XIX coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía. Ética y Bioética como patrimonio de la Humanidad

XIX coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía “Ética y Bioética como patrimonio de la Humanidad” Puerto de Veracruz 11, 12 y 13 de octubr
Author:  Sara Paz Olivares

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XIX coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía

“Ética y Bioética como patrimonio de la Humanidad”

Puerto de Veracruz 11, 12 y 13 de octubre de 2007

“Escepticismo antiguo: orígenes y problemas” Título

CARLOS R. GUTIÉRREZ RUEDA Autor

Universidad Autónoma de Tlaxcala Institución de procedencia

.

“Escepticismo antiguo: orígenes y problemas”

RESUMEN

En el presente escrito me propongo dos cosas: presentar una breve historia de una de las corrientes filosóficas que surgió en la Época Helenista, el llamado ‘Escepticismo Antiguo’, y, al presentarla, quiero responder a la pregunta: ¿cómo defendían los primeros escépticos –principalmente Pirrón y Arcesilao- su postura? Pero, ¿cómo defiende el escéptico su tesis sin contradecirse?1 ¿Cómo podría un escéptico asignar algún valor a su postura sin caer en la falacia de ‘petición de principio’ (sin estar comprometido de entrada con la postura misma)? ¿Qué argumentos respaldan a la suspensión del asentimiento? Y es más, ¿qué valor positivo puede tener para alguien el sostener la idea de que no se puede conocer? En el trabajo, se presenta el contexto filosófico en el cual fue posible que algunos pensadores defendieran al escepticismo, no sólo como un estilo de vida, sino como una corriente epistemológica.

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Es común aceptar que el primero que acusó al escepticismo de “auto-refutarse”, fue Epicuro, c.f. Lucrecio “De Natura Rerum” IV;470: “En fin, si alguien piensa que nada sabe, tampoco sabe si ello puede saberse, puesto que admite que nada sabe”.

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XIX Coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía “Ética y Bioética como patrimonio de la humanidad”

0. Introducción Quae sine eruditione Graeca intellegi non possunt CICERO En el presente escrito me propongo dos cosas: presentar una breve historia de una de las corrientes filosóficas que surgió en la Época Helenista, el llamado ‘Escepticismo Antiguo’, y, al presentarla, quiero responder a la pregunta: ¿cómo defendían los primeros escépticos –principalmente Pirrón y Arcesilao- su postura? Como sabemos, la postura escéptica2 no es el conjunto de expresiones difusas de duda o ignorancia que sostienen personas necias o locas; por el contrario, se trata de una corriente epistemológica que, de manera rotunda, niega la posibilidad de conocimiento; esto es: si alguien se considera escéptico, entonces sostendrá que ‘no se puede conocer’. Los autores que han intentado esquematizar a las propuestas escépticas (Stough: 1969; Striker: 1983) afirman que, así planteado, el escepticismo puede entenderse de tres formas distintas: a) como una orientación práctica; b) como una recomendación; y c) como una tesis epistemológica. De las tres, la primera resulta un tanto problemática pues es posible encontrar ciertos ‘tipos’ de escepticismo que, ni sostienen una postura práctica, ni está entre sus objetivos proponerla.

En cambio, tanto la

recomendación como la tesis, son elementos que aparecen en todas las variantes del escepticismo. Y en efecto, podría plantearse que ambas características están vinculadas lógicamente de la siguiente forma: mientras la tesis afirma que nada puede conocerse, la recomendación sugiere que, dado que ‘no se puede conocer’, lo mejor es ‘suspender el juicio’ epistemológico sobre cualquier tema.

Sin

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Sobre el por qué se denomina así a ésta corriente epistemológica, Striker (1983) nos informa que la palabra ‘escéptico’ (σκεπτικοζ) fue introducida con un término técnico tardíamente en la Filosofía Helenística. Según la misma autora, Filón el Judío, la usa en el sentido de ‘investigador’, y como sinónimo de ‘filósofo’ (De ebr, 202 W). Si la fuente de Filón es Anasidemo, como se acepta entre los especialistas, entonces supondremos que este uso técnico no tuvo su origen en él. Por la época en que vivió Sexto (s. II d.C.) σκεφιζ o σκεπτικη φιλοσοφια parece que era la designación estándar para la filosofía pirronista, aunque no de la parte Académica. De hecho, Sexto contrasta ambas vertientes en el libro I, capítulo 4 de los Esbozos Pirrónicos ( c.f. E.P. XIV 18). Tal vez esto se deba a la influencia de Teodosio, para quien no era correcto llamar ‘escépticos’ a los Académicos (c.f. Diógenes Laercio, IX). Sin embargo, Gelio, afirmó que ambos, tanto Académicos como Pirrónicos, eran llamados indistintamente σκεπτιχοι, y es el nombre que perduró en la tradición.

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“Escepticismo antiguo: orígenes y problemas”

embargo, tal nexo lógico no es tan fuerte como podría pensarse ya que la pura tesis no es suficiente para justificar a la recomendación;

incluso, podríamos

relacionarlo en el sentido contrario; es decir: dada la ‘suspensión del juicio’, se sigue la tesis ‘no se puede conocer’.

