REALIDAD ESPIRITUAL U OBSESIÓN
© Realidad Espiritual u Obsesión * Watchman Nee.
Traducción castellana: Arcadio Sierra Dpiaz
Publicaciones Cristianas Tel. 2040403 Bogotá, D.C., Colombia.
REALIDAD ESPIRITUAL U
Obsesión
WATCHMAN NEE
ÍNDICE Prefacio .......................................................................................................................................................................................... 7 I - La realidad espiritual: ¿Qué es? ................................................................................................................................................... 9 1° Ejemplo: Bautismo............................................................................................................................................................ 10 2° Ejemplo: Partir el pan ....................................................................................................................................................... 12 3° Ejemplo: La Iglesia ........................................................................................................................................................... 13 4° Ejemplo: Adoración .......................................................................................................................................................... 15 5° Ejemplo: Dar gracias y alabar .......................................................................................................................................... 16 6° Ejemplo: Oración .............................................................................................................................................................. 16 7° Ejemplo: La Sangre y la conciencia.................................................................................................................................. 17 8° Ejemplo: El Viejo hombre crucificado ............................................................................................................................... 17 9° Ejemplo: Conocer a Cristo................................................................................................................................................ 18 10° Ejemplo: Perdón ............................................................................................................................................................. 22 11° Ejemplo: Humildad ......................................................................................................................................................... 23 12° Ejemplo: Amor ................................................................................................................................................................ 23 II - La realidad espiritual: Sus relaciones ...................................................................................................................................... 25 Realidad y conducta ............................................................................................................................................................... x Provisión y realidad................................................................................................................................................................. x Preguntas y realidad ............................................................................................................................................................... x III - La realidad espiritual: ¿Cómo entrar en ella? ............................................................................................................................ x IV - La obsesiónd: ¿Qué es? ............................................................................................................................................................ x La obsesión es engaño propio ................................................................................................................................................ x La obsesión ilustrada por el libro de Malaquías ...................................................................................................................... x
La obsesión ilustrada por el evangelio de Juan ...................................................................................................................... x El fenómeno de la obsesión .................................................................................................................................................... x V - La obsesión: Causas y liberación................................................................................................................................................. x Amor a las tinieblas................................................................................................................................................................. x Orgullo .................................................................................................................................................................................... x No recibir el amor de la verdad ............................................................................................................................................... x No buscar la gloria que viene del único Dios .......................................................................................................................... x La liberación: Ver la luz en la luz de Dios ............................................................................................................................... x
PREFACIO Si siguiéramos el mover de Dios en la historia de la humanidad, percibiríamos el fluir de la operación divina pasando de una generación a otra; y en nuestra actual generación, el mover de Dios sigue fluyendo firmemente. El mover del Señor es una corriente de vida espiritual que sigue siempre creciendo, hasta alcanzar la concretización final del propósito de Dios. Esta corriente es el propio dispensar de Dios a Sus hijos, rescatándonos de la oscuridad espiritual y llevándonos hacia dentro de Sí mismo. En oposición a eso, el adversario persigue la obra de Dios, procurando introducir su río de muerte y destrucción. Cada avance que Dios conquista en Su edificación es un avance de vida respaldado por Su Palabra. Al contrario de eso, el adversario procura apartarnos de Dios, envolviéndonos con actividades religiosas que producen muerte. Como no puede impedir el fluir de la revelación divina, él sutilmente trabajará para disasociarnos de la realidad de las cosas espirituales, a fin de que abracemos una mera imitación. La obra que el Señor está realizando en los últimos siglos es la recuperación de la realidad de Sus asuntos en sí. En esta oportuna obra, el señor Watchman Nee, con su larga experiencia en Cristo, nos viene a esclarecer que, si deseamos seguir fielmente al Señor y cooperar con Su propósito, debemos dar la debida atención al hecho de que la verdadera obra de Dios es aquella que es realizada por el Espíritu Santo, el cual nos introduce en la realidad de las cosas espirituales. Al mismo tiempo, él nos advierte sobre un gran peligro existente paralelo a la obra de Dios en que podríamos caer sin saber: ¡La obsesión! Él nos demuestra que todo lo que se relaciona con Dios está en el Espíritu Santo, y que sólo esto es espiritualmente real –porque todas las cosas espirituales son nutridas exclusivamente por el Espíritu Santo– mostrándonos así que la realidad espiritual es la veracidad o contenido real de las cosas espirituales; que necesitamos tocar en el contenido espiritual para que tengamos vida pero que, por otro lado, si los tocamos sólo teóricamente, sin la debida revelación del Espíritu Santo, entonces sólo tendremos frustaciones y muerte. Y que, si concebimos algo que no sea verdaderamente espiritual, y lo sustentamos como si lo fuese, entonces, en este caso, esto no es realidad espiritual sino el engaño de la obsesión. Y entre varios ejemplos, él resalta que el propio apóstol Pablo, en otros tiempos, fuese obcecado en su celo natural al punto de perseguir severamente a la Iglesia, pensando que, con eso, estaba agradando a Dios. Sólo cuando el Señor se le manifestó a él, entonces pasó a conocer de hecho al Señor y la miserable situación en la cual se encontraba (Hechos 26:9-11; Filipenses 3:6). Así, el hermano Nee nos advierte que la obsesión es algo tan sutil, que si no estuviésemos tocando la realidad de las cosas espirituales, podríamos fabricar un formalismo religioso, en la fuerza de nuestra carne, y aun así pensar de que estemos edificando algo para Dios. De hecho, nuestra tendencia natural es aferrarnos a las doctrinas y a la restauración del orden exterior de las cosas, y no tanto a la realidad espiritual de las doctrinas y de las cosas en sí. O vamos al otro extremo de sustituir la verdad objetiva de Dios en nombre de cierta “espiritualidad” o “experiencia”, creyendo que somos maduros y los demás atrasados. Y para ilustrar cuándo necesitamos conocer en la luz de Dios este necesario asunto, nos vonviene resaltar las oportunas palabras del Señor Jesús a la iglesia en Laodicea: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en
fuego, para que seas rico \de realidad espiritual], y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez [pobreza espiritual]; y unges tus ojos [revelación del Espíritu] con colirio, para que veas [la realidad]” (Apocalipsis 3:17,18). ¡Y, aun más, debemos tener en cuenta que la carta a la iglesia de Laodicea también es una verdadera profecía de advertencia a la Iglesia en la actualidad! Realmente, sólo nos resta agradecer a Dios por promover por Su gracia la liberación de esta ilustre obra del hermano Nee al público de habla española, la cual, con certeza, muchos nos ayudará en nuestro caminar con el Señor y en el crecimiento espiritual de Su obra, al mismo tiempo en que nos conducirá a ser menos ingenuos en cuanto al peligro de deslizarnos en los atajos de la falsedad. Que el Señor nos gane totalmente para Sí, nos madure en Su Hijo amado, para que, de hecho, podamos colaborar con Su propósito en estos días finales. El editor
Capítulo I
LA REALIDAD ESPIRITUAL: ¿QUÉ ES? “Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad” (Juan 16:13). “Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad” (1 Juan 5:6b). Una cosa que el pueblo de Dios debe observar es que toda cuestión espiritual tiene su realidad delante de Dios. Si lo que tocamos es simplemente apariencia y no realidad, descubriremos que no tiene ningún valor espiritual. ¿Qué es, entonces, realidad espiritual? La realidad de una cosa espiritual es algo espiritual y no material. Aunque la realidad espiritual sea frecuentemente expresada en palabras, estas palabras, aun siendo muchas, no son la realidad. La realidad espiritual precisa ser revelada en nuestras vidas, pero las formalidades establecidas en nuestras vidas no son realidad. Aunque la realidad espiritual deba ser manifestada en la conducta, la pretención humanamente producida no es realidad. ¿Qué es realidad espiritual? “Dios es Espíritu, y aquellos que le adoran”, dice el Señor, “es necesario que le adoren en espíritu y en verdad”.1 La palabra “verdad” significa veracidad o realidad. Lo mismo se aplica a las siguientes palabras: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad”, “Y el Espítiyu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad”. Estos pasajes revelan que Dios es Espíritu y por tanto, todo lo que se relaciona con Dios está en el Espíritu. El Espíritu de la verdad es el Espíritu de la realidad. Por esta razón, la realidad espiritual debe estar en el Espíritu. Es eso que trasciende al hombre y la materia. Sólo lo que está en el Espíritu es espiritualmente real, porque todas las cosas espirituales son nutridas en el Espíritu Santo. Una vez que alguna cosa esté fuera del Espíritu Santo, se convierte en letras y formas que son muertas. Las cosas espirituales son vivas y llenas de vida sólo cuando están en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien nos conduce dentro de toda verdad. Alguna cosa que pueda ser iniciada sin la dirección del Espíritu Santo, definitivamente no es realidad. Todo aquello que alguien pueda obtener simplemente por oír o por pensar, o por ser emocionalmente enredado, no es espiritualmente real. Debemos recordar que el Espíritu Santo es el ejecutor de todas las cuestiones espirituales. Lo que Dios hace hoy, es hecho en el Espíritu Santo. Sólo aquello que hace el Espíritu Santo, es verdaderamente real. Cualquier cosa que esté en el Espíritu Santo es real. Si alguien toca en esa realidad, obtendrá vida, pues vida y realidad están unidas. Quien desee prestar atención a la vida espiritual, debe enfatizar la realidad espiritual. Aquel que toca en la realidad espiritual en el Espíritu Santo, responderá inmediatamente con un amén en su corazón, siempre que encuentre a otro que también haya tocado en la realidad espiritual y viceversa. Ese es el significado de las palabras en el Salmo 42: “Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas” (v.7). Podemos decir que la realidad toca a la realidad. Para un mejor entendimiento, ilustremos con algunos ejemplos concretos. Primer ejemplo: Bautismo "Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3.5). Estas fueron las palabras del Señor a Nicodemo. Cuando Pablo escribió a los santos en Roma, él preguntó: "3¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?" Él continuó diciendo: "4Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 5Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así andemos nosotros en novedad de vida" (Rm. 6.3-5). Tanto el Señor Jesús como Pablo hablan de la
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realidad del bautismo. Pero algunas personas miran esta cuestión del bautismo desde el punto de vista físico. Sus ojos sólo pueden ver al agua, y, por eso, insisten en la regeneración bautismal. Ellos no han tocado en la realidad espiritual. Otros intentan aproximarse a esa cuestión mentalmente. Afirman que el agua no puede regenerar a las personas, y, consecuentemente, explican que para algunas personas el bautismo es real e interior, mientras que para otras es falso y exterior. El primer grupo puede entrar en el reino de Dios, pero los de la segunda categoría son excluidos. Estos tampoco han tocado la realidad espiritual. El bautismo sobre el cual el Señor habló a Nicodemo es una realidad. Pablo también ve realidad en el bautismo: sepultados con el Señor para novedad de vida. Él le dice a los Colosenses: "Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos" (2.12). Para él el bautismo y el ser sepultados son una y la misma cosa; del mismo modo el bautismo y la resurrección. Él sabe lo que significa ser sepultado con el Señor y también lo que es ser resucitado con Él. Él no ve apenas el agua del bautismo, ni que algunos son verdaderamente bautizados y otros no. Él comunica a los demás la realidad del bautismo que a él le tocó. Hermanos y hermanas, si ustedes han visto el bautismo como una realidad, ustedes naturalmente saben lo que es. La cuestión de que sea real o falso, interior o exterior, simplemente no existe, porque ustedes saben que ser bautizado es ser sepultado y resucitado juntamente con Cristo. Habiendo visto esta realidad, ¿existe la posibilidad de que ustedes se abstengan de proclamar que el bautismo es realmente tan grande, tan real y tan inclusivo? Tan pronto como una persona ve la realidad, entonces lo que es falso no existe más. Supongamos que alguien diga: "Ahora que fui bautizado, espero poder ser sepultado y resucitado juntamente con el Señor". Aquel que hace tal declaración no ha tocado la realidad, en vista de que para él el bautismo es una cosa y el ser sepultado y resucitado, otra. Pero aquel que percibe la realidad espiritual sabe lo que es ir a la sepultura y la resurrección. El bautismo es ser sepultado y el bautismo es también resurrección. Ellos son una y la misma cosa. ¿Ustedes reconocen, hermanos y hermanas, que nadie puede jamáis entender las cosas espirituales con sus ojos fijos en lo que es material, ni adentrar en aquello que es espiritual con su cerebro? Todas las cuestiones espirituales tienen sus realidades. Aquel que toca la realidad no cuestiona más. Segundo ejemplo: Partir el pan La misma cosa es verdad respecto a partir el pan. La noche de Su traición, el Señor Jesús "26Mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (Mt. 26:26-29). Algunos han considerado eso desde el punto de vista físico, y por eso afirman que el pan y el cáliz siendo bendecidos, toda la substancia del pan se transforma en el cuerpo do Señor y toda la substancia del fruto de la vid es transformado en la sangre del Señor. Otros lo han interpretado desde el punto de vista racional, argumentando que el pan y el vino no fueron transubstanciados (como en el caso anterior), sino que apenas representan al cuerpo y a la sangre del Señor. A juzgar por las propias palabras del Señor, sin embargo, vemos que Él no enfatiza ni la transubstanciación ni la representación, sino la realidad espiritual. Por detrás de aquello que es comido y bebido está la realidad espiritual. Jesús dijo: "Esto es mi cuerpo"; Él no dijo "esto representa mi cuerpo". Y después de decir "esta es mi sangre del nuevo pacto", el Señor continúa diciendo: "no beberé más de este fruto de la vid", indicando claramente que el vino no fue transformado, ni representa la sangre. Cuando el Señor habla del pan y el cáliz, Su énfasis total está en la realidad. A Sus ojos no hay representación ni transubstanciación.
