El conflicto religioso en el México de los años veinte y treinta del siglo XX en la opinión pública polaca

Estudios Latinoamericanos 6 p. II (1980), pp. 117-126 El conflicto religioso en el México de los años veinte y treinta del siglo XX en la opinión púb

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Estudios Latinoamericanos 6 p. II (1980), pp. 117-126

El conflicto religioso en el México de los años veinte y treinta del siglo XX en la opinión pública polaca. Tadeusz Łepkowski*

El interés por México en Polonia en el siglo XIX estuvo relacionado – como ya lo he explicado en mi informe general – con la participación de soldados polacos en la guerra de intervención de 1862-18671. En las últimas décadas del siglo pasado se sabe muy poco de México, sólo en algún rincón de la memoria y la conciencia del polaco culto subsisten fragmentos de una imagen más bien negativa de un país exótico, donde imperan la violencia y el caos, donde hay «más curas que soldados en Berlín» (Niklewicz): la imagen de un Estado cuyo nivel de cultura política es sumamente bajo. Por cierto, se sabe algo del anticlericalismo de los liberales que luchan contra el poder de la Iglesia, pero no parece que se dedique mayor atención a este conflicto, tratado como parte inseparable del folklore político de una tierra donde el espíritu salvaje y el fanatismo están en pugna con la civilización, donde el revólver constituye la ultima ratio. Es verdad que se percibe, y en cierta medida también aprecia, el legado y el valor de las culturas prehispánicas, pero se tiene una idea muy vaga de la situación y la vida de los indios mexicanos a fines del siglo XIX y principios del XX. En los círculos de la intelectualidad democrática polaca Juárez es por lo general apreciado positivamente como patriota, mucho menos como reformador. A veces se le acusa de ser hereje y anticristo. Dunikowski, uno de los sabios que conocían México, trata a Juárez *

Traducido por Stanisław Zembrzuski T. Łepkowski: Z dziejów kontaktów polsko-meksykańskich w XIX i XX w. «Etnografia Polska». T.XIV 2. Wrocław 1970, pp. 79-86. 1

con cierta animadversión, reprochándole un nacionalismo excesivo, acompañado de una actitud hostil hacia el progreso y la cultura europea. En cambio, la prensa presenta positivamente sin reservas a Porfirio Díaz, cuyo gobierno trajo orden, seguridad y paz religiosa, mientras que México – sin perder naturalmente sus numerosos defectos e insuficiencias – se enriquecía y modernizaba. Según Dunikowski, los mexicanos, propensos a armar broncas, son «tenidos a la raya», volviéndose por fin sumisos, y el país dormita sosegadamente. El famoso pianista y compositor Ignacy Paderewski, quien dio conciertos en México en 1900, fue recibido por Díaz. Al virtuoso le encantó el dictador, «un hombre realmente digno de atención». Dice de Díaz que «tenia mano de hierro, indispensable en las condiciones de allá, supo frenar el bandidaje e imponer la paz y el orden»2. II. Los periódicos editados en Polonia publicaban no pocas informaciones sobre los acontecimientos de la primera fase de la Revolución Mexicana (caída de Díaz, decena trágica). Dichas informaciones eran por lo general casuales y no daban una visión comprensible de conjunto. El lector de la prensa veía la revolución como un absurdo paroxismo de matanzas, cruentas luchas y golpes. Era un cuadro caótico de una gran confusión donde diferentes políticos y generales ávidos de poder ajustaban sus cuentas a mano armada, en evidente contraste con los tiempos de la paz porfiriana, debiéndose señalar que en dicho cuadro faltaba cualquier tipo de alusión a la cuestión religiosa. Sólo Witold Szyszłło, sabio y viajero, conocedor de México y además admirador de Díaz, observó ya en 1911 que no obstante los logros del porfiriato «la cuestión agraria queda abierta» y el sistema feudal mantiene a indios y mestizos en un estado de semi-esclavitud. La llama de la revolución de Madero la ayudaron a encender los Estados Unidos. Szyszłło concluye así: «la confusión que ha surgido acarreará momentos graves para México y hará depender la política de este país de los Estados Unidos«3. 2 3

