EL APROVISIONAMIENTO DE RECURSOS MINERALES DURANTE EL PALEOLÍTICO Y EL NEOLÍTICO DE EUROPA

Primer Simposio sobre la Minería y la Metalúrgia Antigua en el SW Europeo, Serós 2000, 1.0, pp. 7-36 EL APROVISIONAMIENTO DE RECURSOS MINERALES DURAN

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Primer Simposio sobre la Minería y la Metalúrgia Antigua en el SW Europeo, Serós 2000, 1.0, pp. 7-36

EL APROVISIONAMIENTO DE RECURSOS MINERALES DURANTE EL PALEOLÍTICO Y EL NEOLÍTICO DE EUROPA Javier Mangado Llach * RESUMEN En este artículo intentaremos presentar una revisión, forzosamente breve, de los principales aspectos relacionados con el aprovisionamiento de recursos minerales, entendido éste como una actividad de índole económica, organizada socialmente, que se orienta a la obtención sistemática de recursos naturales abióticos, o materias primas. Dicha actividad tanto puede desarrollarse directamente por las comunidades humanas sobre los recursos minerales que se encuentran en la superficie terrestre (recolección en depósitos aluviales o coluviales, explotación de canteras), como a través de mecanismos de explotación subterránea (minas); o indirectamente, a través de procesos de intercambio o interacción entre distintas comunidades humanas. El encuadramiento cronológico que nos planteaba el título era tan amplio, que obviamente tuvimos que escoger un marco geográfico concreto, decidimos centrarnos sensu lato en el Occidente europeo, tomando la Península Ibérica como base de nuestros ejemplos, siempre y cuando fuera posible, haciendo sólo algunas referencias a otros ámbitos geográficos, cuando la importancia de los mismos lo hiciera inevitable. Finalmente, queremos dejar constancia que de todos los materiales pétreos que han sido explotados sistemáticamente durante la Prehistoria, sea tal vez el sílex sobre el que más tinta se ha vertido, por este motivo, junto con el hecho de que nuestra investigación se centra fundamentalmente en el Paleolítico tomamos dicho material como elemento estructurador de nuestro discurso, haciendo referencia a otras litologías, cuando la explotación de las mismas suponga un elemento destacado de innovación técnica o material en el proceso histórico.

1.- INTRODUCCIÓN El interés por el origen de las materias primas explotadas por los grupos prehistóricos es tan antiguo como la propia disciplina arqueológica. El hallazgo de las primeras herramientas "anteriores al diluvio" suscitó el interés de los investigadores por su origen. Ya a finales del siglo XIX se extendió la idea de que el sílex prehistórico podía haber recorrido largas distancias, por ejemplo el doctor Bleicher (1891), o el marqués de Vibraye (1873) defendían la dimensión planetaria de la Prehistoria europea, ya que según ellos el cristal de roca brasileño había aprovisionado a las poblaciones de los yacimientos de la Vézère en el este de Francia (Masson, 1981). Sin embargo, el desarrollo de un corpus de estudio científico de los materiales pétreos se llevó a cabo a velocidades distintas entre los paleolitistas y los neolitistas. La investigación de la industria pulida neolítica se produjo con cierta celeridad. En la Península Ibérica, los neolitistas se familiarizaron rápidamente con los análisis petrográficos (mineralogía, *Becario

FPI AP96 del MEC. SERP (Seminari d'Estudis i Recerques Prehistòriques).Universidad de Barcelona Trabajo financiado por el PB960184 del MEC y el SGR 2000-0002 de la Generalidad de Cataluña.

8 metamorfismo) de los materiales pulidos (Quiroga, 1890; San Miguel de la Cámara, 1918, en Orozco, 1990), ya que las rocas que componen este instrumental, a menudo espectacular, fueron en ocasiones aportadas por los grupos humanos hasta su emplazamiento arqueológico desde largas distancias. De este hecho nació el interés por identificarlas y posteriormente relacionarlas con las zonas de origen geológico de las que procedían, con el fin de lograr una aproximación a fenómenos paleoeconómicos (Orozco, 1990). El interés de los paleolitistas, por una caracterización correcta de los materiales tallados, en especial el sílex, se desarrolló con mayor lentitud, ya que su omnipresencia en la mayoría de los yacimientos orientó la investigación fundamentalmente hacia el establecimiento de tipologías clasificatorias del utillaje tallado. De este modo, las primeras tesis doctorales sobre la petroarqueología del sílex no aparecerán hasta la década de los 30 en Alemania (Masson, 1981), siendo la década de los 60 el momento en que quede plenamente establecido el interés de esta disciplina, al asentarse definitivamente el valor del estudio petrográfico y micropaleontológico, el interés de las litotecas de referencia y la necesidad de la creación de fichas de inventario sistemáticas para la descripción de afloramientos. Sin embargo, no se desarrollará esta disciplina en nuestro país, hasta finales de la década de los 80 (Ramos Millán, 1984, 1986; Doce, 1988). Como indica A. Masson (1987) al hablar de la importancia del estudio petrográfico del sílex, nos encontramos, ante "rocas con memoria": es la capacidad que pueden presentar para describir su ambiente de formación y los procesos que las afectan lo que nos puede ser útil como prehistoriadores, ya que la reconstrucción de los mecanismos de aprovisionamiento de sílex durante la Prehistoria se basa en su petrogénesis, atribuible, según M. Rio (1982), al carácter isovolumétrico de la epigénesis silícea, es decir, a que las estructuras de la roca encajante pueden respetarse, sea cual sea su escala. Así los elementos de análisis en que se basan los estudios arqueopetrológicos del sílex son esencialmente tres: .- La mineralogía de las rocas. .- El contenido micropaleontológico. .- La composición química.

