EL MINISTERIO DE LA HOSPITALIDAD

Serie de Ministerios Collegeville EL MINISTERIO DE LA HOSPITALIDAD Segunda edición James A. Comiskey Traducido por S. Renée Domeier, O.S.B. LITURGI
Author:  Ángel Palma Rivas

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Serie de Ministerios Collegeville

EL MINISTERIO DE LA HOSPITALIDAD Segunda edición

James A. Comiskey Traducido por S. Renée Domeier, O.S.B.

LITURGICAL PRESS Collegeville, Minnesota www.litpress.org

Dedicado a todas las personas hospitalarias quienes dan la mano, mientras buscan y encuentran a CRISTO Título original The Ministry of Hospitality, second edition © 1989, 2004 de la Order of Saint Benedict, Collegeville, Minnesota. Diseño por Joachim Rhoades, O.S.B., y Ann Blattner. Las imágenes por W. P. Wittman Photography Limited. Institución General del Misal Romano, Traducción preparada por la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de México para uso privado y estudio del Documento (México: Obra Nacional de la Buena Prensa, 2005). Las citas bíblicas en español son tomadas de La Biblia de Nuestro Pueblo, Protasio Gómez, 15-28027 Madrid: E-mail [email protected] y son utilizadas con las debidas licencias de los dueños de derechos de reproducción. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de La Biblia de Nuestro Pueblo puede ser reproducida de ninguna manera sin antes obtener permiso por escrito de parte de los dueños de los derechos de reproducción. © 2007 a favor de la Orden of Saint Benedict, Collegeville, Minnesota. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ningún modo, sea por imprimido, microfilm, microfiche, grabación mecánica, fotocopia, traducción, ni por cualquier otro modo conocido o todavía no conocido, por ninguna razón, al menos que sean citas breves en reseñas, sin antes obtener el permiso por escrito de parte de Liturgical Press, Saint John’s Abbey, P.O. Box 7500, Collegeville, Minnesota 56321-7500. Imprimido en los Estados Unidos de América. 1

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Library of Congress Cataloging-in-Publication Data Comiskey, James A., 1921–    [Ministry of hospitality. Spanish]    El ministerio de la hospitalidad / James A. Comiskey ; traducido   por S. Renée Domeier.—2. ed.     p. cm.—(Serie de Ministerios Collegeville)    ISBN-13: 978-0-8146-3166-9    ISBN-10: 0-8146-3166-5    1. Hospitality—Religious aspects—Catholic Church.  I. Title.   BX2347.C65718 2006   241'.671—dc22

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Índice Introducción  v 1. La hospitalidad: Nuestras raíces y tradiciones  1 2. La hospitalidad: Señales y marcas características  7 3. Momentos sacramentales: La liturgia dominical  12 4. Momentos sacramentales: La primera comunión  15 5. Momentos sacramentales: La primera reconciliación  17 6. El papel del acomodador o de la acomodadora  20 7. La enseñanza  23 8. Servir  27 9. Dar la bienvenida  31 10. Día tras día  33 11. Conclusión  35 Las referencias  36 Letanía de hospitalidad  37 Examen de conciencia para un miembro de la asamblea  38 La primera de las cartas escritas después del bautismo  39

Introducción Parece razonable observar que, probablemente todos los que enseñan o predican, empiezan con una oración y una reflexión sobre un tema en particular. Así fue escrita y presentada la primera edición de El ministerio de la hospitalidad. Las lecturas para un fin de semana en particular aparentaban contener la idea de la hospitalidad. Durante toda la semana, entonces, yo reflexionaba sobre las maneras en que nuestra comunidad parroquial manifiesta la hospitalidad o, por otra parte, la esperanza y los sueños sobre los aspectos de nuestra vida parroquial en donde podríamos mejorar nuestros servicios de hospitalidad. Lo que pasó fue que el espíritu de la hospitalidad, que estaba en nuestra parroquia, resultó del diálogo continuo entre la gente y yo cuando comunicábamos nuestros sueños y visión de lo que pudiera ser nuestra parroquia. Yo había llegado a la parroquia solo unos años después de haber empezado el uso de la lengua vernácula. Antes de eso, el concepto total de la hospitalidad no era gran cosa, y mucho menos, necesario en la vida de una parroquia. Pero la hospitalidad no se desarrolló en nuestra parroquia de la noche a la mañana; tardó en desarrollarse los próximos treinta años. Al igual que en muchas otras parroquias, sabíamos que todavía nos faltaba mucho para alcanzar nuestra meta. Al recordar el pasado (los años veintes y treintas), cuando llegué a nuestra parroquia para ofrecer la misa diaria o dominical, no había casi nada de espacio para congregarnos; en caso de tener un espacio amplio, éste no estaba bien alumbrado. Los domingos, un hombre se sentaba en la parte de afuera de la puerta central. 

