EL SENTIDO HISTÓRICO DE LA PRISIÓN REHABILITADORA EN VENEZUELA (11): UNA INTERPRETACIÓN FOUCAULTIANA DE SU DEVENIR

Capítulo Criminológico Vol. 28, W 2, Junio 2000, 63-87 ISSN: 0798-9598 EL SENTIDO HISTÓRICO DE LA PRISIÓN REHABILITADORA EN VENEZUELA (11): UNA INTER

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Capítulo Criminológico Vol. 28, W 2, Junio 2000, 63-87 ISSN: 0798-9598

EL SENTIDO HISTÓRICO DE LA PRISIÓN REHABILITADORA EN VENEZUELA (11): UNA INTERPRETACIÓN FOUCAULTIANA DE SU DEVENIR

José J, Contreras 1 2 y Hernán López Garay

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Maestro en Sistemología Interpretativa. Becario Fulbright en Ciencia y Tecnología en la Universidad de Washington DC, USA. E-mail: josej @lycosmail.com Profesor Titular. Ph.D. Centro de Investigaciones en Sistemología Interpretativa, Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. E-mail: [email protected]

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RESUMEN

En este segundo artículo sobre el sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela, se intenta realizar un despliegue del orden y concepción del mundo en el que se inserta el fenómeno "prisión" en la Venezuela del presente. Dicho orden revela a la prisión como un espejo -constituido históricamente- que refleja en su propio seno una dialéctica social paradójica, de fuerzas que, por una parte, mueven nuestra sociedad a realizarse como una mimesis de las sociedades europeas y por otra, buscan realizar nuestra capacidad vital de crear y nombrar nuestra propia realidad. Palabras clave: Historiografía de la Prisión en Venezuela, bandas carcelarias, clientelismo, caudillismo, "modernidad" Venezolana.

THE HISTORICAL SENSE OF REHABILITATIVE PRISONS IN VENEZUELA (11): A FOUCAULDIAN INTERPRETATION OFITSDEVELOPMENT ABSTRACT

In this second article about the historical sense of prisons in Venezuela, a first attempt is made at unfolding the historical arder within which current prison phenomenon is presented. Such unfolding shows prisons as mirrors which reflect a wider social paradox, namely; on the one hand there are forces driving Venezuelan society to make ita copy of western culture, and on the other hand, there are forces seeking to realize society 's vital action of creating its own world. Key words: Venezuelan prison historiography, prison gangs, Venezuelan modernity, clientelism, "caudillismo" (strong-man leadership).

Recibido: 10-12-1999 • Aceptado: 09-02-2000

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INTRODUCCIÓN

El presente artículo constituye el segundo de dos escritos que buscan desplegar el sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela, haciendo uso de un marco conceptual foucaultiano. En el presente artículo se busca resaltar ciertos hitos de la historiografía venezolana que "encajan" y otros que no encajan en el marco foucaultiano. La idea es lograr realizar una primera visualización de aquellas similaridades y diferencias que permitan comenzar el despliegue del modo de ser propio de la prisión rehabilitadora en la Venezuela del presente. Para ello procederemos a examinar el caso venezolano con los lentes del contexto foucaultiano. Con referencia a este contexto se hará una comparación con el caso francés y se establecerán aquellos hitos que le sean "entraños" y extraños a la sociedad venezolana, desplegando así el grado de identificación de nuestra sociedad y nuestra institución carcelaria con respecto al devenir histórico europeo. Los hitos extraños irán formando un cuadro que reclamará al final de la investigación establecer una hipótesis interpretativa, no foucaultiana, acerca del sentido de la prisión rehabilitadora en Venezuela. Comenzaremos la comparación con la época de la conquista, en correspondencia cronológica con el contexto foucaultiano. 2.

INTERPRETANDO EL DEVENIR IDSTÓRICO VENEZOLANO A LA LUZ DEL CONTEXTO FOUCAULTIANO 2.1. El Suplicio en la América Española

La práctica del suplicio en la América Española muestra similitudes con la práctica jurídica y política del contexto foucaultiano. De hecho, quizás en las Indias se dibuja más claramente el carácter del orden basado en el soberano y su analogía con el Rey Celestial. Cuando los primeros conquistadores pisaron la tierra que llamaron América, tenían una misión. Su misión consistía en evangelizar y ensanchar las fronteras del reino español. Blanco Fombona cita la toma de posesión del lago de Tacarigua por Juan de Villegas: "cogió agua del lago, cortó ramas con la espada, se paseó por la ribera con la espada desnuda, en señal de desafío a algún hipotético posesor, y dejó como rú-

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brica de su descubrimiento y de su toma de posesión una cruz de madera que plantó a la orilla del agua (Blanco Fombona, 1921: 277)". Con la implantación del imperio español en América, el suplicio se presenta con todo el ceremonial con que se manifestaba en Europa. En 1781 Don José Antonio Areche, encargado expresamente para este asunto por el Rey Carlos III*, dictaminaba: Debo condenar y condeno a José Gabriel Túpac Amaru, a que sea sacado a la Plaza Principal y Pública de esta Ciudad [Cuzco], arrastrado hasta el lugar del suplicio donde presencie la execución de las sentencias que se dieren a su mujer Micaela Bastidas, a sus hijos Hipólito y Fernando Túpac Amaru, a su cuñado Antonio Bastidas y a algunos de los otros capitanes y auxiliadores de su iniqua y perbersa intención o proyecto, los cuales han de morir en el propio día; y concluidas estas sentencias se le cortará por el verdugo la lengua y después, amarrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas fuertes, y de modo que cada una de éstas puedan atar o prender con facilidad a otras que pendan de la Sinchas de cuatro caballos, para que puesto en este modo, o de suerte que cada uno tire de su lado, mirando a otras cuatro Esquinas o puntas de la Plaza, marchen, partan y arranquen a una vez los caballos, de forma que quede dividido su cuerpo en otras Úmtas partes ... (Blanco Fombona, 1921: 140, 141).

