EL HUMANISMO LATINOAMERICANO COMO HUMANISMO AUTÉNTICO

RAE El presente trabajo de pre - grado para la licenciatura en filosofía, que tiene por título “El humanismo latinoamericano como humanismo auténtico”

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RAE El presente trabajo de pre - grado para la licenciatura en filosofía, que tiene por título “El humanismo latinoamericano como humanismo auténtico”, es un análisis temporal y de concepto acerca del humanismo, el cual desemboca en la realidad humanística en América Latina, su desarrollo, implicaciones y consecuencia. El trabajo consta de tres capítulos, el primero es una mirada general de lo que se entiende y se ha entendido como humanismo desde una proyección eurocéntrica, el segundo nos pone de frente al tipo de humanismo que se desarrolló en América Latina, no sólo como concepto, sino como acción social, no sólo para lograr la dignidad del ser humano, sino también para llegar a dimensionar una identidad respecto a qué es ser Americano y más aún latinoamericano. El tercer y último capítulo es una mirada general de lo que se ha dicho del humanismo hoy en día, teniendo en cuenta a dos autores latinoamericanos como son Pablo Guadarrama Gonzalez y Oscar Quintana Mejía. Por último se hacen las respectivas conclusiones, que nos llevan a ver como el humanismo se ha hecho día a día una necesidad de estudio en sí mismo y no solamente una herramienta para otras materias, debido a la perdida de humanidad que se ha dado en nuestra sociedad y las consecuencias devastadoras que ha tenido.

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EL HUMANISMO LATINOAMERICANO COMO HUMANISMO AUTÉNTICO

POR: JUAN PABLO OSPINA PINZÓN

UNIVERSIDAD DE SAN BUENVANTURA FACULTAD DE FILOSOFÍA BOGOTÁ D.C. 2007

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EL HUMANISMO LATINOAMERICANO, COMO HUMANISMO AUTÉNTICO

TRABAJO DE GRADO PRESENTADO COMO REQUISITO PARCIAL PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA

DIRECTOR DE MONOGRAFÍA FRANKLIN G. PÚA MORA Filósofo egresado de la Universidad Nacional de Colombia. Master en pensamiento filosófico latinoamericano Universidad Central de las Villas. Cuba

UNIVERSIDAD DE SAN BUENVANTURA FACULTAD DE FILOSOFÍA BOGOTÁ D.C. 2007 3

Dedico este trabajo a mis padres, amigos inseparables e incondicionales, quienes me han hecho llegar hasta donde he llegado, con una proyección humana y moral profunda y esperanzadora.

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AGRADECIMIENTOS

El siguiente trabajo es el resultado de la inquietud e inclinación filosófica a la cual me he visto orientado a lo largo de mi carrera, por ello, debo agradecer a todos aquellos que creyeron en mi y me dieron su apoyo incondicional en cada momento, especialmente a mis padres que siempre estuvieron a mi lado dándome aliento y entusiasmo, a todos mis profesores porque de una u otra manera me han hecho apreciar y ver en la filosofía, no sólo una carrera más en la cual se puede adquirir ciertos conocimientos, metodología y pautas de enriquecimiento intelectual, sino también y de forma muy latente una forma de apreciar la vida y de entender mi entorno y a quienes me rodean con una visión más profunda, novedosa y como en el caso de los primeros filósofos, con una sorpresa renovadora.

A mi director de monografía quien me supo orientar hacia un tema tan interesante como el pensamiento latinoamericano y en particular con el humanismo y su desarrollo. Por último, a mis compañeros que siempre me supieron alentar y mostrar a lo largo de la carrera, que lo importante en este tipo de estudio es enriquecer la parte humana y proyectar todo este tipo de estudios en pro de una mejor sociedad, y en entender qué es lo que realmente nos hace hombres.

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ÍNDICE

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INTRODUCCIÓN……………………………………………………................. 6 1. ESQUEMA GENERAL DEL HUMANISMO EN LA HISTORIA Y EN LA FILOSOFÍA…………………………………………………………….8 2. HUMANISMO EN AMÉRICA LATINA 2.1. Perspectiva clásica………………………………………………………... 21 2.2. Nueva perspectiva………………………………………………………… 25 3. HUMANISMO DESDE LO HUMANO (Hacia un humanismo que libere al hombre)……………………………………………………… 29 1. CONCLUSIONES……………………………………………..…………… 59

BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………......... 61

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INTRODUCCIÓN

En muchas ocasiones hemos escuchado el término humanismo en boca de diferentes autores y corrientes filosóficas, ¿pero a qué humanismo nos referimos? En un primer momento, sin asumir ninguna aprehensión sobre el término, podríamos determinar que se refiere a lo humano, más aún, a lo que nos hace humanos; pero ¿es así como se entiende?, ¿cómo ha sido visto el humanismo en la filosofía y en general en la historia?, ¿hoy en día a qué nos llama éste término de humanismo, particularmente en Latinoamérica?, con base en estas preguntas se hará un recorrido general en torno al término humanismo, dentro de su significado general e histórico; posteriormente, dimensionaré las perspectivas contemporáneas del término y, por último, su influencia y perspectiva dentro del ámbito latinoamericano, tomando un autor particular que de una u otra forma tienda al desarrollo del humanismo dentro de su filosofía. Debido a que el tema del humanismo, está tan latente hoy en día, no sólo a nivel político, o social, sino también en el aspecto educativo, se ha visto la necesidad, de hacer una investigación minuciosa del asunto desde nuestro contexto, es decir, el latinoamericano, y a partir de ello no sólo ver cómo se puede hablar de propuestas propias en este caso a la luz del humanismo y como se vive éste a la hora de ser dimensionado. Al iniciar este proceso de indagación, se tiende a tocar puntualmente el siguiente problema:

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¿Qué clase de humanismo se ha dado en América Latina, tiene algo de particular o simplemente se basa en la imitación del humanismo europeo?

Como punto de partida, se tomaría a modo referencia, la definición general que se ha dado del humanismo a nivel histórico y filosófico, y sus rasgos principales. Posteriormente, se vería la perspectiva que se ha dado desde nuestra América, respecto al tema y los aspectos que denotan un humanismo no sólo general, sino propio de estas tierras, para así después tomar a un autor latinoamericano, y mediante sus posiciones y obras, ir encontrando los vestigios de humanismo que pueda tener, aunque no se le hayan resaltado. Por último, se sacarían las conclusiones pertinentes, respecto al ser del humanismo en Latinoamérica, su influencia y la forma en que se lleva a cabo el mismo. Suponiendo que exista una originalidad, escudriñar en la misma, y ver la esencia que tiene nuestro humanismo, y sus implicaciones. Teniendo presente la idea de humanismo en general, y cómo se ha dado en Latinoamérica, tomar a un autor latinoamericano, del cual no se haya hablado mucho en términos humanistas y tratar de encontrar en la medida de lo posible rasgos de los mismos, sin forzarlo.

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1. ESQUEMA GENERAL DEL HUMANISMO EN LA HISTORIA Y EN LA FILOSOFÍA

Etimológicamente el término humanismo proviene de la palabra “hominus”, y se utilizaba de forma corriente en los siglos XV y XVI, en el periodo conocido como Renacimiento, del cual se hablará más delante de forma detallada, pero sí vale la pena adelantar que el humanismo se entendía como “la tendencia a destacar la importancia del estudio de las lenguas y de los autores clásicos”1, desde una perspectiva filológica y literaria distinguiéndose de los campos judiciales, legislativos, canonistas y artistas, aunque en este último aspecto tendrá una gran manifestación. El término fue usado por primera vez en alemán (Humanismus); siendo utilizado para designar todo un movimiento literario y filosófico, que buscaba “dignificar la imagen del hombre”, pero ¿qué es lo que se dignifica? Básicamente se resalta la imagen del hombre como problema y eje del pensamiento, retomando la tendencia de los clásicos griegos, el humanista se dedicaba al estudio de las artes liberales especialmente (historia, poesía, retórica, gramática, literatura y filosofía moral), las cuales tenían más en cuenta el aspecto humano. El Renacimiento es uno de los grandes momentos de la historia universal que marcó el paso del mundo medieval al mundo moderno. El término deriva de la expresión italiana “rinascita”, vocablo que utilizó por primera vez el literato Petrarca (1304 – 1374 poeta y humanista italiano). Es un fenómeno muy complejo 1

FERRATER MORA, José. Diccionario de filosofía, Vol. 2., Alianza Editorial. 1981. p. 1566

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que impregnó todos los aspectos de la cultura (social, político, económico, científico, artístico, literario y religioso) dándose una mayor identificación en el ámbito artístico, ya que en éste tenía una gran expresión. Para muchos autores empieza en 1453 con la conquista turca de Constantinopla. Según otros, es un nuevo periodo que surge desde el descubrimiento de la imprenta, e incluso se considera que no se produce hasta que Copérnico descubre el sistema heliocéntrico; pero la fecha tope es 1492, la del descubrimiento de América. Desde el siglo XII el régimen feudal había entrado en franca decadencia2, la nueva tendencia económica va dimensionando lo que más adelante se conocerá como capitalismo. La visión medieval cristiana de un gobierno armónico entre Estado y Clero va decayendo hasta verse como un sueño no realizado. La pólvora innovará el arte de la guerra y con ella desvanecerá la grandeza de los castillos; la ciudad se destaca sobre el campo, aumentando sus riquezas. Frente a la aristocracia se impone la burguesía como nueva clase social. A nivel geográfico y político, las antiguas naciones procedentes de la Edad Media empezarán a conformarse en Estados. Desde finales del siglo XV se multiplican los grandes descubrimientos geográficos, y la brújula, conocida desde el siglo XII, será un instrumento muy importante en esta empresa, el evento más conocido en cuanto a estos descubrimientos, son los viajes de Colón en busca de una nueva ruta a las indias que desembocará en su llegada a América, y con ello al conocimiento de nuevos pueblos culturas y razas. A nivel filosófico algunos denotan como fecha clave en el surgimiento del renacimiento, la muerte del cardenal de Cusa (1464): “En cuya figura concurren, por una parte, su vinculación con la Edad Media, y por otra, su significado 2

FRAILE, Guillermo. Historia de la filosofía. Vol. III. Madrid, Católica, 1960, p. 4

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humanista”3, aunque es una afirmación hipotética ya que sería muy drástico asumir un criterio tan puntual del surgimiento del humanismo.

