El miedo y la ansiedad en la percepción sobre la muerte en función del género y la edad. Abel Merino Orozco

El miedo y la ansiedad en la percepción sobre la muerte en función del género y la edad Abel Merino Orozco Universidad de Zaragoza, Psicología de la a

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El miedo y la ansiedad en la percepción sobre la muerte en función del género y la edad Abel Merino Orozco Universidad de Zaragoza, Psicología de la adolescencia y la edad adulta.

Resumen. El interés sobre el estudio de la percepción de la muerte surge desde el vacío que hay en el currículo educativo y al interés por la emergente disciplina de la tanatología. Se propone una investigación que pretende estudiar la percepción de la muerte atendiendo a la edad y al sexo, a pesar de que se sabe que son bastantes los factores que van a influir en la percepción de la muerte: educación, experiencias, calidad de vida…. Para ello, se propone la realización de dos actividades a modo de cuestionario con una muestra total de diez participantes a fin de tratar de verificar o no las hipótesis de partida, donde se entiende que las mujeres poseerán una percepción más ansiosa o temerosa que los hombres y que con el paso del tiempo se tendrá más presente la muerte.

Abstract. The interest on the study of the perception of death emerges from the vacuum in the educational curriculum and the interest in the emergent discipline of thanatology. We propose a research that aims to study the perception of death according to age and gender, although they are known to be quite a few factors that will influence the perception of death: education, experience, quality of life... To this end, we propose the realization of two questionnaires with a sample of ten participants to try to verify the hypothesis, which says that women have a more anxious or fearful perception than men; furthermore, the older people will be more aware of the death.

Palabras clave. Muerte, percepción, diferencias hombres y mujeres, edad, ansiedad Keywords. Death, perception, men and women differences, age, anxiety

Los orígenes de la preocupación por la muerte han sido consustanciales a la evolución del Homo sapiens como tal. Desde la paleoantropología se apunta que han sido ciertos cambios biológicos en el cerebro fundamentalmente los que ha permitido definir a lo que hoy día se entiende como humano; en este sentido, se aclara que la capacidad de autoconciencia y la conciencia de la muerte es puramente genuina del humano (Analía, 2006). Se conocen desde el paleolítico numerosas manifestaciones de rituales funerarios. El presente documento tiene la intención de arrojar algo de luz a un asunto no muy estudiado en la sociedad actual contemporánea, la percepción de la muerte a lo largo de la vida. Para ello, se ha de valorar que la esperanza de vida está aumentando en las últimas décadas y que son varias las generaciones que conviven en ella. Como se va a observar, en primer lugar se pretende conceptualizar adecuadamente la muerte para posteriormente estudiar las diferentes variables que van a influir en el estudio según la educación recibida, la edad, las relaciones sociales y familiares, creencias religiosas… (Cabezas y Rubio, 2000). La muerte no resulta sencillo conceptualizarla de modo subjetivo, va a depender mucho de la percepción que cada uno posea de ella, lo cual es el objeto de estudio en el presente documento. Según señalan Camacho-Calderón y cols (2008) “La muerte es un misterio inexplorado lleno de incógnitas, temores y angustias, es un proceso inherente a la vida, va de la mano en cada instante”. Para Colell (2005) es preciso hacer una primera distinción entre la muerte social o psicológica y la biológica, cuyo fin es combatido fervientemente desde la medicina, por lo que en el presente, se pretende ahondar en el primer punto de vista.

