EL DESARROLLO RURAL EN LAS GEOGRAFÍAS EXTREMAS:

EL DESARROLLO RURAL EN LAS GEOGRAFÍAS EXTREMAS: PERSPECTIVAS PARA EL PERIODO 2007 - 2013 Intervención de Jaime Izquierdo ante la Comisión de Agricult

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EL DESARROLLO RURAL EN LAS GEOGRAFÍAS EXTREMAS: PERSPECTIVAS PARA EL PERIODO 2007 - 2013

Intervención de Jaime Izquierdo ante la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural del Parlamento Europeo. Audiencia sobre el futuro del desarrollo rural en la Unión Europea Bruselas, 15 de marzo de 2005

ÍNDICE

1. REFERENCIA A LOS “MEDIOS RURALES”: periurbano, clásico, intensivo en evolución, de monocultivo en reconversión y preindustrial o tradicional en extinción. 2. LAS ZONAS DE MONTAÑA Y LAS TIERRAS OLVIDADAS: periferia, excentricidad y abandono. 3. SUGERENCIAS PARA UNA ESTRATEGIA DE DESARROLLO RURAL EN GEOGRAFÍAS EXTREMAS. a) POR

QUÉ DECIMOS NATURALEZA CUANDO DEBERÍAMOS DECIR CULTURA RURAL: algunas ideas para gestionar la red Natura 2000.

b) LA ECOCONDICIONALIDAD: una buena oportunidad para orientar el desarrollo rural. c) IDENTIDAD, CULTURA, TIPICIDAD, CALIDAD E INTELIGENCIA RURAL: lo que aprendimos de la pelea de David contra Goliat. 4. CONCLUSIÓN. NO SÓLO DEL FEADER VIVIRÁ EL MUNDO RURAL: ¿Es posible diseñar una política rural posindustrial para activar una civilización europea que tiene más de diez mil años?

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1. INTRODUCCIÓN A LOS “MEDIOS RURALES”: periurbano, clásico, intensivo en evolución, de monocultivo en reconversión y preindustrial o tradicional en extinción. El proyecto del nuevo reglamento del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER), de aplicación en el periodo 2007 – 2013, nos brinda ahora la oportunidad de replantear algunos objetivos en política de desarrollo rural. No obstante, dada la gran variedad de cuestiones que sugiere el debate, y la imposibilidad de abordarlos en apenas diez minutos, centraré mi intervención en un tema concreto: el desarrollo rural en los territorios rurales más frágiles, controlados por las geografías extremas y sumidos en el abandono. De los otros “medios” rurales no haré sino una breve referencia para enmarcarlos como estereotipos en función de sus características más desatacadas y apuntar sus principales retos. El MEDIO RURAL PERIURBANO está condicionado por la presencia de la urbe, su futuro, irremediablemente ligado a la ciudad, se mueve entre el riesgo de ser devorado por está y la capacidad para plantear alternativas complementarias en busca de la calidad de vida, la producción agroalimentaria destinada a mercados de proximidad, la conservación de paisajes agrarios enmarcados en un oferta de ocio de proximidad o en parques públicos periurbanos. EL MEDIO RURAL CLÁSICO, en el que conviven los movimientos de éxodo rural con la aparición de nuevas oportunidades. Se trata de un territorio más o menos estable, vinculado a producciones locales que han alcanzado un grado importante de industrialización pero que no han perdido con ello todos los elementos de identidad rural, que manejan productos agroalimentarios y conservan todavía paisajes agrarios tradicionales, que se apuntan al turismo rural y a la conservación de las tradiciones pero que están tratando de incorporar sectores productivos no agrarios. El MEDIO RURAL INTENSIFICADO EN EVOLUCIÓN Y EN CRECIMIENTO, en el caso español el ejemplo más significativo lo encontramos en los cultivos intensivos de cítricos, frutas y hortalizas, que demandan cada vez más recursos hídricos, energéticos y, sobre todo, humanos. La velocidad con la que se produce la intensificación, animada por la ingeniería genética, las nuevas tecnologías y el auge del mercado, hacen crecer el empleo y la renta, en campos sin tierra, sobre los que planean una cohorte de problemas de inmigración y de orden social, político, demográfico, cultural, etc. El MEDIO RURAL DE MONOCULTIVO EN RECONVERSION, las llanuras cerealistas, o la producción de leche, son dos ejemplos de este tipo de medio rural en proceso de éxodo cuyas producciones en monocultivo han entrado en ocasiones en declive sin que en muchos casos se hayan encontrado soluciones alternativas para sustituir el empleo y la generación de rentas. 3

