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Introducción Durante los años 50 la narrativa vive un movimiento paralelo de renovación, con la aparición de unas obras realmente nuevas, marginales, minoritarias, que se construyen contra la tradición de la novela instituida, pero la gran renovación es la que lleva a cabo una serie de novelistas como Alain Robbe, Michel Butor, Nathalie Sarraute e incluso Claude Simon y Marguerite Duras, que no forman ni un movimiento ni una escuela, aunque las diferencias entre sus obras confluyen en una voluntad de búsqueda y de renovación por un común rechazo de la intriga y del concepto tradicional de personaje, y una toma de conciencia del poder generador de la escritura y del lenguaje en la creación novelesca. Con el Nouveau Roman se desplaza la atención del objeto figurado al sujeto, del significado al significante: la novela ya no es la reproducción fiel de un mundo, un espacio particular en el que la realidad toma la forma de una visión personal, un mundo que se realiza utilizando el lenguaje con un sistema de funcionamiento propio: es decir, el novelista deja de representar la realidad para significarla. Este es el caso de Marguerite Duras si consideramos el conjunto de su obra, pero sobre todo lo es en su novela el amante, una novela en la que la autora nos muestra una realidad oculta, una realidad que pasa desapercibida en un mundo que rodea a una joven de quince años y medio. En esta monografÃ−a no vamos a centrarnos en la posibilidad de si el amante es una novela autobiográfica o no, sino que vamos a hacerlo en la obra en sÃ− misma, en el estudio de los caracteres de los personajes que rodean a nuestra protagonista y en el estilo de la autora. Sabemos que la protagonista de la novela es la misma Marguerite Duras, que ha conseguido fundir la literatura con el mundo real en esta obra de arte que ha cautivado al mundo entero, mediante las letras y mediante el cine. El premio Goncourt se hizo eco de este triunfo sublime. 1. La trayectoria artÃ−stica de Marguerite Duras En la década de los años cincuenta, el nombre de Marguerite Duras se reveló ante el público como el de una novelista con la que habÃ−a que contar. En esta década, justo a partir de 1950 publicó seis novelas, un libro de relatos y su primera obra teatral. En 1960 firmó su primer guión cinematográfico de la pelÃ−cula que causó un gran impacto mundial en el festival de Cannes de aquel año: Hiroshima mon amour. AsÃ− logró fundir en una sola, las tres corrientes a las que se dedicó Marguerite Duras: la novela, el teatro y el cine. En su obra teatral L'Eden Cinéma, en el amante y en un dque contra el PacÃ−fico, se contenÃ−an datos sobre la vida de la escritora. En estas obras aparecen los mismos episodios, los mismos personajes y los mismos escenarios, temas que se convirtieron en una constante en la obra de Marguerite Duras. En la década de los años setenta predomina el cine en su obra artÃ−stica, ya que realizó trece pelÃ−culas, aparte de publicar cinco guiones propios y dos obras teatrales más. En el terreno de la narración, sólo se puede citar una novela, al abrirse la década -pero que es también una pequeña obra maestra, L'Amour (1970) y un breve relato cuando se cerraba: El hombre sentado en el pasillo (1980), que fue su primera incursión en el terreno de la literatura erótica. AsÃ−mismo es necesario citar un libro de diálogos con Xavière Gautier, Les parleuses, asÃ− como los tÃ−tulos de sus principales pelÃ−culas: Jaune le soleil, Nathalie Granger, India Song, La mujer del Ganges, Baxter, Vera Baxter, Son nom de Venise dans Calcutta desért, El camión y las diversas versiones de Aurélia Stéiner. Las interpretaciones de los géneros en la obra de Marguerite Duras es una de sus constantes. No es nada extraño que un texto narrativo pase al escenario de un teatro, o que se edifique sobre él una pelÃ−cula y viceversa, o que un mismo argumento o unos mismos personajes se paseen por la pantalla de un cine.
