El pesimismo y el humor en la narrativa breve de Tamaulipas

Escritos, Revista del yCentro de Ciencias del Lenguajebreve El pesimismo el humor en la narrativa Número 30, julio-diciembre de 2004, pp. 189-213 de

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Escritos, Revista del yCentro de Ciencias del Lenguajebreve El pesimismo el humor en la narrativa Número 30, julio-diciembre de 2004, pp. 189-213

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El pesimismo y el humor en la narrativa breve de Tamaulipas Arturo Zárate Ruiz Explica cómo el pesimismo y el humor pueden coexistir en la narrativa breve tamaulipeca. Pone atención especial, aunque no exclusiva, a la ciencia ficción de este Estado. Tras identificar el pesimismo en las letras tamaulipecas, nota también su humor. Y con base en teorías clásicas de la retórica, expone ese humor según el receptor de la broma, lo que es ridículo, el hallazgo intelectual, los materiales risibles, las formas, la oportunidad, el dejo y el tono.

In this article we explain how pessimism and humor can coexist in short stories from Tamaulipas. We place special attention, though not exclusively, on science fiction from that state. After identifying pessimism in literature from Tamaulipas, we take note also of its humor. And with a basis in the classical theories of rhetoric, we explain that humor according to the receiver of the joke, what is ridiculous, intellectual discovery, laughable materials, forms, opportunity, abandonment, and tone.

1.

El pesimismo, lo horrendo y lo perverso sobreabundan en la cuentística tamaulipeca contemporánea. En un relato, por ejemplo, un hombre duerme sobre los restos putrefactos de su esposa y se los come1; en otro más, un asesino sádico mata a sus víctimas con un soplete de soldador en las vaginas2; y hay cuentos menos gráficos pero no menos enfermizos, como el de un viejo y solitario marinero que convierte a una escultura de arena en su compañera de cama3. 1 Ver Marcos Rodríguez Leija. “Bon Apetit”, en Pandemonium. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2001, p. 65. 2 Ver J. Dolores Hernández. “Los dioses no vagan por la Tierra”, en 9·9·99. Nuevo Laredo: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 1999, pp. 73-90. 3 Ver Rafael Ramírez Heredia. “Días de duna”, en Cuentistas tamaulipecos. Del fin de siglo, hacia el nuevo milenio. Orlando Ortiz, antologador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp. 161-170.

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Particularmente, mucha de la ciencia ficción, tan prominente en Tamaulipas4 destila desesperanza. De ser “ciberpunk”, el lema es “no hay futuro”5, y la violencia sanguinaria, la realidad descarnada, las adicciones químicas y los mundos virtuales y artificiales se entremezclan en escenarios posapocalípticos. En “Perro de Luz” de Gerardo Sifuentes, por ejemplo, los sobrevivientes de la destrucción se arrastran entre túneles y grietas subterráneas repletas de chatarra. Toda vida, salvo los parásitos y gusanos que atormentan a los humanos, ha sido borrada de la superficie de la Tierra. Toda esperanza se reduce a repoblar el planeta con máquinas simpáticas que simulen la vida decente. Frases breves resumen la catástrofe: “El mundo quedó como una caja de zapatos, después de su uso original se puede guardar cualquier cosa en él”6. Aun cuando hubiera una mínima ilusión, los cuentistas tamaulipecos procuran negarla en el porvenir de sus ciudades en la frontera. En “Cenizas de Fractal”, por ejemplo, Jorge Eduardo Álvarez afirma: Sobrevivir le era inconcebible de otro modo en una ciudad fronteriza como aquella, donde la siguiente esquina podía contarle la historia de un niño que acuchilló a su hermano para comer su cerebro y saborear de ahí los resquicios de N-dopanodrofil que le permitieran continuar un fútil sueño. Industrias Neurotox era en parte culpable de cosas así [...]

El edificio era un enorme cetáceo encallado a las afueras de la ciudad, emitiendo una agónica columna de humo al frío invernal... 4 El 80% de la ciencia ficción mexicana se concentra en Tamaulipas, Puebla y el Distrito Federal. Los autores tamaulipecos destacan por los premios internacionales y nacionales que han ganado. Ver Federico Schaffler. “Territorio de quimeras, fantástica ficción fronteriza”, El Cuento fantástico en Tamaulipas. Introducción y antología de Federico Schaffler. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp 9-10. 5 Ver Gerardo Porcayo. “Cyberpunk”, en Umbrales 33. Nuevo Laredo, septiembre de 1997. 6 Gerardo Sifuentes Marín. “Perro de Luz”, en El cuento fantástico en Tamaulipas. Federico Schaffler, antologador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp. 251-252. Esta historia ganó, en España, el premio internacional Phillip K. Dick, 1998.

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Los laboratorios de producción despreciaban la diferencia entre el día y la noche7. D’León-Serratos, en “Los malditos” escribe: Esto sigue siendo un desierto, la gente vive en unas chozas –muy mal hechas–... los mezquites pedían brazos para poder defenderse de cómo llegaba la raza a tumbarlos, al menos que les dieran patas, para correr y que esto se quedara todavía más amarillo. No volvió a llover desde la gran inundación del 2025... Ahí están todos –bueno, estamos, yo a veces–, asaltando pipas que vienen de los Yunaites Esteits, y que en ocasiones vienen a tirar agua a la pinche presa del Bravo, otras veces son químicos que se llevan de encuentro a uno que otro puto... La capital nos tiene relegados, parecemos apestados o roñosos. Nunca vienen, y cuando lo hacen, vienen con afán de burlarse o ponernos de ejemplo: —Mira, hijito, ¿ves como esta chusma no tiene el vochito volador que te acabo de conseguir? Te traigo aquí, para que te des cuenta que hay gente que está mucho más en el fondo. Cuando escuché a ese chilango, los odié a todos8. 2.

