EL CALIZ DE LA LAGUNA

EL CALIZ DE LA LAGUNA Transcurre, el mes de julio del año 1814, época en que el invierno se acrecienta en el páramo del almorzadero y sus alrededores

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EL CALIZ DE LA LAGUNA

Transcurre, el mes de julio del año 1814, época en que el invierno se acrecienta en el páramo del almorzadero y sus alrededores. La densa neblina cubre los cerros, los riachuelos cantan de alegría y por las laderas en medio de los frailejones, lamas y musgos corren cristalinos hilos de agua que danzando se van uniendo en una larga trenza y se sumergen en la laguna. Por el camino empedrado, el ruido de un arreo de bestias interrumpe el frío silencio de las lomas, que con gran trabajo, suben y suben al filo del cerro. Son diez mulas que transportan pesadas maletas guiadas por un nativo; más atrás en un caballo viejo, perezoso al andar, cabalga un Fray, religioso español, el Fray Domínguez; perteneciente a la comunidad religiosa de los Franciscanos, que en los últimos años han recorrido esta zona, llevando el evangelio de nuestro Señor Jesucristo e imponiendo a las comunidades indígenas la religión católica por orden directa de los reyes de España y por el sumo pontífice Pío VI. Era portador de una buena noticia para la recién fundada Cofradía (Parroquia) San Juan Nepomuceno de Chitagá, era la Bula papal, por la cual se aceptaba como parroquia, además transportaba el ara para el nuevo altar.; (ara es una piedra que el centro posee una reliquia del santo y sobre la cual se celebra la Santa Misa), que por lo fatigado del viaje no se diferencia de cualquier parroquiano; le siguen otras tres personas. El Fraile, en sus manos custodia un cáliz o copón con el Santísimo Sacramento (Hostias consagradas) para bendecir la Nueva parroquia. En silencio siguen las orientaciones de un nativo que adelantando la caravana, salta de piedra en piedra, de pantano en pantano, buscando el mejor sendero e indicando el camino correcto. El nativo se detiene, ordena a las mulas parar la marcha. Coloca su oído a la dirección que trae el aire y en un tartamudeo les avisa que viene un arreo en sentido contrario, que deben desviar del camino. Así lo hace, conduce a las bestias por una ladera arriba, bordeando una enorme piedra, para llegar a un paraje plano y así esquivar la otra caravana. El Fray Domínguez, ordena parar, se baja de su cabalgadura y con gran dificultad, sube la enorme piedra para divisar la caravana. Observa como a diez hombres montando unas mulas y arriando otras que también van ataviadas de sendos bultos, un hombre alto, corpulento, sobre su cuerpo lleva una ruana, que por el barro que lleva no se sabe de que color es, va montado en un caballo rucio; parece ser el que da las ordenes. Años más tarde se supo que era el general Simón Bolívar, que ya estaba organizando su ejército libertador. El Fray Domínguez, aprovecha esta parada para descansar un rato. Sentado en aquella enorme piedra, pide a uno de sus acompañantes que le entregue un

