UN MAESTRO DE LOS HIJOS DE DIOS Presidente Dieter F. Uchtdorf Segundo Consejero de la Primera Presidencia

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UN MAESTRO DE LOS HIJOS DE DIOS Presidente Dieter F. Uchtdorf Segundo Consejero de la Primera Presidencia Discurso dirigido a los instructores de religión del SEI • 28 de enero de 2011 • Tabernáculo de Salt Lake Qué placer es estar aquí con ustedes el día de hoy. Los amo y los honro. Estoy agradecido al presidente Monson por darme esta asignación, y les expreso a ustedes el amor y la gratitud de la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles por la recta influencia que ejercen en la juventud de la Iglesia de todo el mundo. Es mi ruego que el Espíritu Santo nos bendiga y edifique al compartir juntos este momento especial. Además de los que están aquí en el hermoso e histórico Tabernáculo, nos acompañan más de 42.000 maestros de seminario y de instituto en más de 150 países, con traducción a 23 idiomas. Muchos están viendo esta transmisión en vivo y algunos la verán en DVD más adelante. Todo esto es un milagro moderno. Pero más que nada, es nuestra fe en el Señor nuestro Dios y el milagro de Su evangelio restaurado lo que nos acerca, superando todo tipo de fronteras, para ser edificados, elevados y unificados por el poder del Espíritu. Mi corazón se extiende con gratitud hacia ustedes que han elegido la enseñanza como su profesión y a todos los que enseñan en respuesta a un llamamiento de sus líderes del sacerdocio. El presidente David O. McKay en una ocasión dijo: "Ningún hombre [o mujer] puede tener una responsabilidad más grande que la de ser maestro de los hijos de Dios"1. Hace unos años tuve el privilegio de acompañar al presidente Boyd K. Packer en un viaje por Europa. Cuando llegamos al hotel y empezamos a llenar los formularios de rigor, tuve curiosidad por saber lo que el presidente Packer anotaría como su ocupación. En ese tiempo era el Presidente en Funciones de los Doce, tenía un doctorado, había servido como miembro de mesas directivas de varias corporaciones, y había sido piloto. Había tantas ocupaciones que habría podido anotar. Me conmovió, pero no me sorprendió, que anotara "Maestro". Cada uno de nosotros, en algún momento como miembros de la Iglesia, seremos maestros. Ésa es una de las bellezas de esta Iglesia. El llamado a enseñar es una oportunidad de seguir a Jesucristo, el Maestro de maestros. Hermanos y hermanas, como maestros de seminario e instituto tienen el privilegio de ayudar a la nueva generación a caminar hacia la eternidad siguiendo los pasos del Salvador. Quisiera felicitarlos por el trabajo tan eficaz que realizan. Quizá no se den cuenta del alcance que tiene su influencia en la vida de los Biblioteca SUD

jóvenes a quienes enseñan. El impacto positivo de seminario e instituto quizá no sea aparente para los que participen en ese trabajo día tras día. Sin embargo, nunca subestimen lo que el Señor hace por medio de ustedes. Al mirar atrás, a lo largo de un período de tiempo más extenso, resulta obvio que se ha logrado mucho, y eso de por sí es muy gratificante. Yo crecí en la Iglesia sin seminario y sin instituto, y recuerdo muy bien el proceso gradual de implementación de esos programas en mi país natal. No tengo ninguna duda de que los miembros jóvenes de hoy que tienen el privilegio de participar en seminario e instituto tienen mucho más conocimiento de la historia, la doctrina y las prácticas de la Iglesia que ninguna otra generación en la historia de la Iglesia. Tengo la seguridad de que los programas de seminario e instituto se encuentran entre los factores que han aportado más a la estabilidad y la fortaleza de la creciente Iglesia mundial. Los elogio y les agradezco cordialmente lo que hacen por establecer la Iglesia entre toda nación, lengua y pueblo. Sé que les ha requerido mucha fe, oraciones y gran esfuerzo, pero también sé que reciben una dulce satisfacción cuando ven progresar a los que están bajo su guía. Muchos llegan a ser misioneros eficaces y después llegan a ser miembros fieles y activos de la Iglesia, así como ciudadanos firmes y capaces que llevan las riendas del liderazgo en muchas partes de la tierra. La guía continua de ustedes permitirá a muchos jóvenes adquirir la mejor formación académica y capacitación vocacional posibles y superarse en el ámbito que elijan en la vida. Hasta los extremos de la tierra ¿Acaso no es interesante que desde el mismo principio de esta dispensación —incluso cuando la Iglesia todavía era pequeña y desconocida— el profeta José Smith y sus sucesores hayan hablado de esta obra en términos universales? Por ejemplo, las revelaciones modernas contienen esta gran declaración de alcance mundial: "Escuchad, pueblos lejanos; y vosotros los que estáis sobre las islas del mar, oíd juntamente. "Porque, en verdad, la voz del Señor se dirige a todo hombre, y no hay quien escape; ni habrá ojo que no vea, ni oído que no oiga, ni corazón que no sea penetrado... "Por tanto, la voz del Señor habla hasta los extremos de la tierra, para que oigan todos los que quieran oír" (D. y C. 1:1-2, 11; cursiva agregada). Citaré otra profecía que parece ser extraordinaria si se consideran las humildes circunstancias de la Iglesia en ese tiempo: "El brazo del Señor se manifestará con poder para convencer a las naciones. del evangelio de su salvación. Biblioteca SUD

