EL SACRAMENTO DE LA RESURRECIÓN

A. GRILLMEIER, S. I. EL SACRAMENTO DE LA RESURRECIÓN Uno de los campos más cultivados por la Teología actual es el tratado de sacramentos. Las nuevas

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A. GRILLMEIER, S. I.

EL SACRAMENTO DE LA RESURRECIÓN Uno de los campos más cultivados por la Teología actual es el tratado de sacramentos. Las nuevas aportaciones de la Teología Bíblica y el estudio de la Tradición patrística han dado nueva luz a la interpretación del sentido de los sacramentos. El P. Grillmeier nos ofrece en este estudio un ensayo de interpretación que aunque no se da como definitivo, cuenta con el reconocimiento de una posible exégesis en este sentido por parte de los teólogos H. Schlier y J. Ratzinger. Das Sakrament der Auferstehung - Versuch einer Sinndeutunq der Letzen OÖlung, Geist -und Leben, 34 (1961), 326-336. La Iglesia despide al cristiano que va a morir con la absolución, la recomendación del alma y la unción sacramental. ¿Qué sentido especial tiene esa acción de ungir? ¿Cuál es su significado respecto del trance más decisivo y difícil de la vida humana? A partir de la Escritura y la Tradición quisiéramos dar una respuesta capaz de quitar cierta perplejidad que encuentran los pastores de almas y los teólogos al determinar la significación de esté sacramento. El mismo nombre de K Extremaunción", (la última, la final), no acaba de satisfacer a muchos. Pero la solución no se ha de encontrar quedándonos antes de ese final que asusta. Hay que ir más allá a buscarla al otro lado de eso último, en lo nuevo que ha de venir. La Extremaunción es el sacramento de la resurrección y la perfección última del hombre entero en la gloria venidera. Es sorprendente que apenas se haya considerado la Extremaunción como referida a la resurrección, siendo, así que esta referencia está patente en el capítulo 5 de la Carta de Santiago. No se comprende la indecisión en incluir este rito en la doctrina de la escatología y novísimos del hombre habiendo buenos fundamentos en teólo gos antiguos. Nuestro intento de precisar el sentido de este sacramento no carecerá de dificultades. Es un ensayo que exige ulterior discusión y estudio.

Sentido escatológico de la carta de Santiago El concilio de Trento deja establecido que en la carta de Santiago queda promulgada la institución del sacramento de la Extremaunción. Sin embargo, aun dentro del campo católico, no hay unanimidad en la interpretación ulterior del pasaje. Las características de este escrito de Santiago no facilitan la exégesis por carecer de una trabazón vigorosa de ideas. Sólo presenta una serie de sentencias que están vinculadas entre si por un lazo muy tenue. Esto no obstante salta a la vista un círculo muy concreto de pensamientos que en su conjunto producen una fuerte impresión escatológica. Santiago tiene siempre ante los ojos las últimas y definitivas realidades de la vida humana. Este pensamiento es el hilo conductor de toda la carta.

A. GRILLMEIER, S. I. En los primeros capítulos se describe el azaroso acontecer de la vida humana rodeada de tentación y peligro. A través de ellos el hombre recibirá la corona de la vida (1,12). Quien considere que ha de ser juzgado al final de su existencia mundana, se guardará de los pecados de la lengua y buscará la auténtica sabiduría (3,1-18). Especialmente los ricos necesitan pensar en el término de su vida terrena (5,1-6) pero a todos nos conviene vivir esperando el advenimiento del Señor (5,7-11). Mas cuando llega realmente el fin, entonces el cristiano se ha de dirigir a los presbíteros de la Iglesia para alcanzar de ellos, en el nombre del Señor, un apoyo especial en la última decisión salvadora (5, 14-15a). La ayuda que en este trance ofrece la Iglesia va orientada a realizar definitivamente la salvación. Comprende el perdón de los pecados por la confesión (5, 15b-16a), más la oración perseverante y mutua que obrará la salud (¿del cuerpo o del alma?). Finalmente el cuidado por la salvación del prójimo también es un camino para hallar la propia salvación. (5, 19-20)

