Música contra la indiferencia. Política cultural, educación artística y sociedad civil en la Ciudad de México, el caso del CIMA, A.C

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Música contra la indiferencia. Política cultural, educación artística y sociedad civil en la Ciudad de México, el caso del CIMA, A.C. Mesa 12: Iniciación y Formación Artística/Musical Cuauhtémoc Ochoa Tinoco Universidad Autónoma de la Ciudad de México

Introducción El triunfo de la izquierda en el Distrito Federal a finales de los noventa del siglo pasado creo amplias expectativas de cambio en el campo cultural. Sin embargo, después de 16 años de gobiernos del Partido de la Revolución Democrática el panorama no es optimista, no obstante, algunos avances interesantes en la materia. En general, tanto la administración central, y sobre todo, las delegacionales han desatendido la gestión cultural en los ámbitos local y comunitario. Ante este vacío de la acción pública, personas y grupos de la sociedad civil han impulsado proyectos que tratan de atender sectores y grupos sociales, actividades culturales o localidades que no han estado en las prioridades de tales gobiernos o que han sido atendidos de manera errática e insuficiente. La ponencia analiza la experiencia de un grupo de músicos y docentes que crean un proyecto cultural artístico que tiene como objetivo acercar a la comunidad al arte musical. Se expondrá en ella el contexto sociocultural en el que surge el proyecto del Centro de Iniciación Musical Ahuehuetes, así como su desarrollo y vicisitudes a lo largo de su existencia. Este centro se localiza en una zona popular de alta marginación en el norte de la Ciudad de México y atiende uno de los aspectos más olvidados de la gestión cultural en esta ciudad: la educación artística. También se expondrá brevemente algunas de las líneas de política cultural que han marcado la gestión de las administraciones del gobierno del Distrito Federal y de la delegación Gustavo A. Madero en los años recientes para entender la acción de los actores sociales y culturales en ese territorio. Asimismo, se reflexionará sobre las potencialidades y problemas de este tipo de proyectos y el papel que debe tener el Estado frente a ellos y a la sociedad en el tema cultural a nivel local.

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1. Mucho ruido, pocas nueces A finales de 1997, muchos habitantes del Distrito Federal celebraban el cambio político en esta entidad. Por primera vez en la historia de la ciudad se eligió por votación directa al jefe de gobierno y un partido de oposición de izquierda triunfó de forma contundente en el centro del poder político del país. Los primeros años del gobierno enfrentó grandes problemas producto de los rezagos, ineficiencias y corrupción de los gobierno priistas, además de los derivados del proceso de transición política y administrativa. Posteriormente, la consolidación del dominio del Partido de la Revolución Democrática en el gobierno central y los delegacionales, así como en el legislativo local, generó distorsiones en el ejercicio del poder que llevó a transitar de formas innovadoras, abiertas y plurales de gestión gubernamental y de participación ciudadanas a la intervención y atención a los problemas y necesidades de la ciudad caracterizadas por la cultura política autoritaria, patrimonialista, corporativa y clientelar, esencia del sistema político mexicano. Pese a ello, en los diferentes gobiernos en este periodo (1977-2012) han existido instancias, espacios, actores y políticas que han estado al margen de o han podido permanecer en medio de aquella lógica de poder y han logrado consolidar avances e incorporar temas diversos en la agenda gubernamental, así como atender de forma distinta problemas que muchas veces no han estado en las políticas públicas de los gobiernos de la ciudad. Después de década y media de gestión gubernamental de la izquierda en el Distrito Federal, las expectativas sociales que se desbordaron en los primeros años de gobierno se fueron tornando en desencanto y frustración. Si bien hay avances en diversos aspectos de carácter social, político y económico, hay otros en los que, siendo temáticas enarboladas por los grupos que ahora están en el gobierno capitalino y los delegacionales, no hay avances considerable o las acciones gubernamentales han sido regresivas y contrarias a los planteamiento de las mismas plataformas políticas y programas de gobierno. Uno de ellos es, sin duda, lo relacionado con la política y gestión cultural de la ciudad, pero fundamentalmente en el nivel local y comunitario. En los primeros años se creó el Instituto de Cultura de la Ciudad de México (ICCM) y con él se trató de definir los ámbitos de la 2

