El papel del civismo en la recuperación de los centros históricos. Ion Martínez Lorea (Universidad Complutense de Madrid)

El papel del civismo en la recuperación de los centros históricos Ion Martínez Lorea (Universidad Complutense de Madrid) [email protected] 1.

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El papel del civismo en la recuperación de los centros históricos Ion Martínez Lorea (Universidad Complutense de Madrid) [email protected]

1. Volviendo la mirada hacia el centro Uno de los procesos que caracterizó el desarrollo de la ciudad industrial-fordista fue la progresiva pérdida de relevancia y el creciente deterioro de su centro histórico. La expansión metropolitana de los años 60 y 70 del pasado siglo acapara la atención de los agentes políticos y económicos y confirma la sustracción de elementos de centralidad que ya antes habían comenzado a desplazarse a los ensanches. La ciudad de Pamplona sufre como muchas otras esta situación. La riqueza funcional de su Casco Antiguo se va viendo mermada en los planos económico, institucional y residencial, si bien mantiene su relevancia como espacio simbólico y de ocio nocturno: espacio de fiesta, espacio de protesta, espacio de encuentro, espacio de paseo. Aunque ni los discursos ni las legislaciones sobre la protección y conservación del patrimonio histórico y los conjuntos urbanos, ni tampoco las intervenciones directas sobre los propios centros históricos son una novedad a finales del siglo XX, no es hasta comienzos de la década de 1980 cuando podemos hablar de una reversión del proceso de deterioro del centro histórico de Pamplona. Es entonces cuando comienzan a adoptarse medidas en el marco del desarrollo de normativas encaminadas a recuperar (conservar, rehabilitar y renovar) los cascos antiguos. Será el Plan General de Ordenación Urbana de 1984 el que marque un punto de inflexión entre las lógicas del urbanismo desarrollista y las nuevas políticas orientadas a reformar, consolidar y recuperar la ciudad construida. A partir de dicho Plan se presenta en 2001 otro de los documentos clave a través del cual se afianza el proceso de recuperación del Casco Antiguo, el Plan Especial de Protección y Reforma Interior (PEPRI). Será este documento el que guíe las intervenciones que la Administración local a fin de superar el proceso de degradación social, económica y arquitectónica del barrio. Entre tanto surgen dos organismos municipales que serán los que gestionen las actuaciones en el terreno: la Oficina Municipal de Rehabilitación, surgida en la década de 1980 y la empresa pública Pamplona Centro Histórico (PCH) nacida en 2003.

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Los años 80 y 90 del siglo pasado no dejan de ser años difíciles en que las mejoras son escasamente apreciables. Como en la mayor parte de las ciudades del entorno, el Casco Histórico, o mejor, alguna de sus calles, se convierten en foco de marginalidad asociado a vivienda deteriorada, rentas bajas, tráfico y consumo de drogas y/o prostitución callejera. Otro elemento característico del Casco Antiguo es la alta polución y deterioro físico derivado de la presión por el uso del vehículo privado en sus calles. No podemos olvidar para completar la complejidad de este espacio un elemento que ejemplifica la tensión social y política de aquel momento como es la kale borroka. La segunda mitad de los 90 y el primer decenio de 2000 acogen el periodo de transformación más visible en el Casco Antiguo, comenzando con la rehabilitación continuada de fachadas. En el año 1996 se inicia el proceso de reurbanización y peatonalización con la instalación de una galería de servicios subterránea (luz, agua, teléfono, basuras, etc.). A su vez van surgiendo un conjunto de parkings subterráneos en los límites y dentro del propio barrio entre los que destaca, por la fuerte polémica que generó, el de la Plaza del Castillo (años 2002-2003). El cambio de siglo es periodo de bonanza económica para las arcas municipales lo cual permite al Ayuntamiento optar por intervenciones de gran envergadura, planteadas ya por anteriores gobiernos locales, combinadas con dotaciones de carácter barrial. Dos de estas obras de gran envergadura destacan tanto por su impacto arquitectónico en la ciudad como por ser diseñadas por dos autores locales de prestigio internacional como son Rafael Moneo y Patxi Mangado: el Archivo General de Navarra y el Palacio de Congresos Baluarte. A su vez, el Casco Viejo se hace beneficiario de subvenciones europeas a través del Plan Urban. Entre las actuaciones financiadas más destacadas está la restauración del Palacio del Condestable como Centro Cívico barrial1. Es periodo también de iniciativas privadas como la localización de hoteles de cuatro estrellas en edificios históricos, tales como el Palacio de los Condes de Guenduláin o el antiguo Convento de Adoratrices. Otro de los hoteles más representativos de la ciudad, La Perla, se reforma para lograr las cinco estrellas. Este último periodo señalado supone también un momento de recuperación poblacional y de revitalización social del barrio. Desde 1900 y hasta 1996 la población del Casco no había dejado de descender hasta situarse por debajo de los 10.000 habitantes. A partir de esta fecha la población se estabiliza y se va incrementando hasta 1

Esta actuación no está exenta de polémica por la decisión del Ayuntamiento de reorganizar el uso de este espacio al margen de la iniciativa vecinal reduciendo su capacidad como centro cívico.