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Cuando le concedieron el premio Goncourt se hizo repentinamente célebre el nombre Marguerite Duras, que poseÃ−a una obra abundante y dispersa, elaborada en más de cuarenta años de carrera, en la que con el amante alcanza la cima de una montaña literaria que le ha costado mucho esfuerzo escalar. 2. Estructura estilÃ−stica en el amante El amante es una obra no muy larga, de un texto narrativo que posee todos los caracteres de una novela singular, con un tema que podrÃ−a ser la primera piedra de escándalo: se trata de los amores entre una niña blanca de quince años de edad y un joven y rico comerciante chino, en el Vietnam, llamando entonces Indochina, dominado por el colonialismo francés de los finales años veinte. Sabemos que la obra de Marguerite Duras surge de aquellos mismos parajes, donde nació la propia escritora, y este escenario y contexto marcan su obra. En el amante la autora nos muestra unos amores ilÃ−citos que podrÃ−an ser castigados por la sociedad, como lo dice en una de las páginas de este libro: «Nuestro amor podrÃ−a llevarnos a la cárcel», palabras que podrÃ−an hacernos pensar en una corrupción de menores. Sin embargo el lector va teniendo la sensación de que Marguerite Duras nos arrastra hacia oscuros dominios donde el placer rinde homenaje a la búsqueda omnipotente del deseo, y donde esta desesperada, desvalida e inocente investigación de ese deseo recobra sus derechos avasalladores y desemboca finalmente en la historia compleja y terrible de la propia liberación. Se trata en realidad de la historia de un aprendizaje, de una fábula donde un personaje de mujer -de una mujer que empieza a serlo- recorre un camino iniciático, un sendero donde amor y pecado se confunden minuciosa y exasperadamente para acceder al estadio final de una femineidad profunda, completa y que desafÃ−a al mundo. La delicadeza de estas imágenes rompe su profundo equilibrio expresivo, la calidad estética de esta prosa transparente desborda cualquier categorÃ−a erótica: este libro va mucho más allá, supera tanto su propio formalismo estilÃ−stico como su deliberado erotismo, su memoria se lanza a través de las imágenes de unas viejas y enmohecidas fotografÃ−as a pesar de que niega que cuanto escribe es su propia autobiografÃ−a: «No lo es aunque lo que aparece en el texto haya sido verdad alguna vez», pues en su vida no hay centro, el torbellino esencial de estas imágenes no se núclea en torno a una existencia, sino alrededor de una serie de conceptos universales e imaginarios al mismo tiempo. No hay aquÃ− manos ni buenos, inocentes o culpables. Nos hallamos en un mundo aparte, fuera de la moral, donde los cuerpos y el deseo recobran sus derechos virginales e inocentes. El joven comerciante chino, millonario e inocente también, no acaba por seducir a la adolescente francesa, sino que parece haber sido seducido por ella y alimenta los consabidos terrores hacia un futuro que se le escapa. à l ha sido seducido por el misterio de ese cuerpo joven y adolescente, y ella por la imagen de un deseo que se agotará en sÃ− mismo, pero sobrevivirá a toda satisfacción, que prevalecerá sobre sus propios protagonistas, destinados a separarse. El amante no es exactamente una historia de amor habitual, sino del amor-pasión envueltos en el deseo carnal que aparece en medio de un mundo que no les comprende: una madre joven y viuda, maestra francesa en esta colonia oriental, y sus tres hijos, dos varones y una hembra, que será la que al final desgrane la historia; la historia de la locura de una madre, del carácter dominante del hermano mayor y del sacrificio del hermano menor. La voz de la escritora desgrana recuerdos familiares que van mucho más allá de la aventura amorosa que aparentemente ocupa el primer plano de la escena. El libro cobra asÃ− una extraña profundidad en torno a otros estratos de carácter más colectivo: la situación colonial, el racismo, la corrupción administrativa, la rebeldÃ−a individual y la polÃ−tica, el nacimiento y consunción del amor, y el destino de la mujer, en todo caso, en estos tiempos de liberación y fracaso. Marguerite Duras abarca lo