Por último, el MEDIO RURAL PREINDUSTRIAL O TRADICIONAL, que ha permanecido, más o menos, ajeno a las trasformaciones y a la modernización agraria introducido por la industrialización y al que dedicaremos nuestra intervención.

2. LAS ZONAS DE MONTAÑA excentricidad y abandono.

Y LAS TIERRAS OLVIDADAS:

periferia,

Tres circunstancias marcaron la historia de los inteligentes y equilibrados agroecosistemas tradicionales preindustriales europeos durante los siglos XIX y, especialmente, durante el XX: a) Allí donde se dieron cita condiciones ambientales favorables, capital y tecnología adecuada fueron sustituidos por distintas modalidades de agroecosistemas en los que primó la intensificación, el monocultivo y la industrialización. b) En los lugares, regiones periféricas o territorios de geografía extrema controlados por la verticalidad, la inaccesibilidad o la inclemencia climática los agroecosistemas fueron o bien arrinconados y relegados como trastos inútiles porque carecían de interés para la industrialización agraria, o c) peor aún, fueron perseguidos por nuevos gestores tecnócratas, que impusieron cambios radicales de uso del medio —expulsión de ganado para realizar plantaciones forestales con especies de crecimiento rápido— o que diseñaron estrategias para expulsar a los pastores y agricultores de sus tierras en nombre de la conservación de la naturaleza en territorios declarados parque nacional, como ocurrió en los años sesenta en el parque nacional de Covadonga. La decadencia de la biodiversidad europea caminó a lo largo del siglo XX de la mano de la extinción de los agroecosistemas preindustriales. Algo que, más o menos, habían advertido los filósofos metafísicos alemanes en el siglo XIX cuando plantearon que lo que llamamos naturaleza en Europa, continente de “paisaje domesticado” donde los haya, era en gran parte obra del campesino y de la cultura rural. Una primera conclusión cae por su propio peso: allá donde aún perduren agroecosistemas tradicionales deberíamos centrar nuestros esfuerzos en conservarlos, en estimular su desarrollo rural rehabilitando los sistemas ganaderos y agrarios de manejo de la tierra, generando así las condiciones necesarias que nos permitan conservar la biodiversidad asociada y fomentando que sus habitantes encuentren en la producción ecológica, en la elaboración de productos agroalimentarios de alta calidad, en la

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conservación del paisaje y en el turismo rural una nueva forma de vida que supere la mera supervivencia, el desprecio y el abandono del pasado.

3. SUGERENCIAS

PARA UNA ESTRATEGIA DE DESARROLLO RURAL EN GEOGRAFÍAS EXTREMAS.

Los tres objetivos, recogidos como ejes en la propuesta de Reglamento del Consejo relativo a la ayuda al desarrollo rural a través del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER) —en adelante el Reglamento—, son de lógica aplicación en los diferentes tipologías de medio rural y deben aplicarse en el contexto socioeconómico y cultural de la región y el Estado miembro. En ese sentido sigue siendo cierta la metáfora empleada por José Manuel Silva, con motivo de una intervención en el Senado español en relación con el Reglamento del FEOGA para el anterior periodo de programación 2000 – 2006: “para organizar el desarrollo rural tenemos una serie de líneas de acción posibles con una gama de medidas que se pueden adoptar y una filosofía de funcionamiento similar al de una farmacia: los medicamentos están ahí y cada médico recetará el tratamiento que considere necesario para cada paciente en cuestión”. Así pues, las medidas recogidas en los ejes prioritarios de: • • •

Competitividad del sector agrícola y forestal. Gestión de tierras. Diversificación de la economía rural y calidad de vida en las zonas rurales.

