Dotaciones, desigualdad y restricciones sociales*
niveles de desigualdad se constituyen en las principales razones de la inequidad social con sus respectivos efectos sobre el bienestar de los individuos. Palabras clave: pobreza, desarrollo económico, economía del bienestar, comportamiento de los hogares, dotaciones. Clasificación JEL: O1, I3, D6, D10
Alexander Cotte Poveda **
ABSTRACT
El mayor placer que la riqueza confiere consiste en la capacidad de ayudar a los demás. André Maurois
RESUMEN El presente documento hace una revisión conceptual y de la literatura más reciente sobre el tema que relaciona la desigualdad y las restricciones sociales. La revisión explora algunas de las características, conexiones y realidades con el tema propuesto, que han sido documentadas y referenciadas en la literatura sobre la incidencia que estas varia-
bles pueden tener sobre la pobreza y su dinámica. Con fundamento en las tendencias observadas y analizadas, se realiza un ejercicio teórico sobre las diferentes interacciones sociales que se pueden generar a partir de las dotaciones y preferencias de los agentes económicos. El trabajo, en esta primera aproximación, concluye que las características estructurales de las relaciones sociales, las dotaciones iniciales y la presencia de altos
This paper reviews conceptual framework and the last literature about social inequality and restraints. The revision explores some characteristics, connections and realities with the topic proposed documenting and referencing the literature about such variables potentially influencing poverty and dynamics. Upon the basis of trends discussed and analyzed, a theoretical exercise is made about the several different social interaction potentially generated from endowments and preferences of economic agents. The work in this first approach draws the conclusion that social relationships structural characteristics, initial endowments and the exis-
Artículo recibido el 26 de agosto y aprobado en el Comité Editorial el 28 de septiembre de 2005. Docente e investigador de la Maestría en Ciencias Económicas de la Universidad Santo Tomas. Funcionario del Departamento de Investigaciones, Universidad de la Salle, Bogotá, Colombia. Todos los derechos reservados copyright 2004, Alexander Cotte Poveda, Inc. All Rights Reserved. Este artículo hace parte del proyecto de investigación: “Dotaciones, desigualdad y crecimiento: una interpretación de la pobreza en Colombia”. * * El autor agradece los valiosos y acertados comentarios de Danilo Torres y Miguel Infante. No hace falta aclarar que las opiniones expresadas en este documento son, por supuesto, única responsabilidad del autor. E-mail:
[email protected]
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tence of heavy inequality levels become the major reasons of social inequitableness with the consequent effects on economic welfare. Keywords: poverty, economic development, economic welfare, household behavior, endowment. JEL Classification: O1, I3, D6, D10
1. Introducción Este documento pretende introducir, analizar y aplicar un conjunto de herramientas analíticas para entender la dinámica que existe entre la dotación de factores, el crecimiento económico y los efectos que estos tienen sobre la desigualdad y la pobreza (Komlos, Salamon, 2005). Se realizan, desde la perspectiva teórica que da la microeconomía, particularmente la economía del bienestar y sus implicaciones sobre el desarrollo económico, las consideraciones acerca de los incentivos individuales y las interacciones sociales que son determinadas por el comportamiento de los agentes (Zanella, 2004). Se parte de la siguiente idea: la dotación de los individuos da como resultado una serie de efectos en las interacciones sociales, el comportamiento de los individuos y la desigualdad; de esta manera, la existencia de un elevado grado de desigualdad económica retrasa el crecimiento y aumenta la pobreza. El objeto principal del estudio es el de presentar las interacciones sociales, la desigualdad y la incidencia que es-
tas variables tienen sobre la pobreza a lo largo del tiempo. Sin embargo, su enfoque analítico difiere de la perspectiva convencional con la que se han estudiado las relaciones entre distribución y desigualdad. No sólo se analizan las dotaciones como el conjunto de posesiones o propiedades iniciales con que cuenta un individuo o una economía, sino, como el resultado de una interacción continua y estratégica entre los diferentes agentes económicos; es decir, desde una perspectiva macroeconómica, relacionándola en un contexto de producción agregada que tiene efectos directos sobre la economía agregada, si se tienen en cuenta las dotaciones factoriales de los países. El análisis se centra en estudiar las diferentes interconexiones entre dotaciones, desigualdad, restricciones sociales y sus efectos sobre la pobreza. Para entender este tipo de relaciones, y sus disímiles interrelaciones, es necesario realizar una aproximación teórica y conceptual de las diversas formas de medir la desigualdad económica y la pobreza, y con ésta poder determinar la conexión entre estas variables, su concordancia teórica y los resultados, en términos de la modelación. A este respecto, se busca capturar los efectos que tienen la desigualdad y la pobreza sobre el bienestar de los agentes. Por lo anterior, el presente documento tiene como propósito identificar también hasta qué punto, tanto las dotaciones iniciales de los agentes, como las dotaciones factoriales, han generado cambios estructurales en el desarrollo y REVISTA
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en el comportamiento de los individuos. El presente informe está dividido en cinco partes, de las que esta introducción es la primera. La segunda presenta el marco conceptual sobre el tema de las dotaciones, la desigualdad y las relaciones que pueden presentarse entre estas categorías analíticas. En la tercera parte, se muestra y expone, brevemente, el debate teórico alrededor de los efectos que tienen las restricciones sociales y las dotaciones iniciales sobre el bienestar y su incidencia sobre la desigualdad, la distribución y la pobreza. La cuarta describe los primeros resultados encontrados sobre la relación existente entre las interacciones sociales y las preferencias; se evalúan la presencia de cambios estructurales en las dotaciones iniciales, los efectos de la pobreza y la desigualdad sobre el desarrollo económico. La quinta parte muestra las conclusiones del trabajo.