Realidad espiritual: ¿Qué es?
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Pablo argumenta la misma cosa cuando dice: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Co. 10:16). Es el pan, pero él lo reconoce como el cuerpo de Cristo. Es el cáliz, aunque él lo acepta como la sangre de Cristo. A los ojos de Pablo no hay ni representación ni transubstanciación, apenas realidad espiritual. Él lo explica aun más: "nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan" (v. 17). ¿Cómo podría él decir eso, si no hubiese tocado la realidad espiritual? Cuando alguien habla, declara un hecho o una parábola - aquello que es expresado en lenguaje literal o simbólico. Tal cosa no acontece con Pablo. "Nosotros, siendo muchos" es literal; "somos un pan" es simbólico. Él une lo literal y lo simbólico en una sentencia, porque para él, ambos, "nosotros, siendo muchos" y "somos un pan", son hechos. La realidad espiritual que él tocó es tan real que él puede unir el "nosotros somos muchos" con el "somos un pan, un cuerpo". Él transcendió la gramática y la retorica. Aquí está alguien que realmente conoce al Señor. Cuando él toma el pan, está verdaderamente en comunión con el cuerpo de Cristo, pues se olvida del pan y ahora está en contacto con la realidad espiritual. Cuando toma el cáliz, él está realmente en comunión con la sangre de Cristo, pues se olvida del fruto de la vid y toca la realidad espiritual. Para quien toca la realidad espiritual, para él la palabra o doctrina no representara problema. Tercer ejemplo: La Iglesia En lo tocante a la cuestión de la iglesia, realmente es algo maravilloso de contemplarse. Algunos piensan que existen iglesias falsas e iglesias verdaderas. Pero el Señor le dijo a Pedro: "18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mt. 16.18,19). Esto es la iglesia en el pensamiento del Señor. La iglesia en Su mente es nada más que la iglesia verdadera. Eso se aplica no solamente a la Iglesia universal, sino igualmente a la iglesia local. El Señor explica aun más: "15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo" (Mt.18.15-18). De acordó con el Señor, cuando la iglesia declara que un hermano está en lo cierto, es porque está seguramente en lo correcto; y cuando la iglesia declara que él está errado, innegablemente él lo está. Cuando leemos eso, una pregunta fácilmente llega a nuestra mente: ¿Y si la decisión de la iglesia estuviere errada? El Señor, sin embargo, está hablando de la realidad de la iglesia. Una decisión errada no puede venir de aquello que es real, en vista de que una decisión incorrecta no será del Espirito Santo, sino de la voluntad del hombre. La iglesia a los ojos del Señor es una realidad; todo lo que estuviere fuera de aquella realidad no tiene lugar en el pensamiento do Señor. Cuando Pablo menciona a la iglesia en sus epístolas, él se refiere a ella como la llamada, la santificada y la habitación de Dios (Ro. 1:7; 1 Co. 1:2; Ef. 2:22). El apóstol Juan también habla de la iglesia de la misma forma que lo hace Pablo. Aunque las siete iglesias en Asia hubiesen tenido muchas fallas y fracasos, no obstante Juan aun las llama iglesias. El Señor Jesús mismo reconoce que "los siete candeleros son las siete iglesias" (Ap. 1:20). Para los apóstoles la iglesia es una realidad; por tanto, no existe el problema de una iglesia falsa a sus ojos. Esto no quiere decir que en elo
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mundo no existan iglesias falsas, sino apenas indica el hecho de que aquel que falla en ver la realidad da iglesia, tiene problema con su visión. Quien considera la apariencia, acepta a todas las iglesias como verdaderas. Quien juzga racionalmente encuentra a unas verdaderas y a otras falsas. Solamente a los ojos de aquel que tocó la realidad espiritual es que la iglesia es espiritual, sin duda alguna. Mencionemos un punto del lado práctico. Podemos preguntar qué es la vida del cuerpo. La vida del cuerpo no es introducida por obrar según cierto procedimiento. Solamente cuando la realidad espiritual es tocada es que usted toca la iglesia; sólo entonces sus acciones se convierten en movimientos en el cuerpo y no las actividades independentes. Por ejemplo: cuando usted está para tomar alguna actitud, no es porque usted cumplió un procedimiento exigido, tal como convidar a los hermanos y hermanas a reunirse a fin de usted aconsejarse con ellos, que su actitud puede ser considerada como vida del cuerpo. Usted está manifestando la vida del cuerpo solamente cuando usted tocó su realidad en cuanto comulga con los hermanos y hermanas (sean pocos o muchos). Si usted no ha tocado la realidad espiritual, entonces el que fue aceptado unánimemente por toda la asamblea es apenas la opinión de la carne. No es en nada la vida del cuerpo. La vida del cuerpo fluye de la realidad espiritual. El caso en Hechos 15 nos muestra lo que es la vida del cuerpo. Con el propósito de solucionar el problema de si los gentiles deben ser circuncidados, los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar la cuestión. Finalmente, Santiago se levantó y dio la decisión. Esta decisión era del Espirito Santo, pues cuando escribieron la carta circular, ellos pudieron decir: "Ha parecido bien al Espirito Santo, y a nosotros" (v.28). La decisión vino del Espirito Santo; él había tocado la realidad espiritual. Aunque la palabra haya salido de la boca de Santiago, "los apóstoles y los ancianos, con toda la iglesia" dijeron amén y concordaron en la decisión (v.22). Esto es vida del cuerpo. La vida del cuerpo es manifestada cuando la realidad es tocada en el Espirito Santo. No es por cumplir cierto procedimiento, sino por tocar la realidad es que la vida del cuerpo es realmente practicada. Debemos comprender que toda vida espiritual y enseñanza tiene su realidad delante de Dios. Si alguien no toca esta realidad, no importa cuán bien pueda predicar la doctrina, él no produce nada de valor espiritual. Si alguien no toca la realidad de la iglesia, aunque hable sobre ella todo el tempo, está en las tinieblas, engañándose a sí mismo y está lleno de orgullo. Mas para aquel que tuvo contacto con la realidad espiritual, su vida es práctica y viva, y no en la letra y exterior. Una cosa maravillosa acontece después que usted toca la realidad. Siempre que usted encuentra a alguien que no la ha tocado, o entrado en esa realidad, inmediatamente usted lo siente. Usted sabe que él no tocó la realidad porque aún está siguiendo la mente, la ley, la norma o reglamento. Delante de Dios existe algo que la Biblia llama "verdadero". No es otra cosa sino "realidad". El contacto con esta veracidad, con esta realidad, nos libra de la doctrina,2 de la letra, de los pensamientos y métodos humanos. Sea bautismo, partir el pan o iglesia, existe la realidad. Nada es simple forma, procedimiento o doctrina. Cuarto ejemplo: La adoración En cuanto al ejemplo de adoración, leemos estas palabras: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4.24). La palabra "verdad" significa "realidad." El énfasis aquí está en el Espíritu, porque por el Espíritu es introducida la realidad. Dios debe ser adorado en espíritu. Lo que es del espíritu es real; lo que no es del espíritu no es real. La adoración no es alcanzada por el 2
Nota del Editor: De manera alguna el autor está afirmando que "el contacto con la realidad nos liberta de la de la sana doctrina (Tito 2:1), de la doctrina de los apóstoles (Hch. 2:42)”, en la cual debemos perseverar; sino que, al ser tocados en el contenido espiritual de las enseñanzas bíblicas, recibiremos vida y seremos libertados de que practiquemos apenas los meros métodos religiosos. De hecho, si practicamos las enseñanzas bíblicas en la fuerza de nuestra carne, basándonos apenas en un conocimiento teórico sobre ellas, sin la debida revelación del Espirito Santo, sólo obtendremos frustraciones y muerte, en lugar de tocarnos en su contenido espiritual y que recibamos vida.
Realidad espiritual: ¿Qué es?
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sentimiento, emoción o pensamiento; ella debe ser en espíritu y en verdad. ¿Qué es veracidad? Cuando el espíritu entra en contacto con Dios, existe veracidad; cuando eso no acontece, no existe veracidad. Sólo aquello que es del espíritu es verdadero; lo que no es del espíritu no es verdadero. Además del tipo de adoración que está en la letra, también aquello que es llamado adoración espiritual algunas veces falla en extraer la respuesta del amén. Usted puede no ser capaz de explicar por qué, pero de alguna manera usted siente que no es adoración espiritual. Por otro lado, usted puede ser capaz de decir amén a alguien que adora a Dios en silencio, pues allí usted encuentra veracidad, la realidad. Quinto ejemplo: Dar gracias y alabar Dar gracias y alabar es bueno, aunque muchos agradecimientos y alabanzas son apenas formas; no son lo que la Biblia llama veracidad o realidad. Hermanos y hermanas, ¿ustedes no han tenido esta experiencia cuando alguien está agradeciendo y alabando, que en lo más profundo de su ser no solamente no hay amén, sino que hay una frialdad congelante? Cuanto más esa persona agradece y alaba, más frió se pone usted por dentro. O supongamos que alguien haya enfrentado una dificultad y esté alabando y agradeciendo a Dios en voz alta profusamente, como si no hubiese dificultad. ¿No es eso bueno? Ciertamente que es bueno. Pero de alguna manera, cuanto más él alaba, menos condiciones de decir amén tiene usted. En su corazón usted piensa que es correcto agradecer y alabar a Dios, pero esta alabanza y agradecimiento no parecen ser la cosa cierta. Por otro lado, usted puede encontrar otro hermano que, aunque esté agradeciendo y alabando a Dios, no lo hace tan fuertemente. Él no parece estar tan efusivo y su rostro puede parecer un poco triste; y él está agradeciendo y alabando al Señor suavemente. Extrañamente usted espontáneamente dice un amén. Usted siente que eso es la cosa cierta, que él entró en contacto con la realidad. Sexto ejemplo: Oración En cuanto al ejemplo de la oración, aquí no vamos a considerar las oraciones formales de modo alguno. Sin embargo, algunas oraciones largas y aparentemente fervorosas igualmente no extraen un amén. Tales oraciones, cuanto más son ofrecidas, más frías son a nuestras respuestas. La razón no puede ser otra, sino que tales oraciones no han tocado la realidad espiritual. El capítulo dieciocho del Evangelio de Lucas habla de dos hombres que subieron al Templo para orar. El publicano se golpeaba el pecho y decía: "Dios, sé propicio a mí, pecador". Su oración alcanza nuestros corazones. Mas el fariseo orgulloso, que abrió su boca para agradecer a Dios, no toca ninguna cuerda que responda en nosotros. ¿Por que? Porque uno oró a Dios y el otro "oró consigo mismo" (v. 11). Muchas oraciones tipo monólogo no sólo no extraen nuestro amén, sino que incluso nos causan náuseas. Sin embargo, las oraciones verdaderas, incluso cortas y sin elocuencia, tocan la realidad y al mismo tempo los secretos más profundos de los hombres, llevándolos naturalmente a responder un amén. Séptimo ejemplo: La sangre y la conciencia La sangre del Señor Jesús purifica nuestra conciencia, pero la cuestión de cómo acontece eso nunca puede ser resuelta en la esfera física. ¿Podemos imaginar a una persona, con ocasión de la crucificación, esparciendo la sangre del Señor Jesús sobre su cuerpo, buscando así purificar su conciencia? Ella no sería purificada de esa forma en modo alguno, pues el Espíritu Santo es el ejecutor de todas las cosas espirituales. Cuando el Espíritu Santo purifica nuestra conciencia con la sangre, Él usa la realidad espiritual de aquella sangre, no sus propiedades físicas, para purificarnos. Solamente lo que está en el Espíritu Santo s real. Cuando alguien entra en contacto con la realidad espiritual, en el Espíritu Santo, él toca la vida. Si lo que él toca es apenas doctrina, no recibirá vida.