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alcanzar una cifra cercana a los 12.000 habitantes2. Al continuar siendo puerta de entrada de población inmigrante y convertirse en apuesta de jóvenes, que individualmente o en pareja optan por residir en el barrio (en ambos casos con escasos recursos económicos), la población de centro histórico vive un considerable rejuvenecimiento. Sin embargo, las condiciones de las viviendas siguen sin garantizar una posible ‘apuesta definitiva’ de residentes con hijos pequeños: “tienen aquí el primer hijo y el segundo hijo pero luego se largan porque la vivienda les resulta incómoda, porque no tienen ascensor, porque les resulta pequeña” (Asociación de Vecinos del Casco Antiguo). Asimismo, las rehabilitaciones interiores tienen un procedimiento muy lento, costoso y molesto que no contribuyen a esas apuestas residenciales. El ámbito comercial vive en estos momentos un periodo crítico. La apuesta de la Asociación de Comerciantes del Casco Antiguo por un Centro Comercial a Cielo Abierto no termina de consolidarse como un modelo comercial propio y parece mirar en demasía la forma de hacer de los centros comerciales de periferia. Además se ha topado con un elemento totalmente distorsionador como es El Corte Inglés, instalado en el límite del barrio en el año 2003. Su localización marca un desplazamiento de la referencia comercial clásica del centro histórico hacia el Ensanche donde la Avenida Carlos III se ha convertido en un auténtico paseo comercial. La amenaza de una terciarización excesiva también pende sobre el barrio: a la alta concentración de locales pertenecientes a la Administración habría que sumar el caso, por ejemplo, del Paseo Sarasate con una alta concentración de entidades bancarias o la reciente compra por parte de Caja Navarra de los que son considerados por la Asociación de Comerciantes del barrio como “los diez mejores locales comerciales que quedaban libres en el Caso Antiguo”. Mención aparte merece la hostelería en el centro. Señalada como zona saturada de actividad hostelera, en 2005 la legislación cambia para permitir la apertura de nuevos locales hosteleros de tipo cafetería y restaurante, manteniendo la prohibición de apertura de bares nocturnos. Este sector sigue manteniendo ejes muy activos en torno a las calles San Nicolás, Estafeta y la zona de Navarrería. No podemos limitar, sin embargo, la mirada sobre las transformaciones del Centro Histórico a las intervenciones físicas que se han venido produciendo en él. A la 2

En enero de 2010 la población del Casco Antiguo es de 11.626 personas. Datos: Departamento de Sociología del Ayuntamiento de Pamplona.

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dimensión física del espacio debe acompañarle también una dimensión simbólica. En los últimos años se reproducen por doquier los discursos sobre la ciudad y su centro y especialmente sobre la relevancia de su proyección exterior. Una dinámica que, no obstante, no deja de buscar un efecto interno: el orgullo del ciudadano por su ciudad. En este sentido, un documento de considerable valor como la Estrategia Territorial de Navarra (ETN) en el que se apuntan las líneas de la planificación territorial de la región, ya planteaba la importancia de construir esa imagen distintiva a fin de “convertir Navarra en un área atractiva para la innovación, la tecnología y las actividades avanzadas. El Papel de Pamplona será el de puerta de entrada a actividades e innovaciones que pueden difundirse al resto de la región. Para ello el conjunto del Área Metropolitana deberá reforzar el atractivo de su modelo urbanístico avanzado en sostenibilidad y calidad de vida. A este respecto la calidad urbana y cohesión social en el ‘corazón’ de la ciudad adquiere una especial relevancia y, por lo tanto, la revitalización del Centro Histórico (Casco Antiguo y Ensanches) y singularmente el Recinto Amurallado y Ciudadela, por su papel integrador entre sostenibilidad, patrimonio, turismo y economía” (ETN, 2005: 163). Competitividad asociada a innovación y tradición, a cambio y permanencia. La imagen de una ciudad que como lugar transmita seguridad y confianza (un lugar con historia, cultura y tradiciones, un lugar lleno de ‘autenticidad’) (Harvey, 2007), resulta tan importante como sus referentes económicos más destacados. En este caso, Pamplona busca combinar esa imagen innovadora de ciudad asociada, por ejemplo, a la investigación y producción científica en biotecnologías desarrollada en el ámbito universitario (agrobiotecnología en Universidad Pública de Navarra y medicina aplicada en la Universidad Privada), o en energías renovables (fundamentalmente en energía eólica) con la de la ciudad histórica. Este punto de conexión lo podríamos ver reflejado en una Pamplona reinventada como ‘ciudad de congresos’. Así se muestra a través del organismo público llamado ‘Pamplona Convention Bureau’ (PCB): “Las circunstancias sociales y empresariales de Pamplona, con brillantes universidades, centros sanitarios de renombre internacional y un tejido empresarial consolidado han posibilitado que nuestra ciudad sea, desde hace muchos años, una sede de reuniones habitual. La calidad de las infraestructuras y los servicios de la ciudad son excelentes, además del trato cálido y cercano que encontrará por parte de todo el mundo. Los principales motores del turismo de congresos son las universidades navarras, destacando las 4