acción cultural de gobierno de la ciudad. Se pasó de una visión de la cultura como entretenimiento y asistencialismo social a la cultura como campo estructurado de intervención pública cuyo objetivo principal era la democratización cultural (Nivón y Rosas, 2006). No obstante, esta democratización que implícitamente han enarbolado, primero el ICCM y, posteriormente, la Secretaria de Cultural del Distrito Federal (SCDF), así como los gobiernos delegacionales ha sido limitada pese a las buenas intenciones. Esto se expresa en las exiguas asignaciones presupuestales, en las restringidas atribuciones legales, en la falta de diagnósticos sobre las necesidades culturales de los diferentes grupos, sectores y territorios de la ciudad, en el incumplimiento de los programas y líneas de política cultural, así como la deficiente articulación de las acciones gubernamentales relacionadas con la cultura (Murayama y Rabell, 2011; Urbina, 2012). Algunos de los aspectos que no han sido resueltos o atendidos de maneras adecuada por las políticas y acciones culturales gubernamentales son, por una parte, la profunda desigualdad en el acceso a los bienes y servicios culturales de la población, principalmente de los sectores marginados de la ciudad (dos ejemplo de ello es la situación de las casas de cultura y las bibliotecas públicas barriales. Existe hasta la fecha una notable desproporción entre los equipamientos culturales, la población y las necesidades de ella en la mayoría de las delegaciones del DF. Otro aspecto es la baja calidad y profesionalismo de la gestión cultural. En general, en la cotidianidad de la acción cultural, principalmente en las delegaciones se observa una marcada insuficiencias de recursos materiales y humanos, la inexperiencia y la improvisación en el diseño, organización e implementación de las actividades culturales, la falta de capacitación y preparación de los administradores, “gestores” y personal operativo, aunado a la discrecionalidad en la definición de la oferta cultural. Además de ello está la falta de pertinencia de la oferta cultural que ofrecen las diferentes instancias y espacios administrados por el gobierno central o las delegaciones. En muchas ocasión lo que se promueve, difunde y consume son productos y prácticas culturales vinculadas a la reproducción del hogar y la familia, el cuidado personal, algunas artes tradicionales o en su caso se reproducen símbolos, valores y prácticas creados por los dominantes medios de 3

comunicación masiva. Lo popular tradicional local, nacional o internacional, lo alternativo, las nuevas propuestas artístico culturales, la creación de nuevos públicos, el vínculo con la comunidad no tiene cabida o tiene un lugar marginal en su actuar. Así mismo, en el periodo 2007-2012, se promovió con mayor énfasis la intervención de la iniciativa privada en campo cultural y con ello se vio acotada la acción gubernamental en ciertos rubros. Por tanto, los objetivos relacionados con el acceso igualitario de todos los individuos y grupos al disfrute de los bienes culturales populares y de la alta cultura han estado en entre dicho. Una de las estrategias del gobierno central del DF para promover el desarrollo cultural ha sido impulsar la descentralización de recursos, programas y proyectos hacia las delegaciones para atender a sectores generalmente marginados de la oferta cultural de la ciudad (Serratos, 7 de octubre, 2012, p. 5). Sin embargo, esta estrategia, en términos generales, no ha rendido los frutos deseados1. Por una parte, no hay una articulación entre los objetivos de la política cultural central y las acciones y las formas de gestión cultural delegacionales, por otra, el lugar que ocupa la cultura en los organigramas es marginal y los presupuestos escasos, aunado a ello los responsables de esas áreas, frecuentemente no tienen conocimiento de las problemáticas ni de las características socioculturales de las poblaciones a las que atienden, menos vinculación con los actores comunitarios y sociales de los espacios locales. Podemos afirmar que la gestión cultural a nivel delegacional, en términos generales ha sido un ejercicio burocrático rutinario de administración del aparato dedicado a las artes y la cultura en la ciudad de México. 2. Los primeros pasos. De la melomanía a la preocupación social Lo expuesto anteriormente da cuenta de las dificultades que existen en diversas áreas de la ciudad para desarrollar actividades culturales o emprender proyectos relacionados con las artes y la cultura. Uno de los ámbitos más olvidados por los gobiernos, la sociedad y, en particular, los diversos actores culturales sociales y privados es la educación artística. 1