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Octavo ejemplo: El viejo hombre crucificado Que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, conforme Romanos 6:6, es un hecho. Algunos cristianos aún están diciendo: "Sé que mi viejo hombre fue crucificado, pero no entiendo por qué este mi viejo hombre aún está viviendo cada día". La razón para eso es que ellos sólo tocaron la doctrina y aún necesitan encontrar la realidad espiritual. Debemos entender que si la doctrina está en la letra y no en el Espíritu Santo, no concede vida, no importa cuán familiarizados estemos con ella. Cuestiones como salvación, justificación y santificación son muertas para nosotros si todo lo que tocamos fuere simple doctrina y letra. Aquello que está en el Espíritu Santo es espiritualmente real. Cuando alguien toca la realidad espiritual, obtiene vida, porque ella es viva y nueva. Alguien puede predicar un mensaje aparentemente espiritual y aun provocar peso en los oyentes. Eso ocurre porque lo que decimos no es realidad. Si hubiese tocado la realidad, sus palabras sonarían como verdaderas. Solamente lo que es real lleva a las personas a tocar la realidad. Alguien puede hablar muy bien, pero al mismo tiempo los que conocen la realidad tienen condiciones de descubrir la irrealidad de sus palabras. Noveno ejemplo: Conocer a Cristo En cuanto a la cuestión de conocer a Cristo, cualquier cosa que fuere conocida por la apariencia externa no es conocimiento verdadero; sólo lo que es conocido en realidad es verdadero entendimiento. Mientras el Señor Jesús estuvo en la tierra, muchos hombres lo encontraron. Parecería que ellos tenían contacto con Él, pero no lo tenían. A ellos les parecía haberlo conocido, pero no lo conocieron. Tal conocimiento es externo. Todos los que realmente conocen a Cristo, tocaron la realidad. El conocimiento de ellos es en el espíritu. Veamos un poco más de eso en la Biblia, pues es una experiencia muy fundamental para ser despreciada. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él fue conocido de dos formas diferentes: Él fue conocido por la apariencia y fue conocido interiormente. ¿Qué es conocer a Cristo por la apariencia? Ese fue el tipo de conocimiento que los judíos tuvieron de Cristo. Desde el comienzo ellos asumieron una actitud de conocimiento. Ellos anunciaron: "¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?" (Juan 6:42). Ellos tenían la certeza de que lo conocían; ellos conocían hasta a Su padre y a Su madre. Una vez, cuando el Señor Jesús fue a Su propia región, las personas comentaron: "¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?" (Mr. 6:3). Ellos conocían no sólo a Su padre y a Su madre, sino también a Sus hermanos y hermanas. Pero, con todo eso, ¿conocían ellos realmente al Señor? No, ellos no lo conocían. Aunque conociesen a Su padre y a Su madre, no reconocían al Señor mismo. Aunque conociesen a Sus hermanos y a Sus hermanas, ellos no lo conocían verdaderamente. Ellos juzgaban al Señor por la apariencia y no tocaron la realidad. Había otra clase de personas cuyo conocimiento del Señor era un poco más profundo que el de los judíos, pero aun así ellos no lo conocieron de forma interior. Una vez cuando Jesús llegó a las partes de Cesarea de Filipo, Él le preguntó a los discípulos: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?" Y ellos le respondieron: "Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas" (Mt 16.13,14). El conocimiento del Señor que ellos tenían ciertamente era más avanzado que el de los judíos. Algunos decían que el Señor era Elías. Elías fue un profeta poderoso; podríamos decir que Elías representa al poder. El Señor Jesús ciertamente era un Elías, el más poderoso de los profetas. Algunos decían que el Señor era Jeremías. Jeremías fue un profeta llorón; él representaba la pasión. El Señor Jesús era realmente un Jeremías también, pues Él estaba lleno de pasión. Siete veces Él denunció a los fariseos y escribas hipócritas con “ayes" (Mt.23.13,15,16, 23,15,17,19). Cuando encontró a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y vio a los cambistas sentados, Él los expulsó a todos del Templo, incluyendo los bueyes y ovejas; aun más, esparció el dinero de los cambistas y volcó sus
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mesas (Juan 2:14,15). Él era realmente un Elías. Mas cuando estaba con los publicanos y pecadores, Él se sentaba a la mesa con ellos (Mt. 9:10). Mientras estaba sentado a la mesa en casa de Simón, Él permitió que una mujer pecadora llorase a Sus pies (Lc.7:37,38). Al ver a María llorando y a los judíos llorando con ella, Él gimió en Su espíritu y lloró (Jn. 11:33,35). Él era realmente un Jeremías. Sin embargo, cuando las personas confesaban que Él era Elías o Jeremías, estaban revelando que lo conocían simplemente por la apariencia. Al comienzo los primeros discípulos también conocían al Señor apenas en la carne. Ellos no tenían aquel conocimiento interior de Él aún. Hombres como Tomás y Felipe habían estado con el Señor por mucho tempo. Humanamente hablando, ellos debían haber conocido al Señor de forma real, pero lamentablemente no lo conocían. Cuando el Señor dijo abiertamente "para donde yo voy, vosotros no podéis ir", Tomás le dijo: "Señor, no sabemos para dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14:4,5). La afirmación del Señor es clara: "7Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta" (Jn. 14:7,8). El Señor Jesús que Tomás conoció era apenas un hombre de Nazaret; él no había conocido al Señor Jesús como el Señor de la vida. Lo que Felipe vio en el Señor Jesús era también un nazareno; él no había visto al Señor Jesús como la otra forma del Padre. Aunque ambos hubiesen estado con el Señor Jesús, el conocimiento que tenían del Señor permanecía exterior porque no habían tocado la realidad. Los discípulos conocían al Señor más que los judíos; aun así ellos necesitaban aprender qué Señor era Él. Después de haber estado con Él por un largo período, ellos fallaron en reconocerlo como Él realmente era. Ellos lo vieron con sus propios ojos, lo oyeron con sus propios oídos, lo tocaron con sus propias manos, y aun así no lo conocían. Eso nos indica que conocer al Señor exige un órgano más afilado que el sentido óptico, más aguzado que el sentido auditivo y más sensible que el tacto. En Cristo existe una realidad que no puede ser conocida en la carne. El conocimiento que Pedro tuvo del Señor en aquel día particular en Cesarea de Filipo fue un conocimiento interior. Cuando el Señor preguntó a los discípulos: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Inmediatamente el Señor declaró: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt. 16:15-17). Lo que el Señor quiso decir fue: aunque tú me hayas seguido por algún tiempo, tu conocimiento anterior era deficiente; tu conocimiento hoy, sin embargo, es muy bendecido, pues vino a través de la revelación de mi Padre Celestial. Ese conocimiento es real. Por esa razón, a menos que haya revelación, los hombres no reconocen quién es el Señor, aun cuando hayan comido y bebido con Él, o andado y permanecido con Él. Sin ese conocimiento revelado, todo lo que de Él se conoce es apenas el Cristo externo, el Cristo histórico. Eso es llamado conocimiento de Cristo según la carne. Sólo el conocimiento de Cristo como Pedro lo experimentó a través de la revelación es real y puede ser declarado como un conocimiento de Cristo interiormente. "De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así" (1 Co. 5:16). Durante los días en que Pablo conoció a Cristo según la carne, él osó atacar el nombre de Jesús de Nazaret, al perseguir y maltratar a los discípulos del Señor (Hch. 26:9-11). Pero después que Dios reveló a Su Hijo en el espíritu de Pablo, él predicó la fe que antes había perseguido (Gá. 1:16,23); él se convirtió en una persona diferente. Ese nuevo conocimiento que él ahora poseía era realidad espiritual; él no conocería más a Cristo según carne. El evangelio según Marcos incluye el registro de una mujer que venía teniendo flujo de sangre durante doce años “27Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. 28Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. 29Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote". ¿Qué sintió el Señor en aquel momento? "¿Quién ha tocado mis vestidos?" Preguntó Él, mas los discípulos le dijeron: "Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?" (Mr. 5:27-31). Vemos aquí dos clases de personas: los que tocan al Señor y los que lo aprietan. Los que lo aprietan sólo pueden apretarlo en la carne; los que lo tocan, pueden tocar a Cristo en Su realidad. El Señor parece no tener consciencia de los que lo aprietan, sino que está mucho más consciente del toque
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de aquellos que realmente lo tocan. ¡Qué lamentable que existan multitudes que le aprieten y apenas una persona que lo toca! “25Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Lc. 4:25~27). Estos episodios son semejantes a la historia de la mujer curada del flujo de sangre. La cuestión no yace en la distancia (cerca o lejos), ni en el tiempo (permanente o transitorio), sino en quién está apretando y quién está tocando la realidad. A menos que alguien toque la realidad, él permanecerá sin cambio, no importa cuán íntimamente pueda apretar al Señor. Aquel que conoce a Cristo según la carne, nunca lo conocerá de verdad. Sólo por revelación alguien puede discernir a Cristo. Necesitamos recordar que Cristo no puede ser conocido por nuestros sentidos exteriores, tales como el sentido óptico, auditivo y el tacto. Conocer a Cristo es la obra del Espirito Santo. Sin el Espirito Santo nadie puede entender la realidad de Cristo. No importa cuánto conocimiento alguien pueda tener de la historia del Señor Jesús, ni cuánto se haya lanzado en dirección a Él, apretándolo, incluso oyendo Su voz y arrodillándose delante de Él –si no tiene al Espirito Santo, no ha tocado la realidad de Cristo delante de Dios. "Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63). Alguien que ha tocado al Espirito Santo tiene vida. Es totalmente imposible que alguien toque al Espirito Santo sin poseer vida. Lo que es del Espíritu es vida. Tocar la realidad es poseer vida. Es exactamente aquí que surgen muchos problemas. Algunos llegan a conocer al Señor leyendo libros, otros oyendo a personas. Sea leyendo u oyendo, ellos no han tocado al propio Señor. El Cristo de la realidad no puede ser comparado con el Cristo leído o escuchado. Eso sólo puede ser entendido en el Espíritu Santo; no existe otra forma de conocerlo. Muchos cristianos se desaniman porque la fe de ellos parece no funcionar. Ellos reclaman que han oído la Palabra durante muchos años y conocen mucho, pero todo lo que conocen es ineficaz. ¿Y por qué? Porque no han tenido contacto con la realidad. Tocar a Cristo con la mano de la carne nunca será eficaz. El poder salió de Cristo hacia la mujer que lo tocó. Pero realmente apenas una persona lo tocó. Si la fe es operante o no, depende apenas de si se toca la realidad. Debemos comprender naturalmente que Cristo en la carne es tocable, visible, sensible a las manos, ojos y oídos de la carne. Pero Cristo en el Espíritu Santo sólo puede ser alcanzado en el Espíritu Santo. Incluso cuando el Señor Jesús vivía en la tierra, ya existían los aspectos exteriores e interiores del conocimiento de Él. Nuestro conocimiento de Él hoy no es diferente del conocimiento del pasado. La cuestión, por lo tanto, es: ¿Cómo conocemos a Cristo? Si un día lo podemos ver por el Espíritu Santo y de ese modo tocar al Cristo de la realidad espiritual, entonces en aquel día lo conoceremos interiormente, aunque no seamos capaces de halar o explicarlo. Después que veamos interiormente, todas nuestras dudas so resueltas. Por esta razón, debemos pedir al Señor que nos dé un conocimiento verdadero de Él, un ver que no procede de nosotros mismos ni de la instrucción de la carne y de la sangre, sino de la revelación del Padre celestial. Décimo ejemplo: El perdón Es correcto que un hermano perdone a otro hermano. Algunas veces vemos a un hermano perdonar a otro hermano que lo ofendió; él hace lo mejor que puede para perdonar, anuncia en alta voz que perdonó. A juzgar por la apariencia exterior, él realmente está perdonando muy generosamente; sin embargo, de alguna manera usted no se siente bien por dentro. Su sentimiento es que él está haciendo mucho esfuerzo para perdonar y que no debería ser así. ¿Por qué? Porque él no tocó la realidad. Podemos encontrar otro hermano que fue ofendido por un hermano. Él está triste, también cree que Dios no puede estar errado; él siente que debe perdonar de corazón a su hermano. Pero él no anuncia su perdón en voz alta, ni manifiesta cuán excelente es él. Él apenas dice que perdona a su hermano. Usted siente que este hermano no está aparentando,
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sino realmente perdonando. Éste tocó la realidad espiritual. Onceavo ejemplo: La humildad La humildad debe impresionar a las personas, pero la humildad de algunos cristianos hace que usted sienta que ellos están usando la propia fuerza para ser humildes. Alguien puede exclamar cuán inútil es, incluso usted siente que se trata de "humildad voluntaria" (Col. 2:18,23), esto es, humildad de la voluntad.3 La humildad que él proyecta no es un artículo genuino. Sí él es de hecho orgulloso, usted pode llamar a su humildad, orgullo, pues usted no sabe cómo clasificar ese tipo de humildad. Usted no puede decir que es orgullo ni decir que es humildad. Sus actitudes exteriores parecen humildad, aunque está lejos de la cosa real. Pero puede haber otro hermano que no usa su propia fuerza y voluntad para ser humilde. Él, por lo contrario, actúa naturalmente y habla suavemente. ¿Qué acontece? El orgullo es manifestado en su corazón inmediatamente, llevándolo a usted a sentir vergüenza del orgullo en su vida. Si en otra situación la persona es orgullosa, usted también puede ser orgulloso. Pero si él considera a los demás mejores que sí mismo, entonces buscará la ayuda de otros naturalmente. Éste tocó la realidad de la humildad. Doceavo ejemplo: El amor En cuanto al ejemplo del amor, el capítulo trece de la primera carta a los Corintios nos ofrece un cuadro muy distinto. "Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve" (v.3). Desde el punto de vista humano, raramente se encuentra un hombre con tal amor. Se puede decir que no existe amor mayor que éste. Todavía Pablo continúa diciendo: "si no tengo amor, de nada me sirve" (v.3). Eso significa que existe la posibilidad de no tener amor aunque se dé todos los bienes a los pobres y el propio cuerpo para ser quemado. En otras palabras, a menos que alguien toque la realidad del amor en el Espíritu Santo, su actitud es apenas una conducta exterior. Es posible que un hermano dé todos sus bienes para alimentar a los pobres y a su propio cuerpo para ser quemado, sin que tenga amor en él. También es posible que un hermano "dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría" y recibir su galardón (Mt. 10:42). La cuestión aquí no está en lo mucho o en lo poco que se hace, sino en que si la realidad es tocada. Sólo la realidad contactada por el Espíritu Santo del Señor es real. Podamos nosotros ver que no necesitamos actuar más de lo que somos delante de Dios. Algunos expresan un amor tan grande, que llevan a las personas a dudar si es genuino. Algunos cristianos muestran tal amor, pero falta en ellos el sentimiento humano; eso levanta sospecha. Cuando leemos la Segunda Carta a los Corintios vemos cómo Pablo fue mal interpretado y calumniado, cómo él sufrió y cómo quedó constreñido. Pero él venció todas estas cosas. No quiere decir que él no tenía sentimientos, pues él era um hombre real. Él fue afligido, pero venció. Él sufrió, pero venció. Aun más, su victoria es la victoria de un hombre y no de un ángel. Él realmente venció, mas venció como un ser humano. Él era verdaderamente humano, y su victoria fue también real. Por el Espíritu de Dios él tocó la realidad. Cuando leemos sus palabras no podemos dejar de inclinar nuestras cabezas y decir: "He aquí un hombre que no está lejos de nosotros. Parece que podemos tocar en él". Sentimos que él no es como Miguel o Gabriel, que él no vive entre los querubines, sino que es una persona que puede ser conocida. No existe otra razón para eso sino que él poseyó la realidad espiritual. Consecuentemente, al tocarle, tocaremos en la vida.
