar de dos vertientes dentro del teatro medieval: 1) Teatro religioso. En España, las representaciones religiosas recibían el nombre de “autos”. De éstos sólo se conservan 147 versos del Auto de los Reyes Magos, una obra muy breve de finales del siglo XII que pertenece a la tradición europea de la Epifanía (de los Reyes). El auto consta de unos monólogos de los tres Reyes que se preguntan por el sentido de la nueva estrella que ha aparecido y, después, el diálogo entre los tres y la decisión de ir a visitar a Herodes. A continuación de la entrevista, Herodes hace venir a sus sabios a los que preguntará por la verdad, pero no le pueden responder porque no la saben. 2) Teatro profano. No se tendría apenas noticia de ellas si no fuera por las prohibiciones. Empezaron siendo parodias del culto religioso. Un ejemplo de ellas sería la Fiesta del Obispillo en la que se elegía a un niño como obispo que actuaba parodiando al auténtico obispo. Todas estas fiestas anunciarían las Fiestas del Carnaval y significarían una purificación del dogmatismo y una forma de ahuyentar el miedo a lo sagrado. A finales del siglo XV aparecen ya las obras de Juan de Encina, considerado el padre del teatro español, ya que es el primero que presenta la acción escénica bien estructurada. La música era una parte integral de la acción en todas las obras, que normalmente contenían una parte cantada y danzada por actores. Compuso tanto obras de temática religiosa como de temática profana. Se trataba de piezas cortas de un solo acto. 2.1. LA CELESTINA A) Versiones y datos del autor Además de estos dos géneros principales, existía otro tipo de teatro que se desarrollaba en un círculo más restringido: el de la escuela o la universidad. En este círculo se representaban comedias de las que derivaría La Celestina. Esta obra nos ha llegado en dos versiones: 1. Comedia de Calisto y Melibea: se publicó primero en 1499 y constaba de 16 actos. Luego en 1500 se volvió a publicar con otros elementos añadidos (una carta del autor, coplas…). 2. Tragicomedia de Calisto y Melibea, publicada en 1502, que se publicó con todo lo que llevaba la edición anterior y cinco actos más.

Del autor de la obra se conoce muy poco. Su nombre era Fernando de Rojas (14751541) y nació en Puebla de Montalbán (Toledo). 4

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Sabemos que Fernando de Rojas fue el autor de la obra porque estos datos ya aparecen en los versos acrósticos (que son versos cuyas letras iniciales, leídas verticalmente, forman una palabra o frase) de la edición de Toledo. Esta forma de ocultar su autoría se debió quizás al hecho de que era judío converso y fue procesado por la Inquisición. Además, en la carta del autor a su amigo afirmaba que encontró el primer acto y escribió el resto. Parece ser que quiso eludir la responsabilidad de haber inventado el argumento del primer acto, donde está el núcleo del desarrollo posterior de la obra porque el argumento era bastante escabroso. Carta de un autor a su amigo Vi que no tenía su firma del autor; el cual, según algunos dicen fue Juan de Mena, e según otros Rodrigo Cota. Pero, quienquiera que fuese, es digno de recordable memoria por la sutil invención, por la gran copia de sentencias entregeridas que so color de donaires tiene. […] Mayormente que, siendo jurista yo, aunque obra discreta es ajena de mi facultad e quien lo supiese diría que no por recreación de mi principal estudio, del cual yo más me precio, como es la verdad, lo hiciese; antes distraído de los derechos, en esta nueva labor me entremetiese. Pero, aunque no acierten, sería pago de mi osadía. Asimismo pensarían que no quince días de unas vacaciones, mientras mis socios en sus tierras, en acabarlo me detuviese, como es lo cierto; pero aun más tiempo e menos acepto. […] E porque conozcáis dónde comienzan mis mal doladas razones y acaban las del antiguo autor, en la margen hallaréis una cruz, y es el fin de la primer [es]cena. Vale. Versos acrósticos El silencio escuda y suele encubrir Fuertes más que ella por cebo la llevan: Las faltas de ingenio e las torpes lenguas; En las nuevas alas estaba su daño. Blasón que es contrario publica sus menguas Razón es que aplique a mi pluma este [engaño, Al que mucho habla sin mucho sentir. No disimulando con los que arguyen; Como la hormiga que deja de ir Así que a mí mismo mis alas [destruyen, Holgando por tierra con la provisión, Nublosas e flacas, nacidas de hogaño. Jactóse con alas de su perdición: PROSIGUE LLeváronla en alto, no sabe dónde ir. Donde ésta gozar pensaba volando, PROSIGUE Y yo aquí escribiendo cobrar más [honor, El aire gozando, ajeno y extraño, Rapiña es ya hecha de aves que vuelan;