Debido a su surgimiento y manifestación tanto temporal como situacionalmente, el Renacimiento ha tenido diversas interpretaciones, que han ido de los más grandes elogios, hasta condenaciones de grueso calibre. En cuanto a sus juicios, el Renacimiento fue muchas veces señalado, principalmente desde una de sus perspectivas, pero no en su visión de conjunto, por lo cual se tornó difícil atacarlo directamente como suceso y en cambio ha sido parcializado. Otra perspectiva respecto al renacimiento va a ser sus múltiples facetas y formas, de acuerdo al lugar donde se manifestó, por ello, cabría decir que no se puede hablar de un renacimiento, sino de muchos renacimientos, ya que no hay que confundir un renacimiento italiano, de uno francés, ingles o alemán, y muchos menos con el contexto español, cada manifestación renacentista va a vislumbrar un horizonte y un interés determinado, claro está que hay elementos comunes como la estima por la antigüedad clásica, el aprecio por las formas bellas, el individualismo y la exaltación de la naturaleza humana, entre otros. Hasta el momento se ha visto el Humanismo a nivel general, es decir, como se ha visto en al historia, pero ¿puede hablarse de una relación de éste con la filosofía? Algunos autores darán un sí rotundo, incluso otros irían más allá “proclamando que el humanismo es, en rigor, ‘la filosofía del Renacimiento’ o, cuando menos, ‘una nueva filosofía del Renacimiento’ opuesta al escolasticismo medieval.”4. Otros, por su lado, negarán rotundamente la posibilidad de hablar del humanismo en términos filosóficos, acentuando su aspecto literario. Y aunque no se da un conjunto ordenado de ideas filosóficas en autores como Montaigne, Nicolás de 3 4

Ibíd., p. 9 FERRATER MORA, J. Op. Cit., p. 1566

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Cusa, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola Valla, Ramus y otros, no puede negarse que al tocar la filosofía moral, de uno u otro modo el humanismo hace parte de la filosofía en general, teniendo su importancia. Respecto a Pico Della Mirándola (1463 - 1494), Conde de la Mirándola y príncipe de la Concordia, hay que resaltar entre otras cosas su texto “Oración acerca de la dignidad del hombre”5, donde de forma erudita y fluida exaltó el espíritu y la moral humana, más allá de la concepción cristiana medieval y de otras nociones que aunque no provienen propiamente de la Iglesia, sí se acercan a su ideal de hombre en todo el sentido de la palabra, es decir, aquel hombre que integre lo intelectual, lo moral y lo humano en sentido de persona, superando, como lo ve Pico, la animalidad o irracionalidad, para llegar a identificarse con lo que realmente es. Della Mirándola acoge ejemplos de los patriarcas del Antiguo Testamento, a algunos autores o pensadores árabes y de su contexto, para dimensionar en ellos, no sólo una realidad divina que se aleja de su realidad, sino que les envuelve hasta tal punto que mueve su carácter, sin dejar de lado su realidad humana, que es de donde surge esa razón y esa voluntad. Otro aspecto de este autor es su espíritu curioso, ansioso de conocimiento, que tenía fuertes tendencias hacia el platonismo, aunque no se inscribió solamente a esta doctrina, sino que como un buen ecléctico, estimaba y estudiaba las ideas de otras escuelas, buscando reconciliarlas: “Se propuso lograr una especie de síntesis, en que habrían de integrarse armónicamente la religión y la filosofía, el platonismo y el aristotelismo, el escotismo y el tomismo, el judaísmo y la cábala, todo ello dentro del dogma cristiano”6, tratando de dimensionar la realidad humana sin que ésta fuera opacada por lo divino, pero sí teniéndolo como fundamento. 5

Della MIRANDOLA, Giovanni Pico. ORACIÓN ACERCA DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE. Universidad Nacional de Colombia (Facultad de Ciencias Humanas), Bogotá, colección señal que cabalgamos, 2005, p. 35 6 FRAILE, G. Op. Cit, p. 179

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De acuerdo a lo visto hasta ahora, se puede afirmar que el humanismo es una respuesta fuerte ante una escolástica que ahogaba la idea del hombre frente a designios divinos, elevando su dignidad en principio al nivel de su perspectiva, y ampliando de manera considerable los horizontes de una antropología filosófica, claro está sin dejar de lado el fundamento en lo divino. Otras interpretaciones posteriores al periodo renacentista, se han concentrado en proyecciones naturalistas, tal es el caso de Goethe, Hölderlin y Hegel, quienes ven en el Renacimiento una vuelta al ideal del hombre pagano antes del cristianismo; siendo el hombre más autónomo y conciente de sí mismo superior a la idea de ser sobrenatural (Dios), en torno a la cual giraba la concepción medieval. De acuerdo a ello, se exalta la estética, la vitalidad y la propia naturaleza del ser humano. Continuando con la línea naturalista, J. Burckhardt (1818 - 1897) no hace distinción entre Humanismo y Renacimiento, en cambio, los unifica y tiende a dimensionar el aspecto renacentista italiano y dentro de éste el aspecto político, literario y artístico, aunque no ahonda en el pensamiento filosófico. Dimensiona el paso de la Edad Media al Renacimiento como un salto brusco. Éstos son algunos ejemplos acerca de cómo se ha interpretado el renacimiento, sin olvidar que pueden existir otras versiones. Sin embargo volviendo de nuevo al tema del Humanismo y de acuerdo a lo visto, ya podemos percibir que no se trata del Renacentismo, sino que es una de las facetas que éste tiene, y podríamos sospechar e incluso intuir, que este movimiento no está demarcado en un suceso o contexto puntual como el del Renacimiento, pero sí tuvo gran acogida e incluso adquirió nombre e importancia a partir de este periodo, aunque como veremos más adelante el término humanismo tendrá otras perspectivas en otros contextos y tiempos.

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Posteriormente a este periodo, entre los siglos XIV, XV y XVI, se van a retomar nuevas perspectivas del humanismo, entre ellas, el humanismo cristiano (dignificación del hombre teniendo como base a Jesús), un humanismo socialista (dignidad del hombre por encima del ideal capitalista), un neohumanismo, un humanismo existencial, un humanismo científico entre otros, los cuales van a elevar la imagen del hombre social y contextual, al cual hay que entender a la luz de la totalidad y no simplemente en alguna de sus dimensiones. A modo de síntesis podemos decir que el humanismo generalmente se empeña en: •

“El reconocimiento de la totalidad del hombre como ser formado de alma y de cuerpo y destinado a vivir en el mundo y dominarlo”7, superando algunas concepciones medievales, exaltando la figura del hombre y su libertad, dándole el puesto central en la naturaleza. Se afirma la importancia del estudio de las leyes, de la medicina y de la ética, en contra de la metafísica; tanto la vida contemplativa como la activa tienen importancia. Hay un mayor énfasis en la dignificación y la libertad del hombre, dándose reconocimiento a su puesto central dentro de la naturaleza y su destino como dominador de la misma (antropocentrismo).



El reconocimiento de la historicidad del hombre y su conexión con el pasado más aún con una corriente clásica como la griega, que aunque no había sido desvirtuada en el medioevo, sí había sido “contaminada” por los añadidos tradicionales de la época, perdiendo mucho de su esencia antropológica. Esta historicidad exigía la investigación filológica en lo que

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COPLESTON, Frederick. Historia de la filosofía. Vol. 3, Barcelona, Ariel, 1981. p. 629

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se refiere a los textos antiguos recuperándolos y estudiándolos, ya que ellos son la conexión más concreta con el pasado, además de la necesidad de encontrar en ellos un significado más profundo y auténtico de la poesía y de la verdad filosófica y divina.



“El reconocimiento del valor humano de las letras clásicas”8, aquí se hace referencia a las raíces más profundas del término humanismo, que en la Grecia clásica de Cicerón (106 – 43 a.C. Escritor, político y orador romano) y Varrón (116 – 27 a.C. Escritor y erudito romano) significaba la educación del hombre (paideia), educación para diferenciarlo de otros animales, permitiéndole abrir horizontes y tener un espíritu más crítico respecto a su historia y sociedad. Pero en el periodo del Renacimiento las humanidades van a ser vistas no como un fin, sino como un medio para llegar a la “formación de una conciencia verdaderamente humana, abierta en toda dirección, a través del conocimiento histórico-crítico de la tradición cultural”.9



“El reconocimiento de la naturalidad del hombre”10, quien por su ser natural, tiene necesidad de conocer la naturaleza y no por ello caer en el pecado, o en conocimientos inoficiosos, sino necesarios para su propia existencia.

Hasta aquí hemos visto el panorama general de lo que ha representado el humanismo para la historia en general y su perspectiva dentro de la filosofía, pero ¿no podemos hablar de humanismo antes del Renacimiento? Oscar Mejía 8

Ibíd., p. 629 Ibíd., p. 629 10 Ibid., p. 629 9

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Quintana en su texto El humanismo crítico Latinoamericano afirmará entre otras cosas, que hay antecedentes de humanismo en la visión griega, la judeo-cristiana y claro la renacentista clásica. Respecto a la visión griega, podemos decir que percibe al hombre como una totalidad, cuya existencia es vital en el momento de dar un reconocimiento a la realidad, aunque ésta sea independiente del hombre, e incluso las realidades más trascendentales necesitan del hombre para hacerse manifiestas; frases como la de Terencio “Soy hombre: nada de lo humano me es indiferente”11 y la de Protágoras “El hombre es la medida de todas las cosas”12, dan referentes fuertes respecto a la mirada de hombre que se tenía, como ser social, integral y fundamento del mundo. Pero esta visión no se da sola, y es el resultado de la influencia de otras culturas (orientales y asiáticas). Otra influencia fuerte es la del mito, como modelo ético y de liberación estética, que aunque se trata de superar por medio de la sistematización racional, es determinante en el contexto griego por mucho tiempo; esta dimensión mítica fue la que dio pauta a la proyección de vida que poseyeron los griegos, el mito es vivido como la vida misma, es la acción que se manifiesta por medio de la palabra. El hombre se haya como un mundo de posibilidades las cuales se realizan desde un ámbito espiritual y físico. La dimensión humana dentro de los griegos se traduce en integralidad. La ciencia, la filosofía, el arte, la política, la moral, la religión, el erotismo entre otras cosas, confluyen en el hombre, siendo éste medio, fin, creador y beneficiario de estas actividades. El hombre se entendía como origen y meta de la vida, es quien le da significado a la realidad como lo hemos dicho y es quien por medio de la humanidad humaniza. La realidad está dada por el hombre y para el hombre, incluso lo sobrenatural 11 12

Ibíd., p. 31 Ibíd., p. 31

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necesita del hombre para que sea, para que se le de sentido “La realidad del hombre es una sola: una sola su conciencia de la vida natural, individual, social e histórica. La noción cíclica se reproduce en esta concepción asistemática de la humanidad: alfa y omega, comienzo y fin, todo lo contiene, nada lo rebosa”13 La visión judeo-cristiana, por su parte, teniendo en cuenta sus vertientes, judías, griegas e incluso romanas, desembocará en una perspectiva humanista donde el ser del hombre no se restringe a un pueblo concreto, sino que se vuelve algo universal, donde la historia es un recorrido de salvación y la iglesia el modo de lograrlo, el hombre se dimensiona como un ser perteneciente al mundo, que por la fe tiende a la salvación en una comunidad. De forma más clara estamos hablando de tres pautas principales dentro del judaísmo, a saber: la mesiánica, la misionarista y la escatológica; la primera es la esperanza puesta en un elegido en un Mesías que traerá la salvación; la segunda señala la misión determinada para los pueblos elegidos, que consiste en conciliar al hombre con la realidad divina; por último, está la visión escatológica, que ve en al historia un camino de salvación. La concepción universal de hombre supera la que existía en Grecia, pero de esta civilización asumirá ciertas concepciones filosóficas, tales como el platonismo y el estoicismo, los cuales le darán mayor cuerpo al ideal, al naciente cristianismo. “El cristianismo, no sólo por los elementos judíos y griegos que recoge, sino por su propia doctrina evangélica, enriquece aquella visión parcial y limitada sobre la historia y el hombre que Grecia esgrimiera”14, otro aspecto que ayudó a esta formulación universal y extendida, es la aceptación del cristianismo por el Imperio Romano, la cual le dio fuerza; se proclama un semblante interesante que marcará de forma fuerte el desarrollo de la época medieval, se trata de la igualdad de los 13

Ibíd., p. 32

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Ibíd., p. 33

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hombres ante Dios, marcando lo que será el teocentrismo, y con el la pérdida de la individualidad, por lo menos, ante una presencia como la de Dios. Otras dos perspectivas del humanismo, posteriores a las conocidas en el renacimiento son la que se dio en la Ilustración y la visión contemporánea. El humanismo dentro del periodo de la Ilustración surge como respuesta ante un regeneramiento que estaba asumiendo el humanismo renacentista, en el simple conocimiento de las letras y la erudición. La visión ilustrada apunta no sólo a la intepretanción histórica del hombre, sino también a ofrecer “una alternativa eficaz y concreta a la problemática económico-social que le afectaba”15. Antes de las concepciones de Marx, el humanismo revolucionario del siglo XVIII apuntaba a la superación del orden opresivo absolutista. La historia se vuelve a entender no como un fin (resultado), sino como un medio, por el cual el hombre llegará a realizarse y perfeccionarse como tal, es así como la historia se ve como una fuerza capaz de trasformar al hombre y a su realidad, teniendo como guía a la crítica filosófica: “Es ella su arma de lucha con la cual ubica el obstáculo irracional y traza la estrategia adecuada para obviarlo. En su caso particular, esa irracionalidad está representada por las instituciones feudales económicas, político-jurídicas e ideológicas y es contra ellas hacia las que debe dirigirse toda la incontenible energía de la razón”16; es la búsqueda de instituciones más superiores que permitan dimensionar una naturaleza más pura del hombre, que le liberen de la alienación y degradación, y así lograr su felicidad plena; estas concepciones tendrán su mayor repercusión en los ideales de la revolución francesa: “libertad, igualdad y fraternidad”. En síntesis este periodo de revolución humanista en la ilustración marco la diferencia entre un humanismo preocupado principalmente en las teorías y aquel 15 16

