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EN CATALUÑA: Las bibliotecas como instrumento de libertad
Para comprender lo que sucedió en las bibliotecas de Cataluña en el periodo de la Guerra Civil es preciso remontarse a las épocas anteriores, en las que se constituyó un sistema bibliotecario bien cohesionado y eficaz que supo adaptarse y dar respuesta a las nuevas necesidades de aquella sociedad convulsa que, a pesar de todas las carencias materiales, seguía creyendo que los libros eran un instrumento básico e imprescindible. Hablar de las bibliotecas del frente, del servicio de bibliobús o de la tenaz labor llevada a cabo en las bibliotecas populares de los diversos pueblos de Cataluña, no se entendería sin tratar de la Escuela de Bibliotecarias, que preparó profesionales de las bibliotecas desde el año 1915 y del magisterio de Jordi Rubió, director, profesor y artífice de los servicios bibliotecarios catalanes. También es preciso hablar de las bibliotecarias (todas mujeres) que creyeron que a pesar de las situaciones cada día más adversas, merecía la pena luchar con las armas de la cultura y el libro para seguir ofreciendo a los hombres y mujeres de cualquier edad y condición social, la ayuda de libros de todo tipo, para elevar el conocimiento y el espíritu de las personas.
Creación de un sistema bibliotecario A principios del siglo XX Cataluña vivió la unificación de las cuatro diputaciones provinciales en una organización político-administrativa común, la Mancomunitat (1914-1925), que tuvo importantes consecuencias, especialmente en el campo de la cultura y la educación. La Mancomunitat (Mancomunidad) centró su labor de forma especial en la reforma de las instituciones y en la recuperación y normalización de la lengua catalana, que estaba excluida de la educación y las manifestaciones culturales. La Mancomunitat, con un amplio proyecto cultural, se propuso crear un sistema bibliotecario que abarcara una amplia gama de necesidades: las de estudio y de investigación, pero también las de las personas que vivían en pueblos apartados de las grandes ciudades y que por tanto, tenían menos oportunidades de tener acceso al libro y la cultura. Para los investigadores y estudiosos creó la Biblioteca de Catalunya, que se abrió en mayo del 1914 con una clara ambición de ser biblioteca nacional y que disponía una sección de libre acceso, siendo la primera de estas características de toda la Península Ibérica. Para los segundos, se pensó en crear bibliotecas populares repartidas por las cuatro provincias, las cuales debían instalarse en “edificios especiales, propios, preferentemente de nueva construcción, limpios y claros, a poder ser en espacios aislados rodeados de aire y vegetación”1. Los libros tendrían que
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Anuari de les Biblioteques Populars, 1922. p.75
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ser cuidadosamente seleccionados, las bibliotecas serán de libre acceso y el personal que las atienda habrá de estar especialmente formado. Para dar respuesta a esta formación se creó “L’Escola Superior de Bibliotecàries” (Escuela Superior de Bibliotecarias) en el año 1915, que se constituyó como una escuela femenina, ya que se consideró que las mujeres eran más adecuadas para ejercer esta labor. La primera promoción de bibliotecarias terminó sus estudios en el año 1918, justo para empezar a trabajar en las cuatro bibliotecas populares que se habían construido, una en cada provincia, en los municipios de Valls, Olot, Sallent y Les Borges Blanques. En los años siguientes se continúan creando bibliotecas en Canet de Mar (1919), El Vendrell (1920), Pineda i Figueres (1922). Estas bibliotecas estaban inspiradas en el modelo arquitectónico norteamericano de las Bibliotecas Carnegie y presentan la gran novedad de que los libros se hallan en estantes de libre acceso, se dispone de una sección especialmente dedicada a los niños y se prestaban libros, siguiendo el modelo de las “Free Public Libraries” norteamericanas y británicas. Con el fin de unificar criterios técnicos y ofrecer soporte a la gestión de estas bibliotecas, el año 1920 se establece una Dirección Técnica de Bibliotecas y una central de servicios, dirigida por Jordi Rubió i Balaguer, que también era director de la Biblioteca de Catalunya. Al proclamarse la Dictadura de Primo de Rivera en el año 1922, desaparece la Mancomunitat, se separan de nuevo las cuatro provincias y en consecuencia se fracciona la administración unitaria de la red de bibliotecas. La Diputación de Barcelona asume la gestión de las bibliotecas que quedan dentro de su territorio y la Central Técnica continua dirigida por Jordi Rubió, el cual ejerce voluntariamente una cierta tutela sobre las bibliotecas de las otras tres provincias. Se producen importantes cambios en la política cultural. La represión contra la cultura catalana obliga a escribir en castellano todos los documentos públicos, como lo muestran los anuarios que publicaban las bibliotecas, un resumen de las actividades llevadas a cabo, con datos estadísticos. A pesar de ello la Diputación de Barcelona sigue creando nuevas bibliotecas: Pineda (1922), Granollers (1927), Manresa (1928).
