EL INTERLUDIO EIHKERMAN XAVIER BALLEL I RUBÍ. Pàg. 1

EL INTERLUDIO EIHKERMAN de XAVIER BALLEL I RUBÍ Pàg. 1 Cuando lloras algo has perdido. Te lloras a ti irremplazable, no lloras lo que mismo. Harp

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EL INTERLUDIO EIHKERMAN de

XAVIER BALLEL I RUBÍ

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Cuando lloras algo has perdido. Te lloras a ti

irremplazable, no lloras lo que mismo. Harpo Marx

ACTO I ESCENA I

Abril de 1.947. Los grandes juicios sobre los criminales de guerra nazi han terminado a finales de 1.946. Prosiguen los juicios a responsables de menor rango, realizados por los norteamericanos, que duraran hasta 1.949. Esta primera escena se sitúa en un despacho del edificio del cuartel general de las tropas norteamericanas en Berlín. En el área donde esta situado este despacho se registran las declaraciones rutinarias que los oficiales del ejercito de los EE.UU. extraen de los presuntos mandos intermedios de los campos de exterminio, oficiales de graduación media del ejercito alemán y colaboradores sin relación directa aparente con los exterminios masivos. Llevan la investigación la teniente Jean Witgenstein i el soldado John Brown. La teniente es hija de una acomodada familia de Boston. El soldado es hijo de agricultores de un estado central de Norteamérica. Su formación es muy distinta. La teniente es cultivada y con una formación esmerada. El soldado solo posee estudios primarios. Son las nueve de la mañana. Acaba la llegar la teniente. El soldado ya se encuentra en el despacho. Está sentado en su mesa e intenta poner en hora su reloj de pulsera.

J. Witgenstein.- Buenos días (mirando distraídamente por la ventana) ¡Otro bonito día de abril! J. Brown.- Si, mi teniente. Pero la lluvia de ayer ha enfriado el ambiente... J. Witgenstein.- ¿Lluvia? ¿Que lluvia? J. Brown.- Esta noche llovió. J. Witgenstein.- ¿Si? No me he dado cuenta. He dormido toda la noche. Ayer estaba cansada. La temperatura de esta mañana me recuerda el clima de Boston en diciembre...

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J. Brown.- ¡Ah! Casa... deberían permitirnos volver a casa. Aquí ya está todo el trabajo hecho. J. Witgenstein.- ¿Usted cree?. En mi opinión, quedan aún muchas cosas por hacer. Pero le comprendo. A mi también me atrae la idea de volver a Boston. ¿De donde me dijo que era usted? J. Brown.- De Iowa, señora. J. Witgenstein.- Iowa. Avena, maíz, soja... J. Brown.- Y toneladas de trigo, señora. Toneladas de trigo. J. Witgenstein.- Es el primer productor de carne de la Unión. J. Brown. ¿Somos el primero? ¡huau! Mis padres tienen una granja allí. están esperando.

Me

J. Witgenstein.- En Iowa todo el mundo tiene una granja. J. Brown.- (riendo) No señora. No todo el mundo. En la granja de mis padres trabajan varios peones que no la tienen. J. Witgenstein.- ¿Tienen ustedes ganado? J. Brown.- Alguna res si que hay. Pero no somos vaqueros. Nos dedicamos al trigo. J. Witgenstein.- (sentándose) ¿Ha habido alguna llamada? J. Brown.- No señora. Bien, si.. Ha llamado el secretario del coronel Castillo. Era solo para recordarle que tienen mañana una reunión a las 9 horas. J. Witgenstein.- Lo recordaba. Mañana a las 9 en punto. Al coronel Castillo le fascina la puntualidad. J. Brown. ¡Dígamelo a mi! su secretario a llamado a las 8.00. En punto. Yo acabada de llegar. No me había sentado aún. Supongo que tenia estrictas órdenes del coronel de llamar "exactamente" a las 8.00... Ni un microsegundo más ni menos. J. Witgenstein.- Bien. ¿Tenemos transcritos en papel oficial las declaraciones del caso Lagerstwen? J. Brown.- Si, mi teniente. Ciento veinticuatro folios oficiales con la trascripción literal oficial sobre una oficiala de intendencia de un campo de concentración y exterminio que no vio nunca nada, que no se percató nunca de nada y que no sabe absolutamente nada. J. Witgenstein.- Ahórrese el cinismo, soldado. A partir de ahora el asunto sale de éste despacho. La declaración de la acusada pasará a manos del fiscal y de la defensa y para nosotros: Fin de trayecto. J. Brown.- ¿No se cansa usted nunca de este trabajo? Yo estoy harto... J. Witgenstein.- Disciplina soldado... disciplina. No es cuestión de si este trabajo me cansa o no. Se trata simplemente de que hay que hacerlo. Sin apasionamiento. Fríamente. Con profesionalidad. Hay que desmontar todo este castillo nazi piedra a piedra.

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J. Brown.- Creía que de eso se habían ocupado nuestros bombarderos. J. Witgenstein.- (Rápidamente) Me refiero, y usted me entiende perfectamente, a la coartada ideológica e inmunizaría que construyeron para poder encontrar "normal" el enviar al suplicio a gente exactamente igual que ellos. No eran negros, ni caucásicos. No tenían tres ojos ni antenas en la cabeza. Eran "exactamente" igual que ellos. ¿Como los distinguían? Y sin embargo los seleccionaban y los exterminaban en base a unos curiosos criterios raciales. Para poder hacer algo así hay que construir antes toda una estructura mental que permita blindarse. Es decir que... J. Brown.- (interrumpiéndola) Claro, claro. Le comprendo. Pero me refería a que nos limitamos a llenar montones de papeles que solo recogen mentiras. Una amplia gama de mentiras en todos los colores. Pero mentiras. Muchas de ellas tan cínicas que, si no se refirieran a seres humanos darían risa. Algunas dan risa incluso en esas condiciones. J. Witgenstein.- ¿Se refiere usted acaso a las declaraciones de Carol Lagerstwen? J. Brown.- Es un caso espectacular. Pero no me refería a ella como caso de referencia. Hemos llenado millones de hojas de papel con respuestas a nuestras preguntas que no valen nada. Absolutamente nada. J. Witgenstein.- ¿Es usted judío? J. Brown.- No. Soy presbiteriano. Además ya sabe usted que el alto mando no quiere a judíos interrogando a presuntos criminales de guerra nazis. J. Witgenstein.- Eso no es cierto. No conozco ninguna circular en ese sentido. Ni nadie me ha comentada nunca nada de eso. Es solo un rumor. Ignoro si intencionado, pero solo un rumor. Una de las singularidades del ejercito es que en él, nadie te pregunta a que

dios

rezas. J. Brown.- ¿Por qué me preguntaba si era judío? J. Witgenstein.- Si fuera usted judío, soldado Brown, Encontraría quizás mas tolerable su trabajo. Colaborar a encerrar o ejecutar a asesinos despiadados de seres humanos indefensos es una buena terapia cuando estos mismos personajes han borrado de la faz del planeta a tu padre o a tu madre. J. Brown.- (acomodándose en su silla con respaldo) Claro mi teniente. Estoy de acuerdo. Pero en este instante lo que de verdad deseo es estar en casa. Lejos de aquí. El sol de Iowa no se encuentra en Europa. Aquí siempre hace mal tiempo. J. Witgenstein.- (levantándose y colgando el abrigo de la percha) Quizás eso explique ese ansia irreprimible de matarse cíclicamente entre ellos.

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J. Brown.- ¿El clima? Quizás sea eso. Mi profesor de literatura decía que solo los climas fríos generan auténticos genios. Supongo que eso podría aplicarse también a los monstruos. J. Witgenstein.- Se olvidaba de Grecia y Roma. J. Brown.- No. No se olvidaba. Imagino que solo lo decía para provocarnos J. Witgenstein.- ¿Y lo conseguía? J. Brown.- ¿En Iowa? ¡Y con ese sistema! Usted bromea... J. Witgenstein.- Tiene usted el aspecto de haber tenido una infancia feliz. J. Brown.- De no ser por el maldito colegio, habría sido mejor. J. Witgenstein.- Hablo en serio. J. Brown.- ¡En serio! De acuerdo. Tuve una infancia feliz, tuve también una adolescencia feliz. Incluso ahora también soy feliz. Estoy a millones de kilómetros de mi casa, intentando resolver los problemas de otros, mientras mi padre se hace viejo esperando que vuelva. Pero tiene usted razón, mi teniente. Fui feliz. Creo que fui el chaval más feliz del mundo. Mis padres me adoraban Mis hermanas me admiraban y no recuerdo ni un mal trago de mi infancia... Fueron unos maravillosos años. ¿Y usted, teniente? J. Witgenstein.- ¿Yo? J. Brown.- Si, usted. ¿Fue usted feliz? J. Witgenstein.- (dudando) Si. Creo que si. J. Brown.- Ha dudado. Solo un instante pero ha dudado. J. Witgenstein.- Claro que he dudado. Nadie vive su infancia como usted. Nadie es permanentemente feliz, ni permanentemente desgraciado. Usted debe ser un ser privilegiado. Un ser insólito y raro. Acabaran disecándolo. J. Brown.- (riendo sinceramente) ¡Claro! ¡Es muy posible! Pero no le he mentido. En realidad recuerdo mi infancia con alegría. ¡Me lo pasé en grande! Hice cabañas en los árboles, cacé ranas, tuve un perro. Vino cada año Santa Claus. ¿Que más se puede pedir? J. Witgenstein.- (sonriendo) Nada más. Tiene razón. Nada más. (hace una pausa) Bien, veamos que tenemos para hoy. J. Brown.- Hay un nuevo caso. He encontrado el expediente sobre mi mesa esta mañana. Debieron de traerlo ayer a última hora de la tarde. J. Witgenstein.- ¿Me permite el expediente? J. Brown.- (Se levanta y se acerca a la mesa de la teniente. Le entrega el expediente y se queda a su lado, de pié) Aquí está, señora. J. Witgenstein.- Veamos: “...Wolfang Johan Eihkerman. General de la Wehrmatch, Estudió en las más prestigiosas academias de