Ibíd. p. 39 Ibíd., p. 39

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que se empeñó a llevar a la práctica todo aquello que se iba proponiendo, se trató de una acción social que aunque se vio marcada por sangre y fuego, dimensionó una búsqueda más real del ideal humano. Por último, tenemos la perspectiva del humanismo desde lo contemporáneo, la cual mantendrá en cierta línea la concepción clásica guiada hacia el estudio de textos antiguos y a la erudición un tanto teórica, y el escudriñar la historia como pauta mediante la cual encontrar una dimensión más concreta de hombre. Desde Hegel y la filosofía alemana, se irán dimensionando contrastes que irían desde lo puramente ideal hasta lo dialéctico, entendiendo esto último a la luz de Marx y su teoría de la lucha de clases, y posteriormente la proyección existencial de lo humano con realidad integral, donde el hombre como ser en sí, marca la pauta de la existencia. Como bien podemos ver, el humanismo resulta más complejo de lo que parece a primera vista, ya que no se queda restringido ni a una fecha ni a una específica dimensión de lo humano, sino que tiende a tocar lo humano en conjunto, dada la situación y el interés que se tenga. Cada época de la historia, así como cada contexto, ha brindado un granito de arena en la construcción y desarrollo de este concepto de humanismo, el cual en gran modo resulta difícil de encuadrar como una doctrina fija, ya que así como el hombre es dinámico y cambiante, el humanismo hereda de una u otra forma esta dinamicidad planteando así nuevas problemáticas que algunas veces ni se esperaban. Pero también es claro e interesante que el humanismo tampoco puede asumirse como mera teoría, ya que al sujeto al que nos referimos tiene una vida puntual en torno a la cual surgen sentimientos y circunstancias que marcan esa vivencia. “El humanismo, pues, más que una actitud y un conocimiento de lo humano, exige un compromiso vital y beligerante por el hombre concreto que a diario nos rodea”17 y, aunque estas 17

Ibíd., p. 13

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realidades nos lleven a proyectar una lucha que no necesariamente tenga que incluir las armas, nos demuestra que en el fondo se trata de una confrontación interna, de cada hombre por armonizar su ser individual con la alteridad que tiene que vivir diariamente, tratando de ser sí mismo sin alienar ni subyugar al otro. Para ir redondeando lo dicho hasta este punto, cabría decir que el humanismo entendido de forma clásica es un acercamiento a lo que constituye al hombre, y lo hace ser lo que es, superando en mucho los lineamientos escoláticos que ocultaban la dimensión humana bajo el velo de lo puramente divino, y aproximándose a un ser que tiene valor en sí mismo y que se encuentra inmerso en una realidad contextual e histórica, y lo más importante, que es su estructura pluridimensional. Pero aún así queda por ver cómo se dimensiona el humanismo hoy en día y si sólo se trata de percibir las realidades del hombre de forma positiva o si, por el contrario se tiende a hacer de esas realidades un proyecto que en lo concreto dignifique a un hombre que hoy en día se hunde en injusticias sociales y otras realidades que le hacen perder su identidad. Además faltaría ver hasta qué punto el humanismo es mucho más que un simple ideal tomado por algunos como algo prestado, y tiene la posibilidad de desarrollarse como una disciplina autónoma con un objeto, un método y unas finalidades más definidas. Como se verá más adelante, esta necesidad de dimensionar el humanismo en términos no sólo teóricos, sino prácticos, se hace más necesaria no simplemente ante nuestra realidad histórica contemporánea, sino más específicamente ante nuestra realidad latinoamericana, la cual a través de la historia, ha sido heredera de la injusticia social, venida de Europa, ya que aunque a mediados del siglo XVII, se asumió algo llamado humanismo, éste se proyecto por líneas literarias y eruditas, pero ¿también manifestó una problemática de contexto? Y si es así, ¿cuáles serán sus repercusiones?

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2. HUMANISMO EN AMÉRICA LATINA

2.1 Perspectiva clásica La filosofía colonial fue la que surgió en América con la llegada de ideas y corrientes europeas a estas tierras. En muchos casos trasciende la mera importación y se logra aplicar esa filosofía a los problemas concretos y candentes de la situación del nuevo mundo. De manera natural, fue siguiendo las vicisitudes históricas de la filosofía europea, pero recibiendo en muchas ocasiones de manera creativa y transformadora esos contenidos. En la base fue preponderantemente una filosofía escolástica, pero integraba elementos de las corrientes que predominaban en Europa. Por eso, se pueden marcar tres etapas en esta filosofía: la época humanista, la época barroca y la época moderna. Se toma como ejemplo de esta filosofía colonial el caso de la Nueva España y una referencia a Gonzalo Jiménez de Quezada, para mostrar sus principales aspectos. La época humanista abarca el siglo XVI y principios del XVII. En ella, la escolástica imperante se deja impregnar de elementos propios del humanismo renacentista, se defiende la dignidad del hombre y se compara el humanismo europeo con el humanismo indígena, para aceptar al menos algo de este último, como lo hicieron Bartolomé de las Casas, Alonso de la Veracruz y Tomás de Mercado. Inclusive puede hablarse de autores notoriamente humanistas, más que escolásticos, como Julián Garcés y Vasco de Quiroga. Y eso llega hasta principios

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del siglo XVII, como en las reformas de la lógica que hace Antonio Rubio o las teorías de la justicia de Juan Zapata Sandoval18. La época barroca se da en el siglo XVII y alcanza hasta principios del XVIII, ya que en América tuvo mucha más persistencia que en Europa. También mantuvo un mayor vigor. Se hizo visible, más bien, en el arte, pero también se puede detectar en el pensamiento filosófico. De este tipo de pensamiento se muestran las especulaciones del P. Diego Marín de Alcázar, manifiestamente culteranas y recargadas. Y también las de Fray Francisco Naranjo, no sólo por las cargadas de conceptos, sino por los motivos y ejemplos que usa en su exposición, típicamente barrocos, como los espejos, la luz que se refleja en ellos y las cosas que se fingen como sombras a partir de los mismos. Puede decirse que esta situación se prolonga hasta bien entrado el siglo XVIII, como se aprecia en el caso de Juan José de Eguiara y Eguren. Pero sobre todo se ve en el tipo de ciencia que se cultiva en esta época, muy permeada de hermetismo, especialmente a partir de las lecturas del padre jesuita Atanasio Kircher, que venían de Europa. De hecho, Kircher mantuvo correspondencia con algunos mexicanos. Su influencia es muy clara en Carlos de Sigüenza y Góngora, filósofo, matemático y astrónomo, así como en Sor Juana Inés de la Cruz, que en sus obras literarias revela un notable conocimiento de esos temas científicos, filosóficos y hasta teológicos. Son los llamados “polígrafos” del siglo XVII novohispano. La época moderna se cierne desde finales del siglo XVII, pasa por el XVIII y llega a la Independencia, a principios del siglo XIX. Las postrimerías del XVII se ven en autores como Sigüenza, que ya hacen una utilización decidida de Descartes, Gassendi y otros racionalistas. Los empiristas llegan más despacio y son incorporados más lentamente. Por ejemplo, se puede dimensionar en los jesuitas, 18

Se toma la figura de los dos personajes para resaltar la confrontación que se dio entre el humanismo clásico y su proyección, frente al humanismo desarrollado en Latinoamérica y su problema, los cuales toca IBARGÜENGOITIA, Antonio. Filosofía Mexicana en sus hombres y en sus textos. México, Porrúa, 1982

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en la segunda mitad del siglo XVIII. José Campo y Diego José Abad, Francisco Xavier Clavijero y Francisco Xavier Alegre son muestras de ello. Cuando los jesuitas son expulsados, en 1767, otras órdenes los sustituyen, como los oratorianos, entre los cuales descuella Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos. En el mismo exilio, y ya a principios del siglo XIX, siguen los jesuitas su proceso de modernización, e incluso influyen en Europa, como lo hizo Andrés de Guevara y Basoazábal. Por ese tiempo, muchos de los pensadores de la independencia supieron combinar su formación escolástica con las ideas modernas, y hasta hubo algunos completamente modernos. Con ello se apoyó las ideas de emancipación y terminó la era colonial. En este segundo momento el proceso nos lleva a mirar cómo se ha dimensionado el humanismo en América Latina, lo cual nos puede conducir a un primer momento, donde se asume directamente el concepto al nivel general en que ha sido entendido en occidente y específicamente en Europa: “El humanismo llega a América, como un reflejo de la sociedad europea del siglo XVI, con los hombres que llevan el peso del descubrimiento, conquista población y gobierno del continente”19, la figura de la cual podemos tener ese fuerte concepto humanista entre otras, está en la persona de Gonzalo Jiménez de Quesada, quien se destaca como “verdadero hombre del Renacimiento”20, por parte de José Manuel Rivas Sacconi porque “supo combinar tal universalidad de conocimientos con ciertas cualidades humanas, fundadas éstas y aquélla en una sólida y bien asimilada formación latinoclásica”21. Siguiendo con esta perspectiva humanista clásica que llegó a América, podemos darnos cuenta del latente interés que se le daba a la gramática, específicamente en Quesada que “Cuando fue encaminado por su padre al estudio del derecho, el 19

SACCONI RIVAS, José Manuel. El latín en Colombia “bosquejo histórico del humanismo colombiano”. 3° edición Instituto Caro y Cuervo. 1993. p. 1 20 Ibíd., p.1 21 Ibíd., p.2

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joven Gonzalo era ya ‘consumado en la gramática”22, que como el humanismo de occidente nos lo ha mostrado se inclinaba por la latina. Quesada es ejemplo de una tendencia humanista que se veía marcada, o inclinada a una pulida y admirada construcción literaria que le valió elogios en su momento e incluso podría decirse de él, que fue poeta latino, claro eso con cierto cuidado debido a la falta de material físico que lo corrobore, aunque quedaron algunos escritos recurrentes que podrían dar cabida a esta posibilidad, y de ser así “el fundador de Santa Fe sería el primero entre los poetas latinos del parnaso nacional, precursor de Fray Andrés de Nicolás y de Miguel Antonio Caro”23, lo cual nos llevaría a dimensionar la extensión de esta línea humanista que se dio desde la colonia. Podría decirse hasta aquí que Quesada “encarnó el ideal de su tiempo, inspirado en los arquetipos romanos, del hombre de pensamiento y acción e inauguró en Colombia la serie de los humanistas que han sido a la vez rectores de la cosa pública”24, aquí nos encontramos de frente con un humanismo de corte totalmente tradicional, con lo cual podemos inferir que en un primer momento hubo una adopción total del término en forma indiscriminada, es decir, que el primer humanismo del que podemos hablar, por lo menos en el periodo de colonia, es de corte clásico romano, con tendencia principal al estudio y enriquecimiento de la gramática y la lengua latina. Es incluso impregnada en la misma fauna nativa americana la esencia de este humanismo de lejanas tierras para dejar latente su inclusión en el llamado “Nuevo Mundo”: “Sobre el sepulcro de los conquistadores con frecuencia se colocaban inscripciones latinas, improvisadas las más veces. A falta de losa, eran grabadas en la corteza de los árboles convertidos en hitos del avance de la cultura clásica en el suelo americano”25. Más aún la utilización del 22

Ibíd., p.2. Citado por Rivas Sacconi de Fray Pedro Simón. Noticias historiales de la conquista de tierra firme en las Indias Occidentales. 23 Ibíd., p. 8 24 Ibíd., p. 8-9 25

