Edgard Moncayo Jiménez

ESTUDIO PROSPECTIVO AL 2020 EN EDUCACIÓN SUPERIOR PARA LA TRANSFORMACIÓN PRODUCTIVA Y SOCIAL DE LOS PAÍSES DE LA ORGANIZACIÓN DEL CONVENIO ANDRÉS BELL

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ESTUDIO PROSPECTIVO AL 2020 EN EDUCACIÓN SUPERIOR PARA LA TRANSFORMACIÓN PRODUCTIVA Y SOCIAL DE LOS PAÍSES DE LA ORGANIZACIÓN DEL CONVENIO ANDRÉS BELLO: Cambio estructural. Trayectoria y vigencia de un concepto

Edgard Moncayo Jiménez

Serie documentos SECAB: Ciencia, tecnología e innovación No. 0050 Primera edición

ESTUDIO PROSPECTIVO AL 2020 EN EDUCACIÓN SUPERIOR PARA LA TRANSFORMACIÓN PRODUCTIVA Y SOCIAL DE LOS PAÍSES DE LA ORGANIZACIÓN DEL CONVENIO ANDRÉS BELLO: Cambio estructural. Trayectoria y vigencia de un concepto Por: Edgard Moncayo Jiménez

Bogotá, D. C., Colombia, diciembre 15 de 2005

CONTENIDO CAMBIO ESTRUCTURAL: TRAYECTORIA Y VIGENCIA DE UN CONCEPTO ________________________________ 1 1 LA ETAPA DE LA “ALTA TEORÍA DEL DESARROLLO” _______________________________________ 1 2 LAS TEORÍAS NEOCLÁSICAS _________________________________________________________ 5 3 EL ESTRUCTURALISMO CEPALINO ____________________________________________________ 6 4 EL RETORNO DEL PARADIGMA NEOCLÁSICO ____________________________________________ 8 4.1 El Consenso de Washington ___________________________________________________________ 9 4.2 Las políticas de competitividad_________________________________________________________ 11 5 EL DEBATE ACTUAL SOBRE CAMBIO ESTRUCTURAL Y POLÍTICA INDUSTRIAL. _________________ 12 6 LAS POLÍTICAS INDUSTRIALES EN LA PRÁCTICA_________________________________________ 15 7 BIBLIOGRAFIA ___________________________________________________________________ 17

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CAMBIO ESTRUCTURAL: TRAYECTORIA Y VIGENCIA DE UN CONCEPTO El crecimiento económico implica no sólo la expansión continúa de la cantidad de bienes y servicios que produce una economía, sino un cambio en la composición del producto, del empleo generado por las distintas actividades productivas y del comercio exterior. La participación sectorial en el conjunto de la economía va cambiando en la medida que aumenta el ingreso, porque la demanda por las diferentes clases de bienes crece a tasas también diferentes, de acuerdo con sus respectivas elasticidades-ingreso. En consecuencia, los recursos se van transfiriendo hacia los sectores cuyas demandas crecen más rápidamente. En este sentido, la mayor transformación generalmente se ha producido desde la agricultura hacia la industria y de esta a los servicios. 1

LA ETAPA DE LA “ALTA TEORÍA DEL DESARROLLO”

Los primeros teóricos en concebir el crecimiento en dichos términos fueron Fisher (1935 y 1939)1,a quién se debe el concepto de sectores primario, secundario y terciario y Clark (1940)2, que comprobó estadísticamente la asociación entre niveles de ingreso y composición del producto y la fuerza laboral (a mayor ingreso, mayor peso de las actividades secundarias y terciarias). En las primeras fases del crecimiento, esta transformación estructural es posible gracias a la transferencia de los excedentes de mano de obra de baja productividad del sector rural hacia las actividades industriales urbanas con mayores niveles de productividad, de acuerdo con el modelo de “oferta ilimitada de mano de obra” propuesto por Lewis (1963)3. El estudio de las relaciones interindustriales y sus implicaciones para el crecimiento, recibió un impulso decisivo con la influyente contribución de Rosenstein-Rodan en 19414. Sobre la base del concepto de las externalidades marshallianas, este autor sostuvo que las decisiones de inversión son interdependientes y muy riesgosas para los inversionistas individuales en los países en desarrollo. De aquí derivaba Rosenstein-Rodan la propuesta de una estrategia de desarrollo basada en un “big-push”, que involucrara intervención gubernamental para coordinar e incentivar proyectos simultáneos de inversión en varios sectores complementarios. De esta manera se incrementaría tanto la producción como el tamaño del mercado. En la misma línea anterior, se sitúan los enfoques de Perroux (1955)5 y Hirshman (1958)6. El primero de estos autores desarrolló la noción de polos de crecimiento, según la cual varias clases de encadenamientos y economías externas intensifican el crecimiento de los complejos industriales concentrados territorialmente y éste, a su vez, el de la economía en su conjunto. Hirshman, por su parte, basándose también en los conceptos de “encadenamientos” (linkages) y externalidades 1

Fisher, A: G. B. (1935), Economic Implications of Material Progress, International Labour Review, julio y Fisher, A: G. B. (1939), Primary, Secondary and Terciary Production, Economic Record, junio. 2 Clark, C. (1940), The Conditions of Economic Progress, Nueva York: St. Martin´s. 3 Lewis, W. A (1954), Economic Development with Unlimited Supplies of Labor, The Manchester School, mayo. 4 Rosenstain-Rodan, Paul (1943), Industrialization of Eastern and South Eastern Europe, Economic Journal, vol.53. Una versión moderna de la teoría del “big push” se encuentra en: Murphy, Shleiffer y Vishny (1989). 5 Perroux, F. (1955), Note on the Concept of Growth Poles, Economie Appliquée vol.8. Las implicaciones geográficas y de desarrollo regional del concepto de “polo de desarrollo” de Perroux fueron desarrolladas posteriormente por Boudeville (1961 y 1968). 6 Hirshman, A. (1958), The Strategy of Economic Development, New Haven: Yale University Press. Trad. al español: La estrategia del desenvolvimiento económico, México D.F.: FCE. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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propuso una estrategia de desarrollo basada en la concentración de inversiones en grandes proyectos industriales, que son los que tienen mayor número de encadenamientos. Este autor también retoma la noción de “polos de crecimiento” de Perroux7. A esta altura, Schumpeter (1955)8 introduce un ángulo distinto y que habría de tener una vasta repercusión en la literatura contemporánea sobre innovación tecnológica: el crecimiento es generado por la innovación de los grandes empresarios y en consecuencia, los ciclos de largo plazo resultan de un agrupamiento de innovaciones. A pesar del importante trabajo pionero de los autores arriba citados, el origen de las modernas concepciones del crecimiento económico suele situarse en las contribuciones de los teóricos postkeynesianos Harrod (1939 y 1947)9 y Domar (1946)10. Aunque formuladas independientemente y con casi diez años de diferencia, ellas se conocen como la teoría Harrod-Domar del crecimiento económico, la cual hacia depender el crecimiento del ahorro, la demanda efectiva, la tasa de inversión y la razón capital-producto. Aunque el modelo Harrod-Domar no contempla la cuestión del cambio estructural, es pertinente mencionarlo por la influencia que tuvo en las formulaciones de Rostow sobre las etapas del crecimiento, tal como se comenta más adelante11. Sobre la importancia del ahorro-inversión seguirán incidiendo en los años cincuenta Nurkse (1953)12 y Lewis (1955)13, los cuales ya toman en cuenta explícitamente las especificidades propias de los países en desarrollo. Los enfoques del “big push”, de “polos de crecimiento” y de “encadenamientos” constituyen el núcleo teórico fundamental de la concepción del desarrollo basada en la industrialización y suelen agruparse bajo el rótulo de “estrategias de crecimiento desbalanceado”, por su énfasis en grandes inversiones concentradas en los sectores y localizaciones lideres. Esta visión se oponía a la propuesta por Nurkse (1952)14 que abogaba por un “desarrollo balanceado”, impulsado por inversiones sincronizadas en todos los sectores relevantes para la expansión del mercado interno, incluyendo el agrícola.