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Alemania.” Veamos: Tiene ahora 76 años...” Combatió en la Gran Guerra con el grado de coronel. Numerosos méritos de guerra. Después del armisticio viajó a Estados Unidos en varias ocasiones, la última en 1.935. Viudo de una aristócrata, la condesa Von Dressman con la que se casó en 1.899 y que falleció en 1.941. No tuvieron hijos. Al estallar la guerra fue destinado al frente Francés. Fue condecorado con la Cruz de Hierro en 1.941. Fue recibido con todos los honores en Westergaden por el mismísimo Hitler en febrero de 1.942...” J. Brown.- ¿Un general de la Wehrmatch? ¿Aquí? Se habrán equivocado. J. Witgenstein.- “...Después de una brillante hoja de servicios en los frentes de Polonia y Francia, fue nombrado por Himmler coordinador de explotación de los campos de exterminio el 30 de marzo de 1.942...” J. Brown.- ¡La sangre de Cristo bendito! J. Witgenstein.- (socarronamente) ¡Soldado! ¡Si le oyera su madre! J. Brown.- ¿A quién nos han mandado, mi teniente? J. Witgenstein.- Es, en efecto, extraño. Sigo leyendo: “... Fue cesado a principios de junio de 1.942, al parecer por negarse a cumplir cierta orden procedente del mismo fürher...” J. Brown.- ¡Que interesante! J. Witgenstein.- “... En julio de 1.942 fue enviado al frente ruso, al mando de una división y en septiembre participó en la batalla de Stalingrado, bajo las ordenes de Von Paulus...” (lee en silencio durante 30 segundos y luego levantando los ojos) Dice el informe que les puso las cosas muy difíciles a los generales rusos Rokossovski y Yeremenko y que, de haberle hecho caso Von Paulus en la estrategia previa al cerco a la ciudad, el desenlace de la batalla podría haber sido muy diferente. J. Brown.- Un genio militar. Nos han mandado un genio militar. J. Witgenstein.- Más que eso, soldado. Nos han mandado un caso de tribunal de Nuremberg... J. Brown.- Esto no tiene sentido. Parece el guión de una película de los hermanos Marx. J. Witgenstein.- Los hermanos Marx son judíos, soldado. No creo que les hiciera mucha gracia la idea. J. Brown.- No. No creo que se la hiciera. J. Brown.- Entonces; ¿Le dijo que no al jefe? J. Witgenstein.- Si. Exacto. “...Tras una breve estancia en Berlín, fue de nuevo enviado al frente ruso en diciembre de 1.943 en el que destacó hasta abril de 1.945. Se rindió en la defensa de Berlín y fue hecho prisionero por los rusos” Goering opinaba de él que retrasó la derrota alemana en el frente ruso no menos de un J. Brown.- ¿Y que hicieron con él los rusos, Señora?

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año.

J. Witgenstein.- Nada. Absolutamente nada. Le tuvieron retenido hasta octubre de 1.945 y luego lo pasaron a la zona norteamericana en Berlín. J. Brown.- ¿Y los rusos lo cedieron? ¿Quiere usted decir, mi teniente, que los aliados lo han tenido durante 2 años sin hacerle ninguna pregunta? ¿Sin tomarle declaración? ¿ A un ex jefe de los campos de exterminio? J. Witgenstein.- No fue jefe de los campos. Fue coordinador de explotación. Dentro de la compleja estructura burocrática nazi, ese cargo no tenia funciones ejecutivas. Solo organizativas. Él tendría que haber propuesto cosas, imagino que directamente a Himmler. Pero ignoro si tomaba las decisiones. J. Brown.- ¿Eso le convierte en un buen tipo? J. Witgenstein.- No. Por supuesto que no. Aceptó el cargo ¿No? J. Brown.- Bueno, según el informe solo durante tres meses. J. Witgenstein.- Como usted dice, eso no le convierte en un buen tipo. J. Brown.- De todas formas, Señora, no me negará usted que es una extraña historia. J. Witgenstein.- Cierto. Es una extraña historia. Nos lo mandan ahora para que le tomemos declaración. Después de 2 años. Y parece un hombre complejo. Una personalidad con matices. No parece que estemos ante un carnicero de segunda fila, como los que hemos ido tratando durante todo este tiempo... J. Brown.- Bueno, Señora. Esto quiere decir que van a juzgarle. J. Witgenstein.- Probablemente. Pero ¿por qué ahora?... Bien. Vamos a citarle para esta tarde a las tres y media. Llame a la policía militar y concierte el traslado. Dígales que quiero un policía presente durante el interrogatorio. . J. Brown.- Bien, Señora. J. Witgenstein.- (levantándose para salir de la habitación) ¿Recuerda usted como es su país? J. Brown.- ¿Como dice, Señora? J. Witgenstein.- Su País. Su Estado. Su pueblo. Su granja. ¿Recuerda como son? J. Brown.- ¡Claro, Señora! ¡Por supuesto! J. Witgenstein.- Bien. Pues esta tarde y el resto de tardes hasta el fin de los tiempos, piense que si la guerra la hubieran ganado los alemanes, con generales como Wolfang Johan Eihkerman, probablemente nunca hubieran seguido siendo como las recuerda ahora. ¿Es usted 100 % ario? J. Brown.- (dudando) No lo se, Señora... Quizás.

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J. Witgenstein.- Pues más vale que lo fuera. Si no, lo habrían rastreado, identificado y tratado según los rangos de subhumanos que inventaron en función de su pureza genética. J. Brown.- ¿Por qué me dice eso, Señora? J. Witgenstein.- (muy seria) Porqué, por un instante y solo por un instante, he visto en usted un destello de admiración hacia ese general. Por un muy breve tiempo he podido ver algo en sus ojos que me ha estremecido. Quiero que sepa que si vuelvo a verlo. Si por una fracción de segundo vuelvo a percibir eso, solicitaré su traslado inmediato al servicio activo. ¿Lo ha comprendido bien, soldado Brown?. J. Brown.- S..i.... Señora..... J. Witgenstein.- (saliendo del escenario) Bien.

ESCENA II

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De nuevo en el despacho del edificio del cuartel general de las tropas norteamericanas en Berlín. Son las tres de la tarde. El soldado Brown está sentado frente a su mesa de trabajo. El soldado Brown está abstraído mirando por la ventana. Su mente se halla muy lejos de allí. La Teniente entra en la oficina distraídamente. Está leyendo con interés el expediente del general Eihkerman y no ha reparado en la ensoñación de su ayudante.

J. Witgenstein.- (de pié, levantando la vista y percatándose de hacia donde mira el soldado Brown) ¿Ve Iowa? J.Brown.- (sobresaltado) ¿Como, Señora? J. Witgenstein.- Le pregunto, soldado si ve Iowa a través de la ventana... J.Brown.- ¿Iowa? No, Señora. No veía Iowa. Solo judíos muertos. J. Witgenstein.- (sorprendida) ¿Como dice? J.Brown.- Judíos muertos. Miles de ellos. Millones. Los veía en interminables filas. En Orden. En silencio... J. Witgenstein.- (preocupándose) ¿Acaso ha tenido una visión? ¿A que se refiere con lo de “miles de judíos muertos”? J.Brown.-Les he visto. Es decir les he imaginado. Dirigiéndose al cadalso. Al exterminio. En silencio. En maldito silencio. ¿Recuerda la declaración de Hans Miller-Stauffen? J. Witgenstein.- ¿Hans Miller-Stauffen?... No lo recuerdo. J.Brown.- Un guardia de Bergen Belsen. Un tipo pequeño. Calvo. Con un rostro amorfo y poligonal. J. Witgenstein.- ¿Poligonal? J.Brown.- (con la mirada ausente) Si. Su cráneo era una amalgama de poliedros regulares dispuestos irregularmente. J. Witgenstein.- No recuerdo a ese individuo es especial. J.Brown.- Bien. Da lo mismo. Una vez, durante los interrogatorios, le pregunté que es lo que más recordaba de su trabajo en el campo... J. Witgenstein.- (interesada) ¿Y que respondió? J.Brown.-“El silencio”, “¿el silencio?”, le respondí. “El silencio. Los judíos se dirigían hacia la muerte en silencio. En un extraño silencio. Se desvestían en silencio y entraban en las cámaras en silencio”. J. Witgenstein.- ¿Por qué me cuenta eso ahora? J.Brown.- Por que siempre nos ha parecido que el holocausto fue un proceso ruidoso. Una gran multitud en llanto dirigiéndose hacia el Pandemonium. Pero, al parecer, fue un proceso silencioso.

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J. Witgenstein.- No podían luchar, si se refiere a eso. J.Brown.- No. No me refiero a eso. (mirándola fijamente) Quiero decir que habían aceptado su destino. Se habían resignado. J. Witgenstein.- Olvida usted una cosa. No conocían cual era ese destino. No sabían a donde iban. Ignoraban que se ocultaba tras los carteles de “barbería”, o “baños”, o “salas de inhalación”. ¿Acaso cree usted que se habrían dirigido siempre dóciles a la muerte? No les menosprecie tanto, soldado. Los nazis hicieron bien su trabajo. A conciencia Como hacen casi todo los germanos. Mire soldado Brown; los nazis siempre argumentaron que el pueblo judío, o más bien la raza judía fueron un problema para Europa, y para el mundo. Pero en especial para Europa. En realidad si analiza bien la historia, o al menos la parte de la historia que les concierne, el gran problema de Europa ha sido el pueblo germano. Ya Augusto tuvo graves problemas con ellos y, desde él, los han tenido todos los demás gobernantes del mundo civilizado. ¿No está de acuerdo? J.Brown.- Solo soy un campesino con uniforme, mi teniente. Puede que tenga razón. Pero ya estoy harto de tantos muertos. Y de tantos verdugos. J. Witgenstein.- Empieza usted a preocuparme. Nunca le había oído hablar así. Nuestra misión es hacer bien nuestro trabajo para que ninguno de esos verdugos salga impune. Le diré una cosa, soldado: Si la justicia fuera perfecta. Si tuviéramos la absoluta garantía de que la justicia no comete errores o de que fuera impartida por un ser que no pudiera equivocarse , entonces desearía que todos los sujetos que hemos interrogado durante los dos últimos años, todos sin excepción murieran en la cámara de gas. Eso les pondría en un cierto plano de igualdad con sus víctimas, al menos por unos momentos. J.Brown.-(sonriendo) No debe preocuparse, mi teniente. Quizás es que este trabajo se ha alargado más de lo que pensaba. Siempre imaginé que al terminar la guerra nos mandarían de vuelta a casa rápidamente... No ha sido así. J. Witgenstein.- No se preocupe. Esto está terminando. J. Brown.-m Nos queda la gran figura. J. Witgenstein.- Cierto. Nos queda Wolfang Johan Eihkerman. He dispuesto que lo traigan a las tres y media. Llegará dentro de unos minutos. Quiero terminar todo esto pronto, soldado Brown. Aunque le parezca extraño, yo también quiero volver a casa. J.Brown.- Entonces, Señora. Comencemos cuanto antes. J.Witgenstein.- Seamos, pero profesionales, Soldado Brown. Que la prisa por volver a nuestros queridos Estados Unidos no nuble nuestro entendimiento; “...Procuran los cansados compañeros de Eneas enderezar el rumbo a las costas más cercanas, y volver a las playas de la Libia...” J.Brown.- ¿Las playas de Libia? J.Witgenstein.- Virgilio. Solo citaba a Virgilio.