reuniones del sector sanitario, donde Navarra es un punto de referencia mundial”3. Pero, asimismo, Pamplona se muestra como ciudad histórica y ciudad cultural: “Navarra es una de las regiones históricas de España, ya que fue un Reyno durante siglos. El patrimonio cultural de nuestra ciudad es impresionante: iglesias, catedrales, arquitectura civil y las imponentes murallas que rodeaban los tres Burgos. Los Burgos de San Nicolás, San Cernin y la Navarrería cuentan cada uno con interesantes ejemplos de arquitectura religiosa. Merece la pena descubrir la iglesia de San Cernin y la de San Nicolás así como la Catedral de Pamplona que esconde en su interior un maravilloso Claustro gótico. Los Sanfermines, fiesta de interés turístico internacional, son reflejo de la conservación de las tradiciones en nuestra ciudad”4. Como podemos apreciar, esa ciudad innovadora se asocia con la ciudad histórica, capital del antiguo Reyno de Navarra5 y ciudad de tradiciones como las fiestas de San Fermín6. A su vez, otros dos elementos son convocados conjuntamente como referentes de la imagen de la ciudad histórica: el conjunto amurallado (actualmente en proceso de restauración) que delimita el Casco Antiguo y los espacios verdes de la ciudad. Prácticamente todo el conjunto amurallado está rodeado de espacios verdes, formando parte de los más de cuatro millones de metros cuadrados de parques y jardines con que cuenta la ciudad7. Incluso desde el Ayuntamiento se hace referencia, dentro del plan de promoción de estos espacios, a la ‘muralla verde’ de Pamplona. Ahondando en esta imagen y en la importancia por destacarla y proyectarla internacionalmente, el Ayuntamiento decidió presentar su candidatura a la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016. Una apuesta que de forma generalizada ha sido valorada antes como un modo de ‘comenzar a andar’ y ‘realizar una reflexión interna’ en el ámbito de la cultura que como una decisión sopesada y en la que realmente se cree: “ya sólo el camino recorrido y el trabajo que se está realizando en torno a esta candidatura es positivo […]. El camino recorrido ya nos parece positivo, independientemente de conseguirlo o no conseguirlo, que la apuesta está muy difícil” (Concejalía de Cultura). 3

< http://pamplonacb.com/es/pamplona/ciudad-de-congresos>. . 5 La marca Reyno de Navarra es utilizada en la actualidad por el Gobierno de Navarra como marca turística de la Comunidad Foral. 6 En 2010 se ultima el proyecto para la construcción del denominado Centro Temático del Encierro y los Sanfermines. 7 < http://www.pamplona.net/guiacomercial/es/ciudad/paseos.asp> 4

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De cualquier modo, y al margen de las diferentes valoraciones sobre los objetivos más o menos indirectos de promoción cultural de la ciudad, esta propuesta debe inscribirse en el interés actual de las ciudades por estar presentes en escenarios de repercusión internacional que les permitan tener visibilidad y transmitir su propia imagen (Harvey, 1998; Castells, 2005). En el caso de Pamplona, el Centro Histórico cobrará así nueva importancia tanto por su recuperación y revalorización física y social cuanto (y en necesaria relación con aquella) por su conversión en referente y condensador de determinados valores. Se muestra, de este modo, como un espacio armónico, abierto, asequible, dinámico, cultural, plural, natural y festivo8. Por tanto, a lo largo de las últimas décadas hemos podido apreciar una apuesta de la Administración local por rehabilitar el Casco Histórico, dando respuesta a los déficits que venía arrastrando desde hacía largo tiempo, pero también a través de la conformación del centro como un elemento vinculado a las estrategias de competitividad interurbana. La ‘re-centralización del centro’ no es una vuelta a los orígenes, no es una búsqueda de la recuperación de la ciudad histórica para cerrarse sobre sí misma. Es antes la (re)creación de un elemento distintivo que es barrio pero también pieza importante de promoción económica de la ciudad-región (Borja y Castells, 2004).

2. El civismo, una dimensión clave en la recuperación del centro No podemos continuar abordando este proceso de ‘re-centralización del centro’ sin atender a las prácticas del espacio, es decir, a los usos que se inscriben ese centro histórico. Es por ello que junto a la aproximación al espacio físico y al espacio simbólico abordaremos lo que hemos dado en llamar un espacio normativo. Tanto o más que la rehabilitación de edificios emblemáticos o la construcción de otros nuevos se destaca la recuperación y mantenimiento de espacios públicos a través de los ya citados procesos de peatonalización, a través de la intervención para la recuperación de plazas interiores y a través de las políticas de limpieza urbana. Sin embargo, esta recuperación sólo tendría sentido si los usuarios de los mismos actúan de 8

Estos son los calificativos escogidos por el Ayuntamiento de Pamplona para describir la ciudad en una de sus últimas publicaciones titulada Pamplona, retratos de una ciudad (2009). En cada uno de los apartados el Centro Histórico aparece como referencia necesaria.

