El Programa Minimalista como eliminación de una peligrosa asimetría conceptual en Gramática Generativa. Víctor M. Longa

El Programa Minimalista como eliminación de una peligrosa asimetría conceptual en Gramática Generativa Víctor M. Longa Universidad de Santiago de Com

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El Programa Minimalista como eliminación de una peligrosa asimetría conceptual en Gramática Generativa

Víctor M. Longa Universidad de Santiago de Compostela [email protected]

1.

Introducción Una de las cuatro propiedades fundamentales con que Wilson (1998) caracteriza

la ciencia es la ‘parsimonia’: “cuantas menos unidades y procesos se utilicen para explicar el fenómeno, mejor” (Wilson 1998: 291). La búsqueda de tal propiedad se puede extender al tratamiento de planos diferentes pero con convergencias obvias, como la filogenia y la ontogenia; de hecho, tras la ignorancia del neo-darwinismo hacia el plano del desarrollo (cf. Robert 2004), los vínculos entre ambos planos han sido bien establecidos por Evo-Devo (Hall 1999, Carroll 2005). Esa necesidad de tratar unitariamente filogenia y ontogenia fue ya señalada por Skinner (1966: 1210), según quien “Ontogenic and phylogenic behaviors are not distinguished by any essence of character”. Así pues, Skinner intentaba evitar asimetrías conceptuales, que suelen ser muy incómodas para las teorías, pues introducen aparatos conceptuales diferentes para cada plano, lo que veta un tratamiento integrado. Por ello, lo ideal sería aplicar a filogenia y ontogenia la propiedad de parsimonia, analizándolas con un mismo conjunto de mecanismos y concepciones teóricas y aspirando a una unificación teórica que explique satisfactoriamente los paralelismos. Este trabajo sostendrá que la Gramática Generativa (desde ahora, GG) ha sostenido una asimetría conceptual muy relevante durante más de 30 años, la cual, en lo que conozca, no ha sido notada ni discutida hasta el momento a pesar de su gran trascendencia: por un lado, la GG ha rechazado mayoritariamente que el lenguaje evolucionara mediante selección natural, rechazando así férreamente (y no sin razón) las tesis neo-darwinistas sobre la filogenia. Por otro, sin embargo, al mismo tiempo

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asumió plenamente el neo-darwinismo en lo que respecta a la ontogenia del lenguaje al asumir la primacía de los genes, aplicando en consecuencia la noción de programa genético (Gramática Universal), noción central en el neo-darwinismo. Por ello, a pesar de sus enormes méritos, la GG se ha caracterizado históricamente por una profunda asimetría conceptual (rechazo del no-darwinismo en la filogenia pero aceptación en la ontogenia). Dado que el conjunto de mecanismos asumidos para cada plano es contradictorio entre sí, esto supone todo lo contrario de parsimonia. El Programa Minimalista, último modelo generativo, ha deshecho esa asimetría, de modo que el tratamiento radicalmente diferente de los dos planos ha sido sustituido por una concepción según la cual ambos pueden ser tratados uniformemente, dada la rebaja del papel de los genes en la ontogenia y la defensa también en este plano de condiciones de necesidad conceptual. Este trabajo discutirá todas estas cuestiones. Pero antes expondrá esquemáticamente las bases del neo-darwinismo, para que ese contraste se aprecie bien.

2. Unas someras bases del neo-darwinismo La ‘síntesis evolutiva’, producida en 1930-1940, integró las ideas de Darwin sobre evolución y selección natural con las de Mendel y mendelianos sobre herencia (cf. Mayr 1991 y Gould 2002: cap. 7). Por ello, fue un hito fundamental para la biología; de hecho, gracias a ella surge la biología moderna. Y el neo-darwinismo, derivado de ella, se constituyó en el modelo ‘ortodoxo’. Sin embargo, a pesar de su enorme trascendencia, no todos los efectos de la síntesis fueron deseables: el más negativo consiste en que originó el ‘gencentrismo’ (por ello, Gould 2002: 532 denomina su resultado como darwinismo genéticamente reavivado, extensible tanto al neo-darwinismo clásico como al molecular). Esta visión únicamente centrada en los genes (cf. la exposición crítica de Goodwin 1994: caps. 1-2, Jablonka y Lamb 2005: cap. 1 y Moore 2001: cap. 11) y que todavía pervive fuertemente (incluso en Evo-Devo; cf. Carroll 2005) consideró que la herencia es un mecanismo puramente genético (sólo se heredan genes), extendiendo ese gencentrismo al ámbito evolutivo, considerando que los rasgos son adaptaciones surgidas mediante