"Porque acontecerá que en aquel día todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma, por conducto de los que son ordenados a este poder, mediante la administración del Consolador, derramado sobre ellos para revelar a Jesucristo" (D. y C. 90:10-11; cursiva agregada). Cuando se dio esta revelación, la Iglesia tenía unos tres años de antigüedad. La obra misional fuera de los Estados Unidos ni siquiera había empezado todavía, y la manera más rápida de viajar en ese entonces era en carreta a caballos. Me imagino cómo se habrán sentido los miembros cuando escuchaban profecías sobre las islas del mar y los extremos de la tierra y que todo hombre escucharía el evangelio en su propio idioma. Definitivamente tuvieron fe, y le agregaron bastante valor y trabajo arduo. Hoy vemos que su fe no fue en vano, pues podemos comunicarnos entre continentes y océanos por teléfono, satélite o videoconferencia; viajamos por avión, tren de alta velocidad o por automóvil. Hace poco supe que algunas clases de seminario se llevan a cabo por medio de Skype o de iChat. Todos estos acontecimientos podrían fácilmente parecer un sueño, pero no lo son; ¡son parte del cumplimiento de una profecía! Doy gracias por los milagros de la comunicación y el transporte modernos que han contribuido a hacer posible que la voz del Señor llegue hasta los extremos de la tierra. Penetrar corazones Sin embargo, por milagrosas que sean estas nuevas tecnologías, son sólo una pequeña parte del cumplimiento de las profecías del Señor. Los medios de transporte modernos podrán llevar a los líderes de la Iglesia y a los misioneros a tierras distantes. Los medios de comunicación modernos podrán llevar las Escrituras y las palabras de los profetas a los ojos y oídos de los hijos de Dios en todas partes, pero no podrán lograr lo que considero un milagro aún mayor: llevar el Evangelio a su corazón. Para lograrlo, necesitamos algo todavía más milagroso que la tecnología moderna: Necesitamos maestros eficaces y amorosos. Hermanos y hermanas, ésa es la función que desempeñan en la obra del Señor. Gracias a su dedicado servicio, este milagro ocurre en miles de clases de seminario e instituto todos los días; ustedes contribuyen a que se cumpla la promesa del Señor de que "[no] habrá... corazón que no sea penetrado" (D. y C. 1:2). El día de hoy me gustaría compartir con ustedes unas pautas simples y llanas que les ayudarán a lograr este magnífico milagro. Sinceramente suplico la guía del Espíritu Santo para que los siguientes cinco puntos de consejo seleccionados les sean útiles en alguna medida en sus responsabilidades más importantes. 1. Sigan al Maestro de maestros

