EL ITINERARIO FORMATIVO DEL FUTURO PASTOR

EL ITINERARIO FORMATIVO DEL FUTURO PASTOR Introducción Para poder dar seguimiento a los itinerarios formativos, debemos repensarlos y relanzarlos de m

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EL ITINERARIO FORMATIVO DEL FUTURO PASTOR Introducción Para poder dar seguimiento a los itinerarios formativos, debemos repensarlos y relanzarlos de manera progresiva, atendiendo a las diferentes dimensiones propias del proceso de formación. No siempre los equipos de formación están habilitados para acompañar desde la diferenciación de las etapas por las que pasa el seminarista y el presbítero, no siempre quien acompaña conoce y aprovecha los riesgos y las posibilidades de cada etapa; el desafío mayor es lograr procesos de acompañamiento, tanto personal como grupal, que favorezcan una continuidad, reconociendo las características, los riesgos y las posibilidades de las diversas etapas, los momentos de las personas y la libertad del Espíritu que sopla donde quiere y cuando quiere. Nos podemos preguntar: ¿Existe un plan global de formación permanente que contemple tanto la formación inicial como la permanente en la Iglesia particular? ¿Cómo se integran los programas de formación con los de promoción? ¿Cómo se inserta el plan global de formación con el plan orgánico de la diócesis? ¿Cómo se explicita la continuidad entre las diversas etapas de la formación y cómo de evalúa? Una formación planificada que impulse procesos, exige ir a contracorriente frente a procesos sin programas a largo plazo. El itinerario formativo, dicen los obispos, “hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre” (DA 277). En consecuencia, se trata de “una formación integral, kerigmática y permanente” (DA 279). Bloque 1

PASTORAL DE PASTORES Podemos afirmar que la pastoral de pastores es el resultado de la preparación, acompañamiento, servicio y renovación integral de los presbíteros que se realiza desde su formación. Por ejemplo, la Pastoral de pastores contempla cuatro vertientes imprescindibles: 1- La preparación inicial en y desde el seminario. Es el primero y fundamental aspecto de una Pastoral de pastores. 2- Es la Pastoral de pastores, el apoyo e interés por el bienestar integral, tanto en la vida personal como en el ministerio; esto exige servicios y estructuras eficientes que busquen la plena realización de los pastores.

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3- La Pastoral de pastores, es la animación de la fraternidad sacerdotal. Es importante, en cuanto promueve una íntima hermandad que se traduce en la vida de los presbíteros. 4- La formación permanente, es la esencia de la Pastoral de pastores en cuanto sigue promoviendo la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral de los ministros ordenados de forma integral e integradora. El itinerario formativo contempla necesariamente un proceso gradual de las diversas dimensiones que armónicamente se van integrando: dimensión humana comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera (Leer: DA 276-285). a) Dimensión humana y comunitaria. Son los procesos de formación que asumen la propia historia a fin de sanarla y hacer verdaderos cristianos, en medio de un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad. Esta dimensión ayuda a madurar la personalidad del seminarista o pastor en el contacto con la realidad; tal personalidad debe estar abierta al Misterio (cfr. DA 280 a). b) Dimensión espiritual. Es la dimensión formativa que funda la persona en la experiencia de Dios. Por medio de los diversos carismas, se arraiga la persona en el camino de vida y de servicio propuesto por Cristo, con un estilo muy personal (cfr. DA 280 b). c) Dimensión intelectual. El encuentro con Cristo, potencia el dinamismo de la razón que busca el significado de la realidad y se abre al Misterio. Reflexión seria que capacita para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre la realidad y la cultura. Asegura el conocimiento bíblico-teológico y de las ciencias humanas, para ser competentes en los servicios eclesiales y para la adecuada presencia en la vida. d) Dimensión pastoral y misionera. Esta dimensión proyecta hacia la misión de formar discípulos misioneros al servicio del mundo. Habilita para proponer proyectos y estilos de vida cristiana atrayentes, con intervenciones orgánicas y de colaboración fraterna con todos los miembros de la comunidad. Integra evangelización y pedagogía, ofreciendo itinerarios pastorales adecuados a personas y contextos. Incentiva la responsabilidad de los laicos en el mundo para construir el Reino de Dios. Despierta inquietud por los alejados y por los que ignoran al Señor en sus vidas. Bloque 2

