EL PAISAJE RURAL DE CANARIAS: LA DIFÍCIL SUPERVIVENCIA

EL PAISAJE RURAL DE CANARIAS: LA DIFÍCIL SUPERVIVENCIA “Lo feo interesa mientras lo hermoso angustia” (Vicente Verdú) Ramón Díaz Hernández Departament

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EL PAISAJE RURAL DE CANARIAS: LA DIFÍCIL SUPERVIVENCIA “Lo feo interesa mientras lo hermoso angustia” (Vicente Verdú) Ramón Díaz Hernández Departamento de Geografía Grupo de Investigación de Geografía Económica y Social de la ULPGC

Tomo II: Prehistoria - Arqueología, Geografía, Literatura, Lengua

1. INTRODUCCIÓN: LOS CONCEPTOS DE PAISAJE Y ESPACIO RURAL EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA A) LA NOCIÓN DE PAISAJE El presente trabajo es una reflexión abierta que se inspira preferentemente en el Convenio Europeo del Paisaje como documento patrón que, entre otras virtudes, aporta conceptualmente un conjunto de definiciones, ideas, valores y recomendaciones prácticas de elevada relevancia. La oportunidad de volver a este documento, que cumplirá ahora mismo siete años de vida y tres de vigencia, estriba en la profunda crisis territorial que se cierne en las Islas a consecuencia de un desarrollismo tremendamente agresivo con el paisaje insular en general y la búsqueda de alternativas viables demandadas en el debate social. Para ello lo primero que haremos es identificar cómo se entiende en Europa el concepto de paisaje. En efecto, el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia, 20-10-2000)1 en su Capítulo Primero de las Disposiciones Generales precisa que “Por paisaje se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos”. Esta definición no es incompatible con la que hace el DRAE que admite hasta tres acepciones distintas de paisaje: a) extensión de terreno que se ve desde un sitio; b) extensión de terreno considerada en su aspecto artístico y c) pintura o dibujo que representa cierta extensión de terreno. Bien es verdad que el paisaje es un término que en su origen empleaban los artistas para referirse a una panorámica rural2. Sin embargo, en la actualidad la voz paisaje ha evolucionado hasta convertirse en un vocablo polisémico que abarca el aspecto total de un área ya sea rural o urbana introduciendo una cierta cantidad de matices. De ahí el que ya se hable habitualmente, por ejemplo, de paisaje natural, paisaje humano, Documento subscrito por numerosos países, entre ellos España, y que entró en vigor en 2004. 2 MONKHOUSE, F. J. (1978): Diccionario de términos geográficos. Ed. Oikós-Tau, Barcelona, págs. 333-334. 1

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paisaje relicto, paisaje cultural y paisaje urbano. Pierre George afirma que el término paisaje viene a ser sinónimo de entorno en el proceso de percepción del espacio3. Por todo lo expuesto es preciso concluir este subapartado indicando que el paisaje como representación de la naturaleza, “es una construcción de la imaginación que va conformando paulatinamente una memoria y constituye una biografía de cada país, en continua mutación”4. B) EL PAISAJE COMO RECURSO INTANGIBLE A la primera consideración sobre la definición de paisaje debemos agregar la de belleza asociada a cómo nuestra sociedad entiende y practica el alcance de la estética. Aunque a veces no se perciba bien, en las sociedades avanzadas como la nuestra, el poder de la belleza se está recuperando. Hace años todas las cuestiones de calado que centraban el interés colectivo giraban en torno a las grandes decisiones de los gobiernos, las imposiciones de las empresas multinacionales y el peso de la economía política; en eso consistía el famoso “pulso de la historia”. Pero esas cuestiones se han ido desplazando progresivamente desde el terreno del entendimiento racional de corte neopositivista hacia el complejo e imprevisible mundo de la sensibilidad; desde el campo de la discusión cuantitativa hacia el ámbito del gusto inapelable. Para determinados autores, ha llegado por fin la hora de la secularización del poder fáctico y su arrogancia colateral emergiendo así una nueva etapa en donde lo cualitativo (es decir, el mundo de las emociones) tiende a prevalecer. Con mayor o menor fuerza, la estética “del buen gusto” ha irrumpido como moda social demandada con avidez por los consumidores y, en cierta medida, se está convirtiendo en la ideología de una época que presume de no tener ninguna; en el sustituto de la política para unas sociedades desencantadas de la política y que aspiran a poder sobrevivir sin ella; en definitiva, en el último bastión en el que refugiarse después del gran naufragio de las ideologías mesiánicas del siglo XIX. Pero esto 3 4

GEORGE, P. (1991): Diccionario de geografía. Ed. Akal, Madrid, pág.438 De http://www.virtualmuseum.ca/Exhibitions/Landscapes/e-s.html. Pág: 356

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no añade nada nuevo; ya lo sugerían en el pasado autores tan clásicos como Kant o Hegel. Las ideas de estetización de la política, de despolitización/repolitización de la estética o el llamamiento a desarrollar la teoría de la sensibilidad y la exquisitez son cuestiones que ya estaban en los debates y en los manuales de autores tan conocidos y diversos como A. Schopenhauer (1788-1860), S. Kierkegaard (1813-1855), S. Freud (1856-1939), M. Heidegger (1889-1976), T. W. Adorno (1903-1969) o W. Benjamín (1892-1940)5 y que ahora han sido recuperados por los postmodernos. Dentro de este otro enfoque interesa identificar al paisaje como un recurso intangible muy relacionado con las necesidades espirituales o sensoriales de las personas sensibles. Ciertamente, cada vez son más los individuos que habiendo superado con el desarrollo económico la etapa de satisfacción de las necesidades más elementales concentran ahora todas sus energías en cubrir aquellas otras carencias sensoriales y espirituales, entre las que ocupa un lugar destacado el deleitarse contemplando cosas bellas y emocionantes como un paisaje hermosamente cuidado. Este último aspecto debiera formar parte de la educación sentimental en el obligado itinerario del crecimiento y madurez emocional que acompaña a toda persona. Se da así la curiosa paradoja de cómo el mismo proceso de desarrollo económico que promueve la destrucción del medio natural, genera a su vez una mayor valoración de este recurso, incluso por encima de lo que cabría esperar por el mismo hecho de aumentar su escasez. B) EL CONCEPTO DE ESPACIO RURAL El debate conceptual que hace años emprendieron los geógrafos franceses sobre el medio rural, el paisaje, el campo y el espacio agrícola (y que aun no ha concluido) ha enriquecido sin duda el panorama. “El paisaje rural se diferencia de otros tipos de paisaje porque en el territorio que ocupa se desarrolla una actividad rural, esto es, básicamente EAGLETON, Terry: La estética como ideología. Ed. Trotta, Madrid, 2006.514 páginas. 5