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selección natural. Y dado que este mecanismo opera exclusivamente sobre genes, la evolución es un mero cambio de frecuencias génicas. En cuanto al desarrollo, la primacía de los genes está representada por la noción de programa genético, surgida en el neo-darwinismo molecular. A partir de los trabajos pioneros de Jacob y Monod, se empezó a apreciar que gran parte del ADN no codificaba proteínas, sino que regulaba la expresión génica. Por ello, la herencia se empezó a considerar un programa genético, o conjunto de instrucciones escritas en los genes (Dawkins 1976: 71) que dirige el desarrollo del organismo; como señalan MaynardSmith y Szathmáry (1999: 14-15), “cada huevo contiene en sus genes un conjunto de instrucciones para formar el adulto adecuado […] es la información contenida en los genes lo que especifica la forma adulta”. También Carroll (2005: 35), inscrito en EvoDevo, hace la misma asunción: “In the entire complement of DNA of a species (the genome) there exists the information for building that animal. The instructions for making five fingers, or two eyespots, or six legs […] are somehow encoded in the genomes of the species that bear these traits”. De ahí que Bateson (2001) o Longa (2008) sugieran que esa postura resucita el preformismo clásico, desde la perspectiva de la información: el organismo sería una versión expandida del huevo. Aunque no hay un homúnculo en el huevo, éste contiene todas las instrucciones necesarias para su desarrollo. Como señala Mayr (1982: 106), el organismo “is contolled by something preformed, now recognized as the genetic program”. La vision neo-darwinista de la evolución no es sino una extensión directa de las asunciones sobre la ontogenia, derivando de la visión sobre selección natural y herencia: los organismos tienen variaciones, algunas de ellas producen diferencias en fitness, y algunas de éstas son heredables. Pero, como sostienen Griffiths y Gray (2001: 195), dado que las variaciones no heredables no tienen papel alguno a efectos del trabajo de selección natural, y dado que este mecanismo y la herencia se conciben como algo puramente genético, de ahí resulta que la evolución se considere un cambio de frecuencias genotípicas. En resumen, el neo-darwinismo otorga al gen un papel de privilegio, de agente causal principal en la filogenia y ontogenia, de modo que dispone de un poder directivo 3

especial, a nivel formativo e informativo (Oyama 2001: 177-178). Estas palabras de Maynard-Smith y Szathmáry (1999: 15) reflejan perfectamente ese predominio del gen en ambos planos: “El desarrollo de organismos complejos depende de la existencia de información genética que pueda copiarse mediante una plantilla. La evolución depende de cambios aleatorios en dicha información genética y de la selección natural de los conjuntos de instrucciones que especifican los organismos más exitosos”. Actualmente, el neo-darwinismo está siendo muy contestado por varias corrientes profundamente insatisfechas con esa dictadura de los genes, como las ciencias de la complejidad (Goodwin 1994), la teoría de los sistemas de herencia en paralelo (Jablonka y Lamb 2005) o la teoría de los sistemas de desarrollo (Oyama 2000, Oyama et al. eds. 2001). Todas ellas consideran, por diferentes razones, que el gen ha sido sobrevalorado (cf. Moore 2001). Efectivamente, por un lado no sólo se heredan genes (cf. Longa 2009 y referencias), por lo que la herencia es más que tener los ‘right genes’, como asumió el neo-darwinismo. Por otro, se suele olvidar que la teoría de la selección natural es muy general, no guardando relación necesaria con la herencia genética (Blumberg 2005: 60, Jablonka y Lamb 2005: 11, 16, Moore 2001: 163). Tal marco sólo requiere la existencia de un generador (o varios) de variación, pero no es necesario desde premisas lógicas que ese generador sea genético. Paso a continuación a analizar las ideas de la GG sobre evolución y desarrollo para mostrar que mientras en el primer plano se rechaza frontalmente el neodarwinismo, se acepta sin embargo cerradamente en el segundo.

