EL COCIENTE INTELECTUAL Y EL EFECTO QWERTY

EL COCIENTE INTELECTUAL Y EL EFECTO “QWERTY” En 1904, el Ministerio de Instrucción Pública de París encargó a A. Binet y T. Simon la elaboración de u

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EL COCIENTE INTELECTUAL Y EL EFECTO “QWERTY”

En 1904, el Ministerio de Instrucción Pública de París encargó a A. Binet y T. Simon la elaboración de una batería de instrumentos que permitiera detectar a los niños que presentaban problemas de retraso mental, a fin de poder realizar una labor educativa apropiada con los mismos. Ambos psicólogos confeccionaron así el primer test de inteligencia para niños: la “Escala Métrica de la Inteligencia”, con la que se pretendía medir el alcance intelectual del alumno, de tal forma que si los resultados que obtenía el niño coincidían con los procedentes de la mayoría de su misma edad se decía que su nivel de inteligencia era normal, en cambio si obtenía un nivel más bajo se decía que era retrasado y si los superaba que era adelantado. Unos años más tarde, Stern propuso unificar en un solo índice la relación entre edad mental y la cronológica, denominando a esa proporción Cociente Intelectual (CI). Estos primeros tests de CI estaban, por tanto, muy relacionados con la capacidad de aprendizaje, ya que su finalidad era predecir el rendimiento académico. De hecho, el instrumento construido por Binet cumplía eficazmente con su propósito, que era detectar a los alumnos que tenían dificultades para seguir el ritmo escolar normal. El error fue equiparar “inteligencia” a esa “capacidad de aprendizaje escolar”. Como veremos, cien años después seguimos usando tests de cociente intelectual y cometiendo el mismo error. Es importante resaltar un hecho fundamental, y es que estos tests de CI clasificaban a los sujetos en función de las puntuaciones alcanzadas en unas medidas que se consideraban reflejo de una inteligencia única. Esta concepción “monolítica” reduce la inteligencia a un solo factor, de modo que la persona que posee mucha inteligencia, la manifestará de forma eficiente en todos los ámbitos, informaciones o formas de procesamiento, y de la misma manera, el que es poco inteligente lo será en todas las actividades cognitivas. Dentro de este modelo monolítico se incluyen los denominados tests de factor G, la mayoría de los cuales se caracterizan por estar libres de cultura o conocimientos, intentado de esta manera que las puntuaciones obtenidas por el sujeto no dependan del nivel educativo ni de la experiencia. Estas puntuaciones serán reflejo igualmente de una supuesta capacidad mental general y se expresan mediante un número de CI.

Al hilo de lo expuesto, cabe formularse una pregunta: ¿conoce usted a alguien que destaque en alguna competencia concreta (por ejemplo en música, o cálculo, o creatividad, o fluidez verbal, o lógica, o memoria...) pero que sin embargo en otros ámbitos su rendimiento sea mucho más discreto, o incluso inferior al promedio? Si es así, su propia experiencia personal está contradiciendo la existencia de esa inteligencia general y universal que supuestamente evalúa los tests de factor G y de CI. En lo que a identificación de superdotación y talentos se refiere, desde esta perspectiva, se considerará superdotada a aquella persona que obtenga en un test unifactorial (de CI o de factor G) una puntuación superior a una cifra X. Normalmente se habla de un CI superior a 130, es decir, que se supera en un mínimo de dos desviaciones típicas el CI promedio, que es 100. Dado que se parte de un concepto de inteligencia como fenómeno unitario o general, no tiene cabida dentro de este enfoque la evaluación o detección del talento (habilidad específica en un área concreta de la inteligencia). Recapitulemos. Hasta ahora lo que tenemos es: •

Los tests de CI evalúan un conjunto limitado de procesos intelectuales relacionados con las habilidades de aprendizaje escolar, en consecuencia, el CI no es sinónimo de inteligencia.



Los tests de CI conciben la inteligencia como una variable unitaria y global. No tienen en cuenta la identificación y evaluación del talento.



La definición de superdotación se ajusta a criterios de carácter estrictamente empíricos y cuantitativos. La inteligencia de un sujeto se corresponde con una posición determinada dentro de un continuo según tenga más o menos inteligencia.



Al considerar la superdotación fruto de superar un punto de corte determinado en un test de inteligencia general, se puede llegar al absurdo de considerar superdotada a una persona con un CI de 131 y no-superdotada a otra con un CI de 129.



