MADAME ROSE. (Novela)

MADAME ROSE (Richard Joseph Wix Ramos) (Novela) Titulo: Madame Rose Richard Joseph Wix Ramos [email protected] Deposito Legal: 1f0412005800450

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Story Transcript

MADAME ROSE (Richard

Joseph Wix Ramos) (Novela)

Titulo: Madame Rose Richard Joseph Wix Ramos [email protected] Deposito Legal: 1f0412005800450 ISBN 980-12-1174-1 Tel: 00582418712437 00584126848439 Valencia Venezuela

Valencia 11 de Septiembre del 2003

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Entre el placer agonizante de aquella noche fortuita y eterna, Madame Rose en su propia cama compartida por uno que decidió enfrentarse en una batalla de amor entre dos cuerpos de manera inverosímil, contraía cada músculo de su humanidad sin poder controlar el raudal de hormonas que rodaban de manera sublime dentro de toda su anatomía. No pudo controlar aquella explosión tan feroz que sentía su vientre. Arañó las sabanas de seda blancas que semejaban un campo de guerra y entre el jadeo débil de su suspiro no podía entender como una mujer podía recibir el inmenso gozo que ella estaba sintiendo. En ese mismo momento, todavía no podía creer que eso estuviera ocurriéndole sobre todo a ella, que después de haber vivido tantos años por fin podía de manera plena disfrutar de aquella sensación gigantesca que siempre había querido gozar. Fue màs que un gozo físico, más que un placer mental, más que un disfrute emocional. En aquel momento, su vida estaba completamente llena. Todo lo que había sufrido antes valía la pena por este solo momento, toda gratificación que había dejado de recibir en su longeva vida había valido la pena en ese espacio, por fin había sentido lo que era vivir, sufrir, amar, ser amada, odiar, ser refutada, pero no entendía después de tantos hombres en su historia, porque entonces justamente ahora tenia la satisfacción de sentir el máximo mausoleo divino de ser mujer. Madame Rose era una abogada con más de un siglo de aventuras pues a sus 156 años de edad su cuerpo cada día era más hermoso. A pesar de que a los 18 años los hombres decían que era la mujer más bella del mundo, y no era mentira, su cuerpo se añejaba como el vino con cada minuto transcurrido en el incansable e interminable transcurrir de las horas su aspecto y sabor eran mejores. Hija de griegos, hablaba 5 idiomas y en su políglota sabiduría no había perdido las costumbres de los griegos ortodoxos. Había crecido en una de las capitales del caribe en uno de los lugares donde las pieles se ponen tostadas por el sol y los elíseos en la playa soplan más calores que frescos. A pesar de eso, su piel siempre se mantuvo blanca, pues tenia la irreal idea de que si salía al sol su piel envejecería más rápido de lo normal. Lo cierto fue que ella nunca tuvo que preocuparse por envejecer y verse fea, pues su hermosura se había detenido en ella para siempre y por siempre bajo el infinito y rostizante cielo. Fue educada de la mejor manera posible, tanto social como académica y religiosamente. Se aferraba a la creencia de que su pureza debía de ser entregada al hombre que cumpliera con los requisitos que comúnmente se pedían para poder recibir la virginidad de una mujer. Era una suerte de ritual que comenzaba por pedir la mano de la novia y terminaba en una iglesia con un sacerdote dando la bendición sacerdotal. Esa fue la razón por la cual Madame Rose llegó virgen al matrimonio. Estuvo tentada mil veces por su cuerpo, su corazón, su alma y hasta su propio novio. Sus convicciones reprimieron los sentimientos más sublimes. Siempre exclamaba “¡si la quieres, tienes que pedírsela a mi papa, pero no sin antes pedir mi mano!” Éstas eran solo dos frases exclamativas que neutralizaban las intenciones de aquellos hombres, cuyo deseo más titánico, sería compartir sus cuerpos con ella. Madame Rose había sido educada en las mejores escuelas que podía pagar el dinero. En ese entonces, el codeo con los aristócratas y diplomáticos de la más alta estampa se codeaban junto a su pupitre en el salón de clases. Así que, creció en medio de la más alta sociedad, sin que ella lo fuera del todo alta. Tuvo su primer y único novio a los 13 años de edad cuando aun no era una mujer. Pero que estaba a solo 2 años de serlo. Mantuvo su noviazgo durante toda la secundaria

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con más amistad que amor. La juventud de sus cuerpos los hizo más amigos que amantes, aunque las mariposas revoloteaban y agitaban las hormonas de sus cuerpos. Pero el tiempo y las transformaciones corpóreas cambiaron todo. Mientras Madame Rose crecía primero en su condición de mujer, sus deseos no se hicieron tan atormentantes como los de él. Por eso, la presión carnal que él ejercía sobre ella, se hacía cada vez más insoportable. Ella también quería, también sentía al igual que él. Claro esta, tal vez no con la misma magnitud. Pero en efecto, el deseo era inminente, el único problema que había era, la crianza de Madame Rose, las perpetuas palabras siempre incidentes de sus padres: “hasta la iglesia de blanco y después, bueno, haces lo que tu quieras”. Después de la eterna e interminable espera a la que Madame Rose tuvo que darle frente, el día de su luna de miel, su primera vez, su inicio en el mundo del amor, la decepción fue tremenda. Lo que esperaba que fuera, no fue. Lo que añoraba que pasara, no paso, una simple y efímera noche dejo un hueco más en su vida. Así pues, ¿cuál era la razón de que hace algunos instantes hubiese tenido aquel mágico suceso, del que aún no podía salir bien librada por la falta de aire en sus pulmones? No podía entender lo que estaba pasando. Después de haber llegado virgen al matrimonio con su amor de toda la vida, después de su fatal divorcio, aún creyendo haber encontrado a otro de sus amores en la vida, tuvo la inexplicable idea de enamorarse de un hombre casado. Aquello era tan inconcebible como trágico, porque las heridas de un corazón divorciado no sanaban. Madame Rose aún se jugaba los dados de la fortuna, apostando todo como siempre acostumbraba. Desatándose de todos sus yugos sociales y tabúes preconcebidos, decidió no controlar el amor que sentía por aquel hombre que entre todas sus virtudes, uno de los pocos e irrelevantes defectos que tenía era el de ser un hombre casado. Pero a ella le importo poco. Al final de cuentas ella lo único que quería era la felicidad, la que después de tantos años de casada nunca vivió, o al menos eso era lo que ella creía. Pensó que aquel acto de liberación de no negarle su amor a un hombre con dueña sería realización en la vida. Se había enamorado de un árabe Musulmán que había venido desde muy niño a este paraíso del trópico. La procedencia de él era de los sufridos y combatientes desiertos del Asia. Aquel hombre era abogado con una mezcla de culturas, religiones y creencias como son típicos en aquellos lugares. Su religión era el Islam. La cumplía con todo el rigor de la ley, aunque algunas veces rompía las reglas. Fue obligado a casarse con una mujer mucho menor que él prácticamente como el cierre de un negocio entre dos familias. Y para empeorar las cosas tuvo que embarazar varias veces a su mujer para que las familias no solamente estuvieran unidas por el dinero sino también por la sangre. Los escrúpulos y la ética entre Madame Rose y la esposa del árabe desaparecieron. Para ella en aquel momento como siempre sucedía, como siempre le sucedía a todas las mujeres, se argumentaba para sí misma y para todos los demás que él era un hombre de otra, pero que en realidad él no quería a su esposa, que era un matrimonio ficticio y arreglado que tenía enormes problemas y dificultades, que apenas si ese matrimonio había podido dormir juntos en las contadas oportunidades y que solo fue hecho para traer a los hijos que tanto esperaban y con los que contaban ambas familias. Eso era lo que Madame Rose decía del por que ella estaba con un hombre casado. Eso era lo que aquel hombre de compromiso le había dicho. El argumento era mutuo. Lo había ideado él. Madame Rose lo

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defendía a capa y espada en tanto que, el divorcio para este mortal del desierto era algo impensable. Se juntaban muchas cosas que lo impedían y en la resignación eterna el inmenso amor que sentía por Madame no era suficiente para romper las cadenas. Así que Madame Rose continuó saliendo con aquel hombre casado por algunos años. Y a pesar de todo lo malo e incómodo que acarreaba aquella situación, ella se sintió feliz, o al menos así lo creía. El goce carnal entre ellos fue bueno, mejor que con el de su esposo, pero ella no sabía mucho, apenas era el segundo hombre en su vida, no tenía mucho para comparar. En ese preciso instante de su vida creyó que ese sería el último hombre a quien amaba. El árabe y Madame Rose saborearon las mieles de la felicidad, pero siempre estuvieron enmarcadas por períodos de tiempo que se agotaban en minutos que solo a él le sobraban. Todo aquello mancillaba el alma, pero nada podía compararse con el disfrute que acababa de apretar en todo su cuerpo apenas unos instantes atrás. Recostada en su cama seguía recordando todos los momentos felices con los hombres y mujeres con quienes había tenido experiencias, pero esas a pesar de que habían sido gratas para el cuerpo, la sola idea de recordar el momento, apelaba a lo más profundo de sus convicciones cristianas, culturales, políticas, sociales, biológicas y cualquier otro tipo de patrón y reglamento, sin escribir que alterara las relaciones naturales de los seres humanos. Así que, solo se dedicó a pensar en los hombres. Recordó como después de su terminante relación con un hombre de otra mujer produjo tal depresión, anulando toda idea de su mente de volverse a enamorar. Así que solo se dedicó a salir con los hombres que la buscaban, que eran muchos dado el grado de perfección que poseía como ser humano tanto físico como intelectual y emocionalmente. No salía de manera descontrolada con cualquiera a cualquier hora, al menos no en ese instante de su vida, sino que establecía relaciones efímeras de manera frecuente, estaba con uno, terminaba con él, como ocurría casi siempre dado que no era una mujer que un hombre quisiera dejar así como así. Luego comenzaba una nueva relación, no amó nunca en esta época aunque ella creía haberlo hecho. Las relaciones carnales con los hombres en esa época no fueron tan importantes en su vida, le interesaba más algunos otros aspectos como su trabajo, la familia, la espiritualidad entre otras cosas. De esa manera transcurrían los días en la vida de esa mujer. Un tiempo posterior a su divorcio se negó de manera rotunda y tajante a volver a salir con algún hombre. Jamás mientras su corazón latiera y su cuerpo se moviera. Pero lo único que se manifestaba ciertamente era el dolor que le causó terminar una relación con el mayor y único amor de su vida. Transcurrió algún tiempo sin que supiera que era compartir con persona alguna hasta que las ganas pudieron más que el despecho y la resignación. A veces salía con cuanto hombre se lo pidiera. Estaba con dos hombres en un mismo día, dependiendo del ánimo que sentía y el gusto que quería complacer. Así pasó Madame Rose parte de su vida y a pesar de que había tenido buenos momentos con los hombres, mas que buenos momentos, había tenido muchos orgasmos aunque no tantos como ella hubiese deseado. Nada se comparaba con lo que acababa de sentir. El círculo se había cerrado. Todo estaba completo en su vida, su trabajo era perfecto, o al menos estaba bien y con muchas probabilidades de mejorar. Su familia era buena, claro está con los problemas que presenta toda familia. Pero en línea general no se quejaba de

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eso. Su posición económica era estable y tendía a la alza, estaba tranquila desde el punto de vista emocional. Su ansiedad era fortuita y no se había manifestado en ella desde hacía algún tiempo. Lo único que le faltaba era justamente lo que acababa de vivir hace algunos instantes y eso ya era un hecho, así que su vida era lo que siempre quiso que fuera. ¿Pero por qué había logrado después de tantos años la felicidad plena? ¿Porque con aquel hombre? ¿Porque en ese preciso lugar?

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Madame Rose, tenía el cabello tan negro que los azabaches reventaban relucientes e impacientes en el colchón. La distancia opacaba la mitad de su espalda y parecía lluvia que bajaba como si fuera un eterno milagro en su cuerpo. Mujer de ojos pardos y que antes llevaba las cejas muy gruesas cual si fuera la propia asesina. Pero desde que se depiló la mirada parecía más verosímil con sigo misma. Nariz perfilada, labios tan pequeños y sutiles que sería un pecado no golpearlos con un beso según decían los hombres que la conocían. La quijada no era muy grande pero el cuello siempre levantado como señal de no bajar jamás la cabeza ante nada ni ante nadie. Tratando de ocultar la vulnerabilidad de su ser, que ya era bastante grande por todo lo que había sufrido y todo lo que había vivido, su cuerpo se mantenía en muy buen estado y en muy buena apariencia, producto de las incansables horas que le dedicaba a hacer ejercicios y a pesar de su apariencia juvenil Madame Rose con sus 156 años de edad ya hacía mucho tiempo que había parado el reloj de la vida para empezar a descontarse años. Ese mismo día unas amigas de Madame Rose habían ido a tomar café a su casa. Cuando sonaba el timbre de la casa, el ama de llaves le decía a Madame Rose: “señora sus amigas vinieron a visitarla",a lo que Madame Rose contestaba "has que pasen Carmelia". Así se llamaba la mujer de servicio. Una mujer rara que de ves en cuando leía las cartas. Por su puesto, todo era pura fanfarronada. Pero como pensaba ella misma, la gente cree lo que sea siempre y cuando carezca de esperanza. Después que las amigas estaban sentadas en la sala Madame Rose salía a recibirlas y decía a todas "Bom jour" con el acento y todo que ya se le había quedado pegado de las tantas noches que había estado en Paris. Algunas fumaban no tanto por la necesidad sino por costumbre. Se sentaban toda la tarde a contar los chismes, se metían con toda la ciudad, alardeaban de sus conquistas y de todos los hombres que habían compartido su humedad. A veces hacían apuestas sobre algún hombre y cual de ellas lo llevaba a la cama primero. El chisme del día era sobre César Centeno. Un hombre que mientras la esposa dormía, se dirigía sigilosamente al cuarto de la servidumbre para compartir noches de aromas. Pero su descaro le hacía creer que mientras el apostaba las hormonas con la sirvienta, su esposa estaría cándidamente dormida en su cuarto. ¡AH! Tan culpable y atrevida como él, la esposa de Cesar Centeno sudaba con su chofer. Madame Rose tenía una obsesión por la limpieza de su hogar. Ella era detallista hasta tal punto que escogió el lugar donde instalaría su metrópolis. Así lo creyó desde que habría leído aquel libro de mitología Griega que afirmaba que Eros el Dios del amor se iba a refugiar con su madre en este planeta. Aquella casa estaba tan llena de comodidades y tecnología como de recuerdos. Madame Rose amaba la lectura y dependiendo de su estado anímico, escogía el lugar para leer algún libro en particular. Si quería leer Don Quijote, buscaba el mueble. Para Alicia en el país de las maravillas el lugar perfecto era el escritorio. Si por el contrario, necesitaba ciencia ficción tenía a sus pies al escritor futurista: Isaac Asimov (con su trilogía de las fundaciones). Aunque la tristeza siempre la abordaba, posaba su mirada en algún poema de Pablo Neruda y en el caso de sentirse sola y frustrada nadie ha leído más que “Cien años de Soledad”. Cuando Carmelia terminaba de limpiar toda la casa desde la entrada hasta el patio con todo el desastre que hacían los perros y las palomas que se anidaban allí en el verano, después de que guardaba la pala, la escoba, el haragán y el coleto y por fin iba a descansar

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conseguía de nuevo las colillas de cigarrillo y las migajas de galletas en el piso de la sala y tenia que volver a hacer todo de nuevo hasta que por fin Carmelia se iba a su casa a dormir. Ese mismo día habían legado unas amigas de Madame Rose y Carmelia inmediatamente "señora llegaron sus amigas" "has que pasen por favor Carmelia", Carmelia fue inmediatamente a abrirle la puerta a las amigas de Madame Rose mientras ella esperaba sentada en la sala sentada "bom jour" y después de saludarlas a todas con besos se sentaron a hablar durante horas. La conversación comenzó con que Emperatriz una de las amigas que estaban allí dijo "saliendo de la tienda de víveres tropecé a un hombre que llevaba unas cajas, se le cayeron y me dijo cuidado pedazo de Puta" y entre las habladurías y el escándalo que hacían en la sala toda esas mujeres Madame Rose con una voz melodiosa pero segura "porque se alarman si les dicen Puta, a mi no me importa porque yo si lo soy". Y entre el silencio de todo el mundo, Madame Rose que era una mujer muy docta y comenzó a hacer comparaciones y explicar el comportamiento de los animales. "Por Ejemplo cuando las Ardillas se van a aparear el macho se preocupa mucho, primero recorre todo el bosque pasa días enteros y noches buscando el mejor árbol lo mira , lo prueba, y dada su experiencia elige si esta bien o no. Busca la mejor madera en una determinada época del año en donde la madera es la más idónea para construir su hogar. Después que encontró la madera, pasa mucho trabajo para despegarla del árbol en donde la encontró. La trabaja, la moldea como puede, claro siempre con las dificultades que un animal de esa clase puede hacerlo. Después que está moldeada y lista la madera comienza a hacer su hogar teniendo mucho cuidado, se aseguran de que todo este muy bien organizado, buscan la mayor cantidad de madera posible y el mayor espacio que encuentren para que quede muy espacioso y grande, algunas ardillas machos le roban la madera a sus compañeras o se las dañan para que no puedan construir sus hogares y de todas maneras si las construyen las construyen mal y muy pequeñas, después que ya todos terminaron sus hogares exhaustos de tanto trabajar cansados pero ansiosos de que llegue la temporada de liga con las hembras de la especie descansan esperando el día. Cuando llega por fin, la hembra, mira calmadamente, pasa por todos los hogares construidos por los machos si ve que es muy pequeño lo descarta, si ve que es un poco feo para su gusto lo descarta, si ve que no esta muy firme y se puede caer lo descarta, si ve que no esta ubicado en una buena zona en donde viven los demás de la especie lo descarta, solo aquellos hogares que ve grandes, espacioso, de buena apariencia, que no se vallan a derrumbar y que estén ubicados en una buena zona, entra y los prueba cuando ya ha visto y probado todos toma una determinación y escoge por fin el macho con que se va a aparear"."Y como sabes tu eso amiga" decía Emperatriz ", bueno eso lo leí en una pagina en la Internet WWW. Conductaanimal.com creo que era que se llamaba y concluyeron que la hembra escoge al macho si tiene el mejor hogar". Las mujeres que estaban sentada allí no entendían bien lo que trataba de decir Madame Rose, mientras seguía hablando y poniendo mas ejemplos "En las focas Marinas que viven en los polos de la tierra en ese terreno inhóspito y gélido donde un color hace falta mas que la comida puesto que aunque no alimenta el cuerpo alegra el alma y te hace seguir así tengas hambre, puesto que todo en tan blanco que la pureza se pierde porque no se conoce y los rayos del sol que llegan con dificultad y solo en cierta épocas del año se oscurecen con tanta traslucidez del paisaje allí entre todo eso el macho de la especie tiene como sea que buscar comida y alimentarse bien. Entrenarse bien, ser el más fuerte ya que cuando la hembra de la especie va a buscar pareja todos los machos comienzan a pelear, pero la pelea es tan salvaje y sanguinaria que algunos machos mueren por los golpes de

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otros. Salen corriendo para encontrarse con sus cabezas, se muerden. En fin todo esto para que el más fuerte de todos se pueda quedar con la hembra pues, según la revista Europea que leí. Según los científicos que realizaron este estudio las hembras escogen al macho que sea más fuerte y es lógico que necesitan a alguien que las proteja". Todas las amigas de Madame Rose más extrañadas aún cada vez que les daba un ejemplo algunas comenzaban a entender otras no les importaba, puesto que lo que les motivaba cada tarde era únicamente sentarse a hablar de cualquier cosa y nada mas "Ahhh otro caso que recuerdo en los Alpes Canadienses, cuando están pasando los tiempos de otoño cuando las hojas de los árboles comenzaban a ponerse trises y melancólicas con su sintomatología de decoloración y su sequedad que parece como si hubiesen derramado un caudal de lagrimas porque les esperaba mucho frió en la época de invierno y solas ya en el suelo después de la caída sin nadie que les proporcione la fuerza que necesitan para seguir viendo perecer, después de que todos los animales de las montañas listos para la hibernación preparados para estar sin ese sol que les calienta el cuerpo y que les ilumina su visión cuando van a buscar comida el que mejor se prepara de todos es el pájaro de Carroña. Vuela hacia el cielo hasta lo más alto, lanza una fugaz mirada hacia la tierra, se orienta hacia el este por donde sale el sol, cuando perece el alba y piensa que allá debe de estar el oeste y esas son las únicas orientaciones que necesita. Comienza a guardar comida de manera muy organizada. Prepara los mejores árboles, los más altos para cuando vaya a buscar la comida le sea fácil recordarlos y verlos, va recorriendo todas la montañas de sur a norte guardando un numero de aproximadamente 1000 sitios distintos su comida. Después que es inevitable la llegada del invierno que pareciera como si se le hubieran quedado los colores desde el lugar de donde vino o los hubiese perdido en algún lugar donde se paró en ese viaje tan largo el pájaro de Carroña cada vez que tiene un poco de hambre vuela lo más alto que puede. Se orienta entre la apariciones y desapariciones del sol cuando encuentra con la vista uno de los árboles en donde guardó su comida, baja y entre una capa de aproximadamente dos metros de nieve escarba hasta que llega justamente a la rama en donde están las semillas que lo van a alimentar. Por supuesto no iban pensar que guardaría la comida en 1000 lugares diferentes para él solo. La hembra de la especie cuando ve al pájaro de Carroña que recuerda mas lugares en donde guardo la comida con ese se queda compartiendo para la procreación, puesto que ese es el que le va a garantizar la comida a su cría, esto fue un documental que vi en el Discoveri Channel, un canal de ciencia y si ellos concluyeron que la hembra busca al macho con más memoria". Antes que diera tiempo de que pudieran pensar Madame Rose contó: el topo recolecta durante mucho tiempo toda la comida que puede guardar en su madriguera, aquella que puedan comer y que no se les vaya a podrir, que va a estar almacenada muchos días y así pasan quien sabe cuantos días debajo de la tierra sin necesidad de salir a la superficie para buscar comida y la hembra de la especie se aprovecha de esto y escoge al macho que más tenga comida guardada en su madriguera. Para ella esto es muy cómodo ya que no se tiene que preocupar por buscar comida y arriesgarse a todos los depredadores que están en la superficie esperando que cualquier topo salga para alimentarse de él. Para el macho también es muy ventajoso, de modo que la hembra lo escoge para procrear, esto lo escuché en un congreso sobre comportamiento sexual de los organismos vivientes". Después de terminada la plática de los topos Carmelia interrumpió a Madame Rose diciéndole que tenía una llamada urgente, pero ella cuando se sentaba a conversar no había nadie que la parara y le dijo a Carmelia que le tomara el recado y que ella llamaba luego. Después de que se fue Carmelia "Entonces de todo esto les quiero decir que si los

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animales que son menos evolucionados que nosotras escogen a sus machos por que tienen el mejor hogar, son los más fuertes, los más inteligentes y los que más tienen comida en sus madrigueras, entonces por que yo no puedo escoger a mi hombre por la casa que tiene, lo atractivo que es, la astucia que tenga para conseguirme lo que yo quiero y el que más tenga dinero guardado. Eso es lo mas bello que tiene la naturaleza, porque las hembras lo hacen para mantener la especie y escogen al macho que les pueda brindar mayor seguridad a sus hijos y por eso si la prostitución es un acto de aceptar cualquier cosa en virtud de un beneficio, con orgullo digo soy una Puta".