Es difícil ignorar la negrura de las letras tamaulipecas, como dejar de notar un matiz en muchas de estas obras: su negrura reside en el humor. No puede uno tomar sino con una pizca de jovialidad el que Schaffler, tras relatarnos extensa y aparatosamente una guerra intergaláctica, castigue al villano convirtiéndolo en Presidente de los Estados Unidos Mexicanos9, o, como narra el mismo Schaffler, el que un sacerdote esté tan chapado a la antigua que, cuando se le conceden todas las licencias, sólo se permita practicar, y con mu7 Jorge Eduardo Álvarez. “Cenizas de Fractal”, en 9·9·99. Federico Schaffler, coordinador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 1999, pp. 15-24. 8 Jesús D’León-Serratos. “Los malditos”, en Génesis de letras muertas. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1997, pp. 59-60. 9 Ver Federico Schaffler. “Cipactli”, en 9·9·99. Nuevo Laredo: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 1999, pp. 107-124.

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chas reservas, el sexo virtual10. No puede uno sino dejar escapar una sonrisa tras saber, casi al concluir un cuento de José Luis Alverdi, que el mayor y más guapo héroe en la lucha espacial contra el opresor es potente en las batallas para ocultar así su impotencia en otras lides11. Y si bien, los héroes son menos comunes que los antihéroes en las letras tamaulipecas, estos más fácilmente poseerán el atributo de la fregonería. He allí los engendros de D’LeónSerratos, que derrotan a un “chamuco chilango” haciéndole creer el “viejo truco” de que allí viene Dios12. He ahí el cosmografocillo mexicano, de Guillermo Lavín, que para salirse del hastío en su vida rompe, con algunas trampillas, el monopolio estelar que guardaba una gran corporación, heredera de lo que fueron los Estados Unidos y Rusia13. Si en algún momento en el mundo la ciencia ficción degeneró en dramones de dimensiones cósmicas, ésta ha sido rescatada por los tamaulipecos al trastocar su solemne e ilustrada gravedad en risotadas. He allí su gran contribución a este y otros géneros. Cabe, pues, explicar ahora en qué consiste su negro humor, es más, nuestro buen humor en general. 3.

Algunos filósofos y retóricos han fallado en entender lo más básico del humor. Lo han confundido con la burla. Para Bergson14, por ejemplo, toda risa es un correctivo, un castigo, una forma de humillar a quien se “distrae” y comete algo ridículo. De manera similar, Cicerón y Quintiliano abordan el asunto: lo estudian para armar al 10 Ver Federico Schaffler. “Secreto de confesión (Pecata minuta)”, en Contactos en el cielo. Nuevo Laredo: Consejo Estatal de la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1996, pp. 26-33. 11 Ver José Luis Alberdi. “Siete y el rayo”, en 9·9·99. Nuevo Laredo: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 1999, pp. 25-32. 12 Ver Jesús D’León-Serratos. “Los malditos”, en Génesis de letras muertas. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1997, pp. 59-66. 13 Ver Guillermo Lavín. “Razones publicitarias”, en Final de cuento. México: Fondo Editorial Tierra Adentro, pp. 74-94. 14 Véase, en especial, sus ensayos sobre La risa.

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orador con saetas hirientes que, con oportunidad, exhiban lo ridículo del enemigo y, así, lo marginen y aplasten15. Aristóteles no cayó en este error. Nos dice: “Son amigos... quienes poseen tacto tanto para hacer como para tomar la broma... pues pueden soltar la chanza por haberla aceptado mucho tiempo antes, y así es que se gozan indistintamente el uno y el otro.16” El sentido del humor consiste, pues, en saber reírse de todo, pero con base en saber reírse, principalmente, de sí mismo. Esto, en gran medida, lo logran muchos narradores tamaulipecos. Federico Schaffler, por ejemplo, lanza saetas hirientes hasta a los mismos dioses. En “Respuesta a la pregunta eterna” no los baja de absurdos ni les da más belleza que a los pulpos. Sin embargo, su texto no se queda en la simple burla. Schaffler respeta la infinita distancia que existe entre los dioses y el hombre, y torna la intolerable blasfemia en amable bufonada. Aquéllos, en un abrir y cerrar de ojos, le desintegran a éste la cabeza, “en medio de una púrpura explosión de microgotas de sangre”. En otro abrir y cerrar de ojos se la restituyen a punto de que el hombre, incrédulo, “parpadeó un par de veces y se frotó el cuello con ambas manos”17. La inicial burla a los todopoderosos, por revertirla a sí mismo, la convierte en buen humor y en lazo divino de amistad. En “El futuro es tiempo perdido”, Guillermo Lavín parece incurrir en la peor de las “incorrecciones políticas”: la burla étnica. Una noticia, nos dice, se trasmitió por todo el mundo, “excepto al lado musulmán que se mantenía aislado por voluntad de Mahoma”18. Sin embargo, Lavín se burla de las etnias al parejo, y de los tamaulipecos peor. Matamoros es de hecho el lugar de castigo para Sobhuza, “un joven recientemente traído... desde Africa... por insubordinación”. Es más, Iván, el compañero ruso: 15 Una discusión de Cicerón sobre lo cómico puede encontrarse en De Oratore pp. 217-290; la de Quintiliano en Institutio Oratoria VI, iii. 16 Aristóteles. Retórica II, iv. 17 Ver Federico Schaffler. “Respuesta a la pregunta eterna”, en El cuento fantástico en Tamaulipas. Federico Schaffler, antologador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp. 197-224. 18 Ver Guillermo Lavín, “El futuro es tiempo perdido”, Final de cuento, (México: CONACULTA, 1993) 24–25. II,

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Arturo Zárate Ruiz era interventor de oficinas del tercer mundo desde hacía treinta años y no lograba avanzar al primer mundo. Quizá por ello era un hombre amargado y corajudo, actitud evidenciada en el colmillo izquierdo que mostraba al descubrir algo sucio o errado19.