Dos personas que han obtenido en la misma prueba el mismo valor de CI pueden tener perfiles de capacidades distintas, sin que ello pueda ser apreciado a partir de una puntuación global en CI.



Dos personas con el mismo CI obtenido en diferentes tests de inteligencia general pueden tener capacidades totalmente distintas, ya que debido a la estructura y composición de los ítems, cada una de estas pruebas requerirá para su resolución distintas habilidades Por ejemplo, en los test de factor G como el Raven, Cattell, D-48, D70, TIG,... el peso de la evaluación reside en el razonamiento lógico y la rapidez perceptivo-asociativa, en cambio en los tests de las escalas Wechsler (WISC, WAIS) se evalúan aspectos referentes al

procesamiento funciones. •

lógico,

verbal,

mnemónico

y

transferencia

de

Respecto a la evaluación de la inteligencia infantil, determinar bajo esta visión monolítica que un alumno es superdotado (que viene a ser lo mismo que decir que es muy inteligente para su edad) supone una aportación realmente poco informativa y útil de cara a diseñar las medidas y estrategias educativas más adecuadas.

Bienvenidos al siglo XXI: A día de hoy contamos con formas de medir y representar la inteligencia mucho más congruentes con el actual paradigma cognitivo, que se centra en la identificación de las funciones del procesamiento de la información elemental que interviene entre los mecanismos del cerebro y el uso del conocimiento del mundo. De acuerdo con este marco teórico, la inteligencia supone la interacción de distintos sistemas, no implica un concepto único sino que puede abarcar un amplio abanico de habilidades, y es algo dinámico que puede cambiar cuando cambian las condiciones del entorno (Davidson y Downing, 2000). En lo que a la identificación de la excepcionalidad intelectual se refiere, se emplean sistemas metodológicos multifactoriales para desglosar la capacidad intelectual en múltiples aptitudes, obteniendo así un perfil cognitivo del individuo que nos permitirá determinar, desde una perspectiva tanto cuantitativa como cualitativa, la existencia de los diferentes fenómenos que conforman las Altas Capacidades Intelectuales, que son: SUPERDOTACIÓN: configuración intelectual que implica una elevada capacidad en todos los ámbitos de procesamiento y que permite la combinación de recursos diferentes. La superdotación supone, por tanto, la disposición de una estructura cognitiva y unas capacidades de procesamiento de la información que se ajustan a cualquier contenido. TALENTO: indica una aptitud elevada en alguno o algunos de los recursos cognitivos, lo que le hacen especialmente apto para una determinada temática. (Se distinguen varios tipos de talento: simple, complejo, conglomerado, etc.) PRECOCIDAD: el niño o niña muestra cualidades de superdotación o talento a edades tempranas, pudiendo más adelante —una vez finalizado el desarrollo cognitivo (a los 12-14 años) —, mantener o no la excepcionalidad intelectual. Esta diferenciación entre distintos tipos de alta capacidad va a suponer la posibilidad de aplicar una respuesta educativa más ajustada a las necesidades específicas de estos alumnos, ya que existen características diferenciales entre superdotados y talentosos en cuanto al funcionamiento cognitivo y socio-emocional, que repercuten en el ámbito escolar.

En resumen; Hemos visto que los tests de CI proporcionan medidas útiles pero incompletas, ya que no sirven para medir todos los aspectos de la inteligencia. En consecuencia, y por definición, no son instrumentos adecuados para el proceso de identificación de la superdotación tal como se conceptualiza en la actualidad (y mucho menos del talento, ya que ni siquiera lo contempla). Asimismo hemos visto que: a) el enfoque cognitivo aporta una concepción mucho más realista, compleja y dinámica de la inteligencia, b) es más útil e importante conocer los puntos fuertes y débiles en inteligencia (el PERFIL COGNITIVO), que simplemente indicar si se es más o menos inteligente, y c) que a partir del paradigma cognitivo es posible concretar y diferenciar los distintos fenómenos que conforman las altas capacidades intelectuales, tanto la superdotación, como los diversos tipos de talentos. Entonces... ¿POR QUÉ TANTOS PROFESIONALES SIGUEN EMPLEANDO