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Era un día cotidiano de trabajo para Madame Rose, su agenda estaba completamente copada, tenía tanto clientes que casi siempre tenía que referirlos a otros colegas, con la nostalgia de algunos puesto que ella era la mejor. Su próximo cliente era una bella mujer de sombrero rojo. Tenia un vestido clásico, muy conservador para la época, aunque dejaba pronunciar su escote. La mujer se sentó posterior del acostumbrado apretón de manos que Madame Rose le daba a sus clientes para saludarlos. Cuando las dos estuvieron sentadas Madame Rose inició el cuestionario “dígame señora, ¿en que la puedo ayudar?”, a lo que la dama ensombrerada respondió, “en mi divorcio, espero”, esas eran melodías perfecta para los acústicos oídos de Madame Rose, dado que ella era una experta en ese tema, como buena abogado que era, manejaba el arte de el odio, la conspiración, el enfrentamiento, el odio, la rivalidad y los conflictos a la perfección, algunas veces la visitaban clientes que acudían a ella porque estaban muy enamorados y querían poner todos sus bienes en una cuenta común, pero cuando salían de la oficina de Madame Rose querían divorciarse, auspiciado por la cizaña de Madame Rose, así que éste sería un caso fácil para ella. Después de saber la razón por la cual aquella mujer la estaba consultando Madame Rose pidió mas detalles, “por supuesto lo quieres todo, ¿no?, la casa las propiedades, el dinero, los autos, una buena pensión, todo? Aquella mujer no supo que responder, le dio un poco de vergüenza la forma en que hablaba Madame Rose , por encima de que quisiera divorciarse de su esposo no veía la razón para destruirlo, así que la ensombrerada mujer solo dijo: “quiero solo la casa, él se puede quedar con todo lo demás”. Madame Rose no entendía a aquella mujer, los instintos femeninos habían desparecido en ella, no quería destrozar al hombre, dejarlo arruinado y en la calle como muchas otras mujeres que acudían a la oficina de Madame Rose para divorciarse. Madame Rose atacó nuevamente con su envenenadora forma de hablar, “recuerda que tu eres la victima aquí, tienes que arruinar a ese desgraciado de tu esposo, en efecto no se porque te estas divorciando, pero estoy segura de que él es el culpable de todo, así que tienes que destruirlo, y por esos servicios extras yo no cobro un mayor porcentaje de lo que cobro normalmente en estos casos de divorcio. No tienes que preocuparte por el pago, puesto que tu esposo es el que se va a ocupar de todos los gastos”. La clienta de Madame Rose no quería perjudicar a su esposo, simplemente quería divorciarse amistosamente, aun era su amigo y se querían mutuamente pero o había química para seguir juntos, y por eso los dos decidieron en consenso divorciarse, eso era lo que aquella mujer trataba de hacerle entender a Madame Rose, pero la voraz abogada no entendía y proseguía con su ponzoñosa charla, “no, no, estas muy confundida mi amiga, deja que yo me encargo de todo, después de todo es un hombre y tiene que pagar”. Pero lamentablemente la conversación entre aquellas dos mujeres no pudo extenderse más tiempo, ya era tarde, oscurecía rápidamente y Madame Rose estaba completamente agotada. Había trabajado todo el día sin descanso, apenas si paró para merendar, fijo una nueva cita con su nueva cliente de sombrero y se despidieron con un beso en la mejilla como era la costumbre en el caribe. Madame Rose regresó a su hogar a descansar de tan duro y agobiarte día de trabajo, tenía muchas cosas en las que pensar, su vida no marchaba nada bien y los problemas en su cabeza la desconcentraban de todo lo importante.

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Al día siguiente Madame Rose se negó a trabajar, pensó visitar la antigua casa que le había dejado su padre cuando murió, como siempre lo hacía cuando su vida estaba en problemas como era el caso ahora, recordaba el misterio que encerraba aquella casa. Todos decían que había un tesoro escondido allí y que lo había guardado el propio General en persona antes de morir, cuando la dictadura estaba cayendo y los demócratas acababan con todos los cimientos de las antiguas estructuras del gobierno dictatorial que tenía el General. En un número incontable de oportunidades pasó por la mente de Madame Rose continuar con la búsqueda del tesoro en aquella casa, pero no era el momento adecuado, su padre había muerto con la esperanza de encontrarlo así que los deseos de Madame Rose nunca se materializaron. Imaginaba la época de la dictadura del General dando ordenes desde la sala y persiguiendo a sus mujeres por toda la casa, pero éste no era el momento indicado para continuar la búsqueda que el padre de Madame Rose había iniciado años atrás y que había tenido que abandonar de manera obligada por su propia muerte. Después de que Madame Rose volvió de la antigua casa de sus padres en donde acostumbraba a pasar vacaciones o tiempos difíciles, continuó con su trabajo, muy temprano en la mañana la esperaba la mujer de sombrero que ahora traía uno de color negro, Madame Rose le preguntó después del habitual saludo, “pensaste en lo que te dije ese otro día. Espero que hayas reflexionado al respecto y que quieres arruinar a tu esposo”, la mujer no supo que decir, así que simplemente asintió con la cabeza. La secretaria de Madame Rose entró a la oficina mientras cliente y defensora hablaban, sirvió el café y unas galletas para que desayunaran y salió de la oficina, después de que terminaron el café Madame Rose se interesó en la razón por la que su clienta quería divorciarse de su esposo, en realidad no le interesaba la razón, pero quería preparar un buen caso para tener mas posibilidad de ganar la disputa, así que le preguntó a la mujer del sombrero, “porque quieres separarte de tu esposo”, a lo que su clienta contestó: “yo no soy la que se quiere separar, él fue el que tomó la iniciativa, y a mi no me queda nada más que hacer”, la respuesta le pareció un poco extraña a Madame Rose así que no tuvo mas alternativa que dar un aliciente diplomático que no ayudaba en nada. “Tranquila, mejor así, él es el que te necesita y tu no a él, ya veras que después de que te divorcies vas a estar mucho mejor”. Pero Madame Rose quería todos los detalles de aquel conflicto marital, así que continuó interrogando a su cliente, “cuéntame, ¿Por qué se quiere divorciar de ti?, ¿le fuiste infiel acaso?, no te preocupes si la respuesta es afirmativa, todas las mujeres lo hacen, yo solo quiero todos los detalles para poder defenderte mejor, de cualquier forma nadie se va a enterar de las cositas que hiciste”, pero aquella mujer de sombrero no le había sido infiel a su esposo y trató de explicarle a Madame Rose de la mejor manera posible, las razones por las cuales ella se separaba de su esposo. Nunca le he sido infiel a mi esposo, él no quiere divorciarse de mi por esa razón, pienso que lo que ocurre es que yo no lo estoy tratando muy bien, no le preparo la comida, nunca le hago caso a lo que me dice, todo el tiempo estoy peleando con él por cualquier tontería y busco la mínima excusa para formar un alboroto. Creo que esas son las razones por las que él quiere la separación”, Madame Rose quería saber mas, quería las razones por las cuales ella hacía eso. “¿cuéntame es que acaso el te maltrata, debe haber alguna razón por la cual tú estés tan predispuesta?”, a lo que la clienta contesto, “no doctora”, que era como le llamaban a los abogados en aquella región del caribe, “él no me maltrata, al contrario es muy cariñoso conmigo, nunca me ha sido infiel, me ama mucho es un buen

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esposo y un buen hombre, siempre me complace en la cama, es muy atento, el marido casi perfecto”. A Madame Rose le pareció interesante el que un hombre tan bueno en apariencia fuera rechazado por una mujer así que, continuó con su investigación para dar en el meollo del asunto, “¿entonces porque maltratas a tu esposo?”, a lo que la mujer del sombrero respondió: “estoy harta de no tiener dinero, de no viajar a Europa como los vecinos, de no tener tarjetas de crédito para comprar ropa y todo lo que yo quiera. Estoy harta de no tener un auto del año, cuando me casé con mi esposo lo único que quería era vivir como una reina y lo único que ese idiota me ha dado es cariño, amor, comprensión, ser un buen esposo y un buen hombre en la cama, pero eso no es suficiente, dígame usted ¿Qué clase de mujer puede soportar a un hombre que solo le brinda esas condiciones y no le brinda dinero? El dinero es lo más importante en una relación y si un hombre no te lo puede ofrecer, entonces la relación esta terminada, no hay nada más que buscar, él vecino maltrata a su esposa y le es infiel, pero él le compra todo lo que ella quiere, eso es lo verdaderamente importante, por eso quiero divorciarme de mi esposo, por eso lo maltrato”. Aun estupefacta por lo que acababa de oír Madame Rose no podía creer la razón de la destrucción de aquella pareja, no era la idiosincrasia de Madame Rose, puesto que ella era una mujer rica y nunca tuvo que preocuparse por el dinero de su esposo. Madame Rose citó a su clienta para otro encuentro, era un caso fácil, seguramente lo ganaría, se despidió de su cliente y se retiró a su casa para reflexionar sobre el pensamiento de aquella mujer que lo tenia todo, o al menos todo lo que Madame Rose soñaba en un hombre pero que no tenía. Pensó que Dios le daba pan justamente a los que no tienen dientes, para que el peor castigo sea su arrepentimiento.

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Madame Rose recordaba el largo viaje que la trajo a esta tierra maravillosa, donde sin ninguna razón aparente que al menos aquella niña pequeña pudiese entender, cambiaría su vida de manera tan significativa. La afirmación de su padre a la hora de la cena aquella noche cuando decía “nos vamos al Caribe” y dos meses después toda la familia esperaba la llegada de aquel trasatlántico Griego que los llevaría a tierras de esperanza. La mañana del trasbordo fue como cualquier otra en el invierno frió de aquel país mediterráneo. Todos veían desde cubierta como su historia se alejaba de sus vistas hasta que el crucero alcanzó tanta distancia de la orilla que algunos de esos pasajeros no volvería a ver jamás. Era un nuevo tipo de viaje en el que los pasajeros no solo viajaban con las pocas pertenencias que tenían, sino que también viajaban personas solo por el simple hecho de recorrer el mundo en un barco de exquisito buen gusto y lujo en demasía. El barco tenia camarotes que parecían suite presidenciales, restaurantes 5 estrellas, casinos y toda esa cantidad de trivialidades que las personas se pudieran imaginar, era el nuevo negocio de la marina y había sido bautizado con ese buque “El Elena”. A pesar de que Madame Rose y su familia viajaban en una clase de baja categoría, que fue lo que pudo pagar su padre en aquel viaje costoso a través del atlántico y del que no había más alternativa que tomarlo. El padre pregunto “¿cual es la clase mas económica?”, “es la cuarta clase señor?”, contesto el vendedor de boletos en el muelle, “entonces déme la quinta clase” afirmo el jefe de aquella familia. La división entre las clases no era muy segura así que todos se paseaban de una clase a otra, y todos podían vislumbrar lo mejor de la gala europea de ese entonces. Las alfombras rojas en los grandes salones de madera de pino pulida, los grandes candelabros dorados etilo imperio ruso, que iluminaban todas las salas y hasta hacían posible observar al inmenso flotador a muchos kilómetros de distancia. Las mesas decoradas con flores que parecen haber sido sacadas del mar, puesto que nadie entendía como duraban tanto tiempo sin marchitarse, todos se preguntaban de donde sacaban aquellas hermosas flores y todos sus adornos que decoraban las mesas, los camarotes, los pasillos, salones y la totalidad del espacio. Mucho tiempo después el misterio fue aclarado de manera íntegra cuando se reveló que eran todas flores artificiales de plástico, algo inimaginable en aquella época, pero la industrialización y el mercado ya tenían años haciendo estragos y dirigiendo al mundo así que aunque esto fuera completamente de mal gusto y considerado de poco glamour, era la forma de adornar y decorar. Los días pasaban sin la mayor novedad entre la mayor de las felicidades, al menos nadie esperaba el fatídico desenlace de aquel paseo para algunos o aquella nueva vida para otros. El viento y el brillante sol incidiendo sobre el rostro de todo el que se atreviera subir a cubierta y ver a los hombres practicando tiro con discos voladores o vallas en el océano, las mujeres conversando y chismeando trivialidades sin importancia, mientras tomaban el té o jugaban bricht, era todo un círculo social impenetrable, al menos para los que no habían tenido el dinero para pagar aquella vida llena de excesos. Los problemas comenzaron con aquel hombre muerto que apareció en uno de los camarotes de cuarta clase. Todos dirigían sus vidas al igual que siempre sin el menor indicio de perturbación hasta que apareció aquel grito terrorífico en el aire “auxilio un muerto”, gritó alguna de las mujeres que viajaba en cuarta clase. Por suerte no se trataba del Padre de Madame Rose aunque si su padre hubiese muerto en aquel homicidio la diferencia habría sido poca, Madame Rose no entendía

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prácticamente nada, estaba muy pequeña para entender toda aquella clase de situaciones, ella únicamente se dedicaba a realizar las tares que sus padres le ordenaban. El suceso conmocionó toda la vida pacifica y fraternal del lugar, las clases quedaron completamente aisladas unas de otras, nadie podía caminar libremente y todo el mundo vigilaba al otro y sospechaba hasta de si mismo. Inmediatamente comenzaron las investigaciones para aclarar quién había asesinado a aquel hombre. La víctima era un italiano que viajaba en busca de trabajo en otro país, era albañil, un tipo robusto y bien parecido que viajaba solo y compartía el camarote con un portugués y un finlandés quienes fueron los dos primeros sospechosos de aquel sangriento hecho. Pero quienes poco tiempo después fueron librados de toda culpa dado que la tarde del suceso habían estado hablando con muchas otras personas en uno de los salones de la clase baja así que el misterio era mucho más llamativo y sin ningún sospecho ni pistas que aclararan la situación, el suceso perdió importancia, la única pista , el arma asesina, un cuchillo de plata muy lujoso con piedras preciosas incrustadas en el mango fomentaba la decidía de encontrarle respuestas a todo aquello, dado que la sospecha caía sobre alguna persona de clase alta y el sospechoso era un pasajero sin importancia que no tenia ningún doliente. Por desgracia esta muerte no era la única tragedia en la vida de todas las personas que se encontraban allí. Pocas semanas después de zarpar a la mar el inmenso barco se descompuso de manera irreal dado que después de muchas investigaciones habían encontrado el problema por el cual las maquinas se habían detenido, otro terrible escándalo entre los pasajeros, un hombre había sido encontrado entre los engranajes del motor. El cuerpo estaba completamente descuartizado y no solo el cuerpo que era lo menos que importaba en ese entonces, la maquinaria del motor se encontraba igualmente dañada y con el peor pronostico de no tener ningún tipo de reparación oportuna en ese momento, carecían de los repuestos, herramientas y hasta del personal técnico que se ocupara de este vital asunto. La noticia se propagó rápidamente “estamos a la deriva y probablemente todos vamos a morir”. Madame Rose ni siquiera se le ocurría pregunta que era lo que estaba sucediendo, ni siquiera le pasaba por la mente cuestionar algo, por la represión tan brutal que ejercía su padre con la complicidad omisiva de su madre que muchos años en el futuro dejaría las secuelas en el comportamiento de Madame Rose. La poca agua y comida que quedaba era priorizada para las personas ricas lo que casi provoca un motín en el buque, por suerte los pasajeros de primera clase tenían algunas armas con lo que de manera preventiva contuvieron la masacre, también colaboraron los marineros por orden directa del capitán, después de todo, las clases altas era los que pagaban los salarios de todos, sin incluir las excelentes propinas. El problema del agua y la comida lo resolvieron priorizando a la primera y segunda clase y los niños no importaba el estatus al que pertenecieran, así se apaciguó la iracunda rabia de los desposeídos, al menos por un tiempo. La situación se tornó crítica cuando pasados los días y las semanas la comida ni el agua llegaba de ningún barco que viniera a socorrerlos, la llegada del buque no estaba preparada para retrasos así que no hicieron previsiones con los suministros, y era casi imposible una misión de rescate dado que nadie sabia donde se encontraban. Lo único bueno de el tiempo a la deriva fue que en un acto de pánico las personas comenzaron a confesar sus pecados, dado que se creían muertas, y la persona que asesinó a aquéllos dos hombres no fue la excepción en medio de la proa con casi todo el mundo a su

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alrededor una mujer rompió en llanto y vocifero “yo mate a esos dos hombres”, la rabia de todo el mundo se desbordo sobre ella, no por el simple hecho de haber matado a aquellos dos hombres que ya era realmente nefasto sino que por su culpa todos los demás iban a morir por haber tirado el cuerpo de aquel hombre en las maquinas del motor, “pudiste lanzarlo al mar” decían algunos. Madame Rose había reconocido a la mujer que mató a lo dos hombres, definitivamente esa era la misma mujer rica de clase alta que vio en el camarote de aquel obrero pobre, los había visto desnudos tocando sus cuerpos pero Madame Rose no sabía por qué los adultos hacían eso, fue la primera vez que vio un acto sexual, no lo comprendió en absoluto se lo contó a su madre y ella la castigó por haber visto eso. Madame Rose no asimilaba el por qué la habían castigado por haber visto eso, “deberían castigar a aquellas dos personas por estarse tocando desnudos, en el supuesto negado de que eso sea malo como dice mi madre”, vociferaba Madame Rose para sus adentros, fue la primera represión sexual que tuvo y quedaría en su subconsciente para siempre, aunque ahora no lo entendiera. Lo que había ocurrido era que la adinerada mujer bajaba al cuarto de aquel obrero para compensar las noches de monótonas caricias entregadas de manera fría y decepcionante por su esposo, así que cuando todos dormían o en cualquier oportunidad que tenía ella bajaba, escondida de su esposo para recibir las caricias ardientes de aquel extranjero que la hacía sentir viva completamente. La situación se enredó cuando el compañero de cuarto de aquel obrero decidió chantajear a la señora, amenazaba con decirle todo al esposo si ella no le daba una cuantiosa suma. Como las cosas se salieron de control primero mató al obrero y luego mató al compañero de cuarto, que la estaba chantajeando, un típico caso policial de homicidio por dinero y relaciones amorosas. Luego de que fueron rescatados por algunos buques que de casualidad pasaban por allí la señora fue llevada a la cárcel del puerto más cercano. Cuando Madame Rose vio por fin la costa no era en absoluto como ella se lo imaginaba, las costas de Grecia eran completamente diferentes a las costas del caribe. Se sintió porte de todo, parte del sol, de la arena, del caribe.

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La represión que tenía atada la sexualidad de Madame Rose, había sido fraguada incluso antes de nacer y fomentada con mayor ahínco desde su niñez, ella misma recordaba en su inconciente el castigo contra cualquier acto sexual, desde los primeros días de su llegada en este suelo maravilloso de arena y sol. Con la llegada al caribe todo fue más fácil, o más difícil, con todos los problemas de los que ahora en adelante se tendrían que enfrentar. Claro está, habían dejado atrás la miseria y la guerra, pero se enfrentaban a la búsqueda de una nueva casa, empresa nada fácil, un nuevo trabajo, nuevas escuelas para los niños, nueva iglesia, nuevos amigos, en fin un sin término de pesares de los que ya no podían escapar. Lo primero en lo que invirtieron toda su fuerza, tiempo y trabajo puesto que habían llegado sin un centavo fue en conseguir una vivienda digna donde pudiera vivir esa abultada familia, recorrieron los barrios más famosos donde se hospedaban todos lo extranjeros pero no tuvieron suerte, si podían pagar la renta entonces era muy pequeña, y si era suficientemente grande para vivir todos allí entonces no tenían para paga el coste. Pero algunas veces la suerte favorece a quien no la necesita, o la mala suerte, dado que encontraron con un paisano que había llegado hacía tiempo el próximo lugar donde vivir. Era una casa muy grande y lujosa, al menos eso debía de ser, un poco descuidada y deteriorada, pero nada mas. Nadie había habitado esa casa desde hacía ya mucho tiempo, se rumoraba que pertenecía a un general que gobernó el país hacía mucho tiempo y había enterrado en algún lugar de la casa una fortuna inmensa en oro de uno de los botines que le había robado a la nación, pero desde que aquel general murió nadie quería vivir en esa espeluznante casa, los pocos que lo intentaron no duraron ni una semana, por el miedo enorme al que estaban sometidos por los espantos del fantasma del general. La familia entera no tuvo más opción que aceptar después de que el paisano de la familia Rose dijera, “la casa es suya el único problema es que esta embrujada”, pero el padre de Madame Rose no había venido desde tan lejos para rendirse por fantasmas, después de todo los europeos habían inventado los fantasmas y sus cuentos así que el negocio se cerro con un simple “nos quedamos”. La mansión era enorme, 8 habitaciones, cocina, sala, estar, patio, jardín, garaje, de dos plantas, la familia conocía ese tipo de viviendas, pero solo que en Europa al igual que en el Caribe solo los ricos las podían tener. Algo completamente distinto eran las casas de los pobres, en Europa eran de cemento su mayoría bien construidas y resguardadas a pesar de que los espacios eran pequeños, pero en el caribe las personas de las costas que eran las zonas rurales vivían en ranchos de cartón, laminas de metal o palmas era impresionante el nivel de atraso y miseria de ese lugar del mundo. Muchos años e intentos infructíferos pasó la madre de Madame Rose buscando la fortuna que supuestamente había escondido el general en vida y por lo cual siempre aparecía su espíritu en la casa para asustar a todos los que osaban invadir su casa pero la búsqueda de la fortuna no dio resultados durante años el papa de Madame Rose lo único que consiguió fueron sustos por parte del fantasma del general. El otro gran dolor de cabeza al que tenían que hacer frente era escoger una iglesia nueva, con una religión nueva claro está dado que en el caribe era casi imposible conseguir una iglesia Ortodoxa con era costumbre el en antiguo mundo. Aquí en el nuevo mundo lo único que podías escoger era prácticamente la religión católica o la católica porque pretender algo diferente era como buscar el frió en esta tierra de playa y sol.

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La escogencia de la iglesia católica pasó como última opción así que pensaron en la iglesia evangélica, pero aquí no tenían mucho poder ni dinero, ni tampoco muchos seguidores, eso era justamente lo ultimo que necesitaban. Entrar a una organización que tuviera tantos problemas como ellos así que descartaron la tendencia evangélica de plano. Estaban igualmente los Testigos de Jehová pero parecía demasiado extremista para los gustos del jefe de la familia que era realmente el que mandaba en la familia Rose, así que esa como muchas otras religiones y sectas fueron siendo descartadas una por una en su búsqueda por una nueva iglesia o religión, pensaron en el Budismo, pero tenían poco en común con los asiáticos. Así que sería muy incomodo, también pensaron en sectas hindúes, aunque su afán por éstas duro muy poco. Finalmente se decidieron por quedarse con la religión Ortodoxa, la misma que tenían en su antiguo hogar a muchas millas náuticas de allí. El problema principal era que la única sede que tenían para ese momento quedaba tan legos de la nueva casa de la familia Rose que pasaban más tiempo en el viaje de ida que en la propia ceremonia religiosa, pero aun así no les quedo otra alternativa que esa. Lo que siguió fue conseguir un trabajo, algo fácil en aquella época de auge económico en ese país, después de todo la familia Rose no se había alejado solo de la guerra y la destrucción que había sino también se alejaban de la miseria eternizante que se vivía en su patria, el padre de Madame Rose comenzó a trabajar como albañil construyendo carreteras, edificios y todo lo que necesitara mano de obra trabajadora y barata, pero el trabajo de albañilería duro poco tiempo y luego se dedico a hacer lo que realmente le depararía una vida llena de riquezas y esa profesión fue el comercio. La madre de Madame Rose consiguió trabajo dando clases de idiomas en una escuela para los hijos de los diplomáticos y empresarios ricos que venían del extranjero, y de la misma forma colaboraba cuando podía con los negocios de su esposo. Madame Rose asistía a las clases de idiomas que su mama dictaba y a pesar de que no tenían suficiente dinero para que ella estudiara en un colegio tan elitesco y costoso, consiguió hacerlo dada la insistencia impetuosa de su madre para que recibiera la mejor educación que se ofrecía. La niñez de Madame Rose no fue diferente a las de las otras niñas de alta sociedad, aunque la única diferencia que existía entre ella y las demás niñas era la hermosura que reflejaban sus tímidos años de la niñez. A pesar de su extraordinaria belleza no se le permitía relacionarse con niños, ni siquiera en su edad de adolescente, desde muy niña fue presionada por los incesantes comentarios que su madre le decía a la hora de dormir “las mujeres no pueden sentir placer, puesto que eso es un pecado, así que si no disfrutas cuando seas una mujer y estés con tu esposo será la única forma de evitar las hogueras del infierno”. Eran unas duras palabras para cualquier niña y mas con la descarga sistemática y frenética con que la madre de Madame Rose inculcaba unos valores Ortodoxos como su iglesia Ortodoxa a la niña que el único pecado que cometería el día que se hiciese mujer sería competir con la grandeza de cualquier Diosa Grecorromana que hubiese conocido mortal alguno.