El humor no tiene, en cambio, que estar mezclado con burlas a los demás. Graciela Ramos Domínguez, sin rodeos se carcajea de lo propio, aun de la misma genitalidad femenina. En “Torrente” nos narra la historia de una mujer sujeta a una predicción funesta: acabaría bajo un ave exótica. Si aun adulta recordaba el vaticinio, lo minimizaba: “Si algunas veces las hechiceras acertaban, era solamente por obra de la casualidad”. Sin embargo: [...] se encontraba en casa y, olvidada de estas reflexiones, seleccionaba su atuendo de esa noche. Embelleció un poco más el ambiente con flores y aromáticas velas, se desnudó, y se metió a la bañera. Giró el grifo de bronce y el agua caliente brotó como humeante catarata... Ensimismada en la sensual caída de agua, meditó en su felicidad insuperable... pensó en eternizarla... en rendirse ante los presagios... en franquearle de una vez las puertas al Destino... Cerró los ojos y se dejó ir. Ni siquiera se ocupó en detener el torrente que continuó manando del grifo de bronce, una exótica cabeza de cisne abriendo el pico20.

Como el cisne de Leda. 4.

Lo ridículo se funda en conjunciones disonantes. Sin embargo no todas dan risa. La epopeya, por ejemplo, conjuga la ignominia y la gloria, pero por el tránsito de la una a la otra no hay risa, sino celebración. Tenemos así, en Tamaulipas, historias admirables sobre migrantes quienes, en el sobrevivir o en el morir, se portan como héroes en la cita con su destino21. La tragedia conjuga de nuevo la 19 Ibid., pp. 26-27. 20 Graciela Ramos Domínguez. “Torrente”, en Cal en el polvo. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2001, pp. 76-77. 21 Ver, por ejemplo, José Luis Velarde. “Realismo maniático”, en Cuentistas tamaulipecos. Del fin de siglo, hacia el nuevo milenio. Orlando Ortiz, antologador. Ciudad Victoria, Tamaulipas: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes,

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gloria y la ignominia, pero otra vez hay un tránsito, aunque inverso. No hay risa sino duelo. Los cuentos de migrantes se entretienen en mostrarnos cómo lo pierden todo, incluso unos pocos dólares22. Hay falsas epopeyas en que el migrante se libra, por fin, de ese “lastre” que es México y abraza el “sueño americano”. Como en el cuento ni la oscuridad ni la luz son verdaderas, todo sabe patético23. Algunas conjunciones de elementos disonantes sí producen risa. En “Los malditos”, Jesús D’León-Serratos parece reconstruir, a lo ciencia ficción, la epopeya de 1847 en el 205024. En lugar de migrar, los tamaulipecos permanecemos en nuestras tierras para defenderlas. Sin embargo, la epopeya adquiere visos trágicos, si no es que patéticos, se repiten el abandono y las traiciones del centro contra los tamaulipecos; es más, el desastre ahora no sólo es militar sino ecológico. Finalmente, todo se resuelve en buen humor, nos convertimos en todo aquello horrible que los mexicanos de “cuño”, incluso los regiomontanos, imaginaron y temieron en lo más íntimo de los tamaulipecos: no somos sino unos sucios, vulgares, perversos y sanguinarios engendros, pero eso sí, muy fregones. He allí el chiste: ser, a pesar de todo, fregones: “Somos chingones. Somos del norte. Somos Los Malditos.25” Lo ridículo, pues, no es sólo agrio como lo patético, ni sólo dulce como el paisaje bucólico –que difícilmente lo es el fronterizo–, ni admite tránsito de un punto a otro, como en la tragedia o en la épica. Coexisten, en fin, tanto lo agrio como lo dulce, tanto el desastre como el ser un gran fregón. 2000, pp. 435-438. Aunque la historia es tristísima, el protagonista muere simbólicamente como héroe, sobre una manta cuyo paisaje es la indomable llanura africana. 22 Ver, por ejemplo, José Luis Velarde, “Más allá del Río Bravo”, en Nos quedamos sin nosotros. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2003, pp. 9-31. 23 Ver, por ejemplo. José Luis Alverdi. “Azúcar en los labios”, en El cuento fantástico en Tamaulipas. Federico Schaffler, antologador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp. 25-29. 24 En forma de epopeya, Federico Schaffler logra repetir el episodio del 1847 en el 2014. Lo hace en “La última defensa”, en Contactos en el cielo. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, colección Terra Ignota 4, 1996, pp. 21-25. 25 Jesús D’León-Serratos. “Los malditos”, op. cit., p. 62.

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O aun ser fregado, pero sin perder flema. Ciertamente sería trágico que Monterrey desapareciera del mapa, y le faltarían a Eurípides más ditirambos de los que le sobraron en Las troyanas. Aun así, resulta sabrosón oír de este desastre, según nos lo cuenta el joven neolaredense Jorge Eduardo Álvarez en una notita que no mereció más espacio que el de una sonrisa: Aún se recordaba la desaparición de la ciudad de Monterrey en una explosión accidental de la planta nucleoeléctrica. Los expertos habían atribuido la falla a la negligencia del millonario fabricante de los aislantes antirradioactivos, pero aunque fue demostrada su culpabilidad nunca se le castigó por motivos desconocidos26.