2.- CONCEPTO DE MINERÍA PREHISTÓRICA, MECANISMOS DE APROVISIONAMIENTO Y SISTEMAS DE EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS ABIÓTICOS DURANTE LA PREHISTORIA Entendemos por minería prehistórica un conjunto socialmente organizado de actividades de carácter recolector y/o extractivo, orientadas a la explotación directa del medio ambiente a través de sistemas de explotación en superficie o subterráneos, llevados a cabo por las comunidades humanas prehistóricas, con la finalidad de obtener distintos recursos abióticos para su posterior manufactura, uso, y/o intercambio. La minería subterránea prehistórica, sensu stricto, debe situarse mayoritariamente en el contexto de las sociedades prehistóricas productoras, es decir, a partir del Neolítico de determinadas regiones. Esta actividad se centró fundamentalmente en la gestión de las rocas silíceas. Sin embargo, los modos de aprovisionamiento de recursos abióticos y sus sistemas de explotación a lo largo de la Prehistoria constituyen, junto con las técnicas de caracterización de dichos recursos, un marco de estudio arqueológico muy amplio, rico y variado, tanto cronológica como geográficamente. Los dos mecanismos o modos de aprovisionamiento de recursos líticos documentados durante la Prehistoria son la explotación del medio natural y el intercambio. Siguiendo la definición de Ramos Millán (1986) consideraremos la explotación del medio como un modo de aprovisionamiento directo de recursos, a partir de la proyección cultural de la comunidad en cuestión sobre el medio; mientras que reservaremos el concepto de intercambio para aquellos suministros indirectos obtenidos mediante procesos de interacción social entre comunidades. Tanto el suministro directo, es decir, cuando la comunidad, o parte de ella, tiene acceso directo a los recursos, como el aprovisionamiento indirecto, cuando los bienes líticos se obtienen por intercambio con otros grupos, se generan a partir de unos mismos sistemas de explotación. Siguiendo la clasificación establecida por Carrión y otros (1998) diferenciamos:

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A.- Laboreo superficial. Es este un sistema de explotación, o actividad minera, de carácter recolector, que se realiza sobre una más o menos amplia y diversificada variedad petrológica de cantos rodados, de diferentes formas y tamaños, que han sido distribuidos en las cuencas y bordes de playas desde sus fuentes originarias. Generalmente estos recursos tienen una amplia distribución espacial sobre el territorio, por tanto la identificación de su área fuente dependerá en gran medida del nivel de contextualización de los diversos ámbitos geológicos. Estas áreas de aprovisionamiento han sido definidas como afloramientos en posición secundaria, mientras que la minería, sea en superficie o subterránea, supone la explotación de los denominados afloramientos primarios. B.- Entendemos por minería de superficie un sistema de explotación, o actividad extractiva especializada, que se realiza para la obtención de un recurso lítico específico. Nos encontramos mayoritariamente ante una explotación de carácter monolitológico. De manera general, estos recursos tienen a nivel espacial un carácter más restringido que los anteriores ya que se suelen localizar en áreas de afloramientos masivos. La características intrínsecas del afloramiento y su grado de alteración suelen determinar el sistema técnico de explotación; por lo general se trata de canteras abiertas al aire libre y condicionadas por la naturaleza exógena del afloramiento, como sucede en buena parte de las explotaciones neolíticas al aire libre de las Cordilleras Subbéticas andaluzas (Ramos Millán, 1999) . C.- Finalmente debemos tener en cuenta como sistema de explotación de los recursos abióticos la actividad extractiva de carácter subterráneo, es decir, la minería subterránea. Se trata de una actividad altamente especializada orientada a la obtención de un recurso específico. Desde un punto de vista arqueológico dichas explotaciones a nivel espacial son mucho más restringidas que las dos anteriores. Son varios los factores que parecen influenciar en los sistemas de explotación y en los modos de aprovisionamiento. Por un lado, debemos tener en cuenta variables de orden natural, es decir, aspectos relacionados con la propia naturaleza del recurso explotado, y con las características geológicas y geográficas del área de estudio. Por otro lado, debemos tener en cuenta variables inherentes a las características cultures de la comunidad. Por lo que se refiere a las primeras, los factores principales que determinan su importancia se refieren a aspectos tales como la facilidad de acceso, la abundancia y la calidad del material obtenible, es decir, la disponibilidad natural del recurso. Entre los factores de índole cultural cabe destacarse el de "demanda lítica", tal y como este fue definido por Luedtke (1984) "La cantidad de material lítico necesario por unidad concreta de población durante un determinado periodo de tiempo". Según Luedtke dicha demanda está en función de tres aspectos de la tecnología de la cultura. A.- El número y la frecuencia de actividades que requieren útiles líticos. B.- Las técnicas de producción. C.- La eficacia de estas técnicas.

3.- FINALIDADES DEL RECURSOS LÍTICOS

ESTUDIO

DE

APROVISIONAMIENTO

DE

Los trabajos que sobre la caracterización de los recursos abióticos y su aprovisionamiento se están desarrollando desde la disciplina prehistórica son cada vez más complejos, dada la diversidad de las materias primas consideradas y los distintos protocolos técnico-analíticos aportados por las ciencias experimentales, para una mejor caracterización de dichos recursos, y que han generado un considerable aumento de los datos disponibles sobre la naturaleza de los mismos. La conjunción de estas caracterizaciones con análisis más propiamente arqueológicos (tecnología y traceología) nos están permitiendo profundizar en los mecanismos de aprovisionamiento y en los sistemas de explotación, producción, uso e intercambio de las manufacturas prehistóricas. La finalidad de cualquier estudio consagrado a la caracterización de los recursos abióticos explotados por las comunidades prehistóricas, ya fueran éstas cazadoras-recolectoras

10 o productoras, es establecer la reconstrucción de las pautas socioeconómicas del grupo estudiado. Ya que junto con la correcta definición de los materiales líticos analizados, el interés de los análisis de materias primas reside en la posibilidad que nos ofrecen, como historiadores que somos, de extraer conocimientos del funcionamiento paleoeconómico de la actividad humana. La moderna antropología económica, a través de diversos ejemplos etnográficos (Malinovski, Sahlins, Service, Gould) demuestra que la explotación de los recursos líticos no fue una actividad guiada por principios de optimización económica similares a los de la economía contemporánea, sino que responde a relaciones económicas de carácter instituido, en otras palabras, dependientes de la organización social. Debemos considerar pués que la organización de la producción de bienes líticos (sean estos bienes de consumo económico y/o bienes de consumo simbólico, o de prestigio) es una actividad dependiente de pautas culturales, es decir, no sólo económicas, sino también sociales. Su carácter está estrechamente vinculado a la organización social del grupo que lleva a cabo dicha explotación. Es en este sentido en el que un análisis de los mecanismos de aprovisionamiento y explotación de los recursos abióticos nos aproximará a la organización de la sociedad que tratamos.

