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Terremoto 1985: Sucesos que inscriben la historia
Curaduría de: Mariana Gruener
Terremoto 1985: Sucesos que inscriben la historia Curaduría de: Mariana Gruener
La muerte Tan pronto tomamos conciencia de nuestra propia mortalidad, queremos representar la realidad por medio de una abstracción que le otorgue significado a nuestra existencia mortal. El hombre de la prehistoria realizaba trazos mágicos sobre las paredes de las cuevas: hombres y animales quedaban representados con la intención de que pudieran influir sobre su realidad, al dotarlo de la fuerza necesaria para vencer a una bestia más poderosa que él. Después, el hombre comenzó a representar la naturaleza por medio de la pintura y posteriormente de la fotografía; para observarla “detenidamente”, en un acto por “detener” el tiempo lineal que termina con nosotros. Es un “detenerse” para repasar, estudiar, comprender y quizás modificar, nuestro destino. Por más que retengamos el tiempo entre “clichés” de buenos y malos momentos, el tiempo permanece lineal e irrefrenable. La historia continúa su escritura y nosotros seguimos formando parte de ella a pesar de nuestro intento por detenerla. ¿Por qué documentamos la catástrofe? Para insistir, que a pesar de ser frágiles y susceptibles, seguimos presentes, aquí y ahora. La labor de un fotógrafo es registrar los eventos para “detenidamente” analizarlos e integrarlos a la historia que continua su caudal. México D.F. 19 de septiembre de 1985 A las 7:19 de la mañana la tierra se movió. Durante dos minutos osciló y trepidó, derribando edificios con miles de personas que se quedaron atrapadas dentro. Fue un instante en que dejamos de respirar, presos del miedo y la sorpresa. Un instante, como una fotografía, que quedó fuera del tiempo: un momento que resume un suceso que nos cambia la vida.
© Pedro Meyer
El hombre siempre ha tenido necesidad de registrar los eventos que determinan su vida. Las imágenes, son la evidencia de nuestra memoria; otorgan “veracidad” a los sucesos, a la historia. Aunque hoy en día casi nada es creíble; la contundencia de las imágenes del sismo del 85 de Pedro Meyer, nos revelan una verdad: la madre tierra nos puede engullir en cualquier momento. La labor del fotógrafo es contar la “verdad”. Nos permite entender mejor aquello que nos rebasa. Las imágenes de Pedro nos recuerdan nuestra condición vulnerable; y esa es, una verdad.
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Hay fotógrafos que no limitan su mirada, que enfrentan los hechos con su lente, que se colocan entre los sucesos y el espectador en un intento por representar la realidad; ese es Pedro Meyer. Para citar algunos de sus trabajos: en el terremoto del 85, en “Fotografío para recordar”, y en la guerra Sandinista en Nicaragua, registró los sucesos que determinaron la vida de una nación, la de una familia, o la de un individuo; sin censurar, sin velar los momentos malos de la memoria. Los registró y aceptó que la vida es así: trágica y cómica; agradable, pero también difícil de vivir. Pedro y el Suceso El 19 de septiembre Pedro Meyer se encontraba en NY como jurado de una beca de la Fundación Eugene Smith. Cuando se enteró del sismo, decidió regresar a México de inmediato. Primero para verificar que sus seres queridos estuvieran bien y después para fotografiar.Tomó el primer avión que pudo y arribó el 20 de septiembre a las 19:30 de la noche. Al bajar del avión se encontró con un aeropuerto vacío, con calles vacías; ignorando que otro terremoto acababa de ocurrir y que el espasmo, la incertidumbre y el miedo se habían acrecentado en la ciudad. Tras comprobar que los suyos estaban bien, salió a fotografiar las calles devastadas de la ciudad. Trabajó solo, durante días, detrás de su lente. Aunque el fotógrafo esté acompañado, a la hora de disparar, está solo ante el evento; sabe que su función es detallar la historia, generar los documentos que quedarán como de lo acontecido. Un fotógrafo ante eventos que quizás no le guste confrontar, pero aun así los fotografía. Pero Meyer no estuvo solo en muchos de esos días de Septiembre del 85. Porque justo comenzó un taller que se llamó “El taller de los lunes” al que atendieron jóvenes que querían perfeccionar su manera de fotografiar. Así que durante esos días, Pedro Meyer llevó a uno por uno de sus alumnos con él a enseñarles como fotografiar un evento de esa naturaleza. Hoy en día la mayoría de ellos son artistas, no todos de la lente, pero importantes dentro de la escena del arte de nuestro país. Y esta es una característica importante de la personalidad de Meyer, que a la par de fotógrafo ha sido un gran promotor de la foto tanto en México como a nivel mundial. “El taller de los lunes” demuestra como a pesar de lo acaecido en el Sismo del 85, Meyer entendió que no sólo era necesario registrar, si no que era importante enseñar y preparar a la siguiente generación y qué mejor que hacerlo con un evento tan importante en la historia de una nación. Así hizo su labor de fotógrafo, de maestro y de promotor que han ido de la mano a lo largo de toda su carrera.