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agrícola, ganadera o forestal”6. En su sentido más corriente la expresión espacio rural significa campo (O. Dolfus, 1975). Es, por así decirlo, la superficie que queda de un territorio determinado descontando las zonas no aptas para los cultivos por ser pedregosas, arenosas, de pendientes inaccesibles, por contar con bosques vírgenes muy densos o con áreas urbanizadas (artificiales). En sus orígenes el espacio rural es el ámbito de las actividades agrícolas y silvo-ganaderas. Pero éstas no son en modo alguno las exclusivas de otras formas de utilización del territorio en los países desarrollados en donde estos espacios sirven también para el descanso y el recreo. Pero el espacio rural engloba con el mismo derecho a los bosques acondicionados y los terrenos agrícolas, y sirve también de residencia a una población de la que solamente una fracción de la misma se dedica a la agricultura; fracción que en algunas comarcas insulares no cesa de disminuir, pero que en otras aumenta debido a la incesante periurbanización residencial. Por consiguiente, podríamos concluir estas precisiones señalando que en principio todo lo que concierne al campo debería ser rural. Pero en nuestro caso particular, el espacio rural tiene encomendadas otras funciones además de las que se relacionan con la producción agraria, las cuales son y serán cada vez más secundarias. Así vemos como también es un espacio de descanso, de ocio y de residencia, en donde nos esforzamos por preservar y utilizar lo mejor posible valiosos recursos de los que carecen la mayoría de las sociedades urbanas: el silencio, la tranquilidad, el aire puro, el agua y el verdor. Con bastante frecuencia se olvida el hecho de que sin la agricultura, muchos de los paisajes buscados por los habitantes de las ciudades dejarían de ser cuidados y perderían buena parte de su encanto. Aunque parece una obviedad hay que reiterar una vez más que el nivel de vida medio de los campesinos de las zonas rurales es inferior al de los habitantes de las ciudades, por lo menos en las regiones con cierto grado de desarrollo como es nuestro caso. La población rural que vive directamente de la producción agrícola es en gran parte pobre AYUGA TÉLLEZ, F. (Dir.): Gestión sostenible de Paisajes Rurales. Técnicas e Ingeniería. Fundación Alfonso Martín Escudero. Grupo Mundi-Prensa Libros s.a., Madrid, 2002.

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porque las rentas que perciben son muy bajas en comparación con las remuneraciones que se ofrecen a los habitantes de las ciudades, además por los amenazantes imprevistos derivados del mercado con sus inexplicables oscilaciones de precios, la irrupción de plagas y epidemias que destruyen cultivos y diezman los ganados o de la caprichosa meteorología cada vez más visible debido al calentamiento global de las temperaturas. A su vez, las elevadas edades medias de la población rural reflejan un alto porcentaje de retirados con pensiones reducidas y escasa accesibilidad a los servicios básicos. Por eso la población rural aspira a homologar sus condiciones de vida con la población urbana y cuando no lo consigue abandona este género de vida para integrarse en un medio urbano. C) EL CONCEPTO DE PAISAJE RURAL COMO RECURSO NATURAL ESTRATÉGICO En el presente trabajo también vamos a considerar el paisaje rural como un auténtico recurso natural de la misma manera a como se consideran el agua, el aire o el suelo que gozan de la consideración de estratégicos. En este concepto de recurso natural va implícito el grado de aprovechamiento humano, toda vez que ningún recurso tiene semejante consideración si no presta su utilidad en todo momento. Desde una perspectiva económica los recursos naturales que el medio natural en su estado primitivo se encarga de proporcionar son básicos o primarios, ya que cuando los humanos elaboran algo a partir de ellos dejan de ser recursos naturales. De acuerdo con lo anterior no es en absoluto retórico preguntarse ¿qué provecho obtienen las modernas sociedades del paisaje rural? Sobre una base común de identificar el paisaje rural como un recurso natural, seguro que a esta pregunta responderían con matices muy distintos artistas, científicos, ecologistas, campesinos, ‘domingueros’ y gestores públicos7. AYUGA TÉLLEZ, F. (Dir.): Gestión sostenible de Paisajes Rurales. Técnicas e Ingeniería. Fundación Alfonso Martín Escudero. Grupo Mundi-Prensa Libros s.a., Madrid, 2002.

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Como bien tangible que es, el paisaje rural tiene un valor económico que está relacionado con su abundancia, escasez o calidad. Las sociedades muy desarrolladas sobrevaloran cada vez más el paisaje rural precisamente porque éste es un bien cada vez más escaso ante la expansión de las edificaciones urbanas, vías de comunicación y otras infraestructuras, zonas industriales, asentamientos turísticos e implantación de usos no agrícolas (canteras, minas, etc.) que ocupan espacios muy vastos. Al proceso de desaparición del medio rural le precede la creciente pérdida de calidad por el abandono de los cultivos, la erosión del suelo y el éxodo rural. Este proceso de deterioro y minoración territorial puede ser simultáneo y más o menos intenso según una serie de factores antrópicos; pero por lo general se puede decir que cuanto más desordenado es el crecimiento económico y social más espectacular es la desaparición del paisaje rural. De ahí la importancia que adquiere la práctica regulada de la ordenación y planificación sostenibles en todas las esferas de la actividad humana.

2. EL MEDIO RURAL CANARIO COMO ESPACIO DIFERENCIADO Y CAMBIANTE Por ser la actividad agraria la que centró la vida económica de las Islas hasta prácticamente los años sesenta de la pasada centuria, las tradiciones culturales han estado y están poderosamente vinculadas al mundo rural. En efecto, la tierra y la producción agrícola han sido el principal sostén de la economía canaria hasta hace tan sólo unas décadas; y todavía lo sigue siendo para diferentes islas y comarcas de la región, aunque cada vez en menor medida. Hasta entonces todo giraba en torno a la agricultura y la vida rural era muy intensa. La introducción de actividades económicas generadoras de mayor valor añadido como el turismo, los servicios, las comunicaciones y el crecimiento urbano han provocado cambios trascendentales en todos los órdenes. La consecuencia más sobresaliente de esos cambios es que hemos pasado rápidamente, en un intervalo de tiempo de tan sólo cuatro décadas, de una economía eminentemente rural a otra de tipo postindustrial. Pág: 360