vi   El Ministerio de la Hospitalidad

Y siempre parecía como si estuviera haciendo un intercambio. Por muchos años no me di cuenta de que estaba allí para recibir las monedas de la gente; y que había alquilado un asiento en la iglesia, el último rastro de una tradición llamada “pew rent” o “renta de banco.” En aquel entonces, por la mañana, teníamos seis misas cada domingo. No había boletines distribuidos después de la misa. Sólo uno de los tres curas de la parroquia estaba presente cuando salíamos de la iglesia. Y la gente se reunía afuera de la iglesia para dialogar antes de ir a sus casas. Ya que la celebración de la siguiente misa estaba por empezar, las personas que iban saliendo de la anterior misa no podían detenerse mucho tiempo para hablar; solamente se tomaban unos pocos momentos para saludar a las personas que iban llegando. Tomemos pasos agigantados para adelantarnos a la misa después del Vaticano II. Teníamos tanto que aprender, y todavía estamos aprendiendo. Teniendo en cuenta el ritmo acelerado de la vida moderna y la frecuencia con que las familias se mueven, el hacer el esfuerzo de ofrecer la hospitalidad en nuestra vida parroquial parece una necesidad. Fui invitado por la Hermana Jeremy Gallet a presentar un ensayo sobre el tema de la “hospitalidad en una parroquia.” El ensayo iba a ser preparado para presentarlo ante la Conferencia Litúrgica del Suroeste, en Corpus Christi, Texas, en 1988. La hermana enfatizó lo que ella llamaba el enfoque práctico como punto de partida para yo preparar el tema. Yo preparé el material para la conferencia y también invité a dos miembros de la parroquia, Dena Gonzales Gashen y Sherry Bitsche Lanham, para que me ayudaran a prepararme. Cuando les tocó el turno, añadieron algunas ideas bien pensadas y divertidas de acuerdo con sus preocupaciones. Sherry era maestra en la escuela intermedia; Dena se encargaba del ambiente en nuestra parroquia. Ambas habían estado involucradas en muchas celebraciones de la parroquia, al igual que de la diócesis. Al final de este folleto, se puede encontrar un examen de conciencia preparado por Sherry y una letanía de hospitalidad que Dena había preparado.

Introducción   vii

Después de la presentación del ensayo, me invitaron a preparar el material para publicarlo. El original, The Ministry of Hospitality, fue publicado en 1989 como resultado de esa sugerencia. Hemos seguido adelante desde la misa en latín a nuestras reuniones como Pueblo de Dios. El énfasis, recién descubierto, sobre los papeles que todos nosotros tenemos en el culto dominical y diario dentro de la misa es uno de los resultados emocionantes del Vaticano II. Este librito es un intento de compartir con la gente que trata de mejorar la hospitalidad y descubrir lo que pueden hacer dentro de sus parroquias. Cientos de personas talentosas están comprometidas con sus parroquias en todas partes del mundo. Son gente amorosa, cariñosa y hospitalaria. Sería negligente no agradecer a los que me ayudaron en muchas maneras. Una palabra especial de agradecimiento a Pat Leach quien me guió durante mi experiencia con la computadora. El Padre Ron Krisman, por supervisarme en puntos litúrgicos. Otros amigos, que me apoyaron no solo en el contenido sino también en la manera de expresarlo. Todos juntos hicimos de este librito un documento vivo.