¿Cómo establecen los escépticos esta

relación? Ahora bien, si emprendemos una investigación sobre la historia de esta sorprendente postura epistemológica, encontraremos que los expertos hablan de dos grandes etapas históricas en las que florecieron, se desarrollaron y decayeron los argumentos escépticos: en efecto, nos referimos a los que surgieron en el periodo Helenístico3 agrupados bajo el rótulo ‘escepticismo antiguo’y cuya influencia duró hasta el siglo II d.C; y a los que surgieron en el contexto de las guerras religiosas que se vivieron en la Europa post-renacentista a partir del siglo XVI cuando, como nos cuenta Popkin (1983) en su fascinante libro, se redescubrieron y se pusieron nuevamente en circulación los argumentos pirrónicos que Sexto Empírico había compilado en el siglo II d.C. A ésta segunda etapa del escepticismo, se le conoce como ‘escepticismo moderno’4. Por ahora dejaré de lado al ‘escepticismo moderno’ y centraré mi atención en el ‘escepticismo antiguo’. En esta fase de la historia del escepticismo, una de las figuras claves fue Pirrón de Elis (ca. 365- 260 a.C.) ya que, si bien nada escribió y lo poco que sabemos de él se debe a fuentes bibliográficas secundarias5, tuvo la

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Periodo que los historiadores ubican entre la muerte de Alejandro Magno ocurrida en el 323 a.C. y la muerte de Cleopatra (30 a.C.). Dado que Aristóteles falleció un año después de la muerte de Alejandro, es común incluir a la ‘secta de los escépticos’, junto con el ‘Estoicismo’ y el ‘Epicureísmo’, dentro de las escuelas ‘post-aristotélicas’. Tal denominación, si significa que lo que sigue a Aristóteles es de menor importancia, nos parece poco adecuada para designar un periodo de la filosofía que es sumamente original y fecundo, pues estableció problemas y discusiones filosófica muy originales y que tienen poco que ver con la línea de pensamiento platónica-aristotélica. 4 El redescubrimiento de los manuscritos de Sexto, provocó el crecimiento del interés en el escepticismo antiguo, porque los lectores de la época comprendieron que tales argumentos resultaban muy útiles para atacar a sus adversarios religiosos. Sin embargo, hay que aclarar que con el paso de los años, el problema que plantea el escepticismo acerca de la imposibilidad de encontrar un fundamento religioso, tuvo repercusiones filosóficas. Como ejemplo de este punto, compárese el uso del escepticismo de Erasmo y de Descartes (c.f. Meditationes de Prima Philosophia). En efecto, en el primer caso, se usan los argumentos escépticos como justificaciones para desechar las creencias del oponente; mientras que en el segundo, la duda escéptica tiene una función metodológica, es decir, el reconocimiento de que no se conoce, se toma como una condición previa, pero necesaria, para una apropiada búsqueda de la verdad. 5 Para datos sobre Pirrón, ver: Diógeles Laercio: Vidas Opiniones y Sentencias de los Filósofos más Ilustres. Libro IX; Sexto Empírico: Esbozos Pirrónicos; y Adversus Mathematicus.

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suficiente presencia y fuerza como para inspirar a distintos escritores y filósofos tanto contemporáneos como posteriores a él, entre los que encontramos a Timón, Arcesilao, Carnéades, Anasidemo, Galeno, Agrippa y, al ya mencionado, Sexto Empírico. Todos ellos, siguiendo a Pirrón y a otros filósofos pre-helénicos6 en quienes encontraron inspiración, crearon, no sólo una colección sistemática de argumentos en contra de la posibilidad de conocimiento, sino que además desarrollaron la convicción radical de que, al suspender su asentimiento y resignarse a la ignorancia, no se cae en una fría indiferencia, sino que, por el contrario, se trata de una realización intelectual que es altamente deseable. Según Sedley (1983; 10) el abandono del deseo de conocer “es la característica más fundamental [del escepticismo antiguo] porque, sin una convicción previa a favor del valor intrínseco de la suspensión del asentimiento, no podría encontrarse ninguna motivación para buscar argumentos que pudieran justificarlo”.

1. Planteamiento del Problema. Pero, ¿cómo defiende el escéptico su tesis sin contradecirse?7 ¿Cómo podría un escéptico asignar algún valor a su postura sin caer en la falacia de ‘petición de principio’ (sin estar comprometido de entrada con la postura misma)? ¿Qué

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Por ejemplo: Heráclito, los Eleatas, Anaxágoras y Protagoras. En esta lista de filósofos que, de alguna u otra forma inspiraron al Escepticismo Helenista, también podemos agregar a Parménides, pues “increpa la arrogancia de aquellos que osan decir que saben [scire], siendo que nada puede saberse (Cicerón: Acad. II 74). Además podemos agregar a Jenófanes, Empédocles, Demócrito y a propio Sócrates, quienes, de alguna u otra forma, consideraron que no se puede obtener conocimiento, o que, al menos, éste es inalcanzable para el ser humano. (c.f. Sedley: 1983). Además, Cicerón (Acad. I 44) nos dice: “[...] la oscuridad de aquellas cosas que habían conducido a Sócrates a la confesión de su ignorancia, y ya, antes de Sócrates a Demócrito, a Anaxágoras, a Empédocles y a casi todos los antiguos quienes dijeron que nada puede conocerse, nada percibirse, nada saberse [nihil cognosci, nihil percipi, nihil sciri ...]. Dijeron que son estrechos los sentidos, débiles las almas; breve el curso de la vida, y como Demócrito, que la verdad está sumergida en lo profundo, que todo está ocupado por las opiniones y tradiciones, que nada queda para la verdad; en fin que todo está rodeado de tinieblas. 7 Es común aceptar que el primero que acusó al escepticismo de “auto-refutarse”, fue Epicuro, c.f. Lucrecio “De Natura Rerum” IV;470: “En fin, si alguien piensa que nada sabe, tampoco sabe si ello puede saberse, puesto que admite que nada sabe”.

