EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO ES NECESARIO PARA TODO CREYENTE

1 EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO ES NECESARIO PARA TODO CREYENTE Por Ricardo Vivas Arroyo La Biblia dice: “Cuanto a Jesús de Nazaret, como le ungió Dio

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EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO ES NECESARIO PARA TODO CREYENTE Por Ricardo Vivas Arroyo

La Biblia dice: “Cuanto a Jesús de Nazaret, como le ungió Dios de Espíritu Santo y de poder, y como éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos del diablo, porque Dios era con Él.” (Hch. 10:38).

Durante su ministerio terrenal el Señor Jesús hizo muchos milagros, pero no porque fuera el Hijo de Dios, sino como un hombre que para cumplir su misión, se movió bajo la unción del Espíritu Santo. Lo confirmó en cierta ocasión cuando sus enemigos lo acusaron de echar fuera demonios por Beelzebú. Él les respondió: “…Si por el Espíritu de Dios yo echo fuera a los demonios, ciertamente el reino de Dios ha venido a vosotros.” (Mt. 12:28).

Jesús se hizo semejante a nosotros en todo, se vistió de debilidad humana, de modo que necesitó del Espíritu Santo para poder cumplir su ministerio. En diversas ocasiones dijo: "Nada puedo hacer de mí mismo" (Jn. 5:19, 30), declarándose incapaz de cumplir la encomienda recibida de su Padre en su fuerza natural; así que Dios lo dotó de poder espiritual, lo llenó de potencia de lo alto. No actuó como Dios, sino como un hombre ungido por el Espíritu de Dios, operando en los nueve dones del Espíritu Santo (1 Co. 12:7-12). Nosotros como creyentes, tenemos su naturaleza divina en nuestro espíritu, lo cual nos libera del cautiverio en el que nos encontrábamos obligados a pecar (Ro. 6:14); pero así como Cristo necesitó del Espíritu Santo, también necesitamos contar con el poder que le ayudó a Él a vivir en el nivel que Dios requería. Cristo significa en griego el ungido, un cristiano debe tener la misma unción que Él tuvo para poder seguirle, haciendo lo que nos pidió realizar en su Nombre (Mr. 16:16-18). Para hacer la voluntad de Dios, tenemos que vencer cuatro enemigos: nuestra vieja naturaleza, a Satanás, al pecado y al mundo; y así poder llevar a cabo su Plan Divino. Por eso el apóstol Pablo preguntó con certidumbre: “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Co. 2:17), dando como respuesta que para llegar a ser ministros competentes, debemos prescindir de nuestra propia capacidad, para actuar con la suficiencia de Dios, en el Espíritu y no en la letra de la ley (2 Co. 3:4-6). El Señor Jesús explicó a sus discípulos poco antes de partir: “Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si yo fuere os le enviaré.” (Jn. 16:7).

O como la versión 1960 traduce: “Os conviene que yo me vaya...” El creyente necesita el Espíritu Santo para poder vivir cada día como Cristo vivió. Mientras los discípulos tuvieron con ellos al Señor, caminaron seguros, pero cuando se fue no los dejó huérfanos, les envió al otro Consolador para que los fortaleciera (Jn. 14:15-18). Si el Señor hubiera permanecido en la tierra, sólo podría ayudar a los que estuvieran cerca de Él, y aunque se pasara la vida viajando por todo el mundo, podría estar en un lugar a la vez. Nos convino y

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fue necesario que se fuera, porque al irse pudo derramar el Espíritu Santo sobre todos los creyentes en todo el mundo y manifestar su presencia en muchos lugares a la vez, donde se le invoca. La condición es creer en Él cómo dice la Escritura (Jn. 7:37-39), cuando nosotros creemos así, Dios cumple su Palabra impartiéndonos la misma virtud que operó en Cristo, y sólo entonces podemos caminar en un nivel superior al natural, y ver el cumplimiento de aquella otra palabra que él pronunció: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las cosas que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.” (Jn. 14:12).

Cuando el Señor fue glorificado, el Espíritu Santo descendió sobre aquellos fieles con los cuales Dios se proponía llevar a cabo su gloriosa obra. Ciento veinte de entre quinientos hermanos obedecieron la instrucción de esperar hasta que descendiera el Espíritu Santo (1 Co. 15:6, Lc. 24:49, Hch. 1:4-5). Sabían que no podrían cumplir la Gran Comisión, a menos que Dios los dotara del mismo poder que operó en Cristo. Cuando Pedro explicó lo sucedido a la multitud que se juntó al oír que los ciento veinte hablaban en otras lenguas las maravillas de Dios, les dijo: “Así que, levantado por la diestra de Dios, y recibiendo del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.” (Hch. 2:33).

Habían recibido el mismo Espíritu Santo que habitó en su Señor con toda su potencia, ahora podían continuar multiplicando la obra que Él comenzó y que a nosotros, los creyentes de hoy, nos corresponde posiblemente culminar (He. 2:3-4). Con el Espíritu Santo podemos ser auténticos testigos de su resurrección en cualquier lugar donde nos encontremos: Jerusalén, Judea, Samaria y hasta... donde tú estás, aunque sea el último lugar de la tierra (Hch. 1:8). Te pregunto ahora: ¿Estás satisfecho con tu desempeño personal como cristiano? ¿Con tu servicio a Dios? ¿Puedes asegurar que lo que haces es continuación de la obra que Él inició y realizó la iglesia primitiva? ¿Tu servicio tiene el sello de gloria que caracterizó todo lo que Cristo y sus primeros discípulos hicieron? O eres de los que se justifican diciendo que eso fue sólo para el principio y que ahora ya no hace falta. ¿Acaso no ves la necesidad a tu alrededor? ¿O el diablo perdió su poder y por lo tanto el creyente no requiere de la virtud del Espíritu Santo? Te digo: ¡No! El diablo actualmente está refinando su maldad porque sabe que le queda poco tiempo, sólo la Iglesia investida del poder de lo alto podrá darle la batalla final y hacerlo retroceder. Únicamente el cristiano ungido puede atacar las mismas puertas del infierno y destruirlas, como el Señor lo prometió (Mt. 16:18). Observa a tu alrededor cómo el mundo está agobiado, lleno de enfermedades físicas y mentales, muchas de ellas recientes e incurables como el Sida; lleno de drogadicción, homosexualismo y perversiones increíbles. Nota cómo, aparejados al avance tecnológico, la hechicería y el espiritismo proliferan como si fueran una ciencia más; ve como los hogares se destruyen. El materialismo, el llamado “sueño americano” invierte los valores de las familias. Todo eso sucede mientras la Iglesia languidece, implanta maneras humanas para evangelizar, que dependen más de una buena organización y técnicas de mercadotecnia, que del Espíritu Santo. Cómo me emociona pensar en la segunda campaña que hizo el apóstol Pedro, sin oro ni plata, dando lo que tenía, y con el mismo poder que obró en Cristo un cojo sanó y cinco mil hombres renacieron al reino de Dios (Hch. 3:1-19, 4:1-4).

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La falta de poder espiritual en la Iglesia es la razón por la que proliferan más y más los Testigos de Jehová4, y muchas otras herejías; las doctrinas orientales5 avasallan a las culturas de occidente con sus fascinantes experiencias mentales que en realidad son espiritualistas, donde los demonios engañan a muchos haciéndoles creer que están desarrollando sus poderes mentales. El mundo tiene hambre espiritual y sólo tiene a su alcance filosofías huecas que en nada suplen su necesidad; está en tinieblas y la iglesia nominal carece de luz y de poder para atraerlos verdaderamente al Reino de Dios y liberarlos de posesiones, opresiones y vejaciones demoníacas. El hombre se está corrompiendo cada vez más en el pecado y la degeneración, mientras los creyentes tradicionales no logran superar sus hábitos pecaminosos y los más legalistas viven en el esfuerzo propio. Hay muchos cristianos estériles llenos de orgullo espiritual, que aparentan tener victoria, pero están conscientes de que viven muy lejos de alcanzarla. También hay una multitud de creyentes sinceros, que anhelan vivir una vida abundante y gloriosa, pero no saben cómo y terminan frustrados. Muchos líderes cristianos defienden sus posturas en vez de combatir eficazmente por la verdad. Observen a infinidad de creyentes entretenidos con tradiciones y celebraciones religiosas, que los mezclan con el mundo en vez de hacerlos brillar en él. Hay una multitud de cristianos bebés, inseguros, confusos y aferrados ¿Es acaso el plan de Dios dejar al diablo suelto y a la Iglesia sin poder? ¡No! Dios dejó su Espíritu Santo para dotar de virtud a los creyentes que quieren cumplir su Voluntad (Hch. 5:32). Nuestras armas no deben ser carnales (humanas), sino espirituales (divinas), poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. (2 Co. 10:4). Espero que la siguiente narración ilustre lo que he tratado de explicarte: Una vez un forastero llegó a un lujoso restaurante de una ciudad que se llamaba Laodicea, los meseros estaban uniformados de blanco y negro, con zapatos de charol y una preciosa corbata de moño de seda legítima, que remataba con elegancia su impecable atuendo; las mesas, con largos y vistosos manteles, estaban adornadas con exóticos arreglos florales, el aire acondicionado mantenía un grato ambiente, amenizado por suave música disco; la luz indirecta, las sillas acojinadas y la mullida alfombra de tonos claros, prodigaban un confort difícil de superar. Después de un tiempo de silente contemplación, aquel hambriento personaje pidió al mesero con cierta timidez: —Un filete Mignón, término medio por favor, con una papa gratinada y una ensalada rusa. —No tenemos —le respondió el mesero con afectada voz—, pero el día de la inauguración de este restaurante, teníamos de los mejores cortes. —¡Humm!, entonces tráigame una milanesa de ternera con papas a la francesa —solicitó aquel hombre. —Lo lamento, se nos terminó —respondió el mesero, mientras le servía agua helada en una fina copa de cristal cortado. —Una carne a la Tampiqueña —se animó el forastero. 1

