El Estado: definiciones esenciales sobre su estructura

Autor: Huter, Rodolfo y Barboza, Walter Texto: Reflexiones sobre el Estado. Textos de cátedra Taller de Análisis de la Información (TAI), FPyCS, La Pl

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Autor: Huter, Rodolfo y Barboza, Walter Texto: Reflexiones sobre el Estado. Textos de cátedra Taller de Análisis de la Información (TAI), FPyCS, La Plata, junio de 2012.

El Estado: definiciones esenciales sobre su estructura Por Rodolfo Huter INTRODUCCIÓN Aunque por su naturaleza representan nociones diversas, ESTADO, POLITICA y SOCIEDAD conforman tres conceptos estrechamente vinculados entre sí, e íntimamente ligados a la esencia del hombre y a su vida en comunidad. El carácter social del ser humano queda de manifiesto a lo largo de la historia de la civilización; su tendencia a unirse, a integrarse en sociedad, le han permitido desarrollarse y evolucionar. La sociedad entendida como conjunto de individuos que comparten fines, conductas y cultura, y que se relacionan interactuando entre sí, cooperativamente, para formar un grupo o una comunidad, surgió con la propia aparición del hombre. En la prehistoria prevaleció una organización jerárquica, donde un jefe, generalmente, el más fuerte o más sabio del grupo, se ocupaba de ejercer el poder. Con el tiempo, el hombre perfeccionó los mecanismos de organización que le permitieron afrontar las necesidades propias y de su comunidad. Para ello, debió apelar a la política como instrumento transformador de la realidad. Como actividad esencialmente humana que supone siempre un ámbito de convivencia para desarrollarse, es decir vida social. No se desarrolla en el vacío. Sin hombres que conviven no hay política. No obstante, la sociedad conlleva una importante complejidad en las relaciones humanas, un sistema de tensiones entre diversas fuerzas sociales y políticas, con variados intereses, que conforman la realidad social. Por ello, puede afirmarse que sin “sistema político” que regule esas tensiones, tampoco hay convivencia organizada y persistente, razón por la cual no se puede soslayar la vinculación entre Política y Estado. La política -como actividad y como relación de poder- cobra sentido en y por su vinculación con el Estado. Éste existe en la medida en que aquella se concreta. La pugna entre los aspirantes para conquistar, conservar o resistir el poder será atribuida a la existencia misma del Estado. Así el juego entre las diversas fuerzas políticas –con distintos fines- girará alrededor de este abstracto que es el ESTADO. Del mismo modo, la actividad política establece la relación de poder del ESTADO con su SOCIEDAD, institucionalizándola mediante una estructura especial (órganos y normas) y haciéndola funcionar.

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El estado es la forma de organización política de una sociedad más difundida en el mundo actual. Surgido en Europa, en el siglo XVI, se extendió progresivamente a todos los rincones del mundo. El estado es: “una organización política, representada por un conjunto de instituciones investidas de poder para regular la vida de la SOCIEDAD, con soberanía interna y externa sobre un territorio determinado”.

Más allá de las particularidades que puede presentar, el ESTADO se caracteriza por ser una entidad abstracta y soberana que, fundamentalmente, representa al conjunto de la comunidad. Se dice que la estructura estatal es abstracta en consideración de que se halla conformada por un conjunto de instituciones públicas, encargadas de diversas funciones; aunque sin un GOBIERNO que las conduzca carecerían de razón de ser. Por su parte, el Estado es soberano en la medida que representa la máxima autoridad y no reconoce otro poder superior, tanto sobre la población como sobre el territorio que ésta ocupa. El origen del poder del Estado proviene del pueblo, y su organización se manifiesta concretamente a partir de la Constitución Nacional. En el caso del Estado Argentino, en ella se establecen las instituciones (Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial), su modo de conformación, las funciones y competencias, entre otros aspectos, que rigen la vida de la comunidad. A diferencia de lo que ocurre con el GOBIERNO, el Poder del ESTADO es permanente ya que trasciende a los gobernantes de turno que lo ejercen. Éstos podrán sucederse en la conducción, pero el ESTADO permanecerá inmutable. Asimismo, conforma una estructura de instituciones de las cuales se vale el GOBIERNO en sus distintas instancias (Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial) para llevar adelante su gestión.