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Nuestro objetivo y nuestros esfuerzos como maestros, líderes y administradores se deben centrar en el Maestro de maestros; en Su evangelio, enseñanzas, ejemplo y amor. Es por ello que "trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos... a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos ... "Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados" (2 Nefi 25:23, 26). Ayudemos a los jóvenes de la Iglesia a aprender a amar al Señor, porque lo que amamos determina lo que buscamos. Lo que buscamos determina lo que pensamos y hacemos, y lo que pensamos y hacemos determina quiénes somos, y lo que llegaremos a ser. Conforme enseñemos a los jóvenes a amar al Salvador Jesucristo, llegarán a ser verdaderos discípulos del Maestro. Este proceso los preparará para ser fieles y amorosos esposos y padres, esposas y madres: líderes de familias eternas. Los templos llegarán a ser una parte natural e importante de su vida. Llegarán a ser misioneros al servicio del Señor en misiones como jóvenes adultos y más adelante como matrimonios maduros. Ésos serán puntos de referencia anhelados y de mucho gozo en el camino que ellos se tracen. Al dirigir a los jóvenes hacia Cristo para fortalecerlos, también fortalecemos a las familias y a la Iglesia. Sus alumnos los amarán, los admirarán y estarán muy agradecidos de ustedes. Hermanos y hermanas, estén agradecidos por ello, pero nunca dejen que se les suba a la cabeza. Cuando se les empieza a subir a la cabeza — cuando empiezan a obsesionarse con su propia grandeza e importancia como maestros, y comienzan a empecinarse en su influencia o reputación— es allí cuando el orgullo empezará a corromper sus intenciones y su comportamiento. Recuerden que es el Salvador, y no ustedes, quien debe ser el centro de su servicio. Para que la palabra del Señor penetre el corazón de nuestros jóvenes, precisamos maestros que sean lo suficientemente audaces para enseñar la doctrina del Evangelio restaurado y, al mismo tiempo, humildes para enseñar sólo la doctrina del Evangelio restaurado; los maestros que buscamos son los que no promueven sus propios intereses ni temas predilectos. Los maestros de seminario e instituto nunca deben procurar tener sus propios seguidores, sino procurar seguir al Maestro de maestros y a Sus siervos ungidos, e inspirar a sus alumnos a hacer lo mismo. Me gusta el mensaje del final de la obra musical de Stephen Sondheim, titulada Dentro del bosque. El grupo canta: Cuídate de lo que digas, Biblioteca SUD

los niños te escuchan. Cuídate de lo que hagas, los niños ven y aprenden. Los niños mirarán hacia ti para saber por dónde ir para aprender qué llegar a ser. Cuídate antes de decir: "Escúchame", los niños te escuchan. Sabemos que esta obra seguirá adelante con o sin nosotros. Vivamos de acuerdo con nuestros privilegios y oportunidades y comprometámonos a ser herramientas eficaces en las manos del Señor. A medida que se pierdan en Su servicio, descubrirán su propia felicidad y el propósito de su vida. 2. Enseñen la verdad con valor y claridad El apóstol Pablo describió con gran exactitud nuestros días cuando escribió de las personas "que siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad" (2 Timoteo 3:7; cursiva agregada), "teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella". Y él advirtió: "A éstos evita" (2 Timoteo 3:5). "Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina . y apartarán el oído de la verdad y se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4:3-4). No es ningún secreto que vivimos en un mundo moralmente confundido. Las mismas tecnologías que facilitan el acceso a las palabras de los profetas también hacen más fácil que Satanás propague sus mentiras. Actualmente muchas personas piensan que no existe la verdad divina y absoluta. Creen que Dios no es real, que es la creación de una generación menos culta, y que la verdad moral siempre depende de la cultura, de las circunstancias o de la época en que vivamos. Algunos usan nombres ingeniosos como nueva moralidad, o ética situacional, o relativismo moral o ser políticamente correcto para disfrazar el hecho de que al mundo le falta dirección moral y dedicación a las leyes de Dios. ¿Qué postura tenemos como maestros de seminario e instituto en el asunto crucial de los valores y la doctrina? ¿Qué postura tenemos como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días? Nuestro compromiso es con un Padre Celestial viviente y amoroso, cuyas leyes son verdades absolutas. La doctrina y los principios del Evangelio son eternos, nunca cambian; son los mismos ayer, hoy y siempre en todas las culturas, todas las naciones y todas las épocas. Las tradiciones, los idiomas, las expectativas culturales, e incluso los programas de la Iglesia pueden diferir o cambiar con el

