Rey Alfonso XIII

Historia de España. Segunda República. Maura. Canalejas

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ALFONSO XIII. UN NUEVO REY INTRODUCCIÓN AL NUEVO PERIODO GUBERNATIVO Cuando Alfonso XIII accede al trono, un caluroso 17 de mayo de 1902, en el que el monarca celebra su decimosexto aniversario, se marca el inicio de un período en el que habrían de producirse profundas transformaciones en la vida española, hasta el punto de que terminaría por derrumbar el orden político organizado por Cánovas desde 1876. La coyuntura de 1913 −junto con la anterior de 1909 y la posterior de 1917− constituye uno de los momentos clave en el proceso de disolución del régimen, por cuanto el asesinato de Canalejas dio paso a una crisis constitucional en la que Maura puso a prueba la supervivencia del turno político. En esas circunstancias, el rey tomó una serie de iniciativas que le convirtieron, efímeramente, en la máxima esperanza de una transformación política profunda, mientras que, en los aledaños del régimen, el reformismo parecía poder desempeñar una labor equiparable a la que estaba suponiendo en el Reino Unido el liberalismo de Lloyd George. En cualquier caso, la crisis era profunda y venía de mucho antes, ya que hacía años que se le había generalizado el convencimiento de la ineficacia del sistema político y, más concretamente del partido liberal, para hacer frente a la profunda revisión de la vida política que se experimentaba en España. EL REY. EL HOMBRE Alfonso XIII era hijo póstumo de Alfonso XII, nació un 17 de Mayo del año 1886, fue proclamado rey dieciséis años después. La persona del joven monarca ha sido, quizá por la profundidad de las dichas transformaciones, objeto de contradicción entre los historiadores, ya que han sido muchos, y muy significados, los que lo han presentado como uno de los elementos más determinantes en la inestabilidad política del período y, como consecuencia, en el proceso que llevó a la sustitución, en 1931, de la monarquía constitucional por la república democrática. Así lo definía Melchor Fernández Almagro, refiriéndose a los momentos más críticos de 1923: No era don Alfonso un desalmado, sino un frívolo, hecho a la fácil visión de las cosas, si bien pasara por honda crisis del ánimo en cuanto surgían las imprevistas dificultades. Su actuación rebasó, desde luego, la del simple moderador de juego político, para convertirse en un protagonista destacado, ya que le correspondía el papel de apreciar la necesidad de los cambios de orientación política, desde el momento en que las consultas electorales resultaban inútiles para conocer el estado de la opinión pública. Respecto a la personalidad del joven rey, se puede decir que pertenecía, por la fecha de su nacimiento −1886−, a la generación de 1914 o, como se ha preferido llamar desde ese momento, la del Desastre, ya que había asomado a la adolescencia en los años que vieron el final de un proyecto nacional, enraizado en una tradición de imperialismo que era un componente básico para alimentar un nacionalismo patriótico extendido. Esa coetaneidad personal hará también que Alfonso XIII participe decididamente de los sentimientos regeneracionistas de la época. De hecho, el estilo europizante del joven eduardino, que nos ha pintado Seco Serrano, estimuló inicialmente las esperanzas de muchos españoles hasta que la ambigüedad de comportamiento del monarca terminó por granjearle la desconfianza, tanto de la derecha como de la izquierda, en un constante deterioro que terminó 1

por hacer inviable la supervivencia del régimen monárquico. Alfonso XII que, a diferencia de su abuela Isabel II, evitó convertirse en el rey de un solo partido, no consiguió situarse por encima de los partidos de su tiempo, aunque debe admitirse que tal vez la estructura del sistema había terminado por resquebrajase, y la empresa estuviese por encima de las posibilidades de cualquiera. LA POLÍTICA A COMIENZOS DE SU REINADO Al margen de las esperanzas y recelos que provocó el nombramiento de Alfonso XII, lo cierto es que inició su reinado con un equipo escasamente renovado. Al frente de él estaba, desde Marzo de 1901, Práxedes Mateo Sagasta, que había sido el fundador del partido Liberal, y que parecía alcanzar el nuevo reinado al límite de sus fuerzas físicas, con más de setenta años de vida y con una larguísima carrera política a sus espaldas. Junto a él estaban los ministros nombrados a continuación: Duque de Almodovar del Río.....................................................Estado Juan Montilla..............................................................................Gracia Juan Montilla..............................................................................Justicia General Weiler............................................................................Guerra Duque de Veragua......................................................................Marina Tirso Rodrigañez........................................................................Hacienda Segismundo Moret...................................................................Gobernación Conde de Romanones................................................................I.Pública Conde de Romanones................................................................Bellas Artes José Canalejas...........................................................................Agricultura José Canalejas...........................................................................Industria José Canalejas...........................................................................Comercio José Canalejas...........................................................................O. Públicas Este último ministerio fue algo especial y formó parte de una de las anécdotas políticas durante el reinado de Alfonso XII, ya que José Canalejas presentó su dimisión a este puesto tres semanas antes de su proclamación. Suponía este gobierno la persistencia del turno Liberal, aunque a nadie escapara el agotamiento de los recursos políticos y humanos del partido. La previsible sucesión del extenuado Sagasta habría de resolverse entre Moret y Montero Ríos, aunque la salida de Canalejas del gobierno parecía encaminada a conseguir ese puesto liderazgo. No era mucho mejor la situación del Partido Conservador pues, tras la muerte de Cánovas en 1897, la jefatura del movimiento había recaído en Francisco Silvela; pero el fracaso de su primera experiencia de gobierno regeneracionista y su escaso afán por el protagonismo político alentaban las esperanzas de Raimundo Fernández Villaverde a sucederle en la jefatura. No le acompañaban a éste unas especiales virtudes para la oratoria y las negaciones políticas, por lo que la posibilidad de dicha sustitución se mantuvo durante un 2

