EN CADA IGLESIA DESIGNABAN PRESBITEROS

Antonio Hiraldo Velasco Mons. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla (Prólogo) EN CADA IGLESIA DESIGNABAN PRESBITEROS El clero diocesano secular: vo

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Antonio Hiraldo Velasco Mons. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla (Prólogo)

EN CADA IGLESIA DESIGNABAN PRESBITEROS

El clero diocesano secular: vocación, misión, espiritualidad

EDIBESA

Colección

Sacerdocio

3 Antonio Hiraldo Velasco

EN CADA IGLESIA DESIGNABAN PRESBITEROS

El clero diocesano secular: vocación, misión, espiritualidad

© 2016 Antonio Hiraldo Velasco ©

2016 EDIBESA. www. edibesa.com Razón social y Administración: c/ Adaptación, 62. (P. I. Los Olivos) 28906 Getafe (Madrid) Edición y Comercialización: c/ Blasco de Garay, 51. 28015 MADRID Tfn. 91 345 19 92 • Fax 91 350 50 99 E-mail: [email protected]

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Imagen de portada: Mosaico. Pablo elige a Timoteo y Tito ISBN: 978-84-15915-52-2 Depósito Legal: M-4590-2016 Diseño y Maquetación: Composiciones RALI, S.A. Imprime: Estilo Estugraf Impresores, S.L.

Índice Prólogo................................................................................................. 5 Introducción...................................................................................... 9 Primera Parte PARA ESTAR CON ÉL Y SER ENVIADOS Capítulo 1.  Jesús, Apóstol de las vocaciones.......................... 15 Capítulo 2.  La pastoral vocacional............................................ 28 Capítulo 3.  La vocación sacerdotal............................................ 48 Capítulo 4.  Venid y lo veréis, y se quedaron con él.............. 58 Capítulo 5.  Sé de quién me he fiado.......................................... 70 Capítulo 6.  Seguir a Jesús con Pedro........................................ 78 Capítulo 7.  Pablo, apóstol de Jesucristo................................... 90 Capítulo 8.  Juan, discípulo de Jesús.......................................... 101 Capítulo 9.  Discernir la propia formación.............................. 110 Segunda Parte EL CARISMA DEL SACERDOTE SECULAR Capítulo 10.  Vivir en el país de la fe......................................... 125 Capítulo 11.  Él nos amó primero............................................... 134 Capítulo 12.  En cada iglesia designaban presbíteros........... 146 Capítulo 13.  La vida de fe del sacerdote.................................. 168 Capítulo 14.  El discernimiento espiritual y pastoral.......... 187 Capítulo 15.  La santidad sacerdotal......................................... 197 Capítulo 16.  Espiritualidad del clero diocesano secular.... 207 Capítulo 17.  El amor de Cristo, fundamento de la vida comunitaria................................................................................... 215 Capítulo 18.  La fraternidad sacerdotal, forma apostólica de vivir............................................................................................. 220

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Capítulo 19.  Llamados a edificar la comunión misionera. 226 Capítulo 20.  Conversión a Cristo pobre.................................. 233 Capítulo 21.  Un amor indiviso................................................... 242 Capítulo 22.  Hágase tu voluntad............................................... 248 Capítulo 23.  La vida comunitaria.............................................. 265 Capítulo 24.  Jesús evangeliza revelando al Padre................. 273 Capítulo 25.  Las palabras que me diste, ellos las han recibido, han creído............................................................................ 279 Capítulo 26.  La actitud interior de Jesús en sus relaciones con los hombres.................................................................... 284 Capítulo 27.  Los encuentros de Jesús con los ricos............... 291 Tercera Parte ESPIRITUALIDAD LITÚRGICA Capítulo 28.  Quien me come vive por mí............................... 309 Capítulo 29.  Juan el precursor, profeta de la esperanza..... 318 Capítulo 30.  Nacido de mujer..................................................... 326 Capítulo 31.  Mis ojos han visto a tu salvador....................... 334 Capítulo 32.  Huye a Egipto y estate allí hasta que yo te avise.................................................................................................. 341 Capítulo 33.  Cuaresma: morir y nacer.................................... 348 Capítulo 34.  Más allá del pecado: la virtud........................... 357 Capítulo 35.  Los pecados de los miembros de la Iglesia..... 363 Capítulo 36.  El desierto, camino pascual................................ 370 Capítulo 37.  Las tentaciones de Jesús....................................... 378 Capítulo 38.  Me amó y se entregó por mí............................... 385 Capítulo 39.  Celebrar la Pascua con María........................... 395 Capítulo 40.  Vivir en comunión con el Resucitado............ 405 Capítulo 41.  Es el Señor................................................................ 416 Capítulo 42.  El Buen Pastor........................................................ 426 Capítulo 43.  Acoger al Espíritu en comunión con María. 444 Capítulo 44.  Recibiréis la fuerza del Espíritu........................ 451 Capítulo 45.  El domingo, día de la caridad pastoral............ 457