TESTS MENTALES CLÁSICOS COMO MEDIDA ÚNICA PARA LA IDENTIFICACIÓN DE LA ALTA HABILIDAD? EL EFECTO QWERTY hace referencia a la posición de las primeras letras de los teclados (empezando arriba a la izquierda). La disposición de las letras que podemos ver en cualquier teclado obedece a lo siguiente: cuando se inventaron las primeras máquinas de escribir las teclas con las letras de mayor uso lingüístico se colocaban en la zona media, bajo el mando de los dedos más fuertes, sin embargo, pronto se vio que esta configuración no era eficaz, ya que al escribir a mucha velocidad, las palancas que formaban parte del mecanismo interno de esas máquinas, colisionaban a menudo entre sí quedado enzarzadas unas con otras, por lo que se perdía un valioso tiempo en desengancharlas. Se optó entonces por cambiar la posición de las teclas, quedando las principales bajo el mando de los dedos más débiles (meñique y corazón), y las teclas con las letras menos usadas, al alcance de los dedos más fuertes, de forma que se incrementaba el lapso de tiempo de pulsaciones entre una tecla y otra evitando que las palancas se entrecruzasen. Actualmente, en los teclados de nuestros ordenadores y BlackBerrys, o en las pantallas táctiles de nuestras tablets, smartphones, etc., no hay palancas ni ningún mecanismo que entorpezca el uso del teclado, sin embargo, su configuración sigue siendo la misma que la de aquellas antiguas máquinas de escribir. ¿Por qué seguimos entonces manteniendo ese sistema tan poco intuitivo y eficiente?.... Por la costumbre, por la reticencia al cambio, porque si funciona... ¿para qué cambiarlo? Ese es el efecto QWERTY y creo que explica en buena medida el frecuente empleo de los tests de CI a pesar de todos los inconvenientes y limitaciones que presentan y de su patente obsolescencia teórica.

Los tests de CI se llevan usando desde hace más de un siglo, y son tremendamente sencillos de interpretar. (Si la puntuación obtenida supera el valor de 130, se concluye que la persona es superdotada, si no lo supera, no lo es.) Sin embargo, en palabras del Dr. Antoni Castelló, “si la operatividad aplicada ha de sacrificar validez teórica, se está realizando un muy mal negocio pues, en aras de facilitar la toma de decisiones o el diagnóstico, se generan errores y, especialmente, omisiones importantes en la identificación.” Muchos profesionales pretenden cambiar esta tendencia a la inamovilidad conceptual y metodológica, y se esfuerzan para que el criterio diagnóstico de la superdotación no se limite a la obtención de un valor numérico determinado, sino que este criterio sea ampliado y flexibilizado en congruencia con una concepción multidimensional y dinámica de las altas capacidades. La estimación del CI debe pasar a ser solo uno de los muchos factores a tener en cuenta para la determinación de la alta capacidad. Así, ya no será un requisito necesario e imprescindible obtener un CI>130, dado que, desde este enfoque, el diagnóstico de la excepcionalidad intelectual se establece teniendo en cuenta criterios más cualitativos que cuantitativos, en base a la configuración cognitiva, emocional y motivacional del alumno. Las repercusiones prácticas entre emplear uno u otro método de evaluación psicodiagnóstica, son de enorme relevancia, especialmente en el ámbito académico: tomar como única referencia la valoración del CI, implica que el porcentaje de personas con perfil de alta capacidad oscilará entre el 2 y el 3% de la población, sin embargo, desde una perspectiva más acorde a los nuevos modelos de inteligencia, este porcentaje puede llegar a constituir alrededor del 10% de la población, incrementando sustancialmente el número de alumnos que pueden beneficiarse de las medidas de atención educativa a personas con altas capacidades. «Creo, que hemos ido tan lejos como hemos podido con los procedimientos psicométricos, designados para una evaluación cuantitativa y precisa del lugar de un individuo en un grupo normativo. Si este tipo de evaluación es lo que deseábamos, en estos momentos disponemos de los instrumentos para conseguirlo. Pero, para comprender la inteligencia como un proceso mental, así como las formas en que los individuos difieren en sus dotaciones personales, debemos lanzarnos hacia direcciones nuevas, sintiéndonos libres de algunas de las trabas psicométricas que hemos forjado. Confío en que, ya, hemos comenzado a llevarlo a cabo.» (Tyler, 1976). Yo también confío en ello.

Miguel A. Funes www.psicologosuperdotados.com

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