NOCHES DE LIBERTINA. Hetairas en las noches de Madrid

NOCHES DE LIBERTINA Hetairas en las noches de Madrid A modo de presentación... Estos textos nacen de la necesidad de compartir unas vivencias de ta

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NOCHES DE LIBERTINA

Hetairas en las noches de Madrid

A modo de presentación... Estos textos nacen de la necesidad de compartir unas vivencias de tardes y noches pasadas durante muchos años en la Libertina, nuestra desvencijada furgoneta que, a pesar de ello y como paradoja, nos han querido comprar varios, desde unos gitanos hasta un guardia civil. Es un intento de que estas experiencias no se queden sólo en la memoria u olvidadas en una carpeta con el título neutro de “Informes”, sino que puedan servir para socializar un trabajo hecho y también, para recordar con mucho cariño a tantas compañeras y compañeros de Hetaira, que han prestado su trabajo voluntario y su generosidad. Muchas veces sentadas en la rueda de repuesto y haciendo equilibrios para mantenerse en vertical, en condiciones bastante precarias pero con un entusiasmo a prueba de lo que fuera necesario. Nacen, por supuesto, con la intención de expresar un gran respeto por cientos y cientos de mujeres con las que hemos compartido cafés o colacaos y conversaciones o situaciones, unas veces más fáciles que otras. Con las que nos hemos reído y emocionado. Es admiración por las putas de los polígonos y de la Casa de Campo de Madrid, por ese carácter suyo, desafiante a las leyes naturales y a la climatología, en noches a la intemperie, con los pechos de amazonas desnudas y manteniendo el tipo y el buen humor. Y la belleza y la dignidad. Aguantando cuando el miedo se agazapa detrás de cada farola o en el interior de un coche desconocido. Porque es fácil mostrar sonrisas cuando estás protegida y sabiéndote a resguardo. Y estar guapa en un entorno y en unas condiciones favorables, pero qué difícil con el calor de asfalto que licúa todos los maquillajes o con los fríos de invierno poligonero, que se clavan en las entrañas como alfileres.

Estas que siguen son pequeñas “pinceladas” de algunas historias, pero hay muchas, muchísimas más. Los nombres que aquí aparecen no son reales y aunque, algunos de ellos los hayan utilizado algunas chicas como “nombres de guerra”, desde luego no coinciden con los comentarios con los que se relacionan. Flor Cabrera Serda

Noche de luna llena Casa de Campo. Víspera de San Juan. La noche resplandece con la luz de una inmensa esfera blanca y brillante. El cielo, sembrado de incesantes relámpagos y, de fondo, los ruidos de los truenos que están en retirada. Sentimos un fuerte influjo que nos invita a salir fuera de la Libertina. No muy lejos se empieza a oír una musiquita alegre, que pone cadencia al ambiente. El baile improvisado surge espontáneo y, algunas chicas que van llegando, se suman al momento de magia en el descampado inhóspito. A la llamada de las risas y de la danza, otras mujeres se acercan despacio, según les permiten sus imposibles tacones de aguja. Nos observan admiradas y divertidas, acompañándonos con palmas. Esta noche, su idea acerca de nuestra cordura no ha ganado muchos puntos; pero notamos todas que los lazos se estrechan en una cercanía cómplice. Dentro de la furgo se quedan, un poco olvidados, los folletos de salud y las bolsas con los condones. En el olvido, también por esta noche, los malos rollos; las cábalas para llegar a fin de mes; los desamores; los miedos...

Polígono de Villaverde

Noche de ternura

Laura es una mujer hermosa. Un cuerpo proporcionado, unas facciones muy agraciadas y una forma de hablar y de moverse que encandila. Hablamos de las experiencias que se le han quedado más pegadas al recuerdo. Se le llena la boca de ternura cuando nos cuenta esta historia. Aquí en el polígono hace un par de años. Enfrente de esta misma acera donde se suele parar, aparcaban el coche una pareja de ancianos y se quedaban dentro mirándola quietos, durante un buen rato. Al tercer día de repetir la misma operación, se acerca y les pregunta el porqué. Ellos le responden que hace muchos años tuvieron una vida sexual muy intensa; pero que se fue debilitando con el paso de los años. Se les ocurrió la idea de venir al polígono a dar una vuelta y la vieron, les pareció tan sensual que se quedaron mirándola un ratito. Esa noche, al volver a casa, la cosa funcionó de maravilla entre ellos dos, así que, decidieron volver otras veces. Laura, en el caso de un mirón, como hay tantos, le hubiera dicho que o pagaba o se tenía que marchar. Pero la forma de hablar, cariñosa y delicada de los viejos, la atrapó. Les sonrió y les dijo que estaba encantada de ayudarles y que volvieran cuando les apeteciera.