Luego los miembros despedazados fueron exhibidos en diferentes pueblos del Perú y el cuerpo de Túpac Amaru (padre) fue incinerado y sus cenizas echadas al aire. Su casa y la de todos sus familiares fueron derribadas y se regó sal al suelo en el cual sembraba (Blanco Fombona, 1921). El suplicio de Túpac Amaru revela la atrocidad de la afrenta. Afrenta que se manifiesta ya sea por rebelión directa contra el rey o por el no cumplimiento de las leyes del soberano español. El suplicio se aplicaba a través de la mutilación de narices y orejas, azotes y el uso de instrumentos de tormento como el cepo y la horca (Herrera Luque, 1961). Todos estos instru-

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Nótese que cumple con una función de procurador similar a la expresada en el contexto foucaultiano.

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mentos servían para el revelamiento de marcas en el cuerpo del súbdito que osó revelarse. Dichas marcas desplegaban tanto la afrenta al soberano como la afrenta al Rey Celestial. Esta estrecha relación se muestra en la leyes que castigaban, por ejemplo, el adulterio (del mismo modo que las divinas prohiben desear a la mujer del prójimo), amancebamiento (ley divina: no fornicarás), abigeato, hurto (ley divina: no robarás), homicidio (ley divina: no matarás), blasfemia, o superstición (ley divina: no pronunciarás el nombre de Dios en vano). Así, en 1640, el Obispo de Caracas Fray Mauro de Tovar sentencia a Don Pedro Navarro de Villavicencio y a su hermana Doña Ximena de Ponte a 200 azotes, confiscación de sus bienes y nota de infamia por el pecado de incesto (Troconis de Veracoechea, 1983). La nota de infamia consistía en pregonar la "vejación de su falta, a través de escritos pegados en las paredes y puertas de las iglesias" (ldem). Así mismo se atormentó a dos esclavos sospechosos de ser testigos, para hacerlos confesar la verdad. Se hace evidente en estos últimos relatos la confluencia de los demás rasgos característicos de la justicia basada en el orden del soberano: indagación, confesión, tortura como medio para el revelado de la verdad y el pregón de la infamia en el proceso judicial del imperio español en la América de los siglos XVI y XVII. La cárcel, dentro de este marco de la Venezuela colonial, era un sitio en el cual el infractor era encerrado mientras se llevaba a cabo el juicio. De resultar culpable y ser enviado a prisión entonces ésta funcionaba como un tipo de destierro: allí el infractor era encerrado y obligado a realizar algún trabajo (en muchos casos, trabajos relacionados con la prestación de servicios en las fortalezas del Rey). Nótese que esta prisión sigue siendo un castigo que sostiene la soberanía del monarca y que se encuentra muy lejos de ser considerada como reemplazo al suplicio o como una prisión rehabilitadora. De hecho, este concepto tenía un sentido muy distinto. La rehabilitación era entendida como la restauración de los derechos civiles luego de la extinción de la condena; era una especie de eliminación de los efectos colaterales de la pena. En la legislación española la rehabilitación era otorgada única y exclusivamente como gracia del Rey (Camargo,

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1960). En el soberano que castiga, como en el que perdona con su gracia, se manifiesta así el poder del Rey. Sin embargo, aunque la justicia basada en el orden del soberano parece en primera instancia dar cuenta de las manifestaciones de la justicia de la Venezuela colonial, numerosos cronistas recogen relatos que expresan serias faltas a los principios de justicia basados en la soberanía de Dios. Por ejemplo, Fray Bartolomé De Las Casas comentaba a propósito de un juicio y un suplicio llevados a cabo en 1494 que: "Esta [era] la primera injusticia, con presunción vana y errónea de hacer justicia, que se cometió en estas Indias contra los indios, y el comienzo del derramamiento de sangre, que después tan copioso fue en esta isla" (Casas De Las, 1986: 396-397). Vemos aquí revelarse algo distinto. El Soberano del contexto foucaultiano es una analogía con el Rey Celestial. De allí obtiene su legitimidad. En el caso de los conquistadores, se crea una situación muy diferente, en la cual la legitimidad de las acciones parece no contar con el piso fuerte de Europa y más bien atenta contra sus propios fundamentos, a tal punto que despertó la ira de cronistas como Bartolomé de Las Casas. Surge además otro problema. En Europa todo infractor era, de menor o mayor casta, un ser humano, pero ¿qué era ese otro al que llamaban indio? ¿Animal o ser humano? Difícil decisión para el Papa, para los reyes y para los conquistadores. "A falta de ganado, buenos son indios" y se deleitaron con la carne indígena aquellos conquistadores españoles sin antecedentes antropofágicos. ¿Quién es ese indio que no es de la India? ¿Quién es ese otro más extraño que el judío o el musulmán? En este contexto cultural distinto, el suplicio comienza a desvanecerse como forma de castigo a principios del siglo XIX*. En efecto, durante los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX comenzaron a aparecer una serie de manifestaciones que representan un agotamiento del orden que sustentaba la soberanía del Rey. La principal muestra fue la guerra de Independencia, la cual movida por un afán de libertad y autonomía, inició el ca-

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El oficial del ejército patriota José Felix Rivas fue descuartizado, su cabeza freída en aceite y colocados sus miembros en diferentes caminos del país (Sulbarán, 1979).

