El Misterio de las Hadas

El Misterio de las Hadas Arthur Conan Doyle THE COMING OF THE FAIRIES INDICE - Prefacio de Arthur Conan Doyle - Capítulo I. Cómo ocurrió todo. - Cap

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El Misterio de las Hadas Arthur Conan Doyle

THE COMING OF THE FAIRIES

INDICE - Prefacio de Arthur Conan Doyle - Capítulo I. Cómo ocurrió todo. - Capítulo II. Primera publicación sobre las hadas. Strand Magazine, número de Navidad de 1920. - Capítulo III. Reacciones a las primeras fotografías. - Capítulo IV. Segunda serie de fotografías.

- Capítulo V. Observación de un clarividente en el pequeño valle de Cottingley, agosto de 1921. - Capítulo VI. Testimonios objetivos sobre las hadas. - Capítulo VII. Otros testimonios. - Capítulo VIII. El punto de vista teosófico sobre las hadas.

PREFACIO La presente obra contiene las reproducciones de las célebres fotografías de Cottingley y todos los documentos que tiene que ver con el caso. El lector atento podrá, casi con igual facilidad que o, forjarse una opinión sobre la autenticidad de las fotos. Este relato no es un alegato de especialista persuadido de su autenticidad, sino una simple reunión de hechos cuya interpretación podrá aceptar o rechazar el lector. No obstante, a las personas escépticas les pido que no se dejen engañar por el sofisma consciente de decir que, puesto que un profesional del fraude que sea diestro en el arte de la falsificación puede reproducir un objeto semejante al original, también éste, por consiguiente, se ha conseguido de manera fraudulenta. Pocas cosas hay que no puedan simularse y, si hubiese que hacer caso del citado razonamiento, por el hecho de que unos defraudadores estén en condiciones de producir ciertos efectos con sus películas propias y escenificaciones , habría que deducir entonces que análogamente resultados, pero conseguidos en condiciones naturales por no profesionales, también están trucados. Este razonamiento no puede influir en el público sagaz. Añadiré que el debate surgido en torno a la existencia objetiva de una forma de vida subhumana no tiene nada que ver con la cuestión, más amplia y absolutamente vital, del espiritismo. Deploraría que mis argumentos a favor del espiritismo se vienen de algún modo afectados por la exposición de esta

extrañísima historia, que realmente no tiene nada que ver con la propagación de la vida en el más allá.

Crowborough Marzo de 1922

Fotografía sacada por Elsie. Día soleado y claro, julio de 1917. Cámara fotográfica “Midg”. Distancia: 1,20 m. Tiempo de exposición 1/50º de segundo. Expertos en fotografía certifican que el negativo original no tiene la menor huella de montaje, retoque ni marca ninguna. La fotografía, hecha de una sola toma, al aire libre y con luz natural, está ligeramente sobreexpuesta. La cascada y las rocas están aproximadamente seis metros detrás de Frances, que está de pie, apoyada sobre la orilla del riachuelo. Puede verse una quinta hada detrás de las que están a la derecha. Los colores de las hadas, tal como los ha descrito la chica, son rosa, verde, azul lavanda y malva muy pálido, más intensos en las alas, y transformándose en blanco, casi puro, en los miembros y las ropas de las hadas. Cada hada tiene su propio color.

Fotografía sacada por Frances. Día bastante claro, septiembre de 1917. Cámara fotográfica “Midg”. Distancia: 2,50 m. Tiempo de exposición: 1/50º de segundo. El negativo original ha sido examinado, ampliado y analizado tan detalladamente como la fotografía A. esta placa está considerablemente sobreexpuesta. El gnomo saltaba en el preciso momento en que Frances, que tenía la cámara fotográfica, apretó el disparador. Se describe al gnomo con leotardos negros, jersey marrón tirando a rojo y gorro rojo puntiagudo. Las alas, suaves y cubiertas de plumón. Cuando no hay ruido, se oye de cuando en cuando la música de la flauta de Pan que tiene en la mano izquierda, poco más que un tintineo. Parece ser que no pesa nada, pero cuando se te posa en la mano desnuda, sientes como un “pequeño aliento”.

Fotografía sacada por Elsie en agosto de 1920. Cámara fotográfica “Cameo”. Distancia: 1 m. Tiempo de exposición: 1/50º de segundo. Este negativo, así como los dos siguientes (D y E) fueron tan cuidadosamente analizados como los anteriores, y tampoco muestran ninguna otra cosa que fotografías perfectamente auténticas. Proceden de un lote de placas secretamente selladas sin que lo supiesen las chicas. El hada salta desde las hojas que hay debajo y planea por un momento, cosa que hizo tres o cuatro veces. Como el hada saltó un poco más arriba que las veces anteriores, Frances creyó que iba a darle en la cara, e instintivamente echó atrás la cabeza. El hada parece llevar unas mallas de color lavanda pálido.

Un hada ofrece a Elsie un ramillete de jacintos silvestres. El hada permanece casi inmóvil, posada sobre las hojas del arbusto. Tiene las alas con manchas amarillas, y la parte superior del vestido es rosa muy pálido.

Esta fotografía es particularmente notable. sería extremadamente difícil de realizar un negativo como este por medio de trucajes; incluso imposible, según algunos expertos. Además, la fotografía tiene un elemento en el que las chicas nunca se habían fijado. No sabían en absoluto qué era este nido o capullo que aparece entre las hierbas. Los amantes de las hadas de New Forest y otros lugares dicen que es un baño mágico, que las hadas tejen con gran rapidez, y que lo usan cuando hace un día gris, sobre todo en otoño. Los rayos de sol que pasan a través del nido parecen magnetizar el interior, produciendo así un “baño” que devuelve la vitalidad y la energía.

Mr. E. L. Gardner, Miembro del Ejecutivo de la Comunidad de la Sociedad Teosófica (Inglaterra)

A. Conan Doyle, retrato de H. L. Gates, 1933 (Sherlock Holmes Pub, Londres)

Arthur Conan Doyle

Elsie y Frances. Fotografiada tomada por el Sr. Wright en junio de 1917 con la cámara fotográfica "Midg" que acababa de comprar, la única que tuvo nunca.

Escena de El sueño de una noche de verano de Francis Danby, 1832 (Oldham Art Gallery and Museum).

Frances en 1920

Las dos muchachas cerca del lugar en el que en 1920 fue fotografiada el hada saltarina.

La fotografía de Canadá

Elsie en 1920, cerca del lugar donde se había sacado la fotografía del gnomo tres años antes.

La disputa de Oberón y Titania, de sir Joseph Noël-Paton, 1849. (National Gallery de Escocia, Edimburgo)

Vista del riachuelo en 1921

El riachuelo y el pequeño valle de Cottingley. A, B, C, D, y E: lugares donde se tomaron las fotografías. X la casa.

Sr. y Sra. Wright , con su hija Elsie

Capítulo 1

CÓMO OCURRIÓ TODO Es posible que los hechos que vamos a contar en este libro saquen a la luz la estafa más fabulosa jamás hecha al público, pero tal vez el futuro, por el contrario, muestre que estos hechos constituyen un hito en la historia de la humanidad. Si verdaderamente conseguimos probar que, en la superficie de nuestro planeta,

existe una población tan numerosa como la de la especie humana, que hace su vida como el place, y que se distingue de nosotros por la simple diferencia de la frecuencia de sus vibraciones, las consecuencias de nuestro descubrimiento son difíciles de imaginar. Tan sólo podemos ver aquello que se encuentra dentro de los límites del espectro luminoso. A un lado y a otro de ese espectro, hay infinitas vibraciones que no pueden captar nuestros ojos. Si fuésemos capaces de imaginar la variedad de seres hechos de una sustancia que emite vibraciones más largas o más cortas que las nuestras, estos seres resultarían invisibles para nosotros en la medida en que no pudiésemos “sintonizar” subiendo hasta ellos o haciéndolos bajar hacia nosotros. Precisamente esta capacidad de saber sintonizar con otras vibraciones distintas de las nuestras y mantenerse en contacto con ellas es lo que hace al clarividente. A mi parecer, no hay nada científicamente imposible en el hecho de que algunos vean lo que otros no ven. Si tales seres existen realmente, y si las facultades inventivas del cerebro humano se orientan hacia esta problemática, no cabe duda de que se inventarán gafas parapsíquicas, actualmente inimaginables, que permitirán que todos se abran a esta innovación. Si la electricidad de alta tensión adaptada a otros usos, no se ve por qué razón, con un mecanismo análogo, no podría hacerse lo mismo con las vibraciones del fluido cósmico etéreo y las ondas luminosas. Pero todo esto, desde luego son sólo especulaciones vayamos a los hechos. A comienzos del mes de mayo de 1920, hablando con mi amigo el Sr. Gow, redactor en jefe de la revista light, tuve conocimiento de que alguien se enorgullecía de haber fotografiado hadas. Mi amigo no había visto las fotografías, pero me encaminó hacia la Sra. Scatcherd, una dama a la que yo respetaba mucho por su erudición y sus opiniones. Conseguí verme con ella. Tampoco había visto las fotografías, pero una amiga suya, la Sra. Gardner, había tenido conocimiento de su existencia. El 13 de mayo, la Sra. Scatcherd me escribió diciéndome que se acercaba al final, y adjuntaba a su carta el extracto de una carta de la Sra. Gardne, del que adjunto copia. En este punto de mi testimonio prefiero dar los documentos tal cual, porque pienso que muchos lectores preferirán encontrar aquí informaciones de primera mano sobre tan espectacular aventura. Hablando de su hermano, el Sr. Gardner, dice: “Ya sabe usted que Edward es teósofo desde hace muchos años y que pasa la mayor parte del tiempo dando conferencias y haciendo otros trabajos para la Sociedad Teosófica. Hacía años que yo lo consideraba un hombre tan sumido en el error que no podía serle de ayuda ninguna oración por la salvación de su alma, pero ahora tengo con él relaciones muy exaltantes. Doy gracias al cielo por haberme encontrado presente en Willesden cuando se puso de luto, pues pude comprobar hasta qué punto lo sostenía y lo reconfortaba su fe. No cabe duda de

que va a dedicar cada vez más tiempo y energías a dar conferencias por todos los países, etc. Me gustaría muchísimo que pudiese ver usted una foto que tiene mi hermano. Él cree en las hadas, los duendes y los tragos. Ya sabe usted que a veces los niños pueden verlos de verdad y jugar con ellos. Mi hermano ha entrado en contacto con una familia de Bradford cuya hija Elsie y su prima Frances suelen ir al bosque para jugar allí con las hadas. El padre y la madre no les hacen caso y no quieren saber nada de esas “pamplinas”, como dicen ellos, pero una tía con la que ha hablado Edward, en cambio, cree en lo que cuentan las niñas. Hace poco, Elsie dijo que quería fotografiar a estas hadas y le suplicó a su padre que le prestase su aparato de fotografía. Durante mucho tiemo se negó, pero finalmente la niña consiguió que le dejase la cámara y una placa. Y he aquí que, junto con Frances, se fue al bosque, cerca de una cascada. Frances las “captaba”, como dicen ellas, y Elsie estaba preparada con la cámara. Pronto aparecieron tres hadas y un duendecillo danzando en el aura de Frances. Elsie pulsó el disparador rogando al cielo que todo saliese bien. El padre se lo tomó con mucha clama antes de revelar la fotografía, pero finalmente se puso manos a la obra y, para gran estupefacción suya, las cuatro adorables pequeñas formas aparecieron maravillosamente bien. Edward llevó el negativo a un especialista en fotografía capaz de reconocer de inmediato un cliché trucado. Muy escéptico antes de estudiarlo, el experto le propuso de inmediato cien libras al contado. Afirmó que era una fotografía totalmente auténtica y notable. Edward la ha hecho ampliar y la tiene colgada en la pared del recibidor de su casa. Este cliché le interesa mucho, y piensa ir a Bradford a ver a las niñas lo antes posible. ¿Qué le parece a usted? Dice Edward que las hadas están en la misma línea de evolución que los insectos alados, etc. me temo que no soy capaz de comprender todos sus argumentos, pero estaba segura de que a usted le interesaría enormemente. ¡Cuánto me gustaría que pudiese ver usted esa fotografía, y también otra de una de las niñas con el más adorable duendecillo que pueda imaginarse.” Esta carta me llenó de esperanzas, y redoblé los esfuerzos para conseguir las fotografías. Supe que había dos, y que se habían enviado a una amiga de la familia, la Sra. Blomfield, para un peritaje. Así que, mi investigación prosiguió en esa dirección, y he aquí la respuesta que obtuve a mi carta pidiendo información. Los Mirtilos, Beckenham, 21 de junio de 1920 Muy señor mío, Aquí tiene las fotografías de las hadas; son muy intersantes. ¿no le parece?

Estoy convencida de que mi primo se alegrará mucho de que usted las conozca. Pero me dijo (y lo confirmó posteriormente por escrito) que por ahora no desea verlas difundidas. Pienso que tiene proyectos respecto a ellas, y que están sometidas a derechos de copia, pero no en beneficio suyo, por lo que sé. Todavía no ha terminado su investigación. Le he preguntado si podía hacer un contratipo de las fotos con objeto de tener unos cuantos chichés para amigos que pudiesen estar interesados, pero me ha escrito para decirme que prefería que no nos movamos por ahora. Creo que mi primo no está en casa estos días, pero se llama Edward L. Gardner y es presidente de una rama de la Sociedad Teosófica (la lógica Blavatsky) y suele dar conferencias en la sala Mortimer, en Mortimer Square de Londres. Hace unas cuantas semanas dio allí una conferencia y proyectó en una pantalla las fotografías de hadas mientras contaba lo que sabía de ellas. Sinceramente suya, E. BLOMFIELD

Dentro del sobre había dos fotografías notables que se reproducen en este libro, la del gnomo que baila y la de las hadas en corro. Lar reproducciones iban acompañadas de una nota técnica. Ni que decir tiene que quedé absolutamente encantado con aquellas maravillosas fotografías, y respondí a la Sra. Blomfield para agradecerle su amabilidad y sugerirle que se emprendiese una investigación profunda con el fin de probarme la autenticidad de los clichés. Agregué que, si quedaba claramente sentada, estaría encantado de tener el privilegio de ayudar a l Sr. Gardner a dar resonancia pública a su descubrimiento. Obtuve la siguiente respuesta: Lor Mirtilos, Beckenham, 23 de junio de 1920 Apreciado Sir Arthur, ¡Qué feliz me siento de que le hayan gustado las hadas! Me gustaría ayudarlo a usted al máximo, pero no hay gran cosa que yo pueda hacer. Si las fotografías me perteneciesen (me refiero a los negativos), estaría encantada de que se informase al público a través de usted, pero de momento es mi primo quien debe dar su aprobación. Yo creo que él desea realmente difundir la información, pero , como le dije, no estoy al corriente de sus proyectos y no estoy segura de que sea el momento adecuado. Después de mi primera carta, pensé que sería preferible darle la dirección de su hermana. Es una persona sensata, que tiene los pies en el suelo; está inmersa en

el voluntariado social, y su naturaleza abierta y práctica hace le salga bien todo cuanto emprende. Ella cree realmente en la autenticidad de las fotografías de las hadas. Edward es un hombre inteligente y bueno. Quienes lo conocen saben que todo testimonio que venga de él es auténtico, tanto en el plano de la veracidad como en el del juicio. Espero no molestarle con estos detalles, pero he supuesto que saber un poco más de las personas que han descubierto las fotografías le permitirán a usted remontarse a las fuentes. No veo nada que indique uan estafa ni una broma. Dicho esto, la primera vez que vi las copias, pensé que tenía que haber otra explicación distinta de la que creía ver. ¡Era demasiado bonito para ser verdad! Pero hasta los menores detalles de que he ido teniendo conocimiento me confirman que las fotografías son auténticas, aun sabiendo que Edward es mi único informador. Él mismo espera obtener más información de las propias niñas. Sinceramente suya, E. BLOMFIELD

