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EL PASADO DE ALDEANUEVA. DE LAS PRIMERAS HUELLAS A LA PRIMERA CIVILIZACIÓN. LA ROMANIZACIÓN EN EL ENTORNO CALAGURRITANO. EL TRÁNSITO A LA EDAD MEDIA Carmen Herreros González Mª Carmen Santapau Pastor
Localización y caracterización general del entorno A lo largo de este capítulo pretendemos esbozar cuál ha sido el pasado más antiguo que con el tiempo dio lugar a la actual localidad de Aldeanueva de Ebro. Para ello es imprescindible, en primer lugar, no individualizar el estudio en los límites estrictamente geográficos y políticos actuales, sino delimitar un radio de actuación más amplio, comprendido en el triángulo irregular cuyos vértices estarían formados al norte por el valle del Ebro y Calahorra, al oeste el monte de los Agudos y Autol y al este por Alfaro y Rincón de Soto y, en cuyo centro, ubicaríamos la Aldeanueva actual. Aldeanueva se encuentra en la Rioja suboriental, a 343 metros de altitud en el valle del Ebro, al lado de la Yasa Agustina, que vierte sus aguas al río Machín, afluente del Ebro. El emplazamiento se ubica en una zona fértil, caracterizada por la riqueza que es habitual en las zonas de la ribera del Ebro, en una amplia llanura aluvial que la ha convertido en la actualidad en una zona vitivinícola y, en general, agrícola de primera calidad, a pesar de encontrarse a cierta distancia de dicho río. El municipio, estructuralmente, se organiza en torno a la Sierra de Los Agudos (Anticlinal-Sinclinal) y al Anticlinal de Andosilla. Las formas del relieve son muy simples, ya que son plataformas horizontales, terrazas antiguas o restos de glacis que enlazan con los niveles de terrazas del Ebro y sus afluentes. El punto culminante lo alcanzan Los Agudos (648 metros). Por el nombre parece fundación moderna, pero su origen se remonta al siglo XI cuando gentes de Calahorra y de Cameros se establecieron en ella tras la conquista de Calahorra y los árabes por el rey García IV el de Nájera, el 30 de abril de 1045, aspectos todos estos que se tratarán más adelante. Estado de la cuestión La presencia de Aldeanueva en la historiografía en lo que a Prehistoria, Historia Antigua o inicios de la Edad Media se refiere es prácticamente inexistente. Las fuentes primarias y secundarias con las que contamos son realmente escasas, así como los restos arqueológicos, convirtiendo por lo tanto el proceso de reconstrucción histórica en algo complicado y, a la vez, arriesgado. A eso se suma la ausencia hasta el momento del desarrollo de excavaciones arqueológicas en profundidad, aunque sí contamos con iniciativas a pequeña escala, pero que no resultan suficientes para lanzar tesis contrastadas, por lo que nuestras propuestas tienen mucho de hipótesis razonables basadas en los pocos datos de los que se
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dispone hasta el momento y que en ningún caso pueden ni deben considerarse definitivas. La información más abundante y la más detallada hasta el momento, y con la que hemos contado para la redacción de una parte importante de este capítulo, procede de la Carta Arqueológica del municipio, desarrollada por la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja a través de la empresa Labrys Arqueología S.C.1 , y que nos desvela una Aldeanueva prehistórica y antigua mucho más rica y dinámica de lo que hasta el momento podíamos constatar. Junto a la Carta Arqueológica, existe también una serie de informes-expedientes técnicos, de escaso calado, elaborados en virtud de diversos proyectos realizados en la localidad y para cuyo desarrollo eran previamente necesarios sondeos arqueológicos, que aunque de carácter superficial, ayudan a esbozar algunas hipótesis sobre la realidad arqueológica de la villa. Entre éstos el que obtuvo los resultados más interesantes fue la prospección realizada en Cabezo de la Torre en 1995 (se trata, indudablemente, de una zona, por lo menos, singular, de calado histórico y arqueológico, que además ha dado lugar a lo largo del tiempo a muchas especulaciones, como lo demuestra un documento de 23 de diciembre de 1997, en el que un vecino de la localidad puso en conocimiento de la administración el descubrimiento de un posible enterramiento de túmulo, intacto hasta el momento y a la espera de su autenticidad. El vecino afirmaba haber recogido utensilios de sílex y un molino que donó al ayuntamiento de Calahorra), que revela un potencial yacimiento de importancia tanto prehistórica como histórica, constatado posteriormente en otro informe en 2007. El Informe de 1995 fue realizado por el arqueólogo Pedro Álvarez Clavijo y está depositado en la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja, mientras que los materiales hallados se encuentran en el Museo de La Rioja; el de 2007 fue elaborado por Ignacio Barrios Gil, y también se encuentra depositado en la Consejería. Frente a estos dos tipos de fuentes primarias, el resto de producción historiográfica relativa al periodo al que nos referimos es prácticamente inexistente. Autores como Govantes o Vigón hacen referencia únicamente a cuestiones de Aldeanueva más modernas, como su riqueza ganadera y agrícola, la vitivinícola o el propio origen del nombre actual. La revista Berceo publicó en 1948 un artículo sobre Calahorra en el que se recoge una información según la cual en 1945 fueron hallados en Aldeanueva cuatro hachas de época neolítica en el paraje El Olivar (GUTIÉRREZ ACHÚTEGUI, Berceo 7: 190), noticia recogida pocos años después por García Prado (GARCÍA PRADO, Berceo 29: 484), y que adelantarían ya un pasado considerable. El inventario de Moya Valgañón, exhaustivo y más moderno, no hace ninguna mención a restos antiguos, lo que parece bastante significativo si tenemos en cuenta que sí menciona este tipo de restos para otros pueblos donde, por ejemplo, tampoco ha habido excavaciones arqueológicas.
1 Resulta interesante señalar que el topónimo de este lugar puede estar relacionado, como señalan los naturales de Aldeanueva y recoge Álvarez Clavijo en el informe que citábamos al inicio, a que de dicho lugar se extrajo la arcilla para la elaboración de los ladrillos con los que se construyó la torre de la Iglesia parroquial de San Bartolomé. La obra se realizó en el siglo XVIII, pero en la actualidad resulta difícil determinar dónde se encontraba la posible cantera. Debemos señalar que en este caso seguimos literalmente el informe de Pedro Álvarez Clavijo, agradeciéndole su amabilidad, tanto a él como a las instituciones ya comentadas, a las que pertenece el informe y donde se encuentran los restos cerámicos.
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En 1986 la publicación de un libro sobre las centuriaciones romanas en La Rioja hace mínimas referencias al pasado romano de Aldeanueva (ARIÑO GIL, Centuriaciones, 1986: passim) y prácticamente no encontramos una nueva mención al respecto de la localidad hasta el año 2000, cuando se inauguró en Calahorra la primera edición de la exposición La Rioja, Tierra Abierta, que, ubicada en la catedral de la ciudad bimilenaria hacía un recorrido por toda la historia de La Rioja y en la que se expusieron hallazgos novedosos y hasta el momento desconocidos de algunas comarcas, como una vasija procedente de Aldeanueva, fechada en el Bronce final. La última obra en la que encontramos alusiones a un pasado lejano de Aldeanueva y cuyo contenido permite contextualizar con bastante aproximación lo que podría haber sido el contexto prehistórico más antiguo de la localidad, es el trabajo editado por la Asociación de Amigos de la Historia de Calahorra2, centrado en el estudio pormenorizado de la Historia de Calahorra y que, en sus capítulos de Paleolítico y Neolítico y Edad de los Metales, se recogen yacimientos y piezas propias de la localidad, y que nosotras hemos seguido con minuciosidad para la elaboración de este trabajo (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 29-61). De las primeras huellas a la primera civilización: la Prehistoria y la Protohistoria en la aldea de las tres mentiras3 André Leroi Gourhan, prehistoriador y antropólogo francés de prestigio, afirmó en una ocasión que no se podía hacer Prehistoria coleccionando hachas de piedra, de la misma manera que no se hace botánica cosechando hortalizas para la ensalada. Resulta una reflexión muy interesante a tener en cuenta en el estudio de un periodo tan complejo como es la Prehistoria, para tratar de recordar en todo momento la importancia no solamente de los útiles que puedan encontrarse, sino del contexto en el que lo hacen, que no siempre es de fácil reconstrucción y que, precisamente por ello, nos lleva a tomar las aportaciones, hipótesis y reflexiones que a continuación hacemos con la precaución necesaria. Los primeros restos que nos acercan a la presencia de población en Aldeanueva y en el entorno, aunque no de una población permanente que permita hablar de ella como una entidad propia e independiente, puesto que aunque ahora Aldeanueva es una realidad con consistencia histórica en aquella época no lo sería, pertenecen a la Prehistoria. Se trata de un conjunto de yacimientos denominados “talleres de sílex”, de tipología variada, que demuestran la existencia de diversos grupos humanos que en condiciones diversas utilizaron el entorno de Aldeanueva en lo que podríamos denominar su proceso de supervivencia. Conocidos gracias a la Carta Arqueológica que caracterizábamos en el apartado anterior, comprobamos lo que pudo llegar a ser una importante actividad humana que se circunscribe en Aldeanueva entre el Paleolítico y el Eneolítico. El Paleolítico es el periodo más antiguo de la historia de la humanidad, caracterizado por 2 Aprovechamos para agradecer muy sinceramente a esta Asociación, y de manera muy concreta a J.L. Cinca, la ayuda prestada en todo momento, muy especialmente en la localización de algunas de las fotografías que aportamos relativas a piezas procedentes de Aldeanueva. 3 Puesto que el desarrollo de la Prehistoria en La Rioja ya ha sido abordado con suficiente profundidad por muchísimos autores, en este capítulo nos centraremos en exponer lo relativo a los hallazgos de Aldeanueva, relacionándolos con el entorno más inmediato de Calahorra.