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mino para la construcción de las repúblicas latinoamericanas y los intentos por establecer en ellas un orden ilustrado, orden donde el suplicio (no la tortura) será desterrado*. 2.2. Ilustración y castigo en Venezuela

Curiosamente, el desvanecimiento del orden monárquico-religioso, y los aires ilustradores que llegan a América durante los siglos XVIII y XIX, no genera en nuestro suelo un movimiento de juristas y pensadores ilustrados en relación con el castigo y la pena. Recordemos que en el caso europeo este movimiento si se dio, y que esos pensadores buscaban reemplazar el suplicio por una forma racional de castigo que equiparase la pena al sentido y gravedad del delito. En la base de este movimiento racionalista de juristas se movía una especie de "racionalidad taliónica" (mejor dicho una Ley del Talión racionalizada). Pues bien, en el caso venezolano, decimos que curiosamente no se dio un proceso similar, a pesar de que existen numerosos documentos y escritos de diferentes pensadores venezolanos que demuestran su serio apego a las doctrinas de la Ilustración**. De hecho, la guerra de Independencia no es más que una búsqueda de nuestra autonomía como Nación, búsqueda que implicaba el deseo de construir una sociedad racional, una sociedad de hombres libres e iguales. Veamos algunos ejemplos de este deseo. La Primera Constitución de Venezuela en 1811 sitúa al pueblo como el soberano y sus derechos básicos eran libertad, igualdad, propiedad y seguridad (Documentos que Hicieron Historia, 1962). A partir de dicha fecha quedan abolidos en Venezuela la tortura, el comercio de negros y la distinción de clases sociales. Asimismo la utilidad de la ley queda expresada en el artículo 3° de la Constitución de Venezuela del año 1819: "La expresión libre y solemne de la voluntad general, manifestada de un modo constitucional, es lo que constituye una ley. Ella no puede mandar sino lo justo y

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Recordemos que el suplicio no es tortura como la entendemos hoy día. El suplicio era una forma de castigo que hacia parte de todo un orden trascendente establecido, en el cual tenia un significado relacionado con el poder del soberano y el Rey Celestial (Dios). Al menos hasta donde nuestra investigación ha podido indagar.

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útil; no puede prohibirse sino lo que es perjudicial a la sociedad; ni puede castigar sino al criminal" (Idem). Pocos años antes, en 1811, se proclamaba que "La Ley no debe decretar sino penas muy necesarias, y éstas deben ser proporcionadas al delito y útiles a la sociedad" (Idem). Estas referencias nos muestran el cambio epoca} y la destrucción del orden basado en el soberano. Ahora el soberano es el pueblo y por ello surge la necesidad de castigos legítimos y útiles para la sociedad. Simón Rodríguez (1842: 128-129) expresa en pocas palabras el sentir de la época: Los hombres de estos últimos tiempos ... quieren vivir SIN REYES i SIN CONGRESOS no quieren tener AMOS ni TUTORES quieren ser dueños de sus personas, de sus bienes i de su voluntad sin que por eso se entienda vivir como ANIMALES FEROCES, QUIEREN gobernarse por la RAZÓN que es la autoridad de la naturaleza RAZÓN, es figura abstracta de la FACULTAD DE PENSAR.

La Razón es pues ese nuevo "fundamento" sobre el que los pensadores del siglo XVIII buscan inventar una nueva concepción de hombre y de sociedad. Sin embargo, a diferencia del caso europeo, en nuestro medio ese espíritu racionalista ilustrado no se manifiesta en el caso del castigo. Se da un salto del suplicio a la prisión como forma de castigo dominante, sin pasar por los intentos de construir códigos basados en una racionalidad taliónica (que iguale racionalmente la pena al delito cometido). Aparece entonces el presidio como la pena por excelencia y el suplicio se desvanece*.

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Por ejemplo, el tres de mayo de 1826 se decreta un procedimiento en el cual se castiga con pena de muerte y presidio, y no con confiscación de bienes, las causas de hurto y robo. Más tarde en 1845 se decreta una ley similar pero en la cual sólo se mantiene la pena de muerte para los líderes de las gavillas (Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, 1821-1830).

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Pero la gradual popularización de la privación de la libertad como modo de castigo que sustituye definitivamente al suplicio, no significaba simplemente la sustitución de unos mecanismos de castigo por otros que redujesen la economía del castigo a la moneda común de "tiempo de privación de libertad". En nuestro caso, esta sustitución también indicaba la aparición del caudillismo y no de gobiernos republicanos como en el caso europeo. El caudillo era un líder que mediante su fortaleza, su carisma y su astucia lograba aglutinar a un nutrido grupo de adeptos. La negociación con los grupos de poder dominantes y con otros caudillos le permitía lograr acuerdos para alcanzar un cierto grado de gobernabilidad del país (Vallenilla Lanz, 1919). Bajo este panorama, la pena de privación de libertad pasa a ser un mecanismo de control político*. Mas en este panorama de surgimiento del caudillismo, paradójicamente, a la par con ella, comienzan también a surgir elementos de una sociedad disciplinaria, con sus muy particulares características. 2.3. La sociedad disciplinaria en Venezuela Como se mostró en el primer artículo, las ideas de la Ilustración ayudaron a fracturar, en el caso europeo, el orden basado en la Soberanía del Rey y de Dios. Sin embargo, si en el caso europeo la destrucción de este orden hizo posible la entrada de nuevas tendencias que apuntaban hacia un orden disciplinario, en el caso venezolano no puede decirse exactamente lo mismo. No obstante, existían heraldos de racionalidad disciplinaria desde los tiempos de la colonia. 2.3.1. Los primeros heraldos

Algunas de las primeras muestras de un orden disciplinario son las siguientes.

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Puede tomarse como ejemplo el uso de los reclusos para la construcción de carreteras durante el gobierno del Gral. Juan Vicente Gómez. Dichas carreteras permitían una movilización más efectiva de las tropas gubernamentales para sofocar los alzamientos de otros caudillos.

