ROUSSEAU EL ESTADO DE NATURALEZA

1 ROUSSEAU Rousseau merece un lugar aparte en la Ilustración pues hizo una crítica de este movimiento desde la misma razón ilustrada. La Ilustración
Author:  Diego García Vera

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ROUSSEAU

Rousseau merece un lugar aparte en la Ilustración pues hizo una crítica de este movimiento desde la misma razón ilustrada. La Ilustración no es que hubiese hecho de la razón la única realidad humana pues había reconocido sus límites, así como el valor de las necesidades, de los instintos y de las pasiones. No obstante sí que puso en la razón la verdadera naturaleza del hombre: esto es, el orden normativo al que se reduce la vida humana en los elementos que la constituyen. Rousseau quiere armonizar la razón con el instinto, con la adecuación a la espontaneidad natural, en este sentido se presenta como un crítico de la idea de progreso y del optimismo que le es característico: las leyes al servicio de los poderosos, las instituciones religiosas al servicio de la intolerancia y la educación que hace del hombre un ser absolutamente artificial no nos han civilizado más, son una urbanidad de fachada, mera apariencia. Frente a este esta decadencia, Rousseau habla de una humanidad no corrompida, de un tipo de hombre “aún no civilizado” Estas ideas conectarán con los movimientos prerrománticos como reacción frente al intelectualismo

EL ESTADO DE NATURALEZA El motivo dominante de la obra de Rousseau es el contraste entre el hombre natural y el hombre artificial. En la convocatoria de 1749 del concurso de la Academia de Dijon sobre el tema : “Si el progreso de las artes y las ciencias había hecho mejores y más felices a los hombres”, Rousseau defendió, contra lo que se esperaba, que no. Según él la civilización corrompía las costumbres, y los pueblos mejores y más felices eran los que se mantenían más cercanos a la naturaleza. En esta obra aparece ya enunciada la idea que constituye el eje de su pensamiento antropológico y político: los seres humanos son buenos por naturaleza y es la sociedad la responsable de la maldad humana. Lo cierto es que obtuvo el premio de la Academia y consiguió notoriedad, lo que le llevó a asumir la tarea de reformador de la sociedad humana con una construcción teórica de un mundo de acuerdo con el imperativo moral de la justicia. Es verdad que Rousseau criticaba una de las ideas básicas de la Ilustración, pero lo hacía con argumentos que también eran propios de la época: el mito del buen salvaje y la bondad natural del ser humano; la creencia en la superioridad moral del hombre salvaje sobre el civilizado, del campesino sobre el ciudadano, de los antiguos sobre los modernos.

2 Rousseau cree que, desde un punto de vista biológico, el hombre es un ser individualista cuyos deseos no van más allá de sus necesidades físicas; se mueve por sensaciones de placer y disgusto, y “cuando ha comido, se halla en paz con la naturaleza y es amigo de todos sus semejantes”. Este estado originario no es un período histórico determinado, sino una situación “que no existe ya, que acaso no ha existido nunca, que probablemente no existirá jamás”; se trata de una hipótesis para comprender qué es el ser humano en sí mismo más allá de la realidad social que lo enmascara y lo cubre. El estado de naturaleza es una categoría sociopolítica desde la que podemos juzgar el presente, evaluar si un sistema social es legítimo o no. Si desnudamos al ser humano del barniz de la vida comunitaria, ¿qué hallamos? Un individuo que se mueve por el instinto de conservación, “guiado por el sano amor a sí mismo”, independiente y que se vale por sí mismo, es decir, autosuficiente. Pero también es un ser compasivo al que le repugna la muerte y el sufrimiento, sobre todo el de sus iguales.