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la variabilidad climática entre glaciaciones e interglaciares y donde el ser humano, nómada y organizado en bandas, se dedicaba principalmente a la caza, a la recolección y a la elaboración de utensilios y herramientas básicas. Es decir, que la depredación del medio en cada momento según las necesidades, se convierte en el factor definidor de estos tiempos. Dentro del Paleolítico podemos distinguir, a su vez, cronologías diferentes. El Paleolítico Inferior tiene su representación en La Rioja desde la glaciación de Riss, hace unos 250.000 años, con la presencia de los primeros grupos de humanos (anteneanderthal) y de la cultura Achelense (aproximadamente en su fase media), arraigada fundamentalmente en la zona del río Najerilla, en el río Charcón de Cañas y en el Monte Cirueña. Además también encontramos huellas de este periodo en el entorno de Calahorra. Son yacimientos que se sitúan en terrazas del Cidacos, y en ellos encontramos cantos rodados (choppers o chopping-tools) en cuarcita, bifaces, hendedores y picos (UTRILLA MIRANDA, Cuadernos de Investigación: Historia 9, 1983: 17-18; CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 29-31), útiles todos ellos muy básicos que servían para el saqueo del medio. Es muy probable que la presencia de estos pobladores se extendiera hasta el entorno de Aldeanueva, en el que las condiciones orográficas, con una importante llanura protegida por zonas abruptas y con acceso al agua, facilitaban la existencia y supervivencia de los homínidos. De hecho el hallazgo por García Cabañas de un bifaz en el término de Montote, en Aldeanueva, y relacionado con el contexto histórico y con los restos paleolíticos de lo que sería el sur de Calahorra, confirma una conexión entre Calahorra (La Marcú y Perdiguero) y Aldeanueva durante el Paleolítico Inferior (GARCÍA CABAÑAS, Arqueología de Calahorra, 1991:199-204). Se trata de un bifaz sobre lasca, de talla unifacial y realizado en sílex blanco, al que se une el hallazgo en la misma de otras piezas de menor entidad, entre las que destaca una punta musteriense clásica sobre lasca apuntada mediante retoque simple, que completándose con otros de la zona podría servir para apoyar la hipótesis que estamos planteando. El Paleolítico evoluciona durante el interglaciar Riss-Wurm (Paleolítico Medio) y la cultura va progresando, reemplazando útiles excesivamente básicos por otros un poco más elaborados y produciéndose además la Reverso Anverso aparición de los neanderthales, que se pueden encontrar en el entorno del Najerilla, en Nieva de Cameros y en la comarca de Calahorra, concreBifaz (Paleolítico Inferior) del Yacimiento Montote. tamente en los yacimientos de La Foto de L. Argaiz. (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Cala- Marcú, Perdiguero y La Torrecilla (http://www.vallenajerilla.com/berhorra, 2011: 30). ceo/rioja-abierta/paleolitico/prehisto33
ria.htm UTRILLA y PASCUAL, Yacimientos musterienses, 1981: passim), que son los que nos interesan por su proximidad al entorno de Aldeanueva, por donde, sin duda alguna, los habituales de los mismos recalarían. Los neanderthales no inventaron útiles nuevos, ya que se limitaron a perfeccionar los que conocían, depredando el entorno sin selección previa y tratando de sobrevivir en un medio bastante hostil (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 33). Junto al hallazgo del bifaz en Montote y de otros en Perdiguero y La Marcú, el yacimiento Camino de la Cañada, en el término de Aldeanueva, también ha sido identificado con la cultura paleolítica. Se trata de un yacimiento situado en un campo de cultivo dedicado a la viña, con terreno arcilloso de cantos rodados, en una franja que da paso a la parte más llana y baja del municipio, hacia la última terraza del río Ebro. Es una zona intermedia entre el relieve abrupto de Los Agudos, el paraje de Montote y el Barranco de Valcaliente, que vertebra toda el área y proporciona agua. Los útiles hallados son partes de sílex toscos con huellas de extracciones, en cantidades abundantes, que perfectamente podrían adscribirse al periodo del Paleolítico Medio, pues son restos que podrían asimilarse a los catalogados para este periodo en La Marcú y Perdiguero. Por lo tanto, es muy posible que durante las primeras etapas del Paleolítico (y siempre siguiendo el modelo y la conexión con el entorno calagurritano e incluso alfareño, de los que hasta el momento se tienen más datos) grupos de homínidos buscasen los parajes de Aldeanueva para procurarse la supervivencia, aprovechando esa combinación paisajística que les permitía tanto resguardarse en las zonas más abruptas en momentos necesarios (aunque no de manera lo suficientemente permanente como para haber dado lugar a yacimientos cubiertos en buenas condiciones), como acceder a la caza y al agua en la llanura. Ahora bien, la presencia del hombre del Paleolítico Superior en el entorno de Calahorra no queda constatada con total seguridad, por lo que para este periodo habría que centrarse en la zona de Cameros fundamentalmente (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 36-37).
Bifaz paleolítico (Paleolítico Medio-Neolítico Inferior) encontrado en el entorno entre Aldeanueva y Calahorra. Núcleo con marcas de extracción de las lascas. Foto de Arturo Pérez.
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Entorno del yacimiento paleolítico Camino de la Cañada. Foto de Labrys Arqueología S.C. Carta Arqueológica del Gobierno de La Rioja.
El Neolítico es el periodo que sucede al Paleolítico, en el que el ser humano se convierte progresivamente en sedentario y comienza a practicar la agricultura y la ganadería, con una explotación más intensa del medio, pero a la vez menos dependiente de él, para lo que cuenta con útiles nuevos como los microlitos (que se convierten en imprescindibles, empleados para herramientas agrícolas), otros perfeccionados y donde tiene lugar la aparición de la cerámica. Además los ritos funerarios se van haciendo más complejos desde el punto de vista conceptual, traduciéndose en estructuras y fórmulas novedosas, sobre todo a partir del Neolítico final. Es el momento en el que se produce el paso de una economía depredadora a una economía productora. Ahora bien, La Rioja, que fue una zona de cruce de caminos en la Prehistoria, adoptando todas las novedades que transitaban por ellos, no tuvo necesariamente un poblamiento continuado y es posible que la neolitización se diera al mismo tiempo que la colonización. De hecho el agotamiento de las especies de caza en el norte peninsular llevó al hombre prehistórico a moverse para buscar nuevos territorios, ocupando en extensión todo el valle del Ebro. En La Rioja (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 37-40) este periodo se circunscribe especialmente a los yacimientos de Puente de Arenzana en Nájera, a los talleres de sílex del río Cárdenas, a los de Muro de Aguas, a los de los ríos Tirón y Oja, al yacimiento Cueva Lóbrega en Torrecilla en Cameros, al Dolmen de Collado Palomero I en Viguera, a los talleres de sílex de Ortigosa de Cameros y a un hallazgo aislado de Tricio. En ellos se distinguen, por un lado asentamientos situados en cuevas y covachos, y por otro yacimientos al aire libre, los nombrados tradicionalmente como “talleres de sílex”, muchas veces cercanos a parajes con recursos hídricos y escasos en cerámica cuando se trata de Neolítico antiguo (BARRIOS GIL, Veleia 22: 52-53, 61). La cerámica cardial, que aparece en algunos de estos yacimientos, es propia también de esta etapa. 35
En el entorno calagurritano se constatan restos de la presencia de este periodo, o cuando menos de una actividad neolítica, en el entorno más inmediato de Aldeanueva, como son los hallazgos líticos del yacimiento de Piedra Hincada y del término de Torrescas, una punta de flecha y una azuela pulimentada, respectivamente (GIL ZUBILLAGA, Kalakorikos 14: 93-103; (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 39). Lo cierto es que el culmen de la sedentarización en la zona del área calagurritana se dio en torno al siglo VIII a. C. Como apunta el profesor Urbano Espinosa, la realidad histórica del valle medio del Ebro está consolidada a mediados del primer milenio a. C., pues los poblados empiezan a multiplicarse atraídos por la riqueza de las tierras de la zona, muy fértiles, y la existencia de zonas estratégicas que combinaban a la perfección eventuales necesidades de protección con las nuevas actividades económicas y de supervivencia. En estos momentos cada población nacerá como una unidad sociopolítica independiente, sin que eso implicara que estuvieran desvinculados de sus vecinos. Fue una época de prosperidad y desarrollo, fomentada por los primeros contactos comerciales y de todo tipo con los pueblos que ocupaban los Pirineos y el Mediterráneo, de los que aprendieron diversas técnicas que pueden apreciarse en su cultura material. En el caso de Aldeanueva la Carta Arqueológica no revela ningún yacimiento específico asociado a dicha cultura, pero en cambio el hallazgo de dos molinos de mano en el yacimiento Cabezo de la Torre, uno de ellos barquiforme, nos permite plantear una hipótesis perfectamente razonable sobre la existencia de un hábitat permanente dentro de este periodo en Aldeanueva. El yacimiento se localiza en el noroeste del municipio, en un cerro formado por estratos arcillosos miocénicos, delimitado en el oeste por el Barranco del Gallo y en el este por el Barranco de los Quemados. Los molinos de mano, similares a los morteros, eran un tipo de utensilio formado por una piedra redonda y que molía las semillas sobre otra plana y cóncava, y fueron habituales a partir del Neolítico, cuando precisamente se extendió la agricultura. La presencia de estos dos molinos nos permite aventurar sobre la posible existencia de un asentamiento de carácter más permanente, quizá un pequeño agrupamiento de vivien-
Molino de mano hallado en el yacimiento Cabezo de la Torre de Aldeanueva. Puede ser un molino de tendencia circular, con menor superficie de trabajo, quizás más adecuado para moler pigmentos o con un uso más similar a un mortero. También podría ser parte de un molino barquiforme. Fotografía de Arturo Pérez. 36