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Por el año 1789 hace su aparición una institución llamada la "Casa de Corrección". Esta institución debía "contener a los que empiezan a ser malos y prevenir las consecuencias de la ociosidad" (Troconis de Veracoechea, 1983: 43). La "Casa de Corrección" se caracterizaba por ofrecer una férrea vigilancia que evitaba los momentos de ocio con que los internos contaban en las haciendas. Por la misma época, en el año de 1787, se creó la "Casa de Misericordia", la cual "ha[bía] de servir a la corrección y dirección de las costumbres" (Langue, 1994: 365). Para ello debía ser un lugar "separado del público" y con "menos proporciones para la distracción". La distribución de la casa debía ser la siguiente: "viviendas del capellán, del administrador general, dormitorio, enfermería, reclusión, sala de impedidas, otra de manufacturas, cocina, refectorio, despensa, pieza para desmontar, otra para hilar, otra para tejer, otra para coser, lavadero con baño, lugares comunes, pieza para secar, cuarto de contagiosas, otro de locas ... " (Ibid: 364). Asimismo debía tener una "división de incorregibles" y una división para niños expósitos. Es notorio el interés que existía por aislar, clasificar y corregir mediante una distribución útil y una educación basada en el trabajo a aquellos cuyas costumbres ociosas lo requerían*. Un siglo más tarde, en 1881, se decretó la organización del presidio cerrado de San Carlos en el cual se conjugaban la vigilancia, el interés correctivo y la distribución de la Casa de Misericordia y de la Casa de Corrección. En dicho presidio se debía separar de manera estricta a mujeres y hombres. El reo debía portar uniforme, tener un número y un dormitorio asignado, levantarse a las cinco de la mañana, ser llevado al mar para el aseo personal y cumplir a cabalidad el horario del día. Asimismo el presidio contaría con una escuela de oficios y se les enseñaría a leer y escribir; el reo

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Curiosamente durante la misma época las cárceles no eran diseñadas bajo este mismo esquema. Por ejemplo, en 1788 se proyectó una cárcel para la ciudad de Margarita. En el plano se indican las siguientes dependencias: prisión para hombres, con dos calabozos; prisión para mujeres, con dos calabozos; un corredor; a un lado del corredor, el cuarto para el carcelero y al otro lado, una habitación para presos de distinción (Troconis de Veracoechea, 1983).

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debía hablar en voz baja a los vigilantes, y no se les permitiría juegos de azar ni de envite. La organización del presidio contaría con Director, ayudante, médico, capellán, instructor, maestro de escuela y vigilantes. El Director tenía la potestad de reagravar la pena según la conducta del reo y de enviar a presidio a alguno de los empleados si éstos cometieren alguna infracción (Troconis de Veracoechea, 1983). Se observa en este reglamento la aparición de un castigo que clausura, que enseña, que da trabajo, que clasifica, que distribuye, que utiliza un personal especializado. Más tarde, el 19 de Mayo de 1896, se establece la construcción de tres penitenciarías con la misión explícita de contribuir "a la regeneración moral de los penados" (Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela, 1899: 53). (Notemos cómo aparecen en estas manifestaciones de una sociedad disciplinaria las características de la prisión rehabilitadora). 2.3.2. Manifestaciones postcoloniales del espíritu de sociedad disciplinaria en Venezuela La Venezuela independiente continuó siendo la Venezuela agrícola tradicional, no una Venezuela industrial. No obstante, las manifestaciones del espíritu disciplinario se hacen más palpables a mediados del siglo XIX. En 1853, Manuel Antonio Carreño publica su famoso "Manual de Urbanidad y Buenas Maneras" (Carreño, 1853). En él se plantea cuidar cada detalle, desde cómo se duerme hasta cómo se deben mantener las uñas; cómo caminar y cómo tomar los cubiertos; a que distancia hablar y qué se puede conversar. Todo ello enmarcado dentro de una "economía del tiempo" (Ibid: 91). En esta preocupación por el detalle se pueden encontrar elementos para la constitución de un individuo disciplinado en un cuerpo orgánico: 13.- Los movimientos del cuerpo deben identificarse de tal modo con la naturaleza de las ideas, y con la energía de la expresión, que formen un todo con las palabras, y no se hagan jamás notables por sí solos (lbid: 189).

Existe también un afán por lo metódico y la distribución precisa de las actividades: 15.- Acostumbrémonos, pues, a proceder con método en todas nuestras operaciones, sobre todo en los trabajos mentales, los

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cuales ordenaremos de modo que no se confundan unos con otros; principiando nuestros estudios por las materias más elementales y menos difíciles, destinando horas diferentes para los de diferente naturaleza, buscando los medios de adquirir conocimientos con el menor empleo del tiempo que sea posible, y no recargándonos nunca con más estudios que aquellos que podamos hacer con un sólido provecho y sin fatigar nuestro entendimiento (Ibid: 91).

Pero, el espíritu de Sociedad Disciplinaria en Venezuela se hace más visible aún durante el mandato del Gral. Juan Vicente Gómez. En efecto, durante dicho mandato se logra la constitución de un ejército que sirve como una gran maquinaria para disciplinar y homogeneizar la nación como un todo*. No sólo por la coerción que podía aplicar, sino porque al hacerse obligatoria la prestación del En el Servicio Militar obligatorio, gran parte de los jóvenes del país son disciplinados mediante ejercicios de gimnasia, deporte, actividades de orden cerrado y abierto en general (Ziems, 1979). López Contreras (1944) lo expresa con las siguientes palabras: La vida militar realiza obra de perfeccionamiento. De aquellos conscriptos, tímidos unos, levantísticos otros, todos de costumbres casi primitivas e ignorantes de sus derechos y deberes ciudadanos, se obtienen hombres resueltos de iniciativa personal, buen trato, compostura correcta, aire marcial y de capacidad para rendir misiones importantes en el servicio.