FORMACIÓN ORGÁNICA INTEGRAL “Para ser ministros al servicio del Evangelio, es ciertamente útil y necesario el estudio, con una atenta y permanente formación pastoral, pero es todavía más necesaria esa ‘ciencia del amor’, que se aprende de ‘corazón’ a ‘corazón’ con Cristo” (Benedicto XVI). Los esfuerzos de formación integral en los últimos tiempos, han sido cada vez más profundos, motivados sobre todo, por la disminución alarmante de las vocaciones en todos los niveles; agregando el envejecimiento de los presbíteros, crisis de identidad de muchos presbíteros jóvenes, inclusive la deserción de los mismos. Ante estas urgencias, 2

se han originado procesos de formación a veces precipitados, mecánicos y traumatizantes, que han sido animados, no pocas veces, de manera más programática y coyuntural, que carismática, humana y misionera. Muchos procesos de formación tratan de vivir desde la utopía, y terminan por vivirse desde lo seguro, desde la ley y las normas sin sueños, sin imaginación profética, sin esperanza y sin capacidad de convocación. Los itinerarios de formación deben favorecer el profetismo, que promueve y acompaña proyectos innovadores, para que sea posible el encanto de la fe y la vocación hacia el compromiso con la Nueva Evangelización, la realización de una ‘Iglesia en salida’. Cuando los esfuerzos para una formación integral fallan, se perciben muchas razones, por ejemplo:

a) Razones negativas • • • • • • • •

Una falta de visión sistemática e incapacidad de distinguir entre síntoma y patología. No discernir claramente entre el sentido de prioridad y el de emergencia: “aún no es tiempo, otros lo harán… no es asunto nuestro”. No esforzarse suficientemente para que lo nuevo no sea un accidente fortuito y para que el ritmo de la novedad venga desde adentro y no desde afuera. La preferencia de la amplitud sobre la profundidad: ¡queremos hacerlo todo y terminamos por hacer tan poco! Limitación de compromiso y propiedad. La glorificación del pasado y el miedo a lo desconocido. El miedo a ser juzgados por la historia, si es que nuestros esfuerzos fracasan. Desazón y desesperanza en nuestro estilo de vida presente desde la idealización del “deber ser” y la satanización estructural del “ser”.

Sin embargo, hay también posibilidades y certezas en una formación integral innovadora. He aquí las más relevantes:

b) Razones positivas • • • • • • • •

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Una formación participativa e incluyente que genere procesos de verdad, de reconciliación y de re-encanto sin miedo al conflicto. La transformación de la conciencia personal y colectiva: humanización. Contextualización y re-significación: un proceso que ayude a releer los carismas y la vocación desde el hoy de la historia con audacia. La reconciliación y la conversión permanente de nuestras relaciones. Realización de proyectos de aprendizaje en la que la formación integral y orgánica sea una opción de vida. Ayudar a ser motor de transformación profunda, teológica, pastoral y espiritual. Tener una visión profética capaz de transformar lo inimaginable en la línea del profetismo bíblico. Crear proceso que susciten y entrenen para la imaginación profética, y que haga percibir en todo una verdadera teofanía.