paquete, atado por unas cuerdas y protegida por el cuero de animal. Mira minuciosamente esos documentos y extrae uno que inmediatamente empieza a leer. El texto entre líneas contenía lo siguiente: “En el llano de los arrayanes, el señor Carlos Vera, regala doscientos ochenta y cuatro varas en cuadro de tierra, adquiridas por él en una compra realizada, según demuestra con documentos. Terrenos donados con licencias legales a los señores príncipes eclesiales y seglares para que se construya la iglesia, una casa para el cura párroco, el cementerio, la cárcel y una plaza regular, la otra parte del terreno, se venda por pequeños lotes para obtener dineros para construir la iglesia. Ya que los pobladores del naciente pueblo, se les dificultaba ir a la cofradía Nuestra Señora de los Dolores en Cácota o la cofradía de Santo Domingo en Silos por tener que cruzar dos ríos caudalosos y por encontrarse muy distantes. Es así que en documentos parroquiales aparece la fecha 9 de junio de 1808 como fundación de la Cofradía Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Chitagá, aprobada por Nicolás Mauricio de Omaña, promotor fiscal y el señor promisor vicario general, de manera independiente de Pamplona por pertenecer esta al obispado de Mérida. El 24 de febrero de mil ochocientos ocho, el doctor, don Juan Manuel Vásquez, juez comisionado, exploró el terreno y lo aprobó como apto para asentar una población. Realizó un padronamiento que arrojó los siguientes resultados: 84 personas casadas, 84 solteros incluyendo los niños, 157 solteras incluyendo las niñas; un total de personas solteras de 241 para un total de 325 personas sin contar personas ancianas. Fueron testigos del hecho: el Mayordomo de la Cofradía Nuestra Señora de los Dolores de Cácota, el Doctor José Inocencio Villamizar, como cura párroco de la misma; el doctor José María Villamizar, cura párroco y mayordomo de la Cofradía Santo Domingo de Silos; el doctor Joaquín María Amado, cura párroco y mayordomo de la Cofradía del Cerrito. Chitagá, es un valle lleno de arrayanes, habitado por indígenas chibchas. El término Chitagá, en su dialecto significa abundancia de agua, lo que se verifica con la presencia de ríos caudalosos, puros, quebradas cristalinas, centenares de chorros, nacientes y lagunas; es una región sana y habitable; rodeado de montañas, un paisaje hermoso, lleno de gran variedad de vegetación y gran cantidad de animales silvestres; esto es como el paraíso del Edén, donde Dios instaló a la primera pareja humana.” (Archivos parroquiales). Termina su lectura, el Fray Domínguez, guarda con celoso cuidado el documento y lo entrega a su compañero. Se queda mirando el horizonte pensando en que hermoso será ese valle de los arrayanes. Le pide al nativo que le indique un arrayán. El aborigen le muestra miles que hay a su alrededor. El arrayan es un arbusto, de tronco leñoso, su follaje se

asemeja a un parasol o sombrilla, brindando sombra y protección a los animales y caminantes que descansan bajo sus ramas; sus flores son blancas, se asemejan a las flores del naranjo, sus frutos las arrayanas, son unas pipas rojas, de dulce sabor que calman la sed y el hambre de quien las consumen. El nativo también le muestra el frailejón, una herbácea, cuyas hojas Dios las hizo de algodón, delicadas, suaves, sus flores amarrillas llenan el ambiente de un suave olor, tapizan el paisaje como una hermosa alfombra grisácea; también adorna la naturaleza, el romero, el encenillo, el tuno, que es un arbusto de tallos delgados, largos y fuertes, que los indígenas las utilizan como madera para hacer sus bahareques, sus camas, sus lanzas; el gaque, ya es un árbol de tallo grueso maderable, de frondoso ramaje, donde hacen sus nidos el copetón, el cucarachero, quinchas, ciotes, vichuacaras, que según los indígenas hablan con los dioses para que envíen la lluvia; el pajuil, el pico amarrillo, en fin gran cantidades de hermosas y sonoras aves. Si se siguiera enumerando cada uno de los árboles, arbustos y herbáceas, sería muy extenso mi relato. Dejo que otros hagan el estudio científico de la rica flora y fauna de este majestuoso páramo del Almorzadero. Sin darse cuenta el tiempo cambio, todo se nubló y ya no dejo más apreciar la belleza de esos parajes. El Frayle pregunta al nativo: -¿Es así todo este páramo? - A lo que él responde: - Sí, hasta más allá de las montañas. Debido a la densa neblina, las dos caravanas no se vieron y es así que el nativo que guía al Frayle, al reanudar la marcha no pudo encontrar el camino y siguió por otro sendero muy diferente al camino rial (real). Horas y horas de travesía, cuando algunas aves anunciaban la noche, llegaron a una laguna, cuyas aguas negras, asemejaban un gigantesco diamante. Al Fraile le pareció bien el lugar para descansar y pasar ahí la noche. El aborigen, conocedor del sitio, busca algo de leña seca y una pequeña cueva para encender una fogata y guarecerse del frío. Al encontrarla le indico al Frayle que entrara y se retiró a buscar comida. Halló unos conejos y unos armadillos, abundantes especies en la región, inmediatamente mato, asó, le dio al Frayle y a sus acompañantes y comió él. Luego cada uno busco el lugar mejor para conciliar el sueño y pasar la fría noche que les esperaba. El cantar de unos pájaros, que asemejaban el concierto de una sinfonía española o italiana, interrumpió el sueño del Fray Domínguez. Se levanto, salió del improvisado dormitorio y vio un día claro, el sol débil en sus rayos se abre paso en la densa neblina que caprichosa aún duerme sobre las peñas. Allí revoletea una hermosa ave negra, en su cabeza lleva una especie de gorro rojo, sus amplias, largas y fuertes alas rompen la neblina, se pasea como un rey por todo el espacio, le sigue unas aves más pequeñas. Es un hermoso espectáculo.