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- Los llamados “Testigos de Jehová” son una secta que nació a finales del siglo XIX en Estados Unidos de Norteamérica, su fundador C. Taze Russel, negó la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo, basándose en el Antiguo Testamento para establecer sus doctrinas. Es muy significativo notar cómo sus doctrinas en cuando a la divinidad de Cristo han ido cambiando. Predican una salvación por obras y niegan la existencia del infierno. Su cambiante doctrina es confusa e inconsistente con el Nuevo Testamento. .- Las artes marciales son consideradas técnicas de defensa personal, mas a medida que se profundiza en ellas, son caminos filosóficos para tratar de dominar la materia con la mente (Do significa camino) Uno de sus principios es exaltar al hombre al nivel de Dios, derivado de lo que el diablo sugirió a Eva en el Edén, que por medio de la mente y la ciencia serían como dioses (Gn. 3:4-5).

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—No tenemos —aseguró el mesero sin apenarse. —¿Tendrá carnes blancas? —preguntó y sin esperar respuesta pidió—. Tráigame un filete de Merlo... —Lo siento —le interrumpió el mesero—, no nos han traído pescado últimamente. —¿Calamares a la romana? —se atrevió a sugerir nuestro amigo. —No tenemos mariscos desde hace mucho tiempo —respondió, y con los ojos entreabiertos y pausada voz añadió—. Al principio contábamos con los platillos más exóticos que pueda imaginar, con decirle que todos los días nos llegaba un Express de pescados y mariscos del golfo. Pero... —¿Unos huevos con jamón? —Más que pedir preguntó. —No hay —fue la inmutable respuesta. —¿Una ensalada? —También se nos terminó la verdura... —¿Qué me puede ofrecer entonces? ¡Tengo mucha hambre! —suplicó el indignado forastero. —¡Qué bueno que por fin me lo preguntó! —sonrió el mesero satisfecho—. Nos quedan hojuelas de maíz y leche light ¡muy saludable! ¡Ah! Puedo traerle también botanas de bolsa, tenemos un amplio surtido de estos productos importados. ¡Oh, pero al principio había de todo!, créame usted, ¡de primera calidad y en abundancia!, pero como puede ver, se nos terminó; la leche que le voy a dar es buena para cuidar la figura, esa es ahora nuestra especialidad. Disfrute también de nuestra selecta música. Cualquier semejanza de esta absurda historia de un restaurante que tenía todo menos alimentos, con alguna iglesia que tenga mucha organización, recursos humanos y materiales, pero nada espiritual que ofrecer al hambreado mundo en que vivimos, no es mera coincidencia. Muchas iglesias están muy bien organizadas, sus ministros son elocuentes oradores, graduados en psicología y doctores en teología; no se atreverían a predicar sin corbata; se esmeran en la elaboración de sus programas; a los servicios los llaman reuniones culturales, donde abordan sugestivos temas de actualidad, pero no pueden satisfacer a fondo las necesidades espirituales de la gente. Las hay más modestas, atendidas por obreros egresados de seminarios, entrenados para servicios de etiqueta, correctos, educados, elocuentes, pero que no obstante, en su preparación académica no recibieron la madurez que sólo el Espíritu Santo puede desarrollar en un verdadero siervo de Cristo. No lo digo en menosprecio a la enseñanza, porque de hecho la iglesia debe ser la escuela de Dios, sino porque facultan6 para el ministerio a sus egresados por el sólo hecho de haber acreditado sus cursos, sabiendo que el ministerio no es sólo conocimientos, sino vida. Hay también otras iglesias que parecen fondas en donde escasean los alimentos nutritivos, pero tienen mucho arroz para rellenar el vientre y algunas sabrosos antojitos, que más que alimentar, satisfacen el 3

.- El apóstol Pablo previno a Timoteo de imponer las manos de ligero para delegar autoridad (1 Ti. 5:22, Tit. 1:5-6), También le dio requisitos para probar a los candidatos a formar parte del grupo de obispos y diáconos antes de ordenarlos (1 Ti. 3:110).

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gusto de aquellos que se contentan con lo emocional, novedoso o fascinante; más que anhelo de Dios, sienten enorme curiosidad por cosas espectaculares (Ef. 4:17, 2 Ti. 4:3-4). Otras iglesias son vegetarianas, en su menú no consideran la carne por sus desagradables toxinas, es decir, evitan el tema del pecado y la vida carnal, la necesidad del arrepentimiento, la importancia de la negación de uno mismo para llevar la cruz de Cristo, y por lo tanto los feligreses no tienen aspiraciones de perfección. Invitan a la gente a recibir a Cristo y después les enseñan que la fe sirve para alcanzar una prosperidad terrenal que es directamente proporcional a la fe y a sus jugosas ofrendas. Es triste en verdad como muchas iglesias están carentes de poder y de un conocimiento espiritual profundo, viven en tradiciones o de recuerdos; sustituyendo lo espiritual por lo emocional. Mucha de la obra que realizan es superficial; las estadísticas son más importantes que la calidad. Cuántos líderes están desesperados, urgidos de novedades que les ayuden a mantener el interés de la gente para que no se les vaya, o de cosas sensacionales que atraigan a las multitudes mediante el estímulo de su curiosidad morbosa (Hch. 17:21, Ef. 4:14). Una vez oí a un predicador decir que en la Iglesia primitiva el más chimuelo masticaba tachuelas, los diáconos que servían en las cosas materiales, estaban llenos del Espíritu Santo y cuando terminaban de servir a los hermanos, hacían milagros y prodigios entre la población (Hch. 6:3-8). También es indudable que ahora, como en todas las épocas, en el pueblo de Dios hay gente fiel que no dobla sus rodillas ante los Baales, busca a Dios y le sirve de todo corazón; iglesias en las cuales Dios está obrando y la gente puede recibir alimento saludable y balanceado. Esta no es una crítica severa, ni sarcástica, es sólo la descripción de algo de lo que hemos visto, y la intención es sacudirte para que si acaso estás dormido despiertes a un avivamiento y busques a Dios ahora que es buen tiempo de hacerlo. Lejos está de mí la intención de lastimar tu corazón. Tengo la convicción que siempre ha habido un remanente fiel; es tiempo de aceptar el reto que Dios está lanzando a nuestra generación, está derramando “aguas sobre el secadal y pronto correrán sus ríos sobre la tierra árida” (Is. 32:15, 5:5-7, 41:17-20). Te aseguro que al mirar la debilidad de muchas iglesias y su enorme necesidad de poder, aunada a su orgullo religioso, mi corazón ha llorado mucho. Mi espíritu se deshace dentro de mí como le pasó a Pablo, cuando vio que Atenas, la ciudad cuna de la filosofía y la cultura, era supersticiosa e idólatra (Hch. 17:16, 22), así me pasa cuando veo la incredulidad y escepticismo de muchos cristianos. Veo a muchos que han sido vacunados con algo de verdad que los torna resistentes a ella. Anhelo y oro que Dios en su gracia despierte a su pueblo del marasmo espiritual en que se encuentra; que si escuchan algo como lo que aquí expreso, en vez de rasgar sus vestiduras al sentirse ofendidos, puedan reconocer su verdadera condición y se arrepientan. El Espíritu Santo no quiso herir al cuerpo de Cristo cuando le dijo a la iglesia de Laodicea, que se sentía rica y poderosa sobre la base de sus recursos y organización, pero que ante los ojos de Dios era pobre, cuitada y desnuda; le pidió que se arrepintiera de sustituir la unción por entusiasmo, la dirección y revelación del Espíritu Santo por ingenio y el poder divino por sus recursos tecnológicos; que buscara moverse en el glorioso poder del Espíritu Santo que Dios había puesto a su disposición (Ap. 3:14-22). Algunos interpretan lo que dice en Romanos 8:9, que: “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él”, que desde que recibieron a Cristo como su Salvador, tienen al Espíritu Santo, pero es importante entender la diferencia: El Padre es la primera persona de la Trinidad, Cristo la segunda y el Espíritu Santo la tercera. ¿A quién y en qué forma recibe a Dios el que se convierte a Él? Recibe a Cristo espiritualmente, es decir, al Espíritu de Cristo que entra en su espíritu y se hace uno con él (Jn. 1:11-13, 1 Co. 6:17). Es claro entonces que esto lo hace renacer, a partir de ese momento tiene el