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tiempo, pero los mandamientos de Dios y las doctrinas del Evangelio restaurado permanecerán firmes y el hombre no los puede cambiar. Como Iglesia, como maestros de seminario e instituto, nuestro curso se ha trazado. En 1938 el presidente J. Reuben Clark Jr. dio un discurso determinante en cuanto a la educación en la Iglesia. Aunque dio su mensaje antes de que yo naciera, sigue siendo innovador, poderoso y profundo en la actualidad. Debemos verificar con regularidad nuestra posición en ese curso trazado y asegurarnos de que no nos estemos apartando lentamente de él. Cuanto más atesoremos las Escrituras y las palabras de los profetas y las apliquemos, tendremos una mayor capacidad de reconocer cuando nos estemos distanciando, aunque sólo sean unos grados. Cito del perdurable mensaje del presidente Clark: "Ya hemos superado la etapa ... del hablar con palabras ambiguas y frases enmascaradas. Debemos expresar con claridad lo que deseamos comunicar, ya que el futuro de los jóvenes, aquí en la tierra y en el más allá, y el bienestar de toda la Iglesia, están en juego. "Los jóvenes de la Iglesia tienen hambre de las cosas del Espíritu; desean aprender el Evangelio, y lo quieren en su forma más pura y clara. Quieren saber los puntos fundamentales. y obtener un testimonio de esos puntos; no tienen. dudas sino interrogantes, buscan la verdad. ".Quieren tenerla en toda su sencillez y pureza. "...Ustedes no tienen que ubicarse detrás del joven... y susurrarle la religión al oído; pueden ubicarse delante de él, cara a cara, y hablar con él. No tienen que disfrazar las verdades religiosas con un manto de cosas mundanas; pueden presentarle esas verdades con franqueza"2. ¡Qué cita! Ese afán por aprender que el presidente Clark describió también se expresa de manera hermosa en uno de nuestros himnos predilectos: Soy un hijo de Dios; Él me envió aquí. Guíenme; enséñenme la senda a seguir para que algún día yo con Él pueda vivir. La segunda estrofa de este maravilloso himno agrega una sentido de urgencia a esta súplica: Soy un hijo de Dios; me deben ayudar a entender Su voluntad; no puedo demorar3. Biblioteca SUD

Nuestros jóvenes quieren creer; tienen un gran deseo de saber más del Salvador. Nuestra responsabilidad es enseñarles la verdad con tal claridad que las filosofías del mundo no los confundan. Así es cómo se desarrolla la fe, según enseñó el apóstol Pablo: "La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios" (Romanos 10:17). Porque, "¿cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin .[un maestro que] les predique?" (Romanos 10:14). Hermanos y hermanas, las verdades eternas del evangelio de Jesucristo tienen el poder de traspasar la confusión moral de nuestros tiempos y penetrar el corazón de nuestra juventud. Pablo también dijo: "Y si la trompeta da sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? "...si... no dais palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís?" (1 Corintios 14:8-9). Debemos enseñar las verdades del Evangelio con valor y claridad. No nos podemos dar el lujo de dar "sonido incierto". Un viejo refrán dice: "Un hombre que tiene un reloj sabe qué hora es; un hombre que tiene dos relojes, nunca está del todo seguro"4. Necesitamos ayudar a nuestros jóvenes a saber y reconocer las "señales de los tiempos" correctas (véase D. y C. 68:11). Será entonces la responsabilidad y el privilegio de nuestros jóvenes el escuchar, prestar atención y decidir la forma de dirigir su vida. La claridad y sencillez al enseñar siempre han caracterizado a nuestros profetas. Nuestro querido presidente Gordon B. Hinckley era magistral al enseñar con palabras comprensibles y líneas de pensamiento lógicas. Él dijo: "La enseñanza eficaz es la esencia misma del liderazgo en la Iglesia. La vida eterna se logrará únicamente cuando a los hombres y a las mujeres se les enseñe con tal eficacia que lleguen a cambiar y a disciplinar su vida. No se les puede obligar a ser rectos ni a que deseen ir al cielo; se les debe guiar, y eso significa impartir enseñanza [eficaz]"5. 3. Enseñen por medio del Espíritu Cuando era presidente de estaca en Fráncfort, Alemania, uno de los obispos de nuestra estaca era empleado del SEI y supervisaba la implementación de seminario en Alemania. Era un gran maestro y era muy motivador. En su barrio había un grupo de hombres jóvenes que era extremadamente difícil. Hubo momentos en que yo, como su presidente de estaca, tuve poca fe o esperanza de que se mantendrían activos o que serían dignos de entrar en el templo o ir a una misión. Sin embargo, el obispo tenía una manera de enseñar y motivar a esos jóvenes que sólo puedo llamarle inspiración pura. Incluso me motivó a mí como su presidente de estaca a seguir creyendo en esos jóvenes. Ellos seguían teniendo un aspecto tosco y su comportamiento no siempre fue ejemplar, pero se contagiaron del fuego del testimonio del obispo. Y yo sabía que este buen obispo continuamente procuraba los dones del Espíritu para llegar a su corazón. Biblioteca SUD