I. J. Paderewski: Pamiętniki, Warszawa 1961, pp. 409-410. «Tygodnik Ilustrowany», 1911, N° 23, p. 450.

Durante la primera guerra mundial los problemas mexicanos pasan a un segundo plano. Sólo en los años 1917-1918 reaparece el interés por ese país. La opinión polaca sobre los sucesos en México se forma bajo la influencia de las interpretaciones norteamericanas hostiles a la política de Venustiano Carranza. En esa época, la popularidad de los Estados Unidos wilsonianos en Polonia hace que reine una actitud más bien desfavorable hacia los «disturbios», la «agitación» y, en general, hacia todo aquel México antiyanqui. No obstante, es significativo que durante varios años no se escriba nada de la Constitución mexicana de 1917 y, por tanto, de sus artículos antieclesiásticos. En el período 1919-1921, y también más tarde, en relación con el conflicto polaco-soviético – primero, conflicto armado, y luego, ideológico – una gran parte de la opinión pública asocia, y a veces hasta identifica la Revolución Socialista de Rusia (el llamado «peligro bolchevique») con la Revolución Mexicana (en la década del treinta, para toda la derecha polaca esto se transformará en un triángulo casi diabólico: URSS-México-la España Roja). Hay que tener en cuenta que – particularmente en los años 1918-1925 – el antisovietismo dominó no sólo en los círculos clericales y en la derecha en general, sino que produjo también evidentes resonancias en la prensa y otras publicaciones de los partidos de izquierda. En cuanto a México, a veces – como en la serie de artículos que aparecieron en el diario derechista «Gazeta Warszawska» en 1921 – se dan apreciaciones favorables, presentándolo como un país que se estabiliza tras la agitación de la guerra civil, que desarrolla su economía y expande la enseñanza. Pero, por lo general, las opiniones son negativas. Esto no debe extrañamos. Los centros dominantes de información y propaganda burguesa se caracterizaban por su actitud abiertamente antirrevolucionaria (el dogma principal: todas las revoluciones significan desastre). Antes del año 1925 los comienzos del conflicto religioso ni siquiera se mencionan, pero los acontecimientos revolucionarios en México (el propio término de «Revolución Mexicana» brilla todavía por su ausencia) se aprecian desde un solo punto de vista y negativamente en aquella Polonia católica y antirrevolucionaria, llena de complejos anticomunistas.

Los círculos comunistas, poco numerosos a principios de la década del veinte, no demuestran interés por los problemas mexicanos; también la prensa socialista les dedica poco espacio. III. La República Polaca mantenía entre las dos guerras mundiales tres legaciones permanentes en América Latina. Una de ellas fue, desde 1930, la legación en México (donde a partir de julio de 1928 funcionaba un consulado general polaco). El hecho de que esa misión se hubiese instalado tan tarde tenía que ver tanto con las malas relaciones entre México y EE.UU. – país que importaba mucho al gobierno polaco – como, y muy especialmente, con la agravación del litigio entre el gobierno y la Iglesia mexicanos. A mediados de 1926, el jefe de la Legación polaca en Washington le escribía al ministro de relaciones exteriores: «en especial, puede merecer nuestra atención el conflicto entre el gobierno mexicano y la Iglesia Católica; sugeriría que el Señor Ministro quede a la espera del desarrollo ulterior de ese conflicto, pudiéndose incluso jugar esta carta en el Vaticano»4. Y en fin de cuentas, el gobierno polaco, en consideración a la opinión pública católica, siguió esperando hasta que el conflicto fue superado. La documentación de archivo, de que disponemos es, por desgracia, incompleta, debido a las destrucciones de la época de la segunda guerra mundial. Pero basándonos en los informes consulares y diplomáticos polacos que se han conservado, es posible plantear la siguiente tesis: no obstante cierta simpatía hacia los católicos mexicanos, los diplomáticos polacos formulaban apreciaciones basadas en los hechos, tranquilas y apenas negativas de la actuación y la política del gobierno mexicano en materia de religión. Además, en general, escribían muy poco sobre este particular. En la época de Cárdenas, los diplomáticos polacos sostenían que la única fuerza real de oposición no eran los católicos, sino el ala derecha del PNR. El encargado de negocios Tadeusz Jarocki evidentemente menosprecia las acciones de los cristeros en los años 1935-1936, afirmando que esas «bandas», que se consideran «defensores de la fe», se dedican

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Archivo de Actas Nuevas (AAN), MSZ, Ambasada RP w Waszyngtonie. N° 222.