Suenan unos golpes en la puerta. La policía militar ha llevado al prisionero puntualmente a las 3.30 horas de la tarde. La teniente, que ha estado de pié durante todo el tiempo, se dirige a la puerta con intención de abrirla. Rápidamente se levanta el soldado Brown, se le adelante y, con una mano

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sujeta el pomo de la puerta y con la otra indica a la teniente que tome asiento. La teniente obedece las indicaciones del soldado. El soldado Brown abre la puerta y entran en escena el general Eihkerman custodiado por dos policías militares. El general es un hombre de edad avanzada, alto, de constitución fuerte y de anchas espaldas. Su rostro es inexpresivo pero su aspecto es triste. Pelo blanco y aspecto absolutamente teutón. Viste de paisano; con americana, camisa blanca y corbata. Permanece en el centro de la estancia escoltado por la policía militar.

J.Witgenstein.-

Gute Abende, mein General. Ich hoffe, dass er (sie) gut ist. Wenn es (er, sie) Sitz nehmen will... (buenas tardes, mi general. Espero que se encuentre bien. Si desea tomar asiento...)

General Eihkerman.No se esfuerce (dirigiendo y forzando la vista hacia los galones del uniforme de la teniente) ¿Teniente?. Tendrá que disculparme, todavía no conozco bien las insignias militares del ejército norteamericano. Hablo perfectamente varios idiomas, entre los que está naturalmente el suyo. No es preciso que se dirija a mi en alemán. J.Witgenstein.- Como guste, general. (indicándole una silla que está situada de frente al público, entre las mesas de despacho de la teniente y el soldado )¿Desea tomar asiento? General Eihkerman.-

(sentándose) Por supuesto.

J.Witgenstein.- (señalando hacia su ayudante) Le presento al soldado Brown que transcribirá su declaración. General Eihkerman.-(mirando hacia el soldado Brown y haciendo una ligera inclinación de cabeza) Gute Tage, Brauner Soldat. J. Brown.- (inclinando también levemente la cabeza)...General... J.Witgenstein.- Yo soy la teniente Witgenstein. Seré la responsable de tomarle declaración. Deberá dirigirse a mi por mi rango militar y yo me dirigiré a usted por el suyo. (dirigiéndose a los policías militares) Pueden retirarse. Esperen en el despacho contiguo. (los policías se retiran) General Eihkerman.-

¿Wittgenstein? ¿Como el filosofo británico?

J.Witgenstein.- Austriaco. Wittgenstein nació en Viena y por tanto es austriaco. Y no se escribe igual. Mi nombre tiene una “t” menos. General Eihkerman.-

Cuando renunció a su nacionalidad dejó de ser austriaco, teniente. Debería saberlo.

J.Witgenstein.- Wittgenstein no se fue por placer de Austria, general. General Eihkerman.-

Le fascina Bertrand Russell. Por eso se fue a Cambridge. Aunque debo reconocerle su contribución a la ruptura del dualismo cartesiano vigente desde hace casi cuatrocientos años...

J.Witgenstein.- ¿Dualismo cartesiano? General Eihkerman.Por supuesto; la razón y la fe. Pensamiento y vivencia, alma y cuerpo... Su interpretación parte de considerar la realidad un todo. Usted lo comprenderá, sin duda.

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J.Witgenstein.- Mi lógica, general se encuentra más cerca de Kant. Wittgenstein me inspira poca admiración. Me resulta difícil admirar a un filosofo homosexual multimillonario que solo habla de suicidarse sin hacerlo nunca... General Eihkerman.-

(sonriendo) Wittgenstein habla de más cosas, teniente.

J.Witgenstein.- ¡Claro! Habla de más cosas... De sus tres hermanos que se suicidaron, de su irascibilidad. De su mal genio. Verá general es difícil admirar a alguien así. Por inteligente que sea su obra. General Eihkerman.Como militar fue muy condecorado. Durante años, después de la gran guerra, siguió incluso vistiendo el uniforme... J.Witgenstein.- Bien general. ¿Le parece que comencemos? General Eihkerman.- ¿Que comencemos qué, teniente? J.Witgenstein.- Usted a declarar. Nosotros a tomarle declaración. General Eihkerman.-¿Lo cree usted necesario? J.Witgenstein.- (sonriendo) Es la justicia militar quién lo cree necesario. Hagámoslo, por tanto lo más breve posible. ¿Le parece?. General Eihkerman.Nunca he declarado para el ejército norteamericano. Es el suyo un ejercito tan civilizado.... J.Witgenstein.- ¿Civilizado? General Eihkerman.Por supuesto. Cuando ganan una guerra, y hasta la fecha, las han ganado todas, proceden de inmediato a curar, alimentar y dar protección a los que hasta poco tiempo antes debían combatir. Eso les convierte en un ejército sumamente civilizado. J.Witgenstein.- Es una curiosa observación. Y un interesante punto de vista. General Eihkerman.No hay precedentes en la historia de ejércitos civilizados como el suyo. Eso les convierte en grandes colonizadores de los países a los que vencen. Les colonizan sin esfuerzo. De forma natural y casi imperceptible... El pueblo vencido les acepta inmediatamente. Hace suyos sus valores sin precisar ni tan solo los expongan. J.Brown.- Ustedes lo hacían diferente. El suyo no era un ejercito civilizado. Su ejército ocupaba, seleccionaba y deportaba. ¡Que poco civilizado era eso, general! J.Witgenstein.- (mirando al soldado Brown) ¡Guarde la ironía, soldado! Y procure ceñirse a su función. (volviendo la vista hacia el general) Discúlpele general. Y ahora ¿le parece que comencemos? General Eihkerman.mi.

Usted debería saber, soldado Brown, que eso no dependía de

J.Brown.- ¿No? ¿No era acaso usted general de la Wehrmatch?

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que

General Eihkerman.- Lo que si es cierto es que, sin duda, no era general de la USAF... J.Witgenstein.- Soldado Brown, ¿quiere guardar silencio? J.Brown.- (poniéndose rígido) Claro mi teniente. A la orden. J.Witgenstein.- No era una orden. Todavía no. General Eihkerman.Yo no inventé la Wehrmatch. Me limité a servir en ella. Cuando se es militar de carrera, se sirve a la patria con los instrumentos que ésta pone en sus manos, soldado. Sin discusión. ¿Se imagina usted a su general Einsehower, en una disyuntiva parecida? J.Witgenstein.- Ya basta, general. General Eihkerman.-

Estoy a su servicio, teniente.

J.Witgenstein.- Tenemos, general, un trabajo que hacer... General Eihkerman.invitado.

¡Usted tiene un trabajo que hacer, al parecer! Yo solo soy un

La teniente J.Witgenstein se levanta de la silla, la aparta con la parte posterior de sus rodillas y se aleja de la mesa con dirección a la ventana. Toma su pitillera, la abre, extrae un cigarrillo y lo enciende con calma, sin prisa. Expulsando el humo por la nariz, se gira y mira al general. Tanto el general Eihkerman como el soldado Brown la han observado en silencio. La teniente les mira; primero a Brown y después al general.

J.Witgenstein.- Mire general Eihkerman, puede hacer usted dos cosas; puede colaborar con el soldado Brown y conmigo, hacer su declaración y acabar este asunto en pocas horas, teniendo así la remota posibilidad de que el tribunal militar tome en consideración sus motivos, si es que los tuvo o puede acogerse a su derecho de no declarar. Si opta por esta última solución llamaré a los policías militares que aguardan detrás de esa puerta y les pediré que le devuelvan a su celda. Le juzgaran exactamente igual de una forma que de otra. Para el soldado Brown y para mí es mejor la segunda solución. Acabaremos mucho antes, cerrarán antes este despacho y nos mandaran a casa mucho antes. Así es que haga usted lo que le plazca. Estoy a su servicio, general. General Eihkerman.Por el tono de su voz, su entonación, la dicción clara y la exposición del contenido, me recuerda usted a Marco Antonio haciendo su célebre discurso en las escaleras del senado en “Julio César”. J.Witgenstein.- “... y sin embargo, Bruto es un hombre honrado...” Vamos general. Estoy esperando... General Eihkerman.-

¡Julio César! ¡Sin duda la mejor obra de Shakespeare!...

J.Witgenstein.- Al partido nazi no le parecía que Shakespeare fuera un gran autor. Más bien le veía como un ejemplo de la enfermiza decadencia de los anglosajones. General Eihkerman.-

Sabe usted muy bien que nunca fui miembro del partido.

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J.Witgenstein.- ¡No lo se! ¡No se nada de usted! ¡No conozco nada de lo que hizo, o más bien de por qué lo hizo! ... Y no se nada porqué usted no quiere contármelo. General Eihkerman.Inspirándome en Vilfredo Frederigo Samaso, creo que la comprensión de la sociedad humana requiere, ante todo, dilucidar los motivos reales, ilógicos e irracionales que inducen a los miembros de esa sociedad a tener determinados comportamientos. Evitando caer en la exégesis en la que éste se precipitó (y que le condujo al pre fascismo), pienso que para interpretar mi conducta en algunos instantes de mi vida preciso una cierta distancia. J.Witgenstein.- ¿Samaso? ¿Ha leído a Samaso? General Eihkerman.-

Naturalmente...