2. Dotaciones, desigualdad y restricciones sociales 2.1. Marco conceptual
La mayoría de los conceptos frecuentemente utilizados en la literatura económica relacionan la idea de las dotaciones como el conjunto de posesiones o propiedades iniciales con que cuenta una persona –o familia–, tales como su fuerza de trabajo, tierras, herramientas, bienes, dinero, “capital humano” y demás destrezas y ex-
periencias de vida; éste podría denominarse el enfoque microeconómico. Del lado macroeconómico, se relaciona usualmente con las dotaciones factoriales, su adecuada asignación y contribución a la producción agregada. Se puede afirmar igualmente que desde el punto de vista de los activos, las dotaciones de los individuos están constituidas por dos grandes clases: los activos sociales y los activos naturales. En este aspecto, se debe considerar que entre los activos sociales existen tres (3) tipos diferentes: los activos económicos, los políticos y los culturales. El conjunto de estos constituye la dotación de activos de un individuo. Con estos activos, los individuos participan en los diversos procesos sociales relacionados con la organización económica (sistemas productivos y de mercados), el ordenamiento político-institucional y la cultura (Figueroa, Altamirano y Sulmont, 1996). Según Figueroa et al, entre los activos económicos se encuentran los recursos productivos en general; entre ellos, la tierra, el capital físico y el capital humano. Los activos políticos se relacionan con al acceso que tienen las personas a los derechos universales establecidos por la sociedad y a las posibilidades para el libre ejercicio de su ciudadanía. Los activos culturales incluyen las características personales de los individuos –lenguaje, género, religión, casta, origen regional, costumbres, etc.–-, sujetas a valoración social dada una jerarquía históricamente determinada (Figue-
roa, 2000; Figueroa, et al 1996). De otro lado, los activos naturales están determinados por las características y habilidades innatas de los individuos; entre estos, debemos considerar, por ejemplo, el talento, la fortaleza física, y en general todas aquellas ventajas que son producto de la conformación biológica de los individuos (Zynda, 2001).
Se puede afirmar igualmente que desde el punto de vista de los activos, las dotaciones de los individuos están constituidas por dos grandes clases: los activos sociales y los activos naturales La distribución de estas dotaciones, en términos de los activos entre los individuos, dependerá de las pautas distributivas establecidas en el contrato social. Si dichas pautas aseguran un acceso equitativo o inequitativo a los recursos, éstas dependerán de las condiciones históricas en las que dichos contratos sociales fueron configurados y en los factores que permitieron dicha configuración (Maldonado, 2003). Es decir, la historia es un elemento importante en el establecimiento de las diferentes dotaciones a lo largo del tiempo de los individuos y de la sociedad como un todo. Por su parte, la idea de la desigualdad generalmente se refiere a una medida de dispersión en una distribución.