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Los problemas entre Madame Rose y su eterno y momentáneo esposo eran sin duda alguna más que evidente. Los roces de muchos años se habían hecho mucho más notorios en esta época. El final se veía venir, con sagacidad y velocidad, pero a excepción de otras ocasiones en las que se pensó que una unión tan fuerte, tan compatible en todos los sentidos, se podría mantener de pie y en lucha. Habían muchas mas razones para permanecer unidos en sagrado matrimonio que las pocas razones para separarse, pero esta vez si era definitivo. El final estaba cerca. Aquella mañana en el tribunal donde Madame Rose se presentaba para defender a un cliente, miró de reojo sin mucho entusiasmo al que poco tiempo después se convertiría en la causa fundamental de un final sentimental sufrido entre Madame Rose y su hasta ahora esposo, y el comienzo feliz de una nueva vida que hasta ahora no se había puesto de manifiesto. Estaba en la mitad de un caso complejo así que ella no se podía dar el lujo de perder tiempo en trivialidades, y tal vez el abogado que estaba a pocos pasos de ella en el corredor del tribunal vestido con un traje a la moda para esa época como los eran las chaquetas cruzadas y las corbatas delgadas, se acercó a saludarla “Doctora Rose ¿Como esta?”, pregunto su futuro amante, a lo que Madame Rose a pesar de las distracciones en su mente respondió “Bon Your Doctor ¿Cómo esta?”, con una sonrisa que le caracterizaba. Mientras el ascensor del edificio bajaba Madame Rose no se atrevía a entablar conversación con el hombre de nariz grande como se caracteriza el fenotipo de un árabe, y no era porque nunca se le habría cruzado por su mente, dado que muchas veces pensó en tener una aventura con otros hombres, sino que aunque su mente y cuerpo lo pedían con ansias, los largos años de educación diseñada al estereotipo conservador no se lo permitió. Entonces fue cuando el árabe de gran nariz y traje cruzado dio el difícil paso “¿quiere tomar un café Doctora?, yo invito”, Madame Rose no sabía que responder entre el no de su mente y el si de su cuerpo. No pudo controlar aquella respuesta de la que tiempo después se arrepentiría con un dolor que también la hacia feliz “claro Doctor, pero solo un momento, tengo muchas cosas que hacer en la oficina y en casa”. Aquel café no se convirtió en un nunca jamás sino por el contrario, parecía haber sido la firma de un convenio, cada vez más y más salidas juntos en lugares clandestinos fueron la regla. Cada vez más y más llamadas telefónicas discretas se convirtieron en rutina. Madame Rose no era la única a la que los inconvenientes la agobiaban, por el simple hecho de ser mujer, y no solo mujer, sino que casada, y con muchos principios morales inculcados por su familia y una iglesia ortodoxa protestante que no dejaba mucha maniobra para el disfrute, la plenitud y la libertad. Aquel árabe de gran nariz había sido criado probablemente de una manera mucho más rígida que la propia Madame Rose, dado que apartando que era un hombre casado, su religión Musulmana conservadora y ortodoxa, execraba a las incinerantes pailas del infierno a cualquier hombre que traicionara sus costumbres y principios y más que nada aquel que se relacionara con un gentil, o una gentil como lo era Madame Rose en este caso especifico. EL encuentro carnal no había ocurrido todavía, pero ambos estaban deseosos de que ocurriera, ya habían pasado mucho tiempo con los cortejos, al menos para dos personas casadas y adultas viviendo un romance, así que comenzaron a planear el lugar de su

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primera unión carnal, los dos eran personas adineradas, así que poseían muchas propiedades de bienes raíces, La casa de Madame Rose era el escenario perfecto para fraguar sus cuerpos, no levantaría sospecha alguna, dado que seria muy evidente que engañara a su esposo en su propia casa. Pero la sola idea de traicionar la memoria de su padre en esa casa que había significado tanto para él, las ilusiones se desvanecía, así que tuvieron que pensar en otro escenario. Cualquiera de las propiedades de los dos sería muy arriesgado, alguien podía verlos, y utilizar uno de los tantos moteles de la ciudad era un asunto al que había que planear con muchísima atención. Sobre todo porque los árabes manejaban buena parte del negocio de los hoteles y Madame Rose tanto como su amante aun no carnal, eran figuras publicas no solo por su fortuna y profesión sino también desde el punto de vista político. En esa época Madame Rose percibía distinto las relaciones sentimentales. Tenía solamente que imaginar el cuerpo de aquel árabe encima de ella y eso le daba un poco más de placer a las relaciones que tenía con su esposo y que de por si siempre fueron buenas relaciones. Madame Rose no se atrevía todavía a encontrarse carnalmente con su amante. Así que solo se consolaba imaginándose con el mientras que estaba con su esposo. Pero la infidelidad mental de ella duró poco tiempo puesto que, después se materializó la infidelidad carnal aquella tarde accidentada en un pequeño hotel que como otros no era propiedad de los árabes y de esa manera ninguno de los dos correrían el riesgo de ser identificado. Así que esa tarde pasó como una segunda luna de miel para Madame Rose. Era el segundo hombre con quien compartía su cuerpo. Para aquel árabe no fue ninguna novedad, puesto que a pesar de que la fidelidad era acostumbrada por los más conservadores de su religión musulmana era muy frecuente tener muchas mujeres más fuera del matrimonio. La experiencia no fue del todo placentera para Madame Rose, o al menos para las grandes expectativas que ella tenía. No pudo concentrarse bien y disfrutar a plenitud dado el pecado terrible que estaba cometiendo. Los años incesantes que retumbaban en su mente con las incontables palabras de sus padres, sobre todo de su madre que era la que se encargaba de inculcarle los valores maritales, y su insigne iglesia condenando el acto monstruoso que estaba cometiendo, y por si fuese poco era la primera vez, así que los viejos proverbios tampoco colaborarían con ella mientras recordaba la frase de “la primera vez nunca es buena, por eso hazlo antes de la luna de miel”. Misteriosamente Madame Rose se sentía mejor consigo misma y al mismo tiempo peor. Ya había dado el gran paso de tener una aventura en su vida, eso la relajaba pero al mismo tiempo la mortificaba. Se encontraba en un diatriba de la que no era fácil salir, o la menos salir bien librada, tenía muchas alternativas. Continuar con el romance a escondidas de todos y así seguir con su vida como lo había estado haciendo, esa era una muy buena alternativa, dado que su matrimonio en casi la totalidad de todo era perfecto. Una buena casa, un buen hombre, una buena familia, un excelente trabajo. Lo tenía todo excepto el disfrute de compartir con otro hombre que no fuese su esposo. La otra alternativa que poseía era la de sin duda alguna el divorcio. Esa no era probablemente la mejor idea a seguir si se toma en cuenta de que tenía mucho que perder desde el punto de vista físico e institucional, pero a su vez tendría mucho que ganar desde el punto de vista sentimental. El haberse enamorado de aquel árabe le complicaba mucho las cosas a Madame Rose, no solamente se debatía entre un simple romance y su

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matrimonio, sino entre un nuevo amor que la ponía de nuevo a soñar y el pacto legal y religioso que se consumó mucho tiempo atrás. Los encuentros carnales entre Madame Rose y su ahora amante carnal se realizaban con mucha intensidad pero con poca frecuencia, tenían que esperar tanto para estar juntos que cuando lo estaban recuperaban el tiempo perdido en aquel cuarto de hotel barato. Entre la familia, el trabajo, sus parejas legales y la discreción a la que tenía que estar sometidos, era enormemente difícil poderse ver con frecuencia. Entre tanto Madame Rose trataba a su esposo mejor que nunca, probablemente por la culpa que sentía, probablemente por el bienestar emocional que experimentaba mientras recordaba las palabras de su dama de honor cuando ella se caso, “una mujer tiene que tener dos esposos uno para los gustos y otro para los gastos”. Y eso era lo que Madame Rose tenía ahora, un hombre para los gastos cosa que no necesitaba, puesto que ella era una mujer rica, y otro para los gustos. Pero a medida que pasaban los meses, las perspectivas fueron cambiando para todas las personas involucradas en este torbellino de amor y desamor. Madame Rose pensaba cada vez más en la separación de su marido, extrañaba cada vez más las caricias de su amante y la compañía de su esposo se hacía cada vez más pesada, más insoportable, más molesta. Después de todo eran años convulsionados en todo el mundo y el divorcio ya no era visto como en épocas anteriores donde la condena de una familia divorciada era tan segura como las olas del mar que reventaban sin pausa en las costas de aquella tierra de arena y sol. Esta nueva era le daba un poco más de liberalismo a la sociedad. A pesar de que no era la regla. Muchas parejas se divorciaron sin ser reprochadas incompasivamente por la sociedad y las parejas que no se habían divorciado aún, vivían el agonizante tormento de compartir con sus parejas un infeliz matrimonio. El otro problema por resolver no era si Madame Rose decidía divorciarse. ¿Por qué?, dado que eso ya tenía respuesta y era entre muchas otras el amor. La pregunta que faltaba por contestar era el ¿para que? Definitivamente aquel árabe no tenía ninguna intención de separarse de su esposa. Su matrimonio era muy feliz, era un hombre rico, abogado, con una buena familia y la mujer que todo hombre debe tener para permanecer en la casa como acostumbraba a decir gente, “Una mujer para conservar a un hombre tiene que ser una sirvienta en la casa, una cocinera en la cocina y una puta en la cama”, y eso era lo que realmente tenia aquel árabe por esposa. Una cocinera en la cocina, una sirvienta en la casa y una puta en la cama, la mujer perfecta, o lo único por lo que salió en busca de otra mujer era para satisfacer su incontrolable apetito sexual y eso lo sabía muy bien Madame Rose dado que en incontables oportunidades cuando el tema salía al aire el árabe no se permutaba en decir “estos son solamente unos cachitos así que no te hagas ilusiones”. Esas afirmaciones no emocionaban mucho a Madame Rose, sino que por el contrario la deprimían y la hacían sentir muy mal. Sin embargo, eso no la desanimaba en su infantil idea de separarse de su esposo y casarse finalmente con lo que ella creía era su verdadero amor. En su optimismo no se resignaba a la idea de ser una mujer infeliz y que soportaría su vida tal cual y como era. Ella era una mujer luchadora, que no se da por vencida fácilmente y que no se deja amedrentar. Después de todo, lo que había logrado en su vida se debía a su gran perseverancia, a su constancia y sobre todo a esa personalidad que le deba más belleza a la bella imagen.

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Así que después de tantos vaivenes en su edad madura y después de que pensó que era una época para disfrutar por todo el esfuerzo que había tenido con sus estudios de derecho y su vida profesional Madame Rose estaba casi decidida, era prácticamente el final, lucharía por su hombre, su árabe, el divorcio era muy probablemente inminente.

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La decisión de finalmente divorciarse de su esposo la tomó Madame Rose cuando una mañana de sábado leía un importante diario de la capital en su alcoba cuando observó un interesante artículo que decía: El Matrimocidio. Según lo define la real academia española “La unión legal entre un hombre y una mujer”, la verdad es que mi diccionario es un poco viejo y debe haber cambiado el concepto ¿porque acaso la unión entre dos hombres y dos mujeres legalmente no es también Matricidio? Y más aún, la ley no prohíbe que dos personas se unan sin matricidio. Así que si la ley permite la unión entre dos personas como quiera que fuese, es perfectamente legal. De solo pensar en las innumerables actividades que hay que realizar y en los incontables pasos que hay que dar, me resulta un intenso dolor de cabeza. Primero tengo que pedirle la mano a tu padre. Tengo que hablarle de todos los buenos propósitos que tengo contigo, que eres una mujer maravillosa, que gracias a él es que tú eres tan grandiosa. En fin, como si fuese a él al que le tuvieses que proponer Matrimocidio. Tengo que aclararle, como es obvio, que ya tenemos casa en donde vivir, un trabajo estable y que él no tiene en lo más mínimo que preocuparse de tus gastos, puesto que yo acarrearía con todos. Esto es lo único fácil de la conversación, ya que el pobre viejo sentirá como si me diese una piedra muy pesada que ha tenido que cargar sobre su espalda. Desde que naciste, el solo hecho de imaginarme a mí, cargando esa piedra le debe provocar un frenesí de alegría. Cuando tu padre absorto entre la tristeza y la alegría nos de una aseveración positiva, entonces te tendré que colocar el anillo que estaré pagando hasta mi jubilación y sólo por el simple hecho de que antiguamente se realizaba este protocolo para con sólo ver la mano de la mujer, saber si definitivamente estaba casada, comprometida o lo ideal, soltera y sin compromiso y me abruma el escepticismo de sólo pensar que te voy a comprar un anillo que te tendrás que quitar en virtud que estorbará a la hora de hacernos el amor. Las rutinarias y sin sentido costumbres ortodoxas no se quedan atrás, cuando escojas a tu dama de honor, ella se encargará de conseguirte algo azul, que simboliza la claridad del cielo y que definitivamente tu hogar estará lleno siempre de la dichosa armonía del paraíso, no dejará a un lado la elocuente cosa vieja, que simboliza el pasado, al que definitivamente quedarás unida y por el simple hecho de casarte no olvidarás a tus amigas que estarán contigo acompañándote para chismear de todos sus problemas. Sólo faltaría la “cosa prestada”, símbolo unánime de que necesitarás de las demás personas, en esta industria a la que decidiste entrar. Después de todo aquel vasto protocolo queda sin más remedio realizar esa mal llamada “unión legal”, un hombre al que nunca en tu vida has visto te dice; “por el poder que me confiere, yo los declaro marido y mujer”. Por lo general resulta ser abogado y cuando vas saliendo te da una tarjeta que dice “Abogado Pedro Pérez, experto en divorcio”, previniéndote, por si algo fuese a salir mal. Unos días después del Matricidio por civil te toca el de la iglesia y este es peor, te tienes que vestir como un pingüino, esperar un

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largo rato y después comenzar a prometer amor eterno en la salud y en la enfermedad......finalmente termina el sacerdote diciendo: “puede besar a la novia”, como si le tuviésemos que pedir permiso a él para besarnos. ¡Sería inaudito! Luego realizas la fiesta que es lo mejor de todo, puesto que se las cobrarías a tu padre por todas las que me ha hecho, tendría que acarrear con todos los gastos y que a pesar de todo eso después los invitados lo único que hagan es criticar el Whisky que les dejó un ratón terrible al día siguiente. Lo más esperado de todo es la luna de miel después de que estamos ya cansados por atender a todos los invitados, al fin el momento que estaría esperando desde hace ya mucho tiempo. La razón de esta trivial empresa, tú seguramente me dirás cuando entremos en la habitación con lo superficial del caso “¿no te gusta el vestido que escogí, es precioso verdad? Y yo en lo único que estaría pensando será la forma más rápida y fácil de quitártelo de un solo templón. Así que definitivamente no necesito nada de eso, el amor que sentimos lo sentimos únicamente nosotros dos y no tiene que intervenir tu padre, el prefecto o el sacerdote, no quiero superfluas costumbres y misticismo. Para estar juntos y ser felices solo hacemos falta tu y yo. Todo esto que les conté aquí, fue lo que le dije a mi novia y a lo cual ella respondió “no sueñes, el único momento en que vamos a hacernos el amor será después de casados”, por eso se los cuento a ustedes, comprenderán mi planteamiento y que a pesar de lo duro de la tarea tendrás que definitivamente realizar “tu Matricidio”. R.J.W.R.

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El teléfono repicó de manera incansable y ensordecedora, Madame Rose no quería atender el teléfono, no quería hablar con nadie, ni siquiera quería estar despierta. Entre la enorme depresión por la que estaba pasando su matrimonio se había terminado y eso no la había dejado en buenas condiciones mentales, el matrimonio del árabe no se terminaba aún. Tampoco tenía pensado terminarse y eso la ponía aun peor. Pero después de tanto repicar, ella decidió a tomar el teléfono, dado que la madre de Madame Rose estaba enferma y podían darle noticias de su salud por teléfono, así que se decidió a contestar el teléfono. Poco tiempo después Madame Rose estaba preparando un baño para salir, nada le había ocurrido a su madre, sino que un cliente la llamó de manera desesperada, no había otra abogada en el país, al menos no una que pudiera ganar este caso, necesitaban a la mejor, era de vida o muerte, y ella era justamente la mejor. Al llegar a los tribunales un sin fin de medios de comunicación cubrían la noticia del momento, este escándalo ya era conocido por todos, los periodistas y toda la sociedad ya tenían un veredicto para el futuro cliente de Madame Rose, y ese veredicto era sin lugar a dudas “culpable”. A pesar de lo difícil que le fue entrar al tribunal, por fin lo logro. Ella aún no estaba segura de aceptar el caso. La información era extremadamente confusa. Mientras llegaba a los tribunales, subía las escaleras, entraba al ascensor y caminaba por el pasillo escuchó al menos ocho versiones de lo que había sucedido. En lugar de escuchar los chismes de pasillos, hizo caso omiso de las palabras perturbadoras de las demás personas y se concentró en hablar con su cliente. Para este momento no había recibido información alguna de los detalles, ni siquiera a groso modo. Ella simplemente acudió al llamado que le realizaron en aquella llamada telefónica “vente rápido al tribunal, es de vida o muerte”. Sin lugar a dudas eso fue lo que hizo. Cuando entró al cuarto miró a su cliente a la cara y sus ojos decían culpable de manera ineluctable. El otro aspecto que le sorprendió a Madame Rose era que su cliente era una mujer acusada de homicidio por matar a su propio esposo. No era un simple crimen pasional, dado que estaban involucrados muchos aspectos y muchas personas, ahora entendía porque cuando entro toda la prensa nacional y parte de la internacional estaba postrada para cubrir este manjar de la prensa amarillista. La presencia de Madame Rose en ese cuarto despertaba respeto y admiración, no solo por su belleza que la ayudaba mucho para ganar la simpatía de la gente en general, sino por su personalidad e inteligencia. “Quiero hablar a solas con mi cliente”, dijo, todas las personas de la habitación que en su mayoría eran abogados, de los mejores del país con una extraña incomprensión salieron sin la mayor objeción. La asesina estaba con la cara en alto viendo a Madame Rose directamente a los ojos mientras que preguntaba “¿así que usted es mi nueva abogada?, debo sentirme orgullosa, todos hablan muy bien de usted, dicen que es la mejor”. Mientras Madame Rose “yo no soy tu abogada hasta el momento que yo lo decida, y lo acabo de decidir en este momento, ahora te tengo que hacer una pregunta, ¿Por qué traes esa cara de orgullo?, sin duda alguna eres inefablemente culpable”, a lo que su clienta respondió “si, soy culpable, lo se, ¿y eso que?”. Al escuchar estas palabras Madame Rose se acercó lentamente a ella y mirándola a los ojos fijamente le susurró: “pues desde este momento ya no eres culpable, desde este mismo instante tu eres la victima”. Un funcionario entró repentinamente en la habitación “el juicio va a comenzar” dijo. Así que, Madame Rose y su clienta salieron de ese cuarto, pero el pasillo estaba

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repleto de periodistas que pudieron entrar de incógnitos al tribunal y ellas dos debieron salir por un pasadizo escondido que tenia el tribunal para llegar a la corte. Cuando entraron a la corte Madame Rose tomó de la mano a SS y le dijo "confía en mi y haz lo que yo te ordene". El juicio estaba definitivamente perdido, Madame Rose apenas si tubo tiempo para escuchar algunos de los detalles que le había contado su defendida pocos minutos atrás y en resumidas cuentos lo que ocurrió fue que SS entró a su propia casa y encontró a su marido con otra mujer en su propia cama así que tomó el un cuchillo de la cocina y sorprendió a su esposo por la espalda mientras estaba sobre su amante, SS lo agarró por el cabello, le levantó la cabeza y le degolló como a un animal. Pero las cosas iban mejorando minuto a minuto, cuando entró a la corte Madame Rose miró discretamente a su contrincante en el juicio. Era un fiscal de lo más liberal y por si fuese poco era mujer. Eso aumentaba las apuestas para el equipo de la casa y el funcionario público se puso de pie y pronunció las protocolares palabras, “La honorable juez hace su presencia en la corte”. Todos se levantaron de sus asientos. Madame Rose sonrió sutil y picadamente para si misma. Su defendida SS no sabía el motivo, y casi nadie lo notaba. Resultó ser que la jueza era una liberal, y no solo mujer cosa que aumentaban las probabilidades de victoria en el juicio para SS, sino que además los rumores que corrían por los pasillos argumentaban que la fiscal y la jueza eran amantes. Por eso Madame Rose dibujó esa pícara sonrisa en sus abultados y carnosos labios. La jueza inició formalmente el proceso judicial “¿Cómo se declara la acusada?”, preguntó. Madame Rose se levantó, acomodó la chaqueta de traje clásico que tenía puesto y dijo “mi clienta se declara como la victima, así que formularemos una contra demanda contra el hombre al que ella asesinó”. Todos en la sala se quedaron estupefactos ante semejante afirmación, era algo completamente surrealista que alguien demandara a un muerto y sobre todo la persona que le había dado muerte. La defensa era muy entupida eso no tenía ningún sentido, o tal vez era una jugada muy astuta, por parte de Madame Rose, nadie la desestimó después de todo sus artimañas legales y las que estaban fuera de la ley eran famosas en cualquier lugar, los profesores en las universidades citaban sus casos y los estudiaban, eran realmente sorprendentes. La jueza afirmó“¿está la acusada informada de lo que esta haciendo su abogada?”, a lo que SS contestó con miedo y dudas: “si su señoría, estoy completamente de acuerdo”. El argumento era completamente ilegal, más que eso, era completamente vergonzoso, ¿Cómo podría permitirse algo así en una corte?, pero la fiscal acusadora estaba alterada físicamente por la belleza de Madame Rose, así que no presentó objeción alguna a los argumentos de Madame Rose y como la fiscal no objetó la jueza tampoco lo hizo, en lugar de eso solo se quedó mirando fijamente a Madame Rose. No era la primera vez que Madame Rose utilizaba su hermosura para forzar subjetivamente alguna decisión importante, de hecho toda su vida había transcurrido el la utilización sin querer y queriendo de utilizar su belleza como herramienta para lograr los objetivos en su vida. Tampoco era la primera vez que dos mujeres como eran la fiscal acusadora y la jueza se enamoraban de ella. La sesión fue cerrada y la fecha de la continuación del juicio se dictó para dentro de unos cuantos meses, tiempo suficiente para que Madame Rose pudiera preparar la defensa y en este caso la acusación sobre el occiso.

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Con el Juicio congelado Madame Rose tenía mucho más tiempo como para dedicarse a lo que realmente le importaba, y eso era un hombre, mas que eso un árabe. Uno que aún estaba casado y que no tenía intención alguna de modificar ese estatus legal. El caso le había despejado un poco la mente, y se sentía un poco más tranquila. El derecho era su vida, le apasionaba tanto que privó por encima de otros intereses personales, como por ejemplo su familia y amigos, así que ahora estaba un poco mas animada, pero no para preparar la defensa sino para contraatacar, y no precisamente el campo jurídico, sino mas bien el terreno en que todo vale y ninguna acción es considerada como prohibida y ese es el campo del amor. Tenía muchas cosas pendientes por hacer, como por ejemplo pelear por lo que ella consideraba su hombre, no desde el punto de vista institucional claro está. Pero su hombre sentimental y más que eso corporal, carnal, que a fin de cuentas eso era lo que se limitaba a hacer Madame Rose con el árabe, solo a mantener relaciones carnales cuando el tiempo y la situación lo permitan que era muy pocas veces. Conspirar para disolver un matrimonio era algo completamente inédito para Madame Roce. Ella nunca había tenido que enfrentarse a una situación como esta, pelar por un hombre era simple y llanamente impensable. Todo lo contrario, era por ella que todos los hombres se peleaban, Madame Rose tenía que deshacerse de todos sus pretendientes. Eran tantos que solo pudo estar un poco tranquila después de su matrimonio. No solo se enfrentaba al boicot de un matrimonio, dado que hubiese sido una tarea fácil si el matrimonio hubiese sido como la mayoría de ellos, débiles y sin muchas ataduras que eran muy fáciles de romper, y que en la mayoría de los casos los matrimonios se autodestruían por si mismos. Definitivamente este no era uno de esos casos. Las ataduras religiosas, económicas, sociales, familiares, y hasta ciertos vínculos diplomáticos atentaban en contra de una separación. Estas no eran las únicas razones que preocupaban a Madame Rose, tal vez todas esas ataduras habrían desaparecido si aquel árabe se hubiese enamorado incontrolablemente de ella, pero no fue así. Pocos hombres en el mundo no estaban enamorados de Madame Rose, y este era uno de esos pocos, las personas frecuentaban expresiones populares tales como “solo eliges lo único que no puedes tener”, y Madame Rose había elegido al único hombre que no podía tener, como si se tratase de un impase autodestructivo en su vida. Aquel árabe solo se interesaba en su relación corporal con Madame Rose, era a fin de cuentas lo único que el pretendía. Ella lo sabía, dado que él se lo había repetido en un sin fin de oportunidades. A pesar de todos los problemas que se posaban sobre la meta de Madame Roce, ella no se daba por vencida, nunca lo había hecho y ésta no sería la primera vez a pesar de los altibajos, más altos que bajos siempre se salió con la suya, tal vez esa era la verdadera razón de que estuviera tan entusiasmada. Este hombre sería su hombre, era definitivo, ya lo había decidido y nadie la podría hacer cambiar de opinión. La lucha había comenzado pero nadie sabía cuándo ni cómo terminaría. Era solo cuestión de tiempo, así que sin perder ni un solo segundo Madame Rose comenzó a preparar su estrategia de batalla de la que nadie sabía quien al fin y al cabo ganaría.