prolongado turno de gobiernos (1902−1905), y terminó con la exaltación de un tercero en discordia, y recién llegado a filas liberales: Antonio Maura. Al margen de estos partidos, las oposiciones antidinásticas tampoco parecían sugerir una vitalidad que pusiera en peligro la supervivencia del régimen monárquico constitucional. Los carlistas se limitaron a una reivindicación rutinaria de sus derechos, mientras que el tradicional catolicismo montaraz comenzaba a desplazar sus puntos de mira desde el liberalismo nadando hasta el socialismo ateo, lo que lo dejó en óptimas condiciones ara ser absorbido desde las filas conservadoras. En cuanto a los republicanos, la coyuntura del cambio de siglo pareció animar un relevo generacional, según expresión acuñada por Álvaro de Albornoz, en el que los gloriosos nombres de la revolución del sexenio y de la primera experiencia republicana vinieron a sumarse los de periodistas y escritores más jóvenes y de mayor prestigio, como es el ejemplo de Alejandro Lerroux, Vicente Blasco Ibañez o el de Rodrigo Soriano, que cargaron con la llevadera responsabilidad de protagonizar las campañas antimonárquicas de comienzos del reinado. Nada nuevo, en cualquier caso, y, desde luego, ningún peligro por parte de una oposición que parecía prosperar el abrigo del sistema. Veinticinco años de restauración −ha escrito Romero Maura en La Rosa de Fuego− habían convertido el republicanismo español en un mosaico de grupos reducidos y comúnmente ineficaces, que sus afiliados se complacían en apellidar partidos. La vida política española habría de presenciar, durante todo el primer tercio de siglo, sucesivas formulaciones republicanas que trataban de responder a las necesidades de los nuevos tiempos. Más importante parecía ser el papel llamado a desempeñar por las nuevas corrientes que se perfilaban en el horizonte político, tanto como consecuencia de la vitalidad de los nacionalismos como por el empuje de las organizaciones que defendían los intereses de las clases trabajadoras o de obreros. LOS PRIMEROS COMPASES DEL REINADO (1902−1907) El lustro inicial del reinado −ha escrito Carlos Seco− supone una simple toma de contacto del rey adolescente con la complejidad política que en su torno ofrecen unos partidos en trance de reorganización. La cuestión, desde luego, no está todavía resuelta por el partido conservador cuando Silvela compone su segundo gobierno el 6 de Diciembre de 1902. Formaron parte de este gobierno nuevos ministros distintos a los elegidos en un principio por Alfonso XIII, los ministros que eligió originalmente el Rey fueron los nombrados en páginas anteriores. Los nuevos ministros pertenecientes al gobierno de Silvela fueron los siguientes: Buenaventura Arbánzuza...................................................................Estado Eduardo Dato.....................................................................................Gracia Eduardo Dato...................................................................................Justicia General Arsenio Linares....................................................................Guerra Joaquín Sánchez Toca......................................................................Marina Raimundo Fernández Villaverde....................................................Hacienda Antonio Maura.........................................................................Gobernación Manuel Allendesalazar...................................................................I. Pública 3