Bloque 3

PERFIL, IDENTIDAD Y SITUACIÓN DEL PASTOR 1) Perfil del pastor (DA 195-199) Para lograr una formación orgánica integral, debemos realizarlo de frente al pueblo de Dios, que demanda un perfil de pastor adecuado a los tiempos actuales y sea capaz de pasar por la experiencia de Dios que lo habilita para ser portavoz de su misterio, de sus caminos y de sus intenciones. 1- Los primeros pastores del discipulado y de la misión son aquellos que han sido llamados “para estar con Jesús y ser llamados a predicar” (Mc 3,14). Es decir, los presbíteros. Ellos deben recibir de manera preferencial, la atención y el cuidado paterno de sus obispos, pues son los primeros agentes de renovación en la vida cristiana dentro del pueblo de Dios. Si el centro y fundamento de su vida es Dios, experimentarán la alegría y la fecundación de su vocación. El pastor debe ser hombre de Dios, que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, que comparte con los demás los mismos sentimientos de Cristo. Sólo así el pastor podrá llevar a los hombres y mujeres a Dios y ser representante de su amor. 2- El pastor debe tener una sólida estructura espiritual y estar animado por la fe, la esperanza y la caridad. Debe ser un hombre que busque a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios. Debe cuidar su preparación cultural e intelectual. 3- La renovación de las personas consagradas es el comienzo de la renovación de nuestras comunidades: las comunidades cristianas esperan de sus pastores, una presencia más cercana con su pueblo, particularmente con grupos humanos en situación de necesidad; una mayor dedicación al acompañamiento espiritual; una gran coherencia con lo que predican; una orientación más decidida y profética de la Iglesia y de la sociedad; que sean promotores y signos de unidad en el marco de una pastoral orgánica. 4- Los pastores por identificarse con Jesús y por dejarse invadir y poseer por el Espíritu Santo, son los primeros responsables de asegurar la comunión fraterna en su comunidad, además, sus personas y su misión están vinculadas a la Eucaristía, sacramento que realiza la unidad de la Iglesia, y a la Palabra de Dios que convoca y une. 5- El pastor es promotor y signo de unidad en la comunidad, y mientras esté en una intensa y vital relación y comunión con Cristo, su vida y ministerio se llenan de sentido. Es fundamentalmente un discípulo de la Palabra, vive de ella, la lee y medita con frecuencia, la estudia con interés, la ora con fervor y la anuncia con convicción. 6- El pastor es el hombre que ha hecho la gratificante y comprometedora experiencia de Dios amor, dejándose amar y seducir por Él. Por eso es el hombre de Dios encarnado en la realidad histórica de su pueblo. Es el hombre de Iglesia, insertado en la Iglesia comunidad de discípulos como pastor y hermano, como guía y animador de la fe. 4

2) Crisis de la identidad del pastor Todos los documentos del magisterio más recientes coinciden en que existe una profunda crisis de identidad, de función e inserción social del sacerdote, que corre el riesgo de encontrarse completamente aislado e incomprendido hasta sentirse profundamente desmotivado (Sínodo 1990, Instrumentum Laboris 10). Respecto a la identidad presbiteral, no se puede hablar de ella sin tomar conciencia de algunos aspectos de la cultura actual que inciden negativamente en la configuración y en el afianzamiento de dicha identidad…Hay una serie de complejos y contradicciones que debilitan la identidad espiritual… hay una excesiva división entre lo sagrado y lo mundano. Por eso se puede pasar de una predicación donde Dios es todo, a buscar un grupo de amigos donde jamás se lo mencione y donde se prefiere que el tema religioso no aparezca… Por esta esquizofrenia pueden existir dos cosas: por un lado un rechazo del mundo perdido, un lamento ante el fenómeno de la secularización, un dolor por los ataques a la Iglesia, un espíritu religioso que se siente amenazado, etc. Pero por otra parte, una tendencia casi inconsciente a amoldarse al mundo, a no perderse nada de lo que la modernidad ofrece, en una especie de obsesión por ser como todos y tener lo que tienen los demás procurando esconder las propias opciones. Esta obsesión, que es un modo de aplazar la propia conversión, también es altamente desgastante, porque se trata de escapar de aquello que precisamente otorga una identidad que le da sentido a la actividad. Sin esta identidad las tareas se vuelven forzadas. Aquí aparece la dicotomía más peligrosa, porque afecta profundamente al ser personal; es la separación entre la identidad personal y la misión religiosa. La misión que Dios confía no termina de marcar a fondo la identidad personal”.

3) Situaciones que afectan y desafían la vocación sacerdotal 1- La identidad teológica del ministerio ordenado. El sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno participa del único sacerdocio de Cristo. En Él, todos somos hijos e hijas del mismo Padre y hermanos entre nosotros. El presbítero no puede caer en la tentación de considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de la comunidad, sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza (DA 193). 2- La inserción del pastor en la cultura actual. El presbítero está llamado a conocerla para sembrar en ella la Semilla del Evangelio, es decir, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpelación válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy, especialmente para los jóvenes (DA 194). 3- Situaciones que inciden en la vida del presbítero. Se refiere a los aspectos vitales y afectivos, al celibato y a una vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral, que se nutre en la experiencia personal con Dios y en la comunión con los hermanos, en especial, con el Obispo, los demás presbíteros y con los laicos (DA 195). 5

