El amor magisterial maternal: Elogio del amor en el Jardín Maternal como institución educativa-afectiva

El amor magisterial maternal: Elogio del amor en el Jardín Maternal como institución educativa-afectiva Daniela B. Ciancia* Resumen Una de las posibl
Author:  Raquel Martin Rey

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El amor magisterial maternal: Elogio del amor en el Jardín Maternal como institución educativa-afectiva Daniela B. Ciancia*

Resumen Una de las posibles formas del discurso que tiene como objetivo enaltecer las virtudes de algo o alguien es el elogio, por lo que en el presente texto se propone elogiar el amor en la Educación Maternal. Se desarrollará una Hermenéutica del Amor en la Educación de la Primera Infancia, a partir del concepto de amor de Alain Badiou, en articulación con el concepto de afecto magisterial de Ana Abramowski, para luego trasladarnos al proceso de afectivización en la historia de las Instituciones de la primera infancia, en nuestro país, hasta desembocar en el Jardín Maternal como institución educativa-afectiva, en relación al amor magisterial en este ámbito educativo, proponiendo el concepto de amor magisterial maternal.

Palabras clave:

Amor magisterial - Educación Inicial – Jardín Maternal– Formación docente

Del amor badiouano al amor magisterial abramowskiano De los múltiples autores que han reflexionado en torno al amor, en diferentes lugares y culturas, en distintos momentos históricos y desde las más diversas disciplinas, considero pertinente retomar, desde la filosofía entendida como amor a la sabiduría, lo planteado en la obra del filósofo francés Alain Badiou, titulada Elogio del amor (2011), fruto de una conversación pública entablada en 2008 en el marco del Festival de Teatro de Avignon, junto al también filósofo Nicolas Truong. El amor, como condición de posibilidad de la filosofía, emerge en este diálogo casualmente -o no- en el país del amor, Francia, donde Badiou lo define como “una escena de lo Dos”(Badiou y Truong, 2011, p. 10), ya que uno de sus elementos es la diferencia o disyunción1, ya sea entre Dos personas, figuras o posiciones diferentes, que conforman un Dos; mientras que el segundo elemento está dado por la contingencia, por el encuentro azaroso de esta dualidad, como un acontecimiento, y a la vez, como una construcción. Es posible hablar de un proceso en el cual se va construyendo el amor, un proceso de construcción amorosa que comienza con el acontecimiento del encuentro de dos diferencias que estando separadas, se encuentran, y donde es la declaración de amor la que marca el acontecimiento del encuentro, señalando el compromiso en el tiempo. El amor badiouano es comprometido en tanto es declarado. Esta es su concepción del amor, la Escena de lo Dos, la cual se encuentra amenazada en el contexto actual, por lo que requiere de una defensa, y esto es lo que se proponen Badiou y Truong en el devenir de las sucesivas palabras, como tarea de reflexión filosófica compartida. Esta experiencia del amor se va construyendo de a dos, es una cuestión de a Dos, que tiene una duración, debe perdurar, y es necesario trabajar para que se dé dicha duración. El amor verdadero es una construcción que se caracteriza por ser esencialmente duradera. El amor duradero es victorioso, en el sentido que venciendo los múltiples obstáculos que aparezcan en el camino podrá seguir adelante. También afirma que “el amor es una obstinada aventura” (Badiou y Truong, 2011, p. 11), en el sentido de que el proceso amoroso, como camino en construcción, implica una aventura, sorpresas. Se trata de la aventura del amor, con momentos de felicidad, de bonanza, y épocas de tragedia o de drama. Estas son las caras del amor. El amor verdadero, el duradero, el victorioso, el triunfador, es fruto del trabajo cotidiano. El amor no es mágico, no es un milagro, sino que es trabajo, y es este trabajo del amor el que lleva a la felicidad, al amor feliz, a la felicidad amorosa. Este amor verdadero duradero, planteado desde una visión optimista y esperanzadora, se contrapone claramente a una visión más pesimista, que es la del amor líquido (Bauman, 2005), que se caracteriza por ser descomprometido, fugaz, inestable, superficial, frágil. Para Badiou, el amor es vida, es “una reinvención de la vida. Y reinventar el amor es reinventar esta reinvención” (Badiou y Truong, 2011, p. 11). El amor badiouano es 1