En relación con el tema de las prisiones, ya para el gobierno del Gral. Eleazar López Contreras la prisión es vista como el espacio social donde se lleva a cabo la rehabilitación del delincuente**. Se hace entonces necesaria la introducción de las diversas ciencias humanas que permitan estudiar la personalidad del delincuente. El Reglamento de Régimen Penitenciario de

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En todo caso, también existen documentos que muestran que en este gobierno hubo preocupación por la conversión de las prisiones venezolanas en centros de corrección (Actas y conclusiones del Primer Congreso de Municipalidades de Venezuela, 1913). El gobierno del Gral. Eleazar López Contreras comienza con el decreto de demolición de "La Rotunda". Ello se justificaba por no cumplir con los objetivos de la regeneración y rehabilitación del recluso (Diario La Esfera, 1936: 1).

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1940 expresaba ya claramente la necesidad de exámenes psicológicos y tratamientos educativos en las prisiones. De esta manera se inicia toda una búsqueda hacia las causas psicológicas y sociológicas de la delincuencia en Venezuela*. El delincuente es un primitivo mental o un "inadaptado ofensivo", al cual "la sociedad debe acudir a protegerlo para evitar que ejecute perturbaciones de la sociedad" (Mendoza Troconis, 1961: 4). El criminal venezolano es un pobre que es resultado de una "sobrecarga mental" causada por las psicopatías de los primeros españoles que vinieron a la América (Herrera Luque, 1961). Por ello los sujetos ya no deben sufrir ni suplicios ni castigos proporcionales y útiles, sino que por ser enfermos u hombres en desventaja deben ser tratados con medidas que se orienten a "la readaptación del sujeto para los fines de la convivencia social" (Constitución de Venezuela, 1961). Venezuela parece a todas luces adoptar los patrones de la sociedad disciplinaria en relación con las prisiones. Finalmente se podría interpretar que la multiplicación en Venezuela de instituciones similares a las instituciones disciplinarias de Europa durante el siglo XX (léase hospitales, cuarteles, centros educativos, fábricas y otros), tienen la misión de disciplinar al individuo para lograr de éste la máxima utilidad productiva. Bajo esta interpretación, se podría lanzar la hipótesis foucaultiana de que la prisión venezolana tendría la función de servir como máscara que oculta la homogeneización de la sociedad. Y así pareciera, puesto que la Reforma Penitenciaria propuesta en el año 1986 celebra los principios de corrección, clasificación, educación penitenciaria y trabajo, control técnico a través de personal especializado, utilización de instituciones anejas y también modulación individual de la pena (COPRE, 1986). En este punto deberíamos detener la investigación y concluir que en Venezuela la Sociedad Disciplinaria logró instaurarse exitosamente ... Pero, antes de aventurarnos a hacer semejante afirmación, examinemos con más

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En efecto para 1936 el Dr. Tulio Chiossone (considerado el primer criminólogo del país) establecía que los individuos que iban a las cárceles eran de escasa mentalidad, analfabetas y bárbaros. Ellos provenían en su gran mayoría de la clase proletaria (Chiossone, 1936).

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cuidado lo que estos signos de disciplinarización, por un lado, y de caudillismo, por el otro, indican (y por supuesto hablemos del papel que la prisión rehabilitadora juega en todo esto).

3.

DIFERENCIAS CON EL CONTEXTO FOUCAULTIANO

En esta investigación se han podido encontrar algunos fenómenos sociales cuyo sentido no parece encajar en el contexto interpretativo foucaultiano. Ellos son: la imposición del modelo de industrialización europeo, el desarrollo de relaciones sociales "caudillistas" y su claro reflejo en el espejo de las prisiones, y la cárcel como industria. Veamos brevemente qué son estos fenómenos y por qué no encajan. En las conclusiones trataremos de darle un sentido a estos "desencajes", y con ello dejaremos abierto el camino para una segunda etapa de esta investigación histórica. 3.1. La industrialización en Venezuela: imposición (¿y convicción?)

Para finales del siglo XIX, Venezuela y gran parte de los países que no eran considerados como avanzados se encontraban en una situación preocupante. El grado de industrialización que habían alcanzado los países donde se originó el proyecto de la Ilustración y la idea de progreso exigía, a finales de este siglo XIX, "la adquisición de territorios incultos" (Zumeta, 1899: 5) en la búsqueda de materias primas y nuevos mercados. Con este fin, las regiones "bárbaras" de Africa, Asia y América Latina son repartidas entre los países europeos y los Estados Unidos de América. Bajo este panorama Cesar Zumeta prescribe que América Latina se encuentra enferma. La enfermedad se corresponde con la incapacidad de colaborar con el progreso industrial de la humanidad y ello trae como posible consecuencia la invasión de los países "enfermos" por parte de las "sanas" potencias extranjeras*. Por ello se hacía perentorio formar ejércitos disciplinados y encaminar al continente por el sendero de la industrialización.

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Zumeta (1899: 24) decía expresamente: "Los fuertes conspiran contra nuestra independencia y el continente está enfermo de debilidad".