La República: consolidación del sistema bibliotecario Con la proclamación de la República (14 de abril del 1931) se instaura en Cataluña la Generalitat como gobierno autonómico. Se unifican de nuevo las cuatro provincias y con ellas las bibliotecas, que se construyen como una sola red, la Xarxa de Biblioteques Populars (Red de Bibliotecas Populares) bajo la dirección de Jordi Rubió.
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El afán por llevar la cultura a todos los rincones del país es notorio y las bibliotecas se verán favorecidas por ello. Se quiere “culturalizar Cataluña” añadiéndole una intensa orientación social y el catalán vuelve a ser la lengua vehicular en todo tipo de documentos. De 1931 a 1936 hay una gran actividad bibliotecaria: se crean 8 nuevas bibliotecas y se pacta con el Ayuntamiento de Barcelona una planificación para dotar de bibliotecas a la ciudad, abriendo la Biblioteca Pere Vila i la Biblioteca Ignasi Iglesias. La Escuela de Bibliotecarias, bajo la dirección de Jordi Rubió, y con la colaboración entusiasta de las promociones de alumnas que se van incorporando a trabajar en las nuevas bibliotecas, alcanza un nivel técnico de prestigio. La Generalitat ofrece becas y bolsas de viaje a alumnas y bibliotecarias para que conozcan la organización bibliotecaria de otros países. La Escuela de Bibliotecarias tiene un profesorado de primera línea, con intelectuales, escritores y especialistas muy conocidos que estaban también en los ambientes universitarios. Para citar solo a algunos mencionaremos a Carles Riba, Ferran Soldevila, Jordi Rubió, Pere Bohigas, Joan Petit, Joaquim Xirau, etc. La Escuela de Bibliotecarias y el Servicio de Bibliotecas Populares estuvieron presenten en diversas reuniones internacionales. En 1933 Jordi Rubió realizó un viaje a Estados Unidos donde asistió a la Sexta Reunión del Comité Internacional de Bibliotecas de la IFLA y a la conferencia anual de la American Library Association (ALA) y visitó Yale, Harvard, Boston, Nueva York y Washington. Se participa activamente en los congresos como la Séptima reunión del Comité Internacional de Bibliotecas de la IFLA, celebrado el año 1935 en diversas ciudades españolas, que termina en Barcelona, en la que asistieron María Moliner, Homero Sentís y Jordi Rubió, entre otras personalidades La organización y funcionamiento de las bibliotecas populares eran consideradas como modélicas en muchos foros internacionales, no sólo por la correcta organización técnica y el cuidado en la selección de sus fondos, sino también porque actuaban como centros de actividades culturales de todo tipo, organizando conferencias, presentación de autores, horas del cuento para los niños… Poetas, historiadores, novelistas, músicos, acudían a las bibliotecas de los pueblos para hablar de literatura, de ciencia, o para dar un concierto. Las Bibliotecas Populares se convirtieron en el principal foco cultural de muchos pueblos. De otra parte, la Biblioteca de Cataluña estaba más dirigida a la investigación y a la conservación de la cultura catalana, pero también actuaba como una biblioteca pública que daba apoyo a las bibliotecas populares, proporcionándoles libros cuando los necesitaban y recomendaciones técnicas si era preciso.