Rousseau quiere descubrir cuál sería la condición humana en estado de naturaleza, es decir, en un supuesto aislamiento y soledad. Cree que los hombres serían físicamente más fuertes, intelectualmente más débiles, y moralmente mejores, porque, no existiendo sociedad, no habría rivalidades, ni ultrajes ni envidias. El hombre naturalmente bueno y piadoso ante los sufrimientos de sus semejantes se mantendría así gracias a vivir en soledad y, en consecuencia libre de pasiones descontroladas. En estas condiciones, la vida sería difícil, pero el ser humano gozaría de absoluta libertad para seguir o no los impulsos de la naturaleza, ya que no está ligado a los dictados de los instintos y puede orientar su vida según le convenga. Finalmente, y en consonancia con esta libertad, el ser humano se nos muestra como una realidad inacabada que puede mejorar y perfeccionarse.

EL ESTADO SOCIAL: LA DEGRADACIÓN DEL SER HUMANO

En su obra Origen de la desigualdad entre los hombres, Rousseau distingue dos tipos de desigualdades: uno natural, consecuencia de las diferencias de fuerza física, de ingenio y de energía y otro artificial basado en las diferencias de condición social. Estas dos desigualdades no coinciden, y Rousseau constata que siempre el fuerte está sometido al débil, ingenioso al mediocre, el valiente al cobarde, cuando las condiciones sociales han favorecido a estos últimos.

3 El paso del estado de naturaleza al estado social, se había producido, según Rousseau, en un proceso lento a través de un periodo de transición dividido en dos períodos: a) el agrupamiento de los humanos con el fin de solucionar las necesidades con el perfeccionamiento de la caza y la recolección y b) el invento de la agricultura y la metalurgia debido a un “funesto azar”. Veámoslo: a) Las primeras asociaciones humanas nacieron por la presión del medio, que obligaron a abandonar la vida errante y buscar estabilidad. Así se formaron las primeras familias, forzadas a asociarse para luchar por la supervivencia, pero también descubrieron la utilidad del trabajo para satisfacer mejor las necesidades. Así nació la época patriarcal, que no es más que el mismo estado de naturaleza, pero con mejores condiciones de vida. La autoridad, que apareció en este momento histórico, no tenía carácter político, sino que se trataba de la voz de la experiencia, una guía para conseguir mejores resultados en las actuaciones colectivas. b) En un segundo momento, en el que se descubre la agricultura y la metalurgia, se produce una ruptura en la integridad moral del ser humano. Nace la desigualdad social con la división del trabajo y la propiedad privada, y los grupos se dividen en poseedores y no poseedores, en dominadores y dominados, porque los nuevos descubrimientos “a unos les sirven para acumular riqueza y a otros para desearla”. Así, los ricos pudieron comprar fácilmente el trabajo de los desposeídos. Pero, al no existir una fuerza pública capaz de proteger la propiedad privada, se dio un período de rebelión y guerra “de todos contra todos” en el que los ricos tenían mucho que perder. Para evitarlo, los poseedores se las ingeniaron para establecer un pacto con los dominados y poder así gobernarlos. De este modo nació la primera sociedad civil fruto del pacto o contrato de desigualdad, pues el rico ideó e impuso un proyecto que ha cambiado el destino humano: el de emplear a su favor la fuerza de quienes lo atacaban, el de convertir a sus adversarios en sus defensores. Así fue como los hombres consintieron en organizarse con un gobierno y unas leyes que aparentemente garantizaban la vida, la seguridad y la propiedad de todos, pero que, en realidad, sólo favorecían a los ricos y poderosos. Por tanto, el Estado es, en la visión de Rousseau, el instrumento que defiende los intereses de los grupos dominantes. “El primero que habiendo cercado un terreno fue capaz de decir: Esto es mío, y encontró gente suficientemente estúpida como para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, muertes, cuantas miserias y horrores no habría ahorrado al género humano el que,

4 arrancando las estacas hubiera gritado a sus semejantes:¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie”