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En otras palabras, de una economía y una sociedad culturalmente cohesionada, hemos pasado rápidamente a otra en donde la descohesión social empieza a ser uno de los principales elementos. La desagrarización y la pérdida de importancia económica de la actividad agrícola han ido sucumbiendo ante el avance imparable de la vida urbana y la modernización de la economía y la sociedad. Frente a los arcaísmos característicos de la sociedad preturística, la situación actual sobresale por una clara disociación entre el medio rural y el medio artificial urbano en donde esta última se impone progresivamente hasta homogeneizarlo todo (Tablas nº 1 y 2). En este contexto, la descohesión social camina en paralelo a la deconstrucción paisajística8. A la larga, el resultado no es otro que un campo sin campesinos, una agricultura sin agricultores o un paisaje sin paisanaje. Probablemente nunca en la historia de Canarias se ha sentido mayor desdén por el territorio y el paisaje natural como en los años del desarrollismo franquista y la consolidación de la economía postagrarista y, de modo especial, en el epígono hiperconstructivista de los últimos ocho años9. Como en tantas otras cosas, el paisaje en su sentido más amplio no es sólo un concepto geográfico o ecológico, también es una construcción antropológica (en tanto en cuanto que es un constructo colectivo) que pertenece también al mundo más subjetivo de la estética y de los valores artísticos. 9 En Canarias el poblamiento rural y la explotación de la tierra constituían un ‘ecosistema’ que inspiraban originalidad y seducía a propios y visitantes. Ese patrimonio cultural ha sucumbido en gran medida ante el empuje de la sociedad urbana. El paso de una sociedad preturística a otra turística se ha saldado empequeñeciendo el medio rural y restando diversidad al potencial de atractividad que las Islas contenían. Un claro indicador de este retroceso es la pérdida de población activa primaria. En el año 1955 la población activa canaria se caracterizaba por su extraordinaria dependencia del sector primario: 59 de cada cien asalariados estaban ocupados directamente en la agricultura, la pesca y la ganadería. Por entonces, la población insular vivía de la tierra toda vez que el peso de estos subsectores productivos, y especialmente del agroexportador, en el conjunto de la economía canaria eran muy significativos. En aquellos años el mercado peninsular constituía un destino exclusivo de nuestros cultivos de exportación más preciados (plátanos y tomates).La dependencia de la agricultura era más fuerte en Canarias que en el resto de España. Eso demuestra la importancia que tenían entonces los monocultivos agroexportadores en el conjunto de la economía in8

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En términos de geografía de la percepción, podemos afirmar que hemos pasado de un período eminentemente topofílico; o sea, de respeto a ciertos equilibrios del medio natural como garantía de supervivencia, para instalarnos inmediatamente después en otro contexto diferente caracterizado por una manifiesta insensibilidad paisajística (o de toponegligencia), rayando en una actitud claramente topofóbica, que se apoya en los poderosos medios que la ciencia y la técnica moderna ponen a disposición de los diferentes operadores públicos y privados que intervienen en el territorio, ocasionando un fuerte impacto en el mismo, incluso más allá de lo científicamente razonable (Foto nº 1). El resultado de todo ello es tan espectacular que se está produciendo en el Archipiélago primero una alarma social y segundo una auténtica rebelión de masas (movilizaciones contra el impacto de los tendidos de energía eléctrica en Vilaflor; contra la destrucción del paisaje tradicional de Lanzarote, la construcción de nuevos puertos o contra las edificaciones del Cotillo en Fuerteventura) por motivos tan obvios como el considerar una topolatría o profanación de este singular templo que la naturaleza nos ha concedido en calidad de préstamo y que por negligencia o/y complicidad puede no estar disponible en el futuro (Foto nº 2). Ante un panorama así, la preocupación por la supervivencia del pasular. Sin embargo, en muy poco tiempo las cosas van a cambiar radicalmente. Así en los años sesenta se inicia la agonía de la agricultura tradicional y de exportación que determinará un potente éxodo rural hacia las principales ciudades y zonas turísticas del Archipiélago; todo ello acompañado de un espectacular abandono de la superficie productiva que pasó de un 20% del territorio regional antes de los años cincuenta a menos de un 1% en estos momentos. El sector primario va a perder efectivos laborales de forma brusca hasta quedar reducido a menos de 35.000 trabajadores en el año 2004, mientras que el sector terciario crece hasta alcanzar proporciones macrocefálicas. El progresivo desmantelamiento de la agricultura canaria explica esta caída a pesar de las ayudas y subvenciones europeas para apoyar a sectores económicos en crisis como eran las zonas agrícolas y ganaderas tradicionales. Ayudas que eran relevantes por tratarse Canarias de una región de Objetivo 1 y por su carácter ultraperiférico. Todo ello no ha servido para mucho a la hora de introducir cambios importantes en la estructura productiva y sociolaboral de Canarias que garantizara al sector primario de las Islas de una presencia razonable en clave de un mejor posicionamiento en términos de soberanía alimentaria, en calidad agroambiental y en la conservación de unidades paisajísticas de especial personalidad. Pág: 362

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trimonio y la cultura canaria, como elementos identitarios del territorio, se ha avivado consecuentemente. Y de camino se ha despertado el interés por la protección de la cultura y sus diversas manifestaciones generadas en el mundo rural. El telón de fondo que impulsa en cierta medida esta especie de renacer etno-ambientalista se sustenta en el emergente concepto ciudadano del derecho a la belleza10 en toda su inmensa acepción. Es verdad que debajo de este interés por el campo – como si del mito finisecular del paraíso perdido se tratara – se esconden muchas intenciones, algunas de muy buena fe y otras no tanto. En cualquier caso, lo cierto es que nos encontramos inmersos en un momento con las leyes del mercado funcionando a pleno rendimiento y en la dirección contraria en cuanto a favorecer la calidad paisajística, con unos espacios insulares que están fuertemente condicionados por sus capitales administrativas (ciudad-isla) y con un neorruralismo rampante11 que considera el campo como un producto urbano de usar y tirar.

3. LA CRECIENTE PREOCUPACIÓN POR LA CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO RURAL La aparición de un sentimiento de crisis del paisaje y la emergente inquietud por las cuestiones medioambientales están en el origen de un amplio debate social (cívico) político y científico que tiene como eje central la necesidad de una mayor intervención en la defensa del patrimonio rural por parte de las instituciones. Es más, el paisaje ha desbordado el ámbito de la atención científica, de la práctica profesional y de la discusión política y se ha convertido en objeto de preocupación social; el paisaje y el interés por su calidad han llegado ya a formar parte de la calidad de vida de los ciudadanos y, por esa razón, éstos hoy se empiezan a sentir más involucrados en su defensa. Cada vez la BORJA, Jordi y otros (200): La ciudadanía europea. Ed. Península. Del mismo autor (2000): Espacio público: ciudad y ciudadanía. Ed. Gustavo Gili, Barcelona. 11 FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, J. (2005): “El neomago”. Artículo de opinión publicado en la prensa insular (ampliamente difundido por Internet) en donde se hace una acertada identificación de esta nueva especie. 10