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Estaba claro que Madame Rose pelearía por la persona a la que ella creía amar, pero el dilema era ¿Cómo hacerlo?, No sabía cómo pelear por alguien, siempre durante todo su vida eran los hombres los que se peleaban por ella, y las mujeres peleaban con ella para tratar de quitarle el amor de los hombres que soñaban con Madame Rose. La manera de seducir era natural en ella. No tenía que trabajar para ello, el raudal de feromonas que destilaba su cuerpo hechizaba a cualquiera, pero tenía que ingeniar una nueva estrategia, debido que su encanto natural no le había sido del todo útil con aquel árabe. Sí su encanto natural no le servia de mucho en este momento entonces tendría que recurrir a encantos trabajados y artificiales, tendría que dar lo mejor de si misma, esforzarse como jamás lo había hecho por alguien ni por nadie. La adversaria de Madame Rose no era un gran combatiente, si a caso llegaba a ser una amateur comparada con Madame Rose que era una campeona mundial, cuando de deportes amorosos y seductores se trataban, y que sus record apenas podían ser superados por Cleopatra, una Reina que vivió en el oriente muchos siglos atrás. Esta particular ventaja le brindaba todas las expectativas a Madame Rose, el detalle era que no solo se enfrentaba a esa jugadora amateur y principiante como era la esposa del árabe, sino que se tendría que enfrentar a la unión económica entre los dos. Las dos familias árabes habían acordado un pacto económico de fusión para poder ser mucho más competitivas en el mercado, así que la mejor forma de hacerlo era con el casamiento de sus dos primogénitos, y así lo hicieron. Se celebró una boda y una fusión económica entre las dos familias árabes. Eran las que muchos años después se convertirían en el amante de Madame Rose y la esposa de su amante. EL amante de Madame Rose siempre decía en árabe a sus paisanos cuando se reunían en el club a fumar cigarrillos “para que tener una sola mujer si las puedes tener a todas”, y esto era lo que realmente tenia aquel árabe. Tenía a todas las mujeres, o tal vez no a todas las mujeres ciertamente, pero tenía a su esposa y también a Madame Rose, y cuando te enfrentas tras la búsqueda de el amor de un hombre que piensa muy claramente y que no deja que sus emociones lo dominen, entonces Madame Rose se enfrentaba a algo más fuerte que ella. Se enfrentaba a algo que no podía controlar. Otro de los dichos muy frecuentes a los que todos acostumbraban a hacer alusión era el que decía “nunca mezcles los negocios con el placer”. Así que aquel árabe no alteraría sus negocios ni se divorciaría de su esposa por el simple hecho de estar con Madame Rose. La unión no solo se limitaba en el plano económico, las familias eran representantes diplomáticos de dos importantes regiones del medio oriente. Así que sus lazos eran tema de estado en una cultura en la que esas relaciones eran verdaderamente importantes. Y por encima de todo eso, las uniones diplomáticas y económicas, había algo que era realmente difícil de superar, suponiendo que Madame Rose pudiese hacer frente y derrotar los lazos encadenates que forzaban de madera inseparable y eterna. Esa unión tendría que enfrentar a su religión. El problema no era que Madame Rose abandonara su religión, después de todo ya lo había abandonado todo. El problema ciertamente residía en que aquel musulmán ortodoxo y clásico se uniera con una gentil, una cruzada, una occidental o una protestante ortodoxa. Todas esas complicaciones le causaban un gran dolor de cabeza a Madame Roce, así que respiró profundamente con una bocanada del aire puro que emanaban las costas del caribe. Pensó en frió y dejó los problemas amorosos para después, ahora tenía otros

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problemas que resolver y si bien no eran los más importantes para ella, al menos le despejarían la mente por un tiempo y era algo que necesitaba en demasía. Cuando salió de la refrescante ducha se vistió con uno de sus espectaculares trajes clásicos ejecutivos y elegantes que utilizaba para ganar sus mejores casos. La elegancia de sus trajes le infundía confianza. Después de que se vistió fue a visitar a SS que la esperaba con ansias en su celda. Madame Rose apeló para que SS pudiera enfrentar su juicio fuera de prisión, pero las evidencias eran demasiado incriminatorias, así que no logró la apelación y SS tuvo que enfrentar su juicio en la cárcel. El abrazo entre las dos fue más que la relación entre cliente abogado, pararía mas bien una relación de buenas amigas, una relación de compasión por el sufrimiento vivido, Madame Rose no se quería aferrar mucho desde el punto de vista sentimental con SS pero la estancia en prisión, y el haber matado a su esposo a sangre fría la deprimía mucho, así que Madame Rose se mostró un poco mas condescendiente y afectiva con SS que con cualquier otra cliente. El cuarto en el que tenían que hablar era tétrico, las paredes todas corroídas, apenas si podían verse las caras dado que el sitio era tan oscuro y la luz de la lámpara tenia tan poca intensidad que si no fuese por los rayos penetrante de aquel sol caribeño habrían quedado completamente a oscuras. Se sentaron a hablar y Madame Rose le pidió el favor al carcelero que cuidaba la puerta que le quitara las esposas que tenía SS, “es un reglamento señorita, las reas no pueden recibir visitas sin estar esposadas”, dijo el hombre, pero Madame Rose quería insultar a aquel pobre hombre, menospreciarlo por su trabajo sin importancia, por su poca clase, pero ella era sumamente refinada y no se atrevía a pronunciar palabra mala alguna, o alguna afirmación descortés, así que simplemente se limitó a insistir, “por favor, yo me hago responsable”, el carcelero accedió a su demanda y retiró las esposas de las manos finas y delicadas de SS. Después de que pudieron conversar cómodamente y el vigilante se retiró un poco preocupado, puesto que él era el que verdaderamente correría con la responsabilidad y no Madame Roce. Si algo ocurría en ese cuarto, Madame Rose le dijo a SS “te das cuenta que con miel se pueden atraer más moscas que con el excremento”, de la misma forma estructuraremos tu defensa. SS le contaba con lujo de detalles todo lo que había ocurrido esa noche en la que su vida se había convertido en una desgracia. Madame Rose escuchaba atentamente cada palabra y a pesar de que sus problemas amorosos trataban de despejarla de sus cabales, nunca en toda la conversación perdió por un solo instante la concentración ni lo que decía en cada palabra SS. Algunas veces Madame Rose sonreía tímidamente con la comisura de sus labios, SS no entendía el motivo, pero había hecho lo mismo en el inicio de juicio y le había salido muy bien. Así que esa picara sonrisa debía de ser algo bueno para SS, y efectivamente lo era. Pero Madame Rose no quería obtener más detalles de aquella noche ni de los otros momentos importantes que usaría sin lugar a duda para su defensa. Se paró y dijo: “hasta ahora vamos bien amiga mía, creo que tengo algunas buenas ideas para sacarte de esto, lo dejaremos así mientras reflexiono sobre lo que me contaste hoy, vendré la semana entrante para platicar de otros aspectos con mas calma”. Y así lo hizo, caminó por un largo y tenebroso pasillo escoltada por uno de los guardias hasta salir de la cárcel.

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El trabajo fortificaba a Madame Rose, amaba ejercer la abogacía, era una de sus muchas pasiones, y necesitaba fortalecerse mentalmente, dado que enfrentaría una gran batalla con unos contrincantes mucho más poderosos que ella en el área del amor. Claro estaba ella nunca se daría por vencida. Los retos la animaban a seguir peleando y este reto tan difícil la inspiraba mucho más. De todos los hombres que pudo haber escogido, escogió uno de los pocos que no podía tener, estaba el árabe y uno de los príncipes holandeses que acababa de contraer matrimonio con una princesa sueca. De resto los hombres más cotizados del mundo estaban a su disposición, tal vez ésta fue la verdadera razón de que Madame Rose se enamorara de aquel árabe, era si acaso el único hombre que no podía tener. Era una luchadora incansable, le gustaban los retos, y más estos difíciles, así que tomó este como un juego mas y el perdedor saldría muy lastimado. Decidió poner las fichas en la mesa una vez más y jugar otra mano en esta vida. Esa noche Madame Rose y el árabe tendrían a otro de sus encuentros como los llamaban “nos encontramos en una cama de dos metros por dos metros” como decía Madame Rose simulando ponerle comillas a las palabras cuando hablaba. No había tiempo alguno para desperdiciar, usaría un sin fin de artificios clásicos y modernos de seducción para conquistar al árabe y hacer que se divorciara de su esposa. Compró la ropa interior roja y negra de encajes de seda más sexy que consiguió en toda la tienda de Victoria Secrets, una de las tiendas de ropa interior femenina más glamorosas, Utilizó el mejor Boucheron preparado con una formula especialmente para ella, de uno de los muchos hombres que se habían enamorado de ella por su puesto sin ella haberles correspondido. Se maquilló y hasta hizo algunos ejercicios de estiramiento en el gimnasio para poder realizar algunas posiciones amorosas en la cama que había visto en uno de los libros hindúes en uno de sus viajes por el Asia. Cuando el árabe entró en la habitación, Madame Rose, lo esperaba con su sexy ropa interior, había decidido ponerse el negro porque a pesar de que la ropa interior roja le daba un toque más de sensualidad la negra le daba no solo sensualidad sino clase también. Traía un ligero con medias panties de seda y un camisón transparente, la música era suave y romántica, las luces a medio alumbrar y la botella de champán a medio enfriar. Todo estaba perfecto, hasta el estado anímico del árabe era fantástico como para ser chantajeado por una mujer como Madame Rose, el árabe se encontraba triste en una de esas épocas de la vida en que la depresión apremia y el sinsentido se apodera de todas las acciones. Cuando estaba sobre él, Madame Rose esperó a que él pronunciara las palabras mágicas “no te pares coño” mientras él arrugaba la cara y ella contraatacaba, golpeando sus muslos incesantemente sobre él con una de las posiciones extrañas del libro hindú, “divórciate de tu mujer y cásate con migo”, mientras Madame Rose decía esto, el árabe en una posición ciertamente desventajosa para cualquier hombre no tuvo otra opción que decir, lo único que se le ocurrió decir fue: esta bien coño me divorcio de mi esposa para casarme con tigo, pero no te pares”. El árabe yacía recostado en la cama, exhausto y complacido de todo el afecto corporal que le había brindado Madame Roce. Todavía se encontraba cansado sin poder pensar en las repercusiones de la promesa que acababa de hacerle a la mujer culpable del placer que todavía experimentaba. Mientras tanto Madame Rose estaba aún despierta con una sonrisa en su rostro, no por el placer carnal que había experimentado en ese instante, en realidad eso le importaba

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poco, no se había dado el lujo de disfrutar el encuentro con el árabe, estaba más concentrada en lograr su cometido, fraguar su chantaje, obligar al árabe a que se divorciara de su esposa para casarse con ella, era eso o aquel árabe no probaría más del amor corporal que le brindaba Madame Rose. Así que ya todo estaba decidido, Madame Rose disfrutó el placer sentimental mientras pensaba en el poder inmenso que se encontraba en su vientre, no recordaba ninguna ocasión en la que hubiese tenido que usar la fuerza que poseía entre sus piernas para forzar una decisión tan importante, después de todo se había casado virgen y solo había estado con su ex esposo, este era el segundo hombre con quien estaba, y había logrado su cometido, estaba decidido, el árabe se divorciaría de su mujer para casarse con Madame Rose.

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Con su próximo matrimonio, el segundo que celebraría en su longeva vida, se sentía como nunca, no solo había logrado su cometido que era convencer al árabe de que se divorciara de su esposa para casarse con ella, sino que su vida emocional había cambiado definitivamente, ya no se sentía atada a un hombre que había conocido desde su juventud con el que se había casado y formado una familia. Era claro que Madame Rose experimentó buenos momentos con su primer esposo, casi en la totalidad del tiempo, pero esto era algo diferente, sentía como mujer que tenía que cambiar de ambiente, cambiar de vida, cambiar de hombre, necesitaba otras manos que la tocaban, otro cuerpo para aferrarse. Por más que amaba a su primer esposo Madame Rose sentía que en su vida una mujer como ella no podía estar solo con una persona, comprendía a los hombres que les eran infieles a sus mujeres, ellos necesitaban variar, probar cosas nuevas y distintas, al igual que ella, necesitaba un nuevo hombre y eso era lo que había conseguido. Pensaba en el árabe como en el hombre con quien envejecería y terminaría de pasar el resto de su vida con el Madame Rose era una enamorada del amor, una idealista, una soñadora, creía en el amor perfecto, en la pareja perfecta y los viejos cuentos de princesas cuando decían “y vivieron felices para siempre”. Ella creía verdaderamente en eso, y ésta era su oportunidad para pasar sus años con el hombre perfecto, se imaginaba envejeciendo con él, así que una vez más en su vida puso todas las fichas sobre la mesa, después de todo tenía un buen juego de cartas en las manos. Desafortunadamente todo no era color de rosa, una cosa era la enorme felicidad de Madame Rose por su logro amoroso. Pero otra cosa muy distinta era la vida del árabe, obligado y chantajeado por Madame Rose para que se divorciara de su mujer, no se sentía nada cómodo, era una aventura tremenda para él, elegir entre su esposa y todas las conexiones que ello acarreaba o el cuerpo de Madame Rose que al comienzo de la relación no pudo enamorarlo pero que con un poco de esfuerzo ella logró amarrar a ese árabe como si Madame Rose le hubiese hecho un hechizo, porque eso era verdaderamente lo que sentía el árabe por Madame Rose, estaba completamente obsesionado. La noticia de que se divorciaría no le trajo gratos momentos al árabe. De hecho, todo fue un desastre, todo iba de mal en peor, no solo por su esposa, que era una mujer tranquila y obediente criada como una musulmana ortodoxa que siempre tendría que soportar lo que su esposo ordenase, sino por los hijos que ellos tenían. Tendrían que soportar una separación generalmente traumática y también estaban sus parientes, paisanos, socios de los negocios, todo se tornaba oscuro para su futuro. Lo primero que le ocurrió al árabe fue la expulsión de su iglesia, los musulmanes ortodoxos no permitirían que uno de ellos estuviera casado con una gentil, cruzada occidental y cristiana, eso definitivamente no lo tolerarían, así que no pudo continuar asistiendo a su mezquita. Después de ser expulsado de su religión el efecto dominó se encargó de destrozar los demás aspectos de su vida, sus clientes, en su mayoría paisanos árabes como él dejaron de tenerlo como abogado, así que perdió casi toda la clientela que tenía, los socios de los demás negocios que él poseía rompieron relaciones, liquidaron todo y le dieron la parte del dinero que le correspondía. Y esto no fue lo único que le ocurrió, su credencial diplomática le fue revocada y estaban tramitando la anulación de su nacionalidad. Por otra parte Madame Rose trató de consolarlo lo mejor que pudo, cosa poco sencilla, pero de todas formas se dedicó a mostrarle los nuevos y buenos aspectos de su

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vida con ella. No solo gozaría del privilegio más importante y probablemente el único por el que se había divorciado de su esposa y planeaba casarse con madame Rose, que era el disfrute del cuerpo de esa extraordinaria mujer, sino que también ella le hacia ver que formarían una familia juntos, que no necesitaba de su religión, porque había muchas religiones en el mundo y que ella podía ayudarlo económicamente mientras el conseguía nuevos clientes en su bufete de abogados y conocía a otros socios par entablar negocios. El árabe comenzaba a arrepentirse de la decisión que había tomado, se preguntaba porque tendría que perder todo por una sola mujer, porque no simplemente tener todo y también a la mujer, pero las cosas no resultaron tan fáciles para él, Madame Rose le había puesto un ultimátum, claro esta fue una decisión bajo coacción, “ninguna decisión puede ser tomada como valida si esta se efectuó en una cama con una mujer como Madame Rose desnuda golpeando su vientre contra mi, eso es completamente injusto” pensaba el árabe. Pero otras preocupaciones atañían a Madame Roce. SS estaba en prisión y esperaba toda la atención y dedicación por parte de ella, así que Madame Rose no la defraudaría, pondría todo su esfuerzo para ganar este caso que era innegable y dejar a SS fuera de prisión, algo casi imposible. En la mañana Madame Rose la pasó en su bufete, preparando la defensa para SS y cuadrar la acusación contra la victima una táctica tan inimaginable que ni la propia Madame Rose se lo creía, trabajó todo el día sin descanso, anuló las otras entrevistas que tenía con otros clientes y aplazó cualquier compromiso, incluso lo concerniente a su próxima boda, era un caso extremadamente complicado y trataba de reunir todas las evidencias que tenía y las que no las inventaría. Haría todo lo que fuese necesario, pero no dejaría que SS pagara por el crimen que cometió. Cuando salió de su oficina ya era de noche, Madame Rose se apresuró a caminar por la calle hasta su vehículo cuando alguien le gritó: “doctora”, ella volteó y vio al vigilante de su bufete haciéndole señas con la mano, se acercó a ella y le dijo: “se le cayeron estos documentos”, Madame Rose vio los papeles, eran unos documentos que no había podido leer en todo el día dado la cantidad de pruebas que tenía que revisar. Apenas vio aquellos documentos, la distracción que tenía en la mente se esfumó de manera intempestiva y fugaz, “gracias, acaba de sacar de la cárcel, a una mujer culpable de su crimen”. El portero no entendió aquellas palabras pero Madame Rose sabía perfectamente a lo que se refería, había encontrado pruebas con las que probablemente podría exculpar a su inexculpable cliente. Cuando llegó a su casa se dedicó a revisar todas las evidencias, quería preguntarle muchas cosas a SS pero ya era de noche y seguramente no la dejarían entrar a la prisión para interrogarla, así que desistió de esa idea, decidió dejar el interrogatorio de SS para la mañana siguiente mientras ella hacía muchas llamadas telefónicas concernientes al caso. Cuando el árabe llegó a la casa de Madame Rose en la noche esperando sus caricias, Madame Rose no lo complació, “tengo mucho trabajo, hoy no”, y apenas si lo miró con el reojo por encima de sus lentes, Madame Rose nunca acostumbraba a hacer esto, dejar sus obligaciones con su viejo o con su nuevo esposo por atender un caso, era simplemente impensable, pero ella había cambiado, esta vez su trabajo estaba primero, el juicio contra SS la tenía un poco fuera de si, no solo por el simple hecho de defender su reputación como abogada, sino porque le había tomado un gran cariño a SS, algo sumamente peligroso, y de lo que sus profesores en la universidad le habían advertido, “nunca te involucres sentimentalmente con un cliente”.

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La noche fue de pernocta para Madame Roce, no pudo dormir, y a pesar de que muy en la madrugada vio el reloj que marcaban un poco más de las 4 de la mañana y se fue a la cama. Terminó de esperar que saliera el sol pensando en la estrategia del caso. Apenas salió el sol Madame Rose se vistió y tomó un café, pero no se desayunó, era tarde y no tenía hambre. Las preocupaciones le quitaban el apetito. Entró a la prisión con mucha esperanza y alegría de lo que le diría. SS terminaría por cerrar los cabos sueltos en este caso, y tenía razón SS le contó los últimos detalles de aquel cruento homicidio que había cometido contra su esposo que ahora yacía a 3 metros bajo tierra. Salió apresurada de la cárcel, ni siquiera le dio tiempo de despedirse de SS con su acostumbrado abrazo, Madame Rose tenía todo lo que necesitaba. Solo debía encontrar las pruebas que sacarían a SS de este embrollo en el que se había metido. Le había prometido a SS que la sacaría de la cárcel y ella no faltaría a otra promesa, rompió su juramento ante el altar de amar a su primer esposo hasta el final de su vida, pero ésta era una promesa que definitivamente no rompería, ganaría este caso, y sacaría a SS de esa horrible prisión eso era seguro. Entró rápidamente en la casa de SS para buscar la prueba definitiva que exoneraría la sentencia de culpabilidad, la casa estaba oscura y desordenada, la policía no había limpiado el lugar y la sangre aún estaba estampada sobre las sabanas, Madame Rose se imaginaba como SS había tomado por la espalda a su esposo y lo había degollada mientras él estaba dentro de su amante. Era una escena trágica y Madame Rose no quería pensar más en eso, así que se limitó a buscar la evidencia que le faltaba. Se acercó a la peinador metió la mano detrás del espejo y sacó la cinta de video que estaba escondida allí. En la alcoba había un video casetera para reproducir el video y poder ver de qué se trataba la evidencia, pero Madame Rose no quería permanecer ni un solo minuto más en ese horripilante y macabro escenario así que tomó la cinta y salió de la casa. Apenas llegó a su casa Madame Rose puso la cinta y simultáneamente grabó una copia por cualquier emergencia, las pruebas eran demasiado importantes como para perderlas, la vida y el futuro de SS dependían de esa cinta. Luego de que terminó de ver tan abominable hecho Madame Rose lejos de estar feliz dado que había conseguido las pruebas para que SS saliera de prisión, se quedó sentada frente al televisor consternada, no podía creer, que algo así le pasara a una mujer, ahora el cariño que le había tomado a SS cobraba más vigencia y legitimidad. Era claro ella ganaría el caso así que se preparó para la presentación final del juicio que en este caso sería muy corto dado la magnitud de evidencia que había. No se contaban con los argumentos como para aplazar mucho la sesión del proceso, si era considerada culpable sería condenada rápidamente, dado que había cometido un crimen público y notorio, pero si era exonerada, sería en la misma sesión de inicio del juicio, dado que Madame Rose contaba con las pruebas que quizás exonerarían a SS del espantoso homicidio contra su ahora difunto esposo. La sentencia quedaría en manos de la jueza, ella era la que tenía la última palabra, el veredicto sería definitivo y sin apelación alguna. Era la mañana del juicio, Madame Rose se vistió como para seducir una decisión a su favor, cuando SS la vio entrar en la sala le dijo “estas muy bella hoy”, mientras que Madame Rose contestó “eso espero”, SS sonrió porque no entendía lo que tramaba Madame Rose así que dijo nuevamente, “estas como para seducir hasta a una mujer”,

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Madame Rose rió igualmente con esa sonrisa picara que la caracterizaba y le dijo a SS “eso espero”. La sala estaba repleta, cientos de periodistas cubriendo el escándalo más grande en la historia penal reciente, los periódicos se vendían como pan caliente, todos estaban interesados en el inédito final del juicio. Todos sabían que SS era culpable, claro estaba había degollado a su esposo a sangre fría por la espalda mientras estaba con su amante en la cama de SS. Así que todos esperaban un veredicto de culpabilidad. El calor era insoportable, la sala no estaba preparada para albergar a tantas personas. Madame Rose se quitó su sensual chaqueta clásica y elegante, y se quedó con la adherida blusa que estrangulaba su cuerpo y dejaba resaltar su extraordinaria figura, todos, la veían. Era un espectáculo excepcional, había valido la pena ir al juicio solo por observar ese despampanante cuerpo. La fiscal acusadora presentó las evidencias del homicidio, que eran irrefutables, era algo tan evidente que no tuvo que trabajar en lo absoluto en el caso, la misma SS se había condenado a si misma. Era el turno de Madame Rose, se levantó suavemente de la silla con la elegancia que desbordaba y puso la cinta en el televisor para que todos pudiera ver las pruebas de que ciertamente SS había cometido el crimen, pero que debía de ser absuelta por las condiciones en que se había producido el asesinato. Cuando terminaron de ver la cinta en toda la sala no se escuchó un solo respiro, todos quedaron completamente mudos ante lo que acababan de ver. La grabación mostraba al esposo de SS golpeándola todas las noches frente a una cámara de video y diciéndole “te voy a matar SS, cuando menos lo esperes te voy a tomar por sorpresa cuando estés durmiendo y te voy a cortar el cuello con el cuchillo de cocina mas grande que encuentre”, las escenas se repetían día tras día en unos actos tan sádicos que nadie podría soportar. Así que Madame Rose argumentó que SS cometió el homicidio en defensa propia, dado que su esposo la golpeaba brutalmente y amenazaba a diario con matarla, así que ella solo se había defendido de su agresor. La fiscalía no pronunció objeción alguna, estaba completamente estupefacta, por el hecho que habría traumatizado a cualquiera. Además de eso la fiscalia sentía un enorme repudio por los hombres, lo que definitivamente forzó de manera subjetiva su trabajo. La juez no presentó ninguna objeción dado que la fiscal que era la que tenía que formularla no lo había hecho, y la jueza como también sentía un repudio enorme por los hombres y una atracción física por Madame Rose, SS y todas las mujeres en general, sentenció lo que tenía que sentenciar, “declaro a la acusada SS inocente”. Esto no fue lo único que se convino en esa corte. Madame Rose quería terminar de aniquilar el asunto, así que pidió a la juez que diera el castigo a esposo de SS que estaba muerto, y la jueza lo hizo así. Sentenció que el cuerpo del esposo difunto de SS fuera exhumado del cementerio y que lo enterraran junto a la prisión para que de manera simbólica pagara por todos los crímenes que había cometido contra esa pobre mujer. Declararon a SS heroína de la humanidad por haber matado y degollado a sangre fría y por la espalda a su esposo. La celebración no se hizo esperar, Madame Rose se enfrentaba a una nueva vida y vaya si había comenzado con buen pie, el éxito del juicio, nuevo esposo, todo era realmente perfecto para ella.