3. La GG y la filogenia En el ámbito de la filogenia, frente al de la ontogenia, han existido diferentes posturas en el seno de la GG. Algunos autores, como Pinker y Bloom (1990) o Newmeyer (1991) han asumido un marco neo-darwinista, centrado en una evolución gradual y adaptativa, guiada por la selección natural. Sin embargo, la postura claramente mayoritaria, de la que el propio Chomsky ha sido un abanderado (cf. sobre ella Otero 1994, Longa 2001a, Lorenzo 2008), ha rechazado frontalmente la evolución

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del lenguaje por selección natural. Como veremos brevemente, no faltan buenas razones para ello. Tal oposición ha criticado los dos ingredientes básicos del pensamiento (neo)darwinista referido a la filogenia, gradualismo y adaptacionismo. Por un lado, dado que la selección natural “solamente puede obrar a pasos cortos y lentos” (Darwin 1859: 541), “según la teoría de la selección natural, es preciso que haya existido un número interminable de formas intermedias” (Darwin 1859: 533). De aquí deriva el gradualismo. También el adaptacionismo se relaciona con la selección natural, que implica la supervivencia de los mejor adaptados, que tendrán mayor fitness: “la mejor adaptación en un grado, por insignificante que sea, a las condiciones físicas que los rodean [a los organismos] hará inclinar, andando el tiempo, en su favor la balanza” (Darwin 1859: 538). Estos dos ingredientes han sido la base del neodarwinismo, pero el lenguaje según la GG pone en aprietos a esa visión. En cuanto al gradualismo, no hay vestigios de evolución gradual del lenguaje, esto es, no hay rastro alguno de un descenso por modificación que desde sistemas animales condujera al lenguaje. Tampoco existe rastro de esa evolución gradual dentro de los homínidos: no hay en el registro arqueológico previo a los Sapiens nada que permita sostener presencia de lenguaje en esos homínidos, por lo que el lenguaje complejo es un resultado evolutivo muy reciente, de unos 120 ka (cf. la discusión de Balari et al. 2008, en prensa). Las mismas dificultades surgen con respecto al adaptacionismo, por el que los seres de adaptan a sus entornos. Para ello, es central la operación de una presión selectiva que ‘guíe’ la evolución de un rasgo y que otorgue ventajas prácticas, adaptativas (en el caso del lenguaje, tales ventajas serían las comunicativas). Sin embargo, Chomsky ha cuestionado que la función del lenguaje sea la comunicación; sin duda, ésta es una de sus funciones, pero el lenguaje se usa para otras muchas cosas, por lo que sus funciones son muchas (Chomsky 1980: 240-241). Esto es, sirve para muchas cosas, como comunicar, representar, expresar el pensamiento, etc., pero para ninguna especialmente. Por ello, es difícil verlo como una adaptación para un fin específico que hubiera sido la presión selectiva para su evolución.

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De ahí que Chomsky haya criticado que el lenguaje evolucionara por selección natural, señalando que no hay sustancia alguna en tal tesis (Chomsky 1968: 161). Por supuesto (y esto debe recalcarse), no niega que la selección jugara un papel: “Seguramente el lenguaje debe conferir una enorme ventaja selectiva” (Chomsky 1980: 248). Pero una cosa es sostener que un rasgo tiene valor adaptativo y otra bien diferente que fue ese valor el que guió la evolución del rasgo. En realidad, lo que hace Chomsky es diferenciar dos papeles de la selección natural: como único proceso responsable según el neo-darwinismo del diseño complejo (recuérdese la lógica del ‘Dios o selección natural’ de autores como Pinker 1997: 197) o bien como proceso que sólo selecciona o filtra productos generados por otros medios. Chomsky rechaza el primer sentido, adoptando el segundo, compartido por las ciencias de la complejidad (cf. Longa 2001b y Lorenzo y Longa 2003a), según el cual el diseño complejo no deriva de la selección natural, sino de leyes de auto-organización que no dependen del entorno sino de la dinámica intrínseca al sistema (Goodwin 1994, Kauffman 1995, Solé y Goodwin 2000) y que generan orden espontáneo. Por tanto, esta perspectiva rebaja la importancia de los genes, dado que desde esa perspectiva no es necesaria una guía estricta por parte de instrucciones genéticas. Desde tal perspectiva, la selección es sólo un “filtro contra los fiascos” (Goodwin 1994: 193). Como afirma Kauffman (1995: 8), relativizando el papel de la selección, “laws of complexity spontaneously generate much of the order of the natural world. It is only then that selection comes into play, further moulding and refining”. En resumen, la selección puede explicar variaciones a pequeña escala, pero no las grandes diferencias en la forma. Por tanto, según Chomsky (1968: 124), el lenguaje es una verdadera emergencia biológica, no explicable gradual ni adaptativamente. El tipo de explicación favorecida por la GG en general y Chomsky en particular ha sido la aparición del lenguaje como una exaptación, producida por un incremento de la complejidad cerebral mediante “leyes físicas relacionadas con la carga de neuronas o con los mecanismos regulatorios” (Chomsky 1980: 109). En resumen, su origen reside en la reorganización anatómica del cerebro, producto de su gran aumento en la filogenia. Como señala Chomsky (1988: 135-138),