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Poco tiempo después el Gral. Gómez lanza sil programa de la Rehabilitación. Dicho programa buscaba "curar" las debilidades del país. Para ello se eliminaban ciertas restricciones a la libertad de comercio e industria y se restituían las relaciones amistosas con Holanda, Italia, Francia y principalmente con Alemania e Inglaterra quienes habían protagonizado un embargo comercial y militar en 1902, amenazando así la soberanía nacional (Gómez, 1909). De esta manera, en un ambiente de imposición por un lado y de seria convicción de nuestra enfermedad por el otro, se implantan en Venezuela los modelos de industrialización importados de Europa para la rehabilitación del país. Se comienza entonces la construcción de las primeras industrias en el país y la creación del ejercito disciplinado del que tanto se enorgullecieron los Generales Gómez y López Contreras. Sin embargo, esta carrera para ponerse, aparentemente, a la par de los países "avanzados" en la senda del progreso, va acompañada de un comportamiento político caudillista y otros fenómenos sociales -por ejemplo el uso de la prisión como mecanismo de control político (o una industrialización de fachadas solamenter que desencaja completamente con el modelo de desarrollo de las sociedades industrializadas. Examinemos esto con más detalle.

3.2. La prisión como mecanismo de control político En un primer acercamiento se podría decir que la prisión como mecanismo de control político ha sido únicamente utilizada por los regímenes dictatoriales en Venezuela, regímenes basados en un modelo caudillista de gobierno y sociedad. Así, la prisión ha sido utilizada contra los sospechosos de "comunistas" en el régimen de Gómez, o contra los "adecos" en el régimen de Pérez Jiménez. Pero resulta que la prisión también ha sido utilizada por los llamados gobiernos "democráticos" en Venezuela (por ejemplo contra los "guerrilleros", y opositores fuertes que denuncian la corrupción administrativa o el grave deterioro de la justicia). Lo que revela esta "anomalía" no es simplemente que estas democracias son incipientes o defectuosas y no respetan los derechos humanos, etc. etc. Lo que parecen revelamos, más sorprendentemente, es que la forma caudillista de gobierno y de sociedad no ha desaparecido, y más bien continua arropada con ropajes democráticos.

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En revelarnos esta situación, la cárcel ha jugado un papel importante, constituyéndose en una especie de ventana privilegiada para observar este proceso. El estudio de la cárcel, la búsqueda de su sentido, resulta entonces que es más que eso: es la búsqueda de sentido de nuestra sociedad como un todo. Veamos.

3.3. Las bandas carcelarias: ¿reflejo profundo de un modo social de ser? ... el preso nuevo es retado a enfrentarse al jefe de la banda del pabellón donde fue asignado. Si el jefe gana -lo que ocurre casi siempre- el nuevo pasa a convertirse en la mujer de él y de todos los miembros de su grupo. Después que ese preso ha sido la mujer de todos, realizan una ceremonia donde calientan al máximo la hornilla de una cocina eléctrica y se la pegan en la nalga derecha. Esa es la marca del caracol (Pacheco, 1996: D-7).

Esta descripción de lo que sucede en una cárcel venezolana podría aplicarse igualmente a cualquier cárcel del mundo occidental moderno. En las cárceles de los países llamados desarrollados la formación de bandas y los comportamientos reflejados en la cita anterior son comunes (aunque la violencia sea tal vez mejor reprimida en dichos países). En ellos, como en los nuestros, las bandas carcelarias son el resultado de una búsqueda por un cierto grado de seguridad para sus miembros. En las cárceles grupos de individuos se aglutinan alrededor de un líder, quien tiene las características de ser el más fuerte, de ser carismático y ser un buen negociador en la adquisición de bienes y servicios para los miembros de la banda. Las autoridades por su parte logran, mediante la negociación con dichos líderes, un grado alto de control interno. Ello posibilita la creación de estructuras jerárquicas de carácter informal y la creación de mafias entre los internos, y alianzas con las autoridades y diversos entes e individuos "externos" (por ejemplo del poder judicial) (Hidalgo y Jordán, 1994). Ahora bien, lo interesante y particular de este fenómeno para el caso venezolano, es que la conformación en bandas y la conformación de microsociedades carcelarias alrededor de ellas, es un reflejo de comportamientos sociales más generalizados. Y esto si no podemos decir que sea similar al caso de los países industrializados. Veamos.

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Durante todo el siglo XIX, Venezuela vivió el fenómeno del caudillismo. Fenómeno que, como se mencionó anteriormente, permitió la gobernabilidad del país mediante la distribución de cuotas de poder entre los diversos caudillos de las diferentes regiones del país. A decir verdad, las redes sociales de lucha y camaradería que reflejan las bandas, se han presentado en diversos momentos del devenir histórico de la Venezuela hispánica. Algunos ejemplos se pueden observar no sólo en el caudillismo del siglo XIX sino también en el militarismo y el clientelismo del siglo XX. En todos estos fenómenos se observan grupos de lucha cuya unidad se constituye en torno a ciertos sentimientos de lealtad y camaradería. La filiación puede venir dada por lazos consanguíneos, en términos de coterraneidad pero siempre por carisma personal del líder. Nótese que para un observador con ojos europeos, la sociedad caudillista y organizada en redes de camaradería no es más que una aberración o una transición hacia la consolidación de un Estado Moderno (Vallenilla Lanz, 1919). Aunque quizás sea arriesgado decirlo, es posible aventurar que esta conformación en bandas carcelarias para el control y mantenimiento estable de la institución carcelaria, es tan sólo un reflejo de un proceso muy parecido que se puede estar viviendo en la sociedad en general. En el caso de los barrios se observaría este fenómeno, pero también en otros ámbitos de la vida nacional, v.gr., los partidos políticos operando como bandas, etc. Bajo esta visión pseudo-caudillista, el nuevo montonero que es el "malandro" de barrio adquiere ciertos beneficios difíciles de lograr de otra manera*. Asimismo, con él surge un mecanismo que permite que los criminales se autocontrolen. Se trata de una cierta "anarquía controlada" que se observa prin-

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Linares hace la siguiente transcripción de la entrevista con un "malandro" de un barrio caraqueño: " ..... Si uno tiene dos o tres homicidios, es famoso en el barrio. Todas las mujeres son de uno, y nos regalan dinero. Lo que los malandros le roban a los demás me lo dan por temor; entonces uno tiene carro, moto y se viste bien ... [todo esto me sirve] ... Para tener una jeva, si me visto chimbo, no se me pega nada. Entonces tengo que usar ropa importada y de marca... nike, pepe, zapatos diamante. Pero los que asaltan y venden droga tienen más mujeres ....." (Linares, 1994: 26).