En contraposición al elemento de la fusión, propio de la concepción romántica del amor como lo Uno.

sólido: nace, se construye, crece y se desarrolla a partir de un basamento sólido dado por la fuerza vital del compromiso. Pasando al amor abramowskiano, en cuanto al vínculo ideal que debería existir entre la educación y la afectividad, más específicamente entre la docencia y los afectos, la pedagoga argentina Ana Abramowski, en su obra Maneras de querer(2010) lo denomina afecto magisterial, definiéndolo como “la especificidad del afecto que los docentes sienten por sus alumnos” (Abramowski, 2010, p. 23). Se trata de una afectividad particular y específica, la afectividad docente, y hace referencia a un proceso más amplio que se relaciona con la afectivización de las prácticas escolares cotidianas, la cual es históricamente situada, ya que “las prácticas afectivas docentes dependen o están configuradas por los discursos afectivos hegemónicos de la época” (Abramowski, 2010, p. 25). Los afectos magisteriales son construidos, situados históricamente y aprendidos. Las prácticas afectivas docentes se aprenden, pues “a amar, a querer, a sentir de determinada manera y no de otra, se aprende” (Abramowski, 2010, p. 54). Los estudiantes de los profesorados, en el trayecto de su formación, en las prácticas, y más tarde en el ejercicio de su profesión, atraviesan un proceso de aprendizaje del sentir como docentes, en el que van internalizando la afectividad específica o propia del rol docente en la práctica, y en donde se hace necesario “tomar distancia de los sentimientos personales y asumir afectos del rol” (Abramowski, 2010, p. 62), en su justa medida, a través del autoconocimiento, del autocontrol, la auto-reflexión, etc. La afectivización de las prácticas en las instituciones de la primera infancia En el marco de la Ley de Educación Nacional N° 26.206 (2006), el Jardín Maternal es concebido como una institución educativa destinada a niñas y niños de entre cuarenta y cinco días y dos años de edad inclusive, constituyendo, en nuestro país, el primer ciclo de la Educación Inicial. El mismo es relativamente reciente y emerge tras una larga historia de las distintas instituciones que se han hecho cargo de la primera infancia. En relación a ello, Ana Malajovich (1990) distingue cuatro etapas en dicha historia, a partir de las diversas políticas que se fueron desarrollando en torno a la infancia. Pero también podríamos decir que en estas cuatro etapas, el tipo de vínculo que se establecía entre los adultos a cargo y los niños también era diferente. La primera es la etapa de las Salas Cuna -desde fines del siglo XIX hasta la década del ’50- destinadas a la niñez abandonada y más desprotegida de la época. Las primeras Salas Cuna de nuestro país fueron creadas por el Patronato de la Infancia en el año 1895, a partir del modelo francés de las crèches. Generalmente estaban a cargo de asociaciones de beneficencia o congregaciones religiosas. Estos espacios se caracterizaban por ser grandes salones con largas hileras de gran cantidad de cunas en las cuales se depositaban, literalmente, a los niños, quienes quedaban a la espera de que sus necesidades básicas fueran satisfechas, en algún momento. No se caracterizaron precisamente por ser lugares

