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El campamento.
Fé Hernández Bello.
EL CAMPAMENTO
El campamento.
Fé Hernández Bello.
EL CAMPAMENTO.
Tres pequeños tenían muchos deseos de ir a acampar, las vacaciones estaban por terminar y si no lo hacían este fin de semana ya no habría posibilidad de hacerlo después, la situación económica no era muy buena así que entre los tres estuvieron planeando cómo hacer realidad este deseo, Rafa, el mayorcito junto con su hermano Toño y un primo de su misma edad lo intentarían , sería su primer viaje solos; Rafa entraba a la secundaria, así que con sus escasos once años dirigiría el campamento; ellos vivían muy cerca de un gran bosque al que iban frecuentemente en compañía de sus padres, pero ir solos era diferente, la idea les parecía muy buena y trataban a toda costa de llevarla a cabo. Sus padres querían evitar que fueran a aquel bosque pues sabían que era un lugar muy frio para pasar la noche, sin embargo, ellos no dejaron de planear las cosas e hicieron los preparativos con lo que tenían al alcance de su mano para poder realizar su sueño. Como no contaban con casa de campaña y era imprescindible llevarla para acampar, se las ingeniaron para hacer una provisional, esta es la historia. - ¡Se me acaba de ocurrir que podemos llevarnos la alfombra de la casa!, con ella podemos levantar una tienda de campaña, ¿qué les parece? decía Rafa a Pancho su primo y a su hermano Antonio quienes con los ojos exorbitados y llenos de emoción lo escuchaban atentamente al mismo tiempo que respondían con voz entusiasta: -¡Sí, sí, nos parece muy bien! ¡Qué buena idea tuviste! - Cómo no se nos había ocurrido antes, me imagino, nuestro campamento con la alfombra, será muy resistente y aguantadora; nos cubrirá del frío. Pondremos una fogata afuera para darnos calor, preparar nuestra comida; quemar bombones mientras contamos cuentos de terror y chistes. - Será maravilloso, ya quiero que sea mañana para emprender el viaje. - Si yo también estoy muy emocionado, no sé si podré dormir. ¡Jejeje! - Vamos a hacer una lista con lo que necesitaremos. - A ver sartenes, cuchara, tenedores, una tetera, jarra para agua, carbón, cerillos, agua, platos, servilletas…
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- Oye Pancho, si no nos vamos a cambiar de casa. ¡Jajajaja!
-Ya convencí a mi mamá para que nos deje ir, solo falta convencer a mi papá y a mi tía para que te deje ir Pancho, comentó Antonio muy emocionado. - Oye Rafa todo está bien solo que hay que pensar que más vamos a llevar, pero en serio, no como la lista de Pancho. Debemos hacer una fogata, y llevar algo de comida para la cena y el desayuno cuando menos. -Ya había pensado en eso, dijo Rafa, mi mamá nos va a hacer unas tortas y llevaremos agua de fruta para tomar en el camino. Llevaremos jícamas, mandarinas, una enorme sandía, melón. Mmm ya se me está haciendo agua la boca. - Estamos planeando todo perfectamente, ¡nada puede salir mal! El tan esperado día llegó, estaban listos, algo extraño pasó, pues a pesar de que no llevaban nada para guisar, por alguna razón se les ocurrió llevar sartenes, platos y cucharas, colgándoselos de donde podían, al hombro y en el cinturón, mientras la vieja y pesada alfombra enrollada la amarraron para poderla transportar en la espalda.
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-¡Estamos listos! debemos irnos. Adiós mami, no te preocupes por nosotros, ya somos grandes y nos sabemos cuidar. ¡Sé que nos extrañarás, pero se valiente! ¡nada nos pasará!; si todo marcha como lo planeamos nos veremos hasta pasado mañana. Cuídate mucho y cuida a mis hermanos. Dijo con voz segura y firme Rafa quien comandaba el grupo, iniciando su marcha rumbo a la aventura. - También ustedes cuídense mucho, ¿ya llevan sus chamarras? ¿gorras? ¿guantes? !hará frío!... Te encargo a tu hermano y a tu primo…tú eres el mayor y serás el responsable de ellos. - Si mamá… no te preocupes ma’ ya llevamos todo lo que necesitamos, no creo que haga mucho frío. Somos muy fuertes y resistimos cualquier temperatura, ¿verdad muchachos? - ¡Sí mamí, mira que fuertes somos! Así los tres muchachos salieron rumbo al bosque, emocionados y con la sonrisa que iluminaba sus rostros infantiles y soñadores, era la primera vez que salían solos, Rafa iba por delante, como todo guía explorador, les iba indicando el camino, continuamente volteaba a ver si sus compañeros de aventura no se quedaban rezagados, eran las once de la mañana, las personas que los veían pasar reían al observarlos, ya que el ruido que hacía
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todo el trasterío que llevaban colgando, era impresionante, no podían pasar desapercibidos, parecían vendedores de chácharas y trastes usados. Quien llevaba cargando la alfombra no se quedaba atrás, aparte de las caras que iba haciendo por el esfuerzo, se veía muy chistoso cargando semejante armatoste en la espalda, la alfombra no era nueva y aunque estaba limpia ya se le veía desgastada, a los pequeños exploradores no les importaban todas aquellas observaciones y burlas discretas de quienes los veían pasar, ellos seguían adelante tratando de llegar a su destino lo más pronto posible para instalar su campamento, pero el tiempo se fue consumiendo lentamente y a las seis de la tarde aquel bosque empezaba a obscurecer de una manera impresionante, era algo que no esperaban así que apresuraron el paso. Ya para las siete de la tarde aquello estaba tan obscuro que solo en algunos lugares por donde penetraban los rayos solares se veía algo de luz, el bosque estaba muy tupido de árboles enormes, así que en el primer lugar plano que encontraron bajaron todas sus cosas y decidieron acampar en ese mismo lugar, el cansancio hacia presa de ellos, por lo que no dudaron en quedarse ahí.