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argumentos respaldan a la suspensión del asentimiento? Y es más, ¿qué valor positivo puede tener para alguien el sostener la idea de que no se puede conocer?

2. El contexto pre-Helenístico: Pirrón de Elis.

Una de las primeras afirmaciones que aparece en los textos dedicados a este tema, asegura que Pirrón de Elis fue el fundador de la secta de los escépticos, pero, si se recurre a las fuentes, uno se encuentra con que el pensamiento de Pirrón no fue, para aquellos días, muy novedoso, pues se ha demostrado que Pirrón fue miembro de una larga cadena de filósofos democriteanos8 quienes, de manera general, negaban la posibilidad de conocimiento. En efecto, Cicerón en sus Cuestiones Académicas (II 73) nos reporta que, por un lado Demócrito negaba “totalmente que exista lo verdadero”[ille verum plane negat esse]; y por otro, que su alumno, Metrodoro de Quíos afirmaba en el inicio de su libro Sobre la Naturaleza, que “nada sabemos [nihil sciamus], y que ni siquiera sabemos si no sabemos; ni absolutamente si existe alguna cosa o si nada existe”. En esta última cita, hay que llamar la atención sobre el hecho de que Metrodoro, a su manera, evita la afirmación dogmática ‘no conocemos’; en cambio, se limita a aceptar ‘su’ ignorancia: “no sabemos si conocemos o no”. (Punto que será importante para el posterior desarrollo del escepticismo académico de la era Helenista y que comentaremos un poco más adelante). Lo anterior nos muestra que, de alguna manera, antes de Pirrón hubo pensadores que sostuvieron tesis que podrían considerarse escépticas.

Sin

embargo, como ya se mencionó fue éste quien pasó a la historia como el ‘fundador’ de la secta de los escépticos. Lo anterior parece que se debió a tres factores: a)

a pesar de que hubo claros planteamientos anteriores a Pirrón que negaban la posibilidad de conocimiento, y que por ello podrían

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De la lectura de Cicerón (Acad: II 73) se puede establecer la siguiente cadena de maestros-alumnos: Demócrito, Metrodoro de Quíos, Anaxarco de Abdera, Pirrón de Elis. Diógenes Laercio (Vidas, Opiniones Y Sentencias de los Filósofos Más Ilustres: IX) también establece la relación personal entre Anaxarco y Pirrón, afirmando que los dos viajaron con Alejandro el Grande a la India durante 9 años, y que ambos frecuentaron a los Gimnosofistas.

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XIX Coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía “Ética y Bioética como patrimonio de la humanidad” considerarse escépticos, las ideas pirronianas9 fueron originales pues, de hecho, propuso algo distinto a lo que dijeron los democriteanos.

En efecto, mientras Metrodoro aceptó la

incapacidad humana para conocer, Pirrón, en cambio, propuso que había una única verdad dogmática: “no conocemos”. Según el propio

Timón

(c.f.

Aristócles10)

cuando

a

su

maestro

le

preguntaban ¿qué son las cosas en su naturaleza?, éste respondía que las cosas del mundo, por igual son “indiferentes (adiáphora), inestables (astáthmeta) e indiscernibles (anepíkrita)”.

De lo

anterior, según Timón, Pirrón deducía que “nuestras percepciones sensibles y nuestras opiniones no son ni verdaderas ni falsas. Por lo cual no ha de confiarse en ellas” (íbid. Pág. 4). Al comentar éste párrafo, Calvo (1994; 4) afirma que aquí podemos encontrar la genuina posición pirroniana, e identifica tres dimensiones en ella: “la

metafísico-ontológica

(la

realidad

es

indeterminada);

gnoseológica [o epistemológica] (nuestras sensaciones y opiniones no son ni verdaderas ni falsas); y la práctico vital (afasia, imperturbabilidad).

b)

además de la originalidad de la propuesta pirroniana, y

aunque nada escribió, sabemos que llevó un estilo de vida que era resueltamente consistente con la verdad dogmática que defendía. En efecto, rechazó toda especulación acerca del mundo, pues lo consideraba como una pérdida de tiempo que sólo creaba ansiedad –algo que abiertamente rechazó. Diógenes Laercio, en su Vidas, Opiniones y Sentencias de los Filósofos más Ilustres (IX)

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De aquí en adelante se usará el adjetivo ‘pirroniano’ en oposición a ‘pirrónico’. El primero se refiere a lo relativo al propio Pirrón; en cambio con el segundo se usa para hablar del movimiento escéptico posteriormente inaugurado por Enesidemo y que se desarrolla hasta Sexto Empírico quién, se refiere a su propia postura como ‘pirrónica”. 10 Eusebio: Decleva 53 = Long-Sedley. Op. cit. en: CALVO, Tomás (1994): ‘El Pirronismo y la Hermenéutica Escéptica del Pensamiento Anterior a Pirrón’. p.p. 3-4.