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Espíritu del Hijo por el cual puede clamar: ¡Abba Padre! (Gá. 4:6). Ese es el Espíritu de adopción que recibimos en el nuevo nacimiento (Ro. 8:15). Sabemos también por la Escritura que el que convence al hombre de pecado, de justicia y de juicio, es el Espíritu Santo (Jn. 16:7-11), cuando alguien recibe a Cristo es únicamente por su eficaz labor de convencimiento, quien le lleva a reconocer a Cristo y a recibirlo como su Salvador, y entonces le sella para el día de la Redención (Ef. 1:13, 4:30). Este sello lo recibieron los discípulos hasta después de que Cristo resucitó y les sopló de su Espíritu, en ese momento fueron sellados con el Espíritu Santo (Jn. 20:22), porque les fueron abiertos los sentidos para que pudieran entender las Escrituras sagradas acerca de por qué era necesaria su muerte expiatoria y su resurrección; comprensión sin la cual no se puede renacer. Inmediatamente después de ser renacidos, les mandó esperar en Jerusalén hasta ser investidos con el poder del Espíritu Santo (Lc. 24:45-49). El Espíritu Santo nos sella cuando nacemos de nuevo, pero el bautismo con el Espíritu Santo lo recibimos después de haber renacido, tal y como les sucedió a los primeros discípulos (Hch. 1:4-5, 2:4). Recuerde también que cuando el apóstol Pablo llegó a Éfeso saludó a aquellos doce discípulos con estas palabras: “¿Recibisteis el Espíritu Santo después que creísteis?” (Hch. 19:1-4). Si al momento de ser salvo automáticamente se es bautizado con el Espíritu Santo, ¿tendría sentido su pregunta? La verdad es que el apóstol sabía bien que después de la Salvación, el nuevo hijo de Dios está llamado a participar de esta segunda experiencia, para poder caminar con éxito el discipulado. Apolos no les había enseñado lo que no sabía, así que San Pablo les enseñó, oró por ellos, les impuso las manos y ellos recibieron de inmediato este bautismo de poder. Lo anterior es consistente con la afirmación de nuestro Salvador cuando les dijo que el Espíritu Santo no puede ser recibido por los del mundo (Jn. 14:17). Primero se recibe a Cristo y luego, una vez que se es salvo, el bautismo con el Espíritu Santo, lo cual el nuevo hijo de Dios tiene que pedir (Lc. 11:13). Cuando estamos en un cuarto oscuro y alguien prende la luz, nos obliga a cerrar los ojos y luego los abrimos poco a poco para acostumbrarnos a ella, de la misma forma reaccionamos cuando la luz del Evangelio nos resplandece con alguna de sus verdades, al principio nos lastima, pero después, nos ilumina con destellos de gloria. No cierres tu corazón y si algo está claramente expresado en la Biblia, recíbelo aunque lo hubieses ignorado por algún tiempo de tu vida cristiana. Convéncete que es para ti y que lo necesitas y Dios te lo dará. Estoy convencido de que Dios no quiere que permanezcas en la penumbra de una vida sin poder, sino que la luz de su verdad ilumine tu corazón y recibas el aceite del Espíritu para que tu lámpara brille con gran intensidad e ilumine a los que te rodean. LA SEÑAL DE HABER RECIBIDO EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO La Biblia tiene un principio, en el camino del Señor las cosas prácticas se deben confirmar con dos o tres testimonios para que se puedan considerar confiables (Dt. 16:6, 19:15, 2 Co. 13:1). Respecto a la manera de recibir el bautismo con el Espíritu Santo, el libro de Los Hechos tiene tres testimonios en los que se puede confiar, son el modelo práctico que Dios nos ha dejado para que, al ajustarnos a él, disfrutemos de esta gloriosa experiencia espiritual. El primero se encuentra en el capítulo 2 verso 4, relata la ocasión en que Dios bautizó con su Espíritu Santo a ciento veinte fieles, indicando claramente que al recibirlo, todos COMENZARON a hablar en otras lenguas o idiomas, según el Espíritu les daba que hablasen. En el capítulo 10:44 al 46 encontramos el segundo testimonio, relata cómo en casa de Cornelio la experiencia se repitió, de tal manera, que los Judíos que acompañaban a Pedro, se espantaron de que

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también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo, lo cual identificaron, porque les oían que hablaban en lenguas y que magnificaban a Dios. Cuando posteriormente el apóstol Pedro explicó a los demás apóstoles lo que había pasado, les aseguró que fue tal y como sucedió con ellos al principio, primero creyeron en Cristo y luego Dios los llenó con el Espíritu Santo (Hch. 11:15). El tercer testimonio que Dios hace constar en su modelo de vida práctica, se encuentra en el capítulo 19:6, cuando vino el Espíritu Santo sobre los doce discípulos de Éfeso, todos comenzaron a hablar en otras lenguas y a profetizar. Así que diremos con plena confianza que el denominador común de estos tres testimonios veraces, son las lenguas: Cuando un creyente es bautizado en el Espíritu Santo, recibe la habilidad de hablar en otras lenguas, para comunicarse con Dios en el Espíritu... RESPONDIENDO PREGUNTAS Es preferible emplear el tiempo en dar las explicaciones necesarias, que en orar largo tiempo con dudas o reservas en el corazón, porque cuando se tiene la seguridad de que algo que vamos a pedir está en la Palabra de Dios, siempre se recibe (1 Jn. 5:14-15). Por eso vamos a responder algunas de las preguntas más frecuentes que me hacen los creyentes que fueron enseñados en forma diferente: ¿Tenemos que prepararnos para recibirlo? Creo que la oración y el ayuno son de Dios, debemos practicarlos con entendimiento y fe lo más que nos sea posible, pero nunca los presentemos como argumento para obtener algún favor de Dios. Recuerda que lo que nos limpia de todo pecado es la Sangre de Cristo y no el tiempo que pasemos en oración y ayuno (1 Jn. 1:7-9, 2:1). El ayuno no es un sacrificio o penitencia con valor meritorio, Dios jamás nos va a responder por lo que hagamos, sino sólo por confiar en lo que Cristo hizo por nosotros. El bautismo con el Espíritu Santo no es un premio a la buena conducta, ni al esfuerzo propio, es la ayuda que Dios ha provisto para aquel que quiere hacer su Voluntad, pero está consciente que solo no puede. Supongamos que usted siempre se porta bien, nunca se enoja, ora largamente y sin distraerse, hace largos ayunos, lee su Biblia y siempre la entiende, testifica de Cristo y la gente se convierte, ora por los enfermos y sanan. ¿Para qué quiere al Espíritu Santo? No lo necesita, usted puede sola. Pero si en su experiencia le es muy difícil hacer lo correcto, orar, leer la Biblia y entenderla, le cuesta trabajo testificar de Cristo y creer que Dios puede hacer milagros si se los pide y los confiesa; entonces le digo que necesita ser lleno del Espíritu Santo, porque es la virtud de Dios para disfrutar la vida espiritual saludable y abundante que Él nos ofreció; es el poder para vivir en victoria sobre el pecado que nos asedia a través de la carne, del mundo y del mismo diablo; es la fortaleza para caminar en la voluntad de Dios y cumplir fielmente sus propósitos. ¿Qué debo sentir para saber que Dios ya me lo dio? Algunos lloran, otros tiemblan y se sacuden; otros testifican que sintieron como si fuego le recorriera la espina dorsal, o como una descarga eléctrica que lo tiró al suelo y lo dejó sin fuerzas por un rato. Muchos esperan tener una experiencia emocional en vez de espiritual. No debes tratar de emular lo que otros sintieron, sino ceñirte a lo que dice la Biblia. Debemos ser sensibles, no sensuales; movernos en fe y no en nuestros sentidos naturales (Ro. 1:17, Ef. 4:17). De acuerdo a la Biblia, la manera de identificar que alguien ya recibió el bautismo con el Espíritu Santo, es que puede hablar en otras lenguas, sienta o no algo. Si habla lenguas y no llora, ya lo recibió; si tiembla y se sacude como electrocutado pero no habla lenguas, no lo ha recibido. Si percibe un calor intenso que le recorre el cuerpo, o que se desmaya, o que está entrando en éxtasis o en trance, pero no habla lenguas, no lo ha

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recibido; si siente mucho gozo y ríe en manera extraordinaria y se transporta al cielo pero no habla lenguas, no lo ha recibido. ¿Está claro? El ejercicio de tu fe es necesario para recibir el cumplimiento de cualquier promesa de Dios, a Él le corresponde dar, lo cual es seguro, ya que no hace distinción de personas; mas a ti te toca recibir. El apóstol Santiago dice que la fe se demuestra por lo que hacemos respecto a lo que decimos creer (Stg. 2:17-18, 26). Eso explica lo que pasó el día de Pentecostés, cuando ellos se dieron cuenta que el momento había llegado y el Espíritu Santo había sido derramado sobre ellos, Hechos 2:4 afirma: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en otras lenguas como el Espíritu les daba que hablasen.”