Carácter de la "enfermedad" y la acción de los "presbíteros" Para una cabal inteligencia del sacramento de la Unción hay que investigar detenidamente el sentido de los versos 14 y 15 del último capitulo de Santiago. ¿Qué es exactamente lo que aquí se dice? La respuesta hay que elaborarla paso a paso. ¿Está enfermo alguien de vosotros? No cabe duda que aquí se trata de un enfermo grave. Es la enfermedad mortal que revela lo débil y transitorio del existir humano. En esta situación decisiva los pecados y el demonio presionan sobre la caída naturaleza humana. La palabra asthenein se ha de tomar en su pleno sentido de grave enfermedad (cfr. Mc 5,56; Lc 7,2) esta acepción es reforzada por el verbo kamnein que justamente debe traducirse por H estar, desahuciado". Para el autor de la carta esta situación tiene un sentido más profundo que el puro desenlace biológico. El hombre entero está en juego; se decide su existencia terrena y la del más allá. La ayuda que se le procure se ha de aplicar allí donde se decide la salvación: ante Dios. Por eso no se habla aquí de llamar a un médico que sane el cuerpo. Son llamados los presbíteros que tampoco le pueden suplir. Así éstos no tienen más significación que el ser representantes de la comunidad de salvación que es la Iglesia. Los presbíteros no están caracterizados por una especial habilidad curativa; lo que ellos aportan está en función del cargo rector que tienen en la comunidad y la oración pronunciada en estrecho vínculo con una acción simbólica. Tienen que orar sobre el moribundo mientras le ungen con óleo y todo ello en el Nombre del Señor, de Jesucristo que es portador de la salvación. Todo el conjunto representa una acción religiosa corpóreo-espiritual cuya eficacia viene de Cristo. De Él recibe el cristiano moribundo la ayuda decisiva en el último trance. Pero, ¿qué clase de ayuda es la que se otorga? la oración de la fe, salvará al enfermo. Es pues una ayuda salvadora. Y ¿de qué salva? ¿de la enfermedad? Quien interprete la enfermedad en sentido estrictamente corporal tendrá que concebir esta salvación como una curación cuyo resultado aparece inmediatamente con la promesa del egeréi; esto es, de levantarse del lecho del dolor. Pero, ¿se trata, en verdad, de una promesa de curación total?, ¿algo obrado por un poder carismático?

A. GRILLMEIER, S. I. La experiencia cotidiana de los cristianos contradijo ya entonces esa promesa tan absoluta de sanar como fundamento del rito de la Unción. La dogmática procura allanar la dificultad que nace de la contradicción entre lo prometido y la experiencia; invoca la absoluta eficacia espiritual de la Unción y declara condicionado su efecto terrenocorporal. Esta interpretación no hay que excluirla, la Iglesia, cuenta con una tal eficacia sobre el cuerpo orientada hacia lo espiritual y sobrenatural; considera la sanación corporal, en ciertos casos, como fruto de la Unción. Tal interpretación estaba insinuada en la traducción del egeréi por el "alleviabit" de la Vulgata que da a entender cierta recuperación del enfermo.