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Prólogo

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s un gran honor para mí escribir el prólogo del libro escrito por don Antonio Hiraldo Velasco titulado «En cada iglesia designaban presbíteros». Lo hago con mucho gusto por tratarse de un sacerdote de la archidiócesis a la que sirvo, con el que tengo una deuda impagable de gratitud. Pocos meses después del inicio de mi ministerio en Sevilla pleno iure, me tocó renovar el equipo de formadores del Seminario Metropolitano. Para el oficio de director espiritual pensé en él, a pesar de que para entonces tenía ya setenta y tres años y grandes limitaciones visuales. Con gran generosidad me aceptó el nombramiento por dos años, que se han convertido de momento en seis y pueden prolongarse, si Dios quiere, en algunos más. Don Antonio Hiraldo tiene contraídos muchos méritos con la Santa Sede, con la archidiócesis de Sevilla y con las iglesias de Andalucía y sus Obispos, como secretario de la Asamblea de Obispos del Sur y de la Provincia Eclesiástica hispalense. Estoy convencido, sin embargo, de que su principal servicio a esta Iglesia se está cuajando en estos años fecundos de dedicación al Seminario, corazón de la archidiócesis. Soy testigo de su contribución esplendida desde su experiencia espiritual a la conformación del corazón sacerdotal de nuestros seminaristas. De ahí mi gratitud sincera. El título «En cada iglesia designaban presbíteros», procede del libro de los Hechos de los Apóstoles 14,23 y alude a un rasgo de la identidad de los sacerdotes diocesanos seculares, que sirven a las comunidades diseminados por la geografía diocesana.

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La obra no pretende ser un manual de teología del sacramento del orden. Tampoco es propiamente un tratado de espiritualidad sacerdotal. Es más bien la suma de cuarenta y cinco temas de formación espiritual ofrecidos semanalmente a los seminaristas del Seminario Metropolitano de Sevilla a lo largo de los últimos años. En ellos se pretende responder a la situación concreta en la que viven los jóvenes candidatos en la Iglesia y en el mundo de hoy, con sus valores evidentes y también con los condicionamientos que a su crecimiento personal impone la cultura inmanentista y secularizada. Los temas son presentados sin aparato crítico, de manera directa y viva, enraizados en la Palabra de Dios, en las enseñanzas del Concilio Vaticano II y en el Magisterio postconciliar sobre el ministerio presbiteral y los candidatos al sacerdocio. De algún modo, pretenden leer la propia vida del seminarista a la luz de la Palabra, según el espíritu de la lectio divina, destacando la específica vocación a la santidad que dimana del sacramento del orden y a la que están llamados los presbíteros diocesanos seculares. Los cuarenta y cinco temas están distribuidos en torno a tres grandes capítulos: 1) Para estar con Él y ser enviados. 2) El carisma del sacerdote secular. 3) La espiritualidad litúrgica. No olvida el autor en el primer bloque la pastoral vocacional como tema impostergable en la pastoral ordinaria de la Iglesia, un tema mayor en el presente y en el futuro de nuestras iglesias particulares. En este bloque se aborda también el ejercicio del ministerio pastoral y el significado y misión de la vocación sacerdotal del clero diocesano. En la segunda parte se ofrece una reflexión espiritual sobre la específica vocación del sacerdote secular inserto en la comunión jerárquica con el obispo diocesano y consagrado a la cura de almas en la iglesia particular, formando la familia presbiteral presidida por el obispo. En la tercera parte se

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ofrecen diversas meditaciones al hilo del año litúrgico, desde la perspectiva de la identidad sacerdotal y la misión pastoral. Las pláticas que el lector tiene en sus manos, en las que el autor ha puesto lo mejor de su dilatada experiencia a lo largo de más de cincuenta años de sacerdocio, aparecen tal como han sido pronunciadas. Escritas con sencillez y espontaneidad acompañan el camino espiritual de nuestros seminaristas como subsidio y cauce para su crecimiento en la vida de fe, en la espiritualidad sacerdotal y en la vida litúrgica, fuente de su vida interior y alma de la caridad pastoral. Sólo me queda agradecer de nuevo a don Antonio su compromiso generoso y alegre con la formación espiritual de los seminaristas, al mismo tiempo que le doy las gracias por las ricas reflexiones contenidas en este libro. Que Dios nuestro Señor, que es el mejor pagador, recompense su servicio excelente al Seminario Metropolitano de Sevilla y el bien que, sin duda, va a hacer su obra a los seminaristas de otras diócesis. Le deseo que tenga la acogida y los frutos que merece. Juan José Asenjo Pelegrina Arzobispo de Sevilla