Ibíd., p. 10 - 11

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latín llegó a ser tan amplia que no era de extrañar que se utilizara desde la cita de una frase filosófica, pasando por la protesta de los comandantes, hasta el gesto de agradecimiento y de expresión de fatiga de los agricultores, el latín se hace muy popular en el territorio americano. 2. 2 Nueva perspectiva Después de observar una perspectiva conservadora y hereditaria del humanismo en América latina (latino clásico), es interesante dimensionar una posición que se orienta hacia el otro extremo, es decir hacia una perspectiva humanista revolucionaria y que intenta tocar las problemáticas sociales de un momento determinado, en otras palabras “el hombre visto a través del hombre concreto de ésta nuestra América”26, se trata nada más y nada menos que de percibir la problemática nosotros mismos como latinoamericanos, nuestra realidad y nuestra dignidad e identidad ante el mundo, el filósofo mexicano Leopoldo Zea, quien toca directamente éste tema dirá al respecto: “Habría que partir de la respuesta que se de al interrogante de hombre de esta América, el hombre que se empeñó en la búsqueda de su identidad”27. Si nos damos cuenta estamos ante un humanismo que busca descifrar quiénes somos y el por qué de nuestra realidad, ante una situación como fue la conquista y la colonia de nuestra América. El humanismo que presenta Leopoldo Zea tiene varias situaciones que le dan fuerza, la primera tiene que ver con la identidad de los pueblos conquistados en América y específicamente en Sur América, en este sentido, “nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión de los invasores”28; ya que aunque puede haberse dado una imposición paralela de una cultura extranjera que ha hecho perder la propia o por lo menos la ha diezmado, quien ha 26

ZEA, Leopoldo. Latinoamérica un nuevo humanismo. Tunja, Bolivariana Internacional, 1982. p. 17 Ibíd., p. 17 28 Ibíd., p. 18 27

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sido conquistado no necesariamente tiene que verse identificado con el conquistador, y al no darse esta identificación, se presenta la pérdida de identidad que tenía el conquistado. Partiendo de éste último punto, llegamos a otra problemática a la que busca responder este tipo de humanismo, es el problema del rechazo y repulsión por parte de los pueblos conquistadores ante los conquistados, dimensionándolos como los excluidos y menos humanos29 al parecer no caben ya otros hombres con sus diversas razas y culturas. La filosofía de Leopoldo Zea tiene como eje central la conciencia de la dependencia. El pensamiento de dependencia del filósofo mexicano está fundamentado sobre dos puntos de vista íntimamente vinculados: la dependencia exterior, como realidad fáctica, junto a la dependencia interior, como conciencia que de ella se tiene. Tales formas de dependencia no habían nunca existido, sino precisaban, para su existencia, de gente que la practicaban o que la sufrían. Son éstos, en el entendimiento de L. Zea, dos grupos fundamentales opuestos: de un lado, los dominadores y, de otro, los dominados: los colonizadores y los colonizados. Sólo un humanismo mundial, de igual valor para todas las razas, todos los pueblos y todas las culturas, dando a todos la garantía de los derechos humanos fundamentales, podía ser la base de un futuro más justo del ser humano. Practicando un tal humanismo mundial, sobre todo con respecto a América Latina, fuese mejor, en vez de argumentar con un mestizaje racial, hablar de un mestizaje social. Sólo de esta manera, América Latina puede indicar su importancia y su papel ejemplar dentro de un proceso civilizador y progresivo y, al mismo tiempo, definir su propia historia, su propia cultura a base de los varios fundamentos culturales y raciales heredados. Lo humano parece también haber alcanzado sus límites, “más allá sólo puede existir la degeneración o la barbarie”30, si se observa con cautela, nos podemos 29 30

Aquí Zea está recordando una expresión de Bolívar. Ibíd., p. 19

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dar cuenta que se da un choque entre el humanismo clásico ya visto y éste que vela por la dignidad del hombre sin más, es un choque, ya que al hablar de barbarie y de límites de lo humano en cuanto a lo cultural, se puede traer a la mente esta misma distinción dentro de culturas como la griega y la romana, donde aquellos que estaban extramuros eran vistos en ocasiones como animales. Dado que los excluidos son escasamente hombres, entonces pueden ser utilizados: “El hombre convertido en simple objeto de explotación por otros hombres, los que para justificar la explotación, sin negar lo humano negaron humanidad del explotado”31. El humanismo visto aquí nos lleva a buscar debido a su tendencia excluyente, al hombre desde lo universal más que desde lo particular, respecto a una ubicación geográfica, se trata de ver al hombre como hombre, en su totalidad y no simplemente como un hecho característico que se restringe a ciertas esferas; el ideal no es utópico, es concreto y de frente a una realidad donde los nuevos pueblos y hombres “no son sino simples objetos de explotación como lo son la tierra, flora y fauna”32. Si lo miramos bien esta sigue siendo una realidad que nos toca aún hoy en día; habiendo superado el tiempo de la conquista, parece que no se ha podido superar el periodo de explotación ya que América y, específicamente América Latina, sigue siendo el punto donde la alienación, el abuso y el desprecio siguen vigentes, incluso nuestro territorio es visto como centro vacacional y lugar que debe imitar a los imperios vigentes. Claro está que esta realidad de exclusión no se ha presentado solamente en América Latina, también se hallan en esa lucha los africanos y los asiáticos, pero ellos ya tenían una cierta identidad, identidad que en las tierras americanas se ha visto distorsionada, hasta el punto que se ha llegado a dimensionar la nulidad de identidad. 31

32

Ibíd., p. 19 Ibíd., p. 19

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Para sintetizar, un humanismo que va más allá del estudio de la latinidad y las culturas clásicas, y que se pregunta por la identidad y tiende a buscar la dignidad del hombre sin ninguna distinción, es un humanismo que dimensiona lo humano “como una realidad concreta y no como simple abstracción. Lo humano en su concreción, tanto en el color de la piel como en la cultura. No ser sombra o eco de otras expresiones de lo humano. Sin hombres con su propia individualidad somática y cultural, pero no por esto más o menos hombres”33, hombres y nada más complemento de los diferentes pueblos y culturas que realcen al hombre como tal y busquen aquello que hace al hombre ser hombre. Claro este será un proceso difícil para América Latina, ya que tanto africanos como asiáticos como ya hemos dicho, tienen una identidad más definida y su lucha tiende más hacia la dignidad; en nuestro caso se trata de la búsqueda de nuestra identidad dentro de la realidad de mestizaje y pluralidad. Superar ese fantasma de repudio ante lo que somos y verlo como una realidad positiva, dimensionar nuestra cultura como una novedad positiva que hay que mostrar al mundo, éste es un humanismo revolucionario, un humanismo que como lo dice la palabra nos hace indagar sobre el hombre concreto como realidad, que no es el hombre cosificado y/o alienado.

33

Ibíd., p. 21

2

3. HUMANISMO DESDE LO HUMANO (Hacia un humanismo que libere al hombre)

Poco a poco se va dimensionando una visión más auténtica del humanismo en Latinoamérica, claro está por ahora no se pueden sacar conclusiones, pero sí se pueden seguir viendo nuevos apuntes sobre el tema. En Oscar Quintana Mejía, se hacen más detallados la particularidad y la proyección del humanismo tanto para un espacio como para un tiempo determinado, es decir, hoy en día, tal percepción nos pone de frente ante “un mundo tecnologizado e insensible como se ha convertido el del siglo XX”34, se trata de un momento en el cual la virtualidad, los sistemas, las relaciones sociales y económicas han llegado a un punto, en el cual la frialdad, indiferencia y mecanización en el diario vivir han hecho perder ese algo que hace al hombre realmente hombre, es así que “el humanismo se presenta como la única doctrina capaz de asumir la urgente tarea humanizadora que nuestra sociedad necesita”35. La realidad fría, de una filosofía universal y basada en la razón, que se desarrolló en el periodo moderno y alcanzó a llegar a nuestras tierras, va perdiendo fuerza ante varias realidades que nos muestran que el ser humano no es solamente el resultado de la razón, el humanismo que clásicamente se había manejado ha de reformarse ante las nuevas realidades de identidad, de dignidad y sentido fuerte de lo que es ser humano: “Solo un humanismo crítico y comprometido puede 34

QUINTANA MEJÍA, Oscar. El humanismo crítico latinoamericano. Bogotá, M&T EDITORES, 1993. p. 9

35

Ibíd.,

p. 9

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asumir de nuevo el pedestal integrador perdido por la filosofía”36, después de un periodo en que el ideal racional y totalizante del hombre se viene por tierra, ante la degradación, la pérdida de sentido, el sin sentido a la vida y, por ende, su destrucción, después de que la realidad misma y la ambición de poder han cegado la mente del hombre, ha quedado la desolación y el vacío, ahora cuál es el sentido de la existencia, ¿hay algún nuevo ideal?, ¿hay que buscar un modelo global que nos haga sentir orgullosos?, o simplemente ¿hay que aceptar con humildad lo que somos y seguir en el proceso de construcción de lo humano? Ante esta realidad nos pone de frente no sólo la vida, sino una nueva visión del humanismo, es un nuevo tratamiento ante la imagen del hombre, no simplemente como ser intelectual y rico en conocimiento y razón, sino como un ser con dimensiones más amplias que hay que indagar. Es por ello que al dimensionar una nueva alternativa al entender el humanismo éste se hace “un proceso espiritual, social e histórico”37. Se trata de un proceso de humanización, donde no se pierde de vista el aporte histórico y espacial, que se ha dado: “Cada nación, cada época, cada pueblo ha contribuido a su paulatina realización, han aportado su cuota, de letras o de sangre, para que el hombre sea cada vez más hombre y cada vez más humana la humanidad entera…” 38, aquí también podemos percibir una nota muy particular y es la de abrir el horizonte del humanismo y no restringirlo simplemente a un espacio, como sería el europeo y, más aún, el de un pueblo o pueblos reducidos (griegos y romanos), dando una mayor cabida a los actores de esta construcción humanizante. Pero ¿cómo llega a tener relevancia y particularidad Latinoamérica en este proceso humanista? Dado a la realidad étnico - cultural propia de nuestras tierras, 36

Ibíd., p. 10 Ibíd., p. 10 38 Ibíd., p. 10 37

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a su apertura reciente ante un “viejo mundo”, “América Latina confunde su destino con el de la humanidad misma”39, con un objetivo propio que es el de la búsqueda de identidad, que se relaciona directamente con la construcción del hombre, de lo humano, “Identidad y humanismo, son un solo proceso en América Latina”40. Pero el humanismo latinoamericano, no se queda simplemente en la búsqueda de la identidad, en contraste también encontramos un sentido humanizante de la realidad que nos rodea, se trata de una crítica ante ciertas circunstancias de vida (miseria, hambre, inautenticidad, soledad, asesinato, derrota y muerte), y crisis económicas, sociales, políticas y culturales, evitando al pasividad ante problemáticas que denigran lo humano, “la crítica enfática e implacable debe denunciar todo aquello que castre las potencialidades del hombre para realizarse plenamente”41, vemos otra particularidad en este humanismo latinoamericano, el cual está basado en una crítica ante los sucesos que obstaculizan ese proceso de humanización. El humanismo visto así es crítico y, por lo tanto, se ve comprometido con la realidad buscando trasformarla “Solo con la causa del Hombre está obligado el humanismo Latinoamericano”42. Pero este humanismo no queda ligado simplemente a un contexto puntual es por ello que “hoy más que nunca pude y debe hablarse de humanismo latinoamericano no como un invento nuevo, sino como el resultado de un proceso continuo”43,

proceso

el

cual

según

Oscar

Mejía

conlleva

tres

pilares

fundamentales, a saber: -

Una idea del hombre de las culturas precolombinas que llevamos presente como inconsciente colectivo.

39 40

Ibíd., p. 10

Ibíd., Ibíd., 42 Ibíd., 43 Ibíd., 41

p. 11 p. 11 p. 11 p. 11

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-

Una concepción del hombre recogida del humanismo universal y que ha enmarcado la nuestra propiamente dicha.

-

Una nueva visión de la historia latinoamericana que determina la conciencia histórica actual de América Latina.

