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JOSÉ COMBLIN
EL CRISTIANISMO EN EL UMBRAL DEL TERCER MILENIO En el umbral del tercer milenio el cristianismo todavía es fundamentalmente un fenómeno europeo y americano. Entra al milenio como realidad americana debido a que la población cristiana de ese continente supera ampliamente a la población europea.También conquistó buena parte de África: más de la mitad de la población africana situada en el centro y en el sur de dicho continente, a pesar de la fuerte expansión musulmana del norte hacia el sur. En Asia el cristianismo todavía constituye una minoría numéricamente insignificante, a pesar de las Filipinas, únicas islas cristianas en un mundo tan vasto que reúne más de la mitad de la población mundial. Además, la población de América crece cada vez menos mientras que la de Africa crece vertiginosamente así como la de Asia, a pesar de las medidas draconianas restrictivas de la natalidad en China. Por consiguiente, el cristianismo que entra en el tercer milenio es esencialmente americano, pero en el transcurso del milenio pueden ocurrir sorpresas sea por parte de África o de Asia. No hay ninguna señal de que el cristianismo pueda penetrar en el mundo musulmán y pocas de que pueda influir profundamente en el hinduismo o en el budismo. La mayor esperanza estaría puesta en China y en Vietnam, así como en Corea. Un segundo carácter importante del cristianismo en el umbral del siglo XXI es que se trata de una forma de cristianismo separada de hecho de las Iglesias. Sólo de un 10 a un 20 por ciento de los cristianos tienen lazos institucionales con las Iglesias. La Católica con instituciones creadas en la edad media es incapaz de reaccionar en nuestra sociedad. La influencia de la Iglesia Católica no llega a más del 20 por ciento de sus fieles, y muchos de éstos no aceptan las orientaciones del clero en materia moral, social o sexual. El cristianismo en el umbral del Tercer milenio, Alternativas 6 (1999) 167-188 EL CRISTIANISMO FUERA DE LAS IGLESIAS TRADICIONALES El cristianismo en la modernidad Desde el siglo XVI las aspiraciones modernas ya se manifestaron y conquistaron espacios con dificultad. Se dio la revolu-
ción puritana de 1640 en Inglaterra, después la «revolución gloriosa» de 1688; la revolución francesa (exportada a toda Europa continental por Napoleón). Las revoluciones liberales del XIX en Europa, las guerras de in345
dependencia (desde 1776) en América, fueron etapas de la conquista de la antigua cristiandad por la fórmula liberal. En el siglo XX el liberalismo acaba triunfando. Algunos incluso anunciaron que ya no habría más cambios. Desde 1989 los Estados Unidos pueden imponer su modelo «democrático» al mundo entero, al menos verbalmente. Los grandes temas de la modernidad son frutos del cristianismo, la contribución cristiana a la figura de la humanidad en el umbral del tercer milenio. 1. El primer tema es el de la libertad. Grecia la inventó restringiéndola a los ciudadanos, a los que no trabajan y eran dueños de la tierra. De la extensión de la libertad a todos y la concepción de un mundo compuesto de hombres y mujeres libres, de toda raza y cultura, nació el cristianismo. Ninguna religión mundial, imperio o civilización proclama tal aspiración. Entendemos por libertad tanto la civil como la política o económica. La libertad civil corresponde a los «derechos humanos»: derecho de movilidad, de trabajo, pensamiento, expresión, asociación, etc. La política es la participación en el gobierno de la sociedad dentro de un Estado de derecho, libre de las arbitrariedades de los poderosos. La económica es la de tomar iniciativas económicas y de ser propietario del lucro resultante de la actividad económica. Esas libertades fueron conquistadas contra la resistencia del clero y de las Iglesias institu346
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cionales. El clero no reconoció en ellas una herencia cristiana, al menos hasta el Vaticano II.Pero eran cristianas y desde siempre hubo algunos cristianos conscientes que se dieron cuenta de ello. 2.- El segundo tema es la desacralización o secularización del mundo. En las civilizaciones antiguas y en lo que queda de ellas en África, Asia o en el mundo indígena y afro de América, el ser humano vive dominado por el miedo de una naturaleza que no comprende (expresada en los fenómenos meteorológicos, el miedo de los animales) y que le hace recurrir a medios mágicos o religiosos. Ven el mundo poblado de entes sobrenaturales animados de intenciones y de deseos semejantes a los de los seres humanos. Intentan dominar el mundo sensible por medio de los seres invisibles. De ahí la proliferación de ritos y creencias. La secularización se hace en gran parte también contra la oposición del clero y de las Iglesias establecidas. Todo comenzó con la resistencia, en nombre de la Biblia y de la tradición, a los descubrimientos científicos y a las nuevas técnicas. Pero la secularización es cristiana. El cristianismo libera al ser humano de todo temor a entidades sobrenaturales. El cristiano se siente a gusto en el mundo porque es hijo de Dios y por tanto heredero: el mundo es la herencia recibida del Padre y, por consiguiente, bueno. 3.- El tercer tema cristiano es la felicidad. En las civilizaciones antiguas los hombres, y todavía