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Vale la pena anotar que la teoría “polos de crecimiento” tuvo una vasta influencia en la práctica de la planificación regional en América Latina durante los años sesenta y setenta. Véase De Matos (1986). 8 Schumpeter, Joseph (1955), The Theory of Economic Development, Cambridge, MA.: Harvard University Press. Trad al español: La teoría del desenvolvimiento económico, FCE. 9 Harrod, R. F. (1939), An Essay in Dynamic Theory: Economic Journal, Abril. ___________(1948), Towards a Dynamic Economics: Some Recent Developments of Economic Theory and the Applications a Policy, Londres: Macmillan. 10 Domar, E.D, (1946), Capital Expansion, Rate of Growth and Employment, Econometrica, Abril. 11 Se suele considerar que el principal mérito de este modelo es haber incorporado una perspectiva de largo plazo en el marco teórico de Keynes, quien como se sabe pensaba que “on the long run we are all dead”. Véase: Moreno-Brid, Juan Carlos (2000), Roy Harrod, teórico de la dinámica económica, Comercio Exterior vol. 80(12). Véase también: Kurihara, Kenneth (1966), La teoria keynesiana del desarrollo económico, Valencia: Aguilar, cap.IV. 12 Nurkse, R. (1953), Capital Formation in Under-developed Countries, Oxford Trad. Al español: Problemas de formación de capital en los países insuficientemente desarrollados, FCE. 13 Lewis, arthur (1955), The Theory of Economic Growth, Londres: George Allen & Unwin Ltd. Trad. Al español: Teoría del desarrollo económico. 14 Nurkse, R. (1953), Problems of Capital Formation in Under- developed Countries, Oxford: Basil Blackwell tread. Al español: Problemas de formación de capital en los países insuficientes desarrollados, F.C.E. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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En el terreno de las políticas de desarrollo, dicha controversia teórica fue resuelta por el hecho inescapable de que en la práctica todo crecimiento es, por fuerza, desbalanceado (Streeten, 1963)15. Por cierto, la obra de Hirshman, en particular, tuvo un alto impacto especialmente en América Latina, en donde su influencia se hizo sentir en las estrategias y planes de desarrollo adoptados en los años sesenta16. Resulta de interés anotar que Krugman (1997)17 reconoce en los aportes de Rosenstein-Rodan y Hirschman sobre encadenamientos, externalidades y complementariedad estratégica en las decisiones de inversión, un antecedente directo de los planteamientos de la Nueva Geografía Económica. Varios de los elementos centrales de la corriente de pensamiento basada en el crecimiento desbalanceado confluyeron en la obra de W.W.Rostow (1960)18, que tuvo una amplia resonancia internacional. En efecto, las nociones de “big push”, “linkages” y principalmente la deindustrialización estaban presentes en la obra de este autor, según la cual históricamente las economías nacionales habían pasado por cinco etapas sucesivas: la sociedad tradicional, las condiciones previas al impulso inicial, el impulso inicial (take-off), la marcha hacia la madurez y la del consumo masivo19. Desde el punto de vista del diseño de políticas el elemento del esquema rostowniano que suscitó mayor interés en los países periféricos fue el de las condiciones para el take-off20, entre las cuales Rostow identificaba además de factores socio-políticos e institucionales y del aumento de la tasa de inversión a un umbral del 10% del PIB; el desarrollo de uno o más sectores esencialmente manufactureros con crecimiento dinámico21. Aquí, en este último elemento, Rostow retoma los temas del “sector líder” y de los “linkages” desarrollados por Hirschman. Por su parte, el tema del aumento de las tasas de inversión es tomado directamente de HarrodDomar, aspecto este que resultó de particular relevancia práctica, porque el enfoque Rostow cum Harrod-Domar dio lugar a la idea de que la ayuda financiera masiva y la inversión extranjera podrían generar el take-off en los países que reunían los pre-requisitos para entrar en esta etapa. El modelo de las etapas fue duramente criticado desde diversos ángulos, entre los cuales estaban su concepción lineal de la historia, la pretensión de plantear un modelo histórico que se ajustara a la experiencia de todos los países e incluso la imposibilidad de identificar en la evolución de las 15

Streeten, P. (1963), Balanced versus Unbalanced Growth, The Economic Weekly, abril 20. reproducido en: Meier (1976). Por lo demás, Hirschman, cuya vasta producción académica se dilató durante tres decenios, asesoró directamente tanto a varios gobiernos latinoamericanos como a los organismos financieros internacionales. Su trabajo fue verdaderamente interdisciplinario en tanto que incorporaba ampliamente la economía política y el papel de las instituciones en el desarrollo. 17 Krugman, Paul (1997), Desarrollo, geografía y teoría económica, Barcelona: Antoni Bosch Editor S.A. 18 Rostow, W.W. (1960), The Stages of Economic Growth a Non-Comunist Manifesto, Cambridge University Press. Trad. al español: Las etapas del crecimiento económico, F.C.E. Al describir su esquema como un “manifiesto no comunista”, Rostow opone sus etapas a las cuatro de Marx: Feudalismo, capitalismo burgués, socialismo y comunismo. 19 Rostow había anticipado el esquema de las etapas del crecimiento en un trabajo publicado en 1952. véase: Rostow, W.W. (1952), The Process of Economic Growth, W.W. Norton & Company Inc. 20 Las ideas de Rostow, quien por lo demás, era ampliamente conocido en los círculos internacionales, por haber sido presidente del Consejo Nacional de Seguridad en las administraciones Kennedy-Johnson tuvieron una marcada influencia en los planes de desarrollo adoptados en Egipto y la República Árabe Unida a finales de los años cincuenta. 21 En una obra publicada en 1963, que se beneficia de algunos de los hallazgos de Rostow, el historiador económico Paul Bairoch, desarrolla, en sus propios términos un esquema similar al del take-off para explicar la revolución industrial en Inglaterra y Francia. Una cualificación importante que introduce Bairoch es la condición previa de un incremento en la productividad agrícola. Véase: Bairoch, Paul (1963), Révolution Industrielle et Sous-développment, Paris: Societé d’Enseigment Supérieur. Trad al español: Revolución industrial y subdesarrollo, Siglo XXI Editores. 16

