EL INTERREGIONALISMO MERCOSUR-SADC: UN NUEVO TIPO DE RELACIONES SUR-SUR?

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EL INTERREGIONALISMO MERCOSUR-SADC: UN NUEVO TIPO DE RELACIONES SUR-SUR? Frank Mattheis Research Academy Leipzig (Alemania)  [email protected]

Resumen: A principios de los años 90 surgió tanto en Sudamérica como en África austral un nuevo tipo de regionalismo. Las creadas instituciones SADC y MERCOSUR se distinguieron de sus antecedentes principalmente por una mirada hacia afuera. Además ambos proponían una inserción más profunda en el sistema económico global. Aunque sus creaciones fueron impulsadas por razones parecidas (acercamiento de rivales; alineamiento con el paradigma neo-liberal; miedo de quedar detrás en el nuevo orden mundial; proliferación del regionalismo en otras partes del mundo) inicialmente no fueron influidas recíprocamente. Pero con el éxito comercial del MERCOSUR en los años 90 y la divulgación exterior de su institución como ejemplo modelo empezó una etapa de acercamiento entre ambas regiones. Ahí la determinación de los presidentes brasileños y sudafricanos a fortalecer enlaces sur-sur se convirtió en el motor principal del interregionalismo, como se puede destacar en las negociaciones comerciales entre las regiones. Es necesario de clarificar el complejo interregional en sus varias categorías, el verdadero interregionalismo, las relaciones entre poderes regionales y el bilateralismo. Por sus coyunturas las relaciones sud-atlánticas proponen un caso comprehensivo para poder analizar las condiciones necesarios para el inicio de un tal proceso. Tanto el marco global que comenzó con el fin de la Guerra Fría que las transiciones domesticas tienen su papel facilitador en la evolución del interregionalismo sud-atlántico.

Introducción Cuando se tratan las relaciones exteriores de América Latina, se habla esencialmente de sus conexiones con América del Norte o con Europa. Mientras que últimamente el impacto de China recibe cada vez más atención, las relaciones con el continente africano quedan marginales. Si se tratan de algún modo en la literatura de las relaciones internacionales ocurre de forma puntual. Por lo tanto, esta contribución propone un análisis más sistemático de las relaciones sud-atlánticas y su entorno facilitando. Esta región se refiere al espacio geográfico que comprende los enlaces políticos y económicas más densos en las relaciones Afro-Latino Americanos. Primero, se distinguirán tres niveles distintos dentro las relaciones. Luego se presentará un análisis de los cambios de las condiciones internas y externas desde 1989 y su impacto en la evolución y la forma de la cooperación entre ambas regiones. 1) Las relaciones sudatlánticas Para facilitar un acercamiento sistemático se puede divisar el conjunto de relaciones sud-atlánticas en tres niveles de análisis. EL primero incluirá la cooperación que emergió con un verdadero contexto interregional y que cuenta con el aporte de actores de ambas orillas. El segundo nivel incluye las relaciones entre los poderes hegemonía Sudáfrica y Brasil. Y finalmente, las relaciones 1

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exteriores tradicionales de carácter bilateral serán tratadas en las áreas de economía y seguridad. Aunque los poderes regionales del segundo nivel aparecen también a esa última categoría, esa diferenciación se hace para destacar los casos de países que tienen la capacidad o aspiración de actuar como líder regional. La asunción tras ese análisis es que los estratos de la gobernancia interregional a multinivel aumentan. A partir de eso se debe investigar si esos estratos adicionales toman un papel más importante en las relaciones sud-atlánticas. Así, la división en tres niveles permite de identificar lógicas y dinámicas distintas para clarificar la complejidad de esas relaciones. Ahí, se tendrá que destacar Brasil que es muy presente en todos los tres niveles.