sobre todo al pillaje, y que no cabe esperar sublevación católica alguna5. El jefe de la Legación de la República Polaca, Mieczysław Marchlewski opina en los años 1936-1937 que las relaciones entre la Iglesia y el gobierno se normalizan gradualmente («avenencia tácita»). Ambas partes del conflicto evitan los roces, y el gobierno, al buscar un fuerte apoyo en el campo hace concesiones, dándose cuenta de que la campaña antieclesiástica no ha aportado resultados concretos, puesto que «la enorme mayoría de la sociedad mexicana es profundamente religiosa», caraterizándose los indios por un fanatismo religioso particular. Un nuevo tema litigioso es la cuestión de la educación socialista. Por cierto, la Iglesia teme la influencia de la masonería gobernante y la doctrina materialista sobre las mentes de la joven generación, pero evita las confrontaciones. Marchlewski destaca con satisfacción que él mismo fue más de una vez testigo de «como el sacerdote en su sermón, abiertamente y sin ambages atacaba los problemas del comunismo, defendiendo dogmas y tesis de la Iglesia católica»6. El gobierno polaco apreciaba críticamente la política izquierdista de México, mas nunca colocó el problema religioso en el primer plano. Además, debe tenerse en cuenta que el bloque de los seguidores del mariscal Piłsudski (llamado sanacja), que gobernó en Polonia desde 1926 hasta 1939, si bien, persuadido de la importancia del catolicismo, respetaba a la Iglesia, no era clerical. Por fin, vale la pena agregar que Polonia quería suministrar armas a ambas partes en conflicto. En 1930 propuso al presidente de México la venta de armas para el ejército mexicano, y en 1936 – por iniciativa de Mussolini y de la Embajada polaca en Roma – a los católicos mexicanos que preparaban un levantamiento. Ninguna de las transacciones se llevó a cabo; por lo demás, iban a tener un carácter puramente comercial. La prensa ejercía una notable influencia en la opinión pública polaca, aunque la difusión de los diarios y revistas, especialmente en la parte oriental del país, no era muy amplia. Como se sabe, el conflicto 5 6

AAN. MSZ, N° 3362. Ibidem.

religioso en México, sobre todo en los años 1926-1929, se había vuelto en sus aspectos ideológico y político un problema internacional. También las publicaciones periódicas polacas demostraban no poco interés por esta cuestión. Se nota un gran número de informaciones de procedencia extranjera y polaca, relativas al conflicto religioso, tanto en la prensa diaria como en diferentes revistas en los años 1926-1929. El número de noticias y comentarios originales polacos decrece visiblemente después de haberse terminado el conflicto armado, o sea en la década del treinta. En la prensa católica en general, y la clerical en particular, así como en los diarios y revistas de los partidos de derecha y centro-derecha («Gazeta Warszawska», «Kurier Poznański», «Mały Dziennik 5 groszy», «Przewodnik Katolicki», «Ruch Katolicki», «Rycerz Niepokalanej», etc.) se difundía una información e interpretación del conflicto verbalmente violenta, altamente tendenciosa, agresiva y propagandística. Se presentaba al México de los años veinte como una sociedad profundamente dividida en dos partes desiguales. Según los clericales polacos, la gran mayoría católica, pacífica e inocente era ferozmente perseguida por un gobierno terrorista, masónico y criptobolchevique. La prensa clerical, y particularmente el fanático y combativo semanario «Rycerz Niepokalanej» de corte popular, publicado en grandes tiradas (hasta un millón de ejemplares) y en parte distribuido gratuitamente, presentaba la génesis y el desarrollo del conflicto en base a informaciones del Vaticano y tesis de la Liga Nacional de Defensa Religiosa, extremadas para uso propio (defensa de una Polonia católica frente al peligro mexicano-ruso de carácter masónico-ateísta-bolchevique). Se atacaba la Constitución de 1917, considerada por el clericalismo polaco como ilegal e impuesta por la violencia, en cuanto «uno de los documentos más hostiles a la religión que jamás hayan sido ideados por el odio hacia la Iglesia»7, se publicaba numerosas informaciones, artículos, narraciones llenas de colorido y relatos sobre las torturas y crueldades de que eran objeto los católicos por parte de las tropas gubernamentales, sobre el heroísmo de los combatientes por la fe, fieles a Cristo Rey, pasando 7

«Rycerz Niepokalanej», 1928, N° 6, pp. 163-173.