Casi en el mismo momento, recibí una carta de otra dama que estaba al corriente de este asunto: 29 Croftdon Road, Highgate Road, N. W. 24 de junio de 1920

Apreciado Sir Arthur, Me alegra saber que se interesa usted por nuestras hadas. Si las fotos son auténticas, y es lo que creo, lo que está en juego es ni más ni menos que el descubrimiento de un mundo nuevo. No carece de interés el mencionar que, cuando examiné las fotos con lupa, la artista que soy advirtió que las manos de las hadas no son del todo como las nuestras. Estos pequeños personajes tienen en todo apariencia humana excepto en las manos, que se parecen a algo así (un croquis describía una especie de palma). Me parece que la barba del pequeño gnomo evoca una especie de apéndice de insecto, pero sin duda un vidente diría que es una barba. Me parece además que la blancura de las hadas tal vez se deba a la ausencia de sombra, cosa que explica su aire artificial y sin relieve. Sinceramente suya, MAY BOWLEY

Después de haber visto las fotografías y de que me hubieran dicho que el Sr. Gardner era alguien digno de confianza, sano de espíritu y de buena reputación, me sentí más seguro de mí mismo. De modo que le escribí, valiéndome de las recomendaciones de unos y otros, y le expliqué lo mucho que me interesaba el asunto, hasta qué punto me parecía esencial que se revelasen los hechos al mayor público posible y que podía efectuarse una investigación imparcial antes de que fuese demasiado tarde. He aquí la respuesta que recibí a mi carta:

5 Craven Road, Harlesden, N.W. 10 25 de junio de 1920

Apreciado señor, Acabo de recibir su interesante carta del 22 de junio y estoy a su total disposición. Por lo que se refiere a las fotografías, el asunto es bastante largo y no he podido reconstituirlo más que avanzando paso a paso. Las niñas en cuestión son muy tímidas y reservadas… Son las hijas de la familia de un obrero de Yorkshire y, desde su más tierna infancia, según dicen, han jugado con hadas y duendes en el bosque, cerca de su pueblo. No le cuento aquí toda la historia – tal vez podríamos vernos para ello - , sin embargo, cuando finalmente pude ver las copias, demasiado malas, quedé tan impresionado que insistí para que me dejasen los negativos. Los sometí a dos expertos de primer orden, uno en Londres y otro en Leeds. El primero , que nunca había tenido delante este tipo de temas, ¡afirmó que las placas eran totalmente auténticas pero inexplicables! El segundo, que conocía el problema y que había hecho varias veces de experto para demostrar trucajes parapsíquicos, también estaba convencido. Así pues, proseguí mi investigación. Espero obtener otras fotografías, pero de momento es difícil reunir a las dos chicas. Tienen once y diecisiete años, han empezado a trabajar y viven a varios kilómetros la una de la otra. Espero poder conseguirlo, sin embargo, y obtener así fotografías de otras variedades de hadas. Estos espíritus de la naturaleza pertenecen a una variedad no individualizada y me gustaría mucho obtener una huella de seres superiores. Pero unas niñas como esas son raras de encontrar y temo que intervengamos demasiado tarde, pues sin duda llegará lo inevitable; quiero decir que una de ellas se enamorarán y entonces …¡todo se esfumará! Añado que deseo enormemente evitar todo aspectos económicos en este asunto. Tal vez no lo conseguiría, pero en todo caso no seré yo el primero que hable de ello. Busco la Verdad, y nada enturbia más su camino que el dinero. En todo caso, puede usted contar conmigo para darle toda la información posible.

Sinceramente suyo, EDWARD L. GARDNER

Esta carta me animó a trasladarme a Londres para conocer al Sr. Gardner, un hombre tranquilo, equilibrado, reservado, ni excéntrico ni iluminado. Me mostró bellas ampliaciones de las dos maravillosas fotografías y me dio muchas informaciones que iré proporcionando aquí posteriormente. Ninguno de los dos habíamos conocido a las dos chicas y nos distribuimos los papeles; él se encargaría de los contactos personales, mientras que yo daría forma literaria a los resultados de nuestra investigación. Acordamos ir al pueblo en cuanto pudiésemos para ver a todas las personas implicadas. Entretanto, mostré las copias y a veces también los negativos a varios amigos cuyos conocimientos en materia de parapsíquica me inspiraba confianza. Entre ellos ocupa un papel eminente Sir Oliver Lodge. Me parece ver todavía su mirada asombrada e interesada mientras contemplaba las fotografías que yo había puesto ante él en el salón del Atheneum Club. Prudente como siempre, se negó a juzgarlas por las apariencias y emitió la hipótesis de que se había sacado una foto de los danzantes del Californian Classic y se había sobreimpreso sobre un paisaje rural inglés. Yo repliqué que teníamos la certeza de que la fotografías las habían sacado las dos chicas de clase obrera y que ese trucaje estaría fuera de sus posibilidades, pero no logré convencerle y, por lo demás, todavía actualmente se pregunta al respecto. Las críticas más graves salían de los espiritistas , para quienes la existencia de los nuevos seres, tan alejados de los espíritus como de los humanos, no eran demasiado plausibles y temían – sin duda con razón – que su aparición en este mundo complicase el debate parapsíquico en curso tan crucial para muchos de nosotros. Uno de los espíritus críticos era alguien a quien llamaré aquí el –Sr. Lancaster, que – y esto es una paradoja bastante frecuente – combinaba considerables poderes de vidente, tanto en el plano de la clarividencia como en el de la clariaudiencia, al tiempo que ejercía con gran competencia un oficio muy prosaico. Afirmaba que a menudo había visto hadas con sus propios ojos, y por consiguiente su opinión era muy valiosa para mí. Este caballero tenía un espíritu guía (puede usted sonreír, lector escéptico), y le preguntó a él. Su respuesta me demostró tanto la fuerza como la debilidad de las investigaciones parapsíquicas. En respuesta a mis preguntas, me escribió en julio de 1920: “Sobre las fotografías: cuanto más pienso en ello, menos me gusta (me refiero a la fotografía de las hadas con cofia a a la pariense). Me dice mi guía que la foto fue tomada por un hombre rubio, de baja estatura, con el pelo peinado hacia atrás; tiene un estudio con un montón de cámaras fotográficas, de las que algunas funcionan “con manivela”. No sacó la foto para engañar a los espiritistas, sino para

complacer a la chica; ésta escribía cuentos de hadas que él ilustraba de este modo. Tampoco él es espiritista, y le divertiría mucho si fuese si dijesen que lo es. No vive cerca de nosotros, y el lugar donde vive es muy distinto, es decir, las casas, en vez de estar bien alineadas, están colocadas de cualquier manera. Parece que no es inglés. Por la descripción, tengo la impresión de que eso sucede en Dinamarca o en Los Ángeles. Esa es mi opinión, si le vale. Me gustaría mucho tener la lente que capta a la gente en movimiento rápido con la nitidez de esa foto. Debe ser del F/4, 5, debe de costar cincuenta guineas como mínimo; no el tipo de lente que tendrían las hijas de un obrero en una cámara de aficionado. Dicho esto, dada la rapidez con que se ha tomado la cascada en segundo plano, ésta se encuentra suficientemente movida para justificar una exposición de un segundo como mínimo. Soy incrédulo como santo Tomás, ¿verdad? El otro día me dijeron que, si por si la mayor de las casualidades , subiese al cielo, sería preciso: - que insistiese en clasificar a los ángeles por fichas; - que montase una caseta de tiro con vistas a una posible invasión procedente del infierno. Dada la lamentable reputación que me ha dado la gente que pretende que me conoce, no se tendrán demasiado en cuenta mis puntillosas críticas, que se tomarán por trapacerías; al menos hasta cierto punto.” Estas reflexiones y mensajes parapsíquicso suelen parecerse a los de las personas que tienen esas visiones oscuras en un espejo que contiene una extraña mezcla de verdad y falsedad. Cuando le mostré esta carta al Sr. Gardner, éste me confirmó que estas palabras reflejaban realmente , a grandes rasgos, al Sr. Snelling y su entorno, el mismo caballero que había tenido en sus manos los negativos, los había sometido a peritaje y había sacado ampliaciones. Así pues, era este incidente pasajero, y no el inicio del asunto, lo que había impresionado al guía del Sr. Lancaster. Todo ello, por supuesto puede no parecer evidente al simple lector, pero, como he dicho, juego con las cartas sobre la mesa con todos los testimonios posibles. La opinión del Sr. Lancaster era tan importante para nosotros, y estábamos tan persuadidos de que había que poner todos los medios para alcanzar la verdad, que sometimos las placas al examen de otros expertos. Los detalles se encuentran en la siguiente carta: 5Craven Road, Harlesden, N.W. 10 12 de julio de 1920

Apreciado Sir Arthur, Sólo unas palabras para contarle en qué estado nos encontramos y para agradecerle su amable carta, así como el envío de la casa Kodak. Hace una semana, tras haber tenido conocimiento de la opinión del Sr. Lancaster, decidí obtener un peritaje todavía más a fondo de los negativos, si es que eso es posible. Así pues, fui a ver al Sr. Snelling en Harrow y hablé largamente con él, insistiendo en la importancia que yo concedía a un juicio definitivo. Creo que ya le dije que el Sr. Snelling está desde hace treinta años en relación continuada, en varios planos, con la Compañía Autotype y la gran fábrica de fotografía Illingworth. Tiene hechos excelentes trabajos tanto en exterior como en estudio. Hace poco se instaló por su cuenta en Wealdstone (Harrow) y tiene bastante éxito. El peritaje el Sr. Snelling sobre los dos negativos es categórico y totalmente decisivo. Dice que está perfectamente seguro de dos cosas: 1. No hay más que una sola toma; 2. Todas las forma de hadas se movían durante la toma, que era “instantánea”. Cuando lo presioné sobre la posible utilización de siluetas de papel o de cartón, de fondos reconstituidos o pintados y todos los artificios realizables en un estado moderno, confirmó su opinión mostrándome otros negativos y copias que le daban la razón. Añadió que todo aquel que tuviese gran experiencia en este campo podía detectar de inmediato un fondo negro y una sobre impresión en un negativo. Lo mismo ocurre en el caso de un objeto en movimiento, me dijo ojeando fotografías d aviones. No es que yo esté de acuerdo con todos sus argumentos, pero reconozco que me convenció totalmente en cuanto a los dos puntos mencionados más arriba, que , tomados simultáneamente refutan todas las objeciones posibles. El Sr. Snelling está dispuesto, sin titubeos, a certificarlas y a poner en juego su reputación en cuanto a la exactitud de lo que asegura. Estaré ausente de Londres desde el próximo miércoles hasta el día 28 fecha en que iré a Bingley para una investigación de uno o dos días en aquel lugar. Propongo enviarle los dos negativos, que puede usted conservar durante unos quince días. Están cuidadosamente empaquetados y pueden enviarse por correo con total seguridad. Si no desea usted tenerlos, los enviaré o los haré llevar al Sr. West de la casa Kodak para que dé su opinión. Cómo usted, pienso que eso vale la pena, dado que es un gran experto en la materia. Tengo realmente muchas ganas de llegar hasta el final; pese a que yo ya estaba seguro, tengo ahora más confianza que nunca tras la entrevista del otro día. Sinceramente suyo EDWARD L. GARDNER

Tras haber recibido esta carta y los negativos, yo mismo los llevé a las oficinas de la compañía Kodak en Kingsway, donde vi al Sr. West y a otro experto de la casa Kodak. Estudiaron cuidadosamente las placas y ni uno ni otro encontraron huellas de sobreimpresión ni de ningún otro artificio. En cambio, eran de la opinión de que, poniéndose manos a la obra con toda su técnica y todos sus recursos, podrían producir fotografías comparables de manera natural. De modo que no podían afirmar que nuestras fotografías fuesen de origen sobrenatural. Por supuesto, si las fotografías se examinan solamente en el aspecto técnico, es un punto de vista razonable, pero eso se parece un poco al viejo razonamiento antiespiritista, totalmente desacreditado, según el cual,, puesto que un prestidigitador puede producir ciertos efectos, una mujer o un niño que produzcan efectos semejantes también utilizará técnicas de prestidigitación. Me parecía evidente que la investigación , a fin de cuentas, tenía que llevarse a cabo alrededor de la personalidad y el entorno de las chicas, más que sobre las fotografías. Yo ya había iniciado este contacto con la mayor, mandándole un libro, y había recibido en respuesta estas pocas líneas de su padre: 31 Main Street, Cottingley, Bingley 12 de julio de 1920

Apreciado Sir Arthur, Espero que nos perdonará no haber respondido antes a su carta y no haberle agradecido el bonito libro que tan amablemente le ha mandado a Elsie. Está encantada y puedo asegurarle que apreciamos el honor que le ha hecho usted. El libro llegó el último sábado por la mañana, una hora después de que hubiésemos salido a pasar unos días de vacaciones en el mar, y no supimos de su existencia hasta ayer por la noche. Hemos recibido al mismo tiempo una carta del Sr. Gardner y nos propone venir a vernos a finales de julio. ¿Sería para usted un problema esperar hasta entonces? En esa fecha podríamos contarles todo cuanto sabemos. Muy cordialmente ARTHUR WRIGHT

Nos parecía evidente que debíamos ver las cosas más de cerca, y con este objeto se fue al Norte el Sr. Gardner para entrevistarse con toda la familia y llevar a cabo una investigación detallada sobre el terreno. El resultado de su viaje se encuentra en el artículo que publiqué en el Strand Magazine, que cubre todo el asunto (véase p. 43). Incluyo aquí simplemente la carta que me mandó a su regreso de Yorkshire.

5 Craven Road, Harlestden, N.W. 10 31 de Julio de 1920 Mi apreciado Conan Doyle,

Ya estoy aquí a su disposición, y como tan sólo he tenido una hora para poner en orden las cosas, le escribo inmediatamente para que reciba usted el paquete lo antes posible. Como debe usted de tener prisa, le hago un resumen de lo más sencillo, y dejo a su albedrío el tomar en consideración lo que le parezca necesario. Se lo mando todo, los negativos, las pruebas de 8,2 cm x 10,8 cm y de 12 cm x 16,5 cm, las ampliaciones, así como las diapositivas para su proyección. Por otra parte, el martes tendré las copias de mis propias fotografías de los paisajes del pequeño valle, incluidos los dos lugares que se ven en los clichés de las hadas, así como unas pruebas de las chicas tomadas en 1917, descalzas, mientras juegan en el arroyo que hay detrás de su casa. También tengo una fotografía de Elsie, que muestra la mano. Para responder a sus preguntas: 1. Tengo la autorización formal para utilizar estas fotografías como me parezca. Se autoriza su publicación con la única condición de que no se incluya ni nombre ni dirección alguna.