Marqués de Vadillo....................................................................Agricultura Los demás ministerios no se han citado, ya que sus ministros fueron los mismos. El gobierno no contaba con una amplitud de apoyos comparable a la del constituido en Marzo de 1989, pero se beneficiaba de la expectación que había suscitado por el acuerdo entre Silvela y Maura, y su propósito de dignificar la vida política a partir de la reforma de la administración local. Por otra parte, la resistencia de Villaverde para dejarse incluir en el mismo ministerio que tantas dificultades le habría creado dos años antes, hacía temer que se reprodujesen las tensiones internas. De momento cobró más importancia el pleito sucesorio en la jefatura del partido Liberal y, ya en los días posteriores a la muerte de Sagasta, Moret y Montero Ríos parecieron tomar posiciones al respecto. Redactó el segundo un programa del partido, cuyo contenido sería aceptado a comienzos de febrero, aun con dificultades, por los prohombres del liberalismo, que nombraron una junta rectora formada por los dos aspirantes a la jefatura, a los que acompañaban el marqués de la Vega de Armijo, el conde de Romanones, Salvador y Merino. Canalejas prefirió ponerse al margen de todo aquel proceso, tal vez en espera de mejor ocasión. También daban muestras de renovada actividad los elementos republicanos. Después de haberlo hecho en Almería, Salmeron volvió a hablar, en enero de 1903, en Castellón. En ambas ocasiones se mostró dispuesto a encabezar un movimiento republicano reunificado. El apoyo de periódicos republicanos de Madrid (El País y El Motín, este último de Nákaes) y de Barcelona (La Publicidad) y de algunos sectores del republicanismo auguraba el éxito de la empresa. Una asamblea de fusión republicana, celebrada en Madrid (14 de febrero de 1903), acordó la celebración de una asamblea de la Unión Republicana que dio comienzo el 25 de marzo de ese mismo año, en el teatro Lírico de la misma ciudad. Tomaron parte en ella casi cuatro mil representantes de centros, periódicos, parlamentarios y otros tipos de representaciones. Los principales dirigentes del republicanismo español (Lerroux, Blasco Ibañez, Menéndez Pallarés) suscribían la propuesta final, por la que quedaba constituido el partido Republicano y se nombraba a Nicolás Salmeron como su jefe. Este cerró el acto con un discurso en el que agradeció la confianza que en él se depositaba y, tras resaltar la importancia del apoyo de Joaquín Costa, que acababa de proclamarse republicano, llegó a la conclusión de que la unión que acababa de nacer proporcionaría los medios necesarios para conseguir la implantación de la República y, con ella, la regeneración de España. De la asamblea salió desde luego, un partido republicano con una posibilidades como no las había tenido ningún otro desde la caída de la Primera República, y la intensidad de la campaña propagandística en las semanas siguientes sirvió para crear una sugestión republicana cuyos resultados no tardaría en apreciarse. Mientras tanto, la dimisión de Fernández Villaverde (25 de Marzo de 1903), por lo que él calificó como un desacuerdo palmario con las exigencias económicas de sus compañeros de gabinete, no hizo sino dar la razón a quienes recelaron inicialmente de las contradicciones de su composición; pero la cuestión se resolvió con el nombramiento de Faustino Sampedro. UN INTENTO DE ELECCIONES LIMPIAS El gobierno pudo continuar con el calendario electoral, que había tenido su primer acto en las elecciones provinciales celebradas el 8 de marzo. Las elecciones generales para el congreso de los diputados quedaron fijadas para el 26 de abril y Maura advirtió reiteradamente que no pensaba tomar ninguna medida, desde el ministerio de la Gobernación, para amañar los resultados. No parece, sin embargo, que las elecciones resultaran tan limpias como Maura había proclamado, pero los resultados ayudaron a creerlo. Aparte de lo ajustado del apoyo parlamentario gubernamental, los republicanos 4

experimentaron un gran avance extraordinario, ya que casi doblaron su representación anterior, al obtener un total de 36 diputados y triunfar en las circunscripciones de Madrid, Barcelona y Valencia. En Madrid, los republicanos obtuvieron 28000 votos, frente a 16000 de los monárquicos, mientras que en Barcelona pasaron en dos años de 5000 a 35000. La Unión Republicana parecía dar sus primeros frutos y el periódico republicano madrileño El País anunciaba Esto se va. Según los datos establecidos por Martínez Cuadrado, los conservadores gubernamentales obtuvieron 230 de los 403 escaños en litigio, mientras que el resto de las oposiciones se distribuía entre los 102 escaños de liberales y canalejistas, otros siete de los regionalistas, diez de consevadores disidentes y once de los independientes. No suponían estos resultados un notable crecimiento de las oposiciones, en su conjunto, ya que la mayoría gubernamental era prácticamente igual a la que habían dispuesto los liberales en las anteriores elecciones de 1901, pero causaron una notable impresión, especialmente en los medio palatinos, y parece poco dudable que Alfonso XIII recibió fuertes presiones, sobretodo de parte de su augusta madre, para que Maura no siguiese en el ministerio de la Gobernación cuando llegaran las elecciones municipales, en el mes de noviembre de aquel mismo año. No hizo falta esperar tanto porque, a parte de las dificultades experimentadas por el gobierno a causa del clima de agitación social que ensangrentó las calles españolas en aquella primavera, la apertura de las Cortes ( 18 de mayo de 1903) brindó el marco adecuado para la resolución de las tensiones políticas existentes. Azcárate fue elegido presidente del senado, mientras que Fernández Villaverde lo fue del congreso. EL NACIONALISMO CATALÁN Seco Serrano ha señalado que su aparición se asienta sobre el triple apoyo de un tradicionalismo catalanista de diversa facetas, la defensa de la protección a los intereses industriales catalanes, y la adopción de la doctrina federalista pimargalliana. En cierto modo puede ser entendido como la proyección colectiva de la recuperación nacional catalana, cristalizada en una doctrina nacionalista desde los años 90 del siglo XIX, y que toma concreción política a raíz del Desastre, con la Lliga regionalista, que se funda en 1901, y que puede ya considerarse como un partido conservador moderno a la europea. Los hombres de la Lliga no pretendían ser portavoces de una propuesta política unitaria, que pudiera encaminarlos por senderos independentistas, según el modelo irlandés, ni tampoco representar, al estilo de lo que habían hecho los nacionalistas checos, la realidad del pluralismo político en una sociedad industrial avanzada. Los pasos iniciales de la Lliga revelarán una apuesta progresiva por la democracia, aún desde la perspectiva de un partido Consevador, como elemento diferenciador en la vida política española. Solidaritat Catalana, entre 1906 y 1908, será una buena muestra de la capacidad de movilización de esos catalanistas y del adecuado aprovechamiento de una legislación electoral formalmente democrática. De ahí que, aceptado plenamente por la Lliga el juego democrático de partidos, tal vez hubiera sido posible la salida hacia un bipartidismo real, a partir de los dos más importantes factores innovadores existentes en el panorama político español. De una parte los nacionalismos y regionalismos, que podrían ser la médula de un partido conservador ya fuese le de Maura u otro nuevo que se crease; de otra parte el socialismo, que constituía la única sustancia real del nuevo liberalismo que se pretendía, con la vista puesta en Inglaterra. Las declaraciones que concedió Cambó al New York Herald en octubre de 1910 respaldan ese punto de vista, y contienen una de las más tempranas y rotundas afirmaciones de los beneficios de la separación entre Iglesia y estado realizadas por un político conservador en España. En la práctica, la Lliga no contó con el respaldo social suficiente como para transformar el sistema político 5