Interpretación del "salvar" en Sant. 5, 15 Creemos que la idea de una curación corporal cae fuera del sentido inmediato y primordial de la promesa de Santiago. Esta salvación se expresa en dos palabras sôsei y egeréi La primera se ha de traducir por " salvar " en sentido escatológico, es decir de cumplimiento de la salvación final. Es verdad que en el N. T. existe un sentido de salvar circunscristo a lo terreno (Mt 9, 21 y paral. Me. 10, 52); pero en la literatura epistolar neotestamentaria no tiene el sentido de "salvar-de-una enfermedad". Sin embargo aparece muy a menudo esta palabra en sentido escatológico. Sólo en la carta de Santiago se encuentra cuatro veces, además de nuestro pasaje, y siempre tiene un sentido salvador teológico. ¿Está alguno enfermo (Hastenei) entre vosotros? Mande llamar a los presbíteros de la Iglesia y ellos oren sobre él ungiéndole con el óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará (sôsei) al doliente (Kamnonta) y el Señor le resucitará (egerei) y si ha cometido pecados le serán perdonados. Confesad, pues, los pecados los unos a los otros y orad unos por otros para que alcancéis la salud. (De la Carta de Santiago. 5, 14-16) Acoged la palabra sembrada en vosotros que es poderosa para salvar a vuestras almas (1,21). ¿Qué aprovecha, hermanos míos, que uno diga que tiene fe pero que no tiene obras? ¿Puede acaso la fe salvarle? (2,14). Uno es el Legislador y el Juez, que puede salvar y hacer perecer. Pero tú ¿quién eres que juzgas al prójimo? (4,12). Entiende que el que convierte a un pecador del extravío de su camino salvará su alma de la muerte (5,20). El uso insistente de la palabra salvar en el contexto escatológico de los pasajes aducidos postula una misma interpretación para el (5,15) ...y la oración de la fe salvará al doliente. Se trata, pues, de la salvación adquirida por Cristo ante Dios y que abarca al hombre entero. En Santiago el concepto de salvación tiene un contenido correlativo a la idea de

A. GRILLMEIER, S. I. muerte que anteriormente hemos expuesto. No es pues, un vencer parcial la amenaza de este trance hasta una nueva enfermedad. La salvación importa superar totalmente la muerte bajo el punto de vista corporal y espiritual. Esto se confirma con la segunda parte del verso: kai egeréi que traducimos: "y el Señor le resucitará ".

Promesa sacramental de resurrección La palabra egeirein que traducimos por "resucitar" tiene radicalmente varios sentidos similares: enderezar, levantar, erguir. Pero para el cristiano está vinculada sobre todo con la resurrección de los muertos (Mt 10,18; Jn 5,21, más los textos que se refieren a la resurrección de Cristo). Santiago emplea esta palabra con su nuevo y característico sentido cristiano. ¿No lo entendieron así los lectores de su carta? H. von Soden señala que el resucitar (egeirein) es la inmediata consecuencia del ser salvo (sozein) Así pues ambas palabras se han de tomar en un mismo plano, el salvíficoteológico. Salvar y resucitar se conciben en función del más allá; cuerpo y alma sonaprehendidos por la acción salvadora de la Iglesia que obra en el nombre del Señor; Él resucitará al que está a punto de morir. El Señor vendrá de nuevo y llevará a cabo esta obra. Nos hallamos pues, en el centro temático de la carta de Santiago: el hecho del Juicio y la venida del Señor. La salvación del moribundo es una acción escatológica de Cristo. A las puertas de la muerte el cristiano recibe la certidumbre de la salud definitiva y de la resurrección de su cuerpo para la vida eterna. Sería una devaluación del texto entender solamente una curación corporal terrena que, además de condicional, carecería de su significación más profunda en los momentos decisivos de la vida. Santiago prevé la situación del cristiano ante este trance final. A ese final ineludible se dirigen las palabras de promesa y el recomendar la acción simbólica de los presbíteros. En último término está aquí la decisiva esperanza del cristianismo capaz de aliviarle el dolor y vigorizarle en la última lucha; pues él sabe que: "de nuevo se me devolverá la vida del alma y del cuerpo en la comunidad de los resucitados". Sozein (salvar) al igual que egeirein (resucitar) tienen de este modo un sentido pleno y absoluto. No se relacionan en primer término con una acción terrena sino con el Eschaton, con la completa restauración del hombre en Cristo. Así la Unción de los enfermos es el sacramento de la resurrección. Y el simbolismo de la acción bajo la plegaria del presbítero es la garantía sacramental del cumplimiento de la salvación eterna y del nuevo despertar del cuerpo que ahora se apaga. El moribundo que acepta este signo simbólico manifiesta con ello su fe en la salvación en Cristo y la resurrección del cuerpo. El enfermo se deja ungir, como signo de que su lucha con la muerte y los enemigos de la salvación será coronada por la victoria y su cuerpo no se quedará en la corrupción. En el cumplimiento de la esperanza cristiana queda satisfecho su profundo anhelo de vivir.