en cambio totalmente por alto las «hazañas» de los cristeros (el ataque al tren en las afueras de Guadalajara y la matanza de abril de 1927 se atribuían a bandoleros no identificados). Bastante elocuentes son los propios títulos de las correspondencias y artículos: Imágenes de México ensangrentado, Dementes medidas de los perseguidores mexicanos, Los criminales mexicanos, Igual que en tiempos de Nerón. La prensa de derecha ataca violentamente y calumnia al gobierno «comunista» de Calles, y especialmente al propio perseguidor principal de la Iglesia (dato interesante: prácticamente no hay ataques personales contra Cárdenas). Al gabinete mexicano se lo presenta como una banda de malhechores, sujetos de dudosa conducta y salvajes. Así, por ejemplo, el general Joaquín Amaro es «mestizo de pura sangre y hasta hoy ostenta en la oreja izquierda una perforación de la cual tiempo antes pendía un aro»8. El tirano Calles es un hombre de cara bestial, lascivo, borracho, torturador de niños, alcahuete, prestamista, ladrón, fundador del partido bolchevique en México, masón y enemigo personal de Dios, verdugo, «espíritu maldito», sanguinario criminal y judío (las motivaciones y «argumentos» antisemitas y antimasónicos aparecían con mucha frecuencia en la campaña antimexicana). La lucha sin cuartel entre el Estado y la Iglesia y las atrocidades cometidas hallaban en la prensa de derecha una fácil explicación en lo inculto y salvaje de los mexicanos, y particularmente de los indios. Sólo la Iglesia difundía la civilización en México – afirma «Kurier Poznański». «¿Cómo podrá entonces vivir sin religión ese pueblo semi-salvaje?». Además, «a nadie le extrañará si después de esta revolución de la razón y la persecución de todo lo sagrado, sobreviene la revuelta bolchevique, en la cual los indios empezarán a escalpar a los masones y asados vivos junto al poste ,del martirio»9. A diferencia de la prensa de derecha, los diarios progubernamentales («Gazeta Polska», «Polska Zbrojna»), aunque moderadamente procatólicos, presentaban el curso del conflicto religioso más bien objetivamente y sin acentos emocionales.

8 9

Ibidem, p. 174. «Kurier Poznański». 31 VII 1926.

La prensa del Partido Socialista Polaco trataba el conflicto religioso en términos de «lucha de carácter social, clasista y nacional» (procesos progresistas de laicización, separación de la Iglesia y el Estado). De las crueldades habidas por ambas partes de los tiempos de la cristiada no se hablaba. La resistencia de los católicos se interpretaba como fruto de la «agitación del clero». La Iglesia en México – explica «Robotnik» – es una institución foránea para la población indígena, y al mismo tiempo un gran latifundista aliado al capital extranjero, que saca provecho de los instintos más bajos de los indios, de los pobres y explotados. Calles, después del triunfo de la revolución popular, lucha al frente de masas organizadas de obreros y campesinos por la integración nacional, por laicizar y despojar al clero de sus riquezas y privilegios. «Este carácter de la lucha orienta todas las simpatías de los trabajadores hacia el bravo presidente Calles y sus colaboradores»10. Similarmente, en el espíritu de una interpretación clasista, caracteriza la situación en México la prensa del movimiento campesino («Wyzwolenie»). Al referirse al bando gubernamental y a los cristeros y escobaristas, el diario concluye: «Lo único que está claro es que Calles es un reformador democrático de tipo fuerte, mientras que esos “insurrectos” son defensores de sus propios latifundios y privilegios»11. Por Calles se pronunciaba la prensa de Partido Socialista Polaco – Izquierda y las revistas librepensadoras de poco tirada, sin mayor influencia en la sociedad, si excluimos un puñado de intelectuales. Los órganos de los ateístas subrayaban «lo inculto» de México y las reformas a medias del «gobierno pequeñoburgués» de Calles, pero denunciaban al mismo tiempo las calumnias de la campaña polaca e internacional, organizada por la «internacional negra» de los clericales12. En los contados libros dedicados a México, la problemática religiosa era raramente abordada. Una excepción es el libro del destacado periodista y escritor Melchior Wańkowicz, titulada W kościołach Meksyku [En las iglesias de México, ed. en 1927], fruto de un viaje a 10 11 12

«Robotnik». 18 VIII 1926. «Wyzwolenie», 31 111 1929. «Myśl Wolna», 1926, N° 7-8, p. 1-8.

