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FOLLETINES y VARIEDADES DE
"EL EOO ANDINO" PERlODICO POLITICO, LITERARIO Y NOTICIOSO
1893
BOGOTA IMPRENTA DE MEDARDO
RIVAS
FOLLETINES y VARIEDADES DE
~~ELEOO ANDINO" PERIODlW POLITICO, LITERARIO Y NOTICIOSO
1893 -,
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BOGOTA IMPRENTA. DE MEDARDO RIVAS
¡MIENTRAS HAYA ROSAS!. ....• Poco~ días después se la. llevaban á la (¡uinta del pueblo. Creían quo de este modo no podríamos vel'llOs. Pero no fliC así. Dejé pasar una semana, y al octaYO día tomé el caballo y Il las do~ horas estaba yo eu los alrcde'lores de la quinta. Bouito edificio, recién levantado, blauco y liudo como un jarrón de porcelana. Sobrc Úl. cúpnla del mirador se alza una veleta que figura un gallo. Jazmines, enredaderas y maùresel vaH sou ligeros marcos de las vcntanas y balcones. IJa entrada central tiene cuatro peldaños de granito. La verja es de hierro. Hay pocas fiares. En cambio, esÜ rodeada de granJes árboles. Bmpecé á dar vueltas con precauciún en derredor de la verja. i Si se asomase! i Si pudiese hace,' que slIpiese mi lleguda.' Esto docía yo, cuando sentí lJue me tiraban de la cazadora. Me volví trémulo como un ladrón coaido en el robo. Uu chiquillo me presentaba una cartita. ~ La carta decía: " I Al fin has venido! ¡ Te esperaba! Todos los días subo muchas veces al mirador y me paso IllS horas muertas mirando hacia el camino de Madrid. '.' Te esperaba, sí. ..•.. Por :)(Plella cinta blanca que se pierde entre dos llanuras verdes, he visto uu punto negro que nadie sino yo, querido Juan, hubiese conocido que er~ un hombre á caballo. " 1 Has estado avanzando uu siglo sin moverte, alma ùe mi alma! IDebÍlu; comprar otro caballo mlÍs ligero! " I Hasta hoy no he comprendido bien lo que es la vela de un barco que aparece en el horizonte y llena ella sola, Call ser tall pequeña, toda. la extensión del mar I
-4II Desiertos campos de una comarca odic,sil, ¡qué ani· mado!.', qué encantadores sois ahora! " ¿ Sel'~ él-me preguntaba.-Sí-eontestaba mi cara.. zón-¡ él es I "sr, tú eres! La nube de polvo que te precede se aclara y veo tu caballo que vieno al galope, hostigado por tu látigo, y adivinando quizás á qué viene. Pobrecito caballo, corria, es verdad, pero, ¿ cómo había de correr táoto como" mí deseo? -"'j No le vendas! "Espérate, por Diosl ¡Vamos á verno!lahora mismo! 'f ¡Mi vida, mi alma, mi Dioa. espérate!" Esperé. Rechinó una persiana, alcé, los ojos; era Mercedes; hermosa como nuncá, pero algo 'riste, graciosamente recogidos 108 cabellos de oro; bllllllÍlndome impacient~ con sus grandes ojos nznles. Vestía de blanco. Me vio y me hizo señas de que bajaba. Apareció en la ellealera y empezó é. 'bajar los peldaños. Entonces sonó adentro una voz; la voz airada de 8\1 madre, que gritaba: -¡ Mercedes! j Mercedes! Pero Mercedes no la oía; no qlliso oírla; corri6 hacia, mí y acercándose á los labios una rosa que trai:\ y dán4tm. un beso, me la tiró diciendo : -j Vete! ¡ vete! Se sahe yá qne has venido. I Tomd mi alma en esa Hor I I No me olvides jamás! Cuando salgas del pueblo, vuélvete á mirarme muchail vœell •••••• y •.••• j que tu caballo no corIa $linto!
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Pobre Mercedes! Aquella lucha fue Iluperior á 8U& fuerzlls, Su corazón se abrió y con su Mngre le le elcap6 la vida. Su memoria "ive en mi como en un altar. Jamás sacrificaré liU recuerdo á la memoria de otra mujer. Los años paBilO y BU imagen re~plandece mlÍs cada día en la tiniebla de mi tristeza.