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Las respuestas bien podrían encontrarse, no en la teoría de la selección natural, sino en la biología molecular, en el estudio de qué clase de sistemas físicos pueden desarrollarse bajo las condiciones de la vida en la tierra y por qué, en última instancia debido a principios físicos. […] Muy posiblemente otros aspectos de su desarrollo evolutivo [del cerebro] reflejen de nuevo la operación de las leyes físicas aplicadas a un cerebro de un cierto grado de complejidad.

Esta línea de pensamiento, sostenida por la GG durante varios decenios, deja obviamente poco rol para la selección natural, lo que es decir que deja poco rol para una evolución del lenguaje basada en especificaciones genéticas. Esto es, la explicación no se basa en los genes, frente a las premisas neo-darwinistas manejadas para la filogenia.

4. La GG y la ontogenia Si en la filogenia algunos autores generativos conceden mucho poder a la selección, frente al resto de autores, no sucede así en la ontogenia. Aquí existe una postura unánime en el ámbito generativo. Y frente a lo que sucede en la filogenia, esa postura unánime se basa en asumir plenamente una de las premisas básicas del neodarwinismo, como es el papel directivo otorgado a los genes, el gencentrismo, mediante la noción de programa genético (para el lenguaje). Esto es, la GG ha participado del gencentrismo que ha sido santo y seña del neo-darwinismo. Todo lo contrario que lo asumido para la filogenia: de aquí la asimetría señalada, como veremos. Como es muy bien conocido, la postura de la GG se puede resumir en que “El estudio de las propiedades del lenguaje biológicamente necesarias […] se ocupa de determinar un aspecto de la genética humana, a saber, la naturaleza de la facultad lingüística” (Chomsky 1980: 36-37); por ello señalaba Jenkins (1979: 106) que la GGT forma parte del “tradicional study of the genetics of organisms”. Dado tal presupuesto (que identifica las nociones de genético e innato; cf. Longa 2006), es obvio que la noción de programa genético o equivalentes (blueprint, genetic endowment, genetic equipment, genetic make-up) es central, definido como “that part of our genetic endowment which is relevant for our linguistic development” (Anderson y Lightfoot 2002: 22). Eso se refleja en asumir un estado inicial genéticamente determinado (Chomsky 1980: 243) y específico para el lenguaje que contiene los principios lingüísticos innatos que dado un mínimo de experiencia permiten el desarrollo del lenguaje. Ese estado inicial es representado con la noción de Gramática Universal, que 7

por las razones enunciadas es identificada con el ‘linguistic genotype’ o programa genético del lenguaje (Chomsky 1980: 244, Lightfoot 2006: 46, etc.). Estas palabras de Lightfoot (1982: 22) son muy claras al respecto: “The genotypical principles responsable for language acquisition can be viewed as a theory of grammar, sometimos calles Universal Grammar. This represents the genetic equipment that makes language growth possible”. Ese gencentrismo tan acusado fue sostenido desde siempre por la GG, si bien su formulación más representativa es la de GB. En este modelo, los principios, remitidos a la dote genética, reflejan las propiedades universales de las lenguas, pero no están cerrados sino que permiten un rango reducido de variación paramétrica, siendo la experiencia la responsable de fijar un principios en una posición u otra según los datos recibidos por el niño (inglés, español, japonés, etc.). En resumen, la visión de la GG sobre la ontogenia concede al gen el estatus de causa esencial, dotado de un poder directivo especial. En el genoma reside según la GG el plan lingüístico del organismo. Se puede aplicar a esta concepción la opinión de Monod (1970: 94) según la cual “El plan de la estructura estaba presente en sus mismos constituyentes. Puede pues realizarse de manera autónoma y espontánea, sin intervención exterior, esto es, sin inyección de nueva información. La información estaba presente, aunque no expresada, en sus mismos constituyentes”. Por tanto, como se puede apreciar, GB en particular y la GG en general han asumido la centralidad de la noción de programa genético, lo que implica decir que han asumido la asimetría entre el genotipo y el resto de elementos. Al tiempo, también han participado de los tres rasgos que según Robert (2004: 39) conforman la visión de consenso sobre el desarrollo del organismo: 1. Informacionismo genético: la información requerida para el desarrollo de un organismo está contenida en sus genes 2. Animismo genético: esa información consiste en un programa genético con su propia individualidad dentro del ADN zigótico