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La Guerra Civil en Cataluña Al estallar la guerra, se acentúa la participación popular en la vida cultural, que asume una función de cohesión de toda la colectividad. Tanto en el frente como en la retaguardia, la población reclama el acceso a los conocimientos y lamenta haber sido desde siempre excluida. La respuesta de Cataluña fue poner el mayor número posible de medios para poner la cultura al alcance de todos. Se plantea la educación y la cultura como un arma intelectual y de propaganda al servicio de la República. La sociedad y especialmente los intelectuales, artistas y escritores se movilizan para aportar su esfuerzo a la causa común y para ayudar a difundir la cultura al conjunto de la sociedad catalana y de manera especial a los combatientes. Las 20 bibliotecas populares creadas hasta el momento, así como la Biblioteca de Cataluña y la Escuela de Bibliotecarias siguen funcionando durante casi todo el periodo de guerra, a pesar de los bombardeos. Las dificultades de todo tipo se van haciendo cada vez más patentes (escasez de alimentos, de combustible, frecuentes alarmas por los bombardeos...) pero hay una clara voluntad de seguir dando servicio, de incorporar los nuevos libros recibidos, de atender adecuadamente a los lectores, teniendo en cuenta las nuevas necesidades que se hacían cada vez más patentes. De la lectura de los diarios que escribían todas las bibliotecarias sobre lo que sucedía en las bibliotecas, que además son una crónica de lo que pasaba en la población, se aprecia como la situación de los municipios iba empeorando conforme transcurren los meses y el frente de guerra se iba acercando. Muchos jóvenes lectores desaparecen de las bibliotecas porque deben incorporarse al frente y las bibliotecarias lamentan que en algunos casos no han tenido ni tiempo de devolver los libros prestados. Los diarios explican también la llegada de soldados de las Brigadas Internacionales, que son recibidos con afecto por la población2 . En otros casos la biblioteca debe retirar las imágenes religiosas a requerimiento del comité antifascista local3. También se leen notas personales, como la de la bibliotecaria de la Biblioteca Pere Vila de Barcelona que lamenta la muerte de su hermano en el Frente de Aragón 4 o la problemática de las bibliotecarias de Sallent que no encuentran quien les de alojamiento y comida porque no son del pueblo y tienen que pedir que las dejen comer con los niños en las escuelas5. Además de este rico anecdotario, se ve que la biblioteca sirve para todo: para distraer a las personas de sus preocupaciones, para proporcionar libros de medicina a los médicos de las clínicas militares6, para que los usuarios de las bibliotecas sepan donde está el frente en el que están luchando los jóvenes de la población.... La biblioteca sirve también para solucionar temas prácticos, 2
Diari de la Biblioteca Popular de Calella. Octubre 1938 Diari de la Biblioteca Popular de Manresa. 28 d’agost 1936 4 Diari de la Biblioteca Popular Pere Vila. 2 d’agost 1938 5 Diari de la Biblioteca Popular de Sallent. 2-4 de Setembre 1938 6 Diari de la Biblioteca Popular de Manresa. Octubre de 1938 3
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como por ejemplo saber la manera de fabricar jabón a partir de elementos básicos. Además muchas bibliotecas populares envían libros al frente, constituyendo lo que llaman “filiales del frente”. La pionera fue la Biblioteca Popular de Granollers, que enviaba libros a los soldados que escribían solicitándolo.
Los primeros envíos de libros Desde el principio de la guerra se tuvo presente la importancia de la propaganda como una forma de mantener informada a la población y al mismo tiempo elevar la moral de soldados y civiles, haciendo constar que se estaba a favor de la causa de la justicia social y la libertad, para las cuales luchaba la República. El 5 de octubre de 1936 se creó el Comisariado de Propaganda de la Generalitat que se ocupó de elaborar el plan de propaganda que se llevaría a cabo durante la guerra. Entre sus muchas actividades (edición de carteles, folletos etc.) cabe destacar la labor de recogida y envío de libros al frente, envío que se realizaba diariamente desde la oficina de correos y que mandaba también ediciones del Comisariado de Propaganda, cartas de familiares, paquetes y periódicos que cedían los diversos diarios del momento. La Asociación de Escritores Catalanes colabora en las actividades del Comisariado, yendo hasta la zona de Aragón donde estaban los soldados con una camioneta para pasar películas, repartir folletos y editar un pequeño periódico con una imprenta sencilla. Las alumnas de la Escuela de Bibliotecarias colaboraron a hacer posibles estos envíos de libros, trabajando en la sede de la Escuela recogiendo y empaquetando los libros para mandarlos al Frente de Aragón, a las zonas donde estaban las tropas y a los hospitales de sangre. En tres meses se mandaron más de 15.000 libros por este sistema. Estas iniciativas fueron en aumento gracias a la colaboración de partidos políticos, sindicatos y bibliotecas populares, entre otros y fue el origen de que se creara un servicio de lectura para los soldados: el Servicio de Bibliotecas del Frente.