-5l'oRon los años. Desde aquel día fatal viyo expat¡'iado ; me abruma el cielo de España; so burlaba de mí con ¡;;u alegría. Este cielo brumoso Re aviene mejor con los sentimientos de mi alma; me consume con su tristeza, pero no me in!"IlIt.'\.
Entre Jas páginas del libro de Cervantes, donde las ri. sas son tristes y Jas tristezas risueñas, poema de un loco llublime, enamprado y serviùor como yo de una ideal figul'a, he puesto la rosa que me dio Mercedes. Su beso palpita en la rosa todavia; las hojas del libro suspiran, como suspiraba Mercedes, cuando lo abro. Ella dio su perfume de inocencia y de pasión li esta rosa. y cuando abro el libro, todo el cuarto S6 llena de un olor suavísímo .....• Es el alma de Mercedes que se difande • •••••
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Al flU vuelvo íl España. Quiero ver antes de morir los sitios de m!cst7's dlllll~S y sus cc.wl'aîieros, para creerse de nuevo cr\lzando el tenebrüso subtel'r''¡nco. Llcgó 11\ hora de la vuelt~, y Francia apunas pudo conseguir lJue lo siguiera; sin embargo, unll vez clItrados, ci miedo \Ili~mo dio fuerzas á sn compañero, que r~zHlldo en voz baja, tembloroso, tropeziltldo á cada paMo, cerrando los ojos para no \,pr Jas tinieblas, avanzaba lent:lmente ; de súbito se p:ím, palidece; r dominado por el m"s profundo terror, (¡uiera huir, saîialal1l1o en el centro de \ln IIltar lin crÚnco llllmano, lIna ca\:l.\"ern, nlido-la madre de 8U mujer se llamaba Celestina-abrió el mueble y en él halló la siguiente epístola: " Mi querido Enrique: qué horae tan deliciosas pllsá. mOB anoche I
-15" Te contemplé durante largo tiempo. " Ouán bello eres! •..•.• j Ah! cuán feliz era yo al apoyar mis labios en los tuyos 1 I Te amo! i Te adoro! Me vuelves loca, loca, loca. "Por In.mañana •...•• por la tarde ....•• por la. noche ....• siempre •....• está ahí, delante de mí, tu hermosa y altiva cabc7.a. Hasta In noche, amor mío, mi ángel, mi vida. "Tu hermosa, Celestina." "P. S.-¡ Tengo celas de Gabriela!" No hay duùa-exclamó Ernesto despué!ldc leer csa carta volc¡inica-mi suegra está enamorada! El feliz mortal se llama Enrique, pasó con dIa anoche hams deliciosas. ¿ DÚnde ? mi suegra no salió de casa. A las nueve BO retiró á su cuarto y se encerró con llave. ¿ Estaría allí yá Enriquo? ¿ Le echaría mi suegra, desùe su ventana, una escala de seda? ¿ Vivirá él en la cllsa del lado ? ¿ se comunicará con mi suegra por alguna puerta socreta '? ¿ Será giratoria la plancha de la chimenea, como la del gabinete de la difunta sellara de h Popelinière? j Oh! yo penetraré ese misterio ••..•. Ernesto registró las paredes y se cercioró ùe la inmovilidad de la plancLa de la chimenea. Todo estaba en regla. Sali(" proponiéndose continuar sus pesquisas y busoando yA medios ingeniosos para llegar al descubrimiento de la verdad, descubrimiento mucho mlÍs difícil quo el de América, porque ésto al menos no se ocultaba. Entró en la sala. Allí se hallaba su suegra, preocupada y meditabunda, con la Historia de Francia en la. mano. Detrás de él entró la doncella, llevando en la mano nna caía de cartón de la que usaban las modistas, y dijo: -Esta ban traído para.la señora. Il
-P6ngalo usted en mi ouarto.