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Nota do Editor: Existen personas que naturalmente son humildes; aunque eso no tenga virtud espiritual por no ser la humildad de Cristo trabajada en nuestras vidas. Pero aquí estamos siendo advertidos en cuanto al engaño de la falsa humildad, disimulada por la carne, la cual es orgullo y pecado. El deseo de Dios es saturarnos de Su Hijo, la Verdadera Humildad.
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Capítulo 2
LA REALIDAD ESPIRITUAL: SUS RELACIONES
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Realidad y conducta Debemos recordar que existe una cosa delante de Dios llamada realidad. La dificultad con muchos cristianos es que ellos intentan fabricarla. Ellos intentan producir esa realidad delante de Dios. El resultado es que ellos copian o imitan. Lo que Dios requiere, sin embargo, es veracidad, esto es, la cosa real manifestada en nuestras vidas. Aquello que hacemos por nosotros mismos es obra del hombre, una falsificación, y no la cosa genuina. Cuán sin sentido es para el hombre actuar con base en la doctrina, pues todo lo que él tiene es nada más que conducta exterior. Él no tiene el artículo verdadero - la realidad. Por causa de eso, debemos aprender a vivir delante de Dios de acuerdo con lo que realmente somos. Debemos pedirle a Él que nos lleve a entrar en contacto con aquello que es espiritualmente real. Algunas veces llegamos cerca de ser falsos, simplemente porque sabemos mucho y obramos conforme a las doctrinas, en vez de seguir la dirección del Espíritu Santo. Siempre que actuamos con base en la doctrina no estamos tocando la realidad. Una vez um hermano narró su experiencia así: "Un hermano me ofendió bastante. Un día él vino a hablar conmigo y me dijo: ‘Hermano, no tiene ninguna importancia; no hay nada respecto de eso’. Pero en mi interior había un sentimiento que me decía: 'Esa cuestión no es cierta, porque él siempre hace estas cosas. Él ha hecho eso a otros y también a mí'. Sentí que debía reprenderlo severamente. Pero raciociné que si yo lo reprendía duramente, él podría quedar herido y decir que yo no lo había perdonado. Si por lo contrario yo lo felicitaba y lo invitaba a comer, ¿no estaría mostrando que yo amo a mi hermano? No obstante, había una fuerte convicción dentro de mí diciendo: 'Usted debe decirle la verdad hoy. Muéstrele dónde esta errada su conducta'. Después de luchar interiormente por unos quince minutos, finalmente le dije la verdad". Es un hecho que algunas veces es más valioso reprender que felicitar. Aunque podamos mantener una apariencia gentil que lleva a las personas a elogiarnos, delante de Dios eso no tiene valor espiritual. La cuestión es: ¿nuestra conducta obedece a la orden de la doctrina muerta o a la dirección del Espíritu Santo? El hermano arriba mencionado amaba de verdad a su hermano en su corazón, pero la cuestión no era del corazón sino de la realidad espiritual. Un día un cristiano tuvo un disgusto con uno de los miembros de su familia. El no creyente era muy violento e hirió al cristiano en el rostro. En aquel momento el hermano se acordó de la enseñanza de Mateo 5: "Si alguien te hiere en la mejilla derecha, ofrécele también la otra" (v.39). Él sabía que siendo un cristiano debía obrar como tal, y así le ofreció la otra mejilla. Habiendo hecho eso, se puso tan nervioso después, que no pudo dormir por dos noches. En lo tocante a su conducta él actuó conforme a la palabra de la Biblia. Sin embargo quedó tan irritado que perdió el sueno por dos noches. Eso claramente revela el hecho de que él no había tocado la realidad espiritual. Su conducta no procedía de la vida, y por eso no era algo real. Muchos cristianos sienten que poseen una deficiencia en el sentido de distinguir lo verdadero de lo falso, y lo que es de Dios de lo que no es. La razón para eso, a juzgar por la experiencia espiritual, yace en la falla de ellos en tocar la realidad espiritual. Si hubiesen contactado aquella realidad, en el momento en que cualquier cosa falsa apareciese delante de sus ojos, serían reconocidas por lo que eran. El poder de discernimiento procede de aquello que alguien ya vio. Si tocamos la realidad espiritual en cierta cuestión, nadie puede jamás engañarnos en aquella cuestión particular. Un creyente verdaderamente salvo tocó por lo menos la realidad espiritual de
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la salvación. Consecuentemente se hace difícil engañarlo en esta cuestión. Igualmente aquel que tocó la realidad espiritual de cierta cuestión, descubrirá naturalmente la cosa irreal tan pronto aparezca. Y cuando encuentra la falsificación, dentro de él se levantará un extraño poder que apartará la imitación. La razón por la que somos tan fácilmente engañados es porque frecuentemente nos engañamos a nosotros mismos. Los que se engañan a sí mismos son susceptibles de ser engañados por los demás. Si no vemos algo en nosotros, ¿cómo podemos verlo en los demás? Cuando llegamos a conocernos a nosotros mismos es cuando comenzamos a conocer a los demás. Los que no se conocen a sí mismos no pueden conocer a los demás. Pero una vez que llegamos a ver quiénes somos, por medio de los tratos de Dios, naturalmente reconocemos lo que los demás son. Si en una cuestión particular usted recibió el tratamiento de Dios y tocó la realidad, usted sabe cómo opera el Espíritu de Dios en usted. Por este conocimiento usted instantáneamente discierne si a otra persona está actuando por sí misma o si es movida por el Espíritu de Dios. El discernimiento espiritual sólo viene después de haber contactado la realidad. Quien no haya tocado la realidad, engaña a dos personas: A sí mismo y a quien está espiritualmente en el mismo nivel. Él no puede engañar a aquellos que saben lo que es del Espíritu Santo y lo que no es. Él no tiene cómo engañar a la iglesia. Puede hasta considerarse espiritual, pero por alguna razón desconocida la iglesia no dice amén. Sabemos que siempre que la iglesia no pronuncia su amén a una persona, está en la hora de que esa persona confiese su pecado. Si los hermanos y las hermanas no sintieren que deben decir amén, aquella persona debe tener falsedad en ella. Algunos hermanos y hermanas han sobrecargado a la iglesia no sólo con sus pecados, sino también con sus cosas "buenas" que brotan de ellos mismos. El pecado es fácilmente reconocido, pero las "cosas buenas" que proceden del ego no son tan fácilmente reconocidas, incluso estando tan lejos de Dios y de la realidad espiritual. Es un asunto de gran preocupación contemplar cuán frecuentemente los cristianos se estiman a sí mismos como que han alcanzado alguna cosa, después de haber trabajado en ella, cuando en realidad aún no han tocado su realidad espiritual. Creemos que cuando alguien encuentra la realidad, eso resultará en vida; cuando eso no acontece, el resultado será muerte. Un hermano realiza un acto particular delante de Dios; él toca la vida y lleva a otros a tocar la vida. Otro hermano también hace alguna cosa; él siente que hizo bien, pero los demás no encuentran vida en él y no son edificados. En vez admirar su acción, ellos la rechazan. Eso ocurre porque la conducta de ese hermano procedió de él mismo, y el resultado es muerte en vez de vida. Debemos aprender a vivir en el Espíritu Santo, si no podremos ejercitar nuestra "buena" conducta sin tocar la realidad espiritual. ¿Qué significa vivir en el Espíritu Santo? Significa no hacer cosa alguna por nosotros mismos o de nosotros mismos. Todo lo que es hecho por el ego es de la carne, y todo lo que es de la carne definitivamente no es realidad espiritual. La realidad espiritual es espiritual y no carnal. Simplificando, realidad espiritual es aquello que alguien toca por el Espíritu Santo. La cosa tocada es viva y real. La conducta de un cristiano no es real si no fuere en el Espíritu Santo. Sua conducta nunca puede substituir aquello que es real delante de Dios. No puede ayudar a los demás ni edificar la propia persona. Que Dios tenga misericordia de nosotros, a fin de que podamos entender que vivir en el Espíritu Santo es vivir en la realidad espiritual.