El Servicio de Bibliotecas del Frente Se consideró que los envíos que se hacían por medio del Comisariado de Propaganda no eran suficientes y por ello la Consejería de Cultura de la Generalitat de Catalunya encarga a la Comisión de las Letras Catalanas ( formada por la Agrupación de Escritores Catalanes de la UGT y el Grupo Sindical de Escritores Catalanes de la CNT) juntamente con la Dirección Técnica de las Bibliotecas Populares, que elabore un plan para la creación de un sistema de bibliotecas para los frentes de combate, por tratarse de “una obra de una eficacia espiritual y estimulante de primer orden”. El trabajo se
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llevó a cabo con rapidez y el 5 de febrero de 1937 estaba redactado e Plan que la Consejería había solicitado. Los destinatarios del servicio serían: los soldados de primera línea, los de retaguardia y los acogidos provisionalmente en hospitales de sangre y casas de convalecencia. Con este servicio se pretende ayudar a llenar el tiempo libre de los soldados, así como mantener alta su moral y distraerlos en las horas de tensa calma. También se considera que el libro es un importante instrumento para ayudar a curar a los soldados enfermos o heridos (biblioterapia) los cuales se ven obligados a pasar tantas horas de inactividad. Este servicio estaba inspirado en la experiencia americana de la Primera Guerra Mundial, que puso en circulación bibliotecas para atender a los heridos y también en el estudio de manuales británicos de biblioteconomía que trataban sobre las bibliotecas de hospitales. El 17 de febrero de 1937 se dictó el Decreto de Creación del Servicio de Bibliotecas del Frente, que se organizaba de la siguiente manera: creación de bibliotecas en primera línea, en la retaguardia y en los hospitales de sangre así como en los hospitales de convalecencia y en los establecimientos de reposo. dependencia orgánica de la Comisión de las Letras Catalanas y administración de la Dirección Técnica de las Bibliotecas Populares Además se hacía constar que era preciso construir muebles librerías especiales para estas bibliotecas y se destinaba un presupuesto para su puesta en marcha y funcionamiento. Pero estos objetivos no pudieron cumplirse tal como estaba planificado porque los enfrentamientos entre partidos y la pérdida posterior de capacidad de gobierno de la Generalitat frente al poder central, llevó a que el servicio tuviera una serie de importantes problemas: de transporte, de aprovisionamiento de víveres, de permisos... ya que a menudo se estaba actuando fuera del territorio de Cataluña y faltaba un reconocimiento oficial por parte del Gobierno de la República. A pesar de todo el servicio se puso en marcha.
Qué se hizo El Servicio de Bibliotecas del Frente quiere acercarse a los escenarios directos de la lucha y para ello se crean dos subcentrales en zonas del frente aragonés: en Sariñena y en Alcañiz, desde donde se llegará a los destacamentos de primera línea y a los hospitales de campaña, a los que se mandarán lotes de libros. También se mandan libros a los soldados catalanes que están en otros frentes, repartidos por toda España. Para asegurar el funcionamiento de este servicio se crea una central técnica, al estilo de la Central de Bibliotecas. Esta nueva central técnica se halla al principio en los locales de la Agrupación de los Escritores Catalanes y más tarde estará en un piso en la Gran Vía de Barcelona, hasta que un duro 6
bombardeo de la ciudad, en marzo de 1938, destruye el edificio y por suerte no acaba con las bibliotecarias que allí trabajaban, que habían salido del local minutos antes. La directora del Servicio de Bibliotecas del Frente es la bibliotecaria Concepció Guarro, aunque el motor y alma del servicio es también Jordi Rubió, que lo impulsa de forma entusiasta. Cuentan además con la colaboración voluntaria de un grupo de bibliotecarias, entre las cuales María Riera Llorca, Helena Blanco, Maria Cugueró, Teresa Boada... Se compran libros a las editoriales y a las librerías y se confeccionan lotes al estilo de los que la Central de Bibliotecas Populares enviaba a las entidades o bibliotecas filiales. Ante las dificultades para encontrar un sitio adecuado para poner los libros, se ve la conveniencia de construir un tipo de muebles apropiados para su traslado y uso posterior. Se encarga el diseño de muebles