Para Kastenbaum y Costa (1977) “desde una perspectiva psicológica, la muerte se concibe como un proceso y no como un acto puntual”. En este punto, cabe recapitular que la muerte se puede abordar desde tres ámbitos: el biológico (medicina), el psicológico y el social, los cuales pueden discurrir de un modo paralelo como proceso e, innegablemente, van a influir sobre la percepción sobre este proceso. En esta línea, Blanco-Picabia (1993) apunta a que la muerte puede entenderse como una realidad, una situación, una percepción, un acto, el final, el comienzo o una incógnita (citado por Colell, 2005, p.19). El interés de este trabajo reside en definir la percepción que se posee del proceso que supone la muerte a lo largo de la vida. En la sociedad occidental actual, la muerte se vive de modo general como algo extraño, imprevisto y no resulta muy recurrente en nuestros pensamientos (Bayés, 1999). En esta misma línea, Azulay (2000) apunta que precisamente es la percepción que se posee de la muerte la que lleva a la sociedad a esconderla y a medicalizarla, de tal modo que se prefiere una muerte rápida y preferiblemente mientras se duerme (citado por Colell, 2005). Por su parte Colell (2005) matiza que la muerte desde un punto de vista psicológico supone un proceso en el que se va diciendo adiós al amor, a las ilusiones y esperanzas, mientras aumentan los miedos al sufrimiento, al más allá, al olvido y al qué pasará con los familiares. La muerte psicológica penetra necesariamente en la esfera de los familiares. Se ha de diferenciar entre la percepción que se tiene frente a la muerte y la vivencia del proceso de morir, que si bien éste va a influir a la percepción que se tenga, va más referido al abanico de actitudes y respuestas emocionales que genera el propio proceso de morir (Limonero, 1996). Este proceso de morir se experimenta de modo único e irreversible, es altamente subjetivo (Bayés, 1999); por ello, se va a considerar que

aunque va a influir de modo muy importante en la percepción que uno tenga sobre la muerte, se va a tratar de algo personal, que va a poseer otra naturaleza a lo que se predispone socio-culturalmente (donde se incluye la educación). En sus recientes estudios, Camacho-Calderón y cols (2008) demuestran que la percepción de la muerte suele modificarse en la medida que se va adquiriendo conciencia de que ocurre de manera garantizada y que los sentimientos que más genera en los mayores de 60 años son los de tristeza y paz complementariamente. Sin embargo, es muy destacable que la mayoría de personas, hasta un 77,6%, suelen percibir la muerte mediante una categorización cercana a la indiferencia caracterizada por la dualidad tristeza-paz o tranquilidad-temor. En este sentido, Morales y cols. (2011) consideran que es la falta de una educación para la muerte (tanatología) tanto en la escuela como en contextos no formales lo que genera que el individuo evada el tema de la muerte, es decir, implícitamente se fomenta la indiferencia. Limonero (1996) advierte que la percepción sobre la muerte puede manifestarse en ansiedad cuando las personas advierten señales de peligro para la propia existencia, vividos en primera persona o mediante estímulos externos (como la muerte de alguien conocido). En este sentido, se va a entender que las personas mayores por poseer más experiencia pueden verse abocados a una percepción más ansiosa sobre la muerte. Para Colell y cols (2003), la ansiedad se entiende como un estado emocional negativo, lo cual lleva al hombre al punto de preferir negarla o ignorarla; de hecho, el mero hecho de no saber cómo, cuándo, dónde y por qué uno muere genera ansiedad (Kastenbaum y Aisenberg, 1972; citado por Colell, 2005); por ello, cuanto más presente esté en el contexto de la persona, mayor será la tendencia a generar ansiedad. En este sentido, se va a esperar una percepción más ansiosa en las personas más mayores.