-¡Uff!... Estoy cansado, dijo Rafa, aquí nos vamos a quedar. ¡Esta alfombra como pesa! ¡jamás imaginé que fuera tan difícil cargarla! - Hay que juntar leña para hacer una fogata Rafa, dijo Pancho con la voz entrecortada por el cansancio.
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- Si Pancho, ve con Toño y júntenla mientras pongo la casa de campaña. ¡Esto será pan comido para expertos como yo! ¡Vamos a ver quién termina primero su tarea del campamento, ustedes o yo! Así lo hicieron, solo que la aventura fue muy difícil, más de lo que habían imaginado, era casi imposible encontrar una madera resistente que le diera suficiente apoyo a aquella pesada alfombra, la obscuridad que reinaba en el bosque hacia la labor casi imposible, pero no cedían terreno, ni los buscadores de leña ni el experto campista, después de un tiempo regresaron Pancho y Antonio muy desanimados, la cantidad de leña que habían logrado conseguir era casi nula.
- No encontramos mucha leña seca, casi no hay, toda esta húmeda Rafa. - No importa ahorita que encendamos la fogata vamos a ver mejor y podremos buscar más y así colocar bien la casa de campaña, porque por más que lo intento no se puede, pesa demasiado y todos los troncos que he traído para levantarla se rompen con el peso de la alfombra. Es imposible levantarla como lo habíamos soñado. Los novatos se sentaron a ver como el “más experimentado” de los tres, intentaba encender con cerillos aquella madera, lo que resultó nuevamente una tarea muy difícil de
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realizar, la cabeza del cerillo se deshacía al frotarla contra la cajetilla, estaban algo húmedas; así se pasaron mucho tiempo intentando encenderlo pero la desesperación de ver que no había éxito hizo que cada uno intentara hacerlo hasta que finalmente los cerillos se acabaron. Los tres pequeños se quedaron mirando uno al otro tristes y agotados en plena oscuridad. Los ruidos nocturnos del bosque comenzaban a aparecer, cosa que los atemorizaba un poco, pero ninguno decía tener miedo, continuaban mirándose en silencio, sus corazones casi podían verse sobre las delgadas telas de su vestimenta, latían tan fuerte que se escuchaban uno al otro, así como el castañear de sus dientes, el frío les calaba hasta los huesos. -
¿Escucharon eso? ¿Qué es? ¡Me está dando mucho miedo! ¡Qué tal si es un animal salvaje! Dijo Antonio muy asustado y con tremendos ojotes. No seas chillón. ¡Solo son los animales del bosque! Contestó Pancho. Auhhhh, auhhh…uhuu uhuu ¡Qué fue eso! Gritó Pancho sobresaltado.
-¡Ya sé, ya sé!, ¡en las películas he visto que frotando dos maderas se puede hacer fuego! - ¡A ver enséñanos como se hace eso Toño! Replicó Pancho bastante agitado. Quiero ver que hagas fuego frotando los palitos. ¡Anda, te observamos!
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Toño tomó dos pedazos de madera seca y frotó y frotó hasta que se cansó, después Pancho lo intentó y finalmente Rafael, sin lograr llevar a cabo su tarea. Estaban muy cansados, primero por el viaje y después por la desesperación de no tener éxito en ninguna de sus labores campistas así que decidieron comer algo, lo que llevaban, dos tortas para cada uno, que según habían planeado una iba a ser para la cena y otra para el desayuno, sin embargo, el hambre era tal que terminaron por comerse las dos que les correspondían a cada uno esa misma noche, ¡pero eso no era todo! el frio se volvió insoportable y como la casa de campaña no estaba terminada se dieron a la tarea de tratar de levantarla con muy pocos resultados ya que solo pudieron abrir la entrada a una altura de unos cincuenta o sesenta centímetros del suelo, por ahí entraban y salían arrastrándose pecho tierra; por unos momentos el frio no hizo presa de ellos pues el movimiento constante los había hecho entrar en calor, pero al quedarse quietos comenzaron a tiritar de frio.