Deben ser adaptadas a través tanto de la formulación de una estrategia de la Unión Europea, en la que se insertan las estrategias nacionales y los programas operativos regionales. Sin embargo, antes de continuar me gustaría hacer algunas puntualizaciones: En primer lugar, la idea de competitividad debería formularse no sólo a nivel del “sector agrícola y forestal” sino también tratando de insertar ese sector en el sistema local de empresas, procurando su integración en el modelo territorial de la comarca o la región para aprovechar sinergias y acomodar la actividad económica en un marco territorial que favorezca la ordenación de actividades. Ese es posiblemente un reto de los Estados miembros y de las regiones pero creo conveniente que sea recogido en el reglamento para que la competitividad territorial sea considerada como un objetivo en el que insertar la competitividad agrícola y forestal. En segundo lugar, el concepto de modernización de explotaciones nos jugó en el pasado malas pasadas. En los Picos de Europa, región montañosa que conozco por nacimiento, la modernización de los sistemas de pastoreo en extensivo y en altura, con elaboración de quesos selectos (que podríamos llamar ahora ecológicos) en los 5

pastizales de montaña, utilizando razas ganaderas locales o adaptadas, principalmente cabras y ovejas (para que se hagan una idea uno de los municipios se llama Cabrales, topónimo que no deja lugar a dudas y que podríamos traducir por “tierra de cabras”) consistió en fomentar el establecimiento de queserías en el valle, con vacas frisonas de alta producción, alimentadas con piensos traídos de fuera de la región. El resultado final, desde el punto de vista ambiental, es que se han intensificado los problemas de contaminación en los pueblos y en los ríos, se han perdido pastizales, corremos riesgo de incendios por embastecimiento de pastos y la biodiversidad de la montaña ha descendido. Los cabraliegos (los habitantes de Cabrales) tienen ahora más dinero, eso es cierto, pero existe un importante contingente de consumidores que añoran los quesos de “antes” que estaban más ricos y, además, mantenían el paisaje de la montaña. El gran problema de la modernización agraria en zonas de montaña es que no fue evolutiva, sino de ruptura con la identidad y la cultura rural. En ocasiones, la modernización agraria rompió, por la vía de la intensificación industrial, con el pasado preindustrial. En ese sentido, no fue una modernización por evolución, sino rupturista, revolucionaria si se quiere. Generó una nueva economía agraria más monótona, más rentable también pero más vulnerable y que nunca fue competitiva con producciones similares en zonas más favorables para la intensificación. De ahí devienen muchos problemas ambientales de la actualidad. Para las zonas de montaña la modernización debería fijarse como objetivos simultáneos: •

Mejorar la competitividad por la vía de la calidad, antes que la cantidad, paliar la penosidad del trabajo del ganadero o del agricultor (introduciendo ecotecnologías), procurar incrementar la autoestima y apoyar a la autorrealización de los campesinos (incorporándolos, por ejemplo, en la estrategia de conservación de la naturaleza en espacios incluidos en la red Natura 2000) y, a la vez,



mantener los manejos, procedimientos y sistemas de pastoreo o de cultivo que garantizaron en el pasado la conservación de los paisajes de agrarios y ganaderos de montaña y su biodiversidad asociada.

Esa crítica a la modernización es especialmente indicada para los nuevos Estados miembros: sería deseable que “el apoyo a las explotaciones de semisubsistencia en vías de reestructuración” (apartado d) I) del artículo 19) se hiciera incorporando en el proceso modernizador el respeto a la cultura local y orientando sus objetivos hacia un horizonte de sostenibilidad, es decir, de generación de renta agraria y de mantenimiento de la topobiodiversidad. Un tercer elemento de preocupación, surge con las aportaciones de renta directa en el medio rural vinculado al sector agrario. Tres cuestiones me gustaría comentar a modo de reflexión, no tanto como crítica, porque creo que son fundamentales esas aportaciones, sino como propuesta de mejora para conseguir que la renta que entra en el

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medio rural no se escape hacia los entornos urbanos y sirva de verdad para incentivar, motivar, activar inversiones en el medio rural y generar plusvalías a la sociedad local: •

En primer lugar, sin proyecto de desarrollo rural, sin percepción del valor de lo propio, sin entusiasmo colectivo por las posibilidades del territorio y sin ilusión, las inyecciones de capital financiero, vía renta directa, en algunos territorios rurales, pueden servir para incrementar el éxodo: los campesinos invertirán sus ahorros en negocios o en viviendas en las ciudades próximas.