Noche de soledad Polígono de Marconi (Villaverde) La chica es muy joven y está sola en una zona alejada, en la que apenas se paran mujeres. Se sorprende al ver que aparcamos la furgoneta a su lado y nos bajamos de ella dos mujeres. Su acento nos trae aires recientes del este de Europa. Tiene necesidad de comunicarse pero ¡ah maldita lengua que nos impide entendernos!! De castellano nada, nada de inglés, ni italiano, ni francés. Después de varios intentos, deducimos que es búlgara, que acaba de llegar y que tiene miedo. Nos quedamos con ella un rato explicándole con señas y con los dibujos de los folletos, qué es Hetaira y qué hacemos allí. Le damos preservativos y la tarjeta con nuestro teléfono. Le ofrecemos un café o un té, lo rechaza. Le damos nuestros nombres y ella, con voz apagada esboza un Daniela. Tratamos de convencerla de que ese sitio es poco seguro, que no hay otras chicas cerca. No estamos seguras de que nos haya entendido; pero intuimos que no está tan sola, mira de reojo, un poco inquieta, hacia el aparcamiento cercano. En el interior de un coche, apreciamos el leve destello de un cigarrillo. Nos despedimos y sus labios esbozan una sonrisa agradecida. Hemos vuelto por allí en siguientes noches, pero no la hemos encontrado.

Noche de complicidades Polígono El gato. Villaverde

Catalina hace tan sólo diez meses que vino a España desde un pequeño pueblo de su Rumanía natal; pero ya habla un castellano fluido. Está colocada en un lugar más apartado de la zona habitual de sus paisanas. Tiene un discurso claro y directo, empoderado. Las dos luciérnagas verdes que tiene por ojos no dejan que desvíes la mirada de ellos. Según sus palabras, ella es una profesional. Quiere que sus clientes queden muy contentos y que vuelvan a buscarla. Dice que tiene una clientela fija que se ha ganado gracias a su buen trabajo. Eso sí, ella está sola, no tiene a nadie detrás “no quiero mantener a ningún hombre...ni necesito a nadie que me proteja, que ya sé hacerlo yo misma...” Tiene una curiosidad constante. Nos comenta que ha leído nuestro folleto de salud y quiere que le demos más para algunas amigas. Nos pregunta por el uso del Cytotec y sus efectos; por las ventajas de los condones femeninos en su trabajo; por nuestra asociación; por lo que hacemos... por nosotras mismas. Quiere que le contemos algo de nuestra vida, qué mueve a dos mujeres a ir allí de noche en una furgoneta y quedarnos tanto tiempo en una charla sin prisas con alguien a quien no conocemos de nada. Y así van surgiendo las complicidades entre las tres de forma natural, sin protocolos, sin artificios.

Noche de nostalgias Polígono de Marconi (Villaverde)

Juana, en realidad, tiene un nombre de luchadora que le cuadra muy bien. Su feminidad aún está en proceso de gestación. A veces, se refiere a sí misma en masculino casi de forma automática y, otras veces, juega con la ambigüedad. Dejó a su familia y su negocio en el país que la vio nacer, para buscar en Europa nuevas oportunidades y huir de la asfixia de no querer ser hombre. Se cuadra en la acera con desparpajo y con algún chascarrillo que siempre tiene a mano. Alterna sus estancias en Madrid con otras en países nórdicos donde el frío compensa con la generosidad de los clientes. Quiere hacerse con un dinero para operarse.y poder cambiarse de nombre en sus documentos. Echa de menos a su gente y a Ecuador, su país, y le gustaría volver para hacerse cargo del negocio que dejó abandonado. Le gustaría tanto que su familia la entendiera y la aceptara... pero lo mismo tiene que esperar a que pasen unos cuantos años... De momento, tiene un novio español y nos cuenta que se ha ido a vivir con él y que, por ahora, mientras ella está aquí, lo llevan bien, pero dentro de unos meses cuando vuelva a subir al norte, ya verán...pues él lleva muy mal que ella se marche.