en los cuales se brindara amor y cariño a la niñez, sino más bien por la rigidez y la apatía hacía el niño. En la segunda etapa, que se extiende hasta la década del ’70, se crean las primeras Guarderías Infantiles desde los sectores privados, dirigidas a las familias de clase media, como así también surgen Salas Maternales anexas a empresas y fábricas en las que trabajaban mujeres, y en paralelo se crean Centros Comunitarios que, entre otros servicios que brindaban, se encontraba el cuidado de niños pequeños. Su propio nombre nos habla de “guardar”, eran lugares donde se guardaba a los niños hasta que la familia pasara a retirarlos, donde se brindaban ciertos cuidados básicos pero totalmente carentes de intencionalidad pedagógica y de afectividad, en la mayoría de los casos. Aparecen fuertes críticas a las instituciones precedentes, fundamentalmente a partir de la difusión de los aportes de la psicología hacia la educación, sobre todo de la corriente psicoanalítica. Se produce una gran preocupación por el desarrollo tanto físico como psíquico y emocional de la infancia, y comienza a ponerse en tela de juicio el funcionamiento de estas instituciones a cargo de personas sin capacitación alguna para desempeñar este rol, muchas de ellas sin habilitación o supervisión, que llegaron a ser descriptas como verdaderos “aguantaderos” sin medidas de higiene o seguridad adecuadas. Hasta que finalmente se da una fuerte ruptura con el modelo de la Guardería y entra en escena el Jardín Maternal, en la tercera etapa, teóricamente vigente hasta mediados de la década del ’80. Por último, en la cuarta etapa, que se encuentra en plena construcción, surge la Escuela Infantil, entendida como aquella institución educativa que incluye en sí misma los dos ciclos de la Educación Inicial: el Jardín Maternal y el Jardín de Infantes, con un proyecto educativo común. En la actualidad, se ha naturalizado el amor hacia los alumnos presente en nuestras instituciones educativas en general y en los Jardines Maternales en particular, pero no siempre fue de esta manera. En las instituciones iniciales de la primera infancia, las personas encargadas tenían prácticas o conductas poco o nada amorosas hacia la niñez. Los maltratos en las escuelas constituían prácticas pedagógicas correctas usuales que hacían al buen maestro, tales como los castigos corporales, zamarreos, golpes con el puntero o la regla, las diversas formas de penitencia, entre otras, que hoy forman parte de las prácticas inapropiadas o incorrectas. En cambio, en el presente y en nuestro contexto las prácticas afectivas docentes correctas son aquellas caracterizadas por amar, querer, cuidar a los alumnos; y las incorrectas se corresponden con actitudes de rechazo, desamor, odio, apatía, la rigidez y la distancia (Abramowski, 2010). El Jardín Maternal como institución educativa-afectiva El proceso de consolidación del Jardín Maternal como Institución educativa se ha dado a partir de grandes cambios:

1. Cambio de denominación: Produce el primer gran impacto. Por un lado, el término Jardín nos remite a la idea de cultivo -cuya etimología es la misma que la de cultura- y a la tradición froebeliana del Kindergarten; mientras que por otro lado, el adjetivo Maternal refleja la relación afectiva de base que debería existir entre el docente y los niños (Carbal Prieto, 1983), por lo que la afectividad posee en esta institución un lugar fundamental. El amor no sólo es importante, sino también necesario, indispensable y vital en los primeros años de vida. 2. Cambios en los marcos teóricos: Comienza a teorizarse sobre esta nueva escuela. En nuestro país se realiza el Primer Congreso Nacional de Jardín Maternal en Buenos Aires, en el año 1984, en el cual se la define como “una institución educativaasistencial, asistencial-educativa, ya que asiste educando y educa asistiendo al niño, a la familia y a la comunidad, a la vez que se nutre de ellas para lograr este doble objetivo” (Sánchez, 1990, p. 18). Así presentada, se quería dejar en claro que ambas funciones eran igualmente relevantes, que lo educativo y lo mal llamado "asistencial” van de la mano, son complementarios y necesarios dada la población infantil a la cual está destinada. 3. Cambio en las representaciones sociales acerca de las instituciones de la primera infancia: Los planes de estudio de los llamados profesorados de prescolar, comenzaron a añadir a la formación contenidos relativos al Jardín Maternal, con prácticas en estas instituciones, jerarquizando de esta manera no sólo el rol del educador en estos espacios, sino también las actividades cotidianas de crianza de alimentación, sueño e higiene, tratando de romper con las representaciones que circulaban entre los docentes que las hacían ver como tareas menores que no eran propias de la profesión, relegándolas a las cuidadoras o puericultoras. 4. Cambio en el personal a cargo de la primera infancia: El mismo no sólo tenía que estar capacitado, especializado, o ser efectivo, sino además ser afectivo y emocionalmente equilibrado de tal manera que pudiera atender y contener adecuadamente al niño y a las familias. Por consiguiente, el Jardín Maternal no sólo se va convirtiendo progresivamente en una institución educativa, sino que paralelamente, es posible afirmar que a partir de allí se fue transformando en “una institución educativa-afectiva, afectiva-educativa, que educa amando y ama educando a niñas/os de entre cuarenta y cinco días y dos años de edad inclusive, capaz de brindar educación y cuidado con amor magisterial y comprensión” (Ciancia, 2015, p. 2), parafraseando un poco y actualizando la definición del Congreso Nacional de Jardín Maternal de 1984. El amor magisterial en el Jardín Maternal: El amor magisterial maternal El concepto de amor magisterial maternal presentado en este trabajo puede ser definido como aquel “afecto pedagógico de amor justo y adecuado hacia los alumnos, específico de la práctica docente en el ámbito del Jardín Maternal” (Ciancia, 2015, p. 4). Este amor hace al rol docente específico del Jardín Maternal, es una de sus características