más las mujeres, llevaban una vida de deberes y de obligaciones. Vivían sometidos a tradiciones, normas, estructuras y tabúes. La vida individual sólo comenzó a tener valor a partir del cristianismo, que emancipó al individuo de todas las estructuras, dio origen al concepto de persona humana y le concedió la posibilidad de buscar la felicidad individual. Los Evangelios hablan un lenguaje de felicidad. El cristianismo comenzó a considerar la vida temporal y terrena con sus valores. Valora el cuerpo y sus valores al contrario de las civilizaciones antiguas. El Evangelio habla de respeto a la vida presente. Pero la Iglesia se inculturó demasiado en el mundo griego adoptando la visión del platonismo, que niega valor al cuerpo concentrando al ser humano en el alma y originando la oposición tradicional entre alma y cuerpo. Con frecuencia el platonismo fue presentado como doctrina cristiana. Después vino el estoicismo con la represión de los deseos, la negación de la sensibilidad, la búsqueda de la razón que vuelve al ser humano indiferente a los acontecimientos. Cristianismo llegó a parecer sinónimo de sacrificio, vida ascética, mortificación, represión del cuerpo, del sexo, búsqueda del alma separada del cuerpo. Sin embargo, nada de eso es cristiano. Cuando las nuevas generaciones reaccionaron, la Iglesia no reconoció su mensaje. La modernidad fue un proyecto de conquista de la felicidad aquí en la tierra.
Muchos cristianos encontraron que para el Evangelio sólo puede haber felicidad en el cielo. El cristianismo en la postmodernidad La postmodernidad puede ser vista como una radicalización de las metas de la modernidad. 1.- La modernidad apareció en forma de sistemas y de ideologías: liberalismo, nacionalismo, socialismo. Proclama la libertad de la humanidad, pero exige renunciar a las libertades concretas con miras a una libertad futura. Las ideologías modernas proclamaron la emancipación de la cristiandad, del feudalismo, de la Iglesia, pero reconstruyeron nuevas Iglesias, nuevos feudalismos y una nueva sociedad estructurada. Los postmodernos quieren la libertad del individuo. En esto responden a una proclamación evangélica y cristiana. Los sistemas modernos no cumplieron sus promesas. De ahí la protesta y la reacción. Mientras, algunos desilusionados de la modernidad se vuelven hacia las Iglesias tradicionales. Se orientan hacia movimientos más radicales de emancipación individual. 2.- Los postmodernos acusan a la modernidad de haber creado nuevos valores sagrados, nuevos ídolos: ciencia, democracia, técnica, crecimiento económico. En nombre de dichos valores, lo que se creó fue un sistema de dominación, privilegios, explotación del ser humano por el ser humano. Denuncian las mentiras de las ideologías modernas para desa-
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cralizar el mundo radicalmente. Lo cual también procede de una inspiración cristiana: el rechazo de los ídolos, del absoluto colocado en realidades temporales y materiales. 3.- En nombre de la paz y de la felicidad humana, en el siglo XX, la modernidad promovió guerras, genocidios, siempre en nombre de una ideología de felicidad. Cada cual busca su felicidad por sí mismo, sin recibirla del partido, del movimiento, de la ideología. Esto también procede de una inspiración cristiana que las Iglesias deben reconocer. Sin embargo, las Iglesias tienen fama de enseñar una sabiduría de mortificación, de tristeza, de represión de los deseos, condenando
el mundo y las aspiraciones a la felicidad. Para la mayoría, la Iglesia enseña lo contrario del cristianismo. ¿De dónde surge tal fama? Tendríamos que examinar la forma concreta como se transmite de hecho el mensaje del Evangelio y lo que se enseña, de hecho, en la realidad de cada día como verdad cristiana. ¿Saben los catequistas lo que es el cristianismo? ¿No será que transmiten y reproducen un modo de vivir que es una ideología nacida de la filosofía griega y de otras fuentes espúreas sin darse cuenta y pensando que lo que enseñan no es el cristianismo? ¿No será que los comportamientos tan burocratizados de la Iglesia alimentan esas falsas interpretaciones?