Noche de cuerpos Casa de Campo. Paramos en uno de nuestros sitios habituales para esperar a que vengan las chicas. Es una zona donde se agrupan las mujeres trans. Se acercan unas botas rojas interminables y una figura imponente, que nos resulta familiar. - ¡Cuánto tiempo sin verte, Pamela! - Es que he ido a operarme a mi país, ¿no ves el pecho tan bonito que me han dejado? - Pues el que tenías antes no estaba nada mal - Bueno, pero ya estaba anticuado - Ah!, yo no sabía que los pechos pasaran de moda... - Pues sí...y cuando ahorre un poco más, me operaré para que me pongan coño... Sube a la furgo y se quita el sujetador para que veamos y palpemos sus recién estrenadas tetas, enormes y turgentes. Mientras tanto, otras chicas se van acercando y al ver a Pamela, se animan a mostrar también sus pechos y los efectos de las liposucciones que se han hecho, preguntándonos quién tiene más bonitas las tetas o más firme el trasero. Y nos piden que entremos en la comparación nosotras también. Y entre bromas y vasos de café, va surgiendo la conversación sobre los usos y abusos de silicona, sobre las hormonaciones y sus efectos. Sobre liposucciones y reasignaciones. A alguna se le quiebra la voz, recordando accidentes y pérdidas de compañeras o alguna amiga querida.

Polígono el Gato. Villaverde

Noche de confidencias

Roxana es muy tímida. Cuando paramos la furgo las primeras veces le cuesta mucho acercarse. Nos ganamos su confianza bajándonos nosotras y ofreciéndole un café y el material. Después de un tiempo, ella misma se acerca y sube a la Libertina. Se suelta a hablar y nos cuenta a borbotones, en un castellano casi perfecto, retazos de su vida. Tenía un novio rumano, igual que ella, con el que se iría al fin del mundo. Cuando él le propuso venirse a España para buscarse una vida mejor, ella aceptó enseguida. Una vez aquí, le contó que varios días había salido a buscar trabajo pero que no encontraba, sin embargo, conocía un lugar en el que ella sí lo encontraría con facilidad. Era un club de alterne en el que trabajaban otras compatriotas suyas. A Roxana le horrorizaba sólo pensar en aquel trabajo, pero los días pasaban y había que pagar el alquiler; la comida; los cafés y cigarrillos que él consumía sin parar... y no vio otra salida. Mientras, el novio seguía sin trabajo y ella continuaba pagándolo todo sin que él se preocupara por la situación, hasta le robaba el poco dinero de bolsillo con el que se quedaba. Harta, un día se armó de valor y le dijo: - márchate o te denuncio. Y se marchó, pero antes se llevó lo poco de valor que encontró en la casa, con su pasaporte. Ella le ha denunciado y ahora, él merodea cerca y le manda cartas con amenazas. Pero Roxana no se achanta. Desde hace unos meses viene a Villaverde a trabajar y no le va del todo mal. Se va haciendo con un grupo de clientes asiduos y puede ir viviendo y pagando los gastos, sin tener un parásito pegado a su piel. Con un deje triste, añade: “ya no le quiero nada...¡con lo que yo quería a este hombre...!!

Noche de dudas Polígono de Marconi. Villaverde

Sally tiene un aspecto muy elegante y una madurez discreta; aún el tiempo no se ha ensañado en su piel. Pero ella tiene muchas dudas acerca de su atractivo y también una obsesión: hablarnos de su hija. Estudia medicina y por nada del mundo quiere que deje de estudiar por falta de dinero. Estaba muy contenta con el trabajo que tenía, llevaba cuidando a una anciana varios años y las dos se tenían un cariño muy especial. Pero la viejita murió y la dejó desasistida de bolsillo y de corazón. Una paisana le habló del polígono y, aún con lágrimas, y sin creer mucho en sus posibilidades, se vino a probar. Lleva poco aquí, pero de momento va sacando para vivir y, sobre todo, para poder pagar la matrícula de la universidad a su hija. Nos pregunta si sabemos de algún otro trabajo, pues observa la gran competencia que tiene con otras chicas más jóvenes aquí. Le comentamos que podemos ayudarle a buscar ofertas por Internet; que se pase por nuestro local.