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cipalmente en la prisión, pero que allí es tan sólo un reflejo de lo que acaece en toda la sociedad. Otro aspecto en el que se diferencia el orden social carcelario nuestro de aquel de los países industrializados, es el relativo a cómo las microsociedades carcelarias se han constituido en "sociedades industriales"!

3.4. La industria carcelaria venezolana

Se ha llegado a decir que las cárceles en Venezuela son la tercera industria del país después del petróleo y el robo de vehículos. Si se toma en cuenta que este último se nutre en parte de la mano de obra "especializada" que le generan las cárceles, entonces se puede imaginar la importancia de la "industria carcelaria" en Venezuela (Delgado, 1995: 2-16). Esta industria se nutre de negocios que van desde el tráfico de armas, drogas y licor hasta la posibilidad de enriquecerse como proveedor del sistema carcelario en áreas tales como construcción, alimentación, mantenimiento y otros. Se encuentra también la explotación del tráfico de servicios (comedor, habitación, sanitario, seguridad, traslados, etc.), pagos legales e ilegales por servicios judiciales, pagos por la vida sexual, la posibilidad de fuga o la desaparición del expediente del interno. Es decir, que la cárcel venezolana no sólo es una "Fábrica de Delincuentes" que genera mano de obra para la industria del crimen, sino que ella misma está inserta en ese "economicismo" ilegal apoyado en las bandas carcelarias. Si lo anterior lo calificáramos de corrupción de la cárcel y el sistema de instituciones que le acompañan en su funcionamiento, tendríamos que afirmar, nuevamente, que la cárcel es tan solo un ejemplar representativo de una corrupción generalizada de las instituciones del país y su sociedad como un todo, sustentada en relaciones similares a las que se dan en la "bandas" . El estudio de las prisiones en Venezuela nos ha permitido abrir esta ventana hacia el sentido de nuestra sociedad actual. Las diferencias detectadas por medio del marco foucaultiano nos indican la necesidad de desplegar un sentido mas profundo para la cárcel. En las conclusiones que siguen, intentaremos examinar más de cerca el "mensaje" que estas diferencias trae.

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¿QUE NOS ENSEÑAN LAS DIFERENCIAS CON EL CONTEXTO FOUCAULTIANO?: CONCLUSIONES

Hemos dibujado una primera aproximación del sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela, guiados por un contexto foucaultiano. Las diferencias que han surgido de la comparación con este contexto, claman nuestra atención pues ellas nos indican algo que le es propio al fenómeno carcelario venezolano, y a la sociedad en general. En estas conclusiones haremos un breve intento por bosquejar algunos hitos de un contexto interpretativo que pueda comenzar a dar cuenta de esas diferencias.

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En primer lugar, recordemos los puntos de identificación con Europa que el presente estudio ha aflorado. Hace algunos siglos llegaron los Españoles a América y entonces se inició un proceso histórico que lejos de estar culminado, mas bien parece estar comenzando. Dicho proceso consistió en la creación, mejor, la invención (en el sentido de Simón Rodríguez) de una nueva cultura, mezcla de europeos, indios y negros. Interpretando el espíritu dieciochesco europeo, Simón Rodríguez había intuido certeramente que lo que movía la Ilustración no era tanto el rechazo a la tradición y al orden monárquico-religioso, sino una nueva actitud, un espíritu de invención, la invención de una nueva concepción de hombre y sociedad. Pero los rumbos que la América Latina y Europa tomaron en relación con este proyecto creador fueron completamente diferentes. Los europeos lograron realmente inventar una nueva sociedad, una nueva cultura. Nosotros no. Muy por el contrario, hemos caído bajo el dominio de un espíritu no inventivo, simulador, copiador. Hemos tratado de construir una cultura ilustrada "como la europea" y hemos fracasado. Hemos visto nuestro interés por copiar una sociedad disciplinaria al estilo europeo. Manuales, modales, tratados científicos y políticos, instituciones y prácticas así lo confirman. Pero hemos "fracasado", o por lo menos algo muy distinto ha surgido. Quizás en estas diferencias tan notorias con Europa esté la clave para encontrar en qué consiste la identidad de nuestra cultura, o cuál es el sentido del fracaso en constituirse como tal. Varios de nuestros pensadores (Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Andrés Bello, Simón Bolívar), vieron en América el espacio apropiado para la utopía moderna, el espacio apropiado para que seres racionales