Permítanme contarles el resto de la historia al leerles una carta que recibí de uno de estos jóvenes en noviembre de 2010. "Estimado presidente Uchtdorf: "Veamos si su memoria le funciona igual de bien como su discurso sobre el orgullo me ha servido a mí. Soy [fulano de tal], y usted me ordenó élder en 1986, cuando era nuestro presidente de estaca. "¿Qué ha sido de mi vida desde entonces? Pues presté servicio en una misión, me casé con una mujer maravillosa hace 15 años, tuvimos cuatro hermosos hijos bajo el convenio, sirvo fielmente en mis llamamientos, trabajo en el templo, y sobre todo me aferro a la barra de hierro. "¿Por qué le escribo todo esto? Porque, como usted sabe, no siempre me aferré a la barra de hierro, y cuando otras personas me veían con duda, usted me vio como soy ahora. Sentí su amor y su confianza. "He intentado vivir según el ejemplo del tipo de vida que usted lleva. He procurado ver a los demás como usted me vio a mí porque todos somos hijos de un Padre Celestial, y tarde o temprano recurriremos a Su amor y a Sus brazos de misericordia. "Gracias por haber tenido confianza en mí". Hermanos y hermanas, muchos de sus alumnos serán bendecidos en su proceso de conversión por la fortaleza del testimonio de ustedes; por la fe, la confianza y el amor que les tenga. Gracias a su caridad hacia los jóvenes y a la virtud de su ejemplo, la confianza de ellos con el tiempo "se fortalecerá en la presencia de Dios". Los testimonios y las enseñanzas de ustedes "destilará [n] sobre [el] alma [de ellos] como rocío del cielo". Esto sólo será posible si el "Espíritu Santo [es el] compañero constante [de ustedes]" (D. y C. 121:45-46). En la función que desempeñan como maestros en esta gran obra, deben tener el Espíritu. No puede haber aprendizaje eterno sin esa vivificación del Espíritu desde el cielo. "Cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres" (2 Nefi 33:1). Por tal motivo, ustedes han de enseñar el Evangelio "por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad". Constantemente deben preguntarse: ¿Enseño el Evangelio "por el Espíritu de verdad" o lo enseño "de alguna otra manera"? Espero que nunca sea "de alguna otra manera" porque el Señor nos ha advertido que entonces "no es de Dios" (D. y C. 50:14, 17-18). 4. Enseñen con el corazón A fin de hacer llegar la palabra del Señor al corazón de los jóvenes, necesitamos maestros excelentes. Y nuestros maestros deben provenir de entre Biblioteca SUD

nuestros miembros locales, sin importar cuán pocos haya para escoger ni qué tan poca experiencia tengan. En eso seguimos el modelo descrito en el Libro de Mormón: "El Señor les concede a todas las naciones que, de su propia nación y lengua, enseñen su palabra, sí, con sabiduría, cuanto él juzgue conveniente que tengan" (Alma 29:8). Muchos de los que escuchan esta transmisión no son maestros profesionales ni poseen formación en el campo de la educación. Para ustedes, la asignación de enseñar seminario o instituto puede parecer agobiante o más allá de su capacidad. De hecho, al considerar el alcance eterno de esta labor, incluso los que sí son profesionales probablemente deban sentirse agobiados de vez en cuando. Permítanme compartir una experiencia de mi juventud sobre la ayuda que podemos recibir mediante el poder de una motivación y actitud correctas. Tras la de la Segunda Guerra Mundial, mi familia terminó en Alemania Oriental, que estaba ocupada por los rusos. Cuando asistí al cuarto grado, tuve que aprender el ruso como mi primera lengua extranjera. Me pareció un tanto difícil por el alfabeto cirílico, pero con el tiempo me fue más o menos bien. Cuando cumplí 11 años, tuvimos que salir de Alemania Oriental de la noche a la mañana a causa de la orientación política de mi padre. Tuve que ir a la escuela en Alemania Occidental, ocupada por los estadounidenses en ese tiempo. Allí se requería que los niños aprendieran el inglés en la escuela, no el ruso. Aprender el ruso había sido difícil, pero el inglés me era imposible. Parecía que mi boca no se había hecho para hablar el inglés. Mis maestros batallaron, mis padres sufrieron, y yo sabía que el inglés definitivamente no era lo mío. Pero entonces algo cambió en mi tierna edad. Casi todos los días iba en bicicleta al aeropuerto y veía los aviones despegar y aterrizar. Leí, estudié y aprendí todo lo que pude hallar en cuanto a la aviación. Mi mayor anhelo era llegar a ser piloto. Ya podía imaginar que estaba en la cabina de mando de un avión comercial o en un avión militar a reacción. ¡Sentía muy dentro del corazón que eso era lo mío! Entonces me enteré que para ser piloto tenía que hablar inglés. De la noche a la mañana, para sorpresa de todos, incluso de mí mismo, parecía que mi boca había cambiado: Podía aprender el inglés. Todavía requirió mucho trabajo, tesón y paciencia; ¡pero logré aprender el inglés! ¿Por qué? ¡Por una motivación justa y poderosa! Las motivaciones, actitudes e ideas que tengan para ayudar y bendecir a la nueva generación, a final de cuentas, tendrán un efecto en las acciones de ustedes. Su testimonio de la veracidad del evangelio restaurado de Jesucristo es la fuerza motivadora más poderosa en este proceso. Mis queridos hermanos y hermanas, ustedes están en la obra del Señor, y el Señor los calificará para la obra.