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3. Primacía genética: los genes son los vehículos mediante los que se hereda la información, los principales promotores del desarrollo ontogenético y además los que ofrecen los principales materiales para la realización de ese desarrollo Si contraponemos las visiones expuestas de la GG sobre la filogenia y ontogenia, podemos apreciar la asimetría señalada en la introducción, pues ambos planos se tratan de manera completamente dispar. Mientras en la filogenia se rechaza de plano el gencentrismo neo-darwinista, rebajando la relevancia de la selección natural, considerando que los genes son actores secundarios, en la ontogenia el gencentrismo es central, con la noción de programa genético, asumiendo que los genes son la causa esencial del desarrollo lingüístico. Tal situación se ha mantenido durante más de 30 años, desde los primeros tiempos de la GG hasta la puesta en escena del Programa Minimalista, modelo chomskyano actual. Gracias a tal modelo, la asimetría ha sido eliminada, por lo cual el tratamiento de ambos planos, frente a épocas previas, tiene la propiedad de parsimonia. A esto se dedica el siguiente apartado.

5. El Programa Minimalista como resolución de la asimetría El último modelo generativo (Chomsky 1995) ha propiciado una nueva manera de entender la facultad del lenguaje, especialmente en la ontogenia o desarrollo del lenguaje, donde los cambios acaecidos permiten la concordancia con la filogenia, dada la rebaja del gencentrismo en el ámbito ontogenético. Con respecto a la filogenia, se ha venido sosteniendo un escenario que ve al lenguaje como una emergencia biológica. Desde la óptica minimalista, la reorganización cerebral propició un contacto productivo entre los módulos AP y CI, previamente existentes, que provocó que el primero pasara a exteriorizar los productos generados por el segundo (cf. Longa et al. en prensa), algo asimilable a las ciencias de la complejidad (Lorenzo y Longa 2003a: cap. 7) y a sus modelos de auto-organización espontánea1 . Pero como señalaba, es en el plano de la ontogenia donde se han producido novedades muy importantes, al rechazar el gencentrismo que caracterizó a todos los modelos previos.

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Esta postura ha sido algo relatizada últimamente desde la división entre FL estrecha y amplia, dado que esta segunda muestra continuismo en cierto grado; si bien, incluso tal división sigue sosteniendo que hay un reducto únicamente humano no explicable mediante selección natural; cf. Hauser et al. (2002).

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El lenguaje es un procedimiento para vincular productivamente sonidos o gestos (sistema AP) y secuencias de sentidos (sistema CI). De este modo, el sistema computacional es un puente entre esos dos sistemas. Y en este sentido, la GG ha ofrecido dos grandes respuestas sobre la naturaleza de ese sistema computacional (Longa y Lorenzo 2008): posición maximalista, caracterizada por pensar que el lenguaje es una facultad gramatical autónoma, y posición minimalista, caracterizada por lo contrario, por la asunción de que no es necesario ningún sistema gramatical, ya que los mecanismos del lenguaje no son diferentes en esencia de los de los sistemas externos. Recordemos que los modelos previos al PM adoptaron el maximalismo, entendiendo que FL estaba formada por principios que “en aspectos decisivos son específicos de la facultad lingüística” (Chomsky 1986: 10). Por tanto, la predicción de esos modelos previos es que la relación entre FL y sus sistemas de actuación era muy recargada, al precisar una maquinaria compleja. Por tanto, esos modelos postularon la tesis de especificidad del lenguaje. Por el contrario, el minimalismo sostiene la tesis contraria, de inespecifidad del lenguaje (Longa 2006), de modo que FL es vista como inespecífica. La mejor versión minimalista es la que ofrezca la conexión más inmediata o directa entre los dos módulos externos, la que tenga un mínimo de maquinaria gramatical específica, que precisamente entorpece esa relación directa, ya que esa maquinaria debería ser ‘traducida’ a términos de los dos módulos externos. Por esa razón los elementos gramaticales son contemplados como imperfecciones, al carecer de justificación independiente (Chomsky 2000: 78) y así estorbar la manera más sencilla de unión entre los dos módulos. Por eso señala Chomsky (2000: 95) que el trabajo de GB conducía a la conclusión contraria del PM, que el lenguaje es altamente imperfecto. Esto ha supuesto la eliminación de diferentes principios, o bien su reformulación en términos de interfaces (principios impuestos por los interfaces) o con condiciones de necesidad conceptual, caminos que ambos descargan a FL de cualquier sustrato gramatical. Este enfoque se ha radicalizado en trabajos recientes de Chomsky: Chomsky (2005: 6), entre otros trabajos, ha formulado tres factores en el crecimiento del lenguaje: dote genética, experiencia y el novedoso tercer factor, principios no específicos del 10