ELEMENTOS DEL ESTADO El ESTADO moderno se halla conformado por tres elementos básicos: poder, territorio y la población. Sin la presencia alguno de ellos no hay Estado. • Población: es el elemento humano. Es el conjunto de personas que viven en forma permanente en un determinado territorio y se hallan sujetos a las normas del Estado. Debe distinguirse entre: • Habitantes: Son los residentes dentro del territorio. Se caracterizan por no gozar de derechos políticos, a pesar de ser alcanzados por las normas del Estado. • Pueblo: Concepto más restringido. Participa de la formación de la voluntad general. Es decir que se trata de la parte de la población que tiene el ejercicio de los derechos políticos, pueden votar y ser votados. En definitiva, de gobernar. • Territorio: Es la porción de suelo determinada, requerida para satisfacer las necesidades materiales de la población. Se trata del espacio físico sobre el que el Estado ejerce su poder. Conforma el límite a la actividad de los Estados extranjeros. • El Poder o la soberanía: es la facultad de mando sobre la población y el territorio que no reconoce ningún otro poder superior a ella. Se pone de manifiesto en su autoridad para legislar y aplicar sanciones a la población. Ese poder se extiende al ámbito internacional, dónde otros

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países y los organismos internacionales lo reconocen como Estado soberano (con poder sobre su territorio y población).

FORMAS DE ESTADO La forma del Estado puede ser unitaria o federal, según que los elementos de su estructura se encuentren articulados con referencia a uno o varios centros de poder. Esa centralización o descentralización política influye en la organización del poder en el Estado. Cuando la forma de organización del Estado es unitaria, el poder es ejercido por un gobierno central único encargado de las funciones de legislación, ejecución y justicia. Es decir, de haberse optado por esta forma de estado en la Argentina, el poder residiría exclusivamente en el gobierno central, mientras que las provincias carecerían de autonomía. Cuando el Estado es federal, el poder es ejercido por un gobierno central y varios gobiernos locales o provinciales. En este caso, se produce una coexistencia / una división de jurisdicciones entre el gobierno Federal (Central) y los gobiernos provinciales. El primero se encarga de gobernar la totalidad de país, mientras que los segundos lo hacen en el ámbito de sus respectivas provincias. Aunque con la particularidad de subordinarse al gobierno Federal (como a la Constitución Nacional y leyes nacionales). De acuerdo a la forma republicana, tanto en el Estado Central como el Federal, el GOBIERNO se reparte entre los PODERES EJECUTIVO, LEGISTATIVO y JUDICIAL. El ESTADO ha pasado a ser el principal protagonista de la comunidad internacional. La necesidad de integrarse, en un mundo cada vez más globalizado y relacionado en lo que se refiere a la dinámica económica, tecnológica y socio cultural, ha generado la conformación de organizaciones superestatales (el G5, G8, G20), regionales (MERCOSUR) o mundiales (la ONU).

GOBIERNO Representa la máxima autoridad del ESTADO. Dado que éste no tiene voluntad propia se expresa a través del GOBIERNO, entendido como el conjunto de órganos y funcionarios que desempeñan el poder público del Estado. Usualmente se trata de una noción que suele ser empleada como sinónimo de Poder Ejecutivo. No obstante, admite tres acepciones que pueden ser alternativas o complementarias: cuando se hace referencia al GOBIERNO en alusión al conjunto de individuos que ejercen el poder político y determinan la orientación política de una sociedad (gobernantes). O cuando se hace referencia al conjunto de actividades vinculadas al proceso de toma de decisiones políticas (la acción de gobernar, de decidir). O finalmente, cuando alguien se refiere a las instituciones a partir de las cuales se ejerce la autoridad (las estructuras institucionales). El gobierno materializa el poder del Estado teniendo a su cargo la conducción jurídica y política en sus instancias de decisión, acción y sanción. El poder de que se encuentra investido es poder de autoridad porque la dominación en el Estado moderno tiene por fundamento el supuesto de la dominación legal, de carácter racional. Resulta evidente que las nociones estado y gobierno no son conceptos equivalentes, sino que éste es un una parte esencial de aquel. Sin la estructura institucional que representa el ESTADO, no es posible el ejercicio del GOBIERNO; pero también resultaría absurda una estructura estatal sin un gobierno que la conduzca. Como rasgo distintivo el ESTADO tiene carácter permanente, dado que no tiene un plazo de vigencia; mientras que el GOBIERNO es temporal, en consideración de que tiene un período estipulado de ejercicio fijado por la Constitución.

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El Poder Ejecutivo no sólo implementa políticas públicas sino que se ha transformado en el centro desde el cual emana la mayoría de las iniciativas políticas.