Bloque 4

PASTORALIZAR LA ESPIRITUALIDAD Y ESPIRITUALIZAR LA PASTORAL

Quiero destacar la dimensión espiritual desde la perspectiva pastoral. La espiritualidad es la savia de la pastoral. Espiritualidad y servicio pastoral están profundamente unidos: todo servicio pastoral brota de una espiritualidad y toda espiritualidad se expresa en un servicio a los demás. "Nadie puede ser profeta si primero no es testigo del Dios vivo".

a) Acentos importantes de la espiritualidad en perspectiva pastoral 1. Una espiritualidad de la confianza, no del optimismo ingenuo. Cuando los fenómenos sociales son difícilmente comprensibles y además sospechamos que las cuestiones pastorales no marchan de la mejor manera, la perplejidad suele dejar paso a la desconfianza. ¿Es útil toda la teoría pastoral? ¿Seguirá siendo válidas las causas para la planificación? La confianza no nace de un voluntarismo ciego; es la confianza de los tiempos difíciles. Es una confianza que tiene su base de que Jesús, también en esta sociedad nuestra, sigue siendo: “la clave, el centro y el fin de la historia humana, gozo del corazón humano, y plenitud total de sus aspiraciones” (Cfr. GS 10. 45). 2. Una espiritualidad de la fidelidad pastoral y no del éxito pastoral. Estos tiempos que vivimos no son tiempos de éxito, de fama, al menos en la línea pastoral. A lo largo de su vida pública la conciencia humana de Jesús comprendió cada vez con mayor profundidad que el Padre le pedía fidelidad y no éxito inmediato. El autor de la carta a los Hebreos nos dirá que “aprendió fidelidad”, o “aprendió lo que cuesta obedecer” (Heb 5,8). Tengamos en cuenta que la eficacia pastoral no es la eficacia empresarial o comercial. Es cierto que en la pastoral hay o debe haber un profesionalismo, pero en ella cuentan en primer lugar el misterio evangélico y las relaciones humanas. 3. Una espiritualidad del hacer sosegado. La prisa frenética del que dice “hay que hacerlo todo”, y la pasividad apática del que dice “no se puede hacer nada”, tienen una raíz común: hemos de hacerlo nosotros. La conducta apostólica de Jesús descalifica los dos extremos. Jesús no tuvo la pretensión de hacerlo todo. El realizó acciones liberadoras y salvadoras significativas del Reino que inauguraba. Más importante que la cantidad de lo que hacemos es el modo cómo lo hacemos. El hacer sosegado: es vital que ese modo deje transparentar a Jesús que actúa a través de nosotros. Ni la acción desganada, ni la acción frenética hacen debidamente patente al Señor presente y operante en nuestro ministerio. Esta convicción ha de inspirar un estilo pastoral diferente, más sosegado, y, por eso mismo, más ungido por la alegría y por la paz. 6

4. Una espiritualidad acompañada. Nos encontramos en una época en la que las relaciones auténticas y ricas son la mejor medicina en épocas de crisis de identidad personal y social. Además la acción pastoral es una acción esencialmente de compañía, nadie hace solo la pastoral. Entre estas relaciones, la relación con la propia comunidad cristiana a la que uno sirve cuando ésta le muestra estima, es una primera plataforma sanante. El pastor es ante todo un servidor que ofrece el Evangelio pero ni lo posee en exclusiva, ni lo agota; cuando él llega y establece relación, el Espíritu ya le ha precedido (Hch 18,10); habla de Dios a otros, pero Dios habla también por los otros, no sólo por él; testifica el Evangelio, pero los otros también son testigos; realiza gestos del Reino, pero éstos nos llegan también por otros caminos. El pastor da y recibe; sirve y es agradecido. Por eso ha de vivir con los otros con los que se relaciona en la acción, como gracia; son rostro del Señor, gracia del Espíritu. 5. Una espiritualidad que cultive los espacios interiores. El pastor debe tener un equipamiento interior que sea, sobre todo, espiritual. Ninguna teoría explicativa de lo que pasa en el mundo por atinada que sea; ninguna teología por profunda y estimuladora que parezca, pueden suplantar la espiritualidad. Los espacios interiores –oración personal y comunitaria, reflexión de la Palabra, proyecto personal de vida- son necesarios para hacer posible la emergencia y el cultivo de la interioridad. Sin estos “espacios interiores” pueden tomar fácilmente la delantera la ansiedad y la fatiga.