LAS MODALIDADES DEL CRISTIANISMO EN LA ACTUALIDAD El cristianismo de la mayoría El mundo occidental admite lazos con el cristianismo y todavía se declara cristiano. Pero es un cristianismo refugiado en la intimidad de la vida personal. Se acepta la existencia de Dios, pero ya hay minorías importantes que manifiestan tener dudas o no creen en él. Y más allá de esa fe en Dios, los dogmas cristianos son generalmente desconocidos, conocidos de un modo deformado o incluso rechazados, como el pecado original, el infierno, la necesidad de la gracia. En cuanto a los preceptos morales esa mayoría no toma como referencia ética lo que dice la Iglesia. Es un cristianismo diluido, sin dogmas 348
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ni mandamientos, sin observancias, puramente interior. Con frecuencia las prácticas que más permanecen son las más supersticiosas. Aunque, de hecho, el cristianismo sigue inspirando la vida diaria, la mayoría ni siquiera se da cuenta de ello. No recuerda los orígenes cristianos de los derechos humanos, de la solidaridad, de la libertad. Permanece una inquietud ante la muerte, sufrimiento, conflictos y ante la dificultad de lograr la paz. Las continuas diversiones intentan hacer olvidar los aspectos negativos de la existencia. Los hombres y las mujeres de hoy buscan de cualquier forma bienestar, felicidad, tranquilidad,
armonía, salud total. La religión que interesa es aquélla que funciona como terapia. Los fundamentalismos Algunas minorías escogen el retorno al pasado y, aunque no llegan ni al uno por ciento de los cristianos, hacen mucho ruido y atraen la atención de los medios de comunicación. Los movimientos integristas, forma católica del fundamentalismo, están en expansión. Opus Dei, Legionarios de Cristo, Sodalitium y hasta cierto punto también los movimientos más amplios, buscan un refugio contra la modernidad y la postmodernidad con una afirmación agresiva de todo el aparato institucional de la Iglesia Católica: dogmas, preceptos morales, actos religiosos tradicionales. Para ellos ser cristiano es aplicar rigurosamente todas las leyes eclesiásticas y la virtud cristiana fundamental es la obediencia. El integrismo procede de la inseguridad nacida del contacto con la modernidad. Quien es incapaz de vivir en la inseguridad rompe con el mundo y se crea un mundo paralelo en la Iglesia, soñando con una nueva cristiandad. Sin duda el presente pontificado emitió muchas señales que estimularon el integrismo. El principal criterio en la selección de obispos fue la seguridad en la subordinación incondicional a todo cuanto emane de Roma. La formación sacerdotal se concentró de nuevo en la ortodoxia de la doctrina y los llamamientos a
una nueva evangelización quedaron frustrados porque encuentran en ella un refugio contra el mundo. Casi veinte años de nueva evangelización dieron como resultado en Latinoamérica la multiplicación de Iglesias pentecostales y el alejamiento de los intelectuales. Hoy la Iglesia Católica tiende a cerrarse sobre sí misma.Mira hacia el recinto parroquial, convencida de que será el factor de evangelización. Tocar la parroquia sería tocar la estructura del clero. Pío XII dijo un día que si hubiera que escoger entre la evangelización del mundo obrero y la identidad sacerdotal, él escogería la identidad sacerdotal. Estamos en una situación semejante, pero nadie tiene el valor de decir lo que decía Pío XII. El pentecostalismo Las Iglesias pentecostales están en plena expansión en todo el mundo. En la Iglesia Católica los movimientos carismáticos progresan también. En Brasil están asumiendo cada vez más la pastoral de conjunto. Las nuevas orientaciones de la CNBB fueron inspiradas por el movimiento carismático. Sobre todo la nueva mentalidad que prevalece en el mundo clerical se inspira cada vez más en esos movimientos: insistencia en la emoción religiosa y todo cuanto la favorezca, uso de los medios, acentos triunfalistas. El viaje del Papa ya indica un marco de referencia: la Iglesia escogió el uso de los medios ricos y la alianza con los poderosos para conquistar al público, mani-
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pulando la emoción religiosa, estrategia recomendada por los dirigentes de la Renovación carismática. El pentecostalismo tiene rasgos fundamentalistas: vuelta a la tradición dogmática y moral, fortalecimiento de la comunidad y de la autoridad de la Iglesia. Muchos católicos encuentran en las Iglesias pentecostales elementos de su tradición católica así como seguridad y protección ante un mundo hostil. Sin embargo, parece que en el pentecostalismo hay algo más abarcante y profundo. La Iglesias pentecostales ofrecen y viven una religión de fe personalizada: el creyente descubre a Jesucristo y lo acepta de forma personal y vivencial. Así tiene acceso a una libertad interior en una fe personal que le da la impresión de haber traspasado una frontera. Antes vivía bajo la ley católica, ahora es movido por el Espíritu. A partir de ese límite es posible descubrir hasta qué punto la fe de la antigua cristiandad estaba ligada a una cultura, era parte de la visión el mundo y se transmitía con esa visión del mundo. Además, esa fe tradicional estaba unida a la antigua religiosidad natural: no