NACIÓN Se trata de una expresión deriva da del latín ''natio'', "nación", que significa "lugar donde se nace" (del latín "nascere", que este último término significa "nacer"). Existen dos acepciones de “Nación”: uno político y otro cultural. Desde el punto de vista político la nación es una sociedad independiente formada por quienes reconocen un territorio, un pasado y un destino histórico comunes. Desde el punto de vista político, todos los ESTADOS son a la vez NACIONES, pero no todas las naciones se han organizado como Estados, fundamentalmente por carecer de territorio propio. En naciones como la Argentina, Brasil, España, Italia, se hablan distintas lenguas, se practican diversas religiones, viven hombres de diferentes razas, pero una larga historia en común y un territorio propio han creado grupos humanos homogéneos. En tanto que desde el punto de vista cultural, se trata de una comunidad en la que sus integrantes poseen un sentido de pertenencia a ella, debido a sus tradiciones culturales, como el idioma, la religión, la raza, las costumbres, el arte, y a la conciencia histórica comunes, A pesar de su similitud, no deben confundirse los vocablos nación y pueblo. Como quedó dicho, en éste último caso, comprende a un conjunto de personas más reducido, en virtud de su capacidad para ejercer sus derechos políticos (de elegir y ser elegidos a través del voto). Tampoco tiene equivalencia con el estado concebido como estructura institucional con poder para regular la vida de una sociedad y su territorio. Ni con la noción de gobierno, entendido como el conjunto de órganos y funcionarios que desempeñan el poder público del Estado.

LA REPÚBLICA Es una forma de gobierno basada en la soberanía popular. La soberanía reside en el pueblo; es inalienable e imprescriptible; su ejercicio está delegado a los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La independencia y coordinación de estos poderes es la base del gobierno. Las funciones del poder público: legislativa, ejecutiva y judicial, no pueden ser reunidas en el mismo órgano. El poder reside en el PUEBLO, quién lo delega, a través del voto y por un tiempo predeterminado, a un grupo de personas para que lo representen. El rasgo distintivo de este sistema político se halla representado por la división de poderes. En contraposición a lo que ocurría en las monarquías absolutistas, en las que primaba la concentración de poder en manos de una sola persona, el rey. (Origen divino, hereditario y vitalicio los reyes recibían su investidura y poder de Dios). El sistema republicano de gobierno reúne las siguientes características: • • • • • • •

Igualdad ante la ley de los ciudadanos: cualquiera de ellos tiene posibilidades de ser elegido para gobernar. División del poder del Estado en los tres órganos: independientes y de contralor. Periodicidad en las funciones de los órganos agentes: previstos constitucionalmente. Publicidad de los actos de gobierno. Rasgo fundamental del sistema republicano Elección de los funcionarios. Respeto a las minorías en los actos eleccionarios. Participación Responsabilidad de los funcionarios.

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Estas características lo distinguen tanto de la monarquía (normalmente hereditarias, vitalicias y sin responsabilidad política de los monarcas) como de los regímenes totalitarios. En el proceso histórico, la república reemplazó a la monarquía absolutista. Puso fin al ejercicio concentrado e ilimitado del poder del soberano, los reyes recibían su investidura y poder de Dios. La República tiene por fin evitar la concentración de poder en una sola persona. De allí, que su característica central sea división de poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Debe tenerse presente que cuando se hace referencia al “gobierno”, conjuntamente los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial conforman el gobierno del sistema republicano. Precisamente de esto se trata el sistema republicano. Este esquema tripartito del poder republicano, se reproduce en las distintas jurisdicciones (Nación, Provincias y Municipios o Departamentos) y en él se asienta la esencia del gobierno federal (cada uno de ellos tienen sus propios gobiernos: Poder Ejecutivo

Poder Legislativo

Nación

Presidente

Cámara de Senadores Cámara de Diputados

Provincias (*)

Gobernador

Cámara de Senadores Cámara de Diputados

Municipios

Intendente

Concejo Deliberante

Poder Judicial • • • • • • •

Suprema Corte de Justicia Consejo de la Magistratura Cámara Federal Juzgados Corte Suprema de Justicia Consejo de la Magistratura Juzgados



Juzgado de Faltas

(*) Se toma el caso de la provincia de Buenos Aires.

DIFERENCIA ENTRE DEMOCRACIA Y REPÚBLICA Si bien existe una vinculación muy estrecha entre ambos conceptos, su significado es distinto, aunque pueden considerarse complementarios. La democracia (el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo) es un concepto que se refiere a la forma de participación del pueblo en la vida política de su comunidad, que No se limita al derecho de votar ante cada elección, sino que es mucho más amplio ya que comprende la libertad de expresión de ideas y hasta la posibilidad de participar activamente en la vida política y social del país y de la totalidad de las instituciones de la comunidad (entiéndanse partidos políticos, instituciones gremiales, asociaciones profesionales, universidades, clubes, ONG). En cambio, la noción de República se vincula al accionar de las instituciones y a la división de poderes, atendiendo al origen popular del poder. En este caso, no es admisible que una persona que pueda asumir la totalidad del poder como ocurría en las monarquías absolutistas entre los siglos XVI y XVIII o en los gobiernos totalitarios o dictaduras. Sólo cuando el poder del Estado se divide en tres poderes independientes entre sí, y uno de ellos es el que administra, otro el que legisla y el tercero es el que juzga, se está en presencia de una República o un sistema republicano de gobierno. La publicidad de los actos de gobierno conlleva la obligación permanente de dar cuenta a la ciudadanía del accionar en la gestión de los cargos públicos. Se da cuenta al titular del poder constituyente, el pueblo. Como ejemplo, pueden identificarse las publicaciones en el Boletín Oficial y lo difundido por los medios masivos de comunicación La división e independencia de poderes apunta a evitar la concentración de poder en una sola persona y tiene por fin evitar absolutismos, totalitarismo o dictadura.