a. Interregionalismo El nivel interregional se refiere principalmente a las relaciones entre organizaciones de integración regional. Del lado africano se trata de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC por sus siglas en ingles) y de la Unión Aduanera de África Austral (SACU por sus siglas en ingles), mientras que el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) representa la organización predominante en América Latina. Además existen organizaciones transregionales que incluyen ambas orillas y que se concentran en el ámbito político o cultural como la Zona de Paz y Cooperación de Sudatlántico (ZPCSA), la cumbre África-Sudamérica (ASA) y la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP). Hasta los años 1990 las organizaciones regionales en ambas regiones tenían como objetivo principal un desarrollo hacía adentro y por lo tanto no estaban orientados en tener relaciones extra-regionales. La mayoría de las relaciones sur-sur se efectuaron o por enlaces bilaterales o en foros multilaterales como la UNCTAD o el Movimiento de Países No Alineados. Por el contrario, el nuevo tipo de regionalismo abierto hacia afuera que surgió con el establecimiento del paradigma neo-liberal al final del los años 1980 está claramente destinado a insertarse al sistema económico global. Tanto el MERCOSUR en 1991 como la SADC en 1994 fueren creados en este periodo y por lo tanto más dispuestos a tener relaciones exteriores que sus antecedentes. Aunque esas relaciones eran desde el principio dominados por los enlaces con la Unión Europea (UE) y en parte con los Estados Unidos, hubieron varias tentativas de intercambiar ideas respeto a modos de integración regional.[1] Al principio, este intercambio fue caracterizado por el interés del lado africano de aprender de la experiencia del MERCOSUR, ya que parecía un forma económica de avanzar hacia un mercado común sin ceder su soberanía nacional. Sin embargo, esa visión era una noción mal informada por los avances rápidos que hizo el MERCOSUR en sus primeros años con respecto al comercio interior. No obstante, los desacuerdos entre Argentina y Brasil en cuanto a sus políticas económicas nacionales, las crisis financieras al torno del siglo y las dificultades de avanzar causaron una disminución del interés, tanto por parte de las élites políticas como las empresas multinacionales que eran inicialmente dispuestos a financiar las reuniones. Además, las estructuras institucionales de las organizaciones no facilitan el interregionalismo. Los secretarios no tienen suficiente autonomía o capacidad para iniciar relaciones exteriores. MERCOSUR ni siquiera puede acreditar embajadores. Por lo tanto la política exterior sigue la responsabilidad de 2

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los ministerios nacionales. Ahí obviamente dominan los ministerios con más recursos, siendo los líderes regionales Brasil y Sudáfrica. Otras iniciativas para un intercambio de ideas como la creación del Instituto Afro-Latino Americano por Namibia y Uruguay encontraron la oposición de esos actores ya que existe la inclinación de monopolizar la relaciones con sud-atlánticas ahí[2]. Mientras que las la cooperación entre SADC y MERCOSUR no ha ido más lejos que declaraciones políticas, las relaciones entre SACU y MERCOSUR se encuentran en un tramo más formalizado. Las negociaciones para un acuerdo de comercio preferencial fueron iniciadas en 2000, originalmente entre MERCOSUR y Sudáfrica. Pero después de la reforma del SACU en 2002, acuerdos comerciales tienen que estar negociado y ratificado en bloque, así que los otros miembros se juntaron. Dos acuerdos han sido firmados en 2004 y 2009 pero solo cobran una parte muy limitado de bienes comerciales. Por la falta de economías complementarias así que por las políticas industriales nacionales, sería de esperar pocos efectos comerciales significativos del acuerdo. Sin embargo, hay que destacar el acuerdo que es el primero entre bloques regionales de diferentes continentes del sur, el primero de SACU como bloque así que el tercero de MERCOSUR fuero de su región. La determinación de llevar a cabo las negociaciones a pesar de dificultades técnicas y la larga duración de las negociaciones implica que hay una pertinencia política para emprender una tal inversión. El móvil se encuentra en las estrategias exteriores de los poderes regionales Brasil y Sudáfrica. Después sus transiciones democráticas y sus ascensiones económicas ambos países aspiran un papel mayor en las relaciones internacionales con apoyo de los enlaces sur-sur. La dominación de Sudáfrica adentro de la SACU y más concreto con respeto a sus relaciones exteriores se reflejan en las negociaciones con MERCOSUR donde fue el único portavoz.[3] Del otro lado, el predominio de Brasil esta subrayado por su proposición de conducir relaciones con SADC por UNASUR, otra organización regional por la cual Brasilia pretende establecer su posición.[4] Aún en las organizaciones transregionales el papel de Brasil ha sido importante. Explicablemente es el único miembro sudamericano en la CPLP que se ha transformado en un instrumento mayor para sus relaciones culturales, económicas y técnicas con África. La cumbre ASA fue una iniciativa conjunta de Brasil y Nigeria en 2002 que reúne une número importante de jefes de estado cada dos o tres años. Por ahora no ha logrado ir más allá del dialogo político. La ZPCSA consiste en una colaboración formalizada desde 1986 bajo la estructura de las Naciones Unidas y comprende la totalidad de los estados vecinos del Atlántico Sur. Sobre todo trata temas de seguridad y de gerencia marina. Ya que cuenta con las fuerzas armadas marinas más extensas de Sudamérica, Brasil ha prestado mucha importancia a esta organización. b. Colaboración entre poderes regionales Las relaciones entre Brasil y Sudáfrica han sido muy cíclicas durante la la segunda mitad del Siglo XX, en función de prioridades políticas.[5] No obstante, la mayoría del comercio entre ambas regiones siempre ocurrió entre esas dos naciones. Durante los años 90 un nuevo tipo de liderazgo regional emergió de ambos lados del sud-atlántico. Sudáfrica alcanzó la fin de la Apartheid y fue admitida en la organización regional SADCC (desde entonces SADC) que hasta ahí había estado el instrumento principal de sus vecinos para lograr independencia del estado dominante. Con este 3