B) Argumento y personajes ARGUMENTO Calisto requiere de amores a Melibea y ésta lo rechaza airadamente. Calisto se refugia en su casa y su criado Sempronio le propone solicitar la ayuda de Celestina. Sempronio va a buscar a Celestina. Pármeno, criado joven de Calisto, intenta hacer ver a su amo, sin éxtio, la clase de persona que es Celestina en un momento propicio. Celestina corrompe a Pármeno ofreciendo satisfacer sus deseos. Calisto da a Celestina dinero. Ésta conjura al diablo y hechiza un hilado con el que va a visitar a Melibea. Con su ayuda logra la voluntad de la joven. Posteriormente, y tras otro encuentro en el que Melibea confiesa a Celestina su pasión, se 5

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acuerda de la primera entrevista con los enamorados. Calisto quiere echar la puerta abajo con tal de lograr su deseo, pero, finalmente, el encuentro se celebrará en el acto XIV. Sempronio y Pármeno van a reclamar su parte a casa de Celestina y, ante la negativa de ésta, la matan. La justicia los prende y los mata. A Calisto no le preocupa la muerte de sus criados. Areusa y Elicia, pupilas de Celestina y amigas de Pármeno y Sempronio, requieren la ayuda de Centurio para vengarse de Calisto y Melibea. Reunidos de nuevo los enamorados (acto XIX) oyen alboroto en la calle. Calisto va a socorrer a los nuevos criados y en su irreflexiva precipitación, cae desde lo alto del muro del huerto y se rompe la cabeza en tres partes, de un modo nada heroico. Melibea, al enterarse, se suicida tirándose desde la torre en presencia de su padre que, con su llanto, cierra la tragedia.

PERSONAJES Los principales personajes de la obra son los siguientes: -Calisto y Melibea: la pareja de enamorados -Alisa y Pleberio: padres de Melibea -Celestina: alcahueta -Pármeno, Sempronio: criados de Calisto -Lucrecia: criada de Pleberio -Elicia y Areusa: rameras y pupilas de Celestina -Centurio: rufián. Con respecto a los principales personajes habría que comentar lo siguiente: -Calisto sería un obseso dominado por el loco amor, ridiculizado por sus criados, preocupado sólo por la posesión de Melibea, irreflexivo, materialista y rudo, cuya muerte no es nada heroica. -Melibea, en cambio, tendría una mayor profundidad y riqueza psicológicas. Observamos un cambio notable en su comportamiento debido al hechizo del hilado que le vende Celestina. Pero habría, en este personaje, también una tendencia a la reflexión que pone de manifiesto la brevedad de la felicidad. Incluso en el modo de morir su comportamiento es totalmente distinto al de Calisto. Melibea muere como víctima de su dolor y su pasión. -Celestina es el personaje central de la tragicomedia. Sorprende su humanidad cambiante, su personalidad compleja que lo abarca todo, hasta los abismos oscuros del mal, porque pacta con el diablo para lograr sus fines. Pertenece al personaje de las “terceras” o “alcahuetas” que ya tenía tradición literaria. Sin embargo, Celestina tiene tanta individualidad que su nombre ha pasado a designar al género y, por tanto, a funcionar como nombre común. “avnque muchos días he pugnado por lo dissimular, no he podido tanto que, en tornándome aquella mujer tu dulce nombre a la memoria, no descubriesse mi desseo y viniesse a este lugar y tiempo, donde te suplico ordenes y dispongas de mi persona segund querrás”. (Melibea se dirige a Calisto, acto XII)

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Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol “Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas y alçadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios colorados y grosezuelos;el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto” (Calisto describe a Melibea, Acto I).