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La periodicidad de los cargos, se funda en que el poder reside en el pueblo. Nadie puede pretender perpetuarse en él. Finalizado el período de gobierno correspondiente, el Poder retorna al pueblo. Mediante nuevas elecciones designará a los representantes que gobernarán por un nuevo período. El poder de la ciudadanía se manifiesta a través del voto y de su participación. Mientras que la igualdad de los ciudadanos ante la ley son nociones vinculadas al concepto de justicia y la eliminación de privilegios.

EL CONSEJO DE LA MAGISTRATURA Es un órgano permanente de selección y remoción de magistrados. Asimismo, se encarga de administrar el Poder Judicial, supervisar a los jueces y poner en marcha los mecanismos de remoción por un Jurado de Enjuiciamiento.

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO Conforme a lo observado, una comunidad presupone la existencia de dos sectores claramente disímiles, aunque complementarios. El sector privado agrupa a individuos particulares y empresas privadas que se interrelacionan con su entorno pero sin la injerencia del Estado. Por ejemplo, Un periodista que trabaja en un medio de comunicación privado, percibe un sueldo del empleador a cambio de su trabajo. Es claro que ambas partes defenderán sus propios intereses, mientras que el Estado se mantendrá al margen de la relación a pesar de que legislará para evitar abusos. Es decir, en el sector privado prevalecerá el interés particular de los individuos (y empresas). En cambio, en el sector público primará el interés general de la sociedad por sobre los intereses particulares. En este punto es preciso tener presente la naturaleza del Estado como representante de la comunidad. Toda la estructura y actividad de los diversos organismos del sistema estatal estará orientada a generar las condiciones de bienestar general de la población. De este modo, los hospitales, colegios, universidades y hasta empresas estatales no perseguirán como fin el logro de rentabilidad sino satisfacer la necesidad de la comunidad en su conjunto atendiendo a pautas de progreso y desarrollo social. No obstante, no debe perderse de vista que la eficiencia del Estado –en su función socialsiempre estará condicionada por la orientación que le imprima el gobierno de turno. Aunque esta cuestión será motivo de otro trabajo.

TIPOS DE ESTADO La evolución del ESTADO a lo largo de la historia, tanto en su rol participativo como en su conformación institucional, acompañó los vaivenes experimentados por el CAPITALISMO. Los períodos de expansión, de contracción, como de profundas crisis, resultaron determinantes para reformular la organización estatal. Podría decirse que son dos caras de una misma moneda, tanto por sus orígenes como por su recorrido histórico. No obstante, a los efectos de distinguir adecuadamente entre los tipos de estados y sus características particulares, será importante observar qué preponderancia se le asigna en cada caso al CAPITAL (MERCADO) por sobre el ESTADO, y viceversa. De tal modo, es posible identificar con claridad tres tipos de Estado, a partir del derrumbe de las monarquías absolutistas (siglos XVIII y XIX): LIBERAL (o burgués), de BIENESTAR (o Keynesiano) y NEOLIBERAL.