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De Ferranti et al (2005:18) explican que la mayor parte del análisis económico se preocupa por la desigualdad de la distribución de alguna medida de bienestar individual, en donde el ingreso de los hogares –o gasto en consumo– per cápita es la variable aproximada empleada usualmente; no obstante lo anterior, los autores citados agregan y enfatizan que, tomando en cuenta el creciente reconocimiento de que el bienestar tiene muchas dimensiones además del ingreso, la desigualdad se puede discutir respecto de otras variables como la educación, la salud, la seguridad y el acceso a los servicios públicos. El poder político o la influencia dentro de una sociedad, también están distribuidas desigualmente y estas “desigualdades de agencia”, como se han denominado recientemente, están fuertemente interrelacionadas con la desigualdad económica y, claramente, serían una forma adicional para determinar el grado de divergencia que puede existir en una sociedad, en algún momento en el tiempo. En este sentido, el propósito de algunos trabajos ha sido el de mostrar e interrelacionar la distribución de resultados, ya sea desde el punto de vista del ingreso, de indicadores de distribución, de seguridad contra la violencia, y su relación con la distribución de dotaciones, de activos y de oportunidades. Sen (1992) argumenta que las oportunidades son determinantes cruciales de los resultados y que están más apropiadamente definidas en términos de las dotaciones
que en términos de los resultados, ya que estos últimos dependen de un grupo de características humanas variables, incluyendo las dotaciones diferenciadas, la edad, el género, talentos, habilidades físicas, trasfondos sociales, restricciones que imponen la sociedad y las preferencias de los individuos. El individuo o la familia pueden concretar las dotaciones de partida, en derechos de dominio o de uso, o en un conjunto de canastas de mercancías sobre las que puede tener control o derechos de uso. Estos derechos de uso, que son derivados en gran parte de las dotaciones, están asegurados legalmente, porque son tratados como posesiones privadas que, en muchos de los casos, son aseguradas por parte del Estado y, por consiguiente, se pueden defender ante los diferentes estamentos judiciales e igualmente están legitimadas socialmente; es el caso por ejemplo de algunos bienes públicos, los subsidios o las donaciones, determinados mecanismos de reciprocidad entre los individuos, las familias o los sistemas de distribución dentro de la familia, aunque algunas dotaciones pueden ser manejadas por los agentes económicos (Postlewaite, 1979). Las dotaciones iniciales de recursos son el patrimonio para poner en acción las capacidades, y contemplan los bienes y servicios mercantiles y no mercantiles. La pobreza en estos términos se puede entender, entonces, como la carencia y privación de capacidades, lo que puede estar condicionado por la
precariedad de las dotaciones iniciales que poseen las personas y que les impiden el ejercicio efectivo de sus derechos, por lo que se traducen en una baja calidad de vida (Corredor, 2000).
Las dotaciones iniciales de recursos son el patrimonio para poner en acción las capacidades, y contemplan los bienes y servicios mercantiles y no mercantiles De esto se puede deducir que la desigualdad en las dotaciones iniciales de recursos de las personas les impide en la mayoría de los casos tener acceso a la educación, a la cultura, a la política, al empleo, a la salud, entre otras actividades sociales. Si los distintos individuos parten, con diferentes dotaciones, por ejemplo, de factores de producción, entonces, las fuerzas de la competencia pueden originar mayores desigualdades en la sociedad. Como lo argumenta Meade (1982), la competencia tiende a aumentar el bienestar económico a través de un incremento de la eficiencia con que se emplean los recursos, atrayéndolos hacia aquellas actividades en que el valor de sus productos marginales es mayor. Sin embargo, siempre puede existir la posibilidad de un conflicto entre la eficiencia económica y la deseable distribución de la renta, ya que el resultado de ese proceso competitivo puede dar retribuciones
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elevadas a un conjunto de recursos y, retribuciones bajas, a otros. En su trabajo de competencia y distribución de la renta Meade (1982) afirma lo siguiente con respecto al conflicto que puede surgir entre la eficiencia y la equidad: Si se cumplen dos condiciones, no se dará ese conflicto, y las fuerzas competitivas tenderán a reducir las desigualdades en la distribución de la renta entre los ciudadanos individuales al tiempo que eliminan las ineficiencias económicas. La primera de esas condiciones es que todos los ciudadanos cuenten con las mismas dotaciones de los diversos factores de producción; la segunda es que haya una fácil movilidad entre las diversas actividades (p.171). Esta idea es compatible con el uso de la teoría de la competencia perfecta que se aplica en la microeconomía. Pero se debe, a este respecto, analizar sus verdaderas implicaciones y la interpretación racional que esta relación puede tener, sobre todo, con la efectiva disminución de las desigualdades sociales en un mundo en donde impera la competencia imperfecta y la ineficiente asignación de los recursos escasos. Existen fuerzas que se presentan en la sociedad que son causantes de las desigualdades de la renta y la riqueza de los individuos. La reciente literatura establece varios