4.- EL APROVISIONAMIENTO DE RECURSOS LÍTICOS POR PARTE DE COMUNIDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS PALEOLÍTICAS Las evidencias arqueológicas de aprovisionamiento directo mediante actividades extractivas subterráneas son francamente escasas durante el Paleolítico. Generalmente se documentan aprovisionamientos directos de tipo recolector o mediante extracción de materiales al aire libre o en canteras. Los conjuntos mineros subterráneos más antiguos que se conocen se hallan en Egipto y datan del Paleolítico Medio (Vermeersch, Paulissen y Van Peer, 1995). En el yacimiento de Nazlet Safaha la explotación del nivel de terraza mediante la excavación de pozos y la apertura de zanjas, asociados a una producción de instrumentos claramente Levallois ha sido datada en 37200+1300 BP (OxA-2601). También en Taramsa I, datado en 38100+1400 BP (OxA-2602), se han localizado estructuras mineras simples excavadas, como pequeños pozos y galerías cortas, y estructuras abiertas (zanjas), destinadas a la obtención del sílex. Estos conjuntos aparecen también asociados a talleres líticos de producción laminar Levallois. Durante el Paleolítico Superior actividades extractivas de sílex de naturaleza subterránea se han documentado en Nazlet-Khater (Alto Egipto) (fig.1). Los mecanismos de extracción recurren al uso de pozos verticales y galerías subterráneas de varios metros, datadas entre 35100+1100 BP (GrN-11296) y 30360+2310 BP (LV-1139D). Recientemente se ha descubierto actividad minera subterránea paleolítica también en el vecino Israel, concretamente en Galilea. Las actividades extractivas subterráneas de cronología paleolítica no se limitan a dicha región geográfica, ni se centran exclusivamente en la explotación del sílex. En el yacimiento griego de Tzines en la isla de Thasos, se documentó la mina subterránea más antigua de Europa, en torno al 22000 BP, centrada en este caso, en la explotación del ocre (Weisberger, 1989, 1999). Con anterioridad a este descubrimiento, el conocimiento de la existencia de explotaciones mineras de pigmentos colorantes en la Europa paleolítica había sido constatada en el yacimiento de Pingenbau (Hungría) mediante simples hoyos al aire libre, siendo por lo general este recurso mineral recolectado mediante laboreo superficial, como parece documentarse en varias cuevas con pinturas rupestres del Ariège (Clottes, Menu y Walter. 1990). El modo de aprovisionamiento de tipo directo fue el fundamental entre los grupos de cazadores recolectores, basándose casi exclusivamente en dos sistemas de explotación: el laboreo superficial y la minería de superficie. Este hecho ha sido puesto en relación, de manera general, con el carácter socialmente igualitario de dichas comunidades en las que la transmisión de la información del entorno geográfico constituye un elemento fundamental para su subsistencia (Root, 1983). Las fuentes de materia prima en las que los grupos paleolíticos se abastecieron directamente pueden agruparse en dos tipos distintos, por un lado contamos con las formaciones geológicas

11 in situ que presentan sílex; por otro lado, encontramos los depósitos secundarios de orígen detrítico (aluvial y coluvial). En menor cuantía también se ha documentado, en diversos trabajos, el modo de aprovisionamiento indirecto a través de mecanismos de intercambio. El laboreo superficial de depósitos de tipo secundario (terrazas fluviales...) constituye un elemento fundamental para la localización de yacimientos pertenecientes a las fases más antiguas del Paleolítico. Por otro lado, la minería de superficie ha generado el desarrollo de un tipo de yacimiento arqueológico específico y a la vez problemático, nos referimos al "taller lítico", que tanto podemos situar en contextos de sociedades cazadoras-recolectoras como de sociedades productoras. En la literatura arqueológica es habitual encontrar referencias abundantes sobre la presencia de conjuntos, más o menos extensos, de materiales líticos recuperados en superficie, que han sido denominados tradicionalmente "talleres líticos". Según Butzer (Butzer, 1989:222) "Taller lítico es un concepto que expresa la materialización en el registro arqueológico de un conjunto de conductas humanas determinadas espacial y temporalmente". Su finalidad es llevar a cabo un aprovechamiento de una serie de recursos minerales, mediante unas técnicas de explotación concretas, para cubrir una serie de necesidades de índole diversa, tales como necesidades económicas, sociales o incluso simbólicas de la sociedad que explota dichos recursos (Martínez y Afonso, 1998). Los primeros trabajos sobre estos conjuntos en nuestro país arrancan de la falta general de registros de materiales al aire libre durante las fases cronológicas de la Prehistoria antigua (Vilaseca, 1936, Garcia-Argüelles, 1983; Barandiarán y Cava, 1985). Sin embargo, los estudios sobre sus criterios de definición y caracterización quedaron durante largo tiempo relegados a un segundo plano, ya que sus modos de aparición, sin ninguna estructuración evidente, y la falta general de elementos diagnósticos a nivel cronocultural no favorecieron el desarrollo del interés por su estudio. El concepto de "taller lítico" lleva asociado el de producción lítica, es decir, la producción entendida como un conjunto organizado de procesos encaminados a la obtención de un fin, en este caso la explotación de los recursos se plasma en el registro arqueológico a través de los distintos elementos tecnológicos que recuperamos. En este sentido documentaremos sobre el terreno, uno o varios conjuntos estructurados de productos, que manifestarán la existencia de una o varias cadenas líticas de producción de los materiales explotados (Martínez y Afonso, 1998). En los talleres la técnica y la producción están intimamente relacionados con la materia prima, motivo por el cual, un análisis de caracterización petrográfica de los materiales recuperados es fundamental para percibir el funcionamiento de las explotaciones. Para cronologías paleolíticas citaremos sólo a título de ejemplo, por la espectacularidad de sus producciones los talleres líticos de Barbas (Dordoña), especializado en la producción de grandes láminas auriñacienses (Ortega, 1998) y el taller solutrense de Le Maitreux (Indre-etLoire), especializado en la fabricación de hojas de laurel de retoque plano (Aubry y otros, 1998). Finalmente en el apartado que hemos dedicado al aprovisionamiento de materias primas durante el Paleolítico no podemos obviar el suministro indirecto de materiales líticos, es decir el intercambio de los mismos. El intercambio de sílex, así como el de elementos de ornamento es uno de los mejores indicadores del nivel de contactos interregionales entre las comunidades prehistóricas. La distribución, más o menos sistemática, a larga distancia de dichos materiales debe situarse durante el Paleolítico Superior, como reflejo del desarrollo tecnoeconómico alcanzado por las sociedades de cazadores-recolectores; del mismo modo, el aumento global de la distancia recorrida sugiere diferencias de orden socioeconómico respecto a momentos anteriores, mediante la creación de espacios de relación social (Feblot-Augustins, 1997). Son varias las hipótesis barajadas para explicar la aparición, durante el Paleolítico superior fundamentalmente, de determinadas materias primas de origen lejano a la región donde han sido recuperadas. Para algunos autores, como P. Bahn (1977) el aprovisionamiento de materiales exógenos pueden haberse producido a lo largo de los desplazamientos estacionales de carácter migratorio tras las manadas de grandes hervíboros. Desde este punto de vista, Bahn hace incapié en la complementariedad del aprovisionamiento de recursos líticos