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El Estado Liberal Es el ordenamiento político surgido en Europa, entre los siglos XVIII y XIX, que desplazó a la monarquía absolutista como consecuencia de dos procesos políticos y sociales históricos de la talla de las revoluciones burguesas y la revolución industrial. Atrás quedaron los tiempos en que el rey concentraba en su persona la totalidad de poder. Consecuencia directa de aquellos acontecimientos son el surgimiento simultáneo de un nuevo tipo de estado: el Liberal (o Burgués) en el que el poder del pueblo, se halla dividido entre sus representantes en los distintos órganos del mismo estado; y una nueva sociedad: la capitalista. No debe perderse de vista que el proceso de formación del estado liberal no fue uniforme, sino que cada país tuvo su experiencia particular. Plantear delimitar sentar fijar puntualizar El pensamiento liberal, delineado por Adam Smith, fue caracterizado en su ideología con la expresión francesa “laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar) con el objetivo de reflejar en ella los principios cardinales del Estado liberal: el ejercicio de la libertad individual, de la propiedad privada y de mercado. Mientras que resultaba fundamental que el Estado se abstuviera de intervenir en materia económica y se limitara a generar las condiciones necesarias para el funcionamiento del libre mercado. En el plano político, el Estado Liberal reflejó como legado de la revolución francesa, la garantía de los derechos individuales, como la libertad de expresión y de participación política. Asimismo, al eliminarse los privilegios de la nobleza del antiguo régimen, se instauró el derecho de igualdad ante la ley (igualdad política), De modo que, aquellos que eran súbditos bajo el absolutismo, se convirtieron en ciudadanos en el Estado liberal. Cabe recordar que en el régimen monárquico el súbdito estaba expuesto a las arbitrariedades del soberano; en cambio, a partir de entonces los ciudadanos están sujetos al cumplimiento de la ley, igual para todos los ciudadanos. Históricamente, hasta el desarrollo del capitalismo el término "propiedad" designaba sólo la tenencia de tierras, a partir de entonces el término propiedad comenzó a utilizarse para referirse a la propiedad sobre los medios de producción. Desde entonces, en su acepción común, se ha expandido para abarcar a las posesiones personales y a la propiedad no productiva que poseen los individuos. La expansión de los mercados mundiales de bienes fueron determinantes para que lograran la adhesión entre los industriales, los comerciantes y los inversores; los gobiernos influidos por estos grupos fueron adoptando medidas económicas liberales, que estimuló la libre circulación de productos, capital y trabajadores dentro y fuera de Europa. A pesar del éxito de las teorías liberales entre la burguesía, ya a lo largo del siglo XIX, se hicieron evidentes las injusticias del sistema y el conflicto de intereses entre los dueños de los medios de producción (burgueses), con los sectores trabajadores (proletarios). La igualdad política implantada por el liberalismo, contrastó con las desigualdades económicas y sociales de un sistema que protegía el capital en desmedro del trabajo. Esta tensión se extendió hasta principios del siglo XX y fue reflejada en el desarrollo de teorías anarquistas, socialistas y marxistas que postularon la eliminación de las desigualdades generadas la sociedad burguesa. El Estado de Bienestar Ya en el siglo XX, se planteó un escenario más complejo. Los conflictos entre trabajadores y burgueses por la distribución injusta de la riqueza, se agravaron con los efectos de las dos guerras mundiales, y la depresión económica de 1930. Un contexto de colapso financiero generalizado y de retracción del capitalismo, con gravísimas consecuencias sociales y económicas, dio lugar al surgimiento del Estado de Bienestar o Keynesiano, en honor a su máximo exponente John Maynard Keynes. Los Estados asumieron un nuevo protagonismo con la aplicación de políticas intervencionistas tendientes a equilibrar las economías y dar respuesta a los problemas sociales,