Tal vez uno de los proyectos culturales exitosos de la política cultural del gobierno del DF han sido los denominados FAROS (Fábrica de Artes y Oficios), sin embargo, el número de ellos es limitado para las necesidades de la ciudad (4 FAROS), su cobertura territorial es reducida y su localización, en algunos caso, inadecuada para atender la demanda cultural de sectores importantes de la zona en la que se ubica.

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Lourdes Palacio plantea que el arte en nuestra sociedad “no constituye un objeto valorado… ni es legitimado socialmente… el arte para la población común no es un bien redituable, es más bien una actividad concebida para diletantes, sin valor productivo y de la cual se podría prescindir… (Es) una actividad ornamental…” (Palacios, 2005, 18). Estas ideas y valores muy extendidos en nuestra sociedad han impactado en el ámbito escolar de la educación artística formal y, sobre todo, extraescolar, ello se muestra en el lugar marginal que ocupa la educación artística en el currículo escolar, pese al discurso y los programas de estudio oficiales (véase Palacios, 2005). En este contexto, la educación musical experimenta los mismos problemas que todas las demás áreas de la educación artística. Los sectores más pobres y las zonas más maginadas de la ciudad, sin duda, son las que padecen con mayor profundidad la falta de equipamientos y servicios culturales en ese rublo. Un caso emblemático en el cual se expresan concentradamente muchas de las problemáticas de la gestión cultural y de la educación musical en el D.F. es la zona de Cuautepec, Delegación Gustavo A. Madero. Esta población está localizada en el norte del Distrito Federal y está conformada por 2 pueblos y más de 50 colonias, con una población de aproximadamente más de 300 mil habitantes. Esta zona según información del Consejo Nacional de Población, tiene grados de marginación altos y muy altos, lo que nos da una idea del tipo de poblamiento del que estamos comentando: colonias populares producto de asentamientos irregulares, con una visible pobreza y un orden urbano anárquico y una nula planeación; como dirían los clásicos: “creció a la buena de Dios”. En la actualidad, la zona se caracteriza por el deterioro de los diversos servicios urbanos, el aumento de la inseguridad pública, la expansión de los asentamientos irregulares y una crisis del espacio público y la convivencia ciudadana. Además, el exiguo equipamiento social, en particular, el relacionado con la cultura dibuja las dificultades de la población para acceder a una oferta cultural situada, diferente y diversa a la producida e impuesta por los medios de comunicación masiva hegemónicos.

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Estas difíciles condiciones de vida material y espiritual de la localidad llevaron a Aime Liliana Mendoza Aguilar y Cesar Javier Correa Alvarado, estudiantes del Conservatorio del Estado de México y de la Escuela Libre de Música de la Ciudad de México respectivamente, a comenzar en 2008 una aventura que después de algunos años sigue viva y rindiendo frutos; esa aventura se concretó en lo que actualmente es el Centro de Iniciación Musical Ahuehuetes (CIMA, A.C.). Su gusto por la música y su interés de compartir la experiencia musical con las personas de su entorno, en especial, con niñas, niños y jóvenes, los impulsó, inicialmente, a impartir cursos de música a personas de la colonia Ahuehuetes, una de las muchas que conforman la zona de Cuautepec. La intención era ofrecer formación musical a través de diversos cursos semestrales que permitieran a los asistentes un acercamiento sistemático a la música, pero sin perder de vista el aspecto lúdico (Mendoza y Correa, 2013); no obstante, había un objetivo que, si bien no era explícito en ese momento, paulatinamente ha marcado el quehacer del CIMA, a saber: contribuir en la medida de sus posibilidades a mejorar las condiciones de vida de quienes asisten a él a través de la formación musical y mejorar el entorno urbano y social al ofrecer un servicio a la comunidad (Mendoza y Correa, 2013) y brindar una oferta cultural alternativa a la dominante en ese páramo en el que se ha convertido Cuautepec; servicios y oferta que han sido negadas sistemáticamente por la ineficiencia y desinterés de los gobiernos delegacional y del gobierno del D.F. La música, para los fundadores del proyecto, es un motor social que despierta emociones, que promueve en los individuos que se acercan a ella