a los miembros del GATCPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura) un grupo de arquitectos y diseñadores de vanguardia que seguían la influencia del movimiento de la Bauhaus alemana. Se diseñan y se construyen librerías con puertas y cajas-bibioteca de fácil transporte y manejo. Los libros se enviaban según la demanda y en algunos casos se presentaban peticiones tan concretas como las del Comisario de la 35 División del V cuerpo del Ejército que el 28 de abril del 38 manda una carta pidiendo:” libros en castellano, catalán, inglés, polaco, checo y algunas otras lenguas eslavas”. Y que su contenido debería ser “de pasatiempos (novelas), contenido social (ensayos y exposiciones), de carácter científico (divulgaciones) de divulgación cultural (para afianzar la labor de las milicias de cultura) y de carácter militar (topografía y táctica)” 7 En algunos casos las peticiones se satisfacían directamente a los que solicitaban los libros y entonces las bibliotecarias les explicaban el funcionamiento del servicio (normas para el préstamo, como se utilizaban las fichas). Si los libros se mandaban por correo, se adjuntaban las instrucciones técnicas. Se nombraban soldados “bibliotecarios” que eran los responsables de la buena marcha de este servicio. En la Subcentral de Sariñena la persona responsable del servicio fue la bibliotecaria Mª Felipa Español, que empezó a trabajar allí el mes de abril de 1937, Además de actuar como central, organizó una pequeña biblioteca de atención directa a los soldados, al estilo de las bibliotecas populares. Esta subcentral en 9 meses sirvió 12.488 volúmenes y prestó 24 muebles biblioteca. Mª Felipa Español llevó a cabo una labor entusiasta e intensísima, multiplicando su actividad, para acercar los libros a los soldados que luchaban y a los heridos. Prueba del reconocimiento a su labor es que llegaron a nombrarla teniente! 7
En: El Servei de Biblioteques del Front 1936-1939/ Cugueró, Boada, Allué. p.76
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En marzo de 1938 el frente aragonés se replegó y se perdió la subcentral. La subcentral de Alcañiz empezó por las mismas fechas que Sariñena y dió servicio al sector sur del Frente de Aragón. Su responsable era Rosa Granés, una bibliotecaria muy joven, que había terminado la carrera hacía poco tiempo. Trabajó algo más lejos del frente, especialmente desde la zona de Tarragona. En esta zona se hace más patente las dificultades para transportar los libros y la falta de reconocimiento oficial de este servicio. El año 1937 se repartieron 7.864 libros y 17 muebles librería. A principios de marzo de 1938 bombardean Alcañiz y se pierde esta subcentral. El servicio a los hospitales Se establecieron seis bibliotecas en los hospitales de sangre, que eran edificios habilitados como hospitales para tratar a los heridos. Estas bibliotecas estaban en Barbastro, Monzón y Sariñena, en la zona norte; Fraga, Caspe y Alcañiz en la zona sur. En junio de 1938 se convocan dos plazas de bibliotecarias para ocuparse de estos hospitales, a las que acceden Maria Ponjoan y Aurora Díaz Plaja. Se suceden las demandas de libros y se constituyen bibliotecas que en muchos casos son gestionadas por los propios soldados. Como siempre cunden las dificultades, pero las bibliotecarias tenazmente intentan llegar hasta donde saben que pueden ser útiles. Entre marzo y setiembre de 1938 se repartieron 5479 volúmenes a los hospitales de sangre. Jordi Rubió redactó unas normas para la organización de las bibliotecas de hospital, muy útil porque daba pautas sencillas para orientar a las personas que colaboraban en las bibliotecas de hospitales y que no tuvo tiempo de ser publicado8. El bibliobús Las dificultades para transportar los libros del Servicio de Bibliotecas del Frente eran cada vez mayores. Los responsables del servicio ven la posibilidad de poner en marcha un bibliobús y tras muchos esfuerzos y gestiones consiguen obtener un vehículo que es adaptado a esta función (estanterías especiales, espacio interior amplio) y puesto en marcha en mayo de 1938. Las dos bibliotecarias que habían trabajado en las subcentrales del Frente serán las primeras que se ocupen de este servicio: Mª Felipa Español y Rosa
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Servei de Biblioteques del Front. Institució de les Lletres Catalanes: Normes per a l’organització de les Biblioteques d’Hospitals. Barcelona: Generalitat de Catalunya. Departament de Cultura, 1939 (galeradas)