2. Hay preparadas copias para Inglaterra y los Estados Unidos.

3. La gente de la casa Kodak, así como los de la compañía Illingworth, no desean manifestarse sobre las fotografías. Sobre los primeros, ya está usted al corriente. En cuanto a los de la casa Illigworth, argumentan que son capaces de producir en estudio un negativo semejante empleando con destreza maquetas y telas pintadas. El experto de otra compañía insistía en la construcción de una “maqueta”, y sus afirmaciones se derrumbaron solas cuando estuve en el lugar de los hechos. Peor nadie ha aceptado que se publiquen sus dictámenes. Aparte del punto de vista de Snelling, está claro que las fotografías hubieran podido producirse en estudio, pero que en los negativos no hay ningún indicio que permita afirmarlo con certeza. (Agregaré que Snelling, a quien volví a ver anoche, rechaza con menosprecios que puedan producirse artificialmente unos negativos como esos. Afirma que reconocería de inmediato uno falso.)

4. Le adjunto mi informe. Puede usted utilizarlo como mejor le parezca.

El padre, el Sr. Arthur Wright, me causó buena impresión. Lo encontré totalmente abierto y disponible. Me explicó su punto de vista sobre todo el asunto, a saber, que no entendía nada, pero asegura con firmeza que la placa que sacó de la cámara fotográfica Midg es realmente la misma que había introducido él aquel mismo día. Es electricista en una finca de los alrededores. Es preciso y muy inteligente, y se muestra abierto y honesto. Comprendí por qué la familia me trataba con gran consideración. Hace unos años, la Sra. Wrigth se interesó por el pensamiento teosófico y cuenta que le resultó muy benéfico. Conocía mi relación con la Sociedad Teosófica y eso le dio confianza en mí. De ahí la acogida tan calurosa de la familia, que me había asombrado. ¡De hecho, creo que el guía de L. se topó con el pobre inocente de Snelling! Anoche me di cuenta de que corresponde al retrato esbozado. Es realmente él quién reveló los negativos de los que están sacadas las pruebas que tiene usted en su poder, y trabaja realmente en una habitación llena de máquinas extrañas con manivelas, y objetos que se usan para la fotografía… Sinceramente suyo, EDWARD L. GARDNER

Espero que el lector reconocerá que hasta ahora no hemos sido demasiado irreflexivos o crédulos y que hemos tomado todas las medidas juiciosamente requeridas para verificar este asunto. Si queremos buscar la verdad, sin ideas preconcebidas, no tenemos más remedio que proseguir nuestra investigación y someterla al público para que otras personas, llegado el caso, puedan descubrir el error que se nos haya escapado. Debo rogarle al lector que me disculpe si algunos pasajes del siguiente artículo del Strand se han tratado ya en este capítulo introductivo.

El Misterio de las Hadas - Capítulo 2 - Arthur Conan Doyle

Capítulo II

PRIMERA PUBLICACIÓN SOBRE LAS HADAS Strand Magazine, número de Navidad de 1920 Si los hechos que aquí refiero , así como las fotografías que los ilustran, resisten a las críticas que no dejarán de suscitar, no creo aventurarme demasiado si afirmo que constituirán un hito en la historia del pensamiento humano. Los someto al público, acompañados de testimonios, para que sean estudiados y evaluados. Si se me preguntase si yo mismo considero que la prueba de la veracidad de estos hechos es irrefutable y definitiva, respondería que, para disipar las últimas dudas, desearía que se renovase la experiencia ante un juez imparcial. De todos modos, reconozco la dificultad de tal procedimiento, pues no se producen por encargo hechos tan raros. Por eso, a fala de prueba irrefutable y absoluta, y tras haber examinado todas las posibles causas de error, considero que el dossier es válido. Es evidente que algunos clamarán que es una superchería, cosa que no dejará de impresionar a aquellos que no hayan tenido la ocasión de visitar in situ los lugares y hablar con las personas concernidas. En el plano de la técnica fotográfica , se han formulado y refutado todas las objeciones posibles e imaginables. Las dos fotografías van unidas. Ambas son auténticas o trucadas. Los más mínimos detalles del dossier están a favor de la primera hipótesis y , sin embargo, frente a un caso que abre un camino tan innovador, hay que proporcionar pruebas indiscutibles antes de afirmar que no queda la menor duda.

El pasado mes de mayo me llegó la información a través de la Sra. Felicia Scatcherd, bien conocida en los medios intelectuales. Me hizo saber que en el Norte de Inglaterra se habían sacado dos fotografías en circunstancias que de entrada descartan la superchería. Esta información me hubiera interesado de todas formas, pero se da la circunstancia de que me encontraba reuniendo testimonios para un artículo sobre las hadas, terminado posteriormente, y que había acumulado un impresionante número de relatos de personas que afirmaban haber visto a esas pequeñas criaturas. Personas dignas de fe daban pruebas tan completas y detalladas que me resultaba difícil de creerlas trucadas. Pero, siendo yo más bien escéptico por naturaleza, asentí que tenía que recoger elementos más tangibles antes de estar profundamente convencido, y quería asegurarme de que no se trataba de formas mentales concebidas por la imaginación o el deseo de videntes. El rumor sobre la existencia de las fotografías me interesó considerablemente, de modo que llevé a cabo una investigación, yendo de una informadora a otra, y dando finalmente con el Sr. Edward L. Gardner, que desde entonces se convirtió en mi colaborador más eficaz, y aprovechó este texto para rendirle homenaje. No es necesario mencionar que el Sr. Gardner es miembro del comité ejecutivo de la Sociedad Teosófica, además de ser un conferenciante muy conocido en el campo del ocultismo.

Por aquel tiempo, todavía no había dominado el conjunto del dossier, pero desde entonces ha puesto todos los documentos a mi disposición. Yo había visto ya copias fotográficas sobre el papel, pero me tranquilizó descubrir que era él quien poseía los negativos y que era éstos, y no las copias, lo que se había sometido a los expertos en fotografías, que se habían pronunciado a favor de la autenticidad de las instantáneas sobre todo el Sr. Snelling, cuya dirección es 26 The Bridge, Wealdstone, Harrow. El propio Sr. Gardner cuenta los hechos más adelante, de modo que señalemos simplemente que por aquel entonces había entrado en relación directa y amistosa con la familia Carpenter. Hemos preferido emplear un seudónimo y no revelar su dirección exacta, pues es evidente que su vida se vería turbada por demasiado correo y visitas si se revelasen sus verdaderas identidades. En cambio, si bien se respeta el anonimato de la familia, no habría ninguna objeción a que un comité restringido verificase los hechos por sí mismo. Por el momento, llamémoslos la familia Carpenter, que viven en el pueblo de Dalesby, West Riding.

Según nuestras informaciones, tres años antes, la hija y la sobrina del Sr. Carpenter, de dieciséis y diez años, habían sacado las dos fotografías, una en verano y otra a comienzos de otoño. El padre no se interesaba en absoluto por este tipo de cosas, pero, como su hija afirmaba que su prima y ella solían ver hadas en el bosque durante sus paseos, y que habían trabado con ellas relaciones privilegiadas, le dejó su cámara fotográfica cargada con una placa sensible. De ahí salió la fotografía de las hadas danzando, cosa que dejó pasmado al padre cuando reveló la película aquella misma noche. La chica que mira sa su prima como para decirle que ya tiene que apretar el disparador es Alice, la sobrina, mientras que la chica mayor fotografiada unos meses más tarde con un pintoresco duendecillo, es Iris, la hija. Cuenta el padre que, por la noche, una de las chicas estaba tan excitada que se había introducido en el pequeño cuarto oscuro en el que él estaba a punto de revelar las fotografías y que , al ver aparecer a las hadas en el revelador, le gritó a la otra, que iba y venía detrás de la puerta: “¡Alice!¡Las hadas salen en la placa!¡Salen en la placa!”.

Qué alegría, desde luego, para aquellas niñas de las que se habían burlado, como se ridiculizan en este mundo incrédulo tantos niños que cuentan lo que sin embargo han percibido realmente sus sentidos.

El padre de Iris es un obrero bien considerado, que trabaja en una fábrica cercana, y la familia es conocida y respetada. Son gente cultivada, lo que ha facilitado sus relaciones con el SR. Gardner. Y es que la Sra. Carpenter había estudiado los textos teosóficos, de los que había sacado gran provecho espiritual. Entablaron correspondencia, y sus cartas, sinceras y leales, reflejaban cierto asombro ante la agitación que parecía provocado el asunto.

Así estaban las cosas cuando conocí al Sr. Gardner, pero me pareció evidente que había que seguir adelante con nuestras investigaciones. Teníamos que delimitar mejor lo que había sucedido. Sometimos los negativos a la casa Kodak, donde unos expertos no vieron en ellos ningún fallo, pero se negaron a dar fe de su autenticidad por temor a caer en una trampa. Un fotógrafo aficionado con experiencia se negó a examinarlos debido a que las pequeñas hadas llevaban cofia a la moda parisina. Otra sociedad fotográfica, cuyo nombre sería cruel citar, afirmó que el fondo de las fotos era un decorado de teatro y que, por consiguiente, las fotos eran burdas falsificaciones. Sobre todo, me basé en la sincera adhesión del Sr. Snelling a nuestro proyecto, referida a más adelante en este artículo, y me consolé diciéndome que , si las cosas diciéndome que, si las cosa se verificaban sobre el terreno – e íbamos a poner en ello todo nuestro empeño -, sería imposible que un fotógrafo aficionado de un pueblecito pudiese tener el material y dominio técnico suficiente para producir una falsificación que resultase indetectable par los mayores expertos de Londres.

En ese punto del asunto, el Sr. Gardner decidió ir a investigar sobre el terreno, viaje que habría emprendido gustosamente con él de no ser porque me veía apremiado por el tiempo antes de mi ya cercano viaje a Australia. He aquí el informe del Sr. Gardner:

5 Craven Road, Harlesden, N.W. 10 29 de Julio de 1920

A comienzos de este año de 1920, una amiga me informó de que en el Norte de Inglaterra se había sacado con éxito fotografías de unas hadas. Investigué, y conseguí copias de las fotografías, así como el nombre de la dirección de las muchachas que las habían sacado. La correspondencia que siguió me pareció tan ingenua y prometedora que rogué que me mandasen los clichés. Días más tarde, recibí por correo dos placas de 8,2 cm x 10,8 cm. Una era bastante nítida y la ora muy subexpuesta.

Los negativos resultaron sr clichés verdaderamente asombrosos, sin huella alguna de sobreimpresión, fruto de un trabajo normal y honrado. Acudí a Harrow en bicicleta para conocer la opinión de un excelente fotógrafo con treinta años de experiencia, que me merecía total confianza. Le di las placas sin una palabra de explicación y le pregunté qué pensaba de ella. Tras haber examinado atentamente

el cliché de las “hadas”, exclamó “¡Nunca he visto nada tan extraordinario!”, “¡Una sola toma!”, “¡Las formas se movían!”, “¡Pero esta fotografía es auténtica!”, “Pero, ¿de dónde vienen?”.

Casi no hace falta decir que hizo ampliaciones, las estudió cuidadosamente, y no cambió de opinión. Inmediatamente decidió sacar de cada cliché una copia en papel, conservar los originales sin tocarlos y sacar y mejorar nuevos negativos a fin de obtener mejores fuentes para nuevas copias. Los originales están como estaban, bien guardados en mi casa. Sacamos copias buenas y filminas de proyección. En mayo utilicé esta diapositivas, entre otras, para ilustrar cuan conferencia que di en el Mortimer Hall de Londres. El público quedó fascinado, en gran parte debido a las fotografías y a su historia. Aproximadamente una semana más tarde, recibí una carta de sir Arthur Conan Doyle, a quien según parece había hablado del tema una amiga común, y me pedía precisiones sobre las fotografías. Posteriormente nos vimos, y yo acepté adelantar la fecha de la investigación sobre el origen de las fotografías, que tenía pensado hacer personalmente en septiembre, en un viaje que tenía que llevar a cabo para otros asuntos.

En consecuencia, hoy , 29 de junio, ¡regreso a Londres de una de las expediciones más fascinantes y sorprendentes que se me haya dado emprender jamás!

Antes de partir, habíamos tenido tiempo de conseguir la opinión de otros expertos en fotografía sobre los clichés, y algunos eran más bien desfavorables. Sin embargo, ninguno podía asegurar que las fotografías estuviesen trucadas, pero dos de ellos afirmaban ser totalmente capaces de producir el mismo tipo de cliché en estudio, por ejemplo empleando maquetas pintadas. Sugerían además que la chica de la primera fotografía estaba sentada detrás de una mesa decorada con helechos y musgo, que la seta que hay en primer plano no tenía aire real, que en la foto con el gnomo, la mano de la chica estaba añadida, que las sombra eran sospechosas, etc. Todas estas observaciones eran interesantes y, si bien me fui al Norte sin ninguna idea preconcebida en uno u otro sentido, tenía la esperanza de que mi investigación esclareciese todo rastro de superchería.

Tras largo viaje, llegué a un pueblo pintoresco de otra época en Yorkshire, y di con la casa, donde fui acogido calurosamente. Me esperaban la Sra. C. y su hija I. (la que aparece jugando con el duendecillo en la fotografía), y poco después llegó el padre, el Sr. C.

Varias de las críticas formuladas por los profesionales quedaron descartadas casi sobre el terreno una media hora después de mi llegada, cuando descubrí un valle pequeño y encantador, justo detrás de la casa, atravesado por un arroyo, en el lugar mismo donde las chicas tenían la costumbre de ver a las hadas y jugar con ellas; había gran cantidad de setas parecidas a las de la fotografía, sanas y vigorosas. ¿Y la mano de la muchacha? Pues bien, me hizo prometer, entre risas, que no insistiría más en ese tema: ¡y es que sus manos son realmente muy largas! Recorrí paso a paso todos los lugares fotografiados y pude identificar todos los

detalles. Luego, juntando todas las informaciones posibles del dossier, recogí los siguientes elementos, que por mor de concisión enumero así:

Cámara fotográfica empleada: Midg de placas de 8,2 cm x 10,8 cm. Placas Imperial Rapi.

Fotografías de las hadas: julio de 1917. Día muy caluroso y soleado. Hacia las tres de la tarde. Distancia: 1,20 m. Tiempo de exposición: 1/50º de segundo. Foto del duende: septiembre de 1917. Hermoso día, pero menos que el anterior. Hacia las cuatro de la tarde. Distancia: 2,40 m. Tiempo de exposición: 1/50º de segundo.

En ese momento I. tenía dieciséis años, y su prima A. diez. Intentaron sacar otras fotografías, pero no salieron muy logradas, y las placas fueron destruidas.

Colores: Verde, rosa y malva extremadamente claros. Más colores en las alas que en el cuerpo, que van desde los más claros hasta el blanco. Al duende se lo describe diciendo que llevaba leotardos negros, jersey marrón rojizo y un gorro rojo puntiagudo. Llevaba una zampoña que balanceaba en la mano derecha, y se disponía a subirse a la rodilla de I. cuando A. pulsó el disparador. Fue A. la primera visitante, partió poco después, y dice I. que para “sacar las fotografías” tienen que estar las dos juntas. Afortunadamente, volverán a estar juntas dentro de pocas semanas y han prometido tratar de sacar otras fotografías. I. Añadió que le gustaría mucho mandarme una foto de un hada volando.

El testimonio el Sr. C. era claro y pertinente. Su hija le había rogado que le prestase la cámara. Al principio se negó, pero al final, un sábado por la tarde, después de comer, puso una sola placa en la Midg y se la dio a las chicas. Ellas regresaron apenas una hora más tarde y le rogaron que revelase la placa porque I. había “sacado la fotografía”. Y él lo hizo, ¡con el asombroso resultado que puede verse en las copias de las hadas!