J.J. Rousseau

Contrato social

EL CONTRATO SOCIAL: LA RECUPERACIÓN DEL ESTADO NATURAL EN LA SOCIEDAD

En el año 1762 se publican Emilio y el Contrato social, obras en las que Rousseau plantea la recuperación del estado natural del ser humano por dos caminos: una nueva educación y un nuevo orden político. Emilio o sobre la educación es una novela pedagógica que pretende la recuperación del estado natural por parte del individuo. La nueva educación da por supuesta la bondad natural del ser humano y su individualismo, así como el amor a la naturaleza; también postula el rechazo de los valores culturales de la alta sociedad. El protagonista es un niño huérfano e inteligente que vive en contacto con la naturaleza y en compañía de un preceptor. La educación que recibe tiene por objeto la formación de la sensibilidad y de la voluntad, no el desarrollo de la racionalidad o la adquisición de conocimientos. Éstos deben irse introduciendo a medida que el niño sienta la necesidad de ellos; no se le han de imponer prohibiciones ni normas morales, tampoco se le han de dar enseñanzas de carácter religioso. La evolución natural irá despertando en el niño la curiosidad y el deseo de conocimiento. El último capítulo está dedicado a la “educación de Sofía”, la futura compañera de Emilio: Así como en los varones la educación debe fomentar ese sentimiento natural para llegar a la sabiduría y a la bondad; en el caso de las mujeres, la educación debe reprimir los sentimientos naturales para dejar que florezcan en los varones. Las niñas han de sacrificarse y ser orientadas hacia la función de buenas esposas y madres puesto que: “La mujer está hecha especialmente para agradar al hombre; si el hombre debe agradarle a su vez, es una necesidad menos directa; su mérito está en su potencia, agrada por el sólo hecho de ser fuerte. Convengo en que no es ésta la ley del amor, pero es la de la naturaleza, anterior al amor mismo”.

En el Contrato social, Rousseau se propone la recuperación del hombre natural a través del establecimiento de un nuevo orden social: “Cada uno de nosotros pone su persona y todo su poder en común, bajo la suprema dirección de la voluntad general y, en nuestro estado social, recibimos a cada miembro como una parte indivisible del todo” Este acto de asociación crea un cuerpo moral y colectivo, llamado el Estado cuando es pasivo, el Soberano cuando es activo, y un Poder en relación con otros cuerpos como él.

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El soberano no necesita dar garantías a sus súbditos, pues, como está formado por los individuos que lo componen, no puede tener ningún interés contrario al de ellos. Su voluntad, siempre acertada, es “la voluntad general”. Cada ciudadano participa en la voluntad general, pero como individuo, puede tener una voluntad particular contraria a la general. El Contrato social implica que cualquiera que se niegue a obedecer la voluntad general debe ser forzado a hacerlo. Esto significa que será forzado a “ser libre”, en palabras de Rousseau.

Si en el Origen de la desigualdad quiere investigar el inicio de la organización social para explicar la realidad presente, en el Contrato social parte de la base de que el Estado existe y no se puede destruir, porque es imposible que los seres humanos regresen al estado de naturaleza. El problema es pues, cómo organizar la sociedad actual de forma que la bondad natural aflore en el seno de la comunidad, es decir, determinar cuáles son las condiciones que ha de cumplir el Estado para que pueda regirse por las leyes de la razón y de la justicia: dado que en el estado de naturaleza, cada individuo ejerce sus derechos soberanos sobre sí mismo, debería ceder estos derechos a la comunidad, con la condición de participar en la formación de la voluntad general. Así, el Estado, expresión de esta voluntad, quedaría organizado como tutor de los intereses de la mayoría de los ciudadanos. De modo que, cada individuo renuncia a la voluntad particular para querer, por sí mismo, el bien de todos. Y es que, esa “transformación” de la voluntad individual en voluntad general se hace libremente; significa que el individuo se transforma en ciudadano, función política que cumple porque no sólo es sujeto de las leyes, sino su autor.