-16-¿ TIa hecho llsted alguna compra? se aventur6 Il pregnntar Ernesto. -Sí, contestó la suegra balbuceando, un poco de ropa blanca. -¿ Puedo verla? -¿ Para qué? eso no interesa á los hombres. -Por favor....•• y con un ademlÍn detenía ti la doncella, quien segui:\ con la caja en la mano, !jiu saber si debía quedarse, para complacer al señor, ó marcharse, para. obedecer á la señora suegra. -Vámos, repuso Ernesto, ¿ por qué no quiere usted enseñarme el contenido de ellS caja? -Las mujeres somos caprichosas; basta que usted tenga empeño CD verla para que yo, li mi vez, me empeñe en no enseúúrsela. -Pues me pasaré sin el permiso de usted ..•••• -¡ Señor yerno I -j Y abriré la caja •••••• ! -j Y si toca usted ega caja, me tiro por la ventana! -Es una ocasión que quizás no la volvcré li encontrar, y, por ID tanto, me guardaré muy hien de no aproveohada. La ventana está. abierta. Dése usted prisa, querida suegra, porque tengo mucho miedo fi las oorrientes de aire •••••• -j Ah! I villano I j villano! ..• Ante el suicidio, cada uno de nosotros lleva dentro de sí una especie de reyezuelo que tiene el derecho de otorgar el perdón de la vida. Celestina se concedi6 una conmuta~ ción de pena y optó por desmayarse. Ernesto, entre la oaja y su su('gra, no vaciló. Corrió presuroso haoia la caja, mientras la doncella acudía Il socorrer á la suegra. El yerno, en su apresuramiento, en vez de desatar la cinta, rasgó la envoltura y desoubrió un vestido de la época de Luis XIII. -Yá lo comprendo I Mi suegra quiere ir al baile de
-17másoaras da la Opera, para raunirse allí con su Enrique. -I Villano! i villano! volvió tÍ gritar C(Jle¡;tin:~; pero esta. vez Ernesto sinti!l doblemente talel:' palabras, porque cada una de ellas fuo r\centuada con una soberbia bofetada, que le probó. que su snegra había recobrado, no sólo el sentido, sino las fuerzas. Estuvieron quince días sin dirigirse la paInura. Todas las nocùes, á las ocho y media, Celestina dejaba á su bija y á su yerno junto fi la cbimenea, Ee retiraba á su cuarto y se encerraba cou llave. Ernesto la hizo vigilar por \lU agente y siempre los informes decían que se babía paseado por los er.mpos Elíseos, que había gastado diez francos eu el Louvre, y que el agonte no la había perdiùo de vista ni durante un minuto. Juzgó prudento dirigirse fi otra agencia para que vigilase lí la primera. Un agente espiaba al otro agente que seguía á Celestina, y los informes de ambos resultaron idénticos. Hastn nn dia tuvo el capricho do seguil' al ngente que vigilaba al otro agente que espiaba li Celestina. Los cuatro pasearon por los Campos Elíseos, entraron en el I"ouvre, en dondo Celestina hizo 1111 gasto do ocho francos, y en seguida ésta so volvió " Sil casa. Sn suegra tenía la regulnridad de 1m cronómetro. Entonces germinó en sn cerebro nn nuevo plan. A! día siguiente auunció :i su mujer que iba {¡ comer en la fonda con un amigo. -¿ Con qué amigo? ¿ Eu qué fonùa? ¿ A qué hera ? preguntó la señora de Etoupettes, que era algo celosa. -Con Berluchet, en el Café lUche, á las siete de la noche. A las ooho, mientrns Celestina y su hija estaban en la mesa, Ernesto entró cautelosamente on su casa, penetró en el cuarto do su suegra, se metió debajo de la cama y esperó. No se atrevía tÍ abandonar su puesto por temor de set sorprendido y no lograr la clave de aquel enigma hasta 6n-
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-¿ Dónde está el General? -¿ Qué General? ¿ EEtti usted loco 1 -Lo he oido todo, señora; ..... BlI ·amante •••." ¿Dón~ de está BU Amante? -1":"10 ahí 1 dijo la suegra, poniéndose muy colorada • . y le mostró, sobre una silla, un retrato al óleo, recién barnizado. I Celestina estaba enamorada del Rey Enrique IV I ALBINO GALADREGUE.
Clué te pido 1 Cuando ell ti mi pensamiento Be detiene, dulce Patria, Entre angustias y sollozos ¿ Qué te pido con el alma? No cs uu pan: yo 10 demando
llace tiempo eu tiena extraña,
y
lo cómo humedecido
De mis ojos con las ltlgrimas. No es tampoco una corona
De laurel : á rui me basta La de espinas que á mis sienes Ha ceñido la desgraoia.
Lo que férvido te pido Es I oh Madre idolatrada! Que no niegues á mis restos Una tumba en tus montañas, (Quito, 1880).
J.1\1.
VELASCO
CASTII.LO.