En cuanto al sexo, Limonero y cols (2004) apuntan que las mujeres se muestran más temerosas a su propia muerte, además generalmente son más ansiosas en relación al hombre y se suelen expresar más abiertamente remarcando la importancia de la familia para entender el fenómeno. Morales y cols (2010) indican que la capacidad de los participantes para encontrar significación y sentido a la propia existencia es una variable muy significativa en cuanto a influencia sobre la percepción de la muerte, lo cual puede llevar a influir hasta el punto de favorecer la aparición de ideas suicidas. Según Rodríguez-Cameros y cols. (2006) la percepción de la muerte condensa los valores e ideología de cada sociedad, además de las propias experiencias. La sociedad occidental considera la muerte como el “enemigo” a combatir mediante la medicina. De modo añadido, la sociedad reprime una visión positiva de los signos de envejecimiento, con lo cual se va a favorecer una percepción negativa, la cual se agrava cuando estos signos de envejecimiento son vividos en primera persona. Gala y cols (2002) critican que la tanatofobia2 que se ha ido fraguando en las últimas décadas desde la inmersión en las sociedades industriales. En este sentido, amplían que es uno individualmente quien va adquiriendo una percepción más compleja sobre la muerte según sus experiencias vitales. En la sociedad occidental, la religión ha servido de escudo protector ante una visión negativa hacia la muerte lo cual influye en que, paradójicamente, se le puedan atribuir connotaciones positivas en tanto que puede suponer “la salvación” o el inicio de una nueva vida (Analía, 2006), de tal modo que personas con una fuerte fe religiosa pueden percibirla de modo positivo. Esta influencia, estadísticamente es mayor en persona adultas y mayores que en los jóvenes.

De todo lo que se ha comentado, se desprende alguna hipótesis inicial sobre el estudio que se va a realizar. La ausencia de una educación para la muerte favorece la indiferencia en las personas que menos experiencias poseen en relación a ella. Por otro lado, el pertenecer a una sociedad occidental suele favorecer que se posea cierta tendencia tanto a negar la muerte, como a atribuirle una percepción negativa al proceso (miedo, ansiedad…). A mayor edad será mayor la posibilidad de que se posea una percepción más compleja y que genera algún sentimiento negativo ante la evidencia de que la muerte es la más absoluta de todas las certezas. En cuanto al género, se atisba que son las mujeres quienes poseen una visión más ansiosa o temerosa que los hombres sobre la muerte. Por tanto, para validar o no las hipótesis, se propone un estudio en el que pretende indagar sobre la presencia o no de miedo y el grado de ansiedad que la muerte genera en los personas a lo largo de la vida y teniendo en cuenta el factor género.

Método Participantes. Se trata de un grupo de diez participantes, cinco mujeres y cinco hombres. Dentro de cada intervalo de edad propuesto se incluye un hombre y una mujer, de tal modo que hay dos participantes en cada edad comprendida entre: diez y doce años, catorce y dieciséis, dieciocho y veintiuno, cuarenta y cincuenta y más de setenta. Para la primera actividad de las dos que se compone el estudio se selecciona la muestra completa de diez participantes, cinco hombres y cinco mujeres de distintas edades, mientras que para la para la segunda actividad se escoge una muestra de únicamente cuatro de los participantes: por un lado, una mujer y un hombre de edades comprendidas entre los dieciocho y los veintiún años y, por el otro, una mujer y un hombre de edad superior a los setenta años.

El 100% de los participantes vive en su hogar habitual con sus familiares y la mayoría (80%) no manifiesta tener firmes convicciones religiosas; sin embargo, se observa que el 20%, un participante del segundo rango de edad y otro del quinto (los más mayores), a pesar de no manifestarse como religiosos practicantes, valoran la posibilidad de que exista un dios todopoderoso. Los participantes de mayor edad están casados y llevan cincuenta y seis años casados, mientras que los más jóvenes apenas tienen relación. De los seis participantes más jóvenes, el 33% ha recibido una educación privada con ideología religiosa, mientras que los otros cuatro asistieron a un colegio público, al igual que los cuatro participantes más adultos, a los cuales se les ha de contextualizar en una educación pública y rural de su tiempo. El 80% de los participantes residen en un ámbito rural, concretamente en Alesanco, un pequeño pueblo de La Rioja. La muestra no se puede considerar suficientemente significativa para atribuirla a una población determinada pero resulta interesante su estudio a fin de tratar de contrastar las hipótesis y valorar la posibilidad de nuevas vías de investigación. Instrumentos. Para la realización del estudio se parte de las dos actividades propuestas por Cabezas y Rubio (2000) en su artículo “La vivencia de la muerte”, incluidas en su obra “Libro de prácticas de Psicología del desarrollo” (p. 127-138). Ambas actividades permiten realizar un estudio comparativo de la percepción de la muerte entre participantes de distinto género y rango de edad. La primera actividad (Rubio y Cabezas, 2000, p.131) se adapta a las pretensiones del presente estudio, de forma que en la primera cuestión que valora si se ha experimentado miedo a la muerte de modo dicotómico, se propone un abanico de cuatro opciones que