“Soy una vieja cual Dios me hizo. No peor que todas. Si bien o mal vivo, Dios es testigo de mi corazón” (Celestina. Acto XII)

C) Género literario Es difícil clasificar La Celestina en un género literario concreto. Algunos críticos, debido a las dificultades de su representación por la variedad de lugares donde transcurre la acción (el huerto de Melibea, su casa, la casa de Celestina o de Calisto, la calle, la plaza…) la consideran una novela dialogada. Otros piensan que está dentro del género de la comedia humanística, género teatral culto creado en el siglo XIV por el italiano Petrarca. Actualmente se suele considerar como una obra dramática, ya que lo fundamental en ella es el diálogo. El cambio mismo en el título de Comedia (final feliz) por Tragicomedia (final trágico) indicaría la intención del autor de respetar las convenciones del género teatral. D) Significado de la obra La intención del autor al escribir La Celestina fue la de enseñar. Rojas quería alertar a los jóvenes sobre la maldad de las brujas y terceras. También pretendía advertirles de los peligros de la locura del amor, que puede llevar incluso a la muerte. Pero más allá de esa intención inicial, La Celestina es una obra que muestra la complejidad de una sociedad ya en crisis, de gran individualismo y con personajes magistrales como el de Melibea o la propia Celestina. Hay también una probable crítica al tópico del amor cortés a través de la figura de Calisto. Se trata de una obra que está preludiando claramente la llegada del Renacimiento.

(Versión original) ACTO I 1. CALISTO. __ En esto veo, Melibea, n la grandeza de Dios. 2. MELIBEA. __ ¿ En qué, Calisto? n 3. CAL. __ En dar poder a natura n que de tan perfeta hermosura te dotasse y facer a mi inmérito. n tanta merced que verte alcançasse, n y en tan conueniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiesse. Sin dubda encomparablemente es mayor tal galardón, que el seruicio, sacrificio, deuoción y obras pías, que por este lugar alcançar tengo yo a Dios offrescido, n ni otro poder mi voluntad humana puede conplir. n ¿ Quién vido n en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre, como agora el mío? Por cierto los gloriosos sanctos, que se deleytan en la visión diuina, no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo. Mas ¡ O triste! Que en esto diferimos: n que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienauenturança y yo misto n me alegro con recelo del

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Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol esquiuo tormento, que tu absencia me ha de causar. n 4. MELIB. __ ¿ Por grand premio n tienes esto, Calisto? 5. CAL. __ Téngolo por tanto en verdad que, si Dios me diesse en el cielo la silla sobre sus sanctos, no lo ternía n por tanta felicidad. 6. MELIB. __ Pues avn más ygual galardón n te daré yo, si perseueras. 7. CAL. __ ¡ O bienauenturadas orejas mias, que indignamente tan gran palabra haueys oydo! 8. MELIB. __ Mas desauenturadas de que n me acabes de oyr. Porque la paga será tan fiera, qual la meresce tu loco atreuimiento. y el intento n de tus palabras, Calisto, ha seydo n de ingenio nde tal hombre como tú, hauer de salir para se perder en la virtud de tal muger como yo. n ¡ Vete! ! Vete de ay, torpe! Que no puede mi paciencia tollerar que aya subido en coraçón humano n comigo el ylícito amor comunicar su deleyte. 9. CAL. __ Yré como aquél contra quien solamente la aduersa fortuna pone su estudio n con odio cruel. 10. CAL. __ ¡ Sempronio, Sempronio, Sempronio! ¿ Dónde está este maldito? 11. SEMP. __ Estoy aquí señor, curando destos cauallos. 12. CAL. __ Pues, ¿ Cómo sales de la sala? 13. SEMP. __ Abatióse el girifalte n y vínele endereçar en el alcándara. n 14. CAL. __ ¡ Assí n los diablos te ganen! ¡ Assí por infortunio arrebatado perezcas o perpetuo intollerable tormento consigas, el qual en grado incomparable a la penosa y desastrada n muerte, que espero, traspassa. ¡ Anda, anda, maluado! Abre la cámara y endereça la cama. 15. SEMP. __ Señor, luego n hecho es. 16. CAL. __ Cierra la ventana y dexa la tiniebla acompañar al triste y al desdichado la ceguedad. Mis pensamientos tristes no son dignos de luz. ¡ O bienauenturada muerte aquella, que desseada a los afligidos viene! n ! O si viniéssedes agora, Eras n y Crato, n médicos, ¿ Sentiríades mi mal? ¡ O piedad de silencio, n inspira en el Plebérico coraçón, n porque n sin esperança de salud no embíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo y de la desdichada Tisbe! n 17. SEMP. __ ¿ Qué cosa es?