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Introducción

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on el título «En cada iglesia establecían presbíteros» agrupo en este volumen, un conjunto de 45 temas de formación espiritual que he ofrecido a los candidatos al sacerdocio, en el Seminario Metropolitano de Sevilla, entre los años 2010-15. El título de este libro, quiere evocar los orígenes –las raíces– del clero diocesano secular. Ofrece temas para la meditación y la oración, teniendo a la vista la específica vocación del clero diocesano secular, su forma de vida apostólica, su misión y su espiritualidad. Cada vocación obrada por el Señor trae consigo la riqueza de su identidad, su misión y su espiritualidad. A la hora de asumir la llamada vocacional, no sería acertado pretender enmendar la plana a Dios, alterando la lógica de la vocación recibida. Es mejor dejar que sea el Señor el que lleve a término la obra que él mismo inicia. La respuesta vocacional implica el afán por llegar a las raíces de la vocación recibida, a su plena verdad, amándola sin reservas y viviéndola en la pureza de su identidad. En todo estado de vida eclesial está presente la urgencia de la generosidad, la fuerza de la fe que actúa por el amor. La mediocridad tiende a competir con la generosidad en todo corazón humano, sea cual fuere el estado de vida que se profese. La generosidad brota de la intensidad de la fe y no de los estados de vida. El sacerdote necesita vivir identificado con su vocación sin confusión ni división, sin echar nada de menos para seguir a Jesús. Desde el horizonte de la vocación universal a la santidad, descrita en la constitución Lumen Gentium del Vaticano II, se despliega el vigor de la santidad de vida que nace de la gracia

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bautismal y aquella que es propia a la forma de vida apostólica nacida sacramento del orden sacerdotal. La santidad que es propia a la vida y misión del sacerdote diocesano secular, consagrado a la cura de almas e impregnado de la gracia de la caridad pastoral. La mirada a la Iglesia naciente, a los orígenes del ministerio apostólico, es fuente de inspiración para arraigar la vocación del sacerdote secular, para profundizar en su misión evangelizadora y para desplegar la riqueza de su espiritualidad apostólica. No es una vocación fosilizada, sino vivificada constantemente por el Espíritu. Estos sacerdotes, situados en el corazón de la Iglesia, como cooperadores del Obispo diocesano en la «cura animarum», son habitados por el Espíritu para significar la comunión eclesial en permanente renovación espiritual, mirando al presente con audacia apostólica. El futuro sacerdote secular, en la medida en que conozca, comprenda y ame su específica vocación, recorrerá con gozosa esperanza su camino vocacional en comunión eclesial. A este propósito son sugerentes las siguientes palabras del decreto conciliar Chistus Dominus: «…En el ejercicio de la cura de almas ocupan el primer lugar los sacerdotes diocesanos, ya que incardinados en una Iglesia particular o adscritos a ella, se consagran plenamente a su servicio para apacentar a una porción de la grey del Señor, de ahí que constituyan un solo presbiterio y una sola familia, cuyo padre es el Obispo…» (CD 28). Por obra del Espíritu, la espiritualidad del clero diocesano secular germina y fructifica al calor de la Palabra y de la vida litúrgica. Discurre por un género de vida compartido en fraternidad y desplegado por el poder de la caridad pastoral, como alma de la vida sacerdotal. De manera análoga a la praxis de las familias religiosas o asociaciones similares, el clero diocesano secular, como familia presbiteral presidi-

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da por el Obispo diocesano, camina en la santidad de vida por el cauce de su específica espiritualidad sacerdotal encarnada en la «cura animarum». Necesitamos estudiosos y eruditos que transmitan la tradición eclesial del clero diocesano secular, estudiosos de la teología que sitúen este género de vida presbiteral en su verdad eclesial y maestros espirituales que abran el corazón a las fuentes de la santidad del sacerdocio diocesano secular, situándolo en el núcleo de la caridad pastoral, la espiritualidad de Cristo Cabeza, Sacerdote y Pastor. Una caridad pastoral nutrida de la vida de oración traspasada por la Palabra y por la vida eucarística y compartida por la fraternidad sacerdotal. Los temas de oración van presentados en tres apartados: la vocación sacerdotal, la específica forma de vida del clero diocesano secular y algunas meditaciones al hilo del año litúrgico. En todo esto no hay más pretensión que la de poner en manos de los jóvenes candidatos al sacerdocio un sencillo instrumento de formación, que ayude a crecer por dentro en el seguimiento de Jesús, como discípulo/sacerdote y como colaborador directo del ministerio episcopal en la Iglesia Particular. Como creyente y testigo en la forma de vida y en la misión del clero diocesano secular. Vivir esta vocación con gratitud al Señor por el don recibido y por la riqueza de la misión que entraña, asociados a la forma de vida y a la misión terrena del Verbo encarnado, Sumo y Eterno Sacerdote. Antonio Hiraldo Velasco

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