b) Rasgos espirituales del pastor 1) Hombre de la comunidad Su fuerza son los otros, su debilidad es el rechazo consciente o inconsciente del gran sacramento portador del misterio trinitario de la comunión en el amor. Tener en cuenta las tentaciones anti-comunitarias, para poder así redescubrir constantemente la dimensión comunitaria de la adhesión al Señor, que se expresa por la experiencia diaria y la aceptación de la comunidad como sacramento de la fraternidad. 2) Hombre de servicio Resulta un lugar común hablar de servicio. Parece un tema obligado. Sin embargo es útil recordar que este sigue siendo el máximo privilegio del que se prepara a la evangelización. Es la esencia y el significado más profundo de su quehacer. Un servicio cuya fuerza reside en la auto-donación continua del propio ser que ofrece lo mejor de sí mismo. Debemos subrayar palabra “ofrece”, porque hay formas humillantes, impositivas y dominadoras de servicio a los demás. Sólo con un corazón de pobres es posible actuar con este criterio pastoral.

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3) Anclado en la esperanza Todo pastor experimentado o inexperto sabe lo que significa tener que enfrentar situaciones y personas que se resisten al cambio. Sabe también de la lentitud con que se avanza, de los esfuerzos modestos y de los medios pequeños con que cuenta. Existen aparentes o reales fracasos. La deserción de colaboradores valiosos. Hay que volver a comenzar. En el individuo que quiere consagrarse al servicio del pueblo de Dios existe una fuente espiritual capaz de nutrir su fidelidad y su fortaleza. Sabe que el Reino de Dios todavía hoy es pequeña semilla que crece para convertirse en árbol bien constituido. Por eso se vuelve como hombre de esperanza inquebrantable. En medio de una realidad de pesimismos, frustraciones, miedos y desesperanzas, el pastor está invitado a anunciar la Palabra de Vida, y descubrir la alegría y la esperanza como dimensiones fundamentales de la existencia cristiana. Esta alegría y esperanza imponen el compromiso por la justicia, la reconciliación y la paz. 4) Presente en el conflicto. La vida humana tiene una dimensión conflictiva que el hombre maduro asume como condición de plenitud. El conflicto es desafío, riesgo, y provocación que, como un reactivo revela nuestra calidad humana y espiritual por un lado, y por el otro, descubre la profundidad de nuestras opciones. El pastor presente en el conflicto es aquel que ha decidido correr la misma suerte de los que quieren construir pacientemente un proyecto de vida mejor. Es estimulante comprobar que un pastor no huye cuando amenaza el peligro o se experimenta el conflicto. Por lo demás no necesitamos una pastoral sin oposiciones ni conflictos, sino una pastoral en la que se expliciten las tensiones (en la medida de lo posible) y produzcan una mejor comprensión de los desafíos. No olvidemos que la pastoral es el arte de la concertación entre conciencias diversas y competencias variadas y el mismo arte del debate que desemboca en orientaciones prácticas y que reaparece a partir de ellas, teniendo en cuenta la experiencia. En una situación de conflicto es necesario el diálogo humilde, la confrontación, la mutua complementariedad, la corrección fraterna. La atención al Espíritu presente en toda la iglesia nos obliga siempre a preguntarnos si estuvimos nosotros comprendiendo y viviendo la adhesión a Cristo de manera fiel. Esta actitud espiritual nos llevaría a vivir los conflictos con otro estilo. 5) Dispuesto siempre a partir como nómada en la fe. El éxodo se sitúa en el corazón de la espiritualidad. El peregrinaje de la iglesia es el mismo del pastor, siempre a la búsqueda de otros horizontes. Está todos los días en camino como un nómada en la fe: cortando las ataduras de hábitos y mentalidades pastorales que fueron por mucho tiempo fuente de seguridad y autodefensa. Adoptar otras opciones pastorales será siempre doloroso, por la ruptura que suponen y la incertidumbre ante el futuro; sabiendo cuándo se debe dejar a otros el sitio para que actúen con renovados bríos, aunque sea difícil reconocer la propia decadencia o persuadirse de que el tiempo de nuestras mejores realizaciones está en declive;