12 en el marco de movimientos que sirven para satisfacer otras necesidades subsistenciales básicas (caza especializada del reno). Sin embargo, los estudios zooarqueológicos no parecen sustentar estas hipótesis migratorias (Delpech, 1983). Así pues otras modalidades de adquisición de materias primas parecen más probables, especialmente las vinculadas con los contactos entre grupos o individuos. Los intercambios podrían haberse generado tras visitas recíprocas en una zona de "interacción social" o visiting zone , según fue esta definida por Binford (1982), situada fuera del territorio económico explotado habitualmente por el grupo. El desplazamiento de bienes pudo igualmente ser el resultado de varios intercambios sucesivos que desembocaran, por la repetición de procesos de visita recíproca, en la formación de un fenónemo similar al establecido por Renfrew (1984), para sociedades productoras, y que se conoce por el término down-the-line. Ambas formas espaciales de intercambio suponen la existencia de un espacio de relaciones sociales. Entre los cazadores-recolectores actuales estos espacios se encuentran especialmente desarrollados en los medios en que los recursos son escasos o imprevisibles. El establecimiento de este espacio por el que circula la información relativa a la localización de los recursos indispensables para sobrevivir es un elemento esencial en las estrategias de minimización de riesgos inherentes a estas economías (Gamble, 1986; Whallon, 1989). El intercambio de bienes es parte integrante de estas estrategias porque contribuye a consolidar las relaciones sociales. Conocemos comportamientos de este tipo entre los bosquimanos del Kalahari y los aborígenes del desierto australiano (Wiessner, 1982; Gould, 1980). Así como entre grupos de cazadores de otras latitudes como indios norteamericanos y esquimales (Gamble, 1986). Esta hipótesis de intercambio se presenta, a nuestro entender, como alternativa a la adquisición vinculada a los desplazamientos estacionales de Bahn, en los casos en que los ejes de circulación de las materias primas no se corresponden con los ejes migratorios de las manadas de hervíboros. La frecuencia de los intercambios repetidos de mano en mano, o progresivos, para los bienes de más valor entre los cazadores recolectores actuales, nos incita a pensar que los ejemplos más espectaculares del Paleolítico superior centroeuropeo, como el que nos proporciona el "Chocolate flint" de la región central de Polonia que alcanzó en sus desplazamientos distancias superiores a los 200 kms, e incluso 400 kms (Schild, 1976; Fiedorczuk,1997), podrían ser el reflejo de un proceso de este tipo. Estos procesos desembocan en las más largas distancias de circulación observadas etnográficamente.

5.- ESTADO DE LA CUESTIÓN. EL APROVISIONAMIENTO PALEOLÍTICO EN LA INVESTIGACIÓN PENINSULAR Como ya se ha puesto de evidencia en algunos trabajos anteriores es difícil hacer una valoración global del estado actual de los estudios llevados a cabo en relación a las comunidades cazadoras-recolectoras en el ámbito peninsular y los tipos de areas de captación de materias primas, sus mecanismos de explotación y su caracterización. Los principales elementos que dificultan dicha aproximación son de índole diversa, entre los que cabe mencionar la relativa escasez de trabajos especializados sobre el tema, la disparidad de la escala espacial y temporal analizada y la diversidad de los datos disponibles (Terradas, 1998). El inicio de este tipo de estudios en nuestro país arranca de la publicación en Francia de la tesis de P.Y.Demars en 1982 y de la controversia que generó, en especial con trabajos de otros autores como A. Masson (según Terradas, 1998). Para contextualizar dichos inicios debemos tener en cuenta que los trabajos de P.Y Demars (1982) se basaron exclusivamente en criterios de orden macroscópico, es decir, criterios altamente subjetivos y de difícil transmisión de un investigador a otro. La caracterización de las distintas materias primas documentadas en los yacimientos arqueológicos se llevó a cabo inicialmente por los propios excavadores, siguiendo los mismos elementos macroscópicos establecidos por Demars (Cacho, 1990, Ripoll, 1990). Paralelamente se produjeron caracterizaciones de las materias primas desde una óptica distinta, mediante la aplicación de técnicas analíticas microscópicas y fisico-químicas propias de la Geología, en un

