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Dra. Cynthia Maung – Discurso de aceptación del Premi Internacional Catalunya 2008
El papel de la comunidad en el fomento de la seguridad de la población
Es un gran honor para mí que se me haya concedido este premio junto con Daw Aung San Suu Kyi, tanto por el prestigio del premio como por el sincero apoyo del pueblo de Cataluña en reconocimiento a la lucha de las comunidades por la paz y la democracia en Myanmar. Ya hace tiempo, la cultura y las tradiciones de Cataluña tuvieron que resistir a los desórdenes causados por la sacudida política y económica de la guerra en Europa, y no hay duda de que los éxitos conseguidos aquí son una fuente de esperanza para el futuro de Myanmar. Incluso separadas por una gran distancia, Cataluña y Myanmar comparten algunos valores importantes. Históricamente, Myanmar es una región de gran diversidad, integrada por muchas etnias, lenguas y religiones diferentes. Unas fronteras permeables y los constantes desplazamientos de gente tienden a crear oportunidades y retos únicos. Para que la estabilidad pueda reinar en Myanmar, es preciso que la gente se una y establezca diálogos francos que hagan posible la coexistencia pacífica. La unidad en la diversidad es un valor que veo que las comunidades catalanas aprecian, y es en la fuerza de las comunidades donde yo deposito mis esperanzas de una Myanmar pacífica y democrática. Hoy, en agradecimiento por este distinguido premio, me gustaría hablar del papel de la comunidad en el fomento de la seguridad de la población en Myanmar.
La actual crisis humanitaria en Myanmar es resultado de los desplazamientos de personas de su tierra natal, cosa que quiere decir separación de las familias y las comunidades. En particular, las personas que viven en las zonas fronterizas de Myanmar se enfrentan a la pobreza extrema, a las violaciones de los derechos humanos y a la discriminación; porque los desplazamientos destruyen el propio tejido de la fuerza comunitaria. Estos desplazamientos han hecho que existieran muchas personas desplazadas internamente y también muchos emigrantes y refugiados que huyen a países vecinos. Las causas fundamentales de estos desplazamientos son la 1
opresión, la corrupción y la mala gestión (particularmente la económica) del régimen militar. El régimen no sólo es incapaz de coordinar efectivamente los esfuerzos locales e internacionales para la seguridad de la población en Myanmar, sino que los desatiende por norma y a veces los obstaculiza activamente. Por desgracia, los gobiernos de los países vecinos también son benévolos con las acciones del régimen militar, a causa de intereses económicos mutuamente beneficiosos, o de su interés por proteger las propias fronteras nacionales. Se da prioridad a los intereses relacionados con los negocios, el acceso a los recursos y la seguridad nacional por encima de la seguridad de las personas, aspecto que tiende a ocupar el lugar más bajo en las listas de preocupaciones de estos países.
A veces, la gente pregunta: “¿Cómo es posible que el régimen militar aún tenga el poder?” Además de la benevolencia de los gobiernos vecinos, también está la influencia de las empresas internacionales, que continúan vendiendo armas a los militares birmanos y comprando los recursos de Myanmar (como por ejemplo gas natural, petróleo, madera de teca y piedras preciosas); esos recursos tendrían que ser de la gente, pero los militares hacen lo que quieren con ellos. Mientras los militares y sus socios comerciales se hacen cada vez más ricos, la gente de Myanmar hunde en la pobreza, no existe ningún sistema de seguridad que garantice el bienestar social, y el sistema escolar y la atención médica se deterioran. Los militares acumulan poder continuamente a costa de unas inversiones adecuadas en sanidad y educación.
Otra razón por la que los militares mantienen su poder sobre la población es la severa censura de los medios de información. Sé que el pueblo de Cataluña conoce bien los peligros de estas maniobras políticas, porque vosotros habéis soportado las restricciones impuestas a los medios de comunicación catalanes en el pasado. En Myanmar, no sólo los establecimientos relacionados con los medios de información están estrictamente controlados, sino que ni siquiera se permite que las organizaciones internacionales recojan ninguna información a gran escala. El acceso a las comunidades está limitado en gran medida a las áreas urbanas 2
y a algunos puntos muy determinados de las zonas rurales. Como ejemplo reciente, puedo mencionar el informe conjunto de la Comisión de Valoración postNargis, también conocido como PONJA, elaborado por las Naciones Unidas y la ASEAN (la Asociación de Naciones del Sureste Asiático). Esta valoración, aunque útil, no incorpora el impacto de la obstrucción a la ayuda humanitaria ni las repetidas violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen militar durante los meses críticos posteriores al ciclón Nargis. Sin embargo, no cabe duda que este documento será la principal fuente de información en que se basarán los esfuerzos de reconstrucción a gran escala.