das en las que la agricultura y la ganadería serían actividades fundamentales, potenciadas por las características geográficas y geológicas del entorno y quizá relacionadas con otras zonas cercanas. Un asentamiento que además tendría permanencia en el tiempo, pues se han encontrado en el mismo lugar restos de culturas posteriores. Estaríamos hablando de los primeros pobladores estables de Aldeanueva, que se asentaron en dicho lugar buscando los beneficios de la ubicación y de la calidad de las tierras, aunque queda claro que solo una excavación arqueológica podría constatar la auténtica realidad. La denominada Edad de los Metales engloba el periodo de tiempo a partir del cual el ser humano comenzó a desarrollar la utilización de los diversos metales: cobre, bronce y hierro especialmente; y donde la utilización de la alfarería y el desarrollo de la misma se intensificó, transformándose notablemente las formas de vida, que fueron adquiriendo mayor complejidad en todos los aspectos y puntos de vista. Durante el II milenio, aunque el ser humano todavía no conocía el hierro (que no se generalizará hasta el siglo VIII a. C.), apreciaba muchísimo el bronce, producto de la aleación entre el cobre y el estaño, además del oro, considerado metal precioso. Se trata de un tiempo en el que progresivamente esa complejidad que se va alcanzando desde la sociedad y la economía fragmenta la uniformidad cultural que de manera global había imperado en la Península Ibérica durante la etapa anterior, apareciendo un mapa en el que la diversidad regional queda perfectamente individualizada, con nuevas técnicas y cambios en los ritos funerarios y los asentamientos. La influencia de los Campos de Urnas, la influencia cultural atlántica en la zona occidental de la Península o la influencia sobre todo en la Meseta de la Cultura Cogotas I (1200-800 a.C.), cuyas comunidades crearon la cerámica de boquique (de punto y raya), son solamente algunos de los cambios importantes que se introducen (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 45). Del Eneolítico o Calcolítico (en el valle del Ebro, del 2900/2600 a. C. hasta el 1800 a. C.), donde sobre todo se desarrolla la metalurgia del cobre, reconocemos en Aldeanueva dos yacimientos, Montote II y Camino de Montote (II), catalogados como “talleres de sílex” y ubicados en zonas de paso entre lugares abruptos, es decir, el relieve de los Agudos y otros de mayor visibilidad, adaptándose con toda probabilidad a la necesidad estacional derivada de las actividades propias de esta época de control del territorio, acceso al agua de las yasas cercanas y explotación dirigida del medio. Un momento en el que el hábitat estaba saliendo progresivamente de las cuevas para consolidarse en poblados al aire libre, aunque en La Rioja no encontramos tales, sino solamente asentamientos al aire libre de carácter estacional, como los referenciados. Los fragmentos encontrados en ellos son de escasa relevancia, destacándose la presencia de un perforador y alguna lasca, con restos minúsculos de sílex. Por otro lado la cerámica no campaniforme (lisa o decorada), así como la campaniforme y los enterramientos colectivos se convierten en elementos definidores de esta época, como por ejemplo se puede constatar en los dólmenes de Peña Guerra en Nalda, el de La Unión de Clavijo o en el de Collado Palomero en Viguera, o el túmulo de La Atalayuela en Agoncillo (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 46-47). Cabe destacar que dentro del entorno próximo en el que se circunscribe la Aldeanueva prehistórica se encuentra el yacimiento del Alto de las Campanas en Rincón de Soto, donde se encontró una cista de planta rectangular con inhumaciones sucesivas de tres individuos, que además venían acompañadas de cerámica campaniforme incisa (CINCA MARTÍNEZ y 37
GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 47), y que al ámbito de Calahorra corresponden hallazgos líticos en superficie como el del Perdiguero con puntas de flecha bifoliáceas con pedúnculo incipiente, una hoja de hoz y raspadores y perforadores. La Edad de Bronce es, en términos generales, el periodo en el que se intensifica la utilización de los metales y donde se evoluciona en las formas de vida, de trabajo y de explotación del medio, siendo el valle del Ebro y todos sus afluentes ejes vertebradores que permitían el asentamiento humano, además de facilitar los intercambios. En estos momentos la base de la dieta estaría en una agricultura cerealística de secano, a la que se asociarían hoyos-silo para almacenar el cereal y todos los útiles necesarios para el trabajo del mismo. La ganadería se iría ampliando con la domesticación de diferentes especies, que además se utilizarían como fuerza de trabajo en la agricultura. En el caso de La Rioja se produce una continuidad entre las fases más modernas del Eneolítico y el Bronce Antiguo (1800-1500 a. C.), pues la cerámica campaniforme, propia del periodo anterior, se prolonga en éste (ocupaciones en la sierra de Cameros y en Viguera). En cambio, en el Bronce Medio (1500-1250 a.C.) progresivamente va desapareciendo la uniformidad cultural existente hasta el momento, y nos encontramos con singularidades propias de cada zona, que evolucionan hasta la llegada del Bronce Final (1250-750 a.C.). La Edad del Bronce en el caso de Aldeanueva cuenta con dos yacimientos excepcionales, tanto en lo que al enclave propiamente dicho se refiere como respecto a un radio más amplio de la Rioja Baja. Nos estamos refiriendo a los yacimientos Cabezo de Marín y Cabezo de la Torre, que, además de compartir la misma área geográfica-geológica, presentan rasgos cerámicos similares. Su ubicación se encuentra en una zona elevada, donde se suceden cerros aislados (cabezos) delimitados por yasas y barrancos. Cabezo de Marín podría catalogarse como un posible poblado en el que se han encontrado restos de cerámica a mano de la Edad de Bronce, decorados con cordón y mamelones. Fragmentos muy rodados que presentan cocciones oxidante y reductora-oxidante con
Entorno del yacimiento Cabezo de Marín. Foto de Labrys Arqueología S.C. Carta Arqueológica del Gobierno de La Rioja.
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desgrasante grueso. Los restos de sílex, que también han aparecido, son de mala calidad. Cabezo de la Torre4 sería el más interesante, porque presenta restos claros de hábitat permanente en el tiempo, partiendo de los molinos neolíticos ya citados. La Carta Arqueológica nos descubre una importante cantidad de cerámica del Bronce, con fragmentos dispersos por toda la cima y por las laderas del yacimiento. También se ha hallado cerámica romana, localizada en las laderas noreste del cabezo (Cabezo de la Torre II), identificada como Terra Sigillata Hispánica, de cerámica de almacenaje y común. Los restos de estructuras más antiguos distinguidos hasta el momento, y siempre según la prospección y el informe realizado por Pedro Álvarez Clavijo, que es de donde extraemos todos los datos que expresamos a continuación, son los de una torre de vigilancia-defensiva, que conforma un pequeño montículo artificial formado por la acumulación de restos constructivos de forma circular con una depresión en el centro. La estructura, según señala el arqueólogo, pudo tener unos 15 metros de diámetro y seguramente el material empleado de la misma se componía de bloques de arenisca y cantos rodados trabados con cal (ÁLVAREZ CLAVIJO, Informe: 2). En la superficie se aprecian alineaciones de cantos rodados y areniscas, trabados con mortero de cal. Y en el entorno se detectó la existencia de restos de cerámica a torno de cocción oxidante y pastas anaranjadas. El investigador considera que el conjunto de restos puede corresponder a una torre de vigilancia defensiva, una mera atalaya de vigilancia, que cobra sentido por el paraje en el que se encuentra, puesto que el cerro tiene un amplio control visual, que va desde Calahorra hasta Alfaro y de toda la zona de la ribera del Ebro, aunque no parece que tenga sentido otorgarle una entidad mayor (VVAA, La Rioja Tierra Abierta, 2000: 87-120; ÁLVAREZ CLAVIJO, Informe: 2-3). Como señalábamos, el estudio hasta la fecha más minucioso de este yacimiento, y del que proceden todos los datos que aportamos, fue realizado en 1995 por el arqueólogo Pedro Álvarez Clavijo. Concretamente la zona fue objeto de una prospección arqueológica a instancias de la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja, y el motivo tuvo que ver con la intención de repoblar el monte de Valcaliente y los aledaños, para lo cual se hacía imprescindible ese breve estudio arqueológico, que recuperó material diverso que en la actualidad se encuentra en el Museo Provincial de La Rioja, en Logroño, y que certificó la entidad del yacimiento allí existente. La cantidad total de piezas incluidas en el inventario que se realizó fue de 2.438, de las cuales el 52,13% son de cerámica no torneada; el 0,94% son de cerámica romana; el 15,25% de cerámica torneada sin vidriado; el 20,22% de cerámica vidriada, y el resto, el 11,44 de sílex y cuarcita (ÁLVAREZ CLAVIJO, Informe: 14). Como concluye Clavijo, más de la mitad de los fragmentos de este yacimiento son cerámica no torneada prehistórica, de la que los fragmentos más significativos, especialmente algunos decorados con acanalados e incisiones, parecen corresponderse al Bronce Final, equiparables a las del nivel III de Partelapeña (El Redal), hacia el 700 a.C. 4 Resulta interesante señalar que el topónimo de este lugar puede estar relacionado, como señalan los naturales de Aldeanueva y recoge Álvarez Clavijo en el informe que citábamos al inicio, a que de dicho lugar se extrajo la arcilla para la elaboración de los ladrillos con los que se construyó la torre de la iglesia parroquial de San Bartolomé. La obra se realizó en el siglo XVIII, pero en la actualidad resulta difícil determinar dónde se encontraba la posible cantera. Debemos señalar que en este caso seguimos literalmente el informe de Pedro Álvarez Clavijo, agradeciéndole su amabilidad, tanto a él como a las instituciones ya comentadas, a las que pertenece el informe y donde se encuentran los restos cerámicos.