ineludible, y presenta cualidades que lo diferencian claramente del amor magisterial propio de otros ciclos y niveles educativos, ya que implica un mayor compromiso afectivo. A todas las edades el ser humano necesita que le brinden amor, pero en la primera infancia, es vital, es una de las necesidades emocionales básicas del niño pequeño, por lo que el amor magisterial maternal vendría a satisfacer, en parte, dicha necesidad. Este es diferente del amor materno, ya que se caracteriza por darse en el marco de una relación pedagógica mediada por el conocimiento, por los contenidos curriculares propios del ciclo, pero se complementan, como así también se complementa con todo el amor que se le brinda al niño en el seno familiar y en el resto de la comunidad. Para comprender dicho afecto, es necesario diferenciarlo de otros conceptos, como el término maternidad, que hace referencia explícitamente al hecho biológico de concebir un hijo; mientras que el maternaje se refiere a aquellos cuidados tanto primarios como afectivos que se brindan al bebé. Implica un plus al hecho biológico, ya que tiene que ver con el amor, los cuidados y la dedicación hacia el bebé. La maternidad no implica necesariamente el proceso psicoafectivo y cultural denominado maternaje, y viceversa. Como tampoco la paternidad implica necesariamente el paternaje. Todas las propuestas de enseñanza que se desarrollan en el Jardín Maternal, como ser las propuestas secuenciadas, tanto lúdicas como no lúdicas; las propuestas de resignificación de las actividades cotidianas de crianza, es decir, actividades de alimentación, sueño e higiene resignificadas con una intencionalidad pedagógica; y las propuestas de juego espontáneo o libre, pueden y deben estar atravesadas por el amor magisterial maternal, por vínculos realmente afectuosos entre el docente y el niño en tanto alumno. El docente de Jardín Maternal, como figura materna o de crianza que brinda cuidados y educación estableciendo un vínculo estable de apego, convirtiéndose en una figura de apego o proveedora de cuidados, teniendo en claro que no es un sustituto materno, trata de satisfacer las necesidades emocionales básicas del niño-alumno, las cuales se encuentran directamente asociadas a las maneras, modos y conductas afectivas relacionadas con el maternaje/paternaje, y esto es posible a través de prácticas afectivas apropiadas que incluyen el amor magisterial maternal. Como dice Laura Gutman (2001), la docente del Jardín Maternal debe “maternar bebés ajenos”, y este rol profesional maternante requiere de un aprendizaje gradual. En relación a ello, Claudia Gerstenhaber2 (2004, p. 45) plantea que “el cuidado alude a la sensibilidad para responder a todas las demandas del niño. Esta sensibilidad se construye, se adquiere, a través de un complejo proceso de formación”, por lo que el amor magistral maternal apropiado es una construcción que requiere no sólo estar presente en el curriculum de los trayectos de formación de los profesorados para la educación inicial, sino también del compromiso de los docentes en su formación permanente. Interpretando el amor magisterial en el Jardín Maternal a partir del concepto de amor según Badiou, se podría decir que: 2

Pedagoga argentina especializada en Educación Inicial.