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ciudadanía refuerza su compromiso en todas partes con los valores patrimoniales y se moviliza para exigir su conservación (Foto nº 3). El paisaje rural, como síntesis de estructuras agrarias, de organización del hábitat, de esfuerzo de integración y adaptación al medio geográfico, de construcciones significativas representativas de una determinada sociedad y de una época determinada, debe ser identificado como huella indeleble e insustituible de un pasado que merece la consideración de patrimonio rural a proteger. En otras palabras, el paisaje rural es un patrimonio en el que se manifiesta la identidad de los pueblos, forma parte de su memoria colectiva y constituye un elemento esencial del acervo cultural de cualquier territorio mínimamente humanizado. Es, por lo tanto, una creación cultural cuya supervivencia pasa necesariamente por el mantenimiento de la actividad humana que lo ha producido. Esta es una de las cuestiones que obliga a apoyar las actividades que lo han configurado. No es posible una protección pasiva sobre los paisajes rurales, se necesitan acciones positivas sostenidas a lo largo del tiempo; acciones que reflejen el paisaje como un potencial económico y cultural insoslayables, además de sus contenidos éticos y estéticos. Es por las razones enumeradas que desde hace varias décadas, en países como Suiza, Alemania o Francia12, se ha producido una normativa de tratamiento administrativo específica que conlleva actuaciones diferenciadas en la política de intervención territorial relacionada con la gestión de los espacios rurales. Y es que los procesos recientes de cambio económico que han conducido a una desfiguración de sus paisajes rurales tradicionales y que han provocado una sensación de alarma social y una verdadera crisis cultural, han hecho cristalizar una nueva normativa así como nuevos instrumentos de gestión territorial. El 8 de enero de 1993, concretamente, se promulgó en Francia la Ley sobre protección y puesta en valor del paisaje y, unos meses más tarde, comenzaron a publicarse los primeros instrumentos de concertaA partir del 1 de julio de 1966 se establece en Suiza La Ley Federal sobre Protección de la Naturaleza y el Paisaje que pone especial énfasis en los aspectos estéticos. Diez años después, en 1976, se aprueba en Alemania La Ley Federal de Protección de la Naturaleza y Gestión del Paisaje. 12

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ción para gestionar mejor el patrimonio rural. Toda la normativa promulgada entonces estaba orientada a combatir las transformaciones provocadas por el creciente proceso de urbanización del medio rural, por el aumento de la densidad de las infraestructuras y por la modernización y especialización agrícolas (concentraciones parcelarias que destruyen paisajes muy estimados, homogeneización de extensas superficies mediante la expansión de monocultivos en sustitución de los policultivos preexistentes,…). Estas agresiones fueron interpretadas por la sociedad gala no solamente en clave de crisis de crecimiento (productivismo), sino también como expresión de una aguda convulsión cultural puesto que afectaba a lo más sensible de una sociedad culta para la cual el paisaje es un claro símbolo de identidad nacional13.

4. EL PATRIMONIO RURAL Y SUS COMPONENTES Las sociedades rurales han entablado, todas ellas sin excepción y en todos los momentos de su historia, unas relaciones armoniosas con la tierra que explotan; relaciones que han sido siempre profundas y duraderas, solidificadas por la costumbre y el interés y han creado también unas estructuras agrarias que se caracterizan por un método de organización del espacio cultivado, por un determinado tipo de hábitat, una cierta forma de integrar las parcelas cultivadas y un particular sistema de cultivos. En ese contexto, la mirada respetuosa llegaba también a los espacios no aprovechables que debían en su condición de tierras marginales entrar en acción cuando aumentaba la población o cuando los precios o el aumento de la demanda de productos agroganaderos así lo exigían. Todas estas circunstancias, combinadas, se manifestaban en el paisaje rural. Desde esta perspectiva, muchas disciplinas científicas reivindican el valor cultural que entraña el paisaje rural, su papel acumulador de la historia y de la dinámica de las civilizaciones (Foto nº 4). En nuestro caso, las humildes casa-cuevas del Hornillo de Agaete, utilizadas como habitación por los aborígenes, guardan relación muy íntima con un terreno abrupto, escasamente generoso en tierras de plan“El paisaje es un retrato de la sociedad” (Adrian Geuze, arquitecto holandés, 2001). 13

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tación, pero sí apto para el pastoreo extensivo de ciertos rumiantes. Las vetustas chozas de las cuarterías de los aparceros del Sur de Gran Canaria, rodeadas de extensas zonas de cultivos de tomateros, al tiempo que muestran una cultura de sometimiento semifeudal, entrañan tanto valor paisajístico como los pueblos de las medianías de las islas de mayor desarrollo orográfico agrupados en torno al conjunto formado por iglesia, campanario, plaza y edificio consistorial que aparecen casi siempre rodeados de grandes extensiones de campos de tamaño y configuración irregulares (Teguise, Garafía o Tijarafe) (Fotos nº 5 y 6). Los campos de plataneras del Norte y del Noroeste de Gran Canaria, Tenerife y La Palma que no han realizado cambio varietal y desdeñan el cultivo bajo plástico se caracterizan por su homogeneidad monocromática que solo se interrumpe por los murallones de bancales levantados con sillares de basaltos, de espectacular geometría, por los cortavientos perimetrales de las parcelas14, los espejos de los estanques cuando se llenaban de agua en invierno, las viviendas de los finqueros y algún que otro alpendre. En su conjunto, configuran un paisaje coherente capaz de emocionar al viajero. Es un paisaje rural que está indisolublemente ligado a la actuación humana y que entronca con la arraigada tradición cultural isleña de estética de la integración del territorio con las funciones que desempeña (Fotos nº 7 y 8). En consecuencia, el paisaje rural, como resultado plástico de la acción cultural de los seres vivos en un determinado espacio geográfico es una síntesis de componentes. Entre estos últimos destacan los espacios cultivados, las tierras marginales en perspectivas de uso (descanso) o abandonadas, las superficies destinadas a pastizales, las zonas de arbolado, la red viaria, las construcciones, las infraestructuras,… y todo ello perfectamente imbricado gracias a unas determinadas fórmulas funcionales de organización que reciben el calificativo de sabiduría popular. La superficie cultivada estaba configurada por el entramado parcelario, la parcela abierta o cerrada, los tipos de cultivos, los límites precisos, el color y las formas características y la denominación de las En los bordes de los bancales y en las cercas de separación de la propiedad los finqueros solían plantar flores, enredaderas, trepadoras y árboles frutales como elementos ornamentales. 14

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parcelas según su superficie. Interesa conocer la forma y la superficie de la parcela puesto que según su superficie y accesibilidad, o según su tamaño y rentabilidad, pueden ser pequeñas, medianas o grandes. Las peculiares medidas de superficie (cadenas, cabellón, celemín, fanegada15, longueros, almud) que sobreviven al homogeneizador sistema métrico decimal han generado una cultura agrimensora, que produce patronímicos y topónimos tan curiosos como los derivados fanegueros, celemineros o almuderos (Foto nº 9 y 10). También es útil conocer los límites de las parcelas si se presentan cerradas a base de setos verdes de frutales, forrajes (hierba guinea), batatas o boniatos, flores, plantas aromáticas y medicinales. En ocasiones las calabaceras, enredaderas (parchitas o maracuyás, madreselvas, etc.) vegetaban muros o paredes de hasta más de dos metros de altura cuando hay ganado suelto en las zonas más húmedas. En El Hierro y Lanzarote son los muretes de piedra los que cierran las parcelas empleadas para proteger los cultivos del ganado. En las comarcas áridas el límite de las parcelas apenas es perceptible por su carácter eminentemente abierto, salvo algún que otro pequeño talud de tierra y piedras al borde de las fincas y de escasa altura. La orografía de las islas impone el llamado campo escalonado basado en el abancalamiento. Los cultivos se hacen en terrazas longitudinales sostenidas por muros de mampostería o de piedra seca, propios de los valles y las orillas de los barrancos. Estos aterrazamientos son el mejor reflejo de la victoria del hombre contra la adversidad que le impone el medio físico al regatearle suelo apto para el cultivo. Se trata de una obra anónima de varias generaciones de agricultores, fruto de costosísimos esfuerzos desarrollados con trabajo manual y un rudimentario instrumental. Solamente el constante mantenimiento y vigilancia de estas obras han impedido que las vertientes recuperen su estado original, con la diferencia de que les protege eficazmente de una erosión que resultaría tan activa como la vertiginosa caída de la pendiente. Los ejemplos de Valle Gran Rey, Agulo y Hermigua (La Gomera), Los Sauces (La Palma) y en algunas empinadas riberas de En el sureste de Gran Canaria existe el término fanegada paria cuando la superficie contenida en la fanegada supera los 12 celemines habituales.