Os puedo asegurar que el impacto de estas obstrucciones y violaciones destruye dramáticamente la vida de las comunidades. El uso arbitrario que los militares hacen del poder azuza el miedo que comparten muchas comunidades a causa de los repetidos casos de trabajos forzados, traslados forzosos y donaciones obligadas. Estas violaciones de los derechos humanos exprimen los pocos recursos que quedan todavía a disposición de la gente y agravan su precaria situación económica. Lo que es peor, los militares manipulan esta pobreza y utilizan la presión económica para reforzar su dominio sobre de la gente. Lo hacen abriendo campamentos militares a donde van los jóvenes e incluso los niños a convertirse en soldados, porque no tienen ningún otro lugar a donde ir. En lugar de educar a los niños para que se conviertan en ciudadanos responsables en una sociedad civil, se los utiliza para que hagan el “trabajo sucio” de los militares. El trauma del miedo y el conflicto es parte de un círculo vicioso que perpetúa el poder de los militares y que tiene efectos duraderos y devastadores en el bienestar psicosocial de las comunidades.
Por tanto, ¿cuál es la solución a esta crisis humanitaria? A grandes rasgos, antes, el conflicto en Myanmar se dividía en dos bandos: el régimen militar, por una parte, también conocido como el Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo, o SPDC, y, de la otra, los grupos armados opuestos al SPDC. Durante los últimos veinte años, desde que los militares aplastaron la revuelta estudiantil del 1988, la dinámica ha cambiado y se ha desplazado en diversas 3
direcciones. Uno de estos cambios ha sido la declaración de zonas de alto el fuego en algunos estados nacionales. Pero incluso en estas zonas de alto el fuego, donde la gente no está expuesta al conflicto directo, no ha habido resultados visibles en lo que concierne a garantizar la seguridad de la población.
Las minorías étnicas aún no gozan de plena ciudadanía. El pueblo de Cataluña sabe bien qué quiere decir eso, me parece, teniendo en cuenta la historia de opresión contra la lengua y la cultura catalanas, y la lucha para obtener la autonomía dentro del marco de un Estado nacional. En Myanmar, por ejemplo, en las zonas de minorías étnicas que se encuentran en alto el fuego, la propiedad de la tierra es limitada, los recursos se explotan y se venden a países vecinos mediante contratos de alto nivel, los abusos contra los derechos humanos –como por ejemplo el trabajo forzado, los traslados forzosos o las donaciones obligadas– aún son el pan de cada día, y la asistencia a las escuelas étnicas locales elimina toda perspectiva de educación superior. En pocas palabras, los derechos económicos, sociales y culturales de la gente que vive en las zonas de alto el fuego no están mucho más protegidos que los de quienes viven en las zonas de conflicto. La causa de ello es que los grupos de las zonas de alto el fuego, faltos de recursos para reconstruir sus comunidades, necesitan financiación desesperadamente y se les presiona para que acepten las condiciones de los militares.
Lo que todo ello indica es que es preciso que los diversos tipos de comunidades se unan y compartan el objetivo común de la seguridad de la población. Políticos, dirigentes comunitarios y profesionales; todos tienen un papel para hacer posible la recuperación de Myanmar. Más que tomar partido los unos contra los otros, estos grupos tienen que definir más claramente su papel si se quiere conseguir el objetivo de proteger y promover los derechos humanos. El diálogo activo, especialmente en las zonas con estabilidad económica, la asistencia sanitaria y la educación son esenciales para conseguir la reconciliación de todas las partes. Y cuando digo todas las partes, quiero decir salvar las diferencias entre la izquierda y la derecha, entre arriba y bajo, entre dentro y fuera, entre hombres y mujeres, entre 4
jóvenes y viejos. Eso incluye no sólo las comunidades de Myanmar, sino también las comunidades que se esfuerzan por promover los derechos de las poblaciones emigrantes y refugiadas en los países vecinos.