J.Witgenstein.- Samaso es un escritor fascista. General Eihkerman.Cuando Samaso escribía, todavía no existía el fascismo, teniente. Eso se inventó después. J.Witgenstein.- Si, claro. Lo inventaron ustedes. General Eihkerman.Italia inventó eso. Nosotros creamos algo peor. Pero me he limitado a servir a mi país con honor. J.Witgenstein.- ¿Por qué no ingresó nunca en el partido nazi? General Eihkerman.-

Simplemente por que no era nazi....

J.Witgenstein.- Sin embargo usted defendió en el campo de batalla los principios de ese partido. General Eihkerman.-

No se confunda, teniente. Yo defendí con vigor a mi país.

J.Witgenstein.- Pero ese país estaba casualmente gobernado por un sistema totalitario, despótico, exterminador y feroz. ¿Se sentía cómodo en él? General Eihkerman.-

¿Ha comenzado ya el interrogatorio, teniente Witgenstein?

J.Witgenstein.- No general Eihkerman. No comenzaremos nada que usted no apruebe. Pero me gustaría que me respondiera a esa pregunta. General Eihkerman.-

Me eduqué bajo otros principios.

J.Witgenstein.- No le he preguntado eso... General Eihkerman.Lo que quiero decirle es que los principios bajo los que he regido mi vida nada tienen en común con el nacionalsocialismo. J.Witgenstein.- ¡Pero usted, general, sirvió al nacional socialismo! General Eihkerman.- A mi país. Serví a mi patria. Con honor. Serví a mi patria. Eso es algo que volvería a hacer inmediatamente. ¿No hace usted exactamente eso, teniente? J.Witgenstein.- Por supuesto. Pero yo sirvo a un país democrático.

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General Eihkerman.- ¿Y si los Estados Unidos de América hubieran sido fascistas? ¿Y si el nacional socialismo hubiera arraigado en su país? J.Witgenstein.- Bien, es .... General Eihkerman.-

¿Es usted militar de carrera, teniente?

J.Witgenstein.- Si. General Eihkerman.-

¿Servía, por tanto en su ejército antes de la guerra?

J.Witgenstein.- Si, pero... General Eihkerman.-

¿Ama usted a su país?

J.Witgenstein.- (irritada y confundida) Por supuesto, pero debemos considerar... General Eihkerman.-

Ahí tiene usted mi respuesta a su pregunta, teniente.

J.Witgenstein.- Pero eso es distinto. En mi caso... General Eihkerman.En nada es distinto. Un militar no puede disfrutar de opciones políticas. “... Ahora me siento cómodo con este gobierno, ergo le sirvo. Ahora me disgusta el gobierno del partido nacional socialista, ergo me inhibo...” El ejercito no funciona así. Nunca ha funcionado así. Debería saberlo. J.Witgenstein.- ¡Pero su gobierno cometió acciones horrendas, graves crímenes, la exterminación indiscriminada de civiles...! Como militar... General Eihkerman.¿Como militar? ¿Que debía de haber hecho como militar? ¿Intervenir en política? ¿Fundar un partido? ¿O mejor aún; organizar un golpe de estado? ¡Teniente! J.Witgenstein.- General, Sirvió usted a un gobierno injusto. General Eihkerman.Por supuesto que serví a un gobierno injusto. De eso no me cabe la menor duda, teniente. Pero usted también podría estar sirviendo a un gobierno injusto... J.Witgenstein.- ¿Si? General Eihkerman.Su gobierno justo arrojó dos bombas atómicas sobre dos objetivos civiles. Exterminó a un número muy elevado de ciudadanos desarmados y dejó radioactivas las áreas afectadas por muchos años. Esa es una acción realizada por un gobierno justo y civilizado, teniente. Algo que el ejercito alemán nunca hizo. J.Witgenstein.- No ustedes se limitaron a seleccionar, transportar y asfixiar a seres humanos indefensos de todas las edades, solo por el mero hecho de ser de unas razas concretas. Además general, ustedes no arrojaron la bomba atómica por el único motivo de que no la tenían. General Eihkerman.(mirando al suelo y con voz apagada)... Hay cosas que un militar jamás debería hacer.

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J.Witgenstein.- En eso estoy de acuerdo con usted, general. debería permitir que se hicieran. General Eihkerman.-

Eso teniente, resulta mucho más difícil.

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Solo que tampoco

ESCENA III

Del escenario ha salido el soldado Brown. El interrogatorio prosigue entre la teniente y el general. El escenario debe ahora tener menos luz. Debe rebajarse su intensidad. El objetivo es conseguir una cierta atmósfera más intima. Esto puede lograrse con una luz posterior a los personajes. No debería ser cenital. Los personajes se encuentran sentados uno a cada lado de la mesa, que debe disponerse de perfil y dividiendo el escenario exactamente en dos mitades iguales. Debe haber también simetría en el resto del escenario.

J.Witgenstein.- Usted fue recibido con todos los honores en el mismísimo Hitler en febrero de 1.942.... General Eihkerman.-

Westergaden por

¡Ah, eso...!

J.Witgenstein.- ¿No es cierto, general? General Eihkerman.rigurosamente cierto.

Si. (mirando al vacío, triste, casi compungido) Si. Es

J.Witgenstein.- ¿Que pasó allí? General Eihkerman.¿Que pasó allí? Teniente... Allí me cercioné de que al ejercito alemán lo dirigía un loco. Además de un ser un cretino, Hitler estaba loco. Completamente loco. Absolutamente loco... J.Witgenstein.- ¿Está usted seguro de eso, general? General Eihkerman.-

¿Que si estoy seguro, teniente? Por supuesto que estoy seguro.

J.Witgenstein.- Hay quien no piensa así.... General Eihkerman.-

Es muy comprensible.

J.Witgenstein.- ¿Habló usted en privado con él? General Eihkerman.Si. Durante 52 minutos. Tiempo que controló él personalmente con un reloj de oro, naturalmente gravado con la svástica. J.Witgenstein.- ¿Y de que hablaron? General Eihkerman.algo?

¿Cree usted de veras que todo esto servirá en realidad para

J.Witgenstein.- Con sinceridad general, no lo se. General Eihkerman.-

Eso lo hace un tanto más fácil...

J.Witgenstein.- No veo porqué.

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General Eihkerman.No estuvimos solos. Durante la entrevista siempre estuvo presente el doctor Goebels. J.Witgenstein.- Goebels era de los pocos habituales en Westergaden... ¿De que hablaron? General Eihkerman.Del pasado. Hablamos de mis méritos de guerra. Recuerde que me acababan de conceder la cruz de hierro. J.Witgenstein.- ¿Durante 52 minutos? General Eihkerman.minutos...

No. Por supuesto que no. Eso solo le ocupó cuatro o cinco

J.Witgenstein.- ¿Y luego? General Eihkerman.-

Luego, el vacío...

J.Witgenstein.- ¿A qué se refiere? General Eihkerman.-

Al horror, teniente. Al horror.

J.Witgenstein.- ¿Tendrá la bondad de explicarse? General Eihkerman.muy importante.

Me expuso que estaba pensando en mi para un cargo, para él

J.Witgenstein.- ¿El de coordinador de explotación de los campos? General Eihkerman.Si entonces me hubiera negado, ahora no estaría aquí. Me encontraría en mi residencia de Schalnstein, como tantos otros militares que se limitaron a hacer de militares. J.Witgenstein.- Probablemente, general. Pero cabe también la posibilidad de que le hubiera “sugerido” que se suicidara. Recuerde a Rommel. General Eihkerman.Rommel fue mucho más lejos que yo. Tramó un complot cuya finalidad era asesinar a Hitler. Pero volviendo a su pregunta es cierto que me propuso exactamente para ese cargo. Y yo no me negué. J.Witgenstein.- ¿Pero que sentido tenia nombrar para un cargo funcionarial a un brillante militar que podía ser infinitamente más útil en el frente? General Eihkerman.Si nuestros dirigentes hubieran razonado así, teniente, con toda probabilidad hubiéramos ganado la guerra. J.Witgenstein.- ¿Pero...? General Eihkerman.¿Sabe? Desde que murió mi esposa, me he preguntado con frecuencia que hubiera pensado ella de lo que sucedió después... Ella opinaba, de forma muy parecida a la suya en lo referente a la actitud adecuada de los militares en Alemania. J.Witgenstein.- Era, sin duda una mujer inteligente.

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General Eihkerman.Y rica. Eso le permitía ciertas licencias. Podía opinar en publico ciertas cosas que otros no ni soñarían. Yo solo la imitaba. J.Witgenstein.- Me temo, general que eso no fuera exactamente así. General Eihkerman.(mirándola con cierta picardía) Tiene razón, teniente. No fue así. No necesitaba a mi esposa para exponer en público razonamientos comprometidos... J.Witgenstein.- (leyendo) Disponemos del testimonio de un ayuda de cámara que afirma que, durante una recepción en el cuartel general de Berlín en 1.943 dijo usted, dirigiéndose directamente a Goering que su inteligencia era “vistosa y abundante como la fanerogamia de un helecho en primavera...” General Eihkerman.(riendo ligeramente) ¡Ah, eso! Recuerde que cuando dije eso Goering ya había caído en desgracia para Hitler. No me valore tanto. J.Witgenstein.- Pero no lo dijo para halagar a Hitler, ¿verdad? General Eihkerman.-

Puede usted estar segura de que no fue ese mi propósito.

J.Witgenstein.- Como todo el mundo sabe, los helechos nunca florecen. General Eihkerman.Las plantas pteridofitas de clase filicadal carecen de flores y de semillas, como todo el mundo sabe. Claro que Goering lo interpretó con toda probabilidad como un elogio. J.Witgenstein.- ¿Se lo dijo directamente a la cara? General Eihkerman.-

¿Conoce usted otra forma de ofender en una reunión social?