abarca desde el nunca hasta el siempre a fin de establecer una mayor rigurosidad al estudio. De tal modo que se trata de un cuestionario relativo a valorar el miedo a la muerte por parte de los participantes. Así pues, la primera cuestión aparece previamente sistematizada, mientras que las otras cuatro aparecen como respuestas abiertas (Véase Apéndice A). En la segunda actividad se propone la Escala original Collet-Lester de miedo a la muerte y al proceso de morir (1969). La escala se ha validado en diferentes estudios posteriores para diferentes poblaciones y ahonda en la percepción de cuatro aspectos que evalúa mediante subescalas: miedo a la propia muerte, a la muerte de los otros, al propio proceso de morir y al proceso de morir de los otros. Se propone en un cuestionario adaptado pero fidedigno al original (Véase Apéndice B). La realización del cuestionario requiere que los participantes atiendan a cada uno de los 36 ítems de los que se compone la prueba para responder en un espectro de seis respuestas sistematizadas que se estipulan desde “bastante de acuerdo” a “nada de acuerdo”. Procedimiento La primera actividad es realizada por el total de la muestra, lo diez participantes. Previamente, se explica a cada participante por separado para que no se influyan mutuamente en sus respuestas. Se propone que la ficha la rellenen de modo autónomo los participantes adolescentes y adultos con la presencia del evaluador para resolver cualquier duda que pueda surgir; sin embargo, para adaptar la actividad a cada rango de edad, se propone que a los más jóvenes y a los más mayores se realice tranquilamente a modo de entrevista estructurada, de modo que es el evaluador quien rellena la ficha.

Igualmente, se les apunta que se trata de una actividad muy breve y sencilla en la que únicamente han de plasmar sus impresiones sin elaborar profundamente sus respuestas, ya que simplemente se desea estudiar la percepción sobre la muerte; del mismo modo, se aclara su confidencialidad en el estudio. La segunda actividad se aplica a cuatro de los diez participantes. Se trata de que el participante responda a las cuestiones desde una primera impresión, por lo que se le va a pedir que atienda durante el tiempo que dure la prueba con especial atención, pero que intente responder sin reflexionar mucho la respuesta, se pretende evaluar su percepción, no la lógica que seguiría hasta alcanzar una respuesta razonada. Del mismo modo que en la actividad anterior, el cuestionario se realiza a las personas mayores de forma oral e individual, advirtiéndolas de la necesidad de atender y de ser honestos durante la prueba, mientras que a los participantes adolescentes-adultos únicamente se requiere la presencia del evaluador para resolver las dudas de interpretación que les puedan surgir. Se ha de entender que el tema de estudio puede herir la sensibilidad de algunos de los participantes de la prueba por motivos que se han ido estudiando; por ello, se requiere una especial precaución en el modo de presentar la información y el objetivo de la prueba que es meramente para investigación. Han de conocer que sus respuestas no van a ser utilizadas para realizar valoraciones personales, sino una investigación comparativa entre los diferentes participantes que en ningún momento se juzgará como mejor o como peor. Al realizarse la aplicación de los cuestionarios de modo individual, se insta a que sean los participantes quienes elijan el lugar de realización de los mismos invitándoles a que escojan el lugar en el que se vayan a encontrar más cómodos.