existente, pero sí contribuyó en gran manera a poner de manifiesto la inadecuación de éste a la realidad social Española. En ese sentido, el nacionalismo catalán, aún en esta versión conservadora constituyó un indudable factor de modernización en la vida española de comienzos del siglo XX. LAS ORGANIZACIONES OBRERAS Aunque sea uno de los más antiguos por la fecha de su nacimiento (1879) y se integre desde el primer momento (1889) en la II Internacional, el partido Socialista Obrero Español (P.S.O.E.) tarda bastante tiempo en alcanzar protagonismo político si se compara su trayectoria con la de sus homónimos europeos occidentales: hasta el año 1910 no conseguirá su primer diputado −Pablo Iglesias− en el congreso. De todos modos, su actuación, su actuación puramente reivindicativa era mucho más importante y los gobernantes de los partidos dinásticos nunca descuidaron las relaciones con el socialismo, y fueron repetidas las invitaciones para integrarse en el sistema, lo que resultaba casi imposible dada la intransigencia del programa inspirado por Pablo Iglesias. En cuanto al sindicalismo propiamente dicho, se encontraba dividido entre la central de la Unión General de Trabajadores (U.G.T.), fundaba en 1988, y las organizaciones anarquistas, que tenían una más densa implantación en Cataluña y Andalucia, y que ofrecían grandes alternativas en punto a organización. De todos modos, el movimiento obrero se mostró poco capacitado para imponer cambios sociales y políticos profundos, aunque sí originó una permanente sensación de amenaza en el establishment, similar a la que había experimentado en Francia desde 1893, por la aparición en la cámara francesa de cincuenta diputados socialistas. DOS APOYOS DEL SISTEMA: LA IGLESIA Y EL EJÉRCITO El instrumento de articulación de las relaciones entre la Iglesia católica y el estado era el concordato de 1851, pero su aplicación estuvo lejos de satisfacer a ambas partes, por lo que resultó fuente de constantes tensiones que repercutieron en la vida política. Cierto que el estamento eclesiástico, en la Restauración− ha escrito Carlos Seco−, carece de auténtica grandeza; se nos parece siempre ligado a los círculos burgueses o a la aristocracia, y cada vez más alejado de las masas obreras. Este comportamiento dio pie a una alianza entre Iglesia y estado, que derivó en fuertes tensiones con sectores radicales del liberalismo y con el mundo intelectual, que alentaron una política anticlerical a la que correspondió la iglesia con no poco de intransigencia y estrechez de miras, especialmente en lo que había referencia a sus responsabilidades sociales. En cuanto al Ejército, resultaba una pieza clave en el sostenimiento del sistema: Si el Ejército sostiene al Trono en las circunstancias difíciles −por ejemplo, en 1886−, el trono respalda al Ejército cuando éste atraviesa una crisis de prestigio, advierte también Carlos seco. Esa realidad hacía especialmente peligrosas las denuncias sobre un excesivo militarismo del rey. No solo cabía pensar que habría de resultar difícil la reforma y modernización de un Ejército cuyas deficiencias habían sido puestas de relieve con el Desastre de 1898 − tanto la macrocefalia derivada de la acusada desproporción entre oficiales y tropa como la carencia de medios materiales para ser verdaderamente operativo−, sino que había que temer que dichas deficiencias se tradujesen en tensiones, con repercusiones en la vida social y política. Unamuno escribiría en un artículo periodístico de finales de 1906: ...entre los inconvenientes de la Monarquía es uno de los mayores el que el jefe del Estado propenda a aparecer ante los súbditos, y a sentirse él en sí mismo, ...como el jefe del Ejército. Aparece más como militar que como paisano, y su pueblo se compone más de paisanos que de militares; pertenece a una casta en vez de estar sobre ellas. Su educación predominante, si es que no en el fondo exclusivamente militar, le hace un soberano poco apto para el estado de paz, que debe ser el estado normal de las sociedades cultas.