La Sra. C. dice que recuerda perfectamente que las chicas trajeron de vuelta la cámara muy poco después de que se hubiesen alejado de la casa.

Por extraordinarias y asombrosa que puedan parecer estas fotografías, estoy actualmente convencido de que son totalmente auténticas. Cualquiera, en las mismas circunstancias, hubiera tenido una sensación idéntica ante una muestra de tal honradez y franqueza. No añado ninguna explicación ni teoría personal, aunque me parece normal que dos personas, y particularmente dos chicas, hayan sentido el deseo de plasmar los etéreos cuerpos por medio de la fotografía. Más allá de

esta consideración, prefiero dejar tal cual el testimonio hasta aquí citado, relato totalmente simple, no rebuscado, de mi vinculación con este asunto.

Añadiré simplemente que la familia parece no haber estado nunca tentada de hacer públicas las fotografías, y que todo cuanto se ha hecho en este sentido en el plano local no viene de ellos. Tampoco el dinero ha tenido nada que ver en el asunto. EDWARD L. GARDNER.

Añadiré, como complemento al informe del Sr. Gardner, que ruante una conversación, la muchacha le informó de que ella no tiene ninguna influencia en los hechos y gestos de las hadas, y que su manera de “captarlas”, como dice ella, consiste en sentarse pasivamente, pensando tranquilamente en ella, y luego, cuando unos temblores o movimientos a lo lejos indican su presencia, les hace un gesto de bienvenida para acogerlas. Es Iris quien nos ha hecho notar la zampoña del duende, que nosotros dos habíamos tomado por rayas de sus alas como las de un lepidóptero. Precisó que, cuando no había demasiado rumor en el bosque, podía oírse el ligero y agudísimo sonido de esa flauta.

En cuanto a la objeción de los fotógrafos de que las formas de las hadas proyectan sombras muy distintas de las de los humanos, responderemos que los ectoplasmas, como suele llamarse a los protoplasmas etéreos, tienen una débil luminosidad característica que modifica considerablemente las sombras.

Permítanme añadir a este informe tan convincente del Sr. Gardner las palabras exactas que el Sr. Snelling nos ha autorizado a reproducir. El Sr. Snelling siempre ha dado pruebas de tener mucho carácter y ha prestado un inmenso servicio al estudio de la parapsíquica, adoptando posturas muy firmes y poniendo en juego su reputación de experto profesional. Hace treinta años que mantiene relaciones con la Compañía Autotype y con la gran fábrica fotográfica de Illingworth, y también él ha hecho bellísimas fotografías, tanto en exterior como en estudio. Le divierte la idea de que un experto, sea quien sea, pueda ingeniárselas para engañarlo con una fotografía trucada. “Estos dos clichés – dice- son perfectamente auténticos, no trucados, hechos de una sola toma al aire libre; muestran a las hadas en movimiento y no se distingue huella alguna de ningún trabajo un estudio que

implique maquetas de cartón o papel, telas de fondo, personajes pintados, etc. A mi entender, son fotografías normales y no retocadas.”

Otra opinión, fundamentada en una gran práctica de la fotografía vino a confirmar de forma muy explícita la autenticidad de los clichés.

He aquí nuestro dossier, con el apoyo de fotografías de los lugares, ¡que el poco afortunado crítico había dicho que eran decorados teatrales! Pero ya conocemos a este tipo de escépticos que ataca nuestro trabajo parapsíquico, y no siempre es fácil, de entrada, demostrar a terceros lo absurdo de sus argumentos.

Voy a hacer ahora unos cuantos comentarios sobre las dos fotografías, que he estudiado larga y detenidamente, a conciencia, con una potente lupa.

Una particularidad interesante de estas fotografías es que en cada una de ellas aparece una zampoña, la misma flauta de Pan que los antiguos asociaban a los faunos y a las náyades. Pero, si están las flautas, ¿por qué no está todo lo demás? ¿No sugiere su presencia toda una parafernalia de utensilios e instrumentos propios de las hadas? Se advierte claramente que sus vestidos son variados. Creo que, si los estudiamos más a fondo y descubrimos nuevas maneras de verlos, este pequeño pueblo nos parecerá tan vivo y real como el pueblo esquimal. La boquilla ornamentada de las flautas de los duendes prueba que los ornamentos artísticos no les son ajenos. ¡Y con qué júbilo y desenvoltura se entregan a la danza esos pequeños seres! ¡Acaso tengan las mismas preocupaciones y tal vez pasen las mismas dificultades que nosotros, pero en todo caso, es manifiesta su alegría en la expresión de su vida que aquí nos dan!

Otra observación: las hadas son un compuesto de humano y mariposa, mientras que el duende se acerca más al lepidóptero. Esto tal vez se deba al cliché sobreexpuesto y al tiempo gris. Quizá el duendecillo pertenece en verdad a la misma tribu pero forma parte de los machos de cierta edad, mientras que las hadas, en cambio, son jovencitas que se recrean alegremente. La mayoría de los especialistas en hadas, sin embargo, han referido que ay de distintas especies, que varían mucho en tamaño y apariencia, y según los lugares en los que aparecen: hadas de los bosques, hadas del agua dulce o marinas, hadas del campo, etc.

¿Son las hadas formas mentales? El hecho de que se parezcan tanto a la idea convencional que tenemos de ellas justifica esta idea. Pero en la medida en que se desplazan con diligencia y poseen entre otras cosas instrumentos de música, resulta imposible hablar de forma mental, término que sugiere algo vago e intangible. En cierto modo, todos somos formas mentales, puesto que los sentidos nos perciben. En cambió, estos pequeños seres parecen poseer realidad objetiva,

como nosotros, aunque sus vibraciones son de tal tipo que precisan de una fuerza parapsíquica o de una placa sensible para plasmarlas. Si en este punto parecen convencionales, es sin duda porque, de generación en generación, los hombres han visto realmente a las hadas y han trasmitido una descripción exacta de ellas. Hay un detalle de la investigación del Sr. Gardner que debe mencionarse. Hemos sabido que Iris sabía dibujar y que incluso había dibujado modelos para un joyero. Este detalle, evidente, provocaba desconfianza, aunque el natural íntegro de la joven era una garantía suficiente para quienes la conocen. El Sr. Gardner, no obstante, la sometió a una prueba y descubrió que , si bien dibujaba con soltura los paisajes, en cambio, cuando trataba de reproducir las formas de las hadas que había visto, sus croquis eran mediocres y no se parecían nada a las hadas de las fotografías. Otro detalle que merece someterse al crítico atento provisto de potente lupa: lo que tiene el aire de ser un rostro dibujado a lápiz, junto al pequeño personaje de la derecha, no es en realidad más que un mechón de su pelo, y no, podría creerse, el esbozo de un perfil.

Tengo que reconocer que, tras meses de reflexión, soy incapaz de haber un balance concreto de este asunto, pero lo que es indiscutible es que tendrá repercusiones. Las experiencias infantiles se tomarán más en serio. Habrá cada vez más cámaras fotográficas. Aparecerán otros casos bien autentificados. Estos pequeños seres que parecen vivir a nuestro lado, que no se distinguen de nosotros más que por una ligera diferencia de vibración, nos resultarán familiares. El simple hecho de pensar en las hadas, aunque no se las vea, añadirá encanto a cada arroyo, a cada pequeño valle, y hará que sea romántico todo paseo por el campo. Creer en la existencia de las hadas hará que el espíritu materialista del siglo XX salga del atolladero enfangado en el que se encuentra hundido, y hará que reconozca que la vida está llena de encanto y misterio. Una vez lo haya admitido, el mundo ya no encontrará tan difícil aceptar el mensaje espiritual, apoyado por los hechos psíquicos, que a menudo le ha sido revelado y a con tanta convicción. Preveo todo esto y aún más. Cuando Cristóbal Colón, a punto de empezar a explorar América, se arrodilló para rezar, ¿qué mirada visionaria puso en aquel nuevo continente, que no está separado de nosotros por océanos, sino por principios parapsíquicos sutiles pero insuperables. ¡Cuánto temo esta perspectiva! El que esos pequeños seres sufran debido a su contacto con nosotros y las hadas se lamenten de su suerte. Si eso tuviese que ocurrir, sería un día nefasto aquel en el que el mundo aceptase su existencia. Pero el hombre es sostenido por una mano auxiliadora, y debemos tener confianza y dejarnos guiar.

El Misterio de las Hadas - Capítulo 3 - Arthur Conan Doyle

Capítulo III

REACCIONES A LAS PRIMERAS FOTOGRAFÍAS No me encontraba en Inglaterra cuando se publicaron en el Strand Magazine las primeras fotografías, pero incluso a tanta distancia como en Australia puede calibrar el impacto de los clichés en el público. Los comentarios de la prensa, sin ser hostiles, eran generalmente reservados. La familia invectiva de “¡Superchería!” aparecía menos que de costumbre, pero hay que decir que, desde hace unos años, la prensa está familiarizada con los fenómenos parapsíquicos y ya no tienden, como antes, a tratar de ver un fraude tras cada manifestación espiritista. Algunos periódicos de Yorkshire había llevado a cabo investigaciones a fondo, y me han contado que, en varios kilómetros a la redonda hubo fotógrafos que sufrieron verdaderos interrogatorios para tratar de establecer su complicidad en el asunto. Truth, esa revista obsesionada por la idea de que el conjunto del movimiento espiritista, y todo cuanto esté relacionado con él, participa en una conspiración enorme, inepta y falaz minuciosamente elaborada por pillos para engañar a idiotas, publicaba los despreciativos y despreciables artículos de costumbre. Éstos terminaban con una petición a Elsie de que dejase de divertirse con el público como había hecho al realizar las fotografías. El ataque más interesante se encontraba enWestminster Gazette, cuyo enviado especial recibió la misión de revelar qué se escondía detrás del misterio y publicó sus conclusiones el 12 de enero de 1921. Reproduzco el artículo con su amable autorización:

¿EXISTEN LAS HADAS? INVESTIGACIÓN EN UN PEQUEÑO VALLE DE YORKSHIRE EL MISTERIO DE COTTINGLEY LA HISTORIA DE LA MUCHACHA QUE HIZO LAS FOTOS “La publicación de unas fotografías de hadas jugando con niñas – o para ser más exactos, una fotografía de varias hadas y otra de un gnomo- ha provocado enorme interés, no sólo en Yorkshire, lugar donde supuestamente existen estos pequeños seres, sino en todo el país.” “La historia, misteriosa ya de buen comienzo, se hizo todavía más enigmática cuando sir Arthur Conan Doyle, en su informe sobre el asunto en el Strand Magazine, empleó nombres supuestos con la intención, según decía, de evitar que la vida de las personas implicadas se viese turbada por visitas y correo. No lo consiguió. Me temo que sir Conan no conoce a la gente de Yorkshire, y particularmente a la del pequeño valle, pues todo intento de disfrazar una identidad

despierta desconfianza de inmediato, sin que no obstante se acuse de doblez al escritor.” “Nada tiene, pues, de sorprendente que se recibiese con reservas su relato. Durante mi breve estancia en Yorkshire, todas las personas con las que hablé del tema cortaron en seco la conversación y me espetaron secamente que eso era mentiras. El artículo ha sido el centro de las conversaciones durante semanas, sobre todo desde que se han revelado las verdaderas identidades. Mi misión en Yoorkshire era conseguir, si resultaba posible, argumentos definitivos que validasen o refutasen la prueba de la existencia de las hadas. Reconozco francamente que fracasé en el empeño.” “El citado país de las hadas es un rinconcito pintoresco, situado fuera de los caminos trillados, a dos o tres kilómetros de Bingley. Y ahí se encuentra un modesto pueblo, Cottingley, anidado en una planicie en el monte, a través de la que serpentea un riachuelo denominado Cottingley Beck, que desemboca en el Aire a menos de un kilómetro. La ‘heroína’ de la historia de sir Conan Doyle es la Srta. Elsie Wright (A partir de ahora emplearemos el verdadero nombre, Wright – en vez del Carpenter del artículo original-, puesto que la familia ha retirado su prohibición.), que vive con sus padres en Lynwood Terrace, nº 31. Las fotografías se sacaron a menos de cien metros del riachuelo que corre detrás de la casa. Cuando la Srta. Wright trabó conocimiento con las hadas, se encontraba en compañía de su prima Frances Griffiths, que vive en Dean Road, en Scarborough.”

“Una de las fotografías sacada por la Srta. Wright durante el año de 1917, cuando tenía dieciséis años, muestra a su prima, que contaba entonces con diez años, con un grupo de cuatro hadas que danzan en el aire ante ella; en la otra fotografía, tomada unos meses más tarde, se ve a Elsie sentada en la hierba con un encantador gnomo que danza a su lado.” “Algunos hechos son indiscutibles, y ninguno de los testimonios recabados más tarde ha podido desmentirlos. Nadie más ha visto a las hadas, pese a que todos los habitantes del pueblecito han estado enterados de su supuesta existencia, cuando Elsie tomó la fotografía, no estaba acostumbrada a usar una cámara fotográfica y consiguió sacar la imagen de la primera, las jóvenes no invitaron a un tercero para que fuese a ver las maravillosas apariciones y nunca trataron de hacer público su descubrimiento.” “Empecé entrevistando a la Sra. Wright, que expuso de un tirón todos los detalles del asunto sin comentario alguno. Contó que las chicas tenían la costumbre de pasar todo el día a la orilla del riachuelo, que incluso se llevaban allí la comida, aunque la casa estaba a sólo unos metros. Elsie era de salud frágil y no trabajaba durante los meses de verano ara aprovechar al máximo la exposición al aire libre jugando fuera. A menudo contaba que había visto a las hadas, pero sus padres pensaban que se trataba de fantasías de niña y no le prestaron atención. En 1917, el Sr. Wright compró una cámara fotográfica de aficionado y, un sábado por la tarde, cedió a las insistentes súplicas de su hija, que le pedía que se la prestase.