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disponiéndose a ir a otras actividades pastorales, a pesar de la paternidad y el cariño que se pueda tener por las obras que se han realizado. 6) Obediente al Espíritu. Esto significa vivir en sintonía con Él que da “ojos para ver y oídos para entender”; que el Señor actúa sin cesar en la historia. El Espíritu es precursor, acompañante y continuador de todo quehacer pastoral como en el Ministerio de Jesús. Sólo en el discernimiento ligado al Espíritu se llega a la auténtica sabiduría pastoral. El espíritu es el maestro interior que ora en nosotros, que nos enseña a orar (Rom 8,26-27). Él es el artesano que nos va moldeando desde las profundidades para que lleguemos a reflejar a Jesús en todo nuestro ser. Establecer una nueva relación con el Espíritu Santo es fuente vital de la acción pastoral. 7) Promotor del crecimiento ajeno. El pastor no solo no impide, sino que hace crecer la vocación de las personas. Promueve carismas para que cada uno exprese el Evangelio según su llamada y pueda así forjar su proyecto personal de vida. Hace que los demás lleguen a ser sujetos de su crecimiento en la fe. Esta es una de las finalidades de toda acción pastoral. 9) Feliz con lo que ha recibido por herencia. La vida del pastor se resume en un ministerio de elección libre y gratuita. Por ello su identidad se define en términos de llamada, de misión y de ministerio. Allí están las raíces más profundas de su ser eclesial. Allí reside la energía espiritual que orienta definitivamente su vida al Señor, sirviendo a la comunidad. El pastor está atento para no mostrar la imagen de quien vive insatisfecho con las opciones que se ha forjado. La frustración y la añoranza de lo que pudo ser y no fue, o de otras opciones que fueron objeto de su renuncia por el Reino, no van con el que anuncia el Evangelio. Su convicción se expresa con las palabras de Pablo. “Sé de quién me he fiado…” Bloque 5

LA FORMACIÓN INTELECTUAL EN LOS SEMINARIOS La dimensión intelectual o científica de los futuros pastores nos sumerge de lleno en una época donde la racionalidad moderna adquiere un papel preponderante y a menudo exclusivo y excluyente. En la actualidad las posturas no científicas no tienen cabida. El saber humano y el conocimiento científico y tecnológico son vistos como las grandes claves del progreso, del dominio del cosmos y de la convivencia social. Cada generación tiene sus propias categorías de pensamiento (globalización, ecología, paradigma, equidad de género, conflicto, neoliberalismo, pluralismo, macroeconomía etc) para percibir, interpretar y expresar la realidad. Incluso desde allí es posible, a través de un análisis semiótico, entender la identidad, las cosmovisiones, las aspiraciones y los proyectos que ocupan a nuestros contemporáneos. la formación integral del presbítero actual y del futuro pastor, se viene clarificando con rasgos que piden ser cuidadosamente cultivados y permanentemente armonizados: 9

a) Desde la perspectiva de su personalidad: Persona, creyente y pastor. b) Desde las dimensiones que han de asegurarse en orden a su identidad: humana, espiritual, intelectual y pastoral. c) Desde el perfil de su ministerio pastoral: el ser, el saber, el saber hacer.

1) La formación intelectual de los futuros pastores: sus criterios, límites y posibilidades. a) Diversas formas de entenderla • • • •

Especulativa, abstracta, académica, teórica. (Erudición sin proyección a la vida real) Informativa (Acumulación de datos desarticulados) Asimilativa (Interiorización, apropiación) Crítica (Cuestionante, dialogante, razonada, prospectiva).

b) Condiciones indispensables para realizar una formación intelectual en los futuros pastores: • • •

Superar las actitudes no científicas: pre-científicas, anticientíficas, pro-científicas en la vida y ejercicio del Ministerio pastoral. Afrontar los estados mentales de cara a la verdad y al saber científico, a fin de obtener el dominio del entorno: ignorancia, duda, error, opinión, certeza. Posturas fundamentales ante el proyecto revelado de Dios: ortodoxia, ortopatía, ortopraxis.

c) Algunos aprendizajes necesarios implícitos en toda formación intelectual: • • • • • • • • • • • •

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Aprender a estar en el espacio y en el tiempo (ubicación). Aprender a ser (identidad). Aprender a pensar (razón crítica). Aprender a observar y discernir la realidad histórica (análisis científico). Aprender a optar (libertad). Aprender a relacionarse, encontrarse y convivir (comunidad). Aprender a comunicarse y dialogar (lenguaje). Aprender a actuar (ética y habilidades). Aprender a ser discípulo y a la vez maestro (reciprocidad). Aprender a servir a la manera de Jesús (discipulado). Aprender a ser flexible, tolerar y respetar los ritmos del otro (paciencia). Aprender a esperar (esperanza).