No dice que el Espíritu empezó a hablar por ellos, sino que ellos abrieron su boca en fe y COMENZARON a hablar en otras lenguas, porque sabían que esa era la manera de recibirlo. Ya expliqué con la Biblia que todo el que es lleno de Espíritu Santo puede hablar en lenguas, ¿no es así? Si lo sabes, lo pides y lo crees, lo recibirás y entonces comenzarás a hablar en nuevas lenguas. Dios nos anima: “Abre tu boca y yo la llenaré” (Sal. 81:10, Sal. 40:3). El apóstol Santiago explica que por una misma fuente no puede salir a la vez agua dulce y salada (Stg. 3:11-12); así que cuando recibas en fe, deja de hablar en español y COMIENZA a hablar en otras lenguas. ¿Pueden todos los creyentes hablar en lenguas? Algunos afirman que no todos deben hablar en lenguas, basados en lo que San Pablo dice a la iglesia de Corinto, que no todos hablan en lenguas, lo que según dicen, demuestra que en una iglesia local sus miembros son equipados con los diferentes dones del Espíritu para funcionar en conjunto, pero no todos pueden hablar en lenguas, sino sólo aquellos que Dios dotó del don (1 Co. 12:30). Tienen razón, por eso les quiero explicar dos cosas: Primero insistiré en que el propósito del libro de Los Hechos es establecer los modelos prácticos para el desarrollo de las iglesias locales, así que es nuestro deber en fe, ceñirnos a todo aquello que nos enseña, y aplicarlo tal y como fue llevado a cabo por los apóstoles bajo la dirección del Espíritu Santo. Bajo esta primera consideración, sólo me he limitado a comentar lo que Dios hizo con ellos y cómo les enseñó a identificar su manera de obrar. Lo segundo que quiero hacer notar, es que existen diferencias entre lo que es la operación del don de lenguas como uno de los nueve dones del Espíritu Santo para edificación de la iglesia, y la participación de nuestro espíritu en nuestra devoción personal a Dios. No distinguir la diferencia nos puede llevar a conclusiones equivocadas en algunos pasajes de la Biblia como el que se mencionó. Las lenguas que recibe el creyente al ser bautizado en el Espíritu Santo, son para hablar a Dios, porque dice bien claro en Hechos 2, que hablaban sus maravillas y en Hechos 10, que magnificaban a Dios. El apóstol Pablo explica que Dios da las lenguas al creyente para que pueda orar en el Espíritu y no para hablar a los hombres (1 Co. 14:2, 14, 16-17). Así que recibimos las lenguas para que nuestro espíritu pueda comunicar con Dios que es Espíritu (Jn. 4:23), propiciando con ello nuestra personal edificación (1 Co. 14:4); su dirección es hacia arriba, vertical, es decir, del creyente hacia Dios; todos los bautizados en el Espíritu Santo las han recibido. En cambio el don de lenguas, como uno de los nueve dones que el Espíritu Santo reparte como quiere en cada iglesia local (1 Co. 12:7-11), como usted lo expresó, no a todos les es dado, y siendo para edificación de la iglesia, su dirección es horizontal, es decir, va dirigido a los congregantes y no a Dios, por lo que se requiere, para que sean edificados, que opere el don de interpretación de lenguas

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por medio del mismo o de otro creyente que tenga el don de interpretación de lenguas (1 Co. 14:10-13, 27-28). Así que, con relación al don de lenguas, tema del capítulo 12 de la primera carta a los Corintios, verso 30, que Pablo pregunta: “¿Hablan todos lenguas? ¿Todos interpretan?” tienen razón de que eso no es para todos, pero en cuanto a orar en lenguas sí, ambas cosas son ciertas, no existe contradicción. Por lo que se aprecia, entre los corintios también hubo esta confusión, el apóstol tuvo que corregir el uso del don de lenguas para edificación de la iglesia local (1 Co. 14:39-40), y de las lenguas que todos los creyentes deben practicar en su devoción personal para propia edificación, así como en la adoración a Dios dentro de los cultos de la iglesia. ¿Se puede hablar en lenguas cuando se quiera? Es una pregunta frecuente entre los creyentes que han recibido este regalo divino. San Pablo nos enseña que cuando alguien habla en lenguas desconocidas, su espíritu es el que ora (1 Co. 14:14), y nos exhorta a que no impidamos el fluir de las lenguas (1 Co. 14:39), es decir: si es mi espíritu el que ora y no debo impedirlo, entonces depende de mí; lo cual también el Señor explicó a sus discípulos, cuando antes de ser entregado por Judas, fue al huerto de las olivas a orar, diciéndoles que para pasar con victoria los tiempos de tentación, debían velar y orar, enfatizándoles que el espíritu siempre está presto, mas la carne es débil (indispuesta) (Mr. 14:38). Así que siempre podemos y debemos hacerlo en nuestra oración privada lo más que nos sea posible. ¿Es posible que al intentarlo vaya a imitar las lenguas de otro, o lo que es peor, que las lenguas que hable sean del diablo? Desecha esos temores de tu corazón, hermano. ¿Tú darías una piedra, o un alacrán, o una serpiente a uno de tus hijos que tuviese hambre? Creo que no, y eso que somos malos, pues Cristo dijo que si nosotros, siendo malos, damos cosas buenas a los que amamos, CUÁNTO MÁS nuestro buen Padre celestial nos dará el Espíritu Santo si se lo pedimos (Lc. 11:10-13). Es claro que Dios no dará un espíritu inmundo en vez del Espíritu Santo a uno de sus hijos, como nosotros no daríamos un escorpión o una serpiente, figuras de demonios, a alguno de nuestros hijos. ¿Hay lenguas falsas? Sí las hay, pero el diablo las manifestará sólo con aquellos que son suyos: con los espiritistas, espiritualistas, idólatras y metafísicos. Recuerda que el diablo siempre falsifica la obra de Dios, porque no puede hacer nada auténtico, con su perversión de la verdad engaña a los simples e inconstantes para que no les resplandezca la luz del Evangelio (Mt. 7:21-23, 2 Co. 4:4); es a ellos que el Señor les dirá en aquel día: “Nunca os conocí, obradores de maldad.” ¿En la iglesia se debe hablar en lenguas? Algunos interpretan que no, de acuerdo a 1 Co. 14:27-28. Así que es importante entender la recomendación del apóstol, de no impedir las lenguas, pero hacerlo todo decentemente y con orden. Permítame ilustrarlo con un ejemplo sencillo: Si digo, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7; los números están en orden, pero si digo, 42, 3, 10, 1, 6, 4, 71, faltan números y no hay orden alguno. Lo que pretendo con este ejemplo, es que quede bien claro que hacer las cosas en orden es hacer cada una cuando corresponda pero sin omitir alguna. El apóstol estaba enseñando a la iglesia el orden divino para realizar un culto cristiano, de manera que en el tiempo de alabanza, el director del culto debe guiar al pueblo a cantar salmos, himnos y cánticos espirituales (Col. 3:16, Ef. 6:18-19). Cantar Salmos es cantar la Palabra de Dios; cantar himnos es cantar con el entendimiento canciones para Dios compuestas por algún

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hermano, y cánticos espirituales es cantar con el espíritu y no con el entendimiento, es decir, en otras lenguas (1 Co. 14:14-15). Durante el tiempo de alabanza la iglesia está cumpliendo el sacerdocio espiritual que debe ejercer cuando se reúne, de rendir su culto a Dios, vertical (1 P. 2:5), pero al concluir esa parte del servicio, se debe esperar que operen los dones del Espíritu para edificación de la iglesia; ese ya no es momento de orar en lenguas, sino de dar, en todo caso, un mensaje en lenguas y su interpretación, o profecías o revelaciones, pero por turno y no todos al mismo tiempo (1 Co. 14:27-33). Y cuando llega el tiempo de la predicación de la Palabra de Dios, el expositor debe hacerlo en el idioma que todos entiendan; si en vez de eso se pusiera a orar en lenguas y luego diera por concluida su participación, por supuesto que estaría mal, porque él se edificó, pero la iglesia no (1 Co 14:19-20). Podemos concluir que el apóstol Pablo no quitó las lenguas del culto, las ordenó, para que todo se hiciera decentemente y en su debido orden. EL QUE PIDE, RECIBE ¡Vayamos a la práctica! Pide a Dios que te llene con su Espíritu Santo; si sientes que existe algo que te estorba, tal como amargura, rencor, o un pecado que estés practicando, o cualquier cosa que no hallas resuelto con Dios; confiésalo en oración y pide perdón y limpieza de toda maldad (1 Jn. 2:2), y después demanda con toda confianza la llenura del Espíritu Santo. Si te es posible, asiste a una reunión cristiana donde sepas que creen esta verdad y practican el hablar en lenguas y pide a alguien que lo tenga que te imponga las manos y que te ayude a orar para que lo recibas. Confía en Dios, recuerda que una de las señales que seguirán a los que creen, es que en su Nombre hablarán nuevas lenguas, así que hazlo seguro que Dios es fiel a lo que dice en su Palabra (Mr. 16:17), anímate y recibe este regalo divino. BENEFICIOS DE HABLAR EN LENGUAS Hablar en lenguas traerá a nuestra vida doce beneficios específicos, pero si no tienen bautismo en el Espíritu Santo es por demás que los conozcan, lo más importante es que lo reciban. Quiero pedirles que los que deseen recibir éste regalo divino hagan lo siguiente: Creo que si nos ceñimos al esquema de las siete relaciones básicas8, nada se nos va a escapar y si algo no conoces o no entiendes no te preocupes, toma nota y después habrá oportunidad de aclararlo. 1. Nuestra primera relación básica es con la Palabra de Dios; pues bien, en 1ª de Corintios 14:2, nos dice que cuando estamos orando en otras lenguas hablamos misterios de Dios por el Espíritu. Un misterio es algo secreto, cerrado a la mente, incomprensible ¿Qué sentido tiene hacer tal cosa? Dios nos pide que lo hagamos y debemos obedecerlo. Te pregunto: ¿Crees que lo que hablamos en lenguas sea algo diferente o contrario a lo que está escrito en la Biblia? ¡Claro qué no!, quien inspiró la Biblia fue el mismo Espíritu Santo (2 P. 1:19-21). ¿Por qué crees que hay tantas discrepancias de doctrina entre los diferentes grupos de cristianos, a pesar de ser gente nacida de nuevo y que ama a Dios?, porque cada uno interpreta la Biblia diferente. Lo cual no debiera ser, ya que el apóstol Pedro nos advierte que ninguna Escritura es de particular o personal interpretación, sino que habiendo sido inspirada divinamente, requiere ser revelada por el mismo Espíritu Santo. 4

