EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO (y de la realidad)

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO (y de la realidad) La teoría del conocimiento platónica intenta responder a una pregunta fundamental: ¿cómo es posible qu

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EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO (y de la realidad) La teoría del conocimiento platónica intenta responder a una pregunta fundamental: ¿cómo es posible que el ser humano logre conocer las Ideas, si se encuentran en un mundo separado del mundo empírico en el que se desarrolla la vida humana? Es evidente, pues, que la teoría del conocimiento del filósofo griego se fundamenta en su teoría ontológica. Expliquemos esta en primer lugar.

1. LA TEORÍA DE LAS IDEAS: a) Exposición de la teoría: La teoría de las Ideas de Platón es una teoría ontológica, es decir, una teoría que intenta explicar cómo es la Realidad, su estructura y composición. Esta teoría constituye la doctrina central del pensamiento platónico. Pero esto no debe inducir a error. Platón fue, antes que nada, un pensador político. Es cierto que sus teorías gnoseológicas, psicológicas o políticas solo son comprensibles desde la teoría de las Ideas, pero esto no significa que estemos ante un autor “metafísico”, preocupado principalmente por cuestiones ontológicas, abstractas y alejadas de las preocupaciones vitales cotidianas. Si trató sobre ellas fue con la vista siempre puesta en el terreno de la política, y, más en concreto, de la situación de crisis por la que atravesaba la Atenas de su tiempo. La teoría de las Ideas está íntimamente relacionada con la visión platónica del universo, es decir, con el pensamiento cosmológico. Platón, al igual que Aristóteles, se opuso a la doctrina del atomismo, último gran sistema cosmológico de la filosofía presocrática, que defendía la tesis de que el orden o armonía del universo se derivaba en última instancia del azar que dominaba los movimientos de los átomos en el vacío. Platón estructura su doctrina cosmológica en base a tres principios fundamentales: 1. La existencia de una inteligencia ordenadora, denominada Demiurgo. 2. La existencia de una materia eterna de naturaleza caótica 3. La existencia de unas entidades inmateriales, absolutas, inmutables y universales denominadas Ideas (también Formas). En el Timeo, diálogo de la etapa de vejez, Platón expuso con detalle su teoría sobre el origen y la composición de la realidad, relacionando los tres principios citados. El Demiurgo (palabra que en griego significa artesano) sería una especie de semidiós, que habría actuado sobre la materia eterna, amorfa y caótica dándole forma y orden, al plasmar en ella las Ideas (la Idea de Bien, de Justicia, de Belleza…). Así pues, si en el mundo sensible o material (el que percibimos a través de los sentidos) existen, por ejemplo, cosas buenas o bellas es gracias a esa labor ordenadora del Demiurgo. Para comprender rectamente estas tesis platónicas, es necesario tener presente que: 1. El Demiurgo es una inteligencia ordenadora, pero no creadora. Por eso, hay

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que evitar identificarle con la imagen cristiana de Dios, que sí es creador y ordenador. 2. Las Ideas son eternas, por lo tanto, existían antes de la acción ordenadora del Demiurgo, éste no las creó. Al contrario, deben considerarse como los modelos o arquetipos que aquél tuvo en cuenta a la hora de dotar al universo de una legalidad u orden.

