El poder pastoral y la actitud crítica del hombre ilustrado

El poder pastoral y la actitud crítica del hombre ilustrado Aníbal Cardozo1 2012 Oscurantismo vs. Ilustración Se trata de una serie de reflexiones s

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El poder pastoral y la actitud crítica del hombre ilustrado Aníbal Cardozo1 2012

Oscurantismo vs. Ilustración

Se trata de una serie de reflexiones sobre el pensamiento de Michel Foucault en torno al poder pastoral que aplica la Iglesia cristiana en Occidente y, también, sobre la posibilidad de “desujeción” de la servidumbre dogmática a partir del “sapere aude”, que -también según el análisis de Foucault- propone el pensamiento kantiano. En sus conclusiones, más que aseveraciones, se proponen interrogantes. La cuestión planteada es integradora e interesa tanto al ámbito de la Filosofía Política, de la Ética y, como todo enfoque de Foucault, se proyecta hacia la Historia de la Filosofía y la Sociología. Se parte de la reflexión de Foucault acerca del “poder como mecanismo”2 y, de ello emerge, como correlato; la idea del “poder internalizado”, tema que el filósofo aborda en profundidad en «El panoptismo», capítulo III, del libro Vigilar y castigar de1975.

El Pastorado

Tanto en el “poder como mecanismo” como en la “internalización del poder” se observa patentemente su correspondencia con la técnica de dominación conocida como 1 2

Arquitecto, catedrático de la FADA - UNA. También considerado como “el poder en cuanto máquina”.

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“pastorado”, figura metafórica del pastor y su rebaño, que el cristianismo perfeccionó y aplicó como una manera de alta eficacia para ejercer el poder. Foucault refiere que, un poder de tipo envolvente y con tales características, era ajeno al pensamiento de los griegos y romanos y arguye que el mismo “se introduce en el mundo occidental por conducto de la iglesia cristiana”.3 Para entender este cambio radical en la cultura occidental nos detendremos en el pensamiento socrático, de acuerdo a lo que sostiene John Gray: “El legado de Sócrates consistió en vincular la búsqueda de la verdad a un ideal místico del bien. Pero ni Sócrates ni ningún otro pensador antiguo imaginaron que la verdad pudiera hacer libre a la humanidad. Daban por sentado que la libertad sería siempre un privilegio de unos pocos: no había esperanza para la especie. Por el contrario, entre los humanistas contemporáneos, la fe griega en que la libertad nos hace libres se ha fusionado con uno de los legados más dudosos del cristianismo: la creencia de que la esperanza de libertad nos pertenece a todos.”4 Posiblemente sea con esta mirada que Foucault considere que el pastorado, técnica milenaria de ejercicio del poder sobre la gente, sea ajeno a la tradición grecorromana, ya que: “el hombre occidental aprendió durante milenios lo que ningún griego, sin dudarlo, jamás habría estado dispuesto a admitir: aprendió a considerarse como una oveja entre las ovejas”5. Este nuevo concepto de dominio, diferente al concebido en la polis griega que sustentaba una “democracia” de tipo selectivo, 3

Foucault, Michel. Seguridad territorio, población, Curso del College de France (1977-1978).Madrid: Akal, 2008, sinopsis de la contratapa. 4 Gray, John. Perros de Paja. Barcelona: Paidós, 2003, p. 32. 5 Foucault, Michel. Op. cit., p. 156.

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actuaría como fundamento para el cambio que aconteció con el cristianismo. El pastorado, concebido como un mecanismo de poder corresponde, entonces, a una estructura interna con rasgos específicos, a saber: El poder se ejerce sobre la unidad de un territorio y, por lo tanto, el poder pastoral se ejerce sobre una multiplicidad en movimiento. El poder pastoral es, en lo fundamental, un poder benévolo. El pastor debe tener los ojos puestos sobre todos y sobre cada uno, omnes et singulatim. El pastor se sacrifica por su rebaño. Estableciendo un orden de prioridades, se observa que la benevolencia aparece en primer lugar y que funciona como señuelo para la afiliación de los feligreses. Y, en segunda instancia, se ve que ella acciona como principio teleológico del poder pastoral, ya que conlleva la finalidad magnánima de la salvación del rebaño. Pero tal principio puede ser cuestionado si se interpreta que, en realidad, enmascara otra finalidad, una intención oculta asociada más con el deseo de dominación que con la magna benevolencia. Asimismo, en el sacrificio por el rebaño, el pastor encontraría su propia salvación. Con esta vocación el pastor vela, “porque sea lo mejor posible para cada uno de los integrantes del rebaño” (Foucault, 2008: 136). Y esto implica que el pastor conoce lo que es bueno y lo que es malo para su rebaño, ya que “el pastor guía hacia la salvación, prescribe la ley y enseña la verdad”(Foucault, 2008:165). Por lo tanto, él conoce verdades que el rebaño desconoce.