distinguía claramente al Dios del Evangelio del Dios de la lluvia, de los relámpagos, de las tempestades. Era un reconocimiento de la soberanía de Dios, pero no era adhesión a Jesús como aquél que llena y orienta la vida entera y lleva a renovar todo el conjunto del actuar humano. Siempre se suponía que la Iglesia llevaba a esa experiencia con todo su aparato de mediaciones: dogmas, preceptos, sacramentos, devociones. Pero en la realidad las mediaciones ocupan todo el espacio y esconden el fin. Los medios para llegar a Jesús ocultan al mismo Jesús. En ese sentido el pentecostalismo obliga a la Iglesia tradicional a constatar su fallo fundamental: es incapaz de despertar la fe, de evangelizar a pesar o a causa de todo su aparato complicado supuestamente orientado a la evangelización. Lo peor que podría suceder sería que la Iglesia tomase de los movimientos pentecostales algunas recetas para adquirir más popularidad sin cambiar la estructura de la institución. El desafío del pentecostalismo no se reduce a un problema de mercado o al uso de técnicas modernas.
LA IGLESIA CATÓLICA EN EL UMBRAL DEL TERCER MILENIO Una Iglesia prisionera de sus estructuras históricas El discurso oficial de la Iglesia Católica está lleno de buenas intenciones. Se pide perdón y se multiplican los deseos de conver350
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sión y las penitencias.Todo queda a nivel intencional. El clero quisiera cambiar pero no lo hace por ser prisionero de la estructura. Los obispos no pueden cambiar nada. El Papa multiplicó los actos penitenciales, por ejemplo en la
encíclica «Ut unum sint», que es bien representativa del actual cautiverio de la Iglesia. Quisiera cambiar, pero no puede; el pasado es más fuerte que el presente. El Papa comienza por un acto penitencial global referido al conjunto de los católicos. «La Iglesia Católica reconoce y confiesa las debilidades de sus hijos» (n. 3). Después él explicita ampliamente la alusión a la conversión de Pedro, que le sirve para introducir el tema de la conversión del Papa (n.4): «El obispo de Roma ha de ser el primero en hacer suya, con fervor, la oración de Cristo por la conversión que le es indispensable a “Pedro” para poder servir a los hermanos». No se da ninguna explicación: ¿de qué conversión se trata? Si se trata de pecados individuales, serán pecadillos sin importancia. Nadie piensa que el problema sea la falta de perfección moral de los católicos, y menos aún la falta de santidad personal del Papa.Todo ello da la impresión de ser artificial porque el problema real es estructural. El desafío actual de la Iglesia no es la santidad personal del clero. El problema está en la estructura que lo hace prisionero y permite que los propósitos de conversión queden paralizados a nivel de las buenas intenciones. Los nn. 95 y 97 desarrollan el problema del ministerio petrino, obstáculo para el ecumenismo. El Papa introduce en la encíclica una cita de la homilía en la basílica de San Pedro en presencia del patriarca ecuménico Dimitrios I (6.12.87): «El Espíritu Santo nos
dé su luz e ilumine a los pastores y a los teólogos de nuestras Iglesias, para que podamos buscar, evidentemente juntos, las formas mediante las cuales este ministerio pueda realizar un servicio de amor, reconocido por unos y otros». No hay ninguna alusión hasta ahora a esas «formas» nuevas que serían necesarias.Ahora bien, sin reforma del modo como se ejerce la autoridad del Papa no se puede pensar en una reforma de los ministerios episcopal y presbiteral. La Iglesia está prisionera de las estructuras y la estructura del ministerio del Papa impide cualquier cambio en los niveles inferiores. Signos inequívocos de esa fuerza de las estructuras: por una parte las comunidades eclesiales de base son recuperadas por la parroquia; por otra, el actuar social de los laicos es recuperado por las «pastorales sociales», o sea, por la estructura diocesana. Todavía no hay espacio abierto para los laicos. Estructuras de dominación 1. Comencemos por la más visible, la que afecta a todos los católicos: la parroquia, y sobre todo, la urbana, que es la que comprende a la inmensa mayoría. La parroquia infantiliza a los parroquianos, sobre todo a aquéllos que más colaboran en ella. El párroco en su parroquia es más infalible que el Papa en Roma. Tiene jurisdicción universal, toma las decisiones solo. La parroquia se vuelve ajena a la evolu-