tipos de desigualdades: la intergeneracional, la intertemporal y las desigualdades interclases. La desigualdad intergeneracional se presenta cuando existe, por ejemplo, un desplazamiento en el consumo de las generaciones presentes hacia las futuras o de las futuras a las presentes; pero éstas originan asignaciones ineficientes entre generaciones. La desigualdad intertemporal se presenta cuando, por ejemplo, al redistribuir el consumo de cada individuo de un período de su vida a otro, o para compensar el empleo intertemporal eficiente de las rentas individuales, se toman medidas que alteran el equilibrio de asignación de un período frente a otro. Finalmente, se presenta desigualdad entre clases sociales cuando existen diferentes asignaciones de dotaciones entre la sociedad. De igual forma, las fuerzas de la competencia pueden conducir asimismo a desigualdades en los ingresos si no existe perfecta movilidad de los factores de producción. Se puede, igualmente, determinar de qué forma la competencia puede tener influencia sobre algunos de los principales objetivos de la política distributiva: i. Igualdad de oportunidades: ésta puede ser el resultado de la libre competencia sólo si no existen restricciones a la movilidad y, por supuesto, si ésta no tiene costos además, si las dotaciones iniciales son idénticas, entonces, la igualdad de oportunidades conducirá, en el mejor de los casos, a la igualdad de los ingresos y de la riqueza real, ya que los individuos
se desplazarán de las actividades deficientemente remuneradas a las mejores pagadas. ii. Igualdad de ingresos y riqueza: para que se dé la igualdad de la renta, no hace falta que todos los agentes tengan idénticas dotaciones, basta con que la oferta de personas con diferentes tipos de dotaciones se equipare con la demanda existente de dotaciones en un momento del tiempo. iii. Maximización del nivel mínimo de consumo: si como resultado de lo anterior, las rentas se igualan en la dinámica de las dotaciones, la renta mínima será tan elevada como la renta máxima y se habrá logrado en el mundo de la optimización restringida, la maximización de la renta mínima. iv. Igualdad en el bienestar: si los gustos y necesidades son los mismos para todos y si, además, se logra la igualdad en la renta y la riqueza, esto conducirá a la igualdad en el bienestar y en el disfrute. Si, por el contrario, las necesidades y gustos son diferentes, como de hecho lo son, puede necesitarse una distribución desigual de la renta para proporcionar un bienestar y disfrute perfectamente equiparables (Meade, 1982). No obstante lo anterior, la evidencia reciente ha mostrado que la competencia por sí sola no logra los mejores efectos distributivos (Foley y Michl, 1999:34-41). En este orden de ideas, se puede determinar que la dotación de factores, la tecnología y la escasez relativa tienen importantes implicaciones en la desigualdad; sus efectos se pasan por medio de las instituciones económi-
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cas, sociales y políticas. Un tema central que, por lo tanto, se debe tener en cuenta es que la causalidad circular, que subyace en la persistencia de la desigualdad, puede ser alterada por las fuerzas económicas, las políticas encaminadas a promover la equidad en las áreas económicas, sociales y de acceso al sistema político. La posición de un país, en un momento determinado, está fuertemente influenciada por la distribución inicial de sus dotaciones en términos de sus activos; se debe reconocer, igualmente, la importancia de la historia y de las instituciones sociales y políticas existentes para evitar errores de política que lleven a aumentar la desigualdad en los países.
3. Restricciones sociales y dotaciones iniciales Cuando se analizan las diferentes fuerzas que, en la sociedad, son las causantes de la desigualdad, en particular de la riqueza y de las rentas, se deben tener en cuenta las diferentes dotaciones iniciales con las que cuentan los individuos o el conjunto de la sociedad. En el primer aspecto, la atención debe estar concentrada en tratar de determinar cuáles son las causas de las desigualdades entre las diferentes clases, y cuáles son los mecanismos mediante los que se desarrollan y, en muchos casos, se perpetúan las diferentes desigualdades a medida que la riqueza o la pobreza se trasmite de generación en generación entre determinada sociedad (Komlos, 2005:2).
Se ha argumentado que en una economía idealmente competitiva, con movilidad perfecta de los factores de producción y con dotación factorial de recursos, las desigualdades en la distribución de la renta han de explicarse en términos de la desigualdad de las dotaciones iniciales de los diferentes agentes con respecto a los varios factores de producción. Para mostrar lo anterior, es necesario considerar que las fuerzas actuantes en una sociedad competitiva conducen a desigualdades en la distribución de la renta y de las propiedades personales, vía desigualdades presentes en las dotaciones iniciales de los individuos y desigualdades que se presentan en las dotaciones factoriales.