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Granés, aunque a menudo viajarán con otras bibliotecarias como Aurora Díaz Plaja, Conxa Guarro o el propio Jordi Rubió. El bibliobús llevaba 2.191 volúmenes, 750 folletos de propaganda y diversas revistas. Los recorridos duraban entre 4 y 8 días y las rutas eran muy variadas. Las bibliotecarias y conductores hicieron una vida nómada y llena de dificultades, pues además de los problemas derivados del mal estado de las carreteras, había que añadir la dificultad de encontrar alojamiento y comida en los sitios en que pernoctaban. En algún caso extremo tuvieron que dormir dentro del vehículo. A menudo y tal como cuenta Aurora Díaz Plaja en una entrevista9 , llegaban casi a la zona “de los otros” en su afán por llevar los libros a los soldados, con el consiguiente peligro que ello suponía. El bibliobús sufrió muchas averías que desesperaban a las bibliotecarias, porque suponía interrumpir el servicio, así como un accidente mortal: la directora de la biblioteca de Manresa, Concepció de Balanzó, murió al volcar el bibliobús en uno de estos viajes. En total el bibliobús realizó 18 viajes por Cataluña y Aragón. En los últimos días de la guerra, cuando las tropas de Franco estaban a punto de entrar en Barcelona, el bibliobús aún hizo un último servicio. Llevó a un grupo de de escritores e intelectuales que se veían en peligro, hacia Francia, desde donde emprenderían el camino del exilio. Según cuenta la escritora Anna Murià : “El dia 23 por la tarde…salía el bibliobús que había llevado a cabo el Servicio de Bibliotecas del Frente, con Francesc Trabal, Mercè Rodoreda, Armand Obiols, Joan Oliver y quizás alguien más, para llevarles solos o con sus familias, camino de la frontera”10 En Perpiñán se pierde el rastro del bibliobús. Qué leían los soldados El Servicio de Bibliotecas del Frente preparó dos catálogos para orientar a los soldados sobre los libros que encontrarían en los lotes preparados. El primer catálogo, acabado en mayo de 1937, comprende 1.112 libros y 7 revistas. El segundo, de octubre de 1937, consta de 1433 libros y 10 revistas. Los libros están pensados para ofrecer entretenimiento y por este motivo hay un 62% de obras de literatura, pero también obras de sociología, política, filosofía y moral, así como libros de divulgación científica, tecnología, historia de Cataluña, viajes etc. Del conjunto de libros de las dos listas el 47,5% estaban en catalán y el 52,4% en castellano. De los informes elaborados por las bibliotecarias de Alcañiz y Sariñena se desprende que más de la mitad de los libros consultados eran de literatura, aunque también se leían libros otros temas. Mª Felipa Español explica que los 9
Conversant amb Aurora Díaz Plaja / Josep M. Aloy, Novembre 1998 El Servei de Biblioteques del Front 1936-1939/ Cugueró, Boada, Allué p. 157
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heridos de los hospitales piden sobre todo novelas de aventuras y que “cuando a un lector le gusta mucho un libro, luego lo lee toda la sala. Me ha pasado con “Zalacaín” de Baroja, con “La tournée de Dios” de Poncela”. Y concluye “A la vista de los libros, se vuelve lector el más reaccionario, son poquísimos los que en el hospital pueden leer y no lo hacen”. Los milicianos y comisarios piden también obras para enseñar a leer y a escribir a los soldados analfabetos, así como libros en otras lenguas y obras de humor. De las numerosas cartas de soldados y peticiones que se conservan, consta que pedían desde novelas de Agatha Christie o Conan Doyle, hasta obras de Papini, Anatole France o novelas de escritores catalanes de la época . Otro testimonio, de Conxa Guarro, explica que en un viaje del bibliobús, el 20 de julio de 1938 “….al salir de la población ponemos gasolina. Un soldado nos aborda: ¿no habrán libros para nosotros? Ya lo creo. Bajamos y los hacemos subir al bús. Escogen Dostoievski, Chéjov, Jordana…” 11 Además los Servicios de Cultura del Frente editaron algunos libros especialmente dedicados a los soldados, como antologías de poesía patriótica, una semblanza de Cataluña o hechos de armas protagonizados por los catalanes. También fue especialmente útil un libro del doctor Trueta, jefe de cirugía del Hospital General de Cataluña, sobre