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Tanto los materiales de época romana como los medievales son escasos, testimoniales y, posiblemente, relacionados con los restos de la infraestructura comentada. De hecho el autor del informe señala que algunos de los restos medievales de este yacimiento se corresponden con algunos tipos localizados en el yacimiento de Monte Cantabria de Logroño o el Alto en Santo Domingo, del siglo XII, o incluso algunos con los hallados en Calahorra o Jubera, de fechas medievales un poquito más tardías. Los otros restos habrían sido depositados a lo largo de la época Moderna o Contemporánea seguramente por los vecinos de la zona (ÁLVAREZ CLAVIJO, Informe: 15). Junto a estas aportaciones debemos añadir que, cuando se estaban produciendo algunas intervenciones en el lugar, fueron hallados fragmentos abundantes de seis vasijas diferentes, de las cuales solamente dos pudieron ser reconstruidas en su totalidad (ver imágenes), y que aparecieron en tierra remozada con restos de cenizas y de partículas minúsculas de huesecillos, mezclado todo con la tierra de la zona. Las hipótesis que se barajan hasta el momento sobre dicho hallazgo es que todos los fragmentos pertenecieran a un conjunto de vasijas de carácter ritual, de enterramiento, de la época en torno al Bronce Final, (1250 a.C. aproximadamente), reflejando una costumRecipiente carenado. Restos de bruñido en la superficie. bre muy extendida de incineración Motivos de Cogotas I, con frisos corridos formando metopas con ornay de culto a los fallecidos, que comentación geométrica. Decoración incisa. Técnica del boquique. Cronología Bronce Final/Hierro I. menzó a hacerse más habitual a Yacimiento Cabezo de La Torre. Foto de Arturo Pérez. partir del neolítico más moderno. De hecho tenemos varios ejemplos en zonas cercanas, donde se han hallado restos de la misma época con decoraciones similares, tanto ligadas a enterramientos como a ajuares: en la Peña del Recuenco, en Aguilar del Río Alhama, de donde procede, por ejemplo, un brazalete de arquero con decoraciones de boquique; o en la Cueva de los Lagos, en el mismo término, donde existe un enterramiento de un individuo con una cámara principal y ajuar de punzones de Recipiente carenado. Restos de bruñido en la superficie. hueso y cerámica decorada meCronología Bronce Final/Hierro I. Yacimiento Cabezo de La Torre. Foto de Arturo Pérez. diante excisión, incisión y boquique. 40
Recipiente con cordones digitados. Vaso cerámico que presenta digitaciones en el borde con decoración plástica en distintas partes del cuerpo. En concreto esta ornamentación consiste en dos líneas de cordones digitados, una de ellas cercana al borde y otra en la mitad del recipiente. Se trata de un vaso de contorno simple, en el que el índice de profundidad es superior al diámetro del borde. Cronología a partir del Bronce. Yacimiento Cabezo de La Torre. Foto de Arturo Pérez.
Borde simple. Diferentes fragmentos de un borde perteneciente a un recipiente con perfil en S que carece de decoración. Cronología del Bronce en adelante. Yacimiento Cabezo de La Torre. Foto de Arturo Pérez.
O las Eras de San Martín de Alfaro, Partalapeña en el Redal, Piedra Hincada en Pradejón o los restos en la propia Calahorra de La Marcú o del Cerro del Sorbán, entre otros (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 49). Así, tanto los restos que encontramos en Aldeanueva como los de todos los yacimientos del entorno, es muy posible que surgieran como evolución natural de los poblados preexistentes, estimulados a su vez por la difusión de la Cultura de Cogotas I desde la Meseta. Estaríamos hablando de casas con un cierto grado de desarrollo, rectangulares, con paredes de barro apoyadas por zócalos de piedra y suelos hechos de tierra endurecida probablemente, que terminarían de desarrollarse en la época posterior (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 49). Pero de lo que no parece que quede duda es de que durante el último periodo del Bronce en Aldeanueva habría pobladores ya permanentes. En el año 2007 se realizó una nueva prospección en el yacimiento, debido al interés de 41
colocar un Parque Eólico en algunos puntos concretos, en este caso desarrollada por el arqueólogo e investigador Ignacio Barrios Gil. Los resultados de la prospección, y siempre según los datos aportados por este arqueólogo a través del informe antes citado y que a continuación reproducimos, arrojaron a la luz 58 fragmentos cerámicos hechos a mano, con las superficies rugosas, cocidos con fuego oxidante, cuyas pastas poseen gruesos desgrasantes. Todos, salvo una base con talón, son piezas indeterminadas y carecen de cualquier decoración. Hay, además, dos lascas pequeñas de sílex, sin retoques y con pátina blanca. En los márgenes orientales de la cumbre se encontraron fragmentos de adobes de pequeño tamaño. En este informe se reitera el carácter habitacional poco intenso del yacimiento (Cabezo de la Torre), debido a la falta de estructuras permanentes, por lo que el autor señala que es presumible que se tratara de una agrupación de chozas construidas con muros de ramas unidas con adobe. Culturalmente los restos pueden asociarse a una etapa difícil de determinar entre la Edad del Bronce en sus momentos terminales y los primeros compases de la Edad de Hierro (Hierro I o Campos de Urnas); siendo seguramente lo más correcto asimilarlos a estos tiempos, debido al vivo color rojizo de las superficies cerámicas, hecho que se consigue únicamente con un horno, fabricación capaz de insuflar el suficiente oxígeno como para colorear tan intensamente las superficies de las piezas; estas construcciones no fueron frecuentes antes de la Edad del Hierro.
Entorno del yacimiento Cabezo de la Torre. Foto de Labrys Arqueología S.C. Carta Arqueológica del Gobierno de La Rioja.
Teniendo en cuenta todo esto, la zona de Aldeanueva se vería influida, por lo menos en algún grado, por los importantes cambios que se sufren en el valle medio del Ebro a partir del finales de la época del Bronce, por la influencia de la citada cultura Cogotas I procedente de la Meseta y también por los Campos de Urnas, llegando las poblaciones de esta zona, entre las que se puede incluir al entorno calagurritano, a configurar un grupo concreto definido como Cultura del hierro o Grupo Redal Cortes (CINCA MARTÍNEZ y GONZÁLEZ SOTA, Historia de Calahorra, 2011: 50), y en el que quedaría incluida Aldeanueva, aunque los restos que hasta el momento tenemos son realmente escasísimos. Restos del desarrollo del Hierro II, identificados con los celtíberos, cuya presencia sí que se detecta en otras
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zonas del entorno calagurritano, no han sido hallados hasta el momento de manera específica en Aldeanueva. La ausencia de una excavación arqueológica en profundidad, como venimos insistiendo desde el inicio, dificulta el planteamiento de hipótesis razonables, pero es muy probable que, aunque el asentamiento permanente de la zona fuera débil dependiendo de cada momento, no cabe duda de que se trata de un paraje estratégico que sería utilizado por los habitantes del entorno desde diferentes puntos de vista, y que de ninguna manera quedaría totalmente abandonado. Y junto a la información aportada hasta el momento nos encontramos, además, con un conjunto de yacimientos de carácter indeterminado todavía que refuerzan, por lo menos, la idea que venimos exponiendo desde el inicio, de una zona rica en el pasado: nos estamos refiriendo a un total de hasta 22 talleres de sílex, caracterizados de manera global por presentar una industria lítica indeterminada y por ser, casi con toda probabilidad, talleres puntuales de paso, utilizados de manera esporádica y estacional en función de necesidades precisas. El paisaje de Adeanueva presenta dos áreas bien diferenciadas, que explican muy bien la tipología de los yacimientos. Por un lado, en la mitad este se observa un paisaje escalonado, siendo el cerro de Cabizgordo la zona más alta, y el río Ebro la más baja. En esta zona el modelado hídrico es clave. En cambio la mitad oeste de Los Agudos muestra un paisaje más abrupto (MARTÍNEZ VIDAURRE et alii, Zubía 16-17: 11-12). Es decir, que se combina la presencia de una llanura con zonas más abruptas de abrigo, en cuyas intersecciones se produce un fácil acceso al agua; de ahí que el enclave se convierta en una zona susceptible de yacimientos, por un lado por ser zona de cruce de caminos, a la vez que se da la existencia de zonas abruptas de más difícil acceso, que permitirían proteger los talleres encontrados. El Barranco del Galano, Cabezo de Mateo o la Cantera del Gallo son ejemplos de yacimientos donde los fragmentos encontrados están muy poco trabajados, con presencia puntual de algunas lascas. Por ejemplo, el yacimiento Cantera del Gallo es un yacimiento situado muy cerca de una vía de comunicación, con restos sobre todo de talla, por lo que se puede pensar que se trataba de una zona de trabajo y de paso, no de un yacimiento estrictamente fijo. En el paraje de Rabanera encontramos hasta cuatro talleres de sílex, con piezas en general de poca calidad, destacando sobre todo algunos núcleos de extracción, restos de talla y pequeñas lascas. El terreno en el que se encuentran es arcilloso, y se trata de una zona medianamente alta, cerca de cursos de agua y, por lo tanto, muy apta para el trabajo. En el Barranco de los Quemados también hallamos otro taller de sílex, encontrándose el material, sobre todo en una de las curvas del barranco, y siendo abundantes los restos de talla y núcleos con golpes. El Espartanero es otro de los términos en el que hay hasta tres talleres de sílex, de características muy similares entre sí, donde las piezas son de poca calidad y pequeño tamaño, respondiendo seguramente al modelo de taller estacionario, situado al borde de un barranco. El yacimiento de Valcaliente destaca por su ubicación, muy diferente a las anteriores, en una planicie enmarcada por dos barrancos, donde el control visual del territorio es espectacular. 43
Plana Moya es otro yacimiento que cuenta con tres centros, talleres de sílex también, bastante similares entre sí y a los ya señalados anteriormente de Rabanera y Espartanero: terrenos semiabruptos que responden a usos puntuales, ocasionales o estacionales, necesarios seguramente por las condiciones que proporcionaban en el terreno para la práctica de la caza y donde el acceso al agua y el control visual del territorio estaba asegurado. La diferencia de Plana Moya con respecto a los anteriores (especialmente en el yacimiento I) es la cantidad importante de material hallado, destacando la presencia de lascas, láminas, una raedera, núcleos y restos de talla. De hecho todo el entorno cuenta con abundancia de sílex disperso por los campos. Torrobales es otro yacimiento que destaca por encontrarse en la zona de tránsito hacia la zona más baja de la terraza del río Ebro, y comparte características tipológicas y culturales con Camino de la Cañada, Barranco Valcaliente o Camino Montote, talleres de sílex con restos de lámina, algunos nódulos… Son yacimientos que se encuentran en zonas de tránsito entre relieves abruptos, necesarios para las labores de caza, con zonas llanas fundamentales para el abastecimiento de agua (gracias Entorno del yacimiento Plana Moya. a los numerosos barrancos y Foto de Labrys Arqueología S.C. Carta Arqueológica yasas que hay en esta zona) y del Gobierno de La Rioja. de otros productos. De ahí la hipótesis, como en casos anteriores, de que se trate de yacimientos de carácter temporal, donde el aprovisionamiento para la supervivencia parece que resultaba bastante sencillo. Y junto a éstos existe otro grupo de yacimientos en los que se han encontrado restos de carácter indeterminado, es decir, en los que se encuentran restos de sílex variados, pero sin llegar a conformar verdaderos talleres, como en Roncesvalles, Morenillo o Planilla. Algunos de los restos son lascas de sílex, restos de talla, e incluso un cuchillo de dorso. Ocurre exactamente lo mismo con La Pancha, o Cabezo de las Losas, o Barranco de Valcaliente, donde se han encontrado de manera dispersa restos de sílex, algunas lascas, restos de talla, algunos nódulos… que hacen pensar en la existencia de hábitats al aire libre o, cuando menos, en zonas de tránsito hacia zonas de caza, por la buena ubicación que presentan por el acceso a zonas de agua. Es cierto que todos estos yacimientos a los que nos referimos son de carácter superficial, conocidos gracias al trabajo realizado para la elaboración de la Carta Arqueológica del término de Aldeanueva, y no fruto de una excavación en profundidad, donde las series estratigráficas y estudios permitan conclusiones más exactas y claramente contextualizadas; 44
pero sí nos ayudan a extraer una conclusión muy clara, que es la ocupación y el uso del terreno en tiempos prehistóricos, contextualizados culturalmente entre el Paleolítico y la Edad de los Metales, y cuyo estudio en profundidad desvelaría, seguramente, muchas sorpresas.