El Frayle pregunta - ¿que pájaro es ese? El nativo mirando hacia donde le señala el religioso, le dice: - Es el Cóndor, el soberano de las aves, está paseando con su familia.El nativo le ofrece una bebida caliente, en un jarro de barro, el religioso toma entre soplo y sorbo. Sus acompañantes ya habían hecho lo mismo hace rato. El aborigen, en sus en trebejos, saco algo parecido a una arepa, y con un pedazo de carne de armadillo, les repartió, eso era su desayuno para reiniciar la marcha. El Frayle, le pregunto al nativo: -

¿Cómo se llama la laguna?- A lo que respondió: - Camagueta -, que significa aviso de tormenta. Cuando la laguna salta y brinca es que va a llover y se pone negra y cuando esta calmada y como verde azulado es que va a brillar el sol.

Ese día estaba negra pero muy tranquila. A lo que el Frayle dijo: - Marchemos antes que esta laguna se ponga a brincar. El Nativo conduce el arreo de mulas, por un sendero rodeado de frailejones y arrayanes que impiden el paso de las mulas, les ayuda a despejar el camino. A pasado quizás un par de horas, el nativo ordena detener la marcha y a orillas de otra laguna, más pequeña que la anterior y con una forma especial, que asemeja a un tambor. Su agua es cristalina, que deja ver las truchas que viven allí y numerosos patos se bañan y juegan y parece que invitaran a los visitantes hacer lo mismo. El Frayle se queda mirando a su alrededor, sorprendido por la alfombra de frailejones. En uno cerca a él, en una de sus hojas una araña trata de arreglar su telaraña, dañada por la lluvia; ella sube y baja con gran maestría, entretenida en su labor no se dá cuenta que un copetón le observa y sin más ni más de un solo bocado se la embucha. Fray Domínguez, espanta al pajarillo pero ya es demasiado tarde, se comió la pobre araña. El Frayle y sus acompañantes, sacaron de sus alforjas, algo de alimento mientras que el nativo se adelanto sólo para subirse en una loma y divisar el paisaje. El nativo se subió a un cerro alto (hoy se conoce como el Cerro del Indio) y miró hacia el norte, divisó a lo lejos el camino rial y abajo la otra laguna. Bajo ligero, se reunió con los otros y después de comer algo, ordena seguir. Bajan por un camino angosto, entre rocas, siguiendo un riachuelo que serpentea entre las piedras y como un cabrito brinca entre las rocas. Luego de un tiempo, llegan a una inmensa laguna, más grande que las anteriores, de aguas cristalinas, donde algunos venados, patos, ardillas,