J.Witgenstein.- Mucha gente, incluso en el estado mayor, opinaba así de Goering. General Eihkerman.Nunca debió abandonar el ejercito en 1.920. En tanto estuvo en él, no representó un peligro serio para nadie. En el instante en que se licenció e ingresó en el partido, entonces si empezó a ser una amenaza. Cuando era jefe de escuadrilla, en la Gran Guerra la muchedumbre le adoraba. Debió quedarse allí. J.Witgenstein.- Pero gozó de la confianza de Hitler... General Eihkerman.Si en lugar de dirigir la batalla de Inglaterra se hubiera dedicado a sus flores, ahora probablemente estaría usted hablando en alemán. Eso casi puedo asegurárselo teniente. Las drogas le volvieron estúpido, impulsivo, irreflexivo y megalómano. La morfina le dejaba completamente idiota. J.Witgenstein.- Pero... General Eihkerman.-

Estoy fatigado, teniente. ¿Puede darme un vaso de agua?

La teniente Witgenstein se levanta y se acerca a una mesita del fondo del escenario. De una jarra sirve un vaso de agua y la entrega al general. Éste bebe un sorbo y deja el vaso encima de mesa de la teniente.

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J.Witgenstein.- ¿Se encuentra usted bien, general Eihkerman? General Eihkerman.-

Si. Solo estoy un poco cansado.

J.Witgenstein.- ¿Desea usted que interrumpamos el interrogatorio? General Eihkerman.-

¡Ah! ¿Esta agradable charla ha sido un interrogatorio?

J.Witgenstein.- Por supuesto. General Eihkerman.-

¿Y quien toma las notas?

J.Witgenstein.- El soldado Brown. General Eihkerman.-

¿El soldado Brown?

J.Witgenstein.- Está en el despacho de al lado. General Eihkerman.-

¿Teme acaso que le ataque?

J.Witgenstein.- Nada de eso. Me pareció que usted se sentiría más cómodo así. General Eihkerman.Le aseguro que la única forma de sentirme cómodo seria permitiéndome retirarme a mi casa... J.Witgenstein.- Por desgracia, eso no está en mi mano. General Eihkerman.Si lo estuviera, ¿permitiría que me retirara? (dudando) No. No hace falta que responda. Es un compromiso eludible para usted. del todo prescindible. ¿Que hora es, teniente? Me retiraron mi reloj... J.Witgenstein.- Son las 17.45 general. El reloj se lo retiraron para evitar que pudiera usted suicidarse cortándose las venas con el cristal... General Eihkerman.melodramático.

Si quisiera suicidarme, teniente, elegiría un sistema menos

J.Witgenstein.- No parece que sea usted de esa clase de personas. General Eihkerman.-

No esté usted tan segura. Nada es lo que parece.

J.Witgenstein.- Volvamos, si le parece a su nombramiento como coordinador de explotación de los campos de exterminio. General Eihkerman.-

Durante dos meses.

J.Witgenstein.- Cierto. Durante dos meses. ¿Por qué tan poco tiempo? General Eihkerman.No me gusta hablar de eso. Me vi envuelto en la cara más espeluznante del III Reich.... J.Witgenstein.- Pero aceptó el cargo. General Eihkerman.1.942.

Nadie le decía que no al führer, teniente. No en la Alemania de

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Y

J.Witgenstein.- ¿Cuando tomó posesión? General Eihkerman.-

¿Puedo levantarme y estirar las piernas?

J.Witgenstein.- Por supuesto, general.

El general se levanta y da un breve paseo en silencio por el despacho. La teniente le observa también en silencio. Suena de fondo, muy lejana, un tema lento de Louis Armstrong que proviene de otro despacho.

General Eihkerman.-

“Savoy Blues”

J.Witgenstein.- ¿Como dice? General Eihkerman.El tema que está sonando. ¿Lo reconoce? “Savoy Blues” de Louis Armstrong. Lo grabó en Chicago en 1.927. J.Witgenstein.- ¿Le gusta el jazz, general? General Eihkerman.Me encanta. Me fascina. Disponía de una buena colección de discos antes de la guerra. Y créame tener ese material en Alemania en esa época era ciertamente atrevido. J.Witgenstein.- ¿Y podía escucharla con frecuencia? General Eihkerman.Raramente. Ese tipo de música, aparte de provenir del mundo anglosajón, está compuesta e interpretada, en su mayor parte, por negros. ¿Puede imaginar algo más subversivo? J.Witgenstein.- Eso le convertiría a usted en un privilegiado... General Eihkerman.Solo en un paria. Debía actuar en la clandestinidad, teniente. Mi música preferida estaba prohibida. J.Witgenstein.- Debió ser incómodo... Bien. ¿Le parece que prosigamos? General Eihkerman.errores?

¿El soldado Brown nos oirá correctamente? ¿No cometerá

J.Witgenstein.- (condescendiente) No, general. No los cometerá. General Eihkerman.-

¿Que deseaba preguntarme?

J.Witgenstein.- Sobre su nombramiento como coordinador de explotación de los campos de exterminio. General Eihkerman.Para la doctrina totalitaria del nacional socialismo, era imprescindible proceder a la organización concentracionaria de la sociedad. El menor atisbo de disidencia era penalizado con la segregación. Eso se inició en 1.933. Tras las anexiones de Austria y Checoslovaquia, en 1.938 se empezaron a llenar los campos y hubo de construir de nuevos y ampliar los antiguos. Cuando se inició la guerra el numero de deportados... J.Witgenstein.- General... General Eihkerman.-

...¿Teniente?

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J.Witgenstein.- General, ya conocemos ese aspecto de la historia. Me interesa su nombramiento para ese cargo tan extraño. General Eihkerman.-

Bien. Como guste.

General Eihkerman.Todo empezó con el decreto “Nacht und Nebel” emitido por el Reich en noviembre de 1.941... J.Witgenstein.- Conocemos bien ese decreto. General Eihkerman.Wannsee.

Entonces conocerá también el resultado de la conferencia de

J.Witgenstein.- Por supuesto... General Eihkerman.Se celebró en enero de 1.942. En esa conferencia estuvieron presentes Himmler, Heydrich, Eichmann,, Hoess... Allí se diseño la política de exterminio masivo para el futuro. J.Witgenstein.- ¿Estuvo usted allí, general? General Eihkerman.militar.

No. Entonces me limitaba a hacer de militar, teniente. Solo de

J.Witgenstein.- ¿Cuando se enteró del resultado de las conversaciones de la conferencia de Wannsee.? General Eihkerman.-

Poco después. Me lo comunicó Himmler por teléfono.

J.Witgenstein.- ¿y bien? General Eihkerman.A mediados de marzo de 1.942, Himmler me citó a Berlín. Directamente a la cancillería. Prácticamente una citación directa del Fürher... J.Witgenstein.- ¿El motivo de la invitación? General Eihkerman.Himmler era el hombre de absoluta confianza de Hitler, como sin duda conocen ustedes. Su obsesión era usar los campos para convertir Europa en un paraíso ario (sonríe tristemente). Me invitó a tomar café. Nos sentamos solos en un sofá de su despacho y me comunicó con absoluta frialdad la orden del Führer... J.Witgenstein.- ¿Que orden? General Eihkerman.La de nombrarme director de explotación de los campos. Confirmaba así lo que me había sugerido personalmente Hitler en Westergaden. J.Witgenstein.- ¿Le dijo Himmler que se esperaba de usted exactamente? General Eihkerman.Teniente; Hasta esa fecha, y yo aún no conocía el cambio de política respecto a los campos, se usaban los campos de concentración como medio para "retirar" de la vida pública o simplemente social a quienes el Reich consideraba "asociales". No formaban parte del Endlösung o solución final. Ese concepto no existía públicamente en marzo de 1.942.

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J.Witgenstein.- Pero ya había campos, Dachau, Buchenwald, Sachsenhausen. Luego ya en plena guerra se abrieron Stutthof, Flössenburg, etc... General Eihkerman.Cierto. Pero no eran campos de exterminio, teniente. No hasta entonces. Eran campos para "asociales" y para prisioneros militares. Lo se porqué visité algunos de ellos.

El general vuelve a levantarse. Estira las piernas y comienza a andar por la habitación. Se frota las piernas.

General Eihkerman.Es la mala circulación., teniente. Cuando permanezco mucho tiempo en una posición determinada me duelen las piernas... J.Witgenstein.- ¿Desea que hagamos un receso, general? General Eihkerman.-

Le estaría agradecido. Desearía echarme unos minutos.

J.Witgenstein.- Si le parece, podríamos interrumpir la sesión y continuar mañana. General Eihkerman.-

(con la mirada vacía y en un tono de voz bajo) Bien.

J.Witgenstein.- General... General Eihkerman.-

¿Si?

J.Witgenstein.- Una última cosa. ¿Por qué usted? General Eihkerman.eso...

Exactamente eso le pregunté a Himmler, teniente. Exactamente

J.Witgenstein.- ¿Y que le respondió? General Eihkerman.No desearía parecer descortés, pero para saber eso, teniente deberá esperar a mañana. No me encuentro muy bien. J.Witgenstein.- Como prefiera. (elevando la voz) ¡Policía!

Aparecen los policías militares, ayudan a caminar al general, que tiene un paso dubitativo y salen de escena. Antes de salir definitivamente de ella, el general se detiene y girando la cabeza,

General Eihkerman.-

Teniente...

J.Witgenstein.- ¿Si, general? General Eihkerman.-

Intenté detenerlos.

J.Witgenstein.- ¿A quienes? General Eihkerman.-

A los locos asesinos. Intenté detenerlos con todas mis fuerzas...

J.Witgenstein.- No tuvo usted mucho éxito.

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General Eihkerman.eso es algo con

(mirando lo que

al suelo) No. No tuve mucho éxito. Y deberé vivir para siempre.

J.Witgenstein.- Eso, general, es Himmler?

asunto suyo. ¿Por qué le dijo que si a

General Eihkerman.-

noches, teniente.

Buenas

Salen de escena.

TELÓN.