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Esta idea aparece claramente definida en las características del pastorado: -

El pastor conoce a sus ovejas (En esto está implícito el manejo de la conciencia). El pastor es el que elige a sus ovejas (Él es el dueño del rebaño). El pastor da la vida por su rebaño (Su propia salvación va en ello). El pastor busca a la oveja descarriada (Evita el libre albedrío).

Esto lleva a la segunda cuestión planteada, que consiste en la internalización del poder. Para que el pastor pueda cumplir su cometido, deberá contar con la plena obediencia de las ovejas. Como se ha visto, si no fuera así, él habrá de hacer lo imposible para recuperar a la oveja descarriada. Ante esta circunstancia surge la pregunta: ¿por qué el ser humano, además de su substancial espíritu gregario, acepta este sometimiento colectivo? Se podría rastrear alguna pista en el pensamiento de Emmanuel Levinas, cuando profundiza en el deseo de trascendencia del ser humano ante la certidumbre de la muerte. El filósofo concibe la relación de los seres humanos con la muerte como primordialmente emocional, ya que es un nexo con lo excepcional, en tanto es completamente desconocido. De acuerdo con esto, se observa que lo racional queda relegado a un plano secundario, ya que: “la propia muerte, la mía, es un conocimiento instintivo, previo a todo razonamiento”, y es entonces que “ante la perspectiva de la muerte se vislumbra la

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imposibilidad de toda posibilidad, que permite que el yo se arroje en busca de la trascendencia”.6 ¿Se podrá acaso, tomar este pensamiento de Levinas como punto arquimédico para fundamentar y comprender la magnitud del poder religioso sustentado sobre esta ineludible realidad humana? O, dicho en otras palabras, ¿será el innato “miedo a la muerte” del ser humano, lo que nos arrastra a adherirnos, sin razonar, a la tabla de salvación que nos ofrecen otros seres humanos auto-investidos de autorictas? Disentir es desobedecer el mandato de la ley establecida por el poder. Por lo tanto, para no debilitarse y fortalecer su dominio envolvente, el mecanismo de poder deberá definir áreas de dominio, lo cual significa limitar libertades y singularidades esenciales. Y, consecuentemente, para que el dominio de estas libertades y singularidades restringidas sea efectivo, habrá de comprometer a las instancias más profundas de cada ser humano. “Es el caso del sacerdote, del culto que sea, (que) es siempre un censor que trabaja en contra de la vida a través del renunciamiento, que enfrenta a Tánatos contra Eros”7. El sustrato sobre el cual se edifica este constructo de poder, se deriva de “la raíz de toda religión (que) es la alienación de las potencias que se encuentran en el interior de cada uno”, y ella radica en “la transformación de esas potencias en una hipóstasis, en dioses a los cuales pueda rendírseles culto”8. Se ve, entonces, 6

Tomado de un ensayo de M. C. Beatriz Liliana De Ita Rubio, denominado“Emmanuel Levinas: el deseo de trascendencia como esencia de la subjetividad”. Revista Observaciones Filosóficas, 2005 nº.1. [Enlínea] www.observacionesfilosoficas.net/eticalevinas [Fecha de consulta: 10/12/2011]. 7 Onfray, Michel. Cinismos, retrato de los filósofos llamados perros. Buenos Aires: Paidós, 2002, p. 153. 8 Onfray, Michel. Op. cit., p. 154.

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cómo esta voluntad de poder aliena el sentimiento vital de nuestra especie y logra sacar provecho y medrar sobre el estremecimiento de impotencia ante lo desconocido que, como sentimiento clave, caracteriza a la condición humana. Reconsiderando la metáfora del pastor y las ovejas, se parte, pues, de la base de que el ser humano es constitutivamente un animal pero que, además y a diferencia de las ovejas, es un ser con capacidad de raciocinio. Se concluye, entonces, que con esta capacidad supra-animal, el ser humano está facultado para enfrentarse a las decisiones que le plantea la vida con respuestas de orden individual. Esto implica que el estar provisto de una reflexión crítica, le brinda la posibilidad de optar con criterios propios y no impuestos. De esto se trata, pues, la segunda parte de estas reflexiones, y se refieren al hombre con criterio, es decir al hombre ilustrado que preconiza Immanuel Kant.

