La poesía popular _pecíficamente la copla que de suyo es
vagabunda y andariega- ha sido objeto de medulares estudios y de no pocas controversias eruditas. Lejos de nosotros -profanos en la materia- pretender con esta simple introducción rasgar los velos del augusto tabernáculo reservado a los especialistas. Sin intentar establecer bases normativas de ninguna índole en punto de interpretación y análisis, vamos a decir sencillamente lo que sobre este asunto nos ha sugerido la atenta lectura de algunas publicaciones pertinentes, antes de ofrecer al lector una gavilla de coplas recolectadas en ciertas poblaciones del Norte de Santander. Rastreando los origenes latinos del vocablo copla (copula = unión), nos topamos con que ya desde su cuna representaba el vinculo de unión, enlace y acoplamiento no sólo de los diversos estratos sociales en la mecánica estructural de las comunidades sino del estrecho ligamiento de los versos que entran en la estructura misma de la estrofa. Ha constituido, sin lugar a dudas, una de las fuerzas positivas de integración y cohesión a través de los diferentes periodos históricos de la humanidad. Bien se ha dicho que la copla es tan antigua como nuestra historia literaria y que es también una de las formas poéticas más cultivadas de nuestra literatura popular. Las coplas son brotes espontáneos de bardos o troveros populares sin los artificios de la culta y pulida erudición. Para algunos autores --como Andrés Pardo Tovar- las manifestaciones de la poesia popular de Hispanoamérica lógicamente no pueden estudiarse sino en función de sus fuentes españolas, que alimentaron la corriente subterránea de aquel período formativo de nuestro folclor literario cuyo sedimento hállase en el fondo de un proceso de transculturación idiomática y de adaptación ambiental. El mismo tratadista llega a sentar la premisa de que "en His-
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panoamérica existe un solo folelor literario, con variantes regionales". Para otros especialistas -como el folclorólogo Guillermo Abadia- la tradición de la copla es oral y "no exactamente literaria puesto que nuestros pueblos amerindios son en su mayoria analfabetos". Suelen apuntar algunos expertos que la copla -una de las manifestaciones poéticas más bellas, fecundas y espontáneas en la literatura hispanoamericana- no es otra cosa que "el trasunto criollo de los tradicionales romances españoles". Parece que del pueblo la tomaron los poetas eruditos allá en España para cultivarla con amoroso deleite en sus propios jardines, tales como Berceo, Juan de la Encina, Juan de Mena, Jorge Manrique y Teresa de Jesús. Cervantes mismo ------