valores como la

disciplina, el respeto, la diversidad, el equilibrio; su cultivo genera mejores personas y mejores ciudadanos (Mendoza y Correa, 2013). Por ello, en el contexto de marginación, violencia y deterioro social que se ha extendido en esta zona, pensaron que la música podría ser una manera de enfrentar este panorama, un grano de arena para contribuir, en la medida de sus posibilidades, a formar mejores personas. El proyecto se concretó en una pequeña escuela, la cual se estableció en una casa particular que paulatinamente se fue adaptando con dificultades a las necesidades del 6

crecimiento de la misma. Una de las ventajas es que la casa era propiedad familiar de uno de los iniciadores del Centro lo que evitó uno de los problemas de muchas iniciativas: un espacio físico para sus fines. Sin embargo, la ubicación de este espacio tiene un acceso relativamente problemático dado que se encuentra en un área de urbanización antigua enclavada en las faldas del Chiquihuite, cerro con pendientes agrestes en donde las calles son angostas y de trazo irregular lo que dificulta su acceso, que es sin duda, es una limitante para su visibilidad en la comunidad. El entusiasmo de los jóvenes músicos pronto se enfrentó a la realidad de un proyecto como el CIMA: falta de recursos materiales y económicos, instalaciones inadecuadas y espacio físico reducido, inexperiencia administrativa e indiferencia de la comunidad aunque buena recepción de quienes comenzaron a asistir a las clases. No obstante, la discreta publicidad del Centro se fue poblando de niñas y niños, jóvenes y personas adultas de diferentes colonias y de los dos pueblos que integran la zona; para ello fue importante la publicidad de boca en boca. De menos de diez alumnos al principio, el CIMA ha alcanzado inscripciones de alrededor de 100 estudiantes por semestre en 2010, lo que, sin duda, le ha generado nuevos problemas y retos para la planeación de sus actividades y el fortalecimiento de su propuesta educativa. Esta dinámica también ha hecho ampliar y consolidar sus vínculos con la comunidad a través de articular la enseñanza con la difusión musical. En términos pedagógicos el proyecto consiste, por una parte, en la enseñanza de elementos básicos de cultura musical para tocar un instrumento (solfeo), por otra, el estudio de un instrumento musical2 del gusto o interés del estudiante. Están considerados tres año de solfeo, un año de armonía y finalmente otro de apreciación musical a la par del estudio del instrumento. Todo ellos se complementa con la integración de ensambles de diferentes géneros musicales que permiten a los estudiantes poner en práctica los conocimientos que han obtenido en su formación, así como aprender a trabajar en equipo. Hasta el momento se han creado los ensambles de rock, guitarras, una pequeña orquesta, así como un coro 2

Hasta 2012 los instrumentos que podían aprender a tocar los estudiantes eran los siguientes: piano, guitarra, violín, violonchelo, bajo eléctrico, saxofón, trompeta, flauta transversa, acordeón, batería y percusiones varias.