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Claro está que todo fuese perfecto para ella no significaba que lo fuese para su nuevo esposo, al que no le iba nada bien y que la luna de miel no duró más de unos pocos días. Ahora se enfrentaba a lo duro de tomar decisiones, y tomar decisiones no con el cerebro sino con el corazón que es el peor consejero de todos. El matrimonio entre el árabe y Madame Rose comenzaba a ser un desastre, era ineluctable, todo terminaría en divorcio, y sería más temprano que tarde.

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La luna de miel entre Madame Rose y el árabe duró muy poco, ni siquiera pudieron viajar como era el deseo de ambos debido a los incontables problemas que presentaban. El árabe tenía que conseguir nuevos clientes en su consultorio jurídico y nuevos socios para sus negocios. Eso sin contar que Madame Rose tenía trabajo en exceso, el caso de SS la había aislado del mundo, no le dedicó ni un solo segundo de su tiempo a otros casos y eso la atrasó muchísimo. Así que la luna de miel fue un desastre tomando en cuenta de que ni siquiera la hubo, y si la luna de miel comienza mal, difícilmente esta relación terminaría bien. “Árbol que nace torcido jamás su rama endereza”, decía Madame Rose constantemente, Sería responsabilidad de ella y su nuevo esposo, trabajar enérgicamente para que ese árbol de amor se enderezara y arreglara. El árabe se sentía realmente incómodo en esta nueva relación matrimonial con Madame Roce. No estaba acostumbrado a esto, su vida era perfecta, su casa, su trabajo, sus amigos, sus paisanos, todo, no entendía el por qué había terminado con su esposa para emprender esta nueva aventura, era un sinsentido completo, era evidente, el arrepentimiento del árabe era inminente. Los problemas económicos comenzaron a hacer mella en esa relación. Si bien era cierto que el árabe era un hombre muy rico, no solamente por la cantidad de clientes importantes que tenía en su bufete, y lo bien que le iba como abogado, sino que de la misma forma tenía una gran cantidad de negocios propios de su raza que generaban grandes sumas de dinero. El problema residía en que la mayoría de sus buenos clientes y paisanos se marcharon cuando decidió casarse con la cruzada que era Madame Rose, y no únicamente los buenos clientes y paisanos se marcharon, sino que lo hicieron casi todos, apenas si le quedaron personas con casos sencillos y gente pobre que no podía pagar sus servicios. Eso sin incluir el rompimiento con sus socios, lo que acarreó muchas pérdidas, puesto que a pesar de que liquidaron todo y le dieron su parte del dinero que le correspondía lo cierto era que era un negocio rentable porque el dinero estaba invertido, y no en efectivo lo que acarreaba enormes pérdidas por la devaluación. Tardó mucho tiempo el árabe en conseguir socios y cuando los encontró los negocios solo producían pérdidas, no tenían clientela fija ni un buen punto como lo tenía en el pasado, así que las tiendas de electrodomésticos, las acciones en moteles y los restaurantes quebraron rápidamente. Esta situación económica exasperaba al árabe, tenia que vivir del dinero de Madame Rose, esto era algo totalmente intolerable par el y sus creencias, criado como un musulmán ortodoxo en el que las mujeres solo sirve para criar hijos, cocinar, limpiar y tener sexo sin ni siquiera disfrutarlo. Esto lo tenía descontrolado, y no solo a él sino que de la misma forma sacaba de juicio a Madame Rose que aunque no era musulmana era una cristiana mas ortodoxa aún y que al igual que él había sido criada para cocinar, limpiar, tener hijos y satisfacer su esposo en la cama sexualmente sin que ella pudiera disfrutarlo. El tener que mantener a su esposo no era nada fácil para Madame Rose, y no se trataba de dinero, puesto que ella era una mujer sumamente rica. No solo por el éxito que tenía como abogada sino la inmensa fortuna que generaron sus padres en negocios de tiendas de venta de ropa en todo el país, e inclusive en el exterior. En efecto, el problema para Madame Rose no era el dinero, era mucho más que eso, interfería y se confrontaba con unos ideales eternos a los que a duras penas había podido hacer frente en su vida. Había estudiado derecho en contra de la voluntad de su padre y la

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amargura de su madre y tuvo que desafiar a ambos para poder realizar su sueño, convertirse en una mujer exitosa y dueña de su propio destino sin que ningún hombre la controlara, y eso era lo que estaba haciendo ahora. Pero no tener que depender de un esposo distaba mucho de tener que mantenerlo y aunque ella no lo manifestara de esa forma, el dinero en ese fugaz matrimonio como en la mayoría de los matrimonios en el mundo fue siempre una piedra que se interponía entre la felicidad de una pareja que se amaba sin reparo. A pesar de que ni Madame Rose ni tampoco el árabe hablaron nunca del problema con el dinero, siempre fue un escozor que mantuvieron dentro de si y que finalmente provocó el divorcio de los dos. Si tal vez hubiesen hablado sobre eso, probablemente habrían resuelto sus problemas, pero cometieron el error de considerarlo un tema tabú como muchos otros temas y eso a pesar de que ambos se amaban el uno al otro apasionadamente les costó al final su matrimonio porque ciertamente ningún matrimonio sobrevive con solo amor, necesita muchas cosas más y esas carencias eran las que más hacían falta en ese matrimonio. En lugar de eso se dedicaron a atribuirle los problemas a otras causas que sin lugar a dudas no eran la génesis de sus altercados. Pasar las horas con el árabe, tener que dormir noche tras noche con él, a pesar de que el sexo era muy placentero para ella, tener que convivir día a día, comer con él, creaba un sentimiento de ambigüedad extrema en Madame Rose, a la vez se sentía agradable compartir y estar con alguien, no tener que pasar los días sola, era algo sumamente gratificante para ella, pero sentía de la misma forma una sensación de ahogo, de presión sobre ella, de encierro, de asfixia, quería estar libre, no tener ataduras con nada ni con nadie, no tener que rendirle cuentas a persona alguna, estar con quien ella quisiera estar por el tiempo que ella creyera conveniente, ir, volver, respirar dominar sus acciones. El ex esposo de Madame Rose le causaba dolores de cabeza también, dado que ella se había acostumbrado a él a sus caricias, su compañía, muchas veces la costumbre es mas poderosa que el propio amor y eso le causaba una nostalgia pasajera, quería estar con su ex esposo pero al mismo tiempo quería dejarlo y mientras ella se batía entre el torbellino de sentimientos efímeros su matrimonio con el árabe se derrumbaba vertiginosamente. Los defectos del árabe que jamás habían sido considerados por Madame Rose ahora se ponían de manifiesto, probablemente porque no tuvo mucho tiempo para conocer al árabe, o quizás dado que ahora inventaba cualquier excusa para criticar y oponerse a su matrimonio, muchas veces inventaba excusas realmente ilógicas y sin sentido como que de pronto la nariz del árabe había crecido enormemente y que él ya no era atractivo. En efecto la nariz del árabe no estaba creciendo, pero los problemas en ese matrimonio si que lo hacían y de manera vertiginosa. El sexo comenzó a ser un problema, y eso si que era un verdadero desastre, debido a que toda esta mala idea y descabellada aventura del matrimonio se había sustentado en una sola cosa, y eso era el sexo. Ni el árabe ni Madame Rose tenían nada en común, con contadas excepciones como la abogacía y el estatus social, el resto era un sin fin de discrepancias entre los dos, su religión, costumbres, cultura, inclinaciones políticas y hasta la forma de ver la vida, esto le parecía interesante a Madame Rose al comienzo de su relación, pero ahora no tenía nada de atractivo, todas las diferencias que los unieron ahora como tenÍa que ser los separaban sin remedio alguno. Así fue como el inmenso amor que sentía Madame Rose por el árabe se fue desvaneciendo de manera directamente proporcional al cariño que se tenían, cada detalle

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desataba la furia infinita de Madame Rose, si el árabe era muy cariñoso con ella Madame Rose se molestaba enormemente porque no la dejaba libre, se sentía asfixiada y sin poder respirar, pero si en cambio, el no tenía los detalles amorosos de costumbre, ella sentía que ya no la amaba, que ya no la quería, no se sentía apreciada, y se deprimía y enfurecía constantemente. La pasión en la cama que fue la que en definitiva atrajo ese matrimonio se esfumó y ahora Madame Rose no soportaba tener aquel árabe junto a ella en las noches, no soportaba verlo comer, ducharse, caminar, no soportaba realmente nada. Ahora lo odiaba enormemente, no quería saber nada de él árabe. Dormía con él y seguían casados, y a pesar de que Madame Rose siempre peleaba con él, mantuvo su odio escondido en su alma por algún tiempo, sin que el árabe se enterara. Realmente Madame Rose no podía entender como después de haber amado a un hombre tanto podía odiarlo de aquella manera, él siempre fue el mismo, nunca cambió su personalidad, en ningún aspecto de su vida, era Madame Rose la que estaba cambiando. Cambiando de vida, de aptitud, de visión, de sentimiento, de perspectivas, en definitiva la metamorfosis que nunca pudo desarrollar tras tantos años de represión entre la sociedad, sus padres, su religión, su familia y todos. Era evidente que Madame Rose se divorciaría del abogado y una vida completamente distinta y nueva estaba comenzando para ella.

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Otra mañana en su consultorio jurídico y otra experiencia vivida para Madame Rose, nunca dejaba de aprender sobre los casos tan interesantes que pasaban por su escritorio para que ella pudiera resolverlos. En esta ocasión era un hombre el que quería divorciase de su esposa, estaba completamente arrepentido de haberse casado con ella, nunca se había enamorado de ella, simplemente se casó para no estar solo y lamentablemente para él, ella y los hijos que habían tenido juntos habían confundido el amor con la compañía. No era la primera vez que Madame Rose escuchaba un caso como este, de hecho casi todas las personas que conocía se habían casado por tener compañía, y sabía de pocos casos que lo hicieron verdaderamente por amor. Por suerte para Madame Rose ese no era su caso, ella se había casado enamorada, las dos veces y sus esposos la amaban más que a nadie en el mundo, pero eso era un lujo del que muy pocos podían disfrutar en una época como esa. El cliente de Madame Rose se llamaba JS, era un hombre muy popular hasta su etapa adulta cuando se dio cuenta que después de los 25 años las mujeres ya no buscan al tipo popular sino al hombre rico para relacionarse, algo que JS ya no era. Siempre estuvo con las mujeres más hermosas en su adolescencia y juventud, inclusive hasta los 25 años aproximadamente, cuando en esa terrible edad, se quedó sin novia, ni Jujuy, ni nada decente con quien estar. Con su labia de vendedor, una guitarra que tocaba muy bien JS conquistaba a las mejores mujeres, era la envidia de todos pero solo en una etapa de su vida, cuando se dio cuenta que su profesión como agente de mercadeo no ayudaba mucho en su situación económica y lo peor de todo era que su futuro era más incierto que su presente. A las mujeres les dejó de parecer atractivo sus cualidades y la falta de dinero era un repulsivo. Así que nunca se percató de que su involución con las mujeres atractivas iba cada vez en progreso. Fue hasta que en un centro comercial en compañía de su futura esposa G cuando vio a una de sus antiguas novias, continuaba siendo muy bella, pero ahora estaba con un hombre que parecía ser muy rico. Este fue el momento en el que por primera vez JS se percató de su suerte, G no era para nada la mujer de sus sueños, era extremadamente obesa y ni su mejor amigo podría decir que era bella, pero la moral de JS había decaído a tal punto que ya ni eso le importaba. Los días en el Calendario de su vida seguía corriendo y él necesitaba una mujer con quien estar, una mujer para compartir, una mujer para no quedarse solo. G tenía las mismas necesidades, ella también iba a estrenarse en las tres décadas próximamente y el temor de quedarse vistiendo santos la obligó de manera desesperada a aceptar la relación de JS, hombre que tampoco era el de sus sueños. Para Madame Rose esta situación de casarse ricamente para estar en compañía de alguien sin sentir en amor y la pasión que describen los libros de poesías, era algo sumamente triste, pero era la realidad, que ella fuese una mujer tan glamorosa, rica e inteligente, que todos los hombres se enamoraran de ella, era cuestión de suerte. La suerte de haber nacido con esas características, pero Madame Rose no caía en cuenta que todos no gozaban de los mismos privilegios y que simplemente las personas se unían, por razones económicas, de despecho, o simplemente para no estar solos, eran muy pocos los que se unían por amor como lo hizo Madame Rose en dos oportunidades con su primero y segundo esposo.

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Las relaciones sentimentales en el Caribe eran extremadamente difíciles y las personas no se casaban con los que querían sino simplemente con los que podían. La separación entre JS y G no se había producido amistosamente, sino que por el contrario reinó la violencia y las peleas. Los conflictos no se hicieron esperar y las enormes discusiones terminaron hasta en agresiones físicas entre los dos. Todo estaba muy complejo en ese divorcio que se fraguaba entre JS y G, algo que no le agradaba mucho a Madame Rose, no solo por el simple hecho de que ninguno de los dos tuviese dinero para pagar los honorarios profesionales de ella, sino que la violencia en los divorcios era muy arriesgada y nunca acababa bien. Eran famosos los casos de abogados asesinados por los clientes o por las personas demandadas, así que Madame Rose aceptó en caso únicamente porque era un favor que le pidió una amiga. Las peleas entre las parejas deprimían en gran manera a Madame Rose y sobre todo si ella era la que tenía que separar oficialmente lo que ya estaba separado desde el punto de vista emocional, corporal y mental, no soportaba eso así que tomó un descanso y se fue a la casa que le había dejado su padre. Nunca visitaba esa casa, únicamente cuando se buscaba a si misma, todavía recordaba los dichos que acostumbraba a murmurar la gente, “en esa casa esta escondido el tesoro que entierro el propio General antes de que la democracia llegara a las costas del caribe y se robara todos las riquezas del país”, pero lo más importante para Madame Rose no era eso, sino que también se decía que podías cambiar el tesoro del General y él te concedía el deseo que quisieras, y lo único que deseaba Madame Rose era ser feliz. Todavía Madame Rose no entendía porque las relaciones sentimentales entre las personas eran tan complejas, tenía que divorciar a mucha gente. Unos se divorciaban sin altercados otros lo hacían con las más horribles y algunas veces hasta fatales consecuencias, pero mucha gente lo hacía, tres de cada cuatro matrimonios se divorciaban antes de los dos años y esos eran los que tenían el valor de llegar a casarse, dado que en el caribe muchas de las personas permanecían unidas sin estatus legal. El simple hecho de que madame Rose se hubiese casado enamorada y que su primer y segundo esposos se casaron igualmente enamorados de ella, a pesar de tener todas las condiciones para vivir feliz por siempre, esto no había ocurrido, y la nostalgia era mayor cuando observaba una pareja como la de JS y G, que se habían unido legalmente sin amor, sentía una pena enorme por G, no era precisamente la mujer más popular de su colegio, ni tampoco en la secundaria y mucho menos en la universidad, donde tu apariencia física es extremadamente importante y su gordura no la hacía nada importante. Soportar las burlas de las personas por su apariencia física era una cosa en la adolescencia, la herían terriblemente, pero darse cuenta de que quedaría sola pisando las tres décadas de su vida era algo completamente diferente, por eso escogió a SJ de manera desesperada, sin sentir amor por él, sin tener un plan de futuro, sin importar nada, simplemente necesitaba colocar unas fotos de su matrimonio antes de cumplir los treinta años para poder mostrarlas a sus amigas y a cualquiera que le interesara. Así que Madame Rose no podía soportar más aquella terrible pelea entre dos personas e hizo todo lo que pudo para que su cliente recibiera la mayor cantidad de beneficios posibles, aunque sin presionar mucho para no prolongar la negociación de la separación, y el divorcio terminó por concretarse en poco tiempo sin mayores conflictos entre los agraviados.

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Con su segundo divorcio a cuestas Madame Rose se dedicó a hacer lo único acertado que tenía que hacer para evitar la depresión y distraer su mente de los innumerables momentos de ansiedad que la agobiaban. Se sentía terriblemente mal por el divorcio con el árabe, no solo por estar sin él, algo que realmente no quería ella, dado que fue la propia Madame Rose quien le solicitó el divorcio, sino por el hecho de haber fracasado nuevamente desde el punto de vista sentimental en su vida. No quería al árabe junto a ella, eso era claro, pero tampoco quería que se marchara. El sentimiento era terrible, la encontraban tirada en su cama sin querer hacer nada, no comía, ni salía, algunas veces entre el incesante y raudalesco llanto salía a vengarse de la vida, pero nunca lo lograba, siempre regresaba a casa más solo y triste que nunca. De todas formas Madame Rose nunca se dejó ganar por la infelicidad. Era claro que ella no estaba acostumbrada a perder en la vida, como muchas otras mujeres a quien ella veía con lástima como unas perdedoras. Pero las pérdidas le estaban ocurriendo ahora a ella y no podía soportarlo, nunca lo tuvo que soportar en la etapa más difícil de su vida como lo fue su adolescencia y vida adulta. Ahora como una mujer madura de 156 años y con el cuerpo de una diosa griega de 18 y la cara de una hermosa pintura del renacimiento, no soportaría el sufrimiento, después de todos los años dorados eran para disfrutar todos los sacrificios que se realizaron en la juventud, así que ella no permitiría que ningún sentimiento banal a vencer, eso era claro, tomó el control de su vida y se dedico a la pasión de su vida, y lo que mas la alejaba del sentimiento del perder, eso era su carrera, eso era el derecho. Cuando Madame Rose llegó a su oficina, el ascensor estaba descompuesto, no era la primera vez que esto ocurría, los antiguos edificios de 4 pisos donde los mejores abogados de la ciudad tenían sus consultorios jurídicos eran casi tan viejos como el tiempo y la arquitectura senil del casco de la antigua ciudad ya no soportaba mas reparos, muchas veces cruzó por la mente de Madame Rose mudarse a un edificio moderno con arquitectura tecnológica, pero después de todo no sería lo mismo. El sentimiento clásico, que despertaban los viejos edificios no podían ser reaplazados por nada. Así que Madame Rose subió las escaleras hasta su oficina con la humildad y resignación que le quedaba, dado que no tenía otra alternativa. Cuando llegó, pasó por el pasillo, saludó a su secretaria, miró a algunos clientes, los saludó con su acostumbrado “Bon Jour” y entró a su oficina. Estaba impecablemente limpia, no entraba allí desde hacía algún tiempo, así que la señora de la limpieza se dedicó a limpiarla a diario, la alfombra roja añejada ya por el tiempo que semejaba color vinotinto, encendió las lámparas clásicas que aun conservaba la oficina desde el siglo pasado con un bombillo de lo más moderno claro estaba para poder visualizar el cuarto y se sentó en su sillón de cuero. Ya sentada y descansada después de haber subido 4 pisos con su cuerpo a cuestas y su maletín, tomo el teléfono y hablo con su secretaria, “pásame el caso mas difícil”. Era un reto intelectual y humano para ella, los casos fáciles los había abandonado hacia mucho tiempo y se dedico a litigar solo los casos que eran prácticamente imposibles de ganar. Así que quería olvidar el fracaso en sus dos matrimonios anteriores y este era la mejor forma, “no importa siempre estaré casada con la abogacía” decía Madame Rose par sus adentros mientras esperaba a su próximo cliente. Lo vio entrar en el cuarto sentada en su sillón, era culpable, su rostro lo indicaba “siéntese señor, y dígame ¿cual es su nombre y porque esta aquí?”, eran dos preguntas sencillas de realizar pero no fáciles de contestar, el sentimiento de culpa traicionaban la

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conciencia de aquel hombre, “mi nombre es J, y vine aquí porque asesiné a mi esposa y a su amante”. Era justamente lo que Madame Rose necesitaba un caso escandaloso y pasional, un caso donde su cliente era culpable, donde la prensa y la opinión publica lo había condenado antes de que se dictara la sentencia. Mientras J miraba cabizbajo hacia el piso, Madame Rose preguntaba, “¿Qué pruebas tienen en su contra?”, mientras J respondía “muchas en realidad, todos sabían que yo quería matar a mi esposa. La amenacé tan solo unas horas antes en un restauran donde habían muchas personas. Le dije que la iba a matar, además de eso el arma que se usó para asesinar a mi esposa y su amante era mía, una Glot 45. Mis huellas están en toda la escena y la ropa cuando me encontraron estaba manchada de la sangre de las victimas, y por si eso fuese poco, la cámara de video del edificio grabo el momento de los homicidios. Todas las televisoras muestran el video donde yo salgo matándolos a ambos”, Madame Rose sonrió con una picara facción en su rostro, en efecto era un caso digno de ella, hubiese preferido algo mas complejo pero este estaba bien por ahora, “bien señor J desde este momento usted no mato a nadie. Esa será su declaración”, dijo Madame Rose a J, a lo que el con una mirada incrédula no pronuncio palabra alguna. Un hombre tan culpable como J únicamente podía ser defendido por una abogado del nivel de Madame Rose y solamente podía ser sentenciado inocente en un sistema judicial completamente corrupto y corrompido como el caribeño donde ni el inclemente sol podría incinerar tanta suciedad institucional ni los torbenillescos aliceos que golpeaban las costas podían arrastrar tan miserable sistema. El problema del sistema judicial estaba en todas partes, era un cáncer sin reparo ni salvación. Un mal que roía toda la sociedad en su conjunto, las causas eran muchas pero lo más interesante era la génesis con que se desarrollaba. Las personas intentaban entrar en la escuela de derecho pero el inmenso estatus social. Lamentablemente ese estatus se había perdido hacía ya mucho tiempo. Pero con una salvedad, los abogados no sabían que ya habían perdido su respeto. La misma forma de entrar en la escuela de derecho era completamente irregular, únicamente podían hacerlo las personas que tuviesen los contactos para hacerlo, y los que no tenían los contactos debían pagar extraordinarias sumas de dinero para poder ingresar. Luego de que estaban allí en la clase inaugural, el decano se paraba y les daba la bienvenida con “en la escuela de derecho no hay estado de derecho, aquí los profesores hacen y deshacen con ustedes como a ellos les de la gana”. Así comenzaban su travesía por el más pútrido sistema educacional que se podía imaginar. Los exámenes eran aprobados, con dinero, contactos, subjetividad y lo que ahora los profesores era la manera preferida de aprobar a las mujeres, con la llamada “operación colchón”, como se rumoraban los pasillos. Así que de la manera más injusta posible transcurrían los años en la facultad de la justicia, pero ese no era el problema mas importante por el cual debían preocuparse los abogados, después de que terminaban en la universidad y se graduaban, se enfrentaban a un problema mucho mayor, y ese era el conseguir empleo, un buen empleo. El noventa por ciento de los abogados en estas costas de arena y sol no trabajaba como abogado y lo que muchos años atrás era una excelente profesión, se convirtió en la vergüenza pública más grande de todas. La profesión se había forjado durante muchos años con una muy buena reputación, pero como con todas las demás cosas, el sol caribeño se encargo de deteriorarlo cada día mas y la abogacía no fue una excepción precisamente, los abogados en la antigüedad eran personas cultas y muy bien preparadas, intelectuales en una población donde era un