1 La hospitalidad: Nuestras raíces y tradiciones

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a hospitalidad ha sido parte de nuestra tradición judíacristiana desde los principios. El Padre John McKenzie en su Dictionary of the Bible1 explica que la hospitalidad del desierto era una necesidad para sobrevivir, y puesto que tal hospitalidad se le concedía a todos por igual, cualquier huésped tenía derecho a la hospitalidad de cualquier anfitrión o posadero. En caso de que existiera enemistad entre un anfitrión y un huésped, la aceptación de hospitalidad implicaba la reconciliación. El huésped, una vez aceptado por el anfitrión, era sagrado y tenía que ser protegido de cualquier peligro, aún cuando les costara la vida a miembros de la familia. En las Escrituras judías (Gén 18, 1-5), encontramos a Abrahán entreteniendo a los ángeles y ofreciéndoles la hospitalidad: El Señor se apareció a Abrahán junto al encinar de Mambre, mientras él estaba sentado a la puerta de su carpa a la hora de más calor. Alzó la vista y vio a tres hombres de pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la carpa e inclinándose en tierra dijo: -Señor si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que se laven los pies y descansen bajo el árbol. Mientras tanto, ya que pasan junto a este siervo traeré un pedazo de pan para que recobren fuerzas antes de seguir. Contestaron: -Bien, haz lo que dices. 

   El Ministerio de la Hospitalidad

Una parte de la hospitalidad es el deseo de dar la mano: “Permíteme ayudar.” Junto con ese deseo hay que responder con gracia a su amable invitación: “-Bien, haz lo que dices.”

Nuestro amigo Job, al pronunciar su defensa contra las acusaciones de sus tres amigos, nos recuerda que en cualquier momento que veía a un vagabundo o a un pobre sin ropa, siempre los abrigaba con piel de carnero o de oveja, y cuenta de su hospitalidad al extranjero y al vagabundo, diciendo, “.  .  . yo no lo dejaba dormir en la calle, porque yo abrí mis puertas al caminante” (Job 31, 32). En el segundo libro de los Reyes (4, 8ss), encontramos un hermoso relato de hospitalidad. Eliseo, el hombre de Dios, se hizo buen amigo de una pareja en cierto pueblo. Cada vez que llegaba al pueblo, la pareja le ofrecía la hospitalidad en forma de comida. Después de hacer esto varias veces la mujer decide que ella y su esposo podían arreglar alojamiento en su casa para el santo hombre.

La hospitalidad: Nuestras raíces y tradiciones  

Eliseo le pregunta a su amigo y siervo, Guejazí, si haya algo que pudiera hacer para la pareja. Guejazí simplemente le responde a Eliseo que ellos no tienen hijos. Y como sabemos, la hospitalidad de parte de la pareja es recompensada con la promesa de un hijo. Si les piden a los cristianos y a los judíos que nombren su salmo favorito, muchos de ellos van a decir inmediatamente, el salmo del Buen Pastor (23). En ese salmo nuestro Dios nos ofrece hospitalidad. Con corazones de gratitud, recordamos a Dios: “Preparas ante mí una mesa en presencia de mis enemigos; Me unges con perfume la cabeza, y mi copa rebosa.” (Sal 23; 5)

¡Qué encanto compartir la hospitalidad de nuestro Dios! Entre las personas menos favoritas en la Sagrada Escritura encontramos a los que vivían en Belén que no dieron posada (véase Lc 2; 7). ¡Cuántos homilistas no han investigado este ejemplo de falta de hospitalidad! Jesús es una persona de su época. Por ejemplo, “nos recuerda que él viene comiendo, bebiendo y esto es un escándalo frente a la sociedad.” En el Evangelio de San Lucas (7; 44-47), Jesús entra a la casa de Simón. Una mujer sin nombre y conocida como pecadora entra y se pone a llorar junto a sus pies; ella seca los pies con sus cabellos, y se los unge con perfume. El buen anfitrión, Simón, se escandaliza. Jesús responde a sus pensamientos: “Simón .  .  . no me diste agua para lavarme los pies,  .  .  . Tú no me diste el beso de saludo,  .  .  . Tú no me ungiste la cabeza con perfume .  .  . ” Jesús regaña a Simón por su falta de hospitalidad. El punto culminante se encuentra en la enseñanza de la parábola: “Pero al que se le perdona poco, poco amor demuestra.” No sé lo que piensan ustedes pero yo encuentro que el cariño, la paciencia y el cuidado de Jesús en esta escena contienen una ternura casi imposible de creer. Si hojean el libro de los Hechos de los Apóstoles, van a encontrar muchos ejemplos donde San Pablo y sus compañeros reciben hospitalidad; mientras viajan, en forma de visitas, cortas o largas, dentro de las casas de otros, donde comparten alimentos, y en general, buena convivencia mientras predican la Palabra del Señor. Cuando Pablo les escribe a los romanos, él los invita a considerar las necesidades de los santos como si fueran de ellos