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LOS PRESIDENTES EN EL REINADO DE ALFONSO XIII Durante el reinado del rey Alfonso XIII, se sucedieron múltiples gobiernos con distintos presidentes. Los gobernadores eran tanto de derechas como de izquierdas, tanto liberales como conservadores, de todos ellos hablaremos a continuación: ·EL GOBIERNO DE FERNÁNDEZ VILLAVERDE: El gobierno formado por Fernández Villaverde el 19 de julio de 1903 estaba compuesto por los siguientes ministros: San Bernardo..............................................................Estado Fco de los Santos Guzmán..........................................Gracia y Justicia General Vicente Martiategui.......................................Guerra Eduardo Cobián..........................................................Marina Augusto Gonzalez Besada...........................................Hacienda Antonio García Alix....................................................Gobernación Gabino Bugallal..........................................................Instrucción Pública Rafael Gasset.............................................................Agricultura La presión social (Huelga de mineros en Vizcaya durante el mes de Octubre y otras en Barcelona y Huelva) y parlamentaria (dificultades en la aprobación de los presupuestos) terminó por hacer inviable la pervivencia del gobierno, y Fernández Villaverde no tuvo más remedio que presentar su dimisión el día 3 de diciembre de 1903. Era la primera oportunidad de Maura, el recién ungido dirigente del conservadurismo. ·EL GOBIERNO DE MAURA: El primero de los gobiernos de Maura, proclamado el día 5 de diciembre de 1903, tan solo dos días después de la dimisión de Fernández Villaverde, fue un gobierno con unos grandes dotes de conservadurismo, tuvo menos problemas que su antecesor en el puesto, aunque, no por ello, signifique que fuera un gobierno sencillo. La posible hostilidad que, de los amigos de Villaverde y los medios periodísticos, esperaba encontrar el nuevo gobierno, no impidió la aprobación de los presupuestos, el 20 de diciembre. El gobierno de Maura contaba con los siguientes ministros: Faustino Rodriguez Sampedro...........................................................Estado Joaquín Sánchez Toca.........................................................Gracia y Justicia General Arsesio Linares.....................................................................Guerra Capitán José Ferrandiz.......................................................................Marina Guillermo de Osma........................................................................Hacienda José Sánchez Guerra.................................................................Gobernación 7

Lorenzo Domínguez Pascual..........................................................I. Pública Manuel Allendesalazar................................................................Agricultura Maura se vio obligado a dimitir en 1904, el 15 de diciembre, pero antes de irse dejó bien claro: Yo no soy un presidente dimisionario −me conviene que se sepa− sino un presidente relevado . EL GOBIERNO LARGO DE MAURA: El mismo día que se constituyó el gobierno, el 25 de enero de enero de 1907, tras el bienio liberal, se reunió el consejo de ministros y se produjeron los primeros nombramientos de altos cargos y la totalidad de los gobernadores civiles, con lo que Maura parecía querer dejar clara la urgencia que tenía en realizar su labor de gobierno. Mucho menos fácil para el gobierno resultó, desde luego, el camino parlamentario de la llamada ley del Terrorismo, que modificaba la de 10 de julio de 1894 y que estaba encaminada a neutralizar las actividades anarquistas, especialmente en Cataluña, en donde el proceso Rull había dejado al descubierto las turbias conexiones entre el mundo terrorista y los confidentes de una policía inoperante. Por él −ha precisado Sevilla Andrés− se permitía el gobierno mediante Real Decreto, suprimir los periódicos y cerrar los centros anarquistas, declarados o encubiertos, expulsando de España a quienes propagan estas ideas. · EL GOBIERNO DE CANALEJAS: El nuevo gobierno se constituía en la idea, compartida desde posiciones muy diversas, de que tendría que hacer posible la reconstitución de la unidad del partido Liberal y restablecer las relaciones con los conservadores, rotas desde las últimas semanas del gobierno Maura. Para todo ello contaba con las ventajas que proporcionaba el decreto de disolución de las Cortes y la posibilidad de convocar nuevas elecciones, Canalejas constituye − en palabras de Seco Serrano− la segunda gran oportunidad de regeneración interna de la restauración, ahora desde la vertiente liberal. El nuevo jefe de gobierno había iniciado su trayectoria política en el republicanismo de Ruiz Zorrilla y, tras su incorporación al partido liberal desde las filas de la izquierda Dinástica, había formado parte del gobierno constituido por Sagasta en noviembre de 1894. También había sido ministro del gobierno existente a comienzos del nuevo reinado, pero lo había abandonado pocos días después, para desarrollar una intensa campaña que le había acercado mucho a las posiciones de republicanos y socialistas. · EL GOBIERNO DE ROMANONES: El nuevo gobierno, constituido el mismo día que el anterior presidente dejó el puesto, tenía un cierto carácter de integración, ya que incorporaba tanto a elementos propiamente liberales como a liberal−demócratas, seguidores de García Prieto. Al primer grupo correspondían: Santiago Alba.................................................................Gobernación Miguel Villanueva....................................................................Estado Amós Salvador......................................................................Fomento Mientras que los demócratas podían considerarse representados por: Antonio Barroso........................................................Gracia y Justicia