13 primer momento la práctica común fue la de la colaboración entre geólogos y arqueólogos (Doce y Alcober, 1997). Sin embargo, las divergencias de objetivos, intereses y lenguajes propios de cada disciplina han hecho que dichas colaboraciones hayan sido puntuales. Finalmente se está desarrollando en los últimos años una tercera vía, que consiste en la aproximación de los propios prehistoriadores a la disciplina geológica, mediante la formación en campos tales como la petrología sedimentaria y las analíticas fisico-químicas entre otros, así como la aproximación de los geólogos a la Prehistoria. El progresivo despegue en la producción científica nacional se ha plasmado mediante la participación de prehistoriadores españoles en los foros internacionales destinados a la discusión sobre el estudio del sílex. Así sucedió en los International Flint Symposium de Burdeos en 1987 (Séronie-Vivien, M.R y Lenoir, M-eds- 1990), Madrid en 1991 (Ramos Millán, A y Bustillo, M.A -eds- 1997), Varsovia en 1995 (Schild, R y Sulgostowska -eds- 1997) y Bochum en 1999 (ep), que registraron la participación de diversos investigadores. Paralelamente en las Reuniones Nacionales de Geoarqueología (Barcelona, 1990 y Madrid, 1992), así como muy especialmente en las Reuniones de Trabajo sobre aprovisionamiento de recursos líticos en la Prehistoria de Valencia en 1994 (Bernabeu, J; Orozco, T y Terradas, X eds-,1998) y de Barcelona-Gavà en 1997 (Bosch, J; Terradas, X y Orozco, T -eds-, 1998) se ha generado un marco específico de encuentro entre especilistas en la materia. De este modo el aumento progresivo de publicaciones ha corrido parejo a la aparición de un nuevo tipo de investigador entre los equipos interdisciplinares de prehistoriadores. Fruto de los trabajos desarrollados hasta el momento se puede apreciar de forma general como la Península Ibérica participa claramente del mismo contexto socio-económico que el resto del Occidente europeo durante las distintas etapas del Paleolítico. Así los trabajos centrados en cronologías más antiguas (Paleolítico Inferior y Medio) establecen fundamentalmente el recurso a materias primas de captación inmediata en función de la especificidad litológica del entorno geológico de las ocupaciones humanas p.ej. 5 kms para Atapuerca (García-Antón, 1998), o entre 5 y 6 Kms para la mayoría de yacimientos del Paleolítico Medio de la región cantábrica (Arias, 1991; Montes y Sanguino, 1998), o el noreste de Cataluña (Soler y otros, 1990). Los mecanismos de captación se basan en el laboreo superficial de fuentes de aprovisionamiento de tipo secundario, es decir, en la explotación de los guijarros de las terrazas fluviales, como por ejemplo las terrazas del Manzanares en Madrid, o las del Ter en Gerona. Progresivamente la variedad de recursos explotados disminuirá en el seno de las distintas ocupaciones produciéndose una incipiente preselección de determinadas materias primas, fundamentalmente el cuarzo en el noreste de Cataluña (Terradas, 1998), la cuarcita en el musteriense al aire libre de la comarca de la Liébana (Cantabria) (Carrión Santafé y otros, 1998) y el sílex en las comarcas del centro y sur de Cataluña. A título de ejemplo citaremos el Abric Romaní de Capellades (Barcelona) (Carbonell y Mora, 1985; Vaquero, 1992), en el que las áreas de aprovisionamiento explotadas son generalmente los depósitos en posición secundaria, como muestra la morfología de los bloques de materia prima aportados a los yacimientos. El Paleolítico Superior peninsular representará, en líneas generales, y al igual que acontece en el resto de Europa (Aubry, 1991), la eclosión de la explotación del sílex como materia prima fundamental de los conjuntos líticos tallados de la Península Ibérica (Zilhão y otros, 1995). El recurso a esta materia supondrá en algunos casos el abandono por completo de otras materias primas explotadas en fases cronológicas anteriores, e incluso la obtención del sílex mediante procesos de minería superficial, en el caso por ejemplo de la franja septentrional de la Depresión Intrabética andaluza, y de intercambio en la zona más oriental del noreste catalán (Soler y otros, 1990). Las distancias recorridas por dichos materiales pueden superar en ocasiones centenares de kilómetros, como parece ocurrir con los sílex terciarios de la cuenca del Tajo recuperados en los yacimientos arqueológicos al aire libre del fondo de valle del río Côa en Portugal (Aubry, Mangado, Fullola, Rosell y Sampaio -e.p-). O el sílex "bergeraçois" recuperado en Antoliñako koba (Tarriño, Yusta y Aguirre, 1998). La explotación del sílex como principal soporte de la producción lítica del Paleolítico superior, debe vincularse con el desarrollo de las cadenas de producción laminares propias de dicho momento. Este predominio del sílex en los conjuntos tallados perdurará hasta el final del Magdaleniense. La transformación generada por el advenimiento del Holoceno (Epipaleolítico)

14 supuso un cambio de la situación precedente, dado que por un lado en las áreas geográficas en las que el sílex es un recurso abundante en el entorno de las ocupaciones, éste siguió utilizándose profusamente, como por ejemplo en el centro y sur de Cataluña (Doce, 1988; Mangado, 1998; Mangado y otros, ep). Por otro lado, las comarcas donde el sílex es escaso muestran una disminución evidente de la tradición de la talla de dicho material, retomándose el procesado de materias primas diversas de origen local, como sucede en el prepirineo oriental de Cataluña (C.R.P.S, 1985), o en la región cantábrica (González Sainz, 1991). El cambio en las estrategias de aprovechamiento económico tiende a la maximización de áreas de recursos más reducidas. Los factores que a nuestro entender parecen haber llevado a este cambio son tanto de orden natural como técnico (Mangado y otros, e.p).

6.- LA MINERÍA DURANTE EL NEOLÍTICO. BREVE APUNTE SOBRE HISTORIOGRAFÍA Uno de los aspectos que caracteriza la historiografía de la arqueología minera, en especial la minería del sílex, es su fuerte componente regional (fig.2), y más particularmente de la llanura centroeuropea y la franja occidental atlántica de Europa (Di Lernia y Galiberti, 1993). Los primeros hallazgos, y consiguiente excavación de algunos de los grandes complejos mineros se llevó a cabo a finales del s. XIX, como consecuencia de la implantación de las primeras grandes infraestructuras europeas como fue el ferrocarril. Estos primeros trabajos se centraron en aspectos fundamentalmente geológicos, mientras que la atención dada a los aspectos puramente arqueológicos, como la relación entre minas y hábitats, fue mucho menor. El área geográfica que históricamente supuso el nacimiento de la arqueología minera del sílex fue la franja noroccidental de Europa, especialmente Bélgica, Holanda, Gran Bretaña y Norte de Francia (Lech -ed-, 1995) donde junto a un mayor avance de la investigación arqueológica se daban otros factores que contribuyeron al desarrollo de tal investigación como fueron: A.- Un mayor impacto de las infraestructuras ferroviarias sobre el paisaje. B.- La mayor visibilidad de las estructuras mineras prehistóricas (fundamentalmente pozos). C.- La aparición, frecuente, de complejos mineros de gran tamaño junto a áreas densamente urbanizadas. D.- O una fuerte expansión de la investigación minera en el sector industrial (extracciones de hierro y carbón).