.- Todo creyente tiene siete relaciones básicas establecidas por Dios, se pueden identificar en toda la Biblia, en el volumen II de Testigos de la Verdad se estudiarán ampliamente.

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¿Cómo podremos estar seguros que entendemos correctamente la Biblia? ¿Cómo discernir lo que Dios puso como misterio en su Palabra? Porque la realidad es que toda la Biblia es un misterio a la mente natural. Así es con cada verdad espiritual, por ejemplo, la sanidad divina es una doctrina muy clara, sin embargo, muchos cristianos que han leído lo que la Biblia enseña al respecto, no lo creen, y sólo hasta que el Espíritu Santo se los revele y lo crean, podrán experimentar su realidad. Uno de los propósitos del Espíritu Santo es revelarnos a Cristo y lo que es nuestro en Él, de tal manera que lo conozcamos y lo heredemos (Jn. 14:26; 16:12-13, Ro. 8:16-17). Ahora bien ¿Cómo es que el Espíritu Santo nos puede revelar la Palabra de Dios? La Biblia dice que es la unción la que nos enseña (1 Jn. 2:20, 27), y la llave que abre esa puerta de la revelación es orar en otras lenguas, porque al hacerlo hablamos los misterios de Dios, la Sabiduría oculta a la mente natural, pero que Dios predestinó para nuestra gloria, es precisamente lo que nuestro espíritu está hablando por el Espíritu Santo, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado, lo cual nos permitirá acomodar lo espiritual a lo espiritual (1 Co. 14:2 y 2:7-16). Es decir, cuando estamos orando en lenguas nuestro espíritu está recibiendo impresiones celestiales de lo que es nuestro en Cristo; es como si estuviera tomando fotos del cielo, y cuando leemos la Palabra de Dios o escuchamos la predicación, se va ajustar con las impresiones que guardamos en nuestro espíritu, es entonces cuando se acomoda lo espiritual a lo espiritual y lo entendemos. Eso es revelación, así es como la unción va confirmando dentro de nosotros lo que es de Dios. Considero que es pertinente aclarar que Dios revelará sus misterios en especial a sus apóstoles y profetas, a fin de que ellos los impartan a la iglesia como doctrina (Ef. 3:3-5), si preparamos nuestro corazón adorando a Dios en otras lenguas, cuando ellos nos impartan la sana doctrina, nuestro espíritu recibirá y entonces seremos establecidos en la Verdad. San Pablo no temió exponer la doctrina que recibió por revelación a los demás apóstoles, al contrario, lo hizo para conducirse con toda seguridad (Gá. 1:11-12, 2:2, 6-9). Del mismo modo, un verdadero ministro debe estar abierto a que otros ministros conozcan y confirmen lo que Dios le ha revelado, eso le dará seguridad. Cuánto más a nosotros, cuando estamos en sumisión a verdaderos ministros. 2. Nuestra segunda relación básica es con el mundo, así que vamos a mirar cómo las lenguas nos van a ayudar a relacionarnos correctamente con él. Ya vimos que a la mente natural le es locura las cosas espirituales (1 Co. 2:14). Cuándo celebramos los cultos cristianos como la Biblia lo establece, deben ser sobrenaturales, por la operación de los dones del Espíritu Santo (1 Co. 14:26). El gatillo que dispara estas bendiciones son las lenguas, que en especial son señal para los infieles (1 Co. 14:22), la gente que por primera vez asiste a un culto cristiano pensará que es una locura (1 Co. 14:23), pero después, cuando los demás dones operen y la profecía descubra su corazón, terminará postrado reconociendo la presencia de Dios en ese lugar (1 Co. 14:24-25). Eso fue lo que pasó el día de Pentecostés, cuando aquellos ciento veinte recibieron el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas; los que los oían estaban atónitos preguntando qué era aquello; los incrédulos pensaban que estaban borrachos, pero cuando el apóstol Pedro les predicó, miles fueron tocados por el Espíritu Santo convirtiéndose al Señor. Las lenguas son señal a los incrédulos, los sacude, para que estén sensibles a lo que Dios quiere revelarles respecto a su miserable condición y a la gracia salvadora que es puesta a su disposición. Cuando empecé a enseñar en la iglesia de Pachuca estos aspectos, una hermana me reclamó: Pastor, cuando la iglesia estaba cantando en lenguas, a mi invitada le empezó a doler la cabeza, después le dieron ganas de volver el estómago y tuvo que salir por un momento, creo que debería suspender eso de hablar en otras lenguas.

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Le expliqué que su invitada estaba oprimida por demonios, que se empezaron a alborotar por el ambiente espiritual que imperaba. Por medio del dolor y el mareo intentaron sacarla del culto y como no lo lograron, ellos tuvieron que salir, pues se estaban electrocutando con la presencia de Dios. Las lenguas marcan una separación entre la iglesia y el mundo, tal y como pasó con los Gaaladitas en los vados del Jordán; el idioma les permitió identificar a los enemigos que estaban infiltrados entre ellos y degollarlos (Jue. 12:4-6). Dios está restaurando todas las cosas, y más y más la iglesia debe recuperar la unción del Espíritu Santo, que le permita ser luz y rasgar las tinieblas de este mundo. Recuerdo que en cierta ocasión, un ingeniero de mi trabajo anterior, objetaba la veracidad de la Biblia. “Es como el cuento de las mil y una noches —me decía—. ¿Cómo puedes dar crédito a una recopilación de escritos de hombres de diferentes épocas, la mayoría de ellos incultos? Además ¿Quién garantiza que quienes los recopilaron no los modificaron a su conveniencia? No se puede confiar en un libro así.” “Mira colega —le dije con calma—, hay una manera sencilla de probar su veracidad, ella asegura cosas que si no se cumplen, tenemos todo el derecho a dudar; pero si estando fuera de nuestro alcance lograrlas, las pedimos a Dios y se cumplen, debemos aceptar que toda ella es auténtica ¿Estás dispuesto a probarla?” “¿De qué manera? —me preguntó pensando que me tenía en sus manos.” “La Biblia dice que Cristo resucitó” —le dije, él me arrebató la palabra para decir: “¡Allí está! ¿Cómo puedes creer semejante tontería? Seguramente sus discípulos robaron su cuerpo, y luego difundieron el cuento de su resurrección.” “Espera —retomé la palabra —, la misma Biblia da evidencias que fue algo real y hoy lo podemos constatar.” “¡Yaaa! — exclamó incrédulo—. ¡Estás loco!” “No lo estoy —le refuté—, lee por favor lo que dice aquí.” Leyó en voz alta Juan 7:37-39, en donde el Señor Jesús aseguró que después de que fuera glorificado derramaría el Espíritu Santo sobre los creyentes. “Ahora lee esta otra parte —le dije dándole la Biblia en Hechos 2:4 y después los versos 32 y 33, donde muestra claramente que cuando esta promesa se cumplió los discípulos hablaron en otras lenguas.” “¡Y qué con eso! —me dijo alzando molesto la voz—. ¿Cómo me puedes convencer que pasó así como dice?” “Si así hubiera pasado y tú lo hubieras presenciado ¿Lo seguirías dudando?” —le pregunté. “¡No!” —fue su rotunda respuesta.