Resultados En las tablas se van a proponer los resultados obtenidos en ambas actividades según el procedimiento expuesto. En primer lugar, se propone la Figura 1 donde se analiza la primera actividad, en ella se observa el grado de miedo de los participantes a la muerte en función de su edad y su sexo. Se representan los datos de modo numérico, de modo que un mayor valor corresponde a una mayor cantidad de pensamientos relacionados con la muerte.

Desprendido de la misma actividad, se proponen dos tablas. En la Tabla 1 se categorizan los miedos a la muerte de acuerdo a las respuestas obtenidas por los participantes para proceder a un análisis de cada participante según el rango de edad y el sexo de la muestra.

Tabla 1. Motivo al que se tiene miedo de la muerte en base a las respuestas obtenidas por los participantes (Actividad 1)

En la Tabla 2 se muestran los resultados de los participantes en función de su rango de edad y su género previa categorización en base a las respuestas a cómo se desea que sea el momento de la muerte.

Tabla 2. Cómo se desea vivenciar el momento de la muerte en base a las respuestas obtenidas por los participantes (Actividad 1)

Se incluye un análisis de los resultados obtenidos para la segunda actividad; en ella, se comparar los resultados de cuatro participantes respecto al miedo a su propia muerte y a la muerte de los demás en la Figura 2 y al miedo al propio proceso de morir y al proceso de morir de los otros en la Figura 3. Los resultados se presentan en función de las variables de género y rango de edad.

Figura 2. Miedo a la propia muerte y a la muerte de los otros en base a los datos obtenidos por una muestra de cuatro participantes en las respuestas de la Actividad 2 (Escala original Collet-Lester de miedo a la muerte y al proceso de morir). Las puntuaciones se respetan de la escala original de modo que una mayor puntuación corresponde a un mayor miedo a la muerte.

Figura 3. Miedo al propio proceso de morir y al proceso de morir de los otros en base a los datos obtenidos por una muestra de cuatro participantes en las respuestas de la Actividad 2 (Escala original Collet-Lester de miedo a la muerte y al proceso de morir). Las puntuaciones se respetan de la escala original de modo que una mayor puntuación corresponde a un mayor miedo a la muerte.

Discusión Ciertamente se sabe que no se trata de una muestra muy representativa; sin embargo se puede desprender alguna generalidad. Del análisis de las actividades se puede inferir que, efectivamente, como se sugería en la hipótesis inicial, las mujeres se muestran más temerosas y ansiosas que los hombres; sin

embargo, no se puede extraer ninguna conclusión de que ocurra lo mismo en función de la edad. No obstante, se observa en el estudio de la Figura 1 que el miedo a la muerte está tan presente en la juventud como a lo largo de la vida. Ciertamente se obtienen resultados similares, por lo que no se podría verificar la hipótesis de que los más jóvenes son quienes viven más ajenos a la muerte. De hecho, se observa en la Tabla I como la angustia al pensar en la muerte es bastante constante a lo largo de la vida (tiene presencia en todos los rangos de edad). Por su lado, en la Tabla 2 se analiza que de modo general (80%) se desea una muerte sin dolor. Por todo ello, no se puede inferir que vaya a haber una mayor ansiedad o alguna clase de sentimientos negativos hacia la muerte en la medida en la que uno se hace mayor. En cuanto a la segunda actividad, correspondiente a la Figura 2 y a la Figura 3 se desprende que son las mujeres quienes se muestran más temerosas frente a la propia muerte; sin embargo, son quienes han vivido ya experiencias sobre el deterioro que supone el proceso de morir quienes perciben con un mayor miedo al paulatino proceso de morir. En definitiva, del estudio realizado se puede verificar la hipótesis de que las mujeres poseen una percepción más ansiosa sobre la muerte, mientras que no se puede mostrar concluyente la hipótesis de que la percepción esté más presente en las personas de mayor edad. Esta investigación ha ido suscitando nuevas cuestiones. Por una parte, se conoce que la educación ordinaria no ha incluido tradicionalmente la muerte como un contenido a desarrollar, más bien ha sido la religión quien se ha encargado de ello. De la presente investigación no se puede analizar la influencia de una educación determinada en la percepción de la muerte y parece revelarse como un asunto bastante influyente, por lo