En segundo lugar, la percepción de subvenciones no vinculadas no ya a producción, sino a actividad agraria, al manejo y mantenimiento de los sistemas de manejo del medio a tareas de prevención de riesgos o a conservación del paisaje y la biodiversidad, pueden crear apatía, dependencia y desmotivación. Los agricultores y los ganaderos, las personas en general aspiran a que su trabajo sirva, sea considerado y respetado por la sociedad en su conjunto. El desacoplamiento de las ayudas debería tener en cuenta estas consideraciones. Los agricultores y ganaderos desarrollan un papel fundamental en la conservación del territorio y en la provisión de alimentos de calidad y por eso, además de percibir renta por la venta de sus productos, deben percibirla por conservar la naturaleza con sus actividades. Eso es lo que deben saber, los ciudadanos (los que hacen la ciudad) y los paisanos (los que hacen el país).



En tercer lugar, ante los riesgos a los que lleva la desmotivación, la dependencia y la creencia de que la política compensatoria de ingresos agrarios pueda ser interpretada como una política meramente asistencial de renta, debemos reaccionar con inteligencia. Tenemos que ser capaces de contribuir a educar a los territorios rurales para que aprendan a generar su propio desarrollo. Los aportes económicos deben servir para eso, y no para crear dependencia económica del exterior, para inhibir la competitividad interna y, en definitiva, para detener las opciones de desarrollo. Es preciso desarrollar una visión para la integración territorial de las ayudas. El objetivo no ha de ser el incremento de renta nominal para los agricultores, o peor aún de los terratenientes, sino el incremento de renta por medio de los agricultores para fortalecer el sistema territorial, la competitividad del sistema local de empresas y las capacidades propias de los diferentes territorios rurales que aspiran a crear un espacio socioeconómico propio.

En resumen: creo que existe una forma de desarrollo rural que no pasa por intensificar y homogenizar sino por lo contrario. Que no pasa por seguir los planteamientos de la industrialización del siglo XX, sino por revisar y actualizar las tecnologías locales del siglo XIX y anteriores. Muchas de las soluciones a los problemas ambientales y de desarrollo rural de territorios marginales de montaña pasan por un revisionismo y una rehabilitación de los modos culturales locales de producción: Algo que, paradójicamente, hemos hecho con los muebles, las casas y los enseres procedentes del mundo rural tradicional, que hemos 7

rehabilitado y restaurado con orgullo para incorporarlos al siglo XXI, y que, sin embargo, no hemos hecho todavía con los bellos paisajes hechos por los pastores, o los agricultores. Todavía no hemos encontrado la fórmula para convertir viejos oficios milenarios, y pegados a la tierra, en nuevas profesiones con tanto porvenir como historia. Pongámonos sin demora manos a la obra. A)

POR QUÉ DECIMOS NATURALEZA CUANDO algunas ideas para gestionar la red Natura 2000.

DEBERÍAMOS DECIR CULTURA RURAL:

El paisaje, es decir, la expresión estética y sintética de la relación entre el medio físico y biótico con la cultura y la sociedad, es un escenario mutante que cambia en relación con las modificaciones impuestas, principalmente, por los modos culturales y el sistema de valores asociados que se suceden en el tiempo. Para llegar a conclusiones como las que aquí tratamos de exponer es preciso indagar en la historia ecológica de los territorios rurales, es decir, conocer con exactitud “cómo fueron las relaciones entre culturas y ecosistemas en el pasado”1. Es este un ejercicio prioritario que nos servirá para diseñar una gestión ambiental moderna capaz de abordar con éxito el complejo reto de estabilizar las relaciones entre sociedad, cultura y territorio en el mundo rural.2 Si bien es cierto que “la interacción entre dos sistemas complejos proporciona un grado superior de complejidad”3, en el caso de algunas áreas de montaña la persistencia continuada de esa relación, que acabó por crear un sistema cultural y un sistema biótico interdependientes, dio también como resultado final un sistema nuevo, consecuencia de la fusión de ambos, en el que el equilibrio, al que se llega tras la síntesis y al que algunos llaman equilibrio ecológico, depende del mantenimiento de las funciones y elementos fundamentales de ambos sistemas. Es decir, la interacción, la fricción entre ambos medios, el social y el ambiental, cuando se produce de forma equilibrada, tiende a minimizar los riesgos de extinción y a provocar efectos positivos en ambos sistemas, el cultural y el natural, incrementando con ello la complejidad del sistema cultural y a la vez la complejidad del sistema natural. El resultado final se traduce en un enriquecimiento cultural, en un incremento de la biodiversidad local y en la generación de rentas o excedentes en los dos sistemas. Se va a dar por tanto en algunos territorios rurales un secular control cultural “en el que la experiencia, o el saber organizado de la población humana, prevalece frente a otros elementos de control transmisores de información en el ecosistema. Se logra así una nueva organización con estabilidad alternativa —una metaestabilidad— apoyada, en

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Jesús Alonso Millán. Una Tierra abierta. Edita Compañía Literaria. Madrid. 1995. Izquierdo, J. Barrena, G. Marqueses, funcionarios, políticos y pastores. Un siglo de desencuentros entre la naturaleza y la cultura en los Picos de Europa. (en prensa). 3 Jesús Alonso Millán. op. cit. 2

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mayor o menor medida, en estructuras remanentes del sistema natural que aportan madurez y cumplen una función estabilizadora.” 4 Quizá la política de conservación de la naturaleza hubiera sido diferente si en lugar de referirnos a la protección de los “espacios naturales” hubiésemos elegido en la denominación la otra mitad del sistema, es decir, el medio cultural, para orientar nuestras acciones de protección. Si en lugar de empeñarnos en proteger la naturaleza arrinconando los conocimientos de la cultura rural y expulsando del sistema a los que la conservaban— como se hizo incluso en algunos parques nacionales—, les hubiésemos ayudado a superar la angustia de la mera supervivencia, seguramente hubiéramos encontrado a los mejores aliados para defender la montaña. Si hubiésemos reparado en la obviedad de esta sencilla reflexión hablaríamos entonces de territorios, de “espacios culturales”, y habríamos orientado la estrategia política de conservación en la defensa de las culturas rurales y en el mantenimiento de las pautas tradicionales que modelaron el territorio y crearon una biodiversidad asociada. B)

LA ECOCONDICIONALIDAD: Una buena oportunidad para orientar el desarrollo rural.

A lo largo del siglo XX la utilización de términos, y conceptos muy ligados entre sí, como “espacio natural”, “paisaje natural”, “ecosistema primigenio”, “protección”, “conservación”, etc., no concretaron casi nunca su significado, lo que sirvió para realizar interpretaciones parciales y confusas, heredadas del pasado y que, como veremos, se proyectarán hacia el futuro, dando por hecho que la actividad humana es siempre perjudicial para el medio ambiente. El desarrollo industrial y la intensificación agraria contribuyeron a generar una imagen que relacionaba a la agricultura o a la ganadería con los problemas de contaminación y se la responsabilizaba de la desaparición de la biodiversidad. Si, todo eso es cierto. Pero también lo es que la actividad ganadera y agrícola extensiva, siguiendo pautas y manejos tradicionales, adaptada a la tierra es la responsable de la conservación de la naturaleza. Como dice un buen amigo, ecólogo especialista en ecosistemas terrestres: “Si desaparecen los buitres de un macizo montañoso, que me disculpen los zoólogos, pero no hay que reclamarles auxilio a ellos, sino a los pastores que con sus ganados formaban un inextricable modelo armonioso de funcionamiento global”.5

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Antonio Gómez Sal. Prácticas agrarias y conservación de la naturaleza. En “Medio natural, desarrollo sostenible, participación social y juvenil”. Ed. Quercus. Madrid. 1996. 5 Parra, F. La cultura del territorio (la naturaleza contra el campo). (Comunicación personal, en prensa).