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ACTO II ESCENA I

El escenario debe representar una habitación de hospital con una salita previa. Se trata del hospital militar norteamericano en Berlín. La teniente Jean Witgenstein y el soldado Brown están sentados en dos sillones o butacas en la antecámara de la habitación. La antecámara se comunica con el pasillo del hospital, por tanto el escenario debe estar dividido en tres partes, pero el público no debe ver la parte donde se supone que está la cama. Sugiero que esta última parte del escenario quede oculta por una cortina que solo se abrirá cuando los actores se desplacen a esta estancia. La teniente y el soldado Brown están sentados en silencio. El soldado lleva una máquina de escribir portátil y un portafolios voluminoso. La teniente lleva consigo un grueso bolso. Ambos están fumando. (En los hospitales en 1.947 estaba permitido fumar) y no mantienen conversación alguna. En el pasillo se encuentra de guardia un policía militar que vigila el acceso a la habitación. La teniente Witgenstein se levanta y se dirige hacia una mesita de centro situada en la antesala donde hay un cenicero. Apaga la colilla y se queda con los brazos cruzados mirando hacia el público. J.Witgenstein.- ¿Comprendió usted correctamente la hora? J.Brown.- Perfectamente señora. Lo anoté incluso en mi agenda. La enfermera fue muy precisa. J.Witgenstein.- ¿A que hora le dijo? J.Brown.- A las cinco de la tarde. En cuanto hubiera finalizado la visita del oficial médico. J.Witgenstein.- (mirando el reloj) ¿Que hora tiene? J.Brown.- Las seis menos cuarto, señora. J.Witgenstein.- Parsifal... J.Brown.- ¿Como dice, señora? J.Witgenstein.- Parsifal. Hoy se reinicia la temporada de ópera en Berlín, soldado... Y tengo entrada, pero... ¡Estos alemanes! J.Brown.- ¿A que se refiere? J.Brown.- Pierden la guerra y cuando vuelven a escuchar ópera, eligen naturalmente una obra de Wagner...Verá soldado, Para halagarnos hubiera sido muy elegante empezar la temporada con una obra anglosajona o eslava, pero el repertorio de óperas norteamericanas, británicas y rusas es muy limitado. Prácticamente solo podían elegir entre el repertorio de los autores vencidos. J.Brown.- ¿Quizás algo francés? J.Witgenstein.- Después de haberse paseado con orgullo por París, les debió parecer poco oportuno oír cantar opera en francés en Berlín. Me han informado que estuvieron a punto de representar Phidelius, que es, naturalmente también de otro alemán.

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J.Brown.- Son incorregibles, ¿verdad? J.Witgenstein.- ¿Quienes? J.Brown.- Los alemanes. Son incorregibles. La guerra franco-prusiana, la Gran Guerra del 14, ahora esto... J.Witgenstein.- Viene de más lejos, soldado. Todo empezó hace mucho más tiempo. Roma ya estaba harta de ellos. En plena Pax Romana la única amenaza real provenía de Germanía. Desde entonces han seguido insistiendo... Siempre la gran Alemania... El espacio vital... J.Brown.- ¿Deberemos volver? J.Witgenstein.- ¿A que se refiere? J.Brown.- Dentro de 40 ó 50 años, ¿deberemos volver? J.Witgenstein.- Probablemente, soldado Brown. Deberemos volver. Volveremos a rescatar a los europeos de sus propios horrores. Nos llamaran y volveremos. Claro que volveremos. J.Brown.- ... Y volverán a dejarse la piel sobre estas tierras montones de norteamericanos, la mayoría de los cuales creen que el Languedoc es una clase de vino o que el Ródano es algún tipo de variante de hortaliza. J.Witgenstein.- En la historia moderna, soldado Brown ese parece ser nuestro papel. J.Brown.- Pero esta paliza, ésta ha sido fuerte... ¿No? J.Witgenstein.- Si. Ha sido fuerte. Pero al parecer precisan que cada cierto tiempo alguien les ponga en su lugar. J.Brown.- Una patada en el culo. Eso es lo que precisan. J.Witgenstein.- ¡Soldado! J.Brown.- Perdón señora. J.Witgenstein.- ¿Tiene aquí toda la documentación sobre el caso del general Eihkerman? J.Brown.- Si, señora. En el maletín. J.Witgenstein.- ¿Me permite?

El soldado Brown se levanta y extrae del maletín un grueso fajo de papeles dentro de un expediente azul que entrega a la teniente. Aprovecha para apagar su cigarrillo. Se queda de pié.

J.Brown.- Aquí tiene, señora.

La teniente lee en silencio.

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J.Brown.- ¿A que hora es la función, señora? J.Witgenstein.- (distraídamente) A las 19.00. Por problemas de suministro de energía eléctrica. Las restricciones... J.Brown.- Entonces no llegará. J.Witgenstein.- Es muy posible. ¿Cuanto tiempo ha invertido usted en esta investigación? J.Brown.- Desde poco después que el general Eihkerman tuviera el ataque cardíaco. Le dediqué un poco de tiempo cada día. J.Witgenstein.- ¿Un poco de tiempo cada día? J.Brown.- Nuestros servicios de documentación han reunido un bonito archivo, señora. Muy bien organizado y documentado. Todo lo que utilizaron para los primeros juicios de Nuremberg y también todo lo que no utilizaron. Disponen incluso de un amplio archivo de imágenes fotográficas e incluso películas... J.Witgenstein.- ¿Viajó usted hasta Nuremberg? J.Brown.- Unas cinco veces. Siempre en días libres, señora... J.Witgenstein.- Si me lo hubiera solicitado, le habría apoyado. Usted sabe que prácticamente ha finalizado nuestro trabajo aquí. Nos sobra tiempo. Podía haberlo hecho dentro del horario habitual... J.Brown.- Al principio no me pareció importante. Solo lo hice para confirmar alguna de las cosas que dijo que hizo. J.Witgenstein.- ¿Y bien? J.Brown.- Todo, todo lo que declaró, todo es rigurosamente cierto, teniente. J.Witgenstein.- Eso es muy poco habitual en nuestro trabajo, soldado. J.Brown.- Pues puede apostar a que en este caso es así. Y también son ciertas algunas cosas que no declaró. J.Witgenstein.- ¿A que se refiere? J.Brown.- ¿Sabe como llaman nuestros documentalistas al periodo comprendido entre el 30 de marzo y el 3 de junio de 1.942? J.Witgenstein.- No. J.Brown.- El interludio Eihkerman. J.Witgenstein.- ¿El interludio Eihkerman? J.Brown.- Así es. Porqué ese periodo corresponde exactamente al tiempo en que el general Eihkerman estuvo en el cargo de coordinador de la explotación de los campos de exterminio. J.Witgenstein.- ¿Y?

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J.Brown.- Durante ese periodo, exactamente durante esos 65 días, no murió ni un solo judío, que no fuera de muerte natural, en los campos, señora. Ni uno solo.

La teniente Witgenstein se gira súbitamente. Su rostro se ha puesto tenso y rígido. Se acerca lentamente al soldado Brown y le mira fijamente a los ojos.

J.Witgenstein.- ¿Como ha dicho? J.Brown.- Como lo oye, señora. Nuestro Eihkerman detuvo la maquinaria de exterminio durante 65 días. Le paró los pies al mismísimo Himmler. J.Witgenstein.- ¡Esto es absolutamente increíble! ¿En ningún campo? J.Brown.- Cuando estuve hablando con Stanley Wilson, el historiador británico agregado al archivo, me confesó que desde su punto de vista era un hecho absolutamente insólito. Cuando le pregunté que como habían llegado a esa conclusión me informó que hasta 1.943 la burocracia en los campos les obligaba a registrar los muertos diarios para su control y para poder luego informar de su “producción”, pues bien; después de examinar las actas que se pudieron recuperar de los campos una vez liberados. Ni en Auschwitz, ni en Birkenau, ni en Bergen Belsen, ni en Dachau... no se encontró ni una en que figuraran muertes por la política de “solución final” durante ese periodo. No hay ningún precedente de algo así en la historia del III Reich. Salvo quizás lo de Rommel. J.Witgenstein.- Rommel hizo mucho menos y le obligaron a suicidarse. J.Brown.- Cierto señora pero, de haber sobrevivido ¿Le habrían juzgado Nuremberg?

en

J.Witgenstein.- Probablemente no. ¡Pero esto es absolutamente increíble! J.Brown.- Bien. Preguntémonos entonces si hemos de juzgar a Eihkerman, señora. J.Witgenstein.- ¡Ahora comprendo porqué le destituyeron en junio del 42.! Y porqué le mandaron al frente ruso. No tenia sentido... ¡Buen trabajo soldado Brown...! J.Brown.- Hay otra cosa, señora. (pidiéndole con un gesto que le deje la documentación. soldado Brown busca unos instantes entre los documentos y lee en silencio)

El

J.Witgenstein.- Le escucho. J.Brown.- A los pocos días de ser nombrado para el cargo, visitó el campo de Lipowa, en Lublin. Cuando llegó al campo, sin previo aviso se encontró con una fiesta organizada por Odilo Globocnik, el director de la Action Reinhard o solución final en homenaje al más bestia de los jefes del campo, Alfred Dressler... J.Witgenstein.- ¿Una fiesta? ¿Con que motivo? J.Brown.- Dreesler era el jefe de Lipowa. El motivo de la fiesta era celebrar que habían asesinado al judío número 50.000. J.Witgenstein.- ¿Que hizo el general?

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J.Brown.- Pidió la presencia inmediata de Dressler, que al parecer estaba con una mujer. Cuando lo tuvo delante éste estuvo ligeramente insolente al saberse protegido de Globocnik. Eihkerman le hizo cuadrar militarmente y le comunicó que en breve seria destituido y para dar realce a su afirmación, le arrojó un vaso de ginebra a la cara. J.Witgenstein.- ¿Le arrojó un vaso de ginebra a Dressler? ¿A un pupilo de Odilo Globocnik¿ ¿Estaba él allí? J.Brown.- Por supuesto. Se limitó a contemplar la escena en silencio. Luego se retiró y ahí acabó la fiesta. Eihkerman salió aquella misma noche en dirección a otro campo. Hay testigos de eso, teniente. . J.Witgenstein.- ¿Por qué no nos contó nada de eso...? J.Brown.- Bueno, si lo hizo. J.Witgenstein.- ¿Lo hizo? J.Brown.- Cuando se despidió de usted, antes de tener el ataque al corazón, le dijo “Intenté detenerlos, a los locos asesinos intenté detenerlos con todas mis fuerzas...” ¿Lo recuerda, teniente? J.Witgenstein.- (pensativa) Si. Lo recuerdo. J.Brown.- Bien, pues creo que se refería a eso. J.Witgenstein.- Los rusos debían saberlo. Por eso no lo juzgaron. Solo lo retuvieron.... No sabían que hacer con él. J.Brown.- Eso explica muchas cosas, teniente. No sabían si fusilarlo por problemas que les dio en el Stalingrado y en el frente o si condecorarlo con la medalla del pueblo por lo que hizo en los campos.

los

Sale un médico militar de la habitación del enfermo. La teniente y el soldado interrumpen su conversación y dirigen sus miradas al médico. Éste se acerca a ellos y antes cierra la puerta de la habitación donde está el general Eihkerman.