© Pedro Meyer
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La Fe Como en cualquier catástrofe, las versiones son múltiples, las cifras oscilan y nos dejan a la deriva; si fueron seis mil, diez mil o veinte mil muertos, no importa; el sismo del 85 devastó a la Ciudad de México. Creer en una cifra es cuestión de fe. El espectador decide creerle a los documentos. Ver una fotografía también es un acto de fe. Al creer que así sucedieron los hechos; debemos estar concientes de que lo que hacemos es creer en el fotógrafo y su integridad. Para Pedro Meyer la verdad siempre ha sido una premisa de su fotografía, aunque éstas estén compuestas algunas veces a partir de varias tomas unidas digitalmente, cuentan una verdad, su verdad absoluta, la individual. Y justo en el tema de la veracidad es donde Pedro Meyer ha sido más confrontado. Para muchos, el hecho de que él manipule imágenes digitalmente “es una prueba de que no dice la verdad”, es la prueba de una manipulación.
© Pedro Meyer
Analicemos esta premisa de la manipulación tomando como ejemplo la serie del sismo del 85. En este trabajo Pedro abordó el tema bajo las reglas ya establecidas y aceptadas de la imagen documental, la fotografía se genera a partir de una relación directa con los hechos y se presenta tal cuál sale de la cámara sin una manipulación. Sin embargo, ¿cómo calificamos la decisión que tomó el fotógrafo al encuadrar, cómo juzgamos todo lo que decidió no fotografiar o sí fotografió, cómo valoramos la decisión de colocar un cierto lente en la cámara, de utilizar cierta película, el momento en el que decidió disparar? Todo, absolutamente todo eso, es una manipulación. Sin embargo, en el caso de la imagen documental es una manipulación aceptada moralmente. Es una manipulación, aunque en este trabajo no nos lo parezca evidente, ya que percibimos que el fotógrafo se enfrentó a
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los hechos con: integridad, respeto y deseos de comunicar. Si mentir es un valor moral, tendríamos que juzgar las intenciones del fotógrafo y no, cómo fue hecha la imagen. Quizás los eventos del 85 se explican a través de imágenes directas, pero muchos otros eventos que Pedro ha visto, necesitaron de una construcción posterior para poder comunicarlos. La mayoría de las veces es imposible para un fotógrafo explicar una situación en una imagen, por eso necesita generar series, o montar varias imágenes en una sola, para ser más claro en su visión. Los fotógrafos sintetizan la realidad; del caos, hacen un lenguaje comprensible y digerible. Ante un evento de la magnitud de un terremoto, como el del sismo del 85, las imágenes se vuelven necesarias, para poder digerir y entender el suceso. Es ahí donde depositamos nuestra confianza en el fotógrafo, confiamos en que entregará las imágenes adecuadas para situarnos dentro de esta realidad. Las imágenes de Meyer cumplen con esa función, nos muestran nuestra historia. Aunque la fidelidad con la realidad, que busca el fotógrafo documental, no existe; el lenguaje de una persona que enfrenta ciertos sucesos sí existe, y desde su propia comprensión, nos transmite la visión a los demás sobre su significado. Ausencia de tiempo y tiempo detenido, no son lo mismo Días después de los terremotos del 19 y 20 de septiembre, el gobierno decidió llevar al Estadio del Seguro Social, un campo de baseball, los muertos rescatados de entre los escombros. Los cadáveres se acomodaban en el suelo, entre hielo para tratar de frenar inútilmente la descomposición. Pilas de ataúdes y filas interminables de personas que iban a reconocer a sus muertos llenaban el campo, dando poco a poco lugar a esos cuerpos que justo se encontraban fuera de lugar. Ahí es donde Pedro fotografió a la muerte de frente. Si la fotografía es un intento por detener el tiempo, ¿qué hace un fotógrafo ante la muerte? ¿No es redundante fotografiar un tiempo de por si detenido? Sobretodo para el que se enfrenta a la muerte con su lente; aun más que para el espectador, ya que éste último sólo recibe una imagen: formas, colores y texturas; pero para el fotógrafo significa, que ha debido detener un tiempo extinto. © Pedro Meyer
Tres años después del terremoto Meyer volvió a documentar la muerte de frente, pero ahora de una manera más personal. En “Fotografío para Recordar” documentó la muerte de sus padres, otra vez de frente sin maquillajes, asumiendo las cualidades de la vida y dándole un espacio a lo que la sociedad en general prefiere ocultar: negar los sucesos hasta borrar lo que no queremos recordar.