la curación de las fracturas de guerra, libro que se mandaba con los lotes. La directora del Servicio, Concepció Guarro, calculó que en total se habían puesto en circulación unos 100.000 libros, una cantidad importante, pero que evidentemente no era suficiente para llegar a todos los combatientes. La protección de patrimonio bibliográfico Con el fin de proteger el patrimonio, tanto el artístico como el bibliográfico y documental, la Generalitat creó unos servicios de salvamento del patrimonio que fueron dotados de instrumentos legales para recoger objetos de arte en peligro ( por saqueo, destrucción, bombas..) y enviarlos a los museos o a otros centros. En lo referente al patrimonio bibliográfico y documental, Agustí Durán i Sampere se ocupó del salvamento y protección de los archivos y Jordi Rubió de las bibliotecas. Los archivos incautados o en peligro se trasladaron al Palacio Episcopal de Barcelona en febrero de 1937. Con el peligro de los bombardeos sobre la ciudad, en octubre de 1938 se trasladaron al Monasterio de Pedralbes, donde permanecieron hasta el final de la guerra. En cuanto a las bibliotecas, debido a las expropiaciones realizadas por grupos o entidades locales y también a que muchos particulares dejaban en depósito sus bibliotecas a la Generalitat, hubo un gran movimiento de libros que enriquecieron los fondos de la Biblioteca de Cataluña y de las bibliotecas populares. El gobierno de la Generalitat se ocupó de inspeccionar y asesorar sobre qué debía hacerse con ellos y creó depósitos bibliográficos en las tres capitales de provincia, con fondos de titularidad estatal, autonómica y privada. 11
El Servei de Biblioteques del Front 1936-1939Cugueró, Boada, Allué
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Durante este periodo la Biblioteca de Cataluña estaba siendo trasladada al edificio del antiguo Hospital de la Sta. Creu, un edificio gótico de grandes dimensiones, en el que aún sigue y en el que se trabajó para acondicionar sus fondos y al mismo tiempo salvar el patrimonio que iba llegando. Algunas bibliotecas privadas pasan a ser públicas, como la Biblioteca Balmes o la del Ateneo Barcelonés, y muchas organizaciones obreras crean sus propias bibliotecas.
La depuración franquista Con la llegada de las tropas de Franco a Barcelona, en enero de 1939, se inicia una larga etapa de represión política y cultural, especialmente contra todo lo que estuviera relacionado con la cultura y la lengua catalanas. Se prohíbe completamente cualquier publicación en lengua catalana, así como hablar en catalán en los lugares públicos y en las escuelas, quedando únicamente restringida al uso familiar. En el ámbito administrativo se separan de nuevo las cuatro provincias y cada Diputación se hace cargo de las bibliotecas populares de su territorio. Las alumnas de la Escuela de Bibliotecarias que habían obtenido su título en los años de la guerra deben volver a examinarse. Toda persona que quiera trabajar tiene que firmar un documento de adhesión al Régimen y se mandan circulares a las organizaciones y empresas para que se denuncie a las personas que habían sido especialmente activas con el gobierno anterior. Las personas que ocupaban cargos en las bibliotecas son despedidas. Tal es el caso de la secretaria de la Escuela de Bibliotecarias Joana Casals, denunciada por “roja, catalanista y separatista”12 que ya no pudo ejercer más su trabajo, o de Aurora Díaz Plaja que a pesar de que en su declaración no constaba que había trabajado en las bibliotecas del frente, escribió que no había hecho nada para “la Victoria”13. El caso más representativo es de Jordi Rubió, que estuvo hasta el último minuto en su despacho de Director de la Biblioteca de Cataluña, hasta que otro bibliotecario mandado por el nuevo régimen, Javier Lasso de la Vega, fue a pedirle las llaves de la biblioteca. Jordi Rubió, fue destituido de todos sus cargos y quedó sin ninguna posibilidad de seguir trabajando en las bibliotecas ni en ningún otro organismo oficial (universidad etc.) Otras personas tomaron el camino del exilio, como Teresa Rovira, hija del intelectual Antoni Rovira i Virgili, que salió hacia Francia con el bibliobús, o Antonia Parés, directora de la Biblioteca de Pineda, que se había casado con el alcalde republicano del pueblo y que huyó a pie por los caminos de la frontera junto a sus dos hijos de corta edad. Pasados los primeros días de confusión, las bibliotecas vuelven a abrirse, pero con las estrictas directrices que marca la nueva dirección de las bibliotecas 12 13