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Sabiendo que uno se ata a sus palabras le di a leer Marcos 16:17, donde dice que todos los creyentes pueden tener la misma evidencia de su resurrección en cualquier tiempo, y le dije: “Yo soy un creyente, así que si lo que acabo de leerte es verdad, después de tanto tiempo, Dios lo cumplirá si se lo pido ¿De acuerdo?” “Supongo que sí” —asintió pretendiendo intuir hacia dónde lo conducía. “Yo he reprendido demonios y han salido de las personas poseídas —le aseguré—. En cierta ocasión mi familia y yo comimos por error carne de puerco con triquinas y no nos hizo daño porque oramos sobre la base de esa promesa; he orado infinidad de veces por personas enfermas y al poner mis manos en ellas Dios las ha sanado. En una ocasión me atacó un perro furioso y cuando lo reprendí en el nombre de Jesús, salió aullando como si le hubiera pegado con un palo. Y además —añadí—, puedo hablar en otras lenguas. Déjame orar por ti y si la Biblia es puro cuento nada pasará, pero si pasa vas a tener que creerla ¿Aceptas?” “¿Por qué no? —me dijo un tanto comprometido—, como dices ¿Qué puedo perder?” “¡Nada!” —le aseguré. Así que empecé a orar pidiendo a Dios que lo convenciera, luego comencé a hablar en lenguas y le puse la mano en la cabeza, mis ojos estaban cerrados, pero sentí como se fue doblando hasta que quedó de rodillas. Cuando terminé se levantó, sus ojos estaban llorosos; me apretó la mano con fuerza y salió del cubículo con una expresión de asombro que no podía disimular. Nunca más se volvió a burlar de la Biblia. Sé bien que las lenguas son señal a los incrédulos, y mediante ellas somos ahora, después de casi dos mil años, testigos de su resurrección y exaltación. Les quiero comentar un caso sorprendente que viví hace poco con el presidente de la empresa en la que trabajo. Él es un judío que pasó por experiencias espeluznantes durante la segunda guerra mundial, según me comentó, estuvo en siete campos de concentración y escapó dos veces de morir en ellos: una ocasión se libró de la cámara de gases, y otra de los hornos crematorios. Cuando lo escuché le comenté emocionado que Dios lo había librado milagrosamente con el propósito de que lo conociera. Desde que entré a trabajar en la empresa he orado por él pidiendo a Dios su salvación, y ha sido hasta hace poco que fue posible sembrar algunas semillas en su corazón, porque en vez de llamarme a su privado como siempre lo hacía, optó por pasar al mío y mirar los cuadros de paisajes que tengo en la pared, para leer los textos de la Escritura impresos en ellos. En la primera oportunidad le regalé una Biblia en la que anoté una recopilación de textos que hablan del Mesías en el Antiguo Testamento y su cumplimiento en Jesús el Señor en el Nuevo Testamento. Supe que lo leyó porque días después me dijo con mucha amargura: “Nosotros ya no necesitamos al Mesías, porque lo que vivimos en la guerra fue demasiado terrible, y si Él viera por su pueblo, hubiera cumplido en ese momento sus promesas salvadoras, después de tantos horrores ¿Para qué?” Yo tenía la respuesta, pero no quise dársela para no cerrar la posibilidad de seguir compartiendo aspectos sobre el tema. El licenciado Jan, como se llamaba, sabía siete idiomas aparte del propio: Inglés, francés, alemán, italiano, polaco, holandés y español. Muchas veces cuando me platicaba sus aventuras de la guerra, expresaba frases célebres en otro idioma y luego me las traducía.

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Empezó a faltar a la empresa muy a menudo por problemas de salud, mas cuando tenía oportunidad siempre me visitaba. Su chofer era a la vez su enfermero, platicando con él me enteré que era presbiteriano, por lo que le insistí que en cuanta oportunidad se le presentara, le compartiera algo acerca de Cristo, así que lo teníamos en la mira. Hace poco el licenciado Jan entró en mi oficina y después de saludarme dijo algunas cosas en lo que consideré podría ser polaco, me disculpé por no entenderle; pero en ese momento me llegó el pensamiento que Dios quería hacer algo, por lo que mientras él hablaba, yo oraba en silencio; las manos me empezaron a sudar cuando entendí que Dios quería que le hablara en lenguas. Dudé mucho, pero finalmente di el paso de fe y lo hice. Cuando me oyó, se me quedó mirando sorprendido, me dijo algo golpeado en polaco, se levanto del sillón, giró sobre sus talones como si fuera un militar y salió deprisa de mi oficina sin despedirse. Yo me quede un poco turbado, al parecer me había entendido9 y se había contrariado con lo que le había dicho. Aún no me recuperaba, cuando de la misma manera en que salió volvió a entrar y se sentó frente a mí, y en forma de pregunta volvió a hablarme en lo que suponía que era polaco, esta vez no lo pensé mucho, simplemente le contesté en lenguas; me escuchó con mucha atención, se quedó pensativo por un momento, y moviendo sus manos volvió a hablar en polaco, recuerdo que señaló hacia el piso y luego me señaló a mí y quedó esperando que le respondiera; así que volví a hablar en lenguas. Aquello se repitió por espacio de diez minutos, al final se quedó meditando, luego se sonrió, extendió su mano y estrechó la mía con mucho aprecio, se puso de pie y antes de salir me dijo en español: “Lo considero mi amigo, le agradezco todo lo que me ha dicho, siento hacia usted un gran cariño, como si fuera un hijo mío”. Después giró sobre sus pies y salió deprisa. Yo me quedé orando emocionado por lo que acababa de vivir. Después de ese día él no ha vuelto a la empresa, parece que tiene un problema circulatorio en sus piernas que le impide caminar, su hijo ha tomado totalmente las riendas de la compañía. Sigo orando por él, mas me queda una extraña sensación de haber presenciado una plática de Dios con un judío, sin que hubiera entendido nada, pero creo que Dios lo estaba convenciendo de su gran amor por él y por su pueblo y de lo que hizo para redimirlo. 3. Nuestra tercera relación básica es con la autoridad, todos sabemos que cada ser humano está bajo alguna autoridad, y que ejerce un cierto grado de ella sobre otros ¿Cómo es que el Espíritu Santo mediante las lenguas nos ayuda en esta relación? Santiago 2:2 al 5, nos enseña que una persona madura es aquella que controla su lengua y con ella todo su cuerpo; el apóstol compara la lengua al timón de un barco y al freno en el hocico de un caballo, como el medio para controlarlos. Más adelante, en los versos 7 y 8, nos enfrenta al hecho de que ejercer tal dominio no es posible para el hombre natural. De manera que la madurez es un proceso que se da en el cristiano, a medida que se somete al Espíritu Santo para que lo conduzca mediante “el timón” del alma, que es la lengua. Romanos 8:14 nos enseña que los hijos de Dios son los que son guiados por el Espíritu de Dios. En el griego hay dos palabras para decir hijo: tecnion, que quiere decir hijo pequeño; y huiois, que significa hijo maduro. El texto que acabamos de considerar, dice que los huiois son aquellos creyentes que son guiados por el Espíritu de Dios. Algunos reciben el bautismo del Espíritu Santo hasta que comprenden que la clave es sumisión (Hch. 5:32). Al rendir nuestra voluntad a Dios es que podemos hablar en otras lenguas, porque le hemos cedido al Espíritu Santo nuestro timón dispuestos a obedecerle. Al ser sumisos a su guía nos ayudará a someternos a aquellos que Él mismo ha levantado para nuestro cuidado (He. 13:17, Hch. 20:28, 1 P. 5:2-3). Creo que Saulo en el camino a Damasco no se cayó de un caballo, como lo muestran algunas pinturas, sino que más bien se cayó por ser caballo, y lo digo así porque el Señor se le apareció y le dijo 5

.- Tal y como pasó el día de Pentecostés cuando los 120 discípulos recibieron el Espíritu Santo y hablaron en lenguas, los que se reunieron en la plaza identificaron los idiomas de 14 diferentes lugares, hablando las maravillas de Dios (Hch. 2:6-12).