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ción de la sociedad, una isla en medio de la ciudad. Aparece una subcultura totalmente bajo el control del párroco. Éste se considera directamente enviado por Dios para gobernar el rebaño. Hay excepciones, pero el esquema funciona, incluso en los mejores casos. Dicho sistema es el responsable principal de la falta de madurez humana de los feligreses, por la debilidad de la fe y de la espiritualidad de la mayoría de los laicos que se sienten tranquilos en su pasividad. De ahí la revelación y el sentimiento de libertad de quien entra en una Iglesia pentecostal o en un movimiento carismático. Los mejores párrocos intentan salvar la situación introduciendo otros elementos en su parroquia. Cuando los laicos progresan acaban dejando la parroquia porque no se sienten a gusto. La parroquia está organizada en torno a los sacramentos y no de la evangelización. La catequesis es preparación a los sacramentos. La vida cristiana es el paso de un sacramento a otro. Sin embargo, esa prioridad sacramental en la vida diaria de la Iglesia hace de los sacerdotes esencialmente administradores de sacramentos: corren de un lado a otro para darlos. La preparación a los sacramentos no es nunca el lugar adecuado para evangelizar. 2. A nivel diocesano lo que se observa es una burocratización creciente. Muchas actividades supuestamente evangelizadoras consisten esencialmente en reuniones de planificación y evaluación. Se multiplican las reuniones 352
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pero no las personas, los documentos eclesiásticos y no el tiempo para leerlos. Al final cada uno actúa por cuenta propia como si no existiesen los documentos. Se deja de lado todo cuanto sea repetición, burocratización y se acaba entrando en muchos casos en los movimientos antes citados en los que el grito sustituye a los discursos supuestamente racionales. Reaparece la espontaneidad y desaparece el privilegio de clase del clero. 3. La inercia de la Iglesia. Toda la programación pastoral viene de arriba a abajo. De lo abstracto se pretende llegar a lo concreto. El método deductivo de la escolástica falla después de 500 años de modernidad. La Iglesia continúa pensando que su método es eficaz: gasta enormes energías demostrando que tiene razón cuando no la tiene. Esta actitud produce un pueblo inerte. ¿De dónde procede esta inercia? ¿Por qué alguien que fue un católico pasivo durante 20 ó 40 años, de repente se vuelve un creyente activo? Esto no se explica por el dinero norteamericano ni por la presión moral de los pastores o por otras motivaciones presentadas por el «Instrumento de trabajo» del Sínodo de las Américas. Muchos católicos asumirían un papel activo pero se desaniman al no sentirse acogidos por la estructura. El tercer milenio comienza en un ambiente de religiosidad muy fuerte. La estructura eclesiástica no está preparada para acoger este ambiente. 4. Las tentaciones de la reli-
giosidad popular. La Iglesia Universal del Reino de Dios y la llamada «Iglesia Brasileña» utilizan sistemáticamente elementos de la religiosidad tradicional privilegiando los más supersticiosos. Los elementos más paganos en el cristianismo tradicional (seudoapariciones de Nuestra Señora, el sentimiento del milagro) son elementos llamativos (pero no evangelizadores) para muchos católicos. Incluso en una cultura tecno-científica hay bolsas de analfabetismo y religiosidad popular (magia, curaciones, expulsión de demonios, apariciones). Explotar esos aspectos provoca el desprecio de las personas normales. 5. La Iglesia dominada por la cultura. Durante 15 siglos quedó prisionera de la cultura en forma de societas christiana. Se
produce la reducción del cristianismo a una cultura. El dios de la cultura se confunde con el Dios de la Biblia. Se adora al dios de la cultura y no al Dios bíblico. El primer milenio fue dominado por la inculturación creciente en el platonismo: conflicto entre alma y cuerpo, por la separación entre vida presente y futura, diferenciación entre acción y contemplación. El segundo estuvo marcado por la identificación imperial del papado: centralización del poder en la Iglesia, centralización que lleva a la uniformización. Todos tienen su papel perfectamente regularizado. La jerarquía aparece como mediación entre Cristo y la Cristiandad desplazando al Espíritu Santo como verdadero mediador. La cultura apaga el Evangelio.