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Suministro y realidad Donde existe realidad existe provisión, conforme nos muestra el texto de 2 Corintios 4:10: "Siempre llevando en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús también se manifieste en nuestro cuerpo mortal". Donde es exhibida la muerte de Jesús, también es manifestada la vida de Jesús. En otras palabras, desde que la muerte de Jesús esté en nosotros, Su vida también está en nosotros. Esto se refiere a aquellos que conocen la muerte de Jesús, y en los cuales la vida de Jesús es manifestada. "De modo que, en nosotros opera la muerte, mas en vosotros la vida" 11). En el versículo 10 Pablo habla de la manifestación de la vida, y aquí él habla del suministro de la vida. Aquello que es manifestado en nosotros lo llamamos vida, pero aquello que es manifestado en los demás lo llamamos suministro. La fuente es la misma, en vista de que todo proviene de la muerte de Jesús. Consecuentemente, la predicación sin realidad es vacía e inútil, pues no puede suplir el cuerpo de Cristo. Sólo después de que la muerte de Jesús opera en nosotros, puede operar en otros la vida de Jesús. De modo que eso es más que una cuestión de predicación o trabajo; antes es una cuestión de suministro de vida. Sin duda que la predicación tiene su propio lugar, pero si no estuviere endosada por la realidad, no puede suministrar vida. Cuando llevamos em nuestros cuerpos la muerte de Jesús, el cuerpo de Cristo recibe el suministro. Donde hubiere realidad, habrá suministro. Si no conocemos "la muerte de Jesús" y no hubiéremos cargado sosegadamente la cruz, entonces no tendremos suministro. Hermanos y hermanas, por favor, recuérdese que en lo tocante a la realidad espiritual, obra no es lo que usted hace sino aquello que usted ha experimentado delante de Dios; es eso lo que automáticamente suministrará el cuerpo de Cristo. Se de su parte usted conoce lo que es la muerte de Jesús, la iglesia por su parte recibirá espontáneamente el suministro. Por causa de eso, no necesitamos decir a las personas que perdonamos esto o aquello, ni tocar la trompeta para anunciar que hemos amado, ni atraer la atención de las personas con el hecho de haber cargado la cruz. Si no tocamos la realidad, haremos el mayor esfuerzo para suplir a otras personas. No importa si tenemos consciencia de eso o no. El hecho permanece: "la muerte opera en nosotros, mas en vosotros la vida". Nuestra dificultad yace en nuestro demasiado conocimiento de enseñanzas. Obramos de acuerdo con la enseñanza, pero no existe suministro práctico. Recordemos que el suministro no es un acto exterior sino una realidad interior. Si usted hubiese conocido delante de Dios lo que es la muerte de Jesús, entonces la vida de Jesús operaría espontáneamente en la iglesia. Donde existe vida, existe suministro, pues el suministro es comunicación da vida y no la exhibición de trabajo con el fin de ser admirado. El suministro es para edificar a las personas y no para edificar su fama por haber tenido tal y tal experiencia. Lo que importa es si hay o no verdadero suministro. Cada vez que usted pasa por la "muerte de Jesús", algunos hermanos o hermanas recibirán el suministro de vida. No hay necesidad de esperarse hasta que usted publique su autobiografía. En la ocasión en que recibimos vida del Señor, en aquel momento la iglesia ya está siendo suplida con vida. Necesitamos saber que muchas ayudas dadas traspasan la conciencia y el sentimiento. Cuando tenemos realidad las personas serán suplidas, tengamos conciencia de eso o no, pues la vida es un hecho. Siempre que cargamos la cruz verdaderamente delante del Señor, el cuerpo de Cristo recibe el suministro. ¿Cómo podemos entender lo que Pablo dice: "de modo que la muerte opera en nosotros, mas la vida en vosotros", si ignoramos lo
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que es el suministro de vida? Pablo dice a los santos en Colosas: "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia" (1:24). ¿Qué es eso? Es el suministro de vida. Habiendo visto el cuerpo de Cristo como uno, habrá naturalmente el suministro. Por eso Pablo es capaz de sufrir por amor del cuerpo de Cristo y cumplir de su parte en su carne aquello que falta de las aflicciones de Cristo. Usted no puede entender cómo las aflicciones de Cristo pueden ser cumplidas, si usted no ha visto el cuerpo de Cristo como uno. Pedimos al Señor que abra nuestros ojos para que podamos ver que el cuerpo es uno. Quien conoce realmente que el cuerpo es uno no puede faltar en ver 1 Corintios 4: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" Todo lo que tenemos ha sido recibido de Dios, y todo es para el suministro del cuerpo. La realidad que tocamos delante de Dios se convierte en el suministro de la iglesia. El suministro del cuerpo excede las limitaciones físicas de la comunicación. Pablo dijo a la iglesia en Corinto: "Pues yo, estando ausente en el cuerpo mas presente en espíritu" (1 Co. 5:3). Por haber tocado la realidad del cuerpo de Cristo, él pudo decir que su espíritu estaba presente com ellos, exactamente como su cuerpo estuvo presente con ellos antes. Eso no es idealismo; es realidad. Nuestro espíritu invariablemente es hallado allí, en lo tocante a nuestro ver la unidad del cuerpo de Cristo. Eso es llamado suministro de vida, y traspasa las palabras y obras y las limitaciones de la comunicación física. Si conocemos a Dios y estamos en contacto con el Señor, todo lo que experimentamos se convierte automáticamente en riqueza del cuerpo. ¡Cuán lamentable es que la mayoría de los cristianos vivan en la esfera exterior! Cuando trabajan parece haber algún suministro; cuando no están trabajando no existe suministro. Cuando abren sus bocas, parecen ser los siervos escogidos de Dios; cuando sus bocas están cerradas no son dejan de ser los siervos escogidos de Dios. Ellos pueden suplir cuando son apreciados, pero no pueden suplir cuando son malentendidos. Por no haber tocado la realidad espiritual delante de Dios, ellos fallan en suplir vida al cuerpo de Cristo. Sin embargo, existen aquellos que, cuando hablan con las personas por cinco minutos, éstos reciben el suministro de vida a través de ellos. El cuerpo de Cristo es un hecho. El suministro espiritual no depende de saludos de mano ni de conversación. Si alguien ha pasado por alguna experiencia delante de Dios, habiendo recibido de las manos de Dios "la muerte de Jesús", él ya suplió al cuerpo de Cristo. Hermanos y hermanas, nosotros suplimos a la iglesia con lo que hemos conocido de Dios en nuestro interior. No es que tengamos que suplir, ni que a propósito procuremos suplir el cuerpo de Cristo, sino que estamos naturalmente suministrando a la iglesia. El que ha tocado la realidad espiritual tiene suministro; quien no haya tocado la realidad no tiene nada para suministrar. Es algo que no puede ser forzado. A juzgar por la experiencia de Pablo, podemos decir realmente que suplir el cuerpo de Cristo es una realidad y no un acto. Si hemos experimentado la realidad delante de Dios, espontáneamente suministraremos a la iglesia con aquella realidad. Sólo cuando tenemos experiencia real es que beneficiamos a la iglesia. Las palabras que Pablo dice son singulares. Entendemos con facilidad cuando él dice: "llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también a vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo". Mas cuando él dice: "De modo que a muerte opera en nosotros, mas la vida en vosotros", no entendemos tan fácilmente su significado, esto es, si no conocemos la unidad del cuerpo de Cristo. En vista de que el cuerpo es uno, todo lo que es operado en mí será operado en los otros naturalmente. Esto es vida y esto es suministro. Después de ver eso, quedamos extremamente felices porque todo lo que el miembro recibe de la Cabeza es mantenido
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en el cuerpo. Y todos estamos desfrutando de ese cuerpo. Hermanos y hermanas, si tocamos esta realidad, no lamentaremos la pobreza y esterilidad de la iglesia. Es verdad que, en lo tocante a la apariencia, tenemos que reconocer la condición de pobreza y degradación de la iglesia. Tenemos que confesar que en la apariencia exterior los grupos individuales de cristianos, y también los cristianos individuales, todos han fallado. Mas siempre que tocamos la realidad de la iglesia, inmediatamente declaramos que la iglesia no está ni pobre ni degradada. Es por causa del fracaso de los hermanos individuales y de los grupos individuales de cristianos que la riqueza de la iglesia es diminuida, porque día a día todo aquello que los miembros reciben de la Cabeza está supliendo a la iglesia. Pablo tocó en esa realidad espiritual, y por eso podía reprobar a la iglesia en Corinto, y también suplir sus necesidades. "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.4.13). Esta palabra es difícil de ser entendida externa e internamente. Alcanzar la unidad de la fe parece algo tan distante y fuera de las posibilidades para la iglesia solamente cuando contemplamos la apariencia exterior. ¿Quién sabe si la Iglesia va a alcanzar este punto? Incluso, cuando tocamos la realidad espiritual, no sentimos necesidad de hacer tal pregunta. Sabemos que la Iglesia delante de Dios es una y jamás ha sido dividida. Tan pronto toquemos la realidad espiritual, todas las preguntas desaparecerán. ¿Cómo podemos suplir si no hemos visto esta realidad? Nuestro suministro comienza en el momento en que vemos. De modo que la base del suministro es tocar la realidad del cuerpo, y también experimentar la cruz. Debemos reconocer también que el suministro de palabras tiene como base la vida que ya demos a la iglesia. Hermanos y hermanas, el Espíritu Santo dará testimonio de aquello que usted expresa, si aquello que usted dice es lo que usted ya dio a la iglesia en vida. Pero Él no dará testimonio de aquello que usted pronuncia si eso no representa lo que usted ya recibió delante de Dios. Las personas reciben ayuda de sus palabras sólo si usted ya las suplió con su vida. De otra forma la ayuda que las palabras dan es apenas un poco de esclarecimiento de la mente, en vista de que tal ayuda es apenas el producto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El alimento de la iglesia, sin embargo, es vida. La cuestión no es lo que usted puede dar, sino cuanto usted ya ha dado a la iglesia. ¿Usted qué ha dado de realidad a la iglesia? Cuando usted se levanta delante de la iglesia, ¿qué le ha suministrado ya a ella? Si usted no ha tocado la realidad, usted no tendrá nada para suplir a las personas. Solamente lo que es espiritual, que tiene la realidad detrás de la palabra, puede suplir a la iglesia. Algunos cristianos consideran "el cuerpo de Cristo" como si fuese apenas una parábola. Ellos no han visto la realidad do cuerpo, y por tanto no tienen como suplirlo. No existe posibilidad de suplir el cuerpo si alguien no lo ha visto. Es com el cuerpo en vista de que el comer con la boca es el comer del cuerpo, el ver de los ojos es el ver del cuerpo, y el oír de los oídos es el oír del cuerpo. Aquello que un miembro recibe, lo recibe el cuerpo. No importa quien sea el hermano o la hermana, todo lo que él o ella recibe, también es recibido por el cuerpo. Necesitamos comprender que la vida del cuerpo es no sólo un vivir corporativo, sino también una vida corporativa. Si fallamos en tocar en esa realidad, la iglesia es apenas una doctrina y el cuerpo una parábola; consecuentemente no tenemos cómo suplir la necesidad. Hermanos y hermanas, no olviden que ustedes no son una entidad independente, sino miembros del cuerpo. "De manera que si un miembro padece”, dice Pablo, “todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se
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gozan" (1 Co. 12.26). ¿Es eso palabra vacía o hecho? Pablo es un hombre que tiene conciencia del cuerpo. Si él no hubiese tocado la realidad del cuerpo, no podría pronunciar tal palabra. Pedimos a Dios, por tanto, que nosotros llevemos a tocar la raíz, que es la realidad, a fin de que podamos espontáneamente suplir a la iglesia. Preguntas y realidad Si usted no ha visto la realidad espiritual, obviamente usted tendrá muchas preguntas. Supongamos que usted haya oído cosas sobre una persona que usted nunca ha conocido. Naturalmente usted se informará al respecto de ella a través de aquellos que la conocen. Pero existe una persona en todo este mundo que usted ya conoce completamente sin que necesite hacer ninguna pregunta. Esta persona es su propio yo. Usted mismo es una realidad que usted conoce. O entonces, supongamos que haya una casa para ser arrendada y que usted nunca ha visto. Para tener conocimiento de ella, usted necesita preguntar cuántos cuartos tiene, si las ventanas son grandes o pequeñas, etc. Pero después que usted se muda para esta casa y ya vive allí, usted ya no tiene más preguntas que hacer. Todo aquello que ya está claro no necesita de más información. En otras palabras, si vivimos en la realidad de una cosa, no teneos más preguntas. Solamente alguien que no conoce el cuerpo de Cristo preguntará lo que eso significa. Aquel que conoce no hará tal pregunta. En lo tocante a las cuestiones espirituales, podemos esclarecerlas hasta el tal punto de remover cualquier dificultad espiritual, pero no podemos hacerlas tan claras de tal modo que no presente más problemas a la mente humana. Tomemos como ejemplo la predicación del evangelio: podemos predicar hasta que las personas queden lo suficientemente claras para creer, pero no podemos predicar hasta satisfacer plenamente la mente del hombre. ¿Qué dijo Natanael cuando Felipe le dijo que habían encontrado a Aquel de quien Moisés había escrito en la ley y en los profetas? Él dijo: "46¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” Aunque más tarde, cuando el Señor le dijo: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”, Natanael encontró la realidad. A raíz de eso él confesó naturalmente: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:45-49). Él había tocado la realidad, y por eso no formuló más preguntas. Las cosas espirituales son así. Tan pronto alguien toca la realidad, es iluminado por dentro. Él conoce interiormente, sea o no capaz de explicarlo. Algunos pasajes en la Biblia parece que son fáciles de ser malentendidos. Pero se el Espíritu Santo estuviere presente, la realidad espiritual puede ser contactada. De esa manera no puede haber mal entendimiento.
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Capítulo 3
LA REALIDAD ESPIRITUAL: ¿CÓMO ENTRAR EN ELLA?