(Fragmentos. Versión adaptada) Calisto encuentra a Melibea Conviene observar el lenguaje artificioso, retórico,y, a la vez, vivo con que se expresan los personajes. Utilizan rimas, finales semejantes en las frases (similicadencia), oraciones de estructura semejante (paralelismo), contrastes... Melibea parece aceptar a Calisto, pero acaba despidiéndolo con violencia.

CALISTO.- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. MELIBEA.- ¿En qué, Calisto? CALISTO.- En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mi inmérito tanta merced que verte alcanzase, y, en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora contemplándote. MELIBEA.- ¿Por gran premio tienes éste, Calisto? CALISTO.- Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo la silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad. MELIBEA.- Pues aún más igual galardón te daré yo, si perseveras. CALISTO.- ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído! MELIBEA.- Mas desventuradas de que me acabes de oír. Porque la paga será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento. Y el intento de tus palabras ha sido como de ingenio de tal hombre como tú. ¡Vete, vete de ahí, torpe!

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Celestina capta la voluntad de Melibea Celestina comienza hablándole de los males de la vejez, con el fin de convencerla de que debe amar mientras sea joven. La perversa vieja es hábil en el arte de minar las voluntades ajenas. Cuando comienza a hablarle de Calisto, Melibea se irrita; Celestina la aplaca diciéndole que el joven sólo quiere que rece por él y el cordón de su vestido. La muchacha le permite seguir hablando, y ella continúa con su malvada persuasión. Este fragmento es una obra maestra. CELESTINA.- A la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua, llaga incurable, mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de lo porvenir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte, cayado de mimbre que con poca carga se doblega. MELIBEA.- ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo que todo el mundo, con tanta eficacia, gozar o ver desea? CELESTINA.- Desean harto mal para sí, desean harto trabajo. Desean llegar allá porque llegando viven, y el vivir es dulce, y viviendo envejecen. Así, que el niño desea ser mozo, y el mozo viejo, y el viejo más, aunque con dolor. Todo por vivir, porque, como dicen, "viva la gallina con su pepita". Pero ¿quién te podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre; aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer? Pues ¡ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos cuando sobra la gana y falta la provisión, que jamás sentí peor ahíto que de hambre. En Dios y en mi alma [Calisto] no tiene hiel; gracias dos mil; en franqueza, Alexandre; en esfuerzo, Héctor; gesto de un rey, gracioso, alegre, jamás reina en él tristeza. De noble sangre, como sabes. Gran justador; pues verlo armado: un San Jorge. fuerza y esfuerzo, no tuvo Hércules tanta. La presencia y facciones, disposición, desenvoltura, otra lengua había menester para las contar. Todo junto semeja ángel del cielo. Ahora, señora, tiénele derribado una sola muela que jamás cesa de quejar. MELIBEA.- ¿Y qué tiempo ha? CELESTINA.- Podrá ser, señora, de veintitrés años; que aquí está Celestina que lo vio nacer. MELIBEA.- Ni te pregunto eso, ni tengo necesidad de saber su edad; sino qué tanto ha que tiene el mal. CELESTINA.- Señora, ocho días. Que parece que ha un año en su flaqueza. MELIBEA.- ¡Oh, cuánto me pesa con la falta de mi paciencia! Porque siendo él ignorante y tú inocente, habéis padecido las alteraciones de mi airada lengua. En pago de tu sufrimiento, quiero cumplir tu demanda y darte luego mi cordón. Y porque para escribir la oración no habrá tiempo sin que venga mi madre, si esto no bastare, ven mañana por ella muy secretamente. Calisto interroga a Celestina Se trata de la escena en que Calisto interroga a Celestina sobre los resultados de su primera entrevista con Melibea. Junto con Calisto y la vieja alcahueta, intervienen en la escena Sempronio y Pármeno, criados del joven enamorado. Las partes más importantes del diálogo corresponden a los largos parlamentos de la vieja. Con palabras llenas de astucia, Celestina se las ingenia para poner de relieve la habilidad con la que ha conseguido vencer la resistencia de Melibea. Todo lo que dice va encaminado a ganar la confianza de Calisto con el fin de que éste pague largamente sus servicios. La astucia y la avaricia son los rasgos más sobresalientes del carácter de la vieja alcahueta.