8.-DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LA MINERÍA EUROPEA Una rápida enumeración regional de las principales áreas mineras nos lleva a Spiennes en Bélgica, descubierto en 1867 (Lech, 1997). Las estructuras mineras de pozos y galerías comprenden una amplia área de cerca de 50 hectáres, en las que se han recuperados gran cantidad de instrumentos, entre ellos 1500 picos (Sjeuf Felder,1997). El complejo holandés más importante es Rijckhot Saint Geertruid, descubierto en 1910 (Sjeuf Felder,1997), donde se han excavado más de 70 pozos en los que se han recuperado una cantidad superior a 15.000 herramientas. En Francia, junto al célebre yacimiento de producción de grandes láminas de Grand Pressigny, destacan los 11 pozos en forma de botella correspondientes al yacimiento de Champignoles con una profundidad media en torno a los 4 metros. Otros yacimientos igualmente importantes son Mur de Barrez, Villevenard y Jablines. Gran Bretaña presenta también evidencias mineras entre las que cabe mencionar Grimes Graves y Harrow Hill, la mayor concentración de minas se documenta en el sur de Inglaterra, aunque algunos casos se conocen en la parte más septentrional de Escocia (fig.3) (Lech, 1997; Barber, Field y Topping, 1999).

15 Grimes Graves, descubierto en 1868 (Lech, 1997) es el área minera más importante de Inglaterra y segunda de Europa tras Spiennes. Se individualizaron centenares de pozos con distintas características tecnológicas. En la parte norte del yacimiento los pozos son pocos profundos y acampanados, posteriormente la técnica minera se basó en chimeneas, en cuya base se abrían galerías que se extendían radialmente. Debemos referenciar también en esta breve reseña la minería polaca, en especial Krzemionki, descubierto en 1922 y cuya metódica excavación y análisis nos resulta encomiable (Migal, 1997; Borkowski, 1997). Se trata de un imponente complejo minero con cerca de 1000 pozos integrados en un sistema de galerías (fig.4). La presencia de estructuras mineras se documenta también, aunque esporádicamente, en muchos otros paises de los que citaremos a título de ejemplo Dinamarca, Alemania, Austria o Hungría. En las últimas décadas la investigación sobre la minería prehistórica en Europa ha basculado su interés hacia los paises meridionales del viejo continente, gracias al desarrollo de nuevos equipos de investigación y al descubrimiento de yacimientos como Can Tintorer (Villalba, Bañolas, Arenas y Alonso, 1986) y La Venta (Ramos Millán, 1986) en España y La Defensola (Di Lernia, Fiorentino, Galiberti, y Basili, 1995) en Italia, por citar sólo algunos.

9.-TÉCNICAS DE EXPLOTACIÓN MINERA NEOLÍTICA La explotación sistemática del sílex con una finalidad de producción de materia prima que podríamos definir como casi "industrial" sólo podía asumirse mediante la explotación de las formaciones geológicas en las que el sílex se encuentra en posición primaria. En función de las características del afloramiento se podía desarrollar desde la explotación más sencilla a cielo abierto (a través de trincheras y fosos) hasta la subterránea más compleja (pozos, galerías, cámaras y estructuras compuestas) (fig.5). El primer paso para establecer una explotación minera debió ser la individualización del afloramiento, hecho que supondría un proceso de tanteos sucesivos, por parte de los mineros prehistóricos, hasta alcanzar un conocimiento que podríamos definir como empírico, a partir de la aprehensión de las características geomorfológicas de los afloramientos de una determinada área geográfica (Di Lernia y Galiberti, 1993). Dicha individualización pasaría antetodo por el examen del grado de integridad del material a explotar en relación con su encajante. La integridad del sílex debió constituir el primer parámetro discriminante para la explotación del recurso. La selección del sistema de explotación debió contar con otros parámetros entre los que cabría esperar el grado de consistencia del estratro encajante, de cuya estabilidad depende la solidez de la estructura minera. De este modo, los niveles horizontales perfectamente consolidados y homogéneos pueden permitir la excavación de grandes espacios a lo largo del estrato silíceo (cámaras). Por el contrario, los complejos fuertemente tectonizados apenas permiten la explotación mediante estructuras verticales (pozos), u horizontales estrechas y alargadas (galerías). Otros factores determinantes en la explotación minera debieron ser la morfología de la materia prima y su profundidad respecto a la superficie, que condicionaron la elección del sistema de extracción. Así en los afloramientos de morfología plana, tan frecuentes en el centro y norte de Europa, (Spiennes, Rijckholt-St Geertruid, Grimes Graves...) el sílex localizado a varios metros bajo la superficie, podía explotarse mediante sistemas de pozos con nichos, cámaras y galerías, a menudo interconectadas (Guillaume y otros, 1987); mientras que en Italia, La Defensola o Martinetti I muestran una explotacióm mediante estructuras horizontales subterráneas que siguen la estratificación (galerías y cámaras, con o sin pilastras) que penetran desde el exterior hacia el nivel con sílex (fig.6), (Di Lernia y Galiberti, 1993; Basili, Di Lernia, Fiorentino y Galiberti, 1995).