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LA LETRA P. (FllAGll1EX'£O
DE USA NOVELA INÉDITA).
Ay 1 ay I ay! son las interrogaciones do dolor que arranca al autor el recuerdo de lo que va IÍ referir. Un hermoso día del mes de Diciembre llegué, guiado por Ia mano fatal de mi destino, al inolviùable pueblo de..•• no mo atrevo á nombrado, su nombre me asusta, su re.cuerdo me espanta, y sólo cuando en el cmBOde esta historia tenga que hablar dc él, lo de¡;ignaré así: el pueblo P, por'ser esta consonante la inicial de pueblo, de patlbulo, de Panteón, de presidio, de l)OllZoña, de pl/1'[Jatolio, de perdición, de l)esadilla, do púnico, de pavor, de pena, de pobreza, y en fin, de cuanta palabra existe que signifique lo malo. Esta décimanona letra del alfabeto es el J uJas del abeoedario. Toda palabra que principia por eUa significa desgracia pal'a la humanidad. En la pasión de Jesús lo que más repugnante se registra es Poncio Pilato. El mns adicto de los apóstoles negó Ú. BU maestro por llamarse Pedro. El Redentor sufl'iá y murió por s!llvar al pecado!'. Nada cuesta tan cruentoB sacrificios como la. patria: por ella. se forman los pa1'tido8 que IlO debaten en la polz'tica; cuando ésta llega á l{ls 25 grados del centígrado 1IG .hacen los pronunciamientos, y los pronullciamientos son.Ia guerra, que es el peor de los males; y la guerra se haoo pôr adquirir el poder, es decir, la p,'esidencia, los puestos públicos, el presupuesto, la l)1'oclwaduTÍa, las p!'efectul'as, que dan pesos al p07'tamonedas. El pueblo es la víctima; pero se le dice que es por hacerla podel·oso. El sueuo es el desoanso natural del hombre, desoanso que nunca consigue en su plenitud por las pulgas. LOBpoetas lloroues no emplean en sus I'lentidas estrofas más que estas palabras: pesadumbre, pesai', partida, pena, promesas, Prometeo, Pirateo.
-22Es indudable que se podría decir que. DO habría en cste mundo un solo hombre perverso, si no existiera la P. La mlÍs irremediable desgracia de un hombre es, sin disputa, la de hacerse criminal. Veamos cómo se porta oon e.ta clase de desgracias la. maldita letra. Apenas un infeliz cometió un crimen, cuando elr preso, va il la prisión, se le '.iristruye el pl'oceso, y luégo, si es en Inglaterra, marcha á nn pont6n; si es en Francia, al presidio; si es en Turquía, al patz'bulo; si es en Colombia, á la penitenciaría; si en la China, al palo. La libertad de la república romana acab6 eon Pompèyo. El rey Caballero se perdió en Pavía. Pere. cieron por su maldad las ciudades de Pentápolis. Escipi6n fue derrotado por Anilial en las orillas del Po. Perecieron los perSQ& en Platea. Atenas sucnmbió en la. guerra del Pclaponeso. Mario fue derrotado en Preneste. Bajo las la.vas del Vesubio pereció Pompeya. El único que dudó de todo fue Pl'rdm. Macedonia. qnedó esclava desde la batalla de Pidma, ganada. por Paulo Emilio y perdida por Perseo. Durante mucho tiempo la. humanidad DO pensó más que en el medio de destruir )a humanidad, y al fin )0 eonBiguió; se necesitaba una sustancia destructoral y Bein. , ventó. En el Bigla XIII, un monje llamado Rogerio Bac6n .descubrió nada menos que la pólvom; descubierta ésta, quedaba por descubrir el modo mejor de aprovecharla, y se inventó )a pi8tola por Camilo Vitelli en la. ciudad de 'Pistoia. Pero aun no era suficiente la p6lvo7·a y la pistola, era indispensable, pal'a completar la destrucción, un pl·oyectil de metal, l y cuállleria el metal más aparente? La cuestión no era difícil: el plomo. MARTÍN GUERRA.