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Lengua Castellana. 3º ESO. Edad Media V (Narrativa y teatro) Tania Pérez Terol CALISTO.- Si no quieres, reina y señora mía, que desespere y vaya mi ánima condenada a perpetua pena oyendo esas cosas, certifícame brevemente si no hubo buen fin tu demanda gloriosa, y la cruda y rigurosa muestra de aquel gesto angélico y matador. Pues todo eso es más señal de odio que de amor. CELESTINA.- La mayor gloria que el secreto oficio de la abeja se da, a la cual los discretos deben imitar, es que todas las cosas por ella tocadas convierte en mejor de lo que son. De esta manera me he habido con las zahareñas razones y esquivas de Melibea. Todo su rigor traigo convertido en miel, su ira en mansedumbre, su aceleramiento en sosiego. Pues ¿a qué piensas que iba allá la vieja Celestina, a quien tú, demás de tu merecimiento, magníficamente galardonaste, sino a ablandar su saña, a sufrir su accidente, a ser escudo de tu ausencia, a recibir en mi manto los golpes, los desvíos, los menosprecios, desdenes, que muestran aquéllas en los principios de sus requerimientos de amor, para que sea después en más tenida su dádiva? Que a quien más quieren, peor hablan. Y si así no fuese, ninguna diferencia habría entre las públicas que aman, a las escondidas doncellas, si todas dijesen sí a la entrada de su primer requerimiento, en viendo que de alguno eran amadas. Las cuales, aunque están abrasadas y encendidas de vivos fuegos de amor, por su honestidad muestran un frío exterior, un sosegado rostro, un apacible desvío, un constante ánimo y casto propósito, unas palabras agrias, que la propia lengua se maravilla del gran sufrimiento suyo, que le hacen forzosamente confesar al contrario de lo que siente. así que, para que tú descanses y tengas reposo, mientras te contare por extenso el proceso de mi habla y la causa que tuve para entrar, sabe que el fin de su razón fue muy bueno. CALISTO.- Ahora, señora, que me has dado seguro para que ose esperar todos los rigores de la respuesta, di cuanto mandares y como quisieres, que yo estaré atento. Ya me reposa el corazón, ya descansa mi pensamiento, ya reciben las venas y recobran su perdida sangre, ya he perdido temor, ya tengo alegría. Subamos, si mandas, arriba. En mi cámara me dirás por extenso lo que aquí he sabido en suma. CELESTINA.- Subamos, señor. PÁRMENO.- (¡Oh, Santa María! ¡Qué rodeos busca este loco para huir de nosotros, para poder llorar a su placer con Celestina de gozo, y por descubrirle mil deseos de su liviano y desvariado apetito, por preguntar y responder seis veces cada cosa, sin que esté presente quien le pueda decir que es prolijo! Pues te aseguro yo, desatinado, que tras ti vamos.) CALISTO.- Mira, señora, qué hablar trae Pármeno; cómo se viene santiguando de oír lo que has hecho de tu gran diligencia. Espantado está, por mi fe, señora Celestina. Otra vez se santigua. Sube, sube, sube, y siéntate, señora, que de rodillas quiero escuchar tu suave respuesta. Y dime luego: la causa de tu entrada, ¿qué fue? CELESTINA.- Vender un poco de hilado, con que tengo cazadas más de treinta de su estado, si a Dios ha placido, en este mundo, y algunas mayores. CALISTO.- Eso será de cuerpo, madre; pero no de gentileza, no de estado, no de gracia y discreción, no de linaje, no de presunción con merecimiento, no en virtud, no en habla. PÁRMENO.- (Ya discurre eslabones el perdido, ya se desconciertan sus badajadas. Nunca da menos de doce, siempre está hecho reloj de mediodía. Cuenta, cuenta, Sempronio, que estás embobado oyéndole a él locuras y a ella mentiras.) SEMPRONIO.- (¡Oh maldicente venenoso! ¿Por qué cierras las orejas a lo que todos los del mundo las aguzan, hecho serpiente que huye la voz del encantador? Que sólo por ser de amores estas razones, aunque mentiras, las habís de escuchar con gana.) CELESTINA.- Oye, señor Calisto, y verás tu dicha y mi solicitud qué obraron. Que, en comenzando yo a vender y poner en precio mi hilado, fue su madre de Melibea llamada para que fuese a visitar una hermana suya enferma. Y como le fue necesario ausentarse, dejó en su lugar a Melibea para... CALISTO.- ¡Oh gozo sin par, oh singular oportunidad, oh oportuno tiempo! ¡Oh quién estuviera allí debajo de tu manto, escuchando qué hablaría sola aquella en quien Dios tan extremadas gracias puso!