J.Witgenstein.- Doctor.... Doctor.-(mirando tanto a la teniente como al soldado) ¿Son ustedes los que quieren interrogar al general? J.Witgenstein.- Solo queremos ampliar su declaración. Nada de interrogatorios. Doctor.-En su estado no hay ninguna diferencia. J.Witgenstein.- ¿Cual es su estado? Doctor.-Cuando la policía militar le trajo aquí hace tres semanas, había sufrido un ataque cardíaco. Conseguimos estabilizarle y con la medicación adecuada pareció mejorar, pero hace tres días

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sufrió un nuevo infarto de miocardio. Tiene además graves obstrucciones arteriales, un enfisema pulmonar y arritmias frecuentes. Ese es su estado, teniente. J.Witgenstein.- No pretendemos fatigarle, pero hay ciertos trámites que... Doctor.-¿Y piensa usted que es este un buen momento? J.Witgenstein.- Verá doctor; nada más lejos de mi intención que empeorar el estado del general, pero dada su gravedad quizás no sea posible aguardar a su recuperación... ¿me comprende? Doctor.-¿Y eso es tan importante? J.Witgenstein.- En su declaración el general Eihkerman dejó algunos puntos obscuros que podrían ayudar muy significativamente a su rehabilitación. Doctor.- ¿Usted cree?. De todos modos el me avisó de que usted vendría. En mi opinión, es algo que ha estado esperando. J.Witgenstein.- ¿De veras? Doctor.- No sabría decirle, teniente, pero ayer incluso preguntó si usted se había interesado por visitarle. J.Witgenstein.- ¿Podemos entonces hablar unos minutos con él? Doctor.-Se está muriendo, teniente. Ignoro para qué quieren tomarle declaración ahora, pero no va a servirle de mucho. J.Witgenstein.- Permita usted que sea el tribunal militar quien decida eso, doctor. Doctor.-No habrá tribunal militar, teniente. Está muy grave. Tiene 76 años y graves problemas cardíacos y pulmonares... En tanto esté ingresado en este hospital, teniente, yo soy el único que decide. ¿Me ha comprendido? J.Witgenstein.- ¿Podemos verle? Doctor.- (dudando) Bien. No más de 15 minutos, teniente. J.Witgenstein.- Eso es muy poco tiempo. Doctor.- Ese es el tiempo que estoy dispuesto a darles. Mi obligación... J.Witgenstein.- (interrumpiéndole) Está bien, está bien. Tomaremos esos 15 minutos.

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ESCENA II

La teniente Witgenstein y el soldado Brown se dirigen hacia la puerta de la habitación del enfermo. En cuanto la abren y se introducen en ésta, se corre la cortina que impide a los espectadores la vista de la habitación y el escenario queda ahora dividido en tres partes. En la habitación hay una cama de hospital donde está tendido el general. Entran en la misma y el soldado Brown se acerca a una mesita donde coloca la máquina de escribir.

J.Witgenstein.- Buenas tardes, general. J.Brown.- Buenas tardes.

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General Eihkerman.“Presos de esta forma, los generales fueron llevados ante el rey y se les dio muerte cortándoles la cabeza...” J.Witgenstein.- (Duda unos instantes) Veamos, general :“... Entre ellos Clearco era tenido por todos cuantos le trataron como hombre de las más extremadas condiciones militares y de una desmesurada afición a la guerra...” General Eihkerman.(sorprendido)“... Mientras la hubo entre los lacedemonios y los atenienses, en ella participó...”. Espero que se encuentre bien, teniente.

El soldado Brown se sienta en una silla, la acerca a la mesita y, abriendo la funda de la máquina de escribir, extrae ésta y la coloca encima. Introduce dos papeles separados por una hoja de calco en el interior del rodillo y se apresta a escribir la declaración del general. Debe mantenerse ausente de la conversación y el teclear de la máquina debe ser prácticamente inaudible para no distorsionar los diálogos.

J.Witgenstein.- El soldado Brown y yo estamos perfectamente, general. ¿Que tal está usted? General Eihkerman.(sonriendo) Bien, teniente. Hola soldado Brown. Yo estoy perfectamente. Son, al parecer, mi corazón y mis pulmones quienes presentan alguna dificultad. J.Witgenstein.- Esperemos pues que se recupere pronto... General Eihkerman.Se lo agradezco. ¿Le gusta Jenofonte? ¡Es tan extraño hoy en encontrar a alguien que haya leído la Anábasis!... Y más raro aún que recuerde algún fragmento... J.Witgenstein.- Todos los militares deberían leer a Jenofonte, general. General Eihkerman.Me temo que gran número de ellos no acertaran a comprenderle, teniente. Probablemente no comprendieran ni a Clausewitz. J.Witgenstein.- Probablemente... General Eihkerman.-

¿A que debo el honor de su visita?

J.Witgenstein.- Nos quedaron algunas cosas pendientes de su declaración, general. Claro que si se encuentra fatigado podemos postponerlo para otra ocasión. General Eihkerman.tiempo.

Usted y yo sabemos, teniente, que no dispongo de mucho

J.Witgenstein.- Nunca puede decirse... Piense que los médicos... General Eihkerman.-(interrumpiendo y haciendo un gesto con la mano) Teniente Witgenstein, tanto usted como yo somos personas de cierta inteligencia. No malgastemos el breve tiempo que me resta en liturgias improductivas (tosiendo). ¿En que puedo servirle? J.Witgenstein.- Como guste. Pero debe prometerme que si se fatiga nos lo dirá.

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día

General Eihkerman.-

Se lo prometo.

J.Witgenstein.- Bien. General Eihkerman.-

Está hoy muy silencioso el soldado Brown...

J.Brown.- No quisiera molestarle, además usted ya sabe que las preguntas las hace la teniente... Yo solo transcribo. J.Witgenstein.- El soldado Brown solo desea volver a su Iowa natal, general. General Eihkerman.soldado?

¿Tiene usted allí graves asuntos de estado que le esperan

J.Brown.- ¿Asuntos de estado? No. Solo trigo, señor. General Eihkerman.Alemania durante un tiempo.

Eso son asuntos de estado... Su trigo probablemente alimentará a

J.Brown.- No creo que a mi padre le hiciera eso mucha gracia... General Eihkerman.Su padre debería comprender que no va a alimentar al III Reich. Tan solo a un pueblo hambriento y cansado. J.Brown.- Para mi padre, general, y para millones de norteamericanos, no hay diferencia entre lo uno y lo otro. No después de que vieran lo que ustedes hicieron a los civiles, señor...

General Eihkerman.Anábasis?

(perdiendo interés en el soldado) ¿A que edad leyó la

J.Witgenstein.- ¿Como dice? General Eihkerman.-¿A que edad? J.Witgenstein.- No lo recuerdo exactamente, probablemente a los 15 ó 16 años. ¿Por qué? General Eihkerman.La precocidad en la lectura de las grandes obras determina con frecuencia el grado de humanismo de que hará gala el individuo. J.Witgenstein.- ¿Cree usted que me inicié a una edad conveniente? General Eihkerman.generaciones futuras.

(sonriendo con tristeza) Permitamos que juzguen eso las

J.Witgenstein.- General, la declaración... General Eihkerman.-

¡Ah! La declaración...

J.Witgenstein.- Hemos hecho...bien.... Ciertas averiguaciones sobre los hechos que nos contó y sobre algunos otros. General Eihkerman.-

¿Averiguaciones? Bien... ¿Han llegado a alguna conclusión?

J.Witgenstein.- Al parecer pasará usted a la posteridad, general. Han bautizado a un trozo del siglo XX con su nombre.

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General Eihkerman.-

¿Con mi nombre?

J.Witgenstein.- El periodo en que usted... General Eihkerman.-

¡Ah, el horror!

J.Witgenstein.- ¿El horror? General Eihkerman.Lo intenté...

Hice lo que pude, teniente. Intenté de veras detener el horror.

J.Witgenstein.- Ya no nos cabe duda de eso, general. Sin embargo su paso por ese cargo apenas dejó rastro. Usted no nos habló de ello y no consta en ningún documento oficial de Reich que tratara usted de detener el exterminio. Solo hay evidencias colaterales, es decir que no le exculpan directamente.... General Eihkerman.¿Y cree usted que eso me preocupa ahora? En esta etapa de mi vida tan solo mi conciencia merece un tanto ni atención. Me temo que ustedes, los vencedores de la guerra, ya no podrán juzgarme... J.Witgenstein.- Evidentemente si usted muere no habrá juicio. Pero no es eso lo que nos ha traído aquí. General Eihkerman.Quiere usted saber, ¿verdad? Le irrita no conocer todos los hechos, no encontrar la explicación adecuada para sucesos cuya causa ignora... (tose) J.Witgenstein.- Bien, no es exactamente eso... General Eihkerman.Consuélese teniente pensando en que sucedieron cosas en el III Reich que ni yo mismo comprendo. J.Witgenstein.- Usted cometió ciertos actos de gran valor, acciones que no acierto a comprender como no le supusieron la cárcel o la muerte. General Eihkerman.No busque justificaciones heroicas, teniente. Nunca se trató de eso. Era solo sentido del deber. ¿Usted como militar está capacitada para comprender que el amor a mi país superaba al amor a sus gobernantes? Alemania tuvo la desgracia, que entre todos provocamos, de caer en las manos de unos locos dementes asesinos sin ningún código ético o moral. Eso marcó la diferencia con las democracias europeas. Yo traté simplemente de poner algo de sentido en el caos... ¿Que objeto podía tener exterminar seres humanos? ¿Que sentido tenia dedicar ingentes recursos de soldados, policías, camiones, trenes, combustible, recursos que se desviaban del frente, en un país que estaba en guerra abierta, cantidades ingentes de dinero empleadas en algo sin ningún sentido. ¿Con que objeto se eliminaban esos seres humanos? ¡Es tan estúpido...! (tose con insistencia) El Reich suprimía sistemáticamente a su propia mano de obra dócil y productiva solo para cumplir con un alucinado y perverso sueño racista sin sentido... J.Witgenstein.- ¿Se encuentra usted bien, general? General Eihkerman.No. No me encuentro bien. Pero no es ahora mi corazón...¿Sabe? Federico II de Prusia se inspiró en muchas ocasiones en Jenofonte para sus discursos. J.Witgenstein.- Y Napoleón.