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Jesús dijo reiteradamente a los que deseaban servirle: "Elevad hacia mí todo pensamiento; no dudéis; no temáis" (D. y C. 6:36). Y siempre recuerden: "Los mejores maestros enseñan del corazón, no del libro"6. Y "La educación no consiste en llenar la olla, sino en encender el fuego"7. Los mejores maestros que he conocido no eran necesariamente los más expertos en cuanto a las técnicas de enseñanza. Más bien, podían hablar de espíritu a espíritu, de corazón a corazón. Su gran influencia tenía menos que ver con seguir mecánicamente los planes prescritos de la lección o las teorías de la educación, y más con la sinceridad, la pasión y la convicción. Los maestros que dicen frases elegantes y refinadas son impresionantes, y es un placer escucharlos, pero los maestros de ideas convincentes, que hablan de corazón a corazón, nos inspiran a actuar. Esos maestros quizá no estén tan pulidos, quizá hablen con voz suave, pero al escucharlos, nos abren panoramas nuevos y fascinantes; nos abren los ojos del entendimiento; siembran en el corazón y en la mente un deseo que se extenderá por la eternidad. Me gusta el dicho: "Si quieres construir un barco, no pidas a la gente que recolecte madera; enséñales a anhelar la interminable inmensidad del mar"8. Nuestra hija y nuestro hijo cursaron seminario supervisado en Alemania. La clase se reunía con el maestro sólo una vez a la semana. Primero tuvieron un maestro empleado por la Iglesia con mucha experiencia y conocimiento. Lo respetaban mucho y en ese tiempo aprendieron grandes cosas sobre las Escrituras. Luego se llamó a una maestra voluntaria, la hermana Dora Dieter, una mujer mayor que tenía una somera experiencia en la enseñanza. No analizaba las Escrituras desde la perspectiva de un erudito; sin embargo, esta hermana amaba al Señor, las Escrituras y a esos jóvenes con todo el alma y el corazón. Se preparaba cada semana mediante el estudio y el ayuno. Enseñaba con todo el amor de su corazón. Después de la clase, repartía panecillos caseros a los alumnos para terminar su ayuno. Nuestros hijos todavía dicen que sus panecillos son los mejores que han probado. Cuando se enteraba de que los alumnos no habían leído la asignación de lectura de la semana, no era raro que derramara algunas lágrimas de pesar. Cuando los alumnos participaban con entusiasmo en la clase, derramaba lágrimas de alegría. Testificaba del Salvador y de la Restauración constantemente. Sembró en el corazón y en la mente de los jóvenes la convicción de que seminario y vivir el Evangelio eran la clave para un futuro exitoso. Los jóvenes no tenían forma de escapar de la divina influencia del amor que la maestra tenía por ellos. Había ocasiones en las que hacían su tarea sólo porque no querían decepcionar a su ángel maestra.