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Julio Burell...........................................................................I. Pública Se recuperaba para el ministerio de Hacienda al atraviliario Ángel Urzáiz, mientras que los ministerios militares militares eran desempeñados por el General Agustín de Luque en Guerra, y el Vicealmirante Augusto Miranda en Marina, que se mantenía en el puesto a pesar del cambio de turno político. Romanones había procurado, por los demás, conseguir una representación significativa de las facciones liberales que permitiese su consolidación en la jefatura del partido. Para facilitarlo García Prieto se allanaría, a finales de abril, a aceptar la presidencia en el senado. La estabilidad del gobierno no fue, sin embargo, excesiva ya que Ángel Urzáiz concitaría contra sí la oposición de sus colegas de gabinete, hasta el punto de que Romanones optó por cesarlo ( R.D. de 25 de febrero de 1916) y hubo de ser sustituido por Villanueva. Un Real Decreto de 16 de marzo convocó las elecciones generales para el congreso de los diputados, el 9 de abril, y para el 23 la elecciones de senadores. La proclamación de los candidatos el día 2 de abril, sirvió para la proclamación de 145 diputados por el artículo 29, la más alta cifra de las tres elecciones en que se había aplicado ese precepto, y síntoma claro del bajo índice de movilización que las elecciones suscitaban: los que no habían votado superaban en un 13% a los votantes (de acuerdo con las cifras establecidas por Martínez Cuadrado.) El hundimiento del barco español San Fulgencio el 9 de abril, sirvió de nuevo para que aumentasen las tensiones y, más significativamente, para que se manifestasen divergencias de opinión en el gobierno tal como se desprendían de las declaraciones encontradas de Villanueva y Romanones, y las actitudes de Alvarado y Burell. El presidente optaría el 19 de abril por presentar la dimisión del gobierno, convencido de la imposibilidad de aplacar los ánimos, tal y como reflejada el Memorándum que redactó en aquella ocasión. Lealmente reconozco −se leía en dicho texto, citado por Fernández Almagro−, después de haber recogido con patriótica ansiedad las manifestaciones de la conciencia pública (algunas surgidas del propio partido que me honra con su dirección y jefatura.) que hoy una gran parte de la opinión española no participa de mi convicción. No debo ni quiero gobernar contra la opinión. No la comparto, pero ante ella me rindo. ·EL GOBIERNO DE DATO: El 11 de junio prestaba juramento el nuevo gobierno presidido por Dato, que ofrecía pocas diferencias con el dimitido anteriormente en el año 1915, (de ese gobierno no se ha hecho mención ya que se vio oportuno dado a la poca importancia obtenida), ya que José Sánchez Guerra, Marqués de Lema, Manuel de Burgos y Mazo, Rafael Andrade repetían cargo en los ministerios de Gobernación, Hacienda, Estado, Gracia y Justicia, e Instrucción pública, respectivamente. Constituía novedad la incorporación del Vizconde de Eza en Fomento, del General Fernando Primo de Rivera en el ministerio de Guerra y del Contralmirante Manuel de Flórez en el puesto de Marina. El gobierno, que mantenía las Cortes cerradas, por existir a ellas una mayoría liberal, tuvo que recurrir a medidas de excepción, como la suspensión de garantías constitucionales y la censura de prensa. La huelga ferroviaria que sostenían en Valencia los trabajadores de la Compañía del Norte brindó, mientras tanto, la ocasión de una huelga general revolucionaria, desencadenada a partir del día 13 de agosto, en la que parecían coincidir lo que Pabón a descrito como la fe ciega de las izquierdas en el recurso a la revolución y, tal vez, los mismos intereses del gobierno. Los acontecimientos revolucionarios afectaron a Andalucía, Galicia, Asturias, León, Vizcaya, Barcelona y Madrid, y se saldaron, después de una dura intervención del Ejército, con setenta y un muertos, de los que casi la mitad correspondían a Barcelona. El comité de huelga sería detenido y, juzgado a finales del siguiente mes 9