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un modo acorde a los esfuerzos realizados para alcanzar unos espacios de calidad: “una vez que tienes todo el mobiliario urbano en la ciudad, que tienes todo bien puesto en el espacio público, llegas al siguiente paso que es decir vamos a ver si conseguimos que la gente lo cuide mejor” (Área Participación Ciudadana). Es por ello que en los últimos años se ha convertido en una preocupación para la Administración local el mantenimiento y cuidado de los espacios públicos, centrando la atención de sus acciones, tal como ha sucedido en muchas otras ciudades, en la reivindicación del civismo. Específicamente el Ayuntamiento de Pamplona desarrollará un programa denominado ‘Pamplona por el Civismo’ cuya labor se dividirá en una política de sensibilización y en la puesta en funcionamiento de una normativa denominada ‘Ordenanza municipal sobre conductas cívicas y protección de los espacios públicos’ (Ordenanza Cívica: OC a partir de ahora). Si bien es cierto que el programa tiene como finalidad su aplicación a toda la ciudad, la propia estrategia de rehabilitación y revitalización del Casco Antiguo y el hecho de que este escenario sea el lugar más frecuentado de la ciudad, tanto por los residentes de la misma como por los visitantes, hacen que el barrio tenga una consideración especial dentro de las políticas por el civismo.

2.1. De cómo el civismo aterriza en Pamplona Cuando las referencias a contenedores quemados y coches cruzados en la calle Jarauta, en los años de la kale borroka, empezaban a sonar como un lejano recuerdo, cuando la presencia de chulos y prostitutas entre los porches de la esquina de la Plaza del Castillo junto al Hotel La Perla o el deambular de yonkis en busca de la última moneda que les faltaba para comprar su dosis por la calle Calderería son traídos en forma de ‘tú ya ni te acordarás de eso’, en definitiva, cuando el Casco Antiguo, escenario clásico de la marginalidad y de la conflictividad política y social de la ciudad se aleja de su perfil más oscuro, árido y amenazante, es precisamente cuando comienza a hablarse con más intensidad de vandalismo, gamberrismo e incivismo en Pamplona y su centro histórico. No es ésta, sin embargo, ni la única ni la primera ciudad donde el civismo comienza a formar parte del discurso de políticos. Otras ciudades como Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Granada u Hospitalet ponen también en funcionamiento durante la primera década de los años 2000 sus propias ordenanzas cívicas sobre los 7

usos del espacio público. De hecho, Pamplona tendrá en Hospitalet el ejemplo a partir del cual desarrollará su OC. En mayo de 2005 presenta así, junto con los responsables de la ciudad catalana, el programa ‘Pamplona por el civismo’ basado en una serie de iniciativas municipales que pretenden “conseguir un uso correcto de los espacios comunes de la ciudad”9. El punto de partida es una ‘declaración de principios’ de 12 puntos seguida, entre otras medidas, de una campaña de concienciación ciudadana, una llamada de adhesión a esta campaña, la puesta en marcha de programas de sensibilización en centros educativos (realizada únicamente durante los dos primeros años en que está en funcionamiento el programa) y una estrategia tanto de limpieza intensiva de la ciudad (incidiendo en la limpieza vertical, esto es, en las pintadas y cartelería) como de reposición del mobiliario urbano deteriorado. Un año después, en junio de 2006, la OC entra en vigor con el objetivo de unificar las distintas normativas sobre usos del espacio (“los castigos a las conductas incívicas estaban dispersos en distintas áreas del Ayuntamiento, entonces se considera que es un buen momento para decir vamos a hacer una Ordenanza única y que aquí esté regulado todo”, Área de Participación Ciudadana) al tiempo que pretende responder a ‘nuevas situaciones’ no reguladas anteriormente (“la sociedad va evolucionando y surgen nuevas actitudes o nuevas cuestiones que hasta ahora no estaban reguladas”, Área de Participación Ciudadana). La aprobación de la OC trae consigo desde un comienzo una fuerte polémica y va a provocar la respuesta de distintos colectivos que conforman la Plataforma contra la Ordenanza del Civismo, firmando un manifiesto en el que denuncian las restricciones que supone esta ordenanza para una ciudad que se pretende abierta, participativa y que pareciera mirar más al exterior que hacia sus propios ciudadanos imponiendo una determinada imagen: “Las y los firmantes de este manifiesto abogamos por una ciudad para sus habitantes que sea expresión de lo que somos y sentimos. No queremos una ciudad espejo para sus gobernantes, ni una ciudad para vender al exterior en donde se intenta anular el carácter espontáneo de la ciudadanía”10. Desde la Administración local se incide en la dimensión pedagógica del Programa ‘Pamplona por el civismo’:“con estas campañas sabemos que el que es vándalo va a seguir siéndolo desgraciadamente, pero lo que se pretende es ir 9

Extracto de Nota de Prensa del Ayuntamiento de Pamplona de 16 de mayo de 2005.