que sería muy interesante iniciar una investigación que valore el miedo que se tiene sobre la muerte en función de la educación recibida. En esta línea, se puede reforzar esta idea con la afirmación de Morales (2011) “La muerte es un fenómeno inherente al hombre. Por ello, se debiera de preparar para morir, de la misma forma como se debe aprender a vivir mejor”. Además, quedan abiertas nuevas vías de investigación según ciertos parámetros que pueden influir en una percepción más o menos adaptativa sobre la muerte como puede ser las experiencias que se han tenido con la muerte de seres queridos, creencias religiosas, la calidad de vida, etc. Como se ha comentado, todavía se puede percibir la muerte como un asunto tabú en la sociedad; de hecho, es complicado encontrar numerosos estudios científicos. Por ello, la tanatología se entiende como una ciencia emergente con mucho por ofrecer a la comunidad científica y para la calidad de vida de las personas.

Referencias Analía, C. (2006, junio). El hombre ante la Muerte: Una mirada antropológica. Ponencia presentada en el XII Congreso Argentino de Cancerología, Buenos Aires, Argentina. Bayés, R. Limonero, J.T., Buendía, E., Burón, E. y Enriquez, N. (1999). Evaluación de la ansiedad ante la muerte. Medicina Paliativa, 6, 140-143. Camacho-Calderón, N., Martínez-González, L. y Villarreal-Ríos, E. (2008). Percepción del adulto mayor acerca del proceso de muerte. Revista Enfermería Instituto Mexicano del Seguro Social, 16, 31-36 Colell, R. (2005). Análisis de las actitudes ante la muerte y el enfermo al final de la vida en estudiantes de enfermería de Andalucía y Cataluña. (Tesis de Doctorado para la obtención del título de Doctor en Psicología, Universidad Autònoma de Barcelona). Recuperado de http://www.tesisenred.net/handle/10803/4753 Colell, R., Limonero, J. T. y Otelo, M. D. (2003). Actitudes y emociones en estudiantes de enfermería ante la muerte y la enfermedad terminal. Revista Investigación en salud. Vol. V, nº2, 104-112. Gala, F.J., Lupiani, M., Raja, R., Guillén, C., González, J.M., Villaverde, C. y Alba, I. (2002). Actitudes psicológicas ante la muerte y el duelo. Una revisión conceptual. Cuadernos de Medicina Forense, 30, 39-49 Limonero, J.T. (1996). El fenómeno de la muerte en la investigación de las emociones. Revista de Psicología General y Aplicada, 49 (2), 249-265. Limonero, J.T., Tomás-Sábado, J., Fernández-Castro, J., Cladellas, R. y Gómez-Benito, J. (2010). Competencia personal percibida y ansiedad ante la muerte en estudiantes de enfermería. Revista Ansiedad y Estrés. 16(2-3), 177-188

Morales, M.L., Quintero, L. y Pérez, R. (2011): La educación tanatológica para el bienestar de la salud. Revista Digital Universitaria, 12, 3-15 Rodríguez-Camero, M.L., Azañón, R., Rodríguez-Salvador, M.M., Rodríguez-Camero, N., Torres, A. y Palma, J. (2006): Aproximación antropológica a la percepción de la muerte en profesionales de emergencias extrahospitalaria EPES 061 del S.P. de Granada. Revista internacional de cuidados, 2, 57-72 Rubio, R. y Cabezas, J.L. (2000). La vivencia de la muerte. En Cabezas, J.L., y Rubio, R. Libro de prácticas de Psicología del desarrollo (pp. 127-138). Málaga: Aljibe

Apéndice A Cuestionario correspondiente a la primera actividad de elaboración propia basada en “Propuesta Actividad 1” (Rubio y Cabezas, 2000, p.131) donde para indagar en el miedo a la muerte de los participantes.