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afirma que, además de que Pirrón introdujo “cierta especie de incomprensibilidad e irresolución de las cosas”, su vida era consecuente con esto. Y, además, nos ofrece varias anécdotas de lo anterior; por ejemplo: si su interlocutor lo abandonaba a media discusión, él continuaba argumentando su punto; o que, con frecuencia, sus alumnos le libraban de ser atropellado por carruajes, o de ser mordido por perros o de caer en precipicios como no confiaba en sus sentidos, y afirmaba que no se podía conocer... De hecho, Pirrón buscó, a través de su oscura postura, un estado de ecuanimidad descrito por el término negativo ‘ataraxia’, que puede traducirse como imperturbabilidad, o estado libre de toda inquietud. Con todo lo anterior, podemos afirmar que Pirrón

le

dio

una

orientación

práctica

a

su

postura

epistemológica;

c)

finalmente, es fácil entender que, debido a su

originalidad en la forma de pensar y de vivir, Pirrón tuviera muchos admiradores e imitadores que contribuyeron a formar una ‘leyenda’ sobre él mismo. De hecho, todo lo que sabemos sobre lo que pensaba y sobre su estilo de vida, lo sabemos gracias a sus admiradores;

es más, podemos afirmar que gracias a ellos, la

difusión de su mensaje fue más eficaz que si hubiera redactado algún tratado. El documento que puede ejemplificar todo esto, es la alabanza que le dedicó Timón, su alumno, quién, en sus Sátiras (op. cit. D.L. IX) escribió frases como la siguiente: “¿Cómo pudiste, dime anciano Pirrón, librarte del obsequio y servidumbre de tantas opiniones de sofistas llenas de vanidad y ciencia? ¿cómo cortar el lazo de toda persuasión y engaño? No fue, no, tu cuidado las auras indagar que Grecia espira; ni menos cómo o dónde en otra cosa se convierte cada cosa”. Tal propaganda no sólo ayudó a que Pirrón gozara de una fama muy positiva, sino que además a

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que fuera conocido por sus sucesores aunque él mismo no hubiera escrito nada.

Es más, gracias a la creación de la ‘leyenda

pirrónica’, aquellos filósofos que intentaron darle credenciales filosóficas al escepticismo –me refiero a Arcesilao, Carnéades y Anasidemo-, tuvieran una figura importante a quién evocar –tan es así que es él, Pirrón, al que se le considera como ‘padre’ del escepticismo y no a Metrodoro.

De lo anterior podemos señalar tres aspectos importantes. Primero: pese a los antecedentes, el planteamiento de Pirrón es original en un sentido específico. En efecto, al menos desde Parménides, las cuestiones planteadas acerca del conocimiento estuvieron dominadas por temas metafísicos. El requisito de que los objetos de conocimiento fueran, en cualquier sentido, eternos, fue una característica del pensamiento griego que dominó hasta los tiempos de Platón y Aristóteles. En cambio, en la era Helenista, y tal vez por influencia de Epicuro11, tal requisito dejó de ser importante y permitió liberar a los filósofos de esa preocupación. Con ello, la afirmación escéptica de Pirrón, adquirió un sentido que nunca había tenido. Segundo: pese a su originalidad, Pirrón no ofreció argumentos que respaldaran su propuesta.

De hecho, Sedley (1980; 10) afirma que Pirrón

“sostuvo simple y llanamente que nada puede conocerse, sin la sutileza de respaldar su postura”. Por ello, podemos decir que, si bien Pirrón no estableció las bases formales para establecer una escuela filosófica –algo así como una ‘doctrina escéptica’-, su vida y leyenda sirvieron como grandes motivaciones para otros filósofos y pensadores. Esto es: Pirrón, por su estilo de vida y fama, fue un gran motivador del escepticismo, aun cuando nunca respaldó su postura. 11

Nació en la isla de Samos en 341 a.C. Llegó a Atenas en 307 y al poco tiempo fundó allí su escuela: ‘El Jardín’. En su propuesta filosófica, el hombre es visto como un producto mecánico de un mundo compuesto por átomos que se mueven en el vacío infinito. Tal materialismo, creó en Epicuro una persistente preocupación en justificar las afirmaciones cotidianas de las cogniciones sensoriales, pues ¿si la materia está compuesta de átomos, cómo es que no los percibimos? En la vida cotidiana vemos árboles, pero no a los átomos que los componen. Esto obligó a Epicuro a elaborar una teoría del conocimiento que respaldar su posición. Pero nótese que en él, el conocimiento no apela a entes metafísicos eternos, sino al materialismo.

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Y tercero: si bien es cierto que la leyenda pirrónica contribuyó a que la fórmula ‘no conocemos nada’ fuera entendida como una ‘orientación práctica’, también lo es que, así entendido y en aquella etapa de desarrollo, el escepticismo no puede ser considerado como una corriente epistemológica. En efecto, sin un grupo de argumentos que respalde la afirmación escéptica, no podemos asignarle el estatuto de postura epistemológica. pirroniana,

nos

parece

pertinente

Ante esta valoración de la propuesta

preguntarnos:

¿cómo

se

convirtió

el

escepticismo en una corriente filosófica con bases tan sólidas y credenciales filosóficas tan respetables como para convertirse en la doctrina oficial de la escuela fundada por el propio Platón –esto es, de la Academia? Para responder a tal cuestionamiento, debemos fijar nuestra atención en otro personaje que, aunque unos años más joven, fue

contemporáneo del propio

Pirrón y otro de los pilares para que el escepticismo tomara una nueva formulación; me refiero a Arcesilao.