   El Ministerio de la Hospitalidad

mismos. Él escribe: “Solidarios con los consagrados en sus necesidades, practiquen la hospitalidad” (12; 13). El autor de las cartas a Timoteo y a Tito le exhorta a los obispos que sean personas acogedoras. La primera carta a Timoteo declara que un obispo debe ser “intachable, .  .  . modesto, cortez, hospitalario fácilmente en su casa” (3; 2). En la carta a Tito, el obispo debe ser una persona “que practique la hospitalidad, que sea amante del bien” (1; 8). Jesús compara la persona que ha escuchado sus palabras y las ha practicado al hombre que, cuando estaba construyendo su casa, abrió un hueco muy profundo y sentó las bases sobre roca (Mt 7; 24ss). ¿Tenemos una base fundada en Jesús sobre la cual formamos nuestra manera de pensar de la hospitalidad? Claro que la hay. Quisiera proponer que la base o el centro del trabajo de la hospitalidad cristiana es el servicio que damos el uno al otro. Al servir y al ser servido, en cualquier nivel, se encuentra Cristo allí, como el anfitrión de todos influyendo las vidas de todos en la comunidad cristiana. ¿Cuándo nos da Jesús tal base? ¿Cómo nos enseña esa lección? En el Evangelio según San Juan (15, 1ss), Jesús nos enseña, de una manera hermosa y poderosa, sobre la relación que existe entre él y nosotros mismos, y como consecuencia de esa relación, cómo debe ser la relación de cada uno de nosotros con los demás. Jesús nos dice que una relación que da vida y sostiene esa vida es posible porque su Padre es el viñador, él es la Vid, y nosotros las ramas. El fruto producido de esta unión fructífera resulta en obras buenas. Todo parece tan sencillo. Sin embargo, mientras meditamos bien estas palabras, empezamos a entender las inferencias pode-rosas de lo que está diciendo. ¿Hasta qué punto de intimidad podría entrar Jesús con cada uno de nosotros? Tan estrechamente que no sólo está él con nosotros, sino dentro de nosotros. Es decir, dentro de nosotros como nuestra verdadera vida. Si Jesús y yo estamos unidos en esta relación de vida, y en manera semejante, Jesús y tú, luego hay que pensar de la significancia de la relación entre tú y yo, entre cada uno de nosotros con los demás. ¿Cómo voy a tratarte? ¿Cómo debo tratarte? Habla Jesús de la alegría, el amor y la buena voluntad de servir al otro, aún hasta el extremo de entregar la vida por el otro. Yo tengo que