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CELESTINA.- ¿Debajo de mi manto dices? ¡Ay mezquina! Que fueras visto por treinta agujeros que tiene, si Dios no le mejora. PÁRMENO.- (Sálgome fuera, Sempronio. Ya no digo nada, escúchatelo todo. Si este perdido de mi amo no midiese con el pensamiento cuántos pasos hay de aquí a casa de Melibea, y contemplase en su gesto, y considerase cómo estaría concertado el hilado, todo el sentido puesto y ocupado en ella, él vería que mis consejos le eran más saludables que estos engaños de Celestina.) CALISTO.- ¡Qué es esto, mozos? Estoy yo escuchando atento, que me va la vida; vosotros susurráis, como soléis, por hacerme mala obra y enojo. Por mi amor, que calléis; moriréis de placer con esta señora, según su buena diligencia. Di, señora: ¿qué hiciste cuando te viste sola? CELESTINA.- Recibí, señor, tanta alteración de placer, que cualquiera que me viera me lo conociera en el rostro. CALISTO.- Ahora la recibo yo; cuanto más quien ante sí contemplaba tal imagen. ¿Enmudecerías con la novedad inesperada? CELESTINA.- Antes me dio más osadía a hablar lo que quise verme sola con ella. Abrí mis entrañas, díjele mi embajada: cómo penabas tanto por una palabra de su boca salida en favor tuyo para sanar un tan gran dolor. Y como ella estuviese suspensa mirándome, espantada del nuevo mensaje, escuchando hasta ver quién podía ser el que así por necesidad de su palabra penaba, o a quien pudiese sanar su lengua, en nombrando tu nombre atajó mis palabras y se dio en la frente una gran palmada, como quien cosa de gran espanto hubiese oído, diciendo que cesase mi habla y me quitase delante, si no quería hacer a sus servidores verdugos de mi postrimería, agravando mi osadía, llamándome hechicera, alcahueta, vieja falsa, barbuda, malhechora y otros muchos ignominiosos nombres, con cuyos títulos asombran a los niños de cuna. Y detrás de esto mil amortecimientos y desmayos, mil milagros y espantos, turbado el sentido, bulliendo fuertemente los miembros todos a una parte y a otra, herida de aquella dorada flecha, que del sonido de tu nombre le tocó, retorciendo el cuerpo, las manos enlazadas, como quien se despereza, que parecía que las despedazaba, mirando con los ojos a todas partes, coceando con los pies el suelo duro. Y yo, a todo esto, arrinconada, encogida, callando, muy gozosa con su ferocidad. Mientras más basqueaba, más yo me alegraba, porque más cerca estaba el rendirse y su caída. Pero entretanto me gastaba aquel espumajoso almacén su ira, yo no dejaba mis pensamientos estar vagos ni ociosos, de manera que tuve tiempo para salvar lo dicho. CALISTO.- Eso me di, señora madre. Que yo he revuelto en mi juicio mientras te escucho, y no he hallado disculpa que buena fuese ni convincente, con que lo dicho se cubriese ni colorase, sin quedar terrible sospecha de tu demanda. Porque conozca tu mucho saber, que en todo me pareces más que mujer: que como tu respuesta tú pronosticaste, proveíste con tiempo tu réplica. ¿Qué más hacía aquella tusca Adeleta, cuya fama siendo tú viva se perdiera? La cual tres días antes de su fin pronosticó la muerte de su viejo marido y de los dos hijos que tenía. Ya creo lo que se dice: que el género flaco de las hembras es más apto para las prestas cautelas que el de los varones. CELESTINA.- ¿Qué, señor? Dije que tu pena era el mal de muelas, y que la palabra que de ella querría era una oración que ella sabía, muy devota para ellas. CALISTO.- ¡Oh maravillosa astucia! ¡Oh singular mujer en su oficio! ¡Oh cautelosa hembra! Oh medicina presta! ¡Oh discreta en mensajes! ¿Cuál humano seso bastara a pensar tan alta manera de remedio? Muerte de Calisto En la primera escena, Melibea se encuentra en el jardín de su casa acompañada por su criada Lucrecia. Mientras espera la visita de Calisto, la joven enamorada canta canciones de amor. Aparece Calisto que elogia el canto de su amada y a continuación se establece entre ellos un bello diálogo amoroso. Abajo se oye la voz de Sosia, criado de Calisto, que riñe con unos rufianes. Al acudir en su ayuda, Calisto cae desde lo alto de la escalera que le ha servido para franquear la tapia del jardín. La escena final está