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concienciando a la gente de que el vandalismo ni mucho menos sale gratis. Y vas generando una cultura: tú igual hace 5 años veías unos jóvenes quemando una papelera y mirabas para otro lado e igual ahora hay gente que ve unos jóvenes quemando una papelera y va y les dice: ¡Oye pero qué estáis haciendo, esto cuesta un dineral, que vaya gracia os estáis pegando!” (Área de Participación Ciudadana). Queda así el impacto efectivo de la OC relegado a un segundo plano, atribuyéndole un valor casi testimonial-informativo: “Simplemente es que dices, bueno, el que incumple cualquier cosa qué se va a hacer con él: pues mira esto es un delito, esto es una conducta grave, esto es una conducta leve y cada una tiene su tipología […]. De hecho desde que entró en vigor la Ordenanza ni han aumentado muchísimo las sanciones ni los castigos, ni se ha multado por tirar pipas al suelo, ni todas estas cosas que se dijeron” (Área de Participación Ciudadana). Pero la mayor consecuencia de la puesta en marcha de esta OC, no es sólo que su aplicación pueda estar resultando en la práctica excesivamente restrictiva, sino que la misma permite un alto grado de arbitrariedad, amparada en conceptos de amplia aceptación social, sobreentendidos y escasamente definidos. Por ello, la OC hablará de “garantizar la convivencia ciudadana en armonía” (p. 3 de la OC); de la “prevención de las actuaciones perturbadoras de la convivencia ciudadana” (p. 5 de la OC); “quedando prohibidos, en los términos establecidos en esta Ordenanza, los comportamientos que alteren la convivencia ciudadana, ocasionen molestias o falten al respeto debido a las personas” (p. 11 de la OC). La OC recuerda que existe un ‘uso correcto del espacio’ pero no especifica cuál es ese ‘único uso correcto’ de modo que será el agente municipal de turno el que deberá interpretar la aplicación de la OC. La limitación del espacio a una única forma de usarlo sirve tanto para que un ‘ciudadano normal’ entienda que un banco es para sentarse y no para pisarlo o una papelera para tirar basura y no para quemarla como para restringir todo uso del espacio público que no reciba autorización. Todo lo que no está formalmente consentido parecería estar prohibido. Se “prohíbe, de manera general, cualquier utilización de los bienes o los servicios de manera contraria a su finalidad” (página 7 de la Ordenanza); “contraria a su uso o destino” (p. 12 de la OC). El espacio público resulta ser de este modo un campo cuyos usos quedan a merced de la interpretación de la normativa por parte de la autoridad: “hoy en día los vecinos y vecinas de esta ciudad para poder utilizar un espacio público, para realizar una actividad necesitamos pedir un montón de permisos que después están sujetos a que te concedan ese permiso o no, según el tipo de actividad que vayas a realizar, etc. Cuando 9

hay, por ejemplo, otras ocasiones en que empresas quieren utilizar o utilizan esos espacios público en donde no tienen tanto problema” (Movimiento Asociativo).

2.2. El espacio público, una cuestión de conducta La sigilosa introducción del civismo vía Ordenanza tiene otra versión que alcanza una mayor visibilidad en la ciudad a través de las campañas publicitarias desarrolladas por el Ayuntamiento, las cuales nos sirven como auténticas metáforas, más o menos directas, de la dirección que toma el tratamiento del espacio público y de sus usos por parte del poder local. La primera campaña municipal, aparecida en 2005, se realiza bajo un lema que posteriormente continuará presente en el resto de campañas e incluso se convertirá en marca distintiva de las áreas tanto de Participación Ciudadana como de Conservación Urbana: ‘Pamplona somos… tú’. La apelación al ciudadano como parte sustancial de la ciudad, esto es, la reivindicación del compromiso de cada ciudadano con su ciudad, debe también entenderse como una reducción de aquel a mero usuario individual del espacio. La ciudadanía y el civismo son reducidas en este ámbito a cuestión de conducta, a cuestión de comportamiento en el espacio público. El ciudadano debe guiarse por la lógica de la respetabilidad (Young, 2000), a través de la cual se le exige autocontrol, una gestión mesurada de sus actos, de su propia individualidad, dominio de las pasiones que elimine el riesgo de surgimiento de cualquier tipo de acción inesperada. La disciplina debe guiar las conductas cívicas públicas y respetables, evitando de este modo las derivas ‘instintivas’, eufóricas, espontáneas, emotivas, que puedan apartarnos de los juicios claros y de los actos equilibrados y que generen cualquier tipo de incomodidad o perjuicio en los demás. Este ideal de respetabilidad nos exige, por tanto, autovigilancia y autocontención, de lo que se deriva que una pérdida de la misma, un rebasamiento de los límites de las conductas cívicas y respetables sólo será atribuible a esa individualidad. El civismo cuyas referencias clásicas a una vida colectiva y política activas son imprescindibles queda reducido, sin embargo, a la individualidad del transeúnte. El espacio público se convierte en un escenario estanco. Todo lo que allí sucede tiene explicación únicamente dentro de sus límites, los de la conducta pública, y las particularidades de cada cual no deben interferir en las prácticas del mismo.

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Este espacio público estanco se convierte en un escenario idílico donde las prácticas deberán estar en consonancia con su calidad. Rehabilitación de edificios, peatonalización de calles y plazas y grandes sumas de dinero en reposición y limpieza del mobiliario urbano exigen que éste no puede ser utilizado de cualquier manera. De este modo, en marzo de 2007 se lanza la campaña municipal titulada ‘Cuido mi ciudad’.

Imágenes de la ciudad. Fuente: Ayuntamiento de Pamplona.

La solicitud de compromiso con el mantenimiento del buen estado de sus espacios públicos es acompañada de agradables estampas de la ciudad cuyos únicos usuarios son, paradójicamente, siluetas superpuestas sobre fotos. Figurantes de tez blanca inmaculada sin gesto, sin expresión, a quienes debemos suponer satisfechos y disfrutando del momento. Nadie más aparece en esos escenarios impecables. Probablemente nadie más podría aparecer. Si alguien lo pretendiera, alguien que no se ajustara a esa imagen idílica del espacio público y de sus usuarios correría el riesgo de ‘ser invitado’ a abandonarlo. Aquellas presencias no capaces de estar a la altura del espacio preestablecido podrán, por tanto, ser sancionadas o expulsadas del mismo.