lenguaje. En concreto, este factor alude a “principles of structural architecture and developmental constraints […], including principles of efficient computation, which would be expected to be of particular significance for computational systems such as language” (Chomsky 2005: 6). Pues bien, la tesis de inespecifidad minimalista se plasma en la primacía del tercer factor. Chomsky (2005: 10) equipara una principled explanation no con una naturaleza gramatical, como sostenía GB, sino con la óptica contraria, caracterizada por la inespecificidad: “We can regard an explanation of properties of language as principles insofar as it can be reduced to properties of the interface systems and general considerations of computational efficiency and the like” (Chomsky 2005: 10). Esa primacía del tercer factor, que asume que es la que permitirá una ‘principled explanation’ del lenguaje, conduce a la eliminación de la mayor parte de la GU, que queda reducida a un mínimo, dada la eliminación de esos principios específicos de dominio de antaño. Según el PM, el estado inicial debería estar libre de cualquier vestigio gramatical (Lorenzo y Longa 2003b), de modo que los principios minimalistas no necesitan estar impresos en el cerebro, sino que se general de manera espontánea por defecto, esto es, en ausencia de cualquier otro criterio establecido al respecto. Dada la pérdida de especificidad de la GU y sus principios, la consecuencia es que la carga genética requerida para el desarrollo del lenguaje es reducida a un mínimo, en beneficio del tercer factor y sus efectos (cf. sobre este factor Lorenzo y Longa 2009). Por ello, el PM supone “shifting the burden of explanation from the first factor, the genetic endowment, to the third factor, language-independent principles of data processing, structural architecture, and computational efficiency” (Chomsky 2005a: 9). De ahí el abandono del gencentrismo por parte del minimalismo. Y esto supone una convergencia muy importante entre ontogenia y filogenia: la ontogenia se puede asimilar a la filogenia en que descansa en condiciones de necesidad conceptual, entendidas como las condiciones más sencillas o simples posibles de entre todas las concebibles, por ello, no es necesario postular para ellas especificaciones especiales en forma de instrucciones genéticas. Por ejemplo, los movimientos son los más cortos posibles no porque así lo dicte un módulo gramatical autónomo (como antaño) sino sencillamente porque es la manera más sencilla, económica y eficiente posible en que 11

funciona un sistema computacional. Los principios del PM se siguen de manera espontánea en ausencia de cualquier otro criterio establecido al mismo efecto. Por todo ello, el PM rebaja el papel de los genes, considerando innecesario un blueprint específico del lenguaje. Todo ello posibilita una convergencia (parsimonia) entre los dos planos: la rebaja de la noción de programa genética en la ontogenia congenia con la ya existente en la filogenia, y las condiciones de tercer factor en la ontogenia congenian igualmente con las señaladas en el plano de la filogenia. De este modo, es posible sostener para ontogenia y filogenia que las computaciones lingüísticas derivan de la organización óptima de las formas o de la simplicidad y generalidad de los procesos. Por ello, el PM propicia un tratamiento uniforme de los dos planos, rechazando las premisas neodarwinistas en los dos planos y no en uno sólo, como asumió el devenir de la GG. De ahí el relevante significado biológico del PM; por decirlo en otras palabras, esa es una razón más por la que el PM merece una seria consideración.

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