Noche de poderío Polígono el Gato. Villaverde

Natalia es esbelta, rubia y con un porte muy distinguido. Es rusa pero habla un castellano casi sin acento y con matices que algunos nativos quisieran. Lleva en España unos ocho años. Hemos hablado con ella varias veces y hemos llegado a la conclusión, por su discurso, que debe ser muy eficaz en su trabajo. Suponemos la eficacia porque es rápida, cobra bastante bien y los clientes quedan satisfechos. Dice que no suele tardar más de quince minutos en el servicio, que siempre lo hace con condón y que muchos de sus clientes la pagan más. Y si alguno insiste en bajar el precio, ella responde que puede buscar a otra chica, que hay muchas. Tiene la convicción de que el trabajo que hace es el que quiere hacer, que le gusta y a otros les gusta cómo trabaja, que ella lo nota. Muchos clientes vuelven a buscarla. Le preguntamos cuál es su secreto y nos dice: mucha psicología, o sea, observar y conocer qué necesita cada uno y dárselo. Se coloca en un lugar bastante alejado del resto de las chicas y siempre la vemos sola, le preguntamos el motivo y dice que ella no va allí a hacer amigas, sólo a trabajar.

Noche de apoyos Polígono El Gato. Villaverde Laura, al parecer recién llegada de Ghana, está muy sola y no habla nada de castellano. Se la nota muy aturdida y con pocas ganas de hablar. Su mirada triste se pierde en el vacío y conseguimos muy pocas palabras, tampoco quiere café ni material de nosotras. Nos alejamos un poco inquietas, pero en el siguiente cruce de calles, encontramos a Geraldine, de Nigeria, mujer experimentada en viajes y trabajos diversos. Nos habla en un castellano muy fluido, intercalando términos italianos. Se toma un café con nosotras y nos cuenta, con mucha gracia, historias de sus múltiples novios y de cómo ha ido dejando uno en cada una de las ciudades en las que ha estado, muy enamorados según nos dice. Ella prefiere ser libre y que ningún hombre la condicione para tomar decisiones. Uno de ellos, italiano, quiso casarse y ella estaba casi decidida, tenían todos los preparativos dispuestos, pero en el último momento se arrepintió y se vino a España para no tener que dar explicaciones. Comentamos a Geraldine que nos preocupa un poco que Laura, la chica ghanesa, esté tan sola y tan perdida en el polígono. Nos dice que ya se había fijado, que la observa de lejos y, de vez en cuando, se acerca para ver si necesita algo. Hace tan sólo dos semanas que la vio por primera vez, no sabe con quién vino, pero a eso de las tres o cuatro de la madrugada la recoge siempre el mismo coche. Nos vamos más tranquilas sabiendo que Laura tiene, no muy lejos, una compañera que la apoya.

Tardes de asamblea y de limpieza Polígonos de Villaverde Últimamente los ánimos están más caldeados que de costumbre en el polígono. Hay rumores continuados de que quieren echar a las mujeres de aquí y ellas están muy inquietas. Se habla de una posible Ordenanza municipal del Ayuntamiento de Madrid, parecida a la que ya se ha puesto en vigor en otras ciudades. Empiezan a hablar entre ellas y tratan de organizarse, nosotras vamos transmitiéndoles nuestro apoyo en lo que decidan. Al final se convoca una Asamblea al lado de la estación de Renfe y acuden a ella más de cien prostitutas que trabajan alli. Las “hetairas” nos mantenemos en un segundo plano para que sean ellas las que se expresen. Hablan de cómo se sienten perseguidas, invisibilizadas y no escuchadas, de enfrentamientos entre ellas, pero también de acuerdos. Y se acuerda pedir una entrevista con el Ayuntamiento y hacer una manifestación, con una idea muy clara: por la negociación de los espacios públicos. La manifestación, un domingo por la mañana, discurre calle Montera abajo con una participación muy digna, con la presencia de muchas chicas y muchos medios de comunicación. Después, hay que seguir con las pilas cargadas y deciden hacer una batida de limpieza en el polígono, llamando a que se unan las que han estado más alejadas de la acción y tratando de hacerles ver que el problema es de todas. Con “performance” de guantes y escoba, las chicas gritan al ayuntamiento que ellas valoran el lugar de su trabajo y quieren tenerlo limpio y no sólo este día.