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constituida por las lamentaciones de Tristán, otro de los criados de Calisto, y de la desgraciada Melibea. Conviene observar el tipo de lenguaje utilizado por unos y por otros. Los enamorados se expresan en una lengua culta, elevada, como corresponde a su condición de personas de clase social alta. Los criados se expresan de acuerdo con un nivel de lengua popular, que se corresponde con la lengua hablada en la época. MELIBEA.- Óyeme tú, por mi vida, que yo quiero cantar sola. Papagayos, ruiseñores, que cantáis al alborada llevad nueva a mis amores cómo espero aquí asentada. La media noche es pasada, y no viene; sabed si hay otra amada que lo detiene.

CALISTO.- Vencido me tiene el dulzor de tu suave canto; no puede más sufrir tu penado esperar. ¡Oh mi señora y mi bien todo! ¿Cuál mujer podía haber nacida que desprivase tu gran merecimiento? ¡Oh interrumpida melodía! ¡Oh gozoso rato! ¡Oh corazón mío! ¿Y cómo no pudiste más tiempo sufrir sin interrumpir tu gozo y cumplir el deseo de entrambos? MELIBEA.- ¡Oh sabrosa traición! ¡Oh dulce sobresalto! ¿Es mi señor y mi alma? ¿Es él? No lo puedo creer. ¿Dónde estabas, luciente sol? ¿Dónde me tenías tu claridad escondida? ¿Hacía rato que escuchabas? ¿Por qué me dejabas echar palabras sin seso al aire, con mi ronca voz de cisne? Todo se goza este huerto con tu venida. Mira la luna, cuán clara se nos muestra; mira las nubes, cómo huyen; oye la corriente agua de esta fontecica, cuánto más suave murmullo y húmedo lleva por entre las frescas hierbas. Escucha los altos cipreses, cómo se dan paz unos ramos con otros, por intercesión de un templadico viento que los mece. Mira sus quietas sombras cuán oscuras están, y aparejadas para encubrir nuestro deleite. Lucrecia, ¿qué sientes, amiga? ¿Tornaste loca de placer? Déjamelo, no me lo despedaces, no le trabajes sus miembros con tus pesados brazos. Déjame gozar de lo que es mío, no me ocupes mi placer. CALISTO.- Pues, señora y gloria mía, si mi vida quieres, no cese tu suave canto. No sea de peor condición mi presencia, con que te alegras, que mi ausencia, que te fatiga. SOSIA.- ¿Así, bellacos, rufianes, veníais a aterrorizar a los que no os temen? Pues yo os juro que si esperáis, que yo os hiciera ir como merecíais. CALISTO.- Señora, Sosia es aquel que da voces. Déjame ir a verlo, no lo maten; que no está sino un pajecico con él. Dame presto mi capa, que está debajo de ti. MELIBEA.- ¡Oh triste de mi ventura! No vayas allá sin tus corazas; tórnate a armar. CALISTO.- Señora, lo que no hace espada y capa y corazón, no lo hacen coraza y capacete y cobardía. SOSIA.- ¿Aún tornáis? Esperad; quizá venís por lana. CALISTO.- Déjame, por Dios, señora, que puesta está la escala. MELIBEA.- ¡Oh, desdichada soy! ¡Y cómo vas, tan recio y con tanta prisa y desarmado, a meterte entre quien no conoces! Lucrecia, ven presto acá, que es ido Calisto a un ruido. Echémosle sus corazas por la pared, que se quedan acá. TRISTÁN.- Tente, señor, no bajes. Idos son; que no eran sino Traso el cojo y otros bellacos, que pasaban voceando. Que ya se torna Sosia. Tente, tente, señor, con las manos a la escala.