Por fin decidieron dejar las cosas así y tratar de descansar un poco, no había fogata, ni nada de lo que habían ideado, entraron los tres por aquella estrecha puerta y al hacerlo quedaron comprimidos en el interior de la casa de campaña, así que por algunos minutos lograron estar tranquilos platicando de sus fracasos, el por qué no había funcionado nada de lo que se les había ocurrido, nadie pudo dormir, ya que ni siquiera sabían si había algún hormiguero o nido de insectos por ahí, los ruidos del bosque los mantenían expectantes,
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nerviosos, ahora se cuestionaban si había sido un buen lugar para instalarse pues en la obscuridad todo se veía igual. La pesada alfombra les impedía el movimiento así que los cuerpos de los pequeños se enterraban en el de al lado incomodándose aún más en aquel apretado lugar. -
¡Me estás pisando Pancho! ¡Fíjate! ¡Tu codo me pica las costillas Rafa! ¡Ya se me entumieron los pies, no siento mis piernas! ¡Dejen de quejarse que bastante incómodos estamos todos como para además terminar peleando!
A la media noche el hambre volvió a atacarlos con furia e ignorando que algunas de las frutas que llevaban no se debían consumir por la noche, las devoraron, acabando prácticamente con todas las provisiones que llevaban para dos días esa misma noche. Más que un campamento, aquella aventura resultó ser un martirio, después de comer y nuevamente tratar de dormitar, el destino les tenía reservada una nueva jugada, cuando de pronto los tres fueron presa de dolor de estómago y diarrea, ¡no podía haber nada peor!, para ir al baño no se alejaban mucho de la supuesta tienda de campaña, las horas se hicieron largas, hasta que por fin llegó la luz de la mañana siguiente, nadie había podido dormir y mucho menos con aquella diarrea. Sus rostros pálidos y ojerosos por la debilidad ocasionada por la diarrea y el desvelo, les daban un tono bastante patético, se miraban uno a otro y tal pareciera que los había arrollado un tren.
-
¡Ay! Que dolor de panza tengo! ¡Ay ay ay! ¡Creo que voy a vomitar! ¡Qué nochecita acabamos de pasar! ¡Yo no aguanto más! Con esta ya son cinco veces que voy al baño. ¡Cómo quisiera que estuviera aquí mamá para que nos diera algo para la panza! No sé qué opinen ustedes pero creo que lo mejor será irnos a casa. ¡Sí! Dijeron todos al unísono.
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Al haber luz de día, levantaron su fallido campamento, estaban tan débiles que no podían transportar aquella pesada alfombra, así que decidieron entonces dejarla enrollada por ahí, solo pudieron depositar la basura en algunos de los botes de basura que encontraban al paso. El ruidero de los trastes que transportaban los delataba en su marcha y la gente volteaba a ver el origen de dicho escándalo, preguntándose de dónde vendrían estos muchachitos, se reían de ellos y cuchicheaban entre sí. A toda prisa regresaron a su casa, el deseo de ir al baño y el de tomar algo para la diarrea era desesperante, por lo que no hicieron caso a ningún comentario que hubieran podido escuchar en su trayecto de regreso a casa. El regreso se hizo eterno, y eso que era cuesta abajo; lo único que pronunciaban eran quejidos de dolor, sus pisadas eran pesadas y lentas, sus ropas sucias y rasgadas por las ramas con que se llegaban a atorar en su paso rumbo a la civilización. El escándalo del trasterío hizo suponer a su mamá que estaban muy cerca de casa, ella sabía desde el día anterior que no podrían estar fuera de casa los dos días, pero los dejó experimentar y aprender la lección, pese a que ella se había quedado con la preocupación. Debían aprender y valorar riesgos y consecuencias al tomar una decisión.
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Al estar a poca distancia, todos los niños corrieron a abrazar a su mamá, quien salió al paso para alcanzarlos; ella los abrazó al verlos llegar, cubrió sus rostros de besos y los invitó a entrar, tenía preparado un delicioso desayuno, atole calientito de masa, pan con mantequilla y unos riquísimos frijoles de la olla.
-
¡Mmmm qué rico atole mami! ¡El más dellicioso que he probado! ¡Y qué me dices de estos frijolitos de la olla! ¡Están para chuparse los dedos! ¡Mmm! ¡Pues los frijolitos de mi tía están de rechupete! ¿Puedo comer otro poco más?
Su mamá al saber que tenían diarrea les dio medicina, preparó un baño caliente y después los arropó. Agotados por el viaje y el malestar se quedaron profundamente dormidos, al despertar, continuaron acostados el resto de la mañana. Para la hora de la comida ya estaban repuestos y con otro semblante, felices por estar en casa de nuevo comenzaron a contarle a mamá y hermanitos como había estado su aventura.
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Ella solo sonreía y de vez en cuando movía la cabeza diciendo “ay muchachos, ay muchachos” espero que hayan aprendido la lección. -
Recuerden que hay ocasiones en que las cosas parecen muy fáciles pero en realidad no lo son, siempre escuchen la voz de la experiencia, el consejo de los mayores y si después de escucharlos aún siguen pensando en experimentar en cabeza propia, entonces la vida les dará una lección. Espero hayan aprendido la que de hoy.
Los niños corrieron a abrazar a su mamá y prometieron hacer caso a las recomendaciones de sus mayores para no volver a tener una experiencia igual a la que les cuento hoy.
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