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economías nacionales, un periodo único y relativamente corto en el que se hubiera producido un take-off22. No obstante, muchos de los elementos relativos al despegue, como los encadenamientos y las externalidades en el sector industrial y la necesidad de un marco político-institucional adecuado están ahora presentes en las nuevas teorizaciones de la geografía económica y la economía neoinstitucional. Uno de los primeros teóricos en dudar del take-off rostowiano fue Gerschenkron (1952 y 1962)23, quién planteó un esquema alternativo según el cual los países más atrasados podían quemar etapas hacia el desarrollo mediante la sustitución de los pre-requisitos para el despegue: el Estado podía suplir la insuficiencia del mercado; las ganancias del monopolio podían generar ahorros para financiar la inversión; el sistema bancario podía ofrecer capacidad empresarial; y el comercio exterior podía generar los recursos para impulsar la industrialización doméstica. Un mensaje muy poderoso de Gerschenkron que aún conserva su vigencia es que las economías que evolucionan del atraso pueden pasar las etapas iniciales del desarrollo con arreglos institucionales diferentes a los que prevalecieron en los países que hoy son desarrollados (Crafts, 2002)24. Sobre este punto, Bairoch (1963, Op.cit.) plantea apreciaciones similares. En la línea keynesiana de considerar la demanda como la fuerza motriz de la actividad económica y en la vena teórica que coloca la industrialización como la estrategia fundamental para el desarrollo, Kaldor (1966, 1967) formuló tres leyes sobre la relación entre el sector manufacturero y el crecimiento económico. La primera postula que existe una fuerte relación de causalidad entre el crecimiento del producto industrial y el crecimiento del PIB. La segunda (conocida como Ley de Verdoorn) establece que también existe una relación de causalidad positiva entre el crecimiento del producto industrial el de la productividad de este sector y la tercera se refiere a que la productividad general del trabajo aumenta cuando la tasa de crecimiento del producto manufacturero se incrementa25. Para cerrar el ciclo de lo que Krugman (1997, Op. cit.) llama la “era de la alta teoría del desarrollo”, cabe mencionar a Myrdal, quien en su monumental estudio de 1968 sobre el Asia meridional26 se pronuncia decididamente a favor de una industrialización acelerada en los países del esta parte del mundo. La exitosa experiencia posterior del sudeste asiático parece haberle dado plenamente la razón a Myrdal. Ya en los años setenta y ochenta, Hollis Chenery un economista más aplicado, pero muy influyente desde su posición en el Banco Mundial, volvió a plantear con fuerza (y con modelos) que la 22

En sus primeros trabajos de historia económica con un enfoque institucional, North rechaza el concepto del “take-off” rostowiano. Véase: North, Douglas (1966), Growth and Welfare in the American Past. A New Economic History. New Jersey: Prentice Hall, Inc. 23 Gerschenkron, A (1952), Economic Backwardness in Historical Perspective, en: B. Hoselitz ed. (1952) y Gershenkron (1962), Economic Backwardness in Historical Perspective, Cambridge, Mass.: Harvard University Press. Trad. al español: Atraso económico e industrialización, Ariel. 24 Crafts, N. (2002), Perspectivas históricas del desarrollo económico, en: Meier Geral de M. Y Joseph Stiglitz (2002), Fronteras de la economía del desarrollo, Bogotá: Banco Mundial y Alfaomega. 25 Kaldor, N. (1966), Causes of the Slow Rate of Growth of the United Kingdom, An Inaugural Lecture, Cambridge University Press, y Kaldor, N. (1967), Strategic Factors in Economic Development, New York State School of Industry and Labour Relations, Cornell University, Nueva York, Ithaca. Una presentación analítica de las leyes de Kaldor y Verdoorn se encuentra en Thirlwall, A (2003), La naturaleza del crecimiento económico. Un marco alternativo para comprender el desempeño de las naciones, México D.F.:FCE. Bajo la influencia de este teórico postkeynesiano se han realizado recientemente numerosos trabajos empíricos para estudiar la validez de las leyes de Kaldor. Volveremos sobre este tema más adelante. 26 Myrdal, G (1997), Asian Drama. An Inquiry into the Poverty of Nations, Pantheon Books. Este libro es una versión abreviada de la obra original publicada en 1968 en 3 volúmenes. Trad. al español: La pobreza de las naciones, Editorial Ariel. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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industrialización es indispensable para asegurar el crecimiento continuo y desarrolló un repertorio de técnicas para medir el cambio estructural27. En contraste con el marco neoclásico (ya dominante en los ochenta), según el cual el cambio estructural es esencialmente un subproducto del crecimiento, que a su turno es generado por aumentos en la cantidad de factores y la productividad; el enfoque de Chenery consiste en demostrar que la reasignación sectorial de factores aumenta la productividad y esta el crecimiento. Trabajos más recientes han corroborado la vigencia de los estudios de Chenery (Branson, 199828 y Peneder29, 2003). Volveremos más adelante sobre este tema. 2

LAS TEORÍAS NEOCLÁSICAS

La senda de análisis del crecimiento en el largo plazo inaugurada por Harrod-Domar en los años cuarenta recibió un fuerte impulso con los trabajos de Solow y Swan (1956), que son considerados los modelos neoclásicos de crecimiento estándar. El primero desarrolló un marco de referencia contable para medir los factores determinantes del crecimiento30 y un modelo para analizar la relación entre ahorro, acumulación de capital y crecimiento económico31. En este marco teórico, la inversión en capital pierde importancia puesto que el aumento del producto es atribuible principalmente al progreso tecnológico (productividad) o sea el célebre residuo de Solow, que se calcula como la diferencia entre la tasa observada de crecimiento del producto y la parte de éste que no puede explicarse por el aumento del trabajo y el capital. La tecnología –incluyendo los gastos en investigación y desarrollo– se supone exógena, esto es, el acervo de este recurso disponible para las firmas no depende de las decisiones tomadas por los agentes económicos. La estimación del residuo que se denomina Productividad Total de los Factores (PTF), se realiza utilizando técnicas de números índices y en la medida en que puede estar sujeta a un amplio margen de error, mereció ser llamada por Abramovitz, “una medida de nuestra ignorancia”32. Los modelos de Solow suponen una economía cerrada pero pueden extenderse al escenario más realista de una economía abierta, en cuyo caso hay que hacer intervenir los flujos internacionales de capital, que complementan el ahorro interno. Posteriormente, –en la década de los ochenta–, los modelos de crecimiento endógeno revelan que el capital y especialmente el capital humano, tiene un papel de mayor magnitud que el reconocido por Solow. La noción central de estos nuevos enfoques es que la inversión en capital, sea en maquinaria o en personas, crea externalidades positivas. Esto es, las inversiones no sólo mejoran la 27

En realidad Chenery comenzó a estudiar el cambio estructural desde principios de la década del 60, pero sus trabajos más influyentes los produjo en los años setenta y ochenta. Véase de este autor: Chenery, H; Sherman Robinson y Moshe Syrquin (1986), Industrialization and Growth. A Comparative Study, Washington D.C.: Banco Mundial y Oxford University Press. 28 Branson, W et al. (1998), Patterns of Development 1970-1994, Banco Mundial, procesado (disponible en internet). 29 Peneder, Michael (2003), Industrial Structure and Agregate Growth, Structural Change and Economic Dynamics 14. 30 Solow, Robert (1957), Technical Change and the Aggregate Production Function, Review of Economics and Statistics, agosto. 31 Solow, Robert (1956), A Contribution to the Theory of Economic Growth, Quarterly Journal of Economics, Febrero. 32 Abramovitz, Moses (1956) Resource and Output Trends in the United States since 1870, American Economic Review 46 – 2, Mayo. Esta referencia está incluida en un trabajo que presenta una exhaustiva revisión del concepto de productividad total de los factores y su aplicabilidad actual: Hulten, Charles R (2000), Total Factor Productivity: Short Biography, NBER Working Paper 7471. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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capacidad productiva de la empresa inversionista o de sus empleados, sino también la capacidad productiva de otras empresas y trabajadores relacionados33. Al asumir la existencia de externalidades positivas asociadas con la producción de conocimiento y tecnología, los modelos de crecimiento endógeno substituyen los supuestos neoclásicos ortodoxos sobre rendimientos decrecientes a escala y competencia perfecta, por los de rendimientos crecientes y competencia imperfecta. El concepto de “endógeno” que es medular en estas teorías, tiene que ver con el supuesto de que el crecimiento es impulsado por la acumulación de capital (físico y humano) y el cambio tecnológico (innovación), que son consecuencia de decisiones intencionales de inversión tomadas por agentes maximizadores de ganancias. Lo anterior implica que el crecimiento a largo plazo y la productividad son función de factores endógenos en un determinado contexto histórico. De esta manera se abre la posibilidad de impulsar el desarrollo mediante políticas activas y deliberadas34. De la exposición anterior se deriva que tanto en las teorías neoclásicas ortodoxas como en las del crecimiento endógeno, el aumento de la producción depende solamente de la oferta de factores (capital –incluido el humano– y trabajo) y de la tecnología, dejando de lado el tema de las dinámicas sectoriales. 3