3. El Giro Escéptico de la Academia: Arcesilao Se conocen pocos datos sobre la vida de Arcesilao12, pero para los propósitos del presente escrito resaltaré tres hechos contextuales: a) se sabe que fue contemporáneo de Pirrón, y, aunque no lo haya conocido en persona, es muy probable que haya conocido las ideas pirrónicas por medio de Timón; es más, es muy probable que se sintiera inspirado por la leyenda pirrónica; b) también se sabe que cuando recién llegó a Atenas, frecuentó la escuela Peripatética –bajo la dirección de Teofrasto-, pero pronto se separó de ellos y se hizo miembro de la Academia; con él tiempo, llegaría a ser cabeza de la misma –alrededor del 273 a.C; y c) fue contemporáneo del fundador de otra de las escuelas filosóficas que destacaron en la época Helenista: Zenón (ca.344 - 262 a.C.), el fundador del Estoicismo y quién llegó a Atenas en 312 a.C. 12

Los eruditos ubican su vida alrededor de los años 315 y 240 a. C. Fue originario de Pitane en Eolia, Asia Menor. Fue discípulo de Teofrasto y de los académicos Crantor y Polemón. Sucedió a Crates en la dirección de la Academia alrededor del año 270 a. C.

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Con estos datos, podemos entender mejor las características de la propuesta arcesileana. A él se le considera como el fundador del Escepticismo Académico y, como veremos, su propuesta escéptica va más allá de la pirroniana porque, además de incluir la afirmación ”no hay cosa alguna que pueda saberse, ni aún aquello mismo que Sócrates había dejado”13 (Acad: I; 45), sugería que, por lo anterior, “es oportuno que nadie declare ni afirme algo, ni lo apruebe con el asentimiento”14 (íbid.). A esta parte de su escepticismo, a esa invitación a no emitir juicios epistémicos, la denominó ‘epoché’, y según él, estaba sacada legítimamente de los primeros Diálogos Socráticos que Platón redactó aporéticamente. Ciertamente, para Arcesilao, los primeros seguidores de Platón, quienes se reunían en un gimnasio ubicado en un lugar denominado Academia, al elaborar una doctrina cerrada y completa, abandonaron la costumbre socrática de discutir acerca de todas las cosas sirviéndose de la duda y sin emplear ninguna afirmación. Por esta razón, nuestro filósofo quiso recuperar el método de la disputa partiendo de la duda y confrontando argumentos. Cicerón (De fin: II,2), de manera muy clara lo explica así: Sócrates, en efecto, preguntando e interrogando, solía hacer brotar las opiniones de aquellos con los que discutía, para, si en algo le parecía conveniente, hablar contra aquellas cosas que éstos respondían. Como esa costumbre no hubiese sido retenida por sus sucesores, Arcesilao la reanudó y estableció que aquellos que quisieran oírlo no le hicieran preguntas, sino que ellos mismos dijeran lo que pensaban; después que lo habían dicho, él hablaba en contra; pero quienes lo oían, defendían su parecer hasta donde podían. En cambio, entre los demás filósofos, el que pregunta algo calla; lo cual ciertamente ya se hace también en la Academia. De lo anterior, podemos asumir que el escepticismo de Arcesilao se caracteriza por: a) el método de la confrontación argumentativa; b) la recomendación de la suspensión del asentimiento, es decir, practicar la epoché; y 13

“Arcesilas negabat esse quidquam quod sciri posset, ne illud quidem ipsum, quod Socrates sibi reliquisset[...]”. 14 “[...] nihil oportere neque profiteri neque adfirmare quemquem neque adsensione aprobare [...]”.

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c) la tesis ‘nada puede conocerse’.

Es importante señalar que las tres

características están muy relacionadas pues, si por método se confrontan los argumentos y se encuentra que no hay razones para aceptar uno y/o el otro, se recomendará suspender el asentimiento; y ésta suspensión, conduce a la postura de que nada puede conocerse. Se notará aquí que la relación lógica de las dos primeras características –tanto el método como la recomendación- sustentan la tesis del escepticismo arcesileano. Revisemos con más calma cada característica.

3.1 Método de la confrontación argumentativa.

De inicio, habrá que señalar que no se puede considerar como completamente original la metodología propuesta por Arcesilao.

A parte de su ya señalado

precedente socrático-platónico, en el Peripathos ya había sido establecido un ejercicio retórico que consistía en el balanceo de argumentos y contraargumentos.

Sin embargo, Arcesilao inauguró una forma de entender la

confrontación al unir la confrontación argumentativa a la búsqueda de la verdad: “para encontrar la verdad, es necesario hablar en contra de todas las cosas y a favor de todas ellas” (Acad. II; 18). Para exponer más claramente las influencias que recibió Arcesilao, tanto de Platón como del Peripathos -en especial de Deodoro15, quizá valga la pena recordar la famosa fórmula creada por Aristón en el que resume adecuadamente la posición filosófica de Arcesilao: “Platón al frente, Pirrón detrás y Deodoro en medio”16.