Metió un aplaca y le explicó cómo “apretar el disparador”. Las dos jóvenes se fueron muy contentas y volvieron al cabo de menos de una hora, pidiendo al Sr. Wright que revelase la placa. Mientras el padre lo estaba haciendo, Elsie vio que empezaban a aparecer las hadas y exclamó, muy excitada: “¡Oh!, ¡Frances! ¡as hadas están en la placa!” La segunda fotografía salió igualmente lograda, y hace un año se ofrecieron a algunos amigos, como curiosidades, copias en papel de cada placa. Las fotografías no llamaron particularmente la atención hasta el día el verano pasado en que se mostraron a unos cuantos delegados de un congreso teosófico en Harrowgate.” “La Sra. Wright me dio realmente la impresión de que no ocultaba ninguna información y respondió abiertamente a todas mis preguntas. Me dijo que Elsie era una niña que no había mentido nunca, hasta el punto de que algunos vecinos únicamente creían en esta historia porque tenían total confianza en ella. Pregunté por la trayectoria de Elsie en cuanto a trabajo, y su madre me contó que, después de sus estudios, había estado trabajando unos meses en casa de un fotógrafo en la Manningham Lane, en Bradford, pero que se había dedicado a hacerle mayormente de mandadera. El resto del tiempo, hacía localizaciones. Ni una ni otra de estas dedicaciones podían haber enseñado a la joven a falsificar una placa fotográfica. A continuación, Elsie había trabajado en una joyería, pero no se había quedado allí mucho tiempo. Los meses anteriores a que se sacase la primera imagen de las hadas, había estado en casa y no se había visto con nadie que tuviese una cámara de fotografía.” “En aquella época, su padre no sabía gran cosa de fotografía, ‘sólo dos o tres astucias, a base de hacer cosas con la cámara’, decía él mismo, y habría que descartar toda sugerencia de que tal vez él hubiese falsificado las placas. Cuando volvió a casa, de regreso de la fábrica cercana, y le anunciaron el objeto de mi visita, respondió que ya estaba harto de este asunto y que no tenía nada que añadir. No obstante, enumeró los mismos hechos que había contado su mujer, con los mismos detalles, y lo que me dijo Elsie en Bradford no me aportó nada más. De modo que tenía yo toda una información idéntica, proporcionada en distintos momentos por los tres miembros de la familia. Los padres reconocieron que les había contado creer que las fotografías fuesen auténticas y que incluso había preguntado a las chicas cómo las habían trucado. Ellas, por su parte, confirmaron su historia y negaron la simple idea de trucaje. Después, los padres se contentaron con esta versión. Si actualmente siguen creyendo en la existencia de las hadas es debido a la confianza que les inspira el relato de la hija y la sobrina.” “He sabido que el antiguo director de la escuela de Elsie la llamaba ‘soñadora’, y que su madre decía de ella que era muy imaginativa. Me asombraría mucho que a los dieciséis años hubiese dibujado ella las hadas. Últimamente ha empezado con la acuarela y, tras haber estudiado con detenimiento su trabajo he llegado a la conclusión de que su talento no era evidente, pese a que tenía una notable técnica de los colores para ser una artista inexperta.” “Sir Arthur Conan Doyle dice que a primera vista se había preguntado si las hadas no serían formas mentales producidas por la imaginación o la voluntad de un

vidente. El Sr. E. L. Gardner, miembro del comité ejecutivo de la Sociedad Teosófica, que realizó la investigación sobre el terreno e interrogó a todos los miembros de la familia, da su opinión: las fotografías son auténticas.” “Aquel mismo día, más tarde, fui a Bradford y hablé con la Srta. Wright en la fábrica Sharpe, una manufactura de tarjetas de Navidad. Estaba trabajando en el piso de arriba y al principio se negó a verme, y me mandó decir que no deseaba contestar a preguntas. Un nuevo intento fue coronado por el éxito, y apareció detrás de un pequeño mostrador a la entrada de la fábrica.”

“Elsie es alta, delgada, con una abundante melena pelirroja en medio de la cual hay una fina cinta dorada que le ciñe la cabeza.” “Como sus padres, se limitó a decir que no tenía nada que contar sobre las fotografías y, curiosamente, empleó la misma expresión que su padre y que su madre: “Ya estoy harta de toda esta historia.” “Poco a poco, se fue abriendo más y me contó cómo había tomado las primeras fotografías.” “Cuando le pregunté de dónde venían las hadas, respondió que no lo sabía.” “ ‘¿Las vio usted aparecer?’, insistí. Como su respuesta fue afirmativa, repliqué que tuvo que ver de dónde venían.”

“La Srta. Wrigth vaciló y respondió riendo: ‘No sé’. También le faltaban palabras para explicar adónde habían ido las hadas tras haber danzado para ella, y se molestó cuando insistí para que dijese más. No dio ninguna respuesta a dos o tres preguntas mías y, cuando le sugerí que las hadas simplemente se habían volatilizado, me respondió con un simple ‘sí’. Las hadas no le habían dirigido la palabra, según dice, y tampoco ella se había dirigido a las hadas.” “Las habían visto a menudo, en compañía de su prima. Eran las dos muy jóvenes cuando las vieron por primera vez, y no se lo contaron a nadie. ‘¡Pero – repliqué yo – lo normal es que un aniña que ve hadas por primera vez se lo cuente a su madre!’ Repitió que ella no se lo había contado a nadie. Parece que fue en 1915 cuando las hadas se mostraron por primera vez.” “A una serie de preguntas, la Srta. Wright respondió que había vuelto a verlas y a fotografiarlas, y que el Sr. Gardner tenía las placas. Incluso después de haber dado a amigos copias en papel de las primeras hadas, no había dicho a nadie que había vuelto a verlas. No le extrañaba que nadie más del pueblo hubiese visto a las hadas; estaba firmemente persuadida de que su prima y ella eran las únicas que había n tenido la suerte de distinguirlas y estaba convencida de que nadie más

lograría hacerlo. ‘Si estuviesen presentes otras personas, las hadas no se mostrarían’, añadió.” “Varias preguntas que tenían por objeto aclarar estas palabras no recibieron más respuesta que sonrisas y una contestación definitiva: ‘Usted no puede entenderlo’”. “La Srat. Wrght sigue creyendo en la existencia de las hadas y le alegra la idea de volver a verlas este verano. Según las dos muchachas, las hadas de Cottingley , que sólo aparecen cuando hace buen tiempo, y nunca en días grises ni lluviosos, son seres de luz.” “Lo más extraño, es su relato, fue que su descripción de que las hadas, en sus recientes apariciones , se habían hecho ‘más diáfanas’ que en 1916 y 1917, época en que las encontraba ‘más bien rugosas’. Luego añadió esta reserva. ‘Comprenda que entonces éramos jóvenes’. Le pedí que se explicas más, pero no lo hizo.” “El pueblo, antaño tan modesto, promete convertirse en lugar de numerosas peregrinaciones el próximo verano. El viejo refrán de Yorkshire ‘Lo veo y no lo creo’ sigue estando en vigor en la región.” El tono general de este artículo muestra claramente que el enviado hubiera estado evidentemente encantado de dar el golpe y desmontar todo el asunto. Pero era un hombre honesto e inteligente que había cambiado su papel de fiscal por el de juez indulgente. Señalemos que no reveló ningún hecho que no hubiese aparecido ya en mi artículo, excepto un punto interesante: era la primera vez en la vida de las chicas que sacaban una fotografía. ¿Es concebible, en tales circunstancia, que pudiesen hacer una fotografía trucada que ningún experto pudiese detectar? Dada la honradez del padre, que nadie discute, lo único que Elsie hubiese podido hacer, para engañar, hubiera sido recortar y juntar diferentes imágenes de exquisita belleza, a espaldas de sus padres, y conseguir un montaje con una impresión de movimiento que resiste el análisis a fondo de un experto. Eso es mucho ¿no?

Queda claro que el autor del artículo de la Westminster Gazette no tenía gran experiencia en el campo de la investigación parapsíquica. Su sorpresa al descubrir que una muchacha no sabe de dónde vienen ni a dónde van las apariciones, cuando en realidad son formas paraspíquicas que se materializan en su aura personal, no es aceptable. Igualmente es bien sabido que los fenómenos parapsíquicos son más característicos de los días buenos y cálidos que de los húmedos y fríos. Y, para terminar, la observación de la muchacha sobre el hecho de que los pequeños seres cada vez se hacen más diáfanos era muy pertinente. Sabemos que algunas formas mediumnísticas están vinculadas con la infancia, y a medida que una chica se transforma en mujer, puesto que su espíritu se vuelve al mismo tiempo más sutil pero también más trivial, tiende a desaparecer sus capacidades mediúmnicas. Puede observarse esta evolución en la segunda serie de fotografías, particularmente en aquella en que la pequeña criatura está

ofreciendo flores. Nos tememos que el proceso haya llegado a su fin y que las manifestaciones de la vida de las hadas ya no vuelvan a surgir de esa fuente.

Unos de los ataques lanzados contra la autenticidad de las fotografías fue la producción de una falsificación, seguida de la demostración: “¡Miren! ¿Ven ustedes qué bonito?¡Pues bien! Es un documento trucado. ¿Cómo pueden entonces afirmar ustedes que su documento no está también falsificado?”. Era un documento falaz en la medida en que estas falsificaciones estaban hechas por profesionales, mientras que los originales estaban hechos por niñas sin formación. Tenemos aquí una repetición del razonamiento machacón y lamentable que viene engañando a tantos desde hace tiempo, según el cual, puesto que un prestidigitador puede simular ciertos efectos con los métodos propios de su oficio, se deduce de ello que nunca han existido realmente efectos como esos.

Reconozco que algunas de esas tentativas estaban muy logradas, aunque ninguna de ellas sobrevivió al minucioso examen realizado por el Sr. Gardner o por mí. La más astuta la preparó una fotógrafa, la Srta. Ina Inman, del Instituto de Bradford, cuya realización era de tal calidad que nos llevó semanas analizarla, sin prejuzgar el resultado. También el juez Docker, un australiano, tramó un dispositivo extraño peor eficaz. Por lo que se refiere a las hadas de la Srta. Inman, estaban hechas con gran astucia, pero desde luego carecían de gracia y libertad de movimientos que caracterizan a las maravillosas hadas de Cottingley.

Entre las informaciones de prensa más dignas de mencionarse, estaba la del Sr. Georges A. Wade en el Evening News de Londres, publicada el 8 de diciembre de 1920. Relataba una curiosa serie de acontecimientos ocurridos en Yorkshire, que transcribimos aquí: “¿Existen hoy verdaderas hadas en nuestro país? La cuestión la ha lanzado sir Arthur Conan Doyle, a quien han mostrado unas fotografías que supuestamente representan a estas pequeñas criaturas.” “Cierto número de experiencias de las que he tenido conocimiento pueden esclarecer un poco la cuestión de saber si realmente existen hadas, elfos y duendes en los valles de Yorkshire, lugar donde se asegura que están hechas las fotos.” “El año pasado estuve un día en la región, en la casa de mi amigo el célebre escritor Haliwell Sutcliffe; para gran asombro mío, me contó que conocía personalmente a un maestro, cerca de allí, que más de una vez le había asegurado que ¡había visto verdaderas hadas, y que incluso había hablado y jugado con ellas en un prado cercano! El novelista me lo contó como hecho curioso al que no encontraba explicación. Pero me dijo que el maestro, cuya cultura, carácter y personalidad hacían dignas de fe sus palabras, no eran

precisamente un hombre que tuviese alucinaciones ni fuese capaz de desear engañar a nadie.” “En la misma región, un hombre digno de confianza me informó de que una joven de Skpton le había dicho y repetido que solía ir a pequeños valles (y daba los nombres del lugar) ¡para ‘jugar y bailar con las hadas’! Cuando él le mostró su asombro ante tal afirmación, ella lo repitió y aseguró que era todo absolutamente verdad.” “Comentando todo esto con mi amigo el Sr. William Riley, el autor de Windyridge, de Netherleighy Jerry y Ben, y hombre que conoce las landas y los valles de Yorrkshire tan bien como la palma de su mano, me aseguró, aunque no había visto nunca hadas en aquel lugar, que conocía a algunos habitante de las landas, gente realmente honesta, que creían en ellas firmemente. Estas personas sostenían, sin admitir la menor objeción, que a menudo habían visto hadas en rincones privilegiados, por la zona de Upper Airedale y Wharfedale.” “Algo más tarde, cuando apareció uno de mis artículos sobre el tema en una publicación de Yorkshire, recibí la carta de una señora que vivía algo más lejos, que me decía que mi artículo confirmaba una extraña experiencia que había tenido cuando estaba de vacaciones en el mismo valle, al otro lado de Skipton.” “Contaba que, un atardecer, mientras paseaba sola por lo alto de una pendiente, en las colinas, vio para gran asombro suyo gran número de hadas y duendecillos que jugaban y danzaban en un prado que había algo más abajo. Se dijo que debía de estar soñando, o que era presa de una alucinación, y entonces se pellizcó y se frotó los ojos para estar segura de que estaba realmente despierta. Una vez convencida de que estaba bien, volvió a mirar y seguía viendo, claramente, las pequeñas criaturas. Daba una detallada información de la manera en que jugaban, del largo rato que se pasó mirándolas, y contaba finalmente que acabaron desapareciendo. No cabía la más mínima duda de que estaba convencida de lo que decía.” “¿Qué se puede deducir de todo esto? Estoy abierto a todo, pero cuesta creer que tantas personas, sin relación unas con otras, hayan podido fomentar una conspiración para contar mentiras. Que curiosa coincidencia, por decir lo mínimo, que las muchachas del reportaje de sir Arthur Conan Doyle, el maestro citado por Sutcliffe, la joven de Skipton y la señora que escribió al periódico de Yorkshire se refieran todos al mismo lugar en que se puede ver vivir a las hadas, con uno o dos kilómetros de diferencia.” “¿Realmente pueden encontrarse verdaderas hadas en ese lugar?” La crítica más virulenta de las fotografías de las hadas, aparecida en el semanario Birmingham Weekly Post, es obra sin duda del mayor Hall-Edwards, una autoridad en el campo de la radio:

“A sir Arthur Conan Doyle le parece que no cabe duda de que estos documentos son verdaderas fotografías de hadas, pese al hecho de que no se ha dado ningún testimonio sobre la manera en que se sacaron exactamente. cualquiera que haya estudiado los extraordinarios efectos que a veces obtienen los técnicos de cinematografía sabe que, con el tiempo y una ocasión propicia, es posible producir cualquier cosa mediante fotos trucadas.” “Tengo que precisar que la mayor de las jóvenes ha sido descrita por su madre como una niña de mente imaginativa, que tiene costumbre de dibujar hadas desde hace años y que durante cierto tiempo estuvo trabajando con un fotógrafo. Además, pasa mucho tiempo en valles hermosísimos, adecuados para hacer crecer la imaginación de una joven.” “Una de las fotografías representa a la niña más joven, con el codo apoyado en un talud, con cierto número de hadas que danzan a su alrededor. La niña no mira las hadas, sino que posa para el fotógrafo como si no las viese. Se nos dice que el motivo de su aparente falta de interés por las hadas que retozan se debe a que está acostumbrada a verlas y que lo que le interesaba era la cámara fotográfica.” “Esta fotografía puede haberse trucado de dos maneras. Ya sea que los pequeños personajes feéricos se hayan pegados sobre cartón, recortados y colocados cerca de la niña, de suerte que ella no pudiera verlos, y el conjunto de la fotografía se haya proyectado sobre una placa; o bien la fotografía original, sin hadas, se pudo adornar con pequeños personajes recortados de alguna revista. Entonces se habría refotografiado la fotografía y, con una toma bien realizada, ningún fotógrafo podría jurar que el segundo negativo no era un original.” El mayor Hall-Edwards proseguía su argumentación recordando que se había insistido mucho en el hecho de que, en la fotografía, las hadas tenían las alas translúcidas, pero que un fotógrafo hábil podía reproducir este efecto fácilmente. “Es totalmente posible, señalaba, recortar las alas de un insecto y pegarlas en una imagen de hada. Es fácil emplear las transparentes alas de moscas grandes, de suerte que algunos elementos de la fotografía se vean a través de ellas, causando así un efecto muy realista.” “Alguno han destacado que, si bien las hadas tienen aire de danzar – todo el mundo dice que están danzando, por otra parte-, en la fotografía, sin embargo, no hay ningún indicio de movimiento. La que sacó la fotografía nos ha explicado que los movimientos de las hadas son extremadamente lentos y que son comparables a las películas a cámara lenta que a veces se ven en las proyecciones de cinematógrafo. Y eso prueba que esa señorita ha adquirido grandes conocimientos de fotografía.” “Personas de todas las edades – niños y adultos -, han sacado millones de fotografías de paisajes y lugares que nos dicen que están poblados por ninfas y