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Pero, ¿cuáles son estas presencias incívicas, estas presencias no aptas en esta Pamplona por el civismo? Los responsables municipales afirman que Pamplona es una ciudad segura y limpia. Pero, sin embargo, otra de las campañas por el civismo que lanza el propio Ayuntamiento vendrá a incidir justamente en todo lo contrario, una suerte de retorno de la inseguridad urbana. Pamplona se muestra como pasto del incivismo y del vandalismo.

Postales del incivismo. Fuente: Ayuntamiento de Pamplona.

De este modo, nos encontramos, por ejemplo, con la Iglesia de San Lorenzo víctima de los grafiteros, pintada hasta su campanario, o una calle anónima de la ciudad empapelada con carteles y repleta de octavillas, todas ellas en blanco. El conjunto de imágenes muestran prácticas excesivas e indeseables. Los incívicos no aparecen, sólo sus ‘obras’. El incívico en estas circunstancias es invisible y ello contribuye a generar una suerte de amenaza latente sobre el espacio y sobre sus usuarios cívicos. Incívico es aquel que degrada el espacio. Pero a partir de estas imágenes de la degradación se despliega una yuxtaposición de categorías sin más distinción que la condición negativa que las iguala (Aramburu, 2002). Las características negativas se entremezclan de modo 12

que se produce una intercambiabilidad de negatividades que acaban por conformar una otredad incívica. Unas se confunden con (y/o a través de) otras. El espacio impoluto que se mostraba en un comienzo sufre la degradación provocada por quienes colocan carteles de ‘se vende’ o ‘se alquila’, pero también de quien convoca una manifestación o un acto festivo, de quien destroza un banco bajo los efectos del alcohol o del sin techo que lo ensucia tras haber dormido en él. Los manifestantes son potenciales vándalos y cualquier ejercicio de espontaneidad lúdica y festiva puede concluir en una desagradable gamberrada en perjuicio de los ciudadanos y del mobiliario urbano: “Aquí por el hecho de que tú estés exigiendo el que se pueda utilizar la calle para poder expresarte libremente parece que ya estás hablando de que somos todos los que pedimos eso los que nos dedicamos a pintar todas las casas y todas las paredes de la ciudad, a empapelar las paredes, los que nos dedicamos siempre a criticar al Ayuntamiento” (Movimiento Asociativo). Esta ceremonia de la confusión del incivismo acaba por crear un espacio con un uso restrictivo, pudiendo llegar a ser discriminatorio como se aprecia en el caso concreto de la cartelería. La limpieza es una de las señas de la ciudad: “de hecho, lo que más valora, por ejemplo, el visitante, según encuestas que se llevan a cabo, es la limpieza […], ciertamente la limpieza es algo que llama la atención […]. Entonces, el aspecto general de la ciudad es el de una ciudad limpia y ordenada. Yo creo que se podría definir así y así desde luego lo definen los visitantes que muchas veces pueden ser o más observadores o más imparciales que los propios vecinos” (Área de Conservación Urbana). Uno de los elementos en que más inciden los responsables municipales es el esfuerzo por la limpieza de tipo vertical, es decir, pintadas y cartelería, especialmente en el Casco Antiguo: “El Casco Antiguo tiene tradicionalmente una complicación que le hace completamente diferente al resto de la ciudad y es el tema de las pintadas. Pintadas y limpieza vertical. Limpieza vertical entre un tercio y un cuarto del esfuerzo diario, semanal, mensual llámale, se dedica al Casco Antiguo” (Área de Conservación Urbana). De hecho, existe una brigada de limpieza municipal encargada de eliminar la cartelería de las paredes y otros soportes no preparados para los anuncios o la publicidad gratuita. La polémica estaba servida entre la Administración local que reclamaba un respeto al mobiliario urbano y a la propiedad privada y quienes, reconociendo la molestia y degradación que pudiera provocar la cartelería, exigían la colocación de soportes adecuados para la información y expresión de colectivos sociales y políticos. 13