La actitud crítica Para arribar al hombre ilustrado, aquél que en el siglo XVIII logró la caída del “poder real”, e instauró la democracia, tal como hoy la conocemos, se recorrerá el peregrinaje histórico que Foucault transitó en torno al concepto de crítica. El título del discurso foucaultiano ¿Qué es la crítica? lleva el significativo subtítulo de Crítica y Aufklärung, con lo cual ya se establece de entrada el ámbito histórico de la reflexión a ser desarrollada y al cual se converge de manera limitante. Al comenzar, Foucault considera a la crítica como un concepto “camaleónico”, en el sentido de que es un “proyecto que no cesa de formarse, de renacer en los confines de la

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filosofía, en sus alrededores, contra ella, a sus expensas, en la dirección de una filosofía del porvenir, quizás en el lugar de toda filosofía posible.”9 Observamos, sin embargo que la sitúa claramente sumergida en el ámbito de la filosofía. Luego amplía el radio de acción del concepto y lo toma en cuenta como “una cierta manera de pensar, de decir y de actuar, una cierta relación con lo que existe, con lo que hacemos, con la sociedad, con la cultura, también una cierta relación con los otros que podríamos llamar la actitud crítica”.10 En tercer lugar instala la crítica y la actitud crítica en el ámbito de la civilización moderna y sostiene que, la crítica, por naturaleza, por función y por profesión, tiende a la “dispersión, a la dependencia, a la pura heteronomía”, pero que, a pesar de ello, se intenta buscar una unidad en este concepto. Caracteriza a la crítica como algo que no se refiere a sí misma, sino que hace referencia a algo externo, como “medio de un porvenir o una verdad, ajena a ella,… una mirada sobre un dominio que se quiere fiscalizar”.11 El atributo instrumental que caracteriza a la crítica, la define como “una función subordinada” en relación con la filosofía, la ciencia, la política, la moral, el derecho, la literatura, etc. Más adelante, Foucault emparenta a la crítica con la virtud y desde aquí focaliza su reflexión hacia el ámbito de sus pensamientos en relación con el poder. Hace referencia a la iglesia cristiana en cuanto a su actividad pastoral, la cual desarrolla una idea singular y extraña hasta ése entonces (en los orígenes del cristianismo), de que cada individuo, cualquiera que sea su condición, “debía ser gobernado y debía dejarse 9

Foucault, Michel. «Qu´est-ce que la critique». Madrid: Tecnos, 2006, p. 4.

10

Ibid.

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Foucault, Michel. «Qu´est-ce que la critique». Op. cit., p. 5.

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gobernar” por alguien que lo encaminará hacia su salvación. Y aquí inserta el concepto de “verdad” entendida en sus tres aspectos: como dogma, como un cierto modo de conocimiento y como una serie de reglas, preceptos, métodos de exámenes (confesión), etc. En síntesis, un “arte de gobernar” que imperó en Occidente hasta la llegada del siglo XV. Posteriormente, poco antes de la llegada del Renacimiento, se desarrolla “una verdadera explosión en el arte de gobernar a los hombres”,12que más bien podría considerarse como una revolución, ya que implica, por un lado, un desplazamiento del foco religioso hacia la laicización del poder, y por el otro, una atomización del arte de gobernar en dominios variados (cómo gobernar a los niños, una familia, una casa, los ejércitos, las ciudades, los estados, el propio cuerpo, el propio espíritu), y esto se convirtió en una cuestión fundamental de los siglos XV y XVI; con lo cual fueron generadas una serie de “artes” de gobernar –arte pedagógica, arte política, arte económica, y diversas “artes” en todas las instancias de la forma de gobierno de aquel entonces. Estos rasgos que definieron la cultura europea de los siglos XV y XVI, nos remiten directamente a la cuestión de “¿cómo no ser gobernado?”; pero Foucault hila más fino aún cuando plantea la cuestión perpetua que sería “cómo no ser gobernado de ésa forma”, y aquí es donde aparece la“actitud crítica” referida antes. Esta actitud implica una desconfianza, una presunción de falsedad ante las verdades invocadas por el poder, una actitud de disconformidad ante determinadas cuestiones que hacen al hecho de estar sub-ordinado; con lo cual se origina, a lo largo de los siglos XVI y XVII, una actitud generalizada en la cultura europea que define “una forma de cultura general, (que 12

Foucault, Michel. «Qu´est-ce que la critique». Op. cit., p. 7.