La presencia de Roma en Aldeanueva de Ebro: Colonización, etapa imperial y tardoantigüedad […] Luego de haber sometido a los pueblos que bordea el impetuoso Ebro y todas las armas que impulsó Sertorio fugitivo y de haber pacificado el Occidente, igualmente venerable con la blanca toga que con la toga que adorna el carro triunfal 5 […] . El suelo que reorganizarán y transformarán los romanos durante la etapa colonizadora republicana en La Rioja estaba ocupado por diferentes pueblos celtibéricos: los Berones, limitando al oeste con Turmogos y Autrigones, al norte con Várdulos y Vascones, que se prolongaban también al este, y al sur con los Pelendones. La penetración de los romanos por el valle del Ebro convirtió esta región en frontera con los pueblos no dominados o apenas sometidos de Cántabros y Vascones (Alarcos Llorach, Berceo 16: 473; Pérez de Laborda, “Los vascones”, 2011: 177-192). La actual población de Aldeanueva de Ebro, como señalábamos al inicio de este capítulo, en el extremo oriental de la provincia, y a 3 km. del río Ebro, se encuentra en una intersección de comunicaciones (García Prado, Berceo 28: 474). Veremos cómo dicha localización vendrá definida por los diferentes procesos de ocupación del territorio, especialmente a partir de época romana. A partir del siglo I a.C., las centuriaciones o repartos de tierras cultivables de Calahorra y Alfaro, se unirán en el actual casco de Aldeanueva de Ebro. Sus ocupantes construyeron distintos asentamientos rústicos de los que se han encontrado restos constructivos en el mismo casco urbano, así como un ara votiva (Martínez Torrecilla, Kalakorikos 4: 237-241) en las proximidades. En las prospecciones arqueológicas realizadas en el término municipal de Aldeanueva de Ebro, los materiales recogidos no arrojan grandes datos acerca de la ocupación romana del territorio, más allá del espacio perteneciente al territorio centuriado de Calagurris y al de Graccurris, de lo que luego hablaremos6. La presencia de materiales romanos, claramente identificados es testimonial, concretados en el sector oriental. Hablaremos en estas páginas de la evidente conexión de este sector con el paso de los ejércitos romanos, la construcción de las vías y la parcelación del territorio. 5 Lucano, La Farsalia, VII, 12-19. Siglo I d.C. 6 ÁLVAREZ CLAVIJO, op. cit. Informe sobre las prospecciones arqueológicas realizadas en el paraje de Cabezo La Torre…, p. 14. Materiales recuperados en las prospecciones: cerámica no torneada 52,13%; cerámica romana 0,94 %; cerámica torneada sin vidriado 15,25 %; cerámica vidriada, 20,22%; sílex y cuarcita, 11,44%.
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Es muy probable que la escasa presencia de materiales arqueológicos con cronología republicana y altoimperial la podamos relacionar con el origen de la toponimia riojana y, concretamente, sobre el término de Aldeanueva de Ebro. Mientras que Graccurris, Calagurris, Vareia, Tritium, Libia, etc., son topónimos de origen romano, Aldeanueva de Ebro se encuentra entre los topónimos, no tan habituales, de origen árabe (Alarcos Llorach, “Apuntaciones, Berceo 16: 477-479). Dato este que ya nos ilustra acerca del protagonismo histórico de la villa en mayor medida a partir de la Edad Media. Conquista y organización del territorio. Reestructuración de antiguos núcleos urbanos y nuevas fundaciones La repercusión de la lucha entre Roma y Cartago en el siglo III a.C. se dejó sentir entre los pueblos celtibéricos de la zona, lusones, sedetanos, berones, arévacos, titos y belos (Burillo Mozota, Kalakorikos 7: 9-29; Reyes Manzano, “La prehistoria”, 2010: 47). Deberíamos remontarnos al comienzo de la Segunda Guerra Púnica, al poco operativo ejército romano frente al poderoso Aníbal 7, a la incursión romana en la Península y cómo a partir del año 210 a.C. es elegido para dirigir la ofensiva Escipión el Africano. Era necesario establecer un plan de conquista para organizar el territorio, para explotarlo, por lo que durante más de un siglo se mantuvieron el sistema productivo cartaginés y la acción depredadora de los dominadores en Hispania (Olcoz Yanguas y Medrano Marqués, Espacio, Tiempo y Forma, Serie II T.23: 307-340). Durante la década de los noventa del siglo II a.C., Catón protagonizó la primera gran incursión de Roma en el valle del Ebro, bajo la orden de sofocar una rebelión que, en el 195 a.C. amenzaba con poner en peligro el dominio romano sobre la zona. Aunque no quedan testimonios del itinerario exacto seguido por el cónsul, pensamos que es muy probable que La Rioja Baja se viera afectada por el paso de sus ejércitos cuando éstos partieron de Numancia hacia el Ebro. La zona de La Rioja Baja fue incorporada a la provincia Citerior en el momento en que Calagurris quedó bajo dominio romano entre 188 y 187 a.C. Con la conquista de Calagurris y la fundación de Graccurris podemos entender como ya establecidas las bases para la romanización del valle del Ebro y, por tanto, de todo el territorio de Aldeanueva de Ebro. Las sublevaciones internas y los asaltos de las tribus celtibéricas y lusitanas sobre los valles del Ebro y del Betis no cesan, arrastrando a la primera guerra celtibérica (181 a.C.). La escasez de tierras de cultivo y el acaparamiento de los ganados por las elites tribales habían empujado a los nativos más pobres al robo. Por ello el nuevo cónsul, Tiberio Sempronio Graco, se marcó como objetivo pacificar definitivamente las comarcas ribereñas del Ebro. Mediante repartos de tierras y concesiones de ciudadanía a los servidores del ejército romano, Graco suavizaba el problema de la pobreza en esta zona y eliminaba la causa de sus frecuentes saqueos, de la misma manera que la fundación de Graccurris (García Fernández, “Graccurris, 2009: 215-230) servía de referencia romana de la zona. Posteriormente, la península se ve abocada a la participación en las guerras civiles del I 7Algunos investigadores han afirmado que la expedición de Asdrúbal, en auxilio de su hermano Aníbal, pudo haber pasado por Alfaro, pero las consecuencias del enfrentamiento dejaron una huella mucho más profunda que el paso del ejército cartaginés: estaba a punto de empezar una nueva era marcada por la dominación romana.