de septiembre, sus componentes serían condenados a cadena perpetua. Dato suscribió una importante ley Ley de fugas en apoyo al general Martínez Anido, gobernador de Barcelona, autorizaba a la policía y a la Guardia Civil a disparar y matar a cualquier detenido que intentara evadirse, en su captura o en el traslado. Con ello cabra eliminar a cualquiera, esta ley dio mucho que hablar, ya que fue una gran multitud la que pereció por su causa. El clima de amenazas sobre la estabilidad ministerial terminó por materializarse el 25 de octubre, con una comunicación de las juntas, que suponía un verdadero ultimátum del gobierno. La moralidad, la justicia, la equidad y el respeto al derecho− se leía en la nota referida a la actuación del gobierno− ni se respetan ni se guardan, ni aun se puede tener esperanza de que sean inspiradoras de sus actos en lo futuro, pues los políticos turnantes no han manifestado su contrición ni su propósito de enmienda. Ante esta descalificación, la crisis del gobierno se produjo el día 27. Las frustradas gestiones de Sánchez de Toca, García Prieto y Antonio Maura, sucesivamente encargados de formar gobierno, fueron sintomáticas del agotamiento del turno de partidos. . EL GOBIERNO DE MAURA: El gobierno nacional presidido por Maura lo formaban Eduardo Dato (Estado), el Conde de Romanones (Gracia y Justicia), el General José Marina y Vega (Guerra), el almirante José Pidal (Marina), Augusto González Besada (Hacienda), Manuel García Prieto(Gobernación), Santiago Alba( Instrucción Pública), y Francisco Cambó (Fomento). El monarca −comenta Seco− pudo creer que había dado un paso trascendente para superar las tensiones internas y facilitar una fecunda labor creadora, a través de un programa de auténtico carácter nacional que supeditaría los partidismos personalistas a un interés superior y común a todos. También se embarcó en la esperanza− última carta blanca, en realidad, a favor del sistema de la Restauración− el pueblo sencillo, el espectador medio, que aplaudió sin regateos aquella nueva experiencia política: la oleada de entusiasmo popular que acompaño al gobierno en sus primeros pasos culminó en el acto solemne de su presentación antes las cortes. Hacía mucho tiempo que el parlamento español no registraba emoción tan unánime y sincera. El 22 de octubre reanudaron las cortes sus sesiones y parecía inminente una crisis de gobierno, de cuya importancia advirtió el propio Maura. La salida de Alba del gobierno brindaba al zamorano la oportunidad de capitalizar el papel de jefe de la oposición, por lo que Dato no tardó en seguir sus paso (27 de octubre), encargándose García Prieto también del ministerio de Estado. La crisis, en todo caso, parecía inhabitable y las reticencias de los conservadores a la aprobación de los presupuestos llevaron definitivamente a Maura a provocarla el 6 de noviembre. Cinco días más tarde Alemania firmaba el armisticio que ponía fin a la Primera guerra mundial y, como a sugerido Seco, parecía conveniente que España contase con un gobierno decididamente democrático, que ahuyentase los recelos frente a los gestos germanófilos que se habían prodigado desde los sectores conservadores. Parecía también un momento especialmente proclive a los nacionalismos, como demostraba el hecho de algunas aproximaciones de catalanes y vascos al presidente norteamericano Wilson, del que se esperaba un aliento a los nacionalismos europeos, desacuerdo con lo contenido en su propuesto de los catorce puntos. · EL GOBIERNO DE MAURA: El político balear, que había sido advertido con antelación por Romanones de lo inevitable de la crisis, preparó un gobierno que quiso ser de concentración, pero sin las ilusiones ni la amplitud del constituido un año antes. Antonio Goicoechea aparecía en el ministerio de Gobernación, mientras que un maurista de larga 10

trayectoria, como era Juan de la Cierva, lo hacía en el ministerio de Hacienda, y un animador del reciente movimiento maurista, como Ángel Osorio y Gallardo, figuraba al frente del ministerio de Fomento. El resto de los componentes del equipo ministerial eran: Manuel González Hontoria (Estado), José Bahamonte, vizconde de Matamala (Gracia y Justicia), Cesar Silió( Instrucción Pública), el general Luís de santiago( Guerra), el vicealmirante Augusto Mairanda (Marina) y José Maestre (Abastecimientos). La debilidad del apoyo parlamentario que, presumiblemente, habría de tener el nuevo gobierno hizo que Maura reclamase y obtuviese (2 de mayo) el decreto de disolución de las cortes, por lo que la batalla electoral pasó a ocupar el primer plano del escenario político. Por parte del gobierno, y contra lo que era costumbre, la política electoral la dirigió La Cierva, desde el ministerio de Hacienda, y no el ministro de la Gobernación. El gobierno pudo asimilar la dimisión del ministro de Marina, Flórez, descontento de la consignación asignada a su departamento, así como la huelga de ferrocarriles iniciada a partir del 21 de marzo, presumiblemente para forzar la aprobación de los presupuestos, cosa que conseguiría el 8 de abril en el congreso, y el 21 en el senado, lo que permitió al presidente dimitir una semana más tarde. ·EL GOBIERNO SÁNCHEZ GUERRA: El gobierno de Sánchez guerra presto juramento el día 8 de marzo de 1922, era una combinación de conservadores y mauristas. El día 14 hizo el gobierno su presentación en las cortes y el 30 de ese mismo mes, tratando de emular al Maura de comienzos del reinado − luz y taquígrafos, declaró restablecidas las garantías constitucionales y se mostró dispuesto a mantener la normalidad parlamentaria. Con ello pretendía dar un paso siginificativo en la tarea de normalizar la vida política española, pero le costó (31 de marzo) una crisis parcial de gobierno, en la que Silió y Beltrán y Musitu fueron sustituidos, respectivamente, por Tomás Montejo y Mariano Ordoñez al que sustituyó en Marina el vicealmirante Primo de Rivera. La representación catalanista desaparecía, por tanto, del gobierno. En el horizonte político estaban presentes, aunque fuera con diferentes finalidades, los ejemplos del acceso al poder de Mussolini al poder, o la revolución que derribado la monarquía en Grecia, y el mismo Alfonso XIII, sin dejarse constreñir por el marco constitucional, parece que invitó a Cambó a hacerse cargo del gobierno con poderes excepcionales y amplios. El político catalán, que chocó virulentamente contra el ministro La Cierva, rehusaría la invitación, tal vez por la presión de las izquierdas catalanas, y se alineó con los enemigos del gobierno. Éste quedó, por tanto, desahuciado y, tras un primer amago de crisis el día 3 de diciembre, en la que Isidoro de la Cierva sustituyó a Tomás Montejo en Instrucción pública, a la vez que entraba Juán José Ruano en hacienda y Luís Rodríguez de Viguri en Fomento, se vio abocado a la crisis total dos días más tarde. El día 7 de diciembre, García Prieto formaba un gobierno de concentración liberal, con decreto de disolución, después de haber planteado unas exigencias para que continuasen las cortes, que los conservadores no aceptaron, dando lugar a los últimos gobiernos constitucionales, antes de la dictadura de Primo de Rivera. LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA Los nuevos ministros juraron fidelidad al Rey y a la Constitución el 30 de enero de 1930, en clara insinuación de cuáles eran los objetivos de un gobierno que se formaba sobre la base de algunos conservadores constitucionales y de elementos con competencia técnica para el cumplimiento de sus funciones. El diligente de este nuevo gobierno no era otro que el ministro de Ejército, el general Berenguer. El gobierno Berenguer, mientras tanto, transmitía una imagen de debilidad que no hacía sino perjudicar las expectativas de conseguir los fines que se había propuesto. A mediados de agosto había dimitido el ministro 11