duendes, y sin embargo, antes de que llegasen al lugar estas dos maravillosas muchachas, nadie plasmó en una placa fotográfica una imagen de hada. Tras haber investigado, no tengo reparos en decir que las fotografías bien pueden estar trucadas. Desapruebo la actitud de quienes han afirmado que las circunstancias en que se sacaron las fotografías son sobrenaturales, porque, como médico, creo que inculcar a niños ideas tan absurdas causarán más tarde manifestaciones de trastornos nerviosos, y alteraciones mentales. No hay duda de que educar a los niños de modo que éstos aprecien las bellezas de la naturaleza es algo que se puede hacer sin alimentar su imaginación con absurdos y sensiblerías excesivas, aunque sean pintorescos.” Respuesta del Sr. Gardner: “El mayor Hall-Edwards pretende que no se ha dado ninguna indicación concreta sobre la manera en que se realizaron las fotografías. Lo menos que puede hacer una persona que quiere ejercer el papel de crítico es leer la crónica del asunto. Dice que sir Arthur Conan Doyle considera que no cae duda de que estas fotografías de hadas son verdaderas y auténticas. No se pude desnaturalizar más su postura. Los negativos y los contactos han sido sometidos a las pruebas científicas más minuciosas en el campo de la fotografía, llevadas a cabo por expertos, varios de los cuales se mostraban al comienzo francamente escépticos. El resultado de estas pruebas muestra que los negativos se realizaron indiscutiblemente de una sola toma y que, además, no tienen huella alguna de manipulación fraudulenta conocidas y clasificadas. Esto no pone fin a la controversia, porque, como he afirmado siempre en el curso de mi investigación, es posible realizar negativos parecidos empleando procedimientos de alta calidad profesional y artística. Por otra parte, me encantaría verlo hecho seriamente. Los pocos intentos de este tipo, aunque mejores que las burdas tentativas proporcionadas por el mayor Hall-Edwards, no resisten el examen más elemental.” “El asunto, poco después del comienzo de la investigación, prosiguió con el examen del perfil psicológico de las personas implicadas y de los motivos que pudieran haberlas empujado a querer efectuar el trucaje. Nos ocupamos de este aspecto de las cosas encarnizadamente, pues no dimos perfecta cuenta de que resultaba imperativo demostrar la probidad de las personas concernidas, de manera satisfactoria y definitiva, antes de intentar demostrar la autenticidad de las fotografías. Lo logramos, y puede calibrarse la minucia de este estudio si se constata que, además de las investigaciones serias que han seguido a la publicación del nombre del pueblo, de las personas, etc., nada ha venido a modificar el primer informe que publiqué. Creo que no hace falta destacar que todo el peso del asunto está en su asombrosa simplicidad y en la integridad de la familia en cuestión. El asunto se apoya en dos elementos: la técnica fotográfica y el perfil de las personas implicadas.” “voy a mostrarme caritativo con el mayor Hall-Edwards y no insistiré en uno de los aspectos de su sentencia. ¡Sugerir seriamente que asistir a una sesión cinematográfica y emplear una imagen adecuada impliquen grandes conocimientos de fotografía corre parejas con la idea de que una chica tenga grandes conocimientos profesionales sólo porque ha sido contratada para hacer

recados en una tienda! No somos crédulos en este punto, pero tampoco podemos aceptar que dos chicas, solas y sin ayuda, hayan realizado en media hora una fotografía trucada digna de ‘Alicia y las hadas’.” Además de las acusaciones del mayor Hall-Edwards, también se lanzó al ataque el eminente escritor Maurice Hewlett en el semanario John o’London. Planteó algunas objeciones, a las que dio respuesta el Sr. Gardner. He aquí la tesis del Sr. Hewlett:

“Sir Arthur Conan Doyle ha llegado actualmente a un punto en el que cree en la autenticidad de lo que podríamos llamar las fotografías Carpenter, mostradas hace unos días a los lectores delStrand Magazine, en la que aparecen dos muchachas normales comunicando con seres alados de cuarenta y cinco centímetros de alto, por lo que veo. Si cree en esas fotografías, deduzco dos cosas. La primera es que debe de creer igualmente en la existencia de las pequeñas criaturas. Cree también en que la consecución de las fotografías fue un proceso puramente mecánico en el que la intervención humana se limitó a prepara una placa, apuntar a un objetivo, presionar el disparador, sacar una fotografía y hacer perceptible algo que normalmente no es visible a simple vista. Eso es, en realidad, todo cuanto sir Arthur nos comunica. Cree que las fotografías son auténticas. Todo lo demás deriva de ahí. Pero, ¿por qué lo cree? ¡Porque las chicas le dicen que son auténticas, desgraciadamente!” “Sir Arthur nos dice que no puede ir a Yorkshire para someter a contrainterrogatorio a las jóvenes, pese a que él desearía hacerlo, aunque eso no está tan claro. Envía entonces en su lugar a un amigo suyo, el SR. E. L. Gardner, que también es un hombre amable, con ideas bien fijas en la teosofía y otros temas del mismo tipo, pero totalmente carente de mente lógica, por lo que parece. El propio Sr. Gardner se ha fotografiado en el lugar donde se fotografiaron las chicas una a otra, o en los alrededores. Ningún ser alado se puso a revolotear a su alrededor, de modo que nos preguntamos por qué el Sr. Gardner: a) se hizo fotografiar, y b) ha reproducido la fotografía en elStrand Magazine.” “La única respuesta que se me ocurre me la ha sugerido la aparición de la Virgen con el Niño a los pastores, en Verona, en un huerto plantado de melocotoneros. Los pastores habían contado al cura de su parroquia que, una noche, se les había aparecido la Virgen María bajo la luna, que había aceptado un cuenco de leche que ellos le habían ofrecido, y que luego había tomado de un árbol un melocotón y se lo había comido. El cura se fue con ellos al lugar en cuestión, y allí encontró un hueso de melocotón. Era inicio suficiente. Estaba claro que la Madonna había estado realmente allí; el hueso de melocotón era la prueba.” “Así pues, he llegado a la conclusión de que el Sr. Gardner se hizo fotografiar en cierto lugar a fin de probar la autenticidad de las fotografías realizadas anteriormente en el mismo lugar. El razonamiento debe ser el siguiente: las fotografías se sacaron en cierto lugar. Yo mismo me he fotografiado allí. Por

consiguiente, las fotografías eran auténticas. Se palpa el sofisma, pero es un sofisma simpático; y afortunadamente eso no tiene ninguna importancia.” “Para afrontar este tipo de casos, más vale no oponerse. ¿Qué es más difícil de admitir: el trucaje de una fotografía, o la existencia objetiva de pequeños seres alados de cuarenta y cinco centímetros de alto? Sin duda alguna, para un hombre normal, es la segunda hipótesis. Pero supongamos que hacemos nuestra la primera. Si existen esos seres, si a veces son visibles, y si una cámara fotográfica es capaz de mostrar al mundo entero lo que para la mayoría de la gente es invisible, todavía no estamos en condiciones de afirmar que las fotografías Carpenter representan a tales seres. Nosotros no hemos visto nunca ninguno, eso es cierto, pero todos hemos visto fotografías de sujetos que se movían rápidamente, carreras de caballos o de galgos, hombres que corrían campo a través, y así sucesivamente. Estas cosas las hemos visto pintadas, y también las hemos visto fotografiadas. Ahora bien, es curioso que una fotografía en movimiento no se parece nunca, en ningún caso, a la pintura del mismo objeto.” “En realidad, en la fotografía, el caballo, el perro o el hombre no tienen ningún aspecto de encontrarse en movimiento. Eso es muy normal, puesto que, en el instante mismo en que las fotografían, no están en movimiento. La reacción de la placa a la luz es tan rápida que puede captarse y registrarse una fracción de segundo de una carrera desenfrenada. En cuanto se reúnen una serie de fotografías consecutivas y se las anima, se obtiene una apariencia de movimiento, exactamente igual que en un cuadro.” “Pues bien, los pequeños seres que danzan alrededor de la cabeza y los hombros de la cica en la foto Carpenter están volando como en una pintura; no es un vuelo fotografiado. Esto es lo indiscutible. Las hadas adoptan las posturas convencionales artísticas y plásticas de la danza. No tienen ningún aire de sres reales. Están completamente rígidas, si las comparamos, por ejemplo, con los duendes que hacen piruetas en la cubierta del semanario Punch. No tienen casi nada de fantasía desbocada y espontánea de la mariposa. En cierto modo, puede decirse que el intento de mostrar una danza en el aire está bastante logrado, pero no completamente. Las fotografías son demasiado pequeñas para que pueda darme cuenta de si las hadas están pintadas en cartón o recortadas en madera, pero las formas no están en movimiento.” “Otro detalle más, aunque parezca superfluo, si bien en un asunto como este no hay nada superfluo. Para mí es un detalle evidente, igual que lo que precede: si las formas danzantes hubiesen sido de pequeñas criaturas reales, realmente presentes, la joven de la fotografía las estaría mirando, no mirando la cámara fotográfica.” “Conozco bien a las chicas. Y como conozco bien a las chicas, sé que les encanta hacer pasteles, y apuesto a que, en ese pasteleo, las señoritas Carpenter se la han dado con queso a sir Arthur Conan Dole. Dicho lo cual, me permito recordarle a sir Conan que en los hitos decisivos de la historia no se toma la iniciativa, son que surgen por sí mismos…”

Respuesta del Sr. Gardner en el siguiente número de la revista: “Cabía esperar que la lúdica crítica del Sr. Maurice Hewlett sobre la autenticidad de las fotografías de hadas aparecidas en el número de Navidad del Strand Magazine se hubiese hecho con más rigor. No señalaba más que un detalle serio, la diferencia que existe entre la representación del movimiento fotográfico y el pintado; el Sr. Hewlett mantiene que este último es evidente, y no en las fotografías.” “Por lo que se refiere a los lugares fotografiados aparte, la cuestión me parece clara. Los expertos en fotografía habían declarado que los dos negativos de hadas no revelaban huella alguna de trucaje (como sobreimpresión, siluetas pintadas en ampliaciones fotográficas, maquetas de cartón o cualquier otro material), pero que, sin embargo, no era imposible obtener el mismo tipo de efecto con un trabajo muy hábil realizado en estudio. Por eso algunos detalles requerían explicación, como la ligera bruma por encima y al lado de la cabeza de la joven, así como el aspecto movido de la cascada en comparación con la nitidez de las formas, etc. la exploración de los lugares, así como fotografías que los reprodujesen, eran sin duda el único medio de dejar clara la cuestión. Por otra parte, la cascada se encontraba en realidad a menos de seis metros por detrás de la chica, de modo que, por la fuerza de las cosas, aparecía movida en la fotografía, y la ligera bruma debía a las grandes rocas situadas junto a la cascada, a la distancia. Las fotografías de los lugares, de las que publicamos únicamente una por lugar, confirman totalmente la autenticidad de los lugares, no de las hadas.” “Cuando el Sr. Hewlett, hablando de las fotografías de un objeto en movimiento, afirma del modo más asombroso que el objeto, en el instante mismo en que lo fotografían, no se encuentra en movimiento (la cursiva es del Sr. H.). ¡Me pregunto realmente en qué momento se encuentra en movimiento el objeto, y qué pasaría si la fotografiasen entonces ¡ Claro que el objeto se encuentra evidentemente en movimiento en el momento de la apertura el objetivo, sea cual sea el tiempo de exposición, una cincuentésima o una millonésima de segundo, peor en todo caso no es el Sr. Hewlett el único que acepta ese erro. Y en los negativos, cada forma de hada tiene indicios de movimiento. Ese es uno de los primeros puntos que pudimos dejar sentados.” “Admito enseguida, por supuesto, que eso no responde a la objeción de que el movimiento de estas hadas es mucho más gracioso que el de un caballo o el de un hombre en una foto de aficionado. Pero, si es exacto que nos las habemos aquí realmente con hadas, cuyo cuerpo es en principio de naturaleza puramente etérica y plástica, y no con mamíferos con estructura ósea, ¿es entonces una mente realmente ilógica la que considera que su exquisita gracia es una cualidad inherente a su naturaleza? dadas las pruebas evidentes de autenticidad de las fotografías que actualmente tenemos, bien parece que sea esa la verdad.” “Por lo que se refiere a la última objeción planteada – la joven que mira a la cámara fotográfica en vez de a las hadas - , Alice no tenía la actitud habitual frente

a un objetivo. Para ella, una cámara fotográfica era algo mucho más nuevo que un hada, y nunca había visto una tan cerca. Por extraño que pueda parecernos, en aquel instante era la cámara fotográfica lo que más le interesaba. A propósito: un falsificador lo bastante astuto para hacer una fotografía como esa ¿hubiese cometido la sandez de no hacer posar correctamente a su modelo?” Entre otras opiniones interesantes y de peso que iban en el sentido de nuestro debate, estaba la opinión del Sr. H.A. Staddon, de Goodmayes, hombre cuyo pasatiempo favorito era coleccionar fotografías trucadas. No puedo incluir aquí su informe, demasiado largo y técnico, pero, en los distintos encabezamientos de los capítulos – atmósfera, composición, densidad, halo, iluminación, placa, pose, puesta a punto, revelado, ropas, textura – estudia en profundidad el dossier y llega a la conclusión de que, a la luz de todas estas pruebas, hay no menos de ochenta por ciento de probabilidades a favor de la autenticidad de las fotografías. Debo añadir que, en el momento en que se proyectaron las fotografías ante la Sociedad Teosófica, a la que pertenece el Sr. Gardner, las placas aparecieron varias veces aumentadas en la pantalla. Una vez, en Wakefield, la potente lámpara empleada proyectó una imagen excepcionalmente grande en un enorme pantalla. El proyeccionista, hombre muy inteligente, que al comienzo había adoptado una actitud escéptica, quedó totalmente convencido por lo que se refería a la autenticidad de las fotografías, porque, como señaló, tal aumento haría aparecer la menor huella irregular de un tijeretazo o de un detalle trucado, y haría absurda la idea de que una silueta fabricada no pudiese detectarse. Los perfiles eran siempre maravillosamente finos y regulares.

El Misterio de las Hadas - Capítulo 4 - Arthur Conan Doyle

CAPÍTULO IV

SEGUNDA SERIE DE FOTOGRAFÍAS

Puesto que el SR. Gardner, en su estancia en Yorkshire en julio pasado, supo que Frances iría a visitar a su prima Elsie, pensó que sería el momento de hacer nuevas fotos de lugares, y le dio a la chica una buena cámara fotográfica. Uno de los obstáculos que habíamos encontrado era que necesitábamos la fusión de las auras de las dos muchachas. Reunir dos auras para obtener un resultado superior a cada una de las auras por separado es algo bastante frecuente en el campo de la parapsíquica. Deseábamos utilizar al máximo el poder conjunto de las dos chicas en agosto. De modo que, antes de partir hacia Australia, le dije al Sr. Gardner que me alegraría mucho recibir una carta suya comunicándome el resultado de nuestras nuevas investigaciones. En mi fuero interno, yo no contaba demasiado con obtener un éxito. Habían pasado tres años y sabía perfectamente que la metamorfosis debida a la pubertad suele resultar fatal para el poder psíquico.