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siglo a.C. Su protagonismo será decisivo en los enfrentamientos de Sertorio contra el dictador Sila (83-73 a.C.) y en los de Pompeyo contra César, más tarde. En el primer caso, las llamadas guerras sertorianas, el valle medio del Ebro fue uno de sus escenarios más cruentos. A raíz de dicho conflicto, el panorama de los pueblos que habitaban las tierras de lo que hoy es La Rioja cambió ligeramente con respecto al siglo anterior, destacando el avance de los vascones, que se hicieron con la mencionada Calagurris (Calahorra), Cascantum (Cascante) y Graccurris (Alfaro). Esta región fue sacudida por el conflicto con especial virulencia a partir del 77 a.C., cuando Sertorio decide situar sus cuarteles de invierno en el valle medio del Ebro; mientras que Calagurris se había declarado sertoriana, otras ciudades como Graccurris y casi todos los berones se declararon en contra de la causa de Sertorio (Reyes Manzano, “La prehistoria”, 2010: 49). Y ahí encontramos, en una encrucijada de caminos, el territorio de Aldeanueva, territorio de alguna manera dividido entre partidarios y detractores de Sertorio. La península se convierte en el principal núcleo de resistencia al poder aristocrático asentado en Roma y en la base de las operaciones para la reconquista del gobierno. Sertorio no puede librar los poblados celtíberos –Uxama, Clunia, Calahorra y Huesca- de la acción devastadora de Roma, preámbulo de su muerte a manos de sus propios partidarios y a mayor gloria de Pompeyo (García Cortázar y González Vesga, Breve Historia, 2001: 96). El texto elegido para introducción del capítulo es ideal para entender el sentimiento de lo sucedido. Los partidarios del bando ganador obtuvieron algunas ventajas al fundarse las primeras colonias de veteranos y concederse la categoría de municipium a algunos poblados indígenas. No se apaciguaría definitivamente Hispania tras la guerra civil –las legiones lanzan duras campañas contra los pueblos del norte- hasta que en el 29 a.C. Augusto decida completar el dominio de todo el territorio hispano. Hasta la época de César no existe en Roma una política colonizadora racional. No obstante, ante la urgencia de acomodar a los veteranos del ejército y defender el Ebro de las tribus norteñas (al igual que el Guadalquivir de los ataques lusitanos), se fundarían las primeras ciudades romanas, que posteriormente acceden a la categoría de colonia o municipio: Calahorra estaría entre ellas y veremos cómo afectará al territorio de Aldeanueva de Ebro. El territorio de Aldeanueva y el trazado de las vías de comunicación Precisamente relacionado con la conquista y el asentamiento de hombres de Roma en La Rioja, cabe mencionar la importancia de las comunicaciones y la construcción de vías. La provincia de La Rioja fue atravesada en época romana por la gran vía que establecía el contacto entre Tarraco, capital de la provincia romana, y las regiones menos romanizadas del noroeste de la Península Ibérica. Esta vía nos es descrita por el Itinerario de Antonino en dirección este-oeste con el nombre De Italia in Hispanias (Alonso Fernández y Jiménez Echevarría, Berceo 154: 191-226), pero también en sentido inverso con la denominación de Ab Asturica Terracone. Las fuentes arqueológicas y epigráficas permiten la identificación de un único camino principal sobre el que se asientan las mansiones, si bien pueden reconocerse igualmente otros caminos secundarios, especialmente en la zona de La Rioja Alta, donde la vía principal se aleja de la orilla del Ebro, lo cual hace que se desarrolle al menos 47
una segunda vía paralela (Pascual Fernández y Espinosa Ruiz, Berceo 101: 69-88; Magallón Botaya, La red, 1983: 153-166; Cinca Martínez, Tramo, 1990: 95-112; Ariño Gil y Nuñez Marcén, Memorias de Historia Antigua 11-12: 253-264; De Miguel de Hermosa, Arqueología Navarra 10: pp. 337-357). La compleja red viaria que nos transmite el Itinerario de Antonino no queda reflejada en los epígrafes y en la actualidad solo contamos con seis miliarios hallados en tierras riojanas, los cuales permiten una aproximación a la cronología y desarrollo de los caminos antiguos. No obstante, los hallazgos aportan datos de relevante interés y, en cierta medida, no discrepan de los datos con que contamos en las zonas más próximas (Ariño Gil y Magallón Botaya, Zephyrus 44-45: 431).
Mapa de las vías en Hispania. Detalle del tramo riojano. Fuente: ARIAS, G., Repertorio de caminos de la Hispania Romana, Queimada, Madrid, 1987, Anexo, p. 559.
Es posible que el camino remonte su origen a época republicana, teniendo en cuenta que Graccurris, emplazamiento clave para el control y defensa de la zona, se funda tras las campañas del año 179 a.C. Pese a que esta hipótesis no puede descartarse, los datos con los que contamos únicamente nos permiten remontarnos a Augusto, quien sin duda intervino decididamente en la consolidación y control de la vía, en coherencia con un plan de pacificación del territorio tras las guerras cántabras, dentro del cual se encuadra la misma fundación de Caesaraugusta. Esta intervención augustea en toda la zona queda respaldada por los miliarios hallados en la vía entre Ilerda y Celsa y en la calzada entre Caesaraugusta y Pompaelo, así como por el miliario hallado en Padilla de Abajo (Burgos), y dentro de la provincia de La Rioja por los hallazgos de Calahorra y Alfaro (Magallón Botaya, Cronología, 1986: 621-631. Tenemos varias inscripciones dedicadas a Mercurio a lo largo de la vía, una de ellas procedente de Murillo de Río Leza, en las inmediaciones de Calagurris, lo que contribuye a valorar el papel de las comunicaciones y la actividad comercial en la vida de esta zona8. 8 CIL, II, 5810.
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Por tanto, es el río Ebro el elemento vertebrador indiscutible en toda la zona. Las grandes ciudades y núcleos habitables se sitúan preferentemente en las cercanías de los ríos y son a su vez punto de articulación obligado de rutas y caminos. Esto es especialmente patente puesto que determina tanto el entramado urbano como el sistema viario del valle. Ya Plinio9 indicaba cómo era una vía navegable hasta Vareia. Al respecto tenemos dos ejemplos claros, Calagurris y Graccurris (Bendala Galán, Zephyrus 53-54: 413-432; Gurt Esparraguera, Zephyrus 53-54: 443-471). Epigrafía El primer hallazgo significativo es un miliario perteneciente a la vía de la que ya hemos hablado. Aunque no se ha recuperado en el término municipal de Aldeanueva de Ebro, es interesante porque pertenece a un tramo de vía que conecta Calahorra con Aldeanueva. Se encuentra en el Museo Municipal de Calahorra10 y se data entre los años 9-8 a.C. El texto del miliario es el siguiente: [IMP·(erator).·CAES(aris) [DIVI.·F(ilius).·AVGVSTVS] CO(n)·S(ul)·XI.·IMP(erator)·XIII TRIBVNIC(icia)·POTEST(ate) XV.·PONTVF(ex)]·MAXSV(mus) El emperador Augusto, Hijo del divino César, Decimoprimer consulado, Decimotercera aclamación imperial, Pontífice Máximo. A lo largo de las calzadas romanas se señalizaba cada milla mediante uno de estos pilares. Este 'miliario' Miliario de Calahorra. hace referencia a la Legión VI romana, Fuente: Museo Municipal de Calahorra11 . acantonada en Calahorra, e indica la distancia a Caesaraugusta en millas romanas, que eran 75 -una milla romana equivale a 1.460 metros-. La vía romana en la que estaba situado este poste de piedra procedía de Caesaraugusta e iba paralela a la margen derecha del río Ebro. Señalaba la distancia de la mansio de Calagurris respecto a Caesaraugusta, dentro de la vía Caesaraugusta-Virovesca (Zaragoza-Briviesca). Así mismo, y esta vez sí que procede del término municipal de Aldeanueva de Ebro, con9 Plinio, NH, III, 3, 21. 10 Procede de la calle Arrabal (Calahorra), tratándose de un hallazgo casual: lo encontró un vecino de Calahorra el año 1989 y fue recuperado por el Ayuntamiento de Calahorra. Sus dimensiones son: 0,35/ 0,39 cm. de diámetro x 0,25 cm. de altura. Se trata del tambor central de miliario romano, de piedra arenisca. Conserva tres líneas centrales de texto. 11 Nuestro agradecimiento a la directora del Museo de la Romanización de Calahorra, Rosa Aurora Luezas Pascual, por facilitarnos tanto la foto como la información.
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tamos con un ara votiva12 . El hallazgo se produjo hace varios años en el término municipal de Aldeanueva de Ebro, en las cercanías del término municipal de Calahorra, concretamente en los márgenes de la Yasa Agustina, donde entonces era habitual arrojar piedras que se retiraban de los campos de labor para facilitar las tareas agrícolas. La zona se encuentra dentro de los terrenos afectados por los repartos de tierra romanos de Calagurris y muy cercano al tramo de la vía de Italia in Hispanias, que discurre entre Calahorra y Cascante y que posiblemente actuaba como decumanus máximus de la centuriación (Martínez Torrecilla, Kalakorikos 4: 273). Hay que ponerla en relación a alguno de los asentamientos rústicos que se asocian a la zona centuriada y a la vía (AAVV, Arqueología, 1991: 12-13). Consta de cuatro líneas completamente conservadas, en las que únicamente se encuentra fragmentada la última letra de la tercera línea, pero sin ofrecer problemas en cuanto a su lectura. La lectura es la siguiente: L·G/PAT·SA/PECVS/LM L(oci)· G(enio)/ Pat(ernus)· Sa/ pecus/ L(ibens)· M(erito) La inscripción no presenta más problemas que la identificación de la deidad con las iniciales LG, en la que se ha optado por la fórmula más sencilla. El dedicante Paternus Sapecus presenta un primer término muy habitual en las inscripciones cercanas, si bien más utilizado como cognomen, y el segundo en cambio inédito. La dedicatoria aparece habitualmente con fórmulas más completas, si bien se encuentran ejemplos del uso de Li- Detalle del Mapa Topográfico, con indicación del núcleo urbano de Aldeanueva y el bens Merito de forma aislada13. parcelario centuriado. Fuente: Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 97, fig. 2.
12 Se trata de una pieza realizada en arenisca local de 25 cm de anchura, 22,5 de longitud y 41,8 de altura. En la cara superior se encuentra el focus cóncavo y con los bordes levantados 1,2 cm sobre la superficie y de un diámetro aproximado de 15 cm. Correspondería al tipo “a”, diferenciado en las aras votivas riojanas por U. Espinosa, guardando gran similitud en cuanto a su morfología con otra aparecida en Alcanadre. ESPINOSA RUIZ, U., Epigrafía Romana de La Rioja, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1986, pp. 137-138, figura 3 y lámina 3. 13 CIL. II, 2.834.