Estos aspectos constituyen la estructura del humanismo latinoamericano que supera la visión tradicional y universal humanista. El humanismo crítico justifica la presencia de América Latina en la avenencia del pensamiento y la historia mundiales. Es una visión nueva del hombre, la sociedad y el destino, aunque antes que todo son latinoamericanas, pero también universales (se trata de un concepto abierto y constructivo), que resalta la vida misma de nuestros pueblos, dentro de la cotidianidad, en la existencia misma, no se trata de la visión fría y esquemática de un humanismo clásico que teoriza al hombre, sino que trata de indagar en su vivir, en su sentir. Es un: “Humanismo crítico por que no se agota en la consideración clásica del humanismo como estudio erudito de las letras y las artes, sino que utiliza en su interpretación de la realidad los elementos que la totalidad de las humanidades le proporcionan”44. El papel del humanismo actual es tratar de sacar adelante al hombre como ser particular y superando la fatalidad y su sin sentido, de la alienación para percibirse como no acabado y dinámico, se trata de una fuerza transformadora que debe llevar como emblema “humanizar la vida”45. La expresión de este nuevo humanismo parte de un pueblo y una situación, pero se confunde con la vida, la historia y la humanidad entera: “El humanismo es uno solo porque una sola es la raza humana y está en sus manos, exclusivamente, comenzar a realizarlo”46. 44

Ibíd. , p. 12

45

Ibíd., p. 12 Ibíd., p. 12

46

3

Para redondear esta parte y tomando algunas conclusiones de

Oscar Mejía

Quintana, se puede decir que al hablar de un humanismo nuevo o auténtico, éste se ve dirigido más que al conocimiento frío, racional y esquemático, a la realidad contextual y existencial del hombre. El humanismo, pues, más que una actitud y un conocimiento de lo humano, exige un compromiso vital y contundente por el hombre humano, por el hombre concreto que a diario nos rodea, ya que quedarse simplemente en la realidad abstracta del hombre, hace inoficiosa, e incluso estéril una proyección humanista, ya que si lo que interesa es el hombre, no se puede negar de éste sus circunstancias. Ante una visión idealista y progresista del hombre se perdió de vista lo que se quería en el fondo de este progreso, llegando a dimensionar al ser humano más como un medio que como un fin y, por ende, su poca importancia y posibilidad de sacrificio en pro de la riqueza y productividad inmediatos, ante esto “la situación de América Latina exige la proyección de alternativas que procuren la humanización de unas circunstancias presas entre la insensibilidad de las estructuras económicas, sociales y políticas que nos rigen y la inoperancia con los que pretendemos vanamente oponernos”47. Se trata de un humanismo crítico que denuncie las incoherencias sociales que alejan al hombre de su realidad humana cosificándolo ; el ideal del hombre no se puede quedar en lo abstracto, sino que debe procurar la acción contundente y concreta sobre la vida misma, por último, debemos entender este humanismo como la posibilidad de conciliar a los diferentes pueblos, mediante la proyección del hombre, de lo humano, como algo que se sale de lo exclusivo y se vuelve general y total, es así que cada realidad en el mundo que toque al hombre en su individualidad, debe tocarnos a todos debido a la relación como especie que nos liga. 47

Ibíd., p. 13

3

Oscar Mejía va aún más lejos llegando a proponer pautas para una metodología en el desarrollo del humanismo, pero podríamos preguntar, ¿para qué idear un método para el estudio del humanismo?, la cuestión es a la vez sencilla y compleja, por un lado, dado que para este autor el humanismo no puede ser visto simplemente como una herramienta al servicio de otras áreas, necesita tener una base epistemológica en sí misma y, como ya se ha visto, se empieza a proyectar un objeto y un sujeto en su estudio, los cuales se relacionan o metamorfosean de acuerdo a la situación, pero aunque tengamos estos dos componentes es importante tener cierto sistema o rigurosidad para que un estudio sea ciencia por sí mismo y, por ende sea aceptado como un sistema autónomo con una finalidad y un cuerpo para su desarrollo, es por esto que Oscar Mejía afirmará del humanismo que “mientras no se defina su metodología será inútil buscar en la comunidad

interesada

el

reconocimiento

necesario

que

le

permita

ser

universalmente aceptada”48 , se trata del mismo problema que ha cobijado a las ciencias sociales a la hora de aceptarlas como un estudio científico. La búsqueda de una aceptación científica de las ciencias sociales ha hecho que éstas se desvíen por caminos equívocos y hasta mal interpretados, en vez de orientarse hacia ideas más existenciales y llevadas a la realidad social: “En lugar de volver a Hegel o a Dilthey, incluso al auténtico Marx - el mejor hegeliano - la investigación metodológica se orientó equívocamente hacia un Kant acomodado para saltar después a un Comte bastante mal leído desde donde el positivismo social (en sus vertientes de diestra y siniestra) inició su rápida conquista de las ciencias humanas”49, llegando a la visión lineal de la vida dejando de lado la posibilidad de dimensionar los acontecimientos con hechos que, como diría Ortega y Gasset, tienen una circunstancia; a la final la dimensión social que acataron las ciencias sociales con un modelo positivista tan rígido ha hecho de la vida humana 48

Ibíd. , P. 83

49

Ibíd., P. 84

3

un simple laboratorio o, peor aun, un teatro donde la vida se ve pasar como un punto más dentro de la línea histórica. Después de asumirse un modelo positivista tan fuerte, su influencia a través del tiempo y de los autores no se dejó de ver, tal sería el caso Durkheim, Engels e incluso en el marxismo. El primero interpreta el estudio de la sociología como aquel que “tenía que llegar a poseer la rigurosidad de una ciencia exacta donde los juicios de valor tenían que estar absolutamente ausentes de sus observaciones”50, llegando así a la imparcialidad de las ciencias sociales, volvemos a lo que ya habíamos previsto, se trata de un laboratorio en el cual se busca mediante los estudios llegar a encontrar resultados físicos. La misma tendencia se dio en el marxismo, tanto en Engels como en Marx, quienes quisieron una “ciencia social con la rigurosidad y la exactitud de cualquier ciencia empírica”51, fue así que el materialismo histórico desembocó en una especie de ecuación matemática fría de la cual se esperaba un resultado después de ciertas variables. El marxismo terminó convirtiéndose en una ciencia que en poco se diferenciaba de la ciencia económica burguesa a excepción de dos ideas fundamentales, que la diferenciaron de ésta, las cuales son: la categoría de totalidad, en la cual se percibe la sociedad como un todo dinámico a la hora de estudiarla, y la identidad sujeto-objeto, o la “exigencia de reconocer el papel activo y determinante de la conciencia humana en la dirección que pueda tomar el proceso histórico”52, es decir, se dimensiona la historia como un suceso que definitivamente está constituido por entes humanos y, por lo tanto, no puede determinarse como un realidad artificial y descarnada de la existencia de individuales, sino que por el contrario involucra realidades de vida diversas en su constitución. 50

Ibíd., p. 84

51

Ibíd.., p. 84 Ibíd., p. 85

52

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La conciencia de que espacio, tiempo y categoría tienen un sujeto que hace un estudio de la realidad social marca la diferencia frete al estudio que haga ya que de una u otra forma estructurará la forma de ver el mundo y la sociedad, llegando a juicios de valor más amplios sensatos y humanos : “Entre más amplia y total sea la identificación de una perspectiva de clase con una conciencia humana general, entre mejor englobe, explique y comprenda las posiciones adversas, más cerca se encontrará de un juicio definitivo sobre su objeto de estudio. De allí por qué las ciencias humanas deban asumir, antes que rechazar, los juicios de valor”53, claro está que estos juicios de valor serían vistos como obstáculo a la hora de determinar el estudio social que se ha venido dando bajo el modelo positivo extremo, dado que las condiciones de una sociedad no posibilitan un determinismo absoluto en el momento de determinar resultados deseados, es decir, en medio de una realidad tan caótica como lo es la sociedad, la búsqueda de resultados ecuacionales, y por lo tanto predecibles y perfectos, es prácticamente imposible, entonces el problema no radica necesariamente en el escenario que se está estudiando, sino en la metodología que ese tiene al hacerlo. Pero no sería, sino mediante el estudio y la percepción de los postmodernos (Lacan y Derrida), entre los cuales resalta la imagen de Foucault, que se entraría a demostrar “cómo las recientemente creadas ciencias humanas realmente carecían de un método propio”54. Al hacer latente esta falencia las ciencias humanas como tales se derrumbaron, primero, al carecer de un método auténtico y, segundo, al no determinar de forma puntual su objeto de estudio, ya que el hombre como realidad existencial no puede entenderse de la forma que lo estaba pretendiendo las ciencias humanas establecidas a la luz del positivismo exagerado, así las cosas, las ciencias sociales o humanas dimensionaron como real sólo aquello que se filtraba mediante un 53 54

Ibíd., p. 86 Ibíd., p. 88

3

método científico: “Para justificar y legitimar su arrogante pretensión, tomaron prestados de la economía, la lingüística y la biología sus métodos para levantar desde ese reflejo nebuloso la metodología que pudiera orientarlas y distinguirlas en la época contemporánea”55 A continuación se presenta una visión del humanismo aún más compleja y fuerte que la ya dimensionada en Oscar Mejía Quintana, en la autoría del filósofo cubano Pablo Guadarrama, quien parte de diferenciar entre la visión clásica del humanismo, y las ideas propias de lo humano en América antes de la conquista, más aun, en América Latina. Posteriormente, nos muestra el rumbo que tomó el humanismo desde el momento en que se produce el “descubrimiento” y el choque entre culturas y razas, para ir concluyendo con el desarrollo que se desarrolla desde ese momento hasta el crepúsculo del siglo XX. Del primer punto cabe recalcar que así como en este escrito se ha intentado mostrar la estructura propia del humanismo en la historia y en la filosofía, Guadarrama hace énfasis en esta descripción propia desde la cual ve que “la historia recoge en su saber varias formas de humanismo desde la antigüedad, aun cuando usualmente este término se trate de circunscribir al pensamiento que se produce a partir del Renacimiento o de la decadencia de la Edad Media.”56 Y por otra parte”ignoran sus manifestaciones en el pensamiento oriental”57, esto nos pone de frente ante un autor que no sólo entiende que existe una perspectiva muy cerrada de lo que es la idea de humanismo, sino la manera en qué se ha entendido como única de un contexto, como si no hubiera forma de comprender un humanismo fuera de Europa y fuera de un Renacimiento. Más aún, trata de concentrar un propósito unánime del humanismo ya sea desde la perspectiva europea como la de otro contexto y es que “se caracteriza en lo fundamental por 55

Ibíd., p. 88 GUADARRAMA, Pablo. HUMANISMO En el pensamiento Latinoamericano. Editorial de ciencias sociales, La Habana: 2001. p. 14 57 Ibíd., p. 15 56

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propuestas que sitúan al hombre como valor principal en todo lo existente”58, por lo cual, se procura el optimo desarrollo de la dimensión física y espiritual de lo humano para que pueda desplegar sus potencialidades; pero como ya se ha venido diciendo esta percepción de lo humano no es neta de una contexto europeo-renacentista “Tanto en la China y en la India, donde la ética alcanzó niveles impresionantes desde la antigüedad, como en las culturas amerindias y de otras latitudes, hay evidencias del privilegiado lugar que se le otorgó siempre al hombre, aun cuando se subordinara su existencia a la creación divina”59, es entonces, el humanismo un proyecto en el cual se pretende la liberación del hombre de cualquier forma de alienación para que así logre ser sí mismo y pueda manifestarlo. Partiendo de esto último ya podemos dejar sentado que el humanismo sea donde sea que se manifieste siempre pretenderá la exaltación de lo humano y la superación de todo aquello que pueda alienarlo y coartarle la posibilidad de desarrollarse y progresar. Ahora se sigue con la segunda parte de la idea general que se esta planteando, y es la de la manifestación del humanismo en los pueblos precolombinos y como los llama el autor “amerindios”, ya de entrada el autor nos pone de frente ante un problema que es el de entender el pensamiento amerindio como algo más allá de la fantasía como a veces se ha entendido, debido a su tinte mitológico, el cual más allá de entenderse como simple forma narrativa o cuento, era una forma de reflexión sencilla, tal vez, pero muy efectiva y puntual, ya que los mitos no solamente pretenden transmitir historias “fantasiosas”, “estaban elaborados con una función educativa y sus moralejas se orientaban a reeducar permanentemente a los nuevos grupos humanos”60, a tal punto de elaboración llegaron estas ideas que “estas máximas, que bien podrían ser atribuidas a Epicuro, demuestran que las culturas originarias de América llegaron a altos 58