de Hacienda Argüelles, que sería sustituido por Wais y, a finales de noviembre, también dimitía el ministro de Gobernación, lo que obligó a una remodelación parcial, en la que Matos pasó a Gobernación, Estrada fue trasladado a Fomento, y Joaquín de Montes Jovellar entró en el ministerio de Justicia y Culto. El consejo de ministros decidió convocar el día 12 de abril elecciones, en un principio municipales, pero que al final resultaron ser nacionales. Las elecciones se convocaron por un decreto que apareció en la Gaceta de Madrid el día 16 de marzo. La campaña propagandística republicana, mientras tanto, iba ganando en intensidad y tanto el juicio de los sucesos de Jaca (13 de marzo) como el realizado al comité revolucionario en el Tribunal Supremo el día 20 de marzo, se convirtieron en auténticos mítines republicanos, sin que la opinión monárquica pareciera consciente del peligro y se mostrara dispuesta a reaccionar. Antes al contrario, parecía manifestar un cierto desapego hacia el Rey y daba la impresión de que vería con buen grado las elecciones municipales pudieran servir para imponerle un correctivo, por su actitud durante los años de la Dictadura. Tusell ha calificado la campaña de los monárquicos como escasa y plural, en clara alusión a las deficiencias de organización de las fuerzas dinásticas. Las elecciones se realizaron con una participación ligeramente superior al 67% de los habitantes en edad de votar, lo que desmiente la especie, ampliamente difundida, de que la monarquía se hundió por el abastecimiento suicida de sus adeptos. Los resultados dieron, en todo caso, el triunfo a gran número de candidatos monárquicos, aunque la victoria tampoco fuese tan acusada como a veces se ha pretendido (50,83 % de concejales monárquicos elegidos, frente a un 48,39 % de antimonárquicos) y, desde luego, los resultados relativos estaban distorsionados por la aplicación del artículo 29 de la ley electoral. Realmente, el factor decisivo de estas elecciones fue la victoria de la conjunción Republicano−socialista en la gran mayoría de capitales de provincia, a excepción de seis, que tuvo su correlato en el resto de las grandes ciudades que no eran capitales provinciales. Parece que para el conde de Romanones resultó definitivo que hasta Guadalajara votase a la candidatura antimonárquica, y el rey no tuvo reparo en reconocer que el resultado de la votación suponía un claro triunfo de la causa republicana. El 14 de abril, ante un pueblo en fiesta y unos dirigentes republicanos todavía incrédulos, Alfonso XIII abandona España −embarcando en el puerto de Cartagena camino de Francia− y la Segunda República era proclamada. Solo había transcurrido un año y algo más de dos meses desde que el dictador Primo de Rivera había emprendido el viaje en la misma dirección, Francia, y de nuevo se recurría a la voluntad popular para que, democráticamente, fijase la ruta por la ruta por la que habría de encaminarse el país, aunque, quizá, y solo quizá, en algunos casos la ruta elegida no fuese el mejor camino para lograr lo que todo el mundo esperaba, la felicidad. BIBLIOGRAFÍA · HISTORIA DE ESPAÑA editorial: PLANETA volumen 11: ALFONSO XIII y LA SEGUNDA REPÚBLICA. Año 1992. Autor: OCTAVIO RUIZ MANJÓN−CABEZA: universidad complutense ............................................................................................................

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. DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO LAROUSSE editorial : PLANETA volumen 1 Año 1984 Madrid ............................................................................................................ 1 1

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