En otro de sus cuentos, a Álvarez le basta una línea para declarar extinta toda la humanidad sin que al universo le importe27. Son ridículos cualesquiera de los ejemplos porque coexisten el desastre total y la indiferencia, sino es que la celebración, como en “Muerte en el Telepress de Oriente” de Schaffler: Cuando salí del nivel inferior, quince minutos después, el cielo milagrosamente se había aclarado lo suficiente para que pudieran verse rastros de azul en el cielo. Vi muchas cabezas volteando hacia el suroriente, de gente alegre, dándose de palmadas en los hombros e incluso abrazándose. Al llegar al resto derruido del Monumento al Sol de Tamayo y pasar bajo él, vi el motivo de su alegría. A lo lejos, se veía claramente nuestro símbolo. El Cerro de la Silla. Esta sí es una buena noticia. Es la primera vez en cinco años que desde esta distancia puede verse con toda nitidez la montaña. Me regocijé al sentirlo como una señal de que todo tendría éxito. Me acordé de Dios en ese instante y le di las gracias, mientras aceptaba y correspondía con gusto el saludo y abrazo de un perfecto desconocido, que imprudencialmente se había quitado los filtros nasales y el visor ante tan magnificente vista. La ocasión no es para menos, pero yo no soy tan pendejo28. 26 Jorge Eduardo Álvarez. “La visión”, en Ilógicas simplicidades. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, colección Terra Ignota 2, 1995, p. 46. 27 Jorge Eduardo Álvarez. “Examen final”, en Ilógicas simplicidades. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, colección Terra Ignota 2, 1995, p. 21. 28 Federico Schaffler. “Muerte en el Telepress de Oriente”, en Contactos en el

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Lo ridículo no se nos presenta obvio aunque lo sea, sino como un hallazgo. A veces, tal chispa de inusitado entendimiento es lo único que anima un panorama completamente oscuro, como cuando el filósofo de Güémez responde a la pregunta de si aterrizará un avión a pesar de las peores condiciones meteorológicas: “—M’ijita, que yo sepa, de que baja, baja; hasta ahora ningún avión se ha quedado arriba29”. Algunas piezas de negrísimo humor de nuestros cuentistas así se explican. Las que pudieron ser vomitables historias se antojan de repente sabrosas gracias a los destellos de ingenio, no obstante grotesco, que las iluminan. En “Radiotekhnika cantina” de Gerardo Sifuentes Marín, por ejemplo, el protagonista abandona al cadáver de su víctima junto a una iguana “para que al menos se hicieran compañía”, y presentado el cliché, para que al lector despistado no le quede duda, se le dice que los hechos se desarrollan “en medio del desierto... no tan lejos de Hermosillo”30. A la iguana y al cadáver abandonado sobre la carretera en el desierto les siguen otros clichés: chinos en las cafeterías, una cantina globalizada en el desierto tan bien surtida que vende cerveza rusa, la Krasnaya Zvezda y, de acuerdo con los lugares comunes del “feminismo” posmoderno, la chica del fregón de la historia es una anoréxica que no sólo sigue a su macho, sino se deja arrastrar de su “huesudo brazo” por él, lo cual de ninguna manera implica que, tras doparse ambos con “cristal”, no le gane a él en conectar su cerebro a unos trodos que magnifican esa droga con la experiencia cibernética. La historia, pues, no es porquería, sino una sátira a la porquería. Pero eso es un hallazgo, y sólo tras el hallazgo la detestable narración se redime, a punto de que un mal final se aplaude en la medida que sea peor. cielo. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1996, pp. 81-82. 29 Según cita Ramón Durón Ruiz en El filósofo de Güémez. Las bolsas de las mujeres son como los conventos... Tienen chingos de madres adentro. Ciudad Victoria, Tamaulipas, 1999. 30 Ver Gerardo Sifuentes Marín. “Radiotekhnika cantina”, en El cuento fantástico en Tamaulipas. Federico Schaffler, antologador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, p. 225.

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Algunas formas de humor parece que niegan el hallazgo; por ejemplo, el abuso de las tautologías de nuestro filósofo de Güémez. Nos dice: “Si dos perros corretean a una liebre, y el de adelante no la alcanza, menos el de atrás”31. Sin embargo, sí se da el hallazgo. Es el de nuestra resistencia a lo obvio, como cuando el mismo filósofo advierte: “Todo lo hondo es bien profundo”, “La confianza dura hasta que se acaba” y “Lo que está bien no puede estar mal”. En cualesquiera de los casos, lo más claro estaba para nosotros oculto. Nos negábamos a aceptarlo. He allí la broma del filósofo: embarrarnos nuestra obcecación en la cara.Ahora bien, la no obviedad del chiste implica que el texto en cuestión puede entenderse de otra manera, o simplemente no entenderse del todo32. Me ocurrió así con “Fresa impoluta” de Federico Schaffler, historia que podría pasar fácilmente como melcocha. Se inicia con lo que podría ser la excusa para un chiste: “Oye papá, ¿por qué es mala la lluvia para las plantas?33” En este momento, uno espera el “punch-line”, la resolución del absurdo para soltar la carcajada, pero no se da. Al parecer, debemos soltar más bien los lagrimones: la lluvia fue antes buena, pero por la contaminación ahora no; es más, un padre le da a probar a su hijito las últimas fresas limpias de la huerta subterránea y aséptica; por si fuera poco, no deja que saboree la que cayó al suelo y se contaminó. Con todo, he aquí un sutil absurdo, papi sí se la come y la saborea despacito. No ha de ser, pues, tan seria la contaminación ni, en consecuencia, tan seria esta historia. Admite esta historia la jovialidad. Por si tuviéramos dudas, Schaffler no nos habla de higos, de uvas, de moras, de limones, sino de fresas. El cuento, pues, tiene que ser fresa. Su sirope no es ya empalagoso sino ligero, por la parodia. Que al espectador corresponda descubrir el chiste, y que en lográndolo se ría, lo convierte en cómplice de quien por lo regular 31 Según cita Ramón Durón Ruiz en El filósofo de Güémez, op. cit. 32 No sólo la literatura humorística, sino toda literatura suele ser no literal. Para bien disfrutarla, el lector debe de descifrarla. 33 Federico Schaffler. “Fresa impoluta”, en Contactos en el cielo. Nuevo Laredo, Tamps.: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, 1996, pp. 48-52.

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se rio antes, el bromista escritor que nos pone la trampa. Éste y su lector llegaron al mismo punto sin habérselo el primero indicado al segundo. El hallazgo no se reduce, pues, al chiste, sino se extiende a algo superior: descubrir que uno y otro han pensado igual sin previo acuerdo, por lo cual sus almas tienen una traviesa pizca de gemelas. A través de este acto intelectual, ambos se hermanaron ya riéndose de sí mismos, ya burlándose de un tercero. 6.