Ibíd., p. 15 Ibíd., p. 15 60 Ibíd., p. 38 59

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niveles de conceptualización de las relaciones morales que debían prevalecer en sus comunidades”61. Dentro del pensamiento que se originó en toda América, durante el periodo precolombino, se nota un gran desarrollo no solo en el pensamiento moral, sino también en el cosmológico existencial y teleológico, los cuales giraban de una u otra forma en torno a lo humano. Pero cabe recalcar que el pensamiento amerindio y más aún en lo que compete a lo humano nos lleva a encontrar contrastes con la Europa medieval y renacentista, tal es el caso de la visión dignificante del trabajo: “En las culturas precolombinas prevalece más bien el criterio de considerar el trabajo no como una carga o castigo, como la Biblia en definitiva sentenciaba, sino como una actividad inherente a la condición de ser un buen hombre, útil a la supervivencia de la colectividad”

62

. Éste es sólo un ejemplo

de aquellas variantes que se daban en la visión de hombre en estas culturas respecto a las del Viejo Continente, aunque en buena medida llegaron a equilibrarse con las concepciones europeas. Pero el humanismo latinoamericano, como ya se ha mencionado, es un contraste de contexto y hechos que lo han llevado a un rumbo bastante diferente al europeo, en ello es latente el hecho del “descubrimiento” y “conquista” , por parte de los españoles, es aquí donde el humanismo toma una directriz existencial y, más aún, de identidad al internarse en el problema de lo que es el americano frente al europeo; tal problemática llevo a argumentos como los de Francisco de Vitoria, el cual consistía “en que indios y españoles eran fundamentalmente iguales porque todos son hombres y por tanto solidarios y libres”63,

tales problemáticas o

situaciones que daban pie a estas afirmaciones radicaban en la arrogancia de los españoles, quienes identificaban al indígena con un animal con apariencia 61

Ibíd., p. 38 Ibíd., p. 47 63 Ibíd., p. 64 62

3

humana y por ende mantenían un trato indiscriminado con éste, aún cuando “los habitantes de las regiones americanas apreciaron a los hombres llegados desde el exterior como seres Superiores”64. Pero no sólo los españoles percibieron este choque de cultura y raza, también el indígena tenía su propio punto de vista respecto al español, ya que además de verlos como semidioses, también se sorprendieron mucho al ver sus características físicas, como en el caso de la barba y el excesivo bello que a los ojos de los nativos hacían ver al europeo como un mono; también los atuendos herramientas y medios en los que llegaron. Otro aspecto fundamental en la problemática humanista que se gestaba en tierras americanas, radicaba en la religión, ya que el colono no tenía intenciones de aceptar la diversidad divina que tenían los indígenas y, por ende, se fueron gestando conflictos; el europeo pretendía concretar una imagen “real de Dios”, pero no tenía en cuenta la perspectiva local en la cual se tenía una proyección concreta de lo divino y sus repercusiones a tal punto que “muchos de estos pueblos no aceptaron tener que renegar de sus dioses y, aunque aparentemente aceptaron el cristianismo, algunos continuaron cultivando a escondidas, sus ancestrales creencias, en tanto otros lucharon abiertamente por defenderlas”65. Hasta aquí se puede ver cómo el humanismo que se presenta en América Latina toma un tinte dinámico desde el mismo momento en que surge la pregunta por la humanidad o no de los habitantes locales, respecto a los colonizadores, y, por consiguiente, de la manera en que se debían tratar a dichos individuos, es la pregunta por lo que nos hace o no humanos, por las acciones que muchas veces nos llevan a ser más bárbaros que civilizados, ejemplo de ello fueron los actos indiscriminados contra las civilizaciones que no asumieron gobierno, forma de dominación y religión, los cuales a los ojos de otros individuos eran lo mejor y más viable debido a su rigidez legalista y nada conciliadora; pero vale la pena recalcar 64 65

Ibíd., p. 66 Ibíd., p. 68

4

que no todos los colonizadores fueron de este talante y reconsideraron la idea de dignificar y dar reconocimiento de la humanidad similar de los hombres americanos, frente a los europeos, “la conquista en América no encontró en el pensamiento amerindio un grado de madurez teórica que pudiese enfrentar al consolidado pensamiento del poder colonial, pero sí manifestó elementos de rebeldía y argumentos lógicos de protesta por la aniquilación y desarticulación de aquellos pueblos y culturas que motivaron, a algunos misioneros y funcionarios, así como también a pensadores europeos, a buscar los argumentos necesarios para reivindicar la dignificación de aquellos hombres, como representantes tan originales y auténticos de lo humano, al igual que sus congéneres europeos”66. Pero como esta indagación por la dignidad del indígena no sólo se trataba de un acto de altruismo por sí mismo, en el fondo también se buscaba por parte de sacerdotes - filósofos, llegar a una evangelización desde el cristianismo primitivo y unificar a colonos e indígenas en una sola espiritualidad “la preocupación por la dignificación humana de los aborígenes se encontraba en correspondencia con su marcada intención por reivindicar los valores del cristianismo originario, aun cuando no estuvieran al margen de los intereses económicos de los conquistadores. En definitiva, su aspiración última era que los pueblos recién “descubiertos” también debían regirse y vivir bajo el auspicio del Dios cristiano”67, el problema con esto es que el humanismo que se procuraba dirigir a los nativos era limitado y lejos del esplendoroso ideal renacentista, tal vez se pretendía humanizar la conquista, pero la fuerza y legitimidad de este intento retornaba a algo pragmático, que era el dominio del indígena desde un esquema religioso y por ende su alienación. De una u otra forma ya se puede observar que el humanismo radicalmente europeo con su esplendor en el renacimiento, no fue el que caló propiamente en 66 67

Ibíd., p. 74 Ibíd., p. 74

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tierras americanas, eso ya resulta interesante al continuar profundizando acerca del humanismo Latinoamericano. Lo que sí cabe reconocer respecto a la visión humanista que se manejaba frente al indígena era que pretendía salvaguardar la integridad y respeto frente a los mismos, tal es el caso de Vasco de Quiroga, quien “trató de rescatar el espíritu originario de la fe cristiana y de hacerlo coincidir con sus concepciones respecto a la bondad natural y la limpieza del alma de los indígenas, por este motivo se enfrentó a la cruel explotación y al aniquilamiento del cual eran víctimas. No sólo denunció el maltrato, sino que criticó las bases racionales que pretendían justificar aquella indigna empresa”68. Vasco llevaría su empresa a un punto tal, que daría como resultado el desarrollo de ideas utopistas, debido a la preocupación desde el aspecto social que dimensionaba en el trato inhumano de los nativos. La búsqueda de argumentos que reforzaran la defensa del indígena lo mejor posible, llegó incluso a dar indicios de lo que mucho más adelante se conocería como teología y filosofía de la liberación dado que se buscó “una reconversión total del cristianismo hacía su espíritu originario de identificación con el pobre, el oprimido”69. Luego de un espacio en el que prevalece la idea de defensa del indígena dentro de un aspecto vital y axiológico, vendrá el periodo que abarca el siglo XVIII, y con él la ilustración latinoamericana, la cual más que luchar por la dignidad y la búsqueda de reconocimiento de lo humano, tejerá la trayectoria hacia la independencia y desalineación del americano, no sólo del pensamiento, sino de la maquinaria social – política europea. Como ya se ha visto el humanismo que se intentó desarrollar a favor del indígena, tenía ciertas limitaciones, lo cual lleva a sospechar que aunque se intentó luchar por al dignidad de los mismos, aún se pretendió tener cierto poder para poder 68 69

Ibíd., p. 92 Ibíd., p. 92

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manejarlos, sí se dimensionaba lo humano del hombre americano, pero en el fondo se le veía como inferior. Después del periodo de la colonización viene un momento fuerte para el humanismo latinoamericano, comprendido en el desarrollo de la ilustración, la cual a diferencia de la europea tuvo sus cimientos dentro de los grupos eclesiales: “Se manifestó principalmente al inicio, entre sacerdotes que cultivaban la filosofía”70, esto debido a que tuvieron que manejar la dimensión de la fe, con bastante argumentación a la hora de evangelizar y mantener la fe cristiana en estas tierras, en concordancia con las nuevas ciencias y visión del mundo. La influencia de este pensamiento moderno llevó a sospechar e incluso criticar el sistema político del momento al verlo anticuado y en contra del proceso burgués que se estaba dando en el mundo, además hubo una gran “preocupación de los ilustrados latinoamericanos por revitalizar los estudios sobre los valores de las culturas precolombinas”71, esto en consonancia con el orgullo de su cultura y superando una visión marginal del ser latinoamericano. Cabe recalcar que el humanismo que se da en Latinoamérica, no es un simple eco del humanismo europeo y tiene una fuerte incidencia en la preocupación por el hombre indígena y su dignidad, aunque no se descarta ciertas tendencias hacia el humanismo renacentista, pero de manera ensañada y dogmática, ya que la acción del humanismo en América fue diferente a todo nivel. Éste se vería trazado por la denuncias en contra de la esclavitud, como respuesta a las desigualdades entre los hombres, pero además de la esclavitud, otros aspectos alienantes fueron denunciados, tal fue el caso del poder eclesial ante lo cual se decía, por ejemplo, “la autoridad no debía fundarse en el poder divino, y mucho menos en el Papa, sino en el consenso de la comunidad”72, afirmación fuerte que pretendía superar la 70

Ibíd., p. 92 Ibíd., p. 104 72 Ibíd., p. 105 71

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hegemonía presente, tendiendo a una gobierno más abierto; tales críticas tuvieron sus consecuencias, desde el destierro de varias personas entre ellas algunos jesuitas, quienes en gran modo contribuyeron al acelerado y nutrido desarrollo del humanismo en el pensamiento latinoamericano. Entre los problemas que se trataron en el ambiente humanista americano, tenemos, por ejemplo el de la persona de Andrés Guevara, quien, además de criticar fuertemente la escolástica por su atraso a todo nivel, también vio la educación como un tema importante a la hora de hablar del hombre americano, educación que llevaría a la superación de los principios de autoridad y daría mayor resonancia a la voz de la razón, lo cual fue eficiente para la religión y la filosofía, y aún más en los campos del derecho y la política. Otro ejemplo de las implicaciones del humanismo lo tenemos en la persona de Francisco Javier Clavijero, quien además de querer superar el esquema de una filosofía escolástica poco vigente, también se enfatizó en “conocer y divulgar los valores culturales de los pueblos indígenas”73. La búsqueda de una equidad entre los hombres de las tierras americanas, frente a los europeos fue el propósito de todo humanismo latinoamericano, o, por lo menos, fue su punto de partida, de allí afirmaciones como “en los hombres de estas tierras existían los mismos vicios y virtudes que en los de otras partes”74, y, por otro lado, “los humanistas del siglo XVIII latinoamericano se caracterizaron por prestar esmerada atención a la situación de los pueblos originarios, y en cierta forma, revalidaron la vieja polémica sobre la condición humana de estos”75, de allí se puede inducir que se mantenía vigente la pregunta sobre lo humano en los locales americanos y, por ende, su dignificación.

