EL DIARIO. 12 de junio de 1942 Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo

Propósito de la guía Como cualquier guía de lectura, el propósito de ésta es el de ayudar a explorar el texto a los lectores o lectoras que hagan uso

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Propósito de la guía Como cualquier guía de lectura, el propósito de ésta es el de ayudar a explorar el texto a los lectores o lectoras que hagan uso de ella. Sin embargo, al no tratarse de un libro de ficción, no he seguido el criterio habitual del análisis secuencial por capítulos ni, por lo tanto, tampoco he tenido que conducir, a quien haga uso de la guía, por los senderos más seguros para entender la trama narrativa. No obstante, sí he considerado de interés aportar una información histórica para un mejor entendimiento de la situación que vive su protagonista. Como también analizar, temática y cronológicamente, la evolución de Ana Frank o revelar la existencia de otros jóvenes autores de diarios. Como se puede comprobar durante su lectura, Ana Frank. Diario no es un simple libro de evasión y, aunque en algún momento las anécdotas de Ana puedan provocar risa, es un hecho que no se trata de un texto divertido sino trágico. Y es que la literatura no siempre nos hace pasar «un buen rato». Además de entretenernos, nos puede formar intelectual y humanamente. Por eso, si tras la lectura del libro has llegado a sentir empatía por Ana Frank y por todos aquellos que fueron perseguidos por el nazismo, si estás convencida, o convencido, de que el racismo y la xenofobia son dos de los 381

peores males que afectan a cualquier sociedad, incluida la nuestra, créeme, tu tiempo de lectura habrá estado bien empleado. Yo particularmente me sentiría satisfecha si de vez en cuando cumplieras los deseos de Primo Levi, otro judío perseguido por los nazis: Pensad que esto ha sucedido: Os encomiendo estas palabras. Grabadlas en vuestros corazones Al estar en casa, al ir por la calle al acostaros, al levantaros; Repetídselas a vuestros hijos.

EL DIARIO 12 de junio de 1942 Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo.

El día que Ana Frank cumplió doce años recibió, entre otros regalos, un diario que había visto en un escaparate. En realidad se trataba de un pequeño cuaderno para autógrafos, forrado en tela de cuadros, de tapas duras y con un candado. Durante los dos años que permaneció escondida con su familia, la joven confió a ese cuaderno y a los siguientes que escribió, bautizados con el nombre de Kitty, sus sentimientos, sus miedos y sus deseos más íntimos. Fueron escritos en Amsterdam (en holandés) entre el 12 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944. El diario de Ana Frank es seguramente la memoria más personal sobre el Holocausto judío. Su autora se trasladó con sus padres y su hermana a esa ciudad en 1933 desde Alemania, huyendo de la persecución nazi. Según la descripción de Ana, los Frank eran «judíos de pura cepa», aunque habría que añadir que la citada pureza de su judaísmo era exclusivamente racial, puesto que Ana y su padre apenas iban a la sinagoga y la madre y la hermana solo de vez en cuando. 383

Tras unos años de relativa tranquilidad, el 10 de mayo de 1940 Alemania invadió los Países Bajos y Francia e impuso a los judíos unas leyes crueles y humillantes. Como señala Ana Frank en su diario (pp. 18-19), no se les permitía salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada y solo podían hacer la compra de tres a cinco de la tarde. Tenían prohibida la entrada a teatros, cines y otros lugares de esparcimiento, así como viajar en tranvía y en coches particulares, entrar en casas de cristianos y asistir a colegios que no fueran judíos. Se les obligó incluso a llevar una estrella amarilla bordada sobre la ropa, de manera visible, que les identificara como judíos. Los Frank eludieron durante dos años los arrestos, envíos a campos de concentración y matanzas al lograr esconderse en un pequeño anexo de la empresa Opekta que dirigía el padre de Ana, Otto Frank, mientras las oficinas, situadas en un elegante edificio del nº 263 de la calle Prinsengracht en Amsterdam, seguían funcionando de forma habitual. Vestidos con varias capas de ropa y una maleta por persona para no despertar sospechas, la mañana del 6 de julio de 1942 los Frank se trasladaron a «la casa de atrás». Compartieron esa improvisada vivienda con la familia Van Daan y con Albert Dussel, nombrados de este modo por Ana para no revelar sus verdaderos apellidos, Van Pels y Pfeffer. Los habitantes del escondite recibieron ayuda del exterior a través de amigos y empleados de la empresa de Otto Frank, quienes les abastecían de alimentos y libros. Ellos y la radio que, con extremada precaución, escuchaban a diario, les mantenían informados de los avances de la guerra y de lo que ocurría en el exterior. En su entrada en el diario del 21 de julio de 1944, Ana expresó su alegría por el atentado que había sufrido Hitler: «¡Me han vuelto las esperanzas, por fin las cosas resultan! ¡Sí, de verdad, todo marcha viento en popa!». 384