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El territorio de Aldeanueva y las centuriaciones romanas De la misma manera que las vías son un elemento vertebrador del paisaje y necesario para la comunicación y gestión de la ocupación romana, las centuriaciones constituyen la herramienta fundamental para afianzar la presencia romana en las zonas de reciente conquista y asimilación. Se trata de parcelarios que responden a la necesidad de repartir tierras entre veteranos de guerra y de reorganizar el territorio con un claro objetivo tributario. No olvidemos que el actual término de Aldeanueva constituyó un foco territorial fundamental a la hora de contemplar la organización, ampliación o reestructuración de los parcelarios circundantes y del sistema viario. Relativo a la información que ofrecen las fuentes escritas, disponemos de diferentes corpora para cada período analizado: Corpus Agrimensorum Romanorum, para República y Alto Imperio, Las Etimologías de San Isidoro de Sevilla y la Lex Visigothorum para la tardoantigüedad y la etapa visigoda. De una etapa a otra perdurará buena parte del derecho romano y de la tradición de los agrimensores en lo relativo a la terminología aplicada al proceso de organización territorial, así como en las disposiciones sobre problemas de límites agrarios (Moreno Resano, “Cultura, 2011: 193-205; Ariño Gil, Gurt Esparraguera, Palet i Martínez, El pasado, 2004: 185). A diferencia de lo que sucede en el período republicano o altoimperial, las fuentes escritas no apuntan hacia la existencia de grandes programas de ocupación territorial en la tardoantigüedad y lo mismo ocurre si atendemos a las evidencias arqueológicas. Nos encontramos ante estructuras heredadas de los grandes programas de organización territorial de periodos anteriores y, por último, la caracterización –tipologíade las nuevas formas que toma el hábitat (Castellano, 19: pp. 27.48). Sin embargo, durante la Antigüedad Tardía, parece abandonarse definitivamente buena parte de la estructura territorial creada en época tardorrepublicana y altoimperial. Se aprecia una transformación del hábitat que muy probablemente se relacionaba con un cambio económico, plasmado en la expansión de la ganadería extensiva. No todas las estructuras agrarias han desaparecido, aunque probablemente cumplen ya una función distinta a la que tuvieron originariamente (Ariño Gil, Gurt Esparraguera, Palet i Martínez, El pasado, 2004: 192). En el caso que nos atañe, el territorio centuriado en Aldenueva de Ebro se ha visto afectado por varios factores que la han arrasado o transformado: la erosión o los repartos de tierras posteriores (Gómez Pantoja, “Vestigios, 1979: 931). Representación de tres importantes centuriaciones de La Rioja. El punto en que conectan las de Calahorra y Alfaro es precisamente el actual término municipal de Aldeanueva de Ebro. Fuente: Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 26, fig. 1. 51
Graccurris Afecta, en su extensión al término municipal del Alfaro fundamentalmente y, en menor medida, a los términos de Aldeanueva de Ebro y Corella, este último ya en la provincia de Navarra. En Graccurris la centuriación nace cerca de la ciudad, si bien separada de ella por el río Alhama14. La ciudad registra una importante ocupación entre los siglos II a I a.C. El yacimiento presenta una época de prosperidad a principios del Imperio con remodelaciones de la ciudad que modifican la topografía primitiva (Ariño Gil y Magallón Botaya, Zephyrus 4445: 428). Se puede identificar el kardo maximus con el camino de Aldeanueva de Ebro a Cervera del Río Alhama, y el decumanus maximus con la Cañada de Valdejimena. Sabemos que los caminos más importantes de la zona se prolongan durante kilómetros como una orientación constante. El mencionado camino de Aldeanueva de Ebro a Cervera del Río Alhama se prolonga durante más de 11 km. en dirección N-S (Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 28). Así, reconstruida la cuadrícula, numerosos caminos definen medidas coincidentes con un módulo romano de 20 actus. Calculamos un número cercano a las 194 centurias, lo que nos da una superficie aproximada a las 9.770 ha. La orientación propuesta parece coincidir de forma bastante precisa con una orientación respecto a los puntos cardinales, aunque también se adapta perfectamente al terreno, adoptando en su disposición el sentido del drenaje. Es difícil marcar alguno de los extremos del parcelario, puesto que los caminos y campos se han visto afectados por el establecimiento, en época medieval, del núcleo de repoblación de Al14 Es interesante consultar las hojas del Mapa Topográfico Nacional: Calahorra, n. 243 (1953); Alfaro, n. 244 (1952); Cervera del Río Alhama, n. 281 (1953), y Tudela, n. 282 (1952). Los fotogramas empleados de la serie C (Vuelo Nacional 1956-1957) son: Rollo 189: n. 28572-1857S y 18686-18687 (14-VIII-56); Rollo 440: n. 44604-44610 (4-VI-57); Rollo 457: n. 46498-46503 (4-VI-57); y Rollo 492: n. S0258-50261 (28-VI-57).
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deanueva de Ebro, que impuso una ordenación “en estrella” del territorio circundante (Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 29). En cualquier caso, es en este municipio donde se encuentra uno de sus límites. No faltan los yacimientos de distinto tipo en la zona centuriada o en sus proximidades, aunque, concretamente, no es el caso de las inmediaciones Aldeanueva de Ebro. Encontramos restos de asentamientos en Araciel, Mélida y la Torrecilla en el término municipal de Corella. También, restos de una necrópolis tardorromana en la Azucarera de Alfaro, y la presencia de restos de un núcleo urbano de cierta entidad en las Eras de Detalle del Mapa Topográfico, con indicación de la centuriación de Alfaro. San Martín de Alfaro, y el Fuente: Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 102, fig. 8. puente romano sobre el río Alhama. Como restos de villas romanas en el término municipal de Alfaro, en Umbría del Picazo y Venta del Pilo (Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 30). Se recuperaron cuatro mojones asociados, evidentemente, a la centuriación. La centuriación de Alfaro ha sufrido una fuerte modificación y deterioro a lo largo de su historia, provocados por la desviación o abandono de los caminos en función de la aparición o desaparición de núcleos de población. En este aspecto, el único dato ilustrativo que podemos apuntar es el establecimiento del núcleo de población medieval de Aldeanueva de Ebro, en el NO de la centuriación. Calagurris La ciudad se asienta en el solar de la actual Calahorra, sobre un cerro en la margen izquierda del río Cidacos, dominando una amplia vega. Este emplazamiento estratégico fue razón de su éxito cuando fue oppidum indígena y también causa de su destrucción en la guerra entre Sertorio y Pompeyo, cuando se alineó entre las filas del primero (Espinosa Ruiz, Calagurris, 1984: 50-57). La mayoría de las tierras centuriadas se localizan en el término municipal de Calahorra, aunque la centuriación afecta también a los términos de Aldeanueva de Ebro y Pradejón.
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Detalles del Mapa Topográfico, con indicación de la centuriación de Calahorra. Fuente: Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 101, fig. 7.
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Mientras que Graccurris recibió una asignación en época republicana, otras ciudades del entorno como Ilerda, Osca o Calagurris fueron municipios romanos en época augustea. Llegó a alcanzar la categoría de municipio romano (Ruiz Trapero, Las acuñaciones, 1968: passim), situación jurídica que resalta su papel de centro administrativo con la existencia de unos iuridici (Espinosa Ruiz, Gerion 1: pp. 305-325). Ilerda, Osca y Calagurris comparten una historia común que podría explicar el hecho de que cuenten con centuriación. Las tres fueron ciudades sertorianas que se opusieron al ejército pompeyano hasta el final y quizá fue esto lo que hizo que, en represalia, su territorio fuese parcelado y asignado a los veteranos de Pompeyo. Aunque al tratarse de un oppidum, es una ciudad en alto, amurallada y con una planta seguramente de tipo irregular, posteriormente se desarrolla una periferia urbana después de que el catastro hubiera sido trazado y tendría una planta regular impuesta por los límites rurales (Ariño Gil, Gurt Esparraguera y Palet i Martínez, El pasado, 2004: 175). La documentación medieval también nos permite analizar la pervivencia y transformación de los decumani al sureste de la ciudad. El territorio de Calahorra cuenta con una documentación medieval rica y explícita a la hora de describir las macroestructuras paisajísticas. Además, la topografía del área ocupada por el catastro romano condiciona completamente el trazado de caminos y acequias, ya que existen importantes desniveles en las diferentes terrazas del Ebro (Ariño Gil, Gurt Esparraguera y Palet i Martínez, El pasado, 2004: 108). En total se han localizado tres asentamientos: El Calvario, Corral de Piedra Hincada y Cantarrayuela. Dos ríos configuran el relieve de la zona: el Ebro, que lleva un recorrido NO-SE, y el Cidacos, afluente del anterior, situación que favorecerá el aprovechamiento agrícola de la tierra. La disposición de los caminos se produce en forma de cuadrícula en algunas zonas. El paisaje en general ha sido muy transformado, sobre todo en la ribera del Ebro, afectada por los cambios de curso del río (Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 34). A partir de lo que tenemos puede reconstruirse la cuadrícula completa en la cual pueden señalarse equidistancias de caminos coincidentes con el módulo romano de 20 actus. La superficie centuriada aparece definida en una forma rectangular de 24 por 5 centurias, lo que hace un total de 120 centurias (6.043 ha). Es probable que se extendiese algo más (9 centurias, 453 ha.) por el SE, llegando a conectar con el límite N de la centuriación de Alfaro, llegándose al actual al núcleo de población de Aldeanueva de Ebro, que ha modificado la red de caminos preexistente. En la zona de Calahorra, en relación con la centuriación, contamos con abundantes restos arqueológicos. El de mayor entidad, evidentemente, es el propio núcleo urbano de Calahorra, restos de una necrópolis y un circo en relación con ésta. Se localiza un total de catorce yacimientos en la zona (Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 37). Yacimientos de tipo villa se localizan en el término municipal de Calahorra, destacando entre otros el de Ambilla, Cascajo, la Gravera, Monte Inestral, Sorbán I, Valroyo, Valladar, el Calvario, Campobajo y la Marcu. Respecto a las obras públicas en el entorno se cuenta con un puente y un acueducto. La centuriación de Calahorra ha sufrido una evolución a lo largo de su historia, condicionada ante todo por el hecho de que el municipio, seguramente desde la Edad Media, ha desempeñado un papel de atracción de los caminos. 55