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La belleza de lo inerte ¿Qué hacemos cuando la belleza se inserta en el horror? Cuando la lente de un fotógrafo la registra en su paso por el desastre: las formas, los colores y los ritmos hablan; los significados se entrelazan con ellos, dejándonos a la intemperie con la sensación de dolor y placer. En varias de estas fotografías la estética y el suceso se entrelazan, las formas, el drama, las texturas, la luz, el color o su ausencia trasladan la imagen al terreno de la belleza y eso sorprende y desconcierta: que el desastre se convierta en una imagen que uno disfruta ver, que en el sufrimiento de observar también haya placer.
© Pedro Meyer
Una parte importante del trabajo de Pedro durante el 85 fue retratar los edificios derruidos, estructuras que el erige dentro de la imagen como monumentos. ¿Por qué un fotógrafo que en general retrata personas, en esta ocasión hizo una gran cantidad de imágenes silenciosas, de estructuras inertes? ¿Qué le significaban estos edificios a Meyer? Serán retratos de la gente que se quedó adentro atrapada, de los que perdieron su hogar, serán el rostro del miedo, serán retratos y no estructuras?
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La gente y el fotógrafo Las fotografías de Pedro muestran a: mujeres y hombres levantando piedras con sus manos, con picos, para salvar a sus seres queridos; a la gente organizada para construir refugios, comedores, preparar comida, repartir medicinas y cobijas; presenta a una sociedad civil que rebasó por mucho la labor gubernamental; a un mexicano preocupado, pero que a pesar de todo sabe reír. Al que coloca a un maniquí en plena avenida para cerrar el paso, como chiste en medio del desastre o porque le parece normal. Aquél que tiende una tela de varios metros para poder sacar sus cosas de un edificio al que ya no podrá volver a entrar. A los soldados que tenían como única consigna resguardar. Esta parte del trabajo nos muestra una cara de Meyer más conocida, el fotógrafo de gente, el que sabe acercarse al otro y obtener su retrato. Aquí vemos al hombre que recorre las calles interminablemente y que se relaciona con los protagonistas de la historia. Que los interpreta y trata de reflejarlos, de compartirlos con los que no pueden ver, con el espectador que no acude a los eventos, pero aún así quiere presenciarlos. En estas imágenes podemos observar a un fotógrafo que se sorprende ante lo extraño: una niña que pretende hablar por teléfono, en una ciudad donde lo que impera es la incomunicación; un niño que hace su tarea desde una silla junto a una carpa y decide que la vida continúa a pesar de las circunstancias; un teporocho que brinda por México y se desliga del drama, mientras un rescatista extranjero porta un casco que lo hace ver, como si fuera a combatir extraterrestres. © Pedro Meyer
El sentido del humor ha sido característico en la fotografía de Meyer, le gusta descubrir como somos diferentes, raros. Lo interesante de esta serie del sismo del 85 es que además de ver lo devastado y el sufrimiento, también vemos sonrisas, extrañezas, también sonreímos al ver algunas imágenes, porque la vida es así, la cultura mexicana sobre todo es así:,el mexicano ríe, se burla ante la vida que se pinta de negro, como una manera de sobrellevar el dolor. En este trabajo que conforma un acervo de dos mil imágenes, podemos ver muchas caras del sismo, no sólo lo derruido y muerto, si no también la lucha y la esperanza. El fotógrafo mira a pesar de sus circunstancias, sabe que la historia no espera y que los documentos deben existir. Hoy a 22 años del terremoto contamos con esta imágenes nunca antes vistas, que nos hacen reflexionar, reiterar lo que somos. Se insertan en la historia y así, cumplen su función.
Terremoto 1985: Sucesos que inscriben la historia Curaduría de: Mariana Gruener
Mariana Gruener Cursó la maestría en artes visuales en el School of Visual Arts en Nueva York, la licenciatura en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y tomó más de 20 talleres en el Centro de la Imagen con reconocidos maestros nacionales e internacionales. Ha participado en diversa exposiciones en Nueva York, Toronto, Amsterdam, Hong Kong y México. Mariana Gruener es profesora de foto en La Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado “Esmeralda”, en la Universidad Centro, diseño-cine-televisión, ha impartido talleres en el Centro de la Imagen y otros centros culturales del país. Recibió las becas Jóvenes Creadores 2005- 2006 y Apoyo a Estudios en el Extranjero 2001 que otorga el Fonca, fue seleccionada para la beca Fullbright-García Robles y recibió la Excelencia académica por parte de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. En los últimos años ha trabajado en Nueva York para la diseñadora Yolanda Cuomo, para los artistas Mary Lucier y Clarissa Sligh y en México para el fotógrafo Pedro Meyer. Fotógrafa Freelance desde 1997 para revistas, películas y empresas.