El tema de la ayuda humanitaria no es simplemente una cuestión de dar alimentos, tiendas y otros artículos de primera necesidad. El propósito de una ayuda humanitaria bien ejecutada tendría que ser siempre promover la dignidad humana y el apoderamiento de las poblaciones receptoras. Eso quiere decir que la comunidad tendría que ser capaz de decidir cómo quiere compartir sus recursos, cómo gestionar y evaluar los programas y, en última instancia, cómo encontrar soluciones a largo plazo y sostenibles para el futuro. Habría que fortalecer las comunidades de manera que la paz y la democracia se pudiesen conseguir mediante colaboraciones y asociaciones de ámbito local, nacional e internacional. Las organizaciones de base comunitaria tendrían que trabajar codo con codo con el gobierno y las agencias internacionales para gestionar de forma efectiva la ayuda humanitaria.
Lógicamente, la pregunta siguiente podría ser, ¿y por donde tendríamos que comenzar? El primer aspecto en el que es preciso trabajar en Myanmar es la seguridad alimenticia. A raíz de la destrucción de los arrozales por el ciclón Nargis y de la ralentizada recuperación posterior, se prevé que las cosechas de arroz sean más pobres que en años anteriores. Además, la pobreza creciente y el incremento de los precios de los alimentos han hecho que la satisfacción de las necesidades básicas esté fuera del alcance de muchas familias. Cuando la gente está preocupada porque no sabe si mañana comerá o no, es muy difícil que se concentre en la planificación a largo plazo. El reto es cómo encontrar maneras de animar a aquellas personas que disponen de menos recursos a participar en el proceso de hacer realidad la seguridad de la población.
Entre las comunidades de la frontera oriental de Myanmar, donde trabajamos nosotros, la seguridad alimenticia también es un problema debido a los elevados costes y a la insuficiencia de las financiaciones. Son necesarios 5
programas de distribución de alimentos para resolver esta carencia y, simultáneamente, es preciso planificar más programas a largo plazo, como por ejemplo de formación profesional para una agricultura sostenible, y proyectos
que
generen
ingresos.
Además,
hay
muchas
iniciativas
comunitarias que trabajan para mejorar la seguridad de la población, como por ejemplo organizaciones sanitarias que ofrecen servicios, sensibilización y formación, organizaciones educativas que ofrecen soporte a escuelas, maestros y residencias, y organizaciones para la protección de la infancia que trabajan para el registro de los nacimientos, el derecho a la educación de los niños y contra el tráfico de criaturas, y grupos de mujeres y de jóvenes que fomentan los servicios sociales, trabajan en la formación de liderazgo y llevan a cabo actividades contra la discriminación. Como podéis ver, construir las capacidades de la gente y, al mismo tiempo, proporcionar ayuda humanitaria es la principal prioridad de las organizaciones de base comunitaria de esta zona. Colaboremos para la protección y la promoción de los derechos humanos, por la salud, por la infancia, por la educación, por los emigrantes, por los refugiados; en pocas palabras, por todo el mundo.
Que se otorgue este premio a Daw Aung San Suu Kyi y a mí misma centra la atención en el padecimiento del pueblo de Myanmar. También envía un mensaje poderoso y positivo a quienes se dedican a mejorar la calidad de vida en sus comunidades y les dice que van en la dirección correcta. En el ejemplo de censura que he mencionado antes, he hecho referencia al informe conjunto de valoración de la ONU y de la ASEAN, llamado PONJA, y a sus limitaciones. Como nuestras comunidades eran testigo de los numerosos casos de obstrucción a la ayuda humanitaria y de las violaciones de los derechos humanos en el caso que nos ocupa, diversas organizaciones de base comunitaria se unieron y elaboraron otro documento titulado “Análisis postNargis: la otra cara de la historia”. Este documento pone de relieve aspectos que la ONU y la ASEAN omitieron decididamente en una valoración hecha en colaboración con el régimen militar. Hacer oír nuestras voces y conseguir que el resto del mundo sepa la verdad es la tarea de quienes nos encontramos en las comunidades en cuestión. Con esta finalidad, la concesión de un premio tan importante nos da la oportunidad de que se nos 6
escuche a nivel internacional, para que más gente en todo el planeta pueda entender la verdadera crisis en Myanmar.
Quiero agradecer a los miembros del jurado, a la Generalitat y al pueblo de Cataluña su generosidad hacia nuestro trabajo y esperamos poder continuar estableciendo más colaboraciones y asociaciones entre nuestras dos comunidades. El poder de la comunidad es la fuerza del futuro, capaz de conseguir seguridad para todas las personas, y probablemente no sólo para la gente de Myanmar, sino para el mundo entero. Gracias por vuestro apoyo a esta causa.
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