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verdadero privilegio saber leer, así que gozaban de un estatus intelectual intachable, también eran personas de buena familia dado que todos no aprendían a leer y menos acudían a la escuela, por supuesto la minoría concluía el bachillerato y casi nadie podía entrar a la escuela de derecho. Solo la minoría concluya los estudios y se graduaba de abogado. La profesión acarreaba muchísimo dinero en la época en que se usaban trajes de corbata todo el tiempo, eso sin incluir el inmenso poder político que acarreaba ser un abogado, dado que ellos se encontraban en las mas altas esferas del poder, desde os propios presidentes de republicas hasta los directores de instituciones publicas, así que todo estaba controlado por ellos. Por ende era una profesión fantástica. Cotizaban todo el estatus intelectual, social, político y económico que podía tener persona alguna en este mundo. Pero desgraciadamente eso era solo lo que podían recordar del pasado, debido a que ahora, para entrar a esa facultad no necesitabas ser un alto miembro de la sociedad, cualquiera con contactos y suerte podía hacerlo, tampoco necesitabas ser una persona docta y erudita, si eras mujer te bastaba con la llamada operación colchón y si eras hombre con contactos, dinero o suerte. El poder político había sido repartido entre los militares y otros factores de la vida política del país, así que ni el presidente, directores, ministros ni nadie tenía que ser abogado para tener esos cargos. De hecho, ahora muy pocos con ese título poseían esos cargos, por tal motivo, no solo perdieron el poder político que tenían, sino que de la misma forma perdieron sus trabajos, y por ende el poder económico. Así que la profesión había desmejorado en un espiral de decadencia del cual era muy difícil salir, los pocos abogados que podían conseguir trabajo ejerciendo su profesión que no pertenecían a las mafias judiciales vivían en la más absoluta miseria. Otros se conformaron con ejercer otras profesiones, generalmente en la economía informal. Era un duro golpe para las ilusiones y las expectativas que tenían los abogados cuando ingresaban en la escuela y cuando se graduaban. Vivir de unas ilusiones efímeras durante mucho tiempo y salir a enfrentar en el mercado laboral ese golpe tan estruendoso, de encontrarse con que no tenían nada, nadie los respetaba ni los admiraba y por el contrario eran repudiados por toda la sociedad en general. Probablemente, ellos no eran los únicos profesionales golpeados por las inclementes crisis que vivían las costas del caribe en esa época, dado que todos los demás profesionales se enfrentaban a la misma crisis, pero la diferencia radicaba en que los abogados tenían unas expectativas e ilusiones mal fundadas, cosa que no perturbaba a otros profesionales que con humildad sabían que les depararía el futuro. El problema del sistema judicial estaba penetrado en todas las partes, no únicamente en los grandes tribunales que resolvían problemas básicamente políticos, sino que hasta el portero y el personal de limpieza presentaban las más grandes señales de involución institucional que podían ser vistas en lugar alguno. Si querías ganar un juicio, debías pagarle al portero para que te permitiera entrar al tribunal, a la secretaria par que no escondiera tu expediente o lo escondiera si ese era la intención. Debías pagarle al fiscal, para que presentara una acusación con errores y también al juez dependiendo de los casos, así que el sistema judicial era la máxima expresión de la corrupción putrefacta de una sociedad que estaba igualmente corrompida. De modo que a Madame Rose no le preocupaba en lo más mínimo el caso de J dado el sistema judicial tan corrupto y miserable que había en las costas del caribe.

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Lo más importante ahora era sacar a J de la cárcel, eso si le preocupaba a Madame Rose, las cárceles en el caribe, al igual que en el resto del mundo eran un nido de muerte, pero allí, la muerte parecía el paraíso. La cárcel donde se encontraba encerrado J era la antitesis de lo que llamaban un reformatorio penal, donde los criminales eran recluidos para pagar sus delitos ante la sociedad y reformar su conducta, que en lugar de hacerlo, cuando salían de allí lo hacían con un verdadero doctorado en crimen. Aprendían lo que nunca habían aprendido en las calles, las mejores estrategias para cometer crímenes, robos, homicidios, y todo aquello que contraríen a una conducta cívica y humana. Los delincuentes más peligrosos del mundo se encontraban allí, separaban a los reclusos en pabellones, pero una cárcel que fue construida para albergar a solo cien reclusos. Tenía en la actualidad más de cinco mil, carecía de toda forma digna de infraestructura sanitaria, ni siquiera de infraestructura moral. A diario eran asesinados reos por otros reos. El maltrato físico y mental estaba a la orden del día, tenían que vivir, dormir y comer en la más absoluta miseria jamás imaginada por nadie. Madame Rose tendría que sacar a J de allí antes de que la muerte llegara a su vida. Madame Rose sabía perfectamente lo que debía hacer, sobornó al portero de los tribunales para que la dejara entrar, al alguacil para que tramitara todo rápido, sobornó a la secretaria para que sacara el caso de la gaveta y se comenzara a procesa. Se puso de acuerdo con el fiscal para cuadrar la defensa. Le pagó para que el fiscal se equivocara presentando los cargos y fuese más fácil ganar el juicio, hizo lo propio con el juez para que dictara inocencia en el caso, impugnó las pruebas, en cuanto al video que mostraba a J matando a su esposa y amante, Madame Rose dijo que verdaderamente se parecía a J el que aparecía matando a esas personas pero que podía ser cualquiera, el arma asesina desapareció de la policía de manera misteriosa, y dijo que las amenazas en contra de su esposa que J le había hecho la misma tarde de la muerte eran expresiones de cariño entre su ahora difunta esposa y él. El veredicto no sorprendió a nadie, y menos a Madame Rose porque después de todo en el caribe la justicia es ciega, pero también necesita dinero para comer.

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De esa manera Madame Rose se sentía vacía nuevamente, a pesar de que había ganado un gran juicio, su carrera profesional continuaba en la cúspide de la grandeza. Así que Madame Rose necesitaba alejarse de todos y de todo, alejarse de ella misma, de lo que era y representaba, de la mujer que estaba dejando de ser con cada golpe que estremecía sin consideración alguna las entrañas mas profundas de su alma. Estaba la posibilidad de realizar un largo viaje, eso era lo que realmente quería, olvidarse de todo por algún tiempo, sobre todo de este tan difícil tiempo para ella, “dos divorcios no pasan en vano”, decía podía ser Europa, pero siempre viajaba a Europa cuando tenía problemas y en este momento no quería repetir más esa vieja rutina en su vida, Paris era sin lugar a dudas su lugar favorito, los atardeceres luminosos viendo por el balcón de su piso a la torre Eiffel, era su guarida secreta. El lugar donde se retiraba para descansar, para pensar y reflexionar, pero este no era el momento de París, necesitaba otra cosa, algo diferente un lugar donde nunca hubiese estado jamás, un sitio nuevo, al igual que ella que cada hora que pasaba se convertía en una mujer nueva, sin ataduras, sin pasado pero con un gran futuro. Sin avisar a nadie, Madame Rose tomó algo de equipaje, no mucho como siempre lo hacía que llevaba hasta su secador de pelo, pero no llevó tampoco una mochila como para viajar de aventurera. Esta vez llevó solo el equipaje necesario para un viaje comodo, después de todo se movería por muchos países diferentes y no era fácil viajar por Asia ni por África, los dos continentes que decidió conocer en esta etapa de su vida. EL primer país que visitó fue el África francesa, las colonias que se habían apoderado después de la segunda guerra mundial. Los franceses en África, así con el excelente dominio de su idioma galo, Madame Rose no pasarían trabajo para comunicarse. Cuando llegó al hotel dejó sus cosas en el cuarto y durmió mucho tiempo. Estaba extremadamente cansada, no había un vuelo directo del caribe a África y tuvo que hacer escala en Ámsterdam y el vuelo la dejó exhausta. Cuando despertó ya era la mañana siguiente, salió al balcón y pudo observar con magnánima admiración el paisaje, el agente de viajes que le había vendido el plan de viajes no le había mentido, era simplemente una de las vistas más maravillosas de todas las que había podido apreciar en sus 156 años. Era la energía que emanaba el origen de la vida donde todo había nacido en África. En efecto no era la arquitectura de su amada París, ni la torre Eiffel al atardecer. Era algo simplemente natural, el paisaje natural, en plena selva africana y eso era lo único que necesitaba Madame Rose para olvidar todo. Emocionada con el paisaje tan maravilloso que había podido disfrutar en el balcón de la habitación se apresuró a salir, quería aprovechar el tiempo dado que era un lugar muy grande y tendría que recorrer muchos países más. Salió con poco peso en su bolso, si acaso una cámara fotográfica, su pasaporte y algo de dinero, con unos pantaloncillos cortos, o que hacia relucir su gran figura y las firmes y delineadas piernas que eran mayor atracción para los hombres que los propios paisajes africanos. El alejarse de las personas fue la principal idea y causalidad de Madame Rose para ir a ese lugar, la idea de conocer nuevos suelos eran una buena idea, pero alejarse para no mirar a persona alguna no era probablemente una buena idea. Sobre todo para Madame Rose que siempre necesitaba tener contacto con los seres humanos, y en especial con una clase en específica, y esa raza era la que tenían cromosoma X y un cromosoma Y, así era que Madame Rose necesitaba un hombre. Tuvo suerte, dado que en la misma caravana turística que paseaba a los extranjeros por el país había un hombre al que Madame Rose no le pudo quitar nunca los

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ojos de encima. Era un hombre rubio y bien fornido, blanco hasta los cimientos, Madame Rose no quiso perder más tiempo y abordó a aquel hombre de manera inmediata. En otros tiempos Madame Rose habría realizado alguna otra maniobra distinta para seducir a aquel hombre pero la vida de Madame Rose estaba cambiando muy rápidamente y sus costumbres cambiaban con ella. En el pasado se hubiese quedado sentada justo donde estaba y eso hubiese sido suficiente para que aquel o cualquier otro hombre se acercaba a tratar de entablar conversación alguna, Madame Rose era un verdadero imán para atraer hombres. Era simplemente la mujer perfecta, esa que todos quieren pero que siempre resulta ser una mala idea. Pero en este momento era distinto y fue la propia Madame Rose la que se acerco a aquel hombre “Bom Jour”, dijo pero el hombre no hablaba francés así que se conformo con un simple “hi”, para Madame Rose estaba bien. No tenía problema en hablar inglés, después de todo habían pocos idiomas que no dominara, así que comenzó la tertulia con aquél ingles. Aquella tertulia se convirtió al anochecer en una cena, después de que terminó el paseo turístico ambos fueron al hotel donde se hospedaban y concretaron una cena en la noche, Madame Rose no estaba segura, tenia mucho miedo, nunca había hecho algo así, en efecto había estado con su primer esposo después de muchos años de noviazgo y después del matrimonio, y con el árabe fue muy distinto, a pesar de que se veía con el árabe a escondidas cuando estaba aun casada con su primer esposo ella y el árabe habían estado saliendo durante mucho tiempo y el cortejo fue muy largo, además de incluir todos los años de amistad que tenían Madame Rose y el árabe. Así que Madame Rose sentía un gran temor, gran parte de sus amigas salían en las noches a conocer hombres y terminaban durmiendo con ellos, pero para Madame Rose esto era una nueva experiencia. Pasó por su mente en varias oportunidades no ir a la cena y dejar plantado a aquel inglés. Pero la fuerza en el vientre de Madame Rose no le permitía pensar y rehusarse. Así que fue, después de todo ella estaba cambiando. Cuando llegó a la mesa el inglés la esperaba, “Bon Jour, Madame Rose”, dijo el ingles, “hi, good night, George Wilde”, fue la respuesta de Madame Roce. Aquella cena se convirtió en una noche compartida. Mientras Madame Rose estaba en la cama con aquel ingles, pensaba en como ella era capaz de estar haciendo eso. Ella era una mujer decente y las mujeres de este tipo no tienen relaciones con los hombres antes del matrimonio, en efecto Madame Rose ya había pasado esa etapa en su vida, con dos divorcios a sus caderas y unote ellos algo traumático. No podía entender como era posible que aún estuviese pensando en ese tipo de cosas, en las costumbres inculcadas de su madre que después de que el padre de Madame Rose muriera la madre de ella nunca había estado con otro hombre. Las costumbres de su iglesia, la sociedad, ninguna de las turbias ideas que tenía Madame Rose en la cabeza aquella noche junto a George Wilde le permitieron disfrutar plenamente del sexo, y cuando amaneció se dio cuente de algo muy perturbador para su cabeza, ella no creía haber disfrutado nunca del sexo, después de todo, según sus ciencias religiosas disfrutar del sexo era un pecado. La mañana siguiente Madame Rose se despertó temprano, se vistió sin hacer el menor ruido y salió de la habitación de George Wilde antes de que este se despertara. Ella no quería saludarlo ni hablar con él. Todo había sido no más que una simple aventura. Tenía los sinsabores de esa tormentosa noche, pero todo no eran negativas para Madame Rose. Las vivencias adquiridas durante toda su vida, y muy en especial las que estaba

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teniendo ahora la estaban haciendo evolucionar, desarrollarse emocionalmente y desde todos los puntos de vista. Esa misma mañana Madame Rose salió de una de las colonias conquistadas por los franceses y continúo su camino por África. Quiso conocer un poco más pero no le llamaba la atención tener que encontrarse nuevamente con el inglés George Wilde. Así que voló a otro país, al país que probablemente despertaba mayor atracción turística de todos los países africanos. El lugar donde la civilización tejió su cuna miles de años antes de cristo, el imperio donde los máximos jerarcas llamados faraones construían enormes pirámides para enterrar sus cuerpos después de su muerte, donde aquella esfinge ya había perdido su nariz. Ese no era otro lugar que Egipto. En los planes de Madame Rose no estaba definitivamente tener relaciones carnales con hombres en cada país que visitaba. Pero eso era exactamente los que estaban pasando y era lo que iba a continuar pasando por el resto de su largo viaje. Hasta tuvo que inventar una excusa para poder racionalizar su comportamiento. Así que decía “cuando viajas a otro país tienes que probar su comida, visitar sus museos y amar a sus hombres”. Definitivamente no los estaba amando, al menos no con el corazón, y si lo hacia los amaba con su cuerpo, por una noche y no más. El otro dato curioso de Madame Rose era que no había probado aún a un hombre autóctono de esos lugares, dado que en la colonia francesa había estado con George Wilde que definitivamente no era un personaje propio de esos lugares, y la próxima aventura de Madame Rose en Egipto no sería la excepción. De esa manera en uno de sus paseos por el desierto conoció a un hombre que la a bordo de manera galante e ingeniosa. El hombre se acercó y le dijo “bella, con la nariz operada pero bella”, Madame Rose se sonrió, no era un secreto para nadie que su nariz perfecta había sido operada por uno de los mejores cirujanos plásticos del mundo, y así era la nariz de Madame Rose, una de las mejores y más bellas del mundo. Cuando escucho esto a Madame Rose le dio un tanto de vergüenza pero se acercó a aquel italiano y le dijo “gracie”. Todo lo demás fue historia, otra noche en la vida de Madame Rose y en su diario de cuerpos compartidos una estadística más por aquel italiano llamado Reginaldo Julepe que probó la dicha que pocos hombres podían compartir, y esa era estar con Madame Rose. La historia se repitió en cada país que visitó Madame Rose, en cada lugar diferente conoció a un hombre y compartió con el su vientre, algunas veces Madame Rose se sentía bien consigo misma, otras veces no, pero algo era seguro, estaba evolucionando sentimentalmente, y desde todos los puntos de vista. En el último país que visitó, pasó lo que no ocurrió en ninguno de los otros lugares donde estuvo, por fin se interesó en uno de los hombres autóctonos de esa zona. En la India, Madame Rose no era racista en lo absoluto, había crecido en el caribe y allí todos tienen las razas de todos, quedan pocas razas puras, y casi todos tienen mezclas de sangre. Pero a Madame Rose no le gustaban ciertos tipos de hombres, tenía un prototipo bien definido, les gustaban fornidos, blancos, esos eran sus gustos básicamente. Le sorprendió haberse visto atraída por aquel hindú. Era realmente un hombre bien parecido, así que le hizo las cosas fáciles a Madame Rose. Aquel Hindú llamado Gandy Kirppal, le mostró cosas imposibles para Madame Rose hasta ese momento, sus malabares sexuales dejaron sumamente impresionada a Madame Rose, aquel hombre le enseñó a despertar su olfato, su sabor, su tacto, su visón, su oído, todos los sentidos de Madame Rose aprendieron como disfrutar del sexo. Aquel hindú

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experto en el arte del amor, que podía adoptar posiciones y hacer que Madame Rose adoptara posiciones cuando hacia el amor que ni siquiera un gimnasta se atrevería a hacer. Lamentablemente era la hora de Madame Rose para regresar a su patria sentimental, su sol brillante, su caribe, todo para ella había cambiado y aunque el sexo con el hindú Gandy Kirppal, fue estupendo, ella no pudo disfrutar a plenitud , de aquella experiencia sexual, sus fantasmas del pasado la agobiaban, sus represiones sociales, religiosas y de todo tipo aún la atormentaban y perseguían cuando estaba con un hombre, pero eso cambiaría, aquella noche con el hindú cambio todo, ahora era el tiempo de Madame Roce y estaba determinada a dejar atrás todo y por fin ser feliz.

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Cuando llegó por su largo y estremecedor viaje por el África y Asia Madame Rose durmió todo el fin de semana, apenas se levantaba para comer. Había quedado total y completamente agotada por el vuelo y las escalas que tuvo que realizar para llegar nuevamente por fin al caribe, estaba físicamente agotada por ese tour a través del mundo, pero el agotamiento no se comparaba en lo más minino a la perturbación mental que sentía su alma. Sus sentimientos eran un torbellino incontrolable de sensaciones contrapuestas y enfrentadas, en su interior tenía que luchar con sus fantasmas del pasado, con sus perspectivas del futuro, tenia que luchar hasta en contra de ella misma, de lo que ella cría o al menos de los que creía creer. Pero estaba decidida a hacerlo, era una mujer luchadora y firme, si no lo lograba, al menos moriría en el intento. Se paró de la cama, se duchó y cuando vio el reloj era casi la media noche, pero ella quería salir, estaba de casería, necesitaba un hombre en su cama esa noche, así que fue por él. Pensó vestirse con uno de sus trajes ejecutivos con los que trabajaba, pero eran muy formales. Para esta ocasión vestiría lo que usaban las jóvenes en ese entonces, se colocó unos jeans y una blusa con escote muy adherida a su cuerpo que a sus 156 años le sentaban mejor que a cualquier mujer de 20 años, pero así era simplemente Madame Rose, bella, perfecta. Salió a uno de los centros nocturnos donde acostumbraban a ir los adultos a buscar pareja, Madame Rose no estaba acostumbrada a visitar esos lugares, si acaso lo hacía era por trabajo para buscar información sobre clientes o para acompañar a sus amigas que definitivamente si frecuentaban los bares en busca de una compañía efímera de no más de una noche. Cuando entró al bar todas las mujeres vieron a Madame Rose con recelo y rabia, sabían que nadie podía competir en el terreno de la atracción a un hombre contra ella. Tampoco lo intentaron nunca, Madame Rose era una mujer que había estado casada por mucho tiempo, y cuando se divorció de su primer marido y se casó con el segundo, tampoco frecuentó esas tabernas. Todas las mujeres esperaban que Madame Rose no estuviese buscando compañía, pero a diferencia de las mujeres todos los hombres esperaban por el contrario que Madame Rose añorase una compañía esa noche, porque probablemente sería la noche de suerte de alguno de los presentes. Se sentó rápidamente Madame Rose y ordenó un vino tinto al mejor estilo francés, la banda del lugar tocaba un romántico y apasionado Jazz, que le daban ganas y alientos a cualquiera. el mesonero se acercó a Madame Rose y le llevó una copa de vino, “la copa la invita el señor que está sentado en la esquina, señorita”, a lo que Madame Rose contestó “señor, gracias pero ya tengo una copa, así que dígale al gentil caballero que puede tomarse el trago. Fue definitivamente un rechazo despiadado por parte de Madame Rose, pero ella había visto al hombre que estaba sentado en la esquina de la barra y definitivamente no le atraía en lo absoluto. Le parecía un hombre extremadamente feo, y en realidad lo era, pero alguien muy diferente era el hombre que estaba en medio de la barra, ese si pareció atraer fuertemente los gustos de Madame Rose. En lugar de eso Madame Rose había mirado desde el mismo instante en que se sentó a un hombre en la barra, tomando un escocés, vestía un traje negro y una corbata de puntos muy a la moda. El hombre estaba distraído, definitivamente no había ido a ese bar a buscar compañía. En lugar de eso, parecía que solo estaba tomando un trago después de un duro día de trabajo. No esperaba conversar con nadie, cuando una mujer se sentaba junto él en la

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barra para seducirlo y llevarlo a la cama, él se las arreglaba para despedirla, pero cualquier mujer es distinta a Madame Rose. Ella era la que dominaba el arte de la seducción y no únicamente por haberla aprendido, sino que había nacido con ella, de esa manera Madame Rose lo miró con una encantadora sonrisa y aquel hombre que no fue a buscar compañía la había conseguido sin el quererlo. Simplemente no se podía resistir a la tentación de aquella mujer sentada en la mesa. Se acercó lentamente y se sentó en la Mesa de Madame Rose, “hola, mi nombre es F, ¿puedo acompañarla un rato?”, pregunto él, a lo que Madame Rose contesto: “un rato no, más bien toda la noche. Y no aquí, en mi cama”. El automóvil de Madame Rose estaba en la carretera con ella al volante, dirigiéndose a su casa con aquel desconocido que en pocos momentos conocería su intimidad. No dejó de pensar por un momento en todo el camino lo que ella estaba haciendo, se sintió terriblemente nerviosa, por lo que estaba analizando en ese instante. Una cosa era haber tenido esas aventuras en su resiente viaje por África y Asia, pero otra cosa muy distinta era tenerlas aquí, en el caribe, en la casa que le había regalado su padre, en la capital de aquel país caribeño, Madame Rose había cambiado totalmente en todos estos lagos años de vida, había pasado de ser una mujer que se casó siendo virgen, una conservadora en todos sus sentidos, a tener que enfrentar a su familia, amigos, iglesia y sociedad, para divorciarse y casarse con otro hombre, y ahora, tenía aventuras por una noche con hombres, que acababa de conocer. Era la liberación total, mas bien el libertinaje. Pero Madame Rose no se sentía bien en lo absoluto. Eso era claro, estaba confundida. Sentía que quería hacer lo que no pudo hacer en sus largos años de vida puritana, quería deshacer todas las creencias y costumbres que se había forjado a través de largos años de adoctrinamiento social, religioso y familiar. Ella quería ser libre disfrutar de la vida hacer las cosas que nunca pudo hacer, y una buena forma para comenzar a hacerlas era contradiciendo todas las normas que se le habían inculcado, tener hombres que compartieran su cuerpo era una de ellas, y por ende era justamente lo que Madame Rose estaba haciendo ahora. Cuando llegaron a la casa de Madame Rose entraron rápidamente, tal vez por la vergüenza que ella sentía al estar llevando a un hombre para su casa que acababa de conocer, pero después de todo ella era la que lo había invitado, F le preguntó si tenía vino, el quería calentar las cosas y tomarlo con calma, Madame Rose le afirmó “¿cual quieres tinto o blanco?”, a lo que F contesto, “no, mejor no prefiero un escose”, Madame Rose tomo también hasta quedar los dos completamente ebrios, F le pregunto “ ¿Dónde esta la cama?”, pero Madame Rose no quería herir el sentamiento perpetuo que se añejaba en el colchón donde perdió la virginidad con su primer esposo, algo que ya había roto con su segundo marido, pues lo había llevado a vivir a su casa. Así que Madame Rose optó por revolcar a F en el sofá que estaba en la sala, cuando estaban a punto de comenzar F le confesó a Madame Rose, “tienes que saber que tengo una esposa y no pienso dejarla”, a lo que Madame Rose contestó: “yo también tengo dos, o al menos los tenía, y este polvo que vamos a echar es por esta noche, después de esto no te quiero volver a ver nunca más”, y de esa manera lo realizaron, cuando terminaron F salio por la puerta y Madame Rose fue a ducharse antes de acostarse a dormir en su ya veterana cama.