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Ibíd., p. 106 Ibíd., p. 107 75 Ibíd., p. 107 74

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Continuando con este problema, se dimensiona otra realidad como es la del aspecto espiritual, no como algo alejado del hombre, y, por ello, tanto la fe como el carisma y la iluminación toman un tinte más inmanente, a tal punto que la imagen de Dios se hace más cercana a la imagen del hombre. Pero tal vez una de las características más interesantes que llevará el desarrollo del humanismo en Latinoamérica, sería su papel determinante que tendría en las futuras independencias en América debido a las fracturas políticas y sociales que provocarían los dilemas sobre el hombre inmanente y dotado de una razón, las cuales le daban la posibilidad de superarse y conformar una pieza importante en el mundo, superando la visión clásica (escolástica) de un hombre abandonado solamente a la fe y resignado a la vida que se le presentaba sin posibilidad de poder cambiar nada; las monarquías y poderes heredados son vistos con cierto recelo, las nuevas perspectivas apuntaban a un gobierno más concertado y con bases argumentativas Francisco Santa Cruz y Espejo afirmará que “en el hombre están contenidas todas las potencialidades para el autodominio de sus fuerzas y las ideas religiosas, que no constituyen un obstáculo para la realización humana”76 , siempre y cuando no tiendan hacia el oscurantismo. Como se puede ver, hay una fuerte arremetida contra la escolástica medieval limitante, o retrograda. Llegando a este punto se puede dimensionar la acción liberadora y desalienante que ha tenido el humanismo en su desarrollo en las tierras americanas. En la actualidad tiende a enfrentar los nuevos retos y problemas globales proyectando su destino, manteniendo lineamientos de desalienación y liberación. Las bases de este humanismo en Latinoamérica se han visto mediadas por las siguientes tesis:

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Ibíd., p. 110

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No se trata de un estudio teórico que se encuadra a una época determinada, sino que tiende a contextualizarse constantemente, para así renovarse y estructurarse de forma amplia.

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Su proyección supera los esquemas morales debido a las problemáticas variadas “intrincando a urgencias de diferente carácter y no exclusivamente éticas”77. Dando como resultado el surgimiento de nuevas ideologías, y por ellas grandes cambios sociales.

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Desde el pensamiento precolombino, se le ha otorgado un lugar primordial al hombre, sin dejar de lado la importancia de la naturaleza y la relación recíproca que se produce entre los dos.

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La proyección de hombre que han tenido los grupos aborígenes, tales son: “la abnegación ante el trabajo, la sabiduría, la valentía, el desinterés, el amor a la familia y a la comunidad, el respeto a lo ajeno y a las tradiciones”78, entre otros que indudablemente dan realce al ser del hombre.

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El suceso del descubrimiento, dio lugar a un fuerte enfrentamiento entre los valores y concepciones del conquistado y el conquistador, lo cual ha tenido repercusiones hoy en día, pero también ha dado la posibilidad de asimilación tanto de unos como de otros.

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El dimensionar al hombre como un ser perfectible, que tiende a superar sus rasgos animales, para lograr auto superarse y desarrollar mejor su dimensión social.

-

Se tiene en cuenta la dimensión cristiana en el desarrollo del humanismo, pero no es el único ingrediente del humanismo latinoamericano, ya que también se debe tener en cuenta el aporte del pensamiento indígena y el de

77 78

Ibíd., p. 157 Ibíd., p. 157

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otras culturas, como también los ideales modernos y de independencia que se tejieron a su alrededor. -

El deterioro humano y natural entendido desde la degradación social y la destrucción de los recursos que ofrece la tierra se hace presente más en el hombre mismo, que en Dios, por lo tanto, la solución a estas problemáticas se hacen más inmanentes.

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La educación y el núcleo familiar son parámetros importantes a la hora de reeducar a la persona en vías de superar la normatividad y moralismos negativos para el hombre.

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El espíritu trabajador del hombre latinoamericano desde sus orígenes, como antídoto contra la enajenación en diferentes circunstancias históricas.

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La Tendencia a superar en un primer momento el capitalismo predominante y la cosificación del hombre, seguido del estudio de su contraparte el socialismo y su también tendencia alienante.

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Se Produce una denuncia abierta ante los diferentes vicios y acciones negativas que perjudican la dimensión humana, expandiéndose hacia la esfera de la política sin olvidar nunca el principio ético.

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Existe una tendencia fuerte a la utopía (no necesariamente abstracta), traducida en proyectos de reconstrucción social.

En la actualidad se busca gestar un humanismo que sea ecuánime con el espacio donde se desarrolla, es decir, que armonice con la naturaleza, “se trata de encontrar alternativas en que el humanismo no implique el naturalicidio que a la larga puede convertirse en un genocidio universal”79, realmente se puede ver que esta idea no esta fuera de tono con lo que está aconteciendo hoy en día, ya que humanismo no puede ser sinónimo de imposición sobre la naturaleza de forma violenta y destructora por una proyección progresista que va más de acuerdo con un ideal capitalista estricto que con la verdadera idea de hombre y de lo humano; 79

Ibíd., p. 159

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a partir de esta toma de conciencia de la convivencia con el entorno natural, se dará, por ende, una mirada hacia la dimensión socioeconómica y política que tienda a nutrirse de “dimensiones cualitativas y no solo de magnitudes cuantitativas”80. Por último, se pude ver en la proyección del humanismo latinoamericano, la perspectiva constructiva, que se traduce en la unión de fuerzas y respeto a todo lo que construye al ser humano en el proceso de entenderlo y dignificarlo, evitando siempre las generalizaciones que alienan y hacen perder la identidad. Se trata de enfocar la realidad del hombre hacia su realización verdadera, no individual, sino en comunión con los demás y con su entorno, ya que hasta nuestros días la visión de progreso ha sido tan particularizada, que al hablar del desarrollo humano, ya se da por sentado el desarrollo y bienestar de todos, cuando muchas veces el bien de unos pocos se hace contraproducente a un gran número. José Martí, muestra este quehacer del humanismo latinoamericano como algo práctico y pragmático; práctico ya que nos evoca a “concebir y cultivar la bondad del hombre como premisa indispensable para lograr cada vez formas más superiores de convivencia”81, teniendo en cuenta sus potencialidades e imperfecciones, concibiendo la bondad humana como algo que debe conseguir el hombre mediante su diario vivir y que no depende simplemente de un don sobrenatural o divino. Tenía una perspectiva muy positiva hacia el genero humano, por lo cual siempre pretendió confiar en la tendencia hacia el bien del mismo, y aunque se pudieron y actualmente se pueden ver situaciones o formas de ser que negarían esta tendencia, la verdad para Martí lo que cuenta es el trabajo y la aspiración del hombre hacia lo mejor: “Hay que dar ocasión a lo mejor

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Ibíd., p.. 159 Ibíd., p. 162

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–sostenía– para que se revele y prevalezca sobre lo peor”82, ya que para él no se trataba de un realismo que tendiera a resaltar lo más negativo del hombre, sino, por el contrario, teniendo en cuenta que existen errores o aspectos negativos en lo humano, la mejor respuesta es resaltar lo bueno par que lo supere a nivel no sólo ideal, sino de conciencia, “su optimismo realista en su concepción antropológica le indujo siempre a hurgar más en los espacios donde se construye el hombre superior que en aquellos donde pueda propiciarse su destrucción”83. En síntesis, el humanismo de Martí fue una constante búsqueda de la dignidad humana, más aún de una dignidad plena del hombre, y esta dignidad extendida a todos los hombres sin importar su raza. Como función liberadora o práctica, el humanismo de Martí es concreto y revolucionario, ya que busca la innovación del hombre mediante la trasformación de su entorno y circunstancias: “En su caso el cubano, el latinoamericano que no disponía de auténticas condiciones humanas de existencia”84; su discurso tenía raíces fuertes y era fuerte ya que se dirigía a una realidad y a unos hombres concretos, los cuales se disponían a luchar por su emancipación, emancipación que no podía esperarse simplemente como resultado de la decisión del pueblo como masa, sino considerando los componentes particulares, es decir, a cada hombre como parte del todo y como fuerza de revolución. En resumen, el humanismo martiano como función liberadora “supera toda forma de visión contemplativa del hombre, porque es un humanismo militante comprometido con los pobres de la tierra”85. El humanismo como elemento desalienador para Martí, tiene como fundamento a la ciencia; sobresalta el nexo indispensable entre el hombre y la naturaleza para 82

Ibíd., Ibíd., 84 Ibíd., 85 Ibíd., 83

p. 163 p. 163 p. 164 p. 166

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que tanto uno como el otro puedan sobrevivir, se trata de realzar la imagen del hombre apoyado por aquel elemento que le fortalece y vivifica es decir, su entorno natural, el mundo donde se desenvuelve, apoyo que le lleva aun profundo conocimiento de la misma y, por ende, a entenderla y desalinearse no sólo de el entorno, sino de los otros al entenderse uno con su elemento de vida. “La labor desalienadora de Martí se desenvuelve en diferentes planos, sobre todo en lo político”86, siendo su objetivo más inmediato la liberación del pueblo cubano, al cual direccionó todas sus fuerzas. El medio por el cual se lograría esta liberación sería la exaltación de la producción del hombre a todo nivel, llegando a exponer toda su producción intelectual, estética, política, etc, que le irían llevando paso a paso a su superación y perfección. Al estar relacionado directamente con el mundo, la naturaleza y sus propios proyectos y realizaciones, el hombre no depende de fuerzas extrañas, por lo mismo, “la providencia para los hombres no es más que el resultado de sus obras mismas” 87 En este punto el hombre se vuelve artífice de las realidades y leyes que existen, pero no de manera individual, sino en grupo, lo humano o más aún la idea de hombre no se entiende en el sentido egocéntrico del individuo que todo lo puede, sino de la comunidad de la historia y relación de especie que puede salir adelante por medio del trabajo, el cual para Martí es una actividad desalienadora y promotora de la dignidad del hombre siempre y cuando no le conduzca al consumismo desenfrenado y ambición destructora, siendo el entorno quien depende de él, si existen ciertos males del mundo, no son, sino el resultado de la acción del hombre, asimismo los acontecimientos maravillosos de la vida, no como expresión de incredulidad ante lo divino, sino como manera de crear confianza en el hombre.

86 87

Ibíd., p. 167 Ibíd., p. 168

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Otro autor de relevancia en la perspectiva de un humanismo auténtico es José Carlos Mariátegui88, quien tras la ola de la dialéctica marxista hizo más concreta la tarea del humanismo latinoamericano. Él concibe al hombre como un ser racional, que no sólo debe regirse por este parámetro para lograr sus metas, sino que debe superar lo puramente conceptual y llegar percibir la pasión por la revolución, que lleve al cambio. Pensaba que el individuo por acción individual no tendería a ningún cambio, y, por ello, la búsqueda de ideales debería tender a un imaginario o mito colectivo, por lo cual no pretendía superar necesariamente todos los mitos del hombre, pero sí utilizar los más prudentes para lograr su desarrollo y complemento como humanos. El socialismo es considerado por éste autor no sólo como la forma de lograr la igualdad económica y social de los más pobres, sino más aún la posibilidad de dignificación y la superioridad espiritual, dado ello, la política llevada de forma auténtica debe conducir a la revolución, revolución creadora y noble que engrandece el espíritu del hombre, “la revolución es para los pobres no sólo la conquista del pan, sino también la conquista de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu”89. Otro aspecto relevante dentro del proyecto humanista de Mariátegui es la búsqueda de la dignificación de la cultura americana empezando por el indígena, y con ello motivar un ideal que realmente moviera a toda la comunidad, por ello, no dimensionó un trabajo enciclopédico o de logro simplemente académico, sino que apuntaba a “ayudar a descubrir la potencialidad de la cultura indígena y superar el estado de postración y subestimación del cual había sido objeto”90. En su concepción percibía la superación de una burguesía alienadora, la cual anula inevitablemente toda ley de protección del indígena o del campesino. La 88

MARIATEGUI, José Carlos. 7 ensayos de la realidad peruana. Caracas, Biblioteca de Ayacucho, 1979 GUADARRAMA, Pablo, Op. Cit,. p. 210 90 Ibíd., p. 211 89