10.-TÉCNICAS DE EXTRACCIÓN MINERA NEOLÍTICA Las técnicas extractivas subterráneas desarrolladas a lo largo del Neolítico fueron variadas en función, como hemos visto, de la integridad o grado de fracturación del estrato

16 encajante. Así ante encajantes fuertemente alterados, como sucede en Grimes Graves, los nódulos pueden extraerse mediante la utilización de instrumentos ligeros, como el asta de cérvido utilizado fundamentalmente para dilatar las fisuras ya existentes, mientras que en minas como la de Rijckholt, donde el encajante es duro y homogéneo, se precisan utensilios pesados como picos o mazas de sílex y cuñas (Mortimore, 1981 en Di Lernia y Galiberti, 1993). Sin embargo, en un mismo yacimiento puede documentarse la coexistencia de diversas técnicas de explotación y extracción minera. Como consecuencia de esta situación L. Armstrong en la década de los 20 estableció una teoría evolucionista para explicar la explotación de las minas. Según esta interpretación la minería era vista como un proceso evolutivo, eminentemente de carácter cronológico, según el cual, las técnicas de explotación más sencillas eran más antiguas que las técnicas de explotación más complejas (Armstrong, 1926 en Holgate, 1995). Sin embargo, estudios recientes en distintas minas como en La Defensola (Italia) datada radiocarbónicamente en el Neolítico Antiguo (5040 BC) han permitido evidenciar que las técnicas más complejas, como los pozos con galerías asociadas, se utilizaron en aquellos lugares donde la dureza del sustrato calizo permitía el desarrollo de dichas estructuras extractivas, mientras que los pozos simples se reservaron para la obtención del sílex en aquellos lugares en que la tectónica había debilitado fuertemente la dureza de la roca encajante (Di Lernia y Galiberti, 1998).

11.-LA CULTURA MATERIAL ASOCIADA A LAS MINAS Como hemos podido observar la actividad minera es diversa y compleja, en ella participa un conjunto importante de variables, así como distintas actividades (excavación, extracción de los nódulos, transporte de la materia extraída, etc) consecuentemente el registro de cultura material asociado a las minas es también rico y variado. Si bien el repertorio instrumental implicado en la actividad minera debió ser muy amplio, apenas contamos con evidencias arqueológicas de la utilización de materias vegetales o animales perecederas para la confección de cestos, mangos, escaleras, puntales o cuerdas. A título de ejemplo citaremos Mur de Barrez en Francia y Spiennes en Bélgica donde se ha documentado el uso de cuerdas para el transporte del material extraido (Di Lernia y Galiberti, 1993). El grueso de cultura material recuperada en contextos mineros lo constituyen las herramientas extractivas, tanto en materia dura animal como asta de ciervo en Grimes Graves (fig.7) y en Krzemionki (Migal, 1997),o metápodo de bóvido en Can Tintorer (Bosch y Estrada, 1996) como sobre material pétreo (sílex, corneana, etc) (fig.8). El abanico de utensilios incluye desde picos y mazas hasta escápulas utilizadas como palas recogedoras, como en Grimes Graves (Lech, 1997; Barber, Field y Topping, 1999). El contexto minero ofrece también numerosos vasos cerámicos, así como algunas lámparas en piedra que sirvieron para la iluminación de las galerías, como se ha puesto de manifiesto en varias minas como Cissbury en Inglaterra y en La Defensola (Italia), (fig 9 y 10) (Di Lernia, Fiorentino, Galiberti y Basili, 1997).

12.-EL ORIGEN DE LA MINERÍA SUBTERRÁNEA NEOLÍTICA ¿Cual fue el origen del desarrollo minero? ¿Debemos focalizarlo en un área concreta? El modelo teórico difusionista fue el primero en ser defendido para explicar la minería subterránea como el fruto de la actividad de grupos de prospectores mineros, especializados en la localización y explotación de este tipo de recurso económico, llegando a asociarse dicha minería con la del cobre y con la expansión de la "religión megalítica", como reminiscencia de las ideas de Gordon Childe sobre los constructores de megalitos y los comerciantes del Vaso Campaniforme. Sin embargo, la hipótesis difusionista está en la actualidad desacreditada. En la década de los 80 Lech defendió reiteradamente la importancia de los factores de índole socio-económica como motor del fenónemo minero neolítico. El suministro de sílex sería en parte fruto del entorno natural de las ocupaciones humanas y de ahí su carácter regional.