Ciertos asuntos, se nos dice, son propios del tamaulipeco, como el ser “frontera”. Nos lo machacan tanto que acabamos creyendo los modos en que nos pintan. Y sigue a veces la risa amable, como cuando, para ser del “norte”, El Piporro se viste, ¡ajúa!, de cuera tamaulipeca. No les da contra a los pontífices de la “mexicana pureza”. No se enemista con quienes no admiten la asequibilidad de ésta a los de la “periferia”. Así, no en nuestra imaginación, sino en la que “otros” tienen del “norteño”, del “fronterizo”, del “tamaulipeco”, es donde se supone que muchos escritores de la región deben encontrar el más abundante material para reírse. René Espinosa, por ejemplo, nos ofrece historias de rancheros –¡ah!, somos “gente de rancho”. Uno de ellos es “Miguel”, un muchacho demasiado noble bajo el dominio autoritario de su padre; un muchacho que, sin embargo, desfoga su inconformidad dándole de patadas a una mula, y que, sin proponérselo, gana así su independencia, pues hace sentir a su papá que pudiera ser el próximo mulo en recibir las patadas: “Clara, Clara, prepara las cosas de Miguel porque se nos va a la capital. Dios quiera que le vaya bien”34 . Todo esto no quiere decir que nuestro humor sea del todo parasitario de lo que piensen o nos fuercen los demás a pensar específicamente de nosotros mismos. De hecho, podemos reírnos de lo que se nos dé la gana sin necesidad de estar comiendo al mismo tiempo la machaca. Podemos, ¿por qué no?, hacerlo comiendo algo 34 René Espinosa Olvera. “Miguel”, en Cuentistas tamaulipecos. Del fin de siglo, hacia el nuevo milenio. Orlando Ortiz, antologador. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp. 81 y 82.

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más general a todo México, como los tacos. Así, en “Maquilando éxitos” de Bambi Brayda, cuando una obrera matamorense se desnuda virtualmente ante su jefe norteamericano desde un portal pornográfico, no se despoja de una camiseta con el logo “Amo a Rigo Tovar”, sino de un taparrabo “azteca”: El strip virtual comenzó por los cascabeles de concha y subió al taparrabo, allí se detuvo y mientras jugaba con ella misma le decía —Ohhh, yes, baby, your so good, that feels so good, keep it coming, y Robert con la lengua ensalivaba la pantalla y la cuasi Malintzi gemía y ronroneaba entre risitas. A punto de explotar el negro se dio cuenta de que la imagen era la viva faz de Ludy, pero con el cabello negro (porque Ludy usaba un pelirrojo No. 14 de L’Oréal), entonces el orgasmo fue total y eyaculó tan fuerte que acertó atinarle a la pantalla. Ohhh, señorrita, youd did a fine job, suspiró. La señorrrrita había cumplido y el adeudo en la MasterCard era de casi sesenta dólares por los ocho minutos en la línea35.

Podemos trascender, pues, el cliché, aunque con ello el buen humor consista en devolver una burla. La obrera sólo disimula lo de “mecsicana caliente” para combatir así el hostigamiento sexual de su jefe: se le adelanta, lo hace reventar, sin control, sobre la pantalla de su computadora, y aun le cobra por eso. Por lo regular, muchos narradores actuales prefieren olvidarse o dejar en un segundo plano los clichés sobre Tamaulipas o, incluso, México. Prefieren reírse de asuntos más amplios, universales; por ejemplo, la vanidad. Federico Schaffler, en “Muerte en el Telepress de Oriente” se burla con exquisita crueldad de la presumida señora Osorio quien, para verse más hermosa, se cubrió la piel con nanoconstructores programados en renovar su belleza y juventud sin parar. Algo falla: [...] a pesar de sus 53 años, aún conserva un cuerpo muy atractivo, pero hace mucho que perdió el pudor, junto con la posibilidad de usar cualquier tipo de ropa. Los tejidos, naturales o artificiales, no 35 Bambi Brayda. “Maquilando éxitos” (fragmento), en En las fronteras del cuento. Jóvenes narradores del norte de Tamaulipas. Selección y presentación de Orlando Ortiz. México: CONACULTA, 1998, p. 104.

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absorbían bien el químico que detenía el avance de los nanos, por lo que decidió encerrarse en esta oficina, que sirve también como su hogar, con todas las comodidades, para convertirla en cárcel eterna, o por lo menos hasta que alguien lograra desactivar las diminutas máquinas autorreplicantes que usaban la piel de Aliz Osorio como lienzo natural para manifestar su creatividad36.

Que el escenario de esta historia sea Monterrey es irrelevante, pues la burla es contra los presuntuosos en general y no contra los regiomontanos. Del mismo modo, sería violencia el restringir estas humoradas de José Luis Velarde a México, no digamos Tamaulipas: Las ranuras en la parte superior del cráneo se popularizaron en la quinta década del Siglo XXI cuando se volvieron un requisito indispensable para los alumnos de nivel básico. Esta disposición redujo el número de maestros, acabó con el sindicalismo magisterial y las escuelas fueron adaptadas como viviendas de interés social. El Estado Autárquico que regía el destino de los habitantes de la Tierra absorbió el costo de los implantes... Desde el 2056, los niños recibían el chip correspondiente a su grado académico... No escaseaban... las propuestas... que ofrecían licenciaturas, maestrías y doctorados; aunque entre estas últimas prevalecieran las estafas que propiciaron una legión de ignorantes desempleados al ser instruidos con sistemas deficientes37.