Desgraciadamente no era verdad. La mañana del 4 de agosto de 1944 el sargento de las SS, Karl Josef Silberbauer, y tres oficiales armados de la Grüne Polizie (policía verde) llegaron a la «casa de atrás». Alguien los había delatado. Los nazis arrestaron a los ocho ocupantes del escondite y se los llevaron al campo de detenidos en tránsito de Westerbork y posteriormente a Auschwitz-Birkenau, donde la madre de Ana, Edith Frank, murió. Ana y su hermana Margot fueron también trasladadas a Auschwitz-Birkenau y luego a Bergen-Belsen. En marzo de 1945 murieron a consecuencia de la epidemia de fiebre tifoidea que acabó con la vida de 17.000 prisioneros. Al señor Frank lo enviaron a Auschwitz, de donde fue liberado por los rusos en enero de 1945. La identidad de quien los delató todavía es tema de debate. Según la segunda esposa de Otto Frank, la delación era obra de una mujer. Esto apoyaría la tesis de la historiadora austríaca Melissa Müller, quien señala como presunta delatora a Lena Hartog-Van Bladeren, la señora que iba a limpiar las oficinas del edificio donde se ocultaban. La conjetura tenía sentido ya que Lena, casada con Lammert Hartog (ayudante del mozo de almacén Willen van Maaren, que durante años fue el principal sospechoso de la denuncia), tendría miedo de que su marido pudiera ser represaliado si los nazis se enteraban de que trabajaba en la empresa donde se escondía el grupo. En La vida oculta de Otto Frank, su autora, Carol Ann Lee, afirma que el delator fue Tonny Ahlers, un miembro del partido nazi que había tenido contactos comerciales con Otto Frank. Pero hasta la fecha no se ha llegado a una conclusión satisfactoria.

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CONTEXTO HISTÓRICO Ana Frank ofrece en su diario pinceladas del momento histórico que se está viviendo no solo en Holanda sino en el resto de Europa. No obstante, para comprender mejor qué factores propiciaron el antisemitismo y el nazismo y desencadenaron una Segunda Guerra Mundial, quizá sea conveniente hacer un repaso cronológico de los acontecimientos. Para ello hay que remontarse al final de la Primera Guerra Mundial y el polémico Tratado de Versalles. El Tratado de Versalles Los alemanes habían perdido la Primera Guerra Mundial en 1918 y se vieron obligados a firmar varios tratados de paz, entre ellos el de Versalles, firmado el 23 de junio de 1919 y llamado así por celebrarse en esa ciudad francesa. Tenía como finalidad acabar oficialmente con el estado de guerra entre Alemania y los Países Aliados, pero las sanciones impuestas a Alemania, confiscándole las colonias, desmilitarizándola y obligándole a pagar enormes reparaciones de guerra, no hicieron sino sembrar la semilla para la Segunda Guerra Mundial. La Alemania de entreguerras Estados Unidos había exigido que Alemania llegara a Versalles convertida en una democracia. En efecto, una Constitución democrática y de carácter progresista se había establecido ese mismo año en la ciudad de Weimar. Alemania había dejado de ser una monarquía para transformarse en una República a la que se conocerá 386