La voluntad general no es la suma de las voluntades particulares; tampoco es la voluntad de la mayoría, pues la mayoría podría decidir implantar unas leyes que favorecieran a individuos concretos. La voluntad de la que habla Rousseau, no es una realidad material dada, sino un principio normativo que expresa el interés general de la comunidad, una voluntad que tiende siempre al bien general y que, por tanto, no puede equivocarse: “Hay a menudo mucha diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general: la última considera sólo el interés común; la primera mira el interés privado, y es sólo una suma de voluntades particulares. Quitemos de estas mismas voluntades el más y el menos que se anulan entre sí y queda la voluntad general como suma de las diferencias” La voluntad general es el principio que rige a la comunidad social que ha surgido del pacto. De esa voluntad, y no de las órdenes de nadie, emanan las leyes, que deben ser aplicadas a todos por igual. Así, cada

6 individuo, al apoyar unas leyes que sabe que van a regir sobre sí mismo igual que sobre cualquier otro, puede relativizar sus intereses privados y el bien común queda instaurado. Contrato social es, pues, el acuerdo mediante el que nos sometemos a las leyes que nosotros mismos hemos querido (véase comentario de Russel pág.8). Y aunque Rousseau prefiera hablar de república o de aristocracia electiva en lugar de democracia, únicamente ésta se aproximaría a sus ideales políticos porque en una democracia la igualdad viene dada por el hecho de que el ciudadano es el sujeto agente de la ley, ley que el gobierno tiene que encargarse de ejecutar como única función. En este sentido institucional ya no hay amos ni esclavos, y la república democrática debe velar por la educación del niño para que respete la voluntad general como freno a deseos particulares y egoístas.

Con esta teoría del contrato social y de la voluntad general, Rousseau está asentando los fundamentos filosóficos de la soberanía popular, base de nuestros sistemas democráticos. Dicha soberanía se caracteriza por ser: •

Inalienable: no puede delegarse ni cederse; nadie puede representar al pueblo salvo él mismo: los diputados son meros comisarios que han de ejecutar lo que decida la voluntad general y no deben tener ningún tipo de autonomía. Rousseau defiende una democracia directa, sin intermediarios, más que una representativa.



Indivisible: la voluntad general es una, luego la soberanía popular que emana de ella, también lo es.



Imprescriptible: no puede extinguirse; no hay caducidad para tal soberanía.

Por otro lado, la voluntad general hace las leyes pero no puede ejecutarlas. Dichas leyes son universales, pero su ejecución tiene que ver con individuos singulares: se necesita una institución que encarne el poder ejecutivo, y esa institución es el gobierno, que deberá limitarse a cumplir lo que establezca el poder legislativo (que reside en el pueblo), es decir, en hacer cumplir la ley.

Por primera vez en la historia moderna, se asientan los principios que legitiman la soberanía popular frente a la soberanía de derecho divino. Es en el pueblo donde reside la soberanía porque él es el fundador de la comunidad política.

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LA RELIGIÓN NATURAL

La religión natural, expuesta en la Profesión de fe del vicario saboyardo (Emilio IV) apela a la noción de luz interior, que es la conciencia, la guía más infalible para las acciones rectas, en realidad es una razón entendida como armonía de las pasiones y de los intereses espontáneos del alma. Nuestros intereses naturales, afirma, nos llevan a servir el interés común, mientras nuestra razón nos conduce al egoísmo, de modo que hay que seguir al sentimiento más que a la razón para ser virtuosos. El primer dogma de la religión natural es la existencia de Dios, que se deduce de la necesidad de admitir una causa del movimiento que anima la materia y de explicar el orden y la finalidad del universo. El segundo es la espiritualidad, actividad y libertad del alma. Se opone así a la posibilidad mantenida por muchos ilustrados según la cual la materia pueda pensar.