De modo que quedé tan sorprendido como encantado cuando recibí en Melbourne una carta suya en la que me informaba del éxito completo de su tentativa y me adjuntaba tres nuevas fotografía, maravillosas, sacadas en el pequeño valle de las hadas. Todas mis dudas en cuanto a la honradez del asunto quedaron disipadas; estaba claro que aquellas fotografías, y sobre todo las de las hadas en los matorrales, eran imposibles de trucar. No obstante, todavía hoy, con la gran experiencia en transferencia de imágenes que he adquirido en fotografiar parapsíquica y del efecto del pensamiento en las imágenes ectoplásmicas, siento que tal vez haya del fenómeno otra interpretación que va en el sentido de lo sobrenatural. Nunca he perdido realmente de vista la curiosa coincidencia entre un acontecimiento tan singular y el hecho de que este acontecimiento se haya producido en el seno de una familia en la que algunos miembros, dado que sentían inclinación por los estudios esotéricos, tal vez hayan producido formas mentales de apariencia esotérica. No hay que descartar por completo tal hipótesis, pese a ser, me parece, un tanto forzada, y en todo caso muy improbable.

He aquí la feliz carta que recibí en Melbourne:

6 de septiembre de 1920 Mi apreciado Doyle, ¡Un gran saludo! Justo antes de separarnos, me dijo usted que lo colmaría de alegría una carta mía comunicándole el resultado de nuestra nueva iniciativa. No quedará usted decepcionado, ¡porque ha llegado la maravilla!

Acabo de recibir tres nuevos negativos de Elsie, sacados hace unos días. No hace falta que los describa, puesto que le adjunto tres copias en sobre aparte. ¡El hada que vuela y El nido de las hadas son indudablemente las fotografías más asombrosas que puedan contemplarse en nuestros días! Recibí las placas el viernes pasado por la mañana y desde entonces no hago más que pensar en ellas como un loco.

Junto con las cartas venía una amable cartita: las chicas sentían mucho no haber podido enviar antes las fotografías, peor había hecho mal tiempo (ha hecho un frío tremendo), y Elsie y Farnces no habían podido ir al valle más que dos tardes. (Frances tuvo que regresar a la escuela de Scarborough). Una carta muy sencilla, y espontánea, que termina con el deseo de las dos jóvenes de pasar nuevamente un día conmigo a final de mes.

Me fui inmediatamente a Harrow, y Snelling, sin dudarlo, decretó que las tres fotografías tenían los mismos indicios de autenticidad de las dos primeras, ¡sobre todo la del “nido”, que era inatacable! A este respecto, tengo que añadir que hoy he preguntado a los especialistas de la Illingworth, y reconozco que me he llevado la sorpresa de descubrir que eran del mismo parecer. (Si todavía no ha abierto usted el sobre, ábralo y lea la continuación…)

Voy a ir a Yorkshire el 23 del corriente para cumplir mis contratos de conferencias y voy a pasar un día por C.; por supuesto que tomaré fotografías de los nuevos escenarios de los hechos y estudiaré y me llevaré los negativos “estropeados”, que serán accesorios útiles suplementarios. De hecho, las chicas no habían entendido nada de los negativos del nido. Vieron a la elegante hada de la derecha, y Elsie, sin tiempo de encuadrar la imagen, orientó el aparato hacia las altas hierbas y apretó el disparador…

He aquí mi respuesta a esta carta:

Melbourne 21 de octubre de 1920

Apreciado Gardner,

¡He quedado encantado, en esta Australia tan lejana, al recibir sus palabras y las tres maravillosas fotografías que confirman los resultados que habíamos publicado! Ni usted ni yo teníamos necesidad alguna de esta confirmación. Nuestros razonamientos, sin embargo, le va a parecer de lo más innovador al hombre de la calle aprisionado por su vida de cada día y nada interesado en la investigación parapsíquica. Tendrá necesidad de una confirmación tras otra antes de admitir que existe un nuevo orden de vida y que hay que tomarlo en consideración, tanto como la vida de los pigmeos del África central.

Me he sentido culpable de haber abandonado el país tras haber colocado esta bomba de relojería y dejarlo solo para hacer frente a las consecuencias de la explosión. Pero ya sabía usted que no podía hacer otra cosa. En este momento me alegro del sólido escudo que tiene usted ahora para protegerse de las provocaciones, que sin duda adoptarán la forma de un gran clamor exigiendo otras fotografías, sin que la mayoría de las personas se den cuenta de que las fotografías ya existen.

Este asunto carece de consecuencias directas sobre la cuestión, más vital, de nuestro destino y del de los seres queridos que hemos perdido, que es el objeto de mi viaje aquí. Pero todo cuanto amplíe el horizonte espiritual del hombre y le pruebe que la materia, tal como la percibimos, no es verdaderamente la expresión del límite del universo, debería minimizar la influencia del materialismo y elevar el pensamiento del hombre hasta una esfera más amplia y espiritual.

Estoy tentado de pensar que las sabias entidades que conducen esta campaña desde el más allá y que nos utilizan como modestos instrumentos de sus designios

han retrocedido antes la necedad profunda contra la que decía Goether que luchan en vano los propios dioses y que han abierto una brecha que va a transformar la postura supuestamente “religiosa”, esencialmente irreligiosa en realidad, que ha contribuido a cerrarnos el paso. No puede negarse la existencia de las hadas por medio de textos antediluvianos; y una vez que se hayan legitimado las hadas, se aceptarán más fácilmente otros fenómenos parapsíquicos.

Hasta la vista, apreciado Gardner, estoy orgulloso de haber sido su socio en este asunto, verdadero hito en la historia de la humanidad. Desde hace cierto tiempo, en el curso de nuestras sesiones, hemos estado recibiendo regularmente mensajes que nos comunicaban que se nos iba a dar un signo visible; y tal vez ese signo sea lo que ha sucedido. La especie humana no merece que se le proporcionen nuevas pruebas de la existencia de las hadas, puesto que las más de la veces no se ha tomado la molestia de ahondar en aquellas de las que ya dispone. No obstante, nuestros amigos del más allá son mucho más obstinados en combatir el sufrimiento y más caritativos de lo que yo lo soy, pues tengo que confesar que mi alma está llena del mayor desprecio por la desordenada indiferencia y la bajeza moral que observo a mi alrededor.

Muy sinceramente suyo, ARTHUR CONAN DOYLE

La siguiente carta del Sr. Gardner me contaba que en septiembre, inmediatamente después de la segunda serie de fotografías, había vuelto a ir al Norte y había regresado más convencido que nunca de la integridad de la familia Wright y de la autenticidad de las fotografías. He aquí algunos extractos de su carta:

23 de noviembre de 1920

Mi visita a Yorkshire ha estado llena de enseñanzas. Pasé todo el día con la familia y tomé fotografías de los nuevos escenarios, que estaban muy cerca de los anteriores. Adjunto algunas pruebas. La fotografía de la “cuna”, o nido, se tomó cerca del estanque. El hada suspendida en el aire, más que volar, estaba saltando. Había saltado fuera del nido cinco o seis veces, cuenta Elsie, y parecía planear en lo alto. Apretó el disparador durante el quinto salto. Desdichadamente, su gesto fue muy brusco y Frances, creyendo que el hada iba a chocar contra su rostro, echó la cabeza atrás. En la copia se advierte bien ese movimiento. El hada que está mirando Elsie en la otra fotografía le ofrece un ramo de jacintos silvestres. ¡La encontré muy al día con supelo corto y una ropa tan de moda! Dijo Elsie que no llevaba corto el pelo, sino que iba peinada con bucles muy juntos. En cuanto a la “cuna”, cuenta Elsie que las dos muchachas vieron el hada de la derecha y el duende de aire reservado de la izquierda, pero no el nido. Dice más bien que había como una indefinible nube de niebla entre los dos personajes, y que ella no notó nada especial. Conseguimos sacar una copia perfecta de esta fotografía y, como puedo obtener certificados de expertos que afirmen que el negativo no puede en modo alguno estar trucado, creo que disponemos de argumentos sólidos. El tiempo de exposición era cada vez de una quincuagésima de segundo, la distancia, de aproximadamente un metro cincuenta, y la cámara fotográfica era la excelente Cameo que yo le había enviado a Elsie con las placas.

Conozco el color exacto de las ropas, las alas, etc., pero ya le mandaré estos detalles con una larga carta más adelante, cuando haya retranscrito mis notas.

[…]

Las fotografías:

En el curso de mis investigaciones sobe la segunda serie en el mes de septiembre en Yorkshire, saqué, por supuesto, fotografías de los escenarios, y recogí el relato completo de tan logradas tomas. Las chicas no tuvieron más que dos horas contadas de verdadero sol en los quince días que pasaron juntas en agosto. Sacaron dos fotografías el jueves y una el sábado. Si hubiese hecho un tiempo

normal, tal vez hubiéramos podido tener unas veinte. Pero seguramente es mejor ir poco a poco, aunque tengo la intención de repetir la experiencia en mayo o junio. La cámara fotográfica empleada fue la que yo envié, y también las placas (todas ellas secretamente selladas por la compañía Illingworth sin que yo estuviese al corriente). Los tres nuevos negativos formaban parte del lote, cosa que puede certificar el director. Como le dije, el negativo del Nido de hadas es totalmente auténtico y puedo obtener la declaración en tal sentido…

El siguiente informe, más completo, dice el Sr. Gardner:

El jueves 26 de agosto – una tarde afortunadamente clara y soleada – se sacaron cierto número de fotografías, la experiencia se repitió el 28 de agosto. Las tres fotografías aquí reproducidas son las más asombrosas y sensacionales. ¡Cómo me gustaría que los lectores pudiesen ver las ampliaciones, extraordinariamente bellas, directamente sacadas de los negativos. No hay palabras para describir la exquisita gracia del hada que vuela; en realidad, todas las hadas parecen pavlovas en miniatura. Y luego, la del hada que ofrece un ramo de flores a Iris – jacintos silvestres etéricos – es un modelo de majestad y de dulzura. Pero me gustaría que se dedicase una mirada especialmente atenta a la tercera fotografía. Nadie había fotografiado una un nido de hadas.

La forma central, a mitad de camino entre el capullo etéreo y la crisálida abierta, ligeramente suspendida en medio de las hierbas, es el nido o cuna del verdor. Sentada en el borde izquierdo, arriba, con un ala bien desplegada, hay un hada desvestida con el aire de preguntarse si es hora de levantarse. A la derecha puede verse una criatura matinal, de edad algo mayor, con larga cabellera y alas maravillosas. Se adivina su cuerpo algo más denso a través de su manto de hada. Un poco más allá, también a la derecha, aparece la cabeza bien dibujada de un duende malicioso pero sonriente, con un gorro ajustado. Totalmente a la izquierda, se ve un duendecillo de aire serio, con alas totalmente translúcidas, mientras que justo encima, aunque desgraciadamente borroso, hay otro, con las alas todavía completamente desplegadas y los brazos bien abiertos, que parece que acaba de posarse sobre la parte superior de las hierbas. Puede adivinarse su rostro, medio

de perfil, en una de las copias que tengo, cuyos tonos están cuidadosamente trabajados en el revelado. Entre las fotografías más logradas, es esta foto de la cuna de verdor la que resulta más asombrosa y más interesante, pero otros preferirán todavía la maravillosa gracia del personaje que vuela.

Si esta fotografía, comparada con las otras, carece de definición, se debe sin duda a la ausencia de un elemento humano, mucho más denso. De hecho, no nos esperábamos lo más mínimo que las chicas nos pusiesen tan directamente tras las huellas de un encantador nido de hadas. Vieron el hada, tan nítida, de la derecha, en medio de las altas hierbas, y no intentaron ponerse en el marco de la fotografía, e Iris adelantó la cámara fotográfica lo más posible para tomar la foto. Dio la casualidad de que el nido de hadas se encontraba justo al lado. Cuando me mostró el negativo, Iris simplemente me dijo que encontraba pintoresca la foto, pero ¡que no notaba en ella nada particular!

Así están las cosa y, desde entonces, no ha habido ningún elemento nuevo que viviese a desmentir la autenticidad de las fotografías. Teníamos ganas, evidentemente , de conseguir más fotografías, y en el mes de agosto de 1921, habiéndose reunido nuevamente las jóvenes, pusimos a su disposición el mejor material fotográfico posible, incluida una cámara fotográfica estereoscópica y también una cámara cinematográfica. Desdichadamente, no obstante, los dioses no nos fueron favorables, y se cruzaron en nuestro camino una serie de incidentes. Frances no podía estar en Cottingley más que quince días, dos semanas de lluvia casi incesante, pues la larga sequía terminó en Yorkshire a finales de julio. Además, una fina capa de carbonilla cubría el pequeño valle de las hadas, cada vez más contaminado por el magnetismo humano. Sin duda hubiéramos podido superar estas contrariedades, pero tuvimos que hacer frente a un obstáculo mayor, la transformación de las muchachas, pues una de ellas se hizo núbil, mientras que la otra sufrió la influencia de su educación en el internado.

Hay un hecho, sin embargo, que vale la pena mencionar. Las jóvenes eran ya incapaces de plasmar suficientemente ciertas imágenes para registrarlas en la placa, pero no habían perdido su poder de clarividencia y, como en el pasado, podían ver los duendecillos y los elfos, todavía numerosos en el pequeño valle. Es evidente que los escépticos dirán que en este punto sólo podemos fiarnos de la palabra de las muchachas, pero eso es inexacto. El Sr. Gardner tenía un amigo, a quien llamaré Sr. Sergent, que durante la guerra había sido oficial de carros de combate, hombre incapaz de hacer la comedia y que, por otra parte, no hubiera tenido ningún motivo para hacerla. Desde hace largo tiempo, este hombre posee el envidiable don de la clarividencia en grado extremo, y el Sr. Gardner tuvo la idea

de pedirle que corroborara las palabras de las jóvenes. Sacrificó una semana de sus cortas vacaciones – pues es un hombre que trabaja mucho – pera dedicarse a tan insólita tarea. Pero los resultados lo recompensaron con creces. Tengo ante mí sus informes, en forma de notas tomadas mientras se producían los hechos. El tiempo, en conjunto, no eran buenos, como ya sabemos, aunque con algunos claros. Sentado junto a las chicas, vio todo cuanto ellas vieron, incluso mucho más, pues las dotes del Sr. Sergent resultaron ser más desarrolladas que las suyas. Cuando distinguía un objeto parapsíquico, tendía el dedo en esa dirección y les pedía que hiciesen la descripción. Su respuesta siempre era correcta, dentro de los límites de su capacidad. Según su relato, el valle entero bullía de espíritus elementales, y él no sólo vio elfos del bosque, gnomos y duendecillos, sino también ondinas, más infrecuentes, nadando en el río. He seleccionado un largo extracto de sus notas, bastante desordenadas, que constituirán el capítulo siguiente.

El Misterio de las Hadas - Capítulo 5 - Arthur Conan Doyle

CAPÍTULO V

OBSERVACIONES DE UN CLARIVIDENTE EN EL PEQUEÑO VALLE DE COTTINGLEY Agosto de 1921

Gnomos y hadas. En el prado, hemos visto personajes que tenían aproximadamente el tamaño de los gnomos. Eran barbudos y hacían muecas y se contorsionaban ante nosotros. a uno parecía gustarle mucho entrechocar las rodillas. Estas formas, aparecidas a Elsie una tras otra, se volatilizaban y enseguida eran sustituidas por las siguientes. Yo las he visto en un grupo, en medo del cual estacaba un personaje más visible que los demás. Elsie también ha visto un duendecillo que se parecía al de la fotografía, pero menos luminoso y sin colores. He visto un conjunto de personajes femeninos que jugaban a un juego infantil parecido a oranges and lemons. Las hadas formaban un corro y hacían unas figuras parecidas a las de la contradanza de los lanceros. Había una de pie en medio del círculo, casi inmóvil, y las otras danzaban alrededor. Parecían estar ornadas de flores y mostraban colores poco frecuentes. Algunas estaban cogidas de la mano, con los brazos en alto, formando un arco bajo el que pasaban las otras, en sabio entrecruzamiento. El objeto del juego parecía ser crear un torbellino de energía que surgía en dirección al cielo a una alguna aproximadamente de metro y medio. También observé que los pequeños personajes feéricos se activaban más en los lugares del pardo en los que más espesa y oscura estaba la hierba.