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avance Sudáfrica superó el aislamiento político para tomar más influencia en la agenda regional. Al mismo tiempo Brasil dejó atrás Argentina como competidor económico y político más importante de la región. Así pudo adoptar una estrategia de liderazgo regional y subsecuente de poder global. La iniciativa más determinada de los poderes regionales fue el foro de dialogo trilateral IBAS (India-Brasil-Sudáfrica). Desde su creación en 2003 se mantienen reuniones regulares y comprehensivas con el objetivo de cooperar en temas de desarrollo y de alinearse en posiciones comunes en organizaciones multilaterales.[6] El foro ha subrayado una colaboración más institucionalizada entre Brasil y Sudáfrica con la India, ya que todos pretenden ser economías emergentes y democracias que cuestionan el orden global dominado por los países con mayor influencia en las organizaciones globales tal el Fondo Monetario o el Consejo de Seguridad. Han identificado un número importante de intereses comunes en temas de comercio global, cambio climático y ayuda de desarrollo. IBAS también sirve para subrayar el liderazgo regional de sus miembros. Aunque no tienen un mandato para actuar como portavoz de sus regiones, las relaciones biregionales se ven predeterminadas por las cumbres entre ellos. c. Bilateralismo Aparte la axis Pretoria-Brasilia, las relaciones exteriores bilaterales con las otras naciones del Sudatláncio permanecen lo mismo. Mientras que Sudáfrica representa el socio preferido para países sudamericanos, Brasil persigue una cooperación técnica, cultural y política muy activa en África que no se limita a los países lusófonos. Históricamente, se dieron pocos contactos, salvo por la esclavitud. Existe una ignorancia corriente en Sudamérica sobre África y viceversa que incluye aún políticos y funcionarios. Además, los contactos comerciales han sido muy débiles y subdesarrollados salvo en algunos sectores como el petróleo y las minas. Y a pesar de los foros sociales, las organizaciones de la sociedad civil no tienen ningún vínculo, salvo algunas excepciones como unos sindicatos. Solo hay que destacar la política brasileña frente a África que se dedica a varios aspectos como el acceso a recursos, la expansión de sus empresas transnacionales y la búsqueda de apoyo por su papel global. Del lado africano solo Sudáfrica empezó a volverse más activo en Sudamérica. El acercamiento se basa principalmente en intereses privados y se concentra en inversiones, sobre todo en minas, finanzas y alimentos.

2) Marco y condiciones para las relaciones Sud-atlánticas La segunda parte del artículo se dedica a explicar los aspectos que permitieron el avance de los enlaces interregionales en los últimos veinte años. Se presta atención a las diferencias y complementad entre factores externas (por ejemplo el orden mundial después la Guerra Fría) y internos (por ejemplo características regionales de la transición).

a. El orden mundial después de la Guerra Fría La re-estructuración del orden mundial bipolar abrió un nuevo espacio para las relaciones sur-sur. Esos han surgido en el contexto de nuevos regionalismos, limitaciones de las organizaciones 4