EL ESTRUCTURALISMO CEPALINO

La corriente teórica conocida como el “Estructuralismo Latinoamericano” fue iniciada por la CEPAL y específicamente por su exponente más representativo el economista argentino Raul Prebisch, a finales del decenio de los cuarenta del siglo pasado35. La teoría estructuralista de la industrialización constituye una concepción integral del desarrollo en la medida de que se ocupa del crecimiento, la acumulación, el cambio estructural, el progreso tecnológico y la distribución del ingreso en el largo plazo. En un comienzo, el enfoque de la CEPAL estaba orientado a comprender la lógica del proceso espontáneo de sustitución de importaciones que se produjo en América Latina durante el desplome externo causado por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial36. Posteriormente, el andamiaje teórico cepalino fue evolucionando hasta constituirse en una visión alternativa integral de la teorías neoclásicas ortodoxas.

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Los artículos seminales en donde se presentan estas teorías son: Romer, Paul (1986), Increasing Returns and Long-Run Growth, Journal of Political Economy 94-5, Octubre Romer, Paul (1987), Crazy Explanations for the Productivity Slowdown, Macroeconomics Annual, NBER Lucas Robert (1988), On the Mecanics of Economic Development, Journal of Monetary Economics, Julio. 34 Para una revisión analítica de la literatura sobre crecimiento endógeno, ver: Ruttan, Wernon (1998), The New Growth Theory and Development Economics: a Survey, The Journal of Development Studies, vol 35, No 2. 35 Esta presentación de la teoría estructuralista de la industrialización se basa extensamente en Fitzgerald, Valpy (1998), La CEPAL y la teoría de la industrialización, Revista de la CEPAL, Número extraordinario, Santiago de Chile. Para una puesta en contexto del tema de la industrialización en la evolución de los principales planos analíticos y etapas del pensamiento de la CEPAL, véase: Bielschowsky, Ricardo (1998), Evolución de las ideas de la CEPAL, Revista de la CEPAL, Número extraordinario, Santiago de Chile. 36 Sobre el origen de la ISI, véase: Ground, Richard Lynn (1988), La génesis de la sustitución de importaciones en América Latina, Revista de la CEPAL 36, Santiago de Chile. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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Las principales justificaciones para la industrialización sustitutiva se plantearon desde las primeras formulaciones de la CEPAL en los términos que pasan a describirse. Primero, la necesidad de una fuente interna de crecimiento. Frente a la restricción externa derivada del deterioro de los términos de intercambio para los productos primarios exportados por la región latinoamericana. Segundo, la protección para generar progreso tecnológico. Como el desarrollo del esquema centro-periferia se da a diferentes tasas de crecimiento de la productividad y dado que el trabajo no tiene movilidad internacional, estas condiciones conducen no sólo al deterioro de la relación de precios de intercambio, sino a la concentración de los frutos del progreso en el centro. En consecuencia, la protección debe mantenerse hasta que los diferenciales de productividad y salarios se eliminen, antes que aceptar en la periferia los niveles bajos de salarios implícitos en su menor productividad. Tercero, la necesidad de aumentar rápidamente el empleo para absorber la fuerza de trabajo de baja productividad empleada en la agricultura. Por último, pero no menos importante, la ampliación del sector moderno, el pleno empleo y el aumento de la productividad y por tanto de los salarios, contribuirían a mejorar la distribución del ingreso y a superar la pobreza estructural en el largo plazo. La resolución de los cuatro problemas arriba mencionados hacía necesaria una importante intervención del Estado en la política comercial, la esfera de la producción y la coordinación de las inversiones por un lado, y por el otro, exigía una planificación indicativa del conjunto de la economía. Es importante aclarar que contrariamente a lo que suele afirmarse, la CEPAL nunca propuso un modelo autárquico, toda vez que desde muy temprano (años 70) propugnó por una estrategia de exportación de manufacturas, tanto por la vía de la integración latinoamericana como del desmonte de las barreras arancelarias en los países del centro. En la medida en que el estructuralismo representaba un deslinde significativo de varios de los principales postulados de la ortodoxia neoclásica, fue (y sigue siendo) objeto de numerosas críticas37, las cuales pueden agruparse en tres líneas argumentales. La primera proviene de la teoría ortodoxa del comercio y se refiere al abandono por parte de la CEPAL del principio de ventajas comparativas. La segunda sostiene que la protección para la industria discriminó en contra de la agricultura38 y con ello limitó las exportaciones de este sector y por tanto el crecimiento del producto. La tercera, desde la perspectiva de la economía política e institucional, plantea que la intervención del Estado conduce al rentismo y genera graves distorsiones en los mercados39. Con todo, en el plano de los hechos, en las décadas de los cincuenta y sesenta se lograron en América Latina avances en términos de crecimiento, cambio estructural (industrialización), salud, educación e infraestructura, que fueron calificados por el Banco Mundial –en su primer World Development Report (1978)40 como “a substantial improvement of the historical record”. Además, 37

Es pertinente advertir que los textos fundacionales del enfoque cepalino fueron escritos por Prebisch entre 1949 y 1952, es decir, con bastante anterioridad a las contribuciones de la “era de la alta teoría del desarrollo”, descritas en la primera sección de este documento. 38 Investigaciones recientes demuestran que los niveles de protección arancelaria en América Latina habían sido excepcionalmente altos (en el contexto internacional) desde principios del siglo XIX. Véase: Coatsworth, John y Jeffrey Williamson (2002), The Roots of Latin American Protectionism: Looking Before the Great Depresión, NBER Working Paper 8999. 39 Los textos más representativos de estas líneas críticas son respectivamente los siguientes: Corden, W (1971), The Theory of Protection, Oxford, Clarendon Press; Little, Ian et al. (1970), Industry and Trade in Some Developing Countries, Londres: Oxford University Press; y Krueger, Anne (1974), The Political Economy of the Rent-Seeking Society, American Economic Review 64 (3). 40 Citado en: Bruton, Henry (1998), A Reconsideration of Import Substitution, Journal of Economic Literature Vol XXXVI (2). Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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como lo expone claramente Chang (2004)41, casi todas las economías actualmente desarrolladas utilizaron intensivamente diversas formas de proteccionismo para desencadenar su despegue. De hecho, lo mismo ocurrió también en el caso más reciente de la industrialización del Asia oriental (Aoki et al., comp., 2000)42. 4