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La conservación de la biodiversidad, estrategia que ha llenado y llenará miles de folios en documentos oficiales, pasa entre otras cosas por saber relacionar y actualizar la elaboración de queso en los puertos altos de los Picos de Europa con la conservación del quebrantahuesos. La diversidad biológica no se garantiza sólo llenando bancos de germoplasma, sino conociendo y aplicando en su caso las sutiles y cultas relaciones milenarias habidas entre los pastores, los agricultores y el medio. En resumen, la ecocondicionalidad debe explicarse en dos supuestos: •

bien como una limitación y un ajuste ambiental en los usos intensivos que generan problemas de contaminación o de sobreexplotación y, por el contrario;



bien como un estímulo al desarrollo de aquellas actividades agrarias, ganaderas y forestales tradicionales que son las responsables del mantenimiento de la biodiversidad.

Por desgracia muchos documentos e informes siguen planteando la actividad agraria, ganadera o forestal en términos de “compatibilidad” con los objetivos de conservación y casi nunca lo hacen en términos de “concurrencia”, es decir, planteando que necesitamos del concurso de las actividades ganaderas clásicas para garantizar la conservación de la montaña. Muchos gestores públicos, tanto del ámbito agrario como el del medio ambiente, pendientes en exclusiva de sus objetivos de gestión, se ignoran mutuamente y desconocen la interdependencia que existe entre el estimulo al desarrollo agrario y la consecución de objetivos de conservación. Muchos gestores de espacios protegidos ignoran también matices de la cultura campesina que les podrían venir muy bien para gestionar el territorio. Existe, en mi opinión, una gran incomunicación entre administradores y gestores públicos y de estos con los campesinos. En sentido contrario, muchos campesinos, y sobre manera los pastores que manejan la montaña a la vieja usanza, no saben que forman parte de un sistema ecológico y que sus acciones pueden alterar el medio, o que por el contrario resultan fundamentales para la conservación del mismo. Por ello cabría decir que los pastores, han sido algo así como ecologistas malgré lui, como diría Moliere.6 La historia hubiera sido diferente si hubiésemos sido capaces de mirar a la montaña y a sus gentes, con menos prejuicios urbanos y sin interponer en las relaciones entre la administración y la sociedad local tantos corsés burocráticos.

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malgré lui, a pesar suyo. Rememorando la comedia de Jean Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, “Le médecin malgré lui”, (El médico a pesar suyo).

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Para solucionar tanta incomunicación tenemos que caminar unos al encuentro de otros. Hacer que los gestores se integren en la realidad cultural de la montaña y aprendan de los manejos ganaderos del medio, quitándose los manguitos y ese aspecto de burócratas tristes, y haciendo a la vez que los campesinos participen en la formulación de las estrategias de conservación y gestión de su territorio para que asuman la conciencia de pertenencia, retomen el orgullo de ser pastor o agricultor, incrementen su autoestima y caminen hacia la autorrealización de su profesión en un entorno de aprecio por parte de las instituciones públicas. Solo así podremos devolverles la cultura que con nuestro torpe proceder les hemos hurtado. Y tendremos que hacerlo por justicia y por una ineludible realidad: el desarrollo sostenible global será la consecuencia final de miles de pequeños desarrollos locales sostenibles. C) IDENTIDAD, CULTURA, TIPICIDAD, CALIDAD aprendimos de la pelea de David contra Goliat.

E INTELIGENCIA RURAL:

lo que

La estrategia, es decir, “el arte de concebir y dirigir el proceso que abarca la concepción, preparación, dirección y ejecución de las acciones que se plantean con la finalidad de conseguir determinados objetivos”, constituye la principal herramienta para orientar la acción. La estrategia debe ser, en consecuencia, un elemento bien definido, compartido mayoritariamente por los promotores y actores rurales, que sirva para orientar el sentido general de la planificación y la gestión del proceso de desarrollo rural. Por tanto, debemos pensar en ella como la mejor herramienta que vincula la reflexión con la acción y que ordena, secuencia y prioriza a la idea de la globalidad, para desencadenar actuaciones que en su conjunto nos encaminen hacia el desarrollo rural sostenible. En la elaboración de la estrategia de desarrollo rural para territorios de geografía extrema y desfavorecida, debemos utilizar con tiento los siguientes ingredientes y hacerse las siguientes preguntas: • • • •