A. GRILLMEIER, S. I. El deseo de inmortalidad y la resurrección en Cristo Esta ansia de superar la muerte y la restauración de la vida estaba ya, arraigada en el hombre antiguo. Para entender lo que Cristo y la Iglesia quieren prometer se ha de entender el deseo de inmortalidad en el ambiente del A. y N. Testamento. Las antiguas religiones creían en el mito del descenso al mundo subterráneo. Sabían que un poder de lo profundo debía ser vencido para acabar con la muerte, por eso enviaban allí sus dioses y héroes, pero tenían que comprobar sus fracasos. También se buscaba la inmortalidad en el mito del eterno retorno del tiempo y con ello todavía no se apagaba su sed de vida. Su búsqueda estaba circunscrita a la esfera de lo natural: al apagarse y renacer de la vegetación, al sexo, al retorno de los ciclos cósmicos. En Cristo que bajó a los infiernos y resucitó de la muerte se establece una luminosa esperanza que reemplaza aquella añoranza mitológica. En Él se verifica una nueva creación (2Cor 5,17), y no el mero retorno sonador de un acto cosmogónico que continuamente se agota. Esta nueva creación sobrenatural es la promesa de la carta de Santiago. Interpretamos, pues, la Unción sacramental de Santiago (5,14-15) como primariamente referida al Eschaton, es decir, al fin último del hombre, tal y como se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. El Señor es el que garantiza que el hombre entero, como unidad de cuerpo y alma, sea salvado y resucitado y de este modo quede victorioso de la lucha con la muerte.

El Sacramento de la consumación cristiana Al interpretar la Unción como sacramento de la resurrección y de la consumación salvífica se nos da un punto de arranque para penetrar el contenido simbólico de este rito. En la Tradición y enseñanza de la Iglesia aparece un cambio notable respecto a la esperanza puesta en la Unción. En el primer milenio se espera de ella un efecto bienhechor corporal en proporción a la gracia espiritual que se recibe. El alivio del cuerpo está incond icionalmente vinculado a la administración sacramental. Esté modo de pensar se introdujo por las exigencias pastorales de un antídoto contra los ritos curativos de los paganos. Por esto Cesáreo de Arlés llama al óleo bendecido medicina de la Iglesia, y aunque se pone de relieve que, es para la curación del alma, siempre está en el transfundo la curación corporal. Por, otra parte existe un excesivo realismo en la interpretación del rito de la Unción. El poder curativo venía a instalarse en el óleo por la bendición de la Iglesia; el contacto de la Unción hacía posible que la fuerza sanante del óleo actuase sobre el cuerpo enfermo. Este realismo adquiere su máxima expresión en un ritual del siglo IX: "cuando más grande sea el, dolor se tendrá que ungir más abundantemente". Todavía está en la penumbra la esencia de una acción eclesial simbólica cuyo ministro principal es Cristo.