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multilaterales, la pérdida de credibilidad de los Estados Unidos como poder mundial así que el reconocimiento de que desafíos globales en ámbitos como el cambio climático, la gestión de energía y el desarrollo social y económico necesitan nuevas alianzas pragmáticas. Aparte algunos eventos puntuales como el golpe de estado en Chile o la guerra civil en Angola, los países de Sudamérica y de África austral han jugado un papel relativamente marginalizado en el contexto global de la Guerra Fría bipolar. No obstante, han sido muy influidos por las acciones de los dos grandes poderes, especialmente por las políticas anti-comunistas de los Estados Unidos que actuaron como actor dominante en la mayor parte de las regiones.[7] Luego, las empresas transnacionales han producido un impacto significativo en ambas regiones, con vigor particular con las privatizaciones de una parte substancial de los servicios públicos en la década de los 90. Siendo regiones que se caracterizaron en las relaciones internacionales principalmente por su adaptación a las políticas de las potencias globales, hay que analizar las influencias externas para explicar la evolución del interregionalismo sudatlántico, ya que la emergencia de un nuevo orden mundial después de la Guerra Fría ha tenido un impacto importante sobre la concepción y relevancia de eso mismo. Los cambios más relevantes en el contexto global fueron la contracción del comercio mundial en la década de los 80, la dimensión de apoyo por los Estados Unidos a sus aliados ideológicos, así que el establecimiento del paradigma económico neo-liberal a nivel mundial. Esos cambios han frenado el progreso de esquemas de desarrollo. El fin de la Guerra Fría generó una multipolaridad en el sistema global. Mientras que la Unión Soviética perdió su estatuto, los procesos de transición generaron una importancia relativa creciente de una Europa que se consolidó como bloque regional y de las naciones de Asia Oriental que conocieron avances económicos importantes. Al mismo tiempo las organizaciones multilaterales como el GATT (Acuerdo General de Comercio y Tarifas) se revelaron como demasiado letárgico para seguir esas nuevas realidades y las ambiciones de sus nuevos protagonistas. En el nuevo marco, el regionalismo emergió como una estrategia más eficaz para liberalizar comercio y fortalecer ciertas hegemonías. La iniciativa de los Estados Unidos de crear una área de libre comercio para todo el hemisferio, empezando por la ALCAN en 1994, fue el paso más claro en esta búsqueda de nuevos instrumentos de política exterior.[8] Una hegemonía regional debería servir como base de la consolidación de su posición suprema en el orden global. También en África se proclamó y se difundió la conexión entre democracia y liberalización de mercados como núcleo de desarrollo. Además existió el interés en ambas regiones de poder acceder a los mercados lucrativos del norte con sus bienes competitivos, principalmente en los sectores de alimentos y recursos naturales. De este modo, el nuevo orden basado en comercio libre se materializó en una estructura centrada en los centros conectados en Europa y los Estados Unidos que tenían sus enlaces respectivos con el resto del mundo. La evolución de las relaciones económicas inter- y intrarregionales del punto de vista africano y latinoamericana no eran previstas y la superación de la brecha de desarrollo tampoco era un objetivo central. Sin embargo, a pesar de su dedicación al comercio libre, los Estado Unidos se volvieron cada vez más preocupado con temas de seguridad como la migración y el narcotráfico. Por lo tanto los países sudamericanos y africanos se dieron cuento que sus prioridades y preocupaciones económicas no eran tomadas en cuenta del mismo modo. Con el fin de la competición bipolar de los Estado Unidos y la Unión Soviética por aliados, ya habían perdido 5