Para este ciudadano hay algo de componente genético en la inteligencia que le puede afectar su capacidad ganancial Utilizando los supuestos tradicionales: competencia perfecta, existencia de perfecta movilidad de los factores de producción de aquellas actividades de bajo rendimiento a actividades con rendimiento elevado e inexistencia de intervención estatal, particularmente, no existen políticas públicas diseñadas para afectar la distribución de las dotaciones, de las rentas y de la propiedad; es decir, no hay gasto público en educación, no existen impuestos redistributivos y ausencia de beneficios sociales. En
este escenario, el individuo de esta estilizada sociedad competitiva recibirá sus dotaciones iniciales intergeneracionalmente; esto es, obtendrá de sus padres algunas dotaciones que le permitirán determinar la cuantía de la renta que pueda ganar y de la propiedad que pueda acumular a lo largo de su vida; éstas serán sus dotaciones iniciales en términos de activos. Complementariamente, el individuo se verá dotado de una cierta composición genética. Para este ciudadano hay algo de componente genético en la inteligencia que le puede afectar su capacidad ganancial. También pueden haber componentes genéticos en la determinación de ciertas cualidades del carácter que le ayudan a potenciar sus ganancias rentísticas, aunque se debe aclarar que no todas esas cualidades pueden ser deseables en un momento determinado. El individuo hereda de sus padres una cierta cuantía de propiedad productora de ingresos de cualquier tipo. Adicionalmente, el ciudadano recibe cuando joven un nivel de educación y formación, en consistencia con los supuestos, en esta sociedad competitiva de laissezfaire. Ese nivel de educación y de adiestramiento le fue proporcionada privadamente, por medio de la financiación de sus padres. Finalmente y en términos de las dotaciones, coexisten otras ventajas o desventajas de carácter intangible que le son proporcionadas a los ciudadanos por medio de los contactos sociales o a través de las redes sociales, que se realizan mediante la relación con otros indivi-
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duos de la sociedad; esto, por supuesto, afecta los contactos sociales, sobre todo, cuando se discrimina por el origen social o a la clase social a la que se pertenece. Los dos últimos elementos de la dotación, educación y contactos sociales con otras personas, cubren conjuntamente un amplio espectro de fenómenos sociales. La educación relaciona, como es obvio, la educación formal de un individuo y la preparación recibida en la escuela, universidad, o cualquier tipo de institución educativa. Las relaciones sociales se conforman por los conocidos, personas cercanas, contactos y demás, quienes, por medio de su cercanía y de su red de amigos pueden proporcionarle o no un buen empleo u ofrecerle una oportunidad de inversión favorable. Un individuo en estos términos es afortunado o desafortunado según empiece su vida con una dotación inicial, dotación genética que le ayude o no, herencia heredada, propiedades, educación y contactos sociales. Además de estos elementos de las dotaciones iniciales, que son de carácter estructural y que están asociados con la mala o buena suerte de los agentes, éstos también vienen determinados por su estructura social y familiar; el individuo puede entonces encontrarse también con muchos elementos de mala o buena suerte en el transcurso de su vida y de su carrera. En principio, sus decisiones racionales frente a la elección de su carrera pueden estar influenciadas o atribuirse a cau-
sas aleatorias. La fortuna en estos términos describiría las dotaciones estructurales básicas de genes, propiedad, educación y relaciones sociales; y la suerte describiría las muchas casualidades de la vida que determinan el resultado fáctico dentro de esas estructuras de dotaciones básicas (Meade, 1982). Los elementos de suerte y fortuna, en la mayoría de los casos, son leyes reconocibles de causa y efecto; pero también existen elementos del azar. No obstante, suele suceder que individuos situados en el mismo espectro de la estructura social pueden tener desarrollos muy diferentes en el curso de su vida. Las causas de esas divergencias en los destinos de los individuos, situados en el mismo, afortunado o desafortunado, espectro social, es lo que se conoce como los factores de la suerte. La categoría suerte contiene todas aquellas causas de desigualdad no explicadas por las influencias estructurales de lo que está relacionado con la fortuna. En este sentido, las dotaciones estructurales básicas, de buena o mala fortuna, las dan los padres a los hijos, pero es claro que, a medida que el joven crece y se desarrolla dentro de la sociedad, modela y modifica las dotaciones básicas que recibió cuando niño de sus padres, antes de fusionarlos con los de su mujer y pasar, esa cesta de bienes modificados y mezclados de dotaciones de fortuna, a sus propios hijos. En estas interacciones existen un par de resultados y hallazgos correlacio-
nados. El primero, es que debe existir una elevada correlación entre las diversas dotaciones que se trasladan de los padres a los hijos. Si un individuo ha nacido con un conjunto de genes útiles que le ayudan a alcanzar una renta elevada, esto le permitirá realizar útiles relaciones y contactos sociales y, por tanto, acumular un respetable nivel de patrimonio. Por consiguiente, es muy posible que, como padre, este individuo no sólo sea un conjunto de genes útiles, sino también de renta útil, consecuentemente de patrimonio y de notables contactos sociales. Habrá, entonces, en la sociedad una fuerte tendencia para que se ofrezca a la siguiente generación una buena o mala fortuna en relación con los genes, la renta, el patrimonio y los contactos sociales. El segundo elemento relaciona aquellas tendencias automáticas, en el sentido de que los ricos mantengan, e incluso, aumenten su riqueza y los pobres conserven sus niveles de pobreza; estos resultados en su conjunto pueden ayudar a explicar la continua y persistente presencia de desigualdades en la renta y la riqueza que se observa y se mantiene actualmente en la sociedad.