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barrancos en Tenerife y Gran Canaria son tan representativas como suficientemente esclarecedores. Los tipos de cultivos confieren una determinada plasticidad al paisaje rural gracias al color, volumen y hasta al propio aspecto externo que los caracteriza. Constituyen el elemento más variable no solo a causa de los ejemplares dominantes en el terrazgo, sino también a resultas de los cambios estacionales que experimentan las plantaciones a lo largo del año. En las islas contamos con diferentes tipos de cultivos: Cultivos arbustivos: frutales, plantas industriales, madereros, forrajeros, funcionales, ornamentales, medicinales e, incluso, árboles no productivos que denotan simbologías diversas como el éxito social que representa una robusta arahucaria plantada en las inmediaciones de una casa finquera y visible desde todos los ángulos. Cultivos anuales: de secano y regadío. Monocultivos como el plátano o el tomate. Policultivos (“coltura promiscua”), de rotación, campos en descanso, barbecho semillado, … Superficies no cultivadas: es la parte del medio rural que se conserva en estado natural porque no ha sido transformada aún. Origina una discontinuidad en el paisaje: zonas rocosas, pedregales (breñas), espacios sin suelo vegetal (malpaíses), pendientes muy acusadas, suelos inhóspitos, inaccesibles, dominio del matorral, bosques o prados naturales. Estas zonas se incorporaban a la producción cuando aumentaba la población o los precios suponían un incentivo. En ocasiones también son utilizadas por los rebaños, como cotos de caza, extracción de leña y madera, apicultura, etc. El hábitat rural: es el espacio habitado en las áreas rurales. El hábitat rural se manifiesta como el modo de distribución y residencia de las poblaciones que viven en el campo y, en muchos casos, del campo. Agrupa las viviendas de la comunidad y sus anexos (aljibes, patios, jardines), así como otras dependencias que tienen una finalidad en el marco de la economía agraria (silos, corrales, alpendres, establos, bodegas,..). En Canarias existen 1.198 localidades poblacionales menores registradas oficialmente en el Nomenclátor del INE e ISTAC (1996), compuestas de caseríos de diferente tamaño y de casas aisladas. No todas las personas que residen en áreas rurales viven de las actividades primarias. En efecto, existe tamPág: 368

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bién en nuestras islas un importante hábitat rural no agrícola (rural non farm), característico de los países desarrollados con fuerte densidad en lo relativo a los asentamientos urbanos (Fotos nº 11 y 12). Las formas en que se reparten las viviendas campesinas en el paisaje rural nos permiten hablar de tipos distintos de hábitat según diferencias morfológicas y diferencias en el modo de localización de los habitantes, siendo la clasificación más habitual en Canarias la de hábitat concentrado (mejor decir agrupado) y la de hábitat disperso. Pero también se aprecian diferencias según la topografía y así encontramos por ejemplo núcleos colgados en vertientes muy abruptas o asentamientos costeros en cotas mínimas cercanas al mar. Se puede hablar además de un hábitat forestal en diminutos caseríos cuyo origen estaba ligado a las múltiples actividades del bosque. Es frecuente en nuestra geografía la presencia de núcleos aislados en zonas rústicas en las proximidades de ciudades medias y grandes. Y es que el hábitat es el resultado de uno o varios procesos de ocupación del suelo frecuentemente de forma espontánea que viene mejor expresado por el término de poblamiento. Si existe una única zona que agrupa a toda la población en una aglomeración de casas en medio de un término agrícola, se habla entonces de hábitat agrupado. Por el contrario, definimos un hábitat disperso cuando éste se halla dividido en pequeñas parcelas de hábitat diseminado sobre la extensión del término agrícola. Uno y otro siempre están vinculados a una serie de factores: agua, seguridad, vínculos sociales y económicos, aspectos organizativos y productivos (ciertos aprovechamientos comunales, acometida de determinadas obras colectivas, como el arreglo de los caminos16, la limpieza de las maretas (Teguise), la impermeabilización de las charcas y albercas, la vigilancia y cuidado de canales y acequias, el reclutamiento de milicias contra contrabandistas, el cuidado comunitario de ganados, etc.). La forma de los pueblos es una simple adaptación al lugar y responden generalmente a un criterio social, religioso, comercial, defensivo, El 26 de mayo de 1784 por Real Acuerdo “se ordena a todos los justicias y ayuntamientos para que compongan y reparen los caminos cada uno en su distrito y término “executandolo por quadrillas semanalmente, alternando todo el vecindario a pala, pico y azadón”.

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de peregrinación, etc. 17El trabajo agrícola puede condicionar la morfología urbana de los caseríos que se adaptan mejor a la cría de ganado, pastoreo en prados cercanos y cultura cerealista que requiere casas con silos y establos que determinan una separación de unas casas de las otras. Hay pueblos lineales o pueblos-calle, pueblos apiñados o pueblos macizos y pueblos radiales (estrellados) en función de los caminos, de la pendiente o del azar (Foto nº 13). La casa rural es uno de los componentes fundamentales del hábitat rural. Allí se suelen combinar los usos reclamados por las necesidades de alojar a la población campesina con la adaptación a las exigencias técnicas de la economía agraria. La máxima preocupación es la de adaptarse al medio físico en la que se levanta: por eso se emplean casi siempre materiales de construcción abundantes en su entorno, el tipo de cubierta y las formas de cerramiento deben ser aptos para una determinada zona climática. El plano deberá satisfacer las necesidades de la familia campesina. La casa es construida según pautas tradicionales por los mismos lugareños, salvo cuando los hábitos y técnicas ajenas hayan impuesto otro tipo de edificación. Hay diferentes tipologías: casa-bloque, cuando no existe discontinuidad funcional entre vivienda y el establo, silo o almacén. Otra es la que presenta la vivienda en la planta superior y en la baja se destina a dependencias agroganaderas como sucede en el caserío vasco. Existe también la casa-patio o la casa disociada, integrada por distintos edificios de variada disposición y funciones (establos, almacenes, vivienda, hangares). La casa unifamiliar casi siempre aislada con patio interior porticado es muy frecuente en los campos de Canarias. En cualquier caso debemos reconocer que es muy amplio el repertorio de tipologías de casas rurales tradicionales con horno, chimeneas, corrales anexos, materiales constructivos y formas de distribución de sus dependencias interiores. La adaptación al medio también deja su huella en otros signos externos: la lucha contra el calor o el frío se traduce en la búsqueda de sombra o del aire mediante galerías abiertas, ventanas pequeñas o amVéase a este respecto nuestro trabajo titulado “Importancia estratégica de la Villa de Teguise”, publicado en la Revista Aguayro, nº 156 (Noviembre-diciembre de 1984) 17