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infantil y otro juvenil. Un aspecto interesante y poco común en este tipo de escuelas de música es la atención a personas con capacidades diferentes, lo que le ha llevado a tener cursos especiales para esta población. El crecimiento de la escuela, popularmente llamada CIMA, llevó a los fundadores a convocar a otros jóvenes músicos para trabajar en el proyecto. Estudiantes de música o músicos profesionales de la zona o de otros lugares de la ciudad se han convertido en los docentes del CIMA. Su estancia tiene una dosis importante de compromiso social ya que, por las características del proyecto, el lugar donde se ubica y las condiciones salariales, la escuela no es atractiva en comparación con otras escuelas de su tipo, principalmente las privadas. Una limitante importante que se debe mencionar es el recurso económico, ya que aunque se cobran colegiaturas, estás son muy económicas pues la población mayoritaria es de bajos recursos. Una colegiatura por el mismo tipo de servicio en área residencia de clase media distante a media hora del CIMA duplica o triplica su costo. Algunos estudiantes son becados al pagar solamente el 50 por ciento de la colegiatura. Esta se da por dos criterios, una, ser miembro de una familia de ingresos económicos bajos y otra tener un desempeño académico adecuado. En ocasiones, comenta la profesora Aime Mendoza (2013), las visitas de verificación de datos para otorgar las becas por parte de los responsables del CIMA, se convierten en un acontecimiento social en la casa de los candidatos ya que la posibilidad de estar en una escuela de música como CIMA es lejana dadas las penurias económicas que padecen sus familias. Actualmente, el Centro tiene 15 becarios. Es preciso anotar que este proyecto no tiene financiamiento público, privado ni de otra instancia social. En ocasiones recibe apoyos en especie para la realización de actividades extraordinarias (como conciertos y presentaciones) que a la operación misma de la escuela. Si bien los iniciadores del proyecto valoran la independencia de su quehacer, no consideran negativo los posibles apoyos de algunas instancias públicas, privadas y sociales, no obstante, no pierden de vista lo relevante que son los principios que rigen su trabajo y el margen de acción que da la autonomía. 8

Uno de los rubros en los cuales se observa una vinculación con otros actores y grupos culturales, educativos, gubernamentales y privados es en la organización de sus presentaciones de fin de cursos semestrales o en la asistencia a actividades culturales y cívicas organizadas por organizaciones civiles, instituciones educativas y culturales o instancias del gobierno delegacional o central. Ejemplo de ello es la relación permanente que tiene el CIMA con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México-plantel Cuautepec, con las Direcciones Territoriales Delegacionales de la zona, escuelas primarias y secundarias, y algunas otras entidades gubernamentales que lo invitan a participar en ciertas actividades cívicas-sociales. Estos vínculos construidos por los integrantes del CIMA y las actividades a las que asisten han provisto a este proyecto de visibilidad, experiencia y le han permitido cumplir con unos de sus objetivos por lo que nació, que es acercar la música a la comunidad; sin embargo, la búsqueda de más presencia y espacios dentro y fuera de la comunidad, les han mostrado las difíciles condiciones que tienen las iniciativas culturales de la sociedad civil en zonas como la que aquí hemos comentado. Por una parte, se percibe una desvalorización del trabajo artístico y cultural por parte de algunas autoridades gubernamentales y de cierto público asistentes a las audiciones de los grupos de la escuela, ya que las primeras no brindan, en general, las condiciones materiales, logísticas y de difusión necesarias para las audiciones y, los segundos, su desconocimiento de ciertos géneros y ensambles musicales y la falta de claves de apreciación musical provocan en ella actitudes de indiferencia y aburrimiento que son percibidos tanto por los músicos ejecutantes, como por profesores y padres de familia. Aunado a ello, en la mayoría de los espacios (o escenarios) donde se han presentado, las condiciones técnicas y de organización son deficientes, dada la falta de profesionalización de los encargados operativos (técnicos) y de los responsables de las instancias culturales y sociales anfitrionas. No obstante estas situaciones negativas, ha habido gratas experiencia en donde familiares amigos y público en general reconocen el trabajo de los niños y jóvenes músicos, así como la labor social de los docentes de la 9