A. GRILLMEIER, S. I. Tales concepciones que exageraban la efectividad corporal del óleo no podían mantenerse. Con el tiempo se introdujeron tendencias que defendían una eficacia solamente espiritual. Este cambio fue motivado, más que por una visión más clara de la Unción como sacramento de la Iglesia, por el desencanto de la esperanza puesta en una curación segura. Más adelante, en tiempo de la Alta Escolástica y de la Restauración, pasa a primer plano el carácter espiritual del rito y la curación del cuerpo se subordina al bien espiritual del enfermo. Así el Concilio de Trento acentúa contra los reformadores el primado de lo espiritual, pues Lutero había interpretado el pasaje sacramental de Santiago como una curación corpórea carismática cuyos efectos cesaron al desaparecer los carismas. Esta tendencia espiritualista se manifestó en un grupo de teólogos de Trento que no querían admitir para la Extremaunción eficacia corporal alguna; pero de este punto de vista no participó la mayoría, y el texto definitivo del Concilio dejó un amplio campo a la interpretación: use obtiene a veces la salud del cuerpo cuando es conveniente para la salud del alma " (D. 909). Es decir que la salud corporal sólo se ha de esperar en cíe tos casos cuando conviene al espíritu. En todo caso la sanación corporal queda en segundo plano. Lo principal es la infusión de la gracia por el Espíritu Santo o, cuando ya se tiene, su aumento; es la salud del espíritu y el fortalecimiento del alma (sanatio mentis y con fortatio animae. D. 700), y esta salud y fortalecimiento también pueden tener efectos saludables en el cuerpo del enfermo. Se ha dado pues, un movimiento pendular al interpretar la Unción. Se pasa del la primacía de lo corporal al predominio de lo espiritual-sobrenatural. En este desarrollo no cabe duda que ha pesado un interés, apologético-pastoral. Es propio de la Tradición católica integrar en una visión total las diversas fases de su historia para buscar una síntesis de las tendencias opuestas. Así pues, para interpretar la Unción hay que tener presente tanto el elemento corporal como el espiritual. Esto sólo nos será posible en una posición de equilibrio entre lo terreno y lo de más allá, y en una reflexión sobre el hombre íntegro -cuerpo y alma- que recibe el sacramento. Además la Unción es un sacramento eclesial que conduce al hombre desde la Iglesia terrena a la Iglesia de la eternidad, de los resucitados y de los que han de resucitar. Por eso la Unción es el sacramento consumativo de la vida cristiana.

Significado escatológico de la unción de los enfermos La doctrina tridentina junta los efectos de la Extremaunción bajo los conceptos gracia del Espíritu Santo, salud del espíritu, vigorización del alma. Por estos efectos se realiza la salvación de que habla Santiago. La gracia del Espíritu; que es santificarte, representa el efecto común a todos los sacramentas; ya sea que se produzca por primera vez (Bautismo), ya se recobre (Penitencia), o bien se aumente (Eucaristía,...). Pero, porque la Unción está situada al fin de la vida, la infusión de esta gracia divina tiene el sentido de la última acogida del hombre por Dios. Cristo y la Iglesia guían la historia del hombre peregrino hacia el fin último de su existencia: la unión con Dios, en donde ya no acechará peligro alguna. Por última vez en la temporalidad, Dios habla sacramentalmente al hombre a través de la Iglesia. El