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gobernados por la Razón pudieran realizar una nueva concepción de hombre y sociedad. Pero muchos no entendieron el espíritu de esta visión americana y pensaron que de lo que se trataba era de copiar los productos de dicho espíritu inventivo. Sin embargo, el halo de este espíritu permaneció, aunque cada vez más con menor brillo. A medida que su fulgor decaía, más se exacerbaba la copia, la continua repetición de "transplantes" de ideas, instituciones, técnicas, máquinas y demás enseres desarrollados en Europa, o en su reflejo americano de los Estados Unidos. Ahora bien, el anhelo frustrado encuentra continuamente vías de escape. Así lo atestiguan fenómenos como la aparición en el siglo XIX de relaciones sociales de lucha y camaradería, como formas dominantes de relación social hasta el presente. Sin embargo, la fuerza en contra de la invención cultural se manifiesta desacreditando estas relaciones de camaradería, haciéndolas ver como perniciosas para que podamos ser europeos. Debido al escaso brillo del autentico espíritu ilustrador europeo, no nos damos cuenta de que son estas relaciones las que podrían ser la base de la invención y desarrollo de una autentica cultura nuestra*. Se encuentran así dos fuerzas que en su existencia y tensión condicionan y dibujan a la sociedad venezolana. Se trata de dos caras de una misma moneda en la que una cara representa la búsqueda de una sociedad "europea" (en el sentido de llegar a copiarla idénticamente) y la otra refleja, básicamente, un contraste: un anhelo no-"europeo" (de inventar, no de copiar!), anhelo que en esencia sería (paradójicamente) auténticamente europeo ilustrado: el de inventar una sociedad, no de copiarla! El anhelo "no-europeo" se define precisamente en su negación del anhelo "europeo". La cara "no-europea" se manifiesta saboteando continua-

*

Alejandro Moreno Olmedo nos sugiere que en los barrios pobres de nuestras urbes se están desplegando los hitos de una auténtica cultura, la de la cara no-europea. Qué gran lección de humanidad sería el que fuera allí precisamente, en medio de los que hemos marginado, en medio de los que hemos condenado a la miseria, la injusticia y el desprecio, donde fuésemos a encontrar las claves de una auténtica modernidad (la episteme de un nuevo orden que sea nuestro aporte a nosotros mismos y a la humanidad en general)!!!! (Moreno, 1993).

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mente el afán por el logro de una sociedad "europea". Así, por ejemplo, el clientelismo necesita de partidos políticos con ideologías europeas que son convertidas en "fachadas". Las redes carcelarias extra-legales necesitan del disfraz de la "rehabilitación". El estado también se escuda detrás del marco legal de la rehabilitación, para permitir el desarrollo de redes de "camaradería" en el sistema de justicia y la "industria" carcelaria. Por supuesto, este no es un fenómeno exclusivo de las instituciones carcelarias. El espíritu de "las dos caras de la moneda" está presente en toda la sociedad y sus instituciones. Pero es en la prisión donde se muestra dicho espíritu con mayor intensidad. Así, encontramos que la prisión venezolana se define como institución rehabilitadora (copia de lo europeo). Por tanto, en ella no debería realizarse ningún castigo adicional a la "privación de la libertad", que es más bien un medio para la aplicación de un tratamiento. Por cierto, el fracaso de la prisión en su misión rehabilitadora no sería interpretado del mismo modo que en el caso foucaultiano. Recordemos que para este último, el "fracaso" es un modo de ocultar el afán disciplinador de la sociedad como un todo: la única institución formalmente destinada a la función disiciplinadora es la prisión (y en cierta medida las instituciones cerradas, en el sentido de Goffman). Sufracaso llama la atención de los ciudadanos así: "miren cómo la única institución disciplinadora falla. Pero seguiremos intentando!". En nuestro caso el fracaso es una forma de afirmar la rebeldía de la cara "no-europea": v.gr., la prisión se utiliza como mecanismo de control social para el beneficio del sostenimiento de las redes de relaciones ya mencionadas. De esta manera la "prisión", una manifestación formal de la caracopiadora europea de nuestra venezolaneidad, es usada como instrumento para reforzar nuestra cara no-"europea": la red social de lucha y camaradería. Pero la contrafuerza de la cara europea no deja que este proceso se desarrolle plenamente. Podemos ver entonces, al acercarnos al sentido histórico de la prisión rehabilitadora en Venezuela, que ella es un reflejo aumentado de nuestra sociedad. La prisión venezolana no hace más que repetir de manera acentuada la conformación social que domina la sociedad venezolana. Conformación que muestra la tensión entre dos anhelos contradictorios que definen la esencia esencial (en el sentido definido en el primer artículo) de nuestra so-

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ciedad. La prisión rehabilitadora, inhabilita, de acuerdo a la cara europea de la moneda, pero "habilita" en el sentido de la otra cara. La sociedad venezolana se enmascara con los productos de la modernidad para lucir moderna, y trata de "rehabilitarnos" para que seamos "como" europeos*. Pero en el fondo nos inhabilita en los dos sentidos de las dos caras, siendo el más grave aquel que se relaciona con el espíritu inventivo, aquel que nos permitiría inventar una nueva cultura. Al no permitir la cara europea el desarrollo de la no-europea, las fuerzas inventivas están siempre restringidas, desgastando su potencial cultural. Pero sin cultura no tenemos identidad. Por ello, al inhabilitamos en este sentido la sociedad nos condena a vivir un eterno sinsentido (el mismo que por ejemplo vemos reflejado en las masacres de nuestras cárceles). Finalmente, una pequeña nota metodológica. Hemos realizado una investigación que nos ha mostrado nuestra constante copia de lo europeo. Para ello hemos sido llevados de la mano por el pensador europeo Michel Foucault. ¿No es esto contradictorio con lo que acabamos de observar? Creemos que no. Creemos que el contexto foucaultiano ha cumplido un papel contrastante que nos ha permitido delinear las fronteras de lo europeo para así, precisamente, empezar a delinear lo no-europeo que nos caracteriza. Y es que al fin y al cabo debemos recordar que la esencia esencial del modo de ser de nuestras instituciones no radica en su negación hacia lo europeo, sino en la conjunción y la tensión de lo europeo y lo no-europeo. Sólo en la dinámica y la complejidad de esta unidad dual podremos empezar a comprender el sentido de nuestras prisiones y de nuestro presente en general.

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* Una interpretación similar puede hallarse en López Garay (1997).

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