en: L’Escola de Bibliotecàries 1915-1939/ Concepció Estivill Rius Conversant amb Aurora Díaz Plaja/ Josep M. Aloy. Novembre 1998
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populares: se retiran todos los carteles y avisos que estaban en catalán; todos los documentos y memorias, incluso los diarios de las bibliotecas, se deben hacer en castellano. Los símbolos militares y religiosos se impusieron en todas las bibliotecas: la cruz presidiendo las salas de lectura, junto a las fotos de Franco y José Antonio Primo de Rivera. Muchas bibliotecas cambian de nombre y a otras se las rebautiza con nombres de santos o personajes afines al nuevo régimen. Así la “Biblioteca de Catalunya” pasa a llamarse “Biblioteca Central”, la Biblioteca Popular de Vic, pasa a llamarse “Jaime Balmes”, la Biblioteca Popular de Sallent a Biblioteca Popular San Antonio M. Claret y la Biblioteca Pere Vila de Barcelona a llamarse Biblioteca del Distrito IV. Desde la Central de Bibliotecas se lleva a cabo un estricto control de los fondos bibliográficos y de las nuevas adquisiciones. Lo primero que se hace al abrir de nuevo las bibliotecas es revisar los fondos y retirar todos aquellos que se consideran perniciosos porque defienden ideas contrarias al Régimen de los vencedores , según unas normas que se mandan a todas las bibliotecas ( libros de sociología, política, filosofía, obras de literatura catalana etc). Hay un cambio radical en el tipo de libros y revistas que se mandan a las bibliotecas y sus presupuestos quedan además muy mermados. Igualmente se modifican totalmente las actividades que se llevan a cabo en las bibliotecas: ahora se celebra el Día de la Raza, los 450 años de la llegada de Colon a Barcelona, se dan conferencias sobre “El Imperio Español” y sobre “José Antonio Primo de Rivera”. El cambio ideológico es total, pero en muchos casos el personal bibliotecario continúa siendo el mismo, porque tampoco había nadie que no fuera por vocación que estuviera dispuesto a trabajar en las bibliotecas populares. Gracias a ello el espíritu de la época anterior se mantuvo en rescoldo: muchos libros depurados se guardaron en el fondo de los almacenes de las bibliotecas (tal es el caso de muchos libros del Servicio del Frente que se conservaron en algunas bibliotecas como la de Tarragona, por ejemplo) y las bibliotecarias continuaron con su espíritu de servicio y su trabajo bien hecho, confiando en un futuro mejor para las bibliotecas y la cultura. Pero tendrían que pasar muchos años para que esta esperanza pudiera concretarse en mejoras reales para los servicios bibliotecarios. Núria Ventura 14/06/2005
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Bibliografía consultada: •
Anuarios de las Bibliotecas Populares (diversos años).
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Cugueró, Maria; Boada, Mª Teresa; Allué, Vicenç: El Servei de Biblioteques del Front 1936-1939. Barcelona: Diputació de Barcelona, 1995 (Col. Quaderns de Treball,14)
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Estivill i Rius, Assumpció: L’Escola de Bibliotecàries 1915-1939. Barcelona: Diputació de Barcelona, 1992. (Col. Quaderns de TReball, 12)
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Mañà Terré, Teresa: Les Biblioteques Populars a Catalunya a través dels seus anuaris (1922-1936). Barcelona: Facultat de Biblioteconomia i Documentació . Universitat de Barcelona, 2001. (Col. Quaderns de Treball, 16)
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Catálogos de las exposiciones: -
Les Biblioteques Populars en la Pau i en la Guerra. Barcelona: Diputació de Barcelona , 2004 La XarXa de Biblioteques 1915-2004. Una història que mira al futur. Barcelona: Diputació de Barcelona, 2004
Nota Para facilitar su lectura se han traducido al castellano los nombres de todas las instituciones y organismos citados, excepto los de la Generalitat de Catalunya ( Generalidad de Cataluña) y la Mancomunitat de Catalunya (Mancomunidad). Todos los organismos e instituciones de la época de la Mancomunitat y de la Generalitat tenían sus nombres en catalán (Associació d’Escriptors Catalans, Servei de Biblioteques del Front etc)
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