Bloque 6 PAPEL QUE JUEGAN LAS CIENCIAS HUMANAS EN EL MINISTERIO PASTORAL Todos conocemos la postura altamente positiva y prioritaria que la Iglesia tiene acerca de las ciencias teológicas, ya que son la fuente primordial de la identidad y la herramienta primera del Ministerio de todo presbítero. Sin embargo su actitud también ha variado de cara a las ciencias humanas, de tal forma que ha tendido puentes para su permanente incorporación en dicha vida y Ministerio. Ha reflexionado en el aporte y el papel que juegan las ciencias humanas en la actividad contemporánea en general, y en la misión de la Iglesia en particular. Su mediación es para ella una exigencia irrenunciable. De no ser así el Ministerio pastoral de la Iglesia sería intrascendente, pues se mantendría alejado de los centros vitales y de los problemas reales que viven los hombres y mujeres en su situación histórica. Por largo tiempo, y tal vez en forma inconsciente, pareció que a la Misión sólo le bastaba el diálogo con las ciencias teológicas vinculadas a la Revelación (Escritura, teología, tradición, magisterio, derecho canónico...), para hacer sus procesos y trazar sus objetivos. Según este criterio el pensamiento de Dios era suficiente, pues se partía de una concepción sacralizada de la existencia, privilegiando su dimensión ética y trascendente. Era más importante visualizar al hombre de cara a Dios o a Dios mismo de cara al hombre, que al hombre de cara a sí mismo y a sus tareas históricas. No siempre se consideró como elemento fundamental escuchar al hombre mismo, cómo se autocomprende, de qué manera aborda su misterio personal y los enigmas de su existencia, qué interrogantes se plantea, con qué respuestas encuentra sentido a su vida... Ciertamente, Dios tiene un proyecto sobre el hombre, el mundo y la historia, pero el hombre también tiene un pensamiento y un proyecto propios sobre esas mismas realidades. La revelación nos ofrece un modelo de hombre desde la mirada de Dios, pero el hombre tiene su propia óptica para mirarse a sí mismo y a Dios. Dios tiene una oferta salvadora y gratuita, contenida en un Proyecto de Salvación, pero el ser humano tiene una libertad, una vida concreta con aspiraciones, luchas y muchos condicionamientos que inciden en su respuesta a Dios. En esta perspectiva de recuperación de lo humano a través de las ciencias, se puede vislumbrar el papel decisivo que juegan en la vida y el Ministerio pastoral. ponen a la Iglesia en condiciones de establecer un diálogo más real y objetivo con la existencia humana, asumida en todos sus fenómenos, dimensiones, experiencias, situaciones, expresiones. b) le permiten identificar con mayor precisión a sus interlocutores fundamentales en la Misión: el mundo, la historia, las culturas, los diversos grupos humanos, ambientes, etc. Esto para detectar las preguntas auténticas que se plantean, el tipo de respuestas que requieren y los lenguajes con los cuales hay que entablar la propuesta de la fe. c) Además las ciencias humanas le exigen a la Iglesia, cambiar de perspectiva, pues ella no se dirige únicamente a destinatarios pasivos, sino que actúa frente a interlocutores activos, dotados de libertad, capaces de reaccionar. Tanto la mentalidad contemporánea como la revelación divina son más sensibles a considerar a los demás como interlocutores y no sólo como simples destinatarios sumisos. d) Finalmente, le ofrecen la posibilidad de hacer un análisis científico de la realidad, los lenguajes, los métodos, y los condicionamientos que inciden en el Ministerio pastoral, siempre afectado por fuerzas (históricas, sicológicas, sociológicas, a)

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culturales, religiosas) que favorecen o estorban el anuncio eficaz del Evangelio, y por consiguiente, la respuesta de la fe.

Implicaciones de la dimensión intelectual 1.