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claramente que dura cosa le era dar coces contra el aguijón, y las coces las dan los caballos y los mulos (Sal. 32:9). Saulo era impetuoso, prepotente, celoso de su religión a su manera; pero Dios lo derribó de su orgullo para someterlo, mediante Ananías le puso un freno en la boca y así lo pudo conducir en su voluntad, el freno vino cuando recibió el bautismo en el Espíritu Santo (Hch. 9:5, 17-18, Stg. 3:3-5). Después de eso San Pablo fue el más sumiso de los creyentes, su secreto fue que hablaba en lenguas más que todos (1 Co. 14:18), y por eso sirvió mucho más que los demás (1 Co. 15:10), pues le vemos obedecer aun en las condiciones más contradictorias (Hch. 16:6-10). Los cristianos bebés quieren tener a Dios a su servicio, mas los maduros están al servicio de Dios. Los cristianos bebés hacen sus programas de actividades y le piden a Dios que los bendiga. En cambio los maduros le ruegan que les revele su plan y son muy diligentes en llevarlo a cabo (Hch. 13:1-4). La verdadera autoridad no se impone, se da en la medida que la gente rinde su voluntad bajo la convicción del Espíritu Santo. En cambio la autoridad humana es impositiva, déspota, opera bajo temor. Aquellos que edifican su propio reino, gobiernan bajo amenaza, son “arrieros” que van detrás del rebaño. Un pastor en cambio va delante y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz y la obedecen (Jn. 10:4). La verdadera autoridad protege, provee, sirve; la falsa exige reconocimiento y pleitesía, oprime, y espera que le sirvan. La autoridad de Cristo es ejercida por los verdaderos ministros que caminan sumisos al Espíritu Santo, los cuales también se someten unos a otros. El apóstol Pablo buscó a quién someterse para no correr en vano (Gá. 2:1-2, 6-9). Los que no se someten a alguien, están fuera de la auténtica obra del Espíritu Santo, pues rompen un principio esencial de autoridad que es la sumisión a la poderosa “mano de Dios” (1 P. 5:5-6), que tipifica al ministerio quíntuple, que realiza su obra estando sujeto a la cabeza de la iglesia que es Cristo (Ef. 4:11-15). Los ministros que no se someten a Dios mediante otros ministros, carecen del respaldo del Espíritu Santo para edificar, aunque tengan habilidad y operen en los dones espirituales (Jr. 10:21, 23:1-4). El diablo teme mucho más a los cristianos obedientes que a los hábiles. 4. La cuarta relación básica es con los tratos personales, cada uno necesita ser corregido y promovido por Dios para progresar espiritualmente, son tratos particulares que lograrán la obra específica que Dios se propuso hacer en cada creyente (1 P. 5:8-9, Hch. 14:22). ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo mediante las lenguas a pasar esos momentos difíciles que son necesarios? Recordemos que Cristo en Gethsemaní enseñó a sus discípulos su secreto de victoria, les dijo que velaran y oraran para no sucumbir en la hora de la tentación, pero que lo hicieran con su espíritu, porque la carne era débil (Mr. 14:34-38). Lo que les recomendó fue lo que Él mismo acababa de realizar a un tiro de piedra más lejos de ellos, prefigurando con ello que hay que ir más allá de lo que alcanza la fuerza humana, para moverse en la capacidad del Espíritu; él pudo pasar por la aflicción de la cruz que le esperaba, a causa de la fortaleza que recibió, su Padre le envió un ángel para confortarlo. El apóstol Pablo le advierte al cristiano que es necesario pasar por días malos, de aflicción y de tribulación (Ef. 6:10-13, 18-19), y le enseña cómo es que puede hacerlo y permanecer firme, aún después de luchar contra el mismo Satanás. La armadura del cristiano incluye siete armas, algunos sólo ven seis, y es que la séptima es secreta, porque dice: “Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu.” Las lenguas son como la llave que abre la salida que Dios nos da junto con la tentación, para que podamos aguantar, hasta alcanzar el propósito por el cual entramos en ella (1 Co. 10:13). 5. La quinta relación básica es con el Plan de Dios, también el Espíritu Santo nos va a ayudar mediante las lenguas, donde leímos hace un momento, se ve cómo el apóstol Pablo les pidió que en su oración en el Espíritu incluyeran a todos los santos, y también a él, para que Dios lo guiara en el cumplimiento de su divino Plan (Ef. 6:17-18). Esta es la intercesión en el Espíritu.

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Efesios 3:20, nos habla del poder de Dios que obra en nosotros para pedir cosas más allá de lo que podemos entender, y que Él es poderoso para hacerlas por el poder que obra en nosotros, que es el Espíritu Santo, el cual, mediante las lenguas, nos guiará por el sendero de la intercesión, para que no lo limitemos a nuestro entendimiento, sino que pidamos en el Espíritu lo que es su voluntad. Esto es congruente con lo que nos dice Romanos 8:26-27, respecto a que no sabemos pedir como conviene, y el Espíritu va a interceder por medio nuestro, conforme a la voluntad de Dios para todos los santos; es decir, al orar en lenguas Dios nos usará para que su Plan se lleve a cabo en cada miembro de la iglesia y en toda ella. El libro de Los Hechos nos narra algo acerca de la milagrosa liberación de Pedro, cuando un ángel lo sacó de la cárcel, mientras la iglesia hacía oración sin cesar por él. Siempre me pareció muy extraño que cuando Pedro llegó a casa de Juan Marcos y tocó, no le quisieran abrir, porque les sorprendió mucho y no podían creer que estuviera libre. Me preguntaba cómo es que Dios respondió sus oraciones en manera tan portentosa, si ellos no lo creían. Ahora entiendo que seguramente esa oración sin cesar que estuvieron haciendo fue en el Espíritu, y por lo tanto estaban pidiendo conforme al Plan Divino, y la respuesta fue mucho más abundante de lo que ellos entendían, por el poder del Espíritu que estaba obrando en ellos (Hch. 12:5-17). Creo que simplemente estaban orando en lenguas, confiando en que el Espíritu Santo estaba intercediendo por Pedro conforme al Plan de Dios, ya que sin fe Dios jamás les hubiera contestado. Una ocasión en que fuimos mi esposa y yo a visitar a su mamá, cuando aún no recibía a Cristo como su Salvador. Vivía en un edificio muy antiguo del centro de la ciudad de Puebla, su departamento se encontraba en la parte alta del segundo patio, para llegar hasta él había unas escaleras muy largas y empinadas que daban a otras que terminaban en un pasillo que hacía las veces de marquesina para las viviendas de abajo, al final se encontraba la casa de mi suegra. Al empezar a subir por aquel laberinto, sentí una imperiosa necesidad de orar en lenguas, lo que hice de inmediato, al entrar a la casa saludé a mi suegra y la dejé platicando con mi esposa en la cocina, mientras me senté en el sillón reclinable que había en la sala para seguir orando, sentía dentro de mí que algo requería de esa intercesión. A los 20 minutos de haber entrado, llegó la hermana mayor de mi esposa con su hijita en brazos, estaba muy afligida porque la nena llevaba varios días enferma y no sanaba con los medicamentos que había estado tomando, por lo que decidieron cambiar de médico. Mi concuño entró poco después con unas inyecciones y se las dio; ella sacó una ampolleta, preparó la jeringa y le puso la inyección dejando a la nena en la cama; cuando salió a saludarnos, mi esposa quiso saber que le había inyectado, por lo que leyó la caja y se sobresaltó porque se dio cuenta que el medicamento era para adultos, se lo dijo a su hermana quien espantada le arrebató la caja y se dio cuenta que además tenía en letras rojas una advertencia, decía que primero se debería hacer una prueba de alergia, además que una sobredosis podía atacar severamente al sistema nervioso central, provocar ceguera e insuficiencia renal. De inmediato corrió por la nena y trató de despertarla, estaba inconsciente. Todo se volvió un caos, primero le reclamó a su marido por no haberse fijado que le habían surtido en la farmacia, luego quiso ir a reclamar inculpando al vendedor, después se culpó ella misma; todos gritaban y corrían de un lado para otro sin saber que hacer. Yo seguía orando en lenguas sin intervenir, le hablaron por teléfono al médico que recetó el medicamento, éste se alarmó mucho y les pidió que de inmediato la llevaran al hospital. Salieron atropelladamente, mi suegra me pidió llevarlos pero ellos no quisieron, de pronto la hermana de Ester me miró y me dijo: “Tú que estás cerca de Dios, has algo por mi hija. ¿Qué no ves que se nos va a morir?” En ese momento supe en mi espíritu que el asunto estaba resuelto, porque cesó la presión interior que había tenido por todo ese tiempo, así que me paré, puse mi mano en su cabecita, oré por ella y la declaré sana. Después les aseguré que Dios ya la había sanado, que no tuvieran miedo, que fueran al hospital tan sólo para comprobar que todo estaba bien. Mi esposa y yo nos quedamos con mi suegra, ella lloraba, sacó su rosario e intentó rezar, pero el rosario se le caía de las manos a cada momento, terminó por dejarlo sobre la mesita de centro y siguió lamentando la situación: "¡Se va a morir! ¡Se va a morir!". Decía con mucho dolor.