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Despertó con un enorme dolor de cabeza, fue a la cocina pero no encontró ningún analgésico que pudiera calmar su dolor, así que fue al baño, tomo los calmantes que estaban en la gaveta del baño y tomo dos de un solo trago, con uno habría bastado, dado que eran analgésicos muy fuertes, pero Madame Rose además de aliviar el dolor que tenía en su cabeza, lo que más quería era aliviar el dolor de su mente, y su espíritu, necesitaba olvidar y pensó que los tranquilizantes la ayudarían. No había disfrutado en lo absoluto la compañía de aquel hombre. Era la misma maldición que había sufrido en su resiente viaje, no importaba con cuantos hombres estuviera y que el sexo con ellos hubiese sido excelente. Su mente no permitía el disfrute pleno y total, ese que ella jamás había experimentado, al menos hasta ese momento. Pero el no poder disfrutar con un hombre la ponía más molesta, y como era una mujer persistente, el coraje la hacía ir por más. Nuevamente se vistió, con un vestido negro de minifalda y escote para arrebatar cualquier resistencia en un hombre, fue a otro de los bares nocturnos de clase alta donde los tragos eran tan costosos que únicamente los magnates y personajes importantes podían acudir allí, como los gobernadores, alcaldes y grandes personalidades, Madame Rose no tuvo problema para entrar, puesto que además de ser una mujer muy rica, también tenía mucho poder y contactos en la sociedad y en el poder político. Subió las escaleras del lujoso bar caminando muy despacio y dejando huellas en su andar. En lugar de una mesa tomó la barra, estaba dispuesta a enterrar sus demonios, a ser libre y a disfrutar con el hombre que ella quisiera estar, sin importar lo que nadie pudiese decir, así que espero que cualquier hombre que a ella le pareciera interesante y que le atrajera físicamente fuese a abordarla. No paso mucho tiempo antes de que un hombre se sentara en la barra junto a madame Rose, era fornido y pelo azabache, Madame Rose los prefería rubios por aquello de mejorar la raza, pero aquel sujeto le parecía bien, después de todo ella no fue a ese lugar para conservar y mejorar a la especie, lo único que ella quería mejorar era su satisfacción, así que Madame Rose le mostró una sonrisa a R, eso fue suficiente para que ambos entablaran la conversación, R le pregunto “¿vienes sola o esperas compañía?”, a lo que Madame Rose contesto: “te esperaba a ti, o al menos a alguien como tu”, eso complació enormemente a R que no había tenido una buena oportunidad en la noche como esa y al parecer R, no dormiría solo. Después de que la conversación de Madame Rose y R, fulminó el tiempo de aquel día y ya eran más de las doce de la noche. Un nuevo día estaba comenzando y en la vida de Madame Rose una nueva aventura, pero había un sujeto al final de la barra que no dejaba de mirar ni siquiera un instante a Madame Roce. Aquel hombre la atraía mucho, así que ella estaba indecisa entre R, que estaba junto a ella o el extraño que no dejaba de mirarla al final de la barra. Eran dos hombres entre los cuales Madame Rose no se pudo decidir, así que pensó tenerlos a los dos. Le dijo a R que iba al baño pero después de que saliera de allí, se irían a un motel para seguir la conversación, se levantó de la barra y se dirigió al baño. Pero antes de eso se acercó al hombre que estaba sentado al final de la barra y que no le quitaba la vista de encima y le dijo: “mi auto es el deportivo rojo que esta en el estacionamiento, nos encontramos en él en dos minutos”, y así lo hicieron, Madame Rose bajó al estacionamiento, entró a su auto y dejó la puerta abierta para que entrara el hombre extraño. Cuando ambos estaban en el auto, Madame Rose se subió sobre aquel hombre por poco más de 5 minutos, cuando terminó, se quitó de encima de él, le dio un beso en la frente, le dio las gracias y se despidió de él .

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Buscó a R que la esperó mientras ella estaba clandestinamente sobre otro hombre en el estacionamiento y le dijo a R, “vamos, es tu turno”, R no entendió lo del turno porque él no sabía que Madame Rose había compartido su anhelo con otro hombre hacía pocos momentos, pero al fin y al cabo tampoco le importó, lo único que R quería era compartir su propio anhelo y estar sobre Madame Rose por algunos minutos. Cuando Madame Rose terminó con R se despidió de él como había hecho la noche anterior con F y como había hecho con el hombre que no la dejaba de ver al final de la barra. Salieron del motel, pero Madame Rose quería más, mucho más así que fue a buscar a algún amigo cuando eran las cuatro y treinta de la madrugada para terminar de cerrar la noche, y lo hizo, fue a buscar a un amigo para estar con su tercer hombre esa noche.

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Luego de que despertó al día siguiente Madame Rose continuaba con su gran dolor de cabeza, apenas si podía abrir los ojos por la cefalea tan intensa que arañaba y escudriñaba, cada centímetro de su cerebro, había tomado todos los calmantes y analgésicos posibles, pero el dolor continuaba, tuvo que tomar nuevamente esas medicinas fuertes que la dopaban completamente, los sedantes no se vendían a cualquiera en la farmacia, pero Madame Rose conocía a muchos médicos que le podían hacer la prescripción para poder comprarlas, así que en el caribe no tuvo problemas para conseguirlas. Y no era que Madame Rose fuese una adicta a los calmantes, de hecho nunca tomó más que uno u otro analgésico para sus dolores de vientre cuando tenía su periodo menstrual y doloroso como le ocurría a la mayoría de las mujeres. Pero eran tiempos difíciles para Madame Rose, dos divorcios, un viaje frustrante e insatisfactorio y ahora tener relaciones con hasta tres hombres en una misma noche era algo que definitivamente no era parte de ella, que sin lugar a dudas era contra natura para sus creencias y costumbres, por eso es que quería los sedantes, porque no quería saber de nada y de nadie, porque quería olvidarse de todo. Cuando el dolor de cabeza se mitigo un poco se levanto y salio, no era una mujer de quedarse en casa todo el día sin hace absolutamente nada, Madame Rose tenia que hacer algo todo el tiempo, y si no tenia nada que hacer inventaba algo para no quedarse en casa aburrida, un día tomo clases de paracaidismo sin incluir las clases de pintura y escultura que no resultaron para nada productiva, Madame Rose no servia para las labores manuales a menos que las utilizara para amar a un hombre en ese caso era una experta, la mejor, pero de resto las pinturas y esculturas que realizó en esas clases que tomó en una época de su vida las tuvo que guardar en el desván dado que eran de tan mal gusto que no cuadraban para nada en esa casa exquisita de buen gusto que tenía Madame Rose y que había decorado ella misma a su gusto. Cuando salió se dirigió a su bufete, entro a su oficina pero estaba un poco desordenada, ella no había vuelto allí desde antes del viaje, no podía soportar la oficina con ese desorden. Mandó a limpiarla y salió de allí, de todas formas Madame Rose no tenía muchas ganas de ver a ningún cliente, aún estaba extasiada con el efecto de los tranquilizantes, y solo había ido a la oficina para tener algo que hacer, decidió dar un paseo por la fabulosas playas costeras del caribe que solo estaban a 20 minutos desde su bufete. Ella tenía la suerte de vivir en la capital de ese país caribeño, las penas pasan mejor con los alíseos calentados por ese impetuoso sol, o al menos esa era la sensación que daba ver golpear las olas incesantemente aquellas orillas. Madame Rose se quedó toda la tarde sentada en la orilla de la playa, sintiendo la brisa en su rostro, por supuesto llevaba su sombrero de playa gigante que no permitía que los incinerantes rayos le quitaran un segundo de belleza a su fantástico y rejuvenecido rostro. El mar le hizo recordar cosas que no querría recordar, su pasado y más que nada su presente, esas aventuras con hombres, pero misteriosamente el reflexionar sobre eso puso a Madame Rose más sobria, más fuerte, con más carácter y el dolor de cabeza se alivio un poco. Eso era justamente lo que necesitaba Madame Rose, relajarse un poco, olvidarse todo en su propio recuerdo, ir enterrando cosas del pasado, así que racionalizo que lo que estaba haciendo con su vida estaba bien, que no tenía porque avergonzarse de nada, después de todo ella había sido una excelente mujer fiel con sus dos antiguos maridos y por eso ahora estaba sola viviendo la mas terrible y frustrante soledad, no importaba con cuantos

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hombres durmiera, ni donde estuviera, ni que hiciera, todo era simplemente insatisfactorio para ella. Con el mayor de los caracteres, se paró, recorrió un pequeño trozo de arena de la playa hasta donde se encontraba su auto y volvió a la ciudad, quería dormir un poco para salir nuevamente esa noche. No se rendiría eso era seguro, moriría buscando el hombre que por fin pudiera satisfacerla, llenarla de pleno y hacerla feliz. Durmió y se levantó muy tarde en la noche, no lo hizo por si misma. Estaba muy cansada por estar en a playa todo el día y encima de eso había tomado muchos calmantes, pero el teléfono no dejaba de molestar, miró el reloj y se dio cuenta que eran un poco más de las once de la noche. “Diablos quien será a estas horas”, era M una de sus amigas la llamaba para salir. Madame Rose no quería salir al principio por el malestar que nuevamente rozaba su cabeza, pero M la animo, así que Madame Rose aceptó salir, M pasaría a buscarla, así que Madame Rose tendría que vestirse en poco tiempo. Cuando M llegó no se bajó en la casa de Madame Rose, si acaso tocó la bocina y esperó fuera a que Madame Rose saliera y se montara en el carro, era una noche de diversión para estas dos experimentadas mujeres, estaban decididas, no llegarían a casa solas esa noche. Llegaron juntas a aquel bar nocturno para personas selectas donde lo mas exclusivo de la sociedad podía entrar, no era difícil para Madame Rose, todos conocían su influencia y poder, tampoco era gran problema el entrar allí para M que a pesar de que no tenía la inmensa fortuna, los títulos universitarios, el poder político y la altitud social de Madame Rose, M se había encargado de darse su puesto en la sociedad con sus muchos divorcios. M era una mujer extremadamente hermosa, pero no se podía comparar con Madame Rose, porque era una competencia injusta para cualquier mujer. Pero hacia lo propio con su cuerpo y su rostro y con su personalidad. Era una mujer decidida, impetuosa y ambiciosa como ninguna. Eso le permitía conquistar a los hombres que otras mujeres querían pero que tan solo ella podía tener. “Dios las crea y ellas se rejuntan”, decía uno de los hombres de aquel bar. Era un amigo mutuo de Madame Rose y M, “así es” contestó M pero tanto ella como Madame Rose obviaron a su amigo y siguieron caminando hasta una mesa en aquella taberna. Pidieron tragos, Madame Rose pidió un daiquiri y M pidió vino tinto. Ambas brindaron con sus bebidas y esperaron sentadas pacientemente a que llegaran sus victimas, o victimarios, todo dependía de la actitud que presentaran. No tuvieron mucho que esperar, aquellas dos mujeres vieron a su víctima a la misma vez y en el mismo sitio, para mala suerte de las dos, se habían interesado por el mismo sujeto. Al principio no causó tanto revuelo, pero cuando las dos mujeres tenían la firme intención de llevar a aquel hombre a la cama, comenzó la disputa entre dos dignas contendiente del amor. El hombre al que Madame Rose y M trataban de seducir era un banquero suizo que iba al caribe a pasar vacaciones, eran el más codiciado del lugar. M ya lo conocía, por así decirlo, puesto que había pasado un par de noches junto a él en la misma cama, y el suizo se encontraba muy complacido con el placer que le había brindado M. Eso era un punto en contra de Madame Rose que no conocía al hombre en lo absoluto. Estaba claro que Madame Rose ganaría cualquier batalla de seducción en la que se enfrentara con M, pero eso si, la lucha era en igualdad de condiciones algo que no estaba

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ocurriendo ahora, M se levanto de la mesa rápidamente y fue a abordarlo antes de que Madame Rose lo hiciera, M saludó al suizo y le recordó viejos tiempos. El suizo estaba muy emocionado, quería ir a un hotel rápidamente con M, así que era evidente, M le ganaría el combate de seducción a Madame Rose aquel día, si no hubiese sido porque el suizo recibió una llamada telefónica de su esposa diciendo que había tenido un accidente y que tenía que ir pronto al hospital. M no pudo ganar esta vez a Madame Rose, con el suizo camino al hospital para visitar a su esposa, las dos mujeres rivales se tuvieron que conformar con pasar la noche solas. No tenían ánimo de buscar otro hombre, el que querían se había marchado, pero solo por esa noche, porque la competencia por ver quien se acostaba primero con aquel suizo, seguía en pie y ahora más encarnizada que nunca. La mañana siguiente Madame Rose no tenía tiempo que perder, sin duda alguna quería a ese banquero suizo que había conocido la noche anterior, no solo por el simple hecho de tener a un hombre que le gustaba mucho, sino que lo hacía para ganarle esa competencia de seducción a M. Era algo malévolo por parte de Madame Rose, nunca antes sedujo a un hombre solo por ganarle a una mujer, pero esa era la nueva Madame Rose. Se buscó a un banquero que conociera a aquel suizo para que contactara una reunión entre ambos. Madame Rose y el suizo se conocieron en un restaurante. Ella mintió y le dijo al suizo que necesitaba invertir su dinero con otro banco puesto que, el que tenía no le rendía y que por ende quería que otro exitoso banquero manejara parte de su fortuna. “Entonces yo soy ese hombre”, dijo el banquero suizo que Madame Rose intentaba seducir. No pasó mucho tiempo para que el almuerzo que estaban teniendo se prolongara hasta la habitación de un hotel, y Madame Rose ganara aquella disputa para ver quien seducía primero a aquel hombre, entre ella y M. La furia de M se desató cuando se enteró que Madame Rose había estado con el banquero, pero era simplemente una competencia entre mujeres, así que no prestó mucha atención al asunto y lo olvidó pronto, después de todo sabía que Madame Rose era una competencia desleal, nadie podía competir contra ella. Las cefaleas de Madame Rose continuaban agobiándola, y ya los calmantes no hacían efecto alguno. Habló con M para que le consiguiera algo muy fuerte para que pudiera aliviar su dolor de cabeza. El recordar la noche con el suizo perturbó la mente de Madame Rose, ahora el dolor de cabeza era insoportable, M tuvo que darle algo de cocaína para que Madame Rose pudiera tranquilizarse. Era la primera vez que Madame Rose probaba la cocaína, la inhaló tan fuerte que su nariz que comenzó a sangrar, pero el dolor de su cabeza desapareció. Así como cualquier vestigio de decencia y humanidad que quedaba en su cuerpo, estaba tan drogada que no supo en varios días quien era, y cuando recuperó la conciencia se encontró tirada en el piso de la cocina. La servidumbre la ayudó a pararse del piso, la metió en la ducha para que pudiera reaccionar un poco, luego comió y descansó, pero una necesidad tremenda de consumir mas drogas la impulsó a salir a la calle a buscar la sustancia que consumía por su nariz y que le ayudaba a borrar sus recuerdos y hasta su terrible migraña. En efecto muchas personas vendían drogas en cualquier parte, pero Madame Rose no sabía exactamente quien las vendía y si eran personas confiables para comprar así que recurrió a la primera persona que la había proveído. Cuando Madame Rose consumió nuevamente la droga, el dolor de cabeza se fue nuevamente, pero también lo poco que le quedaba de razón a su vida. M también consumió

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de la droga junto con madame Rose y cuando las dos estuvieron tan aturdidas que no sabían quienes eran sin la menor explicación comenzaron a besarse la una a la otra. Era evidente que Madame Rose no era lesbiana y que no le atraían las mujeres, pero la droga no la dejaba pensar, estaba completamente desinhibida, y M prefería a los hombres, pero había estado algunas mujeres anteriormente, así que aprovechó la intoxicación de Madame Rose para poder tener sexo con ella. Las dos se levantaron al día siguiente en la cama de M, muy aturdidas por lo que había pasado, M se acercó a Madame Rose y la besó en la boca, M disfrutó aquella noche, pero Madame Rose no, estaba totalmente devastada, pensó que podría lograrlo si realizaba cosas diferentes, pero ni siquiera con una mujer Madame Rose podía sentir placer.

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Una semana después de aquella experiencia abrumadora Madame Rose no podía todavía creer lo que había hecho, había sobrepasado el umbral de aquello intraspasable, había cruzado esa línea de a que no se puede volver jamás, no solo eran los dos divorcios en su haber, sino los múltiples hombre fugaces y efímeros que pasaron por su intimidad, el haber consumido drogas para aliviar sus dolores de cabeza y del alma, sino que encima de todo eso, haber tenido relaciones carnales con una mujer, con una amiga, con M. Así que su mente aún sufría los embates de aquella época de su vida tan amarga y estremecedora. Decidió poner un freno a todo aquello, Madame Rose no era una mujer feliz, o disfrutaba esa vida, tampoco disfrutaba de los hombres, ni siquiera de las mujeres, así que estaba decidida, no le importaba haber llegado a este llevadero, quería salir de allí, quería comenzar de nuevo con su vida, tirar todos los odios, frustraciones y malos momentos en algún lugar donde nadie más pudiera encontrarlos jamás. Pero había muchos problemas que resolver, Madame Rose sabía que salir de aquella vida no era nada fácil, y que si intentaba escaparse de una vez por todas, acabaría atrapada en su propia trampa. Pensó mejor la situación y decidió ir dejando esos vicios progresivamente, ya no consumiría mas cocaína, si la jaqueca la atormentaba tomaría solo analgésicos suaves, para no caer en la tentación de tomar drogas fuertes. Quería una formula mágica para dejar todo aquello, para no pasar por ese difícil camino, pero Madame Rose sabía que no existía ese camino fácil hacia una vida mejor, que tenia que trabajar duramente para llegar a donde quería llegar, a la felicidad, al disfrute emocional y corporal, algo nunca en su vida había experimentado. Él padre de Madame Rose le dijo muchas veces que el fantasma del general que habitaba en la antigua casa que había comprado cuando llegaron al caribe, le regalaría el tesoro a la persona que fuese digna de encontrarlo, o que si no quería el tesoro le concedería un deseo a esa persona, así que por la mente de Madame Rose pasó muchas veces buscar y encontrar el tesoro del fantasma del antiguo general, pero el padre de Madame Rose había pasado toda su vida buscándolo y no había encontrado nada, y por eso Madame Rose nunca estuvo animada a buscarlo, claro estaba ahora era diferente, Madame Rose tenía muchos problemas y necesitaba resolverlos de manera mágica y surrealista. Pero todo eso no se comparaba a lo que enfrentaría Madame Rose en su vida. El sufrimiento inevitable que experimentaría era difícil de igualar, después de que vio aquella tarde en uno de los cafés clásicos de la ciudad donde pasaban la tarde las personas tertuliando o simplemente o leyendo las malas noticias de los periódicos. Era inimaginable, su primer esposo y M estaban juntos y revueltos, era inminente tenían una relación, pero todo se puso peor cuando los dos se acercaron a Madame Rose para decirle,”bom Jour, queremos que seas la primera en saber que mi ex esposo y yo estamos comprometidos”, Madame Rose no pudo soportar esa noticia, se quedó pasmada en la silla sin pronunciar una sola palabra, fue terriblemente incómodo para ella, al final pudo sacar un murmullo de su estrangulada y amarga garganta para decirles a esos dos “felicitaciones”, con una sonrisa mas tan falsa que la de un político. Era insoportable para Madame Rose ver a su primer ex esposo casándose con otra mujer, y era mucho por imaginarlo casado con una mujer como M, una amiga de Madame Rose, con un pasado tan sombrío con los hombres y que además de todo, ambas habían compartido sus cuerpos mutuamente. El sentimiento que despertaba Madame Rose era de preocupación. Sentía celos incontrolables no podía entender y tampoco aceptar que su primer ex esposo se fuese a

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casar con otra mujer, Madame Rose se había casado con otro hombre, pero en su egoísta y celosa convicción de mujer no aceptaba que su primer ex esposo fuese feliz, que pudiera rehacer su vida y sobre todo cuando Madame Rose no podía rehacer la suya propia. Todo lo contrario su vida era cada vez más un completo y total desastre. Cuando terminó su café Madame Rose se fue a su casa muy abrumada y aturdida por lo que le acababa de ocurrir, e efecto no sentía nada por su primer ex esposo, si acaso nostalgia y costumbre por los buenos momentos, pero estaba dispuesta a recuperarlo. Lo que realmente quería era evitar que otra mujer lo tuviera, evitar que sobre todas las cosas M se casara con él. Lo primero que haría Madame Rose para evitar ese nefasto casamiento, era desprestigiar a la novia, Madame Rose había encarnizado el sol del caribe, y pensaba….“si tu no puedes surgir entonces hunde a los otros para que puedas sobresalir”, así estaba dispuesta a hacerlo, probablemente Madame Rose había sido una mala mujer con su primer ex esposo lo había engañado con otro hombre, pero M era peor que ella, y esa era la estrategia que Madame Rose estaba dispuesta a llevar a cabo para acabar con M. El primer ex esposo de Madame Rose no quería nada con ella, aunque extrañaba el placer de estar con una mujer como de sus caracteristicas, es de las pocas cosas que se pueden encontrar nuevamente una vez que se pierden, y esta no era la excepción el primer ex esposo de Madame Roce. No había encontrado aún una mujer tan apasionada y satisfactoria como ella en la cama, pero seguía buscando, y había encontrado algo parecido a Madame Rose con M, por eso había decidido casarse con ella, “M no será como Madame Rose, pero cogiendo aunque sea fallo”, decía el primer ex esposo de Madame Rose para sus adentros. Así que Madame Rose no esperó mucho tiempo después de aquella tarde en el café cuando se entero de la trágica noticia, llamó al siguiente día a su primer ex esposo para hablar con él, era una reunión extraña, puesto que después del divorcio nunca se habían reunido para hablar sobre nada, la reunión no le agradó a M, que como buena mujer sabía lo que pretendía Madame Rose, arruinar su futuro matrimonio, pero a pesar de los intentos de M por evitar aquella reunión entre Madame Rose y su primer ex esposo de manera ineluctable la reunión se llevó a cabo. Esa noche Madame Rose se vistió justamente como le gustaba a su primer ex esposo, su minifalda negra, con su escote bien pronunciado, que dejaba ver lo más grandioso de su cuerpo y escondía lo mejor de ella debajo de esa ropa interior de encaje, la táctica de Madame Rose era clara, quería seducir nuevamente a su primer ex esposo y si eso no funcionaba entonces por lo menos hundiría a M hasta lo mas profundo del pozo. Los dos se sentaron, Madame Rose estaba espectacular, y despertó los deseos de su primen ex esposo. La música era suave, un jazz muy romántico, las luces del restaurante daban su esplendor a medias, Madame Rose comenzó con su ataque, “no puedo permitir que te cases con M, yo se muchas cosas de ella que tu ni siquiera te imaginas, ha estado con miles de hombres, varios en una noche y hasta varios a la misma vez. Consume drogas y hasta a estado con mujeres, además yo te amo y quiero volver a casarme con tigo”. El primer ex esposo de Madame Rose escucho todo lo que había dicho madame Rose y después de que ella terminó de hablar tomo un trago del licor escocés que había pedido, respiro suavemente y dijo: “tranquila, M ya me contó todo lo que me has dicho, los de la infinidad de hombres, lo de las mujeres, y que de vez en cuando consume drogas de manera social, por diversión, pero al menos no es una adicta.