4. Interacciones sociales y preferencias Según Becker (1976), Breit y Elzinga (1993), el amor, el odio, la benevolencia, la malevolencia, o cualquier otra emoción que afecte a los seres humanos puede ser sometida al análisis económico. A los individuos cla-
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ramente les preocupa el bienestar de otros (Becker, 1974). Algunos fenómenos, como los actos sociales con características benéficas, las herencias que se dejan de forma intergeneracional, primero a los hijos, posteriormente y, según el grado de consaguinidad a los parientes más cercanos, la relación social del matrimonio, entre otras muchas interacciones sociales, no se pueden comprender si no se reconoce la interdependencia que puede existir entre los individuos (Sobel, 2004:5).
Habrá, entonces, en la sociedad una fuerte tendencia para que se ofrezca a la siguiente generación una buena o mala fortuna en relación con los genes, la renta, el patrimonio y los contactos sociales Desde el punto de vista de la movilidad social, el matrimonio se puede analizar desde la perspectiva anteriormente explicada, es decir, como una interacción social, con preferencias interdependientes y cierto nivel de dotaciones que posee el esposo y la futura esposa. En conjunto, dentro de esta interacción y, teniendo en cuenta el grado de altruismo de la pareja, esta dotación será su riqueza inicial. Se supone por simplicidad que en la elección de cada individuo no se tienen en cuenta los diferentes factores que influyen en la elección del compañero de boda. No obstante lo anterior, en la medida en que los afortunados de la sociedad tiendan a unirse en matrimonio con afortunados, y los desafor-
tunados a hacerlo con desafortunados, esto tendrá importantes efectos sobre la generación y la transmisión de desigualdades sociales entre generaciones. Siguiendo los postulados teóricos básicos de Becker (1976, 1981), se argumenta que el matrimonio es fundamentalmente, en este contexto, un factor igualador de las diferentes dotaciones. La selección del compañero de boda puede ayudar a fortalecer la correlación entre los distintos elementos de la dotación; esto es, puede ayudar a que se combinen buenos genes, excelentes contactos sociales, buena educación y riqueza. De esta forma, el resultado final de la elección del compañero de boda puede reforzar la tendencia para los afortunados o desafortunados a serlo en todos los elementos básicos de la fortuna simultáneamente, pero, al mismo tiempo, hace que las dotaciones de riqueza sean más equiparables. De los posibles efectos de la elección de compañera de boda se pueden mostrar las diversas combinaciones de factores de buena o mala fortuna. A este respecto, la evidencia respalda la idea, según la cual los componentes básicos de la buena o mala fortuna (genes, patrimonio y contactos sociales) están altamente correlacionados unos con otros, debido, simplemente, al entramado de las poderosas influencias retroactivas positivas que se da en la vida de los individuos. En la medida en que existe una tendencia a que el afortunado se case con el afortunado y el desafortu-
nado con el desafortunado, es muy probable, por consiguiente, que se refuercen esas influencias que combinan los elementos de buena o mala fortuna, con su correspondiente efecto sobre las dotaciones y la desigualdad de la riqueza.
Siguiendo los postulados teóricos básicos de Becker (1976, 1981), se argumenta que el matrimonio es fundamentalmente, en este contexto, un factor igualador de las diferentes dotaciones. Al suponer bajo este contexto que el individuo ( i ) se une en matrimonio con ( j ). El individuo (i ) puede estar dotado inicialmente de una constitución educativa y genética que lo convierte en un hombre de negocios de éxito, capaz, emprendedor y, quizás, despiadado. Del otro lado, (j ) puede tener la fortuna de ser la heredera de un importante patrimonio y de contar con los mejores contactos sociales. Si en la sociedad existe una tendencia a que los afortunados se casen con los afortunados y los desafortunados con los desafortunados, cualquiera que sea la causa originaria de su buena o mala fortuna, habrá entonces una tendencia a que los lucrativos genes y educación del individuo ( i ) se unan con los lucrativos patrimonios y contactos sociales de la persona ( j ). Con esto, los diversos elementos constituyentes de las dotaciones básicas mostrarán una
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correlación aún mayor entre sí, más aún si en las curvas de indiferencia de ( i ) y ( j ) se reconoce la interdependencia que existe entre las personas, esto quiere decir que el placer que ( i ) obtiene de alguna de sus actividades depende del placer que obtiene la otra persona ( j ) (Becker, 1968). Con frecuencia, y desde el punto de vista de las múltiples interacciones sociales que se pueden presentar entre los individuos, las preferencias se pueden formalizar de la siguiente manera (Becker, 1974:44): Ui = [ Xi, Yi, Uj ] Uj = [ Xj, Yj, Ui ] Individualmente, las preferencias pueden incorporarse a la función de utilidad de la persona ( i ) de la siguiente forma, Becker (20,44): Ui = [ Xi, Yi, Uj ] En este caso Uj es la utilidad de la otra persona. Dentro de esta interacción social y desde el punto de vista de las dotaciones, se pueden presentar los siguientes eventos:
∂Ui 〉0 ∂Uj ∂Ui =0 ∂Uj ∂Ui 〈0 ∂Uj