guartinajos y otros animales se deleitan bebiendo su agua pura y saludable; cada vez que beben alzan su mirada al cielo dando gracias a Dios por darles tan preciada bebida. Al notar la presencia de los visitantes, huyen despavoridos a sus escondites. El camino al besar una orilla de la laguna, se hace imposible su transitar en bestia, a lo que el nativo les dice que se bajen y continúen a pie cabestrando su montura. Fray Domínguez no obedece y decide hacer esa corta travesía montado en su cabalgadura. El viejo caballito del Frayle, se enreda en unos moros y espinos y cae con su jinete a mitad de la laguna. El caballo como pudo salió del agua pero Fray Domínguez no corrió con la misma suerte. Con la mano derecha arriba, sosteniendo el copón con el santísimo, poco a poco se fue hundiendo, sin que el nativo y sus otros acompañantes pudieran hacer algo por salvarlo. El cielo se volvió negro, las aves encabezadas por los cóndores, revoletearon la laguna, los venados, conejos, armadillos y otros animales salieron y en una solemne ceremonia se lanzaron al agua como queriendo sacar al Fray Domínguez, que dejaba una estela circular de espuma al hundirse. Salieron los animales tristes, sin lograr nada, se marcharon en un paso lento a sus lugares. El cóndor mayor se sentó en el cerro del indio y cabizbajo miraba el lugar por donde se fue el religioso haciendo guardia. El nativo y los acompañantes del Frayle consternados por lo sucedido, prosiguieron el camino hacia el próximo caserío (Presidente). Allí los recibe un gobernante indígena llamado “Qicuyes”, les brinda de comer, y los hace entrar a un bohío. Los visitantes le cuentan lo sucedido. El gobernante ordena a unos nativos fuertes y jóvenes ir a la laguna grande, sumergirse en sus aguas para sacar el cuerpo de Fray Domínguez. Estas tribus al mando del cacique Chitagá, ya habían sido evangelizadas por los Franciscanos que residían en Chitagá y eran los que mantenían la recién fundada cofradía Nuestra Señora del Perpetuo Socorro; por lo que demostraban respeto por lo religioso. Después de eternas horas de espera, regresan los jóvenes nativos con la noticia que no encontraron el cuerpo de Fray Domínguez, ni el cáliz que llevaba. Todos se pusieron tristes y en un silencio profundo parecía que hacían oración. Aprovecharon los jóvenes nativos para pescar. Trajeron unas truchas y un pez raro que ellos nunca habían visto, más grande que las tradicionales truchas. Un muchacho nativo llamado, “ojos de águila”, por su buena visión nocturna, dijo que él lo había sacado con la mano. El mismo se puso arreglarlo, insertarlo en una vara y ponerlo al fuego. Mientras se cocinaba el pescado, el cacique ordena brindar chicha a los visitantes.

Una mujer nativa es la encargada de retirar el pescado del fuego y luego repartirlo al cacique y a los visitantes. El cacique al probar el pescado, notó un sabor raro y demasiado salado, de igual manera les pareció a los visitantes y ninguno pudo comerlo; lo votaron lejos y al instante se transformaron en una especie de espinos. El cacique furioso manda llamar a “ojos de águila”. -

Nos ha traído un pescado malo, por eso ahora esa laguna se llamará el salao (Laguna del Salado) y usted será desterrado a ese lugar por varias lunas y sólo se alimentará de saltamontes.

“Ojos de águila” obedece inmediatamente, se va hacia la laguna. Allí le da hambre, trata de buscar saltamontes pero no encuentra nada, decide pescar y logra sacar otro pescado igual al que llevo. -Otro salao-, exclama y lo vota con furia al agua, acto seguido se nublo, todo se puso negro y una tormenta no se hizo esperar. El sale corriendo y se esconde en una pequeña cueva. Pasa la tormenta, vuelve a salir “Ojos de águila”, trata de pescar, vuelve a sacar otro “salao”. Con más rabia que antes, lo tira a la laguna. La tormenta fue más dura, duró varios meses y nada que pasaba. Aprendió el nativo y por tercera vez, vuelve a sacar un “salao”, esta vez controla su rabia, lo coloca con cuidado en el agua, el pez a sentirse libre se hunde nadando feliz. El sol brilló, se espejó el cielo y ante el asombro del nativo, surge del agua el Frayle con su mano derecha en alto, sosteniendo el caliz de oro que brilla intensamente con los rayos del sol. Las truchas revoletean en el agua y “ojos de águila” toma una y con los ojos puestos en el Fray Domínguez, se la come cruda. El Frayle le dice: - “De ahora en adelante, cualquier cosa que le lance a la laguna provocará una tormenta. Por eso a esta laguna se le debe tratar con cariño y ella le brindará su alimento. Cuando yo salga de la Laguna, será para hacer brillar el sol y cuando hay tormenta será que alguien ofendió la laguna. Las hostias consagradas se han convertido en monedas de oro y si alguien se atreve sacar este cáliz, las tres lagunas se unirán, se desbordaran, causan una gran inundación tierras abajo que destruirá el poblado de Chitagá”-. El joven indígena, “Ojos de águila”, desde aquel instante perdió la vista, en sus ojos se postraron unas carchas que se los cerraron. Gateando y al tanteo, se fue orientando para llegar a la tribu y contarles lo sucedido. El gobernante Qicuyes, ordenó no volver a pescar en la laguna el Salao (Salado) como respeto y obediencia al Fray Domínguez. El nativo guía y los otros acompañantes de Fray Domínguez, prosiguen su camino hacia Chitagá, para cumplir la misión que traía el fallecido religioso, como era entregar unos documentos que autorizaban y reconocían la Cofradía