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TRAS DE LA VIDA. -" Hé aquí Ull humbre RiD historia I "- decíamos todos contemplando :í aquel viejecito muy correcto y Sonriente que todas las nocbes entraba á la misma bora en el Café, se sentaba á la misma mesa, daba laB buenas noches al camarero, nos saludaba con una leve inclinación y se engolfaba en la lectura de los periódicos. Sabiamos que se llamaba don Hilario Pérez, que habí:¡ rodado dmante casi toda Sll vida por cuantos gobiernos civiles hay en España, desempeñando puestos de csoasa repres~ntacióll y Hueldoj que una, vez viudo y cansado de ir de Avila á San Sebastiún y tÍ Badajoz, se había jubilado, alcanzando catol'CO mil reales, nada roenoR, de jubilación, y que eon esa renta vivía muy satisfecho al parecer, muy correcto y limpio do indumentaria, muy puntual en el Café y muy lector de los periódicos. - ITal vez sienta la nostalgia - dijo alguno de nosotros - del papel seUado y el balduque! - Quién sabe - ¥íadió otro - si vi virá desesperado por creerse con derecho tÍ diez y seis mil reales de jubilación, en vez de 108 catorce que, según parece, tiene. ¿ Acaso no le incomodará, argüí yo,q\1e otro Pérez como él haya llegado fi lo mejor tÍ Secretario del Gobierno civil de una. provinoia de tercera clAse? . _ Pero después de todas estas suposiciones, conveníamos en que la vida del bueno de don lIilario no contenía nin· gún dnma, ningún trágico suceso, nada, en fin, que se saliera de los límites de lo vulgar y de lo indiferente. NaB engañábamos, _según supe después; hé aqui el drama, porque realmente_lo habia, hé aqui el drama de la exi&tencia de don Hilario Pérez, jubilado de administra.ción y hombre, R lu qoe creíamos, Bin historia . Tenia
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ooho mil rellolee de sueldo cuando se casó, y 10
-24.-hizo con la hija de un compañero suyo de oficina, muchacha modesta y hacendosa, ni guapa ni fea, ni amable ni despegada, que respondia al poético nombre de Carina. ¿ Por qué llamar a~í á la hija de ur(humildísimo empleado, la que seguramente no había de alcanzar ni altos Di poétioos destinos en este mundo 1 I Qué sé yo! LOB Sánchez de nuestra administración civil tienen también sus romanticismos y SUB ambicioneR. RI padre de Carina había soñado para su hija filiaciones y apellido más rimbombantes que lo.qüe unió aquélla en SI\ matrimonio, denominándose yá niuíer Cll611da: - Carin •• Sánchezde Pérer.. -. En cuanto {~Sll marido, el bueno de don Hilar.iD1Anúa por ella,no amor, adoración. ApenRs terminaban laB horas de oficina, dirigiasc anheloso á su Cllll3 para recrearse en la contemplación de su lUujeroita. Senoillo- y candoroso en sus sentimien tos, amábala, pasaào", yá largos años de.811 matrimonio, como el primer día:l'El8~ha todos slls·gustos, satisfacía todos BUS deseos, a.eàriciábala tiel'llft-yprofU8l\mente con los ojos en todOll~8 instantes de su vida, ·y era, en nn; su mejor amigo, su servidor más constante, 'BU enfermero mãs alaitu y $U·lldorlldol'más rendido, más. -tierno, máR respetuoso; , ·Corina, alguna vez 'q'tiè-·otra,en medio de aquellaexistencia normal y feliz, solía. sentirse dominada por tristezàa litD"C611S8, por melancolías vagas y silenciosas, que don Hilai'io nt1'Ïbuía al sentimiento tan natural de no haber te-
D~oufthij~
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- Estando en Badajoz - soii& decir refiriéndose á 'aquellos arrechuchos de su mujer ---·tuve una gran alegría, 1>~qne me pareció que la. oosa i_.vera~, y yá _IMne cafa la baba de gusto, comO á un:~o; _peroell esto nos trasladaron á Sol"ia y toda mi ále8~iase vino pooo después abajo. Debe ser cosa de las aguas, porque si seguimos en Badajo~, nadie· me lo quita de la cabeza, la co.sahubiese resultísáO'Ségura, y mi pobre Carina se habría