EL RETORNO DEL PARADIGMA NEOCLÁSICO

En los años setenta, la combinación de por lo menos cinco procesos: el primer choque petrolero, la ruptura del sistema monetario basado en las instituciones de Breton Woods, los agudos desequilibrios fiscales que aquejaron las economías del norte desarrollado, la transformación de los sistemas productivos en estos mismos países y el inicio de una nueva fase de la globalización; determinaron profundos cambios estructurales en la naturaleza de los Estados nacionales y, por ende, en sus políticas públicas. Así, en el campo específico de las políticas industriales se inicia en los países centrales un nuevo ciclo centrado en los esfuerzos para enfrentar la recesión y elevar la productividad para absorber el alza en los precios de los energéticos. En Francia, Alemania Federal, Italia, los Países Bajos, el Reino Unido, Suecia, Japón y Estados Unidos se pone en marcha un amplio repertorio de medidas que tienen un denominador común: la prioridad otorgada a los sectores de alta tecnología. Esto es, informática, industria automotriz, ingeniería genética, energía nuclear, industria farmacéutica, inter alia43. Era la “apuesta segura”44 por los “winners”, aunque los “losers” como la industria textil y siderúrgica, no fueron, de manera alguna, completamente olvidados. En EEUU, la preocupación por el llamado "productivity slowdown" y la consecuente necesidad de mejorar el desempeño del sector industrial alcanzó la jerarquía de asunto de Estado, al punto de que el Presidente Reagan creó en 1984 la “Comisión Presidencial sobre competitividad Industrial” (President’s Commission on Industrial Competitiveness) para estudiar el problema y producir las recomendaciones pertinentes. Paralelamente también trabajó la “Comisión del MIT sobre Productividad Industrial” (MIT Commission on Industrial Productivity)45. Fue la primera de estas comisiones la que acuñó la definición más conocida de competitividad: La capacidad de un país para sostener y expandir su participación en los mercados internacionales y elevar simultáneamente el nivel de vida de la población46. En la medida en que tal conceptualización fusiona las nociones de inserción internacional y de productividad interna, se ha convertido desde entonces en el imperativo que informa las políticas 41

Chang, Ha-Joon (2004), El fomento a la industria naciente desde una perspectiva histórica: ¿Una cuerda con la cual ahorcarse o una escalera por la cual escalar?, en: Ocampo, José Antonio ed. (2004), El desarrollo económico en los albores del siglo XXI, Bogotá: CEPAL / Alfaomega. 42 Aoki, Masahiko et al. (2000), El papel del gobierno en el desarrollo económico del Asia oriental, México D.F.:FCE. 43 Fajnzylber, Fernando (1983), La industrialización trunca de América Latina, México D.F.: Editorial Nueva Imagen. 44 El concepto de “apuesta segura” fue elaborado por A. Lidbeck. Véase: Lidbeck, Assar (1981), Industrial Policy as an Issue in the Economic Environment, en: The World Economy, vol.4(4). 45 Dertouzos, Michael L., Richard Lester y Robert Solow (1989). Made in America, Regaining the Productive Edge, Cambridge, Mass.: The MIT Comission on Industrial Productivity, The MIT Press. 46 President’s Commission on Industrial Competitiveness (1985), Commission on Industrial Competitiveness Report, Washington D.C. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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industriales y comerciales en todas las latitudes, así como, en la fuente de líneas de trabajo tan influyentes como las de Michael Porter, en el campo académico, y los rankings internacionales de competitividad del World Economic Forum y el IMD. Por esta misma época (principios del decenio de los ochenta), dos economistas estadounidenses, Michael Piore y Charles Sabel, formularon la tesis de que la caída de la productividad en los Estados Unidos no se debía a los choques petroleros de los años setenta, ni a la crisis fiscal del Estado, sino al agotamiento del modelo fordista de producción industrial47. Extrapolando el análisis de un grupo de investigadores italianos sobre el fenómeno de los distritos italianos en el norte de Italia, Piore y Sabel sostenían en su libro que la producción de bienes de consumo masivo basado en economías de escala, propias del modelo fordista, estaría evolucionando hacia la manufactura de bienes diferenciados, basada en tecnologías que permiten economías (o especializaciones) flexibles. El trabajo de los autores en mención, dio origen al enfoque de la acumulación flexible que, con el ropaje de la escuela francesa de la regulación que le pusieron autores como Alain Lipietz, Robert Boyer y Georges Benko; fue ampliamente divulgado en América Latina. Ahora bien, mientras los países desarrollados se lanzaban en pos de la productividad perdida, a través de la informática, la ingeniería genética y la exploración espacial, lo cual finalmente los condujo nada menos que a una nueva revolución industrial y tecnológica; los países latinoamericanos comenzaron a perseguir el mismo fin pero –por una extraña paradoja– mediante el simple expediente del desmonte de la política industrial basada en la protección arancelaria del mercado interno. En efecto, tan temprano como en la primera mitad del decenio de los setenta (antes de las eras Reagan y Thatcher), varios países de América Latina, Chile y Uruguay (seguidos de Argentina en 1976), implementaron una apertura comercial, en el contexto de reformas de corte neoliberal que comprendían otros campos de la política económica. La desprotección al mercado interno, combinada con episodios recurrentes de sobrevaluación cambiaria, determinó una caída significativa de la participación del sector industrial en el PIB de dichos países, durante el período 1974-1983: en Chile del 25.6% al 20.4%; en Uruguay del 23.8% al 18.7%; y en Argentina del 27.0% al 24.2%48. En el mismo decenio de los setenta, los países andinos tuvieron comportamientos disímiles. Así, mientras Chile se retiró en 1976 del Pacto Andino por “incompatibilidad de modelos”: en Colombia se comenzó a cuestionar –aunque tímidamente– el modelo de sustitución de importaciones, llegándose a realizar un moderado episodio de liberación de importaciones (1974-78); en Perú, Venezuela y Ecuador la estrategia sustitutiva continuó su marcha sin mayores contratiempos. 4.1

El Consenso de Washington

“La década pérdida de los ochenta” de toda América Latina, comenzó con una crisis de grandes proporciones en el sector industrial, que coincidió en el tiempo con el “productivity slowdown” de los