de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Chitagá, como la Parroquia San Juan Nepomuceno de Chitagá. Algunos apartes recuperados de esos documentos son los siguientes: “Auto de erección de la parroquia: La parroquia fue creada el 9 de junio de 1808 por auto de la curia eclesiástica, como lo comprueba el siguiente documento: “Santafé junio 9 de 1808. Vistos con lo expuesto por el Promotor Fiscal: Por lo respectivo a la jurisdicción ordinaria eclesiástica, se erige en parroquia el sitio de Chitagá, bajo la advocación de san Juan Nepomuceno, con los mismos límites que señala el Comisionado en su informe de 24 de febrero del corriente año. Pásese el expediente con el correspondiente oficio de estilo, al excelentísimo señor Virrey, Vice-patrono Real, para su superior aprobación y por lo tocante a sus facultades. Doctor José Domingo Duquesne. Ante mi Gregorio Muñoz, Notario.” (Archivos parroquiales). “Titulo de erección expedida por el virrey.- Don Antonio Amar y Borbón Virrey, Gobernador y Capitán general del Nuevo reino de Granada con fecha 29 de junio de 1808, “Acordó librar y libró el presente título” Por él en nombre del rey Nuestro Señor el consentimiento que de derecho se requiere para que se erija la parroquia que se solicita en el sitio de Chitagá, según y como está decretada por la jurisdicción ordinaria eclesiástica y en los términos que expresa su providencia de 9 del próximo junio que va inserta. En cuya virtud ordeno y mando a los jueces y justicia reales a quienes competa que siendo requeridos por parte del vecindario de dicho sitio de Chitagá, vean el contenido de este título y en virtud de él propenderán y auxiliarán en cuanto esté de su parte a la erección formal y efectiva población de la parroquia que se expresa, a fin de que sus vecinos vivan con la civilización y buena armonía que corresponde, reconociendo su situación y feligresía por los linderos y límites que se refieren al informe del Comisionado eclesiástico”. (Archivos parroquiales). Al llegar a Chitagá, los andantes ven plaza, encabezada por una pequeña choza, más hermosa que las otras y al entrar denotan que es la capilla que años más tarde iniciarían la construcción de la iglesia. Hace oración y al salir se encuentran rodeados de indígenas, de criollos, todos pobladores de la nueva población. Cuentan lo sucedido al Fray Domínguez y muestran los documentos por medio de los cuales es erigida Parroquia San Juan Nepomuceno de Chitagá. El páramo del Almorzadero, es una piedra preciosa incrustada en el Saturban, que buitres nos quieren quitar y los que nos sentimos chitaguenses debemos evitar y cuidar. Visite el páramo del Almorzadero, sus hermosas lagunas: la camagueta, el tambor y el salado pero ten en cuenta que a la laguna el salado no les debe votar nada si no quiere que lo saque a correr una tremenda tempestad.

Desde el parque del municipio de Chitagá, hacia el Sur, se divisan los picos que rodean la laguna del salado. Cuando se ve nubado para el páramo, se dice que el señor páramo se aforro la cabeza y es seguro que va a llover. Si los filos están despejados y parece que el páramo se estuviera peinando su blanca cabellera formada por pequeños arroyos, se dice que vamos a tener días soleados. Esta es la leyenda del cáliz de la laguna del salado, ojalá nadie se le ocurra la tremenda idea de ir a sacarlo por que ocasionaría una gran inundación en Chitagá.

AUTOR: Luis Francisco Vera Rodríguez. SEUDÓNIMO: “EL CONDOR DEL ALMORZADERO”. Chitagá, agosto 14 de 2013. Nota: Unos hechos son narrados según información encontrada en archivos parroquiales y adaptados por el autor. Otros son uso de la imaginación del autor. “Prohibida su publicación sin la previa autorización del autor”.

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