Noche de añoranzas Polígono de Marconi. Villaverde

María lleva muchos años sin ver a su hijo, que dejó con su madre en una ciudad de Colombia. De esta historia nos ha contado pormenores en varias ocasiones, intentando no darle demasiada importancia, pero hoy se la nota muy intranquila. Cuando vino a España a buscarse una vida mejor, su hijo tenía tres años, ahora tiene quince. La relación que ha tenido con él en estos años, ha sido exclusivamente telefónica. Ella dice que ha trabajado muy duro para que nunca les falte de nada a toda su familia, pues del dinero que manda viven cuatro personas, además de su hijo. Él, mientras ha sido un niño, ha tenido una vida cercana a sus abuelos, pero se ha ido separando conforme crecía. Ahora, cuando habla con él, la echa en cara que le ha abandonado, habla de mala manera o no quiere ponerse al teléfono y, además, roba dinero a la abuela, pues al parecer, “anda metido en la droga...” María está pendiente de conseguir sus papeles de residencia en España para poder viajar a su país y le quita el sueño pensar en cuándo llegará el día. Intentamos animarla y pedimos cita a nuestra abogada para que la asesore en cómo abreviar el proceso. Pero esta noche no quiere ni café, ni material, ni más charla. Hoy la noche está negra de penas y añoranzas.

Noche de risas Polígono de Marconi. Villaverde

Nos gusta pasar por el otro lado de la calle con la Libertina y saludarla con la mano y que nos sonría de lejos y que nos llame para que paremos a su lado. La mayoría de las veces no quiere material, sólo charlar. Alicia es una belleza en estado puro, una perla cultivada en este polígono. Vino hace unos cuatro años de Albania y se maneja en este universo industrial como pez en el agua. Nos cuenta que hace poco paró delante de ella un coche y el conductor le dijo que era médico, que podía auscultarla gratuitamente, que se desnudara allí en el coche. Le contestó que ella sólo se desnudaba cuando le daba la gana y sobre todo, cobrando. Dice que está harta de que algunos hombres piensen que las putas son tontas. Nos cuenta que estuvo en la asamblea que se hizo en la estación para hablar de los problemas en el polígono y se siente con más ganas de luchar por sus derechos, y con más fuerza para intentar convencer a otras mujeres de que se muevan también. Nos habla de sus sueños, de sus lecturas; de las pelis que le apasionan y de sus fantasías eróticas. En esos momentos pasa un coche de bomberos y nos cuenta una de ellas. Las tres nos reímos con ganas por la coincidencia de compartir la misma.

Noche de acuerdos

Polígono de Vicálvaro

Cecilia es una argentina muy elegante y un prodigio verbal. Lleva poco viniendo al polígono. Ha hecho multitud de trabajos, el último como telefonista en una fábrica de muebles y la despidieron hace un mes. Como no encontraba nada relacionado con su formación, decidió empezar a ejercer la prostitución en su casa, pero al compartirla con paisanas, era un problema, por lo que se vino a probar suerte aquí. Como le asustaba estar a la intemperie, por los posibles robos y abusos, pensó que lo mejor era organizarse. Se puso en contacto con dos mujeres más y acordaron contratar a alguien que les sirviera de conductor y protector, en caso de algún incidente y les proporcionase la intendencia (bocadillos; bebidas...). Como está un poco harta de haber oído hablar del tema con dudas, nos dice con mucho aplomo: - Pero, que conste que no es nuestro chulo, es nuestro empleado Y nos señala un coche parado enfrente, en el que desde dentro el chico vigila atento lo que sucede en la calle.