47 Piore, Michael y Charles Sabel (1984). The Second Industrial Divide: Posibilities for Prosperity, Basic Books. Existe traducción al español: Piore Michael y Charles Sabel (1993). La Segunda Ruptura Industrial, Buenos Aires: Alianza Editorial. 48 Ramos, Joseph (1989), Política económica neoliberal en países del Cono Sur de América Latina, 1974-1983, México D.F.: Fondo de Cultura Económica, cap.VII. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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países desarrollados, arriba mencionado. La contracción industrial afectó especialmente a Perú y Bolivia, y en menor medida a Colombia, Ecuador y Venezuela49. En este contexto, volvieron a arreciar los vientos neoliberales en varios países suramericanos, Colombia y Venezuela entre ellos, pero especialmente en Bolivia, que en 198550 es el primer país de la subregión en adoptar las reformas estructurales, que después se codificaron bajo la denominación del “Consenso de Washington”. Hacia finales del decenio, Venezuela y Perú (1989 y 1990 respectivamente) tomaron por el mismo camino y ya a principios de los años noventa, Colombia (1991) y Venezuela (1992) cierran el círculo de la adopción de las políticas ortodoxas en la subregión andina. Fue también a principios del decenio de los noventa que Argentina y Brasil implementaron sus aperturas comerciales, como parte del paquete de políticas recomendadas por el Consenso de Washington –CW-. Incluso Cuba, por esta misma época liberalizó el control de cambios y el acceso de la Inversión Extranjera Directa; y eliminó el monopolio estatal del comercio exterior. Por otra parte, México había implementado las reformas neoliberales en forma gradual durante el decenio de los ochenta y Panamá –el reformador más tardío– vino a hacerlo en la segunda mitad de la década pasada. La acogida generalizada del CW en América Latina se debió a que fue formalizado en momentos en los cuales, dado el pesimismo sobre el modelo ISI y los desastrosos resultados de la “década perdida”, los países de la región estaban a la búsqueda de una estrategia alternativa de crecimiento, que, además, se acomodara mejor a las políticas de condicionalidad, que ya comenzaban a aplicar las instituciones financieras de Washington51. En tal sentido, la tesis central del CW era que la causa del atraso latinoamericano eran las distorsiones macroeconómicas inducidas por las malas políticas. Se sostenía que el Estado estaba sobredimensionado, que las economías eran muy cerradas y que los precios relativos de los distintos mercados adolecían de agudas distorsiones. De este diagnóstico se desprendían unas prescripciones claras: reducir el tamaño del Estado (a través de la disciplina fiscal, la privatización de las empresas públicas y la desregulación); integrar los países al comercio mundial, abrirlos a la inversión extranjera directa y manejar tipos de cambio unificados y competitivos; y asegurar precios de equilibrio de largo plazo en los mercados financieros (liberalización financiera), de divisas (tasas cambiarias) y de bienes (competencia, eliminación de subsidios y exenciones tributarias sectoriales, etc.). La constatación -hacia mediados de los años noventa- de que sólo unos pocos países de los que adoptaron las políticas “correctas” estaban logrando resultados positivos; que había casos de graves perturbaciones como la producida en México por el “efecto tequila” en 1994; e incluso fracasos 49

Fajnzylber, Fernando (1990), Industrialización en América Latina: de la “caja negra” al “casillero vacío”, Cuadernos de la CEPAL No 60, Santiago de Chile. 50 En este mismo año México inició el proceso de apertura comercial, que prepararía este país para la negociación del TLCAN en 1991-92. Este tratado entró en vigencia en 1994. Véase: OECD (1996), Trade Liberalization Policies in México, París: OECD Publications. Asi mismo, Chile retomó el proceso de liberación comercial que había interrumpido en 1981. 51 Rodrik, Dani (1993), Trade and Industrial Policy Reform in Developing Countries: A Review of Recent Theory and Evidence, NBER Working Paper 4417, Cambridge, MA. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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rotundos como el de Rusia, condujo a los círculos académicos que lideran la nueva ortodoxia a la idea de que no era suficiente con las políticas “correctas”, sino que los países debían contar, además, con las “instituciones correctas” para formular y aplicar tales políticas. La atención de los promotores del CW giró, entonces, hacia aspectos como la independencia de los bancos centrales, la vigencia de los derechos de propiedad, el imperio de la ley, la corrupción de la burocracia y las características de los sistemas electorales, rescatando por esta vía la preocupación por el papel del Estado en el desarrollo económico. 4.2

Las políticas de competitividad

En el clima descrito en los párrafos anteriores –pero no precisamente como uno de las diversas reformas institucionales que por entonces se emprendieron– surgió en América Latina un nuevo interés por la productividad y eficiencia productivas, esta vez bajo el concepto de la competitividad, desarrollado, como se dijo antes en el decenio de los ochenta en los Estados Unidos. Fue así como en todos los países de la región comenzaron a diseñarse políticas que, con distintos énfasis e instrumentos, apuntaban, por un lado, a reparar los efectos del choque de demanda producido por la apertura en algunos sectores sensibles y, por el otro, a promover las exportaciones en renglones con ventajas comparativas manifiestas52. Sin embargo, en ningún caso el resurgimiento del interés en la competitividad industrial significó un retorno a las políticas industriales del pasado, porque mientras estas perseguían crear nuevos sectores mediante la sustitución de importaciones, las políticas de competitividad buscan fundamentalmente “nivelar el campo de juego” mediante la corrección de fallas de mercado claramente identificadas y el apoyo no sólo a la industria en general sino al sistema económico global, a través del mejoramiento de la operación de los mercados para sus factores productivos. Tales políticas incluyen en la mayoría de los países de la región –incluidos los CAB– normativas anti-monopolio, el fortalecimiento de los derechos de propiedad, medidas para mejorar el acceso a la información y capacitación, incentivos fiscales y financieros para la inversión y las exportaciones, y la dotación de infraestructura física, de transporte y tecnológica (Melo, 2001)53. Se trata, en suma, de políticas funcionales a la ortodoxia dominante del predominio del mercado, de alcance horizontal, esto es, que no discriminan entre sectores, aunque tienden a abordar primero algunas cadenas sectoriales consideradas prioritarias. En la opinión de Peres, Brasil, México y Jamaica, se apartaron de las tendencias arriba descritas, en la medida en que estos países diseñaron a mediados de los noventa una política de industrialización explícita, que hace parte integral de una estrategia global de desarrollo económico54. Con todo, las repercusiones en Brasil de la crisis asiática de 1997, obligaron a este país a posponer la aplicación efectiva de la nueva política industrial, para concentrar sus esfuerzos en las medidas de 52

Este párrafo y los siguientes se basan en: Peres, Wilson (1997), El surgimiento de las políticas de competitividad industrial, en: Peres, Wilson, coordinador (1997), Políticas de competitividad industrial, América Latina y el Caribe en los años noventa, México, D.F.: Siglo veintiuno Editores. 53 Melo, Alberto (2001), Industrial Policy in Latin America and the Caribbean at the Turn of the Century, Working Paper 459, BID, Washington (disponible en Internet). 54 Peres, Wilson (1997), El resurgimiento de las políticas de competitividad industrial, en: Peres, Wilson, coord. (1997), Políticas de competitividad industrial —América Latina y el Caribe en los años noventa, México D.F.: Siglo Veintiuno Editores. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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estabilización55. Esto prueba las dificultades de hacer una política industrial explícita en el contexto de la globalización y la apertura. 5

EL DEBATE ACTUAL SOBRE CAMBIO ESTRUCTURAL Y POLÍTICA INDUSTRIAL.