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ante los que el Estado liberal se había mostrado incapaz. El mercado quedaba, ahora, subordinado al poder del Estado. Este período, se caracterizó, fundamentalmente, por la iniciativa estatal tanto en lo económico como en lo social. Por un lado, en el primer caso buscó mantener el pleno empleo a través de subsidios a las empresas privadas, de la inversión en obras públicas y de la puesta en marcha de empresas estatales que producían bienes y servicios. Estimuló un nivel más alto de salarios para garantizar la capacidad de consumo de los sectores populares y la clase media. En el segundo caso, desarrolló políticas sociales universales que comprendieron las áreas de salud, educación, vivienda esparcimiento y deportes; seguridad social, como la cobertura por desempleo, las asignaciones familiares y las jubilaciones, entre muchos otros ejemplos. El Estado de Bienestar se caracteriza por poner énfasis en la prestación de derechos sociales, reivindicados como tales por los propios ciudadanos y no como un privilegio o caridad. Los conflictos entre trabajadores y empresarios fueron atenuados por la acción del Estado, que buscó equilibrar la asimetría de poder. Las tensiones sociales disminuyeron y vastos sectores sociales se incorporaron en el juego político de la democracia. Las décadas de auge del Estado de bienestar son recordadas como los años dorados del capitalismo. El Estado Neoliberal El neoliberalismo es una doctrina económica gestada en Europa a partir de los años ’40 con la finalidad de oponerse al estado de bienestar. Sin embargo, recién se llevó a la práctica – como prueba de ensayo- por las dictaduras cívico-militares de Chile (1973) y la Argentina (1976). Posteriormente, a fines de ese decenio, los gobiernos de Margaret Thatcher (1979), en Gran Bretaña, Ronald Reagan (1980), en Estados Unidos y Helmut Kohl (1982), en la República Federal de Alemania, se encargaron de aplicar las políticas neoliberales en sus países. Ante la crisis de la deuda externa, a fines de los años ochenta, el neoliberalismo se extendería a varios países de Latinoamérica y del Este europeo. Favorecido por el colapso de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviética) en 1991(fin del mundo bipolar), el modelo neoliberal se expandió fuertemente a escala mundial, impulsado por los organismos internacionales de crédito como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Fenómeno de la globalización. Las críticas del pensamiento neoliberal contra el Estado de Bienestar apuntaron a la intervención estatal en la economía y, específicamente, al excesivo gasto público generado como consecuencia del crecimiento de la burocracia estatal, debido a la expansión de los servicios sociales públicos, y del aumento de las subvenciones y subsidios a grupos de desocupados realizados por el estado para evitar las situaciones de exclusión total. En la práctica, el Estado neoliberal privilegió la iniciativa privada en detrimento de la intervención pública; y elevó el papel del mercado como único regulador del proceso económico, al tiempo que con el objetivo de desmantelar las instituciones propias del Estado de bienestar, se impulsó la restricción del gasto público (ajuste de las cuentas fiscales): tanto en burocracia estatal, como en servicios sociales (salud, vivienda, educación, salarios, seguridad social) y en obra pública. En ese mismo sentido, se dispuso la reducción del empleo público y la privatización de las empresas estatales. Dentro de las reformas estructurales propició la desregulación de los mercados internos y la apertura radical de las economías al capital transnacional. Se alentó la flexibilidad para la contratación de los trabajadores, derivando en la precarización laboral a partir de la reducción de los derechos de los trabajadores. En la lógica del estado liberal se producen cambios que comienzan regir el conjunto de las relaciones sociales en un contexto signado por el desplazamiento de los capitales desde el sector productivo hacia el sector financiero. La implementación de políticas neoliberales dio como resultado sociedades inequitativas, en las que los sectores más concentrados de la economía, poco numerosos, obtienen la mayor parte de los ingresos, la clase media se empobreció, los grupos de menores ingresos crecieron en número y fueron quedando excluidos del trabajo, del consumo y del acceso a muchos servicios básicos.

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En países como la Argentina, los efectos de la apertura indiscriminada de las importaciones, afectaron fuertemente a los trabajadores, en la medida que generaron elevados índices de desindustrialización, bajas salariales, y altísimos niveles de desempleo y marginación social.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Anderson, Perry. “Historia y lecciones del neoliberalismo”. http://www.deslinde.org.co/IMG/pdf/Historia_y_lecciones_del_neoliberalismo-_Por_Perry_Anderson.pdf Feinmann, José Pablo. Fundamentos del liberalismo económico. Publicado en Página/12, 21 de junio de 2009. Iriarte, Alicia. “Modelos de Estado en Argentina”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. http://ffyl.uncu.edu.ar/IMG/pdf/Modelos_de_Estado_en_Argentina-2.pdf Oszlak, Oscar. Estado y sociedad: ¿Nuevas reglas de juego? Publicado en la Revista Reforma y Democracia Nº 9 de CLAD (Caracas) http://2009.campinas.sp.gov.br/rh/uploads/egds_material/OSZLAK_Estado_Sociedad.pdf “Revoluciones burguesas. La burguesía y su lucha por la conquista de derechos políticos”. http://www.portalplanetasedna.com.ar/burguesia00.htm Página oficial de la Presidencia de la Nación, www.presidencia.gov.ar, en línea. Thwaites Rey, Mabel. “¿Qué Estado tras el experimento neoliberal?” Publicado en la Revista del CLAD Reforma y Democracia. No. 41. Caracas, Venezuela. Junio de 2008.

El estado y el caso argentino reciente Por Walter Barboza ¿Qué hacer con eso que se ofrece a simple vista de manera naturalizada? ¿Cómo romper con esas lógicas de reproducción del inmovilismo? ¿O será que el auge de las luchas sociales, que permitieron las grandes transformaciones de los sistemas políticos y económicos durante los siglos XVIII, XIX, y XX, no son más que la construcción de un mito? ¿La vida cotidiana es la simplicidad, o la realidad simplificada por los procesos comunicacionales? El caudal de información que a diario asedia y narcotiza, que reduce la complejidad del mundo moderno a simples esquemas informacionales. ¿Acaso se perdió el sentido de los grandes relatos? No son fenómenos nuevos; son el resultado de un fuerte proceso de mundialización de la política y la cultura. La globalización, expresión más novedosa de este fenómeno, emergió como resultado de un largo proceso de construcción del capital transnacional. Su triunfo, fue el triunfo de la economía de mercado, la sustitución del estado-nación y el inicio de un proceso regresivo de distribución de la riqueza que, en el caso de la República Argentina, irrumpiera el 24 de marzo de 1976 y concluiría con los episodios del 19 y 20 de diciembre de 2001. Esos hechos no marcan el fin de un gobierno caracterizado por su incapacidad política de resolver los graves problemas sociales que por entonces aquejaban al país, sino el fin de una época y el inicio de otra. Fernando de la Rúa no es más que una circunstancia de la historia, pues ni siquiera él tendrá la oportunidad histórica de devolver lo mucho que, una de las sociedades más igualitarias y progresivas del mundo, fue perdiendo por los profundos cambios estructurales que se produjeron en ese período. Argentina fue uno de los tubos de ensayo de las recetas de corte neoliberal que avanzaron sobre América Latina en la última década del siglo pasado. Fue el desguace del estado, con su