A. GRILLMEIER, S. I. moribundo por su parte, realiza en la recepción de la Unción la última protestalio fidei, la postrera demostración de su fe en Dios como meta y perfección de su vida en Cristo. Este carácter de intimidad por parte de Dios respecto del peregrino del tiempo, y por parte del hombre orientado hacia Dios como meta de su vida, es una circunstancia importante en la concesión de la gracia que se otorga en éste último .acto sacramental de la Iglesia. A esta última concesión de gracia tiene que ir vinculada una especial eficacia, una recompensa por la actual perseverancia en el camino de la peregrinación; una aguda para su triunfo en la eternidad. Así pues, se deberán tomar como de máximo relieve estas palabras de Santiago: Y la oración de la fe salvará al doliente. Este salvar tiene aquí el sentido de la última, definitiva y escatológica salvación, el término de la acción salvadora y graciosa de Dios sobre el homo viator. La gracia santificarte como la última autoexpresión y comunicación de Dios se hace visible en el sacramento de la consumación. Y por tratarse de la última. acción salvífica, también da Dios por este sacramento una ayuda especial para salir airosos: en el último combate. La carta de Santiago manifiesta claramente que el hombre permanece en prueba hasta el último instante y necesita muchas ayudas para vencer definitivamente. El Concilio de Trento pone esto mismo de relieve en la hermosa introducción al capitulo de la Extremaunción (D. 907). La significación espiritual más profunda de la Unción es pues la salvación ante Dios y con ella la posesión de Dios mismo, su visión. Una valiosa tradición del s. XII ve en la Unción de los enfermos la última preparación para la visión de Dios (extrema unctio quae ad visionem Dei praeparat). Esta interpretación puede ser parcial, pero acentúa decidídamente el carácter escatológico de la Unción, aunque no tenga bastante en cuenta la totalidad del hombre con su corporalidad y la necesidad de purificación acá en la tierra. El hombre entero es el que ha de gozar de la visión de Dios, no sólo el espíritu. El mensaje de la resurrección habla de la renovación total del hombre. Sólo unos pocos teólogos han considerado la Unción como signo sacramental de la resurrección. Ya hemos visto como la traducción de la Vulgata dejaba poco margen a esta interpretación. Sólo las sentencias de Rolando, de la escuela de Abelardo, relacionan la eficacia de la Extremaunción con el cuerpo resucitado: el cuerpo que ha sido ungido tendrá una gloria especial en el cielo de la que no participarán quienes no recibieron este sacramento. También, pues, la Unción se refiere de una forma especial al cuerpo que será sellado con un distintivo peculiar para la participación de la gloria de Cristo. Y el Señor te resucitará; aquí está la relación explícita a Cristo, el Señor glorificado de la Iglesia de la eternidad.

Significación eclesiológica de la Extremaunción Cuando se tuvo conciencia del. número exacto de los sacramentos surgió la cuestión del lugar que debía ocupar la Extremaunción dentro de los signos sacramentales. Del maestro Simón (s. XII) es esta buena intuición: "como el bautismo es el sacramento de los que entran... así esta unción es el sacramento de los que se van". El bautismo signa a

A. GRILLMEIER, S. I. los que entran en este mundo con el sello de Cristo; la Unción prepara para la visión de Dios a los que se van del mundo. El Bautismo es sacramento cíe la iniciación, y la Extremaunción es el. signo sensible de la. despedida de la comunidad de la Iglesia terrena. Sin romper con ello la comunidad con el Cuerpo Místico de Cristo. El llamado Epítome de la Escuela de Abelardo pone en tres sacramentos una eficacia especial referida a la incorporación a la Iglesia. El bautismo que hace al hombre miembro de Cristo y le posibilita acercarse al altar, allí recibe la Eucaristía que le une más estrechamente al Señor; y al final la Extremaunción que reafirma al cristiano como miembro de Cristo en el mundo; ella le abre el paso a la definitiva incorporación en la comunidad eclesial de la eternidad. La Iglesia que está instalada en este mundo y en el más allá es la que por medio del presbítero conduce al moribundo, en el Nombre del Señor; desde la zona visible y terrena a, la invisible del más allá. Ella toma al hombre como propiedad de Cristo y de Dios y lo sella como posesión suya. Por ello la Extremaunción es el sacramento consumador de la vida cristiana. Cristo muerto en cruz y vuelto a la vida por la resurrección es quien sella esta consumación, pues quien recibe la Extremaunción representa y visibiliza la marcha de Cristo hacia la gloria a través de la Cruz y resurrección. Por ello precis amente la Unción tiene que signar el cuerpo al que tras el paso de la muerte le espera la resurrección: el Señor te resucitará, ha dicho Santiago. Esta interpretación de la Extremaunción como el sacramento de la resurrección y consumación de la vida cristiana terrena llena de máxima confianza al moribundo y da al rito sagrado una luminosa significación. Tradujo y condensó: JULIO COLOMER

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