En la actualidad, el desencanto de la mayoría de los países en desarrollo y en particular los de América Latina con los resultados de las políticas del Consenso de Washington, ha revivido en toda la región el debate sobre la conveniencia de adoptar políticas activas de impulso al desarrollo. En los dos bandos de esta polémica están, por un lado, los defensores de la idea clásica de la “mano invisible” que haría que los recursos se asignaran a los usos más eficientes y, por lo tanto, sostienen que la mejor política sectorial es no tener política alguna, y por el otro, los proponentes de una política industrial activa que se basan en el convencimiento de que el mercado tiene “fallas” que deben ser intervenidas y que la acción gubernamental debe “crear” las ventajas competitivas necesarias para impulsar los sectores “ganadores”. Entre los primeros, están autores como Noland y Pack que basados en el análisis de la experiencia de Japón, Korea y Taiwán afirman que las políticas industriales selectivas no son un buen expediente para promover el crecimiento. Al respecto sostienen: A large part of the ″Asian Miracle″ was attributable to non-miraculous good macroeconomic policy including limited government deficits, low rates of inflation, and very stable real exchange rates. These were conducive to high rates of saving and investment, important components of the growth story... another aspect... was a bias towards exporting. Sobre esta base Noland y Pack pasan a concluir: The difficulty of demostrating that major source of either manufacturing and aggregate economic growth was sectorally targeted industrial policies [en Japón, Korea y Taiwán] is not equivalent to denying the importance of significant role other than macroeconomic management in stimulating economic growth. Growth enhancing measures that did not differenciate among sectors included large expenditures on primary and secundary education, the building on large and efficient social infraestructure, a favorable attitude towards international technology transfer including high technology licensing and direct foreign investment in public technology institutions.... Governments seeking a more active role in accelerating growth should consider these policies rather than selective policies.56 En otro trabajo individual, denominado “Industrial Policy: Growth Elixir or Poison?”, Pack escribe: To answer the question posed by the title of this article, industrial policy may have been a minor gowth hormone. It seems unlikely that, absent a host of other factors that impinged on both Japan and Korea, the delayed adverse side effect of industrial policy on the banking system were the poison that necessitited very strong antidotes in the late 1990s. But in the 55 Bonelli, Regis (2001), Políticas de Competitividad Industrial no Brasil, 1995-2000, Serie Desarrollo Productivo No 116, Santiago de Chile: CEPAL. 56 Noland, Marcus y Howard Pack (2002), Industrial Policies and Growth: Lessons From International Experience, Documento de Trabajo No 169, Santiago de Chile: Banco Central de Chile. El énfasis es añadido. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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view of the minor benefits and the potentially adverse effects on the financial sector and the neglected industrial sectors, countries should be exceptionally cautious before embarking on such policies.57 Como puede colegirse de las citas anteriores, la recomendación de los autores que sostienen que lo esencial es “getting the economic fundamentals right” es el que el Estado debe limitarse a aplicar políticas “transversales” y no selectivas, esto es, las políticas de competitividad a las que hicimos alusión anteriormente. Este es el enfoque que favorecen organizaciones internacionales como la OMC, el Banco Mundial y el BID. Respecto de la primera de estas instituciones dice Pangestu (2002)58: Shifts in development paradigms, technologies and multilateral roles imply that an effective and autoconsistent industrial policy for developing economies in the 21st century must be comprehensive, rather than target specif sectors. Recognition of the importance of complementary policies for ensuring competitiveness has shifted the policy focus toward enhancing the efficiency of infraestructure, improving human capital formation and innovation. En cuanto al Banco Mundial y el BID, estas dos instituciones fueron las principales impulsadoras del Consenso de Washington, el cual como se ha dicho supra, también excluía las políticas activas como parte del paquete de políticas que recomendaba. No obstante, en el interior del Banco Mundial ha habido un intenso debate alrededor del papel que jugaron las políticas industriales en el desempeño exitoso de las economías asiáticas en el último cuarto de siglo pasado. Como se había mencionado antes, algunos economistas del Banco ven el “milagro asiático” como un caso paradigmático de “sound macroeconomic policy”, en tanto que otros como Stiglitz (cuando todavía era funcionario del Banco) valoran especialmente la efectividad de las intervenciones selectivas del Estado en esas economías59. El BID, por su parte, mantiene la línea de la competitividad transversal –que proviene del Consenso de Washington- pero también ha comenzado a debatir el tema de las políticas industriales, tal como se refleja en el capítulo 17 del informe anual de 200160. Del lado de los partidarios de las políticas industriales están autores como Lall, Amsden, MeyerStamer, Stiglitz y Rodrick, los cuales, sin desconocer la importancia de las condiciones macroeconómicas básicas de estabilidad, sostienen que las intervenciones selectivas son necesarias para promover el desarrollo y que los gobiernos son capaces de efectuarlas. Una muestra representativa de tal línea de pensamiento, es la de la siguiente cita de Rodrik:

57

Pack, Howard (2000), Industrial Policy: Growth Elixir or Poison?, The World bank Research Observer, Vol. 15(1), Washington D.C. Pangestu, Mari (2002), Industrial Policy and Developing Countries, en: Hoekman, Bernard et al., eds. (2002), Development,Trade, and the WTO, A Handbook, Washington D.C.: The World Bank, p. 158. En esta misma línea véase también: Masahiko, Aoki et al. (2000), El papel del gobierno en el desarrollo económico del Asia oriental. Análisis institucional comparado, México D.F.: El Trimestre Económico / FCE. 59 Stiglitz, Joseph E. y Shahid Yusuf (2001), Aspectos del desarrollo: resueltos y pendientes, en: Meier, Gerald y Joseph Stiglitz (2002). Fronteras del desarrollo. El futuro en perspectiva, Bogotá: Banco Mundial / Alfaomega. 60 BID (2002), Competitividad —Motor del crecimiento, Progreso económico y Social en América Latina, Informe 2001, Washington D.C. 58

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Los gobiernos y los asesores de política deben dejar de pensar en la integración económica internacional como un fin en sí mismo... El énfasis debe pasar de la promoción de exportaciones y IED, a pensar como las importaciones —y particularmente la importación de ideas— pueden fortalecer las oportunidades de crecimiento en el largo plazo. Deben complementar la apertura con otras políticas, incluyendo una estrategia interna de inserción explícita y coherente61. Dicho autor también propone para romper una inercia de bajo crecimiento, una “estrategia de inserción” (a la Rosenstein-Rodan y Prebisch) (Rodrik, 2001)62. Entre las organizaciones internacionales que se sitúan en la línea anterior están la CEPAL y en alguna medida la ONUDI, que tiene una posición bastante más ecléctica. En un documento reciente la CEPAL analiza las implicaciones de la globalización y plantea una agenda nacional basada en la interacción de varios componentes: No obstante estos elementos de carácter institucional son insuficientes, de hecho constituyen un telón de fondo del proceso de desarrollo, pero no explican los impulsos concretos que conducen al crecimiento en los países en desarrollo ni tampoco, en muchos casos, a su agotamiento. Las estrategias que adopten los países en la era global deben tener como mínimo cuatro elementos esenciales: i) políticas macroeconómicas destinadas a reducir la vulnerabilidad macroeconómica y facilitar la inversión productiva; ii) estrategias dirigidas a desarrollar la competitividad sistémica; iii) un enérgico reconocimiento de las prioridades de la agenda ambiental que, por su carácter es esencialmente global, y iv) políticas sociales muy activas, especialmente de educación, empleo y protección social63. A su vez, los tres componentes básicos de la estrategia de competitividad sistémica, según la CEPAL, son: i) el desarrollo de sistemas de innovación tecnológica, ii) la transformación de las estructuras productivas y la creación de encadenamientos productivos, y iii) la provisión de buenos servicios de infraestructura64 En el contexto anterior la CEPAL concede un lugar destacado al papel que puede jugar la integración regional en la potenciación de tales estrategias65. En un documento posterior, dedicado específicamente al desarrollo productivo, la CEPAL vuelve a elaborar sobre estos temas (CEPAL, 2004)66.