Dada la importancia que las Ideas desempeñan en el pensamiento de Platón es necesario explicar con detenimiento qué entendía él con el término Idea o, con otras palabras, en qué consiste la habitualmente llamada teoría de las Ideas platónica. La teoría de las Ideas formulada de forma breve y categórica afirma lo siguiente: Existen entidades eternas, inmateriales, inmutables y universales independientes del mundo físico, es decir, de los objetos empíricos. Tales entidades son las Ideas. Intentemos con un ejemplo aclarar la definición anterior. Según esta teoría, debe existir la Justicia en sí, el Hombre en sí, la Virtud en sí etc... Tomemos la idea de Justicia. Según Platón, la Justicia sería algo eterno (por lo tanto, no creado, sin origen en el tiempo), inmaterial (no empírico, no captable a través de los sentidos), algo absoluto (no relativo, no dependiente de las circunstancias), algo inmutable (es decir, no cambiante, sino siempre igual) y algo universal (válido para todo ser humano sin excepción). ¿Cómo podemos saber que existe algo así?, ¿cómo podemos conocerlo? Las Ideas son las esencias, que buscaba Sócrates cuando iniciaba la Mayeútica preguntando: ¿Qué es...?. La definición que se buscaba contendría la esencia de lo investigado (por ejemplo, la Justicia). Esa esencia universal, inmaterial, eterna... es a lo que su discípulo Platón denominó Idea, pero otorgándole una existencia real, separada de las cosas empíricas concretas. El término Idea no es, por lo tanto, usado por Platón en un sentido “moderno” (como por ejemplo, lo entenderá Descartes). No se refiere a conceptos o contenidos de conciencia, construcciones mentales internas a un sujeto, sino que alude a las realidades antes descritas. Las Ideas tienen una existencia real, independiente del hombre y, en general, del mundo empírico. Dicho lo anterior, se presenta una cuestión fundamental: si se acepta la existencia de las Ideas, ¿dónde se hallan?, ¿dónde podemos encontrar entidades semejantes? Evidentemente, no en el mundo empírico. En éste percibimos, por ejemplo, cosas bellas (una persona, un animal, un monumento...), pero no percibimos la Belleza en sí. Esas cosas bellas son materiales, temporales (pueden cambiar y dejar de ser bellas), relativas (a una persona le puede parecer bello un cuadro y a otra feo). Sin embargo, la Belleza en sí no tiene estas características. De esta forma, Platón se vio obligado a postular su famoso dualismo ontológico, su imagen dualista de la realidad: existen dos mundos. El Mundo de las Ideas y el Mundo de los Sentidos o Empírico.1 Los dos tienen caracteres opuestos. El primero es el 1

Estas expresiones hay que entenderlas en un sentido metafórico. No se trata de que Platón concibiera un espacio físico para el Mundo de las Ideas (en el cielo, en los espacios interestelares...). Con esta distinción sólo pretendía remarcar la oposición entre las Ideas y las cosas empíricas, entre lo universal y lo concreto. Así, cuando habla de llegar al conocimiento de las Ideas (por ejemplo, en la Dialéctica) no se trata de que los hombres deban abandonar físicamente el mundo empírico, sino de que se sobrepongan y superen el nivel del relativismo o de lo concreto y singular.

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mundo de lo inmaterial, de lo inmutable, eterno etc..., mientras que el segundo es el mundo de lo material, del cambio, de lo perecedero... Platón no solo escindió la realidad en estos dos mundos opuestos, sino que tomó claramente partido por el Mundo de las Ideas. Solo este constituye la verdadera realidad, mientras que el Mundo Empírico es una realidad aparente, el mundo del error y la falsedad. Lógicamente, como luego veremos, esta escisión de la realidad tuvo sus consecuencias epistemológicas y psicológicas. El conocimiento racional, unido al alma, se presenta como el único capaz de ponernos en contacto con las Ideas, el empírico, ligado al cuerpo, nos lleva al error o a la apariencia.

b) Algunos problemas planteados por la Teoría de las Ideas: La teoría de las Ideas, cuyo último objetivo era superar el relativismo de los sofistas, suscitó de inmediato importantes dudas. El propio Platón revisó la teoría a lo largo de su vida, en especial en los diálogos de madurez y vejez, para intentar anular las objeciones de otros filósofos griegos. Algunas fueron resueltas satisfactoriamente, otras no tanto. Las más importantes cuestiones que suscitó la teoría fueron: 1. 2. 3. 4.

¿Cuántas Ideas hay?, ¿son todas iguales? ¿Cuál es el origen de las Ideas? ¿Cuál es la relación entre las Ideas y las cosas empíricas? ¿Cómo se conocen las Ideas?

1. Platón defendió un pluralismo de ideas. El problema, como le objetó Protágoras, es que si de cada cosa existente en el mundo empírico debe haber una Idea que sea su causa, entonces debemos admitir la existencia de Ideas de cosas ridículas (la Idea de pelo, de barro, de polvo...). Para evitar que su teoría pareciera ridícula, Platón afirmó que existían tres tipos de entidades fundamentales: Las Ideas de conceptos morales (Idea de Bien, de Belleza, de Virtud, de Justicia…), las Ideas de cosas sensibles “valiosas” (Idea de Hombre, de Agua, de Montaña, de Perro...) y las Ideas de objetos matemáticos (Idea de Semejanza, de Número, de Círculo, de Recta).2 Respecto a si todas las Ideas son iguales o no, Platón contestó que sí y que no. Son iguales desde un punto de vista formal, pues todas son Ideas. Es decir, comparten las mismas características o atributos: eternidad, inmovilidad, universalidad... Pero no todas son igual de importantes. El mundo de las Ideas es un mundo jerarquizado. En su cúspide, como idea más importante, estaría la idea de Bien (que Platón identifica con el Sol en el Mito de la Caverna). De esta forma, nuestro autor mostraba su preocupación fundamental por las cuestiones ético-políticas...