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No todos los maestros son iguales, ni debieran serlo. Cada uno de nosotros tiene distintos talentos, habilidades y aptitudes. Debemos elogiar y aprovechar esas diferencias en vez de forzar a todos a seguir el mismo modelo. Pero hay algunas cosas que todos debemos tener en común: Debemos vivir una vida recta, amar a nuestros alumnos, amar el Evangelio, amar al Señor y enseñar por el Espíritu. Debemos guiar a los jóvenes a establecer sus prioridades correctamente para que se superen en los estudios, en las instituciones educativas, en sus labores de capacitación, y sigan al Salvador. Si ustedes siguen el Espíritu, serán una herramienta eficaz en la mano del Señor para ayudar a la preciosa juventud de la Iglesia a hacerse merecedora de la vida eterna con nuestro Padre Celestial. Si, por otro lado, complicamos demasiado el método educativo o nos dejamos llevar por una actitud metódica, fácilmente perderemos la noción de lo que es la educación religiosa, que es el ayudar a los jóvenes a entender y confiar en las enseñanzas y la expiación de Jesucristo. 5. Testifiquen Hermanos y hermanas, somos un pueblo que testifica, y eso debe ser cierto especialmente en cuanto a nosotros los maestros. El Señor dio un mandato a Sus discípulos de enseñar el Evangelio del reino "en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones" (Mateo 24:14; cursiva agregada). "Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y había abundante gracia sobre todos ellos" (Hechos 4:33; cursiva agregada). Éste ha sido el modelo divino a través de todas las épocas, y este modelo continuará hasta que el Señor regrese en gloria. El maestro que testifica por el poder del Espíritu podrá llegar al corazón y a la mente de sus alumnos. Brigham Young se dio cuenta de que eso ocurrió en su propia conversión al Evangelio. Él dijo: "Si me hubiesen enviado todo el talento, todo el tacto, toda la sabiduría y todo el refinamiento del mundo con el Libro de Mormón, y me hubieran declarado, con la más exquisita elocuencia, la veracidad de él con la intención de probarla, valiéndose del conocimiento y de la sabiduría del mundo, habría sido para mí como el humo que se eleva sólo para desvanecerse. Sin embargo, cuando vi a un hombre sin elocuencia ni talento para hablar en público y que tan sólo dijo: 'Sé, por el poder del Espíritu Santo, que el Libro de Mormón es verdadero y que José Smith es un profeta del Señor', el Espíritu Santo que provenía de ese hombre iluminó mi entendimiento, y la luz, la gloria y la inmortalidad se presentaron delante de mí, las cuales me rodearon, me llenaron por entero y supe por mí mismo que el testimonio de ese hombre era verdadero"9. Mis queridos hermanos y hermanas, mis queridos amigos, quisiera concluir con ese espíritu de testimonio. Con todo mi corazón y mi alma les testifico que Dios vive. Él vive y nos ama. Él los conoce, los ama y tiene gran confianza en Biblioteca SUD

ustedes; Él confía en ustedes en esta gran responsabilidad de ser maestros de los jóvenes, la nueva generación de la Iglesia. Ustedes tienen derecho a recibir ayuda del cielo. El Espíritu los guiará a ustedes y a estos preciosos jóvenes hacia horizontes nuevos y más brillantes. Tengo un testimonio personal de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Salvador, el Redentor del mundo. Sé que esto es verdad. Sé que ésta es Su Iglesia, que Él la preside y que está cerca de Sus siervos. Les testifico que el presidente Thomas S. Monson es el profeta para nuestra época. Lo amo y lo sostengo con toda mi alma. Que Dios los bendiga a ustedes y a sus familias. Que haya amor y paz en sus hogares. Los bendigo con un corazón lleno de paz y con el conocimiento de que el Señor ha aceptado sus sacrificios, su servicio y su amor por esta gran causa. Los bendigo en calidad de Apóstol del Señor y expreso mi profunda gratitud y amor por ustedes, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén. Notas 1. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: David O. McKay, pág. 133. 2. Véase J. Reuben Clark Jr., El curso trazado por la Iglesia en la educación, 1994, págs. 3-4, 10; http:// si.lds.org/teacherresources. 3. "Soy un hijo de Dios", Himnos, N° 196. 4. Lee Segall. 5. Gordon B. Hinckley, véase la cita en "'Venido de Dios como maestro'", Liahona, julio de 1998, pág. 27. 6. Autor desconocido. 7. William Butler Yeats. 8. Antoine de Saint-Exupéry. 9. Citado en Predicad Mi Evangelio, pág. 216.

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