colectivo a través de lo individual, muestra la pervivencia del amor frente a sus propios fracasos sucesivos. El amor es una disponibilidad, el deseo, un privilegio, y nada puede prevalecer frente a estas dos armas coósmicas de la personalidad femenina. Las cualidades «orientales» del arte de esta escritora misteriosa, tan patentes en esta obra, se centran de este modo en su esencial cualidad de mujer. Mucho se habla en nuestro tiempo de literatura feminista, de si existe o no una escritura femenina en profundidad, peculiar y diferente en el seno de la gran literatura universal de nuestros dÃ−as. Si existe, la de 2
Marguerite Duras es tal vez una de las más altas, y su obra nos impulsa a pensar que las letras del mundo pueden albergar emoción y reconocimiento de la existencia de una literatura donde la mujer es la forma misma de sus propios contenidos. 3. Los personajes en El amante Los personajes que aparecen en esta novela están tomados de la realidad: la voz de Marguerite Duras en El amante toma la forma de un yo que vive rodeada de una familia compuesta por una madre y dos hermanos en la Indochina francesa, cerca de Saigón. Ese yo cuya voz se alza en la novela corre paralelo con la de los recuerdos de Marguerite Duras, que habÃ−a nacido en la Indochina francesa, en el seno de una familia de pequeños funcionarios de la administración colonial, justo en el año en que comenzarÃ−a la primera guerra mundial: 1914. Su padre era profesor de matemáticas, pero murió pronto, y sus tres hijos -dos varones, además de la futura escritora- quedaron al cuidado de la madre, que era maestra, pero que intentó también establecerse como colono agrÃ−cola. Marguerite Duras iba a contar después la historia de aquellos años difÃ−ciles en varias de sus obras, entre ellas, el amante. Esta realidad queda reflejada en esta novela, que sin ser autobiográfica no deja lugar a dudas para traslucir una vida difÃ−cil, con pocos medios y sin lujos: «Durante mucho tiempo no tengo vestidos propios. Mis vestidos son una especie de saco, están hechos con viejos vestidos de mi madre que son a su vez una especie de sacos.» pág. 29. El amante Esa niña de quince años y medio tendrá que ingeniar su propio atuendo, su propio encanto y su propia vida. Cuando el joven chino se enamora de ella se encuentra frente a una niña que empieza a ser mujer, que todavÃ−a no ha despertado de la inocencia y todavÃ−a no se ha iniciado en el camino del amor. A pesar de las diferencias sociales, -el joven chino es millonario- y las raciales, -existe un racismo exacerbado entre los europeos de la colonia- ambos entrarán juntos en ese mundo desconocido por el que caminarán y conocerán el amor en todas sus dimensiones. El punto final a esta relación de amor-pasión la pondrá el padre del joven millonario chino: ha planeado la boda de éste con una muchacha de su misma raza y ha rechazado la descabellada idea de su hijo de casarse con la joven de descendencia francesa: «Nunca más hablan del asunto. Está acordado que él no intentará nada más ante su padre para casarse. Que el padre no tendrá piedad alguna para con su hijo. No la siente por nadie. De todos los emigrados chinos que tienen el comercio del puesto en sus manos, el de las terrazas azules es el más terrible, el más rico, aquel cuyos bienes se extienden más lejos, más allá de Sadec, hasta Cholen, la capital china de la Indochina francesa. El hombre de Cholen sabe que la decisión de su padre y la de la pequeña son la misma y que son inapelables. En último término empieza a comprender que la partida que lo separará de la pequeña es la oportunidad de su historia. Que no está hecha para casarse, que escapará a todo matrimonio, que tendrá que dejarla, olvidarla, devolverla a los blancos, sus hermanos.» pág. 130. El hombre millonario aparece en la novela como un personaje plano; su presencia y su voz se reflejan a través de la voz de la autora. Se trata de un personaje esencial que, a pesar de la ausencia de su voz, será la pieza clave que pondrá fin a esa relación de ambos jóvenes durante un año y medio. La voz indirecta del padre del joven chino cierra un episodio en la vida de su hijo, un episodio que él recordará toda la vida. Un dÃ−a sonará el teléfono en casa de la protagonista y al otro lado de la lÃ−nea estará él, con voz temblona diciéndole que todavÃ−a la ama:
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«Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a ParÃ−s con su mujer. à l le telefoneó: Soy yo. Ella le reconoció por la voz. El dijo: sólo querÃ−a oÃ−r tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos dÃ−as. Estaba intimidado, tenÃ−a miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. SabÃ−a que habÃ−a empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavÃ−a la amaba, que nunca podrÃ−a dejar de amarla, que la amarÃ−a hasta la muerte.» pág. 155. Cuando los amantes se separan para siempre y la joven blanca va en el transbordador que la llevará a Francia se da cuenta de que ha perdido algo más que un amante con el que ha vivido una aventura: ha perdido a alguien a quien ha amado, ha perdido su infancia y ha perdido su pasado, qu quedará para siempre en su recuerdo: «Pienso con frecuencia en esta imagen que sólo yo sigo viendo y de la que nunca he hablado. Siempre está ahÃ− en el mismo silencio, deslumbrante. Es la que más me gusta de mÃ− misma, aquélla en la que me reconozco, en la que me fascino.» Pero esas imágenes del pasado solamente puede recuperarlas a través del recuerdo, ya que es demasiado tarde para volver atrás. Lo fue ya en el momento en que veÃ−a a lo lejos la silueta de su amante por última vez, desde el barco: «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde». Durante toda la obra, la protagonista está condicionada por una serie de factores que le impiden amar con entera libertad al joven millonario chino: en primer lugar está la edad. à l es mayor que ella y ella es demasiado joven: «Nuestro amor podrÃ−a llevarnos a la cárcel». AsÃ− pues, es necesario esconderse, amarse sin testigos, sin obstáculos de ninguna Ã−ndole que puedan acabar con ese amor que pese a todo es inocente y limpio, ya que ambos están descubriendo emociones y sensaciones nuevas. Para ella, él es su primer amante: descubre la pasión, el sexo, el placer y el deseo. à l, en cambio, ha tenido otras amantes, pero por primera vez en su vida descubre el amor, que le llevará a experimentar también todo tipo de emociones nuevas, sin embargo, la protagonista será quien conozca realmente su potencial de seducción frente al joven chino. En segundo lugar está el condicionamiento racial: ella es una niña blanca, descendiente de una familia francesa. Nadie verá con buenos ojos las relaciones de ambos, ni su familia, ni el padre de su amante. Tampoco la nadre ni los hermanos de ella dirigirán la palabra al joven chino, ni siquiera ella en presencia de su familia. Le dice a su madre que va con él sólo por dinero: debe hacerlo para demostrar que piensa como ella, que los sentimientos de un chijo carecen de importancia para ella: «Mis hermanos nunca le dirigirán la palabra. Es como si no fuera visible para ellos, como si careciera de densidad para ser percibido, visto, oÃ−do por ellos. Eso ocurre porque está rendido a mis pies, porque se da por sentado que no le amo, que estoy con él por dinero, que no puedo amarle, que es imposible, que podrÃ−a soportarlo todo de mÃ− sin llegar a hartarse de ese amor. Eso ocurre porque es chino, porque no es blanco.» pág. 70. Tampoco el padre del joven chino aceptará a la protagonista: no es de su misma clase social ni tampoco de su raza. Su orgullo también le impedirá mezclarse con alguien diferente a él: «(...) El padre seguirÃ−a viviendo. Su última esperanza se desvanecÃ−a. Se lo habÃ−a peedido. Le habÃ−a suplicado que le dejara retenerme con él contra su cuerpo, le habÃ−a dicho que debÃ−a comprenderle, que también él debÃ−a haber vivido al menos una pasión como esa en el transcurso de 4