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Mi esposa se unió a mi oración en lenguas por su mamá, en eso sonó el teléfono y mi suegra contestó; cuando colgó su lamento creció aún más: “Dice el médico que no hay nada que hacer, el medicamento está en la sangre y no hay manera de contrarrestarlo, la pequeña está inconsciente, sólo queda esperar que aparezcan los efectos.” Le volví a asegurar que la pequeña estaba bien, que Dios ya había cortado todos los efectos del medicamento y que además la había sanado de su enfermedad. Ella me dijo que eso no era posible, que cómo me atrevía a afirmar tal cosa como si yo fuera Dios, ella en cambio esperaba que la Virgen de Guadalupe les diera resignación y consuelo ante lo inevitable. Dos horas y media después regresaron, la niña venía despierta, y cuando vio a su abuelita le extendió los brazos para que la cargara, sus padres estaban desconcertados, nos refirieron lo que pasó: “Cuando llegamos al hospital el médico nos estaba esperando en el área de Urgencias, de inmediato tendieron a la nena en una plancha, la desnudaron y el médico la auscultó, sus pupilas estaban muy dilatadas, su pulso acelerado y permanecía inconsciente. El médico mandó sacar unas muestras de sangre para examinarlas, nos comunicó que no se podía hacer nada y que la mantendrían en observación. Como a la hora despertó pidiendo agua, el médico la volvió a revisar, todo al parecer estaba normal. Cuando por fin trajeron los resultados del análisis de la sangre, el médico nos dijo que lo habíamos engañado, que nunca le habíamos puesto la inyección, porque su sangre estaba limpia, sin trazas del medicamento. Después de darle agua, la nena quiso orinar, el médico mandó analizar la orina, tampoco hallaron rastros de la medicina; pero además la niña estaba sana, ya no tenía fiebre, ni se quejaba como había estado quejándose durante la semana anterior. A las dos horas de que llegamos la dieron de alta y aquí estamos.” Sé que el Espíritu Santo estuvo intercediendo por ellos mientras oraba en lenguas, Dios me había dado la convicción del milagro químico y de la sanidad. “Él es poderoso para hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, por el poder que obra en nosotros” (Ef. 3:21). 6. La sexta relación básica que es con Dios mismo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ser verdaderos adoradores y ofrecer sacrificios espirituales a Dios como sacerdotes del Nuevo Pacto, es la razón principal de hablar en otras lenguas. Dios busca adoradores que lo hagan en Espíritu y en Verdad (Jn. 4:23-24); orar y cantar en el Espíritu y con el entendimiento debe ser parte de nuestra devoción personal (1 Co. 14:14-15), lo cual nos mantiene llenos del Espíritu (Ef. 5:18-20) y también de la Palabra de Dios (Col. 3:16-17). Con el entendimiento cantamos salmos e himnos y en lenguas cánticos espirituales; esto nos mantendrá siempre llenos de Dios. 1 Co. 14:15-16 menciona que debemos bendecir con el espíritu y también dar gracias con el espíritu Esto se relaciona con la adoración, la alabanza y la acción de gracias, son las maneras en que nuestro ser es presentado como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Ro. 12:1). El sacrificio debe ser vivo (espiritual), mediante culto racional (la mente rendida) y con manifestaciones de júbilo agradecido (el cuerpo en sacrificio es bien dispuesto al Señor): alzar las manos, arrodillarse, llorar, reír, danzar, palmear, etc., son expresiones que acompañan el sacrificio acepto delante de Dios. El día de Pentecostés los discípulos llenos del Espíritu Santo hablaban en lenguas las maravillas de Dios (Hch. 2:11), y en casa de Cornelio menciona que hablaban en lenguas y magnificaban a Dios (Hch. 10:46). Es claro que las lenguas que recibimos al ser llenos del Espíritu Santo, son para hablarle a Dios y no a los hombres (1 Co. 14:2), para serle testigos a Él más que de Él (Hch. 1:8). El sacerdocio es nuestro primer y principal ministerio, el Espíritu está en nosotros para glorificar a Cristo (Jn. 16:1314), esto se logra cuando lo adoramos en otras lenguas. El hacerlo nos llena de gozo y paz (Ro. 14:17). El reposo de Dios consiste en entrar al lugar Santísimo adorando al que está sentado en el trono y al Cordero (1 Co. 14:21, Is. 28:11-12): Al Padre y al Hijo por el Espíritu Santo. 7. Nuestra séptima relación básica es con la gloria de Dios, la cual es tan grande y maravillosa que tendremos que verla en cuatro facetas para disfrutarla mejor: La gloria de su Nombre, la gloria de su Palabra, la gloria de su Vida y la gloria de su Presencia.

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7.a). La gloria de su Nombre se manifiesta cuando el creyente, como su embajador, hace las obras que Él hizo. Anteriormente vimos que Él fue ungido de Espíritu Santo y de poder, por eso es que obró muchas maravillas y portentos. En una ocasión resucitó a una niña al hablar en lenguas (Mr. 5:40-43), el escritor sagrado fue muy cuidadoso en registrar tanto las lenguas como la interpretación, mostrando con ello cómo el Espíritu Santo trajo a manifestación la voluntad creativa de Dios. En otra ocasión le trajeron un sordomudo para que le pusiera la mano encima y lo sanara, sin embargo, Él lo llevó aparte, metió sus dedos en sus oídos y habló en lenguas, luego le escupió en la lengua y sanó por completo, también está registrado lo que dijo en otra lengua y su interpretación (Mr. 7:3237). Dentro de los recursos que el Señor dio a sus discípulos para cumplir la Gran Comisión, les aseguró que en su Nombre echarían fuera demonios, hablarían nuevas lenguas, etc. (Mr. 16:16-18). En su Nombre y por la misma virtud que operó en Él, en su Nombre nosotros debemos hacerlo, es decir, de parte suya, como Él lo hacía, para así continuar su obra. Al orar por la gente enferma podemos hacerlo en otras lenguas. He visto muchas veces que esto es verdad, he orado por huesos rotos en otras lenguas y he visto milagros instantáneos, por cáncer, por sordera, y por otras enfermedades. El Espíritu Santo nos respalda como respaldó a Cristo porque lo hacemos en su Nombre. Las lenguas son el gatillo de Dios que dispara los dones de poder: de fe, milagros y sanidades. 7.b). La gloria de su Palabra se libera cuando al estar orando en lenguas nuestro entendimiento reposa y su fruto es impedido (1 Co. 14:14); lo cual permite que nuestra fe sea edificada (Jud. 20). De esa manera la Palabra de Dios se hará carne en nosotros y podremos heredar sus preciosas promesas. Así es como aprendemos a andar por fe y no por vista (2 Co. 5:7), establecidos sobre la verdad de su Palabra hasta que ésta nos muestra su gloria al cumplirse en nosotros (1 Ts. 2:13). 7.c). La gloria de su Vida resplandece, cuando al ir madurando empezamos a servirle en lo que nos ha llamado; el verdadero servicio a Dios es el que se realiza con el espíritu (Ro. 1:9, Fil. 3:3). Sabemos que el ministerio no es un despliegue de habilidades humanas puestas al servicio de Dios, sino al contrario, la negación de nosotros mismos para ser llenos de Él, y entonces dar de gracia lo que hemos recibido de gracia (2 Co. 4:7). Un ministro no debe tener confianza en su capacidad natural o experiencia, sino en la gracia de Dios (2 Co. 1:12, 21; 10:3, Fil. 3:3). Emulando al apóstol Pablo, debemos considerar nuestros logros personales como estiércol, estar dispuestos a perderlo todo para ganar a Cristo (Fil. 3:8-9) y entonces permitir que Él se manifieste por medio de nosotros para su gloria (Gá. 2:20, 2 Co. 4:10-12). Eso es ministerio; de nada sirven diplomas y créditos de los mejores seminarios teológicos, si la vida de Cristo no fluye por el ministro; y salen sobrando los títulos, si es que la vida de Cristo no se manifiesta por medio de él. No digo que un ministro no se deba preparar, pero la preparación se dará en la iglesia local, siendo en ella un fiel sacerdote de Dios. La edificación de la vida espiritual del creyente tiene siete fuentes , una de ellas es la oración en el Espíritu; “el que habla lengua extraña a sí mismo se edifica”, y a medida que crece podrá ser de edificación para la iglesia (1 Co. 14:4-5). El ministro debe hablar conforme a la Palabra de Dios y obrar conforme a la virtud que Dios suministra, sólo así su servicio dará gloria a Dios (1 P. 4:10-11). 7.d). La gloria de su Presencia se disfruta cuando el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, nos llena cada vez más, hasta que la plenitud de Dios nos satura. El apóstol Pablo enseña que hablar lenguas sin amor no sirve (1 Co. 13:1), así que debemos hacerlo para expresar nuestro amor a Dios. No descarta las lenguas para establecer el amor, sino pide que nos movamos en el amor y con la unción. De hecho, enseña que el amor de Dios ha sido derramado en nosotros precisamente por el Espíritu Santo que nos es dado (Ro. 5:2-5), lo cual nos establece en la esperanza viva de estar con Él, de la cual no nos avergonzamos a causa de su amor. Esta esperanza de gloria es en realidad Cristo en nosotros (Fil. 2:20-21, Col. 1:27), es resultado de adorarle en el Espíritu y recibir así más de su amor 6.- Las siete fuentes de edificación están en armonía con las relaciones básicas, se verán ampliamente en otro volumen de Testigos de la Verdad.

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(Ef. 3:16-19). Porque: "Dios es amor, y el que vive en amor vive en Dios, y Dios en él." (1 Jn. 4:16). El que tiene la lámpara de la Palabra y las reservas del aceite del Espíritu Santo, será levantado como parte de la Esposa de Cristo (Mt. 25:7-10); esos son los que le aman por sobre todas las cosas, los que aman su venida porque están llenos del Espíritu (1 Co. 16:22, 2ª Ti. 4:8). ¡Cristo viene muy pronto! Tanto el Espíritu como la Esposa dicen: ¡Ven Señor Jesús! (Ap. 22:17).

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