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Frecuentemente la realidad espiritual no es nada más que una terminología para nosotros, porque no entramos en su realidad. Sólo después que entramos en ella es que podemos tocar aquello que es real. De ahí surge la pregunta: ¿Cómo podemos entrar en la realidad espiritual? "13Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad... 14El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber" (Juan 16:13,14). Estos dos versículos nos declaran que es el Espíritu Santo quien nos anuncia la y nos guía hacia el interior de ella. De todas las obras del Espíritu Santo, dos son de primera importancia: la revelación del Espíritu y la disciplina do Espíritu. La primera nos capacita para saber y ver la realidad espiritual, mientras que la segunda nos conducea la experiencia de la realidad espiritual a través de arreglos circunstanciáis. La revelación es el fundamento de todo el progreso espiritual. Sin la revelación do Espíritu Santo no importa cuán bueno es el conocimiento y cuán excelente la conducta exterior de alguien, este cristino permanece superficial delante de Dios, y puede no haber dado nunca un paso al frente. Por otro lado, se alguien tiene la revelación del Espíritu Santo y carece de la disciplina adicional del Espíritu Santo, la vida de ese cristiano aún es incompleta. Podemos decir que la revelación del Espíritu Santo es el cimiento y que la disciplina del Espíritu es la construcción. Eso no significa que existe um período llamado revelación del Espíritu Santo y otro período llamado disciplina del Espíritu Santo. Los dos están entrelazados. Cuando Él revela, también disciplina; y cuando disciplina también revela. Por esta razón, la revelación no abarca el todo de la vida cristiana - sino que incluye también la disciplina. Creemos que todo aquello que el Padre confió al Hijo, Él lo realizó (Juan 17:4). También creemos que todo aquello que o Hijo confió al Espíritu Santo, Él lo realizará. Creemos que, a despecho de cuán grande sea la realidad espiritual, el Espíritu Santo es capaz de guiarnos hacia el interior de tal inmensa realidad. No existe absolutamente nada de Cristo que haya sido negado a la iglesia. Esto tiene que ver no sólo con nuestra experiencia, sino mucho más, pues encierra la cuestión de si la obra del Espíritu Santo tendrá éxito o no. No olvidemos que, así como Cristo realizó todo, así también el Espíritu Santo todo lo realizará. Debemos creer en la confiabilidad del Espíritu y en la realización completa de Su obra. El objetivo de la obra del Espíritu Santo es guiarnos hacia el centro de la verdad, hacia dentro de la realidad. Él nos da revelación a fin de llevarnos a la presencia de la verdad, para que podamos ver lo que somos en Cristo. Algunos cristianos tienen un defecto, como si el Espíritu Santo tuviese poca organización, poca incorporación en ellos. Cuando no tienen lo suficiente para ayudarse a sí mismos, ¿cómo pueden esperar ayudar a los demás? Mal logran suplir sus propias necesidades; ayudar a los demás para ellos está fuera de cuestión. El cristiano que desea ayudar a otras personas debe ser llevado, él mismo, por el Espíritu del Señor, hacia el interior de la realidad. A fin de conducirlo a la realidad espiritual, el Espíritu del Señor necesita llevarlo a pasar por mucha disciplina y muchas pruebas. "Oh Dios de mi justicia: cuando estaba en mi angustia, tú me hiciste ensanchar" (Slm. 4:1). Dios permitió que David pasase por muchas tristezas para poderlo conducirlo a la largura. En su epístola el apóstol Santiago dice: "Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha
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elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?" (Stg. 2:5). Dios escoge a los pobres del mundo para que sean ricos en la fe. Dios no nutre la idea de tener a Sus hijos siempre en la aflicción y en la pobreza. Su objetivo es llevarlos de la aflicción al ensanchamiento, de la pobreza a la riqueza en la fe. Apocalipsis 21 muestra cuál será la condición de la iglesia delante de Dios, cuando ella aparezca en el futuro: "Teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal" (v. 11). "18El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; 19y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda" (vs.18,19). “La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales" (v.16). ¡Cuán rica y cuán ampliada será la iglesia cuando aparezca un día delante de Dios! ¿Qué es holgura? La holgura de la cual habla el salmista, es cuando de la aflicción usted es llevado por Dios a un lugar amplio para disfrutar de Él. La angustia no es capaz de deprimirlo a usted. Aquel que disfruta de la compañía de la Cuarta Persona en el horno de fuego (Dn. 3:25) es aquel que disfruta de Dios; y aquel que disfruta de Dios es una persona ensanchada. Aquel que es lanzado en la prisión con sus pies en el cepo y aún puede orar y cantar himnos a Dios (Hch. 16:24,25), es aquel que disfruta de Dios; ese tal es ciertamente una persona ensanchada. Una persona presa detrás de las rejas pero que aún disfruta de la presencia del Señor debe ser, inevitablemente, una persona ensanchada. El Espíritu Santo aspira guiarnos a la holgura a través de la aflicción; pero con tristeza tenemos que admitir que algunas veces somos abatidos por ella. Hemos visto el fin o el propósito del Señor en el caso de Job, de cómo el Señor es lleno de piedad y misericordia (Stg. 5:11). Job comprendió la finalidad del Señor, pero algunos llegan a un final antes de que la finalidad del Señor sea alcanzada. Ellos son presionados por la aflicción y fallan en llegar a un lugar espacioso. Tan pronto son probados, ellos murmuran y acusan a Dios de no ser justo; el resultado es que la aflicción los hace capotar, no permitiendo que sean llevados a la holgura. Algunos cristianos pueden no estar en la angustia, sino en la pobreza. Ellos carecen de la realidad espiritual. Lo que tienen apenas es suficiente para suplir sus propias necesidades; ¿cómo pueden hablar de ayudar a otras personas? Pero gracias a Dios, existen cristianos que son espiritualmente ricos. La profundidad y la holgura de esos tales usted no consigue sondear. Siempre que está en dificultades usted va a ellos y siempre es ayudado. Parece que usted no puede encontrar un problema respecto del cual ellos no sepan algo y que las personas que llegan a ellos nunca quedan sin ser ayudadas. Usted tiene que inclinar la cabeza y decir: "Gracias a Dios, existen tales personas tan ricas en la iglesia". La riqueza de ellos excede a su pobreza, por eso pueden suplir sus necesidades. Son ricas porque tocaron la realidad. Si una iglesia puede ser un candelero de oro, esto es, si ella puede realmente testificar para el Señor, depende de cuántos cristianos ensanchados existen en ella, de cuántos cristianos son ricos en fe, y en cuánto los cristianos pueden suplir a otras personas. Es verdad que podemos ir y tocar en la puerta de un amigo a medianoche y pedirle prestados tres panes, cuando no tenemos nada para colocar delante de otro amigo que llegó a nosotros después de un viaje (Lc. 11:5,6). También, algunas veces cuando las personas precisan de pan, el Señor nos dirá: "Dadles vosotros de comer" (Mt. 14:16). ¿Cuántos panes realmente
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tenemos? Generalmente podemos orar en una emergencia y Dios es misericordioso para con nosotros. Sin embargo, la oración de emergencia no puede substituir a la riqueza. Cuán pobres somos se no existe aumento en las cosas espirituales después de, digamos, uno o cinco años. ¿Cuál es la causa de la pobreza? La falta de la disciplina y control del Espíritu Santo. Reconozcamos que todos los que son ensanchados y ricos delante de Dios son los que han pasado por situaciones y tienen una historia con Dios. La experiencia y l a historia de ellos hacen que la iglesia sea rica. Muchas enfermedades son para riqueza de la iglesia; muchas dificultades son para riqueza de la iglesia; muchos sufrimientos son para la riqueza de la iglesia, y muchas frustraciones son para la riqueza de la iglesia. Contemple el número de cristianos que pasan sus días en la tranquilidad y en la facilidad. El resultado es pobreza espiritual. Cuando otros hermanos y hermanas están en dificultad, ellos no entienden ni son capaces de ofrecer asistencia espiritual. No tienen historia delante de Dios. El Espíritu Santo no tiene oportunidad de manifestar la realidad de Cristo en ellos porque no tienen oportunidad de incorporar a Cristo en ellos. Incluso habiendo oído mucho la Palabra, el oír no puede substituir la obra del Espíritu Santo. Aquellos que carecen de la obra del Espíritu en sus vidas no pueden tener como suya la riqueza de Cristo; por eso nada tienen con qué suplir a otras personas. Lo que determina si somos ricos o no en las manos de Dios es la extensión de la obra que el Espíritu Santo ha obrado en nos. Un cristiano no debe ser tan caído haciendo parecer que el Espíritu Santo no lo ha incomodado. Su pobreza parece predestinada, pero creemos que el Señor no soltaría a nadie si él se hubiese entregado en Sus manos. Creemos que cada una de las pruebas tiene el propósito de ensancharnos y enriquecernos. Cada prueba produce más riqueza. Cada dificultad nos ayuda a conocer mejor a Dios. Y así seremos capaces de suplir las necesidades de los hijos de Dios. Una hermana fue salva cuando tenía trece años; ella vivió ciento tres años. Un hermano la visitó cuando cumplió cien años, y le preguntó por qué Dios la había conservado tanto tiempo en la tierra. Ella tranquilamente respondió: "Dios me conserva aquí para que yo pueda orar más, y más y más." ¡Oh, cuán rica era esta hermana! Otra hermana estuvo en cama durante más de cuarenta años, y por treinta y cinco años quedó sorda. Cuando un hermano fue a visitarla, ella le dijo: "Antes yo era muy activa, corriendo para todos los lados; yo no satisfice los muchos trabajos de oración necesitados por la iglesia. Pero hoy estoy en cama. Durante cuarenta años hago diariamente la obra de oración". Ella no estaba ni airada ni ansiosa ni murmurando por causa de su enfermedad; por el contrario, ella hizo una gran obra. La aflicción la había ensanchado y la hecho rica, y su riqueza se convirtió en riqueza de la iglesia. Algunos hermanos y hermanas no son elocuentes en la iglesia ni tienen mucho conocimiento, sin embargo saben cómo orar. Siempre que escuchan algo ellos oran por aquella cosa. Oran por los enfermos, por los hermanos y hermanas en dificultades; ellos suplen a la iglesia constantemente con sus oraciones. Otros hermanos y hermanas sólo se reúnen pero nunca oran; ellos oyen los mensajes y aun así no oran; no tienen nada con qué suplir a la iglesia. Son pobres porque no han recibido la disciplina del Espíritu Santo y no saben lo que es realidad espiritual. Humanamente hablando, algunos hermanos y hermanas deberían haber caído hace mucho tiempo, mas aún están de pie. ¿Cuál es la explicación? Es que alguien los está supliendo. Por esa razón, la abundancia de la vida no es una cuestión de palabra o de doctrina, pero sí de cuanto usted ha pasado delante de Dios y, por tanto, de cuanto usted puede suplir a la iglesia.
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Día tras día el Espíritu Santo busca oportunidades para guiarnos adentro de la realidad espiritual. Si rehusamos aceptar Su disciplina, le negaremos a Él la oportunidad de conducirnos a la realidad espiritual. Muy frecuentemente, cuando surge la dificultad, algunos escogen el camino más fácil para escapar. Cuando llegan las pruebas, algunos pasan por el contorno y evitan de esa forma la dificultad; pero la oportunidad del Espíritu Santo de guiarnos al corazón de la realidad espiritual también es perdida. El Espíritu del Señor no tiene la oportunidad de obrar algo dentro de ellos, a fin de que puedan compartir con la iglesia lo que han recibido. Se huimos de la disciplina del Espíritu Santo, no podemos ansiar entrar en la realidad espiritual, pues perdemos la oportunidad de ser ensanchados y enriquecidos. Hermanos y hermanas, aceptemos la disciplina del Espíritu Santo. Así entraremos en un lugar espacioso y tendremos algo para suplir a la iglesia. Necesitamos consagrarnos nuevamente y más completamente, a fin de que le concedamos al Espíritu do Señor la oportunidad de perfeccionar Su obra y guiarnos al corazón de la realidad espiritual. Podamos nosotros aprender diariamente delante de Dios, a fin de que nuestro depósito pueda convertirse en riqueza de la iglesia. Tal riqueza un día será manifestada en el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra. Hermanos y hermanas, no existe oro que no haya pasado por el fuego, ni piedra preciosa que no haya pasado por las tinieblas, ni perla que nao haya experimentado el sufrimiento. Pedimos al Señor que nos libre de toda conversación vana y toda pobreza. Le pedimos a Él, por otro lado, que podamos ver más y más lo que es la realidad espiritual, para ser guiados por Su Espíritu hacia el corazón mismo de toda realidad espiritual.