De hecho, los materiales de los cuentistas contemporáneos de Tamaulipas son bastante universales. He allí, de Martínez Vélez su divertidísima y caótica fantasía “De ángeles, sueños, o divinidades rotas que por la noche se caen”: la solterona tiene finalmente su ligue, un ligue tanto más carnal –según lo desea– como lo es celestial –para confundir a cualquier burlón38. En este sentido, el humor tamaulipeco trasciende de lleno cualquier frontera. 36 Federico Schaffler. “Muerte en el Telepress de Oriente”, op. cit., p. 78. 37 Ver José Luis Velarde. “Los crímenes que conmovieron al mundo”, en A Quien Corresponda. Ciudad Victoria, junio de 1999, p. 24. 38 Véase Oscar Martínez Vélez. De ángeles, sueños o divinidades rotas que por la noche se caen. Ciudad Victoria: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1994, pp. 7-17.

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Ya Cicerón y Quintiliano distinguieron, desde hace tiempo, las formas breves de las extendidas, las sueltas de las integradas en lo que concierne a lo cómico39. Pues hay casos en que una sola frase encapsula, brevísima, el chiste, como lo cumple Marcos Rodríguez Leija en sus Minificciones: “El payaso era tan bueno que decidió después de su debut no pisar jamás un escenario, pues aquel día mató a todo su público de risa”40. Hay casos en que los chistes se multiplican, uno en cada perla de la serie del collar. “Muerte en el Telepress de Oriente”, por ejemplo, podría ser un dramón sobre una conspiración revolucionaria para liberar al mundo del monopolio de las corporaciones sobre la información. No es, sin embargo, un relato pesado porque su autor, Federico Schaffler, remata con precisiones graciosas cada segmento de la historia. Por ejemplo, nos dice: Después de caminar un par de cientos de metros, entré al túnel que daba al inframundo, sin temer nada como otro podría hacerlo, después de todo, bastante bien me conocen por ahí.

E inmediatamente después nos dice: Vi en el suelo papeles de todo tipo, inclusive algunos impresos muy pálidos ya, con lo que parecían ser noticias. Estúpidos, qué desperdicio de la naturaleza, pensé. Ya nadie lee. [...] Le saqué la vuelta a varios tipos tirados en el piso, entre envases de alimentos, publicidad y restos orgánicos inidentificables. Todo el espacio inferior de la plaza era un enorme hábitat para inmigrantes ilegales, asilados políticos, burócratas desempleados, adictos químicos y electrónicos. Nada fuera de lo común en nuestro país.

A veces las perlas van unidas en serie, como en “Los malditos”, de D’León-Serratos. Las travesuras y el duelo con graffiti entre los engendros y el diablo se suceden el uno repondiendo a los otros; pintarrajeando, por ejemplo, los primeros “Nosotros nunca nos ra39 Véase De Oratore II, pp. 217-290, en especial, II, 218; Institutio Oratoria VI, iii.

40 Marcos Rodríguez Leija. “Luctuoso debut”, en Minificciones. Instituto Mexiquense de Cultura, 2002, p. 50.

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jamos” y respondiéndoles el segundo “Los Malditos son de agua. Atte. Su mero chile. El Diablo”41. Si en los ejemplos anteriores las perlas, o serie de perlas, salpican con humor la historia, hay otros casos en que el collar en sí hace posible el chiste, como ocurre en la narrativa más complicada de algunos tamaulipecos. Entonces, una brevísima y lúcida línea final parece producir la chanza, como en “La caída interminable”, de Guillermo Lavín42, donde un burlador resulta burlado, o como en “Invocación” de Marcos Rodríguez, donde las exageradas expectativas de horror sobrenatural del lector no quedan más que en horrores bastante mundanos43. Esa línea final, sin embargo, no sería posible sin toda la narrativa que le precede y sobre la que, por el contraste, se produce un quiebre humorístico y conclusivo en la historia. 8.

Cicerón, quien ve sucumbir su amada república frente a la dictadura y el imperio, admite la burla como recurso extremo para ridiculizar al enemigo y dar, así, un último respiro a las libertades romanas. Pero aun en la trinchera distingue a los bufones que lanzan la saeta hiriente antes de ser atacados y que, una vez atacados, responden oportunamente con una retorsión. Cita a Filipo, un político de canas que intenta humillar al jovencito Quinto, diciéndole: “¿Por qué ladras tanto, cachorrito?” El segundo, con prontitud le responde: “Porque veo a un ladrón”44. Si se le exigiera a todo humor el responder según el ejemplo, con prontitud real a las oportunidades, sería difícil, si no imposible, conseguir la risa a través de la literatura. Ciertamente, algunos de nuestros tamaulipecos lo intentan a través de las alusiones a hechos y aun a personajes reales del momento en que escriben. Es el 41 Ver, Jesús D’León-Serratos. “Los Malditos”, op. cit., pp. 63-64. 42 Véase Guillermo Lavín. “La caída interminable”, en Final de Cuento. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993, pp. 42-50. 43 Véase Marcos Manuel Rodríguez Leija. “Invocación”, en Exhumación de sueños lúgubres. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, colección Terra Ignota 6, 1997, pp. 9-14. 44 Cicerón. De Oratore, II, 220.

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caso de Schaffler, en “Vuelo libre” presenta ridículos a los grupos pro-vida45, cuya “Última defensa” nos recuerda al kukusklanesco Pat Buchanan que competía, cuando Schaffler escribía su cuento, por la presidencia de los Estados Unidos46, y en “Muerte en el Telepress de Oriente”, sobre el control de la información por megacorporaciones, insinúa al periódico El Norte de Monterrey las tendencias actuales de reforma del Estado: En el caso de nuestro país, desde que el Gobierno Federal perdió su poder, primero por la propia inercia social y después por las facultades que le restó un Congreso que tras hacerlo se autodesintegró, son los conglomerados nacionales y trasnacionales quienes determinan el curso de la historia y las principales acciones de la política interna, cosa que a muchos no les agrada nada. Casi todos los servicios públicos están ya concesionados, incluyendo la seguridad pública y la facturación es directa al usuario47.