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plias cuando se necesita luz, chimeneas, muros anchos o estrechos, etc. que favorecen el aislamiento térmico. Lo mismo se puede decir de las cubiertas para recoger la lluvia tanto si son transitables como si no lo son mediante tejados pendientes a dos aguas. En síntesis, la casa rural es uno de los componentes del paisaje de mayor entidad cultural. Cumple funciones de carácter económico, depende de una serie de costumbres o creencias, es el reflejo de los condicionantes de una civilización que tiene unas técnicas propias, en función de sus medios materiales. Su decoración externa es austera pero presenta siempre elementos distintivos para su identificación funcional o social. Por todas estas razones debiera otorgársele un papel prevalente en toda política de conservación (Foto nº 14).

5. LAS INFRAESTRUCTURAS AGRARIAS Están representadas por una serie muy amplia y diversa de realizaciones funcionales e instrumentales de carácter productivo o de estímulos a la producción como son determinadas realizaciones ingenieriles (puentes, viaductos, presas, pozos y galerías, etc.), además de las creaciones artesanales de piezas, construcciones, herramientas y dispositivos aplicados a las necesidades campesinas tradicionales. La arquitectura del agua es una de las expresiones más ricas en patrimonio cultural: canales, acequias, cantoneras, albercas, presas, estanques y tipologías, fuentes, manantiales, pozos, galerías, gavias, nateros, enarenados, molinos de viento, lavaderos públicos de ropa, etc. Su uso y sus costumbres se concretan en una cultura de Heredades de Aguas, alcaldes de aguas, comunidades de regantes, acequieros y poceros; mediciones originales como los adulamientos, las aguas gruesas, pipas, azadas, etc. O costumbres tan peculiares como la del “calabozo” en Tazacorte. La cultura del agua en Canarias permitió hacer el milagro de conquistar espacios de cultivos en zonas bajas escasas en aguas y realizar trasvases para irrigar vertientes más áridas. La excavación de pozos y galerías así como la construcción de estanques es también una proeza dado los escasos conocimientos y medios técnicos empleados. Pág: 371

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El medio rural canario está salpicado de edificaciones de diferentes estilos y tipologías para usos como establos, corrales, alpendres, granjas avícola, cunicular o porcina. Las comarcas vitivinícolas registran todavía numerosos lagares (Frontera, El Hierro), secaderos de tabaco en Adeje y El Paso; secaderos de pescado en Caleta de Fuste; almacenes de empaquetado, tradicionales y modernos en las plantaciones de tomates y plátanos. En las islas se repiten las instalaciones características de la producción salinera: charcas, molinos, casa del salinero, almacén de sal y barro, cuartos de aperos (Janubio, en Lanzarote; Teneguía, en Fuencaliente; Las Salinas del Carmen en Fuerteventura o El Bufadero, en Arucas).

6. LA RED VIARIA La red de caminos es también un elemento representativo del paisaje rural y uno de los factores que limita o favorece las posibilidades de circulación, accesibilidad y trabajo. El paisaje se ve atravesado por redes viarias que se yuxtaponen y por otras en las que se imbrica. La superposición del sistema viario con sus carreteras y autopistas normalmente supone un deterioro para el paisaje rural cuando no existe el menor esfuerzo integrador, pues se trata de estructuras que suelen tener un efecto galería, cuando no un efecto túnel, totalmente ajeno a las necesidades de la comunidad rural. Especialmente nocivos cuando el nuevo sistema viario rompe la vieja estructura comunicativa y fragmenta el territorio limitando o dificultando usos. La red de caminos contribuye a la ordenación del entramado parcelario y genera un espacio legible funcional y visualmente. Las vías pecuarias son los viejos caminos seguidos por los pastores y sus ganados (cañadas). Estas vías tuvieron una gran significación cultural y comercial en Canarias por la importancia que pudo alcanzar cuando todavía las comunicaciones de la costa con el interior no estaban vertebradas. Los movimientos radiales, transversales entre el litoral y las cumbres, o entre una y otra vertiente de las islas con mayor desarrollo orográfico. Es el caso de la serranía de Famara-La Villa de Teguise y La Caleta en Lanzarote, La Dehesa de El Hierro; Las Cañadas del Teide o los movimientos radiales cumbre-costa en Gran Pág: 372

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Canaria que fueron rutas transhumantes por donde se comunicaban los habitantes del interior de las islas.

7. LA ORGANIZACIÓN INTERNA DEL ESPACIO RURAL Bajo la denominación de morfología agraria conocemos el aspecto de las parcelas, los caminos en dirección a las explotaciones, la disposición de los pastos, matorral y bosques, así como el hábitat rural dentro de un término agrícola. O el acceso al agua de riego abriendo pozos y galerías; construyendo albercas y acequias kilométricas o construyendo grandes presas (Foto nº 15). Sobre esta realidad han fundamentado los campesinos sus sistemas de cultivo, su hábitat, sus costumbres, su seguridad y su vida. El peso de la herencia deja su huella imborrable toda vez que gracias a los paisajes rurales han cristalizado las grandes civilizaciones. En las Islas Canarias, menos ricicultura (W. Rodríguez Brito, 1986), ha contado con todas las culturas agrarias del planeta. La fidelidad a esos paisajes ha devenido en eterna para muchos y en todo ello la nostalgia tiende a acrecentar esos sentimientos18. Por todas las razones expuestas hoy precisamente constituyen un claro signo de identidad.

8. LOS PAISAJES RURALES SON UN PATRIMONIO DE LOS PUEBLOS En Canarias coexisten distintos tipos de paisajes rurales a causa de la diversidad climática, la altura y la orientación. Las plantaciones agroexportadoras han generado un tipo de agricultura colonial orientada al mercado exterior, junto a otras de consumo interior o de autosubsistencia. Ello ha provocado un mundo rural dual en Canarias, aunque a veces los perfiles entre todas estas modalidades se difuminan. El primero estaría situado en las zonas bajas subtropicales y el segundo en las medianías y cumbres de todas las islas con condiciones climáticas más 18

CUETO, J. (2006): “Nostalgia de paisajes virtuales” en el País Semanal Pág: 373

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húmedas. Entre ambos sectores hay pocas cosas en común, a excepción del ulterior declive.