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burguesía también ha incidido en la fractura de un pensamiento social comunitario que ya existía incluso antes de la conquista española, la cual instauró una economía de carácter feudal, que no tendía al progreso, sino a la explotación de los recursos naturales. Mariátegui desarrolló una idea marxista de fuerte influencia comunitaria, por medio de la cual se tendiera a liberar al hombre americano, y en su particular, al hombre peruano, del atraso no sólo político, sino también cultural y con ello superar cualquier clase de denigración y tratar de lograr un equilibrio axiológico entre los diferentes grupos raciales, sociales y étnicos. A grosso modo ésta es una de las manifestaciones concretas de lo que se podría denominar humanismo auténtico, humanismo que como se puede ver no se queda de ningún modo en el estado académico o teórico que es tradicional en Europa, sino que por la influencia contextual e histórica, toma un aspecto revolucionario y de constante crecimiento de la dignidad del hombre, sobre todo del hombre que es pisoteado y considerado inferior, ya sea por su cultura, su raza o condición económica, siendo este último aspecto el más latente en los más recientes años, además, de la realidad tecnológica y la tendencia a valorar más lo tecnológico y “civilizado”, que a lo humano y tradicional. Estamos ante un humanismo que no sólo busca dignificar al hombre como realidad racional, sino que ante todo dimensiona el aspecto vivencial, se hace un humanismo existencial ya que toca desde las fibras más profundas y se expande hasta las realidades más colectivas de lo humano, porque los que hablan de este modo de filosofía viven la realidad que están estudiando y del cual buscan una proyección. Por último, se puede tratar, según Guadarrama sobre la confluencia del socialismo y el marxismo como constituyentes del humanismo latinoamericano. El socialismo entendido tradicionalmente en Europa, perdió fuerza en un buen número de los diferentes territorios donde se extendió, dos décadas después de haberse propuesto, mientras que en países como china, Vietnam y Cuba, se desarrolló y

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mantuvo, incluso hasta hoy en día, claro está con ciertas variantes dependiendo del lugar y contexto. El humanismo propuesto por Marx y Engels tiende a propagar una utopía concreta, que entre su novedad contiene la tendencia a desarrollar un humanismo de nuevo tipo, es decir, un humanismo más práctico, que aquel que se gestó en el renacimiento y la ilustración, claro está que esta visión humanista no fue exclusiva del marxismo ya que en otros contextos tal es el caso del latinoamericano ya se tendía a dimensionar un humanismo auténtico y con un contenido que tocara realmente la vida. Dentro de la variedad y ejemplos claros de un humanismo práctico y renovado en América Latina tenemos como referencia histórica a “hombres de la talla de Bolívar, Martí, Sandino, que hicieron del humanismo un estandarte permanente tanto de sus acciones más heroicas como de las más cotidianas. En el Che, Fidel y otros marxistas latino-americanos, el humanismo cobró otras dimensiones teóricas y prácticas”91, llevando la idea de hombre de un plano universal, teórico y abstracto, al del ser humano que vive el día a día, que tiene preocupaciones y tiende a ser pisoteado por grandes sistemas que velan por bienes egoístas. El marxismo es el punto de partida de un nuevo ideario de humanismo que tiende a superar el esquema tradicional y puramente racional que ha tenido el humanismo occidental, tendiendo a una proyección activa “revolucionaria” que tienda a ser más contundente y aunque ha contenido ingredientes utópicos, éstos son necesarios en cualquier proyecto social, ya que la utopía es el fundamento ideal de los grandes proyectos del hombre.

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Ibíd., p. 220

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En el caso de Latinoamérica, el marxismo y, más aún, el socialismo, se conoce, se transforma y se contrasta con la realidad propia, llegando a verse con malos ojos por parte de sus promotores en Europa, de allí se puede inferir que el marxismo y socialismo que se desarrolla en tierras americanas, tienen un contraste diferente y, por ende se hacen auténticos, centrándose en la vivencia y problemática propios del lugar. Incluso el humanismo en miras de nuestros tiempos no sólo debe tender a salvaguardar la dignidad y posibilidad de superación en el hombre, sino que, además, se ve obligado a defenderse y mantenerse ante una política neoliberal que amenaza con aplastarlo. Pero no sólo ha sido esta tendencia política la que ha tendido a aniquilar el humanismo, también hay que tener en cuenta el mal desarrollo del socialismo en la antigua Unión Soviética, y más aún los desequilibrios sociales ante los que se veían sometidos los hombres de estas tierras ante un gobierno que en la apariencia mantenía un orden justo y equilibrado de lo social, cuando en el fondo sometía y denigraba la imagen del hombre en cierto modo de una forma peor que la del capitalismo. El marxismo que se ha llegado a dimensionar hoy en día debido a profundos e interesantes estudios, muestran a un Marx que se preocupaba ante todo por la alienación, incluso desde las primeras etapas de su pensamiento. Durante los años 40 a 50 el pensamiento marxista llegó a Latinoamérica, de forma poco o nada permeabilizada que “fue expresión de su inautenticidad y de su limitado carácter creativo”92 pero hacia los años 60, el ideal marxista latinoamericano alcanzó un grado de independencia del europeo tal, que le llevó a retomar los primeros principios humanistas, desarrollándose de forma fluida a partir de la Revolución Cubana y sus implicaciones, pero desgraciadamente “la paulatina integración de Cuba al campo socialista condujo a nuevas frustraciones 92

Ibíd., p. 224

5

y

distanciamientos

por

parte

de

algunos

sectores

de

la

izquierda

latinoamericana”93. Pero aun así el auge del marxismo y una política de izquierda tomó tanta fuerza que desde las universidades hasta los círculos más populares ya se tenía apreciaciones a diferentes niveles, pero que tendían a iluminar una mentalidad revolucionaria y más justa. Es así que el pensamiento revolucionario ha tomado una gran fuerza en el contexto de América Latina, como respuesta a las diferentes posibilidades de alienación y denigración, en principio de toda una cultura y posteriormente llegando al individuo, claro está no tendiendo a la individualización, sino a la vida comunitaria como algo innato al hombre, hombre que se desarrolla y crece a partir de un contexto y un espacio que le rodean y, por lo tanto, debe entenderse como partícipe, o, más aún, como parte de un todo como medio de desenvolvimiento y supervivencia, pero con la plena conciencia de que puede proyectarse y crecer asimismo por medio del propósito que se trace por la razón que le guíe y la voluntad que alimente el espíritu como luz creadora. Como desenlace de este avistamiento, ante un tema que es digno de futuros y más amplios trabajos, se puede ir concluyendo en un primer momento que, tal vez, el término humanismo como tal es originario de Europa, pero su contenido, la búsqueda de la realidad humana, de lo que engrandece lo humano, la relación hombre naturaleza, hombre metafísica y hombre existencia, se han dado en múltiples contextos, no siendo América la excepción, ya el hombre precolombino empieza a entenderse como realidad en el mundo y aunque en periodos anteriores a la conquista la tendencia del pensamiento todavía tenía fuertes predisposiciones hacia lo divino reflejado en la naturaleza, al mismo tiempo ya se recorría terrenos propios de lo social, de lo ético y existencial, en temas o preguntas tan latentes como: ¿dignifica el trabajo al hombre?, o ¿cómo puede 93

Ibíd., p. 225

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influir el concepto del más allá en la vida del hombre? Estos y otros asuntos como la convivencia y el vínculo que nos une como especie, también tuvieron gran resonancia. Asimismo cabe resaltar la realidad contextual que ha hecho del humanismo en Latinoamérica, un humanismo auténtico, no sólo en su contenido, sino más aún en su influencia social, en su practicidad. Se trata de un humanismo que aboga por la dignidad del hombre, pero no sólo en el plano intelectual o progresista, con tendencias dominadoras, que parten de la naturaleza y terminan con el hombre mismo, sino que, por el contrario, se trata de una búsqueda por la dignidad y desalineación del hombre frente a sistemas y frente al hombre mismo y un espíritu egoísta de superioridad y muchas veces de negación social, a causa de la ambición, llegando así a una propuesta progresista que no se quede tan sólo en unos pocos, sino que abarque el todo como comunidad y, más aún la naturaleza como entorno en el cual el hombre vive, pero también debe mantenerse y por lo tanto conservarlo. Y hoy en día la tendencia está marcada por aquel ideal marxista que dimensionaba una sociedad más ecuánime, pero que debido a ese espíritu egoísta y ambicioso que siempre ha marcado una dificultad grande dentro del proceso de progreso universal de lo humano, se vio muy mal parada en algún momento, pero gracias a esa originalidad, mejor dicho, a aquella autenticidad con la cual se ha llevado a cabo el desarrollo en este caso del humanismo y con él, el de un ideal marxista real, la lucha por una mayor dignidad de lo humano no ha sido en vano y más aún, todavía sigue en un proceso amplio de construcción, de formación, valoración y perspectiva ante los nuevos retos y formas de alienación, dependencia y pérdida de identidad y con ella del valor de sí mismo ante los cuales ya nos hayamos enfrentados.

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El trabajo es arduo y los obstáculos grandes, pero así como se ha llegado a un humanismo de acción profunda y práctica social, se podría decir que no hay limitantes que hagan desfallecer el espíritu humano, cuando se permite actuar al espíritu al lado de la razón y el sentido común frente a la vida, se puede producir una mayor fuente de moral e ilusión no fantasiosa, sino concreta, por la cual se llegue a construir día a día no sólo la idea, sino la realidad que abarca el concepto humano.

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CONCLUSIONES

Primero que todo podemos decir que al hablar de un humanismo latinoamericano, debemos tener en cuenta la realidad sobre él mismo, dimensionando lo humano no sólo desde lo clásico (pensamiento europeo), sino también desde el pensamiento propio de los pueblos amerindios. Por otro lado, no se trata de hacer énfasis en la pregunta de si es original o auténtico el pensamiento humanista en Latinoamérica, más bien, es entender que si hay un pensamiento auténtico que no necesita seguir los pasos de una tradición europea, sino que por su contenido y contexto se hace de por sí particular, ya que como se ha visto a lo largo de la investigación no se ha tratado propiamente de un clima de calma, sino de tensiones culturales y socio-económico-políticas, que han hecho dimensionar al ser humano más allá de la simple razón, incluyendo sus circunstancias, sus sentimientos, su propia identidad frente a los demás como problemática fuerte, ya no es el ser humano que hay que realzar simplemente para darle una dignidad superior a un pensamiento geocéntrico, es el hombre que se ve enfrentado a su realidad como ser comunitario, como especie que se ve desenvuelto en el mundo y en una existencia. Un aspecto importante al entender la realidad humanística latinoamericana, es que ésta no está acabada y todavía hay mucho por hacer, más aún frente al actual capitalismo, que aunque en su esencia de aumento de capital ha variado a la ampliación del poder y manipulación de mayorías como medio de producción, continúa con su latente llamado al dominio, el cual arrastra con la identidad

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individual de las personas, hasta llegar a la comunidad y con ella al deterioro cultural e identitario. Como se ha podido apreciar a lo largo de este escrito, el problema del hombre no es algo que por lo cual sólo se ha preocupado la generación actual o la del siglo XVI, mediante algo llamado humanismo, ya que aunque el término en sí mismo tiene un punto de partida identificable dentro de un contexto y una ubicación especial, la clara visión de lo humano y la problemática que se halla detrás de esto ya es algo que nos a tocado al hombre desde tiempos inmemorables y en espacios diferentes, siendo contrastable la manera en que se ha abordado y las consecuencias que ha tenido. En el caso latinoamericano, y partiendo, tal vez, desde un periodo como el precolombino, se puede afirmar que la mayor preocupación ha estado en entender quiénes somos, por qué de nuestro estado humano y la repercusión en la sociedad, y más ligado con un hecho como la conquista de las tierras americanas, la pregunta por la identidad de lo humano en un grupo como el indígena ante el cual se dirigen los conquistadores en un momento como animales y en otro como casi humanos o hermanos menores, manteniendo siempre una tendencia hacia la denigración y una mirada inferior hacia los grupos de “salvajes”, que hay que civilizar y evangelizar. Todo este bagaje anterior a repercutido de tal modo, que la realidad y la historia de Latinoamérica, se ha visto marcada por la búsqueda de superación de el concepto humano frente a diferentes opositores o fuerzas que de una u otra forma han pretendido opacarlo, llegando hoy en día a la lucha por la búsqueda de la identidad, de entender quienes somos sin tener que basarnos en estereotipos ni modelos aparentemente mejores, superiores o más desarrollados.

5

Esta gran lucha por la dignidad humana, por entender en últimas quiénes somos frente al mundo, frente a ciertas potencias, e incluso confrontándonos a nosotros mismos, nos ha empujado a tener dilemas de frente a lo económico, afrontando la realidad de lo humano como un proceso que aunque ya ha tenido un recorrido considerable, continúa en proceso de crecimiento, el cual se va renovando cada vez que se desvanece lo que realmente nos hace humanos.

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