61

Rodrik, Dani (2000), Cómo hacer que la apertura funcione —La nueva economía global y los países en desarrollo, Bogotá TM Editores/Overseas Development Council, p.17. Véase también: Stiglitz, Joseph (2002), Development Policies in a World in Globalization, ponencia presentada al seminario “New International Trends in Economic Development” con ocasión del quincuagésimo aniversario del Banco Brasileño de Desarrollo Económico y Social, Rio de Janeiro, Septiembre 12 y 13. 62 Rodrik, Dani (2001), Development Strategies for the Next Century, en: Banco Mundial (2001), Annual Bank Conference on Development Economics 2000, Washington D.C. 63 CEPAL (2002), Globalización y desarrollo, Santiago de Chile, p. 106. 64 Ibid., p.109. 65 Ibid., p.105. 66 CEPAL (2004), Desarrollo productivo en economías abiertas, Santiago de Chile. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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Por su parte, el énfasis reciente de la ONUDI está también en el fortalecimiento de las capacidades de innovación tecnológica y aprendizaje67. El hecho es que desde el punto de vista del trabajo académico sigue comprobándose empíricamente la importancia de la industrialización. En efecto, Branson et al. (1998)68 encuentran que existe una asociación positiva entre el nivel del PIB per cápita y el grado de industrialización. Así mismo, un estudio de PENEDER (2002)69 revela –para el periodo 1990-1998– que los sectores manufactureros intensivos en tecnología tienen efectos positivos tanto en el nivel como en las tasas de crecimiento del PIB per cápita. 6

LAS POLÍTICAS INDUSTRIALES EN LA PRÁCTICA

Más allá del debate conceptual sobre la pertinencia y viabilidad de las políticas industriales, un gran número de países en desarrollo está en la actualidad aplicando alguna versión de tales políticas. Así, Pangestu analiza el caso de nueve economías asiáticas que aplican alguna modalidad de política industrial70 y el BID destaca a Brasil, Colombia y México, como países que están haciendo lo propio71. En ambos casos el repertorio de instrumentos utilizado incluye entre otros, los siguientes: identificación y promoción de "clusters" industriales; apoyo a cadenas productivas seleccionadas; incentivos financieros y fiscales a la producción e inversión; capacitación laboral; impulso a la innovación tecnológica; apoyo a las pymes; y promoción de exportaciones. Aparte de los países mencionados, una revisión de los últimos planes de desarrollo de Bolivia72, Ecuador73 y Venezuela74, revela una fuerte compenetración con los conceptos de competitividad, transformación productiva, “clusters” y cadenas industriales, innovación tecnológica y promoción de exportaciones, entre otros. Una característica muy interesante que se percibe en las nuevas políticas y que es de especial relevancia para este trabajo, es la tendencia a “bajar” los instrumentos nacionales a escala regional y local, invistiendo a las autoridades respectivas de competencias de diseño e implementación de los mismos. Así, por ejemplo, en Alemania una de las funciones de la política industrial consiste en reducir las disparidades regionales. Las regiones con problemas estructurales reciben apoyos financieros para

67

ONUDI (2002), Informe sobre el desarrollo industrial correspondiente a 2002/2003- competir mediante la innovación y el aprendizaje, Viena. 68 Branson, William et al. (1998), Patterns of Development 1970-1994, Banco Mundial (disponible en internet). 69 Peneder, Michael (2003), Industrial Structure and Aggregate Growth, Structural Change and Economic Dynamics 14. 70 China, Hong Kong (China), Indonesia, Japón, Corea, Malasia, Filipinas, Singapur, taiwán (China), Tailandia, India y Blangadesla. Véase: Pangestu, Mari (2002), op. cit. 71 BID (2002), op. cit. Véase también: Melo (Op. Cit.) 72 Presidencia de la República de Bolivia (1997), Plan general de desarrollo económico y social 1997-2002, La Paz. 73 Vicepresidencia de la República de Ecuador/ Oficina de planificación –ODEPLAN– (2000), Plan de gobierno 2000-2003, Quito: Presidencia de la República. 74 Presidencia de la República de Venezuela (2001), Plan nacional de desarrollo económico y social 2001-2007, Caracas: Publicaciones Iveplan. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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realizar mejoras en la infraestructura y aumentar su atractivo para los inversionistas externos75. En Italia se evoluciona hacia un sistema regionalizado de innovación76 y en el Reino Unido hacia enfoques regionalizados de promoción del desarrollo económico77. En el ámbito latinoamericano, Brasil ha puesto en marcha políticas regionales de competitividad. As políticas sub-nacionais de competitividade no Brasil São executadas pelos Estados da federacao com a finalidade principal de atrair investimentos para seus respectivos territorios. Os mecanismos utilizados para este fim incluem una vasta gama de medidas que vão desde a concessão de incentivos fiscais às empreras que desejem sé instalar na região até o apoio em termos de construςão da infraestructura e simplicaςão do processo de registro das empresas78. En el país, en mención, existe también un denso entramado de sistemas regionales (estatales) de innovación79. En Colombia, el componente regional de las política industrial ha ido emergiendo a través de instrumentos como consejos regionales de comercio exterior y de ciencia y tecnología; centros regionales de inversiones, sistemas regionales de innovación, parques tecnológicos y zonas francas, entre otros80. Previsiones de tal carácter también se encuentran en los planes y estrategias de desarrollo productivo de los demás países andinos (Moncayo, 2005)81, Chile (2005)82 y México (2001)83. Acerca de las tendencias anteriores, dice Pérez (2001)84: En nuestra opinión, el nuevo asiento del Estado desarrollista dinámico es la administración local. Es preciso reconsiderar la idea del plan central promotor de un grupo de industrias nacionales que genere la riqueza necesaria para financiar el progreso social... ya es hora –y las condiciones son propicias para ello– de abandonar la ilusión del efecto goteo y avanzar hacia la participación directa de toda la población en actividades generadores de riqueza. Lo expuesto anteriormente, sugiere que –en materia de políticas de desarrollo– los países latinoamericanos y los andinos, en particular, están en una fase de transición en la que siguen en 75

Meyer-Stamer, Jörg (1998), La política industrial, en Fundación Fredrich Ebert /Nueva Sociedad (1998), Economía social de mercado: su dimensión social, Caracas, p.350. 76 Belussi, Fiorenza (2001), The Italian System of Innovation: the Gradual Transition from a Weak “Mission-oriented” System to a Regionalized Learning System (http://www.druid.dk/conferences/wwconf-papers.htm). 77 Gatto, Francisco (2001), Estrategia económica regional. Los casos de Escocia y la Región de Yorkshire y Humber, Serie Estudios y Perspectivas No 4, Santiago de Chile: Oficina de la CEPAL en Buenos Aires. 78 Bonelli, Regis (2001), op. cit., p.10. 79 Villashi, Arlindo y Renato Ramos (s.f.), From Local to National Systems of Innovation: empirical evidence from de Brazilian Case (http;//www.druid.dk/conferenceww/conf-papers.html). 80 Véase: Ministerio de Desarrollo Económico (2000), Política industrial para una economía en reactivación, Bogotá. 81 Moncayo, Edgard (2005), Bases para una estrategia de desarrollo territorial en el marco de la Comunidad Andina, Secretaria General de la CAN, Lima. 82 Silva, Iván (2005), Desarrollo económico local / regional y fomento productivo, Serie Gestión Pública 49, CEPAL, Santiago de Chile. 83 Casas, Rosalía, coord. (2001), La formación de redes de conocimiento, una propuesta regional desde México, Barcelona: Antrophos / Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. 84 Pérez, Carlota (2001), Cambio tecnológico y oportunidades de desarrollo como blanco móvil. Revista de la CEPAL No.75, Santiago de Chile. El énfasis está en el original. Organización del Convenio Andrés Bello (CAB)- Área de Ciencia y Tecnología

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buena medida apegados a los preceptos del Consenso de Washington (con énfasis en la estabilidad), pero al mismo tiempo buscan afanosamente mecanismos e instrumentos para impulsar el crecimiento y la transformación productiva. Se diría que la búsqueda es por una macroeconomía del desarrollo, que combine estabilización con transformación dinámica de las estructura productivas (Ocampo, 2004)85. 7

BIBLIOGRAFIA

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