En el refrán, se coloca a Pirrón detrás de la postura de Arcesilao,

porque aquel le inspiró la idea de que la suspensión del juicio podría ser algo más deseable que sostener alguna postura dogmática. Por su parte, Deodoro está en el centro porque Arcesilao adoptó, para la defensa de su postura, las mejores 15

Deodorus Peripateticus: discípulo del peripatético Critolao, y sucesor del mismo en la dirección del Liceo. Fue el miembro más prominente de la vertiente Dialéctica de esta escuela, que consistía en un círculo especializado en lógica, así como en los modos de argumentación. Él y sus alumnos desarrollaron la lógica proposicional con tal éxito, que en las manos de los Estoicos superó a la lógica de los términos defendida por los Peripatéticos. También popularizó cierto tipo de rompecabezas lógicos que llegaron a ser centrales en la dialéctica Helenista. 16 C.f . Sexto Empírico: Esbozos Pirrónicos I, 234; Y Diógenes Laercio: Vidas y Sentencias de los filósofos más Ilustres; Libro IX.

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técnicas dialécticas disponibles en sus días, y que habían sido creadas por él mismo. Hay pocas dudas de que dichas técnicas, entre las que podemos nombrar al argumento de ”lo pequeño por lo pequeño’ y las ‘sorities’17, se convirtieron en las mejores armas de la Academia en su debate contra el Estoicismo. Finalmente, Platón fue colocado al frente porque, el propio Arcesilao confesó que no era ningún innovador, sino sólo un revividor de la dialéctica libre de dogmas que caracterizó a la Academia bajo la dirección de Platón. En efecto, para Arcesilao, la Academia post-platónica fue debilitándose ella misma al poner más atención a las doctrinas de Platón que al verdadero espíritu del platonismo.

Según nuestro autor, tal espíritu no estaba contenido en los

dogmas metafísicos o éticos del Maestro, sino en los diálogos aporéticos tempranos en los que se encuentran la libre confrontación de teorías; o en todo caso en algunos Diálogos tardíos, como el Teetetes o el Parménides. Éste fue, precisamente, el método que Arcesilao quiso rescatar y que, poco a poco, logró imponer en la Academia. De hecho, su objetivo general era mantener con vida la idea del debate como método para buscar el conocimiento. Su método –según Sedley (1980)- consistía en permitir que uno de sus alumnos aceptara una tesis; posteriormente, él argüía en contra de ella, mientras permitía que su alumno hiciera lo mejor que podía para defenderse. El resultado ideal era que no se finalizara con una conclusión definitiva, sino en una discusión no conclusiva –tal como se mostraba en los primeros Diálogos Platónicos. Por ello, la forma correcta de iniciar un diálogo, consistía en la aceptación de un cierto número de tesis dogmáticas, que los Académicos tomaron de las otras escuelas que florecían al mismo tiempo en Atenas, en particular, de los Estoicos. Esto último, es de suma importancia para entender, tanto la originalidad como las razones, del escepticismo arcesileano y de la Academia bajo su dirección; pues, como veremos en el siguiente apartado, ellos a) no inventaron teoría alguna; más bien, b) se limitaron a atacar las conclusiones de sus El adjetivo griego soreites significa “formado por acumulación”; y σορειτεσ σψλλογισµοζ es el silogismo compuesto de proposiciones encadenadas, de modo que la conclusión de un silogismo forma la premisa mayor del siguiente. C.f. Aristóteles. 17

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oponentes; y al atacarlas, c) llegaban conclusiones alternativas que derivaban de las mismas premisas que sus oponentes sostenían. Esto enmarca lo que Coussin (1983) ha llamado el “conflicto entre la Academia y la Stoa”. Lo que aquí sostengo es que el escepticismo de Arcesilao, es defendible en el contexto de éste conflicto como una práctica dialéctica.

3.2 Recomendación de suspender el asentimiento: la epoché

En este punto es necesario hablar de la epoché porque ésta surgió en el contexto del debate entre los Estoicos y los Académicos. En efecto, el término ‘epoché’18 se refiere al ‘detenimiento’ o ‘suspensión’ del asentimiento o de la aceptación (aprobación) mental de una representación. Y Arcesilao basó su escepticismo en su uso. Sobre ello, Cicerón (Acad. I; 45) textualmente nos dice que “disertando contra las sentencias de todos, [Arcesilao] conducía a ella a muchísimos de modo que, cuando en una misma cuestión se encontraba igual peso de razones en pro y en contra, más fácilmente era suspendido el asentimiento en un sentido y en otro”19. Por su parte, Sexto (I; 232) nos indica que Arcesilao “mantiene el juicio en suspenso en todos los temas”. Como se nota, la epoché, en el sentido en que la usa Arcesilao, no es otra cosa sino la suspensión del asentimiento que se produce luego de confrontar los argumentos. Ahora bien, el asentimiento20 (o synkatátesis), que es rechazado por la epoché, surgió como uno de los aspectos más fundametales de la teoría del 18