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consiguiente proceso de privatizaciones. El despido masivo de los trabajadores pertenecientes a las empresas estatales, el ajuste fiscal, la paridad cambiaria, la fuga de capitales, el achicamiento de los presupuestos destinados a mantener las estructuras del estado de bienestar, la flexibilización y precarización del empleo, la pérdida de derechos laborales, la creciente desocupación, la privatización de las cajas de jubilaciones. La privatización de la vida en todos sus órdenes. La exacerbación de lo privado en desmedro de lo público, en el marco de un mezquino paradigma del “sálvese quien pueda”. La riqueza acumulada por las generaciones pasadas, que tuvieron como efecto directo la constitución de un estado moderno desde el punto de vista político y económico, fue dilapidada en apenas diez años. Ese estado-nación capaz de desarrollar a lo largo del siglo XX la industria naval, petrolera, metalmecánica, la telefonía, el gas, la energía eléctrica, incrementar la capacidad de consumo de la población a partir de una distribución progresiva del ingreso, la aprobación de leyes laborales que reivindicaban los derechos de los trabajadores, la creación de los medios de información televisivos y radiales, el crecimiento del mercado interno, el desarrollo de una industria de mayor valor agregado, hasta alcanzar una distribución de la riqueza en el año 1975 de un 50 por ciento para los patrones y un 50 para los trabajadores del PBI, comenzó a ser desarticulado con el golpe militar de 1976 y profundizado con la llegada del presidente Carlos Menem en el año 1989. El denominado consenso de Washington (acuerdo entre los países deudores y acreedores para la puesta en práctica de un ajuste fiscal) permitió que el patrimonio acumulado quedara en manos de las compañías multinacionales, consolidando de este modo una de las transferencias de riqueza más escandalosa que se haya visto nunca en la Argentina. La ausencia del Estado, como un actor social con atributos de intervenir en los procesos políticos, sociales y económicos en beneficio del conjunto de la población, comenzó a extinguirse como idea. Su desaparición implicó que las grandes mayorías, integradas a la sociedad a partir de la creación de los puestos de trabajo generados por la pequeña y mediana empresa, quedaran desamparados: los avances alcanzados por la clase trabajadora durante el gobierno de Perón, rápidamente fueron desarticuladas con el ajuste económico. El fuerte contraste plantea una sociedad que se puede leer en forma binaria: consolidación de las leyes laborales (década del cincuenta), flexibilidad laboral (en la década del ’90); control estatal de los recursos energéticos (YPF, GAS del ESTADO, Teléfonos, Energía eléctrica, Ferrocarriles, agua corriente, entro otras), privatización de las empresas estatales (años ’90); fomento del desarrollo industrial (’50), desaparición de la pequeña y mediana industria (’90); políticas sociales y de fomento de la pequeña y mediana empresa través del estado (subsidios), quita de los subsidios y concentración económica en grandes compañías multinacionales (’90). En el período que media entre el ascenso de Perón, etapa política que significó el crecimiento, desarrollo y fortalecimiento del estado, a la llegada de Carlos Menem, momento de mayor retroceso del estado nacional como actor principal en busca una síntesis en las contradicciones sociales, la inestabilidad política, las intervenciones militares, el avance y retroceso de la clase trabajadora o en su defecto el de los grupos económicos, el golpe de estado de 1976, la desaparición sistemática de militantes políticos, trabajadores, estudiantes e intelectuales, son las regularidades que pusieron fin al estado de bienestar. Entre 1976 y 1983 fue a través del uso de la violencia, instrumento preferido por la dictadura militar y los grupos económicos para el disciplinamiento social. En la década del ’90 por intermedio de un mecanismo más sutil, a veces opaco o menos visible: las producciones de sentido vehiculizadas por los medios de comunicación social. Marcan los sucesos del 19 y 20 de diciembre un cambio de época. No el fin de un ciclo, que implicaría la vuelta atrás para el inicio del mismo; tampoco el fin de una etapa que daría lugar a otra que le sigue en un orden de correlatividad. Es el inicio de un cambio profundo en las mentalidades y perspectivas. En las formas de mirar y concebir al mundo; porque ahora el hombre se reconoce como “un hombre inacabado” que puja por superar la idea del fin de la historia y la muerte de las ideologías; un gran relato sin construir; un hombre que busca nuevas definiciones que le permitan dar cuenta del momento histórico que vive.