LOS DESAFÍOS EN VÍSPERAS DEL TERCER MILENIO Los desafíos de la doctrina A nivel teológico el mayor desafío es la fe en el Espíritu Santo. Hasta hoy la Iglesia Católica invoca al Espíritu Santo para colocarlo al servicio de la jerarquía y nada más. A pesar del Concilio Vaticano II, se sigue desconfiando del cambio del sistema imperial en la Iglesia en aras de un acción más dinámica y libre del Espíritu. El miedo a una activación de la teología del Espíritu Santo proviene de la necesaria revisión de la teología de los laicos, de los religiosos, de las mujeres y de los ministerios en general que esa activación conlleva.
Los desafíos de la Iglesia Católica como institución El desafío principal es el de la relación entre los laicos y la jerarquía. El dominio del clero sobre el laicado solamente puede conducir en el tercer milenio a un integrismo cada vez más rígido. Si la Iglesia sigue encerrándose en su pasado negando cualquier tipo de cambio en las comunidades, en el ejercicio del ministerio petrino y episcopal, en la integración de la mujer en los ministerios, institucionalmente se irá alejando cada vez más de la realidad presente.
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Una sociedad alternativa Actualmente se afirma la prioridad del crecimiento económico. El hombre queda subordinado al dinero. Esta sociedad ya no es cristiana, sino claramente anticristiana, pagana. La religión pasa a ser un elemento para consolar a las víctimas del sistema. Los cristianos deberán estar en la vanguardia de proyectos para
una sociedad alternativa convencidos de que se puede cambiar un sistema que parece rígido. Hay tareas para generaciones enteras. El modelo actual del capitalismo financiero dominante no será derribado quizá ni en el siglo XXII. Crear un nuevo modelo de sociedad ocupará el milenio entero... pero es necesario comenzar ya. De no ser así, el proyecto será postpuesto al cuarto milenio. Condensó: JOSEP Mª BULLICH
La fe no se explica tan fácilmente.Y no se puede destrinchar como un plato de ensalada el modo personal con que uno intenta vivir honestamente su corresponsabilidad y su colegialidad. No voy a repetir la letanía. En varios escritos, en diferentes entrevistas, me he confesado sobre el particular. Me duele esta Iglesia porque amo a esta Iglesia, porque la quisiera (y me quisiera en ella) mejor, más sencillamente evangélica, más eficazmente católica. Claro que creo en el ministerio de Pedro y estoy dispuesto a dar la vida por la fe en este ministerio, como estoy dispuesto a darla por el misterio de la Trinidad. Sigo queriendo que el Vaticano no sea un Estado, como sigo queriendo que la Santa Sede acoja con mayor confianza la misión actualísima de las Conferencias Episcopales, como sigo queriendo que los obispos y las curias, las Órdenes y Congregaciones religiosas, las Comunidades y los Movimientos, nosotros todos, en fin, y nuestras cosas seamos más servidores, menos centralizadores, más evangélicos. (...). No ama más a la Iglesia quien más se calla en ella. Tampoco la ama más aquél que en ella quiere imponer su voz personal. La catolicidad que exige el pluralismo de la inculturación, reclama también el pluralismo de las teologías y las pastorales y las vivencias. Vamos a soñar: llegará el día en que sintamos mejor y vea mejor el mundo cuán hermoso es ver a los hermanos y hermanas de la Iglesia viviendo en ungida y libre comunión.Vamos a soñar con los seglares reconocidos como definitivamente adultos en toda la vida de la Iglesia y no sólo en algunos esporádicos documentos o en algunas comunidades más o menos incomprendidas.Y vamos a soñar con la mujer igual al hombre en la Iglesia; hombre y mujer los hizo Dios, para la Iglesia también. TEÓFILO CABESTRERO, El sueño de Galilea. Confesiones eclesiales de Pedro Casaldáliga, Madrid 1992, pág. 150. 354
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