En la primera relación, esta persona se comportará de forma altruista. La idea que se plantea aquí difiere de la expuesta por Levine (1997) en cuanto a sus postulados básicos del individuo altruista; en la segunda, se comportará de manera indiferente, y, la tercera relación mostrará la conducta malevolente relacionada con la envidia. Desde el punto de vista de estas relaciones, existen poderosas fuerzas en la sociedad que hacen que los componentes básicos de la buena o de la mala fortuna –genes, propiedad y contactos sociales– tengan una elevada correlación entre sí. El análisis de la elección de pareja habla de la fortuna de un hombre o de una mujer como si existiera un único índice de la cuantía de la fortuna genética-patrimonial de contacto social que posean ese hombre o esa mujer en el momento de su matrimonio, y se muestra, en este caso, cómo el matrimonio es un factor igualador de la herencia de tal fortuna compuesta. Si bien existe, sin duda alguna, una tendencia a que los afortunados se casen con los afortunados y los desafortunados con los desafortunados, debido, fundamentalmente, a la presencia de restricciones sociales, el casamiento, en la mayoría de los casos, no es perfectamente selectivo. Seguro que habrá, al menos, alguna diferencia entre los grados de fortuna de ( i ) y su pareja ( j ). A la luz de ello, el hecho de que ( i ) y ( j ) tengan que mezclar sus fortunas, antes de la transmisión de dotaciones, a la gene-
ración siguiente, esto tenderá a limitar el grado de desigualdad de la propia pareja y, en el futuro, por supuesto, de los familiares más cercanos. Esa igualación de las dotaciones que se asignarían, dependerán del arreglo institucional al que la pareja llega de acuerdo con sus dotaciones de partida.
Desde el punto de vista de estas relaciones, existen poderosas fuerzas en la sociedad que hacen que los componentes básicos de la buena o de la mala fortuna –genes, propiedad y contactos sociales– tengan una elevada correlación entre sí. Con esta idea, puede entonces decirse que el matrimonio sería perfectamente selectivo si el soltero más afortunado se casara con la muchacha más afortunada; es decir, con iguales dotaciones. De otro lado, puede definirse como matrimonio completamente aleatorio aquel en que cada pareja, de soltero y muchacha soltera, se casara de forma inesperada, teniendo diferentes elecciones y se enfrentara a una elección que, en principio, no es una decisión racional, desde el punto de vista de las dotaciones de cada individuo. De hecho, en el mundo real, el matrimonio se sitúa en algún punto intermedio entre el completamente aleatorio y el de selectividad perfecta. Un soltero con determinada posición, en
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la ordenación de los solteros, no habrá de casarse inevitablemente con la muchacha de igual posición social y, mucho menos, con igual dotación inicial; esto mismo sucederá para la futura esposa, pero la elección tampoco es puramente aleatoria. Un individuo ( i ) y una muchacha (j), cuanto más cerca estén de la misma posición, en su correspondiente ordenación social, quizás, por clases sociales, es más probable que se elijan uno a otro como pareja. Pero la evidencia también muestra que, en la medida en que el matrimonio no sea perfectamente selectivo, existirá, por consiguiente, y se pondrá en funcionamiento una tendencia a igualar, de forma permanente, las dotaciones de cada individuo. Así, por ejemplo, si las fortunas de ( i ) y ( j ) no se corresponden, la fortuna conjunta de la familia que se une en matrimonio será un promedio de la fortuna menor y, por supuesto, de la mayor, cualquiera que sea a quien corresponda cada una. Esta es, por consiguiente, una tendencia a la igualación de las fortunas, de modo que si en esto estuviera todo, las desigualdades desaparecerían progresiva y sistemáticamente, dadas las curvas de indiferencia interdependientes de los individuos, puesto que, en la medida en que persistan las desigualdades o diferencias de fortunas, existirá una fuerza que tomará esas dos fortunas diferenciadas, las unirá y las promediará. Las fortunas excepcionalmente amplias tenderían a promediarse con fortunas menores y las fortunas
excepcionalmente bajas, con fortunas más elevadas. Con lo cual, las fortunas tenderían a acercarse al promedio de todas las fortunas. En la medida en que el matrimonio no cuente con selectividad perfecta, es probable que, en cualquier matrimonio, uno de los compañeros sea más afortunado que el otro. El más elevado se casará por debajo de su propia fortuna y el más bajo, por encima de su propia fortuna. Por tanto, cuanto más elevada sea la posición, por encima de la media, y esta sea ocupada por un padre en las respectivas ordenaciones de fortunas, más probable será que su descendiente, en promedio, se vea dotado con una fortuna algo inferior. Por el contrario, cuanto más baja posición, por debajo de la media, ocupe un padre en la ordenación de las fortunas, más probable será que su descendiente se vea dotado con una fortuna algo mejor. Si esta regresión hacia la media fuera todo, esperaríamos encontrar a la sociedad en un continuo movimiento hacia una distribución de dotaciones cada vez más igual. Pero, existe todo otro conjunto de fuerzas que tiende, continuamente, a volver a introducir las desigualdades: fuerzas que podemos llamar de dispersión con respecto a la media. Esas fuerzas vienen representadas por todos los elementos de la suerte y las dotaciones ya explicadas: dotación genética, dotación en educación, dotación de contactos sociales, suerte en las inversiones y suerte en el trabajo.