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General Eihkerman.Cierto. Y aunque Arriano intentó imitarle en sus siete libros sobre la expedición de Alejandro Magno a Asia, no puede compararse al original. J.Witgenstein.- Más que una empresa heroica, el texto de Jenofonte parece el relato mitológico e irreal de sus dioses y héroes, ese es su encanto y por eso fascina tanto su lectura. General Eihkerman.Solo que la Anábasis es real, rigurosamente real. Una retirada heroica, teniente. ¿Algo parecido a lo que hicimos nosotros? J.Witgenstein.- Me temo que no fue exactamente lo mismo. Exceptuándolo quizás a usted, su retirada no fue heroica. El rastro que dejó la Wehrmatch no tiene nada de épico. General Eihkerman.Probablemente tiene razón. Si hubiéramos de hallar alguna similitud literaria.... ¿quizás Titus Andrónico? J.Witgenstein.- La barbarie de Titus Andrónico es un juego infantil comparado con lo que los nazis han dejado a la posteridad. General Eihkerman.Tiene razón. Pudieron tenerlo todo. Podían haber llevado al mundo grandes valores. Hitler quiso ser Augusto y solo fue un imbécil fanático y enloquecido. J.Witgenstein.- Nada hubo de Augusto en Hitler, general. General Eihkerman.Él se veía como un gran conductor. Un César eterno e indiscutible. Pero olvidó lo principal. J.Witgenstein.- ¿Lo principal? General Eihkerman.Que sus valores estaban podridos, teniente. No había nada perdurable en ellos. Solo podían conducir al horror y al abismo. ¿Ha leído Mein Kampf? J.Witgenstein.- No. General Eihkerman.-

Yo si, teniente. Y es la obra infantil y aburrida de un monstruo latente y anormal. Por no nombrar su horrible prosa. Pero si algún día alguien pretende comprender lo que sucedió en Alemania en los años 20 y 30, debe leer esa obra perversa y cruel. Cuando me entrevisté con él, me horroricé. Sus ojos...

J.Witgenstein.- ¿Sus ojos? General Eihkerman.-

Vi sus ojos. De cerca. En la proximidad eran aterradores.

J.Witgenstein.- ¿Aterradores? ¿Para usted, para un militar curtido como usted? General Eihkerman.No eran humanos. Sus ojos eran grises. Completamente grises como los de ciertos escualos. Y completamente inexpresivos. J.Witgenstein.- ¿Por qué pretendieron hacer de usted, un militar inteligente y con gran experiencia y prestigio en Alemania, un simple carnicero?

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General Eihkerman.Un controlador de carniceros, teniente, que es muchísimo peor... No lo sé. Probablemente mi prestigio como militar les debió sugerir la idea de que fundir al ejército con los principios del movimiento nazi daría más unidad a la nación. Lo ignoro. Nunca he sabido la auténtica razón. Deberá perdonarme, teniente. Me encuentro un poco fatigado....

J.Witgenstein.- ¡Lo siento! Deberá perdonarme, general. Nos vamos inmediatamente. El doctor dijo solo 15 minutos. General Eihkerman.teniente..

Quizás podamos continuar esta conversación mañana,

. J.Witgenstein.- Mañana o cuando usted guste, general. General Eihkerman.filosofía, ¿No le parece?

Con mucho gusto, aunque la próxima vez podríamos ceñirnos a la

J.Witgenstein.- “... Y dijo Quirísofo: Jenofonte, yo sólo sabía de ti que eras ateniense....Pero ahora admiro tus palabras y tus hechos, y desearía que los demás fueran como tú...” General Eihkerman.-

Tomaré eso como un elogio, teniente.

J.Witgenstein.- No se si era exactamente esa mi intención... General Eihkerman.-

Como usted me dijo una vez; “eso, teniente, es asunto suyo”

J.Witgenstein.- General... General Eihkerman.-

¿Si, teniente?

J.Witgenstein.- General... La primera vez que visitó un campo... General Eihkerman.-

¿Si?

J.Witgenstein.- La primera vez que visitó un campo... ¿Que sintió? General Eihkerman.sentí...

¿Que sentí? (Se estira en la cama, cansado) Me pregunta que

J.Witgenstein.- Lo siento. Está usted fatigado. General Eihkerman.No, no teniente. Voy a responderle. Voy a responderle. ¿Que sentí?... Sentí el toque de la muerte. La transubstanciación del respeto hacia mis valores en asco. Puro, simple asco. Asco en estado puro. Y llegué a una conclusión. J.Witgenstein.- ¿Cual? General Eihkerman.Que la gloria de mi país no se basaría en aquel horror. No mientras yo viviera. Y empecé una cruzada... J.Witgenstein.- ¿Cruzada? General Eihkerman.Navegué entre procelosos mares, teniente. Intenté que el Reich no pasara a la historia por aquello. Y le diré una cosa... J.Witgenstein.- ...

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General Eihkerman.Durante un tiempo, durante un breve periodo, les hice dudar. El mismo Himmler llegó a poner en cuestión sus intocables dogmas... Ese fue mi triunfo, teniente. Solo por eso mereció la pena. J.Witgenstein.- Usted sabia que no podía ganar... General Eihkerman.-

Por supuesto.

J.Witgenstein.- ¿Por qué entonces lo intentó? General Eihkerman.-

¿Ha leído las “Meditaciones” de Marco Aurelio?

J.Witgenstein.- Solo algún fragmento. General Eihkerman.Lea a Marco Aurelio, teniente. Lea a Marco Aurelio y quizás comprenda porqué lo intenté. Ahora si me disculpa, no desearía grosero pero...

ser

J.Witgenstein.- Por supuesto, general. Ya nos vamos. General Eihkerman.-

Buenas noches, teniente. Buenas noches, soldado Brown.

J.Brown.- Buenas noches, general. Le hablaré a mi padre de usted. General Eihkerman.- Procure que comprenda... J.Brown.- ¿Que comprenda? General Eihkerman.salvajes asesinos.

Intente que entienda que hubo algunos alemanes que no fueron

J.Brown.- (sonriendo) No le prometo nada, general. Mi padre tiene sus propias ideas sobre lo que pasó en Europa. General Eihkerman.-

Bien. En todo caso eso ya será un principio.

J.Witgenstein.- Buenas noches, general. General Eihkerman.-

Lea usted a Marco Aurelio... Teniente. Lea a Marco Aurelio...

La teniente Witgenstein y el soldado Brown salen de la habitación del enfermo. Cuando lo han hecho, baja la cortina que oculta al general del público. Desaparece, por tanto el personaje del general de la obra. La teniente Witgenstein y el soldado Brown se detienen en la antesala de la habitación y la teniente enciende un cigarrillo. Con calma. El soldado le da fuego. Ambos se miran en silencio. (fondo musical suave, lejano y triste).

J.Brown.-

¿Un héroe?

J.Witgenstein.- No creo que el libro de la historia hable de él. J.Brown.-

¿No lo cree?... Bien. Yo tampoco.

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J.Witgenstein.- ¿Un héroe?. En todo caso se trata de un héroe incómodo. J.Brown.-

¿Incómodo? ¿Para quién, teniente?

J.Witgenstein.- Para todos, soldado. Para todos. Los alemanes, por contraste, le ignorarán. Les recordará su cara más abominable. Los americanos le vemos como una rara avis. Los rusos lo devolvieron sacándoselo de encima. No. No creo que llegue a la inmortalidad. Pero es un personaje ciertamente curioso. J.Brown.- Si. J.Witgenstein.- Cuando todos corrían, él se detuvo. Y no le tocaron ni un pelo de la cabeza. Salió completamente inmaculado. Todavía no le he comprendido, soldado. Aún no. J.Brown.- Quizás es que no haga falta... J.Witgenstein.- ¿El qué? J.Brown.- Comprenderle. Quizás hizo lo que hizo y basta. J.Witgenstein.- Puede que tenga razón.

La teniente apaga su cigarrillo. Mira al soldado y mira después hacia la puerta de la habitación del general.

J.Witgenstein.- ¿Cuando sale su vuelo, soldado? J.Brown.- Mañana martes, teniente. A las 10 de la mañana. ¿Y el suyo? J.Witgenstein.- No saldrá hasta el viernes próximo. Tengo aún una semana de permiso. Luego hacia Boston. J.Brown.- ¿Que hará en Berlín estos días? J.Witgenstein.- Tengo la intención de visitar Colonia. (reflexionando) aunque tengo entendido que no ha quedado gran cosa que ver... Lo cierto es que estando los rusos tan nerviosos no deseo eternizar estancia en Alemania.

mi

J.Brown.- Bien. Ya hemos limpiado la basura de Europa. ¿Cree usted que vamos ahora a pelearnos con los rusos? J.Witgenstein.- No. No lo creo. Bien. Soldado. Yo volveré dando un paseo. Si no nos vemos, le deseo un buen viaje. J.Brown.- Lo mismo le digo, señora.

El soldado carga con la funda de la máquina de escribir, su portafolios y se dirige hacia la salida. De pronto se gira y, mirando a la teniente, dice: J.Brown.- ¿Hemos hecho algo importante aquí, teniente? J.Witgenstein.- Si he de serle sincera, aún no lo se. Que tenga un buen vuelo, soldado. Y hable a su padre del general Eihkerman.

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J.Brown.- Procuraré hacerlo, teniente.

TELÓN

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