La hospitalidad: Nuestras raíces y tradiciones  

extender la hospitalidad a otras personas que comparten conmigo tal relación en Cristo. Hay una escena maravillosa en el Evangelio según San Mateo (25; 31ss) en la cual Jesús describe el juicio final. ¿Cómo va a suceder? El Hijo del Hombre reunirá a todas las naciones. Cuando todas estén rodeándolo, él va a separarlos en dos grupos, uno a la izquierda y el otro a la derecha. Luego Jesús explica el criterio con el cual serán juzgados. Si nos hubiera preguntado nuestra opinión, ¿cuál habría sido nuestra lista de criterio? ¿Cuál es la lista que usamos cuando examinamos nuestras conciencias? ¿Una lista de mandamientos? El Hijo del Hombre nos declara su manera de pasar juicio. ¿Cuál es su punto más importante? Siempre aparece en forma del servicio que le ofrecemos al otro, sea a los hambrientos, los desnudos, el prisionero, el extranjero o los enfermos. La clave en cada situación es que vamos a encontrarlo a él en nuestras hermanas y hermanos. Cuando hacemos lo que es necesario para el más pequeño de nuestros hermanos(as), se lo hemos hecho a Jesús mismo. Lo encontramos precisamente allí; extendamos la hospitalidad en su nombre; extendamos la hospitalidad a Jesús presente dentro del otro. San Pablo repite lo mismo. Cegado por un resplandor que sobrepasaba el del sol en el camino hacia Damasco, descubre que Cristo quiere identificarse con cada persona que crea en su nombre (He 26; 2ss). Más tarde, San Pablo va a tratar una y otra vez de hablar sobre nuestra unidad con Cristo, por medio de una comparación. La comparación que usa crea una historia que casi la mayoría de las personas en el mundo paulino greco-romano seguramente conocían. Está basada en una de las fábulas de Esopo: El estómago y los miembros Un día se dieron cuenta los órganos del cuerpo que ellos estaban haciendo todo el trabajo, mientras el estómago recibía todo el alimento. De modo que se reunieron, y después de una discusión bien larga, decidieron declararse en huelga hasta que el estómago haga la misma cantidad de trabajo que ellos. Así que por unos dos días, las manos rehusaron tomar la comida, la boca rehusó recibirla y los dientes no tenían nada que hacer. Después de unos días, los miembros empezaron a descubrir que se encontraban en condiciones débiles. Las manos tenían dificultad en moverse;

   El Ministerio de la Hospitalidad la boca estaba bien seca y las piernas no podían soportar el resto del cuerpo. Al fin y al cabo, aprendieron que aun el estómago en su manera quieta y callada hacía un trabajo necesario para todo el cuerpo y que todas las partes tienen que compartir el trabajo o el cuerpo entero va a sufrir.

Los romanos interpretarían este cuento como la historia de la gente y sus relaciones dentro del estado. Pero San Pablo reconstruye el cuento. Al hacer eso, nos explica nuestra relación con Cristo dentro de su nuevo cuerpo y nuestras relaciones dentro de ése cuerpo. Él usa un ser vivo. ¡Un cuerpo! ¡Vivo! Una parte no puede funcionar sin las otras partes. El mensaje de la vid y las ramas se repite de nuevo. En el Evangelio según San Lucas (24; 13ss), nos encontramos con los dos discípulos en camino hacia Emaús. Es un domingo por la noche. Ellos, con corazones tristes, han salido de la ciudad de Jerusalén. Mientras caminaban y conversaban, se les acercó un peregrino. Le cuentan al peregrino cómo habían esperado que Jesús de Nazaret hubiera sido el Mesías. Le describen cómo los jefes del pueblo lo condenaron y lo clavaron en la cruz. Le dicen que, tres días más tarde, algunas mujeres proclamaron que lo habían visto, vivo. Entonces, el peregrino empieza a hablar con ellos. Les explica las profecías judías que se refieren al Mesías y cómo se relacionan con Jesús. Cuando llegan al pueblo, los dos le ofrecen al extranjero su hospitalidad. Él acepta la hospitalidad ofrecida y come con ellos. Durante la comida ellos reconocen a Jesús en el momento de partir el pan. ¡Qué manera más poderosa de recompensar la hospitalidad! Abrahán, nuestro padre en la fe, le extiende la hospitalidad a unos extranjeros sólo para descubrir que, sin saberlo, ha servido a los ángeles como huéspedes. Los últimos dos mil años de nuestra historia como cristianos católicos romanos están llenos de relatos de gente ofreciendo la misma hospitalidad al extranjero, al mendigo, al niño o al leproso, sólo para descubrir que la persona a quien le ofrecieron la hospitalidad era el Señor mismo. Martín de Tours comparte la mitad de su manto con el mendigo. ¡No, mejor dicho, con Cristo mismo! San Benito en su Regla dice: “Que seas bondadoso con el extranjero o el peregrino.” Cada visitante al monasterio debe ser tratado como si fuera Cristo mismo.

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