El propio Ayuntamiento reconocía, cuando puso en marcha en 2005 ‘Pamplona por el civismo’, que debía dotar la ciudad de espacios para tal fin. Sin embargo, el Casco Antiguo cuenta hoy en día con un único panel para la colocación de carteles del cual quedan excluidos, paradójicamente, aquellos de contenido político. Habría pues que preguntarse la forma en que asociaciones sin excesivos recursos económicos, como una asociación de barrio, van a poder anunciar y/o denunciar lo que crean adecuado si no cuentan en el espacio público con lugares que se lo permitan, a diferencia, por ejemplo, de aquellas entidades privadas que alquilan soportes para publicitarse, generándose con ello una clara discriminación económica. La política, y más si aquella resulta crítica con la autoridad, parece ser un elemento más de distorsión para esa ciudad impoluta que se pretende alcanzar. Incluso las decisiones políticas que ponen en funcionamiento la propia OC son mostradas como una cuestión que no tiene que ver con la política. Tal como se declara desde el Área de Participación Ciudadana, se pretendía hacer ver que la aprobación del programa ‘Pamplona por el civismo’ “no era un tema político sino un tema de cuidar la ciudad”. El orden y la limpieza de la ciudad se convertían en elementos de eficacia técnica y completamente a-políticos: “Lo que se puede hacer desde Ayuntamiento está claro, tener limpio, en orden, bien organizado, pavimentado y tener unas planificaciones urbanísticas que sean razonables” (Área de Conservación Urbana). Cuestión de expertos que buscan mejorar la ciudad. Contra ello no podía haber réplica. Pero, curiosamente, será el propio Ayuntamiento quien, en otra de las campañas que lanzó, titulada ‘Cuidar tu ciudad, no te cuesta nada, a Pamplona 1.500.000 euros’, para sensibilizar a la ciudadanía sobre el cuidado del espacio público recurrió al supuestamente intocable mobiliario urbano como soporte para la misma. El etiquetado de elementos como bancos, farolas, papeleras o el mismo kiosco de la Plaza del Castillo con su precio suponía un imaginativo ejercicio de información a los ciudadanos, en este caso sobre los costes del incivismo, del que privaba al resto de colectivos de la ciudad. Simplemente el fin de esta campaña parecía justificar su uso, y más aún constatando el gran impacto en tanto que campaña publicitaria: “De hecho esta campaña, la de las etiquetas, nos la han premiado en 5 festivales de publicidad de todo el mundo […], ha sido una de las campañas de ayuntamientos o de administraciones públicas más premiada y más reconocida” (Área de Participación Ciudadana). La limpieza reduce las presencias del espacio público a usuarios que potencialmente pueden llegar a degradarlo, a ensuciarlo, a atentar contra su mobiliario. 14

El escenario resultante debe servir para circular sin ser importunado, sin ser molestado, sin ser interpelado, sin encontrar obstrucciones. Como si de un torrente sanguíneo se tratara, deben evitarse los coágulos que puedan poner en riesgo el cuerpo urbano (Sennet, 2003). Favoreciendo la higiene y la aireación de este cuerpo podremos mantenerlo sano, seguro, ordenado, equilibrado, sin sobresaltos desagradables. El recurso de la limpieza se ha visto complementado con otro dispositivo clásico de regulación y control del espacio pero que en Pamplona no se había hecho excesivamente visible hasta fechas recientes: las cámaras de video-vigilancia. La conformación de un espacio seguro pasa hoy, entre otros elementos, por un incremento de la visibilidad de la policía, patente en el conjunto de la ciudad y especialmente en su Casco Antiguo a través de un incremento de agentes pero también a través del cambio de uniforme que van incorporando elementos reflectantes que permite que sean divisados desde una considerable distancia. Pero, como decíamos, en los últimos años, la video-vigilancia se ha convertido en un elemento añadido a los mecanismos de control del espacio. Partiendo de los edificios oficiales, sedes de empresas, estadios deportivos, cajeros de bancos y los circuitos de seguridad viaria, las cámaras de videovigilancia se van convirtiendo en un elemento cotidiano de la imagen de las ciudades que podemos encontrar en cada vez más calles. Obviando la posible invasión de la intimidad de las personas o la molestia por el posible control sobre los usos del espacio, la presencia de las cámaras es explicada como un mecanismo tanto de disuasión de la presencia de ‘los malos’, ‘los delincuentes’, ‘los incívicos’ como de dotación de seguridad: la instalación de cámaras es “una de las medidas estáticas para la percepción de la seguridad […]. Pero yo creo que la gente cuando ve que las cámaras son efectivas pues no les molesta. Al final siempre molestan al malo” (Concejalía de Seguridad Ciudadana). Se puede presuponer que el malo es aquel que trapichea, que roba, que viola, que delinque, pero igualmente podría ser entendido como tal aquel ciudadano que no desea ser grabado o desconoce si puede llegar a estar siéndolo ‘por su seguridad’ (como apuntan los carteles que anuncian la entrada en una zona ‘controlada’ por video-vigilancia) con unas cámaras cubiertas por una esfera negra que impide saber a dónde apuntan o incluso si ni siquiera detrás hay una cámara. El ciudadano molesto por la presencia de este dispositivo de control es sospechoso y por ello puede ser ‘el malo’ o ‘incívico’: “Parece que si protestas un poco contra eso es porque eres