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gran parte de su relevancia estratégica en las relaciones internacionales. La incertidumbre de las ganancias previstas con los acuerdos de comercio bilateral y regional con los países del norte abrió el sitio para reorientarse a relaciones sur-sur en búsqueda de alternativas viables al modelo dominante. Las nuevas opciones multilaterales dieron la oportunidad a ambas regiones de pensar más allá de la dependencia de los poderes globales tradicionales para diversificar sus relaciones exteriores tanto dentro de sus regiones y entre ellos. b. Transiciones internas Las transiciones internas a nivel económico y político en los estados de América Latina y de África austral desde el final del la década de los 80 permitieron nuevas opciones de diversificación en sus relaciones exteriores. Los intereses nacionales han cambiado fundamentalmente con el fin de las dictaduras militares y la Apartheid en la mayoría de los estados. No solo se cambio la composición de la élite política, pero además se cuestionaron lo paradigmas económicas predominantes. Causas internas o domesticas que desencadenan esas transiciones se consideran generalmente como exógeno al proceso interregional y generalmente no se toman en cuenta o se explican por las teorías de integración regional.[9] Sin embargo pueden tener un efecto muy importante en la forma y la velocidad de esas relaciones. Eventos y evoluciones que provocan cambias dentro la región pueden tener un efecto importante en las políticas exteriores de gobiernos nacionales y por lo tanto en las organizaciones regionales. El proceso formal del interregionalismo es ante todo el resultado de negociaciones entre los estados miembros. Sus posiciones y prioridades están conectadas a su posición general dentro de su región respectiva. Se puede esperar que un proyecto que reflecta las necesidades percibidas de todos los miembros a un costo limitado reciba un apoyo considerable y que por lo tanto se realice más rápido. Así, tomando en cuenta las diferencias enormes con respeto al tamaño, ingreso, sectores de producción, y modos de gobernancia que existen en ambas regiones, los intereses nacionales pueden divergir substancialmente. Las concepciones nacionales de como el interregionalismo tiene que ser construido y que tipo de espacio se organiza tienen que ser analizados antes todo como un función de las características de los países respectivos. Ideologías interregionales como el tercermundismo solo se usan en el proceso actual para tener una fundación retorica. Sus influencias en los órganos multilaterales han sido muy limitadas en el Atlántico Sur. La ausencia de una propia dinámica interregional sugiere que los intereses nacionales constituyen la base fundamental para el interregionalismo. No obstante, el interregionalismo va más allá de una simple agregación de políticas nacionales que subsidien separadas. Por consecuencia, se necesita mirar a denominaciones comunes y marcadas con respeto a las condiciones socio-económicas y políticas dentro de cada región que pueden explicar el deseo de crear este tipo de cooperación. El término “década perdida” se usa para describir la profunda crisis política y económica que afecto América Latina en los años 80 pero también se podría usar para reflejar sobre la falta de desarrollo económico en África subsahariano en el mismo periodo.[10] El modelo de industrialización autónomo basado en la substitución de importaciones y el modo de gobernanza regional que se construyo sobre esas bases fracasó de tal manera a principios de esta década que 6

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ideas autónomas de desarrollo fueron totalmente enteradas. La búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo resultó en la adopción de reformas neo-liberales como fueron prescritos las agencias internacionales, los Estados Unidos y tecnócratas locales que fueron educados según esos paradigmas en las universidades de América del Norte. Esas reformas fueron implementados por la totalidad de los países de la región hasta el principio de los años 90.[11] La imagen negativa de inversiones extranjeras y el papel del estado en la regulación del mercado se volvieron obsoletos. En lugar de esos se adoptaron políticas de promoción de exportaciones y de liberalización que aumentaron notablemente la importancia de comercio e inversiones internacionales.[12] En esta línea de pensamiento, el acceso a nuevos mercados como entre África y América Latina propone posibilidades de crecimiento deseadas. Pero el interregionalismo no debe ser visto simplemente como un proyecto derivado de la lógica neo-liberal. Al contrario, el Banco Mundial insistió que acuerdos norte-sur serían una estrategia más exitosa para la integración a mercados globales.[13] Al mismo tiempo, economistas neo-estructurales continuaran a defender un papel fuerte del estado para avanzar ideales de desarrollo.[14] Pero al contrario de las precedentes estrategias de substitución de importaciones se defendió un industrialización inducido por adentro y seguida por una integración selectiva a los mercados globales para fortalecer y mejorar la propio posición en el orden mundial.[15] De tal modo, el objetivo desarrollista de superar la dependencia se combinó con una orientación al mercado. Mientras este tipo de política de comercio no fue adoptada por muchos estados a nivel nacional, la forma de la cooperación en el Atlántico Sur reflecta claramente ya que el punto de partida simboliza tanto la voluntad política como los obstáculos estructurales para la cooperación sur-sur. Otro factor interno esencial que la política industrial y comercial de sus países miembros era la orientación de las élites políticas. La importancia de este aspecto se puede apreciar con claridad cuando se examinan las relaciones entre las transiciones políticas a nivel nacional y los avances de gobernanza a nivel regional. Una convergencia de la orientación política facilita la lucha por concepciones regionales del mismo rumbo. Algunos políticos clave, especialmente presidentes de Brasil y de Sudáfrica, han compartido nociones comunes de desarrollo, de políticas de economía así que de su importancia en la gobernanza global. En la década de los 80 una transición hacia la democracia tuvo lugar en la mayoría de los países de ambas regiones. Las crisis económicas, la pérdida de apoyo domestico así que intervenciones externas facilitaron la caída de los regímenes militares en Argentina, Brasil y Uruguay entre 1983 y 1985 mientras que un golpe de estado causó la transición en 1989 en Paraguay. La experiencia colectiva de haber superado esas dictaduras así que la herencia común de un debacle socioeconómico facilitaron el dialogo político entre esos países que luego formaron la base del MERCOSUR.[16] Desde entonces se mantuvo el consenso que hay que estabilizar la democracia en el Cono Sur para evitar un retorno de regímenes autoritarios. Lo mismo vale para África austral ya que Namibia dejo de ser colonia sudafricana con su independencia en 1990, la Guerra Civil terminó en Mozambique en 1992 y Sudáfrica logro a tener elecciones democráticas con el fin de la Apartheid en 1994. Esas evoluciones permitieron el alineamiento de Sudáfrica aún más allá de su entorno regional. Durante el proceso de democratización y particularmente con respeto a la cuestión de cómo tratar los crímenes perpetrados durante la Apartheid, se establecieron contactos estrechos con Chile por 7