escuela. Un ejemplo significativo de esto fue la participación del coro infantil del CIMA en el IX Encuentro Coral Infantil Niños Cantando, organizado por la Universidad La Salle de la Ciudad de México, el 9 junio de 2012. Sin duda, en la permanencia del proyecto CIMA, el papel de las familia de los estudiantes ha sido fundamental, no sólo porque asumen el costo de una actividad extraescolar de uno o varios de sus miembros sino por el tiempo que tienen que dedicar para llevar a sus hijos a las clases y a las actividades externas de los diferentes ensambles y coros. Paulatinamente, para los padres o familiares y para los mismos estudiantes los salones y el patio del CIMA se ha convertido en un pequeño espacio de socialización que refuerza los lazos de quienes asisten a las respectivas clases y ensayos. 3. En vías de la consolidación, la necesidad de la institucionalización Como muchos de los grupos y proyectos de la sociedad civil el CIMA experimentó la transición de un grupo informal y flexible, abierto e independiente a una organización formal, reglamentada, delimitada, estable y con necesidad de generar vínculos con otras instancias u organizaciones. Después de un poco más de tres años de su fundación el proyecto se formalizó en 2012 al convertirse en una asociación civil (AC). En comparación con otros casos el crecimiento y el cambio de estatus fue acelerado. Este cambio se explica por los requerimientos del crecimiento de la matrícula, las necesidades docentes y materiales de los cursos que se imparten y, en general, a la consolidación de una forma de gestión más profesional acorde a las circunstancias de la escuela y del entorno social. El camino de la profesionalización, paradójicamente, ha impactado en la expansión de la demanda de sus servicios, ya que el costo de las colegiaturas se han elevado y la reorganización de las actividades docentes modificaron las formas de trabajo iniciales. No obstante, la experiencia acumulada en los años de

existencia de la organización ha

contribuido a adaptarse a las nuevas condiciones. Pero estos cambios seguirán dándose en la medida en que la asociación comience a incursionar en otras actividades distintas a la educación musical, pues al conformarse con asociación civil sus integrantes han 10

establecidos nuevas áreas de acción como la promoción y difusión de las artes plásticas, la danza, la literatura, las artes dramáticas, la arquitectura y la cinematografía; la conservación y recuperación del patrimonio cultural, entre otras (CIMA, A.C., 2012). Sin duda, lo anterior expuesto le llevará al ampliar sus capacidades organizativas y de gestión cultural con registros más especializados, sin embargo, todo ello está considerado a largo plazo, ya que una de las metas en los próximos años es que, la ahora asociación civil, se convierta en una asociación donataria y con ello tener la posibilidad de contar con más recursos para el funcionamiento de la escuela y la consecución de sus proyectos. A mediano plazo se tiene planeado conseguir el reconocimiento como Escuela de Iniciación Artística asociada al Instituto Nacional de Bellas Artes (Mendoza y Correa, 2013), lo cual le daría un estatus diferentes a la labor del CIMA y permitiría la permanencia y desarrollo del proyecto. El reto requerirá transitar de una organización con una lógica autogestiva a una de apoyos y vínculos diverso de forma permanente. Para ello deberá incorporarse a la dinámica de construcción de redes sociales y culturales que se están conformando en la zona de Cuautepec3 y, al mismo tiempo, tender puentes efectivos de colaboración con las instancias gubernamentales, manteniendo su independencia, exigiendo respecto y trato profesional a su trabajo. Esta vinculación puede proporcionarles el intercambio de experiencias en la difusión y gestión de su oferta cultural, así como la ampliación de su radio de acción. No obstante, su interés por su entorno comunitario también existe un interés de difundir su trabajo en otros escenarios fuera de Cuautepec. Esto ya lo han logrado y les ha permitido valorar sus avances y fortalezas así como identificar sus debilidades.

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En la zona de Cuautepec, en los tres lustros recientes, han surgido grupos comunitarios, organizaciones civiles, proyectos independientes e instituciones educativas que atienden problemáticas diversas o se centran en actividades culturales o cívicas. Todos ellos de alguna manera coinciden de alguna manera con el CIMA, pues, por un lado, son esfuerzos colectivos que a través de la cultura buscan enfrentar el deterioro social del entorno y, por el otro, impulsan las capacidades y potencialidades sociales (capital social) que tienen las comunidades en las que realizan su labor. Algunos grupos participan en el rescate de la historia y las tradiciones del valle de Cuautepec, otros están abocados a la creación y difusión cultural, algunos más atienden la formación artística, otras la recreación de diversas culturas populares, otros dan a conocer la cultural de los pueblos indígenas que viven en la zona o dan voz a las expresiones de las culturas juveniles, entre otros aspectos.