su larga vida, que era imposible que hubiera sido de otro modo, le habÃ−a rogado que le permitiera vivir, a su vez, una vez, una pasión semejante, (...) El padre le habÃ−a repetido que preferÃ−a verlo muerto.» p.p. 111-112. AsÃ− pues, ambos factores determinarán la separación obligada de ambos personajes. Desde un principio sabemos que se van a separar, incluso ellos lo saben. Pero ambos quieren cerrar los ojos a la realidad y prefieren sentir su amor, vivir su presente durante dos años y medio, sin pensar en el punto final que pondrán la boda de él con una muchacha de su raza y la partida de ella. 4. La individualidad de Marguerite Duras respecto a su familia. Marguerite Duras nos habla en la novela de la clase de relación que mantiene con su familia. Se trata de una relación destructiva, dominada por la violencia y por la incomunicación entre los seres que la componen: su madre, su hermano mayor y su hermano menor. La familia de Marguerite Duras está marcada por la incomprensión y sobre todo por la miseria: «(...) De todo eso nada contábamos a los de fuera de casa, ante todo habÃ−amos aprendido a callar lo esencial de nuestra vida, la miseria. Y después también todo lo demás.» pág. 83. La amargura que caracteriza a la madre la lleva a la locura, de la que se aprovecha el hermano mayor, un joven dominante que manipula a los demás. Sin embargo, por la única persona que siente respeto, es por Marguerite Duras. El hermano mayor se muestra como un hijo comprensivo y servil para conseguir lo que quiere, pero también como un hermano egoÃ−sta y violento. El hermano pequeño es débil, siente miedo al dominio del hermano déspota y al carácter de la madre. Es en su hermana en la única persona en quien confÃ−a. Ambos hermanos son muy distintos estre sÃ−, son, en realidad, dos polos opuestos, unidos solamente por el lazo de la sangre, un lazo no afectivo, tenso, que acabará por romperse definitivamente. Sin embargo, a pesar de ser los dos hermanos tan distintos, poseen el mismo carácter explosivo y colérico: «Están dotados de idéntica facultad para la cólera, para esas cóleras ciegas, asesinas, que no se han visto en nadie salvo en los hermanos, las hermanas, las madres. El hermano mayor sufre por no ejercer libremente el mal, no sólo aquÃ− sino en todas partes. El hermano menor, por asistir impotente a este horror, a esta predisposición del hermano mayor.» (pag. 82) Frente a todo ello, la vida de Marguerite Duras corre paralela a la de su familia, destacando su individualismo: la voz de la autora nos muestra constantemente su reserva y la protección de su intimidad para con su madre, que no es sino una forma de protegerse a sÃ− misma de los problemas familiares que ha vivido desde que era una niña, a consecuencia de estar rodeada de una familia dominante y colérica. El mundo que destaca Marguerite Duras en el amante es el mundo de su propia infancia y adolescencia, marcado por la pérdida del padre y posteriormente por la pérdida de la inocencia. A partir de ese momento, asistimos a una doble evolución: por un lado, asistimos a la evolución de una relación de amor-pasión entre Marguerite Duras con su amante y por el otro, a la evolución de una niña que se convierte en mujer y tiene que aprender a mentir y a proteger su propio yo de las incursiones ajenas, con el que protege su independencia. 5. Conclusión. La obra de Marguerite Duras es extensa y abarca tanto la literatura como el cine y el teatro. En el amante, la 5
autora nos muestra una serie de personajes y de paisajes tomados de la realidad que son constantes en gran parte de su obra. Una mujer como ella, que un dÃ−a nos niega la existencia de los errores, no podÃ−a dejar de ser una voz viva y tremendamente sensual en una novela como la que nos ocupa. Su voz expresa su realidad en muchas de sus novelas. El tema de la familia es un tema en gran parte recurrente por parte de Marguerite Duras, y aunque sabemos que cuanto nos narra es cierto, el amante dista mucho de ser una novela autobiográfica. No es su vida lo que la autora nos quiere mostrar en esta novela, sino que pretende llevarnos a los oscuros dominios del placer, a la búsqueda del deseo y a la idea del derecho de amar libremente a cualquier edad. En efecto, el amante parece suceder temáticamente a Un dique contra el PacÃ−fico, su tercera novela, y en sus páginas vemos como aparecen los personajes de L'Eden Cinéma, y en algunos de sus episodios, los de India Song. 10
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