Son, sin duda, interesantes los señalamientos de Schaffler. Al depender todo el humor de las respuestas prontas a los asuntos aludidos, ¡qué tarde las recibimos los lectores, quienes hemos de esperar meses para que el texto ya publicado llegue a nuestras manos! Para entonces, algunos de los temas tal vez ya se olvidaron. Las oportunidades, pues, se aprovechan de modo distinto en la literatura. La prontitud de la respuesta no tiene que mencionar alguna realidad externa e inmediata. Basta con que el escritor invente dichas realidades –después de todo es un cuentista–, y a ellas aplique velozmente la broma. He mostrado ya cómo lo logra Schaffler en “Muerte en el Telepress de Oriente”48. Concibe primero una serie de eventos en demasía solemnes, para ridiculizarles uno tras otro con las situaciones jocosas que de inmediato les siguen. Desviste la historia de su intragable seriedad. Otra manera de lograrlo consiste en prolongar la ridícula solemnidad hasta muy al final de la 45 Ver Federico Schaffler. “Vuelo libre”, en Contactos en el cielo. Nuevo Laredo, Tamps.: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, 1996, pp. 53-63. 46 Ver Federico Schaffler. “La última defensa”, en Contactos en el cielo. Nuevo Laredo, Tamps.: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, 1996, pp. 21-25. 47 Ver Federico Schaffler. “Muerte en el Telepress de Oriente”, op. cit., p. 77. 48 Ibid., pp. 66-98.

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historia. Entonces, el escritor desinfla tanta seriedad con una oportuna humorada. Lo logra Orlando Ortiz en “Deuda de honor”, donde dos rivales, para resolver su pugna, apuestan a su querida en una cantina49. También lo hace Marcos Rodríguez Leija en “El crimen”, historia que reconstruye la ira creciente de un cornudo, quien finalmente decide matar a su esposa, pero se equivoca: balea, ¡oh!, a su suegra50. Como el lector puede notar, la “técnica” es la de “muchas perlas en el collar” o la de “la gran perla” en el extremo final. Schaffler combina ambos recursos en “Contrato nahual”. Enlaza numerosos chistes en la historia, y corona ésta con una grande, cruel e inesperada risotada final51. 9.

Aunque todo lo cómico integra lo dulce con lo amargo, uno u otro tienden a predominar en el dejo, según la chanza. Por su pesimismo, la ciencia ficción y muchas otras narraciones tamaulipecas tienden a cebarse en lo amargo. Ciertamente es muy graciosa “Radiotekhnika cantina”, de Gerardo Sifuentes, pero no deja de ser una historia sobre el fin del mundo52. “Muerte en el Telepress de Oriente” no es sino una cadena interminable de chistes, es más, los rebeldes logran su objetivo de romper los perversos monopolios de la información. Aun así, el pesimismo se impone. Nada se gana tras liberar el acceso a las redes si no se ha atacado, además, el problema de fondo, el hombre mismo. El “héroe” de la historia, tras aplastar a los monopolios de la información, aprovecha su acceso a la red para enriquecerse vendiendo al público ciberpornografía: Al escuchar CERO entro al aire... 49 Ver Orlando Ortiz. “Deuda de honor”, Cuentistas tamaulipecos. Del fin de siglo, hacia el nuevo milenio. Orlando Ortiz, antologador. Ciudad Victoria, Tamaulipas: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, 2000, pp. 229-233. 50 Ver Marcos Manuel Rodríguez Leija. “El crimen”, en En las fronteras del cuento. Jóvenes narradores del norte de Tamaulipas. Orlando Ortiz, antologador. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1998, pp. 113-115. 51 Ver Federico Schaffler. “Contrato Nahual”, en Contactos en el cielo. Nuevo Laredo: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, 1996, pp. 39-47. 52 Ver Gerardo Sifuentes Marín. “Radiotekhnika cantina”, op. cit., pp. 235-246.

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Arturo Zárate Ruiz Muy buenas noches, estimadísimo público, hoy en Telepress de Oriente, tenemos para usted la primera emisión nocturna de Fantasías eróticas de los ricos y famosos. Esta noche podremos extasiarnos con los imaginarios y virtuales devaneos eróticos de Marylin Monroe y Madonna, tal y como usted las deseaba ver. Queremos informarle este es un programa no apto para menores de 10 años y que para su más fácil identificación, Madonna es la de los vellos púbicos más oscuros...53

El dejo del humor puede ser, sin embargo, dulzón, aun cuando el platillo fuese negrísimo, cruel. “Los motivos de Freud” de Arturo Castrejón, trata sobre una maestra que destruye un museo interactivo, dizque para niños, y sobre cómo, además, golpea y martiriza a muchos de sus jovencitos guardianes: Los juegos eran aburridos, tontos, o intentaban mojarte o, de plano, te hacían girar hasta hacerte regresar el desayuno, cosa que muchos pequeños hicieron, podría decirse, con gusto. Lo más divertido de todo fue la “Sala de la Democracia”, donde se efectuaba el concurso de “falso o políticamente correcto”, sancionado con descargas eléctricas que aumentan de voltaje por cada respuesta incorrecta que se proporciona. Al poco rato los niños se fastidiaron, yo también, y acabamos en el “Área de juegos tradicionales”. ¡Qué horror! Tres horas de viaje para encontrar los mismos artefactos oxidados que tenemos en la escuela... ...Rompí el cristal que decía: “Para casos de emergencia” y tomé el hacha que estaba adentro. Hice cachitos los juegos que encontré y arrasé con varias exposiciones... Apareció un ejército de “amigosguías”. “Detente, por favor, chavita”, gritaban al unísono, mientras intentaban acorralarme. No me amedrenté, con la ayuda de mi hacha me abrí paso hasta la tienda de souvenirs. Desde ahí los bombardee con llaveros, plumas, borradores y ropa interior con logotipos del museo hasta agotar existencias. Me creí perdida, pero me salvó un carrito eléctrico para minusválidos, huí en él hasta la salida, donde el último reducto de amigos-soldaditos intentaba detenerme. Aumenté la velocidad y oí con placer cómo crujían algunos huesos bajo las ruedas de mi vehículo54. 53 Federico Schaffler. “Muerte en el Telepress de Oriente”, op. cit., pp. 97-98. 54 Arturo Castrejón. “Los motivos de Freud”, en La pared de mármol. Cd. Victoria: Consejo para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1997, pp. 26-28.