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En cualquier caso, con esta “solución” el problema planteado por Protágoras no se resolvía satisfactoriamente, pues si todo lo que existe en el mundo empírico es una copia del mundo de las Ideas, entonces ¿cuál es el origen de aquellas entidades, de las cuales no existen Ideas? Platón no llegó a ofrecer una solución definitiva a este problema. Se limitó a afirmar que sólo existían Ideas de los tres tipos señalados.

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2. En relación con su origen, Platón mantuvo siempre la tesis de que las Ideas eran eternas, existen desde siempre, no han sido creadas. Esta posición debe entenderse teniendo en cuenta la lucha contra el relativismo de los sofistas. Aceptar que las ideas hubieran sido creadas en algún momento de la historia, poner en el hombre su fundamento, supondría abrir la puerta al relativismo. 3. La dificultad de explicar la relación entre las Ideas y las cosas sensibles (la Idea de Belleza y una pintura o una persona bella) la solucionó Platón con su teoría de la imitación o participación. Las cosas sensibles participan de o imitan a su Idea correspondiente. Las Ideas están “presentes” en las cosas, pero no en un sentido literal. No es que la Belleza esté en la persona o en la obra de arte bella. Si así fuese, cuando dejaran de ser bellas, la Idea se destruiría. Las cosas empíricas son copias imperfectas de las Ideas, cuando desaparecen la Idea (el original) se mantiene. 4. Por último, para resolver el problema del conocimiento de las Ideas, Platón tuvo que desarrollar la teoría del conocimiento que vamos a exponer en el siguiente apartado.

ESQUEMA RESUMEN DE LA TEORÍA DE LAS IDEAS

DUALISMO ONTOLÓGICO

MUNDO DE LAS IDEAS -Formas o modelos de las cosas. Constituyen la verdadera realidad -Únicas, eternas, inmutables, universales e inmateriales -Se conocen o captan mediante la parte racional del alma -Constituyen el objeto más elevado del conocimiento humano -Están jerarquizadas. La más importante es la Idea de Bien (identificada con el Sol en el Mito de la Caverna) -El Demiurgo las ordenó, pero no las creó

MUNDO SENSIBLE -Formado por cosas o entidades empíricas que participan de las Ideas (son copias imperfectas suyas). Es una realidad aparente. -Múltiple, corruptible, cambiante, relativo, empírico. -Se conoce a través de los sentidos -Relacionado con la opinión (imaginación y creencia), grado de conocimiento inferior.

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO ¿Cómo es posible el conocimiento de las Ideas, si se encuentran en un mundo separado de aquel en el que se desarrolla la vida humana? Platón, que había conocido las ideas de Heráclito, piensa que las impresiones sensibles, al ser cambiantes, no pueden proporcionar auténtico conocimiento. Por otro lado, contra el relativismo de los sofistas, afirma que la posibilidad del conocimiento verdadero debe apoyarse en verdades absolutas e inmutables. Las cosas no son lo que parecen; para conocerlas debemos captar su verdadero ser, la Idea. 4