Actividad 1 Sexo:

Edad: 1. ¿A lo largo de la vida ha experimentado miedo a la muerte? Siempre

Bastantes veces

Pocas Veces

Nunca

2. Concretamente, ¿A qué le tiene miedo a la muerte? ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. 3. ¿Cómo le gustaría que fuese, si pudiera elegir, su propio momento de la muerte? ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. 4. ¿Qué o a qué persona le gustaría tener a su lado? ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. 5. Si tuviera que representar a la muerte en una película, ¿Cómo la caracterizaría? ………………………………………………………………………………………………………………………………………. ………………………………………………………………………………………………………………………………………. ……………………………………………………………………………………………………………………………………….. ……………………………………………………………………………………………………………………………………….

Apéndice B Cuestionario relativo a la segunda actividad relativo a la propia muerte, la muerte de los otros, el propio proceso de morir y el proceso de morir de los otros. Escala original Collet-Lester de miedo a la muerte y al proceso de morir. Actividad 2 Sexo:

Edad: ÍTEMS

1. Evitaría la muerte a toda costa 2. Experimentaría una gran pérdida si alguien cercano a mí muriera. 3. No me sentiría ansioso en presencia de alguien que supiera que está muriendo 4. El aislamiento total de la muerte me asusta 5. Me inquieta la degeneración física que implica una muerte lenta. 6. No me importa morir joven. 7. Acepto la muerte de otros como fin de su vida en la tierra. 8. No me importaría visitar a un amigo senil. 9. Me adaptaría fácilmente después de la muerte de alguien cercano a mí. 10. Si tuviera la posibilidad de elegir si se debe informar o no a un amigo de que se está muriendo, se lo diría. 11. Evitaría ver a un amigo que se está muriendo. 12. El proceso de morir puede ser una idea interesante. 13. Me gustaría poder comunicarme con el espíritu de un amigo que ha muerto. 14. Veo la muerte como una liberación del sufrimiento terrenal. 15. Me asusta el dolor que implica el proceso de morir. 16. Si un amigo estuviera muriéndose querría saberlo. 17. Me inquieta la brevedad de la vida. 18. No me importaría tener que identificar el cadáver de alguien conocido. 19. Nunca me recuperaría de la muerte de alguien cercano a mí. 20. Me fastidiaría en pensar en todo lo que perderé cuando muera. 21. No pienso que los muertos tengan existencia de ningún tipo. 22. Me sentiría incómodo que alguien me hablara de la proximidad de la muerte de un amigo común. 23. No me preocupa saber qué se siente estando muerto. 24. Si tuviera una enfermedad mortal me gustaría que me lo dijeran. 25. Visitaría a un amigo en el lecho de muerte. 26. La idea de no volver a pensar o experimentar después de morir no e molesta. 27. Si muriera alguien cercano a mí le echaría mucho de menos. 28. No me inquieta que la muerte sea el final de la vida tal y como yo la conozco. 29. Me sentiría ansioso si alguien que estuviera muriéndose, me hablaría de ello. 30. Me inquieta la degeneración intelectual de la ancianidad. 31. Si un amigo estuviera muriéndose no me gustaría que se lo dijeran 32. No podría aceptar la irreversibilidad de la muerte de un amigo 33. Me entristecería tener que ver algún muerto. 34. Si supiera que un amigo está muriéndose, no sabría qué decirle. 35. No me gustaría ver la degeneración física de un amigo que

+3

+2

+1

-1

-2

-3

estuviera muriéndose. 36. Me inquieta pensar que mis habilidades se verían limitadas mientras me estaría muriendo. Bastante de Algo de acuerdo Moderadamente acuerdo +3 +1 en desacuerdo -2 Moderadamente de acuerdo +2

Algo en desacuerdo -1

Bastante en desacuerdo -3

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