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Por más grotesca que resulte, la historia de Castrejón logra aun así recoger y acoger con sabrosura lo que, en lo más oscuro del corazón, muchos desearíamos hacer golosamente en situaciones similares. ¡Mmmm! Al cuento “La canalla” de Óscar Martínez Vélez55 le quedarían cortas las Lamentaciones de Jeremías. La historia es sobre una muchacha tampiqueña, no sólo ya entrando en años, muy entrada en carnes, pobrísima y feísima, sino además con un hedor a pescado que no se le podía quitar ni con los solventes industriales que fabrican en las plantas químicas de Altamira. Trabajaba día y noche en un expendio de mariscos. Deseaba ser amada, pero ni las moscas se le acercaban. La historia tiene, sin embargo, un buen dejo. Para la tampiqueña no están cerradas, después de todo, las posibilidades. Llegan constantemente al puerto muchos otros, y muy guapos, tan necesitados como ella del amor. Ya amargo o ya dulce el dejo, se presenta intenso y prominente. Gracias a los vigorosos contrastes propios de lo cómico, podemos apreciar mejor el hilo blanco sobre el pañuelo negro, o viceversa. Así, en lo cómico la celebración, podría ocurrir, resulta más celebración que la celebración, y el duelo, más duelo que el duelo. 10.

Se da aquí un nuevo elemento para distinguir entre la burla y el buen humor: el tono. Si en sus formas básicas la burla aplica al prójimo y el buen humor a uno mismo, con el tono se producen algunas variantes. La burla dulce ya no es burla sino celebración, por asegurar los puentes de aceptación del otro. He allí “Ni quien entienda a los gringos” de Graciela Ramos Domínguez. A través del viejo guardián de un rancho nos describe a unos norteamericanos que saquean la de por sí pobre riqueza arqueológica del norte de nuestro Estado. El guardián se lamenta, además, de las prácticas comerciales desleales de nuestros veci55 Véase Óscar Martínez Vélez. “La canalla”, en De ángeles, sueños o divinidades rotas que por la noche se caen. Ciudad Victoria: Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1994, pp. 7-11.

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nos, que ponen fuera del negocio a su patrón: Todos aquí hablan de que se los llevó la chingada por culpa del “Dumping Algodonero”, chingándonos a todos: al patrón... a su familia... a mí, que los pierdo56.

Según leemos, no podemos –al menos los agricultores tamaulipecos– sino simpatizar con el enojado guardián. Nos solidarizamos cuando decide abandonar el rancho, donde hizo su vida, antes que servir a un nuevo dueño, el diputado, quien entrega el rancho a los norteamericanos para que sin ninguna traba lo saqueen. Justo cuando nos identificamos de lleno con el viejo, y odiamos como él lo hace a los gringos, ¡oh, no!... ...abro mi morral y saco el hacha de piedra que tanto me quisieron comprar. Doy primero un golpe seco a la cabeza del tal doctor Dumping, que debe ser el culpable de toda esta desgracia. La mollera le truena como capullo seco de algodón, el cabello se le jaspea de rojo igual que un pedernal y cae al suelo. Me sigo con los otros dos que voltean todavía sin creer; y saltan los lentes ensangrentados de Jim y entonces el doctor King –que es más alto que yo– me quiere agarrar con su mano roja pero mi brazo y el hacha de pedernal son de una sola pieza que sigue dando de golpes, duro, más y más, hasta que al fin veo caer a los tres enemigos con todos sus trebejos dentro del agua. Después de echar el yip al río, me enjuago las manos y la cara y salgo aprisa del rancho, rumbo al Sur, antes de que vaya a amanecer57.

Graciela Ramos primero alimenta nuestro enojo, pero luego lo extrema hasta lo abominable. Nos tiende la trampa y nos pilla odiando a los gringos. Más nos vale reconocer con una sonrisa nuestra flagrante falta que sentirnos ofendidos y permanecer enojados. Asumamos su burla como humorada, por más negra que ésta sea. Recibir, pues, las burlas con un abrazo es prenda de buen humor. Aun así, toda risa con distingo tiende a separar, por no abrirse al género humano. De ahí que la corriente actual, de muchos tamauli56 Graciela Ramos Domínguez. “Ni quien entienda a los gringos”, en Cal en el polvo. Ciudad Victoria: Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, p. 113. 57 Ibid., pp. 115-116.

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pecos, por aproximarse al público “global”, si no es que universal, indique tal vez un esfuerzo mayor por el humor que por la burla. Lo logra así Roberto Tamez cuando se identifica con una piedra que, en la garita, examina un agente aduanal: No era una piedra perfecta, ni bella, ni necesaria. Era una piedra con la capacidad de ser piedra, piedra además de todos y con todos. Digamos una piedra íntegra, con el gallardo donaire de quien se sabe lo que es. Podríamos asegurar que ere una piedra que le valía y no pretendía ser otra cosa. No aspiraba a un diploma de ser la mejor piedra ya que nunca había sido cómplice de nadie. Tampoco pretendía ser la piedra angular y mucho menos ser la piedra filosofal... una piedra simple, inmóvil, silenciosa y sin misterios... nuestra de por sí nerviosa piedra58.

Una burla, pues, que no singulariza sino se abre a todas las identidades, ya no es burla sino humorada. Aunque adoleciese el peor pesimismo, conservaría la dulzura, por hermanar. BIBLIOGRAFÍA

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humor - narrativa breve - Tamaulipas Arturo Zárate Ruiz El Colegio de la Frontera Norte Herrera 169, entre 16 y 17, Colonia Centro 87300 H. Matamoros, Tamaulipas Teléfonos y fax: (868) 813-4559 y 816-1630 e mail: [email protected]

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