Interpretación y conocimiento de la historia económica y ecológica del territorio, para responder a la siguiente pregunta ¿Qué podemos rescatar y rehabilitar del pasado? Búsqueda de los elementos de cohesión interna y de identidad. ¿Quienes somos, quienes fuimos y que queremos ser y como queremos vivir? Reafirmación de la cultura rural propia y del saber hacer local ¿En qué podríamos ser campeones del mundo? ¿Cuál es nuestro más distinguido producto? ¿Qué sabemos hacer en la aldea mejor que nadie? Observación del mundo y reflexión sobre las carencias propias ¿Qué nos falta para ponemos en movimiento?

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De la respuesta adecuada a estas grandes interrogantes emana el conjunto de actuaciones para iniciar y completar con éxito un proceso de desarrollo local. En los últimos años, los más interesantes procesos de desarrollo rural en zonas de montaña y territorios desfavorecidos (producción de energía sin CO2 en la isla de El Hierro, recuperación de quesos tradicionales en Extremadura, de vinos en El Priorato catalán, de las cerezas del valle del Jerte o de las navajas de Taramundi) han surgido en territorios con inteligencia rural, con liderazgo local, con cohesión interna y con identidad. Debemos, pues, utilizar la investigación aplicada e integral para rehabilitar sistemas agroganaderos preindustriales, cultivos, métodos de manejo, razas y variedades locales de ganados y plantas que ligados, tanto de la emergencia en el mercado de los productos ecológicos, singulares, tipificados y de gran calidad como del compromiso de la sociedad urbana por la defensa del medio ambiente, ofrecen nuevas oportunidades para los campesinos. Que nadie se equivoque al respecto, no hay una única solución para los problemas de desarrollo rural en Europa: El porvenir del medio rural europeo pasa, más que por un único sitio, como si lo hiciera por un embudo, por un colador hecho de miles de pequeños agujeros por donde debemos colar miles de pequeñas iniciativas locales.

5. CONCLUSIÓN. NO SÓLO DEL FEADER VIVIRÁ EL MUNDO RURAL: ¿Es posible diseñar una política rural posindustrial para una activar una civilización que tiene más de diez mil años? A veces la inmediatez de lo cotidiano le hace a uno perder la referencia histórica de los acontecimientos. Permítanme una licencia para situarnos en el tiempo y en el espacio: nos encontramos en el año 2005, estamos dejando atrás la revolución industrial —no nos queda casi nada, sólo dejar de depender del petróleo—, estamos tratando de “sostenernos” en el planeta, pertenecemos a una Unión de Estados que es una potencia mundial (con permiso de U.S.A) y en nuestro territorio floreció, hace diez mil años, la primera gran revolución de la humanidad: la revolución agrícola. Puestas así las cosas, la discusión sobre el nuevo Reglamento puede, y en mi opinión debe, adquirir una dimensión acorde con la Historia: estamos tratando de diseñar un nuevo instrumento financiero y político para que el territorio y la sociedad que nos proveen de alimentos y contribuye a estabilizar el medio ambiente siga funcionando. Dicho de otra manera, la Unión Europea es la máxima responsable, y la más capacitada interlocutora para decirles a los Estados miembros, que tenemos que incorporar la milenaria civilización rural, tal como la llamaba el literato español Miguel de Unamuno, al futuro de Europa. Y, esa tarea, como todos podemos comprender, no será posible sin la activación de políticas europeas, estatales y regionales que trascienden la dimensión del Reglamento del FEADER. 12