Capítulo 4
LA OBSESIÓN: ¿QUÉ ES? "10¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. 11He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados" (Is. 50:10,11). “Pues en ti está el manantial de la vida: en tu luz veremos la luz" (Slm. 36:9). Realidad espiritual es veracidad. Es la verdad que nos hace libres. Frecuentemente el cristiano falla en tocar la veracidad y cae en la falsedad. Él es engañado y atado por la falsedad. No ve claramente el verdadero carácter de una cosa; asimismo se considera
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esclarecido. Lo que piensa y hace es errado, pero él entiende que está muchísimo en la verdad. Tal condición la llamamos “obsesión". Aquel que está obcecado necesita de la luz de Dios; en caso contrario no podrá salir de su obsesión. Vejamos qué es la obsesión. Obsesión es el propio engaño La primera Carta de Juan describe una persona obcecada diciendo que ella se engaña a sí misma (1:8). Si alguien sabe que pecó pero asimismo dice a los demás que no pecó, es una mentira. Pero si él pecó y aun así cree que no cometió pecado, eso es engaño propio. La mentira es cometida cuando alguien sabe en sí mismo que pecó pero le dice a los demás que no. La obsesión es evidente cuando alguien peca y aun piensa tan bien de sí mismo a punto de creer que no tiene pecado alguno como el Señor Jesús. El mentiroso conoce su pecado pero procura engañar a los demás. El obcecado, aunque haya pecado, cree y dice a los demás que no tiene pecado. En otras palabras, la mentira es engañar a los demás, y la obsesión es engañarse a sí mismo. A esencia en una mentira es la misma que en una obsesión; ambas son pecado. Pero en una mentira la persona conoce su pecado en su conciencia, mas procura engañar a los demás diciendo que no pecó; en la obsesión no sólo dice que no tiene pecado, sino que psicológicamente cree en su inocencia. Quien engaña a las personas es mentiroso; quien se engaña a sí mismo es obcecado. Ellos viven en sus imaginaciones. Muchos de los que son orgullosos son obcecados. La tendencia de los soberbios es concebir pensamientos sobre ellos mismos, al punto de creer literalmente que son así como piensan, e desean que los demás también crean que son así. Pablo una vez fue obcecado. Cuando Esteban fue muerto por apedreamiento, Pablo "consintió en su muerte" (Hch. 8:1a). Él estaba totalmente obcecado por dentro. Cuando escribió a la iglesia en Filipos, hizo referencia a su historia pasada, diciendo: "en lo tocante al celo, perseguidor de la iglesia" (3:6). Él pensaba que estaba sirviendo a Dios celosamente al perseguir a la iglesia, y no estaba contento con ver a las personas que fuesen apenas heridas; él pidió cartas a Sumo Sacerdote para Damasco y para las sinagogas, a fin de que, si encontrase a algunos que fuesen del Camino, hombres o mujeres, pudiese llevarlos presos a Jerusalén (Hch. 9:1,2). Él creía que obrando de esa manera podría servir a Dios con fervor. Pero, ¿estaba en lo correcto? Su deseo de servir a Dios era correcto, pero su persecución contra la iglesia pensando que era un servicio a Dios estaba errado. Él estaba errado, pero aun así creía estar en lo cierto; eso se llama obsesión. Aquellos a quienes el Señor se refiere en Juan 16 eran obcecados también (v.2). "Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios". Imaginar que matar a los discípulos del Señor es servir a Dios, eso es obsesión. La obsesión es un asunto del corazón. Cuando el obcecado hace algo errado, su corazón insiste en que él está en lo cierto. Se alguien obra erradamente y afirma que está en lo cierto, está mintiendo. Pero si actúa erradamente y aún declara con su boca y cree en su corazón que está en lo cierto, está obcecado. El mentiroso es duro por fuera pero seco por dentro; cuanto más optimista exteriormente, más vacío se vuelve interiormente. El obcecado es duro por fuera y por dentro, siendo optimista en lo interior y en lo exterior, pues hasta su misma conciencia parece justificarlo. La situación del obcecado es tal que habiendo hecho algo errado aún piensa y firmemente cree que aquello está tan correcto que
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nadie puede decir que está errado. Isso é obsesión. Además, el obcecado imagina algo que no ha acontecido, como si realmente hubiese acontecido, y su imaginación va tan lejos hasta el punto de afirmar que otros definitivamente hicieron aquello. En verdad, cuanto más él piensa en aquello, más cierto se vuelve para él. Eso también es obsesión. Algunas veces el cristiano admira cierta cosa y secretamente anhela conseguirla. Al comienzo se siente un poco incómodo sobre su deseo, pero a medida en que continúa pensando en aquella dirección, poco a poco y de manera creciente, queda convencido de la legitimidad y realidad de aquella cosa. Finalmente la recibe como verdad y pasa a propagarla como verdad. Eso también es obsesión. Cuando las personas llegan a este punto de obsesión es muy difícil convencerlas de su error, aunque alguien pruebe eso por la Palabra de Dios. La razón es que ellas dicen conscientemente (isto es, conforme a la conciencia) que están en lo cierto. Por eso seamos muy cuidadosos a fin de que no tengamos la menor intención de engañar a los demás. Debemos corregir palabras inexactas pronunciadas de cualquier forma. Se dijéramos palabras inexactas con el objetivo de engañar a las personas, acabaremos por engañarnos a nosotros mismos. Se cuenta una historia de um hermano que deseaba ser un cristiano celoso. Él pensaba que la voz que usaba de manera natural en la oración no era bastante ardiente; resolvió entonces producir otra voz. Cuando oró la primera vez con su nuevo tono de voz, se sintió bastante constreñido, pues no era su voz natural. Mas poco a poco se olvidó de cómo era su voz natural. Todos sentían la falta de naturalidad de su voz, pero él la consideraba muy natural. Considerar lo que no es natural como si lo fuese es obsesión. Cuando fingió la primera vez él tenía conciencia de la ausencia de naturalidad. Pero después de quedar obcecado, perdió su conciencia interior y la aceptó como real. ¡Cuán lamentable es la obsesión! La obsesión ilustrada por el libro de Malaquías Un libro en el Antiguo Testamento muestra principalmente qué tipo de persona es aquel que está obcecado. Este es el libro del profeta Malaquías. "Yo os he amado, dice Jehová" (1:2). Esto es un hecho, pero Israel dice: "¿En qué nos amaste?" Esto es obsesión. Lo que ellos dicen no es lo mismo que una mentira común. Ellos se atreven a decir a Dios: "¿En qué nos amaste?" Eso prueba que sus corazones realmente no creen que Dios los ha amado. Ellos no creen en ese hecho, por el contrario, aceptan una mentira como verdad. Si eso no es obsesión, ¿qué será entonces? "El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?" (1.6). Esta palabra fue dada por Dios. Pero ellos responden: "¿En qué hemos menospreciado tu nombre?" Ellos no honraron al Señor, aunque creen que no han despreciado Su Nombre. Eso es obsesión. "En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo" (1:7). Esta es la Palabra de Dios. Asimismo ellos responden: "¿En qué te hemos deshonrado?" Ellos están errados pero piensan que están en lo correctp. Eso es obsesión. "13Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. 14Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra
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la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto" (2:13,14). Esto es un hecho. A lo que ellos responden: "Porque?" Ellos no creen que obran erradamente. Eso es obsesión. “Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras" (2:17). Eso es un hecho. Pero ellos dicen: "¿En qué le hemos cansado?" Evidentemente que ellos enfadaron a Dios, pero aun así ellos no creen que lo hicieron. Eso es obsesión. "Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?" (3.7). Eso es lo que Dios dice, pero la respuesta de ellos fue: "¿En qué hemos de volvernos?" A sus propios ojos ellos son un pueblo que nunca se apartó de las ordenanzas de Dios, y por eso piensan que no hay motivo para volverse. Eso es incuestionablemente un caso de obsesión. "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado" (3:8), dice el Señor. A respuesta de ellos es: "¿En qué te hemos robado?" Ellos habían robado a Dios en los diezmos y en las ofrendas elevadas, y aun así pensaban que nunca le habían robado. “Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová” (3:13). Eso es un hecho, pero la respuesta de ellos fue: “¿Qué hemos hablado contra ti?” Ellos ofendieron, sin embargo, no pensaban que habían ofendido a Dios. Eso ciertamente es obsesión. La obsesión ilustrada por el evangelio de Juan Existe un libro en el Nuevo Testamento que toca bastante la cuestión de la obsesión. Es el Evangelio según Juan. "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis" (5:43). Los judíos parecían tener una conciencia sin ofensa en su rechazo al Señor Jesús. La razón era el hecho de estar obcecados. "¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?" (5:44). ¿Por qué ellos buscaban aquello que no era gloria en vez de la verdadera gloria? Porque estaban obcecados. "¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme?" (7:19). Fue eso lo que dijo el Señor. Pero la multitud respondió: "Demonio tienes; ¿quién procura matarte?" (v.20). La mentira de ellos llegó al nivel de la obsesión; en caso contrario, ¿cómo hubieran podido acusar al Señor de tener demonio? Ellos pretendían matar al Señor Jesús, y asimismo estaban tan obcecados llegando a imaginar que el Señor tenía demonio. "Pero éste, sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea" (7:27). Eso también es mentir al punto de estar obcecado. El fenómeno de la obsesión Estar obcecado es muy trágico y triste. El obcecado cae en un estado bastante anormal. Vamos a dar algunas ilustraciones. Algunos cristianos son obcecados en su forma de hablar. Habiendo dicho cosas, son capaces de pensar que nunca las dijeron; o no habiendo dicho cosas, piensan que las dijeron. Cosas que los demás nunca dijeron, ellos imaginan e insisten que sí dijeron. Tales creyentes no sólo mienten, sino que también están obcecados. En verdad existen cristianos que están obcecados en un nivel tal que llegan a aceptar la mentira como verdad, lo errado como verdadero y lo falso como hecho.
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Tales cristianos comienzan pensando en engañar a los demás, pero acaban engañándose a sí mismos. Alguien puede mentir y engañar a uno, cinco o diez hermanos. Estos hermanos sufren la pérdida, pero el precio pagado por el que miente es mucho más alto, pues sus tinieblas lo conducirán a la obsesión. Él miente hasta convertirse en un hábito. Eventualmente creerá que su mentira es verdad. Las mentiras comienzan engañando a los demás y terminan en obsesión para el que miente. Al comienzo alguien puede sentirse un poco incómodo, creyendo que no es correcto para un cristiano decir una mentira. Sin embargo, más tarde, cuanto más sigue mintiendo menos sentirá que está errado. En verdad, cuanto más mienta más convencido se sentirá; sí, él mismo cree que eso es verdad. Eso es obsesión. Él comienza creando una disculpa innecesaria para engañar a los demás, pero termina creyendo que aquello es un hecho. Eso es realmente obsesión. Algunos cristianos son obcecados en su testimonio. Después de oír el testimonio de muchos hermanos respecto de córno sus oraciones fueron respondidas, sus trabajos bendecidos y sus problemas resueltos, un hermano comienza a soñar que sus oraciones también son respondidas, sus obras bendecidas y sus problemas igualmente resueltos. Todo eso, sin embargo, no son hechos sino fantasías. Asimismo, habiendo oportunidad, él se levanta para dar su testimonio. Habla de forma tan viva que lo que es apenas un sueño común parezca algo extremamente maravilloso. Después de dar su testimonio algunas veces él pasa a creer en él. Ya no puede distinguir qué parte es verdadera y qué parte es falsa. Él se engañó creyendo que todo es verdad. Eso es obsesión. Algunos cristianos son obcecados con enfermedades. Sus cuerpos físicos en verdad son saludables, aunque ellos afirman tener alguna dolencia. Muchas de sus dolencias surgen del amor propio. No están enfermos, pues los médicos no pueden prescribir ningún remedio; pero por amarse tanto a sí mismos, ellos se quejan de ese o de aquel estado incómodo. Se sus corazones laten apenas un poco más deprisa, concluyen que deben tener problemas del corazón. Si tosen un poco más, tienen la certeza de que están com tuberculosis. Si los médicos les dijeren la verdad que no están nada enfermos, ellos afirman que los médicos son incompetentes. Pero si les dijeren que están enfermos de verdad, ellos alaban a los médicos una y otra vez diciendo que son muy capaces. No tener dolencia y aún insistir que tienen es obsesión. Eso es el resultado del amor propio. Puede comenzar muy bien con el deseo oculto de ganar simpatía de la familia, de los amigos, de los parientes, pero eventualmente termina con la propia persona creyendo estar enfermo. Ella crea su dolencia a través de la psicología. Eso es obsesión, pues la obsesión es crear algo para, por medio de él, engañarse a sí mismo hasta no tener conciencia de estar engañado. Algunos del pueblo de Dios están obcecados por el miedo. Alguien puede abrigar un miedo en su corazón sin que nada terrible haya acontecido. Al comienzo puede ser un simple pensamiento de que algo es terrible. Pero después, el miedo real desciende sobre él. Podemos dar muchas razones para mostrar que nao es nada amedrantador, pero asimismo no podremos convencerlo. No importa quién le diga la verdad, él cree en la falsedad. Eso también es obsesión. Algunos cristianos son obcecados por sus suposiciones. Debido a la falta de luz tales creyentes frecuentemente aceptan las suposiciones como hechos. Al principio alguien puede apenas imaginar que otro fizo cierta cosa, o pronunció palabras o frecuentó cierto lugar. Después, sin embargo, él cree que otro en cuestión hizo aquella cosa, habló aquella palabra o frecuentó aquel lugar. Él está tan obcecado que imagina algo que nunca aconteció. Su acusación es claramente injustificable, pero asimismo él cree que es verdad. Eso es obsesión. Él cree en lo que no es verdad para otras personas. Eso es obsesión. Él acepta la suposición como un hecho. Eso es obsesión. Existe otro tipo de obsesión. Algunos santos buscan realmente al Señor. Ellos esperan andar de modo perfecto delante de Él, pero
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no tienen luz. Tales personas pueden contemplarse a sí mismas creyendo que hicieron algo errado, cuando no existe nada errado. Ellas se preocupan casi al punto de morir. Llegan al extremo de lamentar que el Señor no las puede perdonar, ni que la sangre preciosa puede purificarlas de su pecado. A juzgar por la luz de Dios, sólo podemos concluir que ellas no han pecado. Pero ellas piensan que sí, y que cometieron una terrible transgresión. Ellas agonizan y derraman muchas lágrimas, confiesan centenares de veces. Confiesan todo el tiempo porque sienten que su pecado está siempre presente con ellas. ¿Qué nombre le da usted a eso? Eso también es obsesión. Alguien no queda obcecado apenas con cosas ruines; existe la posibilidad de llegar a ser obcecado hasta por la convicción de pecado. Un cristiano que busca a Dios se puede condenar innecesariamente si le falta la luz. Creer en aquello que no es un hecho es obsesión. "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!" (Is. 5:20). Alguien puede quedar tan obcecado a punto de llamar a lo malo bueno y lo bueno malo, de poner a las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, y lo amargo por dulce y lo dulce por amargo. Él está totalmente errado, pero tiene confianza que está en lo cierto. ¡Cuán lamentable es tal condición! Lo que más debe temer el cristiano es tener pecado y no ver tal pecado. Tener pecado está relacionado con contaminación, pero no ver el pecado está relacionado con tinieblas. La contaminación ya es bastante peligrosa, pero sumarle tinieblas a la contaminación es doblemente peligroso. El cristiano que vive en las tinieblas no puede andar tranquilamente en el camino que yace delante suyo, porque no lo ve. Los fenómenos de la obsesión son muchos y variados. Existe la posibilidad del creyente quedar obcecado en su pensamiento en relación a sí mismo y a los demás, en sus palabras concerniente a sí mismo y los demás, en su situación espiritual, en sus pecados y en todo lo relacionado consigo mismo. La obsesión es realmente un síntoma muy común. Todos los cristianos pueden caer en la obsesión; la diferencia yace apenas en el grado. Por eso no podemos dejar de prestar atención a eso.