Noche de acuerdos...2 Polígono de Vicálvaro

Teresa llegó a un acuerdo parecido con su novio. Es española y lleva ejerciendo muchos años, aunque es joven todavía. Tiene mucho desparpajo y le asustan pocas cosas en la vida, aunque una de ellas es trabajar sola en el polígono. Tuvo ya varios tropiezos serios, de robos y agresiones y le propuso a su pareja que se viniera con ella al poligono por la noche. Él trabaja de día y las noches las pasa dentro de su coche escuchando la radio, pendiente de si Teresa le llama por el walkie talkie. Ella lo lleva en su bolso y nos muestra cómo funciona: - Javi, di algo a estas chicas de Hetaira, que te quieren saludar - Hola ¿qué tal estais? - responde al instante Está contenta, cree que ha llegado a la situación idónea. Deja claro que su relación sentimental no se ve afectada por la relación laboral y que no tiene nada que ver con los tópicos que se dicen de las putas y de sus hombres.

Polígono el Gato. Villaverde

Noche de clientes

Hoy la conversación gira en torno a los clientes, partiendo de las burlas de Cristina hacia el que dice ser su novio. Cristina es una rumana con cuerpo y voluntad fuertes, de las que no se arrugan por nada. El chico ha sido cliente suyo y ahora, merodea constantemente a su alrededor para traerle lo que le pida: bocadillos; una cerveza; unos palets para hacer fuego. Ella dice que es tonto, pero se deja querer y él la mira con embeleso, mientras apila varios palets para mantener la fogata que alivie esta noche cruda de invierno. Caty es colombiana y muy risueña. No hay día que la veamos apagada o triste. Con una sonrisa, nos cuenta una anécdota que le pasó hace unos días. Se paró a su lado un señor ya mayor, muy educado y le dijo que sólo llevaba 10 €. Ella le respondió que con eso no llegaba a su precio mínimo por una mamada.. El señor, un poco apurado, le susurró al oído que sólo quería verla orinar. Caty se quedó boquiabierta, era la primera vez que le proponían algo así. Estuvo tentada de mandarle lejos, pero pensó que la noche estaba dura y quería irse pronto a casa. Aceptó. Se bebió una botella de agua y se alejó un poco, pues sentía apuro. Cuando volvió al lado del coche, el hombre se limpiaba las manos y se subía la cremallera del pantalón.

Noche de clientes../2

Berta también quiere contar una historia, pero de una amiga, Lucía. Al parecer, tenía un cliente habitual desde hace mucho tiempo. Un taxista que, tres días en semana, al ir a cerrar el taxi, se pasaba por el polígono y demandaba sus servicios. Estos tres días semanales, se convirtieron en cinco y luego, en siete. Todos los días pasaba por allí y pagaba a Lucía, a veces por charlar, a veces por pasar un rato con ella tomando un café. Ella se cansó y le dijo que no volviera, que se sentía agobiada. Pero él insistía y le ofrecía más dinero. Al final, Lucía decidió marcharse del polígono y ahora el taxista deambula por todas partes, preguntando por ella a todas las chicas. Algunas le dicen que ellas pueden consolarle, pero él sigue dando vueltas esperando encontrar a Lucía en cada calle, en cada farola o en cada esquina.

Polígono de Marconi. Villaverde

Noche de averías

Día de estreno para nuestra nueva conductora y de mala suerte para todas. A la entrada del polígono, la Libertina empieza a flojear y unos metros más allá se para definitivamente. Suponemos que es la batería que, como en otras ocasiones se descarga sin saber porqué. Esperamos a que pase algún coche que nos ayude a recargarla, pero en mucho tiempo no para ninguno. Llamamos a la Compañía del Seguro y nos mandan un mecánico que hace un diagnóstico rápido: no puede hacer nada y la furgo se la tiene que llevar la grúa. Nosotras tres que esperemos a que llegue un taxi. Después de más de media hora, llega nuestro taxi, con un conductor locuaz y contento de llevar a tres mujeres en su coche. Nada más arrancar, nos dice en plan cómplice y campechanote: - Señoritas, ahora vamos a cruzar este polígono y es mejor que se tapen los ojos, pues quizá lo que vean puede ser muy desagradable para ustedes. A nosotras, de pronto, se nos olvidan las horas perdidas y el desaliento y nos echamos a reír, al principio con sordina, pero después sin control. El taxista se queda perplejo y ya en silencio durante el resto del trayecto a nuestras casas.

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