Sobre el origen del término, hay mucha incertidumbre; Diógenes Laercio (IV 28) nos dice que fue Arcesilao el que lo inventó; pero es posible que su afirmación sólo signifique el fue el primero miembro de la Academia que lo usó. Pero en otras partes de su texto, el mismo Diógenes atribuye la invención a Pirrón. Por ejemplo, en IX 61, nos dice que basándose en la información que da Ascanio de Abdera, fue Pirrón quién inventó los términos ‘epoché’ y ‘akatalepsia’. Lo cierto es que el término akatalepsia es adecuado para describir la postura Académica pues pretendían oponerse a katalepsis estoica. En cualquier caso, encontramos en las múltiples fuentes que disponemos que Arcesilao habló constantemente de la epoché; mientras que Pirrón, más bien habló de la importancia de la indiferencia o ataraxia. Si así lo planteamos, se entenderá mejor una distinción entre ambos escépticos: la actitud de Pirrón estaba dirigida a las cosas más que a los pensamientos; mientras que la propuesta arcesileana le dio más importancia a los pensamientos. 19 “[...] ut contra omnium sententias disserens in eam plerosque deduceret, ut cum in eadem re paria contrariis in partibus momenta rationum invenirentur, facilius ab utraque parte adsensio sustineretur”. C.f. II; 59, 60 y 67. También consúltese Sexto Empírico: Esbozos Pirrónicos: I 233, 20 Para una exposición del problema del conocimiento estoico, y en particular del asentamiento, ver las Cuestiones Académicas de Cicerón: II; 37-39.

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conocimiento establecida por Zenón, el fundador del Estoicismo. Se trata de un término que se refiere a la aceptación voluntaria de una representación mental (o phantasia) del mundo como verdadera. Y en efecto, según los Estoicos, todo nuestro conocimiento se deriva finalmente de los sentidos21, pues ellos, los sentidos, llenan de contenidos (llamadas por ellos ‘phantasia’22), ‘imágenes’o ‘representaciones’

a la mente.

Pero, el sólo hecho de tener una ‘phantasia’ no era justificación suficiente para sostener que una creencia era verdadera, pues al considerarla, se estaba en libertad de creer en ella o no. En efecto, en la ‘teoría estoica del conocimiento’, la aceptación de una creencia como verdadera, era un acto voluntario, y por tanto, ella estaba necesitada de una justificación. En ese sentido, a una creencia se le puede asentir como verdadera o no, y eso dependerá de la fuerza con que se respaldara una creencia.

Dependiendo de la fuerza de la justificación,

distinguieron tres posibles niveles de conocimiento: a) doxa (u opinión) que se basaba en una creencia falible o débil; b) katálepsis (o aprehensión) que era una creencia infalible ya que se basaba por la información sensorial; y c) épistemé (o entendimiento) que era la aprehensión del hombre sabio y que era irreversible aún por la razón. Consecuentemente con lo anterior, para la Stoa, el genuino conocimiento, se encontraría en el nivel de la katálepsis y la épistemé, pues la doxa es falible. Y aquello que delimitaba lo que no es falible, es decir ‘conocimiento’, era el ‘criterio’ general de verdad que es la representación comprensiva (phantasía kataléptiké)23 o la imagen-copia que imprimen los objetos en la mente a través de los sentidos. El signo característico de la representación cataléptica es la evidencia (anárgeia) pues esa representación comprensiva es capaz de ‘aferrar’ (katalambánein) su objeto que lo presentará con evidencia absoluta a la mente, obligándola a dar el asentimiento.

Así, el asentimiento, es la ratificación o aprobación de tales

21

Aecio, Placeres 4.11 op. cit. En: RIST, J.M. (1995): ‘La Filosofía Estoica’. Crítica: Barcelona. C.f. Cicerón: Acad. I 40: “ acerca de los sentidos [que] los consideró unidos a partir de una especie de impulso ofrecido desde afuera, que él [llama] phantasia y que nosotros podemos denominar ‘imagen’”. 23 C.f. Sexto Empírico: Adversus Mathematicus; VII 236 [s.v.f. I 58]: “Cuando Zenón dice que la representación comprensiva es una impresión (τψποσισ) en el alma, se le debe escuchar”. 22

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representaciones como verdaderas, dado que la mente no puede dejar de aprobar lo que se le presenta como evidente.

Así como el platillo de una balanza

necesariamente se inclina cuando se ponen pesos sobre él, así el alma cede necesariamente ante la evidencia (c.f. Acad. I; 37). Ahora bien, para justificar la recomendación de la epoché, Arcesilao, construyó un elaborado grupo de argumentos24, de los que Cicerón, Sexto y Agustínde Hipona nos dan cuenta. En ellos, y para lograr su objetivo, Arcesilao estableció dos estrategias: a) partiendo de premisas estoicas, concluyó en la suspensión universal de la creencia; y b) mostrando que la teoría estoica que acabamos de describir25 contiene premisas falsas o erróneas. En lo que respecta a la primer estrategia, se puede mencionar que Arcesilao intentó mostrar que la representación comprensiva (katalépsis phantasía), el criterio de verdad de los estoicos, no existe y que, por lo tanto, el conocimiento no es posible.

Este primer argumento está fundado en las

relaciones, ya descritas, que Zenón estableció entre la opinión, el conocimiento y la aprehensión.

Específicamente, Arcesilao intentó probar que entre el

conocimiento, objetivo del hombre sabio, y la opinión, sostenido por el ignorante, no hay cabida para una realidad intermedia; esto es: según nuestro filósofo la aprehensión como un intermedio entre ambos niveles, sólo es una palabra. Para establecer su conclusión escéptica, recomendando la epoché, Arcesilao propone el siguiente argumento (Sexto: Adversus Mathematicus; VII 155-157: dada la no existencia del criterio estoico, nada es aprensible; si el sabio asiente, y nada es aprensible, entonces se equivocará. Por lo tanto, el sabio debe evitar asentir para no equivocarse.