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Capítulo 5
LA OBSESIÓN: CAUSAS Y LIBERACIÓN
Para cada obsesión existe una causa. Vamos a intentar encontrar algunas de las causas básicas, examinando atentamente las Escrituras. Amor a las tinieblas Hay personas que aman más a las tinieblas que a la luz. Esta es una causa principal de la obsesión. Este amor anormal revela el desvío del corazón, por eso tales personas se vuelven fácilmente obcecadas. A fin de evitar dificultades y se preservaren de problemas, ellas no se atreven a encarar luz, pero procuran conformarse diciendo que están en lo correcto. Poco a poco comienzan a creer que están en lo cierto. Así quedan obcecadas. Los judíos rechazaron o Señor Jesús porque amaban más a las tinieblas que a la luz (Juan 3:19). Ellos no tenían luz, pues habitaban en las tinieblas. Creían justo odiar y rechazar al Señor Jesús. "Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho," dijo el Señor, "no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre" (Juan 15:24). ¿Por qué? Porque estaban obcecados. Odiaron al Señor sin causa. Necesitamos saber que siempre que hubiere tinieblas y no luz, existirán conceptos errados, falsa confianza y juicio errado. Existe um elemento de obsesión en todos y
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cada uno de los errores. La consecuencia de no amar la luz es obsesión. Orgullo El orgullo también es una causa principal de la obsesión. "El orgullo de tu corazón te engañó" (Obadias 3). Eso revela que la mayor causa de la obsesión es el orgullo. Aquellos que se engañan con la obsesión probablemente todos son personas soberbias. Si un cristiano coloca su corazón en la vanidad y posición delante de los hombres, puede comenzar a fingir ser lo que no es con el fin de engañar a las personas. Poco a poco comienza a engañarse a sí mismo y a volverse obcecado. Una vez que se convierte en orgulloso, puede fácilmente pensar de sí mismo que tiene algo extraordinario. Lentamente aceptará las fantasías como verdad. Así él cae en la obsesión. Hermanos y hermanas, nunca consideren el orgullo como algo insignificante, pues puede fácilmente impelirnos hacia la obsesión. Aprendamos, por tanto, a ser humildes. No recibir el amor de la verdad No recibir el amor de la verdad es otra causa enorme por detrás de la obsesión. En 2 Tesalonicenses nos es mostrado que para aquellos que "no recibieron el amor de la verdad... Dios les envía la operación del error, para que crean en la mentira" (2:10,11). Esta es realmente una consecuencia terrible. Las personas se vuelven obcecadas por creer en las mentiras. Ellas creen en cosas que no existen. Por no haber recibido el amor de la verdad, naturalmente se inclinan hacia las mentiras. "Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia" (Pv. 23:23). Las verdades necesitan ser compradas, esto es, debe ser pagado un precio. Bienaventurados somos si nuestros corazones están bien preparados para la verdad de Dios. Nosotros amaremos la verdad y la aceptaremos, cueste lo que nos costare. Pero muchas veces los hombres no tienen el amor de la verdad en ellos. Ellos tuercen la verdad y hasta se deshacen de ella. Finalmente acaban creyendo que no es la verdad. Proclaman como falso lo que es verdad y predican como verdad lo que es falso. Ellos parecen hacer eso con confianza. Eso definitivamente es obsesión. Debemos saber que una vez que alguien rechaza el amor de la verdad en su corazón, le es muy difícil ver la verdad más tarde. Había un hermano que estudiaba en un seminario teológico. Él fue a conversar con uno de sus profesores sobre la cuestión del bautismo. Este hermano dijo: "He visto delante de Dios que fui crucificado con el Señor. Ya estoy muerto; necesito ser sepultado; debo ser bautizado. ¿Qué dice el Señor de eso?" El profesor respondió: "Yo también tuve una experiencia semejante anteriormente. Un poco antes de formarme en el seminario, como acontece con usted ahora, yo también vi esa cuestión de la muerte, sepultura y resurrección juntamente com Cristo. Yo vi que ya había muerto, que debía ser sepultado en el bautismo. Pero si yo fuese bautizado por inmersión, no hubiera podido trabajar en la denominación a la cual yo pertenecía. Oré sobre eso y sentí que podía postergar la decisión hasta después del grado y la ordenación. Me formé en el seminario y fuí ordenado pastor. Ahora han pasado muchos años. Aunque no haya sido bautizado, me he sentido muy bien. Por eso, ¿por qué usted no se concentra en sus estudios? Después da su grado y ordenación, ese problema puede no incomodarle más". Vivir en paz después de violar la verdad, esto no es otra cosa sino obsesión. Felizmente aquel hermano no prestó oídos a su profesor. Hermanos y hermanas, recuerden que podemos fácilmente volvernos obcecados si nuestro corazón no fuere totalmente para el Señor.
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No buscar la gloria que viene del único Dios No buscar la gloria que viene del único Dios es también un factor en la obsesión. “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Juan 5:44), pregunta el Señor Jesús. Por haber codiciado la gloria de los hombres, los judíos rechazaron al Señor y perdieron la vida eterna. ¡Cuán lamentable! Este amor desordenado por la gloria de los hombres inclinó los corazones de ellos hacia la mentira. Como resultado, ellos creyeron en la falsedad. Se volvieron altamente confiados en sí mismos. No eran nada más que obcecados. La liberación: Ver la luz en la luz de Dios La obsesión es trágica. Los hijos de Dios no deben caer en la obsesión. El obcecado no puede ver el carácter real de las cosas. Por tanto, en las palabras que siguen apuntaremos de manera breve cómo ver la realidad y evitar la confusión. "10¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el 11 nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados" (Is. 50:10,11). Cuando los israelitas anduvieron en tinieblas y no tenían luz, más que naturalmente encendieron tizones con los cuales se rodeaban. Ellos andaban en las llamas de su propio fuego. ¿Eso era bueno? De ningún modo, pues el resultado fue que se echaron en aflicciones. Las tinieblas espirituales no pueden ser deshechas por los tizones hechos por el hombre. La luz debe venir de Dios y no de los hombre. Las antorchas humanas nunca pueden capacitar a alguien para ver la realidad espiritual. Procuremos entender que los tizones que encendemos nunca pueden ser una fuente de luz espiritual. Algunos cristianos dicen: "¿Dónde puedo estar errado? No siento que hice algo errado. No siento estar errado en nada". ¿Es usted realmente tan digno de confianza? Otros pueden decir: "Medité mucho sobre esa cuestión en particular. Me atrevo a concluir que es definitivamente cierta". ¿Es cierto afirmar que puede decidir definitivamente por el hecho de haber meditado bastante? De acuerdo con la Palabra de Dios, esta no es la manera para que los cristianos lleguen a conocer cierta cosa. Podemos agotar nuestro poder mental en deliberaciones, pero todo lo que haya tenido acceso allí será simplemente su antorcha humana. El cristiano no puede proseguir su jornada espiritual mediante la luz de su propio tizón. Debe depender del nombre del Señor. Sólo confiando en Dios se puede ver y andar espiritualmente. Frecuentemente nos volvemos más confusos debido a nuestro mucho pensar, y podemos hasta incluso ser engañados. La luz espiritual no viene de nuestro sentimiento o pensamiento. Cuanto más alguien busca la luz dentro de sí mismo, menos luz tiene, pues la luz no está en él. "Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz" (Slm. 36:9). Solamente por la luz de Dios es que vemos realmente la luz, esto es, el verdadero carácter de una cosa. La primera luz en el texto anterior es la luz que ilumina; la segunda luz es el verdadero carácter que es visto. Necesitamos vivir en la luz de Dios si deseamos ver el carácter real de una cuestión.
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Hermanos y hermanas, es un gran problema el modo como vivimos. Si vivimos en la luz de la vida de Dios, podemos ser personas que ven. Existen cristianos que merecen nuestro mayor respeto no sólo por su propia bondad, sino también por su vivir delante de Dios. "Dios es luz" (1 Juan 1:5). Todos los que conocen a Dios conocen la luz. Todos los que conocen la luz manifiestan tener a Dios en ellos. Aquel que conoce la luz de Dios es capaz de discernir su carácter y de notar sus faltas, tan pronto se encuentra con usted. No es que él esté queriendo aguijonearte, sino por causa de su aguda visión interior. Para quien no tiene luz, cierta cosa puede parecer muy buena; sin embargo, debe ser dejada para que aquel que vive en la luz de Dios descubra el verdadero carácter de tal cosa. Ninguna luz de linterna es necesaria debajo del sol brillante; ningún tizón humano es necesario debajo de la luz de Dios. Si viviésemos en la luz de Dios, el verdadero carácter de una cosa seria tan claro y transparente como la luz. Aquellos que se conocen en la luz de Dios tienen verdadero conocimiento de sí mismos. Si no estamos en la luz de Dios, podemos pecar sin estar conscientes de cuán impío es nuestro pecado; podemos caer sin que tengamos plena conciencia de cuán vergonzosa es nuestra caída. Podemos hacer algún bien exteriormente, pero cuán engañoso es nuestro estado interior. Podemos mostrar bondad por fuera, pero ¿quién conoce nuestra dureza por dentro? Podemos vestir de una manera espiritual, pero en nuestra realidad somos totalmente de la carne. Cuando la luz de Dios viene, el verdadero carácter de todas estas cosas será manifestado. Entonces nos veremos totalmente y confesaremos cuán indignos éramos antes. Aquí está la diferencia entre los dos Testamentos: en el Antiguo lo verdadero y lo errado eran conocidos por la ley exterior; en el Nuevo conocemos el verdadero carácter de una cosa por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros. Es posible que veamos nuestra falta a través de la doctrina o de la enseñanza, pero asimismo necesitamos ver nuestra falta a la luz de Dios. Conocer nuestra falta por medio de la doctrina o de la enseñanza es superficial; percibir nuestra falta a la luz de Dios es total. Solamente an la luz de Dios podemos ver lo que Dios ve. Este es el significado de ver la luz en la luz de Dios. Si no queremos quedar obcecados, debemos vivir en la luz de Dios. Nuestra mayor tentación es encender nuestros propios tizones. Siempre que enfrentamos un problema, inmediatamente buscamos las respuestas en nosotros mismos. Intentamos decidir lo que es correcto y lo que es errado. Hermanos y hermanas, este no es el camino que Dios quiere que sigamos. Necesitamos ser humildes, reconociendo cuán indignos de confianza somos. Nuestro juicio, pensamiento y acción no son confiables. Estamos sujetos al error. Lo que juzgamos como verdadero puede no ser necesariamente cierto; lo que juzgamos errado puede no ser errado. Lo que consideramos dulce puede ser amargo y viceversa. Lo que recibimos como luz puede no ser luz en modo alguno, y lo que recibimos como tinieblas puede venir a no ser tiniebla. No debemos sustituir la luz de Dios por los tizones que encendemos. Debemos recibir la luz de Dios. "22La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?" (Mt. 6:22,23). El cristiano que no tiene luz en él, tiende a la obsesión. Qué lamentable es que alguien no vea lo que debería ver y no sepa lo que debería saber. Debemos pedir a Dios que brille a través de nosotros a fin de que podamos tocarlo. La vida del cristiano no debe ser llena de problemas, dudas y vacilaciones. Debemos ser capaces de ver se algo es cierto o errado. Si lo podemos ver, evitaremos caer en obsesión. "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Jn. 7.17). La condición para que seamos iluminados está en el deseo sincero de que queramos la voluntad de Dios. Cuidémonos de no decidirnos
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por cualquier asunto que llegue a nos rápida y confiadamente. Por el contrario, pidamos a Dios que nos dé un corazón perfecto para que hagamos Su voluntad. Un corazón endurecido, egoísta y auto-confiado, bloquea la luz de Dios. Si deseamos tener la luz de Dios debemos ser afectuosos, no egoístas y no auto-confiados. Resumiendo, debemos ser humildes. Pidamos a Dios que nos libre, a fin de que diariamente podamos vivir en Su luz, y así seamos capacitados para conocer lo que es veracidad y realidad. Que Dios nos libre de la falsedad y de la obsesión!
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