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es, a la vez) una actitud moral y política, una manera de pensar”, a partir de lo cual apuesta a una primera definición de crítica de la siguiente manera: “el arte de no ser de tal modo gobernado”. Luego, en tres partes, desarrolla lo que él llama “puntos de anclaje”: 1) En la época en que el arte de gobernar era una práctica esencialmente religiosa, ligada a la autoridad de una Iglesia y fundada sobre el dogma de una Escritura, no querer ser gobernado de esa forma era buscar en la Escritura una verdad diferente a la asumida por el poder. Cuestionar el magisterio eclesiástico era volver a la escritura para buscar lo auténtico. Con esto tenemos el primer antecedente de una actitud crítica, a partir de lo cual Foucault sostiene que “la crítica es históricamente bíblica”. 2) “No querer ser gobernado de esa manera” implica no aceptar la injusticia de sus leyes por la “ilegitimidad” que sustentan, y, por lo tanto, frente al gobierno y a la obediencia que exige, criticar es oponer unos “derechos universales” a los cuales todo tipo de gobierno deberá someterse. Esto implica una cuestión de “derecho natural”. Si bien el derecho natural no es un invento del Renacimiento, a partir del siglo XVI ha asumido una función crítica que conservará siempre, y a la pregunta “¿cómo no ser gobernado?, se responde diciendo: ¿cuáles son los límites del arte de gobernar?”, con lo cual, se asume la crítica como una cuestión esencialmente “jurídica”. 3) “Y, por último, no querer ser gobernado, es ciertamente no aceptar como verdadero” lo que una autoridad predica como verdad o, por lo menos, es no aceptarlo por el hecho de que una autoridad simplemente lo diga, sin considerar si hay buenas razones para hacerlo. Y acá la crítica considera el problema de “la certeza frente a la autoridad”.

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El complejo juego de relaciones establecida entre estas formas de la gobernabilidad y la crítica, en la óptica de Foucault, ha generado fenómenos de capital importancia para la historia de la cultura occidental, “ya se trate del desarrollo de las ciencias filológicas, del desarrollo de la reflexión, del análisis jurídico o de la reflexión metodológica”. Pero establece que el foco de la crítica consiste en una relación que se entabla entre el poder, la verdad y el sujeto. Y concluye esta primera parte de su discurso diciendo que: “la crítica es el movimiento por el cual el sujeto se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus efectos de poder, y al poder, acerca de sus discursos de verdad”. De este modo, Foucault pondera a la crítica como un arte libertario, el que al sustentarse sobre la indocilidad reflexiva se libera de la servidumbre por propia voluntad y a partir de lo cual la “crítica tendría esencialmente como función la de-sujeción, en el juego de lo que podría denominarse con una palabra, la política de la verdad”. Finalmente hace referencia al concepto del Aufklärung, de acuerdo al pensamiento del filósofo alemán Immanuel Kant, que entiende que la Ilustración es la salida del ser humano de un estado de minoría de edad, “en el cual sería mantenida autoritariamente la humanidad”.13 Y ésa minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí 13

Foucault, Michel. «Qu´est-ce que la critique». Op., cit., p. 11.