a)- Es un amor pedagógico: Porque esta escena de lo Dos conformada por docente y alumno/s se da en tanto y en cuento interviene el contenido escolar, y porque el acontecimiento del encuentro se da exclusivamente en el marco del Jardín Maternal como institución educativa-afectiva. b)- Es un amor construido: Porque requiere de un proceso de construcción en el transcurso de toda la formación docente, ya que es necesariamente aprendido. c)- Es un amor laboral-profesional: Porque se manifiesta en la profesión docente, en las prácticas afectivas escolares cotidianas, día a día, a través de un trabajo continuo, atravesando las propuestas de enseñanza. d)- Es un amor declarado: Porque es un afecto dicho desde el primer momento del encuentro, no sólo a través de palabras, sino también por medio de miradas, gestos, abrazos, sostén, sonrisas, canciones, juegos, etc., y especialmente del contenido escolar mismo. e)- Es un amor intermitente: Porque en cuanto es sólido, verdadero y triunfador, es duradero, pero su duración no es continua, ya que se da en el ámbito específicamente escolar, a partir de encuentros, des-encuentros y re-encuentros durante el ciclo escolar. f)- Es un amor comprometido: Porque para ser sólido, requiere de cierto grado de compromiso y responsabilidad por parte no sólo del mismo docente, sino también de la familia y de la institución, que garantizará la estabilidad del personal, para que los vínculos sean seguros y duraderos en el tiempo, ya que caso contrario, estaremos ante un amor magisterial maternal líquido, o un des-amor. Palabras finales: La necesidad de una Pedagogía del Amor El amor magisterial maternal debe ser un amor badiouano. En toda institución escolar, pero fundamentalmente en el Jardín Maternal, la relación docente-alumno debe estar fundada en el amor pedagógico al otro, en el amor al saber, a la institución, a la comunidad, al espacio y al tiempo vivido y compartido con el otro, a la tarea asumida en relación al otro. Necesitamos una pedagogía basada en el amor, más docentes amorosos, capaces de brindar un buen amor magisterial, que planifiquen y desarrollen buenas enseñanzas, propuestas de enseñanzas amorosas, donde el amor sea un contenido tanto implícito como explícito. Así como el docente aprenderá a amar magisterialmente amando y siendo amado, el niño escolarizado aprenderá a amar, al ser amado, a través de una Pedagogía del Amor. El amor es lo que hacer mover al mundo, lo que nos mantiene vivos y lo que hace funcionar a toda institución. Es el motor que ante las adversidades nos hace poner de pie para continuar y no bajar los brazos. Quizás Lennon tenía razón al decir “All you need is love”, todo lo que necesitas es amor.

Referencias bibliográficas ABRAMOWSKI, Ana (2010). Maneras de querer: Los afectos docentes en las relaciones pedagógicas. Buenos Aires: Paidós. BADIOU, Alain y TRUONG, Nicolas (2011). Elogio del amor. Buenos Aires: Paidós. BAUMAN, Zygmunt (2005). Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Madrid: Fondo de Cultura Económica. CARBAL PRIETO, Julia (1983). Guarderías infantiles o jardines maternales. Buenos Aires: Librería del Colegio. CIANCIA, Daniela (2015). “Las necesidades emocionales en el Jardín Maternal” Documento de cátedra de circulación interna correspondiente al espacio curricular Práctica II: Problemática del Nivel Inicial, de la carrera Profesorado para la Educación Inicial de la UART–UNPA. GERSTENHABER, Claudia (2004). Educar y cuidaren el Jardín Maternal. Buenos Aires: AZ Editora. GUTMAN, Laura (2001). “Maternar bebés ajenos en el Jardín Maternal”. En 0 a 5.La educación en los primeros años, Año 4, Nº 35, pp. 76-91. Buenos Aires: Ediciones Novedades Educativas. MALAJOVICH, Ana (1990). “Breve Historia de las instituciones de la primera Infancia”. En: Diseño Curricular para el Nivel Inicial: Jardines Maternales. MCBA, Buenos Aires. SÁNCHEZ, Mónica et al. (1990) Jardín Maternal: Vivencias y experiencias para compartir la tarea cotidiana. Buenos Aires: Corcel. Normativas Ley de Educación Nacional N° 26.206, Boletín Oficial de la República Argentina, Buenos Aires, 28 de diciembre de 2006.

*** * Daniela B. CIANCIA: Prof. de Enseñanza Media y Superior en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de San Luis). Docente universitaria investigadora y extensionista (Unidad Académica Río Turbio – Universidad Nacional de la Patagonia Austral). Maestranda en Metodologías y Estrategias de Investigación Interdisciplinar en Ciencias Sociales (UNPA). [E-mail: [email protected]].

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