con el nombre de la ciudad donde se firmó la constitución y que durará hasta que Hitler alcance el poder en 1933. Fue una etapa convulsa en lo político, aterradora en lo económico, con la mayor inflación que había conocido el país, y extraordinariamente rica en experiencias culturales y artísticas. Dos acontecimientos históricos repercutirían en el devenir de la joven República. En primer lugar, la Revolución rusa que había triunfado en 1917 y había hecho nacer grandes esperanzas entre la clase obrera que exigía reivindicaciones cada vez con más virulencia y autoridad moral; las izquierdas alemanas habían desempeñado un papel decisivo a finales de la Primera Guerra y su capacidad de protesta y de organización era temida por la burguesía. En segundo lugar, la gran crisis económica mundial, que había comenzado con el desplome de la bolsa de Nueva York en 1929, se sufrirá con más intensidad en Alemania, que arrastraba ya el peso de la deuda que el Tratado de Versalles le obligaba a pagar. Parte del pueblo alemán, sobre todo un sector de la clase media y la burguesía, sentía nostalgia de un poder político fuerte que impusiera orden, devolviera al país su orgullo nacional y vengase los ultrajes del tratado. Por otro lado, las indecisiones, errores y conflictos internos de los políticos de Weimar, así como el temor creciente al comunismo, allanaron el camino para que los nazis aprovecharan las circunstancias y, apoyándose en los miedos, rencores y vejaciones de Alemania para imponerse sobre opciones democráticas, condujeron a la sociedad germánica al totalitarismo y a la Segunda Guerra Mundial. El nacimiento de los totalitarismos Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, se entiende por régimen totalitario «el que ejerce una 387

fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la actuación de otros partidos». A diferencia del autoritarismo, el totalitarismo tiene una ideología elaborada, recurre al respaldo de la población y, sobre todo, cuenta con un líder. El recurso al totalitarismo ya había encontrado un modelo en la Italia fascista donde Mussolini aprovechó las incertidumbres de la clase media y de los terratenientes ricos ante los movimientos obreros, el resentimiento por no haber obtenido beneficios en los tratados del final de la Primera Guerra y, en fin, el atraso social e inestabilidad económica para imponer un régimen totalitario. En Japón la progresiva modernización y un afán expansionista impulsado por los éxitos económicos en un estado que poseía estructuras sociales de carácter casi feudal, fomentaron un ultranacionalismo que, sumado a los sucesivos gobiernos militares y al poder de una oligarquía financiera de ideología conservadora, fueron el caldo de cultivo de su peculiar totalitarismo en torno a la figura del emperador. Totalitarios fueron también los regímenes de Franco en España y Salazar en Portugal, pero estos dos países permanecieron oficialmente neutrales durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler en el poder En 1919 se funda en Alemania el Partido Nacional Socialista, liderado por Hitler. Tras el fracasado golpe de estado en 1923, la tensa situación de crisis y el aumento del paro hicieron que seis años más tarde los que apoyaban a los partidos democráticos votasen de forma mayoritaria por comunistas y nazis. Los capitalistas, temiendo que los comunistas llegasen al poder, ofrecieron su apoyo a los nazis financiando su partido. En 1933, Hitler 388

es nombrado jefe de gobierno (canciller), suprime cualquier vestigio de democracia y de este modo acaba con la República de Weimar. A partir de entonces su ascenso hasta la presidencia se ve favorecido por la llamada «noche de los cuchillos largos» (30 de junio de 1934), en la que, por orden del propio Hitler, asesinaron a un grupo de hombres pertenecientes a su círculo político. Otro acontecimiento del mismo periodo, el incendio del Parlamento alemán (Reichstag), del que se acusó a un comunista holandés, ayudó a sus fines y le permitió comenzar a dictar leyes discriminatorias. El antisemitismo El antisemitismo nazi no surgió de la noche a la mañana por obra de una súbita locura racista del Tercer Reich. Basta repasar textos políticos y literarios de la historia de Occidente para captar un rechazo del judío muy arraigado en las sociedades europeas. Por un lado, la religiosidad popular presentaba a los judíos como un pueblo deicida, los asesinos simbólicos de Jesús, y los enemigos mortales de su herencia espiritual; por otro, la teología de más altura no podía por menos que enfrentar su creencia en la divinidad de Cristo al rechazo de su condición de Mesías por parte de los judíos. La identificación del judío con la práctica de la usura y, en los últimos siglos, la doble y contradictoria visión del judío como el controlador de las finanzas mundiales y al mismo tiempo el creador de teorías sociopolíticas subversivas y destructoras del orden económico burgués (judíos eran Marx y muchos de los líderes comunistas y anarquistas), inyectaron nueva vida a un antisemitismo que nunca había desaparecido. Las nuevas teorías raciales de intelectuales como los franceses Gobineau y Charles Maurras o el inglés Chamberlain, disparatadas 389