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la divisa de la Ilustración. Y continúa Foucault diciendo que lo que Kant describía como Aufklärung “es lo que yo intentaba hace un momento describir como la crítica, como esta actitud crítica que vemos aparecer como actitud específica en Occidente”. Pero este atreverse a saber implica a los ojos de Kant lo siguiente: “¿sabes bien hasta adónde puedes saber”; o sea, reconocer cuáles son los límites del conocimiento. Esta autonomía para reconocer estos límites es, justamente, lo opuesto a la obediencia a los soberanos, a la ley impuesta; es decir, la propuesta de “de-sujeción” en relación con el juego del poder y de la verdad, “como tarea primordial, como prolegómeno a toda Aufklärung presente y futura, la de conocer el conocimiento»”. La filosofía kantiana tiene en la Ética uno de sus pilares claves. Esto se patentiza en el pensamiento esencial del filósofo de Königsberg: “Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí”, y que constituye el epitafio emblemático que sella su tumba en la lejana Kaliningrado. Considerando la convicción firmemente religiosa acerca de la existencia que profesaba el ilustre filósofo, cabe la duda acerca de la capacidad de Kant, -no ya el pensador sino el ser humano creyente-, para superar las barreras de un pensamiento restrictivo y dominante que, sin duda, habría permeado profundamente su sensibilidad religiosa y los valores instaurados dentro de sí por el pietismo de su tradición familiar. A continuación, transcribo el párrafo final del libro Nietzsche, biografía de su pensamiento del biógrafo alemán Rüdiger Safransky: “Mientras escribía este libro he tenido ante los ojos una pintura de Caspar David Friedrich: El monje a la orilla del mar. Alguien está solitario en la orilla ante un 115

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horizonte monstruoso de cielo y mar. ¿Puede pensarse esto monstruoso? ¿No vuelve a disolverse todo pensamiento ante la experiencia de lo monstruoso? Nietzsche era como ese monje en el mar, con lo monstruoso siempre en la mirada y siempre dispuesto a dejar que el pensamiento se hunda en lo indeterminable y hacer que comience una y otra vez con nuevos intentos de configuración. Kant había preguntado: ¿hemos de abandonar el suelo firme de la razón y adentrarnos en el mar abierto de lo desconocido?;y optó por quedarse aquí, en el terreno seguro. Nietzsche, en cambio, se hizo a la mar”.14 Del mismo modo, haciendo alusión a Friedrich Nietzsche, cabe interrogarse si realmente el autor de Así habló Zaratustra, logró superar las barreras tradicionales y se embarcó en aguas desconocidas. Es bien sabido que el filósofo sajón, al igual que el maestro de Königsberg, también provenía de una familia marcada por la impronta de la creencia religiosa. Al respecto, sostiene John Gray: “Nietzsche fue un pensador sumamente religioso y sus ataques incesantes a las creencias y los valores cristianos certifican el hecho de que nunca se pudo despojar de ellos”15. Si bien, no hay certezas acerca de esto último, lo que puede afirmarse, sin dudas, es que Nietzsche, lo intentó a martillazos y con todas sus energías a lo largo de toda su existencia. Finalmente, ante la extraordinaria magnitud de Kant como de Nietzsche, filósofos de incomparable audacia de pensamiento, queda, sin embargo, la duda de saber si ambos habrán sido capaces de superar las limitaciones coercitivas de su propia tradición. De acuerdo a lo que plantea Foucault, puede 14

Safransky,Rüdiger. Nietzsche, biografía de un pensamiento. Barcelona: Tusquets, 2001, p. 374. 15

Gray, John. Perros de paja. Barcelona: Paidós, 2003, p. 47.

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preguntarse lo mismo con otras palabras: ¿Fueron Kant y Nietzsche hombres ilustrados, en la plenitud del concepto?, o ¿simplemente ovejas descarriadas que, de alguna u otra manera, permanecieron en el rebaño?

Bibliografía De Ita Rubio, Beatriz Liliana. “Emmanuel Levinas: el deseo de trascendencia como esencia de la subjetividad”. Revista Observaciones Filosóficas, 2005 nº.1.[En línea] [Fecha de consulta: 10/12/2011]. Disponible en internet: http ://www. Observaciones filosoficas. net/ eticalevinas.html. Foucault, Michel. Un diálogo sobre el poder. Madrid: Alianza, 1995. Foucault, Michel. Seguridad territorio, población, Curso del College de France (1977-1978).Madrid: Akal, 2008. Foucault, Michel. «Qu´est-ce que la critique», pronunciado ante la Sociedad Francesa de Filosofía en la sesión del 27 de mayo de 1978 y publicado póstumamente en el Bulletin de la Société francaise de Philosophie, año 84, nº 2, abril-junio de 1990. Madrid: Tecnos, 2006. Gray, John. Perros de Paja. Barcelona: Paidós, 2003. Onfray, Michel. Cinismos, retrato de los filósofos llamados perros. Buenos Aires: Paidós, 2002. Safransky, Rüdiger. Nietzsche, biografía de su pensamiento. Barcelona: Tusquets, 2001.

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