Platón considera que alcanzar ese conocimiento es posible por dos razones: en primer lugar, porque las cosas materiales imitan o participan de las Ideas. En segundo lugar, porque el alma inmaterial es una realidad intermedia entre las cosas sensibles y las propias Ideas. En los diálogos platónicos encontramos dos teorías distintas, que explican cómo puede adquirir el alma humana el conocimiento de las Ideas. 1º. La teoría de la reminiscencia (anámnesis): se trata de la primera explicación del conocimiento que encontramos en Platón, antes de haber elaborado propiamente la teoría de las Ideas y está expuesta en el diálogo Menón. Según esta teoría, el alma es inmortal y lo ha conocido todo en su existencia anterior, por lo que cuando creemos conocer algo lo que realmente ocurre es que el alma recuerda lo que ya sabía. Aprender es, por lo tanto, recordar. Lo que sucede es que al quedar encerrada de nuevo en un cuerpo, el alma olvida las Ideas contempladas cuando está liberada del cuerpo. Sin embargo, ese olvido no es total ni definitivo. ¿Qué puede hacer que el alma recuerde ese conocimiento olvidado? Puesto que los seres sensibles del mundo empírico imitan a las Ideas (son copias imperfectas suyas), el conocimiento sensible sirve como ocasión para iniciar el recuerdo de las Ideas, al entrar en contacto con los objetos sensibles, el alma humana inicia un proceso de recuerdo que le llevará hasta las Ideas. 2º. La Dialéctica: Al final del libro VI de la República, el diálogo más importante de Platón, se ofrece una nueva teoría para explicar el conocimiento de las Ideas. Está contenida en el famoso símil de la línea, en el que se establece una correspondencia estricta entre los distintos niveles de realidad y los distintos niveles de conocimiento (mundo sensible y mundo de las Ideas, por un lado, y opinión y ciencia, por otro…). Fundamentalmente, distingue Platón dos modos de conocimiento: la opinión o doxa (o conocimiento sensible) y la ciencia o episteme (o conocimiento inteligible). A su vez, cada uno de estos modos de conocimiento está subdividido en dos niveles: a) La opinión: Está integrada por la imaginación (eikasía), que constituye el grado inferior del conocimiento y que se ocupa de las imágenes de los objetos materiales (sombras, reflejos en las aguas o sobre superficies pulidas). En segundo lugar, encontramos la creencia (pistis), que es conocimiento de los seres sensibles propiamente dichos (obras de la naturaleza o del arte…). El saber adquirido gracias a la creencia constituye la disciplina de la física, que Platón no consideró una verdadera ciencia, puesto que su objeto es sensible y móvil. b) La ciencia: Constituye el verdadero conocimiento, dado que es el único que versa sobre el ser y, por lo tanto, que es infalible. Efectivamente, el conocimiento verdadero lo ha de ser de lo universal, de la esencia, de aquello que no está sometido a la fluctuación o el cambio de la realidad sensible; ha de ser, por lo tanto, conocimiento de las Ideas. Se subdivide en conocimiento discursivo (diánoia) e inteligencia o dialéctica (nóesis). El conocimiento discursivo es el propio de las matemáticas. Aunque es un conocimiento racional no es el superior porque es reflejo de las Ideas, que sin embargo aún necesita símbolos sensibles, no siendo, pues, un conocimiento puro. Además, el conocimiento discursivo parte de hipótesis y, ayudándose de imágenes sensibles (números, figuras geométricas, símbolos…) actúa deductivamente para llegar a conclusiones. Por su parte, la dialéctica es contemplación directa de las Ideas, por lo tanto, conocimiento puramente racional y abstracto, que versa sobre lo universal, eterno, inmutable y no empírico.

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Es un conocimiento ascendente que parte de hipótesis y termina llegando al conocimiento de las Ideas, sin recurrir para ello a imágenes de ningún tipo.

La dialéctica es, pues, el proceso por el que se asciende gradualmente al verdadero conocimiento, al conocimiento de lo universal, de la Idea y, sobre todo, al conocimiento de la Idea de Bien, la más importante de todas. Una vez alcanzado este conocimiento supremo, el filósofo ha de emprender el camino inverso: descender desde la esencia inteligible suprema para encadenar y estructurar el resto de conocimientos inteligibles. El proceso ascendente de conocimiento hasta la Idea de Bien, es decir, la dialéctica, fue representado por Platón en el famoso Mito de la caverna, en el que los hombres, encadenados en una cueva, dan por hecho que la verdadera realidad la constituyen las sombras que se mueven en el interior de la misma. Uno de esos prisioneros se libera de las cadenas e inicia el ascenso hacia la luz y el mundo exterior, proceso que en principio le resulta doloroso. Cuando sale de la caverna y contempla por fin el Sol (que simboliza la Idea de Bien), emprende el descenso a la caverna con el propósito de liberar a sus compañeros y sacarles de la ignorancia en la que viven, mostrándoles que el mundo de sombras en el que se hallan no constituye la verdadera realidad. Por último, cabe destacar la importancia del amor (eros) en ese proceso ascendente de conocimiento. El amor, entendido como deseo de belleza, guía al ser humano. Al principio, es el deseo de un cuerpo material lo que le atrae. Al darse cuenta de que puede encontrar belleza en multitud de cosas empíricas, pasa a amar la belleza corpórea en general. Por encima de esta, descubre con el tiempo la belleza del alma. Después, la belleza de las instituciones (la moral, la justicia…) y la belleza de la ciencia. Y, por fin, descubre que lo que ha amado en todas estas cosas es la Belleza en sí, de la que participan todas las cosas bellas. Así, el paso cognoscitivo del mundo sensible al mundo inteligible se realiza por un movimiento erótico. El amor cumple la misión de espolearnos hacia el conocimiento supremo. 6

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