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La formación intelectual en nuestros días está llamada a realizarse en un proceso continuo marcado por la interdisciplinariedad. La Fe que anunciamos no sólo se proclama con argumentos de autoridad fundados en las fuentes reveladas. También ha de argumentarse en el aporte racional de las ciencias humanas. El Ministerio pastoral se realiza hoy en la llamada “cultura del debate”, donde todo se pone en tela de juicio y hay que hacer un largo camino de persuasión y de diálogo Existe una dimensión deontológica del Ministerio del presbítero, según la cual es necesario trazar un deber ser y hasta una profesionalización a través de la cual se haga la mejor oferta, eliminando toda sombra de mediocridad y de pereza mental. La formación integral del futuro pastor, en todas sus dimensiones (humana, espiritual, intelectual, disciplinar…), ha de tener un punto de convergencia: “pues toda la educación de los alumnos debe tender a la formación de verdaderos pastores a ejemplo de Jesús, Maestro, Sacerdote y Pastor... (OT 4). Una formación intelectual auténtica tiene como hilo conductor la educación del sentido crítico, propio del que sabe analizar, indagar causas, cuestionar, comparar, argumentar, proponer con fundamentos, etc. Una propuesta esencial para todo pastor: aprender a pastoralizar la teología y aprender a teologizar la pastoral.

Retos como luces y sombras de nuestra Iglesia (DA 99-100) En el itinerario formativo y en esta hora histórica, tenemos luces que nos desafían para avivarlas y sombras que nos retan a iluminarlas. La formación de los pastores debe tomar en cuenta los logros pastorales de la Iglesia para conservarlos y llevarlos a la madurez, para que no se pierda la riqueza de dones que el Señor ha sembrado en nuestra comunidad creyente, sino que los sigamos haciendo fructificar. Al elaborar los programas formativos, han de considerarse y reconocerse los frutos pastorales de la Iglesia particular para asumirlos como un tesoro que hay que conservar y promover. Los programas de formación, al reconocer las luces y las sombras de la propia Iglesia no sólo han de mirar el presente, sino intuir las grandes tendencias de tal manera que la formación de los pastores, con mirada prospectiva, sea adecuada y certera en atención a respuestas según la época. Podemos preguntarnos, ¿sobre qué frutos y qué sombras pastorales se construyen los programas de formación? ¿Se asumen estas luces y sombras con una mirada prospectiva? ¿Estamos realizando una formación contextualizada que contribuya a repensar profundamente y a relanzar con audacia la misión de la Iglesia? La vida del seminarista y del presbítero ha de ser un camino permanente de autopropiación y de auto-trascendencia, superando la comodidad, el estancamiento, el cansancio. La desilusión y la tibieza. Hemos de estar en continua búsqueda y 12

replanteamiento de nuestro ser y de nuestro quehacer siempre en apertura al amor de Dios revelado en Cristo y conscientes de que éste se manifiesta también en el cariño, comprensión y aprecio a la comunidad a la que servimos. Repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia la formación inicial y permanente de los pastores ha de ser una tarea ininterrumpida para reavivar nuestro modo de ser pastores y revitalizar nuestro compromiso evangelizador. Sólo así podremos recuperar el fervor espiritual y conservar la confortadora alegría de evangelizar y recobrar el valor y la audacia apostólicos para que el mundo actual pueda recibir así la Buena Nueva, no como evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino como ministros del Evangelio (cfr. DA 552). Fuentes inspiradoras. 1. Optatam totius yPresbyteriorum ordinis, del Concilio Vaticano II. 2. Gadium et spes, Cap. III: la actividad humana en el mundo, nn. 33-39, además especialmente los nn.44, 54,57,59, 62; la encíclica “Fides et ratio” de J.P.II nn. 1-6; la encíclica “Veritatis splendor” , “Redemptor hominis” del mismo Pontífice, cap. III, nn. 13-17 y “Pastores dabo vobis” en su totalidad. 3. Rogers K. El proceso de convertirse en persona. Paidós, México 1986. 4. Documento de Aparecida (2007), Capítulo 6 sobre el itinerario formativo de los discípulos misioneros. 5. Mardones J.M.-Ursúa N. Filosofía de las ciencias humanas y sociales, Coyoacán, México 1999. 6. La Regla Pastoral de S. Gregorio Magno (s. VII). Ciudad Nueva, Madrid 1993 7. Merlos, F., Teología contemporánea del Ministerio pastoral. Palabra ediciones. México 2012. 8. Revista Medellín 141/enero-marzo (2010) pp. 7-42; 103-110.

Responsable: Pbro. Agustín Gutiérrez Mena Universidad Pontificia de México XVI Encuentro Nacional de Formación Permanente para los Responsables de la Dimensión Pastoral de los Seminarios de México. 7 al 11 de marzo de 2016 – Morelia, Mich.

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