La religión natural se presenta en el Emilio como un descubrimiento que cada uno puede tener por sí mismo, pero que no se puede imponer a nadie. Pero en el Contrato social Rousseau admite que haya una profesión de fe puramente civil, cuyos artículos corresponde fijar al soberano (que no significa el monarca, sino la comunidad, el pueblo, como hemos visto), “no como dogmas de religión, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los cuales es imposible ser buen ciudadano y súbdito fiel”. El Estado no puede obligar a creer en tales artículos, pero puede desterrar al que no los crea, no por impío, sino por insociable. Hay que advertir el contraste entre la absoluta libertad religiosa que aparece en el Emilio y la obligatoriedad del credo civil en el Contrato social, y es que en éste, Rousseau supone realizado el orden racional de la naturaleza humana, cuyo órgano es la voluntad general. La religión civil hará explícitas las condiciones de esa realización, que no pueden dejar de ser reconocidas por los particulares. En efecto, faltar al credo civil, comportándose como si no se lo admitiera, es para Rousseau el crimen más grave: el perjurio a las leyes y, en consecuencia, a sí mismo.

8 TEXTOS ACLARATORIOS SOBRE ALGUNAS TEORÍAS DE ROUSSEAU

“El Contrato Social se convirtió en la Biblia de la mayoría de los cabecillas de la Revolución Francesa, pero sin duda, como es el destino de las Biblias, no fue leído con cuidado, y menos aún entendido por muchos discípulos. Reintrodujo el hábito de las abstracciones metafísicas entre los teóricos de la democracia y por su doctrina de la voluntad general hizo posible la identificación mística de un caudillo con su pueblo, la cual no tiene necesidad de ser confirmada por un aparato tan mundano como las urnas electorales. Su primer fruto fue el reinado de Robespierre.” B. RUSSELL “Por mi parte prefiero el argumento ontológico, el cosmológico y los demás de la vieja serie, al sentimentalismo ilógico de Rousseau. Los antiguos argumentos eran, al menos, serios; si eran válidos, probaban su punto; si no lo eran, quedaba ante la crítica la posibilidad franca de demostrar que eran falsos. Pero la nueva teología del corazón prescinde del razonamiento; no puede ser refutada, porque no se propone probar sus puntos. En el fondo, la única razón que se ofrece para su aceptación es que nos permite entregarnos a sueños agradables. Esta es una razón indigna, y si yo tuviera que escoger entre Tomás de Aquino y Rousseau, escogería al santo sin ninguna vacilación. B. RUSSELL “El concepto de voluntad general puede aclararse con el ejemplo de la gravitación terrestre. Cada partícula de la tierra atrae hacia sí a todas las demás partículas del universo; el aire que nos rodea nos atrae hacia arriba mientras que la tierra que pisamos nos atrae hacia abajo. Pero todas estas atracciones “egoístas” se anulan unas a otras en cuanto son divergentes y lo que queda es una resultante hacia el centro de la tierra. Esta resultante podía ser imaginada como el acto de la tierra considerada como comunidad y como la expresión de su voluntad general” B. RUSSELL “El varón necesita ser educado en la libertad para después poder ejercerla, mientras que la mujer, al no tener derecho a la vida política, sino obligación de la vida doméstica, necesita ser adiestrada en la obediencia y la paciencia. La naturaleza de las mujeres y la de los varones es diferente. Los varones han de desarrollar la suya en la política, mientras que las mujeres en la casa. Los varones son los sujetos del Contrato social mediante el cual cada individuo varón cede su poder natural a favor de la comunidad. La soberanía reside en la Asamblea, que es la expresión de la voluntad general, la cual no es igual a la voluntad de todos, sino de todos aquellos que desean lo mejor; son quienes están informados, educados y votan libremente y de modo directo. Mediante la voluntad general se sale de la corrupción y puede recuperarse parte de esas bondades naturales perdidas en la civilización: se recupera el varón bueno y libre. La democracia y la libertad son asuntos políticos, competencia de varones; la sumisión es doméstica y compete a las mujeres. Todas las reflexiones filosóficas de las mujeres deben referirse al estudio de los hombres o a los conocimientos agradables cuyo objeto es el gusto, porque en lo tocante a las obras de genio, las mujeres no tienen capacidad para ellas” J.J. ROUSSEAU

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