pero que en su momento muchos creyeron verdades incontestables, proporcionaron la supuesta base científica para enfatizar la inferioridad intrínseca de los judíos y la degradación étnica que implicaba el contacto sexual con ellos y la contaminación de su sola presencia. El economista y sociólogo alemán Werner Sombart llegó a escribir en 1912 que los judíos eran un elemento extraño, totalmente incompatible con la cultura alemana. Los primeros brotes antisemitas en Alemania surgen durante la revolución de noviembre de 1918. En ese periodo vivían en el país unos cuatrocientos noventa mil judíos, acababa de finalizar la Primera Guerra Mundial, se pasaba mucha hambre y el pueblo acusaba a muchos de ellos de ser los causantes de la falta de alimentos y de la inflación. Estos ataques no eran sino una repetición de los que ya habían sufrido en la Rusia zarista de 1881, fecha en la que se desataron numerosos pogromos (del ruso pogrom, que significa exterminio, destrucción). Lo peor fue que este espíritu antisemita se sistematizó, en parte guiado por diferentes escritos, como La conquista del mundo por los judíos de Osman-Bey en la que se sentenciaba que «la única manera de destruir la Alianza Israelita universal era a través del exterminio total de la raza judía». O, posteriormente, los famosos Tratados de los sabios de Sión, escritos alrededor de 1902 por Sergei Nilus y en los que se pretendía demostrar que los judíos estaban conspirando para apoderarse del mundo. Nada puede justificar la barbarie llevada a cabo por los nazis, no solo contra los judíos, sino también contra los gitanos, negros, discapacitados u homosexuales, basándose en el arbitrario y criminal criterio de obtener para Alemania la pureza de raza. Pero, para comprender el proceso de «limpieza» étnica llevado a cabo por los alemanes, hay que mencionar las leyes de Nuremberg en 1935. Estrictamente dirigidas a los semitas, en ellas se establecía una división entre alemanes y judíos, 390

proclamando «ciudadanos del Reich» a los primeros y relegando a los segundos a categoría de «nacionales». Para ser un auténtico alemán se debía pertenecer a una familia en la que las cuatro generaciones anteriores fueran alemanas y ninguno de sus miembros profesase el judaísmo. En 1936, Hitler organiza los Juegos Olímpicos de Berlín con gran alarde de la raza aria. Dos años después la Kristallnacht, o «la noche de los cristales rotos» (como se ha dado en llamar en español), origina nuevas acciones racistas. A pesar de que se incendian sinagogas y viviendas y se apedrean las lunas de comercios judíos (de ahí su nombre), se acusa a las propias víctimas de haber provocado las revueltas. Se detiene a más de treinta mil judíos y a buena parte de ellos se les deporta a campos de concentración. A partir de entonces se pone en marcha un plan de exterminio masivo que duraría hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y que costó la vida a unos seis millones de judíos. La Segunda Guerra Mundial La Segunda Guerra Mundial se inicia en Europa en 1939, se convierte en mundial en 1940-1941 y finaliza en 1945. Las causas de la guerra fueron muchas y variadas. Aparte de las rivalidades económicas y territoriales entre Alemania y Francia (Alemania trataba de «germanizar» la Alsacia y la Lorena), el expansionismo alemán, tras la invasión de Polonia en 1939, pareció imposible de detener si no era por la fuerza. Al principio el conflicto enfrentó a los Países Aliados (Francia e Inglaterra) contra los llamados Países del Eje, pero otros fueron integrándose en uno de los dos bandos: Japón se unió al Eje en busca de apoyo para su dominio en el Pacífico; Rusia entró en el conflicto al ser atacada por Alemania; y Estados Unidos declaró la guerra al Eje tras el bombardeo sorpresa japo391

nés a la base norteamericana de Pearl Harbour. Más de setenta países participaron al final en la guerra y alrededor de sesenta millones de personas murieron en ella. Sus consecuencias, que modelaron la segunda mitad del siglo XX, caen fuera de esta breve exposición.

referencias del diario al correlato histórico contemporáneo Miércoles, 1 de julio de 1942 (p. 24) Ana reproduce una conversación sostenida con Helmuth Silberberg (Hello) en la que éste le dice que va a ir a «una de esas reuniones del partido sionista».