17 Según Lech (1997), la creciente demanda social de nódulos de sílex de buena calidad para la confección de grandes láminas e instrumental pulimentado se encontraría en el origen de la minería subterránea. De este modo, la extracción minera era la continuación lógica de los métodos anteriores de explotación del sílex (laboreo superficial, minería a cielo abierto), y se debió a la necesidad (recordemos aquí el concepto de demanda lítica de Luedtke) generada por el aumento considerable de herramientas necesarias para el desarrollo de la economía agrícola. La ausencia de materiales pétreos de calidad en las llanuras loésicas de la Europa central, y en parte del occidente europeo, estimuló que las hachas de piedra fueran sustituidas progresivamente por hachas pulimentadas de sílex como se observa po ejemplo en el área del Danubio (Lech, 1997). De este modo la demanda de hachas de sílex estimuló el desarrollo de dicha minería, hecho que se perpetuó durante el Calcolítico, a través de largas redes de intercambio que alcanzan varios centenares de kilómetros. Las hachas pulimentadas de sílex no fueron el único instrumental del que se produjo intercambio. También se ha puesto de manifiesto, por ejemplo, el aprovisionamiento indirecto de grandes láminas de sílex procedentes de Gran Pressigny por parte de las comunidades agrícolas de la cultura del Neolítico final de Saona- Ródano, que comprende un área integrada por el Jura meridional, Borgoña, Savoya, El Delfinado y la Suiza occidental (Mallet, 1992). En el caso de la Península Ibérica, el intercambio de producciones laminares de sílex se ha evidenciado en Andalucía, donde junto a los talleres de superficie ampliamente repartidos por su geografía, se ha puesto de manifiesto la explotación minera subterránea en minas como la de La Venta (Granada) y la de El Moral (Málaga), ambas de cronología calcolítica (Ramos Millán, 1997). Debemos considerar también el suministro indirecto durante el Neolítico medio catalán (4300-3400 cal BC), conocido como cultura de los sepulcros de fosa, de núcleos y láminas de sílex melado procedente, al parecer, de la Provenza francesa. La recuperación de este material en contextos fundamentalmente funerarios llevó a plantear la hipótesis de su posible valor estético/simbólico (Binder, 1984). Esta hipótesis deberá revisarse a la luz de los hallazgos de hábitats de esta cronología, como Ca'n Issach en Palau-saverdera (Mercadal, 2000) o la Bòbila Madurell en Sant Quirze del Vallès (Martín, Bordas y Martí, 1996) en los que se ha documentado la presencia de sílex melado en contextos domésticos. La misma valoración puede hacerse del núcleo y las láminas de sílex melado recuperados entre los materiales de las minas de Can Tintorer (Villalba, Bañolas, Arenas y Alonso, 1986) No sólo el sílex fue producto de intercambio, el instrumental pulimentado en rocas ígneas y metamórficas también gozó de una amplia repercusión fuera de sus contextos geológicos originales. Tal vez el caso más conocido a nivel europeo lo constituye el de las hachas pulimentadas que procedentes de los Alpes alcanzaron la costa azul francesa (Ricq de Bouard, 1987), Bretaña y Cataluña (Petrequin y Jeunesse, 1995). En el ámbito peninsular son varias las investigaciones que se están realizando por Teresa Orozco, de la Universidad de Valencia, quién ha establecido un origen suroriental, concretamente de los dominios internos de metamorfismo de alta presión y temperatura de las cordilleras Béticas, para gran parte de los materiales pulimentados del neolítico valenciano, especialmente durante el neolítico II (3.500-2.000 a.C) (Orozco, 1994a y b, 1998). Y los trabajos de Aureli Álvarez y Xavier Clop, de la Universidad Autónoma de Barcelona, sobre la selección de materiales pétreos distintos, en función de las diferentes tareas a las que se destinaba el instrumental pulimentado (trabajo minero o trabajo de la madera), de las minas de Can Tintorer en Gavà (Álvarez y Clop, 1998). El Neolítico supuso la sedentarización de las comunidades humanas y una vinculación más estrecha de las mismas con el territorio, debido a las características propias del nuevo modelo económico basado fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, que quedó plenamente establecido durante el Neolítico Medio. El desarrollo técnico de inicios del Neolítico, asociado a la economía de producción generó la aparición de nuevas necesidades instrumentales (utillaje pulimentado, cerámica) y de nuevos comportamientos, como el almacenamiento o la producción para el intercambio, así como un proceso de transformación social, pues la estructuración de los grupos humanos ya no

18 se basaba exclusivamente en factores de índole personal, tales como las diferencias de edad y sexo, propias de las organizaciones de bandas paleolíticas, sino que la cooperación entre individuos que explotan sedentariamente un territorio, incluía un nuevo elemento de carácter económico, es decir, una nueva forma de utilización de la fuerza de trabajo. Esta nueva utilización de la fuerza de trabajo propia de las primeras comunidades agrícolas fue denominada "el modo doméstico de producción", (Sahlins, 1984:120-121). La producción doméstica no debe considerarse como autárquica, basada en la producción de excedentes para el propio consumo, sino que las familias pueden producir también excedentes para el trueque, se trata pues de una producción para el aprovisionamiento, ya que las familias a menudo cooperan y por tanto, la forma familiar de producción no es en modo alguno sinónimo de producción familiar. El desarrollo paulatino del modo de producción doméstico, así entendido nos conducirá hacia lo que Ramos Millán denomina una economía política de producción de excedentes para el intercambio, mediante sistemas económicos regionales de riqueza en régimen de reciprocidad (1999: 598). En este nuevo contexto económico la minería supuso una importante fuente de aprovisionamiento de distintos materiales, junto a los meramente funcionales, como el propio sílex o la arcilla, materia prima fundamental para la elaboración de los vasos cerámicos, se desarrolló la explotación de nuevos minerales. Se trata de bienes de cohesión tribal, cuya demanda podemos vincular a fenómenos de índole exclusivamente simbólica/ideológica (Bosch y Estrada, 1997), o meramente social de los grupos productores neolíticos (Blasco, Villalba y Edo, 1997). Nos referimos concretamente a la variscita (fosfato alumínico hidratado) de cuya explotación minera contamos en la Península Ibérica con un ejemplo excepcional, las Minas de Can Tintorer en Gavà (Barcelona). La obtención de dicho bién de utilidad simbólica, que se recupera en forma de adorno personal en los ajuares de la cultura de los sepulcros de fosa, ha sido definida por Ramos Millán (1999: 604) como un intercambio dirigido por el parentesco. Finalmente, debemos mencionar los estudios que sobre la caracterización de las arcillas utilizadas en la cerámica prehistórica se están llevando a cabo, como otro elemento de análisis a tener en cuenta para la caracterización de los sistemas de producción e intercambio de productos generados por las sociedades productoras (Aguayo y otros, 1998).

13.-EL ENTORNO SIMBÓLICO EN LA ACTIVIDAD MINERA Junto al carácter eminentemente económico de la actividad minera, no podemos olvidar para concluir esta breve revisión del panorama documental de la minería durante el Neolítico, hacer una mención del carácter simbólico de dicha actividad. Para ello contamos con dos elementos privilegiados. Por un lado, la recuperación de elemetos iconográficos relacionados con posibles "diosas" neolíticas vinculadas con cultos a la fertilidad agrícola o de la propia mina. Como la "Venus de Gavà" o la figurilla en yeso de Grimes Graves (Bosch y Estrada, 1994; Barber, Field y Topping, 1999) (fig.11). Por otro lado, la documentación de contextos funerarios en el interior de las minas no son extraños (fig.12). Así en Can Tintorer contamos con varios ejemplos en los que se han recuperado inhumaciones de individuos de tramos de edad distinta amortizando estructuras mineras ya abandonadas. Los ajuares recuperados son, por lo general, escasos y sin variscita (Blasco, Villalba y Edo, 1997). Enterramientos en minas, con ajuares asociados y restos de fauna de carácter ritual se han documentado entre otros lugares en Petit Spiennes (Bélgica), o Peppar y Cissbury (Inglaterra) (Villalba, Edo y Blasco,1998).

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