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CALISTO.- ¡Oh, válgame Santa María! ¡Muerto soy! ¡Confesión! TRISTÁN.- Llégate presto, Sosia, que el triste de nuestro amo es caído de la escala, y no habla ni se bulle. SOSIA.- ¡Señor, señor, ¡A esa otra puerta...! ¡Tan muerto es como mi abuela! ¡Oh gran desventura! LUCRECIA.- ¡Escucha, escucha! ¡Gran mal es éste! MELIBEA.- ¿Qué es esto que oigo, amarga de mí? TRISTÁN.- ¡Oh mi señor y mi bien muerto! ¡Oh mi señor despeñado! ¡Oh triste muerte sin confesión! Coge, Sosia, esos sesos de esos cantos, júntalos con la cabeza del desdichado amo nuestro. ¡Oh día aciago! ¡Oh arrebatado fin! MELIBEA.- ¡Oh desconsolada de mí! ¿Qué es esto? ¿Qué puede ser tan áspero acontecimiento como oigo? Ayúdame a subir, Lucrecia, por estas paredes, veré mi dolor; si no, hundiré con alaridos la casa de mi padre. ¡Mi bien y placer, todo es ido en humo! ¡Mi alegría es perdida! ¡Consumióse mi gloria! LUCRECIA.- Tristán, ¿qué dices, mi amor? ¿Qué es eso que lloras tan sin mesura? TRISTÁN.- ¡Lloro mi gran mal, lloro mis muchos dolores! Cayó mi señor Calisto de la escala y es muerto. Su cabeza está en tres partes. Sin confesión pereció. Díselo a la triste y nueva amiga, que no espere más su penado amador. Toma, tú, Sosia, de los pies. Llevemos el cuerpo de nuestro querido amo donde no padezca su honra detrimento, aunque sea muerto en este lugar. Vaya con nosotros llanto, acompáñenos soledad, síganos desconsuelo, vístanos tristeza, cúbranos luto y dolorosa jerga. MELIBEA.- ¡Oh la más de las tristes triste! ¡Tan poco tiempo poseído el placer, tan presto venido el dolor! LUCRECIA.- Señora, no rasgues tu cara ni meses tus cabellos. ¡Ahora en placer, ahora en tristeza! ¿Qué planeta hubo que tan presto contrarió su destino? ¡Qué poco corazón es éste! Levanta, por Dios, no seas hallada por tu padre en tan sospechoso lugar, que serás sentida. Señora, señora, ¿no me oyes? No te desmayes, por Dios. Ten esfuerzo para sufrir la pena, pues tuviste osadía para el placer. MELIBEA.- ¿Oyes lo que aquellos mozos van hablando? ¿Oyes sus tristes cantares? ¡Rezando llevan con responso mi bien todo, muerta llevan mi alegría! No es tiempo de yo vivir. ¿Cómo no gocé más del gozo? ¿Cómo tuve en tan poco la gloria que entre mis manos tuve? ¡Oh ingratos mortales! Jamás conocéis vuestros bienes sino cuando de ellos carecéis.

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