Seguramente se refiere al Movimiento Juvenil Sionista, un partido formado por y para los jóvenes en el que se trataba de formar a niños y adolescentes en la doctrina sionista. El movimiento sionista, fundado por Theodor Helz, abogó por crear un estado judío y en buena parte contribuyó a la formación del moderno estado de Israel.

Jueves, 5 de noviembre de 1942 (p. 75) Por fin los ingleses han tenido algunas victorias en África, y Stalingrado aún no ha caído [...].

La batalla de Stalingrado, una de las más sangrientas de la historia, que tuvo lugar en el verano de 1942 y comienzos de 1943 entre soviéticos y alemanes, cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial. El ejército ruso (sin alimentos y con temperaturas de cuarenta grados bajo cero) logró defender la ciudad de Stalingrado (hoy Volgogrado), y que los alemanes renunciaran a su intención de conquistar las regiones del Caúcaso y el Volga. 392

Lunes, 9 de noviembre de 1942 (p. 77) P.D. Acabamos de oír por radio la noticia de que ha caído Argel. Marruecos, Casablanca y Orán ya hace algunos días que han caído en manos de los ingleses. Ahora solo falta Túnez.

Ana cita el desenlace (victorioso para los Aliados) de la campaña del norte de África, un duelo de estrategias entre dos grandes inteligencias militares: el alemán Rommell y el inglés Montgomery. El 13 de mayo de 1943 el ejército británico obligó a rendirse al ejército del Eje haciendo 275.000 prisioneros. Terminaba la campaña de Túnez y los Aliados se preparaban para invadir Sicilia.

Viernes, 10 de septiembre de 1943 (p. 153) El miércoles 8 de septiembre […] estábamos escuchando la radio, y lo primero que oímos fue lo siguiente: [...] (¡Italia ha capitulado incondicionalmente!)

Tras repetidas derrotas en África y Grecia, Italia se encontraba demasiado maltrecha como para afrontar una batalla como la de Stalingrado. Por otra parte, con el Atlántico en manos de los Aliados y el ejército americano haciéndose cargo del Pacífico, Mussolini tenía escasa capacidad de movimiento, no quedándole más remedio que capitular.

Viernes, 19 de marzo de 1943 (p. 105) La alegría dio paso a la decepción en menos de una hora. Turquía aún no ha entrado en guerra […].

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Ana hace mención a la actitud turca por permanecer neutral en la guerra. Sería a mediados de 1944 cuando endureciera su postura frente a Alemania y unos meses más tarde frente a Japón, hasta que el 1 de marzo de 1945 les declaró la guerra a ambos.

Martes, 6 de junio de 1944 (p. 342) Ha llegado el día D, ha dicho a las doce del mediodía la radio inglesa, y con razón. Ha llegado «el» día. ¡La invasión ha comenzado!

El Día D se utiliza para mencionar la histórica fecha del Desembarco de Normandía, en la que las tropas aliadas se adentraron en la costa francesa e iniciaron la liberación de la Europa Continental ocupada por la Alemania nazi. En el léxico militar se sigue utilizando el término Día D (del inglés D Day) para indicar el día del comienzo de un combate.

Viernes, 30 de junio de 1944 (p. 356) La guerra marcha a pedir de boca: han caído Bobruisk, Moguiliov y Orsha; muchos prisioneros.

La cita hace referencia a la derrota alemana frente al ejército ruso en una batalla que comenzó el 21 de junio de 1944 dentro de lo que se denominó Operación Bagration, y en la de Lvov-Sandomierz del 17 de julio de 1944 en las que aislaron al ejército alemán.

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