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En el proceso de consolidación, en un futuro cercano, será necesario construir instrumentos de evaluación para, por una parte, conocer los avances y dificultades que los asistentes a la escuela tienen, ya sea niños, jóvenes o adultos, con el fin de ajustar o cambiar formas de trabajo docente, mejorar el equipamiento y los recurso didácticos, así como ampliar y adecuar las prácticas musicales de los estudiantes, con base en las presentaciones en público de los diversos ensambles constituidos hasta la fecha. Por otra parte, también sería importante una evaluación de los resultados de los vínculos generados con otras organizaciones e instituciones gubernamentales con el propósito establecer líneas de acción y colaboración claras y precisas que contribuyan a cumplir con los objetivos de la asociación y, al mismo tiempo, mejorar la difusión de su trabajo artístico en términos de su cobertura, en la formación de nuevos públicos y en la incursión en otros escenarios más allá de la comunidad a la que atiende. El pesimismo se mantiene, no obstante, la llegada de otros gobiernos delegacional, capitalino y federal. Los buenos deseos de un desarrollo cultural comunitario se diluyen ante la realidad cotidiana de las ofertas y servicios culturales insuficientes, de baja calidad y burocratizadas de la mayoría de las casas de cultura, las bibliotecas, los centros de bienestar social, los programas y líneas de política cultural dirigidas, por lo menos, a las zonas populares del norte del Distrito Federal. Ante ello, la sociedad civil organizada tendrá que seguir arando en este paramo de indiferencias con sus limitados recursos, pero con sus múltiples herramientas y potencialidades. En el caso del CIMA, el arte musical ha sido la semilla que comienza a germinar. Los frutos poco a poco se darán y su experiencia contribuirá a acercar la música a los habitantes de Cuautepec y con ello, en algo mejoran las difíciles condiciones del rincón más al norte del Distrito Federal. Bibliografía CIMA, A.C. (2012). Acta constitutiva del Centro de Iniciación Musical Ahuehuetes, Asociación Civil, Distrito Federal, escritura 114,839, 14 de mayo.

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Mendoza, A. y Correa, C. (2013). Entrevista de Cuauhtémoc Ochoa con los fundadores del Centro de Iniciación Musical Ahuehuetes (CIMA), Cuautepec, Distrito Federal, 27 de febrero. Murayama, C. y Rabell, C. (2011). Evaluación de las políticas y programas sociales implementados por el gobierno del Distrito Federal. México, D.F.: Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Nivón, E. y Rosas, A. (2006). “La política cultural del Gobierno del Distrito Federal 19972000. Notas para un balance”. En González, B. (comp.), Ciudad cultural II. Miradas a la megalópolis. México, D.F: Secretaria de Cultura de la Ciudad de México, Ediciones del basurero, Fábrica de Artes y Oficios Faro de Oriente Ochoa, C. (2009). “Y cuando despertamos la ciudad estaba ahí”. En Cuauhtepec: memorias de ayer y hoy. México: Programa de Apoyo a Pueblos Originarios-Cuauhtepec, SEDEREC-GDF. Palacios, L. (2005). Arte: asignatura pendiente. Un acercamiento a la educación artística en primaria. México, D.F.: Universidad Autónoma de la ciudad de México. Serratos, N. (2012). “Desarrollo cultural comunitario, eje de la política del GDF: Nina Serratos”. En La Jornada, 7 de octubre, 2012, p. 5a. Urbina, A. (2012). “Transformación de las políticas culturales en el gobierno del Distrito Federal”. En Revista Digital de Gestión Cultural, 2 (5), noviembre de 2012, [en línea]. <

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