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No es el surgimiento del “Hombre Nuevo”, pero se asemeja. Es la ferviente necesidad de explicar lo ocurrido. Paradojas de la supuesta “posmodernidad”, hay un creciente caudal de literatura que revisa el pasado de la Argentina desde sus orígenes como patria naciente hasta el presente. Es el insumo que es vital revisar para dar cuenta del proceso político que vive la Argentina y América Latina. En la sinuosidad de esos caminos seguramente se encuentran algunas de las respuestas que puedan dar cuenta del presente. Sólo en las páginas de los diarios más honrosos, y que ven con mirada “crítica” (en su sentido analítico) el desarrollo de la situación política, discurren algunas de las claves de la época. Señalan, entro otras cosas, el fin del “Consenso de Washington”, los debates por la participación de los trabajadores en las ganancias de las compañías estatales y privadas, un creciente proceso de distribución equitativa de la riqueza, el desarrollo de políticas de estado orientadas a atender las demandas más urgentes: asignación universal, recuperación de las cajas de jubilaciones, movilidad jubilatoria, recuperación de aerolíneas, intervención del estado nacional como socio accionista en las empresas estatales que habían sido privatizadas, paritarias anuales para todas las organizaciones sindicales, puesta en valor de las políticas de DD.HH. que vienen a destacar el papel desarrollado por los organismos de ese tipo durante treinta años; la creación de nuevas universidades nacionales en el corazón de los grandes conglomerados urbanos; ley de medios para la democratización de la palabra, la recuperación de la política como una herramienta de transformación social. El cambio de época destaca la necesidad de comenzar a ser protagonistas de nuestra propia historia. Si San Martín, Bolívar, Monteagudo, Moreno, Belgrano, entre otros, no hubieran creído posible liberar a la América del Sur, otro hubiera sido nuestro destino. Y sin embargo sembraron las bases para la constitución de los nuevos estados nacionales. ¿Acaso no fue suficiente la potencia discursiva de esa convocatoria a las nuevas generaciones a trabajar por un país más justo y equitativo, que expresara en su momento Néstor Kirchner? ¿La interpelación a las nuevas generaciones no cambia el rumbo y el sentido de la historia? ¿No deja atrás esos discursos de los cuales da cuenta el sociólogo chileno Hugo Zemelman acerca de la experiencia de la posmodernidad? ¿No explica esa creciente movilización juvenil, la exhortación de Paulo Freire a la “lucha” y el “dominio político” para generar las condiciones de transformación? ¿No da respuesta al planteo de Zemelman, sobre cómo construir la historia en la cotidianeidad? Inicia una nueva época en la que todavía cuesta visualizar las formas, y los modos, en que la sociedad da sus primeros pasos en la búsqueda de esas definiciones, sobre las cuales ciencias sociales deberán dar cuenta. Se trata de los primeros pasos de un proceso acumulación que, en el marco de la profundización de ese proceso, serán beneficiosos para generaciones futuras.

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La puesta en valor del rol del estado, como la única herramienta capaz de garantizar la constitución de un país más justo, libre y soberano, se construye a diario. ¿Cuántos aportan a esos objetivos sin ser plenamente concientes de los mismos? Tómense las palabras de Paulo Freire para comprometerse en ese camino. Es necesario asumir que el estado es un estado en permanente construcción, como la democracia; que es un espacio de disputa; que está siendo disputado incluso al calor de las propias organizaciones que conducen el proceso político y que muestran contradicciones en su puja por establecer cuál de los proyectos en pugna es el más acertado para garantizar los objetivos de esa nación soñada. La educación, en todos sus niveles, es otro de los escenarios donde esa disputa se visualiza. Debe asumirse el compromiso que la hora requiere; no hay que renegar de los instrumentos que se disponen; no hay que ser meros espectadores de uno de los momentos más sustanciales que presenta la historia; la profundización de la democracia necesita de voluntades que intervengan comprometidamente. Ese objeto de estudio, que visto desde lo social, lo político, lo antropológico, lo sociológico, es la democracia y todo lo que ella implica, necesita de la intervención de la sociedad; pues como dijo Juan José Castelli, Representante de la Primera Junta en el Ejército del Alto Perú: “La revolución no será un té servido a las cinco de la tarde”

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