Es preciso impulsar políticas estatales a favor del mundo rural que, apoyándose en la ayuda financiera del FEADER, y también en otras políticas (educación, fiscal, cultural, de telecomunicaciones, de infraestructuras, sanitaria, etc.) articule una estrategia capaz de afrontar la inédita misión de colocar al campo a la altura de la ciudad, en estándares de calidad de vida similares, sin necesidad de que para ello tenga que renunciar a la cultura campesina, más bien todo lo contrario. Los intentos regeneracionistas más lúcidos y preclaros de la intelectualidad española del último tercio del siglo XIX, desde Concepción Arenal a Joaquín Costa, pasando por Aniceto Sela o Rafael Altamira, preocupados tanto por solventar las desigualdades sociales del país, como por abordar una profunda transformación de la educación en todos sus grados, proponían la creación de “escuelas regionales y locales de agricultura, artes, oficios, …”7 La formación a la carta no es un concepto que debamos manejar solamente para las personas, sino también para las sociedades y los territorios rurales a las que estas pertenecen. A diferencia de la situación de hace un siglo, el problema actual de la educación en la España rural —salvo excepciones— no es tanto de equipamientos y recursos materiales, sino conceptual: en los pueblos no se educa para vivir en el medio rural sino más bien, todo lo contrario, se educa para emigrar. Los centros educativos y formativos tienen un importante déficit en la formación para lo local. En la mayoría de los casos los niños de los pueblos reciben una educación concebida por y para lo urbano por parte de educadores, en demasiadas ocasiones ajenos al medio rural, que manejan programas homologados diseñados en las ciudades y que no indagan en las oportunidades que para la educación ofrece la historia económica, social y cultural local. Un adolescente en los Picos de Europa conocerá antes los aspectos relacionados con el comercio exterior de los Estados Unidos que la inteligente estructura económica autárquica de sus antepasados que utilizaron el queso como moneda durante miles de años. Terminará el bachillerato con nociones de inglés, de informática y de la pintura del Renacimiento (saberes fundamentales por otra parte) pero ignorará cómo se las arreglo su abuelo para sacar adelante a once hijos haciendo queso en la montaña con un pequeño rebaño de cabras y ovejas. Nuestros jóvenes rurales, que afortunadamente comienzan a manejarse en Internet con soltura, son en demasiadas ocasiones analfabetos funcionales de su propia cultura y de las enormes posibilidades que ésta encierra. No se trata, ni mucho menos, de cerrarles las puertas al mundo exterior urbano sino de abrírselas al mundo interior rural del que proceden para que, llegado el momento, 7

Isabel Cantón Mayo. La Fundación Sierra-Pambley. Una institución educativa leonesa. Edita: Universidad de León. Secretariado de Publicaciones. León. 1995

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decidan su futuro con más elementos de juicio, con más conocimiento y con menos prejuicios. Existe una inteligencia rural, una cultura, un saber hacer que depende de la interacción histórica de la sociedad rural con el entorno. Esos saberes tienen una importancia estratégica decisiva y deben ser rescatados, restaurados, rehabilitados y modernizados para garantizar el desarrollo rural y la conservación de la biodiversidad. Muchos jóvenes rurales pueden encontrar en ellos fórmulas para vivir con calidad en entornos rurales alternativos a la vida urbana. La reforma educativa y formativa que queremos alentar no sólo pretende una decidida apuesta por intentar mejorar la realidad socioeconómica y ambiental del medio rural donde se inserta, implicándose en la modernización evolutiva de las industrias rusticas del país, sino en la utilización de métodos pedagógicos originales8 y en la extensión educativa, con la que se pretende trascender la mera función formativa y aspira a transmitir a la sociedad local sus inquietudes culturales e intelectuales. Lejos de poner la ciencia, la cultura y la tecnología al servicio de la conservación, la rehabilitación y el reciclaje de los inteligentes sistemas tradicionales de manejo del medio y de la civilización rural, la industrialización del pasado siglo XX optó por tirarlos a la basura y por tratarlos como objetos inservibles, como si fueran viejos cacharros en lugar de valiosos elementos del patrimonio. Necios y presuntuosos convertimos el concierto en desconcierto y nos deshicimos del último Stradivarius porque nos habíamos quedado fascinados con las chirivitas de la playStation. ¿Podemos ponerle arreglo todavía?

Jaime Izquierdo Vallina Instituto de Desarrollo Rural Principado de Asturias c/ Coronel Aranda nº 2 33071 Oviedo Tfn.: 985 10 58 03 e-mail: [email protected]

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La Universidad de Oviedo organizó en septiembre de 2004 un curso de extensión universitaria sobre Cultura y ecología de los pastores de los Picos de Europa, en los que los profesores principales fueron pastores queseros tradicionales.

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