Todas estas dotaciones son relevantes en el caso de las demás dotaciones asociadas con la fortuna, a saber: excelente nivel de educación, contactos sociales generadores de inversiones rentables y patrimonio estable y duradero. Podemos tomar toda clase de futuras parejas con un determinado nivel de dotaciones en cualquiera de esos factores. El matrimonio aleatorio provocará una regresión hacia la media, en las dotaciones de su descendencia; pero las dotaciones de la descendencia se dispersarán alrededor de esa nueva media, debido al matrimonio aleatorio de estas nuevas parejas con diferentes niveles de dotación, en esta interrelación, y debido a la suerte de la descendencia en cuanto a su capacidad para adquirir, a partir de las dotaciones ofrecidas por sus padres, nuevas riquezas, es de esperarse que se den tendencias igualadoras con respecto a esa media.
existirán fuerzas tendientes a que la igualdad se produzca en algún momento del tiempo. En segunda medida, se pueden advertir –cualquiera que sea el grado de regresión hacia la media– elementos de pura suerte, ya sean genéticos, sociales o económicos, que causarán una dispersión respecto a la media, no importando cuál sea el conjunto de dotaciones. Cuanto mayor sea el grado de dispersión respecto a la media, la tendencia establecerá un incremento en las desigualdades a medida que unas generaciones suceden a otras. Por último, cuanto más marcadas sean las restricciones de los individuos, mayores serán las desigualdades.
Los primeros resultados encontrados muestran evidencia significativa sobre la relación que existe entre dotaciones, desigualdad y restricciones sociales
5. Conclusiones Los primeros resultados encontrados muestran evidencia significativa sobre la relación que existe entre dotaciones, desigualdad y restricciones sociales. Puede apreciarse que la desigualdad en la distribución de fortunas depende de la interacción de tres fuerzas. En primera medida, cuando menos selectivo sea el matrimonio, mayor será la regresión hacia la media, y cuanto mayor sea la regresión hacia la media, mayores serán las fuerzas tendientes a la igualdad; pero de igual forma, cualquiera que sea el grado de regresión hacia la media,
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Las interacciones sociales pueden igualmente configurar la igualdad de oportunidades y éstas pueden producir una mayor igualdad de renta y de riqueza sólo entre aquellos individuos que cuentan con las mismas dotaciones. Cuando éstas difieren, un incremento de la igualdad de oportunidades puede conducir a mayores desigualdades. Se puede, potencialmente, presentar que una mayor movilidad social conduzca a una mayor igualdad de oportunidades: el hombre o la mujer que están capacitados en una clase social menos afortunada, pueden contar con una oportunidad más igua-
litaria respecto a un miembro de una clase más afortunada; esto, por ejemplo, se podría presentar en el caso particular de obtener un buen empleo. En la medida en que las dotaciones básicas sean iguales y que las desigualdades sólo se hayan mantenido en la sociedad a través de rigideces sociales irrelevantes, que implican desigualdades de oportunidad para gente que cuenta, básicamente, con las mismas dotaciones, una mayor movilidad social conducirá, en último término, a mayor igualdad de renta y patrimonio. Es importante, finalmente, resaltar que el aumento o disminución de las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza, a consecuencia de la mayor movilidad social y de la mayor igualdad de oportunidades, dependerá de la gente difiera, en sus dotaciones básicas, de capacidad. De esto, no debe derivarse que haya que oponerse a un incremento de la movilidad social si se espera que, en último término, conduzca a mayores desigualdades. Lo que se debe procurar es que dichas desigualdades no se mantengan a largo plazo. La igualdad de oportunidades es deseable por sí misma; es justo que las personas tengan las mismas oportunidades, esto es un importante aspecto de la eficiencia: les permite a las personas, que tienen más capacidad y están más preparadas, ser más productivas y rentables, lo que, por supuesto, tendrá efectos importantes en el bienestar social de los individuos y en la reducción de la pobreza.
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