-25curadQ para siempre de eRas tristezas, que aLara suelo tener tau á menudo. Es posible que en esto don lIilario anduviese sobrÍldo de 18zón, pcro vames al drama. Sucedió, digo, que esta.ndo don Hilario cu cI Gobierno civil de Zamora, no Ré qué expediente administrativo ó qué jarana de esas que mueven con tánta facilidad los papeles de nuestra administración pública, hizo necesaria su venida á Madrid, donde permatJcció con gran disgusto suyo mCB y medio. Al rE'gresar á Zamora encontró ú su mujer, li BU Carina, en una situaciÓn alarmante. PÍtlida, nerviosa, ·como asustada á ratos, como entristecida otros; la infeliz había perdido en absoluto la salud, el apetito, el sueuo. Declarósele después una fiebre indomable, qne la debilitaba y destruía, al fin la anemia vino lí postrar en el lecho aquel deaadente organismo, en el cual la vida fluctuaba yá como una fcble y azulada llama de alcohol. . Una noche don Hilario, que no sc separaba un instante do la cabecera de su cama, dirigióse " buscar en el armario de la alcoba, en el cual guardaba Carina sua ropas, sus devooionarios, sus modestas alhajas, un objeto, no sé cuál, necesario para la existencia de la enferma; pero E\lla1inoorporándose atcrrada en el lecho, díjole con ronca é imperativa voz: - IAhí nó I ¡Ahí nó ! y se dcsplom6 como muerta. A la siguiente mañana pnso Carina gran empella en levantarse, pero le faltaron las fuerzas, y cuando á los pocos días, entre 10$ desesperados gritos que arrancaba el dolor á don Hilario, fne cayendo en la muerte de una lenta agonía, sus ojos, BUS tercos ojos, no apartaban do aquel armario de la alcoba miradas á veces dulces y llcariciadoras, otras oomo de terror, y las últimas compasivas, tiernas, débiles, piadosas .
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-26.La desesperación de don IIilal'iofue inmensa. -I Se me ba !Icabado la vida! - decía fi todos 8US amigos, con 108 ojos hinchados de llanto: y aquéllos le respondían con IIfectnosa y creyente solioitud: ... -i Era una santa! -¡ Ern una santa, Bí !-decía don Hilario cuatro Ó oinoo dillB después del entierro de sn esposa, derramando terco su dolor en la alcoba mortuoria, -I Eras una santa, y te ban perdiùo ! y sus ojos se fijaban en el lecho en que espiró, en el fra.sco de 1/1 última medicina que bebieron BliS labios, aguijoneando de este ~odo su dolor con ll's punzantes recuerdOli de nquelld vida acabada, de aquel·sél' adorado, de aquel cariiío muerto .. De pronto dil'igióõe hacia el firmario de la alcoba, lô 'lbrió, y ba.lbuciendo con doliente expresión: - j Estos son sus vestidos, sus pobres "csti.se en la playa, y lllzando lOB hrazos hacin el cit>loexclum') : -:oj Seíior! j Dioil de bondad y de misericordia! ¿ Es rosible que te niegues n perdonar? j Ten piedad de mí, Djos mío, ten piedad de mí! y al pronunciar estas palabras, dejó caer sns brazos, teniendo alÍn en sns manos el cubilete. Una lágrimabl'otó entonces de su:; ojos y rodó pausadamente por su adelgazado rostro, yendo á cner en el fondo del vaRO,que de pronto se llenó hasta los bordes. Pnra obtener el tan deseado perdón, habÍale bastado que brotaRe de BUempedernido cOr87.Jnnna lágrima, una. ~ola lágrima de arrepentimiento. JEAN
PERSO!i:I>E.
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~astlgo. Ocultos en la sombra que proyectan Tus oscuras pc~tañas Viven dos asesinos nlevosos Que impunemente á. los que miran matan! Ay! Biyo fnera el juez que de esos crímenes Entendiera en la. causa ... Los condenlÍra á reclusión perpetua En la lóbrega. clÍrcel de mi alma I
PCllsamielltps. Un indiscreto es como nna carta. abierta que todo el mundo puede leer.-ANóNIMO. Los indiscretos son más perjudiciales dos.-BllEssAn.
que los malva-
El reconooimiento cs la memoria del corazón.-I\fAsBlEU.
El recuerdo es un dulco presente del cielo, con auxilio del cual el hombre revive en su existencia pasada.-Du~IAs. Nad>!.hay más peligroso que una mujer cia.-STonÉE. No hay ninguna rrcn.-SANDEAU.
cuando acari-
mancha que las lágrimas no ho-
Las lágrimas r Ese es el riego de nuestra alma I Ese el rocio del cielo!. •• Ese es el bálsamo del infeliz.-RocA Dili TOGORES.