Ninfa acuática. En el riachuelo, cerca de una gran roca, al pie de una pequeña cascada, he visto un espíritu de las aguas. Era una forma femenina, completamente desnuda, con larga melena rubia que parecía peinarse o pasarse el pelo entre los dedos. No podía ver si tenía pies. Tenía el cuerpo de una blancura deslumbrante, apenas rosado, y la cara era bellísima. Movía los brazos, largos y graciosos, y la cara era bellísima. Movía los brazos, largos y graciosos, haciendo un movimiento de olas. De cuando en cuando, esta ninfa, resguardada en una especie de caverna formada por un saliente de roca y musgo, parecía cantar, aunque no se podía oír sonido alguno. No parecía tener alas, y se desplazaba horizontalmente, con movimientos sinuosos, como una serpiente. Desprendía una atmósfera y unas sensaciones muy alejadas de las de las demás hadas. Daba la impresión de que no notaba mi presencia, y ni siquiera cuando me puse en posición de hacerle una fotografía se apartó del entorno en el que se encontraba sumergida.

Elfos silvestres. (Bajo las hayas centenarias del bosque, 12 de agosto de 1921.) Estábamos sentados sobre un viejo tronco de árbol cuando pasaron ante nosotros, a toda velocidad, dos minúsculos elfos silvestres. En cuanto nos vieron, se detuvieron bruscamente, aproximadamente a un metro de distancia, y se pusieron a contemplarnos sin temor; parecían muy divertidos. Se diría que estaban recubiertos de una segunda piel centelleante, como mojada. Tenían grandes pies y manos, desproporcionados con respecto al cuerpo. Las piernas eran más bien flacas, y tenían las orejas largas y puntiagudas, en forma de pera. Había muchos, corriendo en todas las direcciones. Tenían la nariz casi puntiaguda y una boca enorme. Dentro no tenían dientes, ni ningún tipo de estructura, ni siquiera lengua, creo. Parecían un trozo de gelatina. Alrededor de los personajes, igual que un doble fluídico rodea una forma física, se veía un halo de luz verde parecido a un vapor de origen químico. Cuando Frances se acercó a ellos y se sentó aproximadamente a metro y miedo, retrocedieron más de diez metros, como si tuviesen miedo, y parecían observarnos y cambiar impresiones. Ahí hay dos que viven en los huecos de las raíces de una enorme haya, los he visto desaparecer en una grieta (como alguien que baja a una bodega), y se han desvanecido en la tierra.

Hada acuática. (14 de agosto de 1921.) Junto a una pequeña cascada que proyectaba una fina espuma, hemos visto una minúscula forma feérica, extremadamente sutil, posada sobre la espuma. Parecía tener dos colores principales, violeta claro en la parte superior del cuerpo y rosa pálido en la parte inferior. Estos tonos parecían atravesar completamente el aura y el cuerpo denso; el perfil de éste se fundía con el aura. La criatura, en equilibrio sobre la espuma, estaba graciosamente doblada hacia atrás, con el brazo izquierdo levantado por encima de la cabeza, como sostenida por la fuerza vital de la espuma, un poco como una gaviota se apoya en el viento. Parecía echada sobre la espalda, doblada hacia atrás y apoyada contra la corriente. Adoptaba una forma humana sin sexo bien definido. Ha permanecido inmóvil en esta posición unos instantes y ha desaparecido como un relámpago. No he visto que tuviese alas.

Hadas, elfos, gnomos y duendes. (Domingo 14 de agosto, 9 de la noche.) Maravillosa noche tranquila, iluminada por la luna. El prado parece poblado de toda clase de espíritus de la naturaleza, un duende, hadas, elfos y gnomos.

Un duende. Es poco mayor de lo normal, pongamos unos quince centímetros de altura, totalmente vestido de marrón, con las vueltas de color más oscuro, un gorro blando puntiagudo, pantalón corto, medias, tobillos finos y grandes pies puntiagudos, como los de los gnomos. Está de pie justo ante nosotros, sin miedo alguno, muy amistoso y atento. Nos mira fijamente, con los ojos muy abiertos, con una expresión curiosa que evoca el despertar de la inteligencia. Es como si tratase de comprender algo que va más allá de su comprensión. Se vuelve para mirar a un grupo de hadas que vienen hacia nosotros y da un paso hacia un lado como para dejarles paso. Mentalmente, actúa como un niño medio dormido que dijese:

“Puedo estar aquí todo el día mirando sin cansarme”. Está claro que percibe gran parte de nuestras auras y parece muy afectado por nuestras emanaciones.

Hadas. Frances ve minúsculas hadas que danzan en corro, y van aumentando poco a poco de tamaño hasta alcanzar los cuarenta y cinco centímetros, y el círculo se ensancha proporcionalmente. Elsie ve una ronda vertical de hadas que danzan lentamente mientras vuelan. Cada vez que un hada toca la hierva, el duende parece dar unos pasos rápidos, y luego recupera su tranquilo paso alrededor del corro. Las hadas que danzan llevan falda larga; se ve su cuerpo a través de la tela. Desde el punto de vista astral, el corro está bañado de luz amarillo dorado, bordeada de distintos matices, entre los que predomina un violeta. El movimiento de las hadas se parece al de la gran rueda de Earl’s Court. Flotan muy lentamente, con el cuerpo y los miembros inmóviles, y luego tocan nuevamente el suelo. Las acompaña una música de campanillas. Más que un juego, parece una ceremonia. Frances ve dos hadas pequeñas que parecen estén actuando, como en un escenario; una tiene algas, y la otra no. Su cuerpo brilla, como agua ondeando al sol. El hada sin alas está arqueada hacia atrás como una contorsionista; la cabeza le toca el suelo, y el hada alada está doblada ante ella. Frances ve un pequeño personaje, como los del semanario Punch, que lleva un curioso gorro galés, que danza golpeando con los talones al tiempo que se levanta el gorro y saluda como en el teatro. Elsie ve un hada floral que tiene forma de clavel. La cabeza aparece allí donde el tallo toca la flor. Los sépalos verdes forman una túnica de la que salen los brazos, y de la falda hecha de pétalos emergen dos piernas más bien flacas. El hada da saltos por la hierba. Es rosa como un clavel, pero pálido y difuso. (Escribo a la luz de la luna) Veo parejas, machos y hembras, de treinta y cinco centímetros de alto, que bailan un vals muy lentamente en medio del prado. Incluso parece que inviertan el sentido de sus pasos. Van vestidos de materia fluídica que les da un aspecto fantasmal. Su silueta, bordeada de gris, no permite distinguir los detalles. Elsie ve a un diablillo que se porta como un mono y se levanta en espiral hasta lo alto de un tallo. Vuelve a nosotros su malicioso rostro, como si hiciese sus acrobacias para nosotros.

Da la impresión de que todo eso lo haya puesto en escena el duende. Un poco más allá, a cinco o seis metros, veo lo que puede describirse como una fuente de hadas. Resulta de una fuerza telúrica multicolor que brota y se derrama en el aire, desplegada como la cola de un pez. También la ha visto Elsie.

(Lunes 15 de agosto. En el prado.) He visto tres formas que corrían muy deprisa del prado al bosque; las mismas formas percibidas ya en el bosque. Cuando estaban a una distancia de unos diez metros de la pared, han saltado por encima y han desaparecido en el bosque. En medio del prado, Elsie ve una bellísima silueta de hada, un poco parecida a Mercurio, pero sin alas en las sandalias, sino en la espalda. Desnuda, con el pelo rubio ondulado, arrodillada en medio de una oscura mata de hierba, con la mirada fija en algo que hay en el suelo. Cambia de postura; primero está sentada, acurrucada sobre los talones, luego se levanta, bien derecha. Es más grande que las otras, sin duda cuarenta y cinco centímetros de alto. Ondula los brazos por encima de algo que hay en el suelo. Lo recoge (creo

que es un bebé) y se lo pone en el pecho. Parece rezar. Tiene rasgos griegos y parece una estatua griega, como un personaje de tragedia griega.

(Martes 16 de agosto, 10 de la noche. En el prado) a la luz de una pequeña lámpara fotográfica.

Hadas. Elsie ve un corro de hadas que dan saltitos con las manos juntas, vueltas hacia el exterior. Aparece una forma en el centro del corro al mismo tiempo que las hadas se vuelven hacia el interior.

Duendecillos. Ha corrido hacia nosotros un grupo de duendes, procedentes del bosque que tenemos a cinco metros. Son distintos de los elfos silvestres y más bien parecen gnomos, aunque más menudos, del tamaño de pequeños duendecillos.

Hada. Elsie ve un hada muy cerca, desnuda, con el pelo de oro, arrodillada en la hierba, mirando hacia nosotros con las manos apoyadas en las rodillas; nos está sonriendo. Tiene una cara muy bonita y me mira fijamente. Eta forma se ha acercado a nosotros, aproximadamente a metro y medio, y cuando he terminado de anotar mis observaciones ya había desaparecido. Elfo. Elsie ve a una especie de elfo que parece avanzar tan deprisa que el pelo se le va hacia atrás; s percibe el viento, que gira alrededor de él, y sin embargo está inmóvil, aunque tiene el aspecto de estar ocupadísimo.

Duendecillos. Elsie ve una nube de nombres muy pequeños, que parecen diablillo, que se ponen oblicuamente sobre la hierba. Se dividen en dos hileras que se entrecruzan mientras bajan. Un ahilera desciende en vertical, con los pies de uno apoyados sobre la cabeza del siguiente; la otra hilera, con los enanos hombro con hombro , corta a la primera. Al aterrizar, huyen en todas direcciones, con aire grave, como si estuviesen muy ocupados por lo que hacen. Parece que la principal ocupación de los elfos silvestres es correr por el prado, pero nada justifica ni su precipitación ni siquiera su simple presencia. Son raros los que pasan cerca de nosotros sin detenerse o sin mirarnos con insistencia. Parece que, de todos los seres feéricos, los más curiosos son los elfos. Frances ve a tres y los llama duendecillos.

Hada. Un hada azul. Un hada alada, de color azul marino y rosa pálido. Tiene las alas palmeadas y manchadas de colores cambiantes como las de una mariposa. Sus formas son perfectas y está casi desnuda. En su pelo brilla una estrella dorada. Esta hada es jefa de compañía, aunque de momento sin compañía.

Una compañía de hadas. De pronto, ha aparecido en el prado una jefa con su compañía de hadas. Su llegada desencadena una irradiación centelleante que vemos brillar a cincuenta metros en el prado. La jefa de las hada es muy autocrática y tajante cuando da las órdenes, y es indiscutible que tiene dotes de mando. Las hadas se dispersan y forman progresivamente un corro alrededor de ella. Al hacerlo, difunden una suave luz que se propaga sobre la hierba. Vemos que realmente vivifican y aceleran el crecimiento de las plantas. La compañía de hadas que llega al prado es móvil y se balancea muy arriba, por encima de los árboles, como si viniese de muy lejos. En dos minutos se ha ampliado la ronda, mide unos cuatro metros de diámetro y propaga una luz maravillosa. Cada componente de la compañía está ligada a la jefa por medio de un fino rayo de luz. Los rayos son de distintos colores, pero sobre todo amarillos, gradualmente más oscuros hasta llegar al naranja. Los miembros de la compañía se encuentran en el centro, se funden en el aura de la jefa y no cesan de ir y venir. Todo ello se parece a un frutero boca abajo en el que el pie sería el hada central, mientras que los bordes serían los rayos de luz, que forman una graciosa curva. La compañía despliega una intensa actividad, como si tuviese muchas cosas que hacer en poco tiempo. La jefa de compañía es dinamizada y dirigida desde el interior, y parece que su conciencia descansa en el plano más sutil que aquel en el que trabaja.

Hada. Elsie ve que una gran hada majestuosa atraviesa el prado en dirección a un macizo de jacintos silvestres. Lleva en brazos algo que bien pudiera ser un bebé hada envuelto en un velo. Lo deja sobre el macizo de jacintos silvestres, se arrodilla como para acariciarlo y, tras un momento, se difumina y desaparece. Captamos unas cuantas imágenes de criaturas cuadrúpedas montadas por delgadas formas aladas, puestas sobre sus monturas como jockeys. Los animales montados, cuya cabeza se parece a la de las orugas, no son de ninguna especie clasificada.

En medio de este trajín feérico que cubre todo el prado, se entreven seres parecidos a gnomos que cruzan el prado con aire grave, mientras que en todas las direcciones corren elfos silvestres y otros diablillos en medio de las criaturas dedicadas a tareas más nobles. Ninguno de los tres dejamos de ver seres raros que sin duda son espíritus.

Elsie ha visto a una docena de hadas que volaban hacia nosotros, desplegadas en forma de media luna. Cuando se acercaban, Elsie, extasiada, ha comentado su perfecta belleza formal, pero en un instante se han vuelto de una fealdad espantosa, como para desmentirla. La han mirado todas de soslayo con aire malvado y han desaparecido. No cabe duda de que en el transcurso de este incidente hemos entrado en contacto con la fase de antagonismo y aversión que tantas criaturas feéricas experimentan para con los seres humano, en la fase evolutiva en la que nos encontramos. Frances ha visto a siete hadas minúsculas muy cerca de ella – seres realmente raros - acostadas cara al suelo.

(En el valle, 18 de agosto, 2 de la tarde.) Frances ve a un hada tan grande como ella, que lleva leotardos y un vestido festoneado de color carne, muy ceñido alrededor de las caderas. Pliega las alas, muy anchas, sobre la cabeza, y luego alza los brazos y los hace ondular. Su rostro es muy bello y tiene una expresión que parece que esté invitando a Frances al país de las hadas. El pelo parece estar cortado corto, y las alas son transparentes.

Hada dorada. Una luz dorada, irisada, centelleante, envuelve el cuerpo de un hada particularmente bella. Sus altas alas están divididas en dos partes. La parte inferior, que es más pequeña que la superior, parece alargarse en punta como las alas de algunas mariposas. También ella mueve los brazos y bate las alas. Una maravilla dorada, esas son las únicas palabras que encuentro para describirla. Sonríe, y está claro que nos ve. Se pone un dedo en los labios. Se queda allí mirándonos, sonriente, en medio de las ramas y las hojas de sauce. En el plano físico, no puede decirse que sea objetivamente visible. Apunta hacia el suelo un dedo de la mano derecha, esbozando un círculo alrededor de sus pies, y veo a seis o siete querubines, rostros alados en realidad, que parecen sostenerse tan sólo por una fuerza inmaterial voluntad. Ella me ha lanzado un hechizo que paraliza por completo mis facultades intelectuales y me deja con mirada de demente en medio de las hojas y flores.

Una especie de elfo se encarama por la rama inclinada de un sauce, allí donde está el hada. No es que sea un transeúnte muy simpático; es evidentemente de clase inferior.

El Misterio de las Hadas

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