9. LOS PROBLEMAS Y LOS FACTORES DE AGRESIÓN AL PATRIMONIO RURAL El espacio rural ha sido colonizado y ordenado por el hombre en épocas diferentes y con técnicas de utilización del suelo muy variadas. Esta labor se ha producido en diferentes ciclos históricos (orchilla, azúcar, vid, cochinilla, plátanos y tomates, turismo y construcción) dentro de un determinado contexto social y económico. En ocasiones, la huella de cada uno de esos ciclos se niega a desaparecer. El grado de posesión y disfrute de la tierra, el nivel de perfeccionamiento técnico, la densidad del grupo humano que explota un territorio y las tensiones de la economía de intercambios han impuesto determinadas direcciones a la tarea de organización de la sociedad rural, una sociedad que ha experimentado grandes transformaciones desde el Renacimiento hasta nuestros días. Estos cambios son abiertamente radicales cuando en nuestros campos se generalizan los métodos de producción industrial, disminuye a la vez el número de agricultores. Como consecuencia de lo anterior, en muchas islas se han ido abandonando ciertos conocimientos y habilidades, técnicas, recursos, herramientas, costumbres y tradiciones, profesiones y actividades que constituían un rico patrimonio cultural construido pacientemente a lo largo de siglos. Las zonas poco aptas para la agricultura moderna son las primeras en abandonarse. A ellas les seguirán otras superficies calificadas de aptas por otras alternativas de mercado más remuneradoras para sus titulares. Los agentes y procesos de transformación más representativos que han supuesto auténticas agresiones a ese acervo patrimonial con destrucción, pérdida de calidad o desaparición de parte del mismo pueden identificarse como: - Los relacionados con los cambios introducidos por la propia actividad agraria. - Los que se originan a causa del abandono del sector agrario. Pág: 374

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- Los derivados de iniciativas ajenas al mundo rural. La especialización de la agricultura en una actividad productiva e intensiva provoca homogeneización pero a su vez acrecienta la banalización del paisaje agrario. También lógicamente las consecuencias derivadas de una fuerte mecanización, tecnificación, consumo de fertilizantes y herbicidas, uso de invernaderos y éxodo rural que busca la minimización de los costes de producción y la optimización del rendimiento en una economía de mercado cada vez más competitiva. Fruto de ese proceso modernizador es la progresiva desaparición del tradicional policultivo y de los seculares cultivos de autosubsistencia que abastecían el mercado interior de las islas antes de que llegaran a ellas las importaciones masivas de productos agroalimentarios, primero en régimen de dumping (más o menos encubierto) y después a través de subvenciones compensatorias (REA) por parte de la Unión Europea en presencia de fuertes intereses de las multinacionales de la alimentación en complicidad con las burguesías importadoras de las Islas. Paralelamente a todo ello se asistía a un proceso desbordante y desordenado de expansión urbana que generaría un conflicto permanente entre el valor real del espacio para uso agrario y el que se le da en el proceso de desarrollo urbano. El paisaje rural no puede entenderse como una realidad aislada, sino en el contexto de una polarización territorial entre los núcleos urbanos y el resto del espacio, aunque cambie el signo de la economía global, hoy en día centrado en los servicios. Convencionalmente pueden distinguirse distintas zonas en el continuum rural-urbano, el espacio urbano o “continuo edificado”, las áreas urbanas con espacios discontinuos de edificaciones y con un suelo dedicado a usos residuales de carácter agrario, también llamado ‘periurbano’, el espacio semiurbano o semirrural urbanizado (rururbano); es decir, las áreas con una alternancia entre la antigua estructura rural y la nueva de tipo urbano y el espacio rural propiamente dicho con predominio de la actividad agraria y con escaso desarrollo urbano que, en ocasiones, coincide con parajes naturales objeto de ciertos instrumentos de protección. Unos lugares incluidos en esta última categoría de suelo se han visto afectados por proyectos de promoción urbana, de descentralización Pág: 375

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industrial o, en general, por intervenciones no rurales, podemos hablar entonces de invasión urbana. Si no se adoptan medidas para la ordenación y conservación del patrimonio rural no se podrá evitar su destrucción. La creciente tendencia de la llamada ‘ciudad difusa’ (siguiendo el modelo de ciudad norteamericana) está generando una fuerte competencia entre las funciones residenciales y agrícolas con impacto negativo y debilitamiento de las estructuras agroganaderas. El cierre de muchas explotaciones agrarias tradicionales en o cerca de áreas urbanas perimetrales ante la presión de los residentes va mucho más allá de una mera cuestión de molestias (malos olores, presencia de mosquitos, miedo a la aplicación de fitosanitarios, uso de fertilizantes, etc.) (Fotos 16, 16 bis y 17). La actividad turística y la ocupación indiscriminada de suelo han supuesto también daños irreparables en la calidad de muchos espacios naturales, especialmente costeros. Se trata de otro de los efectos perniciosos del urbanismo desmesurado o sobreurbanización que ha transformado radicalmente nuestro litoral. Los asentamientos de pescadores y sus tradicionales artes de producción también se han visto mermados y su cultura arrinconada. Todo ello nos lleva a concluir diciendo que cuando la relación que debe guardarse entre progreso económico y equilibrio medioambiental se quiebra, el deterioro patrimonial es irreversible.

10. INTERVENCIONES A FAVOR DE LA CONSERVACIÓN DEL MEDIO RURAL Como ya hemos anticipado, en la mayoría de los países con cierto nivel de desarrollo existe una tradición normativa que abre posibilidades de intervención muy efectivas. Son muchas las disciplinas científicas y los especialistas multidisciplinares que plantean como objetivos fundamentales de la ordenación y la planificación del medio rural cuestiones como la conservación del paisaje rural y la conservación integral de los ecosistemas a fin de mantener permanentemente los recursos necesarios para la vida y asegurar que las nuevas construcciones y los paisajes moPág: 376

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dificados tengan un diseño armonioso mimetizable e integrable con las preexistencias del entorno. En la mayoría de los países europeos podemos encontrar una producción legislativa encomiable sobre estos temas según la cual, de forma indirecta, el paisaje queda siempre englobado en la normativa de protección de monumentos históricos y de sus zonas de influencia o en los sitios, lugares y monumentos naturales protegidos. Desde los años sesenta, los programas de desarrollo rural y local de Italia, Francia, Reino Unido, Países Bajos, Suiza, Austria y Alemania tratan de dar respuesta adecuada al porvenir del medio rural. En Canarias, la Ley de Ordenación del Territorio de 1999 y el Texto Refundido de las Leyes de Ordenación del Territorio de Canarias y de Espacios Naturales de Canarias de 2000 plantean aspectos sobre el uso y gestión, deberes y derechos de los propietarios y usuarios en general de suelo rústico de forma muy original. A esa importante herramienta se le añade otra cuando los diputados regionales por unanimidad dan el visto bueno a la Ley 19/2003 de Directrices de Ordenación General y las Directrices de Ordenación del Turismo de Canarias. Tienen rango de ley, contienen 200 disposiciones que pretenden reorientar el modelo de desarrollo de Canarias afectando directamente a las actividades constructoras y al turismo. Aunque faltan por desarrollar, entre otras, las Directrices del Paisaje y las del Medio Rural, es justo resaltar que la legislación en estas materias ha ido por delante de la cultura del respeto y acatamiento de las normas por parte de los residentes en las Islas. Del mismo modo que también conviene insistir aquí en el déficit de gobierno del territorio especialmente visible en la permisividad de algunas administraciones locales que aun no han actualizado sus instrumentos de ordenación del territorio ni se han integrado en la Agencia de Protección del Medio Urbano y Natural. En el desarrollo de las mismas, las intervenciones para la protección del paisaje y del conjunto del patrimonio rural exigen en la línea propuesta por el Convenio Europeo del Paisaje la identificación de las estructuras que deben ser preservadas y valorizadas en un marco geográfico específico. Para ello se propone lo siguiente: Pág: 377