ese país. Wańkowicz simpatiza con los católicos y habla críticamente de la política del gobierno en materia de religión. A México lo trata con cierto menosprecio, con la superioridad del europeo que se siente más civilizado, si bien augura al país un porvenir mejor. México – dice – «es políticamente joven, pero promete mucho. Esperemos a que su sangre joven deje de hervir»13. A la opinión pública la formaban, evidentemente, no sólo libros y periódicos. Formas extra-publicitarias de comunicación para moldear la opinión de las masas acerca del conflicto religioso en México fueron utilizadas por las organizaciones católicas y la jerarquía de la Iglesia católica. En diferentes reuniones, conferencias y congresos católicos se planteaba y discutía el problema de la persecución de los católicos mexicanos, aprobándose las correspondientes resoluciones. Se trata, por ejemplo, del Congreso de Católicos (Varsovia, agosto de 1927), conferencia del episcopado polaco (Varsovia, junio de 1927), congreso mariano (Gostyń, junio de 1928), congreso eucarístico diocesano (Łódź, julio de 1928), reunión de militantes legos de la Liga Católica de la diócesis de Częstochowa (junio de 1928). El clero organizó oraciones colectivas por los católicos mexicanos, y los sacerdotes condenaban desde los púlpitos a los ateos mexicanos. En el X Congreso Católico en Poznań (octubre de 1929) habló el primado de Polonia, August Hlond. Señaló que en el mundo crece el movimiento contra la Iglesia y se extiende el materialismo. El centro de las fuerzas anticatólicas está situado fuera de Polonia. «Allí todo es posible, allí se está preparando la anarquía internacional y la revolución mundial. Una nación católica que se deje depravar conocerá un día, de una u otra forma, las crueldades masónicas de México y las monstruosidades bolcheviques. No excluyo de esto a ningún país, no excluyo a Polonia»14. Es hora de resumir sucintamente lo dicho. La imagen del conflicto religioso en México a los ojos de la opinión pública polaca (anotemos que un buen número de polacos estuvo enterado del conflicto) se presenta de un modo distinto en la década del veinte y en la del treinta. En todas las clases, capas y medios sociales (quizás 13 14

M. Wańkowicz: W kościołach Meksyku, Warszawa 1927, p. 180. «Rycerz Niepokalanej», 1929, N° 11, p. 325.

con excepción de grupos poco numerosos de intelectuales, obreros socialistas y algunos militantes del movimiento agrarista) prevaleció en la década del veinte la imagen del conflicto religioso mexicano formada e impuesta por la «información interpretada» y el adoctrinamiento clerical, antisemita y antimasónico de extrema derecha y centro-derecha. Se formó el estereotipo de un México semi-salvaje, sangriento, gobernado por un régimen tiránico y ateo, apoyado por grupos de anticatólicos fanáticos, pero sin arraigo en él pueblo. En la década del treinta, particularmente en los años 193438, se observa en Polonia un viraje de la opinión pública hacia la izquierda. Crecen los partidos de la izquierda comunista, socialista y agrarista. La juventud campesina vinculada a la organización «Wici» se radicaliza, volviéndose anticlerical y antifascista. Se produce también una creciente polarización de la opinión pública en lo tocante a las relaciones entre el gobierno y la Iglesia en México. La derecha clerical mantiene su actitud anterior, pero con un tono más moderado. Fortalece en cambio sus posiciones la opinión de la izquierda, muy favorable a Cárdenas. La imagen del conflicto religioso aparece con creciente frecuencia como una lucha entre las fuerzas progresistas y revolucionarias contra la reacción clerical y el fascismo. IV. En la República Popular de Polonia, que mantiene buenas relaciones con México, se ha producido una desaparición gradual del estereotipo antiguo, más bien negativo, de ese país. A mi juicio, la revolución socialista en Polonia, país católico, la separación del Estado y la Iglesia llevada a cabo no sin roces y litigios, influyó en la opinión de los periodistas e historiadores del campo marxista sobre el conflicto religioso en México de los años veinte y treinta. Hasta principios de la década del setenta fue una opinión algo simplista y sectaria, netamente favorable a Calles y combativamente anticlerical. No se advertían ni las trágicas complicaciones de la disputa, ni la complejidad del problema, ni tampoco los abusos y errores de la política religiosa de la Revolución Mexicana, y especialmente de Calles. Se menospreciaba al movimiento de los cristeros, restándole importancia hasta convertido en un episodio ridículo y efímero en la

historia de México. Sólo en los últimos años, sin que cambie la tendencia general de las valoraciones, la característica del conflicto se vuelve más multifacética y ponderada, seguramente no sin influencia del cambio que se está perfilando en las relaciones entre el Estado y la Iglesia en Polonia.

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