3.3 Tesis escéptica

Dada nuestra exposición, resultará muy interesante detenernos en la primer estrategia; es decir: en los argumentos que muestran cómo es que Arcesilao, 24 25

Es especial, consúltese: Sexto Empírico: Ad. Mat, VII 153-155. Ver entre otros: Cicerón Acad. II, 16; y Sexto Empírico: Ad. Mat. VII 153.

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partiendo de premisas Estoicas, concluyó cosas distintas y contradictorias a las que ellos proponían. Esto resulta interesante por dos puntos: porque muestran cómo es que Arcesilao defendió argumentativamente su escepticismo; y porque nos muestran el carácter dialéctico del método arcesileano. En la Académica de Cicerón (II 67), se presenta el siguiente argumento como parte del arsenal arcesileano: “Si el sabio asiente alguna vez a una cosa, alguna vez también opinará; es así que el sabio nunca opina, luego, nunca asentirá a cosa alguna”.

Siendo las dos premisas netamente estoicas, la conclusión

contraviene lo propuesto por Zenón, pues, aunque él pensaba que el sabio debía abstenerse de opinar, también sostenía que era posible conocer. ¿Cómo logra Arcesilao su cometido? Nótese que sólo trabaja con dos proposiciones: ‘el sabio asiente alguna vez a algo’ y ‘el sabio alguna vez opinará’. Organizando estas proposiciones en una implicación, y negando el consecuente, por modus tollens justifica la conclusión ‘el sabio nunca asiente’. Y ¡esta es la tesis que defiende el escepticismo arcesileano! Y aquí aparece respaldada por un argumento.

4. Conclusiones

Quisiera agrupar mis conclusiones en dos rubros. Primero, habría que puntualizar las diferencias entre las propuestas escépticas de Pirrón y Arcesilao. Si bien es cierto que ambos desarrollan sus propuestas epistemológicas en un contexto de discusión metafísica muy particular, y siendo también cierto que Pirrón inspiró a Arcesilao, ambos bajo el rótulo “escéptico” proponen dos cosas distintas. Efectivamente,

mientras que el escepticismo de Pirrón, quién, tal vez no

reconocería el nombre que hoy día damos a su postura, es una orientación práctica, y nada más; por su parte, Arcesilao, ofreció argumentos que respaldaron su postura; dándole con esto, un cariz más filosófico.

Pirrón afirma la

imposibilidad del conocimiento, mientras que Arcesilao recomienda la suspensión del asentimiento como consecuencia de su propuesta metodológica.

Es

importante destacar que los argumentos arcesileanos son propuestos como

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respuesta y ataque a las tesis dogmáticas de los estoicos; esto es: tienen un carácter dialéctico.

Ese es el contexto en el que son ‘entendibles’ y

contextualizables. Por tanto, allí suenan razonables y defendibles. Tal vez, la idea de Arcesilao de que, el sostener dogmas platónicos, no es lo que Sócrates y Platón quisieron enseñarnos, no es del todo equivocada. Segundo. Habrá que señalar que el desarrollo histórico del escepticismo nos ayuda a entender su propuesta. En efecto, en el recorrido que efectuamos en el presente escrito, al menos señalamos dos distintas etapas del escepticismo: la de sus antecesores, y la de las primeras formulaciones (Pirrón y Arcesialo). Quedan pendientes por desarrollar y analizar las propuestas de ideas más maduras, como lo son las propuestas de Carnéades y de Enesidemo. Por lo que sabemos, ambos filósofos son originales al romper con la Academia de Arcesilao y al plantear nuevos rumbos para el escepticismo. Quizá ellos abrieron nuevas etapas y ayudaron a darle una solidez más fuerte a ésta corriente. Eso no lo sabremos hasta que los estudiemos con detenimiento y con la profundidad que se merecen. De lo anterior, podemos concluir que el escepticismo no es una corriente filosófica homogénea y uniforme. Por el contrario, se trata de una corriente que sufrió cambios de dirección, e incluso cismas. El estudio de su desarrollo histórico debe tomar en cuenta estos cambios, si es que se quiere llegar a comprenderlo más profundamente.

Ahora bien, ¿por qué interesarnos por esta corriente?

Puesto que vivimos en un contexto de desarrollo tecnológico sustentado en adelantos científicos, tal vez, hoy en día nos parezca sorprendente y extraño que haya habido pensadores que concibieran la aceptación de su ignorancia como un acto de suprema inteligencia.

El asombro que podemos sentir al estar

cómodamente sentados frente a nuestras computadoras puede, incluso, ir acompañado de un menosprecio por el escepticismo: ¿por qué debo aceptar su reto si puedo mandar un e-mail? Sin embargo, debemos tomar en cuenta que nuestras comodidades y las computadoras NO nos enseñan a PENSAR. Esa actividad intelectual tan valorada y poco practicada en nuestro tiempo, quizá se avive si estudiamos seriamente lo que argumentaron en otros tiempos.

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En

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particular, más que un curso de ‘habilidades cognitivas’, la práctica de la confrontación de los argumentos podría ayudarnos a aprender a pensar. A fin de cuentas, tal vez, Cicerón ( ver epígrafe), tenga razón.

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Bibliografía

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