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- Una lectura del paisaje que determine las potencialidades de los entornos insulares. - Una decidida voluntad de integrar los principios del Convenio Europeo del Paisajes en todos los instrumentos de ordenación del territorio. - Una determinación de objetivos que fije las estructuras que deben ser conservadas, justificadas por su alto valor patrimonial y en función de su configuración natural o de la propia actividad humana. - Una revisión metodológica del catálogo de paisajes singulares, edificios y demás valores (tangibles e intangibles) existentes en el medio rural que sean merecedores de protección. - Unas recomendaciones en materia de gestión para asegurar en el tiempo la calidad de las estructuras paisajísticas. - Desarrollo de políticas del paisaje canario (estrategias y directrices que permitan tomar medidas específicas para su eficaz gestión) integradas en los instrumentos de ordenación a todos los niveles19. - Ordenación de los paisajes insulares que tenga como objetivo estratégico el mantenimiento de su calidad funcional y estética. - Protección del paisaje canario mediante actuaciones que contribuyan a conservar y mantener sus elementos característicos o significativos. - Gestión del paisaje con unidades administrativas bien formadas que actúen con una potente visión de futuro para ensalzar, restaurar o crear paisajes. Se trata, en definitiva, de una especie de “Plan del Patrimonio y del Paisaje Rural”20. La revitalización del patrimonio rural desde una La Ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural (en trámite) consensuada por el Consejo para el Medio Rural, la Mesa de Asociaciones de Desarrollo Rural y la Comisión Interministerial para el Medio Rural prevé establecer un mecanismo (Programa de Desarrollo Rural Sostenible) a través del cual la Administración General del Estado planificará su actuación. Este programa será elaborado por el Gobierno con la cooperación de las Comunidades Autónomas. Canarias deberá desarrollar su propia Ley de Desarrollo Sostenible del Medio Rural para adaptarla a las especificidades de una región insular con un medio geográfico sensiblemente diverso. 20 Cuestión ésta que junto con la vivienda y otros aspectos deberían incluirse en la ya mencionada Ley canaria de desarrollo rural. 19

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óptica cultural, social y económica, ensancha el concepto de calidad de vida. En esta tarea caben desde las llamadas operaciones estelares hasta la ejecución de iniciativas para conquistar los paisajes rurales a través de intervenciones concretas, modélicas, que puedan demostrar de forma ejemplarizante que la preservación de la diversidad de aquéllos con economías locales específicas y eficaces es posible. De otra parte, la necesidad de mantener un tejido social mínimo en las comunidades rurales, de conservar el medio natural y salvaguardar el paisaje creado a lo largo de siglos de desarrollo de las actividades agrarias tradicionales o no es motivo determinante en la adopción de una nueva filosofía que debe plasmarse en sucesivas reformas de las políticas agrarias (Fotos nº 18 y 19). La labor de mantenimiento del paisaje, de los ecosistemas y la conservación de un sistema productivo en perfecto estado, son actuaciones necesarias, sin la menor duda. No se trata de conservar al agricultor como una especie protegida en vía de extinción, ni tampoco hacer de los espacios rurales parques temáticos o museísticos mixtificados e inauténticos, sino de lograr que éstos tengan una función requerida y valorada, demandada por la sociedad. Simultáneamente se precisa remodelar el uso del espacio rural para que este absorba parte de la población activa que no puede encontrar empleo en otros sectores de la producción, de forma que el desarrollo rural favorezca el desarrollo regional. Instrumentos de inversión tan poderosas como la RIC, incentivos regionales, POSEICAN, etc. habría que adaptarlos para afrontar esta misión. El objetivo de estas políticas de desarrollo integrado es llegar a conseguir que las áreas desfavorecidas se estructuren como territorios activos y no sólo como espacios pasivos. Aquí tienen cabida aquellas actuaciones que persigan como objetivo la recomposición funcional de los espacios rurales a través de nuevas formas de utilización dentro de la concepción postproductivista y multifuncional del medio rural: la agricultura biológica, los usos recreativos del campo y el turismo rural o la recuperación de actividades que hoy cuentan con mercado (cultivos de plantas medicinales, carboneo, piedra ornamental, turismo rural, termalismo, etc.). Pág: 379

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Pág: 381

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EL PAISAJE RURAL CANARIO: UN ESPACIO DE RESISTENCIA” Tabla nº 1: Estructura sectorial del empleo en Canarias en 1955 Primario

Secundario

Terciario

(En %)

(En %)

(En %)

Canarias

59,00

17,30

23,56

España

44,90

28,88

26,22

Diferencial

14,10

-11,58

-2,66

Fuente: INE. Elaboración propia. Tabla nº 1: Estructura sectorial del empleo en Canarias en 1955 1960

1975

1985

1991

2003

Canarias

54,02

21,63

15,81

7,5

4,6

España

41,6

23,00

18,19

10,66

5,6

Fuente: INE. Elaboración propia.

Foto nº 1: Construcciones en primera fila de costa Pág: 382

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Foto nº 2: Protesta ciudadana pidiendo la recuperación del ingenio azucarero de Los Picachos (Telde) construido en el S. XVI

Foto nº 3: Pastizales de El Madroñal (Gran Canaria)

Foto nº 4: Bajada de la rama en las fiestas de las Marías en Guía (Gran Canaria) Pág: 383

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Foto nº 5: Panorámica general de Teguise (Lanzarote)

Foto nº 6: Heredad de Aguas de Arucas y Firgas (Gran Canaria)

Foto nº 7: Cultivo tradicional de plataneras Pág: 384

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Foto nº 8: Cultivos de plataneras bajo plásticos en el NW de Gran Canaria

Foto nº 9: Campos cultivados de hortalizas

Foto nº 10: Campos cultivados Pág: 385

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Fotos nº 11 y 12: Arte y paisaje. Representación de conjuntos arquitectónicos tradicionales integrados en el paisaje.

Foto nº 13: Vista parcial de un camino forestal

Foto nº 14: Casa tradicional en la Finca de Osorio en Teror (Gran Canaria) Pág: 386

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Foto nº 15: Cantonera con sus canales de distribución de agua

Foto nº 16: Vista parcial de un campo abandonado

Foto nº 16 bis: Extracciones de tierra vegetal en las medianías de las Islas Pág: 387

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Foto nº 17: Bancales de plataneras abandonados

Foto nº 18: Muestra de quesos canarios

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Foto nº 19: Molino de gofio

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