Podemos apuntar que el núcleo de repoblación medieval de Aldeanueva de Ebro apenas se superpone a los restos conservados de la centuriación, pero sí que ha contribuido a borrar los posibles restos que pudiera haber al SO de Calahorra, en una zona de interés en la que muy probablemente se unirían las centuriaciones de Alfaro y Calahorra (Ariño Gil, Centuriaciones, 1986: 38). El Alto Imperio en tierras riojanas Con Augusto, Hispania fue una provincia más del Imperio Romano. Aldeanueva, como todo el territorio riojano, quedó adscrito al Conventus Caesaraugustanus, uno de los siete conventus iuridicus en que estaba dividida la Provincia Tarraconense, la más grande de todo el Imperio. El convento consistía en una división administrativa, en este caso de la Hispania Citerior, que tenía capital en la actual Zaragoza. Este área estaba ya en una fase avanzada de romanización, impulsada durante las Guerras Cántabras (31-19 a.C.) en las que la zona sirvió como cuartel y base de avituallamiento para los ejércitos romanos que luchaban en el norte (Reyes Manzano, “La prehistoria”, 2010: 49). En tiempos de Augusto se explotó una institución que ya era practicada por los pueblos itálicos en los primeros tiempos de Roma, y también de un modo parecido por los pueblos de la Península: nos referimos al clientelismo romano y la devotio ibérica. Ambas consisten en un pacto de fidelidad desigual entre el patrono y el cliente: el patrono se compromete a proteger y amparar al cliente que, a cambio, debe a su patrono obediencia, respeto y otros servicios, entre los que puede incluirse la defensa armada o servicio militar, apoyo material o la prestación de jornadas de trabajo. Sertorio, César y Pompeyo emplearon esta institución para crear vínculos con las comunidades locales hispanas durante el siglo I a.C., y la relación de clientelismo que creó el emperador Augusto con Calagurris (rebautizada entonces haciendo alusión a la familia imperial como Calagurris Iulia) (Gutiérrez Achútegui, Berceo 7: 189-210; Angulo Sáenz y Porres Castillo, Kalakorikos 14: 127-158; Cinca Martínez, Kalakorikos 1: 45-55). Gracias a su temprana municipalización, Calagurris pudo convertirse en la ciudad más importante a todos los niveles en el valle medio del Ebro (Fernández Matallana y Crespo Rosa, Kalakorikos 1: pp. 13-24; González Blanco, Kalakorikos 2: 9-21; Luezas Pascual, Kalakorikos 3: 29-40; Luezas Pascual, Kalakorikos 6: 71-100), superando a otras grandes urbes, como Caesaraugusta (Zaragoza), que aún no había sido fundada, o como Graccurris (Alfaro) o Pompaelo (Pamplona), que no habían logrado pasar de ciudades estipendiarias debido a su apoyo a Pompeyo. Por tanto, el territorio de Aldeanueva quedará doblemente circunscrito a la órbita de las dos grandes urbes riojanas durante el alto Imperio. Superada ya la mitad del siglo I d.C., Vespasiano concederá a toda Hispania el derecho latino, entre los años 73 y 74 d.C.; esto se traducirá en que las ciudades hispanas que aún no tenían rango de colonia o de municipio se habrían convertido durante su reinado en municipios de derecho latino. Otorgando el derecho romano a las provincias, se incrementaban también los beneficios fiscales. Es también probable que el emperador Vespasiano otorgase el edicto de latinidad para obtener mayores apoyos tras la grave inestabilidad política del año de los cuatro emperadores15, y reestablecer el equilibrio del Imperio. El go15Año 69 d.C., Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano.
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bierno de Vespasiano se caracterizó por la continua promoción de los miembros del orden ecuestre, y especialmente los provinciales, provenientes de Hispania a las más altas magistraturas del imperio. A comienzos del siglo III, el Imperio Romano inaugura un período de cambios políticos, complicados con alteraciones sociales y económicas. El lento desplazamiento de su eje comercial hacia el Este, visible desde los años del emperador Caracalla (212-217), aviva la descapitalización de todo el Occidente y repercute de forma negativa en la economía peninsular. El desorden en el seno del ejército y sus continuas injerencias en la administración pública tuvieron un efecto demoledor en la aceptación de la magistratura imperial. En breve tiempo (235-268) Roma conocerá un total de siete emperadores (Peña Cervantes, Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, T. 13: 469-492; Bravo Castañeda, Stud. Hist., H.ª antig. 30: 140). Nada más perjudicial para la economía hispana que la ruptura de las relaciones del Estado con sus súbditos y del centro con la periferia. Por si este cúmulo de circunstancias no fuese suficiente, a partir del 252 la peste se instala en la península y desangra algunas comarcas del valle del Ebro (Calahorra, Calatayud, Lleida). El golpe de gracia, sin embargo, se lo darían los acontecimientos que acompañaron, siete años más tarde, la proclamación de Póstumo como emperador. Tras la muerte de Póstumo, se produjo una oleada de destrucciones en ciudades del valle del Ebro y el Levante, e incursiones francogermanas (García de Cortázar y González Vesga, Breve historia, 2001: 121). El deterioro de la urbe y su declive económico no vinieron solos; siempre se hicieron acompañar de un gobierno en desintegración. En plena desbandada, los aristócratas y terratenientes, extenuados por sus desembolsos en obras públicas defensivas y víctimas de la voracidad fiscal del Estado, buscaron refugio en el campo, dejando vacantes sus responsabilidades ciudadanas (Jordán Reyes, Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, T. 23: 259-278. Muchas cosas habían cambiado en el Imperio como para que la sociedad hispana no se sintiera afectada. Los propietarios rurales, desde el siglo III, enriquecen sus patrimonios, ocupan extensas propiedades municipales e incluso estatales (López Melero, Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, T. 3: 43-60) El Bajo Imperio: el final del mundo antiguo en tierras riojanas Diocleciano decide la división del poder central entre dos augustos y dos césares encargados de la defensa de las distintas zonas. Por un lado la amenaza de las tribus mauritanas, por otro de las tribus francas, cuyas razzias colapsan el comercio mediterráneo y alteran el difícil equilibrio de Hispania. Una nueva organización administrativa y militar convierte a la península en la diócesis Hispaniarum. A fines del siglo, La Rioja Baja tuvo que hacer frente a la segunda oleada de invasiones germánicas, que afectó a todo este territorio alrededor del año 275. El rastro de destrucción que dejaban los saqueadores a su paso se dejó sentir tanto en núcleos rurales como urbanos, y no descartamos que la zona de Aldeanueva lo sufriese, directa o indirectamente (Reyes Manzano, “La prehistoria”, 2010: 53). A lo largo del siglo IV las villas se multiplican, y el valle del Cidacos no fue ajeno a esta corriente. La nueva élite abandona la ciudad y se desplaza al campo, llevando hasta allí la
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suntuosidad, el lujo y los gustos culturales y artísticos que son importados de Roma a través del valle del Ebro. Un buen ejemplo de ello son los hallazgos en las inmediaciones de Calagurris, con gran densidad de villas que se construyeron, desde Pradejón hasta Alfaro, quedando, evidentemente, a medio camino el territorio de Aldeanueva. Aquel estilo de vida se prolongó hasta principios del siglo V, en que la prosperidad y la bonanza se verán bruscamente interrumpidas por una nueva y definitiva oleada de invasiones bárbaras. Durante el otoño del año 409, suevos, vándalos y alanos atravesaban los Pirineos, atacaban Pompaelo y comenzaban una incursión por la cuenca del Ebro. Ante la destrucción, las calamidades, la pobreza y el miedo, el poder teocrático del emperador romano fue perdiendo credibilidad, y las gentes comienzan a buscar consuelo espiritual en una nueva corriente religiosa que llega con fuerza desde el este: el cristianismo (Barenas Alonso, “La cristianización”, 2011: 177-192. Si bien es cierto que puede datarse en una fecha muy temprana la llegada del cristianismo al valle medio del Ebro (carta de San Cipriano en el 254), la evidencia de que medio siglo después el cristianismo ya había comenzado a expandirse por La Rioja Baja, la tenemos en la muerte de San Emeterio y San Celedonio (Pascual Mayoral y García Ruiz, Kalakorikos 5: 237-256; Garrido Moreno, Kalakorikos 5: 47-61), dos soldados del ejército romano que dieron su vida por la fe cristiana en Calahorra. Ya a comienzos del siglo V, el poeta –probablemente calagurritano- Prudencio habla del “en otro tiempo brutal paganismo de los vascones”, dando a entender el gran avance del cristianismo en la zona (AAVV, Berceo 8: 287-306). Podemos pensar que por su condición de encrucijada de caminos, el territorio de Aldeanueva debió de evolucionar siguiendo los tiempos de las urbes cercanas, relacionadas por sus conexiones territoriales. Acerca de la cristianización del territorio riojano puede afirmarse que existen grandes diferencias entre áreas urbanas y rurales. Las ciudades, como ocurría en Calagurris, estaban unidas por una red vial que fomentaba la comunicación entre las mismas, especialmente a través de los mercados y las ferias, donde no solo se intercambiaban productos, sino también ideas. Sin embargo, los núcleos rurales no fueron tan permeables (Fuentes Hinojo, Stud. Hist., H.ª antig. 24: 257-289; Reyes Manzano, “La prehistoria”, 2010: 54). Tanto fue así que, una vez alcanzada la quinta centuria y tras la crítica situación vivida en Hispania con las invasiones bárbaras, el único modelo de ciudad que sobrevivió a los acontecimientos y supo responder a las nuevas coyunturas históricas fue aquel que, entre otros aspectos, se configuró finalmente como sede episcopal. Así, en virtud de esta nueva concepción de civitas y dentro del marco espacial del valle medio del Ebro, solo tres enclaves disfrutaron de este rango, al constituirse como sedes episcopales en sus respectivos territorios: Calagurris (Calahorra), Pompaelo (Pamplona) y Turiaso (Tarazona), que independientemente del dominio eclesiástico que ejercían otros enclaves como Caesaraugusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona), fueron las únicas que desde el siglo V en adelante lideraron el panorama religioso de la que en su momento fuera la parte occidental de la provincia Tarraconense (Barenas Alonso, “La Cristianización”, 2011:178).
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