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delincuente y no quieres que haya videocámaras para que no te pillen” (Asociación de Vecinos del Casco Antiguo). Ante otros elementos distorsionadores del orden público, las medidas de videovigilancia no parecen surtir efecto, de modo que se debe recurrir a lo que en palabras del Área de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento consiste en repartir “la gracia de dios” por toda la ciudad. Mantener la ciudad en buen estado requiere evitar esas concentraciones nocivas, esos coágulos de los que hablábamos, ahora en forma de indigentes, de “gente que no quiere dejarse ayudar” (Área de Seguridad Ciudadana). El Casco Antiguo y sus inmediaciones son los lugares donde se concentra la presencia de indigentes en Pamplona. “Lo que intentamos es que no molesten, o que no incordien, o que no causen problemas al vecindario, o que no peleen […]. Los hemos ido cambiando de sitio […] después los hemos quitado cuando ya dan muchas molestias…”. Similar resulta la figura del mendigo: “la mendicidad de por sí tampoco está prohibida […]. Ahora, si un músico que pone la gorra acaba molestando […] vamos y los cambiamos de sitio […]. Intentamos repartir esa molestia a la sociedad […].Qué ocurre, que al final los sitios buenos los conocen ellos, o sea, donde pasa gente que les pueden dar […], van siempre a los mismos sitios […].El problema que tenemos es eso, que las medidas de ir desplazándolos cuesta. A veces lo consigues, los vas cambiando, pero es que se van a otros sitios. No desparecen, no acaban integrándose” (Área de Seguridad Ciudadana). Si bien es cierto que también se interviene a través de los servicios sociales municipales, este tipo de personas se convierten tanto en un problema social como en un problema estético: “el tema de los indigentes puede dar una mala imagen y tener sus costes, eso sí. Son costes de imagen, que son al final, muchas veces, los más graves”. La visibilidad del ‘problema’ es calve en la ciudad y por ello el centro debe ser un espacio especialmente cuidado: “Siempre se acomete cualquier problema que haya pero digamos que la repercusión que ese problema tiene depende mucho de lo público que sea” (Área de Conservación Urbana). La invisibilización de esos elementos, por ello, se convierte en una cuestión estratégica tanto o más que su abordaje desde otras dimensiones como la social. Todas estas estrategias de regulación del acceso y de los usos del espacio público contribuyen a generar presencias incívicas que no podrán sino contravenir la OC. Difícilmente podrán comportarse de otro modo indigentes, mendigos, 16

manifestantes o quienes festejan de un modo alternativo al oficial. El civismo, por tanto, aparece como un recurso para preservar el espacio público de las agresiones de determinadas acciones pero, al tiempo, lejos de configurar un ámbito de respeto, convivencia, libre uso y expresión, perfila un régimen de acceso que acaba reduciendo sus posibilidades a las de mero lugar de tránsito inapropiable. Las puntuales formas de apropiación que pudieran existir deben tener el beneplácito de la autoridad municipal, o están organizadas directamente desde las mismas, pudiendo ser excluidas aquellas presencias que no estén a la altura de las circunstancias de un espacio central, el del Centro Histórico, conformado como espacio impoluto, a-conflictual y a-político.

3. Conclusión En los últimos años Pamplona está viviendo importantes transformaciones espaciales en su Centro Histórico. Si queremos comprender en profundidad el sentido de las mismas, se hace fundamental atender tanto a la dimensión física y simbólica del espacio cuanto a la dimensión normativa. El espacio normativo se presenta, tal como sucede en muchas otras ciudades, como un espacio cívico y cuenta tanto con una faceta reguladora, en forma de Ordenanza Cívica, como con una faceta legitimadora, la de los discursos e imágenes que avalan la puesta en funcionamiento de esa Ordenanza y marcan la senda de las intervenciones institucionales sobre dicho espacio: que se puede hacer, que se debe hacer y que se espera que se haga en el espacio público. El Casco Antiguo se convierte, en una primera fase, en el condensador de la historia común proyectada tanto exterior (atractivo turístico) como interiormente (reflejo de estabilidad y ejemplo de orden). Es un espacio para el deleite y el disfrute, ajeno a toda tensión social o política. Reflejo del fin de la historia, reflejo de una sociedad de la abundancia y del bienestar. Espacio público de alta calidad basado en principios básicos como la convivencia, la participación o el civismo. Será ésta una forma espacial rígidamente organizada que exigirá que las prácticas sociales se adecuen a ella y a la aplicación de unas normativas que garanticen esa adecuación. Se asemejaría esto a lo que David Harvey denomina, releyendo a Moro, Bacon y Campanella, utopías de forma espacial, por las cuales “la temporalidad del proceso social, la dialéctica del cambio social -la historia real- se excluyen, mientras que la estabilidad social se

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garantiza mediante una forma espacial fija” (2003: 188). Por tanto, hablamos de una forma física y una forma social ‘acabadas’ en las cuales el disenso no tiene cabida. Todo ello contribuye a configurar una suerte de mito de comunidad (urbana) purificada (Sennett, 2001), sin conflictos, sin desórdenes, permanentemente bien avenida. Sin embargo, por doquier van surgiendo determinadas presencias que desmienten la idílica imagen de la unidad comunitaria y que nos recuerdan que una ciudad es diversa, compleja y conflictiva, en la cual el asalto de lo desconocido, de lo inesperado, de lo incoherente está a la orden del día. Pero lejos de asumirlo como una parte consustancial de la vida urbana, la autoridad municipal opta por excluir aquello que no encaja en el mito purificado. Se descarta todo lo otro, todo lo que provoca incertidumbre y que nos recuerda que el espacio público es uno de los ámbitos fundamentales del encuentro pero también del desencuentro, de la unión y de la confrontación, así como de la visibilización de las múltiples problemáticas que vive una ciudad. El miedo a lo no controlable, a todo lo que nos pueda desviar de ese ideal espacio purificado, conduce (lejos de la afirmación de la convivencia, de la participación y del civismo) a un retraimiento de la vida social y colectiva por la que los espacios públicos, espacios de lo común, son asumidos, en una segunda fase, desde una dimensión meramente individualizada. Se planifica así no sólo el urbanismo, esto es, el espacio como recipiente, sino también las prácticas que deben desarrollarse dentro de ese recipiente: el espacio como tránsito de individualidades no conflictivas sin noción de tener nada en común que vaya más allá del suelo que pisan.

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