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Es más me a dicho muchas más intimidades que esas, que me estas contando tu”, Madame Rose se quedó perpleja al escuchar la respuesta, pero el primer ex esposo de Madame Rose continuó con la tertulia, “además, dudo mucho que tu aún estés enamorada de mi. A pesar de todo, tú fuiste la que me engañó con ese hombre, la que me pidió el divorcio. Lo que creo que tienes ahora son celos, no puedes soporta que yo sea feliz y que esté con otra mujer, y que esa mujer sea M”, Madame Rose estaba completamente avergonzada por todo lo que su primer ex esposo le sacaba en cara. Él prosiguió hablando, “no ando buscando a la mujer perfecta, solo busco a una mujer que me haga feliz, y M me hace muy feliz, al menos con ella se que puedo esperar, ya yo me casé con una mujer perfecta, era bella, inteligente, de clase social alta, rica, yo mismo la desvirgué en la luna de miel, y todo eso ¿para qué? Resultó ser más puta que una gallina, y hasta adicta a las drogas”, Madame Rose no pudo soportar los reproches en cara que le hacia su primer ex esposo, así que salió corriendo de allí. Lo que había dicho el primer ex esposo de Madame Rose era verdad y ella no pudo soportar la verdad, ella no lo quería, lo único que le importaba era que el no fuese feliz, Madame Rose no lo era y no estaba dispuesta a permitir que nadie lo fuera, no había sido nunca satisfecha por un hombre y menos por una mujer, eso la desesperaba, fue a uno de los bares donde distribuidores proveían drogas fuertes para la clase alta. Madame Rose compró un poco, quiso drogarse y estar con cualquier hombre esa noche. Abordó a uno y le dijo que la esperaría el su automóvil para irse juntos a cualquier motel. El hombre le hizo caso y bajó a esperarla en su auto, Madame Rose entró al baño, quería aspirar por su nariz la droga que acababa de comprar, la puso sobre su estuche de maquillaje pero cuando estaba a punto de aspirarla una terrible visión se puso frente a ella, miró el reflejo de su rostro en el espejo del baño y observó a una mujer devastada por las malas jugadas de su vida, vio a una mujer increíblemente hermosa pero que era inmensamente peor, porque era una mujer sin alma, sin un sentido en su vida, nada que la hiciera feliz, nada que la satisficiera por completo, aquella mujer que tenía una vida perfecta quedó reducida a los escombros, así que no pudo consumir la droga y la tiró por el lavamanos. Salió corriendo de allí, no se despidió del hombre que la esperaba y se marchó, no quería seguir con esa vida, quería cambiar para bien y ser la mujer que era, quería disfrutar y tener placer con un hombre, algo que jamás sintió, quería ser una torre de poder, quería volver a ser Madame Rose.

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Decidida a cambiar su vida de una buena vez y para siempre Madame Rose se mudó temporalmente a la antigua casa de su padre, esa que pertenecía al General, aquel dictador que gobernó la nación del caribe por muchísimos años, épocas antes de que la familia Rose llegara desde Grecia a estas costas del caribe. Madame Rose estaba dispuesta y convencida de que ella encontraría el tesoro que había escondido el General en esa casa, cambiaría ese tesoro por la respuesta a su felicidad, Madame Rose no necesitaba dinero, era una mujer muy rica, lo tenía todo, lo único que le faltaba en esta vida, era la felicidad, el poder estar con un hombre y disfrutarlo plenamente, solo de esa manera su vida estaría llena y completa, solo de esa manera podría vivir. Cuando llegó encontró todo muy desordenado, todo estaba lleno de polvo y sucio, los muebles hacía años que no se usaban, aun tenían las sabanas blancas cubriéndolos para protegerlos del polvo, la casa parecía una cueva sin la menor claridad posible, como si absorbiera los luminosos rayos solares del caribe. Las ventanas estaban tan herméticas que apenas si se podía respirar, las cortinas tan cerradas que sin un candelabro que tuvo que encender Madame Rose no hubiese encontrar nada en aquel tenebroso lugar. Lo primero que hizo fue ordenar a los trabajadores y amas de llaves que corrieran las cortinas y abrieran las ventanas, después de que lo hicieron todo estaba mucho más luminoso, se podía ver esa hermosa mansión en todo su esplendor. La casa ya no era la misma que habían comprado los Rose cuando arribaron a estas playas, aquella construcción colonial que habían comprado había sido remodelada en gran parte por el padre de Madame Rose, dado que pasó gran parte de su vida tratando infructuosamente de encontrar el tesoro, o probablemente lo que trataba de encontrar era la respuesta mágica de la felicidad que podías cambiarle al General por su tesoro escondido. Nunca se supo a ciencia cierta que era lo que verdaderamente quería el padre de Madame Rose, el decía que el tesoro, para producir fortuna y riquezas, pero en el fondo lo que más necesitaba era la respuesta de la felicidad, puesto que la post guerra le había quitado buena parte de su alma y la sensación de ser humano. Pocas partes de aquella casa quedaban como cuando se compró. El padre de Madame Rose, había mandado a demoler el patio para buscar allí el tesoro, pero nunca encontró nada, pero después de que destrozó y escarbó todo el patio de la casa para poder encontrar sus riquezas se dio cuenta de que no estaban en ese lugar, así que mandó a remodelarlo y construir una piscina donde Madame Rose se bañaba los fines de semanas con sus amigos, como era la moda en esa época. Pasaban lo años y el patio había cambiado completamente y ese nuevo modelo modernista y futurista que construyeron no combinaba en lo absoluto con el estilo colonial de la mansión. Esa fue una excusa del padre de Madame Rose para continuar buscando el tesoro pero ahora en la cocina, lavandería, cuarto de servidumbre y todos las habitaciones de huéspedes que estaban en el ala este de la casa, buscó hasta en las paredes, en el piso, pero nuevamente fracasó en su intento y no encontró el tesoro, así que mandó a decorar y reconstruir la casa al estilo moderno, al igual que había hecho con el patio, pero la parte vieja de la casa no combinaba con la nueva así que el padre de Madame Rose pensó en continuar destruyendo la casa, buscando y volviéndola a construir en busca de lo que nunca encontraría, el tesoro. Pensó que si el tesoro estaba escondido en algún lugar sería en el suelo así que el sitio oportuno para continuar la búsqueda era en el sótano Excavó hasta los cimentos pero de la misma forma que había pasado con otras partes de la casa se había encontrado con la nada, en su desesperación el padre de Madame Rose pensó

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que todo era un engaño de las personas que vivían en el caribe. Era muy común escuchar ese tipo de historias y muchas otras, él pensó que el sol en el caribe convertía a las personas un poco míticas y fantasiosas, mas sin embargo no quería dejar la casa como estaba, la mitad estilo colonial y la otra mitad reconstruida a través de muchísimos años de búsqueda en una casa post modernista. El padre de Madame Rose no tuvo más alternativa que dejar de buscar aquel tesoro en la casa puesto que después de muchos años de búsqueda y trabajo, el padre de Madame Rose había enfermado, ya era un hombre viejo y murió algunos años después en una tarde de verano en diciembre como lo eran todas las tardes del año en el caribe Por eso Madame Rose había vuelto a la casa del General como la llamaban los vecinos, quería terminar lo que su padre había comenzado, quería encontrar el tesoro, pero más que nada en el mundo quería cambiarle el tesoro al fantasma del General por el secreto de la felicidad. Después de que todos los obreros y la servidumbre se instaló en la casa Madame Rose ordenó comenzar la excavación en la sala. Era una verdadera lástima, los pisos de porcelana que había mandado a traer el General desde Europa, con los detalles más exquisitos estaban siendo destruidos por completo, pero a Madame Rose no le importaba lo mas mínimo la costosa y fina porcelana, lo único que le importaba era saber como podía ser feliz, como podía disfrutar con un hombre eso era lo único que estaba en su mente ahora y eso era lo que conseguiría no cabía duda, Madame Rose encontraría la verdad, ella sería feliz. Luego de que terminaron por completo con la sala escarbaron tan profundo que casi consiguen petróleo, pero pasó exactamente lo que le pasó al padre de Madame Rose, no habían encontrado el preciado tesoro. Madame Rose estaba desecha y frustrada, no entendía por qué nadie había podido encontrar el tesoro después de tanto tiempo, así que comenzó a pensar que todo aquello era mentira. Con la sala destruida por completo, mandó a reconstruirla al estilo post modernista al igual que la mayoría de la casa. Mientras reconstruían la sala Madame Rose vio desde el jardín la hermosa fachada colonial de la casa, sintió tristeza por lo que entre su padre y ella habían hecho con la fantástica mansión del General, después de tanto tiempo que tardó para construirla con todos los detalles habían llegado ellos desde el otro rincón del mundo a destruirla por completo, apenas si Madame Rose podía recordar como era la casa antes de las modificaciones, y se imaginaba al General llegando en su auto con los escoltas de la guardia pretoriana en la época en la que el General era el máximo patriarca y dictador de todas estas tierras del caribe. Se lo imaginaba acostado en su chinchorro, con sus aduladores, produciendo el suave movimiento de su chinchorro a través de tirar del mecate, se imaginaba todas las fiestas de gran pompa que el General ofrecía para los mandatarios y dictadores de otras partes del mundo, se imaginaba al General con sus muchas mujeres complaciéndolo en cualquier lugar de la casa donde se le ocurriera al General descargar su pasión y más que nada se lo imaginaba escondiendo su tesoro antes de marcharse huyendo por el golpe de estado que trajo consigo la democracia a las costas del caribe. Así que lo único disparejo que quedaba en toda ahora aquella casa modernista era el frente y el jardín.

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Madame Rose ya había perdido toda esperanza de encontrar el tesoro que le cambiaria al General por la respuesta, el secreto para ser feliz, pero no quería dejar la casa en esas condiciones así que ordenó buscar por no dejar el tesoro en el jardín. Los obreros demolieron y escarbaron todo pero se encontraron con la decepcionante frustración de tampoco encontrar el tesoro en el jardín, así que Madame Rose se rindió de una vez por todas y desistió de su búsqueda, estaba convencida de que nunca podría saber como ser feliz, nunca podría disfrutar con un hombre, y eso la deprimía enormemente. Ordenó a todos los obreros y a la servidumbre que empacaran y que se fueran luego de terminar de remodelar el jardín y la fachada de la casa, después de todo, tanto los trabajadores como Madame Rose habían pasado unos cuantos años buscando el tesoro, construyendo, demoliendo y volviendo a reconstruir la antigua casa que pertenecía al General, era momento de partir, Madame Rose así lo había decidido. Ordenó que solo se quedaran un par de obreros y una señora de servicio para que la ayudaran con el equipaje y para que se llevaran la antigua fuente con la estatua del General que estaba en el jardín y que nunca fue tocada por respeto al General. La estatua del General fue hecha por una escultora famosa, el General pagó una fortuna por la escultura y las malas lenguas decían que el General estaba enamorado de ella pero ella nunca le correspondió así que el General le mandó a que ella le hiciera una estatua y la puso en el jardín. A Madame Rose le gustaba mucho la estatua del General, era una muy buena pieza de arte y decidió llevársela a otro lugar porque ya no combinaba con la remodelada casa, dio órdenes de que despegaran la fuente con la estatua con cuidado y que la envolvieran para ser trasladada cuanto antes. Aquella mañana soleada Madame Rose no podía creer lo que estaba escuchando, la servidumbre la despertó a eso de las once con el sorprendente anuncio de: “señora los obreros ya sacaron la fuente con la estatua, pero dicen que debajo de la fuente estaba enterrada una caja antigua, es muy pesada, querían preguntarle ¿Qué van a hacer con ese cofre?”, Madame Rose saltó de la cama y bajó en ropa interior por las escaleras, no le importó que los obreros la vieran en esos provocativos atuendos, puesto que ella no podía creer la suerte que acababa de tener. Después de tantos años de búsqueda del tesoro de su padre y ahora de ella, cuando había perdido toda esperanza, cuando ya había desistido reencontrar el tesoro que le podría cambiar al fantasma del General por la respuesta al misterio de encontrar la felicidad en la vida y poder disfrutar con un hombre, había aparecido el tesoro del General. No esperó ni un solo instante, ordenó a los hombres que sacaran el cofre cuanto antes, lo metieron en la habitación de Madame Rose y se marcharon como ella lo había ordenado. Después de que el tesoro estaba en su cama, Madame Rose con prisa quitó el candado a punta de golpes, abrió el cofre y un sentimiento de incógnita, miedo y misterio inundó su alma. El cofre estaba vacío, dentro de él, solo había una carta con muchos errores ortográficos escrita por el propio General que no sabía leer ni escribir, Madame Rose se apresuró a leer con mucha calma. “Dirigido ha quien encuentre esta carta: disculpe si lo que creía que iba a encontrar era un tesoro, yo mismo fui el que eché a correr esa versión por todas partes, la razón de que hiciera eso fue porque nunca me gustó esta casa, la mandé a construir pero los ingenieros y arquitectos no entendieron nunca lo que yo quería, por eso fue que los mandé a fusilar a todos, ¡ah! aquellos buenos años de la dictadura cuando podía matar a la persona

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que yo quisiera sin que los derechos humanos molestaran a nadie, en fin gracias por destruir la casa, esa era la única manera de encontrar el falso tesoro, la verdad es que en este momento que escribo la carta no tengo un centavo donde caerme muerto, los políticos que instalaron la democracia se robaron todo el dinero, no quedó ni el repele. Lamento las molestias causadas, si le sirve de consuelo, le daré un consejo para su vida, el que yo empleé en la vida para ser feliz, preste atención, haga con su vida lo que usted quiera, no deje que nadie le diga que coño tiene que hacer, para ser feliz lo único que tiene que hacer es asumirlo. Eso es todo PD, gracias por destruir la casa, nunca me gustó el estilo colonial, y si quiere ser feliz siga mi consejo, simplemente sea feliz”. Esa carta conmocionó a Madame Rose, no podía creer que todo había sido una treta del General para que destruyeran su casa, no había fantasma alguno, tampoco había tesoro, solo un absurdo consejo, un consejo que seguiría Madame Rose a carta cabal para encontrar la felicidad de su vida.

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La respuesta para ser una mujer feliz y poder disfrutar con un hombre por primera vez la tenía Madame Rose en su poder. Ahora si podría disfrutar con un hombre, ahora si podría ser realmente feliz. Parecía no ser una tarea difícil, y realmente no lo era, ¿Cómo encontraría Madame Rose la felicidad?, ¿Cómo podría estar con un hombre y poder disfrutar plenamente?, era una lucha ardua, pero ella era una mujer constante, perseverante y triunfadora, ella sin duda alguna lo lograría. Mandó a trasladar la fuente con la estatua del General y la colocó en el jardín de su casa de playa, Madame Rose necesitaba salir nuevamente de ese sol incesante, necesitaba viajar nuevamente, necesitaba encontrarse con ella misma, seguir el consejo del General, era tiempo de regresar a Europa. Pero antes de regresar a Europa, quería saldar viejas cuentas con algunas personas, quería poner todo en ordenantes de partir, si iba a comenzar una nueva vida tendría que tirar los rencores en algún lugar, olvidarse de ellos, perdonar y pedir perdón en la mayota de los casos a todas las personas con quienes ella había tenido altercados. El primero en la lista era el árabe, así que fue a visitarlo para perdonarlo y para de la misma forma pedirle perdón por lo que le había hecho, por provocar su divorcio con su esposa, dejar su familia, amigos, negocios, clientes y hasta su iglesia solo por el capricho de Madame Rose. Por suerte cuando Madame Rose habló con él se enteró de que el árabe había vuelto con su esposa, familia e hijos, amigos y hasta lo volvieron a aceptar en la iglesia, así que su vida andaba de maravilla, Madame Rose se sintió muy alegre y contenta, el rencor que sentía hacia él se había esfumado y por el contrario quería ser su amiga por siempre. El segundo en la lista era su premier ex esposo y M, por suerte M la llamó para invitarla a su boda y para que Madame Rose fuese su dama de honor. Madame Rose se rehusó a ser su dama de honor pero accedió a ir a la boda, estaba muy feliz por la felicidad de su primer ex esposo y M, “deje los malos vicios y ahora hasta soy monogámica, aunque no lo creas”, le dijo M a Madame Roce. El primer ex esposo estaba muy contento también, M era una buena mujer, claro está, no era Madame Roce, pero tal vez era mejor de esa manera, algunas veces no es favorable tener algo tan bueno contigo, puesto que la presión que ejercen los demás es insoportable, así que él se había liberado de esta con una mujer perfecta como Madame Rose. No era el momento de volver a Paris, al amado Paris de Madame Rose, de ve desde la ventana de su piso a la majestuosa torre Eiffel, pero regresaría a Europa, eso era seguro. Aún no tenía el plan de viaje, ni sabía qué países visitaría. Tomo un avión a Ámsterdam y espero a llegar allí para decidir su destino futuro. Mientras viajaba en el avión, tras muchas horas de vuelo desde el caribe a Europa, Madame Rose pensaba incesantemente si esto era lo que le depararía el futuro, una vida de soledad, del mismo modo que estaba viajando ahora sola, pensó que tal vez no sería tan mala idea, después de todo había estado acompañada toda su vida, tal vez el destino le deparó pasar el resto de su vida en compañía solo de su ser. Pero estos pensamientos la deprimían por completo. Madame Rose no era una mujer para estar sin compañía, ella necesitaba a alguien. Cuando llegó a Ámsterdam, decidió que quería viajar a Suiza, los Alpes la relajarían, era un lugar tan encantador para ella que si tenía que estar sin acompañante ese era el lugar perfecto, puesto que era tan grandioso que no te dejaba pensar en algo malo y sobrio, todo era simplemente nieve, relajación y disfrute.

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Después de un tiempo en Suiza Madame Rose decidió seguir su camino, los Alpes eran hermosos pero ella deseaba algo mas así que viajó a la Republica Checa, se hospedó en uno de los lujosos pisos de Praga, dejó el equipaje y salió a caminar por la ciudad. La arquitectura emocionaba a Madame Roce, había estado muchas veces allí, pero nunca se cansaba de ella. Al atardecer decidió dejar de caminar y se sentó en un café a contemplar uno de los grandes ríos de Praga, pidió un capuchino y disfrutó la velada. Ni siquiera la soñadora más grande se imaginaria lo que ocurrió a Madame Rose esa tarde ese café, quien iba a imaginar que Madame Rose encontraría al hombre con quien podría disfrutar de su cuerpo. Estaba allí sentado, junto a ella, Madame Rose se percató de que aquel joven hombre leía un libro de Kafka en alemán, la mirada del hombre le pareció interesante, sobre todo la forma en que disfrutaba de la lectura, así que Madame Rose se acercó a él y le dijo “Kafka est fou”, pero aquel hombre no hablaba francés, así que le dijo “Mir tut es leid, ich spreche Französisch nicht”, Madame Rose hablaba a la perfección el alemán y entendió al hombre, pero no le gustaba ese idioma, así que optó por hablar en ingles, “I Said, Kafka is so crazy”. El joven hombre rió y dijo “OH! yes, a big one”, Madame Rose estaba encantada con aquel hombre y siguió cuestionándolo, “where are you come?”, a lo que el hombre respondió: “I come from el Caribe,” Madame Rose se sorprendió, ella era de la capital del país caribeño y él era de un estado cercano a la capital que poseía muchas industrias, estaba emocionada había dado la vuelta al mundo para encontrar al hombre de su vida y lo encontró en un lugar muy lejano con la misma procedencia de ella. Madame Rose continuó con las preguntas, “¿que haces aquí en Praga?”, a lo que el hombre respondió “soy escritor, vengo a la Paris del este de Europa para inspirarme cuando voy a escribir”. Madame Rose no podía resistir el encanto de aquel hombre así que lo que comenzó con una tertulia infinita, terminó en el cuarto de Madame Rose en Praga. Allí fue cuando Madame Rose experimento por primera vez la satisfacción de estar con un hombre. Y Entre el placer agonizante de aquella noche fortuita y eterna Madame Rose en su propia cama compartida por uno que decidió enfrentarse en una batalla de amor entre dos cuerpos de manera inverosímil contraía cada músculo de su cuerpo sin poder controlar el raudal de hormonas que rodaban de manera sublime dentro de todo su cuerpo, no pudo controlar aquella explosión tan feroz que sentía su vientre, araño las sabanas de seda blancas que semejaban un campo de guerra y entre el jadeo débil de su suspiro no podía entender como una mujer podía recibir el inmenso gozo que ella estaba sintiendo en ese mismo momento, todavía no podía creer que eso estuviera ocurriéndole sobre todo a ella. Que después de haber vivido tantos años, por fin podía de manera plena disfrutar de aquella sensación gigantesca que siempre había querido gozar, fue más que un gozo físico, más que un placer mental, más que un disfrute emocional. En aquel momento, su vida estaba completamente llena, todo lo que había sufrido antes valía la pena por este solo momento, toda gratificación que había dejado de recibir en su longeva vida había valido la pena en ese espacio, por fin había sentido lo que era vivir, sufrir, amar, ser amada, odiar, ser refutada, pero no entendía después de tantos hombres en su historia, porque entonces justamente ahora tenía la satisfacción de sentir el máximo mausoleo divino de ser mujer. Finamente Madame Rose había encontrado al hombre que la haría feliz, finalmente había encontrado al hombre de sus sueños, podía disfrutar con el y había disfrutado, valla

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que lo había hecho. Pensó pasar el resto de su vida con él vivir feliz para siempre no dejarlo nunca. Lo había logrado, había logrado triunfar en la vida. Desafortunadamente para Madame Rose aquel joven escritor tenía otros planes en su vida y no eran junto a Madame Rose, él había disfrutado aquella noche como ninguna otra noche de su vida, Madame Rose era una experta para dar placer y como ella lo había recibido por primera vez en su vida, entonces quiso devolver el favor a aquel hombre amándolo como a ningún otro hombre. Pero eso no era suficiente para aquel escritor el necesitaba más, estaba muy joven y quería disfrutar de la vida no quería atarse a nada ni a nadie, al menos no en esa etapa de su existencia. Así que el escritor después de pasar algunos meses con Madame Rose, se despidió, Madame Rose le dio la dirección de todas sus casas por si él quería encontrarla. Se despidieron con una no muy traumática despedida, Madame Rose lloró un raudal de lagrimas como jamás lo había hecho, no podía entender como después de haber sufrido tanto, había encontrado a su hombre desde siempre y para siempre y se había escapado de sus manos. Después de la enorme depresión de la que no fue fácil salir Madame Rose volvió a el Caribe, decidió que el sol y la arena no era nada bueno para la salud emocional de las personas y pensó residenciarse en Paris, era su hora, fue al banco para vender sus propiedades y así tener dinero suficiente para no tener que trabajar más, no quería seguir defendiendo personas culpables, probablemente por eso es que no era una mujer feliz, tal vez era su karma por sacar a tantos culpables depresión. Cuando habló con su banquero se dio cuenta que era una mujer tan rica que ni siquiera necesitaba vender sus propiedades para retirarse, lo que tenía le alcanzaba para que tres generaciones pudieran vivir sin trabajar. Se mudó a su piso en Paris frente a la torre Eiffel, viviría sola, pero por lo menos trataría de ser feliz consigo misma, le redundaban las vacías palabras del General, “para ser feliz lo único que tienes que hacer es ser feliz”. De esa manera, la vida de Madame Rose transcurría de manera normal sin nostalgias pero sin alegrías, hasta que un día escuchó el timbre de la puerta, se levantó de su sillón y fue a ver quien tocaba. “Hola”, dijo el joven escritor, “decidí ser feliz contigo por siempre, después de todo ningún clásico de la literatura universal termina feliz, pero dejémosle eso a los otros novelistas, yo quiero que mi vida si termine feliz, y quiero que sea contigo Madame Rose”. Aquel momento los ojos encarnecidos y húmedos de Madame Rose explotaron en llantos de alegrías, pero la sonrisa secó el diluvio en sus mejillas rápidamente, porque sabía que podría ser feliz si ella lo quería, porque ella había encontrado al amor de su vida, porque él la había encontrado a ella a Madame Rose la mujer más maravillosa del mundo. No le importaba su familia, la iglesia, la sociedad y los amigos, solo le importaba ser feliz, donde fuese y con quien fuese, sabia que no había una respuesta ni un misterio que resolver para encontrar la felicidad, que la única forma de obtenerla era peleando por ella, a través de muchos sacrificios, constancia y sobre todo, sabía que lo único que necesitaba saber para ser feliz era simplemente querer serlo. FIN.

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