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su experiencia en el trabajo de los comités de verdad y reconciliación.[17] Aunque solo se trata de mecanismo ad hoc de coordinación en vez de un proceso interregional comprehensivo, se puede destacar un denominador político en común que incluye la pacificación, la solidaridad y la democracia. Del punto de vista de identidades y valores, en el espacio sud-atlántico se busca una alianza entre países que pretenden tener el derecho de reclamar una posición más importante en el sistema global, ya que cumplen con la normativa de las gobernancia global y que su posición en el sur le permiten de luchar para una causa justa que es la reducción de la brecha con el norte.

3) Conclusiones Se pueden considerar los cambios en la economía política internacional alrededor del año 1989 como causa fundamental para el establecimiento de acuerdo regionales en Sudamérica y en África así que para el comienzo de los enlaces entre ambas regiones. Al mismo tiempo, los Estados Unidos y Europa no fueron demasiado preocupados por esos países del hemisferio sur, ya que Asia oriental pretendió surgir como tercer polo en las relaciones internacionales. El interregionalismo se puede entender como una estrategia para enfrentar esos cambios. Esa idea fue también en acuerdo con la globalización de producción y capital así que la difusión de un modelo neo-liberal de laissez-faire. Dentro de este marco la cooperación sur-sur fue tomado como principio practicable para tomar los beneficios materiales de la economía global que al mismo tiempo permite te re-ganar un poco de control y soberanía sobre los flujos de capital. No obstante, sin ciertas pre-condiciones domésticas que dieron la fecunda base para esos procesos, el fin de la Guerra Fría posiblemente no hubiera obtenido esa evolución. El fracaso de los regímenes autoritarios y sus proyectos de integración económica de la década de 1980 fue un importante elemento para la coherencia de ambos lados del Atlántico Sur sobre un nuevo modelo de cooperación. El acercamiento no hubiera sido posible si no hubiese ocurrido con un acuerdo fundamental en el deseo de estabilizar las democracias y de integrar en mercados globales sin ceder su propia soberanía nacional. Finalmente, hay que utilizar el término interregionalismo de forma bastante amplia. Los enlaces realmente interregionales han sido muy débiles y sobre todo dominados por los poderes regionales Brasil y Sudáfrica. Relaciones bilaterales entre esos estados de hegemonía regional han incrementado mucho, sobre todo en el ámbito político. Ahora no solo imponen el rumbo para la agenda de colaboración interregional pero también se postulan como portavoces de su región en las relaciones sud-atlánticas, en el mundo, hasta actuar como portavoces del sur mismo. Esa tendencia de monopolización significa que las evoluciones interregionales que se pueden esperar en el futuro emergerán con toda probabilidad alrededor de esos polos.

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